sigue a cualquier pérdida (pérdida de un empleo, pérdida de un ser querido, pérdida de una relación, etc.). El duelo también tiene una dimensión física, cognitiva, filosófica y de la conducta que es vital en el comportamiento humano y que ha sido muy estudiado a lo largo de la historia. El duelo es, por regla general, la reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc. Protesta, desesperación y desapego.
• Inicialmente se rechaza la idea de
pérdida, trayendo consigo un corte con la realidad de carácter defensivo, que implica irritación y decepción. Luego la pérdida es admitida, con la consiguiente nostalgia y anhelo por lo que se ha perdido, fase caracterizada por la desorientación. Finalmente se logra la renuncia al objeto y la adaptación a la vida sin él, lo que posibilita el apego a nuevos objetos. El adolescente atraviesa desequilibrios e inestabilidades que lo conducen a enfrentar cuatro duelos. 1) El duelo por el cuerpo infantil perdido.
Sin elegirlo, se presentan en él modificaciones en
los caracteres sexuales genitales y corporales, y aparecen distintos deseos y conductas sexuales como consecuencia del desarrollo sexual hormonal. Frecuentemente estos cambios son vividos como algo ajeno, ante lo cual el adolescente se siente como un observador impotente. 2) El duelo por el rol y la identidad infantiles. • La pérdida de dicho rol obliga al sujeto tanto a la renuncia de la dependencia como a la aceptación de otras responsabilidades, desconocidas hasta entonces. En cuanto a la identidad infantil, esta deberá ser reemplazada por la identidad adulta, dando lugar a la angustia que implica la falta de una identidad clara. 3) El duelo por los padres de la infancia. • El tercer duelo que el adolescente debe realizar, gira en torno a los padres sobrevalorados de la infancia, los que intenta retener en su personalidad, al buscar su protección y el refugio que le brindaran como niño. Es necesario renunciar a sus figuras idealizadas, aceptando sus debilidades, una situación que se hace más compleja aun a partir de la actitud de los padres, ya que estos deben a su vez aceptar el propio envejecimiento. 4) El duelo por la bisexualidad infantil. • Por último los autores mencionan un cuarto duelo, vinculado al abandono de la bisexualidad infantil, y sobre el cual no desarrollan un análisis exhaustivo. Dicho duelo se relaciona con la maduración y el desarrollo de la propia identidad sexual, a partir de la renuncia a la relación objetal narcisista y endogámica, sustituida por una nueva forma de relación, sobre un objeto exogámico. Sandra Oliari-Liliana Banchero-Marcelo Martínez-Carlos Borgarelli-Juan Attún