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Luis Jaime Castillo Butters. Profesor Principal del Departamento de Humanidades, Sección Arqueología y Director de Relaciones
Internacionales y Cooperación de la Pontificia Universidad Católica del Perú. (lcastil@pucp.edu.pe).
Carlos E. Rengifo Chunga. Investigador asociado de la Pontificia Universidad Católica del Perú (crengifo@pucp.edu.pe).
Los señores de los reinos de la luna, Krzysztof Makowski, compilador. Colección de Arte y Tesoros del Perú. Banco de Crédito del
Perú. Lima 2008.
Castillo & Rengifo, Identidades funerarias femeninas y poder ideológico 3
Fig. 01. Mapa de la costa norte que indica las regiones de desarrollo de la sociedad Mochica y sus
sitios más importantes.
cen haber estado más bien definidas por su función Para los miembros de los niveles más altos de la so-
en los sistemas rituales, es decir qué rol o papel te- ciedad las identificaciones parecen haber sido aun
nían en las ceremonias y con qué seres del panteón más especializadas y con funciones muy definidas
se relacionaban. Los miembros de la elite podían es- tanto en el ámbito secular como en el sagrado que, al
perar en su vida representar y relacionarse con roles final de su vida, cuando los encontramos deposita-
de corredores, danzantes o guerreros rituales, así dos en tumbas muy complejas, definían el tratamiento
como identificarse con dioses menores o mayores funerario que se les asignaba a algunos hombres y
dependiendo de su posición en la jerarquía social. mujeres singulares (Castillo 2000, Quilter 2002).
Castillo & Rengifo, Identidades funerarias femeninas y poder ideológico 4
Fig. 03. Representación iconográfica de la Ceremonia del Sacrificio, uno de los más importantes rituales
de las sociedades Mochicas
Castillo & Rengifo, Identidades funerarias femeninas y poder ideológico 5
Fig. 04. Secuencia cronológica del valle de Jequetepeque con ejemplares cerámicos representativos para cada periodo,
elaborado en base a los resultados obtenidos de las excavaciones en San José de Moro.
03), o también en balsas cargadas de ofrendas y pri- tuales han comenzado a aparecer incluso fuera del
sioneros para los rituales de sacrificio (Holmquist ámbito de la cultura Mochica (Polia 2001), por lo
1992). Posteriormente otros investigadores han plan- que, súbitamente, la arqueología precolombina se ha
teado asociaciones del mismo tipo para otras tumbas comenzado a poblar de personajes y de roles ritua-
mochicas excepcionales (Arsenault 1993; Cordy- les.
Collins 2001; Mogrovejo 1995; Uceda 2004a, San José de Moro ha contribuido notablemente
2004b), reconociendo a personajes menores de la a enriquecer el tema de las identidades de los indivi-
Ceremonia del Sacrificio, a decapitadores, sacerdo- duos que hallamos en los contextos funerarios de estas
tes y oficiantes de diversos tipos. Incluso, un con- sociedades, puesto que en su condición de cemente-
junto de cadáveres encontrados en la Plaza 3 de la rio y centro ceremonial regional de larga ocupación
Huaca de la Luna ha sido asociado con víctimas de ofrece una importante cantidad y calidad de datos
rituales de sacrificios humanos que aparecen en el arqueológicos a partir de los cuales podemos recons-
arte Mochica (Bourget 2006). Asociaciones entre in- truir los procesos y recuperar la memoria social de
dividuos de la elite y personajes de los sistemas ri- las comunidades prehispánicas del valle de
Castillo & Rengifo, Identidades funerarias femeninas y poder ideológico 6
Fig. 06. Conjunto de tumbas de bota del periodo Mochica Medio halladas en las Unidades 15-16 de SJM.
Fig. 07. Tumbas de bota del periodo Mochica Tardío excavadas en el Área 43 de SJM.
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Fig. 08. Tumba M-U725. Se trataría de un orfebre del Fig. 09. Dibujo de planta de la tumba M-U725.
periodo Mochica Medio.
Fig. 10. Tumba M-U813, perteneciente a un individuo Fig. 11. Dibujo de planta de la tumba M-U813 del
relacionado con la producción metalúrgica. periodo Mochica Medio.
Castillo & Rengifo, Identidades funerarias femeninas y poder ideológico 9
Fig. 12. Conjunto de entierros de mujeres y hombres asociados a un área de producción y expendio de chicha del
periodo Mochica Tardío.
su actividad artesanal u oficio. En todos los casos a) Dos tumbas de bota de ancianos enterrados según
estos individuos parecen no pertenecer a la elite el patrón Mochica Medio (Tumbas M-U725 y M-
Mochica, sino que su función productiva probable- U813), que incluían juegos de instrumentos de
mente determinó una condición interdependiente con producción metalúrgica (Del Carpio 2008). Estas
ésta, convirtiéndolos en «especialistas incorporados» tumbas nos permite inferir un vínculo insepara-
o attached specialists (Brumfiel y Earle 1987; Costin ble entre el individuo y su oficio, materializado
1991). Algunos de los casos más notables en San José en el hecho de portar sus instrumentos de trabajo
de Moro donde hemos podido establecer una corres- más allá de la muerte (Fraresso 2007) (Fig. 08,
pondencia entre el ajuar funerario y una función es- 09, 10, 11).
pecífica son: b) Un conjunto de tumbas «informales» de mujeres
de clase baja del periodo Mochica Tardío ente-
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Fig. 13. Tumba M-U1221, perteneciente a posibles chamanas del periodo Transicional. Nótese la cantidad de cuerpos
superpuestos y cráneos humanos ofrendados.
Fig. 14. Tumba M-U1221. En uno de los niveles de la Fig. 15. Tumba M-U1316. Se trata de una textilera del
tumba se hallaron 4 mujeres asociadas a objetos usados periodo Transicional.
en ritos chamánicos.
rradas en fosas poco profundas y muy irregulares c) Tumbas de mujeres del periodo Transicional que
en un área destinada a la preparación y expendio contenían gran cantidad de ofrendas cerámicas y
de chicha, y directamente en asociación con los metales, y conjuntos de herramientas y artefactos
grandes recipientes que se usaban para macerar relacionados a oficios específicos, generalmente
este brebaje (por ejemplo, tumbas M-U1502, M- ubicados a la altura de su hombro derecho
U1504, M-U1505, M-U1511). En estos casos (Rengifo y Castillo 2008). La más notable de es-
podemos presumir una cercana relación entre el tas tumbas contenía un grupo de posibles
espacio donde se desempeña la actividad y el gé- chamanas o curanderas (M-U1221) enterradas con
nero de las personas enterradas (Donley 2008, objetos propios de una «mesa» tales como col-
Rengifo et al. 2008) (Fig. 12). gantes, miniaturas de cerámica, amuletos, un
Castillo & Rengifo, Identidades funerarias femeninas y poder ideológico 11
Fig. 16. Ajuar funerario asociado a la tumba de la textilera M-U1316. Entre ellos se advierte la presencia de husos,
agujas, peines, piruros, entre otros.
mortero de piedra y mano de moler, cráneos hu- fueron más o menos explícitos dependiendo de las
manos, etc. (Rengifo y Barragán 2005) (Fig. 13, historias de vida de los individuos, así como del re-
14). conocimiento social y posicionamiento de sus acti-
d) La tumba de una mujer joven, presumiblemente vidades para la reproducción de la sociedad.
asociada con la preparación de textiles (M-U1316) Pero como ya se dijo, además de estas identida-
que fue enterrada con un surtido conjunto de ins- des relacionadas con funciones productivas, las gran-
trumentos tales como ajugas de cobre y plata, tor- des tumbas de cámara descubiertas en Sipán, Dos
niquetes, cucharitas, finos husos burilados, Cabezas, La Mina, San José de Moro, y las Huacas
piruros, pigmentos minerales, etc. (Rengifo 2006) de la Luna, el Brujo y de la Cruz, han permitido re-
(Fig. 15, 16). cuperar individuos con identidades mucho más com-
e) La tumba de una posible talladora de quenas de plejas. Sus riquísimos ajuares que incluyen ornamen-
hueso (M-U1403) encontrada con numerosos tos de oro, plata y cobre dorado, tocados de plumas y
punzones, alisadores, flautas de hueso termina- finísimas vestimentas de algodón y lana, así como
das y otras en proceso de fabricación (Rengifo artefactos de cerámica de gran belleza y muchas
2007) (Fig. 17, 18). ofrendas más, han llevado a que los considerásemos
como Señores y Señoras, Sacerdotes y Sacerdotisas,
En síntesis, la evidencia funeraria Mochica in- Decapitadores, o Divinidades de diversos tipos y je-
dica que en una serie de casos se retrató ex rarquías. Puesto que ninguna de estas atribuciones
profesamente el rol productivo que suponemos tu- es empíricamente validable, sino por el contrario, es
vieron ciertos individuos en vida a través de los ob- el fruto de diversas interpretaciones de los investiga-
jetos que se incluían es sus tumbas. Estos «retratos» dores, un acalorado debate se ha desatado en torno a
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Fig. 19. Ajuar cerámico hallado en la tumba de bota M-U813. Nótese la convivencia de los estilos
Mochica Medio y Gallinazo.
más de una unidad en cada valle, por lo que es evi- que esta transformación se dio es bastante largo, con
dente que los procesos que conectan ambos desarro- fechas que abarcan el rango comprendido entre 200
llos fueron muchos y muy diferentes entre sí y que y 500 d.C. (Castillo y Uceda 2008).
fueron el resultado de causas, condiciones, oportu- Los Gallinazo parecen haberse transformado en
nidades e influencias especificas a cada región de la Mochicas gracias a una oportunidad de desarrollo
costa norte. En todos los casos los materiales Galli- económico que permitió el surgimiento de una elite,
nazo son más frecuentes en las fases tempranas del los Mochicas, que transformaron todos los aspectos
desarrollo Mochica, lo que nos permite interpretar de esta sociedad y que se distinguieron por una cul-
que Moche evolucionó de Gallinazo y no que ambos tura material propia y distinta a la anterior (Castillo
se desarrollaron simultáneamente de un ancestro co- Ms.b). La única base material que pudo generar un
mún. Cabe preguntarse cuándo y cómo ocurrió esta cambio de esta magnitud debe haber sido un incre-
evolución, y más importante aún, cuáles fueron las mento significativo de los recursos disponibles a par-
condiciones y las razones por las que este proceso tir de mejores prácticas agrícolas. Esto implica dos
tuvo lugar. posibles escenarios: a) la productividad se
La transformación de Gallinazo en Mochica fue incrementó, es decir que las cosechas por hectárea
el fruto de procesos que tomaron cientos de años, y aumentaron, o b) que el área cultivable, el número
que ocurrieron simultáneamente en muchos valles de de hectáreas bajo riego y cultivo, aumentó. Pero la
la costa norte, y que por lo tanto tienen que ser estu- productividad estaba probablemente en su máximo,
diados independientemente. Los valles de considerando la tecnología que estaba a su disposi-
Lambayeque, Jequetepeque, Chicama y Moche, to- ción, por lo que un incremento en la cantidad de tie-
dos localizados en el centro del territorio Mochica, rra cultivable parece ser el factor que permitió el de-
parecieran haber sido los focos originales, aunque es sarrollo económico y social. Hay muchas razones
posible que cada una de estas regiones tuviera in- para pensar que, al menos en el Valle de Jequetepeque,
fluencia en el desarrollo de las otras, en un proceso el periodo de desarrollo social, y la irrupción de los
de verdadera co-evolución. El periodo de tiempo en Mochicas, coincidió con el crecimiento de la tierra
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Fig. 20. Mapa del valle de Jequetepeque con indicación de los sitios asociados a los periodos Mochica Temprano,
Mochica Medio y Mochica Tadrío.
agrícola por medio de sistemas de irrigación más nueva fuente de riqueza, parece haber emergido en
extensos (Castillo Ms.a). En esta época, la primera el seno de la sociedad Gallinazo. Los Mochicas pa-
mitad del primer milenio de nuestra era, los grandes recen haber sido esta nueva clase, primero como un
programas de irrigación fueron iniciados y comple- segmento dentro de la sociedad Gallinazo, transfor-
tados (Eling 1987), particularmente la extensión del mándose lentamente en un nuevo fenómeno social y
valle hacia el norte con el desarrollo de la cuenca del a su vez transformando a la sociedad Gallinazo en
Rio Chamán. Este proceso implicó la construcción todas sus manifestaciones.
de al menos cuatro enormes canales de irrigación y Las nuevas clases sociales y las relaciones eco-
el desarrollo de la concomitante infraestructura de nómicas cada vez menos equitativas requirieron una
riego y distribución de agua (Fig. 20). El acceso a superestructura ideológica que justificara y legitimara
nuevas tierras, el control de agua y de los sistemas el nuevo orden social (Mann 1989, Thompson 1990).
de irrigación, y el desarrollo de estrategias de con- A la misma vez que los Mochicas estaban evolucio-
trol y administración de los recursos crearon las opor- nando de sus ancestros, una revolución sucedía en el
tunidades y condiciones para una diferenciación so- ámbito del ritual, ceremonial y en la producción de
cial, económica y política cada vez más pronuncia- bienes que materializaran (DeMarrais et al. 1996)
da. Una nueva clase social, que se benefició de esta estas nuevas ideas. La transición entre Gallinazo y
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Fig. 21. Cuadro comparativo de las secuencias cerámicas en las regiones Mochica Norte y Mochica Sur.
Mochica, fue también un tiempo de gran creatividad lucionaron hacia el fenómeno Mochica, sino que pa-
y productividad que se empleó en la producción de rece haberse encumbrado en su interior una elite con
objetos muebles de calidad y destreza artística sin un carácter más congruente con las formas Gallina-
precedentes, así como de arquitectura monumental zo. En el valle de Virú, en particular, estilos cerámicos
para albergar los nuevos rituales. Las expresiones de elite (Gallinazo Negativo y Carmelo) asumen el
materiales de esta ideología sirvieron para diferen- rol que en los otros valles había tomado la tradición
ciar a los hombres del pueblo, de filiación cultural Mochica.
gallinazo, de las élites Mochicas, y legitimaron el
control de estos últimos sobre las nuevas fuentes de Estado Arcaico y Poder Ideológico
riqueza.
Este proceso debió ser análogo a lo que ocurría Hacia el 400 d.C. podemos inferir que la costa
en otros valles de la costa norte alrededor de la mis- norte del Perú estaba fragmentada en pequeñas uni-
ma época, en los que grupos Gallinazo eran consoli- dades políticas, estados territoriales y ciudades esta-
dados bajo el liderazgo de las nuevas elites Mochicas. do, cuyas elites y su cultura material asociada, tanto
Pero no todos los valles de la costa norte experimen- mueble como inmueble, reconoceríamos como
taron este desarrollo. En el valle de Virú, y en los Mochica (Castillo y Uceda 2008) (Fig. 01, 21). A
valles al sur de este, las sociedades Gallinazo no evo- primera vista parecería que debería existir una de estas
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Fig. 23. Detalle gráfico del Tema de Entierro representado en una botella de asa estribo proveniente de SJM.
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tancia para apoderarse del estado o para disolverlo La primera engloba conceptos cosmológicos,
en aras de recuperar su poder, y en la inestabilidad mitologías, narrativas sociales y mucho de lo que lla-
del medio ambiente, que se acrecienta a medida que mamos la religión Mochica, cuya razón de ser no fue
se constituyen asentamientos más extensos. Los es- muy diferente de la «cultura» Mochica, es decir que
tados tempranos, en general, carecían de las capaci- estas ideas y prácticas permitían una correlación en-
dades y no podían sostener el costo de organizar una tre los individuos y su medio y ordenaban la convi-
fuerza coercitiva permanente, un verdadero ejército vencia social de la que se beneficiaron todos los
profesional, por lo que imponer el imperio del esta- miembros de esta sociedad. Su fin último no era el
do por la fuerza se hacía imposible. Por otro lado la otorgar poder a unos sobre otros sino el de permitir
economía de estas sociedades era más bien la reproducción social en su conjunto.
autárquica, cada comunidad debió haber sido prácti- La segunda concepción, donde la ideología es
camente autosuficiente, con poca complementariedad una fuente de poder social, engloba las mismas ideas,
económica, o una en la que la intervención del esta- sus prácticas y expresiones a través de formas sim-
do no habría redundado en mayor eficiencia. La re- bólicas, pero en este caso con el propósito de crear y
ducida escala de muchos estados arcaicos hacia im- mantener relaciones sociales estructuradas que ge-
practicable la complementariedad económica y la neran poder. Los mismos objetos, rituales y monu-
asistencia mutua entre las comunidades componen- mentos que antes eran meramente religiosos, ahora
tes en casos de crisis. A falta de esos mecanismos de son expresiones de un sistema cuyo fin es construir
centralización la mayor amenaza para los estados y continuamente reiterar un orden social y político
tempano era descomponerse en las comunidades au- en el que una minoría domina, o controla la sociedad
tónomas que habrían sido reunidas bajo la autoridad y la dirige de acuerdo a sus propósitos e intereses. El
del estado. La fragilidad de los estados Mochicas control y la manipulación de las expresiones mate-
tempranos, entonces, residía en su carencia de un riales de estas ideas a través de artefacto, rituales,
«pegamento social» que mantuviera la integración, monumentos y paisajes (DeMarrais, Castillo y Earle
una fuerza que mantuviera unidos a todos los com- 1996) constituyó un fuente de poder innegable en
ponentes que estuviera basada en lo económico o lo manos de un segmento social, que en el caso de los
coercitivo. Mochicas es claramente distinguible. Pero el poder
A falta de dependencias económicas y de un ejér- que se obtuvo a partir de esta estrategia ideológica
cito profesional que mantuviera la integridad de es- no significó sólo beneficios para los poderosos y
tado, ambas cosas que se desarrollaron en las fases opresión para los menesterosos, ni fue un sistema de
finales del desarrollo Mochica, la ideología es quizá mentiras inculcadas a una incauta población. Como
la única alternativa para explicar las capacidad de bien advierte Mann (1998) si la gente se adhirió a
integración presente en los estados tempranos. La estas ideas y si fervorosamente elaboró objetos pre-
ideología, es decir las ideas materializadas a través ciosos para sus lideres, participó en rituales de sacri-
de formas simbólicas que se movilizan al servicio de ficios humanos o colaboró en la construcción de los
los intereses de ciertos individuos y grupos con el monumentales edificios donde se escenificó el gran
fin de crear y mantener estructuras sociales comple- teatro de mundo, no solo fue por que el costo de opo-
jas (Thompson 1990) puede producir el efecto de nerse era considerable, sino porque obtuvo a cambio
neutralizar las fuerzas centrifugas naturales en este de su adhesión beneficios tangibles y duraderos. Es
tipo de sociedades, acentuando y reiterando los va- decir que el orden y la legitimidad que construye el
lores comunes a una sociedad, los elementos benéfi- discurso y la práctica ideológica, en última instan-
cos de la asociación, el origen divino de una nación, cia, no es sólo del intereses de los que tienen (el po-
anclando una jerarquía social desigual y tendiente a der, la riqueza, el control de la tierra y la infraestruc-
la dominación en un pasado mitológico, en la vida tura productiva) sino también de los que quieren te-
de los héroes y los dioses, constantemente reprodu- ner (Baines y Yoffee 2000). El estado, finalmente no
cido en la teatralización del tiempo (Geertz 1980). es más que otra construcción ideológica, una en la
Distinguimos aquí ente lo que Thompson llama una que la necesidad de orden y estabilidad se asocia con
ideología neutra, cuyo fin es el beneficio de la so- la acción de un grupo y abarca un territorio específi-
ciedad en su conjunto, pero no de un segmento en co.
especial, de lo que constituye propiamente un ideo- En un trabajo previo (DeMarrais, Castillo y Earle
logía política, cuyo propósito en fundar o mantener 1996; Castillo 2001) planteamos que la ideología, en
relaciones de poder, control y dominación (1990). cuanto sólo ideas, es peligrosamente débil e incon-
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Fig. 24. Tumba de cámara M-U30 del periodo Mochica Fig. 25. Dibujo de planta de la tumba M-U30.
Tardío, pertenecietne a una niña Sacerdotisa.
trolable. Sólo cuando las ideas que fundan un estado expresiones materiales del sistema ideológico son in-
y su orden social se materializan es que pueden otor- negables. Es en las tumbas de los ricos donde apare-
gar poder de manera duradera. Es la capacidad de cen los artefactos rituales (Alva y Donnan 1993,
producir, poseer y manipular las expresiones físicas Donnan y Castillo 1992, Mujica 2008) y son ellos
de la ideología lo que le permite a un segmento so- los que tienen a su cargo la interpretación litúrgica
cial tener poder sobre otros. La dominación no es de los mitos.
sinónimo de la explotación, puesto que quienes do- Clifford Geetrz (1980), en su estudio sobre el
minaron estas sociedades no lo habrían hecho para estado balines en el siglo XIX acuñó el concepto de
expoliarlas sino para beneficiarse en un estado de «Estados Teatrales», en los que no es la coerción ni
orden general. Obviamente el poder estriba también el control económico lo que permite la existencia del
en la capacidad de impedir que otros segmentos so- estado sino la performance de rituales y espectácu-
ciales puedan tener el mismo tipo de acceso a las los de gran escala. Estos rituales son a la misma vez
materializaciones de la ideología. En última instan- «modelos de «un orden prefigurado por los dioses
cia es el uso que se les da a los artefactos, a la ejecu- en un tiempo mítico donde las relaciones entre los
ción de los rituales, y a la capacidad de escenificar diferentes ordenes jerárquicos se configuran, y «mo-
las narrativas culturales en los templos o los paisajes delos para» la sociedad del presente, modelos a se-
sagrados lo que genera poder para ciertos miembros guir en el afán de asegurar su existencia. En los ri-
de la sociedad. Es decir que tan importante como el tuales se construyen los arquetipos paradigmáticos
control de la producción de las expresiones materia- para la sociedad, es decir los modelos de comporta-
les de la ideología son las condiciones y reglas que miento, lo que «debe ser» y la forma que debe de
permiten su manipulación. En el caso de la sociedad tener. Los personajes que interpretan los rituales, los
Mochica la estrecha asociación entre las elites y las reyes y seres poderosos que personifican y represen-
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Fig. 29. Tumba de cámara M-U41 perteneciente a la Sacerdotisa de San José de Moro.
Castillo & Rengifo, Identidades funerarias femeninas y poder ideológico 22
Fig. 33. Representación iconográfica del personaje femenino conocido como Sacerdotisa participando
en la Ceremonia del Sacrificio.
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Fig. 34. Tumba M-U103, se trata de otra Sacerdotisa del periodo Mochica Tardío, más joven que la hallada
en la tumba M-U41.
Mochica, a la divinidad que Donnan (1975) llamo el la relaciona con la Sacerdotisa, ya que esta aparece
Personaje C. Estudios previos (Lyon 1978, en las Escenas del Entierro (McClelland et al. 2007)
Hocquenghem y Lyon 1980, Holmquist 1992) ha- acompañada de una cohorte de mujeres. El hecho de
bían demostrado que el Personaje C era en realidad haberse incluido en su tumba todos los elementos
una mujer con ciertos rasgos característicos de la antes descritos podría interpretarse como un indicio
divinidades, la Sacerdotisa, que participa en una se- que esta mujer pudo efectivamente escenificar el role
rie de narraciones míticas Mochicas (y posiblemen- de la Sacerdotisa.
te de rituales escenificados en los templos). Nos que- En los tres lustros que siguieron al hallazgo de
daba la duda si la mujer encontrada en la tumba M- la Tumba de la Sacerdotisa las investigaciones en
U41 había vivido como la Sacerdotisa de la Icono- SJM y en la región circundante continuaron y se hi-
grafía, o si solo había muerto como ella. Como se cieron cada vez más extensas y articuladas, sin em-
dijo más arriba, ningún elemento empírico permite bargo nunca volvimos a encontrar una tumba como
afirmar que la mujer encontrada en la tumba M-U41 la M-U41. Hemos tenido la fortuna de excavar nu-
vivió, a tiempo completo como la Sacerdotisa. Pare- merosas tumbas muy complejas, y por lo general de
cería razonable presumir que si alguna persona en la cámara, cuyos ocupantes principales eran mujeres y
sociedad Mochica de SJM pudo haber personificado cuyas asociaciones están relacionadas con la icono-
a la Sacerdotisa en rituales donde se escenificaban grafía o la parafernalia ritual asociada con la Sacer-
los mitos, entonces la mujer encontrada en la tumba dotisa (Castillo 2005). Estas tumbas no solo han co-
M-U41 era nuestro mejor candidato para haber cum- rrespondido al Periodo Mochica Tardío (cuatro ca-
plido este papel. Considerando su robustez y buena sos) (Fig. 34), sino al Periodo Transicional (tres ca-
salud en general parecería que esta mujer gozó a lo sos), que sigue al anterior y en que los patrones cul-
largo de su vida de una posición social privilegiada. turales Mochicas, su iconografía y sus rituales co-
Más aun, parecería que en su muerte le tocó ser acom- mienzan a desaparecer (Fig. 35). Sin embargo, en
pañada por un cortejo de mujeres, cosa que también este periodo de cambio el culto a ancestros femeni-
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Fig. 35. Tumba de cámara M-U1045 del periodo Transicional. Nótese el parecido arquitectónico con las tumbas de
cámara del periodo Mochica Tardío.
nos explícitamente asociados con la Sacerdotisa pa- miembros de las elites Mochicas se relacionaran con
rece haber continuado (Castillo et al. 2008). Estas personajes mitológicos, y que esto se tradujeran en
complejas tumbas serán sujetas, seguramente, de contextos funerarios como los que hemos señalado
otros trabajos donde podremos comparar detallada- previamente para los señores de Sipán (Alva y Donna
mente cómo se representaba y con que se asociaban 1993), para el Sacerdote Guerrero de la Huaca de la
las Sacerdotisas Mochicas en contraste con las Cruz (Mogrovejo 1995) o para las Sacerdotisas de
Sacerdotisas del Periodo Transicional. Moro y que, sin embargo, no encontráramos las nu-
merosas tumbas de mujeres que aparecen en San José
de Moro. Inversamente, bien pudieron darse estas
Identidades Divinas y Roles Femeninos, elaboradas tumbas de cámara asociadas con mujeres
a Manera de Conclusión poderosas, sin que hubiera asociaciones con otras
divinidades del panteón Mochica que se manifesta-
En este punto, y a fin de cerrar este artículo es ran en tumbas de la naturaleza señalada. Pareciera
menester plantearnos dos preguntas: ¿por qué cier- que mientras que la primera pregunta se relaciona
tos personajes de le élite Mochica fueron enterrados con un proceso que es común a todos los estados
con atuendos y artefactos asociados con seres del Mochicas de la Costa Norte, la segunda se relaciona
panteón de divinidades? y, ¿por qué se dieron identi- con un proceso que se dio, hasta donde sabemos en
dades rituales femeninas entre las mujeres de San este momento, sólo en San José de Moro. Christopher
José de Moro? Ambas preguntas si bien cubren áreas Donnan ha planteado (Ms.) que pudo existir una suer-
que se intersecan, podrían haber ocurrido indepen- te de «religión de estado» en base a la performance
dientemente una de la otra. Pudo darse el caso que de la Ceremonia del Sacrificio. Evidencias de esta
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ceremonia se han encontrado desde las fases más tem- tear que estas mujeres tuvieron una posición
pranas hasta las más tardías en la secuencia superlativa en el sitio es evidente. Sin embargo, cabe
cronológica Mochica, así como en todos los valles reflexionar si esta posición fue un aspecto común en
en que se desarrollaron sociedades Mochicas, desde las sociedades Mochicas o si sólo fue característica
Pañamarca, al sur, a hasta Loma Negra, al norte. Esta de SJM. Más aún, cabe pregustarse por qué tuvieron
ceremonia, que se asocia claramente con los centros las mujeres estas posiciones privilegiadas, es decir
ceremoniales monumentales y con los artefactos más de cuál era su fuente de poder. La costa norte del
elaborados, habría sido la expresión material de la Perú, y en particular su región más norteña, abunda
«ideología dominante» Mochica, y como tal (de en relatos y documentos que hablan de mujeres po-
acuerdo con Abercrombie et al. 1980) habría servi- derosas, que habrían tenido tanto o más poder que
do, sobre todo, para aglutinar alrededor suyo a las sus correlatos masculinos (ver por ejemplo,
elites Mochicas. Rostworowski 1961, Cordy-Collins 2001a). Las
En las páginas anteriores hemos argumentado a Capullanas o Tallaponas, de las que tenemos relatos
favor del énfasis que se le dio a la ideología y a la muy tempranos (Cieza de León, Tercera Parte, Capí-
performance ritual para la creación y el sostenimien- tulos 23 y 24) y que luego reaparecen en litigios ju-
to de los estados Mochicas, sobretodo en sus fases diciales y noticias sobre repartimientos, son el ejem-
más tempranas. Resulta congruente que se hayan es- plo más saltante de lo que generalmente se ha consi-
tablecido identidades rituales entre los miembros más derado un caso raro y aislado de organización social
encumbrados de esta sociedad. La necesidad de re- y política. En estos relatos no solo se habla de muje-
producir los rituales como mecanismo en la cons- res que gobernaron curacazgos en la zona más sep-
trucción de la idea del estado habría llevado a la crea- tentrional del Perú, sino de sus roles como guerreras,
ción de un sistema de performances rituales, que en de su riqueza, el matriarcado y la poliandria, que
efecto habría creado una suerte de estados arcaicos/ deviene en especulaciones acerca de su conducta las-
teatrales Mochica. En el caso Mochica, parecería que civa. Es posible el tratar de establecer corresponden-
la escala de los rituales, su costo y su capacidad de cias entre las Capullanas y las Sacerdotisas enterra-
afectar a una comunidad cada vez más amplia se das en San José de Moro, aunque no hay que perder
incrementó sostenidamente a lo largo del tempo, y de vista los casi mil años separan a las fuentes escri-
posiblemente a medida que la sociedad se hacía más tas de las tumbas mochicas. Ciertamente, la existen-
compleja. Las sucesivas ampliaciones de los espa- cia de Capullanas nos indica que existió esta pecu-
cios rituales en las Huacas de la Luna y el Brujo son liar forma de organización en la costa norte, mas no
evidencia de este crecimiento sostenido. No sorpren- así en otra regiones del Perú, por lo que sería una de
de que algunos individuos hayan tenido a su cargo la las pocas muestras ancestrales de organización polí-
personificación de divinidades, héroes, o seres so- ticamente la costa norte. ¿Pudieron ser las
brenaturales en estos rituales. Para este fin, estos in- sacerdotisas de Moro una suerte de lideresas políti-
dividuos debían ser dotados de la parafernalia (ves- cas de sus sociedades? En este momento no hay nin-
timentas, adornos, artefactos) necesarios para su per- gún dato que permita afirmarlo categóricamente, pero
formance. Hemos discutido cómo la evidencia pare- tampoco existe información que permita negar esta
ce inclinarse, aunque no de manera concluyente, a interpretación. Ahora bien, la información con que
favor de que estas asignaciones fueron permanentes. contamos acerca de las Capullanas es más bien inci-
Individuos de un amplio rango de edades, desde in- dental puesto que no revela aspectos como cómo ob-
fantes hasta adultos mayores, parecen haber sosteni- tuvieron el poder y cuán frecuente fue esta práctica.
do estas identidades, al menos en el momento de la Es posible que la existencia de Capullanas no haya
muerte, lo que apuntaría que la asignación de una sido necesariamente un fenómeno permanente sino
identidad ritual fue permanente, y posiblemente que circunstancial, es decir que cuando las líneas de su-
fue una asignación adscrita, es decir que se reserva- cesión conducían a una mujer en vez de a un varón
ba para algunos individuos privilegiados desde su entonces se daba el caso de una Capullana. También
nacimiento. es posible que en una mezcla de posición social ads-
Con la segunda pregunta abordamos el tema de crita y adquirida, ante la existencia de mujeres de
las identidades femeninas y su relación con el poder capacidad y carácter éstas hubieran logrado
en las sociedades Mochicas. Ningún sitio Mochica posicionarse en la condición de líder de su sociedad.
ha producido la cantidad de tumbas de mujeres pro- No sabemos si su poder devino solo de su linaje y
minentes como San José de Moro, por lo que plan- descendencia o si estuvo relacionado con algún atri-
Castillo & Rengifo, Identidades funerarias femeninas y poder ideológico 28
buto personal, o con alguna función en particular. su configuración de las relaciones e identidades que
Finalmente, es posible que la existencia de mujeres están retratadas allí. En cualquier caso, como mode-
poderosas se hubiera originado en una circunstancia lo de o modelo para la sociedad, esta ceremonia, y
histórica que devino en una práctica reiterada por la otras que se configuraron en el sistema ritual, asegu-
tradición y la legitimada por su efectividad. raban la reproducción y el equilibrio de la sociedad.
Las Sacerdotisas de Moro, fueran o no líderes Como se ha señalado (Makowski 2003), no hubo una
políticos de sus sociedades, fueron asociadas en el sola Ceremonia del Sacrificio sino que los persona-
momento de su muerte con el personaje de la Mujer jes y las relaciones (por ejemplo, quién recibe la copa
Mítica que figura conspicuamente en las representa- y quién la entrega) parecen haberse permutado, qui-
ciones Iconográficas propias del estilo de SJM. Como zá como parte de la secuencia de eventos rituales, o
se dijo, las representaciones de la Sacerdotisa sobre regidos por las circunstancias y estructuras de las ver-
le balsa de totora es la imagen más frecuente en la siones regionales del ritual. Quizá en Jequetepeque
icnografía del estilo Mochica Tardío de Línea Fina. la versión local de la Ceremonia del Sacrificio le dio
Es en relación a estas representaciones que podemos el papel protagónico a la Sacerdotisa mientras que
asumir que estas mujeres tuvieron una posición de en otras regiones ella no tuvo esta misma relevancia.
enorme importancia y seguramente muy privilegia- En cualquier caso, el ascenso de la Sacerdotisa no
da. Estas mujeres, entonces, no habrían dependido fue un hecho aislado, todos los personajes, roles y
de la mediación de un hombre para asumir su estatus relaciones prefiguradas en el ritual asumieron posi-
social. Hasta donde podemos ver a través de las aso- ciones privilegiadas en la sociedad Mochica Tardía
ciaciones funerarias, no fueron la hija, hermana, del Jequetepeque. Pero con los beneficios vinieron
madre o esposa de alguien, sino que presumiblemente los riesgos, y así el colapso de la sociedad Mochica
tuvieron una estrecha relación con el sistema ritual a significo el inicio del declive de la Sacerdotisa, y con
través de su rol ritual como la Sacerdotisa. Es decir ella de una tradición milenaria en la Costa Norte del
que no dependían de un varón para asumir el estatus Perú.
que tenían, sino de su función en el sistema ritual.
Adicionalmente, no hay que perder de vista que la REFERENCIAS CITADAS
ceremonia de Sacrificio se convirtió en la liturgia más
importante en la religión Mochica. Por lo tanto, el ABERCROMBIE, Nicholas, Stephen HILL and Brian S.
encumbramiento de esta ceremonia habría significa- TURNER
da que todo los personajes involucrados en ella, ha- 1980 The Dominant Ideology Thesis. Allen and Unwin,
brían ascendido a la cúspide de la sociedad Mochica. London.
Pero, nos preguntamos si el proceso que llevó al la ALVA, Walter
Ceremonia del Sacrificio a la más alta posición en el 1988 «Discovering the New World’s richest unlooted
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sistema ritual fue producto de un accidente histórico
549. Washington, D.C., National Geographical
que al encumbrarse ganó prestigio o si fue proceso Society.
estructurado. ¿Pudo haber sido otro ritual de natura- 2001 «The royal tombs of Sipán: Art and power in
leza completamente diferente el que alcanzara esta Moche society». En: Moche Art and Archaeology in
posición? Y si ese hubiera sido el caso, ¿tendríamos Ancient Peru, Joanne Pillsbury, editora, págs. 223-
de todas maneras Sacerdotisas con la posición que 245. Studies in the History of Art 63. Center for
encontramos en las sociedades Mochicas? Advanced Studies in the Visual Arts, Symposium
La Ceremonia del Sacrificio (Donnan 1975) creó Papers XL. Washington, D.C., National Gallery of
una suerte de mapa social, es decir que fue un «mo- Art.
delo para», en el que se definieron las principales 2004 Sipán, Descubrimiento e Investigación. Lima, Perú
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identidades ceremoniales en la sociedad Mochica, y
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Complementariamente, podemos asumir que la Ce- del poder». Latin American Antiquity 4 (3): 225-
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