Originalmente, el Carnaval de Brasil era una celebración
desorganizada, donde la gente solía observar desde sus casas montones de vehículos con grupos de personas, usualmente jóvenes, que se divertían arrojando serpentinas, flores y confeti a las casas y locales. A partir del siglo XX los carnavales meridanos asentaron una organización para que los desfiles por las calles tuvieran mayor lucimiento posible y, sobre todo, precaución y seguridad. El Carnaval de Mérida cuenta con un comité permanente que organiza los festejos mediante programas de actividades. EL CARNAVAL MERIDANO EN EL SIGLO XXI
En las celebraciones meridanas podemos encontrar
desfiles alegres y coloridos, se pueden escuchar y bailar géneros musicales entre los que destacan el mambo, el cha-cha-chá, la cumbia y la salsa. También hay representaciones de la cultura yucateca y maya, como las tradicionales Batallas de las Flores y el baile típico regional. El Carnaval de Mérida se reconoce como original en el aspecto étnico pues es diferente de otros carnavales, como el de Veracruz, Tlaxcala, Mazatlán, o como el Carnaval de Brasil, donde existe mucha influencia afroamericana. A partir del 2002 el Ex alcalde de Mérida Manuel Fuentes Alcocer y el comité permanente del carnaval decidieron asignarle un tema a cada edición del carnaval, y desde ese entonces se sigue implementando cuando se construyó la Alameda de la ciudad, en el siglo XVIII, durante el gobierno de don Lucas de Gálvez, en ella se celebraban los paseos del domingo y martes de carnaval y se adornaban Los Portales, la Plaza Grande y algunas calles de la ciudad”. Los carnavales de Mérida tienen una fuerte influencia de los festejos cubanos, siempre muy alegres y emotivos, vistosos y eróticos. Los primeros festejos de carnaval cubano datan de 1550, cuando llegan a las islas caribeñas las primeras mujeres esclavas desde África. La fuerza de las culturas africanas, ritmos, instrumentos y formas de expresión marcan las pautas en los bailes y presentaciones, mucho de ello llega a Mérida en el siglo XVIII.