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LAS NUEVAS FRONTERAS (parte I)

Suele identificarse la Edad Media con el sistema feudal. Sin embargo,


a medida que las ciudades perdieron progresivamente su carácter de
señoríos en cierto modo autosuficientes y los mercaderes obtuvieron
el control político de éstas desde el siglo XI, encontraron una nueva
razón de ser en el mundo exterior, el comercio, las finanzas o la
industria, en una suerte de surgir capitalista, lo que no quiere decir
que no siguiesen compartiendo rasgos muy feudales.
Durante el Medievo se formaron lo que se ha llamado economías-
mundo estructuradas, una, en torno al Mar Mediterráneo y
adyacencias, otra, en el eje Mar Báltico-Mar del Norte-costa europea
atlántica que en los inicios del siglo XIV se interconectan por la vía
marítima, si bien ya lo estaban por tierra antes. Desde finales de
mismo siglo además, podemos hablar de una revolución de los
transportes desde un punto de vista económico, convirtiéndose el
tráfico en un comercio de masas.
Potenciando el desarrollo del comercio y de las burguesías urbanas,
desde 1250 aproximadamente las condiciones del proceso de
circulación convirtieron las mercancías en valor de cambio, ya no de
uso, situación que llega a su fin con la crisis del XIV: entre 1330-40, a
causa de la superpoblación, bajas cosechas, presión fiscal, inflación,
guerras y finalmente las grandes epidemias, se produce una gran
contracción económica.
Sin embargo, paradójicamente, es de esta crisis que nacen las
grandes economías de escala, a partir del desarrollo anterior de las
técnicas comerciales y financieras y la concentración del capital que
ahora se difunden ampliamente. Se modifican itinerarios, rutas,
volúmenes de tráfico, naturaleza de la producción industrial: es el
momento culminante, por ejemplo, de la Hansa germánica.
Así pues, durante el siglo XV, nuevos rumbos se perfilan en todo
sentido. La industria del hierro, para máquinas y naves; la textil
lanera y algodonera se convierte en la industria de la mayoría de los
centros urbanos por el contrario a tiempos anteriores, y la seda,
imprescindible. El comercio a gran escala del trigo o los vinos…

LA EVOLUCIÓN DE LA MENTALIDAD MERCANTIL

Pese a las grandes diferencias entre el comercio a gran escala


internacional y el comercio al detalle, muchas compañías y
mercaderes combinaban los dos tipos de comercio. La casa madre
con frecuencia era una simple tienda con un almacén donde había
toda clase de productos, ya que incluso los mercaderes
especializados no renunciaban a traficar con lo que fuera. Estos
mercatores vivían su trabajo desplazándose constantemente por
tierra, ríos o mar, vida con caracteres de aventura teniendo en cuenta
los riesgos; fletaban barcos donde el itinerario podía ser cambiado de
acuerdo a las circunstancias y las oportunidades. Tras la decadencia
de las Ferias de Champagne surge un comercio más sedentario: los
mercaderes aventureros enriquecidos tendieron a delegar su acción
directa en otras personas (procuradores, agentes, apoderados,
secretarios, capitanes de barco…). Estos mercaderes a veces
formaban asociaciones breves con otros (parientes o amigos), por el
tiempo de una expedición comercial de la cual se repartían los
beneficios si los hubiere, a la vuelta; se trata de múltiples empresas
de pequeños capitales y reducidas a niveles familiares. Hasta el XIV
las formas tradicionales del comercio a larga distancia fueron:

1. La comanda, asociación mercantil entre un socio (comandante)


que aporta mercancías o capital a un socio (comanditario) para
que invirtiese en una empresa mercantil en el extranjero.
Riesgo capitalista del donante e independencia económica del
gestor son los rasgos de esta asociación.
2. La comanda, sin embargo, tendió a convertirse en una
asociación, la societas (compañía o sociedad), que duraba 3 o 4
años y comprendía todos los bienes aportados para un negocio
artesanal o comercial permanente, con responsabilidad total de
todos los socios y división de beneficios en forma proporcional.

El progreso más importante de la actividad de estas asociaciones fue


el establecimiento de sucursales permanentes en todos los centros
comerciales importantes, y los pioneros fueron las grandes
compañías comerciales y bancarias italianas, sobre todo florentinas.
Estas compañías, de origen familiar, eran agrupaciones de
asociaciones casi independientes, donde predominaba alguna de
estas familias. Muy estables, por su solidaridad familiar, por su
estructura capitalista en el reparto de beneficios y la gran diversidad
de negocios… desde mediados del XIV se asiste a la modificación
estructural de la organización empresarial, junto al uso de
complicadas técnicas asociativas, de representación y comunicación,
seguros, métodos de pago (difusión de la letra de cambio), cambios y
créditos, contabilidad y banca. Para muestra de la escala de estos
capitales familiares, veamos el cuadro comparativo:

AÑO CASA COMERCIAL CAPITAL (CORPO) EN


(FAMILIAR) LIBRAS

1310 PERUZZI 149.000

1318 BARDI 130.000 aprox.

1315 c. Corona de Inglaterra 30.000

En el siglo XV todas las grandes asociaciones mercantiles


evolucionaron en un sentido netamente capitalista, donde se pierde
el carácter familiar, se concede lugar más amplio al hombre
adinerado, se logra mayor estabilidad, se emplea sistemáticamente a
asalariados y corresponsales y se concede mayor primacía a la
división de capital. Muchas son sociedades muy especializadas,
algunas concentradas en la explotación de un monopolio concedido
por un estado; su nombre social sólo indicaba la naturaleza de las
operaciones (son sociedades anónimas) y su capital se reparte en
partes iguales (estas porciones pueden dividirse a su vez
indefinidamente y venderse sin formalidad alguna).
Los hombres de negocios del capitalismo del siglo XV se interesan por
todos los negocios de la ciudad, algo que se ve perfectamente en el
sistema de empresas toscano donde se integran verticalmente la
acción mercantil, actividad industrial y práctica financiera. Las
finanzas se convierten en fundamentales y los grandes mercaderes se
preocuparon por maximizar sus beneficios y sus negocios se
ampliaron sin preocuparse por la competencia… pero el negociante o
banquero italiano del siglo XV va a alejarse poco a poco del mundo de
la empresa para dedicarse a la manipulación de dinero: coloca sus
capitales en préstamos de todo tipo, seguros marítimos, títulos de
deuda pública, partes de las naves, participación en sociedades, y no
siempre intervendrá en la administración de los negocios, sino que
esperará al reparto de beneficios.

LAS ESFERAS ECONÓMICAS

• El área mediterránea

Hasta mediados del siglo XV el área del Mediterráneo fue la más


activa del mundo mercantil europeo, merced a sus importantes
ciudades. En este ámbito, Europa importaba productos a través del
Mediterráneo oriental que en general no provenían del mundo
islámico (que actuaba de intermediario) sino de la India y Sri Lanka,
China y de las llamadas Islas de las Especias (sobre todo la Indonesia
actual). Los codiciados productos eran en primer lugar las especias
(pimienta, jengibre, canela, nuez moscada…), que provenían un poco
de todos esos lugares, junto a la seda cruda y la porcelana chinas.
Esta relación con el Extremo Oriente se daba a través de diversas
rutas, como la mongola, que desde China atravesaba Asia central
hasta el Mar Negro, donde estaban las factorías de la República de
Génova. Esta ruta colapsó durante el siglo XIV, por lo que hubo que
recurrir a otra más tradicional, vinculada a los puertos islámicos de
Siria y Egipto, donde el monopolio de la muy rentable pimienta estaba
prácticamente en manos de la República de Venecia.
El Mediterráneo occidental era un área más abierta, donde los
italianos tenían mucha importancia, pero donde debían enfrentar la
competencia de la Corona de Aragón (sobre todo los mercaderes
catalanes) y de los mercaderes franceses de Marsella. Aquí era
importante el tráfico –y también las actividades depredatorias- con
los países musulmanes del norte de África, a través de los cuales
llegaba el oro procedente del área de la región del Sudán africano.
• El área del Mar del Norte, Mar Báltico y Atlántico

En el norte europeo el comercio se caracterizó por el triunfo de la Liga


Hanseática o Hansa germánica. En el Sacro Imperio o en los lugares
de colonización germánica, las hansas o las gildas fueron en su origen
asociaciones de mercaderes, cofradías religiosas, sociedades de
auxilios mutuos y de defensa. No tardarían en agruparse en otras
asociaciones más poderosas, formadas por gildas de varias ciudades.
Finalmente, para firmar su seguridad y privilegios, las hansas
recurrieron a las autoridades de las ciudades y finalmente la liga de
mercaderes derivó en liga de ciudades, la Deutsche Hanse que se
impuso a mediados del XIV… pero la Hansa no era un estado ni una
confederación política, sino una liga de mercaderes que podía
disponer de la fuerza militar de sus ciudades, a las que ellos daban su
prosperidad. Las ciudades cabeza de la liga eran Hamburg y Lübeck,
que dominaban todas las comunicaciones vitales entre el Mar del
Norte y el Báltico. Brujas (Brügge) era el centro esencial de su
comercio.
Deutsche Hanse

El tráfico de la Hansa era ante todo de productos de primera


necesidad, materias primas, nunca tan rentables como los productos
del comercio internacional del Mediterráneo, pero con volúmenes
mucho mayores, en un sencillo esquema: productos flamencos e
ingleses (paños, por ejemplo) y los que provenían de áreas no
controladas por la Hansa (Atlántico y Mediterráneo, los vinos, la sal y
las especias por ejemplo) eran llevados a las áreas poco desarrolladas
del Báltico de las que se traían el vital trigo (Polonia), madera
(Escandinavia, Rusia), hierro y pescado (Escandinavia), pieles, miel,
cera, ámbar, etc.

Este panorama va a sufrir una transformación con la irrupción del


reino de Inglaterra desde finales del siglo XIV y sus exportaciones de
paños, su actitud xenófoba con los mercaderes extranjeros, lo cual
conllevará un largo enfrentamiento con el monopolio de la Hansa que
concluirá en 1474, perdiendo su privilegiada situación ésta en el Mar
del Norte y también, a manos de los holandeses, en el Báltico.
El área del Atlántico europeo fue un área de desenvolvimiento de
varios estados, como el reino de Inglaterra, el de Castilla, el de
Portugal y Francia y que tendrá gran relevancia desde finales del siglo
XV. Las actividades

LA NAVEGACIÓN Y SUS CARACTERES TÉCNICOS

A finales del medievo, existen dos tipos básicos de embarcación. El


primer tipo de barco, la nave, es un navío redondo, de alto bordo,
panzudo, macizo, pesado, con dos o tres puentes superpuestos. Un
tipo de barco que no depende de los remos, sino de los vientos
constando de hasta 3 mástiles: hasta 1300 se usaron velas latinas
(triangulares), de origen islámico en realidad; luego se utilizarán
cuadradas, cuando se impongan las cocas.

La coca o kogge, nave por excelencia de los mercaderes hanseáticos

Según las épocas, se le aplicarán otros nombres a estos barcos de


alto bordo (taridas, carracas, galeazas).

El segundo tipo de barco fundamental era la galera, de poco bordo de


gran largo pero poca anchura, un navío de remos que usaba el viento,
equipada con dos mástiles. También recibían otros nombres, como
fustas, saetas, bergantines, galeotas, y sobre todo leños. Este navío
tiene poca capacidad de carga, por ello es útil para las grandes
actividades mercantiles del Mediterráneo, centradas en productos de
lujo; además de no ser un barco capacitado para surcar aguas como
las del Atlántico.

Galera del siglo XVI


Teniendo en cuenta la evolución de las técnicas marítimas, provocada
por las necesidades de la economía, modifica a la fuerza los
itinerarios mercantiles: aumento de tonelajes provoca disminución de
número de escalas, lo que significa que se concentrará el comercio en
los grandes puertos de almacenaje y distribución, y además rehuirá
los puertos difíciles. También es cada vez más relevante la velocidad

Ya en el siglo XV nuevos tipos de naves, como la carabela, la nao o la


carraca sustituyen a las viejas cocas.

LOS MOTIVOS DE LA EXPANSIÓN

Durante el medioevo, y hasta el siglo XVI, el antiguo reino de Ghana y


los pequeños imperios sucesores como Malí, Songhai (ubicados entre
el río Níger y el río Senegal), eran el principal proveedor de oro del
mundo mediterráneo. Situado en los confines meridionales del
desierto del Sahara, era el principal mercado de intercambios entre
este mundo y el “país de los negros” de la sabana nigeriana. Estas
son las apreciaciones de los autores musulmanes medievales: “En el
país de Ghana el oro crece en la arena como zanahorias. Se le
arranca a la salida del sol”.

Sal, oro y esclavos fueron durante siglos los productos básicos y clave
de esta vía comercial que provenía de Ghana (después de Mali y
Songhai), como los mismos que en las restantes rutas transaharianas.

Imperio de Ghana 750-1096 (color ocre), Imperio de Malí 1235-1645 (color amarillo), Imperio
Shangai 1340-1591 (color azul celeste)
En relación con esto tenemos el desequilibrio fundamental,
persistente a lo largo de gran parte del medioevo, entre la
Cristiandad y el mundo Islámico: el flujo de plata hacia el este del
Mediterráneo (a donde llegaban los productos de lujo de Oriente)
facilitó el constante aumento del precio del oro para los europeos. Las
acuñaciones en oro se desarrollaron desde mediados del siglo XIII en
las repúblicas mercantiles italianas (algo que hasta entonces hacía
eficazmente el Imperio Romano de Oriente, Bizancio). Pero ese oro
venía del África subsahariana, a través de rutas controladas por los
musulmanes (puesto que Europa sólo producía plata y no en la
cantidad suficiente)1 . Por lo tanto, desde inicios del siglo XV se hizo
perentorio el acceso directo a las fuentes auríferas para evitar las
pérdidas económicas que suponía el trato a través de los
intermediarios musulmanes norteafricanos. Y estas relaciones
durante el siglo XV estaban teñidas, sobre todo en la zona del
estrecho de Gibraltar, de intercambios pacíficos y actividades
piráticas.

1
Desde 1350 Bosnia y Servia aumentaron la producción argentífera, hasta quedar
aisladas por la invasión turca. Las minas centroeuropeas (en Austria, por ejemplo)
se encargaron de quintuplicar la producción hasta la crisis de 1530. Desde entonces
la plata americana comenzó a tener relevancia fundamental.
La clave de todo, según algunos, residió en la necesidad de recuperar
las viejas rutas de contacto entre Oriente y Occidente, al entrar en
decadencia las rutas mongolas (que atravesaban Asia central) y
volverse problemáticas las de los puertos del Levante mediterráneo
(en las actuales Siria, Líbano, Israel y Egipto) como la que iba hasta
Bagdad-golfo Pérsico o la de Alejandría-Mar Rojo, a causa de la
expansión del imperio turco en toda la región. Existía una ruta difusa
en el norte del Atlántico, usada por los pueblos nórdicos (hacia
Groenlandia, y que había llegado presumiblemente a Terranova, en
América) que a principios del siglo XV se cerró por los cambios
climáticos que impidieron la navegación hacia esas regiones. Para
otros (como Cipolla) sencillamente esta expansión es sólo un aspecto
de la tensión entre la expansividad económica europea y el bloqueo
político y militar en que la mantenía el mundo islámico.

Portugueses en la frontera

La navegación por el Atlántico en busca de nuevas rutas hacia las


tierras de las especias se imponía como alternativa frente al muro
turco en el Mediterráneo oriental. Esta navegación tiene
antecedentes muy antiguos -desde mediados del XII al menos-,
seguidora de la costa africana ante todo por la dificultad de navegar
en mar abierto a causa de las inadecuadas técnicas y embarcaciones.
Así pues el desarrollo de técnicas de navegación para mares
tempestuosos como el Atlántico donde las referencias costeras
desaparecían, era algo fundamental. Y esto se logró a través de
navíos como las barchas lusas de inicios del siglo XV, que
evolucionarían en la carabela y la nao, sustituyendo a las inservibles
galeras y dando el salto desde las viejas naves de gran calado como
las cocas/koggen. Al lado de esto continuó el uso de muchos
instrumentos medievales, como los portulanos, el astrolabio, la
ballestilla, la brújula, el compás… portugueses y castellanos
incorporaron además la vela latina (vela triangular de origen islámico
que actuaba como timón que aprovechaba al máximo los vientos en
cualquier dirección). A mediados del siglo XV el instrumental técnico
para realizar expediciones lejanas y provechosas librándose de
intermediarios, estaba listo.

Carabela y Nao

Al terminar la llamada “Reconquista” en la Península Ibérica, su


dinámica de frontera se reprodujo en el Mediterráneo en forma de
piratería con implicaciones tanto de yihad como de cruzada, al menos
hasta inicios del siglo XVII. Esto hizo que demasiadas actividades
mercantiles, antes más o menos pacíficas (aunque la piratería era un
fenómeno endémico) quedasen atrapadas en esta dinámica, sobre
todo en lo referente a los rescates2, al principio concernientes sólo a
la liberación de gentes apresadas en el corso, pero que luego pasaron
a designar un gran número de actividades mercantiles con mercados
alejados.
2
Los prisioneros capturados en actividades corsarias pasaban a ser esclavos que
sólo podían ser liberados a cambio de un rescate, cuyo monto estaba
genéricamente en relación con la categoría social del prisionero. El rescate se
convirtió en práctica mercantil, con negociadores especializados (alfaqueques).
El reino de Portugal fue el primero de la península Ibérica que se
lanzó hacia el Atlántico, al encontrar sus expectativas territoriales
cerradas por el reino de Castilla en la península. Sus exploraciones
marítimas comienzan con Juan I de Avís (1383-1433), por medio de su
hijo, Henrique el navegante (1394-1460); serán apoyadas por Duarte I
(1433-8) hermano del navegante y por Alfonso V (1438-81) quien se
enfrenta a la nobleza terrateniente, partidaria de la consolidación
peninsular a costa de Castilla. Juan II (1481-95) ya vive un gran
momento de auge comercial que encuentra su apogeo con Manuel II
el afortunado (1495-1521).

Enrique funda en Sagres (Algarve) la primera escuela naval conocida


y proyecta la exploración de la costa occidental de África. Entre sus
motivos, los principales son éstos: continuar la “Reconquista” frente
al Islam, recuperar Tierra Santa con la ayuda del legendario reino del
Preste Juan y establecer un intercambio directo con los mercados de
oro y esclavos africanos, en manos islámicas. Dos actitudes muy
aristocráticas combinadas con una muy mercantil.

Durante la vida de Enrique las exploraciones dieron como resultado la


colonización de las islas de Madeira (1419) y Azores (1427) en medio
del Atlántico, donde se introdujeron cultivos rentables como la caña y
el trigo. En cuanto a la costa africana, se creó la Compañía de Lagos
(Feitoria dos tratos de Arguim en Lagos3) que monopolizaba el
comercio africano (oro, marfil, esclavos), y se conquistaron las islas
de Cabo Verde (1445) pero no fueron colonizadas sino desde 1456.
Por su parte, los castellanos iniciaban la conquista de las Canarias
(1403-18).

Todo esto permitió a Portugal desarrollar un incipiente sistema


colonizador, para el que existía cierto aparato institucional: las islas
se dividieron en distritos llamados capitanías donatarias4. En estas
empresas colonizadoras participaron personas de toda Europa ya que
Portugal era un reino muy poco poblado y no podía permitirse
sangrías demográficas en aventuras coloniales. La consolidación de
estos nuevos horizontes, aparte de estar en relación con los rescates
(conquista de Ceuta en 1415), también estuvo fundamentada en la
vieja necesidad técnica y financiera de fijar enclaves de intercambio
en lugares y mercados estratégicos (sobre el modelo de los de la
Hansa). Los portugueses iniciaron su sistema de feitorías5 a

3
Una “feitoría de feitorías”.
4
En alusión a la delegación de poder que el rey hacía en el capitán o cabeza visible
de la expedición colonizadora y/o conquistadora, al que se le otorgaba un foral o
documento donde se estipulaban los beneficios mutuos y un marco legal mínimo.
5
Factorías.
principios del siglo XV con la llamada “feitoria de Flandres” (en Brujas
y luego en Amberes) pero con la característica de ser más una
delegación de la corona que una institución estrictamente mercantil:
la monarquía creaba así un modelo de intervención y participación en
el comercio a larga distancia a través de sus funcionarios, el feitor, el
tesorero, el escribano, etc. Esto vinculó rápidamente los intereses
políticos a los comerciales. Las feitorías se convirtieron además en
instituciones en evolución permanente, adaptados al papel
estratégico de Lisboa como intermediaria comercial con Occidente.

Después de la muerte de don Enrique los portugueses siguieron


costeando África, y en 1482 llegaron a la desembocadura del Congo y
en 1487 doblaron la punta meridional de África, el cabo de Buena
Esperanza. Así pues, se abrían vastas perspectivas para acceder
directamente al tan codiciado mercado especiero y de los productos
chinos. En esa década tras la muerte del infante, en 1460 la
coyuntura europea favorable de demanda de oro, azúcar, especias,
marfil fue un acicate a las exploraciones lusas.

La llegada de Colón a América en 1492 al servicio de la Corona de


Castilla6 y la de Giovanni Caboto al servicio de Inglaterra en 1495
aceleraría el proceso para llegar a las Tierras de las Especias asiáticas
con la expedición de Vasco da Gama en 1497, que alcanzó Calicut en
la India en 1498. En 1500 Cabral llegó a tierras brasileñas y el Reino
de Portugal comenzó a olvidarse de la expansión militar hacia el
Magreb islámico.

Entre 1505-1515 los Virreyes Almeida y Albuquerque crearon el


primer eslabón del imperio portugués en el área del océano Índico
(feitoría de Goa, Ceilán, Malaca, islas del Índico) con el control
absoluto del mercado especiero; todo gracias a los barcos y a la
artillería europea, inigualables en el mundo. Pero su predominio en
Asia alcanzaba hasta donde llegaban los disparos de los cañones de
sus naves; ningún país europeo podía enfrentarse y anexionarse otros
estados en Asia como lo hacían los turcos, esos tiempos aún estaban
lejanos. Aún así, las feitorías producen enormes ganancias, de hasta
el 400%.

6
Hay toda una avancha de bulas papales y tratados entre Portugal y Castilla para
evitar la guerra y demarcar zonas de influencia: el Tratado de Alcasovas (1479) y el
de Tordesillas (1494).
La carrera hacia la India era el manifiesto de una Europa que optó por
los riesgos de una nueva frontera que exigía innovación tecnológica,
especialización de mercados y diversificación de la organización
económica, todo al mismo tiempo. En cambio, el mundo del Imperio
turco, que había unificado casi todo el mundo islámico, seguía un
modelo antiguo que se limitaba a la conquista militar, sin cambios
estructurales y dependiente del dominio efectivo por la fuerza de
regiones y mercados sometidos.

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