Está en la página 1de 2

Un día más…

Para: Laura

En un lugar lejano, muy cerca de el círculo polar ártico, vivía una pareja de osos de la
cual todos los animales (menos las focas) se sentían orgullosos de tener cerca, pues eran éstos
los más lindos y cariñosos que habían existido en ese maravilloso lugar. Hans, el oso, se
paseaba todos los días durante la primavera y el verano recogiendo frutos, repartiéndolos y
divirtiendo a muchos con sus inigualables ocurrencias; muchas veces iba de la mano de Jenny,
su inseparable y amada compañera, quien alegraba con su dulzura, su sonrisa y sus canciones
el corazón de todos los animalitos de aquél lindo paisaje. Animalitos de muchas especies que
con gusto se reunían alrededor de ellos esperando escuchar una canción, sentir un abrazo,
recibir una fruta o simplemente estar cerca de aquélla linda y tierna pareja.

Los días y los años transcurrían casi que de la misma manera, siempre había cosas nuevas que
hacer, pero en torno al tiempo, siempre estaban los osos en aquél bello lugar durante el
verano y la primavera; durante el invierno y el otoño no se les veía pues en esta época “se
echaban a dormir” como decían las ardillitas. Ellos se preparaban para estar “dormidos”
durante los 90 días que duraba el invierno… durante la época de existencia de esta linda pareja
el invierno siempre había durado 90 días exactos, ni un día menos ni un día más. Todo estaba
fríamente calculado como solían decir, todo estaba en orden. Sin embargo ese invierno,
durante ese preciso invierno algo iba a cambiar, algo diferente estaba por suceder.

La primavera se acercaba y todos los animales de aquél agradable lugar (menos las focas), se
alistaban para salir a jugar, para salir al encuentro de todos sus amiguitos y en especial, de
aquél par de osos que tanto querían, que tanto esperaban cada vez que el sol volvía a iluminar
ese grandioso paisaje. La primavera se acercaba y con ella la alegría…

Luego de aquella larga espera, llegó el día esperado por todos, el día 90, el día en el cual
(según los osos) acabaría el invierno; ése día “despertaron” cumpliendo con el horario natural
de sus vidas, tal como siempre lo hacían… como siempre lo habían hecho hasta entonces. Pero
esta vez Alguien había decidido que el invierno duraría un día más. Hans se sentía el oso más
feliz del mundo al escuchar el canto de su amada Jenny:

…Ya llega la primavera, ya acaba la larga espera… todos juntos… volveremos a estar, junto a la
arena, las palmeras y el sonido del mar… Ya empiezan a salir las flores y con ellas todos los
colores alegrando nuestro bello paisaje, nuestro dulce hogar… ya llega la primavera y como la
vez primera soñaremos, bailaremos, todos juntos cantaremos nuestra bella canción…
soñaremos, todos juntos cantaremos, bailaremos nuestra beeeee - lla canción.

- La primavera!, Jenny, ¿qué ha pasado con la primavera?

- Es muy extraño! – respondió Jenny – ya deberíamos sentir el calor del sol.

- Intentaré abrir la puerta!!!


La nieve no dejaba abrir la puerta y Hans, que no entendía lo que pasaba, luego de 6 horas
comenzó a sentir miedo, sentía que no estaba preparado para afrontar otra larga espera y
decidió cavar un túnel para así averiguar qué estaba pasando y tomar siquiera un poco de agua
pues tenía mucha sed y al preocuparse, su hambre se hacía cada vez más insoportable…
entonces, decidió cavar más y más rápido, tan rápido que provocó un derrumbe en el cual
quedó atrapado.

Al día siguiente se derritió la nieve y las puertas de la cueva se abrieron. Jenny buscó a todos
los animalitos de aquél lugar para que le ayudaran a sacar a Hans. Ellos le llevaron agua y
comida, pero aún así Hans no dejaba de llorar, no dejaba de culparse por lo que le había
pasado. Hans tomó una “mala decisión” y una de sus patas se fracturó de manera que no pudo
salir en toda la primavera. Sin embargo, para todos los animales de aquél bello lugar,
incluyendo las focas, nunca existió una primavera más hermosa que aquella, pues se sentían
felices y orgullosos de poder ayudar y alegrar el corazón de aquella tierna y hermosa pareja
que tantas alegrías y sonrisas les habían brindado.

Escrito por:

Eduardo Escamilla Pérez

Bogotá D.C, 5 de Marzo de 2009

También podría gustarte