lenguaje y que las modificaciones técnicas como la utilización del juego no alteran su esencia (Vives Rocabert y Lartigue Becerra, 2001). El juego es considerado como un texto a descifrar: existe en el una dimensión simbólica, un espacio de repetición y se le considera como una creación poética. Vives Rocabert y Lartigue Becerra (2001) señalan que la dirección de la cura que propone Mannoni esta centrada en la identificación de lo que el niño representa dentro del mundo fantasmático de los padres, de ahí la importancia de desentrañar el lugar que ocupa la palabra de la madre en el mundo interno del chico, "es por esto que el dispositivo analítico con los niños desde la perspectiva de Mannoni, no puede ser pensando sin el discurso de los padres" Lacan distingue entre la posición del niño como objeto del fantasma de la madre y como síntoma de la pareja familiar, dicha tesis permite diferenciar entre el sujeto del goce y el sujeto del deseo, y "conducirá a la explicitación de los términos y posibilidades de intervención del psicoanálisis con niños" (Capetillo, 1999: 107). En la concepción de la identificación del niño al síntoma, dicho síntoma aparece como denunciante de la verdad familiar, de esta manera se concibe presente la estructura familiar, esto es, la actuación de la metáfora paterna desplazando al deseo de la madre, tal como es formulado por Lacan Es decir que la función del padre es ser un significante que sustituye a un primer significante (Š) que es el deseo de la madre (el padre viene al lugar de la madre), separando de este modo al sujeto del objeto (? ) incestuoso (a la madre de su hijo). La metáfora paterna introduce entonces una legalidad, un orden. El estadío del espejo (Lacan, Congreso de Marienbad, 1936) constituye una referencia tópica, un momento lógico en el que se originan el YO [moi] y la alienación imaginaria al semejante. El Estadío del espejo se presenta entre los seis y los dieciocho primeros meses de vida, durante el cual el niño anticipa el dominio de su unidad corporal mediante una identificación con la imagen del semejante y por la percepción de su propia imagen en un espejo. Es decir que dicho estadio, funda para el niño un primer modo de vínculo con lo social. Su deseo, es mediado por el deseo del otro, y hace del yo un aparato que tiene como función la autoconservación, referida esta a los peligros en que se pone en juego la subsistencia. Esta organización dependerá de cómo el sujeto pase por el complejo de Edipo. Que para Lacan, es el pasaje desde el orden imaginario, al orden simbólico. “Es en el seminario V "La relación de objeto" (1956) el que constituye un verdadero manual clínico del psicoanálisis del niño; propone allí un modelo teórico del desarrollo del niño. Va a situar, por su parte, el lugar central de la falta en la subjetividad, y gracias a los tres registros, real, simbólico e imaginario, define y articula entre ellos los conceptos de privación, frustración y castración. A través del modelo dialéctico madre-hijo- falo, intenta dar cuenta de la organización preedípica, es decir, de la intersubjetividad en la que se basa la subjetividad del niño, en tanto no está solo, en tanto es dependiente de esos Otros reales que son los padres.” "En otros seminarios, como Las formaciones del inconsciente y El deseo y su interpretación, Lacan intenta formalizar el advenimiento del sujeto a la palabra y su capacidad de enunciación, y el niño es situado así en la teoría como un tiempo mítico, como una ficción, como el lugar de una suposición lógica que permite dar cuenta de la estructura y de la dialéctica imaginaria de la alienación al otro. “Aquel fenómeno a partir del cual se le suprime la subjetividad a un individuo, es decir, se lo despoja de la misma, pasando a controlarlo y anularlo” El proceso de constitución subjetiva es una elaboración a posteriori de lo que sucede en el campo simbólico de las relaciones intersubjetivas entre el bebé y sus padres, o quienes cumplan esta función, y dicho proceso no es instrumentable ni tiene un objetivo predefinido desde las determinaciones conscientes, sino que pertenece al campo de lo simbólico en donde se encuentra capturado el discurso parental que siendo una intersección del orden de la actividad, se sitúa en el campo del Otro. (Mandatos) Al encontrarnos con un niño autista respetamos la singularidad en tanto sujeto que sufre, y que ha encontrado una forma de intentar aliviar ese sufrimiento. Sólo escuchándolo, dándonos el tiempo, dejándonos sorprender y con una presencia muy viva es que podemos abordar el tratamiento. A diferencia de lo que pensaba el psicoanalista norteamericano Donald Meltzer, para quien “el psiquismo del autista está desmantelado”, pensamos que se trata de un sujeto muy activo. Y la forma, el estilo de actividad, es la de cada uno, la que cada sujeto con TEA se inventa y debe ser respetada, para partir de allí. A diferencia de otros tratamientos que intentan erradicar los comportamientos disruptivos o sus objetos, el psicoanálisis se vale de ellos. El sujeto es el efecto de la obra del lenguaje; como tal está anticipado en el discurso parental. Lo que se desarrolla es la capacidad del niño de apropiarse de estas instancias y, consecuentemente, del uso de los sistemas simbólicos que organizan sus relaciones de objeto en el campo fantasmático y, por efecto de éste, en el campo de la realidad. Hasta 1943 el autismo era un síntoma primordial de la esquizofrenia, que consistía en: aislamiento, retracción en si mismos, no conexión con el mundo real compartido por los otros llamados “normales”. En 1943, Leo Kanner deslindó este síntoma y describió el cuadro al que denominó Autismo infantil precoz. Otros psiquiatras habían descripto el mismo cuadro, entre ellos H. Asperger en 1945, pero la incomunicación debida a la guerra impidió que fuera conocido en su momento, y solo lo fue en los años 80, tal como sucedió con Van Krevelin. Desde el comienzo mismo en que fue conocido y aceptado por la comunidad médica, el autismo infantil estuvo signado por ser el centro de fervientes discusiones.
Por un lado, se le niega el carácter de
enfermedad: niños especiales, ángeles, regalo de Dios, maravillosos, niños índigos, son algunos de los tantos calificativos. Como si la soledad, los miedos, las estereotipias no indicaran el sufrimiento de estos niños y la necesidad de recibir atención especializada. La banalización, los excesos, son realmente cada vez más alarmantes. El término autista está de moda, fulano es autista, le dice por ejemplo un político a otro, o sos un autista, la mujer a su marido que en lugar de contestarle lee el diario. Pero esto no es lo grave, lo grave es que cada día son más los padres que llegan al consultorio alarmados con la existencia de signos de autismo en su hijo, o directamente con el diagnóstico de autismo. ¿Qué diferencia puede haber para ellos entre síndrome y síntoma? Síndrome es el conjunto de signos y síntomas, que hacen posible caracterizar una patología, esto lo sabemos los especialistas de la Salud y no los padres. Los niños autistas nos enseñaron a convertir los no en sí, parece que no pero sí. Miran si no se sienten mirados, a veces lo hacen de reojo. Un paciente me explicó que el quedarse colgado mirando el techo, el ventilador, la luz - que es significado como un síntoma más de aislamiento- en realidad no es tal: “veo por los costados del ojo”, o sea usando el resto del campo visual. Es un modo de controlar a las personas: “yo veo a todos y los otros creen que no estoy”. “No juegan”. ¿Por qué no es un juego alinear los autitos de manera perseverante, sino un síntoma más de aislamiento? ¿No nos estarán mostrando la necesidad de un orden, de su deseo de estabilidad que sienten que precisan? Se sientan en un rincón del consultorio dándonos la espalda, quietos. ¿Por qué esa actitud sería otro sinsentido?.
¿No puede acaso ser expresión del miedo al
terapeuta? “…cada individuo es, además de la síntesis de las relaciones existentes, también la de la historia de esas relaciones: es el resumen de todo el pasado”. Antonio Gramsci.
Y el pasado de estas familias suele ser
sumamente traumático. Como dijera E. Pichón Riviere, el diagnóstico sólo sirve para orientarse. Trabajamos con el emergente.
Cada niño con autismo es distinto a otro, es un sujeto con
su historia personal a cuestas.
El tratamiento del niño con autismo suele ser extenso e
intenso. Intenso para ambos participantes. Para el niño salir de su aislamiento significa exponerse a esos terrores de los que huyó. El terapeuta tendrá que tolerar el sufrimiento del niño, y el sufrimiento del niño que él mismo fue, ya que debe permitirse regresar a veces a dolores que creía superados. “En esta lucha entre Eros y Tánatos es la esperanza y el amor lo que sostiene.”
*Dra. Velleda Cecchi. Miembro titular en función didáctica de la
Asociación Psicoanalítica Argentina. Miembro del Departamento de Historia del Psicoanálisis *“Dr. Celes Cárcamo”. Autora del libro: “Los otros creen que no estoy.” Autismo y otras psicosis infantiles
Técnicas de Terapia, PNL y Coaching para El CambioRecursos y Herramientas para Profesionales Del Sector de Asistencia A Personas (Spanish Edition) by Francisco Verjano Díaz (Verjano Díaz, Francisco)