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El Milagros
El Milagros
Julio sabe muy bien que tiene que impresionar a los de la pandilla. De eso depende su
navaja negra en la inmensidad de una de las bolsas de sus pantalones. Está nervioso. Le
tiemblan las piernas. Su respiración esta acelerada. Prende un cigarro que ya fue usado
más de una vez. Lo mantiene en su garganta un largo instante. No tiene miedo. Sabe que
esa será su noche. Sabe como impresionar. Ha pasado largas horas planeando lo que
hará. Tiene todos los pasos estudiados. Si todo sale bien lo aceptarán en la banda y todo
será más fácil: ya no tendrá que pedirle dinero a su padre, hasta podría salirse de su
casa. Tener un cuartito para él solo donde nadie lo moleste. Donde pueda ver la tele
rojiza que baja de un poste medio chueco. Sólo un brazo alcanza a ser iluminado por el
resplandor: de sus bíceps nace un dragón entre rojo y verde que descansa la cabeza en
su muñeca morena. La oscuridad cubre los otros cuatro tatuajes que adornan su cuerpo.
Uno de la Virgen de Guadalupe. Fue el primero que se hizo. Era una manda: en una
dijo que fue la Virgencita. Él también lo cree. El segundo es el nombre de su mamá que
murió cuando él tenía catorce años. Otro más es el símbolo de su primera banda y el
verifica el filo de la navaja. Hace unos movimientos con ella. Apuñala varias veces a
una victima invisible. Sus movimientos no son improvisados, sabe que una vez que el
Desangrándose. Casi puede sentir como perfora sus pulmones. Ve a los otros de la
llama. Le hacen el ritual de iniciación. Todos lo saludan como a uno más de la pandilla.
Pero la voz aguda de un hombre gordo lo regresa a la realidad. – Ora cabrón deje ese
Y Julio se ríe mientras lo saluda con una especie de juego de manos. –Ni que fuera tú
pendejo.
-Oho luego luego a chingar... a ver wey tan perros los dikis ¡ehe! ¿Ladronde? ¿No qué
-Como puesto pendejo. Eso es después. Ahorita hay que estar bien búhos si no nos
-Nomás un churrito pa los nervios bro. -Como eres pendejo. Ni vas a sentir cuando te
lleve la placa.
-No sé carnal. Pero debe ser algo acá bien machin. No van a meter a cualquier
-No seas cabrón esos tienen un chingo de cámaras y dicen que en la caja tienen un
botón para avisarle a los feos. Un pendejo del barrio: El Panzón. A ese lo agarraron
dándole bajón a un Seven wey. Llegaron un chingo de trocas llenas de Feos. Dicen que
nos va a llevar.
-No mames wey. Yo la neta estoy que me cago. Casi no vengo wey. El hombre gordo que
viste unos pantalones anchos se agacha avergonzado y voltea a ver a su amigo que
-La neta no quiero acabar en el reclu. Tengo dos carnales ahí wey y no mames está
-¿Y a fuera qué cabrón? Si no tenemos pandilla nadie nos va a respetar. Cualquier día
nos parten la madre y nadie nos va a defender. Esto ya no es cosa de querer o no. El
hombre alto de cara huesuda y ojos certeros se detiene y su tono de voz se vuelve
solemne. –Mira wey yo también tengo miedo, que más quisiera que poder safarme pero
no se puede. Esto es lo que somos y no tenemos de otra. En este país sólo hay una
pinche regla: chingar. A unos les toca chingar con la ley de su parte a otros nos toca
chingar con la ley en nuestra contra. Pero al final todos chingamos. Uno tiene que ser
realista y entrarle. Muchos nos ven y feo y nos ven como la pinche escoria pero si
estuvieran en nuestro lugar harían exactamente lo mismo. El mundo está muy pinche
cabrón como para ponerse a ver si las cosas están bien o mal. Así que ay tú wey...
Y los dos siguen caminando mientras se acercan a un grupo de unos doce hombres.
Todos impacientes. Mueven las manos y se ríen con carcajadas nerviosas. De vez en
arrinconados, todos con melenas bien recogidas y con el mismo tatuaje en su brazo
izquierdo. Parecen discutir sobre un tema importante. Miran con cuidado una hoja
cuadrada y cuando por fin parecen estar de acuerdo gritan demandantes al grupo que
atiende rápidamente:
-A ver... todos escuchen bien porque no voy a andar repitiendo. Dice el más alto y
fornido de los tres mientras con sus palmas hace un sonido que parece muy bien
estudiado.
-Todos los que están aquí vienen porque quieren pertenecer a los Intoxicados. Pero
antes tienen que demostrar que tienen los huevos para hacerlo. Sólo se van a quedar
los mejores. Tienen que demostrar que son capaces de todo por la pandilla. Hoy los
vamos a dividir en tres grupos: uno va a ir con el Güero, otro con el Sonrics y otro
que se conocen se buscan y se rozan con las manos y hacen votos de confianza y los que
no se conocen se vuelven hermanos y con sus tatuajes se cuentan sus proezas y sus
desgracias...
El Zeus le dicen al líder de los Intoxicados que esa noche parece tan quieto y tranquilo,
mientras habla parece que busca con cuidado cada una de sus palabras como si temiera
decir una que no es la apropiada. Mira con atención a cada uno de los cuatros que están
rodeándolo. Sabe observar a la gente, sabe identificar a los que sirven y a los que no.
Alguna vez mientras platicaba dijo que lo importante era tener decisión. Busca entre
esos cuatro que lo miran con respeto algún rasgo de los que él busca. Uno le llama la
atención: tiene rasgos delgados pero toscos, su piel morena le da un aire de misterio y su
mirada parece dispuesta. Mientras prende su cigarro decide que lo seguirá con atención.
–La cosa está así. Vamos a ir a la Farmacia que está a cuatro cuadras. Todos los días
recogen el dinero en la mañana. Eso quiere decir que a estas horas tienen la ganancia
de un día entero. Unos 30 mil pesos mínimo. No es mucho pero es un buen principio
para ustedes. En el local hay tres personas: dos vigilantes y un empleado. Dos de
ustedes van a agarrar a los vigilantes, sólo uno tiene pistola. El ruco es el que la tiene.
Si los encañonan y no se ponen nerviosos no dan problema. Los otros dos van a ir con
la empleada y van a vaciar las cajas. Son cajas normales. No tienen ninguna
protección extra lo único que tienen que cuidar es que no presione la alarma. Es una
de esas alarmas silenciosas si la activan los feos llegan en 3 minutos. Y tenemos que
vaciar tres cajas. Los que se quedan con los vigilantes los tienen que amarrar. Si
alguien la caga queda fuera y si a alguien lo detienen y suelta algo de nosotros iremos
a hacer una visita a sus jefas o a sus escuincles. Así que ándense con cuidado. En la
cárcel a los maricones ya saben como les va. Si alguno siente que no va a poder de una
vez...
Julio voltea a ver a la Trucha que parece dudar. Todos se quedan en silencioso
esperando la señal de inicio. El Zeus los mira detenidamente y continúa su discurso: -Yo
voy a ir con ustedes pero sólo voy a observar como lo hacen. Si nadie se va a rajar
vamos de una vez. Ya saben el que la riegue queda fuera. Y Zeus se adelanta sin decir
palabra y atrás lo siguen los cuatro ansiosos. Algunos con dudas y miedo pero todos
dispuestos a hacer lo que tienen que hacer. Cuando están a una cuadra de la Farmacia
Zeus detiene el paso y da un vistazo a su alrededor. –Tú y tú, señala al Trucha y a otro
robusto personaje, van a agarrar a los vigilantes. Los otros se esperan afuera hasta que
vean que ya está hecho y después entran por la cajera. Acuérdense del botón... Vamos.
Y los dos primeros corren nerviosos. Su corazón no deja de latir. Por su mente pasa un
montón de cosas: algunas no las entienden. Recuerdan las palabras y tratan de visualizar
lo que harán. Uno piensa en lo que dirá. Repite. Visualiza sus gestos y cuando están
El más robusto toma la iniciativa y rodea con su brazo desnudo el cuello del vigilante
que tiene más miedo que él. La trucha hace lo mismo con el más viejo, su brazo delata
cual dice: -Quietesitos ya nos los chingamos si se ponen cooperadores en un ratito nos
vamos. Y a la mitad de las palabras entran los otros tres y rodean a la cajera que llora y
reza una oración que ninguno reconoce. Julio toma el control y la mira con los ojos bien
abiertos. La cajera llora con más fuerza porque esa mirada la aterra. –A ver reinita ya
acerca a su cuello tanto que ella siente como brota una chispa de sangre. –No. Por favor
no, les doy todo pero por favor no. Y Julio quita la navaja y la cajera trata de controlar
Y el Zeus observa todo como un ser omnipresente. Estudia cada palabra y cada
reacción. Es como si oliera las sensaciones de todos los que están ahí. Julio lo
sorprende. Tiene garra y tiene valor. Lo mira con detenimiento. Piensa que es un buen
elemento. Lo es porque sabe muy bien que la banda es su única opción. Y mientras toma
el dinero con una mano con la otra la cajera busca el botón rojo que le dijeron debe
presionar en caso de asalto. Está aterrada pero tiene que hacerlo. Por fin lo encuentra.
Lo presiona suavemente y con mucho cuidado, los encapuchados están tan atentos
mirando el dinero que no se dan cuenta. Trata de hacer tiempo. Tira un fajo de billetes y
palabras sin sentido. La mira a los ojos y acerca su boca a su cara. Y su navaja a su
cuello. Sus palabras son interrumpidas por el sonido de una sirena que se acerca. Todos
pierden el control. Empiezan a moverse ansiosos en sus lugares. Los oficiales tratan de
relatos de sus hermanos que están en el reclusorio. Se imagina adentro. Sólo y sin
banda, sometido a los otros más fuertes. Tiembla. Trata de amarrar al viejo pero se
mueve mucho. Su pistola se tambalea. El está a punto de llorar. Quiere correr pero sus
piernas no le responden pronto los sonidos que antes eran claros se convierten en ruidos
Y Julio mira a la cajera y le da un puñetazo. Las sirenas suenan cada vez más cerca. Con
una mano junta todo el dinero que faltaba. Desenfunda la navaja y la acerca al vientre
delgado de la cajera que ahora grita. Sus miradas se juntan. Ella siente el frío del metal
perforando su estomago, él siente como el filo de su navaja parte la piel que se resiste.
Voltea a ver a Zeus que lo mira atento. Regresa su mirada a la herida. Recuerda los
movientos. El tiempo se detiene. Sólo piensa en Zeus que lo mira. Arriba. Abajo. El
segundo todo pasa: los sonidos de las sirenas, los gritos de los otros, el llanto de la
cajera que se rompe en un silencio estremecedor, el sudor frío que brota de todo su
cuerpo, la mano de Zeus apretando su brazo. Y corren. Corre lo más rápido que puede.
Sus piernas lo presionan. Las siente frías pero rodeadas de ese sudor que hierve.
Mientras corre voltea a ver a la trucha. Viene atrás de él, junto con los otros. Todos ven
a Julio que corre orgulloso. Unos policías vienen detrás. Escuchan sus gritos:
los chillidos de la Trucha se detienen. Un cañonazo lo derriba. Julio voltea, lo mira caer.
La Trucha lo busca con los ojos. Dice algo. No lo entiende. Julio se detiene. Lo mira. Es
momento de una decisión que lo cambiará todo. Las sirenas. Los gritos de la policía. El
existencia. A ese ser o no ser de Hamlet. Y Julio decide. La policía se acerca. Sus
miradas se juntan. La Trucha llora herido. Julio mueve la cabeza y sigue corriendo.
Corre tan fuerte como puede. Ya es invencible. Nada lo detiene. Una hora después los
cuatro que lo lograron se reúnen alredor del Zeus. Él sólo ve a Julio. Lo mira a los ojos
Y Julio no siente miedo y contesta sin ninguna culpa: -Porque tocó la alarma. Tenía que
hacerlo. Y en sus ojos hay algo extraño que Zeus no entiende. Es como si Julio tuviera
una certeza, animal pero certeza, de que lo que hizo era su obligación. Su
llamas?
-¿Y eso?
-Ta bueno Milagros. Mañana aquí a la misma hora. Esto fue sólo para ver quien servía.
Atl Mendarte
UNO
Supongo que desde niño tuve más problemas que los demás. La pinche vida
que vivo. Rápido se murió mi papacito. Ni un año con esa maldita enfermedad.
Bien que me acuerdo, el día que se murió estuve gritando toda la noche, yo me
nomás rezaba, ese día me di cuenta que dios ni existe y si existe esta sordo o
de plano se hace pendejo. ¿Por qué será que cuando más pide uno? Más lo
mandan a uno a la chingada. Yo por eso nunca pedí nada, lo que quería lo
humillo mucho como pa’ que todavía me humille la gente pendeja. Eso lo sé
ahora pero pus de niño, de niño uno en bien menso. Cuando mi Jefe ya no
gritaba pensé que ya se había curado, yo ni sabía que tenía. Nadie supo. Y pa
menos para las pinches medicinas. Mi Jefe lo sabía, movió el taxi hasta que un
día ya no pudo, luego mi Jefa era la que tenía que chingarse, ni modo. Le
lavaba a una que otra vieja de ahí de la unida, pero ni así le sacábamos pal
gasto. Pobre de mi Jefa ese año se puso bien jodida. Estaba aquí bien chula mi
jefa. El día que murió mi Jefe le pidió a mi ama que bajará una foto, de esas
viejas de cuando eran novios, bien acá se veían los dos. Mi Jefe bien galán y
lágrimas, con una mano apretaba la foto y con la otra a mi jefa, mis otros
nomás se oía el sonido, como un gemido. Quién sabe que habrá dicho. Yo
pensé que ya no nos podía ir más mal, pero como a la semana que llega un
pinche licenciado, de esos bien gandallas, bien mierda, Que nomás andan
buscando a alguien más pendejo que ellos pa sacarle hasta lo que no. Habló
cómo media hora con mi jefa, según que mi Jefe le debía una feria. El culero se
escondía. No sólo a él. Con cuatro chamacos y sola la pobre le debía a media
era tanto que tenía que empezar de nuevo. Desde el cero. Así nos
escondíamos hasta que una vez un cabrón llegó con policías y todo y nos sacó
estaban idos.
La última vez que la vi dijo mi nombre: Ramiro. Y se rió conmigo, hasta me miró
pero luego siguió rezando, nos dejo encargados con Doña Lucha, una vieja
gorda y gritona que le tuvo lastima de verla tan jodida, y luego se fue
caminando. Dicen que camino hasta que un día callo muerta. Doña Lucha nos
preguntaba que si teníamos pariente pero pus no. Ninguno. Siempre fuimos
solos. Mi Jefe era del norte, de Sinaloa, nos contaba de cuando vivía allá. Pero
pus su familia lo desconoció porque mi Jefe siempre fue bien orgulloso y nunca
hizo lo que le dijeron. Así como yo. Cuándo escuche que Doña Lucha le llamó a
los del DIF yo me fui. Si ya iba a estar solo pus de una vez. La primera noche
puse unas cajas de cartón alrededor del cuerpo y aun así sentía el pinche aire.
Ni dormí, me la pase llorando como menso. Cerraba los ojos y sentía que mi
ayuda te mueres.
Eso lo aprendí al tercer día de no comer. Buscaba en los basureros, una vez
tengo que comer, de hoy no pasa. Camine hasta que encontré unas calles ahí
medio solas, paso una vieja, taba chamaca, se ve que venía de la escuela. La
seguí como dos cuadras, ni se dio cuenta. En una calle que estaba oscura le
llegué por la espalda y la agarré del cuello, estaba bien pinche flaca. Ni
resistencia puso, le baje 100 varos. Con eso comí tres días, luego me busque
otra vieja, es que son más fáciles, siempre piensan que las vas a violar y
interrumpió con una voz infranqueable. Lo miró con el desprecio que se le tiene
chingada que tú pinche vida sea una mierda. Tú historia vésela a contar a la
pinche Silvia Pinal o a cualquier otra pendeja ridícula que tenga ganas de llorar.
superficie de una mesa de madera. -Yo conozco a los de tu tipo, son animales
y así hay que tratarlos. Como bestias, sin corazón. ¿Cómo llegaste a la banda?
Y Ramiro lo miró sin parpadear y acercó su cabeza hasta donde pudo y con
Y el hombre del traje negro permaneció sin mover el rostro, suspiro como quién
está a punto de enfrentarse a una ardua tarea. –Mira pendejo ya que te gustan
huevos el pendejo. Una vez agarre a un wey, 16 años tenía, era huérfano de
padre. Su mamá se caso con un pendejo que le pegaba a los dos. Les pegó
desde la primera noche hasta la última. Y no creas que les daba unos
golpecitos ahí namas. No. Les ponía unas chingas buenas. El wey este era un
lo fue rebanando poco a poco. Más que matarlo quería que sufriera. Quería
que el maldito sufriera como él había sufrido. Nunca se arrepintió. Hasta
visto en está pinche ciudad. Yo sé que está llena de weyes como tú que andan
por ahí buscando su venganza. Todos como tú han tenido una vida de mierda.
Mira wey te voy a decir algo, aquí entre tú y yo, a veces hasta los entiendo. No
tienen nada que perder. Saben muy bien que en sus vidas hay de dos caminos
una pinche historia triste, pero sabes que wey: eso a la gente no le importa.
Para todos los que andan allá afuera ustedes son unos animales. Si pudieran
mi me pagaban por agarrar a tipos como tú. ¿Sabes por qué los odian tanto?
Porque ustedes les recuerdan que el pinche mundo está de la chingada. Por
eso. A ellos les gusta empaparse el hocico diciendo que vivimos en un pinche
mundo acá bien bonito, bien feliz, donde todos son libres e iguales, donde
todos tienen las mismas pinches oportunidades, pero llegan ustedes con sus
Por eso los quieren matar. A ver si muertos se callan y los dejan seguir
pensando que este pinche mundo está bien. Y ahora si pendejo ¿me vas a
decir como entraste a la pinche banda o vamos a seguir con más pinches
historias?
Atl Mendarte.
Las cosas que vienen de noche.
Ella baja sus intensos ojos negros. -¿Qué tienen mis ojos? Susurra con una
-Secretos...
-Por qué será que cuando estamos “así” tenemos las únicas conversaciones
sensatas.
-Pero mira que ya estas muy mal, he escuchado de relaciones que se rompen
por las drogas pero esta es la primera vez que escucho de una que sobrevive
gracias a ellas.
-¿Y no?...
Ella se levanta desnuda y se dirige al espejo. Se ata su pelo negro y largo con
una cinta blanca. Se pone la ropa mientras lo mira a través del espejo.
pedirle que la perdone pero se detiene porque mira sus ojos y siente que no
hace falta. Ella lo conoce tan bien y él conoce tan bien a Laura, la conoce tan
parece que se aman. Al menos eso se dicen. Pero no saben si lo dicen por que
solos, él con su vida y ella con sus secretos. ¿Cómo se puede vivir en la
realidad cuando todo son mentiras? y ¿cómo se puede amar cuando lo único
Cinco años atrás todo era tan diferente. Escuchaban otra música, se ponían
otra ropa, no tenía esas marcas, él tenías los brazos más firmes y ella aun no
tenía celulitis, no sabían las mismas cosas pero ya tenían los mismos miedos y
hay algo que no se mueve, que siempre está ahí, desde que nacemos hasta
que nos vamos. Sólo cambia de disfraz. Nos miente. Nos dice que ya se fue
Me dice no temas. Yo le creo. Parece que ahora si estaré a salvo pero luego
mezclan con el mecer de los árboles. La fuente que los separa se ha quedado
callada. Él sentado. Mirándola como aferrado. Esperando que ella lo mire. Ella
mirándola intrigado.
-No creo.
-Suenas convencida.
-Y tú pareces desesperado.
-Las preguntas sólo deberían hacérsele a las personas que no te importan. Las
vestido negro se contonea en una risa que suena más a nervios. Se pone
-¿Que tipo de respuestas son esas? -Son las únicas. Las autenticas. Las que
decimos sin decirlas. Como tú ahora. Tus palabras me dicen que me vaya pero
toda tú me ruegas que me quede, que te bese, que me quede para siempre a
-Eres tan deprimente. Le dice sin inmutarse mientras con una mano lo empuja.
Él baja la cabeza y por un momento parece que no sabe que decir. –En eso
-Ten cuidado. Sólo hay algo en la vida que nos hace capaces de cualquier
nubes que anuncian una tormenta. Los dos ponen sus ojos en el cielo y él muy
sereno la toma de la mano. –Vamos a mi casa que va a llover. Ella lo sigue sin
decir nada y tras ellos se va abriendo una tormenta que impregna el ambiente
las noches lluviosas cuando llega el mismo aroma ambos piensan en ese
era. Muchas veces estuve a punto de sacarla pero sabía que la necesitaba que
no podía desprenderme de ella. Poco a poco me fui acostumbrando a su
Pero yo siempre me preguntaba que había hecho para tener tanto miedo de
escuchaba que un día deje de contarla y ella parecía agradecerlo o tal vez
-¿Cómo puedes amar algo que no conoces? Somos dos extraños cumpliendo
-Tú mejor que nadie sabes que no soy libre. Por eso estas conmigo y por eso
estoy contigo. Tú no podrías estar con alguien libre y yo no podría estar contigo
si lo fuera. Ese es nuestro pacto yo maquillo tu soledad y tú me ayudas a
-Te ves tan desagradable cuando te pones dramática. Pareces tan infeliz.
-Eres un idiota.
necesitas. Por eso no te ha importado nunca quien soy. Te basta con saber que
me tienes. Por muchas semanas ninguno volvió a decir nada. Vivían sus vidas
ignorándose y evitándose. Ella muchas veces pensó en irse pero sabía que no
pasado, todo eran mentiras, él lo sabía y sin embargo quiso creerlas porque no
tenía más opción, sabía que confrontarme con mi pasado era la mejor manera
Hace cinco meses que no tenemos sexo. Creo que ya perdimos esa capacidad.
Antes era el único lugar donde pasábamos un buen momento juntos. Todo el
día podía odiarlo pero cuando estábamos desnudos en la cama sentía como si
lo necesitará. Esos momentos nos daban poder a ambos. Poder el uno sobre el
otro. Cada vez que sus manos rodeaban mi cintura y que sentía mis piernas
rozando su espalda yo sabía que lo tenía por un día más. Es como si yo fuera
cuello, mis uñas perforando su espalda. Y cuándo por fin me tenía sabía que
necesitaría más, sabía que regresaría desesperado por una dosis más de mi
cuerpo.
-¿La dejarás?
-El amor no es lo único que hace que dos personas estén juntas.
Busca sus ojos y pone sus manos en sus brazos -No te entiendo.
El sin moverse le contesta como si estuviera pensando en voz alta. –Lo tuyo es
racional, algo que elegiste por decisión no por necesidad. Pero lo de Laura es
pura necesidad, es instinto. Es tan animal. Es algo que se aferra. Por eso no
puedo dejarla porque necesito alguien que sienta lo mismo que yo. Alguien que
sepa que no puede dejarme bajo ninguna circunstancia. Alguien que este
Y la mujer lo miro como si fuera la primera vez que lo veía y se aterró. Sintió
miedo pero después se dio cuenta que lo único que podía producirle era pena y
se vistió sin decir palabra y al final lo vio y quiso decir algo pero no encontró
sin decir nada y la recorrió con sus labios y toco cada parte de su blanco
cuerpo y se lo hizo primero con dulzura y luego de una manera que se parecía
más a la furia pero ella lo disfrutaba, lo sabía por sus gemidos y por su rostro
de ojos cerrados y mejillas rojas pero no entendía que ella lo disfrutaba más
que lo tenía y luego él le dijo que sentía que no la conocía y ella se rió y le dijo
que estaba drogado pero en el fondo sabía que era verdad y eso la
tranquilizaba. Cinco años había mantenido lejos a la otra, a la que era antes
cada día siente ésta la que es ahora, la que llegó una noche y no se ha ido
desde entonces...
no es la misma pero sus árboles si lo son, y aunque no quiere todo lo que fue
y ella siente que lo puede tocar y lo toca y siente que le puede hablar y le habla
y ella y él tienen esa conversación que nunca llegó, esa conversación en ropa
de nubes y un sol medio cubierto que juega con la luz en sus rostros que lucen
tan felices, con esa felicidad que no se ve todos los días, esa alegría que sale
de los ojos y parece como una explosión que viene de adentro y ella no está
segura si este momento pasó... pero debe haber sucedido por que las palabras
que se dijeron ella jamás las había pensado... y todo eso que dejó porque
aunque tenía muchas cosas había algo que le faltaba y no sabía que era y se
aferró a ese vacío y pensó que el problema era el lugar y todo eso que tenía y
decidió huir y no se daba cuenta que ese vació la seguiría hasta el final del
mundo y aunque las calles no fueran las mismas y aunque toda la gente que la
maneras ese vació siempre la acompañaría en esas calles distintas, con esa
falta sólo se tiene cuando uno puede vivir con la idea de que no tiene nada y
siguió caminando por la calle larga que se parece a una por la que ella
caminaba...
quedos de una noche tranquila. La mujer de pelo negro e intensos ojos negros
lado y buscó la luna, parece que entre las dos existía un lenguaje que nadie
más entendía. Cerró los ojos y su rostro quedó expuesto a la brisa nocturna
que la acarició con elegante ternura. Cogió de una silla el mismo vestido negro
que no usaba desde hace cinco años. Un poco más ceñido. Sus formas se
hubiese visto. Todo parecía tan fresco, tan nuevo. Todo tenía un poco más de
brillo. Y se puso los zapatos, los mismos. Y cogió una pequeña maleta negra.
ir a la puerta lo miró. Sabía que esa era la última vez que lo vería. Sabía que al
matado todo lo demás. Lo ya pasado. Lo mataría como se mata a todo eso que
ahogamos con la indiferencia. Lo mataría con el filo del olvido. Con la violencia
ojos y su voz retumbó en el silencio: -¿Por qué te vas? Y Laura se detuvo. Sin
voltear a mirarlo dijo con voz que ya no era la que había sido –Porque ya no
tengo miedo a estar sola. Y entonces él supo que ya nada podría detenerla. Y
estrellas.