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EL ESPÍRITU
SANTTO
LIBRO BREVE O
COMPENDIO
Compendiador: Dr. Héctor Guiscafré
Gallardo
DICIEMBRE DEL 2010
Introducción:
“La vida cristiana es esencialmente amor.
El amor que el Espíritu Santo derrama
en las almas, en forma de virtudes
y dones”.
Mons. Luis María Martínez
Para ti, que no tienes tiempo o hábito de leer libros tan extensos
me he permitido hacer un compendio del libro y he logrado
reducir de 475 a 50 páginas. El 99% del escrito es original del
autor, de Mons. Martínez, yo sólo he escogido los párrafos que
me han parecido más importantes, específicos del tema y no
repetitivos o redundantes y he escrito pequeñas frases para
darle ilación.
El compendiador:
Héctor Guiscafré Gallardo
Parte I
1. LA VERDADERA DEVOCIÓN AL ESPÍRITU SANTO.
1 Ga 2,20
2 2 Co 2,18.
El primero es santificador por esencia, porque es Dios, la
santidad infinita, porque es el Amor personal que consuma, por
decirlo así, la santidad de Dios, consumando su Vida y su
Unidad y porque a Él corresponde participar a las almas el
misterio de aquella santidad. La Virgen María es tan solo
cooperadora, pero instrumento indispensable en los designios
de Dios. Del influjo material que tuvo María en el cuerpo real de
Cristo se deriva el influjo que tiene en ese cuerpo místico de
Jesús. Que en todos los siglos se va formando hasta que al fin
de los tiempos se eleve a los cielos, bello y esplendido,
consumado y glorioso.
Pero los dos –El Espíritu Santo y María- son los indispensables
artífices de Jesús, los imprescindibles santificadores de las
almas.
Cualquier santo del cielo puede cooperar a la santificación de un
alma; pero su cooperación ni es necesaria, ni profunda, ni
constante; en tanto que la cooperación de esos dos artífices de
Jesús, de quien venimos hablando, es tan necesaria, que sin
ellas las almas no se santifican, dados los actúales designios de
Dios. Esta cooperación es tan íntima que llega hasta las
profundidades del alma; pues el Espíritu Santo derrama la
caridad en nuestros corazones. Hace de nuestra alma un templo
y dirige nuestra vida espiritual por medio de sus dones. La
Virgen María tiene eficaz influjo de medianera en las más
hondas y delicadas operaciones de la Gracia en nuestras almas.
Por esto la primera relación que tiene el Espíritu Santo con las
almas es la de ser el dulce huésped de ellas. Como invoca la
Iglesia al Espíritu Santo en la prosa inspirada de la Misa de
Pentecostés. Mas quiero llamar la atención sobre el hecho de
que la Santa Escritura atribuye de manera espiritual esta
habitación de las almas al Espíritu Santo.
7 Q.XXXVIII,a.1.
al gozo de Dios.
Esta es precisamente la obra del Espíritu Santo en las almas:
desarrollarlas hasta su santa madurez, hasta la plenitud
dichosa. Desarrollar ese germen de amor que Él mismo depositó
en las almas.
La vida espiritual es la mutua posesión de Dios y del alma, que
es esencialmente su mutuo amor. Cuando el Espíritu Santo llega
a poseer plenamente un alma y ésta logra poseer plenamente el
Don de Dios; esa es la unión, esa es la perfección, esa es la
santidad.
Entonces Dios obra en el alma como se obra en lo que nos
pertenece por completo, y el alma goza de Dios, con la
confianza, con la libertad y con la dulce intimidad con que
disponemos de lo nuestro.
¡Oh! Los dones del Espíritu Santo han sido tan olvidados como
el mismo divino espíritu. Muchos piensan demasiado en la obra
del hombre y poco, muy poco, en la obra de Dios. Exaltan las
virtudes, lo cual es justísimo; PERO SE OLVIDAN DE LOS DONES,
lo cual es torpeza e ingratitud. El recordarlo, además, ayuda
mucho a la humildad, pues nos hace ver que por buenos que
seamos, es obra principalmente del Espíritu Santo en nosotros y
nuestro mérito es insignificante.
Ser devoto del Espíritu Santo es abrir el alma para que la habite,
dilatar nuestro corazón para que lo unja en su caridad divina,
poner en sus manos el bloque informe de nuestras miserias
para que forme en él la divina imagen de Jesús.
1.8.2 La Fe.
1.8.4 La Caridad
Así como el amor humano, por la unión que produce en los que
se aman, hace que el uno identifique las intimidades del otro y
adivine, en cierta manera, sus ocultos sentimientos. Así el amor
divino, produce ese maravilloso sentido de lo divino que se
muestra en las intuiciones de los santos. Uno de los gozos más
intensos y delicados del amor es precisamente ese abandono a
las disposiciones y a la acción del amado. Esa dulce esclavitud
que hace que el alma pierda su propia soberanía para
entregarse a la del amado. Amar es desaparecer, borrarse,
anonadarse, para que se realice nuestra transformación en el
amado, para fundirse en su magnífica unidad.
Ese dulce abandono a todos los movimientos del amor es, a mi
juicio, el rasgo más característico de nuestro verdadero amor al
Espíritu Santo. Amar a este divino Espíritu es dejarnos arrastrar
por Él, como la pluma es arrastrada por el viento, como la rama
seca se deja poseer por el fuego; dejarnos animar por Él como
las cuerdas de una lira maravillosa, la cual toca sensible y
magníficamente por la inspiración del artista que la hace vibrar.
Los grados de ese abandono no son únicamente los grados del
amor, sino los grados de la perfección cristiana11.
El alma que con divina perfección se abandonó al Espíritu Santo
como ninguna otra lo ha hecho, fue al alma de Jesucristo y
nunca comprenderemos a que abismos de dolor fue conducida
por el Espíritu Santo.
El sacrificio del Calvario ha sido el supremo abandono al Espíritu
Santo de alma alguna. “Qui per Spiritum Sanctum semetipsum
obtulit immaculatum Deo”12
11 Estos grados no los especifica el autor. Para estudiarlos consúltese el libro “El alma de todo
apostolado” de Chautard J.B. Editora de Revistas S.A. de C.V. Mexico.1984, pags. 201 -204. Ahí se
presenta la ESCALA de los nueve estados espirituales del alma: desde el pecador contumaz hasta la
perfección consumada, la cual es my poco común. Nos parece que a los tres grados de perfección a los
que se refiere el Obispo Luis María Martínez son el estado de PIEDAD FIRME (quinto escalón), el
estado de FERVOR (sexto escalón) y el estado de PERFECCIÓN RELATIVA (séptimo escalón): En
el primer estado no hay pecado mortal, se combate el pecado venial, hay fidelidad a la oración, pero
todavía no se lucha contra las imperfecciones. En el segundo estado el alma no comete pecados
veniales deliberados. Combate las imperfecciones y tiene oración mental prolongada. En el tercer
estado: No tiene imperfecciones admitidas, su vida es una oración constante y tiene sed de
desprendimiento, de renunciación y de Cielo.
12 “Quien (Jesús) por el Espíritu Santo se ofreció a sí mismo, inmaculado a Dios.”
1.10 El Espíritu Santo nos impulsa a realizar o aceptar la
voluntad del Padre.
1. La adoración
2. El amor filial, respetuoso y tierno
3. Cumplir siempre su voluntad.
1.11 La cruz.
La cruz de Cristo es la clave de la obra grandiosa de Dios, el
secreto de su unidad y belleza, el principio coordinador del
mundo y de la historia, del tiempo y de la eternidad.
Por eso el sueño amoroso de Jesús durante su vida mortal fue la
Cruz y la anhelaba como se anhela la dicha, como se busca la
plenitud. Como sólo su corazón de hombre-Dios podía anhelar el
colmo de sus aspiraciones infinitas:
17 Lc 12, 50.
vida cristiana es la participación mística del sacrificio de Jesús
en cada alma. Sí, me atreveré a decir lo siguiente: Hay una Misa
íntima y espiritual que cada alma debe celebrar en su interior
como participación del Sacerdocio Regio del que nos habla el
apóstol San Pedro18
Toda alma debe aspirar al martirio, debe tener la cruz como el
centro de su vida y la meta de sus aspiraciones.
El Espíritu Santo va, poco a poco, encendiendo en las almas un
amor ardiente y apasionado al sufrimiento.
El cristiano no aprende a amar el dolor, lo ama sólo cuando lo
ve transfigurado en amor. Y esa transfiguración de dolor en
amor solamente la ha hecho Jesús en la Cruz. Por ello para
amar la Cruz es indispensable ver en ella a Jesús, sentir la dulce
y fuerte atracción que ejerce sobre los corazones. “Cuando
fuere levantado de la tierra atraeré a Mi todas las cosas” 19
18 1Pe 2, 9.
19 I Co 2, 4.
1.12 Recapitulación o resumen sobre la
Parte I, la verdadera devoción al Espíritu
Santo.
Nuestro pensamiento principal ha sido exhortar a las almas para
que le den al Espíritu Santo, en la vida espiritual, el lugar que le
corresponde según las enseñanzas dogmáticas.
No es este divino Espíritu una ayuda poderosa y eficaz pero
accidental y secundaria para la perfección; sino que es el
Santificador de las almas, la fuente de todas las gracias y el
centro de la vida espiritual. Por tanto, la devoción al Espíritu
Santo es algo esencial y profundo que deben comprender y vivir
todas las almas y más especialmente aquellas que buscan la
perfección.
El Espíritu Santo es huésped dulcísimo del alma. Es su íntimo y
verdadero director. Es el don de Dios por excelencia y el primer
don. Es la fuente de todos los otros dones.
Su obra santificadora es la de formar a las almas como Jesús,
hacerlas parecerse lo más posible a Jesús, realizando de esta
suerte en ellas el ideal del Padre.
El Espíritu Santo toma posesión en el alma sin tomar en cuenta
la voluntad de ésta, por eso es un don. Más para el resultado de
su acción requiere siempre de la cooperación del alma. Cuanto
más intensa sea su cooperación, más perfectas serán las
operaciones en el alma. Esta constante y amorosa cooperación
con Él es lo que se considera la verdadera devoción al Espíritu
Santo. Esa entrega al Espíritu Santo debe ser total, definitiva y
perpetua, una verdadera consagración.
Nuestra alma debe arrojar de sí todos los afectos terrenos y
todos los ídolos falsos para permitir que el Paráclito inunde en
forma total nuestro corazón.
Las virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad, tiene un
mayor peso para nuestra santificación que los dones del Espíritu
Santo pues son virtudes sobrenaturales que relacionan
directamente a las almas con su Creador. Sin embargo; hay un
efecto sinérgico entre ambas. Así, la Fe nos descubre al Espíritu
Santo, la Esperanza nos pone en comunión con su fuerza divina,
más la Caridad es la que nos enlaza íntimamente con Él y nos
funde, por así decirlo, en estrecho abrazo.
El amor que tiene por término al Espíritu Santo es un amor de
docilidad suavísima, de entrega plena, de perfecto abandono, es
un amor por el cual el alma se deja poseer y se entrega con
amorosa fidelidad a la acción del director divino.
Esa docilidad exige silencio para escuchar la voz del Espíritu.
Pureza para comprender el sentido de sus palaras, abandono
para dejarse llevar por Él y espíritu de sacrificio ya que
siempre la paloma tiende a volar hacia la cruz.
Pero dejarse poseer no es la fórmula completa. Este amor pide
también poseer al mismo Espíritu porque es el Don de Dios. Por
ello todo el amor al Espíritu Santo se encierra en esta fórmula:
poseerlo y dejarse poseer por Él.
Los amorosos designios del Espíritu Santo en la santificación de
las almas, aunque muy diversos –porque cada alma es, en cierta
manera, única en su camino y en su misión- tienen todos unidad
divina, porque el Espíritu Santo trata siempre de que cada alma
se vaya modelando para parecerse a Jesús y así complacer al
Padre.
La devoción al Espíritu Santo está muy entrelazada con las
devociones al Verbo y al Padre. Por el hijo vamos al Padre y por
el Espíritu Santo al hijo y el Espíritu Santo proviene del Padre.
(el ciclo divino).
Es por lo tanto natural que la devoción al Espíritu Santo esté
más ligada a la devoción al Verbo. Y estas dos devociones
encuentran su coronamiento en la devoción al Padre.
La devoción al Padre se caracteriza por tres cosas: una profunda
adoración, un amor filial tiernísimo y un anhelo vehemente de
cumplir con su voluntad. Así amó Jesús al Padre aquí en la tierra
y así debemos amarlo nosotros.
Estas tres formas de devoción al Padre llevan a la cumbre del
Calvario, porque la excelsa forma de devoción al Padre fue la
Cruz. Es por consiguiente la Cruz -símbolo supremo de amor y
de dolor- la consumación de la devoción al Padre, al hijo y al
Espíritu Santo, y por lo tanto de la vida cristiana y de la
perfección.
La consumación del amor en la tierra se realiza en la Cruz. En el
Cielo, se consuma, en el Seno de Dios.
Parte II
LOS SIETE DONES DEL
ESPÍRITU SANTO.
Sabiduría, Entendimiento, Ciencia, Consejo,
Piedad, Fortaleza y Temor de Dios.
Sabemos bien que aún cuando todas las obras exteriores las
realizan las tres Divinas Personas; sin embargo, con fundamento
en la Escritura y la tradición, los teólogos apropian a cada una
de Ellas aquellas operaciones que por sus características son
más propias de aquella Divina Persona. De esta manera al
Padre se le atribuye la creación, al Hijo, la redención y al
Espíritu Santo la santificación de las almas.
21 2 Co 3,18
A la luz del don de sabiduría, ¡Es tan bella la Cruz! ¡Es tan dulce
el dolor! Que, donde está el dolor está la Cruz y en donde está
la Cruz está el amor y donde está el amor está la perfecta
alegría, la felicidad eterna.
En los altos grados del don de Sabiduría, las almas viven como
una vida celestial. Ya no quieren ver las cosas de la tierra. Ya
todo lo ven en relación a la futura Patria. Esas almas comienzan
a contemplar desde esta vida algo de Dios; miran tosas las
cosas con los ojos del amado y contemplan el universo desde la
excelsa atalaya de la divinidad.
TABLA II “los siete dones del Espíritu Santo, sus efectos y sus
relaciones con las virtudes”
22 Ga 5,22-23 35
miles de santos la testifican, el dolor con alegría y no cualquier
alegría sino la perfecta alegría.
Tales son los consuelos que nos da el Espíritu Santo. Nos da el
consuelo de la libertad (no estar atado a las criaturas), de la
unión (con Dios), de la esperanza (en todo lo que Dios nos ha
prometido) y finalmente el consuelo que hemos revisado, el
consuelo del dolor.
Con la Gracia, las virtudes y los dones tenemos todo lo
necesario para vivir cristianamente y salvarnos. Más cuando
esa semilla (las gracias, las virtudes y os dones) alcanzan cierta
madurez aquí en la tierra, Dios dispuso, por su generosidad
infinita, que empecemos a tener un poco de cielo en esta vida y
así, se nos dan los frutos del Espíritu Santo.
23 Jn 15,11
3.3 Paciencia y Longanimidad. Cuarto y quinto fruto.
Esos gozos divinos del Espíritu Santo, al mismo tiempo que son
consuelos que fortifican el alma son también como brisas de la
Patria celestial que llegan al destierro para orear nuestra
mente y embalsamar nuestro espíritu con el perfume exquisito
del cielo.
TABLA III
LOS DOCE FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO: CONSUELO ESPECÍFICO Y
NIVEL DE ACCIÓN
FRUTO RANG CONSUELO ESPECÍFICO NIVEL DE ACCIÓN Y
O ORDEN DEL ALMA
CARIDAD 1° Gozo, delectación exquisita Parte superior del alma.
Orden del alma respecto al
amor.
GOZO 2° Dicha, gozo
PAZ 3° Paz exquisita y sobrenatural
PACIENCIA 4° Gozo en el dolor Orden del alma respecto a
los males
LONGANIMIDA 5° Gozo en esperar
D
BONDAD 6° Satisfacción por anhelar ser Orden del alma respecto a
bondadoso las relaciones con los
demás en cuanto a sus
bienes
BENIGNIDAD 7° Satisfacción por ser bondadoso
MANSEDUMB 8° Gozo por controlar la ira, Orden del alma respecto a
RE dulzura por ser manso las relaciones con los
demás en cuanto a sus
males
LEALTAD (Fe) 9° Gozo por ser leal y fiel con las
criaturas
MODESTIA 10° Gozo por ser modesto (exterior) Parte inferior del alma.
Ordenar nuestras
relaciones con las criaturas
inferiores: riquezas,
placeres, honores. etc.
CONTINENCIA 11° Gozo por ser libre de las
criaturas
CASTIDAD 12° Gozo por ser soberano de su
cuerpo
(interior)
Parte IV
LAS OCHO
BIENAVENTURANZAS
4.1 Aspectos generales:
24 Mt 19,21
reino de los cielos”
25 Jn 1,5.
inmenso vacío y una honda herida de amor.
La séptima bienaventuranza ES LA CUMBRE DEL AMOR. El
don de entendimiento acrecentó sin medida la caridad. Ahora
con el don de Sabiduría surge una nueva luz en la tierra.
EL don de Sabiduría rige, en cierta manera, todos los dones;
al igual que la caridad rige todas las virtudes. Desde la
primera bienaventuranza fue necesario el don de Sabiduría
que dirige al don de Temor de Dios, principal don que influye
en ésta; hasta la séptima bienaventuranza, en la que juega el
papel principal siendo como es, el faro espléndido e
indispensable para la contemplación.
Existen dos maneras de conocer las cosas. Una, por
explicaciones y teorías, otra por una experiencia íntima. Se
nos puede explicar mil veces que es el amor, pero las mejores
explicaciones y teorías no igualarán jamás a la íntima
enseñanza que nos da el amor mismo.
Ahora bien, para ser pacíficos no basta vivir en dulce
concordia con nuestros hermanos, es indispensable que todos
los anhelos del alma se dirijan a querer esa paz, basada en la
propia voluntad y en el amor de Dios. Es característico de
quien ama tener la paz, pero lo que produce la paz
verdaderamente es la sabiduría.
ÍNDICE TEMÁTICO
Página
Prólogo________________________________________________3
Introducción____________________________________________5
Parte I. La verdadera devoción al Espíritu Santo
1.1 Mirada de conjunto____________________________7
1.2 El dulcísimo huésped del alma___________________8
1.3 El Director supremo____________________________9
1.4 El don de Dios________________________________ 10
1.5 El ciclo Divino_________________________________13
1.6 La moción del Espíritu Santo por los dones________14
1.7 La correspondencia del alma al Paráclito_________15
1.8 Ejercicio de las virtudes teologales:_______________16
1.8.1 Aspectos generales_____________________16
1.8.2 La Fe_________________________________16
1.8.3 La Esperanza__________________________17
1.8.4 La Caridad____________________________17
1.9 Seguir las inspiraciones del Espíritu Santo_________18
1.10Que se haga la voluntad del Padre______________19
1.11La Cruz______________________________________20
1.12Recapitulación de la primera parte______________22
Índice temático_______________________________55
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