DEFINICIÓN CRISTOLOGÍA Es Cristo mismo, El punto de partida y de referencia de la cristología es la historia personal de Cristo, ella abarca el mensaje, las acciones y el destino de quien vive en relación obediente a la voluntad de Dios.
Etimológicamente la palabra “Cristología” es el
resultado de la composición de los términos Christos, que en griego significa “ungido” y “logia” que significa discurso o reflexión. El contenido de la cristología es el ser y el tiempo, el hacer y el padecer, la vida y la muerte de Cristo. La cristología expone la La historia de realidad de Cristo en la Cristo, es por medida en que en él tanto, la actuación están implicados Dios, salvífica del Dios el hombre y el mundo. trinitario, de forma Conocer a Cristo supone que en la acción de conocer su origen y su Cristo está relación con Dios, a la operando Dios tal vez que conocer el como él es designio de salvación de los hombres que siempre, pero Dios ha religado a su como Padre a la destino vez que con el Espíritu. CRISTOLOGÍA BIBLICA En el Antiguo Testamento: La espera del Salvador El Salvador esperado por Israel tiene un nombre: es el Mesías, el que está consagrado para realizar el plan que Dios ha proyectado desde siempre para la salvación de la humanidad. Sus distintivos le serán revelados progresivamente al pueblo elegido a través de las vicisitudes históricas y de las intervenciones proféticas, mediante un proceso que irá poco a poco perfilando un mesías que es rey, profeta y sacerdote, siervo paciente, y que presentará rasgos cada vez más marcadamente trascendentes. El Mesías rey El mesianismo bíblico tiene un considerable desarrollo que se remonta incluso a la época precedente a la institución monárquica, pero especialmente es con la monarquía davídica cuando el fenómeno profético adquiere contornos suficientemente precisos. En este período el Mesías, el que realizará las promesas divinas trayendo justicia, paz y salvación a Israel, es presentado como un rey extraordinario descendiente de la estirpe de David Al principio el título es referido al rey, visto como el consagrado por el Señor para realizar la alianza y transmitir las bendiciones divinas. Pero luego el rey es simplemente la figura del futuro Mesías. Así pues, inicialmente la promesa de un Mesías enviado por Dios para salvar a su pueblo se expresa con categorías reales. •El primer anuncio en este sentido es el del profeta Natán (2Sam.7, 11-16), Dios promete a David un reino duradero a cuyo frente estará un descendiente suyo. En los salmos, el eco de la espera de un Mesías rey se escucha claramente en algunos salmos (Sal. 88,20-38; Sal 2,7ss.; Sal 110, 1-3) Se destacan con Isaías el contenido de la misión y la figura del rey Mesías. El primer indicio de la nueva orientación se encuentra en la profecía del Emmanuel (Is.7,14 s). En ella se anuncia el repudio de la casa de David, pero prometiendo a la vez el nacimiento de un niño con el que estará Dios. En Jeremías el tema mesiánico reviste una función poco importante, no obstante contiene una sección muy interesante (Jr 21,11-23). Se trata de un discurso de consolación directamente dirigido a los exiliados de Babilonia, en el que se promete una salvación Este carácter escatológico se encuentra también en el rey mesías anunciado por Ezequiel. Se lo presenta en efecto como un pastor ideal que cuidara de las ovejas de Israel (Ez 34, 23s.) el profeta habla de un rey ideal futuro, pero que es “representante” de Dios que es en realidad el verdadero soberano. El mesianismo real alcanza su vértice al final del período postexílico, comenzando por los anuncios del profeta Zacarías (Zac 9,9s.). En este texto posterior al final de la dinastía davídica, la espera aparece ahora enteramente centrada en un mesías rey escatológico, que será santo, traerá la salvación y será humilde. El mesías, profeta, siervo y paciente. Profeta es el que habla en nombre de Dios. El Antiguo Testamento presenta figuras maravillosas, que ejercieron esta misión por vocación divina, sufriendo y luchando para proclamar la voluntad del Señor y encaminar a su pueblo por sendas de salvación. Se presentan como hombres de Dios, coherentes hasta el heroísmo en el cumplimiento de su misión.
La figura del mesías que destaca los cantos de Isaías, es
la del profeta que acepta sufrir y morir por su pueblo. Es la imagen más pura y más clara de todo el Antiguo Testamento •El primer canto describe la investidura del siervo de Yahvé (Is. 42, 1-4);
•El segundo canto es la historia de la
vocación del siervo paciente (Is. 49, 1-6); •El tercero presenta la inmensa confianza en Dios ante los malos tratos a que se verá sometido el siervo paciente (Is. 50, 4-9);
El cuarto canto presenta la imagen del
mesías paciente (Is. 52, 13-53,12). El mesías sacerdote Rompe los esquemas tradicionales: no desciende de Aarón, sino que es según el orden de Melquisedec (Sal 110,4), el rey sacerdote mencionado por el Génesis antes que el mismo Aarón (Gn. 14, 18). La novedad de este Mesías sacerdote se desprende también de las características del culto que se celebrará en Jerusalén, se trata de un culto que exigirá una gran pureza interior, tendrá carácter universalista y cósmico y comprenderá la ofrenda de un nuevo sacrificio. La cristología en el Nuevo Testamento Estadio palestino y helenístico En el ámbito palestino son tres los principales títulos que la comunidad atribuyo a Jesús para designar su dignidad mesiánica y divina
se le llamo Maran(a), que significa
Señor, este titulo se encuentra en el Nuevo Testamento (1Cor 16, 22; Ap 22, 20) en un contexto manifiestamente litúrgico. Jesús es calificado también como Bar Nasha, el Hijo del Hombre, que debe venir para el juicio final .A veces remite a la actividad escatológica de Jesús y otras veces remite a la actividad terrena de Jesús.
Por último el tercer título, el de Mesias, que
según es sabido en el ámbito palestino significa ungido (christós) y que designaba justamente por lo general al rey de Israel En el ámbito helenístico se advierte en ella el esfuerzo por traducir la cristología, nacida en el ámbito palestino, en categorías accesibles a la mentalidad griega. En el mundo helenístico las categorías bíblicas eran desconocidas, su atención iba mas dirigida a la dimensión ontológica de la salvación que a la funcional. Los textos en los que se inspiro fueron sobre todo los sapienciales en los que se hablaba de una personificación de la sabiduría de Dios y que ofrecían los instrumentos aptos para presentar a Jesús como la sabiduría, el logos del Padre hecho persona. El Cristo de los Sinópticos. En el evangelio de Marcos, Jesús es designado como: el Cristo (Mc. 1,1.14), el Mesías esperado por Israel. llamado con frecuencia el Hijo del hombre.
Sin embargo en Marcos, el título más importante es
el de Hijo de Dios que aparece en textos claves como el encabezamiento del evangelio (Mc 1,1); los relatos del bautismo de Jesús (Mc 1, 11); de la lucha de los demonios (Mc 3, 11); de la transfiguración (Mc 7, 9) y el de la crucifixión (Mc 15, 39). Característica de Marcos universalmente conocida es el llamado "secreto mesiánico", o sea, el misterio de la identidad mesiánica y divina de Jesús. Que sólo se pone plenamente de manifiesto a los discípulos después de la muerte y la resurrección, que son el centro final de atracción de todo el evangelio. Con lo que Marcos relaciona la cristología con la soteriología. En el evangelio de Mateo, la cristología se presenta más articulada, además fuertemente marcada por la experiencia de la comunidad cristiana en la que maduró, ya que es de origen judío. Presenta aspectos nuevos de la personalidad de Jesús: el verle como nuevo legislador (Mt 5, 17-47) sabiduría de Dios (Mt 11, 25-27); como el Mesías “que es más grande que el templo” (Mt 12, 6), descendiente de Abraham y de David; como el que cumple las escrituras. Sin embargo, se encuentran también los rasgos comunes a la tradición apostólica en la que se inspira Mateo: Jesús es el Señor, es el Mesías, el Cristo, es el Hijo de David como también el Hijo del hombre. Pero estos títulos son insuficientes para definir por sí solos la personalidad de Jesús; por eso añade Mateo el de Hijo del Dios vivo (Mt. 16,16), o bien Señor (Mt. 15,22; 20,30). Finalmente Jesús es designado como el Hijo que tiene una relación única con el Padre. La enseñanza del evangelio de Lucas recoge la mayoría de los contenidos de Mateo. Siendo sus rasgos característicos los derivados de la consideración que hace de la existencia de Jesús en el marco de la historia de salvación. Aparece Cristo como la culminación de la espera veterotestamentaria, pero también como el principio del nuevo periodo de la historia salvífica, que a través de la predicación apostólica abarca a todos los pueblos. En particular, la historia salvífica se explica toda ella a partir de la resurrección gloriosa de Jesús; sólo el encuentro con el Resucitado aclara el sentido de las Escrituras (Lc. 24,45) y da principio a la misión. Lucas también emplea los títulos tradicionales asociándolos entre sí. Cristo usado a menudo como nombre propio, va unido a Señor. Además Jesús es llamado Hijo de Dios desde la concepción (Lc 1, 32), quedando excluida cualquier forma de adopcionismo. Pero también son relevantes los títulos propios de Lucas: el de Salvador, Bienhechor Autor de vida (Hch 3, 15) y de la Salvación. Lucas subraya especialmente: la bondad de Jesús; se complace en insistir en su misericordia con los pecadores, le gusta contar escenas de perdón y subraya la ternura de Jesús con los pobres y los humildes. Jesús es imagen del Padre, de un Padre infinita e inesperadamente misericordioso. La cristología de Pablo. En la reflexión cristológica de Pablo entran diversos elementos, los principales son: la revelación que Jesús le hizo personalmente (Gal.1, 12), la aportación de la tradición eclesial, la experiencia de predicador fundador de comunidades cristianas su experiencia en la cárcel. En su cristología se da una profundización del acontecimiento pascual y de la participación del creyente en la vida misma del Resucitado mediante la justificación, para llegar finalmente a la reflexión sobre el misterio de la persona de Jesús. En cuanto a las cartas pastorales, siguen presentando a Jesús en la perspectiva soteriológica como único salvador del hombre.
Las cartas de la cautividad ofrecen la síntesis más
completa de la cristología, el punto de partida de esta profundización es el misterio oculto desde los siglos y desde las generaciones, pero manifestado ahora Así Jesucristo es presentado como preexistente junto al Padre: es de naturaleza divina, igual a Dios: a pesar de ello, se despojó de esta dignidad y se hizo hombre, adoptando la condición de siervo y obedeciendo hasta la muerte, por lo cual Dios lo resucitó y le proclamó Señor (Flp. 2,6-11). En cuanto a los títulos cristológicos, Pablo se dirige a Jesús llamándole: Cristo, Señor, y le reconoce un "nombre por encima de todo nombre" (Flp. 2,9-11); e Hijo de Dios.
Este Cristo es además imagen del Dios
invisible, engendrado antes que toda criatura. Jesucristo en los escritos de Juan. constituye la cima del desarrollo doctrinal del Nuevo Testamento. El Logos, la Palabra de Dios, designa a Cristo salvador tal como por Dios Padre fue previsto en el Hijo en el origen de los tiempos, y que realizó el plan divino. Este plan se lleva a cabo plenamente en Cristo; él es el mediador único y definitivo, gracias al cual existe la creación, se da la vida, y la luz de la verdad brilla en el mundo. El es el salvador de los gentiles (Jn. 1,1-9), y también de Israel (Jn. 1,14-18). Y todo ello se debe al hecho de ser él el Hijo único, presente desde siempre en el seno del Padre. Juan aplica a Jesús muchos títulos, que toma de la tradición histórica: títulos que lo califican con referencia a su condición humana (maestro) a la gloria de resucitado (Señor); títulos que Jesús acepta con reservas (mesías, profeta y rey), títulos que manifiestan su dignidad divina (Hijo de Dios, Hijo del hombre, Hijo unigénito, Salvador, Logos y Dios). Otro contexto importante en el que destaca la identidad de Jesús son los relatos de los milagros. En Juan los milagros son signos que, desde la vida pública a su muerte y resurrección, revelan progresivamente la presencia en Jesús de la gloria de Dios y su misión de salvador del hombre. Siendo el punto culminante de la autorrevelación de Jesús el discurso de la última cena. PANORAMA HISTÓRICO Cristología en la historia y en el magisterio eclesiástico La doctrina de fe en Jesucristo se cristalizo en los dogmas de los concilios de la Iglesia antigua (Nicea, Éfeso, Calcedonia, II y III de Contantinopla). Las discusiones que originaron las definiciones cristológicas se desarrollaron en medio de malentendidos e incomprensiones, pesando sobremanera las enemistades personales y el poder político Ignacio: Su cristología se caracteriza por su paralela acentuación de la divinidad de Jesús y de la realidad de su divinidad humana, así como por la audacia con que afirma lo humano de Dios “uno es el médico, carnal y espiritual, génito e ingenito, hecho Dios en carne, verdadera vida en la muerte, lo mismo de María que de Dios, pasible primero e impasible después, Jesucristo Señor nuestro”. Justino: Jesús es “el otro Dios y Señor, que está bajo el creador de todo” su Hijo y Siervo “que nació mediante la virgen y se hizo hombre, que se hizo pasible igual a todos”. Ireneo: Desarrolla una teología de la unidad para refutar el gnosticismo y Marciónismo, ambos establecen un dualismo que enfrenta al creador con el Padre del Evangelio e incluso distingue al hombre Jesús del ser divino Cristo que durante algún tiempo llena a Jesús de Nazaret. A estas teorías opone Ireneo “la Palabra que está en el principio junto a Dios, mediante la cual fueron creadas todas las cosas y que en todos los tiempos asistió al género humano, esta Palabra al fin de los tiempos… se unió con su criatura y se hizo hombre mortal… Mediante esta encarnación restauro y compendió la larga serie de los hombres y en este compendio nos ha otorgado la salvación, así recobramos en Cristo lo que perdimos en Adán, esto es, el ser imagen y semejanza de Dios”. Tertuliano: Contra el dualismo y el docetismo gnóstico acentúala autenticidad de la carne de Jesús. Para el “Jesús es la palabra, que procede de Dios como poder creador y que se ha hecho hombre; el Cristo divino no es distinto del hombre Jesús”. Clemente de Alejandría: El salvador es sobre todo Maestro. “no conocer al Padre es la muerte, conocerle es la vida eterna por la participación de su poder inmortal”. Orígenes: Para él, “Jesús lo es todo. Por eso es imposible reducirlo a un solo concepto. Es Dios e Hijo de Dios, Palabra, vida, pero también redentor, medico, primogénito de los muertos”. La época de los Padres de la Iglesia (S. II-VIII) fue un periodo de florecimiento de reflexión cristológica. En este periodo la Iglesia universal celebro concilios ecuménicos que tuvieron como tema central el misterio de Jesucristo y por consiguiente, en él y por él, el misterio de Dios y del hombre. El Concilio de Nicea (325): La definición de este primer concilio universal, se dirige contra Arrio y afirma la total divinidad del Hijo, que no es criatura, sino que procede de la naturaleza del Padre y que es de la misma condición divina; (homoousios: de la misma naturaleza del Padre, iguales en esencia) El concilio de Calcedonia (451): Definió la verdadera humanidad de Jesucristo en la unidad de la Persona. El Concilio II de Constantinopla (553): Definió la unidad por composición de las naturalezas divina y humana, integras e inconfusas, en la hipostasis: persona del Verbo/Hijo. El III de Constantinopla (681): Definió la presencia en Jesucristo y la operación espontanea de la voluntad y libertad humana al lado y por debajo de la divina. “El Concilio explica cómo, aun siendo humana, la voluntad de Jesús es voluntad de Dios el Logos, precisamente porque su humanidad es humanidad de Dios.” “El dogma cristológico, en su sentido estricto, declara que, en virtud de la unión hipostática, la naturaleza humana y la divina de Jesús están unidas en Cristo inseparablemente, pero no son mezcla, ni confusión entre ellas.”
Con referencia a este dogma cristológico debe
hablarse de Cristo desde una triple perspectiva: En virtud del nacimiento y generación eterna del Padre, el Logos posee una naturaleza divina.
El Logos ha tomado de María un verdadero cuerpo
humano y el alma así mismo humana, dotada de inteligencia y voluntad. Posee, por tanto, una naturaleza humana verdadera, total e integra.
La unidad de las dos naturalezas no se produce a
causa de una conexión o combinación externa, ni mediante una unificación de las voluntades. Surge en virtud de la hipostasis, sustancia y persona de la Palabra divina. LAS HEREJÍAS CRISTOLOGICAS Docetismo: Herejía difundida en el siglo I, por Marción, Valentín y Basílides (estos últimos, gnósticos) que reduce la carne de Cristo a una apariencia: "Parece que come, parece que camina, parece que está cansado...". Tanto san Juan en sus cartas (1 Jn 4, 2) como san Ignacio de Antioquía luchan contra este error. Jesús es verdadero hombre que come, bebe, se cansa, camina, llora, se admira. Ebionismo: Herejía difundida en el siglo II en ambientes judeocristianos que niega que Cristo haya sido engendrado por el Padre y reconoce en Cristo al hombre investido por el E.S. en el Bautismo. Esta herejía fue condenada por san Ireneo de Lyon diciendo que Cristo es verdadero hombre y verdadero Dios. Verdadero Dios porque sólo Dios puede dar eficazmente la salvación y restablecer la unión con los hombres. Verdadero hombre porque corresponde al hombre reparar su falta. Por ser Dios reparó la ofensa infinita que el hombre perpetró contra Dios. Por ser Hombre el hombre quedó redimido y su cuenta saldada. Adopcionismo: Herejía difundida en el siglo II por Teodoro el viejo y Pablo de Samosata que dice que Cristo es un simple hombre, adoptado por Dios como portador de una gracia divina excepcional. Niega, por tanto, la Trinidad y la divinidad de Cristo y la encarnación del Verbo. Gnosis cristiana: Herejía difundida en el siglo II por Marción, Valentín, Epifanio y Simón el mago, según la cual Jesús no es Dios sino un "eón" en medio de los demás que ha venido para dar el conocimiento al hombre engañado por sus sentidos. Cristo desciende sobre Jesús en el momento del bautismo. Es una herejía, pues crea en Jesús un dualismo de personas y desvirtúa su misión divina y redentora. Fue combatida esta herejía por san Hipólito y san Ireneo. En Jesús hay una sola persona, la divina, con dos naturalezas, la humana y la divina. Las dos naturalezas son instrumentos que la Persona divina de Jesús utiliza para realizar su misión salvadora. Arrianismo: Herejía difundida en el siglo III por Arrio, que niega la divinidad de Cristo. Cristo, dice, es hijo adoptivo de Dios, no consusbstancial al Padre. Y el E.S. es la primera criatura del Hijo, por tanto, inferior a Él. Esta herejía fue condenada en el concilio de Nicea (325): "Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre". Apolinarismo: Herejía difundida en el siglo IV por Apolinar, que niega el alma humana de Cristo, creyendo que esa alma humana sería como la nuestra, pecaminosa. Así creía salvar la divinidad de Cristo. La Iglesia en el sínodo de Alejandría (362) afirmó el alma de Cristo diciendo: "El Verbo se encarnó para salvar alma y cuerpo; por ello tuvo que tomar un cuerpo". Y el sínodo de Roma del 377 condenó la herejía de Apolinar. El alma humana de Cristo no es pecaminosa, porque no tuvo pecado original, y, por los mismos, tampoco las consecuencias de ese pecado original, con el que nacemos todos los mortales. Nestorianismo: Herejía difundida en el siglo V por Nestorio, obispo de Constantinopla, que sostenía dos personas en Cristo: una divina y otra humana. El concilio de Calcedonia del 451 dice que en Cristo hay dos naturalezas separadas, unidas en una sola persona, la del Verbo. Monofisismo: Herejía difundida en el siglo V por Eutiques, archimandrita de Constantinopla, que sostenía una sola naturaleza en Cristo, la divina. Dio respuesta el concilio de Calcedonia del 451: en Cristo hay dos naturalezas: una, divina, y otra, humana. Si fuera verdadera esta herejía, ¿cómo se explicarían tantas actitudes de Cristo en el Evangelio: Jesús se cansaba, comía y bebía, caminaba, tenía unas manos, lloraba, se llenaba de santa cólera? Si no hubiera tenido naturaleza humana, no hubiera podido realizar estas actividades que son humanas. Monotelismo: Herejía difundida en el siglo VII por Sergio, patriarca de Constantinopla, que sostenía una sola voluntad en Cristo, la divina. La Iglesia dio respuesta en el III concilio de Constantinopla (680-681): "En Cristo hay dos voluntades sin división, sin cambio, sin separación ni confusión". Las dos voluntades no se oponen en Cristo, porque la voluntad humana sigue sin resistir ni oponerse, sometiéndose libre y amorosamente a la voluntad divina omnipotente. La herejía de este siglo XX: Hoy día abunda por ahí una herejía muy grave. Por querer acercar tanto a Cristo a los hombres y por pedir que solucione nuestros problemas económicos y materiales, se ha despojado de Cristo toda su dimensión divina y espiritual. Para esta herejía, Jesús no vino para salvarnos del pecado, no murió en la cruz para redimirnos y abrirnos las puertas del cielo; sino que vino como guerrillero, inconformista y violento que quiere poner orden y justicia, echando mano de la violencia y la guerra, y destruyendo a todos los ricos y capitalistas, para así dar de comer a los pobres. LA CUESTIÓN SOBRE JESUCRISTO, HOY La problemática de la Cristología actual La profesión “Jesús es el Cristo” representa el resumen de la fe cristiana, este Jesús de Nazaret, único, insustituible, es simultáneamente el Cristo enviado por Dios, o sea, el mesías ungido por el Espíritu, la salvación del mundo, la plenitud escatológica de la historia. Hay tres grandes esbozos cristológicos: Considerar la fe en Cristo dentro de un horizonte cosmológico. Cristo es la evolución llegada a la perfección.
Quiere encararse con el reto del moderno humanismo
ateo, según el cual Dios tiene que morir para que el hombre sea verdaderamente libre. En contra de tal posición hay que mostrar que el hombre es el ser que se encuentra abierto a toda la realidad. Que es una pobre referencia a un misterio de plenitud.
La cuestión sobre el sentido y la salvación del hombre
se convierte ahora en la pregunta por el sentido y la salvación de la historia como totalidad. El peligro consiste en que aquí Jesucristo es introducido en un esquema precedente y en que de una fe así reducida cosmológica, antropológicamente o al punto de vista de la historia universal, lo que resulta es una filosofía o una ideología. Tareas de la Cristología hoy Partiendo de la profesión “Jesús es el Cristo” y de la panorámica de la discusión cristológica actual, se deducen para una cristología de hoy esencialmente tres grandes tareas. Una Cristología orientada históricamente. A partir de la profesión «Jesús es el Cristo» la cristología se remite a una historia totalmente concreta y a un destino único. Esa cristología no se puede deducir ni de las necesidades del hombre ni de las de la sociedad, ni antropológica ni sociológicamente. Lo que tiene que hacer es más bien mantener vivo y actualizar un recuerdo concreto, único. Una Cristología de alcance universal. Por más que la cristología no puede ser derivada de las necesidades del hombre o de la sociedad, su pretensión universal requiere, sin embargo, ser pensada y justificada a la vista de las cuestiones y necesidades de los hombres y en analogía con los problemas de la época. El recuerdo de Jesús y la tradición cristológica tienen que ser interpretados como tradición viviente y ser conservados con fidelidad creadora. Una Cristología determinada soteriológicamente. Se deduce que persona e historia de Jesús son inseparables de su importancia universal y viceversa, que el significado de Jesús es indisoluble de su persona e historia. Cristología y soteriología, es decir, la doctrina del significado salvador de Jesucristo, forman consecuentemente una unidad. En la profesión «Jesús es el Cristo» ser y significado están indisolublemente unidos. Por tanto, el contenido de la fe no puede ser conocido más que en el acto de fe, pero este se hace absurdo, si no se encamina hacia un contenido de fe. HISTORIA Y DESTINO DE JESUCRISTO El mensaje de Jesús El evangelista Marcos resume el contenido del evangelio de Jesús de la siguiente manera: “El tiempo se ha cumplido, ha llegado el reino de Dios. Revolucionaos y creed al evangelio” (Mc 1, 15). Centro y marco de la predicación y actividad de Jesús fue el reino de Dios que se había acercado.
Para el judío de entonces el reino de Dios era la
personificación de la esperanza en orden a la realización del ideal de un soberano justo jamás cumplido sobre la tierra. La llegada del reino de Dios se aguardaba como liberación de injusto señorío, imponiéndose la justicia de Dios en el mundo. Con respecto al carácter escatológico del reino de Dios, podemos afirmar que, La única base de esta esperanza la constituye la concreta experiencia histórica de Israel. La esperanza en la llegada del reino de Dios se enraíza en el antiguo testamento en estas ideas sobre la realeza de Yahvé sobre Israel y todo el mundo.
Con respecto al carácter teológico del reino
debemos afirmar que, el ser de Dios consiste en la soberanía de su amor. Por eso se puede dar radicalmente sin destruirse. Precisamente en el vaciamiento de sí muestra su condición de Dios. Dado su carácter soteriológico resaltamos que, la proximidad del reino de Dios significa para Juan Bautista juicio amenazador, mientras que para Jesús implica ofrecimiento de salvación. Su anuncio no es mensaje de amenaza sino de alegría. Con ello se menciona una característica esencial de la predicación de Jesús. Su originalidad consistió no sólo en haber colocado en el centro el concepto de reino de Dios, sino en haberlo convertido en concepto salvífico central. Los Milagros de Jesús Jesús obró no sólo mediante la palabra, sino igualmente mediante la acción. En el N.T. podemos distinguirlos según el sujeto que los realiza: milagros que hace Dios con Jesús (concepción virginal, trasfiguración, resurrección) milagros que hace Dios por Jesús ( curaciones de enfermedades; exorcismos; resurrecciones de muertos); milagros que hacen los apóstoles y miembros de la Iglesia en continuidad y obediencia a Jesús. el milagro es: Obra de Dios el N.T. pone a Dios como autor de los milagros Realización de Cristo Él es el mediador de la acción divina; Signos para el hombre el objetivo primordial del milagro no es asombrar o asustar al hombre, sino llamarlo, invitarlo, introducirlo en un diálogo con Dios, en el cual se da una comunicación de la conciencia divina al hombre Superación del orden normal de la creación en este sentido, son suscitaciones del asombro del hombre Anticipación del destino escatológico de la humanidad éste consiste en la comunión con Dios y en la plenitud de vida humana derivada de aquella Significado para la cristología los milagros son signos del reino que viene. El milagro abarca los siguientes niveles de realidad y de sentido: teológico autotestificación y autocomunicación de Dios al hombre cristológico acreditación de Jesús refiriéndose a Dios y dándose a los hombres antropológico llamada al hombre para iniciar un diálogo de sanación y salvación con Dios en Cristo soteriológico otorgamiento del poder de Dios, mediante la relación con Cristo como sanación, liberación y santificación de la persona cosmológico vuelta a la realidad, la realidad es sanada y puesta al servicio del hombre escatológico anticipación de la vida divina prometida, abriendo así este mundo a una realidad más plena que la que ahora deja sospechar en su curso de experiencia inmediata. Los milagros incitaron al hombre a acoger a Cristo, creyéndole. Milagros y fe se exigen en reciprocidad: donde hay signos para creer nace la fe, y donde hay fe se pueden percibir los signos de Dios. Esa ley vale para el tiempo de Jesús en Galilea y para el tiempo de Jesús en la Iglesia La pretensión de Jesús La actuación de Jesús contiene una cristología implícita, normalmente cumplió los deberes de un piadoso judío: reza y va los sábados a la sinagoga. Pero también quebranta el precepto sabático (Mc 2,23), el ayuno (Mc 2,18-22) y las prescripciones de pureza de la ley judía (Mc 7,1-23) a demás, come con pecadores y publicanos. Esta postura en su sentido total es un mensaje de Jesús sobre la llegada del Reino; por tanto, la conducta de Jesús implica una pretensión cristológica. Jesús se comporta como uno que está en lugar de Dios. En él y por él se realizan el amor y la misericordia de Dios. La muerte de Jesús Los cuatro evangelistas concuerdan en afirmar que fue el viernes de la semana pascual judía. La condena como falso profeta y blasfemo enlaza con la conducta de Jesús: quebrantamiento del precepto sabático judío, de las prescripciones sobre pureza, trato con pecadores y cultualmente impuros y, finalmente, su crítica a la ley. La tradición pospascual la muerte de Jesús se interpretó como salvadora y expiatoria “por nosotros” y “por muchos”. Pero si la interpretación de la muerte de Jesús como ofrecimiento expiatorio a Dios y en favor de los hombres no tuviera apoyo alguno en la vida y muerte de Jesús, el centro de la fe cristiana se acercaría peligrosamente a la mitología e ideología. La muerte obediente de Jesús es, pues, resumen, concreción y cima definitiva y superadora de todo, respeto de toda su actividad. El Cristo resucitado y exaltado Los primeros testigos de la resurrección apoyan su testimonio en apariciones del resucitado (Lc 24,34; Mc 16,7; Jn 21,15-19). No hay duda de que Pedro es el testigo primogénito de la resurrección, tiene un primado de la fe por el cual es el centro de unidad de la Iglesia. Las apariciones no representan acontecimientos objetivamente casuísticos, no se les puede mirar como observado neutralmente distanciado. Se trata de ser afectado totalmente por Jesús, de ser abordado por él, de despertar a la fe. No fue la fe la que fundó la realidad de la resurrección, sino que fue la realidad del Resucitado, la que fundó la fe. El fundamento de tal fe no la puede constituir hechos o pruebas aisladas, sino que lo serán la fidelidad-verdad de Dios mismo que se impone al hombre. La resurrección de Jesús es la confirmación definitiva de su persona y su causa. La resurrección tiene su término histórico en Jesús de Nazaret, el crucificado y sepultado, término que impide el que se le pueda considerar como puro acontecimiento de la fe. La continuidad e identidad entre el crucificado y resucitado se basa solo en la fidelidad de Dios a la creación y la alianza. EL MISTERIO DE JESUCRISTO Jesucristo, Hijo de Dios La profesión en Jesucristo como el hijo de Dios es un resumen que expresa lo esencial y específico de la totalidad de la fe cristiana. Sin la profesión en Jesús como el hijo de Dios no puede existir la fe cristiana. La primitiva iglesia no interpretó sólo la persona y destino de Jesús sirviéndose del título “hijo” o “hijo de Dios”, sino que también interpretó de una forma nueva el sentido de estos predicados a la luz de la vida, muerte y resurrección de Jesús. El predicado de hijo de Dios recibe también su explicación decisiva a partir de la cruz y la resurrección. Por eso, la cristología “desde abajo” es posible únicamente como teología de la cruz. Jesucristo, Hijo del Hombre El interés se centra en decir que en él y por él Dios habló y actuó de una manera escatológico-definitiva y, por lo mismo, históricamente insuperable, y hasta que Dios estaba en él para reconciliar el mundo consigo. Por eso también la salvación escatológica de cada hombre se decide en este hombre concreto, Jesús de Nazaret. Al mismo tiempo, se resalta su carácter de escándalo, en cuanto que la cruz, signo de la ignominia y la muerte, se convierte en signo de gloria y vida. Lo que para los gentiles es locura y para los judíos escándalo se convierte para el que cree en signo del poder y sabiduría de Dios.