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¿Estuviste allí o lo soñaste? El viaje lento nos brinda las experiencias que nos
niega el turismo relámpago.
En su novela corta “Lo recordamos por usted al mayoreo” (“We can remember
it for you wholesale”, llevada al cine por Paul Verhoeven con el título “Total
recall”), Phillip K. Dick describe a un hombre del futuro que, como no puede
pagarse unas vacaciones en Marte, acude a una compañía dedicada a
“implantar recuerdos” en la memoria de la gente: sus anuncios presentan a
muchos clientes contentísimos por las aventuras que nunca tuvieron. En
nuestra época, la gente todavía tiene que ir a los lugares, pero apenas puede
decir que estuvo allí, y los viajes terminan tristemente convertidos en una
rápida sucesión de imágenes bidimensionales.
Y el señor del viaje lento es caminar. Conocer las ciudades a pie, por ejemplo,
es un poderoso motor de aprendizaje. Es la mejor manera de admirar sus
monumentos y edificios, de entrar en contacto con la gente que los creó o
habita, de dejarse envolver por el ambiente, de descubrir formas distintas de
hacer las cosas, de encontrar oportunidades inesperadas de disfrutar un lugar e
incluso de conocer a una persona especial, una amistad para el futuro.