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EL HOMBRE EN RELACION A LOS DEMAS

(UN CASO REAL)

En el ao de 1807, un mdico francs se hizo famoso por su experiencia de cuatro aos a cargo de un nio, encontrado en estado salvaje por unos cazadores en el bosque, al cual llam el Salvaje de Aveyrn. Aquel ser humano haba crecido desde su primera infancia separado del mundo humano. Cuando lo capturaron, el nio tena unos once o doce aos de edad. Aquella criatura sucia y abandonada no pareca un ser humano. En lugar de caminar, trotaba y se balanceaba. En vez de hablar, slo emita gemidos y gruidos. Los sentidos de aquel pobre ser humano estaban adormecidos. Sus ojos no eran capaces de fijarse y resultaban inexpresivos. Su tacto estaba tan poco desarrollado que soportaba tocar cosas ardientes y no saba diferenciar la forma de las cosas. El olfato del nio salvaje estaba orientado a conocer las cosas y a reconocer a las personas por su olor. Prefera comer animales muertos que delicados alimentos. Incapaz de atencin alguna, no tena verdadera captacin, ni memoria ni juicio. Viva interesado slo en sus necesidades inmediatas. Fue catalogado por un psiquiatra como un loco. Pero los esfuerzos del mdico, ayudado por una educadora, lograron que el nio desarrollara algo sus sentidos y su atencin. Sin embargo, nunca pudo proferir ms que algunas exclamaciones y no pudo entablar una autntica comunicacin humana. Aquel nio fue siempre muy egosta, indiferente a la presencia de los humanos, excepto cuando necesitaba algo. Nunca supo de sentimientos de afecto ni de gratitud. Los esfuerzos educativos que se le brindaron lograron hacerlo algo sensible a los dems, a esbozar una sonrisa y a llorar, cosa que nunca antes haba hecho. Tampoco alcanz a tener sentido moral, ni a distinguir entre el bien y el mal. Tan solo lleg a sentir algo de injusticia. El nio muri sin pasar de la edad juvenil. Nunca pudo superar la barrera del aislamiento construida por la situacin de sus primeros aos. La vida en el bosque lo hizo infrahumano. El abandono le ense a araar en lugar de amar.

El misterio de la existencia P. 17

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