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Voluntades anticipadas

17.02.11 - 00:07 -
AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA |

El Centro de Investigación Príncipe Felipe acogió el pasado martes una jornada


sobre las voluntades anticipadas, tenía como finalidad presentar la Guía
elaborada por la Consellería de Sanidad para ejercer el derecho a expresar
preferencias ante la posible aplicación o cese de tratamientos de soporte vital en
situaciones críticas (reanimación cardiorespiratoria, conexión a respirador
mecánico, nutrición e hidratación artificiales, etc.). Una guía que organiza lo que
antes llamaban testamento vital y evitaba situaciones desproporcionadas de
encarnizamiento terapéutico.

La jornada no se limitó a presentar la Guía como herramienta que la


administración ha puesto al servicio de los ciudadanos sino a presentar los
problemas que tienen los profesionales sanitarios cuando nos acompañan en el
proceso de morir. Un proceso cada vez más tecnificado donde los profesionales
sanitarios disponen de mayores recursos terapeúticos para mantener vivo al
paciente y donde las familias se ven obligadas a tomar decisiones en contextos de
incertidumbre, angustia y estrés emocional sin tener garantías de acertar en su
decisión. Decisiones sobre las que gravita una espiral de silencio que dificulta
hablar con prudencia asertiva sobre el morir y que convierte en tabú la necesidad
de aprender a decir adios a la vida. Decisiones complejas donde descubrimos que
ni el sistema educativo ni la cultura dominante nos han entrenado para lo que los
egipcios llamaban gran viaje.

Aunque algunos han interpetado la existencia de estas guías como un primer paso
que abre las puertas para que los legisladores se planteen abiertamente la
eutanasia porque legitima la colaboración de los profesionales sanitarios, en
realidad se trata de un primer paso para que ciudadanos, profesionales y
administraciones públicas deliberen conjuntamente sobre los fines de la medicina
en sistemas sanitarios que tienden perversamente a la despersonalización y a la
deshumanización.

El documento de voluntades anticipadas no es para decidir quién y cómo debe


ayudarnos a morir, tampoco para exonerar de responsabilidad a nadie. Los
ciudadanos no podemos pedir a los profesionales que vayan contra las buenas
prácticas de su profesión, de su código deontológico y sobre todo, contra las
metas de la medicina. Pedimos que se cuente con nuestros valores porque lo que
está en juego no es el éxito de un tratamiento sino el sentido de nuestra vida.
Aunque no seamos los intérpretes de las últimas notas de nuestra la sinfonía vital,
al menos ahora nos dejarán escribir la partitura.

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