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PAUL C. JAGOT EL PODER DE LA VOLUNTAD SOBRE Sf MISMO SOBRE LOS DEMAS SOBRE EL DESTINO EDITORIAL IBERIA, S. A. MUNTANER 180 - BARCELONA PROLOGO Una gran firmeza de cardcter; esa confianza en st mismo que permite a quien la posee emprender y llevar a feliz ténmino toda clase de empresas; una vo- luntad reftexiva, resuelta y tenaz; la facultad de po- derse dominar y de regirse uno a st mismo deliberada- mente; una seguridad luminosa, prdctica y juiciosa ante cualquier circunstancia que se presente; el don de poder influir sobre el pensamiento, disposiciones y decisiones de nuestros semejantes; el vigor mental y la destreza necesarios para vencer las mil dificultades que la vida ofrece, todo esto, en verdad, parece inaccesible ala mayor parte de los seres, Sin embargo, todo eso, que parece tan dificil, puede adquirirse. El presente libro lo demuestra. Es- te libro dird al lector cual es la manera de poder de- terminar en st mismo — y en amplia medida — las virtudes y facultades arriba entumeradas, aunque el lec- tor no se sienta, de modo natural, muy predispuesto a ellas, La eficacia de muestro método — que mds ade- lante detallamos — ha sido comprobada por los pro- Bios lectores de este Manual. Y hay un hecho que 6 PAUL ©. JAGOT lo demuestra; el haberse vendido algunas decenas de miles de ejemplares de esta obra en el espacio de pocos afios y sin ninguna clase de propaganda, lo cual quie- re decir que nadie ha leido sin provecho esta obra, ni ha dejado, por consiguiente, de recomendarla siempre que ha tenido de ello ocasién. En consecuencia, ni aun el ser mds deprimido debe sentirse desalentado, sino que, antes bien, debe abordar animosamente el entrenamiento gradual que en este libro indicamos; por muy débil, por muy fluc- tuante y timida que sea su voluntad, no tardaréd en vi- gorizarla y en llegar a imponerse a fuerza de persisten- cia... Capital es el interés que ofrece ese entrenamiento, y. por poca atencion que le preste el lector, habra de sentirse, no obstante, lo suficientemente inclinado a in- tentar un primer esfuerzo, del cual surgirdn los esfuer- zos subsiguientes, La afirmacién del poder rector de la conciencia, por medio de la educacidn de la voluntad, no es mis que una cuestién de ejercicio. Tras de ha- ber dado el primer paso, que creard el impulso nece- sario al representarse las excelencias hacia las cuales se orienta, el segundo paso serd mds seguro, y cada una de las nuevas tentativas que practique hard mds enérgica y facil la que le siga. La subordinacién de las diversas actividades psi- cofisicas al examen reflexivo de la inteligencia cons- tituye la principal condicién para el éxito, por la sen- cilla razén de que capacita al individuo para actuar en todo momento, a pesar de cualquier obstdculo o difi- EL PODER DE LA VOLUNTAD 7 cultad, de conformidad con una resolucidn o principio determinado de antemano. Esta cualidad parece ser la mds apetecible de to- das, ya que asegura una completa armonia interior. En un determinado grado de desenvolvimiento psiqui- co, la voluntad se halla asociada, constante e intima- mente, al «yo» central; y, en consecuencia, permite di- rigir los pensamientos, moderar o exaltar — seguin los casos — las emociones o impulsos que el individuo experimente y reinar de modo soberano sobre los estados sensoriales. La estrecha influencia existente entre lo moral y lo fisico, cuya nocién se ha ido extendiendo durante es- tos ultimos afios, mediante el empleo terapéutico de la sugestién (1), se manifiesta con tanta precisién como intensidad en todas aquellas personas que practican con relativa asiduidad la concentracién voluntaria del pensa- miento: manteniendo en su conciencia la imagen con- veniente, les es posible actuar sobre los mds profundos tejidos de su organismo. Con anterioridad a esta po- sibilidad, veremos que es relativamente facil al individuo crearse una condicién mental, afirmando poderosamen- te su vitalidad y su resistencia respecto de las diversas causas patdgenas. Por otra parte, la ciencia experimental considera como un hecho demostrado que la voluntad se ejercita exteriormente al individuo y que, a través del éter, pro- yecta, con direccién a aquellas personas en quienes se (1) Del mismo autor, Método prdctico de autosugestién. (Prefacio del doctor P. L. Rebm.) 8 PAUL C. JAGOT pone el pensamiento, una serie de movimientos ondulato- rios que tienden a crear en dichas personas estados de alma complementarios de los del individuo actuante. Las voliciones precisas, continuas e intensas, tie- nen, entiéndase hien, una accién a distancia mucho mds eficaz que los pensamientos indecisos, fugitivos y vaci- lantes. Por consiguiente, la influencia pstquica indivi- dual aumenta al mismo tiempo que reduce la multi- Dlicidad de estados de alma y ensefia al individuo a pensar enérgicamente. Vayamos mas lejos. Diversas escuelas filosdficas ad- miten que la facul:ad de querer, por efecto de un proceso que dichas escuelas explican, se convierte en modificadora de las causus secundarias cuando adquie- re suficiente dinamismo para ello. Asi piensan los ocul- tistas, los tedsofos y magos, cuyas doctrinas han tenido en todos los pueblos y en todas las edades de la Histo- ria muy ilustres representantes (1). .* * Por lo tanto, lo que nos proponemos en este libro es establecer un método de desarrollo de la voluntad, orientado, primeramente, hacia el dominio de si mismo, después hacia la prdctica de la influencia mental a dis- tancia, sobre una o varias personas, y, finalmente, ha- cia la aplicacién — por parte de aquelias personas que quieran hacer la experiencia — de los métodos de con- ““()_ Véase el Tratado metédico de Ciencia oculta del doc- tor Papus y la obra de Stanislas de Guaita. EL PODER DE LA VOLUNTAD 9 dicionamiento voiuntario del destino. Los primeros efec- tos que determinan las prdécticas expuestas mds adelante se traducen en un impulso hacia la iniciativa mental y mds tarde por una sensacidn de seguridad y de «po- der»: el individuo tiene conciencia de que es capaz de realizar esfuerzos de voluntad. Poco a poco — tanto mds rdpidamente cuanto mayor sea la aplicacidén del indi- viduo — la confianza de éste en si mismo se hace cons- tante, y las ideas parasitarias, los estados emo:ivos di- solvences y las solicitaciones sensoriales quedan domi- nados. El «dominio de si mismo», se hace continuo y el individuo puede prontamente, y a plena satisfaccién suya, dirigir sus sentidos, su sensibilidad y su inielecto. Llegado tal momento, como uiera que el individuo €s ya apto para concentrar su energia psiquica sobre cualquier imagen precisa, el poder de la voluntad — como se ha dicho mds arriba — puede utilizarse para obrar de modo regularizado y como elemento mé- dico o anestésico actuante sobre los drganos fisicos. Incluso independientemente de la influencia telepsiqui- ca que pueda ejercer directamente sobre sus semejan- tes, resulta evidene que la persona que ha aprendido a dominarse, a razonar sus impresiones y a conservar una calma perfecta ante toda clase de circunstancias, por dificiles que sean, influye — por efecto de esta misma estabilidad — sobre las personas en quienes actia, Una mirada que exprese determinacién, una palabra precisa y juiciosa o una actitud serenainente enérgica, impresio- nan, sin duda, de modo considerable. Existen otras cua- lidades intrinsecas — igualmente obtenibles por medio 10 PAUL C. JAGOT de la educacidn de la voluntad —- que complementan los precedentes factores de influencia personal: tales son el «espiritu oportunistay, la «memoria», la «continui- dad en las ideas» y la «rapidez de asimilacioén». Llega un momento en que ni las circunstancias, ni los in- cidentes imprevistos, ni el modo de ser o de obrar de nuestros semejantes, logran en modo alguno descon- certarnos. Por consiguiente, el individuo medianamen- te dotado podrd modificar su propio destino. En efec- to: a presencia de cualquier eventualidad conservard toda su energia, todu su serenidad y lucidez para poder actuar y reaccionar libremente; sin gran esfuerzo, com- prenderé cudl debe ser su conducta a seguir y, final- mente, siempre atento a su tarea, pasando en el mo- mento previsto de una a otra ocupacién, conservando en el curso de todas las fases de su labor una misma linea directriz, expresién de una misma voluntad. El titulo de esta obra nos parece, pues, perfecta- mente justificado, incluso ante la consideracién de los espiritus mds positivos. CAPITULO PRIMERO Cémo prepararse para regular la voluntad 1. Determinismo y libre albedrio, - 2. Ma- nera de crear en si mismo una propensién hacia el esfuerzo. - 3. Ayuda aportada por las principales aspiraciones. - 4. La fuer- za nerviosa. - 5. Idea general de la subor- dinacién del automatismo a la conciencia. - 6, Regulacién de los impulsos emocionales. - 7. Regulacién de los impulsos sensoriales. - 8. Posibilidad inmediata de realizar los es- fuerzos precedentes. - 9. Modo de obtener provecho de las indicaciones contenidas en este capitulo. 1. DETERMINISMO Y LIBRE ALBEDR{O E! cardcter de cada individuo aparece ya formado en Ja edad en que éste es capaz de tener conciencia de ello. De ta misma manera que, en cuanto a la parte fisica se refiere, nuestra constitucién orgdnica es la re- sultante de la herencia, todo cuanto constituye nues- tro ser moral — tendencias, facultades, aptitudes, etc. — existe con anterioridad a la nocién del «yo». La accién reciproca de las funciones sobre el intelecto y de éste sobre las funciones parece, pues, predisponernos a sentir, pensar y actuar necesariamente de una manera determi- nada. Existen dos aforismos, sumamente conocidos, a este respecto: «No es posible cambiar de naturaleza», dice el uno, y: «Combatamos nuestro modo de ser, y éste reaparecer4 prestamente», argumenta el otro; afo- tismos ambos que expresan claramente la opinién — su- mamente compartida, precisamente porque juzga inti! todo esfuerzo — de las Escuelas filos6ficas que afir- man que el hombre no puede transformar radicalmente su personalidad. Resulta de esta teoria que la voluntad siempre se manifestaria, en un instante dado, como efec- 14 PAUL C. JAGOT to de aquel impulso que el momento o las circunstancias hiciesen mds poderoso. Si bien es cierto que nuestros impulsos, nuestras impresiones y nuestros juicios primitivos son el resul- tado de nuestros condicionamientos psicofisiolégicos, no es menos evidente que una buena educacién de la vo- luntad, adquirida fuera de nosotros mismos, pero re- flejada por nuestra conciencia, puede crear en noso- tros la idea, primero, y después la decisin, de reac- cionar contra ese automatismo. El individuo que se da cuenta de la oportunidad de semejante reacciOn ex- perimenta ya el empuje de su determinismo, que toda- via, sin embargo, no ha aprendido a dominar. Ello se traduce en su entendimiento por la nocién de servidum- bre. El individuo en cuestién se expresaré asi: «Aquello fue mas fuerte que mi voluntad», o bien diré: «No pu- de impedirlop... El objetivo primordial de este libro no es otro que el de ensefiar el modo de proceder, pese a todos los impulsos del automatismo, en el sentido de aquello que un juicio deliberado haya considerado como més conveniente. 2. MANERA DE CREAR EN Sf MISMO UNA PROPENSION HACIA EL ESFUERZO «Todo cuanto entra por el espiritu sale por los miisculos», decian los antiguos. Los psicélogos moder- nos admiten igualmente Ja tendencia que tiene toda idea EL PODER DE LA VOLUMTAL 15 a transformarse en acto. De conformidad con esa ley, y considerando con la mayor atencién posible los diver- sos motivos por los cuales resulta util el desarrollo de la voluntad, el individuo se sentir4 inclinado a ini- ciar practicamente dicho desarrollo. Toda aquella perso- na a quien le sea familiar la meditaci6n razonada de las cosas, no experimentaré dificultad alguna en entre- garse a la contemplacién mental de sus razonamientos ni en practicar la educacién psiquica. Si, por el contra- tio, la aptitud para la concentracién no esta suficien- temente preparada, el individuo lograré vigorizarla efi- cazmente trazando un cuadro escrito de las modifica- ciones que desee introducir en su personalidad y de las ventajas que dichas modificaciones aporten. Estimamos que los ejemplos que a continuacién ofrecemos habrén de ser tiles a mds de un lector: «Quiero adquirir una serenidad constante, una segu- ridad imperturbable y una justificada confianza en mi mismo.» «Quiero dominar la ansiedad, el temor, la nervio- sidad y otras diversas emociones paralizadoras.» «Quiero conservar perfecta lucidez de espiritu en toda circunstancia; quiero ser siempre duefio de mis actos, suceda lo que suceda; quiero conservar mi pre- sencia de 4nimo ante todo obstaculo.» «Quiero que mi memoria sea exacta y rapida, viva y correcta mi asimilacién e indefectible mi voluntad.» «Quiero elevar a un grado sumo el cultivo de mis aptitudes y quiero también adquirir, en el dominio 16 PAUL C. JAGOT que a dichas facultades corresponda, una competencia y habilidad superiores.» «Quiero hacer siempre lo que sea mds convenien- te en el momento previsto y a pesar de todas las so- licitaciones 0 incidentes susceptibies de apartarme de ello.» «Quiero regir mis impulsos fisicos y emocionales, negdndome a dar rienda suelta a todos cuantcs sean contrarios a mi equilibrio vita’, a mis principios o a la finalidad que persigo.» «Quiero examinar juiciosamente, antes de admitir- las, cuantas ideas acudan a mi espontdéneamente, o bien que me sean comunicadas o me Ileguen a través de lec- turas.» «Quiero denotar serena tenacidad, enérgica corte- sia y tranquila seguridad, cualidades que dominan a los hombres y a Jas circunstancias.» Naturalmente, cada individuo persigue en Ja vida una finalidad diferente, que habra de ser ia que le inspire las formulas mds adecuadas al caso. Por ejom- plo: un enfermo, deseoso, ante todo, como es natu- ral, de recobrar su salud, pedr4 afiadir a lo precedente: «Quiero dominar mi voluntad hasta que ésta haya ad- quirido pcder suficiente para modificar mi estado.» Tras de haber leido completamente y repetidas veces el cuadro trazado con arreglo a las anteriores indica- ciones, se hace pzeciso considerar por separado cada parrafo de lo escrito e imaginarse cencretamente su significacién respectiva. De esta suerte, la primera afir- EL PODER DE LA VOLUNTAD 17 macién dada por nosotros como modelo debe ir se- guida de la representaci6n imaginativa de la sensa- cion que se expzrimentaria al saberse uno en posesién de una calma inalterable, como asimismo de las posi- bilidades que implicaria semejante equilibrio nervioso. Diversos autores recomiendan transcribir, con tra- zo firme y atrevido, cada una de las frases sobre las cuales hay que meditar. Aconsejan escribir dichas fra- ses en un rectangulo de papel y mantener fija la mirada por espacio de varics minutos, sobre cada una de las férmuzas escritas. Este procedimiento es de suma con- veniencia para las personas de espiritu agitado, cuya atenci6n se dispersa mucho menos si se les presta un punto de apoyo material. Para activar su funcionamiento cerebral, los seres vacilantes, los inertes, hallarén una ayuda mecdnica dando algtin paseo a paso bastante acelerado, durante el cual se repetiran las afirmaciones precedentes. A la inversa de la inmovilidad fisica, que tiende a calmar la excitacién cerebral, el movimiento estimula el pensa- miento. Hay muchos hombres de negocios que prac- tican inconscientemente esta ley cuando, bajo e! efecto de cualquier grave preocupacién, cuya solucién bus- can afanosamenhte, se pasean-de arriba abajo por su despacho. . 18 PAUL C. JAGOT 3.. AYUDA APORTADA POR LAS PRINCIPALES ASPIRACIONES Para poder poner en practica todo !o hasta aqui con- signado, es preciso que, verosimilmente, el individuo sea ya capaz de realizar un pequeiio esfuerzo. Hasta el caracter mas endeble hallar4 la energia necesaria para ello si acude a su propio juicio. En efecto, resultazia verdaderamente inconcebible que hubiese un solo hom- bre que en el curso de una jornada no experimentase diversos movimientos interiores nacidos de sus princi- pales aspiraciones. Estos mcvimientos se traducen en diversos estados de conciencia: deseo de adquirir tal © cual facultad, o de eliminar cualquier defecto; deseo de un mayor bienestar material, de poseer un objeto, de procurarse una satisfaccién cualquiera; deseo de con- sideracién o de influencia personal. La costumbre de asociar a tas aspiraciones — cuan- do éstas acuden al espiritu — la nocién del desarrollo de la voluntad, que permitir4 realizarlas, crea una dis- posicién hacia el esfuerzo, aun cuando sélo sea momen- t4neamente. Aprovechar este momento para dar _ma- ) yor amplitud al impulso activo, por medio deta, medi- *, tacién anteriormente descrita, es dar el primer paso y abrirse™el acceso a la via energética, ~ La perspectiva de poder Ilegar a ser una persona- lidad vigorosa, fisica y moralmente robusta; de poder mejorar de situacion, de conseguir asimilarse un arte o EL PODER DE LA VOLUNTAD 19 ciencia cualquiera, de poder regirse uno mismo de con- formidad con aquellos principios que se consideran pro- vechosos, y en un orden genera:, de poder lograr el ob- jetivo perseguido en la vida; esta perspectiva, repeti- mos, constituye una serie de «ideas- fuerzas» que se pue- den encauzar en provecho de a voluntad por medio de la asociacién de pensamientos que hemos indicado.- A la lasitud, a la indecision y a la itiéreia’ debe- mos oponer nuestro egotismo superior; debemos rep2- tirnos constantemente que en modo alguno consenti- remos que nuestras tendencias inferiores pongan trabas a la realizacién de nuestrcs mds caros deseos; debemos considerar que una voluntad resuelta significa siempre, directa o indirectamente, una Vénitaja sobre los demds; asimismo debemos tener en cuenta que nues| der volitivo regula la eficacia de nuestra reaccién c cuanto las circunstancias tienden a imponernos de desagradable 9 doloroso, como también la de meestrn accién sobre cuantas cosas apetezcamos. 4. LA FUERZA NERVIOSA Un motivo cualquiera, que sea suficientemente im- perioso, hace accionar la yoluntad; pero ésta decae ré- pidamente si falta ‘a energia indispensable para “produ- cir la actividad psiquica, esto es, la fuerza nerviosa. Son muchas las enfermedades de la voluntad que proceden de una insuficiente produccién de fuerza nerviosa. No es menos cierto que los asténicos derrochan initilmen- 20 PAUL C. JAGOT te cierta cantidad de esta preciosa energia, cuya reten- cién bastariales para mejorar casi instantaneamente su estado. El individuo que conserva en_los diversos plexos la fuerza nerviosa que otros malgastan en indtiles expan- siones, tonifica la facultad volitiva, que entonces se halla lo bastante sostenida para ejercer su accién cuan- do la oportunidad se presenta. Por esta razon, como primeros esfuerzos de habi- tuacién, preconizamos una serie de inhibiciones que, pa- ralelamente a !a fortificacion de tod6 ejercicio racional, procuren suprimir importantes emisiones de fuerza ner- viosa. Dos 0 tres dias de practica bastaran para conven- cer al lector de la eficacia de estos ejercicios, pues, con- secutivamente a la aplicacion de los mismos, expe- rimentaré una sensaciOn inmediata de «poder en si mismo». 5. IDBA GENERAL DE LA SUBORDINACION DEL AUTOMATISMO A LA CONCIENCIA Todo ser puede apreciar en si mismo la existencia de dos elementos que acttian de fuerzas incitadoras, dos fuentes de donde se originan las decisiones. Por una parte, la conciencia, el juicio, Ta razén y la re- flexién; por otra_parte, el automatismo. Un ejemplo mostraré claramente el juego de estos dos centros de Ja personalidad humana: un estudiante se sienta por la mafiana ante su mesa dispuesto a entregarse al es- EL PODER DE LA VOLUNTAD 21 tudio de una cuestién abstracta de Filosofia, carente hasta aquel momento de todo atractivo para él. Fuera brilla el Sol, 'y, por Ja ventana, entreabierta, Megan hasta la estancia deliciosos efluvios matutinos y el ru- mor de mil ruidos del exterior, Nuestro estudiante’ se siente vivamente inclinado a dejar el tibro indigesto y salir en busca de algunos compafieres, con los cua- les se entregar4 a uno-de esos juegos al aire libre que tanto placen a la adolescencia sana. Pero este mo- vimiento de automatismo, ese «impulso», tropieza con la resistencia que le opone la conciencia, al razonar que los exdmenes se acercan, que el programa de los mismos es dificil y que sdlo mediante una asiduidad sostenida logrard salir airoso de su cometido. Entonces se entabla el «combate interior», de cuyo resultado de- pender4 la conducta de! estudiante. La debilitacién del automatismo, metodicamente con- ducido y esforzandose el individuo en dominar primera- mente los impulsos mas insignificantes y después otros més importantes, asegura poco a poco su subordinacién rapida y facil a las representaciones reflexivas. 6. REGULACIGN DE LOS IMPULSOS EMOCIONALES La satisfaccién de los impulsos emocionales va siem- pre acompafiada de un enorme desgaste de fuerza ner- viosa. Por esta raz6n e! mejor camino para Hegar a un? — 6 22 PAUL C. JAGOT perfects cultura de la voluntad es precisamente el de re- gular y dominar dichos impulsos. Los principales son: Le Ia expansividad, en todas sus formas. De una Si por emt, llega a ti vcualguiey noticia y experimen: tas el deseo de comunicarla a un amigo, piensa que ello te conducira a malgastar cierta cantidad de energfa. Conserva esta energia; no digas nada. No manifiestes nunca tus impresiones, singu!armente las que resulten de las conversaciones que oigas: cada exclamaci6on, cada palabra, cada _gesto retenido aumentard tus reservas de fuerza nerviosa. No malgastes tu fuerza mental en ba- gatelas, ni en comentarios cotidianos, ni en apreciacio- nes sobre las personas que te rodeen, © sobre las accio- nes que presencies... Todo esto no significa insociabili- dad, sino Gnicamente retencién de actividades iniitiles tanto para ti, lector, como para las personas con quie- nes trates. Cuando tengas necesidad de hablar, no lo hagas de un modo mecinico 0 automético: mide_ tus expresiones y sustituye aquellas que ibas a pronunciar «impulsivamente» por otras que sean més_reflexivas. No discurras con excesiva animacién, ya que ello te lle- varia a un desgaste iniitil y, sobre todo, no discutas. Escucha con calma cuando se te exponga y no emita tu opinién sino cuando sea indispensable. No permitas que se te obligue a hablar a pesar tuyo. Si cualquier charlatén te abruma con un aluvi6n de palabras, aparen- ta interesarte por ellas, dejando que aquél derroche su fuerza nerviosa, pero no hagas lo propio con la tuya. 2° La aprobatividad. El hombre se siente natural- EL PODER DE LA VOLUNTAD 23 mente i inclinado a hacerse valer; cuantas veces se le jantes una alta idea de su personalidad y de hacerles participes de sus opiniones 0 juicios, que siempre con- sidera superiores a los de los demas. Observa, lector, a las personas a quienes escuches: pronto descubrirds cudén estérites esfuerzos impone la vanidad a la mayoria de tas personas inclinadas al deseo de aprobacién. Ob- sérvate ti mismo y procura reprimir cuidadosamente esta tendencia. 3° Arrebato, Si el individuo comienza por domi- nar.-cualquier. ligero movimiento de impaciencia, Ile gard, sin. duda, a.poder.conservar, una, serenidad y san- gre fria_imperturbable ante las mds graves provoca- ciones. La contraricdad, la irritaci6n y el enervamien- to determinan ciertas expresiones fisonémicas, ciertos gestos y ciertas exclamaciones que hay que prohibirse con gran empefio. El ejercicio de la impasibilidad con- tribuye poderosamente al desarrollo de ‘a voluntad. 7. REGULACION DE LOS IMPULSOS SENSORIALES Nuestros cinco sentidos hallanse incesantemente afec- tados por multiples impresiones que reaccionan de con- tinuo sobre nuestras disposiciones mentales. Resultaré verdaderamente provechoso tratar de razonar estas im- oer, 24 PAUL C. JAGOT presiones. A tal cfecio, enumeraremos unas cuantas, apropiadas a cada sentido: El aspecto de los seres de las cosas alteran en oca- siones profundaraente nuestras disposiciones intimas. He aqui por qué nos dejamos influir por el ambiente en que nos hallamos. «No entramos de ‘a misma manera — dice Sylvain Roudés — en una posada de pueblo, en el sa- lén de una dama de mundo o en el despacho de un médico célebre cuando los habitantes de estas tres mo- tadas est4n ausentes. Los tapices, las obras de arte, los cris:ales del salon o el mobiliario severo del gabinete médico ejercen involuntariamente en nosotros cierta im- Presion que llega incluso a influir hasta en nuestra com- postura.» Si la casualidad nos Heva a ser testigos de un accidente cualquiera, m4s o menos trdgico, instin- tivamente ‘desviamos Ia cabeza. La indumentaria 0 por- te de las personas suele modificar nuestra actitud res- pecto de ellas. Los dias sombrios que ponen sobre los objetos exteriores cierta patina de tristeza, llegan en oca- siones a trastornar nuestra actividad. Pero son éstas otras tantas ocasiones que se nos ofrecen de ejercitar- nos en el dominio de nosotros mismos. El contacto de ciertos cuerpos o de ciertos animales inspira a nuestro sentido del tacto un horror insuperable... en apariencia. Sin buscar precisamente dichos contactos, cuando la oca- sién nos lo depare procuremcs sufrirlos con la mayor frialdad posible. Los ruidcs estridentes, bruscos e ines- perades preducen en nosotros una contraccién de ‘os miusoulos del rostro, provocan cierto sobresalto y hasta alguna exclamacién; reprimiamos esics movimientos re- EL PODER DE LA VOLUNTAD 25 flejos y esforcémonos en oir tranquilamente el estré- pito de una fabrica o taller, la estridencia de cualquier grito o la batahola de ios vehiculos. Cuando cualquier olor desagradable repugne a nuestro olfato, procure- mos aislar el foco pestilente, sobre todo si dicho olor puede suponer una posibilidad de intoxicacién; pero, en caso contrario, si el olor es inofensivo, no vacilemos en soportar sus desagradables efluvios, diciéndonos: «No permito que me afecte causa tan insignificante». Sabido es también que las preferencias y las repugnancias en materia alimenticia no siempre corresponden a la exce- lencia o nocividad de las substancias comestibles de que se trate. También en este caso debemos apelar a nuestro juicio y dejar que prevalezca éste en la regulacién de nuestras comidas. 8. POSIBILIDAD INMEDIATA DE EFECTUAR LOS PRECEDENTES ESFUERZOS «Ser_enérgico ¢s una cosa, y obrar como si ya se fue- se enérgico, por lo menos ocasionalmente, es_ otra. Por consiguiente, lector, nunca digas: «Para observar »lo precedente es menester_tener ya voluntad.» Para observarlo contnuamente, y si y sin_fatiga, desde luego, si; pero, al principio, no aconsdjariamos a nadie un esfuerzo semejante, que, ademas resultaria exagerado; para esfor- zarse en adaptar la propia conducta a la que. en un caso 26 PAUL C. JAGOT andlogo, seguiria un hombre enérgico,.no es precisa di- cha voluntud.» incluso en los individuos mas imperfectamente do- tados se observa !a posibilided de realizar, por lo me nos, tentativas de resistencia, cuando no de resistencia inmediatamente , victoriosa. Per otra parte, por muy fuerte que uno se crea. no debe hacerse Ja ilusién de € ja iusion. triunfar al primer dia de 2 haber puesta en -practica las precedentes reglas. El objetivo exacto del principiante debe ser el de tratar de estar sobre ayiso. Si — como suele ocurrir durante les primeros- dias —, al produ- cirse el impulso, no se piensa en reprimirlo, por lo menos se procuraré evitarse la initil emocién del des- pecho: sencillamente, la comprobacién de la falta de atencién que hemos sefialado se hard seguir de una afirmaciéu semejante a ésta: «Quiero estar prevenido para la proxima vez y estoy absolutamente decidido a ser duefio de mi automatismo». Y, en efecto, reiterando este prccedimiento, la conciencia legaré a intervenir a tiempo. Suele ocurrir que cuando_un mismo impulso ha sido WANCO UA Tsmo i reiteradamente contenida durante varios dias_reaparece casi siempre en un momento dado y con mucha mayor intensidad que de ordinario. Ello constituye un escollo que hay que combatir_vigorosamenic, puesto que, una vez domi nado, se > puede tener la c certeza de poder ven- cer completamente y con la mayor facilidad ef” ‘impulso primitivo. EL PODER DE LA VOLUNTAD 27 9. Mono DE CBTENER PROVECHO DE LAS INDICACIONES CONTENIDAS EN ESTE CAPITULO Antes de poner en practica estas indicaciones, bue- no sera que el lector las relea varias veces. Su conte- nido impregnard su espiritu, y cuanto mejor las haya comprendido, analizado y meditado, tanto mds dispuesto se@ sentira para ponerlas en ejecucién. Cuando el lector tenga la plena seguridad de haber penetrado perfectamente su sentido; cuando haya com- prendido quz el sendero del adiestramiento es llano y graducl y que esté cuidadosamente combinado para que todo el mundo pueda seguirlo, sefiélese para el dia siguiente ‘a tarea de poner en practica UNA de las pres- cripciones antes indicadas, aplicando a ella toda su atencién y energia. Después, reitere el esfuerzo inicial, acompafiéndolo de un segundo esfuerzo, diferente del anterior. Apliquese el lector, sucesivamente, a dominar los impulsos anteriormente descritos; y, finalmente, pro- cure, durante todo un dia, vivir de acuerdo con el con- junto de indicaciones contenidas en el presente capitulo. Y cuando lo haya logrado, repita el intento durante toda una semana. Entonces se hallara en disposicién de poder pasar al capitulo siguiente. No se olvide de bus- car en sus aspiraciones superiores, en su ambicién y en su af4n de progreso, de sup2rioridad y de triunfo, Ja energia sustentadora del esfuerzo. Si el lector se ve acometido por una «oleada de iner- 28 PAUL C. JAGOT cia», procure razonar friamente este fendmeno. Digase, de modo alentador: «En estos momentos me siento deprimido; pero esto no puede durar. Ademés, dentro de algin tiempo, cuando esté mds habituado, no su- friré este decaimiento.» En fin, no conceda la menor importancia a las palabras de desaliento que le puedan dirigir. Resulta indtil confiar a nadie que uno se en- trega a la cultura psiquica. Esta manifestacion de ex- pansividad es precisamente la primera que hay que re- primir. Asi el lector ahorrard a aquellos que no tienen conciencia de la oportunidad de semejante cultura el trabajo de exponer sus opiniones. CAPITULO II Modo de regirse el individuo 1. Regulacién orgdnica. - 2. Regulacién del suefio. - 3. Regulacién de la actividad men- tal al despertar. - 4. Cambio voluntario de pensainientos. ~ 5. Periodo de reposo. - 6. Examen periddico de si mismo. - 7. Las depresiones ocasionales. - 8. Las costum- bres. - 9. La calma. 1, REGULACION ORGANICA E] juego de las facultades mentales, y en particular de la voluntad, depende estrechamente del estado or- gdnico del individuo. Antes de haber adquirido el desa- trollo psiquico necesario para podtr influir sobre las diversas funciones por medio de la concentracién de la atencién sobre una imagen ideativa, el individuo habré de aplicar su voluntad a imponerse una higiene racional, Gnico modo de poder gobernar su estado fisioo. La directriz de esta higiene consiste en evitar cuidadosa- mente toda causa de intoxicacién. «El intoxicado — ha escrito, muy justamente, el doctor Gastén Durville —, ve y siente a través de sus toxinas.» Fracasa la psicoterapia propiamente dicha cuando, paralelamente a su aplicacién, el enfermo no se somete a un régimen que determine la eliminacién de las di- versas sustancias venenosas que infectan sus Organos. Cuando la masa cerebral se nutre de sangre viciada, se produce cierto malestar, con marcada predisposicién a la inercia, y no tardan en aparecer graves trastornos. _Cualquier ligera intoxicaci6n basta a anular el resorte 32 PAUL C. JAGOT espiritual, a crear el pesimismo, la tristeza, el abati- miento y el temor a realizar cualquier esfuerzo. Los individuos dotados de constitucién vigorosa no experimentan de un mcdo inmediato la consecuencia psiquica de las diversas causas de intoxicacién, sino uni- camente cierta pesadez de cabeza, especialmente después de las comidas; pero, tarde o temprano, el artritismo, en sus diversas formas, viene a alterar su vitalidad general, disminuyendo su capacidad de trabajo cerebral y perturbando su sistema nervioso. Inversamente, los organismos débiles, delicados y fluctuantes, experimen- tan una verdadera renovacion mediante la observancia de Jas regias que mas adelante expondremos. Alimen- tacién racionai, abundante oxigenacién de la sangre y circulacién homogénea, son Jas tres condiciones primor- diales del equilibrio fisiolégico, el cual, al ibrar a la voluntad de toda perturbacién o molestia interiores, la pone en las mejores condiciones de desarrollo. En primer lugar se hace preciso reglamentar la ali- mentaci6n, suprimiendo resueltamente toda clase de co- mestibles hipertéxicos. Aun cuando, a pesar de la inges- tién de estos tiltimos, se desenvuelvan normalmente ‘as funciones eliminatorias, es de observar que esta elimi- naci6n se efectia a expensas de un laborioso funciona- lismo interno, que exige un desgaste de fuerza nerviosa que luego falta a Ja facultad volitiva. Esta primera medida cualitativa debe ir empare’ada con la restricci6n cuantitativa de las ingestiones. La cantidad exacta de alimentos que bastan para la nutricién de cada indi- viduo varia segtin las naturalezas, la profesién, el clima; EL PODER DE LA VOLUNTAD 33 pero, no obstante, podemos indicar un critetio absoluto a este respecto: es excesiva toda comida que produzca Ja menor pesadez o abotagamiento. De acuerdo con los estudios realizados por los doc- tores Pascault y Carton, damos a continuacion una no- menclatura de dos series de alimentes que figuran or- dinariamente en nuestra mesa. La primera de dichas series se recomienda especialmente a las personas que persiguen un desarrollo integro de su voluntad. La se- gunda serie les est4 formalmente contraindicada. Toda sustancia alimenticia que no figure en ninguna de ambas listas puede ser utilizada con moderacién: Primera serie: alimentos recomendados. — Pierna de carnero asada, costillas, jamon de York, carne asada a la parrilla, conejo, pollo, pichén; quesos de Gruyére, Brie, Holanda, Culommiers, mediasal, suizo; mantequi- llas, ostras, lenguado, merluza; legumbres tiernas, pa- tatas, arroz, castafias, puerros, alcachofas, espinacas, co- hombros, verduras crudas y cocidas, berros, rabanos, apio, coliflor, col, colinabo, pastinaca, zanahoria, setas, frutas diversas crudas y cocidas, melon, calabaza, sé- mola, leche. Segunda serie: alimentos que deben suprimirse, pues- to que intoxican y ocasionan un desgaste funcional de eliminacién que contrarresta la propia aportecién de energia de los mismos. — Alcohol, licores, vinos ran- cios, oporto, etc. (los vinos ligeros y naturales, por el contrario, son recomendables); caza mayor, carnes gra- sas, foie-gras, 4nade, ganso, sescs, embutidos y carnes secas en general; carne de cerdo, tripas, despojos, quesos 3 34 PAUL C. JAGOT fermentados, grasas cocidas, crustéceos, pescados, con- servas cuyo recipiente sea de metal; bacalao, legumbres secas de color, acederas, coles de Bruselas, confituras, pasteles de crema y chccolate. Frecuentemente hemos oido decir a las personas a las que indicdbamos este régimen alimenticio que «les era imposible prescindir» de tal o cual alimento. Otras personas nos han objetado que este régimen supone una serie de privaciones gastronémicas. En ambos casos se impone un esfuerzo de voluntad, tanto mas facil de realizar cuanto mds se haya penetrado el individuo de su conveniencia y oportunidad. Por lo demas, gusiamos sobre todo de aquellas comidas a las que estamos ha- bituados: véase la diferencia de gusto de los ingleses y de los alemanes, de los africanos y de !os asiaticos. En Francia, en Espafia, un hombre dei Mediodia no dejara de sentarse al principio con cierto malestar a la mesa de un compatriota del Norte. Ya sabemos que la costumbre — la tirdnica cosiumbre —, apoyada sobre todo en un elemento atdvico, suele sujetarnos a una alimentacién determinada. Satisfagamos, pues, esta idiosincrasia mediante «co midas excepcionales», cada mes o cada quince dias, pero durante tcdo el tiempo restante seamos duefios de nuestro gusto. Lentamente iremos estableciendo cierta seleccién de alimentos buscAndolos entre los que com- ponen la primera serie. Y cuando nos hayamos intoxi- cado, cuidemos de favorecer la eliminacién de los ele- mentos desvitalizadores por medio de un lavado del higado o de los rifiones. bien mediante un purgante en EL PODER DE LA VOLUNTAD 35 ayunas, bien recurriendo a una comida compuesta en- teramente de frutas. La segunda condicion de la pureza de la sangre y su debida oxigenacién esté muy lejos de ser objeto de la atencién que merece. Ha sido precisa la evidencia de que se iba hacia una verdadera degeneracién de la taza, para que la cultura psiquica obtenga la importan- cia indispensable en los programas escoiares. El hom- bre robusto que ha Ilegado a la edad de setenta u ochen- ta aiios sin haberse preocupado en su vida de ninguna practica higiénica, generalmente se encoge de hombros cuando en su presencia se aborda esta cuestin, sin pen- sar que su magnifica resistencia la debe a antepasados suyos mAs sobrios y mAs familiarizados con el trabajo muscular. El lector decidido a ejercitar el poder de la voluntad no se detendrd mds. ante las sugestiones de quienes niegan los beneficios de Ja reglamentaci6n orga- nica ante las de la inercia. Entregdndose a los ejercicios siguientes, no tardar4 en experimentar sus saludables efectos: Ejercicio 1° Por la mafiana, al despertarse, tién- dase horizontalmente en el suelo, con los brazos a lo largo del cuerpo. Haga una inspiraci6n lenta y profunda, que ayudaré describiendo con los brazos un semicirculo lateral completo. Las manos deberdn tocar al suelo, por la parte de Ja cabeza, en el preciso momento en que la inspiracién termine; seguidamente deje escapar el aire inspirado, al tiempo que los brazos volverén a su pri- mitiva posicién. Repitase esta operacién de diez a veinte veces. Este ejercicio puede practicarse también en pie, 36 PAUL C. JAGOT En tal caso es preciso adosarse a wna pared, tocdndola con las manos al fin de cada inspiracidn. Ejercicio 2.2 Repitase el ejercicio anterior antes de cada comida y antes de acostarse. Debemos aijiadir que la gimnasia sueca, practicada en casa, e incluso cualquier deporte mAs 0 menos vio- lento, contribuyen al desarrollo de la voluntad, a con- dicién expresa, naturalmente, de que se ponga en ello la mayor atencién y que el pensamiento esté fijo sobre cada uno de los movimientos que se ejecuten. La na- tacién y la esgrima, a nuestro parecer, deberdn ser los preferidos. Es conveniente irse acostumbrando progresivamente a dormir con Ja ventana del dormitorio abierta y asi- mismo a no dormir con la cabeza excesivamente en alto; la horizontalidad del cuerpa favorece mucho la funcién respiratoria. Por eso cesa mas pronto un sincope si se tiende al paciente con la cabeza a nivel del cuerpo e incluso, a ser posible, un, poco m4s baja. Una buena circulacion y una buena alimentacion se complementan mutuamente. La respiracién activa ayuda a la circula- cién. Pero es también indispensable practicar todas las mafianas una excitacién periférica de los vasos capila- res, excitacién que regula muy eficazmente la funcién vascular. Para ello basta con dejar correr a lo largo del cuerpo, de arriba abajo, una corriente de agua fria. No es necesaria ninguna instalacién especial para ello: basta con una esponja y un recipiente cualquiera (cube- ta, barrefio, tub, etc.) semilleno de agua fria. El agua, al BL PODER DE LA VOLUNTAD 37 pasar sobre la piel. provoca la afluencia de sangre a los tejidos. Las personas que teman la brusca impresion del agua fria, pueden hacerla preceder de una ducha tibia. Determinadas contraindicaciones respecto de esta prdc- tica estén motivadas por ciertas afecciones cronicas, es- pecialmente de los pulmones y los bronquios. 2. REGULACION DEL SUENO Es indispensable dormir tranquila y suficientemente para que desaparezca por completo la fatiga cotidiana. En este caso, el despertar esté exento de sintomas de lasitud; se levanta uno voluntariamente y la jornada comienza con una sensacién de bienestar. El espiritu licido y el cuerpo reposado tienen un m4ximo de po- tencialidad y de resistencia ante las dificultades cerebra- les 'y los esfuerzos materiales. El hombre que duersme bien, piensa, siente y acttia con Ja vlenitud de sus fa- cultades. El aspecto exterior del individuo también expresa los beneficios del reposo. El semblante del hombre que duerme normalmente aparece fresco, viva y clara la mirada, y distendidos los miusculos del rostro, La voz acusa toda la plenitud de su timbre y aparece articulada con entera claridad. Finalmente, e] dormir bien conserva al individuo: 38 PAUL C. JAGOT cada hora otorgada a Morfeo es una verdadera inte- rrupcion de la vida, es decir, de la edad. Por el contrario, la falta de suefio deprime y des- gasta rApidamente. Independientemente de la sofiolienta fatiga que producen las noches pasadas en claro, éstas pueden Ilevar al individuo a Jos mayores desérdenes nerviosos; y puede decirse que esos desdrdenes facilitan todos los demas. La falta de reposo y de asimilacién que lleva consigo, ponen al organismo en estado de menor resistencia frente a toda clase de intoxicaciones, frente a cualquier invasién microbiana, frente a la accién de la intemperie, frente a las emociones violentas y las heridas; en una palabra, frente a todos los asaltos que el organismo pueda sufrir. Ademéas de estas razones puramente higiénicas y de un interés indirecto respecto de la voluntad, el ejercicio de ésta en e! momento en que el individuo va a entre- garse al suefio es extremadamente eficaz. La accién de reducir a pasividad el automatismo psicolégico en raz6n del cual la afluencia de pensamientos continua durante el suefio, requiere una atencién, un autodominio, en ecasiones considerable, cuya prdotica permite dar un gran paso en el camino de la subordinacién de las ac- tividades interiores a la voluntad refiexiva. Véase a continuacién el procedimiento a seguir exac- tamente: En primer lugar, tiéndase el individuo en el lecho. Los miembros deben estar completamente estirados. Bus- que una posicién agradable, en Ja que cada porcién del cuerpo descanse con todo su peso. Aconsejamos po- EL PODER DE LA VOLUNTAD 39 nerse del costado derecho o bien de espaldas; pero, en este tiltimo caso, procurando inclinar algo el cuerpo hacia el lado derecho. Realizado esto y hallada la pos- tura meior — que es siempre la que resulte mds cémo- da —, el individuo debe imponerse una inmovilidad ab- soluta, Seguidamente debe comprobar si sus misculos estén o no bien distendidos, poniendo especial atenci6n en las extremidades inferiores. ;Estén libres los pies? No estarén crispados 0 tozcidos? También cuidar4 de que las piernas y Ics muslos descansen por entero, aun- que sin tensi6n, en la superficie del !echo. Seguidamente llevar4 este minucioso examen al pe- cho, procurando que éste no se halle comprimido ni contraido. Para cerciorarse de ello, vera si funciona nor- malmente. ;Reposan bien los brazcs? zY la cabeza? ;Su posicién no fatigaré los musculos del cuello? Cuando el individuo Ileva unos instantes de inmo- vilidad, expecimenta, por regla general, una tan impe- riosa, tan subita necesidad de cambiar de postura, que, de ordinario, la satisface ya antes de haber pensado siquiera en resistirse. Recobzando Ja posicién primitiva, el individuo torna a imponerse la inmovilidad, vigilando el retorno del impulso anterior, y cuando éste hace su aparicién, se esfuerza en no ceder a 61. Tras de un cuar- to de hora, aproximadamente, de absotuta inmovilidad, se experimenta una especie de agradable abotagamiento y el individuo se da cuenta de que el suefio le va ga- nando gradualmente. De esta suerte, el insomnio, por re- beide que sea, resuitard vencido, y Ja agitacién nucturna

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