Está en la página 1de 1

sus yernos.

12 ¿Y por qué no aprender de memoria esos


textos? ¿En nombre de qué no apropiarse de la literatura?
¿Porque eso no lleva desde hace ya mucho tiempo?
¿Dejaremos que estas páginas se las lleve el viento como hojas
muertas porque ya es la temporada? ¿Es imaginable no retener
tales encuentro Si esos textos fueran seres, si esas páginas
excepcionales vieran rostros, medidas, una voz, una sonrisa, un
perfume ¿no pasaríamos el resto de nuestra vida haciéndonos
m sangre por haberlos dejado escapar? ¿Por qué condenarse
conservar solo un rastro que irá esfumándose hasta ser
únicamente, el recuerdo de un rastro...? («Me parece, sí, haber
estudiado en el instituto un texto, pero ¿de quién era ¿La
Bruyére? ¿Montesquieu? ¿Fénelon? ¿Y de qué siglo ¿Del XVII?
¿Del XVIII? Un texto que, en una sola frase, describía la
conversión de un orden en otro...») ¿En nombre qué principio
semejante estropicio? ¿Solo porque los profesores de antaño
tenían fama de hacernos recitar poesías menudo idiotas, y que
al modo de ver de algunos viejos chochos la memoria era un
músculo que debía entrenarse y n una biblioteca que debía
enriquecerse? ¡Ah, esos poemas semanales de los que no
comprendíamos nada, cada uno de los cuales expulsaba al
precedente, como si sobre todo nos entrenaran para el olvido!
Por otra parte, ¿nuestros profeso nos los ofrecían porque les
gustaban, o porque sus propi maestros les habían machacado
con que pertenecían al Panteón de las Letras Muertas?

También podría gustarte