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1- La esperanza
Las conclusiones de las Mesas Redondas realizadas hasta la fecha sobre el tema, así
como los mandatos de la Asamblea General y el Consenso de Roma, evidencian que las
agencias de Naciones Unidas tienen bien claro el concepto de lo que es y lo que no es la
comunicación para el desarrollo.
En la resolución 50/130 (1996) se expresa que “no hay desarrollo sin participación de los
beneficiarios y no hay participación sin comunicación en las dos direcciones y respeto de
la libertad de expresión.”
Disponemos, pues, al más alto nivel de Naciones Unidas, de una concepción adecuada y
moderna de la comunicación para el desarrollo.
Buen vivir, no “vivir mejor”. Porque el adjetivo “mejor” se establece con relación a otro que
vive peor, y generalmente a lo que a unos les sobra es lo que a otros les falta. Buen vivir.
Calidad de vida. Armonía con la naturaleza.
Creo que, a nivel conceptual, no hay mucho más que decir. Como el mismo Gumucio
señala en su introducción, se podría seguir afinando la definición, pero sería un ejercicio
tal vez estéril y retórico.
La concepción y los enfoques están más que claros. Y con ellos podría trabajar cualquier
organización, incluso la más revolucionaria. Porque una línea programática basada en
esta definición permite devolver al pueblo la voz, el poder y el protagonismo.
2- La preocupación
Como tantas veces sucede, del dicho al hecho es largo el trecho. A pesar de contar con
definiciones tan precisas y con mandatos tan explícitos del máximo organismo de
Naciones Unidas como es la Asamblea General, muchas agencias y programas ignoran o
descuidan las resoluciones referidas a la comunicación para el desarrollo. Esto ocurre en
la mayoría de los países de América Latina y también en Ecuador.
–La comunicación es la penúltima rueda del coche –me decía hace poco un amigo
de la Unesco.
Resulta que en la misma Evaluación Común de País (CCA), que refleja la visión del
sistema de Naciones Unidas sobre Ecuador de cara a establecer las prioridades de
desarrollo, el sector de la comunicación brilla por su ausencia. Ni una palabra se dice
sobre comunicación en este importantísimo documento. Y lo más increíble del caso, como
bien señala Gumucio, es que el CCA de Ecuador está escrito, según su introducción,
“desde una perspectiva de derechos”.
Al inicio del CCA se declara que el “desarrollo humano sostenible” promovido por
Naciones Unidas es una estrategia que abarca todos los derechos humanos. Todos. Sin
embargo, en el texto no aparece ni una sola vez el término “comunicación para el
desarrollo”. Tampoco se menciona el “derecho a la comunicación”. ¿Cómo es posible que
se hayan olvidado de este derecho, piedra angular de la democracia? ¿Cómo se explica
que no hayan vinculado este derecho fundamental con el ejercicio de la libertad de
expresión, con la necesaria desconcentración de las frecuencias radioeléctricas, con el
acceso universal a las TICs o el acceso a la información pública? ¿Cómo podría la
ciudadanía participar en las elaboración de las políticas públicas, cómo podría pedir
cuentas a sus autoridades, cómo exigiría sus derechos sin contar con medios de
comunicación libres y propios? ¿Cómo construir una democracia participativa sin una
estrategia de comunicación que alcance efectivamente a toda la ciudadanía, a todos los
pueblos y nacionalidades del Ecuador? Hoy en día, no se puede imaginar el “desarrollo
humano sostenible” sin la promoción de la comunicación para el desarrollo a todos los
niveles y sin la democratización de los medios de comunicación, tanto impresos como
audiovisuales.
Al final de este recorrido, Gumucio concluye la poca prioridad que tiene la comunicación
para el desarrollo en las políticas y estrategias concertadas con el gobierno ecuatoriano,
así como al interior de cada organización.
Por último, como los puestos de comunicación son, por lo general, de niveles bajos, los
pocos comunicadores o comunicadoras entran en la categoría de “servicios generales” y
no participan en las instancias de decisión de las agencias.
A pesar de lo analizado por Gumucio, éste concluye que Ecuador parece ser uno de los
países que ha tomado más en serio la temática de la comunicación para el desarrollo y
se prepara a presentar sus aportes en la doceava Mesa Redonda que tendrá lugar en
India a finales de este 2011. Este foro demuestra su apreciación.
3- Los desafíos
Comparto las recomendaciones de Gumucio. Y añado un par más, que nacen de los ejes
transversales del sumak kawsay.
Ahora bien, Ecuador está muy lejos todavía de ser un Estado laico. Basta ver los crucifijos
en los juzgados, los juramentos sobre la Biblia, la presencia de autoridades religiosas, a la
par de las civiles y militares, en los actos oficiales, los privilegios hacia la iglesia católica
que emanan del Modus Vivendi firmado entre la Santa Sede y el Estado ecuatoriano en
1937 y todavía vigente en el país. Y lo peor de todo, la intromisión de esta misma iglesia
en asuntos de educación y salud pública.
Los testigos de Jehová no aceptan las transfusiones de sangre. Los judíos no comen
carne de chancho. Los musulmanes no beben licor. Y los católicos no aceptan los
anticonceptivos. Muy bien. Que cada quien siga con las creencias que prefiera. Pero que
no pretenda imponerlas al conjunto de la sociedad en un Estado que se define laico.
Cuando la familia se dio cuenta, ya Liliana tenía ocho meses de embarazo. Era
demasiado tarde para practicarle un aborto. Nació la niña y murió la madre. Los medios
de comunicación presentaron la noticia como un “triunfo de la vida”. A pesar del “acto
terrible cometido”, la vida se abrió paso y Dios bendijo a la mujer violada y muerta con una
linda bebita. Sobre el violador, como es costumbre, poco o nada dijeron. ¿Qué hubiera
pasado si la familia se entera del embarazo a los dos meses? ¿Habría podido abortar?
¿Dónde? ¿Qué futuro les aguarda a las mujeres abusadas en la calle, a las jóvenes
incestuadas en su casa? ¿Cómo no interrumpir esos embarazos frutos de la mayor de las
violencias? Pero la iglesia católica, envuelta en infinidad de escándalos de pedofilia,
levanta una falsa bandera en defensa de la vida y se entromete en las políticas públicas
de un Estado laico.
Todo esto para decir que el enfoque de derechos y de género tiene que ir de la mano con
un enfoque de laicidad. Una ética laica. Unas políticas de educación y de salud laicas. 1 De
lo contrario, acabaremos invadidos por sectas como los mentados Heraldos del Evangelio
que se están ocupando de destruir en Sucumbíos 40 años de comunicación para el
desarrollo liderada por el obispo Gonzalo López.
Promover la laicidad del Estado y dotar a todas las nacionalidades y pueblos, al sector
comunitario en general, de frecuencias de radio y televisión son dos desafíos
indispensables para una efectiva comunicación para el desarrollo en Ecuador.
2
El artículo 64 del informe de mayoría que se debatirá próximamente en la Asamblea Nacional habla de reservar para el sector
comunitario el 33% de las “frecuencias disponibles”. Con este adjetivo, se convierte en un problema técnico lo que la Constitución
garantiza como un derecho humano. Para colmo, como muy poco espectro queda ya disponible, el sector comunitario podrá quedarse
con la tercera parte de lo sobrante.