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Cinco ltimos poemas para Cris

Ahora escribo pjaros. No los veo venir, no los elijo, de golpe estn ah, son esto, una bandada de palabras posndose una a una en los alambres de la pgina, chirriando, picoteando, lluvia de alas y yo sin pan que darles, solamente dejndolos venir. Tal vez sea eso un rbol o tal vez el amor. Anoche te so sacerdotiza de Sekhmet, la diosa leontocfala. Ella desnuda en prfido, tu tersa piel desnuda. Que ofrenda le rendas a la deidad salvaje que miraba a travs de tu mirada un horizonte eterno e implacable? La taza de tus manos contena tu libacin secreta, lgrimas o tu sangre menstrual, o tu saliva. en todo caso no era semen y mi sueo saba que la ofrenda sera rechazada con un lento rugido desdeoso tal como desde siempre lo habas esperado. Despus, quiz, ya no lo s, las garras en tu seno colmndote. Nunca sabr porqu tu lengua entr en mi boca cuando nos despedimos en tu hotel despus de un amistoso recorrer la ciudad y un ajuste preciso de distancias. Cre por un momento que me dabas una cita futura, que abras una tierra de nadie, un interregno donde alzanzar tu minucioso musgo. Circundada de amigas me besaste,

yo la excepcin, el monstruo, y t la transgesora murmurante. Vaya a saber a quin besabas, de quin te despedas. Fui el vicario feliz de un solo instante, el que a veces encuentra en su saliva un breve gusto a madreselva bajo cielos australes. Quisiera ser Tiresias esta noche y en una lenta espera boca abajo recibirte y gemir bajo tus ltigos y tus tibias medusas. Sabiendo que es la hora de la metamorfosis recurrente, y que al bajar el vrtice de espumas te abriras llorando, dulcemente empalada. Para volver despus a tu imperioso reino de falanges, al cerco de piel, tus pulpos hmedos, hasta arrancarnos juntos y alcanzar abrazados las arenas del sueo. Pero no soy Tiresias, tan slo el unicornio que busca el agua de tus manos y encuentra entre los belfos un puado de sal. No te voy a cansar con ms poemas. Digamos que te dije nubes, tijeras, barriletes, lpices y acaso alguna vez te sonreste.

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