textos? ¿En nombre de qué no apropiarse de la literatura? ¿Porque eso no lleva desde hace ya mucho tiempo? ¿Dejaremos que estas páginas se las lleve el viento como hojas muertas porque ya es la temporada? ¿Es imaginable no retener tales encuentro Si esos textos fueran seres, si esas páginas excepcionales vieran rostros, medidas, una voz, una sonrisa, un perfume ¿no pasaríamos el resto de nuestra vida haciéndonos m sangre por haberlos dejado escapar? ¿Por qué condenarse conservar solo un rastro que irá esfumándose hasta ser únicamente, el recuerdo de un rastro...? («Me parece, sí, haber estudiado en el instituto un texto, pero ¿de quién era ¿La Bruyére? ¿Montesquieu? ¿Fénelon? ¿Y de qué siglo ¿Del XVII? ¿Del XVIII? Un texto que, en una sola frase, describía la conversión de un orden en otro...») ¿En nombre qué principio semejante estropicio? ¿Solo porque los profesores de antaño tenían fama de hacernos recitar poesías menudo idiotas, y que al modo de ver de algunos viejos chochos la memoria era un músculo que debía entrenarse y n una biblioteca que debía enriquecerse? ¡Ah, esos poemas semanales de los que no comprendíamos nada, cada uno de los cuales expulsaba al precedente, como si sobre todo nos entrenaran para el olvido! Por otra parte, ¿nuestros profeso nos los ofrecían porque les gustaban, o porque sus propi maestros les habían machacado con que pertenecían al Panteón de las Letras Muertas?