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Las teorías de formación del planeta son de dos tipos:

 formación a partir de un núcleo de hielos de una masa en torno a 10 veces la


masa terrestre capaz de atraer y acumular el gas de la nebulosa protosolar
 formación temprana por colapso gravitatorio directo como ocurriría en el caso
de una estrella.
Ambos modelos tienen implicaciones muy distintas para los modelos generales de
formación del Sistema Solar y de los sistemas de planetas extrasolares. En ambos
casos los modelos tienen dificultades para explicar el tamaño y masa total del
planeta, su distancia orbital de 5 ua, que parece indicar que Júpiter no se desplazó
sustancialmente de la región de formación, y la composición química de su
atmósfera, en particular de gases nobles, enriquecidos con respecto al Sol. El
estudio de la estructura interna de Júpiter, y en particular, la presencia o ausencia
de un núcleo interior permitiría distinguir ambas posibilidades.
 Las propiedades del interior del planeta pueden explorarse de manera remota a
partir de las perturbaciones gravitatorias detectadas por una sonda espacial
cercana.
 Actualmente existen propuestas de misiones espaciales para la próxima década
que podrían responder a estos interrogantes.
Masa
La masa de Júpiter es tal, que su baricentro con el Sol se sitúa en realidad por
encima de su superficie (1,068 de radio solar, desde el centro del Sol). A pesar
de ser mucho más grande que la Tierra (con un diámetro once veces mayor)
es considerablemente menos denso. El volumen de Júpiter es equivalente al
de 1.317 Tierras, pero su masa es sólo 318 veces mayor. La unidad de masa de
Júpiter (Mj) se utiliza para medir masas de otros planetas gaseosos, sobre
todo planetas extrasolares y enanas marrones.

Características orbitales
Dist. media del Sol 5,203 UA
Radio medio 778.000.000 km
Excentricidad 0,055
Período orbital (sideral) 11,86 años
Periodo de rotación 9h.50m.
Velocidad orbital media 13,06 km/s
Inclinación del eje 3,08°
Número de satélites 60
La atmósfera es muy profunda, comprendiendo quizá al propio planeta, y
es de alguna manera como el Sol.

La atmósfera de Júpiter no presenta una frontera clara con el interior


líquido del planeta; la transición se va produciendo de una manera
gradual. Se compone en su mayoría de Hidrógeno (87%) y Helio (13%),
además de contener Metano, vapor de agua, Amoníaco y Sulfuro de
hidrógeno, todas estas con < 0,1% de la composición de la atmósfera total.

La atmósfera turbulenta y con muchos tipos de nubes de Júpiter es, por


tanto, fría. Con gran abundancia de hidrógeno, predominan las moléculas
que contienen este elemento, como el metano, el amoníaco y el agua. Las
fluctuaciones periódicas de temperatura en la atmósfera superior de
Júpiter revelan una pauta en el cambio de los vientos como la de la región
ecuatorial de la estratosfera terrestre
Las nubes superiores de Júpiter están formadas
probablemente de cristales congelados de amoníaco.7 El color
rojizo viene dado por algún tipo de agente colorante
desconocido aunque se sugieren compuestos de
azufre o fósforo. Por debajo de las nubes visibles Júpiter posee
muy posiblemente nubes más densas de un compuesto
químico llamado hidrosulfuro de amonio, NH4HS. A
una presión en torno a 5-6 Pa existe posiblemente una capa
aún más densa de nubes de agua. Una de las pruebas de la
existencia de tales nubes la constituye la observación de
descargas eléctricas compatibles con tormentas profundas a
estos niveles de presión. Tales tormentas convectivas pueden
en ocasiones extenderse desde los 5 Pa hasta los 300-500 hPa,
unos 150 km en vertical.
La dinámica del sistema climático de Júpiter se refleja en unas franjas
latitudinales de colores, nubes atmosféricas y tormentas. Los patrones de
nubes cambian en horas o días. Estas franjas se aprecian más debido a los
colores pastel de las nubes. Estos colores se ven también en la llamada
Gran Mancha Roja que es una compleja tormenta de forma oval y con
variaciones de color desde rojo ladrillo hasta rosa, que se mueve en
sentido antihorario.
A veces, es de un color rojo fuerte, y realmente muy notable, y en otras
ocasiones palidece hasta hacerse insignificante. Históricamente, en un
principio se pensó que la gran mancha roja era la cima de una montaña
gigantesca o una meseta que salía por encima de las nubes. Esta idea fue
sin embargo desechada en el siglo XIX al constatarse
espectroscópicamente la composición de hidrógeno y helio de la
atmósfera y determinarse que se trataba de un planeta fluido. El tamaño
actual de la mancha roja es aproximadamente unas dos veces y media el
de la Tierra. Meteorológicamente la Gran Mancha Roja es un
enorme anticiclón muy estable en el tiempo. Los vientos en la periferia
del vórtice tienen una intensidad cercana a los 400 km/h.
Júpiter tiene una magnetosfera extensa formada por un campo magnético
de gran intensidad. El campo magnético de Júpiter podría verse desde
la Tierra ocupando un espacio equivalente al de la Luna llena a pesar de
estar mucho más lejos. El campo magnético de Júpiter es de hecho la
estructura de mayor tamaño en el Sistema Solar. Las partículas cargadas
son recogidas por el campo magnético joviano y conducidas hacia las
regiones polares donde producen impresionantes auroras. Por otro lado
las partículas expulsadas por los volcanes del satélite Ío forman un toroide
de rotación en el que el campo magnético atrapa material adicional que es
conducido a través de las líneas de campo sobre la atmósfera superior del
planeta.
Se piensa que el origen de la magnetosfera se debe a que en el interior
profundo de Júpiter, el hidrógeno se comporta como un metal debido a la
altísima presión. Los metales son, por supuesto, excelentes conductores
de electrones, y la rotación del planeta produce corrientes, las cuales a su
vez producen un extenso campo magnético.
En el interior del planeta el hidrógeno, el helio y el argón (gas
noble que se acumula en la superficie de Júpiter), se
comprimen progresivamente. El hidrógeno molecular se
comprime de tal manera que se transforma en un líquido de
carácter metálico a profundidades de unos 15.000 km con
respecto a la superficie. Más abajo se espera la existencia de
un núcleo rocoso formado principalmente por materiales
helados y más densos de unas siete masas terrestres
El interior del planeta está mezclado de manera eficaz por lo
menos hasta niveles cercanos a las nubes de agua a 5 bar.
Hasta el momento se han descubierto dieciséis satélites de Júpiter. En 1610, Galileo
descubrió los cuatro mayores. Fueron recibiendo los nombres de los amantes
mitológicos de Júpiter: Ío, Europa, Ganimedes y Calisto. Esta tradición se ha
seguido para denominar los demás satélites o lunas. Observaciones más recientes
han demostrado que las densidades medias de las lunas mayores siguen la
tendencia aparente del propio sistema solar.
Ío y Europa, cercanos a Júpiter, son densos y rocosos como los planetas interiores.
Ganimedes y Calisto, que se encuentran a más distancia, están compuestos
principalmente de hielo de agua y tienen densidades más bajas. Durante la
formación de satélites y planetas, su proximidad al cuerpo central (el Sol o Júpiter)
evita, claramente, que se condensen las sustancias más volátiles.
Calisto es casi tan grande como Mercurio, y Ganimedes es mayor que éste.
Radio orbital
Diámetro Masa Período
Nombre medio
(km) (kg) orbital
radio (km)

Io 3.643,2 8,94×1022 421.600 1,769138 días

Europa 3.122 4,8×1022 671.100 3,551181 días

Ganíme
5.262 1,48×1023 1.070.400 7,154553 días
des

Calisto 4.821 1,08×1023 1.882.700 16,68902 días

Un equipo de astrónomos de la Universidad John Hopkins (EEUU) descubrió


recientemente que Ganimedes tiene una atmósfera de oxígeno muy tenue, con una
presión comparable a la de la atmósfera terrestre a una altura de unos 400 metros.
Antes de este descubrimiento, estos mismos científicos habían detectado también
un tenue velo de oxígeno alrededor de Europa.
El satélite más notable es, sin duda, Ío. Su superficie presenta grandes contrastes:
del amarillento al castaño oscuro y áreas blancas con manchas negras. Ío es
sacudido por un vulcanismo impulsado por la dispersión de la energía del interior
del satélite. Diez volcanes estaban en erupción durante los vuelos espaciales del
Voyager en 1979 y, desde entonces, se han detectado otras erupciones. Los orificios
emiten dióxido de azufre (SO2), y éste se condensa en la superficie formando una
atmósfera local y transitoria. Las regiones blancas son SO2 sólido; las otras marcas
están producidas, presumiblemente, por otros compuestos de azufre.
 Ya cerca del planeta, la nave espacial Voyager 1 descubrió en 1979 un
sistema de anillos muy tenue que es invisible desde la Tierra. El
material de estos anillos tiene que estar en continua renovación porque
se le observa moviéndose en dirección al planeta.
 Al contrario que los anillos de Saturno, que presentaban un patrón
complejo e intrincado, Júpiter posee un único sistema sencillo de
anillos compuesto por un halo interno, un anillo principal y un anillo
Gossamer. Para la nave espacial Voyager, el anillo Gossamer parecía un
sólo anillo, pero las imágenes captadas por Galileo nos muestran un
descubrimiento inesperado, en realidad se trata de dos anillos. Uno
está encerrado dentro del otro. Los anillos son muy tenues y están
compuestos por partículas de polvo lanzadas al espacio cuando los
meteoroides interplanetarios chocan con las cuatro lunas interiores de
Júpiter: Metis, Adrastea, Tebe y Amaltea. Muchas de las partículas
tienen un tamaño microscópico.
Los anillos y lunas de Júpiter se mueven en el interior de un
intenso cinturón de radiación compuesto por electrones e
iones que han sido atrapados por el campo magnético del
planeta. Estas partículas y campos comprenden la
magnetosfera joviana o entorno magnético, que se extiende
desde los 3 a 7 millones de kilómetros hacia el Sol, y se
estrecha en forma de manga hasta alcanzar la órbita de
Saturno (a una distancia de 750 millones de kilómetros).

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