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KANT:....................................................................................................................................................................2
LA IDEA DE LIBERTAD COMO RA═Z DEL JUICIO EST╔TICO...........................................................2
┐LO SUBLIME ES BELLO?........................................................................................................................20
VUELTA A LO NATURAL MEDIANTE LO DESMESURADO: EL GENIO..........................................30
IDEALISMO Y ROMANTICISMO...................................................................................................................40
COMIENZOS....................................................................................................................40
SCHELLING: EL PODER DE LA NATURALEZA....................................................................................55
LA EST╔TICA DE HEGEL:.........................................................................................................................73
RETORNO DEL HIATO ENTRE FINITO E INFINITO........................................................................74
HEGEL Y SCHILLER...........................................................................................................................109
HEGEL Y HÍLDERLIN:........................................................................................................................126
VIGOR PO╔TICO DE LA FILOSOF═A........................................................................................126
M┴S ALL┴ DE LO CL┴SICO........................................................................................................136
LA CLAVE ES TR┴GICA...............................................................................................................144
BIBLIOGRAF═A SECUNDARIA SOBRE LA EST╔TICA DE KANT.......................................................163
BIBLIOGRAF═A SECUNDARIA SOBRE IDEALISMO Y ROMANTICISMO.........................................167
KANT:
ESTÉTICO
41 Ibid., p. 349.
42 Sobre esto y lo que sigue, cf. ibid., p. 355ss.
vista que la Crítica sobre lo estético de Kant, publicada en
1790, es contemporánea a este movimiento (ya aludimos
al entusiasmo que despertó en el joven Goethe). Las
teorías sobre el genio encontraron un suelo más propicio
en el pensamiento alemán que no en el inglés, más bien
de orientación empirista. El pensamiento alemán había
sido marcado, fuertemente, por el pansiquismo y
racionalismo de Leibniz. Como ya hemos desarrollado, de
este tronco habría surgido la savia que nutre la nueva
disciplina estética. Y esta savia sigue aportando vida a
otras concepciones estéticas que van mucho más allá de
las señaladamente escolásticas de Baumgarten. Ya hemos
subrayado, desde los orígenes de este trabajo, el
importantísimo papel de las petites percepcions
leibnizianas en la experiencia estética: las percepciones
de todas y cada una de las mónadas, son, de suyo,
"espejo viviente de todo el universo", pero sólo algunas
de esta masa infinita de percepciones del alma humana
son "apercibidas" y arriban a la conciencia. La riqueza ya
estaba, ciertamente, allí, en esa realidad eminentemente
especular ocupada con infinidad de percepciones, que
además de abarcar espacialmente todo el universo,
también abarca toda la duración temporal: captan, de
algún modo, el pasado, el presente y el futuro.43 De modo
que la teoría del genio natural ya tiene bastante donde
fundarse sin salir de la mónada humana, cerrada y "sin
43 Monadología, & 56, 61, 63.
ventanas", como, por otro lado, todas las mónadas del
universo. Algunas, especialmente ricas, de esa infinidad
de percepciones que llenan incesantemente la mente
humana emergen y son traducidas al lenguaje del arte.
Esto es entendido, con ayuda de las nuevas teorías
organicistas, por autores, por ejemplo, como Sulzer (en su
Teoría general de las Bellas Artes) como si se tratase de
un infinito número de semillas que atesora la mente,
donde algunas brotan y maduran espontáneamente, sin
intención de la voluntad.44 Se va imponiendo la
concepción organicista del proceso artístico, no sin la
colaboración de pensadores como Herder, cuyas teorías
hay que tener en cuenta para entender la obra estética
de Kant, y, naturalmente, de Goethe. Este traslado al
misterioso recinto de la mente humana de aquellos
arrobos de la otrora divina inspiración, y el ver en ella -en
su versión genial- un vástago favorito de la naturaleza, va
a tener hondas consecuencias en el pensamiento de la
época romántica, llevando tanto a la absolutización del yo
como de la naturaleza.
Por ahora quedémonos en Kant, amante de las paradojas
y de los enigmas, al oscilar entre la supremacía de la
naturaleza, o bien del arte. Por un lado, como acabamos
de ver, hasta la finalidad (Zweckmässigkeit) que se
considera intrínseca a la naturaleza -sobre todo la
naturaleza viva- es vista como una proyección de la
44 Abrams, loc. cit., p. 359.
mirada ┤artística` (en el sentido amplio del término
┤arte`) del espíritu humano sobre la misma; la
consideramos "según la analogía de nuestra propia
causalidad conforme a fines": la belleza de algo vivo sería
la representación (Vorstellung) bella que la misma
naturaleza, en cuanto arte, hace. Por otro, sin embargo,
topamos con el firme empeño del filósofo en fundar el
mismo origen del arte -el genio- como fuerza natural, si
bien desatada y excepcional, pero natural, al fin y al cabo,
que conculca leyes y reglas establecidas en el propio
arte, estatuyendo, ejemplarmente, otras, o cambiando el
modo de las antiguas, con la autoridad de la naturaleza:
sería ella misma la que da reglas al arte, cuando éste se
las da a sí mismo. Y " el arte es arte en cuanto parece ser,
al mismo tiempo, naturaleza".45 El criticismo kantiano se
encuentra, en medio de estas paradojas, en su elemento.
45 & 45.
IDEALISMO Y ROMANTICISMO
COMIENZOS
0
100
Cf., al respecto, P. Szondi, op. cit., p. 218.
te, a la palabra -más que poética, filosófica- adonde
apunta el arte mediante su autosuperación (la Aufhebung
dialéctica, que implica tanto supresión como elevación y
conservación): más allá del arte, más allá del mundo, a
ese ámbito fronterizo donde el espíritu diría su palabra
esencial. Aquel hiato de finito e infinito de la forma
simbólica que retorna, dolorosamente, en la modernidad
posclásica, ahora tendría carácter definitivo: queda
asentada una vía de "interioridad absoluta"101, después de
la época del arte clásico, donde concordaba,insupera-
blemente, espíritu y naturaleza, contenido y forma. El
cenit del arte, de acuerdo con la época, lo veía Hegel en
el período clásico, con la cumbre de la escultura, la épica
y la tragedia. He aquí el paradigma de toda belleza y
perfección, y hasta de la conciliación -lograda en el
terreno estético -adonde apunta su propia filosofía-.
Ciertamente, algo pasado, y que no volverá de ese modo,
pero sigue en pie la importancia del modelo estético
-pasado- para el futuro al que tiende su pensamiento.102
Con todo, Hegel sigue entreviendo, incluso en la suprema
serenidad y belleza de la representación de los dioses
griegos, el conflicto y la lucha entre lo espiritual y lo
1
101
Ibid., I, p. 500, "Introducción" (2) a la "Forma
artística romántica".
2
102
Cf. Szondi, p. 274. De ser esto verdad, corrobora-
ría la importancia del enfoque hecho en este trabajo con
otros grandes pensamientos, como el platónico, el
aristotélico o el plotiniano, por un lado -de ningún modo
inesencial- estético, en el sentido amplio del término.
corporal: ese "conflicto entre la sublimidad feliz, que es
un estar en sí espiritual, y [...] su belleza, que es exterior
y corporal."103
clásica".
pasional -en la épica o la tragedia-, van imbricados los
intereses de la colectividad, las leyes, el derecho, el
destino general. Pero esa individualidad heroica y
divinizada, rebosante de significado general, al final se
quedará desheredada, en el nuevo individuo,
insignificante e impotente, de la modernidad. La Moira, el
Destino, que atenaza al hombre, tenía poder sobre los
mismos dioses. Anmenaza al propio Zeus. Así, Prometeo,
el titán benefactor de la humanidad, indómito en su
tormento, es sabedor, según Esquilo, de una profecía que
se puede volver contra el mismo dios de los dioses,
referente al hijo que tendrá Thetis, cortejada por Zeus, y
que le podría destronar (finalmente aquélla tendrá a su
hijo, Aquiles, no de Zeus, sino de Peleo, simple rey de
Tesalia). Igualmente, en la Ilíada se relata que el dios no
pudo torcer el destino que había decidido la muerte en
combate de su hijo Sarpedón, teniendo que asistir
impotente a su muerte. La individualidad de los dioses
parece, pues, traer adheridas consigo, se quiera o no,
determinadas características humanas, como si
realmente no pudiera haber más individuo que el
humano, inmerso, de suyo, en lo contingente y efímero.
Si "la religión griega es la religión misma del arte", en las
épocas posclásicas no se podrá decir lo mismo. Se inicia
una dinámica de afirmación de la interioridad, que no
casa ya con la exterior sensible, con su ┤e¯dos` artístico.
Por mucho que el Dios de este arte posclásico -que Hegel
llama "romántico"- sea, en Occidente, fundamentalmente,
por activa o por pasiva, el cristiano (Dios encarnado), hay
una escisión entre el espíritu interior y la carne exterior,
maltratada ésta, vilipendidada, martirizada. Pese al
recurso, a posteriori, a la transfiguración, la resurrección
de la carne, ya deshecha y muerta. Y ése será el modelo
para todo espíritu, que sufre de finitud y siente la carne
lacerada, sin sentirse a gusto en el propio cuerpo. Con tal
historia de sufrimiento y envilecimiento corporal del Dios
encarnado, no ha lugar hablar de aquella forma del arte
en que "lo espiritual [...] idealizaba lo natural [...] y hacía
de ello la realidad adecuada del espíritu en su indivi-
dualidad sustancial misma. [...] Nada puede ser ni devenir
más bello".105 Había en aquel arte -y hay, por extensión,
en todo arte- una penetración de la materia por el
espíritu, de lo humano por lo divino, de lo finito por lo
infinito que lo hace luminoso, hasta el punto de que
-como dirá Rilke en su poema sobre un torso arcaico y sin
cabeza de Apolo- "no hay lugar allí que no te vea"; como
un "Argos de mil ojos", dirá Hegel. "Ha de afirmarse del
arte que éste transforma toda figura, en todos los puntos
de la superficie visible, en ojo [...]."106 Pese a esto, el
5
105
Ibid., I, p. 498, al comienzo de la "Introducción" de
"La forma artística romántica".
6
106
Ibid., vol. I, p. 155, al principio del cap. 3║ de "La
idea de lo bello artístico o el ideal".
filósofo nos hace saber que en aquellas perfectas
esculturas se escapaba, por fuerza, lo que constituye
esencialmente al espíritu, transcendente, el cual no se
deja atrapar del todo en ninguna figura, siendo su interior
inexteriorizable: "a las formas escultóricas les falta la
expresión del alma simple, la luz del ojo. [...] Son
ciegas."107 Todo en aquellas excelsas obras de arte sería
ojo, pero, al mismo tiempo, paradójicamente, carecerían
del ojo que incumbe exclusivamente al alma interior, que
desdeña la carne como vehículo suyo. Será ahora, en la
"negatividad infinita" del espíritu que se repliega sobre sí
mismo de lo posclásico (┤romántico`), donde se
establezca otro canal de comunicación, de espíritu a
espíritu -en último término, del espíritu humano con el
divino-, más allá, eso sí, tendencialmente, de lo que se
dice arte. Se entra -lo destacamos de nuevo- en una
"proceso de negatividad" , "como derrota de la finitud y
de la inmediatez de su apariencia humana".108
0
110
Ibid., p. 506, "Introducción" (3b) de "La forma
artística romántica".
habría perdido su carácter de revelación. Ahora bien,
aunque Hegel vea en el arte algo sobrepasado por la
nueva religión y la nueva filosofía, que serían canales más
apropiados para la manifestación del espíritu, nosotros
nos podemos quedar con ese momento de escisión de
espíritu y naturaleza, idea y forma sensible, que el filósofo
subraya como típica del arte "romántico", y que,
remontándose más allá del arte clásico, habría sido
característica ya, en cierto modo, de la forma simbólica
del arte.111 La belleza, externa e interna a la vez, que
consiguió plasmar el arte clásico, ahora sería, más bien,
interna y, no pocas veces, ésta, en discordia con la
externa, se expresa mediante algo feo. Lo bello exterior,
precario, contingente, abandonado a su suerte, tendría
ahora, paradójicamente, una autonomía -de cosa
pequeña, ciertamente- que antes no tenía. Hegel, en
consonancia con su método dialéctico, donde siempre
asoman dos momentos antitéticos, señala, más o menos
explícitamente, el doble rumbo del arte posclásico: "el
arte romántico [...] permite a todo y cualquier material,
desde flores, árboles hasta los más ordinarios utensilios
domésticos, [...] entrar sin obstáculos en la
representación."112 Todo ello ya no podría, en propiedad,
expresar la interioridad; más bien deja patente su
1
111
Cf. P. Szondi, op. cit., p. 245.
2
112
Ibid., vol. I, p. 508, "Introducción" (3) de "La forma
artística romántica". También Szondi, ibid.
existencia caduca, su carácter efímero, su propia
condición insatisfactoria. Con toda esa autonomía
conseguida por su desvinculación del espíritu, la
representación de esas cosas, que el mismo espíritu,
ciertamente, hace, debe remitir a su autor, recibiendo,
justamente, su valor, cuando, pese a estar aquello
alejado del espíritu, apunta hacia él, señala en dirección a
esa "intimidad" espiritual, a solas consigo misma. Esto se
podría expresar refiriéndonos, en el sentido del filósofo, al
lirismo y musicalidad como "rasgo fundamental" de este
arte. Es bien sabido que si Hegel veía en lo plástico,
especialmente la escultura, la forma artística clásica por
excelencia (en poesía la épica y la tragedia), el arte
posclásico o "romántico" encontraría, más bien, su
realización en la música y la lírica (y, en las artes
plásticas, la pintura, en cuanto obra de arte
esencialmente "lírica"). Por la vertiente propiamente
romántica -o neorromántica- y la realista iría discurriendo,
ora por una, ora por otra, el camino del arte en épocas de
desgarramiento y escisión; sería la misma trayectoria, y
hasta un mismo autor se inclina, en distintas fases de su
vida, hacia un lado o hacia otro. Tire por donde tire, en
esa época, que todavía dura (┐y cuánto durará aún?) de
"disolución de la forma artística romántica", es el sujeto
que ha dejado de ser un héroe o un semidiós
representante de la comunidad quien está detrás;
ahogado en el marco de la vida cotidiana, reducida y
chata, destilando nostalgia, ironía, humor más o menos
sombrío. Aun en el arte más objetivo y realista desborda
por doquier esa apabullante subjetividad, que no puede
encontrar reposo ni conciliarse con lo externo mediante la
representación artística. Se le ha destinado otra vía, de
religiosidad fundamentalmente interior, muy lejos ya de
aquella "religión del arte" donde éste simbolizara a la
perfección lo absoluto en todo un calidoscopio de
divinidades. Ante la subjetividad de ese espíritu
infinitamente nostálgico -por algo irreparablemente
perdido- e insatisfecho, la objetividad no puede ser sino
"prosaica", representada, artísticamente, a veces hasta
en sus últimos detalles, pero siempre como barrida por
una fría ventisca de inconsolable mutabilidad y
caducidad.113 La conciliación del espíritu ahora no se haría
mediante la representación de la belleza sensible, sino en
la carne maltratada, reprimida, afeada, en una pura
comunicación, abismal, entre el Espíritu divino y el
desolado espíritu humano. Por una vía religiosa, de una
religión para la que el arte no es sino instrumento, e
instrumento, en definitiva, inadecuado. Sigue siendo la
obra de arte, nos diría Hegel, "el espíritu que aparece en
lo sensible"114, pero en ella el espíritu no descansa ya,
3 Ibid., p. 570, Cap. 3║ (3a), "La disolución de la
113
6
116
ibid., vol. II, p. 18, "Introducción" (2).
7
117
Cf. Szondi, p. 265.
especial del mismo: la poesía. A diferencia de esa
vinculación especial de las artes plásticas a sus
respectivos períodos, se trataría, como reitera el filósofo,
de un "arte universal, que participa en igual medida de
todas las formas artísticas".118 Y esto en cuanto la poesía
recapitula, en cierto modo, en sus tres géneros, todo el
desarrollo histórico de las distintas formas artísticas.
Efectivamente, la poesía épica iría asociada a la
escultura, mientras que la poesía lírica estaría empa-
rentada con la pintura, siendo la poesía dramática -la
tragedia en los griegos- la síntesis de ambas.
2
122
Ibid., vol. II, p. 512, cap. 3║, "La poesía", al
comienzo del apartado dedicado a "la poesía dramática"
(C,III).
-empapada de lirismo-, de lo que significaba la escultura
y la épica para los griegos, se tematiza, paradójicamente,
una situación conflictiva que no perdona ni siquiera a esa
misma insuperable perfección formal: la tragedia griega,
modelo preclaro de la Estética clásica, iría más allá de lo
propiamente clásico, incorporando en sí, en su lirismo,
por adelantado, elementos característicos de lo
┤romántico`. Apuntando al futuro, como modelo
inalcanzable, insinuaría ya la cuestionabilidad del mismo
modelo estético como expresión de lo absoluto,
revelación de lo divino, como "religión del arte". Llegando
a la perfección formal, hace problemática su continuidad.
El autodesgarramiento, la autoescisión características del
período ┤romántico`, que pedirá, como respuesta, otra
vía de pensamiento y reflexión, apuntaría ya, en cierto
modo, en la tragedia clásica, en la enemistad a muerte
(entre padres e hijos, o entre hermanos) dentro de la
misma unidad familiar representada.123
El
individuo como nuevo dios del arte En la
"forma artística romántica" seguirá en pie la relación
recíproca que históricamente han mantenido arte,
religión y filosofía, las tres como manifestaciones de lo
Absoluto. O, lo que es lo mismo, del Infinito, o Dios, si se
quiere. Lo que faltará ahora en el arte es la concordancia
4
124
Cit. por H. Heimsoeth, p. 196.
5 Según cita de la 1¬ ed. de Hotho, 2, p. 235, por
125
9
129
Aesthetik, loc. cit., vol. II, p. 346, cap. 3║, "La
poesía" (A,2a).
filósofo en sus lecciones sobre Filosofía de la religión: la
objetividad que la obra de arte exhibiera, como mediación
de la verdad y representación sensible de lo divino, entra
en antagonismo con los derechos absolutos y exclusivos
de representación de la religión revelada. Ya vimos la
querella de las imágenes en el seno del cristianismo,
sobre todo oriental -bajo la iconoclastia de las otras
religiones reveladas del mismo área, el judaísmo y el
islamismo-, que afecta especialmente a la representación
antropomórfica, y que en el protestantismo se reproduce.
El nuevo dios del arte será el individuo, pero resulta difícil
ver en él la "revelación del absoluto", que ahora
reivindica celosamente para sí el cristianismo reformado.
En cualquier caso, sigue siendo esencial, en el ánimo de
Hegel, la referencia de la Estética a la Filosofía de la
religión, como lo manifiesta todavía el año 1820 en Berlín.
Destacamos el hecho de que Hegel no tuviera nada en
contra del desarrollo conjunto, en la misma Vorlesung, de
cuestiones estéticas y de filosofía de la religión, algo nada
insólito, ya desde los tiempos de la Fenomenología.130 A la
religión estuvo vinculado el arte desde sus inicios, y en la
actualidad sufriría su ausencia. Ahora, sin la religión,
habría caído en la "prosa de la vida corriente", y estaría
cada vez más lejos de cumplir su función de mediador de
la verdad. La apariencia, el aspecto, el brillo hermoso
(todo esto significa der schöne Schein) del arte no sería
0
130
Cf. A. Gethmann-Siefert, pp. 252 y 325.
algo meramente sensible, sino que "está en el medio,
entre lo sensible como tal [...] y el pensamiento puro". 131 Y
es justamente "el protestantismo el que ha traído con
más fuerza a la conciencia la no conveniencia del
elemento sensorial".132 Así se habría hecho al arte horro
-lo cual tiene, también, para nosotros, connotaciones
positivas- de su contenido, desligado de aquello a lo que
iba ancestralmente vinculado, convirtiéndose en algo
formal. Algo de lo que se podría acaso prescindir, como
hará, por ejemplo, Rimbaud, puesto que su base sería la
nada -lo humano prescindible-, no ya lo Absoluto.
Desconectado así de las fuentes del ser, ejercerá,
frecuentemente, su poder demoníaco y destructivo sobre
su propio creador. Hay una tensión, una dinámica de
superación del arte -sin que éste quede destruido- que
penetra toda su Estética. Dinámica de autosuperación
que da nervio asimismo a las reflexiones sobre la religión,
la cual tendría, igualmente, que desembocar, dentro de
su sistema, en la Filosofía.
Innerlichkeit".
4
134
Ibid.,p. 500.
distraídos, sonámbulos, enfermizos. No hay conciliación
posible. Ellos mismos se labrarán su ruina.135 El sujeto se
repliega sobre sí mismo, desligándose de lo externo. Nada
exterior que se represente tendrá valor si no expresa su
"intimidad". Queda atrás aquella "infinita quietud y
abismamiento del alma en lo corpóreo" en el arte clásico;
el alma ya no se siente libre inmersa en la pura existencia
(Dasein, ser-ahí) de lo externo. Hasta en las obras de arte
plásticas habría un fundamental elemento "lírico" y
"musical": en ellas, "el espíritu y el alma quieren hablar al
espíritu y al alma.136 En esta fase contemporánea
del arte ┤romántico`, uno de los principios rectores sería
la ironía (de cuya procedencia ya hablamos). Hegel la
percibe, en principio, en la postura del sujeto respecto al
mundo externo, vano como todo lo fáctico ("die Eitelkeit
alles Faktischen), juicio éste que, finalmente, revertiría en
la propia subjetividad, la cual "deviene huera y vacía, y
vana ella misma." En último término, lo que domina es el
vacío y la irrealidad de una "hermosa alma muriendo de
hastío".137 Hegel entiende la ironía romántica, ┤moderna`,
romántica".
6
136
ibid., p. 508, "Introducción" (3c) de "La forma
artística romántica".
7
137
Ibid., vol. I, p. 73, "Einleitung" (III,B3, "La ironía").
La última frase, hermosa, aunque no literal traducción de
nuestra versión alemana, de la Introducción a la
Estética, Península, p. 113.
como "ese ommilateral arte de aniquilación ("diese
allseitige Vernichtungskunst") del individuo.138 Éste,
nostálgico del infinito, desdeñaría contaminarse con lo
finito, rebajarse al nivel de la realidad efectiva, y, así, el
espíritu se autoconsume. Como fue el caso de Hölderlin,
de Kleist y tantos otros románticos.
8
138
Ibid., p. 161, cap. 3║ (A,1) de "La idea de lo bello
artístico o el ideal".
HEGEL Y SCHILLER
9
139
Cf. Gethmann-Siefert, op. cit.,p. 90s.
religión. La nueva teoría estética conducente a la
educación del pueblo viene, en el filósofo, de la mano de
la idea de una "religión del pueblo" (Volksreligion). Esta
vinculación de arte y religión no resulta, en absoluto,
extraña, teniendo en cuenta las circunstancias en que
estaban los tres amigos, estudiando Filosofía y Teología
en un Instituto religioso.140 La cuestión de la
transformación del mundo por una vía de razón y libertad
-los ideales revolucionarios de la época- les seguirá
ocupando durante años. ┐Cómo lograr una educación del
pueblo? Esta problemática se puede percibir, en el caso
de Hölderlin, en sus obras Hyperion y Empedokles. Hegel
aborda ya estas cuestiones en los llamados escritos
┤teológicos`, cuyo contenido fundamental es la crítica de
la religión. Sopesando la presencia o ausencia en ella de
los importantísimos componentes estéticos, que
fomentarían la fantasía popular y servirían para constituir
una especie de mitología de la razón.141 Solamente una
"religión bella", tal como era la mitológica griega, podría
servir de base para el desarrollo de la razón y el progreso
de la libertad. Si ya no es posible revivirla, se impone, al
menos, una crítica de la religión ┤positiva` del presente,
depurando la imaginación fantástica de la misma de
elementos que son un obstáculo para la conjugación de
2
142
Hegel, "Theologische Jugendschriften", ed. por
Nohl, Tubinga, 1907, pp. 99 y 316.
3
143
Cf. Gethmann-Siefert, ibid., p. 102.
4
144
Schiller, Über naive und sentimentalische
Dichtung, Werke, Nationalausgabe, Weimar, 1943ss.,
vol. XX, ,472s.
otras palabras, a algo similar, según él lo entiende: la
"religión bella". Todo ello vendría a significar una
renovación, en las nuevas circunstancias introducidas por
la época de la Ilustración y sus ideales, de los contenidos
de la mitología griega. En ella estribaría, afirmaba
Schiller, el "idilio elíseo", con una divinización de la
naturaleza humana (o humanización de la divina), claro
que mediante la labor fatigosa y la muerte, como en la
apoteosis de Hércules, enaltecido tras haber sido
consumido por las llamas. Éste tuvo que conquistarse la
inmortalidad con su propio esfuerzo. La educación moral
pasaría, según Schiller, por la educación estética, la cual
procura una liberación de las cadenas de lo corpóreo -no
de lo corpóreo, desde luego-. al poner en contacto con la
belleza, como nos asegura en Sobre la educación estética
del hombre: "Con la belleza entramos en el mundo de las
ideas, pero -y esto es importante señalarlo- sin
abandonar por ello el mundo sensorial."145 Y contagiada
de esa belleza del arte estaría lo que él llama "alma
bella", cuyas acciones van mucho más allá del mero
deber, hasta compaginarse con otras inclinaciones que el
ser humano siente en su búsqueda de la felicidad. El
imperativo moral debe integrarse en un más amplio
"imperativo estético", que Körner cita en una carta a
Schiller.146 El arte sería una "introducción a la libertad"
(por decirlo con una expresión de Gadamer). Según la
5
145
Cf. Glaser/Lehmann, op. cit., p. 163 (cursiva mía).
óptica kantiana, habría una escisión, un dualismo entre la
naturaleza de fuera y la otra, "creada" por el espíritu "con
la materia que le proporciona la naturaleza real". Pero el
artista no tiene, para labrar su arte, otra materia que la
que le da la época. "El artista es hijo de su época, es
verdad, pero ay de él si es su alumno o, incluso, su
favorito" -se dice en la carta IX Sobre la educación
estética del hombre-, pues el arte, en su forma, es
atemporal. Si no lo fuere, no sería auténtica creación
artística, sino simplemente un eco de un mundo que se
acaba, igual que el artista; sería mera sombra de una
sombra. El arte es una suerte de ideación: creando,
gustando el arte, entraríamos en el mundo de las ideas.
Palas Atenea, diosa de las artes surgió de la cabeza de
Zeus; éste, a su vez, había destronado a su padre Cronos
(Krónos, pronto confundido con Khrónos, el tiempo), el
tiempo -que se tragaba a sus hijos-, dando lugar a un
nuevo mundo. Es otro mundo, ideal, el que construye el
arte, con el material de éste. La libertad es adonde
apunta el arte schilleriano: "el ser humano, en su fase
física, no hace sino padecer el poder de la naturaleza; se
desembaraza de ese poder en su fase estética, y lo
domina en su fase moral".147 Si bien se trata de una
8
148
Nationalausgabe, XX, p. 383. Cf. P. Szondi, op. cit.,
p. 90.
la "fase estética".149 La única conciliación que, finalmente,
ve como posible Schiller, entre el ámbito de las
necesidades que plantea la realidad y el de la libertad del
espíritu humano (choque, a su vez, de dos necesidades,
como dijimos) es de orden estético: "┐Qué es la vida del
hombre, si le quitáis lo que el arte le ha dado? Un
espectáculo, eternamente repetido, de destrucción. [...] Y
si se saca de nuestra vida lo que sirve a la belleza, no
queda más que necesidad (Bedürfniss), ┐y qué otra cosa
es la necesidad sino una guardia (Verwahrung) ante el
siempre amenazante hundimiento?", escribe Schiller a
Körner.150 Entre el "terrible" reino de las fuerzas de la
naturaleza y el de las leyes de la razón el arte deslizaría
uno nuevo, libre de toda coacción física o moral: un reino
de juego y apariencia. El joven Hegel compartió el
concepto de conciliación schilleriano, que ha de empezar
en el sujeto, si bien se debe traducir, para él, en un
ámbito externo, en la sociedad y en el Estado. Por otra
parte, pese a no tener Schiller, como tampoco Kant, un
criterio muy histórico en el estudio del arte, a diferencia
2
152
Cursiva mía. Cf., al respecto, K. Hamburger,
"Epílogo" de Über die ästhetische Erziehung des
Menschen, Reclam, Stuttgart, 1965.
Grecia clásica, la era dorada de Pericles no significaría, en
absoluto, el momento del mayor "vigor y libertad" del
mundo griego. ┐Qué fuerza tiene, pues, la argumentación
de Schiller en pro de la educación estética? Como hace
Kant, su mentor filosófico, con la libertad, también él ve
en la idea de belleza -dice al final de la carta- una "pura
idea de la razón", y como la libertad en aquél, la belleza
sería "una condición necesaria de la humanidad"; su
búsqueda respondería a una especie de imperativo
categórico que tiene otra fuente que la experiencia: la
naturaleza sensorial-racional humana. Este ir más allá de
la experiencia debe ser una característica esencial del
hombre; "quien no se aventure más allá de la realidad
nunca alcanzará la verdad", se dice el final de la carta
décima. Y en la carta XV se puede leer que postular la
existencia de la humanidad equivale a postular la
existencia de la belleza, entendida ésta como una unión
consumada de materia y espíritu, sensualidad y racionali-
dad, necesidad y libertad, entre la fuerza del destino y del
deber.
La pregunta es que si con el refinamiento del gusto por la
belleza se conseguirá también una mayor altura moral. Ni
la experiencia diaria
ni la historia lo corroboran. Pero no por ello cae nuestro
poeta-filósofo en una valoración pesimista de la cultura y
del arte. Al contrario, sigue convencido del poder
ennoblecedor del gusto estético, si bien el anhelado
Estado ético que aquél deberá contribuir decisivamente a
construir se hace esperar. Por de pronto, Schiller se
conforma con la creación de un Estado estético, más
interior que otra cosa, con una comunidad de almas
delicadas y hermosas. Tampoco esta humanidad
consumada in pectore encuentra su realización. El Reino
ideal es trasladado, platónicamente, a otro ámbito, como
se afirma al final del poema "El ideal y la vida", a
propósito de Alcides (Hércules), ese representante, mitad
divino, mitad humano, del descomunal esfuerzo y trabajo
del hombre sobre la tierra, y que sólo consigue su
apoteosis, como dijimos, tras quedar reducido a cenizas y
liberarse de su parte mortal.153
0
160
Aesthetik, loc. cit., vol.II, cap. 3║ , "Die Poesie"
(C, III, 3c), p. 574ss.
autoafirmar uno solo, sea con actos criminales o actos
excelsos, el destino se vengará, haciendo sentir su mano
en forma de castigo o de una indefinible tristeza.161 Se
podría acaso objetar a Hegel que los dramas de Schiller,
al tematizar el fracaso de una conciliación de las
contradicciones en el plano artístico, apuntan la
necesidad de recurrir al plano real donde las
contradicciones han de ser resueltas. Dejarían patente el
hecho de que los conflictos no pueden resolverse en el
arte, si bien éste prepara los ánimos para verlos como
son y afrontarlos. Las
características del destino del individuo moderno habían
sido expresadas ya por el joven Hegel con estas
profundas palabras: "Mas en el destino reconoce el
hombre su propia vida", no algo ajeno a él, de modo que
suplicar al destino no es sino un "retornar y acercarse a sí
mismo".162 Schiller no ignoraba, ciertamente -y tampoco
sus personajes-, lo que era el destino, como se lo escribe,
tan patéticamente, al príncipe de Augustenburg: "desde
la cuna de mi espíritu hasta ahora, cuando escribo esto,
he luchado con el destino, y fui condenado, desde que sé
1
161
Hegel, Der Begriff der Religion, ed. por G. Lasson,
Leipzig, 1925, p. 272. Cf., sobre este punto y el siguiente,
G. Rohrmoser, op. cit., p. 359-360.
2
162
Hegels theologische Jugendschriften, ed. por H.
Nohl, Tubinga, 1907, p. 282.
valorar la libertad de espíritu, a estar privado de ella."163
HEGEL Y HÖLDERLIN:
VIGOR POÉTICO DE LA FILOSOFÍA
3
163
Glaser/Lohmann, op. cit., p. 159.
su amigo, es Hölderlin quien lleva la voz cantante, y
Hegel quien tiene más que aprender.164 En este año
aparece el primer tomo del Hyperion, donde se repiten,
poéticamente, pensamientos ya esbozados en aquel
documento que se ha dado en llamar El más antiguo
programa de sistema del idealismo alemán, donde parece
que colaboraron, aparte del poeta, Schelling y Hegel allá
por 1795; el redactor del mismo pudo muy bien haber
sido Schelling conservándose en una copia de Hegel.165
Manifiesto casi anarquista, donde se aboga por la
abolición del Estado ("es soll aufhören"), por ser una mera
4
164
Cf., en este punto, el voluminoso estudio de Ch.
Jamme, Ein Ungelehrtes Buch.Die philosophische
Gemeinschaft zwischen Hölderlin und Hegel in Frankfurt
1797-1800, "Hegel-Studien", Beiheft 23, Bouvier Verlag,
Bonn, 1983, p. 150.
O bien las investigaciones de D. Henrich, por ejemplo,
Hölderlin über Urteil und Sein. Eine Studie zur
Entstehunsgeschichte des Idealismus, en "Hölderlin-
Jahrbuch", 14, Tubinga, 1965/1966 o Hegel im Kontext,
Frankfurt a.M., 1971. Sabemos, por testimonios del
medio hermano de Hölderlin o de su gran amigo Sinclair,
de las apasionadas conversaciones de los amigos, en las
que él mismo tomó parte, y que tenían lugar en Frankfurt
o en una pequeña localidad de la montaña, hasta donde
Hegel venía caminando. Cf. O. Pöggeler, Hegel, der
Verfasser des ältesten Systemprogrammes des
deutschen Idealismus, en "Hegel-Studien", Beiheft 4, p.
20.
5 En cuanto a la autoría se discute. Algunos, como
165
7
177
Al principio del fragmento ensayístico Der Gesichts-
punkt, aus dem wir das Altertum anzusehen haben, en
Sämtliche Werke und Briefe, Hanser V., 4¬ ed., Munich,
1984, vol. I, p. 845. Cf. P. Szondi, op. cit., p. 110s.
desapareciendo precisamente por la excelencia de sus
frutos. Aplicado todo ello al arte contemporáneo suyo,
Hölderlin condena el que el impulso creativo
(Bildungstrieb), que configura a partir de una materia
"bruta", haya quedado sofocado por la servil imitación de
las obras clásicas, sin recuperar con ello el espíritu que
las animaba. De modo que, incluso ante el consejo que le
da Schiller -en carta del 24 de noviembre de 1796:
"halten Sie sich an die schönsten Muster"- de imitar los
modelos más bellos del arte, el poeta reacciona escribién-
dole que justamente el miedo a contradecir a tal maestro
significa, para él, "la muerte del arte": "Pues yo estoy
seguro de que precisamente ese temor y esa timidez son
la muerte del arte".178 La única posibilidad de desarrollo
del genio de los jóvenes artistas pasaría por sobreponerse
al influjo acaparador que sobre ellos ejercen los grandes
maestros, "con más poder y más entendimiento que la
naturaleza, pero precisamente por eso también de
manera más esclavizante y más ┤positiva`"(de nuevo la
ambigüedad de lo "positivo"). Por muchas y abismales
diferencias que haya entre el arte clásico y el moderno,
Hölderlin ve en ambos un fondo en que coinciden: los dos
habrían "surgido del común fondo originario", que no
sería otra cosa que el impulso creador. Si bien, como
decimos, el suelo es distinto, y, por tanto, también, lo que
de él nazca en el ámbito artístico. En consonancia con su
8
178
Carta a Schiller, de fecha 20 de junio de 1797.
concepción de las raíces "aórgicas",trágicas, de lo griego,
ve Hölderlin la fuente del arte en el "fuego del cielo", en
un "pathos sagrado". Pero para poder agarrar y transmitir
esa fuego divino éste tenía que ser encauzado y
transmitido con una extraordinaria fuerza de represen-
tación, que delimite y ordene. Se hacía preciso un
despliegue tanto mayor de organización, claridad,
medida. Esto último pasa a ser la característica de lo
clásico, pero bajo su superficie ordenada sigue operante
ese fuego primigenio: los fundamentos de lo occidental
serían orientales. Ese ardor originario habría pasado a
segundo término -si bien, en el fondo, seguía operante-,
convirtiéndose, ya en Homero, en prioritario lo dado, la
connatural, lo ┤nacional`, lo "propio" de los griegos; lo
cual, dice Hölderlin, aunque suene "paradójico", será
también, en el curso de la creación, "lo menos prioritario"
(der geringere Vorzug), siendo la sobriedad, la medida
plástica, la claridad, lo que manda.179 Más allá de la
concepción corriente de lo clásico occidental, subraya
Hölderlin como lo originario justamente lo contrapuesto:
lo "oriental", lo autóctono, lo prehelénico de la carta a
Willmans de 28 de septiembre de 1803. Con todas las
cautelas, lo podemos llamar lo ┤dionisíaco`, en total
concordancia con lo que Hölderlin considera esencial en
la inspiración de los poetas, esos "santos sacerdotes del
9
179
Carta a Böhlendorff, 4 de diciembre de 1801.
dios del vino".180 Un dios éste, Diónysos, Baco a Zagreo,
hijo de Semél, equivalente griego de Zemelo, la diosa
tierra frigia (en otras versiones se le hace hijo de Zeus y
Perséfone, la diosa ctónica, de las entrañas de la tierra,
hija, a su vez, de la eleusina Dmtr). Un dios "jubiloso", un
dios del "éxtasis", liberador, al alcance de todos y para
todos (incluso los esclavos), y que rompe toda barrera
social y familiar. Pues bien, ese "espíritu fogoso", como se
dice en el poema Recuerdo, de lo dionisíaco que animaría
a todos los poetas antiguos o modernos (el "fundamento
común y originario" del ensayo El punto de vista desde el
que hemos de mirar a la antigüedad), constituiría el
elemento esencial, originario, del arte griego. Si Hölderlin
vincula a Diónysos con el fuego lo hace refiriéndose al
lado paterno del mismo: el rayo fulminante de Zeus que
consumió a su propia madre Seméle. Fuego asociado por
el poeta también a la liberación: el Diónysos seismesino
es rescatado de las ruinas humeantes de la case de
Seméle, acabando el ciclo de gestación cosido al muslo
de su padre. En las Bacantes de Eurípides el airado
Diónysos pone fuego al palacio de Penteo prendiendo su
antorcha en el fuego del sepulcro de su madre, abatida
por el propio rayo de Zeus.181
Ahora bien, Hölderlin, en la citada carta a Böhlendorff, no
0 Pan y vino, 7. Cf. B. Böschenstein, Zu Hölderlins
180
6
186
Cf. K.R. Wöhrmann, Hölderlins Wille zur Tragödie,
Munich, p. 137. O. Pöggeler, Hegels Jugendschriften
und die Idee einer Phänomenologie des Geistes, escrito
de habilitación, Heidelberg, 1966, p. 146s., o Hegels Idee
einer Phänomenologie des Geistes, Friburgo y Munich,
1973, p. 108. Cf., asimismo, Jamme, op. cit., p. 355.
[...] que negar su último fundamento (seinen letzten
Grund verleugnen muss). Su presencia sería,
propiamente, simbólica (dem Symbol sich nõhern
muss).187 Aquello inefable, que Hölderlin llega a calificar
hasta de ┤nefando`, nefas, expresión que podemos
entender en su sentido literal, etimológico, como ne-fas,
┤lo que no puede decirse`, ┤lo que estaría prohibido
decir`. Sólo mediante un rodeo se podría decir, haciéndo-
se el material poético una metáfora, o "alegoría, aún más
atrevida y extraña" (ein kühneres, fremderes Gleichnis),
portando la forma, aún más, "el carácter de la
contraposición y la separación" (Entgegensetzung und
Trennung). La enajenación, la ┤extrañeza` -con "otros
muchos sucesos ajenos, caracteres ajenos"- como
vehículo de expresión de lo inexpresable, se troca en algo
necesario, pues sólo así se manifiesta, en el drama
trágico, lo divino oculto, que sólo se revela ocultándose, y
de lo que no percibimos, en la tragedia, sino el
antagonismo, el desgarro, la escisión que lo expresa. "El
poeta trágico [...] niega por completo su personalidad, su
subjetividad, e incluso el objeto que tiene delante,
transfiriendo todo ello a una personalidad ajena, a una
7
187
Hölderlin, Grund zum Empedokles ("Allgemeiner
Grund"), en Sämtliche Werke und Briefe, C. Hanser V.,
loc. cit., vol. II, p. 114., o en Sta, ed. Beissner, IV, 1, p.
150.
objetividad ajena".188 En este escrito sobre la tragedia, el
poeta da una significación más fructífera, si se puede
hablar así, al enajenamiento, al extrañamiento
(Fremdheit o Entfremdung), que la dada por Hegel en ese
estadio de su pensamiento, cuando lo vincula a una forma
falsa, ┤positiva`, de dar culto a la divinidad.189 El
sentimiento de ese arcano divino que embarga al poeta
trágico se traduce, paradójicamente, en un material ajeno
a él, donde rige el antagonismo más extremo. Para
Hölderlin, es la historia, en concreto, de la muerte de
Empedokles.
1982, p. 50.
fue el dios de un tiempo aúreo, de una "edad de oro", y
después, por extensión, se le consideró el dios de ese
modo del tiempo interminable, que transcurre indiferente
de eón en eón, el tiempo cíclico de la naturaleza. Ahí
busca reintegrarse Empedokles. El sentido de esa muerte
sacrificial del individuo que es exponente de toda una
época es mediar -mediante la propia desaparición- en esa
armonía de contrarios existente entre la naturaleza y el
arte humano, que tanto se oponen como se comple-
mentan recíprocamente. "Esa real desmesura de
interioridad surge", en cuanto es real, no ideal, "de la
hostilidad y de la más alta discordia".191 Así lo manda la
época: la más fuerte individualidad, la más representativa
de la época, "no es sino un producto del conflicto, su
universalidad no es sino un producto del más alto
conflicto".192 Parece que la conciliación real tiene lugar
"en este nacimiento de la más alta hostilidad". Esto está,
sin duda, en la línea de la dialéctica hegeliana193 -aunque
adelantándose, en no pocos casos, a ella-, y en la gran
tradición heraclitiana: no bastaría sentir la paradójica
unidad entre aquello que se complementa y disiente
entre sí como naturaleza y arte, "aórgico" y "orgánico"
6
196
Del fragmento al que se le ha llamado Über den
Unterschied der Dichtarten, en Sämtliche Werke und
Briefe, loc. cit., vol. I, p. 893.
7
197
"dass das Organische [...] sein Wesen,
Bewusstsein, vergass", al principio del cuerpo del ensayo
("Grund zum Empedokles"), en Sämtliche Werke und
Briefe, loc. cit., vol. II, p. 117, o en StA, vol. IV, 1, p. 152-
153 (cursiva mía).
conlleva la destrucción de lo orgánico representado en el
individuo humano, el cual, con su razón y su conciencia,
impone sus características orgánicas al formar y cultivar a
la naturaleza salvaje y desmesurada. La organiza, en
cierto modo, cuando la ┤humaniza`.198 Así es como se
pide "la muerte del individuo", imperativo al que obedece
Empedokles. En el poema homónimo, éste, buscando la
vida, se encuentra, al arrojarse a las llamas del Etna, con
el "fuego divino", que "mana y brilla" desde la entraña de
la tierra. Sin embargo, no se puede unir, sin más, lo
orgánico a la conciencia y razón individual. Como en
Hegel, se puede decir una cosa y lo contrario. Así, si por
una parte se afirma que Empedokles, "cuanto menos esté
cabe sí y menos consciente sea de sí mismo tanto más
discierne, piensa, confronta, conforma, organiza y es
organizado" -adquiriendo en él un lenguaje lo
inexpresable y una conciencia lo inconsciente-, también
se dice, a renglón seguido, que es, justamente, "cuando
más está cabe sí y más consciente es de sí mismo cuando
más aórgico y desorgánico es", haciéndose entonces en
él lo decible indecible y lo consciente inconsciente. Sujeto
y objeto quedan trastornados, en una relación que se nos
antoja típicamente dialéctica.199 La labor del poeta-
8
198
Sobre el comentario al texto citado, cf. R. Bodei,
Hölderlin: la filosofía y lo trágico, Visor, Madrid, 1990, p.
50.
9
199
Grund zum Empedokles, Sämtliche Werke und
filósofo sería tanto expresar lo inexpresable como
presentar con todo vigor como inexpresable lo que la
común locuacidad frecuenta. Salvar el misterio con el
silencio, pero sin renunciar tampoco, por ello, a la razón y
a la conciencia, diciendo lo desconocido.
En una
época caracterizada por el conflicto, la escisión, el
antagonismo exacerbado entre los elementos espirituales
y naturales, conscientes e inconscientes de que se
compone la vida, la actitud del individuo que lleve la
carga de la misma, como un hombre de talante
revolucionario, no podría ser el apartamiento de quien se
dedica cínicamente a cultivar su jardín personal. Pero
tampoco bastarían las grandes acciones políticas que
buscan reformar la sociedad, ni la poesía o el canto. Sólo
el autosacrificio del propio individuo excepcional, donde
tan bien se ha conjugado la universalidad y la
individualidad. Parecía que en este individuo que hace
época se había logrado una conciliación de los extremos
inconciliables que definen el momento histórico del que
se habla, parecía que en él se había realizado esa
"unificación", pero ésta se revela como una "unificación
sensorial", "prematura", "surgida de la necesidad y de la
Briefe, loc. cit., vol. II, p. 118, o StA, ibid., p. 154-155; cf.
Bodei, donde se aduce el primer texto, que yo completo
con la cita del segundo, lo cual hace todo más complejo.
discordia". Como si, a escala individual y de forma
patente y visible, se hubiera solucionado, de golpe, "el
problema del destino".200 Por rica que sea esa individuali-
dad, no le sería lícito tratar de abarcar lo universal y
encerrarlo en sí, en un intento -vano- de solucionar
problemas que transcienden el ámbito individual. En esta
concepción de la autoinmolación puramente individual
como forma de superar los conflictos de la época parecen
resonar las propias palabras de Hegel contra la
"positividad" de lo divino. La conciliación, aparente, de los
conflictos, en el seno del individuo y a la vista de todos,
daría lugar a un "alma bella", y nada más. En El espíritu
del cristianismo, Hegel habla de la inconveniencia de
presentar la vida en toda su pureza como encarnada en
un determinado individuo.201 Pues como se dice en el
poema Der Rhein: "Lo que mana puro es un enigma" (Ein
Rõtsel ist Reinentsprungenes).
El personaje trágico, típico de una época convulsionada,
no aportaría, en el mejor de los casos, más que
soluciones aparentes, paradójicas, y lo más paradójico es
que, finalmente, aportará más precisamente aquel que se
presente en toda su "caducidad" y, en último término,
0
200
Ibid., II, p. 120-121.
1
201
Hegels theologische Jugendschriften, ed. por Nohl,
loc. cit., p. 303. Cf. Jamme, op cit., p. 359.
En cuanto al verso citado, cf. R. Argullol, op.cit., p. 79.
como un "holocausto".202 En este sentido, uno de los
últimos fragmentos en prosa del poeta sobre "el
significado de las tragedias" habla de cómo la potencia
originaria no se revela en su fortaleza, sino,"propiamente,
sólo en su debilidad". Para ello, el "signo" (das Zeichen)
es, en sí, algo "insignificante, igual a 0". Si la naturaleza
se presenta con sus dotes más débiles, sigue siendo el
signo, incluso "cuando se presenta con sus dotes más
fuertes, igual a 0."203 Aquella intimidad o interioridad
(Innigkeit la llama Hölderlin) resulta, en la descripción del
poeta, dialécticamente superada ("das ursprüngliche
▄bermass der Innigkeit [...] sich aufhob") en cuanto no
queda, sin más, abolida, sino enaltecida, en una "intimi-
dad más madura, una auténtica intimidad, una pura
intimidad universal".204
2
202
Grund zum Empedokles, loc. cit., II, p. 122.
3
203
Entre los pensamientos reunidos por el editor bajo
el epígrafe Verschiedenartige Bemerkungen, loc. cit., vol.
I, p. 899-900.
4
204
Grund zum Empedokles, en Sämtliche Werke und
Briefe, loc. cit., vol. II, p. 121.
"lo hizo por ellos", y ahora quiere "reconciliar, ante sus
ojos", a los extremos en liza, el arte y la naturaleza, y así
reconciliará "la naturaleza con el arte justamente allí
donde la naturaleza es más inaccesible para el arte. A
partir de ahí se desarrolla la fábula." Pues bien, la
posición del digno "adversario" que le ha salido a
Empedokles es otra. Es importante indicar, con diversos
autores205, que en esta figura podemos muy bien ver un
trasunto del amigo Hegel, en contacto, ciertamente
estimulante para ambos, con el poeta en aquella época.
Con esa nueva figura se alude a otra forma de tratar la
contradicción existente entre el espíritu artístico y la
materia natural, sacada de su contexto vital para servir al
espíritu creador. Pues bien, "su adversario, grande en
dotes naturales, como Empedokles, busca resolver los
problemas de la época de otro modo, más negativo". A
diferencia de Empedokles, nacido, en definitiva, para
poeta, su contrafigura, "nacido para héroe" no tiende
tanto a "unificar los extremos como a domarlos". La
conciencia de éste refrena a los extremos, los mantiene
en sus límites, les quita, en cierta manera, su terrible y
recíproca animosidad, apropiándose de su dinamismo,
haciendo de su acción recíproca un movimiento de la
propia conciencia, fija y duradera, como una roca. "Su
5
205
Por ejemplo, entre otros, J. Hoffmeister, Hölderlin
und die Philosophie, Leipzig, 1944, p. 131., o bien el
citado Jamme, p. 361.
virtud es el entendimiento, su diosa la necesidad". En el
caso de Empedokles, la subjetividad desaparece en el
acto de la autoinmolación, de manera que la actividad
desmesurada, organizadora y diferenciadora, del arte, se
objetiviza y, entonces, "la subjetividad perdida es
sustituida por el hondo influjo del objeto". Ésa es la forma
de unificación de los extremos -arte y naturaleza-
realizada por Empedokles. Su "adversario" lo intentará,
más bien, potenciando la "objetividad" para apropiársela:
lo de fuera, la "realidad" pasaría sus propias
características, como el aguante, la duración, la
seguridad, a la subjetividad. Así, los extremos contra-
puestos intercambiarían sus respectivos rasgos, "se
hacen uno". Tendríamos, por un
lado, la función del poeta (de Empedokles, de él mismo),
en tiempos de penuria, frente a la del filósofo. Éste es la
voz de la razón, la experiencia, el saber; en su conciencia
asimila el dinamismo contradictorio de la naturaleza,
convirtiéndolo en motor y acicate de su propio espíritu.
Aquél, en cambio, sería un intérprete de la naturaleza,
inconsciente y anárquica, en la cual se pierde el mismo
poeta porque así lo manda el "señor del tiempo"206, por
imperativo del proceso histórico. El sacrificio de su
individualidad, su muerte, se trocaría en "signo" de
armonía con lo viviente universal. Como ya referimos
8
208
Jamme, op. cit., p. 367.
9
209
Sobre esto, cf. Jamme, op. cit., p. 369, nota 23.
En efecto, Hegel abandona Frankfurt, trasladándose en
1801 a Jena, para tratar de iniciar la carrera académica.
Así se disuelve la estrecha comunidad que durante varios
años había formado con el poeta. Atrás quedaban ya las
antiguas concepciones, que compartía con Hölderlin,
sobre el arte y la poesía, presididas por la idea de la
belleza, y que hablaban de una "religión bella", que una
vez se había dado en el mundo griego.210 Ahora, hablando
del arte contemporáneo suyo, Hegel hace, más bien,
hincapié en su carácter onírico, siendo, definitivamente,
cosa del pasado su antigua función política o religiosa.: el
artista "tiene que soñarse un mundo, pero en su obra va
impreso también el carácter de ensoñación, o de no ser
algo viviente".211 Ahora la filosofía estará por encima del
arte y de la religión. Esta vía inicial que le llevará mas
tarde a formular la tesis de la muerte irreversible del arte
y de la religión bella de los griegos. Ya no tiene cabida la
ilusión de restaurar la función pedagógica y política del
arte, como medio de educación popular.
Hegel se separa del "alma bella" de Hölderlin. Para
siempre. Uno va hacia la interminable cumbre de la
locura, el otro, lentamente, arduamente, camino de la
gloria académica. Años después, en 1807, en la "Vorrede"
de la Fenomenología del espíritu, Hegel, como se sabe,
0
210
Ibid., p. 406.
1
211
K. Rosenkranz, G.W.F. Hegels Leben, Berlín, 1844,
p. 181.
hace un ajuste de cuentas con Schelling y el
romanticismo. Condena al "alma bella" por su
incapacidad de enfrentarse, cara a cara, con la realidad,
por rehuirla, y elegir caminos solitarios, por nadie
frecuentados. Aquélla sería incapaz de descubrir, tras lo
malo que le repugna y hastía, al espíritu vivo que, incluso
allí, mora.212 En el pensamiento de Hegel se ha producido
una importante evolución. Si en los llamados fragmentos
de Frankfurt ya se condenaba la huida del mundo como
una carencia espiritual, lo que allí se resaltaba todavía
era el duro combate que el "alma bella", custodia de la
vida en toda su pureza, entablaba con el destino213: en
apasionadas conversaciones con su amigo Hölderlin, el
autor de Hyperion y Empedokles, se subrayaba su
inconmensurable grandeza trágica. Ahora considera a
esta alma exquisita, más bien, como algo estrictamente
individual, encerrado en sí mismo, que se va consu-
miendo, impotente, con su rechazo de lo que, quiera o no,
es su alimento: la totalidad, la ┤realidad`, la savia de lo
colectivo y universal. Con todo, en una obra tan
empapada de espíritu romántico como la Fenomenología,
perviven con fuerza típicos conceptos románticos. Por
2
212
Cf. E. Hirsch, Die Beisetzung der Romantiker in
Hegels Phänomenologie, en Fulda/Henrich, edit.,
Materialien zu Hegels Philosophie des Geistes, Suhrkamp
V., Frankfurt a.M., 1973, p. 259.
3
213
Ibid., p. 267.
ejemplo, esa característica de infelicidad del alma
hermosa se traduce en la figura de la conciencia
desgraciada. Y ésta presidiría el nacimiento de la "religión
absoluta" que se plasmara, en el contexto occidental
-nuestra ┤realidad`- en el cristianismo. Máxime cuando
ve en el mismo Cristo -ser desgraciado y abandonado en
el Gólgota donde los haya- un "alma bella". Hasta el
mismo concepto, fundamental en la Dialéctica hegeliana,
de sujeto, o de espíritu, lo habría tomado el filósofo,
igualmente, del romanticismo.214
4
214
Cf. Phänomenologie des Geistes, VII, C. "Die
offenbare Religion", Suhrkamp V., 1970, p. 552.
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BIBLIOGRAF═A SECUNDARIA SOBRE IDEALISMO Y
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