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SALVADOREÑA
Evaluación de proyectos de inversión
EVALUACIÓN DE PROYECTOS DE INVERSIÓN
La evaluación de inversiones de capital es el estudio y aceptación de
proyectos de aplicación de recursos, cuyos beneficios se esperan recibir en
un momento futuro (James Van Horne, 1976).
La evaluación de inversiones implica formular proyectos de inversión, estimar
sus posibles flujos de fondos y evaluarlos, seleccionar proyectos según un
adecuado criterio de aceptación y finalmente reevaluarlos sistemáticamente
después de haberlos aceptado (James Van Horne, 1976).
Las inversiones pueden provenir de nuevos proyectos, de reemplazos de
equipos, de resultas de actividades de investigación y desarrollo, etc., pero
abstracción hecha de las particularidades de cada uno de los rubros posibles,
existen criterios que se fundan en el análisis técnico del flujo estimado de
fondos que proporcionan información importante para encarar la decisión de
aceptar o rechazar una determinada opción.
El flujo de fondos
La tarea de evaluación se efectúa a partir de la determinación del flujo neto de fondos,
suma algebraica de egresos e ingresos netos, sin considerar aquellos costos que resulten
no erogativos, o sea que no originen desembolso real de dinero, debiendo considerar en
cambio la incidencia impositiva que dichos costos ocasionan, ya que esta incidencia
repercute concretamente en la determinación de flujos de fondos. En otras palabras, nos
estamos refiriendo a una proyección futura de un flujo de caja.
Se hace mención al flujo neto de efectivo porque sólo los fondos líquidos pueden ser
invertidos con el objetivo de obtener en el futuro una suma superior. Destacamos el
término de futuro, porque en este tipo de análisis se parte, en el mejor de los casos, de
una inversión realizada en el momento actual para compararla con los ingresos futuros
que esperamos obtener de ella.
Momento 0 1 2 3
Flujo de fondos (10.000) 4.000 4.000 4.000
Los flujos negativos se denotan encerrándolos entre paréntesis, y en este caso
el egreso inicial se encuentra ubicado en el período 0 para definir el
momento actual, y los momentos 1, 2 y 3, que definen los tres plazos en que
se esperan recibir los ingresos. En general, esto sucede en las operaciones
financieras, en las que se pacta una determinada fecha para el recupero del
dinero. Pero la operación de una empresa en marcha, no obedece al mismo
criterio, debiendo entonces homogeneizarse en la presentación el conjunto
de fondos generados dentro de un lapso determinado. Si ésta fuera la
situación, el ejemplo anterior quedaría:
En principio cabría aceptar este proyecto, ya que el Valor Actual Neto es positivo, o sea
que descontado el flujo de fondos con el objetivo de llevarlo a moneda homogénea
del momento 0, el flujo descontado sumado algebraicamente da positivo.
El significado que del valor de $ 177, implica que una vez cubiertos el
egreso inicial y los costos financieros del proyecto, quedan como
remanente $ 177 en términos de dinero del momento inicial. La aceptación
debe referirse a la consideración que hagamos de un conjunto de
circunstancias que rodean al proyecto, pero en principio el mismo
parecería aceptable.
Ciertas consideraciones a tener en cuenta, en algunas ocasiones, al
momento de definir la tasa de corte.
Respecto de lo que se expresaba al desarrollar el período de recupero,
existe la posibilidad de analizar el retorno de una inversión dada a partir del
flujo de fondos actualizado que se obtuvo para alcanzar el Valor Actual
Neto. De esta forma, se evita una de las restricciones del método, que es el
no considerar el valor del dinero en el tiempo, y se transforma en una
importante herramienta para la toma de las decisiones.
Para épocas en donde el riesgo de cambios que rompan con lo
establecido es muy grande, el período de repago a valores descontados es
un esquema de análisis que no se puede obviar.
Tasa Interna de Retorno
Es bastante corriente que algunos autores, como Solomon o el mismo Van Horne teoricen
sobre la ventaja técnica relativa que el valor actual neto tendría sobre la tasa interna de
retorno.
James Van Horne (1976) en Administración Financiera, presenta el siguiente ejemplo a partir
del cual ensaya una teoría acerca de la superioridad del VAN sobre la TIR:
James Van Horne (1976) sostiene que dadas las diferentes tasas de
reinversión implícitas (10 % para el VAN, y 25 % para el A y 22 % para el B
en el caso de la TIR), es más prudente elegir el método que supone la
reinversión de los flujos futuros a tasa más baja. Escribe: "Con el método
TIR, la tasa implícita de reinversión es diferente para cada proyecto. Con
el método VAN, en cambio, la tasa implícita de reinversión, (que es la
tasa de corte) es la misma para todos los proyectos".
A nuestro entender, la variable más eficiente para fijar la tasa de corte es el costo
financiero marginal, y éste no es necesariamente coincidente en todas las ocasiones.
Por el contrario, a partir de la crisis del petróleo de 1.973, los mercados detuvieron su
crecimiento, para luego convertirse en decrecientes a partir de 1.977-78. En ese
contexto, el riesgo no es condición exclusiva de quienes operan en países signados por
la inestabilidad y las recurrentes crisis económicas, pasando a ser una característica
propia de cualquier mercado. ¿Quién puede asegurar la no aparición de un nuevo
producto que rápidamente transforme en obsoleto el propio? Ante esta circunstancia el
período de repago a valores actualizados pasa a constituirse en una herramienta
importante a la hora de decidir inversiones.
Por este motivo, se cree que el proyecto A es superior al B, pero no por ser mejor su
tasa interna de retorno, sino porque lo es su período de repago a valores
descontados.
Concluyendo se puede decir que para que la tasa interna de retorno y el valor actual
neto nos conduzcan a decisiones diferentes respecto de la elección entre dos
proyectos alternativos, como es el caso del ejemplo, deben verificarse dos
condiciones:
Cuando esto sucede, se debería decidir a partir del análisis del período de repago a
valores descontados.
En cuanto al concepto de que el VAN es una medida más prudente (James Van Horne,
1976), se debería tener cierta prudencia. En realidad, decidir a partir de la consideración
de los resultados que el mismo arroja en casos como el anterior conlleva un gran riesgo,
ya que la importante tasa de rendimiento ofrecida nos lleva a privilegiar ingenuamente
aquel proyecto que menos efectivo retorne en el mediano y corto plazo, en la medida
que recuperarlo implicaría tener que recolocarlo en otro proyecto, no siendo factible
encontrar otra tasa de semejante nivel.
Como la TIR presupone para ser real la recolocación de los fondos recuperados a la
tasa de rendimiento del proyecto, y el VAN lo hace a la tasa de corte, esto es la tasa de
costo financiero, convendría, forzando la interpretación de Van Horne (1976) y Solomon
(1969), no recuperar rápidamente los fondos para no afrontar el problema de
recolocarlos.
Es poco fructífero discutir acerca de la ventaja relativa de un método sobre otro con el
objetivo de recomendar la utilización del primero sobre el segundo. Las decisiones de
inversión son habitualmente lo suficientemente complejas para obligarnos a echar
mano a toda la información de que disponemos para encarar la apuesta que
significan, con la mayor cantidad de información posible, y cada uno de los métodos
nos dice algo distinto de los otros. Lo importante es la capacidad que hemos
desarrollado para interpretarla.
El español Bernardino Herrero Nieto ha escrito: "El hombre débil y el dirigente mediocre,
sucumbe no por ser débil o mediocre, sino por ignorar que lo es". Salvando las
distancias, con los métodos para evaluar inversiones sucede lo mismo: si se conocen en
profundidad todas las limitaciones que tienen, podremos aprovechar realmente toda
la información que nos proporcionan y nos serán de invalorable utilidad en la
apasionante tarea de decidir la aceptación o rechazo de inversiones.
Conclusión
Los métodos para evaluar inversiones comenzaron a popularizarse en Argentina a través de su utilización por parte de
compañías extranjeras en las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado. A este hecho es dable atribuir el que
durante años se trabajara el análisis de flujos de fondo en moneda extranjera: las casas matrices solicitaban esa
información traducida a moneda dura.
Pero durante años se atribuyó algún grado de seguridad adicional al hecho de preparar los flujos de fondos
predominantemente en dólares. Queda claro que dicha circunstancia no mejora ni empeora el análisis, ya que lo que se
pretendía evitar era la distorsión que acaecía en función de las fluctuaciones que sufría nuestra economía.
Demás está decir que dichos cambios incidían significativamente sobre las evaluaciones y las decisiones que en función de
ellas se tomaban, pero que la expresión en moneda extranjera del flujo de fondos no resultaba de ninguna manera una
solución para la situación. Expresar todo en dólares de un determinado valor equivale a dividir el flujo de fondos por una
constante, con lo cual los resultados van a ser exactamente los mismos. Lo interesante en este caso sería poder predecir el
valor relativo de la moneda extranjera respecto de la nuestra a través del lapso que dure la vida útil del proyecto, para
establecer su incidencia sobre los distintos conceptos que constituyen los costos del mismo, lo que supone un ejercicio de
futurología sin seriedad técnica.
En lo que hace al problema inflacionario, el mismo incide no por los incrementos absolutos de las variables que
consideramos en los proyectos, sino por las distorsiones en los niveles relativos de los distintos costos a considerar.
En la medida que aludimos a los problemas que la inestabilidad de las variables económicas provocan, debemos tener en
cuenta que dichas distorsiones afectan más, en general, el análisis de proyectos industriales que los de índole financiera, ya
que normalmente aquellos requieren para su recupero un lapso mucho mayor, exponiéndose así durante más tiempo a las
modificaciones que sufra la economía que los contiene.