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Todo movimiento tiene una causa, y esta causa debe ser exterior al ser que está en movimiento; no puede
ser al mismo tiempo principio motor y cosa movida. Pero el motor debe ser movido por otro, y éste por
otro. Por tanto debe admitirse o bien que la serie de las causas es infinita y no tiene un primer término
-pero entonces no se explicaría el movimiento-, o que la serie es finita y existe un primer término, motor
inmóvil, Dios.
SEGUNDA VÍA. DE LA CAUSALIDAD EFICIENTE
Tomada de la Física de Aristóteles.
Nada puede ser causa eficiente de sí mismo; porque, para producirse, tendría que ser anterior –en cuanto
causa- a sí mismo –en cuanto efecto-. Así, toda causa eficiente supone otra,que, a su vez, supone otra.
Mas estas causas no mantienen entre sí una relación accidental; se condicionan según un orden
determinado, y precisamente por eso cada causa da cuenta de la siguiente. Siendo así, la primera explica
la que está en medio y la que está en medio, la última. Es necesario que haya una primera causa de la
serie para que haya una intermedia y última; y esa causa primera eficiente es Dios
Se observan distintos grados de perfección en los seres. Hay distintos grados en la bondad, verdad,
la nobleza y demás perfecciones de este género. Pero el más y el menos supone siempre un término
de comparación, que es lo absoluto. Hay, pues, una verdad y un bien en sí, es decir, un ser en sí que
es causa de todos los demás seres, al que llamamos Dios.
Deducida del pensamiento griego: el universo como cosmos o todo ordenado. Aristóteles
Todas las operaciones de los cuerpos naturales tienden hacia un fin, aun cuando carezcan en sí mismos
de conocimiento. La regularidad con que alcanzan su fin muestra bien claramente que no llegan a él por
azar, y esta regularidad no puede ser más que intencional y querida. Puesto que carecen de
conocimiento, es preciso que alguien conozca por ellos, y a esa inteligencia primera, ordenadora de la
finalidad de las cosas, la llamamos Dios