Poco o ningún provecho sacarás de manifestar satisfacción por tus propias virtudes. La gente te despreciará generalmente, pues es una forma de decirles que ellos son menos que tú. Les deberás a todos lo que te pagas a ti mismo. Quien habla para oírse él mismo, no habla bien. Si te elogias a solas, es locura, y si delante de los demás, locura doble. Gran defecto de un hombre es hablar para querer ponerse por encima de quienes lo escuchan, y a cada momento buscan la aprobación o la vana lisonja, perdiendo la cordura. Son como hinchados huecos, que llevan sólo aire y su conversación únicamente requiere el socorro de los mediocres que le digan “¡Bien dicho!” a todas sus banalidades. Es la mejor forma de alcanzar lo que buscas. Aun en materia religiosa, muchos maestros del cristianismo han empleado esta astucia. Es una importante forma de disimulo que sirve de atractivo para ganarnos la voluntad de los demás: se convencerán de que luchas por lo que ellos buscan, y así abrirán camino a tus propósitos. Nunca debes lanzar el tiro errado, y con mayor razón cuando tratas asuntos delicados. También con personas cuya primera palabra suele ser “no”, debes analizar bien, para que no vaya a pensarse que careces de voluntad para conceder, mucho más cuando el otro siente cierta ojeriza. Este consejo te será bueno para descubrir a los que tienen una segunda intención, que a veces son lo máximo en habilidad. La apariencia es casi siempre muy distinta de lo real. Ignorante es quien primero se conforma con ver la parte superficial de las cosas, y luego se lleva el gran desengaño. Lo que se ve a primera vista, frecuentemente es mentira, y arrastra al torpe a la eterna banalidad.
La verdad llega más tarde, con la observación y el tiempo. La gente
profunda ve sólo la mitad de lo que aparenta ser el doble. El engaño está en lo superficial y con él se encuentran los que son igualmente superficiales. La verdad está siempre dentro, en lo profundo de las cosas, que es lo que aprecian los sabios y cuidadosos. No hay nadie tan perfecto que no necesite alguna vez consejo. Es enfermo insoportable el necio que no escucha a nadie. El más preventivo debe dejarse aconsejar. Aun el muy poderoso debe tener humildad. Hombres hay tan inaccesibles que se caen porque nadie se atreve a ir en su auxilio. Ni aun el más autosuficiente ha de cerrar la puerta a la amistad, que será su socorro en los malos momentos. Es bueno que tengas un amigo que se sienta en potestad no sólo de ayudarte, sino también de regañarte. Debes satisfacerte en darle esa autoridad cuyo pago será su fidelidad y prudencia puestos a tu favor. Claro, no a todos pondrás en ese nivel de respeto y confianza. Pero deja siempre espacio en tu vida a personas en las que puedas confiar, cuya lealtad te permita apreciar sus consejos y correcciones en tus malos momentos. No basta que tus ideas sean profundamente correctas, pues no todos miran a lo esencial. La mayoría de la gente apoya lo que apoyan otras gentes. Es importante saber convencer: unas veces presentando tu idea como el deseo de la gente, otras dándole un nombre atractivo, que remita a los fines más elevados, sin caer en la afectación artificiosa. No hables sólo para los especialistas, pues eso provoca la molestia de la gente, al pensar que únicamente quieres beneficiar a esos pocos, y simplemente, por no entender no te darán su voto. Tampoco debes exponerles tus ideas como algo demasiado fácil ni común. Pues de original y ansiado, tanto a la gente sencilla como a la culta.