MOVIMIENTO

ENCUENTROS
CONYUGALES

PARROQUIA EL CARMEN
SANTA TECLA

SANTOS NIÑOS INOCENTES

Los niños mencionados en San Mateo 2,16-18

“Al darse cuenta Herodes de que había sido burlado por los Magos, montó
en cólera y mandó matar a todos los niños que había en Belén, en toda la
comarca, de dos años para abajo, conforme al tiempo que había
cuidadosamente averiguado de los Magos. Entonces se cumplió lo que había
predicho el profeta Jeremías: ‘Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y
lamento; es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no
existen”
 GENERALIDADES

Es imposible establecer el día o

el año de la muerte de los
Santos Inocentes, ya que la
cronología del nacimiento de
Cristo y los acontecimientos
bíblicos subsiguientes son muy
inciertos.
Todo lo que se sabe es que los
infantes fueron asesinados
dentro de los dos años después
de la aparición de la estrella a
los Sabios de Oriente.
 GENERALIDADES

La Iglesia Latina instituyó la fiesta de los Santos Inocentes en fecha

desconocida, no antes del final del siglo IV y no después del final del siglo V.
Junto con las fiestas de San Esteban y San Juan, se halló por primera vez en el
alrededor de 485 d.C.

Los latinos guardaban esta fiesta el 28 de diciembre, los griegos el 29 de

diciembre, los sirios y caldeos el 27 de diciembre. Estas fechas no tienen nada
que ver con el orden cronológico del acontecimiento; la fiesta se celebra
dentro de la octava de Navidad porque los Santos Inocentes dieron su vida por
el Salvador recién nacido.
“Hoy en nuestros pueblos,
lamentablemente se sigue
escuchando el gemido y el
llanto de tantas madres, de
tantas familias, por la muerte de
sus hijos, de sus hijos
inocentes…

Su Santidad, el papa Francisco I.

“ La alegría cristiana no es una alegría que
se construye al margen de la realidad,
ignorándola o haciendo como si no
existiese. La alegría cristiana nace de una
llamada –la misma que tuvo san José– a
tomar y cuidar la vida, especialmente la
de los santos inocentes de hoy…”

Su Santidad, el papa Francisco I

CONCLUSIONES