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Thulani pasaba todo el día calentándose al

sol. Por las tardes, cuando el sol bajaba,


Thulani abría los ojos, se desperezaba y se
iba a ordeñar la vaca.
Un día, mientras ordeñaba, Thulani pensó:
“Estoy cansado de tanto ordeñar. Venderé
la vaca y me compraré una cabra”.
A la mañana siguiente,
muy temprano, Thulani
salió con la vaca y
regresó a mediodía
con un viejo chivo
Barbudo.
¡Ay, Thulani! Suspiró
Dora, su mujer.
vendiste la vaca y ya
no tendremos leche.
¿De qué nos servirá
este chivo viejo?
los chivos se cuidan
solos, Dora dijo Thulani
Y se recostó al sol.
Dora no contestó y se
fue a buscar unos
plátanos.
Thulani regresó a su tranquila vida bajo el
Sol. Hasta que un día, el chivo,
mordisqueando por aquí y por allá, entró
a la casa y se comió todo el maíz que
Habían guardado para semilla.
¡Despierta, Thulani! Gritó Dora. Este
chivo inútil se ha comido todas nuestras
Semillas. ¡Tiene que irse!
Thulani se entristeció. Pero esa noche
Tuvo una idea: “Venderé el chivo y me
Compraré una oveja”, pensó.
A la mañana siguiente, con la tierra aún húmeda de rocío,
Thulani salió llevando al viejo chivo.
Regresó por la tarde justo cuando la luna nueva se asomaba
en el cielo tras el humo de la casa.
-¿Dónde has estado? - Preguntó Dora.
-Fui a la tienda -dijo Thulani-. Compré una oveja.
No será ningún problema.
Dora se encogió los hombres:
-Al menos podremos vender la lana en primavera- dijo.
Thulani estuvo todo el
Invierno cuidando a la oveja.
Echaba de menos sus
tranquilos días bajo el sol.
Cuando las primeras hojas brotaron en los árboles, Dora Dijo:
-Esa oveja está muy lanuda. Es tiempo de trasquilarla.
Thulani trajo las tijeras y comenzó a cortarle la lana.
Y mientras trasquilaba, pensó: “Esto es demasiado trabajo para mí.
Venderé la lana y también venderé la oveja”.
Al día siguiente, Thulani salió de casa con la oveja y los paquetes de lana.
Los vendió en la tienda y con el dinero compró tres gansos.
“Dora estará contenta. Los gansos comen cualquier cosa”, pensó Thulani mientras
guiaba a los gansos de regreso a casa.
Pero cuando Dora los vio, dijo:
-Thulani, necesitamos semillas, no gansos.
Es primavera y es el tiempo de sembrar.
¿Se te olvidó que ese chivo inútil se comió todas nuestras semillas?
Al día siguiente, Thulani
volvió a la tienda con los
tres gansos y los cambió
por semillas. “Por fin Dora
estará contenta conmigo”,
iba pensando mientras las
semillas brincaban en su
bolsillo. De regreso en
casa, Thulani contempló
el terreno que Dora había
preparado. -Yo haré el
trabajo –dijo-. Comenzaré
hoy mismo. Y Mientras
Sembraba, miró al cielo
y vio a las primeras
golondrinas que
pasaban revoloteando. El
verano había llegado.
¡Podría descansar tranquilo
bajo el sol nuevamente!
Muy pronto, unos brotes verdes y tiernos aparecieron entre la tierra removida.
Dora desmalezó el campo y soñó con la maravillosa cosecha que recogerían.
Pero cuando las primeras hojas se abrieron, Dora gritó:
¡Thulani, ven acá! Has plantado el campo de girasoles.
¿De qué nos servirán? Lo único que hacen estas flores es seguir al sol de la
Mañana a la noche. Igual que tú.
Thulani miró el campo y se entristeció.
Deseaba tanto que Dora estuviera contenta.
Pasaron semanas
Thulani se dio
cuenta de que las
flores se estaban
marchitando. Se
inclinaban hacia
la tierra dejando
caer sus semillas.
Había tantas, que
Thulani las recogió
en un saco y se
las dio a las
Gallinas.
Poco después,
Dora fue a buscar
los huevos del
día y encontró
dos más que de
costumbre. A la
mañana siguiente,
había tres más.
Y al otro día....
¡había huevos por
todas partes!
-Thulani- dijo Dora
emocionada-, estas
gallinas están
poniendo más
huevos que nunca.
Debe ser que les
gustan las semillas
de girasol.
Ahora tendremos
más huevos para
vender.
Por fin Thulani había hecho algo bueno.
Corrió a la tienda, vendió los huevos y compró una oveja.
Unos meses más tarde, la oveja tuvo corderos mellizos.
-Voy a vender la oveja y me quedaré con los corderos- dijo Thulani.
Dora sonrió.
Cuando Thulani vendió los corderos
y trajo a casa una vaca, Dora estaba feliz:
-Thulani, ¡qué maravilla!
Tendremos leche nuevamente.
Pronto Thulani estuvo tan ocupado vendiendo y comprando animales que ya no tenía tiempo
de echarse bajo el sol.
¡La vida se había vuelto demasiado complicada!
Pero siempre encontraba tiempo para ordeñar la vaca.
¿Sabes, Dora? Las mejores ideas se me ocurren cuando estoy ordeñando la vaca
-dijo Thulani-. Tal vez tenga otra buena idea hoy.
Los dos se echaron a reír mientras el sol se escondía entre los cerros.

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