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LA CONSAGRACIÓN DEL CIUDADANO

Historia del sufragio universal en Francia

Pierre Rosanvallon

r rfra___
i r r n r rr
Instituto
Mora
Instituto cLe Investigaciones
Dr. José María Luis Mora

H jn d e Cortan Rabiela ÍNDICE


Director General

Hugo Vargas Comsille


Coordinador de Publicaciones

Traducción: Ana García Bergua

Portada: Juan Carlos Mena AGRADECIMIENTOS 7

INTRODUCCIÓN: LA REVOLUCIÓN
DE LA IGUALDAD 9

PRIMERA PARTE
EL MOMENTO REVOLUCIONARIO
LAS TRES HISTORIAS DEL CIUDADANO

1. El imperativo de inclusión ^
© Editions Gallimard, 1992
II. El individuo autónomo 97
Título original: III. El número y la razón
Le sacre du citoyen. flis to n e du svffrage
u n ive n e l en Frunce SEGUNDA PARTE
EL REPERTORIO DE LAS EXPERIENCIAS
Primera edición en español, 1999
© Derechos reservados
conforme a la ley, 1999 I. La ciudadanía sin democracia J7|
II. El orden de las capacidades
Instituto de Investigaciones III. La república utópica 231
Dr. José María Luis Mora
Plaza Valentín Gómez Farías 12,
San Juan, Mixcoac TERCERA PARTE
México, 0S7S0, D.F. EL TIEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN

ISBN 970-684-000-1 I. El poder de la última palabra 273


II. La educación de la democracia j” I.2
Impreso en México III. El trabajo de la universalización 3bU
P rinted in México
CONCLUSIÓN: UN UNIVERSALISMO
SINGULAR 409
AGRADECIMIENTOS
LEGISLACIÓN DEL DERECHO AL SUFRAGIO
DESDE 1789 421
FUENTES 427
ÍNDICE ONOMASTICO 433

Deseo agradecer a aquellos que han querido leer y criticar la primera


versión de mi trabajo: Fran^ois Furet. Marcel Gauchet, Patrice GuenifTey,
Fran^oise Melonio, Fierre Nora.Jacques Revel. Mi agradecimiento tam­
bién para Marie-Madeleine Paccaud. que obró con toda su capacidad en
microinformática y su atención para transcribir mi manuscrito.

>
INTRODUCCIÓN:
LA REVOLUCIÓN DE LA IGUALDAD

UN HOMBRE, UNA VOZ

n hombre, una voz. La ecuación simple se nos impone con la

U fuerza de la evidencia. La igualdad frente a la urna electoral


es para nosotros la primera condición de la democracia, la
forma más elemental de la igualdad, la base más indiscutible
del derecho. A nadie se le ocurriría hoy negar la legitimidad del suf
gio universal. Ciertamente todavía dudamos a veces sobre las fronteras
de su ejercicio, cuando por ejemplo se debate la oportunidad de atribuir
a los inmigrantes el derecho a participar en las elecciones locales. Tam -.
bién nos preguntamos sobre las modalidades de su organización, cuando í
las formas de escrutinio sejuzgan en función de su capacidad de producir
una “buena representación”. Pero el principio mismo de la igualdad po­
lítica no se cuestiona. El que todos los individuos, cualesquiera que sean,]
tienen un peso idéntico en la decisión y la legitimación política se ha con­
vertido para nosotros en un hecho evidente, una situación casi natural
> de la vida en sociedad. Y si las mujeres no votan, sin embargo, más que
desde hace medio siglo, ésta es ya una historia muy lejana en nuestras ca­
bezas, extraordinariamente distante. Nos remite a lo que se nos aparece
como una especie de edad prehistórica de la sociedad moderna, casi in­
comprensible. El sufragio universal es, de ahora en adelante, la piedra an­
gular obligatoria de todo sistema político. A tal punto que incluso los re­
gímenes totalitarios o las dictaduras militares no se atreven a rechazarlo
abiertamente. Casi siempre prefieren manipular, más que prohibir, y si
suspenden su ejercicio, se apresuran a subrayar el carácter provisional de
esta medida, proclamando con insistencia su virtuosa intención de pre­
parar el regreso a una expresión más libre y más auténtica del pueblo.
10 .Ls uormcuAciüN i>cl ciudadano II
I n r a o D tc a ó N

Esta unanimidad es muy re cien te. Duran te la primera m ita d del siglo política introdujo en las representaciones sociales de los siglos XVUII y
XIX, p ara h ab lar tan sólo de este periodo, el principio del sufragio uni­ XIX.
versal estaba lejos de pasar por algo tan evidente. Las eliles liberales Lo Al contrario de lo que machaca perezosamente un buen número de
denunciaban como una amenaza de subversión de la política por las pa­
I siones de la mayoría. Los conservado res temían que condujeraaun gran
buenos autores, el derecho al voto no es solamente una libertad formal,
que podríamos oponer, a la par que la igualdad civil, a una concepción
desbarajuste social. Los socialistas sospechaban de la capacidad de inde­ económica o social de la igualdad, considerada como más real. La igual­
pendencia de las masas, a las que consideraban embrutecidas por el tra­ dad política Instaura, al contrario, un tipo inédito de relación entre los
bajo y alienadas por la religión. Los propios republicanos a menudo no hombres, alejada de todas las representaciones liberales o cristianas que
creían en él más que con fe de carbonero. Las interrogantes sobre la habían sostenido anteriormente el valor de igualdad en las sociedades
oportunidad política y la validez filosófica de laextensión del derecho de occiden tales. No existe n por un lado la igualdad civil y la igualdad política i
sufragio a todos los individuos estuvieron también, durante largos dece­ -q u e se afirmarían con el surgimiento de las democracias liberales-, yj J
nios, en el centro de la vida intelectual, así como en los debates políticos. por el otro la igualdad social, cuya búsqueda caracterizaría al socialis­
La cuestión del sufragio universal es, en el fondo, el gran tema del siglo mo. Por el contrario, la idea de igualdad política es la que resulta fuer­
XIX. Es alrededor de él q u e se polarizaron los fantasmas sociales, las temente específica y la que contrasta con las representaciones anteriores
perplejidades intelectuales y los sueños políticos. Amarró juntas todas de la igualdad, incluso en el orden distributivo. Digámoslo muy esque­
las interrogantes sobre el sentido y las formas de la democracia moder­ máticamente: la idea de igualdad política es tan ajena al univei so del cris­
na: las relaciones entre los derechos civiles y los derechos políticos, la tianismo, como al del liberalismo original. Ésta opera una revolución al
legitimidad y el poder, la libertad y la participación, la igualdad y la capa­ interior mismo del orden liberal que se afirma a partir del siglo XVII. Efec­
cidad. Si la democracia es a la vez un régimen (el poder del pueblo) y una tivamente, el liberalismo se deriva en gran medida del mundo cristiano.
religión (la celebración de una mítica sociedad de iguales), encuentra en Es imposible comprender a Hobbes, a Locke —o incluso antes de ellos,
la idea de sufragio universal su doble matriz, el lugar de expresión de su a los monarthomaques—J sin partir del trabajo de naturaleza casi teológica
ambivalencia, el punto de tensión de su significado. que llevaron a cabo para pensar y fundar la libertad moderna. La igual­
Hacer la historia del sufragio universal consiste en explorar este nú­ dad civil, tal como se formula en el alba de nuestra modernidad, se deri­
cleo extraordinariamente denso, sumergirse en un problema que sobre­ va directamente del reconocimiento de que cada hombre es igual en dig­
pone la historia de un valor -e l de la igualdad- a la historia de una ins­ nidad ante Dios, y que su salvación es un asunto único ante sus ojos. La
titución. Es por ello necesario retomar al vigor de los debates pasados, igualdad social procede del mismo fundamento. No hace más que pro­
resucitar la ftierza de las demandas, la violencia de los fantasmas, la suma longar la igualdad civil negativa, al afirmar la existencia de una deuda
^ perplejidades, la potencia sorda de las negaciones que sacudieron al social y de los derechos que cada uno cobra a la sociedad. Derechos-li­
siglo XIX; retomar desde el interior el hilo de los argumentos y las reivin­ bertades y derechos-creencias no son verdaderamente distintos si se
dicaciones en tomo de los cuales se entablaron los enfrentamientos. No comprenden de este modo. En el punto de partida, no se arraigan nece­
existe historia posible del sufragio universal sin el esfuerzo prioritario de sariamente en una afirmación del individuo. Adquieren sentido también
comprensión de las interrogantes lacerantes que su puesta en marcha en una representación orgánica de la sociedad. Es debido a que todos los
pudo suscitar. Nosotros las medimos mal espontáneamente, pues hemos hombres, a pesar de la diversidad de su condición social, son miembros
interiorizado, banalizado, vuelto aséptica la idea de igualdad política. Sin de un solo cuerpo en que existen los deberes de la solidaridad, condición
necesitar para ello ser marxistas, la consideramos implícitamente como previa a la igualdad económica. La fuerza y la originalidad del cristianis-
una simple cualidad formal, que no toca el fondo del equilibrio de la so­
ciedad, ni su definición esencial. No podemos comprender la historia del
sufragio universal partiendo de esta banalización. Por el contrario, hay ' Escritores protestantes que se oponen al poder monárquico durante las guerras de reli­
que medir la formidable ruptura intelectual que la idea de igualdad gión. [N. de la T.]
12 La co ssa gzau ó n ñu. u u j a d a .s o 13
lNrBClDUCCION

mo han consistido en recomponer la idea de cuerpo social, en compren­ si escandaloso—en el sentido etimológico del término—en la historia de
derlo como una unidad de prójimos —dejocn—, otorgándole un padre la humanidad: La posibilidad de la aparición de una sociedad de iguales,
único: en conce birlo como una totalidad abarcadora sin exclusión a toda en la cual los lazos sociales no serían resultado ni de la división del tra­
una población; en hacer de él un nuevo ser colectivo, llamado a trans­ bajo, ni de la asignación a cada uno de un lugar en un todo organizado,
figurar, ampliar y revolucionar las formas sociales heredadas. La igual­ ni de Laexistenciapreviade una creencia colectiva; una sociedad, en esen­
dad civil y la igualdad económica proceden de unamisma comprensión cia, más alládel orden mercantil, así como del universojerarquizado; una
de la equivalente dignidad y del deseo de protección equivalente de los sociedad en la que la igualdad sería la condición inicial para la integra­
miembros de un cuerpo, que son interdependientes los unos de ios otros. ción. Afirmar que cada uno cuenta como uno va mucho más lejos q u e .
Pero la idea de Mocracra es absolutamente exteriora esta fundación de de­ proclamar simple mente el derecho a la dignidad, a la seguridad, a la sub-l
rechos. sistencia de las personas en tanto que éstas son miembros de un mis-j
La igualdad política marca la entrada definitiva ene i mundo de los in­ mo cuerpo. Ala pregunta planteada en 1871 por un publicista inquieto:
dividuos. Introduce un punto de no retomo. Afirma un tipo de equiva­ “<Es razonable poner en la misma balanza el voto de un Rothschild o de
lencia de calidad entre los hombres, en completa rupturacon las visiones un Thicrs con el de un barrendero?”,3 Clemenceau responde: “El prin­
tradicionales del cuerpo político. Sólo puede formularse en el marco de cipio del sufragio universal no permite ningún compromiso. Otorga el
una visión atomística y abstracta de la formación de los lazos sociales. La mismo derecho al sabio y al ignorante; lo otorga en virtud del derecho
igualdad política, en otros términos, sólo es concebible en la perspectiva natural.”4 El sufragio universal inscribe así al imaginario social en un nue - 1
de un individualismo radical, contrariamente a las otras formas de igual­ vo horizonte: el de una equivalencia a la vez inmaterial y radical entre los I]
dad que pueden perfectamente acomodarse en una organización jerár­ hombres. Es en cierto modo, un derecho “puro” que se sitúa completa­
quica o diferenciada de lo social. Ella establece un individualismo que mente del lado de la definición de la norma y de la construcción de la re­
Iimarca una clara ruptura con el individualismo cristiano, trátese—para re- lación social, y no un derecho protector o atributivo. En otras palabras,
Iltormar ,as categorías de Louis D um ont- del “individualismo fuera del no es un derecho que constituya al sujeto definiendo, por ejemplo, el,
mundo” de los Padres de la Iglesia, o del “individualismo en el mundo" jrincipio de autonomía individual o al organizar la separación entre lo
, de Calvino.2 La igualdad política acerca yanula |0 más dislinto que existe jrivado y lo público, ni un derecho que proteja a la persona, miembro
entre los hombres: el saber y el poder. Es la forma de igualdad más arti­ ie un cuerpo. El derecho al sufragio produce a la propia sociedad, es la equi­
ficial y a la vez más ejemplar. No se manifiesta ni en las categorías de la valencia entre los individuos lo que constituye la relación social. Es un
justicia distributiva, ni en las de la justicia conmutativa. El sufragio uni\ Jerecho constructivo. El sufragio universal logra, en su sentido mas pr(>
versal es una especie de sacramento de la igualdad entre los hombres. A* ¿ndo, la laicización del mundo occidental. Con él se opera la separación
la manera de un signo frágil y a la vez apremiante, opera una revolución definitiva y completa del organicismo social, y se abre verdaderamente
en la relación de los hombres entre sí. Es, indisociablem^nte, signo y rea­ a era del individuo. ¿Se trata de una revolución de fachada, puramente
lidad, camino señalado y realidad presente. La puesta en práctica del su­ “formal”? Esta crítica, teñida de decepción, y formulada a menudo, debe
fragio universal no constituye sólo, entonces, una etapa simbólica de­ ser tomada al pie de la letra. La gran revolución de nuestro tiempo es la
cisiva dentro de un movimiento que iría de la obediencia pasiva ante de la “democracia formal” que deja entrever, tras un halo de inquietud
autoridades celosas, hacia la auto-institución social. Más bien representa y de nostalgias, la misteriosa figura de una forma social inédita.
un desenlace, la entrada a una nueva era de lo político, que cambia todas Si consideramos la historia de las instituciones liberales y democráti­
las percepciones anteriores de lo social, que entreabre algo inaudito y ca­ cas, puede parecer que la institución del sufragio universal no ocupa más

S i. Cuadcl, Du iuffragt univenel rl de son aplúation dans un monde nouveau. París. 1871, p. 4
* Véase L. Dninoni, Kssau sur l'mdivulualisme. Une penpertive anthrnpolommis sur lidM om e s Citado por la feminista Huberiine Audert en su artículo “Le féminisme et les croyanccs
mintrme. tríiiiom du Scuil. París. 1983. "
républiraines", U Radical. 17 de septiembre de 1906.
14 15
La LDNSAliRACKDM I>ELCfUI>*lMNO [NTOOUCCTJÓN

que un lugar intermedio, incluso secundario. Enun arüculoquese volvió —definido muy toscamente como una sociedad redistributiva- ha sido
famoso por esta clase de comodidad üpológkaque las ciencias sociales muy viva, por supuesto, y estructuró durante más de un siglo el marco
tan g en muy fácilmente en instrumento de conocimiento, T H Marshall5 de la vida política y social. Pero lo que estaba enjuego era esencialmente
pa distinguido tres etapas y tres formas de la realización de laciudadanía: u n a oposición de clase. En principio, no se trataba de un rechazo filosó­
^im aciÓ D jieJas dereciios civiles en eI siglo Win (construcción del Esta­ fico o moral abierto a la disminución de las desigualdades. Los adversa­
do liberal), conquista de los derechos políticos en el siglo XIX (reconoci- rios del socialismo han dirigido siempre su crítica a la inadecuación de
miento de] sufragio universal); organización <fe los derechos ¿ocíales en los medios, mucho más que a la naturaleza de los fines.6 Por otro lado,
[ el siglo xx (establecimiento del Estado-benefactor). Válido ¡ o t Ó s s o mo­ podemos constatar muy simplemente que la utopía de una sociedad eco­
do para los casos inglés y americano, este esquema lo es mucho menos nómicamente igualitaria fue formulada mucho antes de que apareciera
en lo que respecta a Alemania (donde el Estado-benefactor precedió en la idea de igualdad política. Sin remontamos a Platón, vemos por ejem­
cierto modo al sufragio universal y al advenimiento del Estado liberal) plo a numerosos utopistas del siglo XVTII, como Morelly, que imaginan
o más aún, a Francia (donde los tres momentos coincidieron de hecho con mucha audacia socializar la propiedad y nivelar las diferencias de
en el periodo revolucionario). Pero sobre todo posee el inconveniente fortuna, sin vislumbrar un solo instante enjel que todQslos.hombres.pue-J
de que sigue una cronología estrechamente institucional ahí donde es dan tener el mismo peso en la decisión política. Por el contrario, el socia­
necesario poner en marcha una curiosidad de naturaleza filosófica. Esta lismo se Inscribe sin dificultad en la visión cristiana de la igualdad. A co­
diferencia es fundamental. Tomemos el caso del Estado-benefactor. Si mienzos de la década de 1830, pioneros como Buchez, Chevé, Pierre
hacemos a un lado las innovaciones bismarckianas de la década de 1880 Leroux, conciben la ciudad del futuro a parür del universo cristiano. Al
ciertamente éste no se edifica en Europa sino hasta el siglo XX Pero el igual qiie el cristianismo, el socialismo quiso crear una comunidad de I
principio del Estado-benefactor -e l derecho a la asistencia pública- se hermanos, mucho más que una sociedad de iguales. El proyecto socialista
aceptaba y reconocía desde hacía mucho tiempo. Desde el siglo xvui se permaneció secretamente anclado a la visión nostálgica de un orden co­
admitía la idea de derechos económicos al reconocer la naturaleza casi munitario armonioso. Bajo formas evidentemente distintas en Founer,
constitucional del problema de la pobreza. La distancia entre el principio Proudhon o Marx, soñó con resucitarlo llevando a cabo un mítico “socia­
y su inslitucionalización se entiende aquí simplemente en términos de lismo primitivo", forma natural de organización de una humanidad inco­
historia social (el conflicto de dase por el reparto), o de técnicas organi­ rrupta. La nueva sociedad no es sino la resurrección y la transformación
zativas (la adopción de sistemas de seguro facilitó, por ejemplo, la admi­ de un mundo anterior a una caída, que el capitalismo habría precipitado.
nistración de los riesgos sociales). La institución del sufragio universal en El socialismo, tal como fue formulado en el siglo XIX, nunca se fundó en
a Francia de 1848, a la inversa, se adelantó con respecto a las costumbres: la idea de una ruptura radical con la sociedad de cuerpos. Por el con­
la critica intelectual al derecho de sufragio sobrevivirá por varias décadas trario, a causa de ello la Iglesia estuvo -durante mucho tiem po- mucho
a su introducción. ¿La razón de este desfasamient^? Se debe a la radi- más opuesta, culturalmente, al individualismo absoluto que implicaba el
calidad de la revolución que constituye la extensión del derecho al voto. sufragio universal, que a la exigencia de distribución reivindicada por
Durante un largo periodo, todo ocurrió, como si el sufragio universal no el socialismo.7 Al otro extremo de las referencias históricas, el sufragio
debiera su existencia más que a un accidente de la historia. Se aceptaba
como un hecho sin encontrarlo filosóficamente legítimo.
Con el riesgo de parecer paradójico, se puede incluso sostener la idea fi Véanse, sobre esle punto, los desarrollos de Albcrt Hirschman, Deuxsiicles (ir rhitorique réac-
de que el sufragio universal introduce en la modernidad una ruptura tionnaire, Kayard, París, 1991. . . . . . . .
7 Recordemos que. cuando Pierre Leroux inventa la palabra socialismo en 1830. es para
mucho más profunda que la ¡dea socialista. La resistencia al socialismo oponerla al individualismo más (pie al capitalismo. Veáse A. Le Bras-C.hopard. Dt l igahlt dans
la diff&rnur, l, socalóme de ñ e ñ e leroux. Presses de la HNSP, Parts. 1986. Considérense tamb.én
los términos clásicos en que Marx deplora la abstracción de una sociedad civil gobernada por e
w í!) Ma,) hr"' 'Uhipa*''1’ ooa! cías," (1949), reproducido en Oass. a u m sh ip sufragio universal, oponiéndole el comunismo fundado en relaciones sonales reales (véase su
m ti social development, Anchor Bookj, Nueva York, 1965. r
Crítica ai derecho político hegrliano).
16 L \ OONS/MVJtALIllN H il. CJ1.D.U3ANO 17
Intuí ipucuOn
universal rompe igualmente con la visión an ligua de la democracia. En labor por realizar. Si la institución del derecho al voto está ya establecida
.Roma o en Alenas, el ciudadano es miembro de una comunidad jurídi- irreversiblemente, erigida en una evidencia, los principios que la fundan
,cántente constituida, antes de seT un individuo dotado de derechos polí­ no lian terminado, por su parte, de cuestionar nuestras prácticas y de sa-
ticos propios.* En lademocracia moderna, la ciudad délos iguales ya no i udir nuestras certidumbres.
se edifica eri el seno de una división social primaria, reconocida y acep­ Retomar la historia del sufragio universal a partir de nuestras eviden-
tada, en la que los homoioí se distinguían por el hecho mismo de su pari­ c tas heredadas conduce a vaciarla de aquello que constituye su misterio,
dad aristocrática. Por el contrario, la moderna sociedad de la igualdad a quitarle toda su densidad filosófica, para reducirla a una pura historia
se funda en una equivalencia sin límites y sin discontinuidad del tejido social. ExisLe una manera de escribir la historia de las ideas o de las ins­
social: ésta “concentra" en cierto modo la idea de igualdad en un espa­ tituciones que apenas se distingue de la vieja concepción de la “historia
cio social totalmente denso, absolutamente compacto, que no reconoce Itatalla' y se limita tan sólo a aplicarla al campo de la política. La naturale­
más separación que aquella que lo constituye diferenciándolo del extran­ za de las fuerzas que se enfrentan no es la misma, pero es la misma visión
jero. de un enfrentamiento entre partidos o entre representaciones del mun­
La historia del sufragio universal entreteje su trama con la del adveni­ do claramente identificadas y constituidas a priori, antes incluso de en­
miento del individuo y la realización de la igualdad. Se encuentra, por traren conflicto. Es una historia retrospectiva, que siempre se escribe en
esta razón, en el centro del proceso de invención de las sociedades mo­ (unción del presente, partiendo de un punto de llegada, y que nunca si­
dernas. Es con ella y alrededor de ella que se diseñaron las primeras prue­ gue la concatenación de los acontecimientos como un experimento. Por
bas y los primeros esbozos de una sociedad de iguales. Imposible, en­ el contrario, el método que deseamos seguir no tiene otra pretensión que
tonces, reducir esta historia a una piadosa celebración de las etapas de comprender desde el interior las certidumbres, los tanteos o las cegueras
una conquista en las cuales las fuerzas del progreso y la verdad vencerían que gobiernan la acción y la imaginación de los hombres. La historia in­
poco a poco a las fuerzas de la reacción y al grueso de los prejuicios. Im­ telectual de lo político encuentra allí su especificidad en relación a la his­
posible también confundir en un mismo todo el derecho al sufragio y los toria política tradicional, a la historia de las ideas o a la historia de las re­
procedimientos electorales. La expresión de “sufragio universal" es cier­ presentaciones. ¿Significa esto que rechazamos la marcha de la historia
tamente ambigua, ya que puede remitir indistintamente a un derecho y social, prefiriendo el comercio de los grandes autores o de los oradores
a un procedimiento. Sin embargo, si llegaaocurrir que los dos elementos parlamentarios al del pueblo silencioso y sufriente? Ciertamente no. Pe­
se crucen —por ejemplo, a finales del siglo XIX, cuando aquellos que no ro los datos de la historia social sólo tienen sentido cuando se restituyen,
pueden oponerse ya al principio del sufragio universal buscan limitar su se insertan en una historia más conceptual, que por su parLe no se reduce
alcance e intentan modificar la forma de las elecciones—, no poseen la al análisis de los grandes autores, incluso si éstos constituyen a menudo
misma naturaleza. No podemos poner en el mismo terreno las historias una vía de acceso privilegiada a la cultura política de su tiempo. La his­
del escrutinio de la lista, de la representación proporcional, o de la casilla toria social y la historia conceptual tienen entre sí las relaciones que los
electoral, con la del derecho al voto. Exclusivamente queremos concen­ tiempos ordinarios mantienen con los periodos de revolución. Los con­
tramos en esta última, porque filosóficamente es más central, pero tam­ flictos entre las fuerzas del progreso y la reacción, el pueblo y las elites,
bién porque sigue trabajando nuestro mundo silenciosamente. Si la la gente de abajo y los detentadores del poder, el choque de intereses y
cuestión de la igualdad política inaugura la historia moderna de lo po­ de prejuicios, conforman en cierto modo lo cotidiano de la historia, repe­
lítico, sigue al mismo tiempo constituyendo un enigma y designando una tido incansablemente y retomado a través de la sucesión de las figuras de
la obediencia y la dominación, la libertad y la opresión. Pero este coti­
diano sólo adquiere un sentido específico restituyéndolo a la transforma­
B Véanse purticularnienic, entre una muy vasta literatura, los señalamientos de M. 1. Finley,
Démocmtif anltqur el démocratie mademe, Payol, París, 1976, y (le Ch. Bruschi, "Le droit de cité
ción de las mtituciones y los modos de pensamiento. Si no, el anacronis­
dans I*Antiquité: un questionnem ent pour la citoyennelé aujourd'hui" en La Citoyenneti, Fon- mo amenaza permanentemente con insinuarse para perturbar el juicio.
dation Didcrol el Fayard, Parts, 1989. 1.a historia intelectual de lo político se propone “sostener los dos extre­
18 lNTRODCCaON 19
La noNSACiuao'J dh_ cuidadaj^o

mas de la cadena”. Al buscar de manera permanente asir el punto de in­ el derecho al sufragio no se volverá a cuestionar, después de que Napo­
tersección déla luchade los hombres con su representación del mundo, león 111 haya restablecido los derechos políticos restringidos por la in­
invita a comprender la política como d lugar de trabajo de la sociedad fáme ley del 3 1 de mayo de 1850? ¿El de 1913, cuando la instauración de
sobre sí misma. El objeto vel mélodo son aquí indisolubles. No se trata la-cabina electoral garantizó definitivamente la independencia del voto?
entonces de hacer una simple ‘historia de las ideas’, sino más bien de ¿El de 1944. cuando el gobierno provisional extiende a las mujeres el de­
comprender las condiciones en las cuales se elaboran y se transforman recho al sufragio? ¿O aun el de 1974, cuando la edad de votar bajó a los
las categorías en las que se refleja la acción, analizando cómo se forman 18 años?
los problemas, cómo atraviesan lo soci aTTdibujando un cuadro de las po­ No se trata aquí de operar una elección convencional, efectuada a dis­
sibilidades, y a) delimitar sistemas de oposición y tipos de recusación. La creción del historiador, quien define soberanamente los límites de su
historia política, en efecto, no podría ser comprendida como un desarro­ tema. Ya que el fondo y la forma son inseparables, en este asunto desde
llo más o menos lineal, en el que se sucederían las conquistas y las derro­ el punto de partida y hasta el punto de llegada, elegir un origen a priori
tas para llegar a un fin de la historia, democracia celebrada o libertad del comienzo de la investigación, es despojar demasiado rápidamente
organizada. No hay, en cierto sentido, una “historia hegeliana” de la po­ a la cuestión del sufragio universal de una parte del enigma que encierra,
lítica. Este tipo de enfoque responde solamente a lo que podría aparecer la incertidumbre sobre el establecimiento de sus límites: es más bien de
como una exigencia metodológica; también es coherente con la esencia ahí donde consiente hacer partir la reflexión, admitiendo tal vez que la
misma de lo político, que consiste en un entramado de lo filosófico y lo noción misma de punto de partida puede extraviar; que no siempre hay
factual, en una inclusión de lo social en lo conceptual y en una tentativa un acontecimiento fundador en la historia, sino más bien la conforma­
permanente de inventar el futuro disociando lo viejo de lo nuevo. Hacer ción de coyunturas políticas e intelectuales que amplían el campo de las
la historia del sufragio universal es tratar de desanudar parte de esta ma­ posibilidades, que desencadenan nuevos conflictos y hacen surgir inte­
deja, durante el periodo constitutivo de la democracia moderna.9 rrogantes inéditas. No hay más vía que el tanteo para descifrar estas co­
yunturas y encontrar una línea divisoria entre algo que sería lo “viejo” y
lo que sería lo "nuevo”. Hacer la historia del sufragio universal es en prin­
LO VIEJO Y LO NUEVO cipio deslizarse en un problema para continuar el trabajo desde su inte­
rior, y no detectar en una especie de misterioso germen democrático ini­
Si la historia del sufragio universal se despliega a todo lo largo del siglo cial cuyo crecimiento y madurez tendríamos que relatar, a menos, que
XIX, ¿cuándo conviene iniciarla? ¿Con el decreto del 5 de marzo de 1848 sólo quisiéramos trazar una banal historia institucional del derecho al
que otorga el derecho de voto a todos los hombres mayores de 21 años? voto. Se trata más bien de entrar en una cuestión, que de fijar a priori un
¿Con la gran movilización republicana de la primavera de 1840, que se punto de partida. ¿La primera cuestión? Tratar de localizar los puntos de
cristaliza por primera vez en torno al tema de la reforma electoral? ¿Con oscilación y de diferenciación dentro del campo “elecciones-soberanía
los debates y las instituciones del periodo revolucionario? ¿O es acaso del pueblo" para fragmentarlo, en el sentido en que se rompe un núcleo
necesario remontarse más río arriba, a las prácticas electorales ligadas a para analizar mejor su materia. En el polo opuesto a una plana historia
la convocación de los Estados Generales o a la organización de las anti­ intelectual, existe efectivamente el riesgo de extender la reflexión sobre
guas libertades comunales, a la antigua consagración popular de los sobe­ la igualdad política hasta diluirla en un fresco demasiado vasto del movi­
ranos o incluso a las elecciones en la Iglesia? Y ¿qué límite conviene fijar, miento de la idea democrática desde la Atenas antigua.
a cambio, para cerrar esta misma historia? ¿El de 1852, más allá del cual Primera observación: la existencia de elecciones y la afirmación de la
soberanía del pueblo no conducen automáticamente a la consagración
del individuo-elector que conocemos. El hecho electoral, lo sentimos en
9 Esperamos también responder de este m odo a la estimulante invitación de Rene Rcmond
en su articulo "Pour une hnioire irléologiquc du suffrage universel. D’unc utopic contcstcc au
efecto intuitivamente, no tiene el mismo sentido cuando el pueblo,
consensúa relalivisc" en Itinératm. ¿ tu d a en l ’honneur He Lio Hamtm, Económica, París, 1982. reunido en la plaza de la catedral de Reims, es invitado a gritar Vivat rex
20 I m t h o d l c c ió n 21
L* nON.IACRAClÚN DtLClLID\nANO

a la llegada de un nuevo soberano, que cuando se trata de elegir libre­ presada la doctrina de la soberanía del pueblo, junto con la de la subor­
mente entre varios candidatos. Consentir v elegir no son actos de la mis­ dinación del poder real. El autor fotja toda una serie de fórmulas que
ma dase, las modalidades de cada uno de ellos pueden además variar serán retomadas en seguida en una multitud de panfletos. “Hayinfinitud
considerablemente. PoroLro lado, es d aio que la soberanía del pueblo de pueblos que viven sin rey: pero no podríamos imaginar un rey sin
no lien e e 1mi smo con teñid o c uando e s afirmada por Ro usse au que cuan­ pueblo", se lee ahí, por ejemplo.14 O también: “El pueblo no muere ja­
do la invocan los teólogos escolásticos. Estos son los primeros equívocos más, mientras que los reyes se van del mundo unos tras otros. Ya que al
que liay c^te tratar de dilucidar ames de entrar en la historia de la igual­ igual que el curso continuo del agua da al río una duración perpetua, así
Í
dad política. En principio, la idea de soberanía del pueblo. No se puede la revolución del nacimiento y de la muerte hace al pueblo inmortal.”15
El rey, recalca Duplessis-Mornay a lo largo de las páginas, “no es señor
concebir un individuo-elector fuera de su terreno, y esta es una condi­
ción “filosófica" necesaria para la expresión del derecho al sufragio. La de las leyes”, y su dignidad no es signo más que de un cargo y un ser­
vemos consolidarse a partir del siglo XVI, sobre el fondo de las guerras vicio.16 Los mismos temas y las mismas fórmulas son retomados más
de religión y de resistencia al absolutismo, alrededor de tres polos: los tarde, en el momento de la Fronda, dentro de la masa de pequeños li­
monarchomaqius, los escritores protestantes que se oponen aJ poder real belos —las mazarinades o folletos contra Mazarin—que se publican entre
durante las guerras de religión; los partidarios de la Fronda que de­ 1648 y 1652.17 El libro de Claude Joly sistematizará su argumentación.
nuncian a Mazarino; después, a finales del siglo XVII, los polemistas pro­ “Los reyes no han sido hechos sino para los pueblos, escribe. Ya que en
testantes que someten ajuicio al absolutismo. Algunos libros clásicos re­ todos los tiempos ha habido pueblos sin reyes, pero nunca reyes sin
sumen cómodamente las etapas de este movimiento de afirmación de pueblos."18 A finales del siglo, Jurieu prolonga esta crítica en términos
los derechos del pueblo frente al poder real: el Vindiciae contra tyrannos que anuncian directamente a Rousseau. No se conforma, como sus pre­
(1581), atribuido a Duplessis-Momay,-|u el Recudí de máximes véritables et decesores, con afirmar la soberanía del pueblo y la existencia necesaria
importantes pour l ’institution du roy (1652), de Claude Joly,11*y las Leitres
pastorales adressées auxJidéles de Frunce qtá gémissent sous la captivité de Ba-
H. Morel. “La théorie du contra! chez les monarchomaqucs” en Mélanges Henri Moreí, Prcsses
Itylone (1686-1689), publicadas porjurieu.18 Veamos brevemente a dón­ Universitaircs d'Aix-Marscille, 1989, que insiste en la diferencia entre el contrato de los monarcho-
de nos llevan. maques y el de Rousseau. Remitirse igualmente a R. A. Jackson, "Kingship and Consensus populi
El Vindiciae contra tyrannos es innegablemente el más escandaloso de in sixtccnlli century France",Journal of Modem History, vol. XIJV, núm. 2, junio de 1972: a Q.
Sldnncr, Thefaundations of modem políticat thought, Cambridge University Press, 1978, 2 vols., y
los panfletos políticos publicados tras la masacre de San Bartolomé. Ahí a los libros m enos recientes pero siempre útiles de P. Mcsnard, L ’essor de la philosophie pobtique
se encuentra formulada por primera vez una teoría del contrato13 y ex- au XVte siécle, Vrin. 3a. cd., Paris, 1977, y de G. Weil, Les théanes surte pouvorr roya! en France pen­
dan! les guerres de Religión (1891), nueva cd„ Slatkine, Ginebra, 1971.
Vindiciae contra tyrannos, op. ciL, p. 106. *
10 Esta obra —que a veces se atribuye a Hubert Cingue! o más a m enudo a Duplcssis-Mor-
•5 ibtd., p. 125.
nay—lia sido traducida al francés bajo el titulo De la puissance Ugitimt du prince sur tepeuptrrt du
111 Una parte de los miembros de la Liga terminará también, paradójicamente, por adoptar,
peuple sur te princt (1581) [Del poder legitimo del príncipe sobre el pueblo y del pueblo sobre el prmcij¡e\.
por despecho, a estos temas “predemocráticos'. Véase por ejemplo el célebre panfleto de Fran-
Nosotros lo citamos en esta traducción francesa (reproducción Edhis, París, 1977).
Cois de Cromé. Dialogue d'entre le maheuslre el le manant, de 1593 (cd. crítica de P. Ascoli, Droz,
11 Título completo: Recueil de máximes véritahUs el importantes jmur l'mstitulinn du roy eontre
Ginebra, 1977). Sobre estos monarchomaqucs liguistas": F.J. Baumgartner, Radical reactionnaries:
la fausse et pemiáeuse politique du cardinal Mazann. [Libro de máximas venladerus e importantes pa­
thr political thought of french Catholic League, Droz, Ginebra, 1976; S. Riáis, “Aux origines du
ra la institución del rey contra la falsa y perniciosa política del cardenal Mazanno.] Lo citamos en su
constinuionalismc écrit: réllexions en marge d'un projet constitutioimel de la Ligue (1588)",
segunda edición de 1(563. Sobre Joly, véase el estudio d e j. B. Brissaud, Études de droit public. Un
Revue d ’Histoire des FaculUs de Droit el de la Sciencefundique, núm. 8. 1989.
tibéml au XVlte siécle, ClaudeJoly (1607-1700), París, 1898.
17 Véase la compilación de mazarinades, La Fronde, Conteslation démoemtique et misene pay-
IZTambién se puede leer de él Im politique du clergé en France (1681).
sanne, Édlus, Paris, 1983. sobre todo el primer volumen, dedicado a la oposición propiamente
1* Hay que señalar la publicación, algunos años antes del Vindiciae contra tyrannos, op. c i t , del
política y a la expresión de las ideas democráticas. Para una interpretación reciente, véase Gh.
texto de Jcan Coras —el célebre juez del proceso de Martin ( ’.uerre—, Queslion politique: s ’il esl
Jouhaud, Mazarinades, la Fronde des mots, Aubier, París, 1985.
licite aux sujets de capituler avec leur prince, redactado hacia 1569 (véase la edición critica de M.
18 Claude Joly, Recueil de máximes véritables et importantes pour l'irutitution du roy. op. c it,
Kingdon, Droz, Culebra, 1989). Es el único gran texio sobre el derecho de resistencia publicado
antes de la noche de San Bartolomé. Sobre estos primeros esbozos de teoría del contrato, véase p. 131.
JpmtorwcciúN 23
22 L \ CUN!vM.ll*tJÚf\ l i l i CJU>AL»VNO

de un pacto mutuo entre el príncipe y el pueblo.1*sino que afirma el ca­ titu ción social, con que se relaciona a Rousseau. La idea moderna de ciu­
rácter definitivo de esta soberanía; “Es necesario, escribe, que exista en dadanía está ausente por completo^Además, Jurieu distingue explícita­
las sociedades cierta autoridad que no necesite tener la razón pata vali­ mente la fuente de la soberanía y su ejercicio. “El ejercicio de la soberanía
dar sus actos; ahora bien, esta autoridad, no se halla más que e n los pue­ que depende de uno solo, escribe, no impide que la soberanía esté en el
blos."20 Era difícil ir más lejosenla críticadel poder real tradicional. ¿Nos pueblo como su fuente e incluso su primer súbdito."21Ep Jurieu. la no­
encontramos, por eLlo, con estos diferentes antores, de camino al uni­ ción de soberanía es pasiva, no es acdva. Cumple una función princi­
verso del Contrato soctaCi Una larga tradición de la historia de las ideas palmente crítica: denunciar el absolutismo, la intolerancia religiosay los
políticas lo lia sostenido, como si la filiación fuera evidente. Desde la pri­ abusos de poder del rey. Al contrario de Rousseau, no concibe el con­
mera mitad del siglo XIX, algunos historiadores señalado la antigüedad trato como creador de un hecho social, El contrato entre el pueblo y el
de las Instituciones y de las ideas democráticas para tratar de exorcizar rey no adquiere sentido más que en relación con un contrato original
la amenazan te uovedaddel advenimiento del sufragio universal. Charles entre Dios, el reyy el pueblo. La sociedad sigue entendiéndose como do­
Labbitle publica en 1841 Dtí la démocralie chet tes prédicaieurs de la Ligia?, tada de una consistencia propia y natural, una existencia anterior a la del
Cuizot edita en 1851 su curso Histoire des origines du gouvememeni repré- principal
sentatijenEurope, AugustinThierry daalaluzen 1858su Essatsurl'histoire Jurieufal igual que Joly o los monarchomaques, continúa de hecho si­
de la Jbrmation el des progres du tiers État. La mayoría de los manuales de tuándose en el marco de una visión escolástica tradicional de la política.
historia de las ideas políticas han pegado en el mismo clavo para hacer Por más que apela a Locke, su universo intelectual global sigue siendo
de los autores que hemos citado brevemente, precursores de Rousseau, el de Santo Tomás de Aquino.22 Salus populi suprema lex esto: “La salud
como si un mismo hilo condujera de las Vindkiae contra lyrarmos al Con­ del pueblo es la ley soberana", dicejurieu en una fórmula que pertenece
trato soctal. En 1876, vemos incluso a Dufaure, entonces presidente del ai lenguaje tomista y aristotélico^Para él, la referencia al bien común es la
Consejo, referirse ajuríeu, ante la tribuna de la Asamblea, para justificar que es determinante, y de ningún modo la idea de que el individuo tenga
el derecho de disolución mino una forma de recurrir al arbitraje último derechos políticos. La noción de pueblo soberano hunde sus raíces en
del pueblo. toda una tradición de la teología política medievalJEs este viejo fondo el
Entre los monarchomaques o en Jurieu encontramos, ciertamente, un que se reactiva a partir de finales del siglo XVI. ParífSanlo Tomás de Aqui­
lenguaje político que puede parecer extremadamente moderno. A pesar no, la institución política sigue perteneciendo al derecho humano, inclu­
de su radicalismo, siguen encontrándose en un universo intelectual en so si la idea de poder viene de Dios. En ausencia de un legislador desig­
el que no hay lugar para la figura del ciudadano-elector. En ellos, la refe­ nado por la divinidad, el poder legislativo pertenece a toda la multitud,
rencia a la soberanía del pueblo es más política que filosófica. Es una O a aquel que la representa. Un siglo más tarde, Marsile de Padua tema-
soberanía-autorización cuyo sentido estriba en limitar las prerrogativas tiza este enfoque en su Defensorpacis, ofreciendo una primera teoría glo­
del rey. No se inscribe, de ninguna manera, en uiuhperspectiva de auto­ bal de la política secular. No es tanto que anuncie a Rousseau, sino que
gobierno. de gobierno del pueblo. Este horizonte no es el de la autoins-19 prolonga a Aristóteles, cuando estima que “la causa eficiente, primera y
específica de la ley es el pueblo, o el conjunto de los ciudadanos”.23 Así,
21 Citado por Fr. Puaux, Les déjensmis de la soiwemmeté du peuple. op. ctC, p, 37.
19 Vcansc particularmente sin cartas 16 y 17, fechadas el 15 de abril de 1689 y el 1 de mayo
2* Es importante señalar que los monarchomatfues son también mucho más cercanos de los
de 1689. “D éla tuerza de los soberanos, de su origen y sus limites". SobreJurieu, consúltese Fr.
escolásticos que de Calvino en su manera de pensar b política. Entre ellos existe un divorcio
Puaux, /jes défmseurs de tu souverainelé du peuple wus le régne de Lotus XjV. París. 1917, y tea
innegable, que se explica "tácticamente", entre su teología y su filosofía política. En efecto, Cal-
précurseun fran^aú de la tniénme* un XVU sítele, Parts, 1881; R. Lurcau, Les doctrines poliiiques de
vino subraya permanentemente el carácter divino del poder, y se encuentra en el b d o opuesto
Jurieu ( 1637-1713), Burdeos, 1904. Un buen libro, más reciente; G. H. Dodgc, Thcpoliticat theory
de todas las teorías del contrato social (véase M. £. Chencviére. La prrnée politique de Calvin.
of Ote huguenots of 'the dispersión with special rejerencr lo the thougltl and influente oj Pierre Junen,
Coluinbia Universiiy Press, Nueva York, 1947. Slatkinc, Ginebra, 1970), nueva edición.
** Marsile de l’adoue, Ij défrnseur de tu patx (1324), cd. crítica de |. Quillel, Vrin. Parts, 1968,
au Carta 18. del 15 de mayo de 1689. citada por Fr. Puaux, Les tUfensrurs de la smsverainele du
peuple, op. cit., p. 142. p. 110.
23
22 L a c.ov».*u!A.a«>N bel c u b m ia n o
[NTHMDUt.CION

de un pauo mutuo entre d príncipe y el pueblo,151si no que afirm ad ca­ titución social, con que se relaciona a Rousseau. La idea moderna de ciu­
rácter definitivo de esta soberanía: “Es necesario, escribe, que exista en dadanía está ausente por completo^Además, Jurieu distingue explícita-
las sociedades cierta autoridad que no necesite tener la razón para vali­ m en te la fuente de la soberanía y su ejercicio. “El ejercicio de la soberanía
dar sus actos: ahora bien, esta autoridad no se baila más que en los pue­ que depende de uno solo, escribe, no impide que la soberanía esté en el
blos."20Era difícil ir m is lejos en lacritica de l pode r real tradic ional. <Nos pueblo como su fuente e incluso su primer súbdito."21En Jurieu. la no­
encontramos, por ello, con estos diferentes autores, de camino al uni­ ción de soberanía es pasiva, no es activa. Cumple una función princi­
verso del Cantrato social? Una larga tradición de la historia de las ideas palmente critica: denunciar d absolutismo, la intolerancia religiosa y los
políticas lo ha sostenido, como si la filiación fuera evidente. Desde la pri­ abusos de poder del rey. Al contrario de Rousseau, no concibe eJ con­
mera mitad del siglo XIX, algunos historiadores señalado la antigüedad trato como creador de un hecho social. El contrato entre el pueblo y el
de las instituciones y de las ideas democráticas para tratar de exorcizar rey no adquiere sentido más que en relación con un contrato original
la amenazante novedad del advenimiento del sufragio universal. Charles entre Dios, el rey y el pueblo. La sociedad sigue entendiéndose como do­
Labbitte publica en 1841 De la démocralte chez les prédicaleurs de la Ligue, tada de una consistencia propia y natural, una existencia anterior a la del
Guizot edita en 1851 su curso Histotre des origines Au grmvememenl repré- príncipe^
sentatifenEurope, AugusiinThierrydaalaluzen 1853 su Essaisur l 'histaire Jurietli'al igual quejoly o los monarckomaques, continúa de hecho si­
de la formation el des pwgrés du tiers Étal. La mayoría de los manuales de tuándose en el marco de una visión escolástica tradicional de la política.
historia de las ideas políticas lian pegado en el mismo clavo para hacer Por más que apela a Lockc, su universo intelectual global sigue siendo
de los autores que hemos citado brevemente, precursores de Rousseau, el de Santo Tomás de Aquino.22 .Safio populi, suprema lex esto: “La salud
como si un mismo hilo condujera de las Vindicóte contra tyrannos al Con­ del pueblo es la ley soberana", dice Jurieu en una fórmula que pertenece
trato social. En 1876, vemos incluso a Dufaure, entonces presidente del al lenguaje tomista y aristotélico^ara él, la referencia al bien común es la
Consejo, referirse aJurieu, ante la tribuna de la Asamblea, para justificar que es determinante, y tle ningún modo la idea de que el individuo tenga
el derecho de disolución como una forma de recurrir al arbitraje último derechos políticos. La noción de pueblo soberano hunde sus raíces en
del pueblo. toda una tradición de la teología política medievallEs este viejo fondo el
Entre los monarckomaques o en Jurieu encontramos, ciertamente, un que se reactiva a partir de finales del siglo XVI. Parábanlo Tomás de Aqui­
lenguaje político que puede parecer extremadamente moderno. A pesar no, la institución política sigue perteneciendo al derecho humano, inclu­
de su radicalismo, siguen encontrándose en un universo intelectual en so si la idea de poder viene de Dios. En ausencia de un legislador desig­
el que no hay lugar para la figura del ciudadano-elector. En ellos, la refe­ nado por la divinidad, el poder legislativo pertenece a toda la multitud,
rencia a la soberanía del pueblo es más política que filosófica. Es una o a aquel que la representa. Un siglo más tarde, Marsile de Padua tema-
soberanía-aulonzación cuyo sentido estriba en limitar las prerrogativas liza este enfoque en su Defensor pacis, ofreciendo una primera teoría glo­
del rey. No se inscribe, de ninguna manera, en una»perspectiva de auto­ bal de la política secular. No es tanto que anuncie a Rousseau, sino que
gobierno, de gobierno del pueblo. Este horizonte no es el de la autoins- prolonga a Aristóteles, cuando estima que “la causa eficiente, primera y
específica de la ley es el pueblo, o el conjunto de los ciudadanos".2-'' Así.
Citado por Fr. Puaux, Les défensmirs de la sowormineU du peujde, op. a i., p. 37.
lu Véanse particularmente sus cartas 16 y 17, fechadas el 15 de abril de 1689 y el I de mayo
22 Ex importante señalar que los monarchomaipus son también mucho más cercanos de los
de I 6 89. “De la tuerza de los soberanos, de su origen y sus límites”. Sobre Jurieu, consúltese Fr.
escolásticos que de Calvino en su manera de pensar la política. Entre ellos existe un divorcio
Puaux. L a défnueurs de la souvarainelé du jmifilr coto le signe de Louis XIV, París, 1917, y L a
iunegablr, que se explica “tácticamente", entre su teología y su Olosofia política. En efecto. Cal-
prtcunrurs Jranfais de la tolémnee au XVII ¡nicle, París, 1881; R. Lureau, Ij s doctrina politiqua de
vino subraya permanentemente el carácter divino del poder, y se encuentra en el lado opuesto
J u n a n 1037-1713), burdeos. 1904. Un buen libro, inris reciente: G. H. Dodge, The fxilitiml llieon
de tocias la» teorías del contrato social (véase M. É. Cheneviérc, La pau te politujue de Calvin.
nf the huguenots oj the dispersión ¡uith special rejerente la the thought and itifluencr o f Pierre Jurieu,
Golumbia Univcrsily Press, Nueva York, 1947. Slatkinc, Ginebra, 1970), nueva edición.
** Marsile de Padoue. Le defmsairite la patx (1324), ed. critica d cj. Quillcl, Vrin, París, 1968,
20 Carta 18, del l5 d e m a y o d c 1689, citada por Fr. Puaux. L a déjerueun de la souvaainete du
peuple. op. ciL, p. 142. p. 110.
u L a a jM /G K A t.ii'if, u n c a u t a » a n o
25
Iv n to o u c a ó s

j|es indispensable distinguir entre una concepción moderna, y una con- lutisnio—reprochar a Luis XIV el haber borrarlo la distinción entre las
Vt-pc ión antigua de la soberaniadel pueblo. En el primer caso, ésta se ar­ órdenes. “En el gobierno presente, escribe, todo es ‘pueblo’. No sabemos
ticula claramente en un principio de autonomía, que lógicamente de­ ya lo que es calidad, distinción, mérito y nacimiento. La autoridad real
semboca en la cuestión del derecho ai voto. En el segundo, la noción ha subido tan alto, que todas las distinciones desaparecen, todas las Lu­
de soberanía de] pueblo está asociada principal mente a la temática del ces son absorbidas. Ya que en la altura a que se ha colocado el monarca,
derecho de resistencia a la hraníolíEsta cuestión se vuelve ce ntral en el pen- todos los humanos no son sino el polvo bajo sus pies.”27 Al fustigar al
samiento político m e d ie v a ld io .2* Santo Tomás de Aquino, Gerson, absolutismo, lo que deploran realmente muchos de estos autores es el ni-
Oresme, Guillermo d’Ockham, Marsile de Padua, erigen al Urano en velamiento de los rangos. Retroceden hacia la imagen mítica de una mo­
figura radicalmente negativa del poder soberano. Si ellos se conforman narquía feudal bien ordenada, y no esbozan la figura de una sociedad de
con inferir de ella que es legítimo resistir al tirano y derrocarlo, otros individuos iguales. En el Franco Gallia de Hotmail, uno de los grandes
autorescomo Jean de Salisbury, llegan ajustificar el tiranicidio.25 Los mo- textos de la literatura mtmarchomaque, la alternativa ante el poder tiránico
narchomaques se inscriben en el marco de esta reflexión. Continúan defi­ consisLe en reducir “nuestro Estado corrompido, como una música desa­
niendo al tirano de manera muy medieval, como una “potencia desbor­ finada, a aquel bello y antiguo acorde que fue en tiempos de nuestros
dada", y retoman la distinción entre el tirano por usurpación y el tirano padres”.21*Hotmail será, por otra parte, un feroz adversario del derecho
de hecho. El debate sobre el derecho de resistencia ocupa la mitad del romano unificador, al defender vigorosamente el pluralismo de las an­
Vindiciae contra tyrannos y constituye toda la materia de la célebre obra tiguas costumbres. Su perspectiva es, en el fondo, la de una especie de
de Teodoro de Béze, el brazo derecho de Calvino, Du droit des magistral* "racionalización de la Constitución medieval”.29Un siglo más tarde, toda
sur leurs sujels (1575).26La denuncia del poder absoluto es, por olio lado, una porción de quienes se oponen al gobierno de Luis XIV volverá a en­
muy ambivalente en esta literatura. Posee acentos a menudo más aristo­ contrar acentos similares en Boulainvilliers o el duque de Saint-Simon.30
cráticos que democráticos. Si jurieu puede parecer en ciertos aspectos Ai igual que Hotman, este último ve en la desaparición de las antiguas
el más cercano a Rousseau, vemos en la misma época al autor anónimo órdenes la raíz del absolutismo, cuando habla de “esta lepra de usurpación v
de Soupirs de la Frunce esclave —el otro gran clásico de la crítica al abso- y de igualdad que seduce y confunde todos los estados y todas las condi­
ciones”.31 Simétricamente, a sus ojos el remedio aparece con facilidad:
“Será de la destrucción de esta horrible confusión o de la reparación en
'■OVéase, sobre el tema del tiranicidio. J. Fr.Juilliard, “Rcclicrchcs sur l ’idéc de lyraiiniádc los diferentes grados entre los franceses que depende lodo el resto del
daos l'Amiquitc ct l'Occident médiéval', París, 1965.2 voLs. (mecanografiado; tesis de derecho restablecimiento de la monarquía. ”32(La crítica liberal al poder se hace
depositada en la biblioteca Cujas), y j. Quillet, “Tycannie et tynumicide dan» ia pensée politique
médiévale lardive (XIV-XV sitcle)”, Cahiers de Philosophie Politique elJuridique, Centro de publica­
en nombre de un orden pasado que hay que restaurar, y no de una revo-
ciones de la Universidad de Caen, nútn ti, 1982. Remitirse igualmente a los muy sugercntes
desarrollos de Roland Mousnier sobre el tiranicidio en su relación con la consolidación de la
monarquía absoluta, en su obra L'ossossinat d ’H enri IV. H mai /ó/dJCallim ard, París, 1964.
** Leemos así en el Polycraticus: “El tirano es una imagen de Lucifer [...] debe ser muerto la Les soupin de la Frarue esclave qui aspire a la liberté (1689). segunda memoria, “De l'oppre-
mayoría de las veces [...] No sólo está permitido matar a un tirano, sino que es una arción con­ ssion des pcuplcs”, fechada el 15 de septiembre de 1689.
veniente y justa [...]. Sin embargo, cuando los sacerdotes toman e l personaje de tiranos, n o está Prólogo, de la edición francesa de 1574 (reproducción Édhis, París, 1977), p. 9. Sobre ,
permitido alzar contra ellos la espada material, a causa del respeto que se debe al sacramento.” I to m a n , véaseD . R. KclJey, FrartcotsHotman. A rrvolutiarmry’tordeal, Princeton Univcrsity Press,
M Véase la nueva edición crítica de R. M. Kingdon. Droz, Ginebra, 1970. Kingdon demuestra 1973.
bien en su prefacio que la tesis del derecho de resistencia puede inscribirse en perspectivas muy Expresión empicada por J. H. Franklin en su tibio Jean tíodin and the sixteenth cenlury re-
diferentes. Si los jefes anabaptistas de la guerra de los Campesinos justificaban cu su nombre volulion in the melodnlogy of law and hislory, Colombia Univcrsity Press. Nueva York. 1963.
la insurrección popular, los monarthomaques contemplaban una resistencia “constitucional”, :U) Véase, sobre este punto, el buen libro de L. Rothkrug, Opposition lo Louis XIV, the politicat
en la cual la resistencia al poder legítimo no puede ser asunto más que de oficiales o de institu­ and social ongim o f (he freuch enlightenment, P iinccton Univcrsity Press, 1965.
ciones que participen de la autoridad gubernamental. Véase también, sobre este punto, Julián Saint-Simon. “Projets de rétablisscmem du royanme de Francc“ en Écrits médits, París,
H. Franklin. ecl.. Constitutionalúm and resístante m the sixteenth tmtury: linee treatises by Hotman. 1881-1893, t. rv, p. 198.
Hrtn, añil Mamay, Pegasos, Nueva York. 19fi9. **lbid.. p. 199.
26 27
L * (JONSAURACJÓN HELClUtlAJUNO Is*ntOIH.'CC!ON

lución poT venir33 “No es la democracia, es la aristocracia laque inventó ele la soberanía popular (el consentimiento, y no el autogobierno). l,os
el pensamiento liberal', resume j usiam ente De rus Richet.14 Él pueblo al liábaos de la representación y de la elección que se introducen en este
que se refieren estos enemigosclelabsolutismo, se sigue entendiendo de universo remiten igualmente a un enfoque antiguo de lo polílicoAEn
manera tradicional como la recapitulación de la estructura. sodaL. Pien­ Hotmail, por ejemplo, el procedimiento electoral se relaciona c?m los
san en términos de pueblo-cuerpo social y no en términos de purblo-mma orígenes de la constitución de la monarquía, cuando se suponía que el
de individuos. En lo que atañe a la cuestión de “lo que se entiende por rey debía obtener el asentimiento de los caballeros o de los magistrados
noción de pueblo”, el autor del Vinduiae conlra tyrannos advierte: —o de los Estados—que representaban al reino. La perspectiva de su crí­
tica del absolutismo sigue siendo, claramente, la de una restauración. El
V e o q u e a q u í s e m e h a r a u n a o b je c ió n . Q u é . d ir é is v o so tr o s, t s c r i n e c e s a r io q u e carácter antiguo del pensamiento político de los mnnarckomaques se
to d o un p o p u la c h o , a q u ella b e stia q u e lleva u n m illó n d e cab ezas, s e a m o tin e y a c u ­
da e n d e so r d e n para p u n e r o r d e n e n lo q u e e stá arriba? i Q u é ti n o hay e n u n a m u l­
vuelve a manifestar en el hecho de que ellos se inscriben siempre en la
titu d d esb ocad a? i Q u é c o n se jo y qu é p r u d en cia para o c u p a r se d e lo s asu ntos? perspectiva medieval del gobierno mixto, en la cual la buena monarquía
C u a n d o h a b ía n lo s d e t o d o e l p u eb lo , e n te n d e m o s c o n e sta p a la b ra » a q u ello s q u e se entiende como aquella que incorpora a su funcionamiento los prin­
p o s e e n una a u to r id a d dada p or el p u eb lo , a sab er, lo s m a g istra d o s q u e so n in fe ­ cipios tomados del gobierno popular y de los elementos aristocráticos.
r io r es al rey y q u e e l p u eb lo ha d e leg a d o , o e sta b le c id o d e c u a lq u ie r m a n era q u e (El mundo del individualismo democrático y el que podríamos calificar
sea, c o m o d e ! im p e r io y c o n tr o la d o re s d e lo s r ey e s, y q u e rep re se n ta n a to d o el ae tberaiismo “arcaico” son así tigurosamenie distintos^
c u e r p o d e l p u e b lo .3**
Ya que las mismas palabras y los mismos temas parecen dibujar re­
ferencias comunes en los monarchomaques y los republicanos del siglo XIX,
^Este universo intelectual es doblemente ajeno al de] individualismo el gran riesgo que corre el historiador es el del anacronismo.'La idea
democrático: desde el punto de vista de la concepción del sujeto políti­ actual de sufragio universal no existe en el siglo xvi o en el XVII, ni si­
c o (el pueblo-cuerpo y no el individuo), al igual que desde el del sentido quiera cuando se habla de soberanía del pueblo o de monarquía electiva.,!
El anacronismo es resultado de un verdadero achatamiento conceptual,
33 Entre la manía por U> antiguo de los monan:homm¡w% alabando a los antiguos Estados ge­
Pero éste no proviene de la falta de atención o la pereza del espíritu, sino
nerales y queriendo resucitar una mítica monarquía electiva, y la mítica celebración, por parle- que se apoya principalmente en la tentación permanente de reducir la
de Augtistin Thierrv de las antiguas libertades municipales, se conforma una misma corriente. historia de lo político a la historia social ^Visión simple de una historia
Com o si hubiera sido necesario exorcizar com o insostenible la idea de una instauración radical milenaria de la libertad y la opresión, en la cual sólo el contexto variaría,
de lo nuevo e n la política.
33 Dcms Richet, "Uummarchie au travail sur etlc-méme" enK . Baker(comp.), Thefnmch reno-
pero no los términos, quedando unidos por una misma lucha los revo­
lulitni toul tht irmtion nf modem political culture, vol. l: P ie political culture nf ¡he Oíd Hegime. I’cr- lucionarios de 1848 con Espartaco, el proletario moderno con el esclavo
gamon Press, Oxford, 1987. de antaño, el ciudadano elector con el habitante de la comuna medieval^
33 Ahí, otra vez. la marca aristotélica y medieval es determíname, ¡x>r supuesto. Un autor Una confusión análoga entre lo viejo y lo nuevo se puede encontrar
com o Siuire/. explica así. que "hay que pensar en una multitud de luAnbrcs de dos maneras di­
ferentes". Se los puede considerar, explica, ya sea com o “reunidos voluntariamente en un solo en materia de elecciones. Ciertamente los franceses no esperaron a 1789
cuerpo político", o bien com o "un simple agregado de gente". Para él, si la gente no constituye o a 1848 para comenzar a nombrar jefes o responsables. El procedimien­
más que un agregado, no forma un cuerpo político, y por lo lam o no se puede vislumbrar que to electoral como modo de designación y de legitimación de una auto­
tenga el poder de hacer leyes. Este poder sólo pertenece al pueblo formado com o cuerpo polí­
tico, y no a las simples reuniones de individuos (citado por Q. Skituicr, Thefoundation nfmodero
ridad religiosa o secular es muy antiguo. Sin hablar de las asambleas na­
fmhtical thought, op. c it, i. n, p. 181). En la óptica pueblo-cuerpo social, señalémoslo, la cuestión cionales en la Galia romana,37 podemos pensar en las elecciones de
de la representación se plantea, en electo, cu términos particulares, ya que la representación obispos y de abades en la Iglesia, así como en la vieja electio de los reyes.
com o función política se inscribe en la estructura misma del cuerpo social. Al m ism o tiem po ¿Pero es necesario considerar, por ello, que ahí estaría un primer esbo-
que afirma que el verdadero legislador es el pueblo, Marsile de Padua. basándose en Aristóteles.
estima por ejemplo que esc pueblo está naturalmente representado por su pan valenlior o su
.tumor pan. 30
37 Véase I*. Viollet, H islotm des mstilutims politúfua el admimstralwes de la Trance. l*ans. 1890,
30 Viwlíriue remira tyrannos, op. cit-, pp. 61-62.
28 29
La cuNSAOMciOri nE L c:iuiui».vso iNTROWXnOM

zo del procedimiento electo mi moderno? Toda una tradición polídca derno de la palabra. El papel de la multitud consiste principalmente en
surgida d d siglo XIX lo ha sostenido, buscando en la liistoria de las insti­ dama:' Fiat, fiu t dignum etjustum esi. Un hecho significativo: el pueblo no
tuciones primitivas—poltncasoreligiosas—unajuscificadón a las reivindi­ tiene manera de señalar su desacuerdo o de abstenerse en una electio de
caciones modernas. Basta pensar, por ejemplo, en la obra muy represen­ este tipo. Sólo hay términos para la aprobación (/io/)d|l^LS elecciones de
tativa de Pierre Leroux. De ¿'origine dem-ocratique dv-chrxstianúirur.38 Basta, los abades en las órdenes religiosas serán, por supuesto, mucho más for­
sin embargo, un examen, incluso muy breve, de las andguas elecciones malizadas. debido a la estrechez misma del “Cuerpo electoral”: los votos
eclesiásticas y políticas paTa comprender que son completamen le ajenas son contabilizados, los procedimientos de presentación están organiza­
al universo individualista-democrático contemporáneo. dos rigurosamente, etc. Pero éstas conservan, por su parte, también un
Tomemos primero el caso de las elecciones eclesiásticas. Desde los carácter arcaico.Bü principio de unanimidad sigue siendo, en principio,
primeros siglos de la era cristiana, los Padres de la Iglesia y los Concilios la regla: unanimiter et concorditer, “en la unanimidad y la concordia’VjSe
habían afirmado que la vía de la elección érala que convenía mejor para acostumbra que la minoría se una y dé su consentimiento, para que fa co­
designar a los obisposv los abades, habiéndose servido de ella incluso los munidad presente un rostro unido. La noción misma de mayoría no se
apóstoles para otorgar cargos subalternos. Según formas muy variables, desprende, claramente del todo. Se separa mal, por ejemplo, (a idea de
este principio de la electio había permanecido vigente hasta que la cons­ saniorpars de la de maiorpars *'¿ lo cual sugiere que el número no se con­
titución de los beneficios eclesiásticos condujera prácticamente a hacer­ sidera como el elemento decisivo de una elección, juzgándose esencial
lo caer en desuso, al ratificar el concordato de 1516 erure Francisco 1y la calidad de las diferentes categorías de las personas involucradas (en la
León X, el nombramiento de los obispos por el rey y su institución por h istoria de las órdenes religiosas, habrá que esperar al concilio de Trento
el papa.3yPero esta electio difiere profundamente de lo que hoy entende­ [ 1545-1563] para que el principio mayoritario puro y simple sea definiti­
mos por “elección". En principio, el término no implica nada preciso en vamente reconocido, al estar asociado al voto secreto). Cualesquiera que
lo que respecta al número y a la calidad de los participantes en el pro­ sean las modalidades técnicas, la electio eclesiástica medievaljamás se ana­
cedimiento de designación.jE/rrdo significa “selección", más que “elec­ liza como un procedimiento deslinado a expresar la voluntad de una co­
ción”, propiamente dicha. Incluso cuando es el pueblo el convocado, lo lectividad. Ésta participa solamente de la voluntad divina, ya que se esti­
es en tanto que cuerpo, como totalidad y no como yuxtaposición de in­ ma que sólo Dios es quien elige verdaderamente.43 A cambio, la persona
dividuos. Por otra parte, la idea de contar voces es totalmente descono- designada no posee de ninguna manera el estatuto de representante de
cida.‘,,) Los obispos se eligen por unanimidad y por aclamación, plebe la colectividad involucrada. La elección canónica no crea autoridad, no
praesente, “en presencia del pueblo”. La intervención global de este últi­
mo tiene la función de dar un consentimiento y atestiguar la dignidad de
41 Señalemos además que « l a característica vuelve a estar presente en los com ienzos de la
un candidato, y no la de designar a un representante, en el sentido mo- 11cmocracia comunal italiana. Véanse los trabajos de E. Rufíini, / sislemi di deliberaiione colleUiva
v nel medioevo italiano, Turin, 1927, y de D. Walcy, The italian cUy repuhlics. 3a. ecL, Lamgman, Lon­
18 Taris. 1848. Reproduce el artículo "Conrilcs" publicado en el tomo in de la Encycloptdie dres. 1988.
Progressive. *'t Véase L. Moulin, “Satiiore l maiorpars. N ote sur Pévolution des lecliniqucs électoralcs dans
les ordres rcligicux du VIe au Xllle siécle”, Hevue Ifistorique de Üroil Troncáis et Étnmgrr, 1958,
,!l Véanse sobre este punto los artículos “Elections des évéques’ en A. Vacant y EL Mangenoi. núms. 3 y 4 (artíc ulo en dos partes). En 1215, el concilio de latirán había oficializado esta equi­
Dultannatre de théaltigie catholique, I’arís, l!)24;J.J Y>o\i\-assé,Dictionnaire de disciplineeccléstasliquc valencia de laraniory la maiorpars, al decretar: “Tras confrontarlo, será elegido el que haya obte­
uu TraitédugouvememfntdeTÉgUsc, París, 1856; yj. H. Prornpsauh, Oictionnaire nzisonité de droil nido el consentim iento, ya sea de todos, ya sea de la mayoría del cabildo, ya sea de sus elementos
et dejurispntdmce en matine civile ou eccléstaslique, París, 1849. U na buena síntesis reciente:J . Gau-
más calificados (sanior pan)."
dcm ci. Les elections dans l'Église latine des origines au XVIe sítele, F. Lanore, París, 1979. 4* De ahí la hostilidad del príncipe de la Iglesia al sistema de tirar a las suertes com o m odo
4<t Encontraremos valiosas indiciaciones técnicas sobre estas elecciones en L. Moulin. “Les d e elección. Ver. en este punto, los señalamientos d e R. Caillois, Lesjeuxetles hommes, París, 1958,
origines religieuses des tcchuiques electorales et délibératives m odem es”, Hevue ¡niemationale y de II. Manin, "Les élections, les élites et la démocratie: sur le caractére aristocratique des élec-
d 'Hisloire Pnlitique et Constitutionnelle, nueva serie, L 111, abril-junio de 1953, y “La Science politi- tions" en Les limites de la dtmocralie, Calntann-Lévy, París (al parecer de 1992). Para una com ­
que et le gouvem cm ent des communautés religieuses", Hevue Internationale des Sciences Adminis­ prensión moderna de esta cuestión, véase A. R. Amar, "Choosing representatives by lottery
trativa, 1951, núm. 1.
voling", The Yole lxa¡>Journal, vol. XC1II, núm. 7, jun io d e 1984.
30 L a consagración del ciudadano I ntuí id l x o o n
31

confiere en sí misma ningún podei al elegido. Es una pura designación, la p reponderanria de los notables 4546 El funcionamiento de las asambleas
quesc desearía "inspirada” por ei Espíritu Santo, es decir, justamente se­ generales en las comunidades rurales, que puede parecer más “demo­
parada de la voluntad y la opinión de los hombres. crático” en un primer acercamiento, se inscribe también en un universo
La antigua elección de los soberanos, ¿se acerca más a los procedi­ antiguo, tanto sociológicamente como técnicamente.47
mientos electorales modernos, anticipando un ejercicio rousseauisia de Q íav mucha distancia de la eiectio a la elección, del pueblo-cuerpo al
la voluntad general? Alu también debemos cuidamos del peligro del ana­ pueblo-individuo, déla soberanía-aulorización al autogobierno, delcon-
cronismo. Hemos visto, es cierto, a los hugonotes del siglo XVI referirse señlTrníemoj:olectivo dado a un hombre designado a la elección indivi­
a una teoría de la monarquía electiva para criticarlos abusos del poder dual y razonada de un candidato. La idea del derecho al sufragio no es
real. El Frartco-Gallia de Hotman buscaba proponer sobre ésta una expo­ cieríamenté concebible si no se reconoce la solreranía del pueblo y el uso
sición completa, antes de que el temase convirtiera en un verdadero tópi­ del procedimiento electora] para designar representantes. Pero detrás
co de la literatura monanh omaque. ¿Pero tiene esta teoría un fundamento de las mismas palabras se dan realidades que no remiten a los mismos
sólido? Ningún historiador moderno podría hablar del carácter electivo procedimientos políticos y sociales. Entonces debemos iniciar la historia
de la monarquía francesa,*4 por lo menos a partir de los capetos (la con­ del sufragio universal más río abajo, ahí donde la figura del individuo-
sulta a los grandes nobles durante las asambleas convocadas para la de elector comienza verdaderamente a surgir^
signado del soberano no podría percibirse como una elección formal, ¿Cómo se pasa de la soberanía pasiva del pueblo al individuo-elector
aun cuando jugó un papel nada despreciable entre las primeras razas y moderno? La historia del sufragio universal se despliega en la respuesta
especialmente bajo los carolingios). El momento de la electia, tal como a esta pregunta. Historia de un doble tránsito: del simple consentimiento
subsiste muy tardíamente en la ceremonia de la consagración real, no es al autogobierno, por un lado, y por el otro del pueblo-cuerpo al individuo
sino una simple formalidad que precede inmediatamente a la consagra­ autónomolHistoria ejemplar en el sentido de que está en el centro del
ción propiamente dicha. Sus actores se limitan a las personas que asisten doble movimiento de secularización (autoinstitución de lo político y lo
a la ceremonia y a la multitud cercana, y es difícil concebir que no se hu­ social) y de subjetivización (advenimiento del inividuo como categoría
biera pronunciado el ritual Vivat rex, ¡llegado el momento de decirlo!4'’ organizadora de lo social), que acompaña la llegada de la modemidatjj
Un examen rápido de los procedimientos electorales que regían las En la historia del sufragio universal, vemos directamente expresarse las
antiguas libertades comunales muestra también claramente que éstas se tensiones de esta modernidad: racionalidad y subjetividad, igualdad y
parecen muy poco a nuestro voto moderno .{La idea de elección nos remi­ capacidad, pertenencia y soberanía, liberalismo y democracia.
te más a la afirmación de una autonomía localj a la preocupación de rom­ Analizar esta oscilación no es simple. Podemos constatar que ésta to­
per con el poder señorial tradicional, que a una filosofía del autogobierno davía no se da entre los teóricos del derecho natural del siglo XVH y de
popularllnduso en el sur de Francia, donde la designación por elección comienzos del XVUi. Grotius y Pufendorf marcan claramente una ruptu­
de los magistrados municipales era la más extendida y la más arraigada ra al disociar el derecho natural y la teología. Pero aun cuando teorizan
en las costumbres, casi nunca se trataba de un sufragio verdaderamente
popular. La organización comunal seguía estando ligada, en la mayoría
de los casos, al universo corporativo, y marcada en diferentes grados por 4R Sobre c i d cuestión tan compleja, véanse las obras pretéritas pero siempre útiles de A.
Bavelier. Essai htstorique sur le dmil d ’éleclian et sur les assemhlées rrpresmtatmcs de la t'rance, I’arís.
1874 (Mcgariotis. reed., Ginebra, 1979), quejpresetita una buena síntesis sobre las comunas; A.
Chnstophlc, Une ¿leelian muñía pairen l 738:hludr\urledroU municipal auwniesiécle, París, 1874;
44 Véase J. Dhondt, “Élcction el hérédité sous les carolingiens et les premiers capétiens*, A. Luchaire. Les communa jmncaises á l ’épmjue des cafútiens diretls, París, 1911 (Culture et Civili-
Revue Relge de Philologieel d'Hislairr, 1989, t. m, y Y. Sassier, “Au (m ips de Mugues Capel ci des sation. reed., Bruselas, 19M); Ch. Pcth-Dutaillis. les communa francaises. Caradires el éuolulion
premiers capétiens*, en L ‘¿tedian du che] de t'Élat en trance de Mugues Capel á nos -jours. charlas des angina au XVIIIe siéde, Albín Michet. reed., París, 1970.
de Auxerre 1987. Bcauchcsnc, París. 1988. 47 Véase H. Babeau, L a assembUesgenérales des commuturulá d'habitanii en France, du XIII sude
45 Véase R.A. Jackson, Vive le n i! A hislory o] thefrench coronation from Charles V lo Charles X, á la névvlution, París. 1893. y Fr. Olivter-Martin. Les artires, la pays. tes villa et rnmmunautés dhabi-
University o f N oith Carolina Press. Chapcl Hill. 1984. tanto, París. 1948 (Loysel, reed., París. 1988).
33
32
L> ooinsaiíraciün rtLcn in.u3.wo lNTRDMJtUOP»

la laicización de lo político, se conforman con plantear que la autoridad nos hace posiblesuadven ¡miento. A partir de Locke, las relaciones entre
civil es una institución humana, y la noción moderna del individuo-elec­ el liberalismo y la democracia se vuelven abiertas. El dualismo de la no­
tor, sujeto déla soberanía, les es aún completamente ajena. Grotius con­ ción de derechos délos individuos se descubre poco a poco para plantear
tinua concibiendo negativamente la soberanía, y reconoce sobre todo al en nuevos términos el estatuto de lo político. Ins derechos tienden, en
pueblo un tierecho de resistencia. Por otra parte, se inscribe siempre en el electo, a adquirir una doble dimensión en la política moderna. Por un
marco déla teoría del doble contrato elaborada por los■monnrehomuq'ues. lado, definen clásicamente ios límites de la acción del poder sobre los in­
En este punto se acercamucho más aestos últimos que a Rousseau.Tam­ dividuos. trazando una frontera clara entre lo privado y lo público, ga­
poco se hadado la ruptura en la mayor parte délos republicanos ingleses rantizando a cada uno el dominio de su tuero interior, la seguridad de
de finales del siglo XVII. Algemon Sidney, por ejemplo, excluye siempre su propiedad, ladisposición de sus movimientos que constituyen la auto­
al gobierno popular. La noción clave sigue siendo para él la de consen­ nomía y la libertad del individuo. Pero, por el otro lado, tienden igual­
timiento. Sidney es incluso mucho más tradicional que Locke, aunque de mente a calificar el control que los individuos están autorizados a ejercer
una cierta manera más de izquierda.48 El movimiento decisivo no co­ sobre este mismo poder: definen entonces un modo de institución y de
mienza sino cuando el individuo es verdaderamente reconocido como regulación de la soberanía) La oscilación entre ambos no está cumplida
la figura social central. Si Pufendorf señalaba ya que “hay en cada par­ aún en Locke. Él sigue sTPndo hostil a la idea de soberanía del pueblo y
ticular semillas, por decirlo así. del poder soberano”,4i^es solamente con adopta una definición esencialmente negativa del Estado de derecho,
Locke cuando se da el cambio. Con él, en efecto, la limitación del poder como Estado protector de los derechos. Pero la subjetivización de la po­
se funda muy claramente en la defensa de los derechos subjetivos del lítica a la que él procede hace posible y concebible esta ampliación de la
individuo, mientras que entre los monarchomaqnes, al igual que en la tra­ percepción de los derechos del individuo. Con Locke, lo que se opera no
dición aristotélica y escolástica, el derecho se seguía entendiendo de ma­ es tanto una transición, en el senúdo en que se pasaría de un sistema de
nera objetiva como la adecuación de las personas o de las cosas a un referencia a otro, sitto que se abre un campo, un problema que comienza
orden exterior, dotado de consistencia propia, independiente de la vo­ a actual .^Durant e un largo periodo, será a través de toda una serie de
luntad de los hombres! equívocos y deslizamientos entre lo viejo y lo nuevo, como la figura del
Para Locke, los gobiernos no se instituyen más que para proteger los ciudadano-elector se superpondrá a la del individuo-sujeto de derecho,
derechos de los individuos y garantizar el ejercicio de sus libertades. El tendiendo a mezclarse progresivamente los dos sentidos de ia palabra
poder político permanece subordinado al bienestar de los individuos. Es ciudadano/
por ello que la noción de consentimiento o de confianza —trust, en inglés- La história del sufragio universal comienza con el análisis de este tra­
prevalece sobre la de contrato en Locke. Pero a partir del hecho mismo bajo, constatando, desde el comienzo, que éste se operó de manera muy
de la visión subjetiva de lo político que él adopta, las formas del con­ diferente en Francia y en Inglaterra. Ambos países encamaron dos tipos
sentimiento y de la representación cambian insensiblemente de natura­ ideales, casi puros, de los modos de tránsito a la modernidad política. En
leza. La distinción entre la soberanía activa y la soberanía pasiva tiende Inglaterra, el advenimiento del individuo-elector se efectúa a través de
a desdibujarse, o en todo caso a volverse menos evidente. Si Ixjcke no la transformación progresiva del sistema tradicional de representación
siempre razona en términos de ciudadano-elector soberano, por lo me- políticalLa figura del ciudadano propietario ofrece una transición có­
moda entre el viejo mundo de la representación de los Estados y los
territorios, y la sociedad de los individuos. Desde comienzos del siglo XV,
la participación en el nombramiento de los diputados en la Cámara de
48 Por otra parte, es interesante constatar que es mucho más citado que Locke durante la
revolución. Véase la síntesis reciente de P. Carrive, La pernee poliltque d ‘Algemon Sidney, Méri-
los Comunes estaba ligada a un criterio de propiedad. Por motivos de
diens Klincksieck. París. 1989. y la última sección de la gran biografía de Jonathan S e o » . Algemon orden público, y también por razones que atañen a la naturaleza misma
Sidney and the restoralion crisis, ¡677-1683, Cambridge Univcreity Press, 1991. riel proceso representativo, el acta de HSO no reconocía el derecho de
4^ Citado por R. Oerathé.Jean-Jaciptes Rousseau et la Science palitique de son iemps, Vrin, París, sufragio más que a los tenedores de una propiedad de por lo menos cua-
1974, p. 48
34 L a ÜONSAOfMClON ftEXCltDADaNO INTROIMJCCIÓNI
35

renta shiilings (suma considerable entonces, que ti nv taba el número de expresa en 1789, conduce de hecho a la universalización muy rápida del
electoresa unas cuantas decenas de miles de personas). Tero son las pro­ derecho al sufragio. La igualdad política de los individuos es a la vez una
piedades o los Estados, v no las personas, los que están representados. condición lógica de lacaídadel absolutismo y un imperativo sociológico
El sentidoy las modalidades deestetipode representación se veránfuer- de consagración de la destrucción del universo de los privilegios y los
temente sacudidos en el siglo xvn. Él conflicto entre el rey y el Parla­ cuerposjFrancia ingresa de pronto en el sufragio universal, ya que se
mento que se entabla en 1642 no puede encontrar solución en el marco impondrá democracia desde el principio de la revolución como una con­
existente. Aparece como necesario ampliar el sistema representativo; ir, dición esencial de la realización de una sociedad en libertad. Pero esto
si se quiere, hacia una representación más individualista] Es esto lo que no ocurre sin contradicciones ni reticencias. Al mismo tiempo que hace
expresan elcélebre AcuerdodelPuebLo del Lde mayoderTB4-9,el Mayday irrupción el individuo soberano para ocupar la esfera política, efectiva­
Agreement y los Debates de Putney de octubre de 164 7, en los cuales se mente subsiste el fondo racionalista de la culLura política de las Luces,
refleja el punto de vista nivelador. A través de una extensión de la noción que ve en la instauración de un gobierno de las personas capaces la
de ciudadano propietario se formula entonces la exigencia de reforma condición del progreso y de la verdadera libertad. La revolución no supo
del sistema representativo. El Acuerdo del Pueblo desea promover un su­ resolver esta contradicción inaugural y fundamental de la democracia
fragio de los contribuyentes (jate payerfmnchise), mientras que los nive­ francesa. De ahí la marcha titubeante del siglo XIX, buscando con Bo-
ladores están más cerca de la idea de mankood suffrage, haciendo de la naparte la vía de una ciudadanía sin democracia, con los liberales de la
categoría de autonomía individual el criterio del derecho al voto (siendo monarquía constitucional la fórmula de un liberalismo diplomado en
el individuo autónomo el individuo "propietario de sí mismo")|^La derecho, y después, con los hombres de 1848, la realización de una
frontera entre el ciudadano propietario y el individuo-ciudadano es en­ república utópica. Debido al carácter apremiante y accidentado de esta
tonces indis tiguible| Eso quedará muy elatoen los Commentairs de Black- historia que mezcla la precocidad del reconocimiento de los derechos
stone, publicados a mediados del siglo XVUl. De esta manera, el derecho ' políticos y la predominancia del ideal de un gobierno de la razón, la
al sufragio se exLenderá al siglo XIX a través de las tres Actas de Reforma historia clel sufragio universal en Francia presenta un interés filosófi­
de 1832, 1867 y 1884^Ciertam en te, el utilitarismo contribuirá a una vi­ co particular. Las contradicciones que la estructuran y las fuerzas que
sión más individualista de la construcción política, siendo requerida la la arrastran invitan a reflexionar profundamente acerca clel sentido
contribución de cada individuo para que el interés colectivo sea definido de la igualdad política, y por lo tanto, de la ciudadanía moderna.
adecuadamente. Pero es sobre todo mediante la búsqueda de una mejor
representación de los intereses, objetivo aprobado por los propios con­
servadores como conforme a una visión tradicional de la política, como
Inglaterra se dirige lentamente al sufragio universal. A través de las va­
riantes del ciudadano propietario, pasará así, er\ pocos siglos, de una
representación selectiva del territorio a una representación universal de
los individuos 1
En Francia, por el contrario, el ciudadano moderno surge a través de
una gran rupiura. Incluso si el ciudadano propietario sirve por un mo­
mento de referencia en el siglo XVIII, no constituye un verdadero modelo
para pensar la ciudadanía durante la revolución francesa.ÍEs más bien i
un modo global e igualitario de entrada en la ciudadanía lo cfüfé entonces
se opera, al aparecer la apropiación colectiva de la soberanía real como
el único modo de anular su pesada dominación. Al conjugarse aquel con
la formidable demanda de integración y reconocimiento social que se
PRIMERA PARTE

EL MOMENTO REVOLUCIONARIO. LAS TRES


HISTORIAS DEL CIUDADANO
LAS TRES HISTORIAS DEL CIUDADANO

n 1789, la figura del ciudadano está en el centro de la revolución

E de los acontecimientos y de las representaciones. Para los re­


formadores del siglo XVin, pertenece más al pasado que al fu­
turo —recordamos la decepción con que comienza el Emilio de
Rousseau: “Estas dos palabras, patria y ciudadano, deben ser borradas
de las lenguas modernas.” La palabra y la cosa toman de pronto una
extraordinaria densidad. Este nuevo nacimiento del ciudadano no es
simple de comprender. Todo se mezcla en 1789: el conflicto de lo viejo
en lo nuevo, el odio al pasado y la impaciencia por el futuro, el torrente
de acontecimientos y la dificultad de dominar su curso, el peso de la tra­
dición y las audacias de la creación de un mundo nuevo. Tres dimensio­
nes se superponen entoncespara construir la cuestión de la ciudadanía.
Primero la historia social ÍLa revolución de la igualdad, que tiene su
origen en el odio a los privilegios, se conjuga con la reapropiación co­
lectiva de la soberanía real para coronar al pueblojfen ruptura con todas
las teorías anteriores del ciudadano propietario, él derecho al sufragio
se entiende en consecuencia —casi mecánicamente y de un solo golpe-
como un derecho naturaljEl primer capítulo de esta parte, “El impera­
tivo de inclusión", presenta las condiciones y los debates que han llevado
a esta universalización del derecho al sufragio, de modo que la noción de
ciudadanía llegó a absorber la de nacionalidad. I.os excluidos del sufra­
gio, en efecto, son virtualmente sólo los extranjeros o aquellos a quienes
se percibe en la periferia del cuerpo social, flotando en los márgenes de
la nación. Es en esta escena social que se juega lo esencial.
40
El wo mfv ro » ry (3i .ue 10 wvki<i

Pero esta revolución déla dudada nía, que tiende a crear una sociedad
de iguales, está de algún modo delimitada antropológicamente: la uni­
versalidad se adapta alas fronteras del espado domésticoo familiar para
excluir de la comunidad cívica alos seres considerados como dependien­ 1. EL IMPERATIVO DE INCLUSIÓN
tes. El segundo capítulo. ‘'El individuo autónomo’’, analiza las apuestas
que se desarrollan alrededor de esta delimitación de la frontera entre la
naturaleza y la sociedad, la casa y la ciudad, la auLonomia y la dependen­
cia. La historia del ciudadano es allí indisociable de la del individuo mo­
derno como sujeto autónomo y responsable, ajustándose la universaliza­
ción del primero al surgimiento del segundo.
El tercer capitulo, “El número y la razón", explora finalmente las con­
diciones en que se ha expresado y administrado la contradicción entre
la visión muy amplia de la participación política que se impone en 1789 EL MODELO DEL CIUDADANO PROPIETARIO
y las implicaciones elitistas de la herencia racionalista de las Luces, para
las que la política no tenia sentido si no se fundaba en la razón; el Teino a Constitución de 1791 otorgad derecho al sufragio a cerca de
de la opinión y de la voluntad era rechazado a las tinieblas del arcaísmo.
Estas tres historias —social, ant ropológica y epistemológica—se mezclan
y se entrecruzan durante la revolución para dibujar la figura del ciuda­
dano. L cuatro millones y medio de personas, mientras que Francia
cuenta, según los cálculos de la época, con 26 000 000 de habi­
tantes. El derecho al voto está entonces limitado. Pero esta li­
mitación parece en definitiva moderada si comparamos este número
de electores con la población masculina en edad de votar: 6 000 000 de
hombres tienen más de 25 años. Las limitaciones impuestas al ejercicio
del derecho al voto sólo vienen a sustraer de él a una tercera parte de la
población adulta masculina. Esta disminución es resultado de las siete
condiciones que la Constitución fija para el ejercicio fie los derechos de
ciudadano activo.1Las restricciones no son del mismo orden que las ins­
tauradas 25 años más larde por la monarquía censitaria. De hecho, el nú­
mero de electores no es mayor de 72 000 en 1814 y de 241 000 en 1845.
El calificativo de sufragio censitario puede difícilmente ser aplicado en
ambos casos, pues es tanta la distancia entre las limitaciones para ejercer
el derecho al voto previstas por la Constitución de 1791 y aquellas que
instituyeron las Cartas de 1814 y 1830. Sin embargo, en la práctica, una
limitante que puede ser similar al censo, ya existía en 1791, aun cuando

1 \ saber: haber nacido o Itaherse nacionalizado francés: tener 25 años de edad cumplidos;
estar domiciliado en la ciudad o el cantón desde lince un año; pagar; en cualquier lugar del reino,
una contri b o d ó n directa por lo menos igual al valor de tres jornadas de trabajo: no encontrarse
en estado de domesticidad, es decir, de sirviente a sueldo; estar enrolado en ¡as guardias nacio­
nales de la municipalidad de su domicilio; haber prestado el juram ento cívico. La Constitución
prevé además que los acusados, así com o los que se encuentran en quiebra <»son insolventes,
quedan privados automáticamente d e los derechos civirox.
42 4»
E l MONCMIO KIVOLLOON\RLO El IMPKHATtVO 1>E INCLUSION

sus efectos son mucho menos restrictivos que bajo la Restauración o la ca a sus contemporáneos: la del origen fiscal de los sistemas de represen­
monarquía dejulio. Pero ajuzgar porel número de electores,el régimen tación política. Si las asambleas representativas tienen como finalidad
electora] de ]791 parece, por el contrario, de otra naturaJeza. Tan es así la de discutir el impuesto y dar a conocer al soberano los recursos y las
que al considerar esta diferencia en la década de 1840, algunos republi­ fuerzas del país, éstas sólo atañen a aquellos que están directamente im­
canos na dudarán, además, en hablar de “sufragio casi universal'’, para plicados. Pero Aporqué, se preguntará legítimamente, el ciudadano pro­
describir el régimen electoral establecido por la Asamblea Constituyen­ pietario y no solamente el ciudadano “contribuyente” (aquel que paga un
te. Expresión sorprenden ley ala vez reveladora, que tradúcela dificultad impuesto)? La respuesta a esta pregunta se encuentra en la doctrina de
de calificar un sistema ambiguo, “cuantitativamente’' cercano al sufragio los fisiócratas. Al ser, para ellos, la tierra el único fundamento de la ri­
universal y que se encuentra jurídicamente en el límite del sufragio cen- queza, la base normal del impuesto no puede ser más que el territorio.
sitario. Los fisiócratas conjugan así la crítica a los impuestos sobre el consumo,
En el plano de los principios, la igualdad política se impone, sin em­ común a todos los economistas desde finales del siglo X V ll, con su con­
bargo, con la fuerza de la evidencia en 1789. El artículo 6 de la Decla­ cepción particular de la formación de riquezas, para instaurar al propie­
ración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano la consagra im­ tario de tierras en figura central, indisoriablemente económica y políti­
plícitamente (“La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ca. Consecuentes con su teoría económica, estiman que los únicos que
ciudadanos tienen el derecho de concurrir personalmente, o por medio deben pagar impuestos son los propietarios de tierras. El carácter arcaico
de sus representantes, a su formación”). En muchos aspectos, parece in­ de su enfoque económico no debe ocultar lo que éste tenia en aquel en­
separable de la igualdad civil, como si no fuera más que La prolongación tonces de sociológicamente innovador. Hacer pagar el impuesto a todos
de aquélla, o incluso su complemento natural. La irrupción de esta idea los propietarios de tierras marcaba una ruptura con la concepción de una
de igualdad política no es fácil de comprender. Contrariamente a la sociedad en la que las exenciones fiscales estaban ligadas a la división en
igualdad civil, no se trata de una reivindicación que hunda sus mices en estamentos y a los privilegios. La teoría íisiocrálica de la economía im­
el siglo XVIII. Ningún hombre de las Luces redamaba el derecho al voto plicaba una verdadera revolución: ésta reemplazaba la vieja separación
para todos. La idea moderna de sufragio universal no se encuentra en de los estamentos por una división de clases, definidas por su lugar en
Rousseau, ni siquiera cuando él considera que el poder público debe el proceso de formación de la riqueza. ¡
expresar la voluntad general del cuerpo social. Ésta se halla prácticamen- La teoría económica de los fisiócratas les sirve de igual manera como
le ausente en los cuadernos de quejas. En la década de 1780, durante el punto de apoyo para pensar a la nación. Ellos oponen ai criterio tra­
movimiento a favor de la reforma de las asambleas provinciales, el mo­ dicional de pertenencia, fundado en la incorporación (ser miembro de un
delo de referencia es el del ciudadano propietario, y de ninguna manera cuerpo), la idea de una implicación social determinada por los factores
el del individuo-ciudadano. económicos. Miembro de la nación es para ellos aquel que participa por
En efecto, el ciudadano propietario constituye, jurante el siglo XVIII, su producción en el enriquecimiento de la sociedad. Al ser la agricultura
el modelo positivo y la referencia casi natural en materia de derecho po­ la única actividad creadora de valor, los propietarios de tierra constitu­
lítico. En la Enciclopedia, D’Holbach escribe que “es la propiedad la que • yen entonces para los fisiócratas la clase alrededor de la cual se construye
hace al ciudadano; lodo hombre que tiene posesiones en el Estado, se el interés social. Para los economistas franceses del siglo XVIII, las pro­
interesa por el Estado, y cualquiera que sea el rango que las convenciones fesiones no agrícolas son, en cierta manera, exteriores a la nación. La ma­
particulares le asignen, es siempre como propietario y en razón de sus nera en que l.e Tresne examina esta cuestión en De Vintérét social, es par­
posesiones, como él debe hablar, o comí) él adquirirá el derecho de ser ticularmente elocuente a este respecto. Al definir un ideal económico fie
representado”.2 D’Holbach no hace sino recordar una evidencia históri- tendencia autárquica, él procede, a partir de su análisis territorial de la
riqueza, a una redefinición completa de las relaciones entre el interior
y el exterior de la nación. ¿Los comerciantes? “Los agentes de comercio
a Artículo “Representantes". exterior, quienesquiera que sean, escribe, forman una clase particular ex-
44 El m om e v k j n i \ u u c io n \tu a ñ El- IV l’LKATtVO I)K INCLUSION 45

tendida en el medio de las naciones que, por la naturaleza misma dcsti caloría de estados generales formulada por la Corte de Impuestos. Algu­
profesión y el empleo de su riqueza, es cosmopolita; lleva sus operacio­ nos meses antes, Necker había cedido a esta presión difusa al autorizar,
nes a lodos aquellos lugares donde espera obtener beneficios sin ligarse a título experimental, la creación de una asamblea provincial én Berry.8
a ninguna nación en particular.”3 ¿Los obreros?Son en su mayoría ‘pen­ La calidad de propietario se exigía por lo menos a la mitad de los miem­
sionados que el extranjero inaiiiiene entre nosotros, y a los que puede bros: la vieja lógica de los estamentos fue cuestionada por primera vez.
desatender en cualquier momento, en cuyo caso forman una población El plan de las reformas de l-e Trosne tenía como propósito establecenel
onerosa”/• ¿Los artesanos? “Ellos constituyen una dase a la que, por la impuesto territorial único con el que soñaban los fisiócratas. Pero lo más
naturaleza de su trabajo y el empleo de sus capitales, no le importa el te­ interesante de su iniciativa reside en el sistema.de representación que
rritorio que habita, y no tiene por patrimonio más que los salarios que, propone para llevar a cabo esta reforma fiscal, y en un sentido más am­
en su mayor pane, le son pagados por la nación misma."5¿Los manufac­ plio contribuir a la definición de un gran programa de obras públicas. Él
tureros? “Están dentro de la nación, pero no son de la nación, l’ueden concibe un sistema electoral piramidal que abarca asambleas de munici­
transportar su industria y sus capitales a otro lugar; y no son verdadera­ pio, de distrito y de provincia, coronadas por un Gran Consejo Nacional.
mente contribuyentes [...]. Saben, en todas las circunstancias, cómo sus­ Sólo pueden ser electores los propietarios de tierras, cualquiera que sea
traer sus riquezas del impuesto y no hacen más que prestar su dinero.'’6 el tamaño de su propiedad. “Las otras clases de ciudadanos, señala, no
Para los fisiócratas, la implicación social está reglamentada por la rela­ pueden pretender más que la perfecta inmunidad de sus riquezas y sus
ción con el territorio. La liga física a la tierra, la permamencia obligada trabajos."9 Se trata de una prefiguración de la distinción entre ciudada­
en el lugar de domicilio, son las prendas de una verdadera integración nos activos y ciudadanos pasivos que Sieyés elaborará diez años más
a la iiación.’De ahí la crítica a lo que ellos llaman el “espíritu de ciudad". (l‘ larde.
I-as ciudades quedan acusadas de destruirá la sociedad desde el interior, I-a iniciativa reformadora de Turgot procede del mismo análisis. Sólo
arruinando su economía, multiplicando los fermentos de corrupción, fa­ los dueños de tierras son a sus ojos electores legítimos. “No hay más gente
voreciendo el ocio. A partir de la década de 1760, una vasta literatura de­ perteneciente realmente a una parroquia o un pueblo, escribe, que la
sarrolla estos temas. que posee bienes territoriales. Los otros son jornaleros, que no tienen
El movimiento por la reforma de las asambleas provinciales, que se más que un domicilio de paso.”10 La propiedad territorial, prosigue, al
acentúa a finales de la década de 1770, se inscribe en este contexto inte­ ligar de manera imborrable al poseedor y al Estado, constituye “el ver­
lectual, dominado por las concepciones fisiocrálicas en las que reforma dadero derecho de ciudadanía".11 Las ideas de Turgot permitirán com-
fiscal y elaboración de un nuevo reconocimiento de la ciudadanía van a |
la par. Le Trosne publica en 1779 De l’admimstralion provinciale el de la I. 'Msemblée Nalionalepmposéeparles physiocmtes, sesione* y trabajos ric la Academia de Ciencias
reforme de l 'impdt,'*1cuatro años después de la primera demanda de convo- I Morales y Política*, scpticmbre-ori ubre de 1904; E. Eox-Gcnovcse, The origirn of physiocracy: eco-
namie- rmotutiim and soeial arder in eigleenlh cenluiy Trance, G om ell Umvenslty Press, Tthaca, 1976;
> i I). Inoro!, “Le asscmblcc nipprescntalivc nel peusiero político «leí tisiocrati", Assemblee di Stati
3 Le Trosne. De TinlrrU social(1777) cu E Daire, Physiocrates, París, 184(¡, 1. 1|. [i. 953. En su e isliliuione rappresentalive (actas del coloquio de Perusia, 1982). Roma. 1983; M. C. Laval Revi-
Dialogue sur le commeree. Quesnay habla de los “negociantes que se llaman a sí mismos nacio­ glio, “1e s conceplions politiquea (les physiocrates", fíam e Frnncaise de Science Pnlitiqiu, núm. 2.
nales”. Escribe: “El negocíam e es extranjero en su patria: ejerce su comercio con sus conciu­ 1987; 1- Cheinisse, Les idees politiques des physiocrates, París, 1914. Véase también el libro de refe-
dadanos com o si fueran extranjeros.” O todavía unís: “Los comerciantes revendedores saben i encía de P. Renouvin, le s assemblées provinciales de 1787, París, 1921, así com o el d e L. de La-
conservar sus ganancias y preservarlas de impuestos; su riqueza, al igual que ellos mismos, no vergne. Les assemblées provinciales sous hiuis XVI, París, 1879.
tiene ninguna patria." En E. Dairc. op. rií,, t. I, pp. 155 y 177. ** Edicto del 2 de julio de 1778. El m odo de realizar el nombramiento mezclaba el nom ­
* Quesnnv, tbiiL, t. it, p. 953. bramiento reíd y la cooptación. El experimento se extendió, el 1 1 de julio de 1779. a la gene­
3 Ihid.. p. 952.
ralidad de la Guyana.
n De l'ordrr social, discurso X. París, 1777, p. 405. Del'mlérit social constituye la continuación u Le Trosne, De Tadministmtiim provinciale et de la réforme de timpñt. op. cit„ p. 329.
de esta obra. ,u Turgot. Mérrwirr sur les municipalitrs (escrita en 1775, publicada en 1788), reproducida en
7 Le Trosne. De Tadminútratwn provinciale el de la réforme ite Timpñt, Hále, 1779. Sobre la G. Schellc, (Eiaires de Turgot et documents le coiuemant, París, 1922, t. IV. p. 583.
literatura íisiorrátirn consagrada a la reforma de la* asambleas provinciales, véase A. Estneiu, " Ib id , p. 585. La insistencia íisíocrátira en la propiedad territorial marca una diferencia
46 El momento revolví tonar ig 47
El imperativo d i inclusión

premier que esta noción de ciudadano propietario no tenía entonces en otros términos, no acaba en el propietario, contribuyendo solamente
nada de conservador, muy por el contrario. En su Mémoiresur les muni- a dotar al individuo de cualidades particulares (interés en la cosa pública,
cipalités, redactada con la colaboración de Dupont de Nemours, Turgot luces, etc.) que se suponen importantes para el ejercido de los derechos
muestra claramente el carácter innovador de una concepción de la re­ políticos: ella sigue siendo intrínsecamente un objeto representable. Para
presentación basada en la propiedad, y critica las antiguas modalidades Turgot, es tanto el territorio como el individuo lo que está representado.
de organización de ios Estados Generales, asambleas municipales orga­ No se trata de la representación parlamentaria de las propiedades, a la
nizadas sobreestá base, explica, que “no dan ni lugar, ni motivo a lo que inglesa, pero tampoco se trata de la mera representación de los indivi­
hay de enojoso en las divisiones estamentales [...] y clasificando a los ciu­ duos propietarios. Por su parte, el principio de igualdad se entiende so­
dadanos en razón de la utilidad reaL que pueden tener para el Estado, y bre todo negadvamente. Cuando Condorcet comenta el proyecto de Tur­
del lugar que ocupan indeleblemente en el territorio por sus propieda­ got señalando que “por este medio, la representación habría sido mucho
des, conducirían a hacer tle la nación un solo cuerpo”.12 más equitativa de lo que ha sido nunca en ningún país”,13 se propone
El ciudadano propietario de LeTrosne o deTurgot rompecon la anti­ sobre todo señalar la diferencia en relación con un universo en el que el
gua concepción déla representación; ruptura sociológica, que abandona derecho a la representación estaba completamente particularizado, de­
la referencia alos estamentos y los cuerpos; ruptura política, con la adop­ terminado de manera variable por las costumbres, los privilegios o las
ción de criterios objetivos para fundarla representación (“Los derechos decisiones administrativas. Las actitudes ambiguas frente al voto plural
del hombre en sociedad no se fundan en su historia, sino en su ‘natura­ (la posibilidad para cada uno de disponer de varios votos, si posee en di­
leza’ señalaTurgot en su Mimare sur les municipalités). Estamos, por lo versos lugares bienes de los cuales obtener un derecho de representa­
tanto, muy lejos del advenimiento del individuo-ciudadano. Los tres ción) confirman este carácter aún muy aproximativo de la referencia a
principios de igualdad, individualidad y universalidad de los derechos la igualdad en materia de representación, entre los reformadores del si­
políticos que caracterizan a este último no están claramente formulados. glo XVIJI.
El principio de individualidad se afirma en términos que siguen siendo Sobre todo, el ciudadano propietario no se inscribe de ninguna ma-
equívocos. Si los fisiócratas y Turgot, siguiendo a Locke, ven efectiva­ neracn una perspectiva universalista. Para Turgot y sus contemporáneos
mente en la propiedad el fundamento de los derechos individuales, no el ciudadano propietario pertenece a una clase social particular. Turgot
conciben todavía la propiedad como un simple atributo del individuo, reprocha a los americanos, por esta razón, lo que considera que es el
que lo prolonga y al mismo tiempo le da carne. Ésta tiene también a sus carácter vago de su concepción de la ciudadanía. Él escribe en su célebre
ojos una consistencia propia, y es en sí misma un soporte de la repre­ carta al doctor Price: “No veo que se haya prestado atención a la gran dis­
sentación. Esto es palpable en Turgot, cuando él distingue en su Mémoire tinción, la única que está fundada en la naturaleza, entre dos clases de
entre el “ciudadano entero” y el “ciudadano fraccionario”, fundada en hombres, la de los propietarios de tierras y la de los no propietarios; a sus
la dimensión comparativa de sus propiedades (el^primero, claramente intereses y por lo tanto a sus diferentes derechos.”14 Aquí hay que evitar
ciudadano, es el que posee una propiedad territorial de (iOO libras de cometer un contrasen tido al proyectar el sobre el concepto de ciudadano
ingreso neto por año; los propietarios que no alcanzan esta renta pueden propietario el sentido lockeano de la propiedad.15 El ciudadano propie-
reunirla entre varios para disponer de una boleta de voto). La propiedad.
,s Condorcet. Vie de Turgot en (Eutnres de Coruiorcel. Arago y O'Connor, París, 1847, t. V, p.
ciiitc el ciudadano propietario a la inglesa y el ciudadano propietario a la francesa. F.n su Mé­ 1 14.
moire, Turgot estima que, cromo los inmuebles sólo cuentan por el terreno en el que están conx- H En G. Schelle, (Euvra de Turgot, op, rit, L V, p. 536.
t ruidos, no son verdaderas propiedades: "Una casa es una especie de propiedad de fondo 15 Subrayemos además el carácter muy ambivalente de la noción de propiedad en Locke.
perdido. Las reparaciones la consum en cada año. y lodos los años, cada v e/ más. una parte de Locke da dos sentidos muy diferentes al término "propiedad". Ésta se entiende, o bie.n en el sen­
su valor-, y m aso m enos al cabo de un siglo es necesario reconstruir enteramente la crasa"(p. 601). tido muy am plio —y todos los hombres, a excepción de los esclavos, son entonces propietarios
Por su parte, “las riqueza mobiliarias son tan huidizas com o el talento" (p. 584). de alguna cosa—, o tiien en un sentido más restringido, se aplica sólo a los poseedores (propieta­
ibid., p. 61 ü. rios de tierras o inmobiliarios). Sobre este equívoco, véanse los análisis clásicos d e (1 11. Mac-
48 49
El. MCMENICJ KK\OIJJCIUN\R|Q El. IMPERATIVO 1>F. LNC.lJJStÓX

vario del siglo XV Ul no es el individuo propietario dt* su persona; repre­ en sus FUJlrxictm¿ur ir cemm/nre/ des btésO 776), están más interesados que
senta de manera trivial al poseedor (propietario de tierras o de u n capital, lus otros en que el país, que no pueden abandonar, sea gobernado por
según la teoría económica de la riqueza sobre laque se base). Aun cuando buenas leyes. Hay entonces que favorecerlos con las leyes políticas, “con­
se limitaba a establecer la consagración política de los propietarios terri­ siderándolos verdaderamente como más ciudadanos que los otros".17 El
toriales, la perspectiva abierta por los economistas tenía ya sin embar­ interés de las diferentes clases por la felicidad general de la sociedad
go un lado muv innovador. Hay que cuidarse de lodo anacron ismo para donde se encuentra, se da, en razón inversa a la facilidad que tengan de
comprender la tigura del ciudadano propietario ala que apelan ü ’Holbach, cambiar de patria. En 1788, en su Essui sur la constitulion et lafonctian des
Le Trosne, Quesnay oTurgoi. Sólo podemos cntenderlasi evi tamos pro­ ussemhleés provinciales, él mantiene siempre este enfoque fisiócrata. Así,
yectar sobre ella las imágenes que evocan el enfoque rentista de Balzac escribe que “puesto que un país es un territorio circunscrito por límites,
o el capitalista de Marx. Aun cuando forman efectivamente una clase, los debemos ver a Los terratenientes como a los únicos verdaderos ciudada­
propietarios no sólo se distinguen del pueblo; se oponen de entrada al nos’ .18 Sólo en los años que preceden a la revolución, lo veremos libe­
mundo de los privilegiados y de las titulares de cargos. Lo podemos ver rarse de la referencia a la única propiedad, la territorial. En su segunda
bien a comienzos de 1787, cuando Calnnne presenta a la Asamblea de Letíre d un bourgeois de Neto-Haven. admite, por ejemplo, cjue “el poseedor
Notables un proyecto de asambleas provinciales calcado del modelo que de una casa, al fincar el capital‘en el territorio, parece asimilarse al
proponía Turgot. Los notables aplauden el proyecto de establecimiento propietario de un territorio más grande, en lo que respecta al interés, así
de las asambleas, pero rechazan enérgicamente el principio de una pura como al Estado social".19Sieyés, por su parte, retoma también la noción
representación de las propiedades y demandan que los privilegiados de ciudadano propietario paia modernizarla. En 1775, redacta las Lettres
puedan disponer en cada asamblea de la mitad de los escaños. Signifi­ aux économistes sur leursystéme de politique et de morale en las cuales cri­
cativamente, después de la destitución de Galonne, el edicto de junio de tica la teoría de la riqueza elaborada por los fisiócratas, y se alinea con
1787 adopta los principales elementos de estas úlli mas contrapropuestas Adain Smith para estimar que es el trabajo, en sus diferentes manifesta­
para la elección de las asambleas provinciales.16 ciones, el que conforma la riqueza. Esta perspectiva económica le per­
Basta con remitirse a los textos que datan del periodo de formación mite ampliar la noción de ciudadano propietario a la de ciudadano accio­
intelectual de hombres como Condorcet o Sieyés para medir hasta qué nista. El ciudadano activo, el que dispone de derecho al voto, es para él
punto el ciudadano propietario constituía el horizonte natural de la re­ “el verdadero accionista de la gran empresa social”.121 Es accionista por
flexión sobre los derechos políticos para aquellos que se convertirían en su trabajo, pero sobre todo al contribuir por medio del pago de su im­
los actores de la revolución. Los terratenientes, explica así Condorcet puesto al funcionamiento de lo que Sieyés llama el “establecimiento
público”. La filosofía de la implicación social sobre la que se funda el
ciudadano accionista de Sieyés sigue estando así cerca de la que caracte­
pherson, La théoriepolitiquede t'índivtduahsme possessif ile Hahbes á l.qcke. Callimard, París, 1971. rizaba al ciudadano propietario cíe los fisiócratas. Sin embargo, se ha
Se ilutará q u ejoh n Cartwríght tuc el primero en Inglaterra cu denunciar la. ambigüedad de Lo­ dado un paso hacia el enfoque individualista de la representación.
ó te y pronunciarse explícitamente por un derecho al sufragio fundado en la persona (por ejem ­
plo, sn panfleto Take your cholee, de 1776).
,l* Este ediclo generalizaba, en cuanto a la fundón de las asambleas, el experimento llevado
a cabo en llcrry y en Guyana, y preveía una asamblea provincial en cada generalidad. Las asam­ En (Euvrrs de Condorcet, op. cit., i. XI, p. 170.
bleas llamadas de departamentos y municipales estaban subordinadas a aquéllas. El procurador- •8 Ihid., t. VIH, pp. 128-129. El mismo pum o fie vista está también claramente ilcténdido en
síndico reemplazaba defacto al intendente en la mayoría de sus atribuciones esenciales (trabajos su Vir de Turgot, op. cit., i. V, pp. 178-179.
públicos, talleres d e caridad y de mendicidad, distribución del impuesto). Sobre el sentido y el En (Humes de Condorcet, op. ciL, t. IX. p. 14.
alcance de estas reformas, véaseJ. Egret, La pré févolution franeaue (1787-1788), PUF, París. 1962. ** Archivos Nacionales, 284 AP 2. expediente 10. -
y C. Ulocb. Les ussembiées municipales de J878; leur anaciere économttfur, ’leur fmuúonnrmml, en 81 Prélimtnaire de lu Cotiititulitm. Reconnntssancr et exposition raisonnee des droili de t'komme et
Éludes suri ’hisloirr tcemomique de la trance ( 1780-1789), París, 1900. Referirse también a las obras tlu atoyen, Vcrsalles, julio de 1789, p. 37. Por otta pane, escribe en Vues sur les mayens d 'exécutimi
de G. Schelle, (Licores de Turgot, trp, ciL, y d e G. Weulersse. La physiocratie satis les mnnsteres de ( 1789): “ffav que considerar a los ciudadanos contribuyentes com o los accionistas de la gran em ­
Tlirgotel de Ner.ker (1774-1781), París. 1960. presa social, cuyos fondos ellos poseen, son los am os y es por ellos que ésta existe” (p. 113).
50 51
E l MOMIIVTO lEVOH/CIONARlO Yj iwrutAUVü Uí. INCIUSIOS

Acomienzos de 1789, en su Drrlarution lie x d ro iis, CondorceLconsidera d i las nuevas ideas y el peso d i Las tradiciones tejen una apretada madeja.
siempre el hecho de ser propietario como una de las condiciones nam Sin embargo, podemos aislar claramente dos factores que jugaron un
rales para ejercer los derechos ele ciudadanía.22*y Sieyés calcula en una papel esencial para desencadenar una evolución así: las condiciones en
primera instan ciaque sóidos propietarios pueden re presen lara los ha­ qu t se opera la traslación de la soberanía del monarca hacia el pueblo,
bitantes de una parroquia. En el gran debate de octubre de 1789 sobre y por otra parte, las nuevas representaciones de la división social que se
las condiciones de ejercicio del derecho al voto, esta referencia parece, imponen en 1789.
sin embargo, haberse disipado repentinamente. Podemos ciertamente El reglamento de la convocatoria a los Estados Generales, promulga­
escuchar aDupontdeNemoun; retomarlas tesis deTurgot yde Quesnay. do el 24 de enero de 1789, prefigura este vuelco y de alguna manera lo
“Los asuntos de la administración, dice, se relieren a las propiedades, a anticipa: se siLúa en los goznes de la representación corporativista tradi­
la ayuda que se da a los pobres, etc. Nadie tiene más interés que aquel cional y de la representación individualista moderna. Aunque se liga
que es propietario; si nadie tiene más derecho a mezclarse en negocios, completamente a la tradición de los Estados Generales por las formas de
si nadie tiene negocios propios masque siendo propietario, sólo los pro­ organización que prevé (asambleas por cuerpo) y por el objeto mismo
pietarios pueden ser electores. Aquellos que no tienen propiedad no per­ del proceso que pone en marcha (la simple presentación de quejas),
tenecen todavía a la sociedad. "25 Pero ese punto de vista se volvió, en adopta una concepción muy abierta del electorado. El artículo 25 del
términos globales, minoritario. Aquellos que consideraban en 1780 al reglamento prevé, en efecto, cuatro condiciones muy poco restrictivas
ciudadano propietario como el horizonte irrebasable de la filosofía po­ para participar en las asambleas de parroquia o de comunidad; ser fran­
lítica, se ponen, en 1789, a celebrar al individuo-ciudadano.24 cés o naturalizado, Lener por lo menos 25 años de edad, tener un domi­
cilio fijo y estar inserí lo en el padrón de impuestos. Muy pocos individuos
eran excluidos por esta última condición. La mayoría de las personas que
LA IGUALDAD POLÍTICA Y LAS FORMAS DE LO SOCIAL no pagaban el impuesto personal estallan, por supuesto incluidas en las
listas de talla o capitación, de impuestos que comprendían a los sím en­
El vuelco político e intelectual que lleva de la visión del ciudadano pro­ les, indigentes e inválidos.25 ¿No había entonces segundas intenciones
pietario al reconocimiento de la igualdad política de los individuos-elec­ censuarías en el criterio de inscripción en las listas de impuestos?20 El es­
tores no es fácil de analizar. Se trata, en efecto, ele un proceso extremada­ pió lude esta medida —combinada con la de domicilio—era simplemente
mente complejo en el que la dinámica de los acontecimientos, la fuerza evitar los votos múltipes. La elección, por supuesto, se hacía en segundo
y aun en tercer grado. Las asambleas parroquiales delegaban represen­
22 “Lascondiciones naturales para ejercer los derechos de ciudadanía o gozar de esta capa­ tantes a las asambleas de bailía, encargadas por su parle de elegir a los
cidad serán las cinco siguientes: set propietario; no estar ni acusado ni convicto de ningún cri­
men; no estar de ninguna manera declarado jurídicamente com o atacado de demencia o estupi­ diputados a los Estados Generales. Pero el principio era el del sufragio
dez; tener la edad ert que la ley civil oto rg a d derecho de gobernar ppr si mismo sus propiedades; individual, casi sin restricciones. Micheiet celebró por esta razón las elec­
no depender dítúngún individuo ni de ningún cuerpo" (en (Euvres de Condorcet, op. tiL , t. IX,
p. 207). ciones de abril de 1789.
** Discurso a la Asamblea del 22 de octubre de 1789. Otro ardiente defensor de la teoría del
ciudadano propietario es entonces el economista Gemiain Gamier, que será el traductor de 25 lin l e rrgime ilectoral des ¡¿lata Gftiérnux tle 17X9 rt oes origines <1302-1614), París. 1952, Jac-
Adam Smith. Véase su obra De la propriété daos sea mfipnrts avec le drnil jrolittque, París. 1792, que ques Caclari estima que "tal vez sólo algunos obreros viajeros y algunos enferm os no oslaban
presenta la síntesis trias elaborada de los argumentos de la época a favor de la limitación del de­ inscritos en la lista: incluso esla excepción es dudosa" (p, 106). Para una visión técnica tle este
recho al voto d e los propietarios. importante problema de las condiciones tle inscripción en las listas tic contribuyentes, remitirse
-4 F.I mejor trabajo reciente sobre la evolución del concepto de ciudadano propietario entre a M. Marión. Les impóls direcls sous l'Ancim Régime, pnnapatemenl au X\W, París. 1910.
los constituyentes es el de Roberto Martucci. "Proprietari o conlribucnti? Diritti politici. elctto- 26 El reglamento especial del 13 de abril de 1789 promulgado para la ciudad de París, es sin
rato acttivo cd eleggibilitá ncl dibattito istituzionale frúncese da Necker a Mounicr, ottobre embargo la excepción. Éste estipulaba, en su articulo 13, que era necesario justificar con un títu­
1788-scttembre 1789”en A'íoriadeldirittneleonapolilica, 1989, vol. II, GiidTré, Milán, 1991. Véase lo de cargo, de grado en una taculiacl, de una comisión o em pleo, cartas d e maestría, o final­
igualmente F. Lacroix, Les économiates tiara la asaemblets politiquea uu lempa de la révolulion, París, m ente con un t ecilK» tle capitación de un m om o equivalente por lo menos a seis libras, pata ser
1907.
admitido en la asamblea primaria de su barrio.
52 E i. n o m e .viiu revolucionario 53
fo. IMPERATIVO d e in c l u s ió n

Habíamos víslo pequeñas sociedades rcpiib litarías que admitían a Lodos sus
representación por estamentos. La perspectiva de los Estados Generales
miembros a i la participación de Ioj derechos políticos y nunca un gran reino, un
imperio com o Francia, c scribe. Lacosa era nueva, lio sólo en nuestros anales, sino
no se entiende entre el verano de 1788 a la primavera de 1789, como la
inclusa en los delm undu [...], iGran escena, extraña, sorprendente! vera lodo un primera etapa de un cambio más radical. En ella se mezclan de manera
puebla que deuna ver pasaba de la nada, al ser, que. haswctuonces silencioso, ad­ indisociable la crítica al absolutismo y la aspiración a instituir en la mo­
quiría de golpe una veo.*7 narquía una relación cara a cara entre el rey y sus pueblos. Eso es también
lo que traduce el reconocimiento la igualdad del derecho a participar en
En efecto, según e] cálculo deMichelet casi 5 000 OOOde franceses vo­ las asambleas. No es tanto la afirmación de un derecho político indivi­
taron en aquella ocasión. La cifra es enorme, incluso si está sujeta a dis­ dual, como una manera de reafirmar simbólicamente la esencia soñada
cusión (la historia del reglamento del 24 de enero y de las elecciones de de la monarquía: un poder soberano que se nutre directamente del con­
abril está aún por escribirse).i#,i'Noerael sufragio universal di recto pero, sentimiento de la nación.
en fin, era el sufragio universal”, dirá por su parte Louis lilanc en su His- Algo esencial entraña sin embargo, esta ambigüedad: la experiencia
tone de la révolutim franjaise^ de una nueva modalidad de relación social. En la reunión de las asambleas
¿Se puede realmente ver en esta elección la primera consagración del de la primavera de 1789, la nación es la que toma una forma visible. La
individualismo democrático? La respuesta a esta pregunta no es simple. cuestión, a partir de entonces, ya no estriba en las calidades requeridas
Si bien el reglamento del 24 de enero opone de hecho restricciones a la para participar, a través de un proceso electoral, en el ejercicio de un po­
participación en las asambleas parroquiales, es cierto que tampoco se der de gestión (ahora bien, en eso pensaban Turgot y los fisiócratas cuan­
inscribe, de ninguna manera, en la perspectiva del derecho al sufragio do hablaban del ciudadano propietario). Lo que está enjuego ahora es
como modalidad de expresión de una soberanía. No se emplea, por la manifestación de una identidad colectiva. La forma de igualdad polí­
ejemplo, la expresión “derecho de voto". Las asambleas parroquiales o tica que se manifiesta en este contexto expresa simplemente un hecho
corporativas deliberaban, por otra parte, sin proceder nunca a escruti­ de pertenencia social. En su famoso discurso del 30 de enero de 1789
nios claramente individualizados. Aún nos encontramos lejos del reco­ ame los estados de l’rovenza. Mirabeau une muy claramente este enfo­
nocimiento del individuo-elector soberano. En efecto, las asambleas que que de la igualdad con la referencia a la construcción de la nación.
se reúnen no llevan a cabo ningún acto de soberanía; no hacen sino trans­
mitir quejas y nombrar a un diputado, al que obliga un mandato impe­ I ¿i reunión de los representantes, dice, es la nación j...]. El primer principio en esta
rativo. Se podría decir que la que allí se afirma es una forma de igualdad materia es entonces que la representación sea individual. Lo será si no existe en
prepolítica y predem ocrática,todavía cercana a la aceptación de una la nación ningún individuo que no sea elector o elegido, ya que lodos deberán
estar representados. Yo sé que varias naciones han limitado este principio, no
otorgando derecho de elección tan sólo a los propietarios, pero ése es ya un gran
Michclel, Histoire Hela révolutim francaúr, Gnllimard, París, 1961, 1. 1, pp. 77-78 (liibl. de paso hacia la desigualdad política.31
la Pléiade).
M Se puede sin embargo consultar la obra «te base d c j. Garlan, l>e régivte electoral des Lints No se trata ahí tanto de una negación tle la teoría del ciudadano pro­
Oénéraux He 1789Uses origines (1302-1614), asi com o el articulo de Auguslin Cochin, "Commem pietario, como de un desplazamiento de la cuestión. La participación en
furcnl élus tes dépuiés aux Élats Gcnéraux”, retomado en Les sacíeles Hepensér el la Hémocratie mú­
deme. Gopcrnic, París, 1978. Véanse las perspectivas más ted etu es «te Fr. Furet, “La monarrhic las asambleas electorales traduce un estatus social —el de miembro de la
ct le réglement électoral de 1789”, y de R. HaJévi, “La monarchie ct les élcclions: posición des nación—, y ésta no se considera como la expresión de un poder político.
problémes" en K. Baker (comp.). lileJrcnch revolulion añil thr erration ofmodem políticaI culture, L.a idea de ciudadanía a la que remite el movimiento revolucionario no
vol. t: The political culture o j thr Oíd Ilegimr, Pergnmon Press, Oxford, 1987.
- 1 Louis Blanc. Histuirr ile la révolutton fratifaise. París, s.f. (edirión ilustrada), t. I, p. 90.
surge, en principio, de una teoría de la democracia. Se apoya principal-
v Para captar trien este punto, basta con referirse a los reportes de la segunda Asamblea de
Notables, cu noviembre de 1788 (reproducidos en la Réimftression ile TArmen Moniteur, París. «los Generales, forma cíe las ««invocatorias, orden de tas elecciones. Las condiciones cjcl electo­
1854,32 vori. —abreviad» de abora en adelante com o Moniteur—. 1. 1, “Introduction historique").
I -adiscusiónsc consagra esencialmente alas formas de representación: com posición «lelos Esta­ rado se debaten muy poco.
31 (Rnrrrs He Mirabeau, M. Mérilhou, París. 1825. t. Vil. pp. 6-7.
54 55
E l IMPERATIVO DE INCLUSION
E l. MOMENTO KrvOLUCIOM.KRIO

mente en una visión sociológica} tradúcela aspiración al surgimiento de separarse, de ahora en adelante, de su dimensión técnica, al volverse el
una forma de sociedad en completa ruptura con el universo moldeado derecho y la función prácticamente indisociables en el ejercicio del su­
por el absolutismo. La relación de ciudadanía, fundada en el contrato y fragio. La igualdad política que se afirma en 1789 se deriva puramente,
la igualdad, se opones.) antiguo mundo déla dependencia. Los hombres en cierta manera, del nuevo reconocimiento de la igualdad civil. Las
de 1789 no sólo rechazan la sociedad corporativa; quieren romper tam­ asambleas de la primavera de 1789 no son, efectivamente, sino reuniones
bién con la singular amalgama de naciente individualismo y privilegios de la sociedad civil, dirigidas al poder político. Esta sociedad civil se va
a transformar de modo brutal en sociedad política en 1789. Es el pueblo
desordenados que caracterizaba a la Francia preTrevolucionaria.32 Para
comprender bien el sentido del gran vuelco revolucionario, liay que to­ como sujeto colectivo, y no la suma de individuos, el que expresa la so­
mar la medida justa de lo que sus actores detestaron más. Los hombres beranía. Se produce una entrada colectiva en la soberanía que opera, al mar­
de 1789 quisieron a la vez. librar al individuo de las rigideces que le im­ gen de la visión individualista del ciudadano propietario. Es a partir de
ponía la sociedad corporativa y sustituir con un nuevo ser colectivo, la la experiencia absolutista que la igualdad política sobreviene en Francia,
nación, el mosaico de las relaciones personales de dependencia y de favo­ y no como un desarrollo del modelo del ciudadano propietario.
res entre los individuos y el soberano, que la monarquía había favoreci­ La recuperación colectiva del poder público, que se traduce en la afir­
do por causas fiscales. La idea de ciudadanía reúne esta mezcla de aspira­ mación de la igualdad de la ciudadanía, procede así, en principio, de una
ciones y negaciones expresadas por la revolución. inversión de lo viejo en lo nuevo, que pone entre paréntesis la perspec­
La nueva “cultura de la ciudadanía” que surge en 1789 transforma tiva liberal clásica abierta en el siglo xvm con la noción de ciudadano pro­
completamente, al mismo tiempo, el sentido que se (es daba a los pro­ pietario. La igualdad política a la francesa se sitúa a un tiempo más allá
cedimientos representativos en las discusiones sobre la reforma de las y más acá de la figura del ciudadano propietario. Más acá encuentra su
asambleas provinciales. La finalidad es reunir a la nación, darle una voz origen en la idea de una distribución colectiva de la soberanía monárqui­
y una forma de representación, y no designar gestores, como de hecho ca: y reside por tanto en una operación de traslado del poder entre dos
era el caso en las elecciones de las asambleas provinciales. El primer vec­ sujetos —el rey y el pueblo—,31 como en una redefinición de la naturaleza
tor de la revolución de la ciudadanía reside en esta traslación que se ope­ del poder político a partir de las necesidades de los individuos, a dife­
ra entre una igualdad de estatus (la de individuo-pueblo) —que caracteriza rencia de la experiencia inglesa. Por otro, de que se aplica al individuo-
a la organización de los Estados Generales—y una igualdad defuerza polí­ ciudadano, es decir al miembro abstracto de la nación considerado en sí
tica, que se atribuye al individuo-elector de la nueva Francia constitucio­ mismo, independientemente de cualquier determinación económica o
nal. La imagen de un pueblo unido en la primavera de i 789 sigue siendo, social.
en efecto, la que se impone, incluso cuando la participación política, de ([El surgimiento del individuo-ciudadano procede igualmente de una
hecho, cambió de sentido, al encarnar de ahí en adelante la soberanía en ruptura en las representaciones de lo social. El reconocimiento de la
los ciudadanos.33 La dimensión simbólica de la cihdadanía ya no podrá igualdad política no es posible sino por la existencia de una profunda
mutación en la percepción de las divisiones sociales. Digámoslo muy so­
meramente: para que se dé una recuperación del poder soberano en pro­
s í Véanse, sobre este punto esencial, los análisis clásicos de Tocqucvillc en L 'Ánden ¡{¿gime
et la révalution (principalmente el capitulo IX del libro, en el que habla d e la “especie de indi­
vecho del pueblo, es necesario que este último se perciba como la figura
vidualismo colectivo, que preparaba las almas para el verdadero individualismo que conocemos")
Fran^ois Furet desarrolló también este punto de manera muy sugestiva en su obra La réuolution
de Turgnt áJoles Ferry, ¡7701880, Hachette, Pari», 1988. t
lar al sufragio universal contra la oposición burguesa, a la ignorancia contra las Luces" (Histoire
Ésta diferencia explica por qué el sufragio pudo ser más amplio en abril de 1789 que en
1791, después del voto de la Constitución. N o por eso era más “democrático". Su finalidad era politique ile la rmolutian franfaise, París, 1901, p. 30).
M Tocquevilte, lo sabemos, insistirá en num erosas ocasiones en esta continuidad, criticando
otra. F.sta diferencia lia dejado perplejos a los historiadores republicanos. Por no haberse per­
sobre esta base la soberanía del pueblo a la francesa, com o una simple prolongación de la domi­
catado bien de la diferencia entre un sufragio “antiguo" y un sufragio “m oderno’ , se han visto
nación ilegítima del monarca absoluto. Es en este traslado donde residía, a sus ojos, la dificultad
limitados a analizar el problem a en términos de manipulación. Véase, por ejemplo, A. Aulard,
quien señalaba: "No parece inverosímil que la realeza hay-a tenido confusam ente la idea de apc- de reconocer en Francia el liberalismo y la democracia.
5fi 57
H i. m om ento r ev o lu c io n a r io ki IMPERATIVO DE INCLUSIÓN

de la totalidad social, en pocas palabras, que sea identificado con la na­ O T ej as, gusto y sentimiento,que sólo existe por el tacto, y al que no se con-
ción. Esto no era de ningún modoevn dente en el siglo XVIII. Laexpresión ducemás que por este quinto sentido: es una masa de individuos a quie­
misma de “pueblo’ era entonces muy ambivalente y oscilaba entre un nes se persuade de lo que se quiere; que no tiene otra voluntad que la de
sentido político objetivo (el pueblo-nación, cuerpo social) y un sentido los demás; que piensa lo que se le hace pensarpor.su bien, contra su bien,
sociológico peyorativo (el pueblo-populacho, multitud ignorante y cie­ no importa”.38 El pueblo termina por encarnar una alteridad radical en
ga). S5 En el mejor de los casos, el pueblo constituye un enigma antro­ lo social, relacionándose casi todavía más con el orden natural que con
pológico, que conjuga la brutalidad primitiva a la manifestación episó­ el social. La Bruvére no duda en compararlo con “animales feroces”. Vol-
dica de una riqueza moral oculta, inquietante y turbadora, de la misma taire habla de él en sus Peltres philosophiques como si estuviera compues­
manera que los salvajes de otros mundos.5*I’or ejemplo,Jaucourt admi­ to de “animales por debajo del hombre, especie de ganado que se vende
te su confusión al señalar en la Enciclopedia: “Pueblo, el, s.m. (Gobiem. y se confia con la tierra”, mientras que Marivaux lo asimila a “un mar
polílic.); nombre colectivo difícil de definir, porque de él se forman ideas agitado” y lo considera “una verdadera máquina”. El pueblo-populacho
diferentes en los diversos lugares, en diversas épocas y según la natura­ ocupa así un lugar equívoco, en el límite de la humanidad. Los filósofos
leza de los acontecimientos.” Sobre todoen referenciaa la Antigüedad, que instruyen el proceso del absolutismo y aspiran a la realización de un
la noción de pueblo se empleaba positivamente. El abate Coyer,37 Mes- Estado de derecho no imaginan menos al pueblo, bajo la especie de una
liery Rousseau están relativamente aislados para concebir en el presente suerte de prehumanidad, de una población que habría quedado en es­
al pueblo como el conjunto de la población. La mayoría de los filósofos tado natural, gobernada por los instintos y las necesidades. La distancia
del siglo xvm tienen un enfoque más antropológico o cultural que po­ entre el pueblo y las élites no es entonces sólo cultural, o incluso econó­
lítico, o incluso social (el pueblo, señala Coyer, es “el estado general ele mica; para estas últimas es de orden antropológico. La idea de igualdad
la nación, simplemente opuesto al de los grandes y los nobles”). Incluso política no es ni siquiera concebible en este contexto. El advenimiento
si vislumbran a veces la posibilidad de una futura transfiguración, casi de la ciudadanía supone, en principio, que esta percepción de la división
todos identifican al pueblo presente con la plebe amenazante o la mul­ social se modifique. ¿Cómo se opera esta mutación? Sieyés puede servir
titud gobernada por las pasiones más inmediatas. Dideroi escribe en el de hilo conductor para comprenderlo. Toda su rellexión, del comienzo
articulo “Multitud”, de la Enciclopedia: “Desconfiad del juicio de la mul­ de los años 1770 a 1789, atestigua en efecto los prejuicios y la perplejidad
titud en materia de razonamiento y de filosofía; su voz es entonces la de de su época en relación con esta cuestión.
la tontería, la inhumanidad, la sinrazón y el prejuicio [...]. La multitud es Por una parte, Sieyés comparte la mirada de las elites sobre el pueblo.
ignorante y está embrutecida." Rélif de la Bretonne describe, por su par­ “Entre los desgraciados que se dedican a los trabajos pesados, producien­
te, al populacho como “una especie de gran animal, desprovisto de ojos, do los gozos de otros y que apenas reciben sustento para su cuerpo su­
friente y lleno de necesidades, en esta multitud inmensa de instrumentos
i bípedos, sin libertad, sin moral [...], que sólo posee manos que ganan po­
55 Véanse a este respecto los artículos d e U. Morder, "Didcmi et la notion <ie pimple' en co y un alma absorta [...] ¿es eso lo que vosotros llamáis hombres? JSe les
Europe, enero de 1963, y "Voliaire el le peuplc", en The Agr nj Enlighlenmenl, studus prcsenled to
Theodore Baterman, O xford y Edimburgo, 1967, así com o la obra Images du ¡irupte au'XVVlt siécle, llama civilizados! ¿Hay uno solo de ellos que liaya sido capaz de entrar
artas del coloquio de Aíx-en-Provencc riel 25 y el 26 de octubre d e 1969. París, 1973, y la memoria en sociedad?”, escribe, por ejemplo, en una nota manuscrita de la década
«le DEA de Elisabeth Fleury. “Le (jeuple des dictionnairex (Bu XVIIc et XVtltc siéclc)". EHESS. sep­ de 1780.3HMenos de diez años más larde, celebra con elocuencia, por el
tiembre de 1980 (bajo la dirección ríe Roger Chartier), que reúne cóm odam ente tos materiales
extraídos de las diferemes ediciones de los diccionarios de la Academia, de Furcliérc, d e Rirhe-
contrario, al pueblo-nación, gloriosa figura de la totalidad social. El odio
Ici y ríe 'frévoux. a los privilegios explica esta evolución. Este lia hecho su labor de zapa,
5n Líi fuente de la antropología moderna está en el intento de disminuir esta perplejidad y
este malestar. Véase M. liucht-i, Anlhmpologte el haloire au Sítele des Eumiétes, Flammarion, París,
*.t.
** Rétif lie la Bretonne, l . ’Andrographe, 1.a Haya. 1782, p. 12.
57 Véase Coyer. Dáserlatwns pour tire lúa: la premitre sur te vieux mol tle patrie; la secotuie, sur *!l Ñ ola manuscrita "Grécc, ciloycn, Ruine”, reproducida en E. Sieyés, Texles chitáis, pre­
la m lurr du peuple. La Haya. 1755. sentación de R. Zapperi, ful. des Archives Conicmporaines, París, 1985, p. 81.
58 59
El- MUMiXIORrVOLLCIOMARIO El. IMl’KRATIVO UI. INCXUSIÓN

conduciendo a una verdadera revolución de la percepción de lo social. mún con los otros: el pacto social Ira sido roto por ellos, ellos ya no son
En 1789, la ríes ¡giración del privilegiado como enemigo social emblemáti­ más ciudadanos. Es el voto del tercer estado el que forma la ley; en él re­
co trastócalas representaciones sociales anteriores. FJ rechazo ciadicio- side la soberanía. Los otros no poseen ni siquiera el derecho a volar. De­
nal al privilegio, cuya teorización da a los escritos de Sieyés su formida­ ben respetar las leyes del tercer estado, tal como los extranjeros, durante
ble impacto, resume entonces la esencia del movimiento revolucionario: su estadía, se conforman con las leyes del país en el que se encuentran.”44
conduce de manera casi mecánica a re integrar al pueblo en la sociedad, l“Ya que nos quierenseparar de ellos, separémoslos de nosotros" Jresume
pues de golpe e! tercer estado forma un bloque sólido —qne respira a ser lapidariamente La Sentinelle du Peuple,45 El tercer estado y la nación se
todo— frente a las órdenes infames. redefinen en el movimiento de esta exclusión. En 1789, la exterioridad
Todo concurre, durante el otoño de 1789, a hacer de la unidad social social cambia de campo, se podría decir. Se considera al privilegiado en-~J
el valor cardinal. Los hombres quieren acercarse y destruir las antiguas tonces, como antes se percibía al populacho: como un ser absolutamente
separaciones. El diputado Target expresa bien el sentimiento general, otro, rechazado en las tinieblas de la naturaleza, privado de derechos ci­
cuando explica que ‘es en la unión donde éstas [las distinciones] deben viles, expulsado fuera de las fronteras. El privilegiado absorbe y resume
extinguirse [...]. No es separando a la gente, sino forzándola a amarse co­ toda la exterioridad social, haciendo que coincidan las figuras del ene­
mo se mata al aristócrata y se hacen los ciudadanos [...]. Si no tenemos migo interior y el extranjero.
esa finalidad, prosigue, trabajamos en vano por la regeneración pública. Si bien la plena reintegración del pueblo se facilita mediante la ex­
Que todos, militares, eclesiásticos, letrados, comerciantes, agricultores, clusión concomitante de los aristócratas, esto no significa de ninguna
deponiendo sus prejuicios, no sean más que ciudadanos."4Mfoi percep­ manera que las viejas prevenciones contra el populacho se hayan disi­
ción del lugar social da un vuelco en 1789. El brutal rechazo al universo pado. Pero por lo menos se rechazan, se relativizan, se contrapesan por
de los privilegiados redibuja completamente las fronteras del sistema una nueva percepción global de la relación social. Desde los años 1770-
social. Son éstos los que se vuelven excluidos y figuran en el exterior de 1780, Sieyés había buscado, por otra palé, la fórmula para las diferencia­
lo social. “Los privilegiados pasan realmente a verse como otra especie ciones sociales no exduyenles, para tratar de otorgar la perspectiva de
de hombres", decía Sieyés en su Essai sur le s p r i v il é g e s . 41 Algunos meses la igualdad al hecho de la diversidad de condiciones. Es la razón por la
más tarde, en su Qu 'est-ce que le tiers étal?, retoma este punto de vista in­ cual él se interrogó, junto con lodo su siglo, por la sociedad antigua. Esta
virtiéndolo. “El privilegiado sólo sería representable en su calidad de ciu­ reflexión no tiene por objeto, en su caso, oponer un contra-modelo a la
dadano, escribe, pero en él esta calidad está destruida, él queda afuera d e l commercial society, virtud y frugalidad contra valores económicos, como
civismo, es enemigo de los derechos comunes."42 Así, la nueva relación hace Rousseau. Más bien se propone calificar la especificidad de la divi-
social se define por medio de la exclusión de la aristocracia.414.Algunos • sión social moderna. Sieyés sigue en esta reflexión a 1luine y a Smitli para
llegan incluso aasimilaralos privilegiados como los extranjeros. Citemos criticar el ideal del ciudadano antiguo. Si en principio estima como irreal
por ejemplo a Salaville: “Es el estamento más considerable, es el tercer la condición implícita de dimensión que lo sostiene —de ahí su defensa
estado el que compone a la nación, señala. No tiene entonces nada en co- de un gobierno representativo contra el modelo de la democracia directa
% preconizado por Rousseau—, no está ahí el punto principal de su análisis.
40 Discurso del 11 de noviembre de 1789, en la discusión sobre la formación de los depar­ Su argumento principal consiste en observar que, en las repúblicas anti­
tamentos (A.P., L IX, pp. 747-748). l a abreviación A.P. designa a los Archiva Parlamentaires de
1787 á ¡860. Recueií complot des debáis Ugidatifs el poliliques des Chambresfranjases. M. Mavidal y
guas, sólo la separación radical entre los esclavos y ios hombres libres
E. Laurent, ed. A falta de precisión, se trata de la primera serie. imcía posible una intensa participación política. Retomando la demostra-
*1 Reproducido a la cabeza de Sieyés, Qu ’est-ce que te lien ¿tal?. puf. París, 1982, p. 9.
vi IbuL. p. 89.
■'■' ). U. Salaville, L'orgnnisationd’un Étal mimarrhique mi fomii/éraítom sur les vica de la monar-
4:1 Véase sobre este punto la obra clásica de P. Higonnet, Ciass, ideology and Ihe rights af nobles rhie fran(ai\c, s.l., 1789. Citado por J.J. Tatin-Courier, Le Control social en questwn. Échos et ínter-
éuring thefrench revolutiun, Clarcndon Press, Oxford, 1981, asi com o A. de Baecquc, “Le discours prHatwns du control social de 1762 á la réoolution, Presses Universiiaircs de Lille, 1989, p. 117.
anti-noble (1787-1792). Aux origines du slogan: Le pcuple contre les gros", Revue d ’Hisloire 15 La Sentinelle du Peuple, núm. 1, citado por | |. Talin-Gourier, Le Control social en qualion,
Modeme. el Contemporaine, enero-marzo d e 1989.
p. 119.
El- IMPKRA71VO 1>F. EXCUSIÓN 61
60 E l MOMENTO REVOLUCION \R l O

ferencia entre ios hombres se vuelve así, para él, puramente funcional y
ción clásica de Hume,4* subraya que la. disponibilidad de unos se com­ presenta la ventaja de poder ser provechosa para el conjunto de la colec­
pensaba con la servidumbre de los otros. "En las repúblicas antiguas, ex­ tividad, En el centro de esta comprensión económica de la sociedad,
plica en una nota manuscrita, el gobierno podía no ser representativo en Sievés otorga una importancia particular al papel de la división del tra­
principio: 1. Porqueéstas tenían una extensión pequeña; 2 {yes la mejor bajo como vector del progreso. Su originalidad consiste en considerar la
razón) poique no había más ciudadanos que los habitanies disponible*, división del trabajo en el orden económico como la representación en el
en totalidad o en gran paite, siendo el resto esclavos o ajenos a la acción
orden político: “La división de las tareas, escribe, no es más que una par­
social.”47 La sociedad antigua descansa sobre una división de las fundo­ te del orden representativo en las voluntades particulares. Dejarse repre­
nes sociales que sigue la frontera de la noción de humanidad. Los escla­
sentar es la única fuente de prosperidad en la sociedad civil.”51
vos no están en ella: permanecen en el exterior de la relación social.4* manera muy original Sieyés inscribe así la acción del gobierno mo­
1.a igualdad moderna no puede ser comprendida por Sievés, sin em­ derno en el sistema déla división del trabajo. Elaborada progresivamente
bargo, como la negación absoluta de tocia separación, incluso si ésta se en el transcurso de sus abundantes lecturas económicas, esta idea que­
opone, en esencia, a las formas de separación que regían en las socieda­ dará siempre fuertemente afirmada en él. “La razón, o por lo menos la
des antiguas. Si la igualdad y la libertad encuentran un punto de anclaje experiencia —explica en sus Observations de 1789—dice al hombre: logra-
común en el reconocimiento de los derechos del hombre, es en efecto Vás mejor tus ocupaciones, si sabes limitarlas. Al dirigir todas las facul­
ilusorio, a sus ojos, creer que se pueda unlversalizar de igual manera la
tades de tu espíritu a sólo una parle del conjunto de trabajos útiles, ob­
antigua figura del ciudadano. “Formas que soñemos con el bien general tendrás un mayor producto con menores trabajos y menores gastos. De
de la especie humana, ésta estará siempre disidida entre dos partes que
ahí proviene la separación del trabajo, efecto y causa del aumento de la
se distinguirán esencialmente por la diferencia de educación y de tra­
riqueza y del perfeccionamiento de la industria humana. Esta división es
bajo", anota en la década de 1780.19 Pero esta separación ya no tiene el
para ventaja común de todos los miembros de la sociedad, pertenece a
sentido de exclusión que establecía la de esclavo-hombre libre. En prin­
los trabajos políticos al igual que a toda clase de trabajo productivo. El
cipio, porque es móvil, pero sobre lodo porque se inserta en una nueva
interés común, la mejora del estado social en sí nos exigen hacer del go­
perspectiva: la de la división del trabajo. “No quiero dividir a mis hom­ bierno una profesión particular.”52 De ahí su definición del gobierno co­
bres en espartanos e iloLas, sino en ciudadanos y compañeros de tra­ mo poder comisionado, no diferenciado en la práctica, de los trabajos
bajo”:50 esta fórmula resume el sentido de la traslación que opera, l a di- efectuados por otras profesiones. Sus LeUres aux économistes de 1775 ex­
plican, por ejemplo, que los "trabajos políticos y públicos" —la expre­
ni Véase el ensayo de H mué, OJthe pojmloitsness of ancient natwns <:n Essays, moral, polilital and sión ya es en sí misma significativa—son coproductivos (le la misma manera
Itlerary, Liberty classics. ludiatiapol». 1985, pp. 877-164. Hume denuncia la separación hom ­ que los de los comerciantes, los cocheros, los ciudadanos que se ocupan
bres libres-esclavos, que tunda (a igualdad entre ciudadanos sobre la exclusión de ta mayoría de
la poblarión. ' ele las ciencias útiles o los educadores. Las nociones de representación
■*7 Archivos Nacionales: 284 .APS, expediente 2, camisa 1. nota titulada “Gouvcniem ent par y de especialización terminan por confundirse en este enfoque económi­
procum tion’ . k co de Sieyés. Si la representación significa la acción para otro, un mundo
4,1 Esto es lo que hace imposible seguir a Com clius Casloriadis cuando estima que el pro­
blema de la esclavitud no es en definitiva sino contingente en la visión griega de la democracia.
Véase mi artículo “La poto grccque et la création de la démocratie", Le Dibal, enero-marzo de de 1791, estos temas se encuentran presentes, tirana ve hace laapotogía del sistema representativo
1986. M onlesquieu escribía sobre los esclavos: “Es imposible que supongamos que aquella gente y señala, el 11 tieagosto de 1791, criticando a Esparta, que “la democracia pura |c s decir, directa)
fueran hombres, porque si los suponem os hombres, comenzaríamos a creer que uosult os mis­ de una parte del puehlo no puede existir si no es por medio de la esclavitud civil, política, efec­
mos tío som os cristianos" (De l ’esprit dr\ tais, libro xv, cap. v, (lallimard, París, 1951, t. II, p. 494, tiva, absoluta, de la otra pane del pueblo" (A.P., t. XXIX. p. 366).
Uihl. de la Pléiade).
51 Nota manuscrita: "Travaíl: ne favorise la lil>ei'tc qu’cn rievenant representatif", Archivos
4y Manuscrito, Archivos Nacionales: 284 Ai‘ 3. expediente 2, camisa 3.
Nacionales: 284 AL 2, expediente 13, camisa Trmiaux.
Wl Nota manuscrita "La nation”. Archivos Nacionales: 2 8 4 .4P3, expediente 2, camisa 3. Esta M Sieyés, Observations sur terapporl du cnmmitiilr Consltlutwn, amcrmantla ninwelUurgmusatinri
crítica de la democracia antigua será ampliamente retornada por numerosos oradores, durante
ta primavera de 1793, durante la discusión de la nueva Constitución Desde la revisión de agosto
de la h'rarue, Vcrsallcs, 2 de octubre de 1789, pp. 34-35.
62 63
Hi m o w e íit t ) « tv o u Jc ra ,> A iL :o El im c l u v iiv o r> t in c l u s ió n

en el que cada unu eiectúa una tarea particular se convierte, en efecto Este desarrollo exp resa de manera particulannen te brutal una tensión
en una sociedad de representación generalizada. Es lo que Sieyés expli­ nue subyace en toda la discusión sobre el derecho al voto entre 1789 y
ca en el ano lu en una fórmula sorprendente: “Todo es representación 1791. En efecto, en este texLo se superponen dos regis'ros: el de la im­
en el estado social. Esta se encuentra en todas pariesen el orden privado plicación política y el de la integración social. El ciudadano por un lado,
al igual que en el orden público; es la madre de la industria productiva el compañero de trabajo por el otro. Las dos Figuras se yuxtaponen sim­
y comercial, así como de los progresos liberales v políticos. Es más se plemente, sin que se establezca ninguna relación entre ellas. Sieyes co­
contunde con la esencia misma de la vida social.”»» Era di fícil ir más leí os mienza por hacer el elogio de la sociedad económica parafraseando a
en una comprensión económica de lo político. J Hume v a Smiih, antes de afirmar el principio de igualdad política en
La oposición entre el ciudadano vel compañerode trabajo, que Sievés términos tomados de Rousseau. Singular cohabitación. U hecho de que
construye en los años 1770, y que se desarrolla con la distinción de los Sieyés se refiera simultáneamente al autor de La riqueza (le las naciones y
derechos civiles y los derechos políticos, alejaba al espectro de la sepa- al filosofó de Ginebra, que es totalmente opuesto, permite comprender
raaón entre hombres libres-esclavos. Reintegraba plenamenteal pueblo un aspee lo probablemente esencial de lo que podemos llamar la ambigú*-
a la sociedad, manteniéndolo al mismo tiempo alejado de la esfera p o
htica. En ese momento, esta oposición disminuía en gran medida la W ^Íoquecam biaconsiderablem ente ente 1770y 1789, en el seno mismo
t ación entre los ciudadanos propietarios y el pueblo ordinario. Cuando de esta ambigüedad, es la percepción de la demarcación entre la esfera
emplea por primera vez, en 1789, las expresiones de ciudadana activo v de lo social y la esfera de lo político. En la década de 1770, esta descansaba
ciudadano pasivo, su pensamiento sobre este punto lia evolucionado imí- en el reconocimiento de una diferencia de calidades sociales entre los
cho. Aunque continua pensando la esfera política a partir del concepto individuos (en lo que respecta a sus conocimientos, capacidades e inte­
de división del trabajo, la dinámica de los acontecimientos lo conduce a reses) El movimiento de la igualdad que se pone en marcha con la i evo­
lanzar otra mirada sobre la división social. A partir de 1789, Sieyés queda lución conduce a ya no aceptar más que las distinciones reconocidas co­
de alguna manera entre dos fuegos, entre un enfoque político de la na­ mo puramente naturales* El calificativo de ciudadano tiende por esta
ción y una percepción económica de lo político. “Los pueblos europeos” razón, a atribuirse a todos los individuos adultos masculinos. Esta ten
dice por ejemplo en su discurso del 7 de septiembre de 1789 sobre el veto denciá a la universalización de la ciudadanía marca una ruptura en re­
r€ciJ, lación a la teoría del ciudadano propietario. Pero el imperativo de
integración de todos en el cuerpo social que ésta expresa se opone sin
se m eja n b ien p o c o a los p u e b lo s a n tig u o s. E n tre n o s o tr o s , s ó lo se trata d e co- embargo todavía a fuertes barreras mentales, que hacen que toda una
m e r c io , agricultura, fabricas, e tcétera . El d e s e o d e riq uezas n o p a r e ce h a c e r d e porción del pueblo parezca todavía muy lejana social y culturalmente,
to d o s los E sta d o s d e E uropa m ás q u e vastos talleres; a q u í se su e ñ a m ás b ie n c o n
la p r o d u c c ió n y el c o n s u m o q u e e n la felicid a d . [...] E sta m o s e n to n c e s o b lig a d o s
a n o ver. e n la m ayor p arte d e los h o m b re s, m ás q u e m áq u in as d e trabajo Sin d o n es de las asociaciones humanas, y en particular las de la sociedad de que se es miembro. Los
e m b a r g o , n o p o d é is n egar la calidad d e ciu d a d a n o , y los d e r e c h o s d e c iv iim o a
esta n iu ltttu il sm in str u c c ió n a la q u e un trahajo fo rza d o a b so rb e p o r c o m p le to
Ya q u e e llo s d e b e n o b e d e c e r la le y c o m o v o so tr o s, d e b e n ta m b ién , al igiud qUc
v o so tr o s, c o n c u r u r a crearla. Esta p articip ación d e b e se r igu al.w

électetírs cligiblTs". Archivos Nacionales; 284 M ‘ 3. expediente 2, camisa 3).


“ n,° “ ........... - * ........ 55 mujeres y los niños, explica Sieyés. quedan excluidos por este motivo : laj
i 4 T ' 1 - Ml’ k ' reflexión «le Sieyés. en este punto, marca así cierta evolución en rr cipadón política, incluso si a sus ojo* no se nata más que de un prejuicio en lo que icspect. .
tación a los anos de 1780. El señalaba entonces: “Para ser ciudadano, hay que conocer las cela’ las primeras. Véase, a esle respecto, el siguiente capítulo.
G4 65
F.I MOMLNTX3 KEUOI.tX.XONa II» El imperativo re inclusión

difícilmenteintegrable, apesardetodo, ala nueva comunidad de iguales. pmjúéges quería disociar y afirmar al mismo tiempo —la universalización
Sieyés deja ver su malestar en es te pumo, durante el otoño de 1789. “ÍEs de la ciudadanía y la limitación de los derechos políticos—tendieron, en
posible considerar ciudadanos a los mendigos, a los vagabundos volun­ efecto, a chocar, dejando siempre abierta la cuestión de la participación
tarios, o a los que no tienen domicilio?", pregunta.* Es para resolver esta política.
contradicción que procede a la distinción entre los ciudadanos activos y
los ciudadanos pasivos. Si la premisa es que todos los individuos son
igualmente ciudadanos, es paralelamente necesario, a su modo de ver, LA INSTITUCIÓN DE LA CIUDADANÍA
establecer una división en el interior mismo de esta primera equivalen­
cia. La distinción en tre ciudadanos activos-pasivos no deja de ser sin em­ En 1789, la igualdad civil y la "igualdad del civismo"59se superponen. La
bargo, según Sieyés, de una naturaleza completamente diferente déla se­ crítica a los órdenes y los cuerpos, y el rechazo a la representación de los
paración que aislaba a los ciudadanos del resto de los hombres en las intereses que de ellos se derivan, conducen a exaltar al individuo abs­
sociedades antiguas. tracto, libre de toda determinación, simple miembro del todo social. La
esfera política, en esas condiciones, no se deriva ni se separa de la esfera
Entre los antiguos, explica, el estado tle servidumbre depuraba en cierta manera
de lo social, organizando una modalidad específica del estar juntos: ésta
a las clases libres. Todos los ciudadanos eran capaces de ejercer sus derechos po­ resume el orden social y lo absorbe por completo. Por una razón casi me­
líticos. Todo hombre libre era un ciudadano activo. Entre nosotros, hav que va­ cánica, en principio: lasupresión de los cuerpos intermediarios, conduce
nagloriarse de ello, la base de la asociación es más amplia; los principios son más a una extensión del espacio público, que se convierte en el lugar central
humanos: som os ttxios iguales por la protección de la ley y ésa es la política co­ de la interacción social. Aquí la dinámica de los acontecimientos se con­
rrecta. l’ero también, por lo mismo que la civiriat o el orden de los ciudadanía juga con la lógica institucional. Más profundamente, lo político y lo social
abarca todos los pisos del edificio social, se sigue de ello que las clases ínfimas, los coinciden destic el momento en que se niegan las especificidades, las di­
hombres tnás desprovistos, son aún más extranjeros, por su i nteligenria y por sus
sentimientos, a los intereses rlc la asociación, de lo que podían serlo los ciudadanav
ferencias, las singularidades que estructuran a la sociedad. El lazo cívico
m enos apreciados de los antiguos Estados libres. Queda entonces entre nosotros termina, en ese sentido, por figurar, en su abstracción, como el arquetipo
una d ase de hombres, ciudadanas por derecho, y que no lo son jamás de hecho. de la unión social. Éste es la figura pura de lo social y encarna su esencia.
Sin duda atañe a la C onstítudón, a las buenas leyes, reducir cada vez más esta úl­ En páginas célebres de Quést-ie le tiers étaú, Sieyés ha demostrado su im­
tima dase al mentir núm ero posible. No es m enos cierto que se trata de hombres placable imperativo. “Es de principio, escribe, que todo lo que salga de
por demás válidos en fuerza física, los cuales, extraños a toda idea social, no están la calidad común de ciudadano, no podría participar de los derechos po­
en condición de tomar parte activa en la cosa pública/’7
líticos.”60 Si en un principio Sieyés tiene en la mira el rechazo radical a
la noción de privilegio, su afirmación lo conduce lógicamente t hacer
Esta larga cita demuestra bien el sentido no excluyeme que reviste pa­ basar los derechos políticos sobre la “calidad común”, es decir, sobre la
ra Sieyés la distribución entre ciuadadanos acúvos-pasivos. La sociedad simple pertenencia al cuerpo social. El individuo sujeto de derecho y el
moderna sustituye, para él, el ostracismo brutal de los antiguos por una ciudadano tienden por ello a confundirse. Si ninguna variable propia­
diferenciación más suave: la distinción entre derechos civiles y derechos mente social, derivada de la heterogeneidad, puede ser tomada en cuen­
políticos* Aunque no es hiriente a ojos de Sieyés, ésta no debió tardar ta en la definición del derecho al sufragio, los derechos políticos tienen
en volverse problemática. Los dos principios que el autor del Essaisurles entonces la misma naturaleza que los derechos civiles. No son de esencia
diferente (Burke entendió muy bien este punto en su análisis de la revo-
56 Obsrrvalwm sur le nipporl du camilf de Cimstilulion, op. de., p. 20.
- 51 JbitL, pp. 20-2).
SH“Vemos que el nuevo ostracismo los respeta a todos, en lugar de aquel de los antiguos que 5» La fórmula e» de Sicyfes en Qu'esUe que le lien iHall op. rit. p. 88-----
los atacaba a todos", señala (ióiii, p. S 1).
p. 90

I
66 I 67
E l. N O M lV irn R £ \ Q L L O Í ) N A .R 1 0 E l. t u r m v n v n n t i n u .u s i O . v

lución francesa). Es eso lo que hace tan difícilmente concebible—retoi- Cuando Thouret presenta, el 29 de septiembre de 1789. su informe
naretnos a ello—Indistinción entre la noción de ciudadano activo vía de sobre el proyecto de Constitución frente a la Asamblea constituyemele!
ciudadano pasivo. No se puede establecer la noción de disfrute de dere­ propone subordinar el derecho de sufragio a cinco condiciones. Tres de .
chos sobre la base de la especificidad de la naturaleza jurídica. Sólo la las cualidades requeridas se relacionan con la definición dé la pertenen­
diferencia entre sujetos jurídicos autónomos y sujetos jurídicos depen­ cia social: la nacionalidad, el domicilio, el pago del impuesto.61 En el cur­
dientes puede validar la separación entre derechos políticos y derechos- so de los debates, se añadirá enseguida un criterio suplementario, pero
civiles. La única distinción que autoriza la abstracción de la igualdad es de la misma naturaleza: el de la conformación a las leyes (exclusión de
la de la naturaleza de los sujetos jurídicos reales (edad, sexo, etc.), signi­ los que están en quiebra y de los condenados a penas infamantes). En el
ficando siempre la ausenciade derechos políticos, de una manera u otra, derecho al sufragio se definen así los diferentes sentidos del término
que un individuo detenta derechos civiles parciales (es, entonces, el caso “ciudadano": el ciudadano como detentador de la nacionalidad, el ciu­
de la mujer, del niño, del incapacitado). dadano como miembro de una colectividad concreta (el domicilio), el
La difusión de la ciudadanía se halla en la intersección de esta equi­ ciudadano como “buen miembro” de la ciudad (contribución a los gastos
valencia entre los derechos civiles y políticos con el advenimiento del colectivos por medio clel impuesto, respecto al derecho). La noción de
principio de soberanía colectiva. Hay un doble trabajo de abstracción ciudadanía no es entonces solamentejurídica para los constituyentes. Se
que hace de cada individuo una parcela de la potencia soberana, al tiem­ deriva principalmente de la idea de implicación social, superponiendo
po que superpone la esfera política a la de la sociedad civil. Los derec hos tres modalidades: la pertenencia jurídica (la nacionalidad), la inscripción
políticos no proceden entonces de una doctrina de la representación material (el domicilio) y la implicación moraíTAunque simples de enun­
—en tanto que ésta última implica el reconocimiento y la valoración de ciar, estos dííerehtes“criterios debían permitir, teóricamente, trazar una
lo que es heterogeneidad y diversidad en la sociedad—, sino de la idea de clara línea de distribución para el otorgamiento del derecho al sufragio.
participación en la soberanía. He ahí la gran mutación. A comienzos Sin embargo, su aplicación pronto se reveló como algo mucho más
de 1789, el problema era la igualdad-pertenencia. Poruña razón casi me­ delicado. La definición de la nacionalidad no quedó fijada definitiva­
cánica, éste se confunde rápidamente con el de la igualdad- soberanía, mente sino en el texto de la Constitución de 1791. Los nacidos en Francia
ya que el lugar de la soberanía se identifica de ahora en adelante con el de padre francés eran automáticamente ciudadanos, pero los que habían
ser mismo de la nación. El derecho al voto deja, en esta medida, de estar nacido en el extranjero de padre francés debían residir en Francia y ha­
inserto en una lógica representativa. De ahora en adelante define un es­ ber prestado eljuramento cívico para ser considerados ciudadanos.62 Pa­
tatus social, el del individuo miembro de un grupo que toma colectiva­ ra quienes habían nacido en Francia de padre extranjero, eran ciudada­
mente el lugar del rey. La única distinción en materia de derechos polí­ nos con la sola condición de residir en Francia. En cuanto a aquellos que
ticos que puede operarse sobre esta base es la de la pertenencia social. habían nacido en el extranjero, de padres extranjeros, se convertirían en
Los excluidos del sufragio no son sino los excluidos de la nación: aris­ ciudadanos después.de cinco años de residencia continua en Francia, si
tócratas, extranjeros, marginales desierritorializados, criminales deste­ habían prestado el juramento y si, además, habían adquirido inmuebles,
rrados de lasociedad. Aunque a nuestros ojos es evidente, es sin embargo si se habían casado con una francesa o fundado un establecimiento de
el sentido mismo de esta noción de pertenencia social el que sigue siendo agricultura y de comercio.
problemático durante la revolución. Es a partir de ahí que hay que com­
prender la incertidumbre que se constata en la organización de los dere­
chos políticos. Ésta no es tanto el resultado de una incertidumbre con
respecto a los principios (la igualdad, la universalidad), sino de una duda 61 l a s d i» condiciones restantes remiten a la autonomía de ia voluntad: ser mayor de edad:
de orden sociológico sobre lo que se entiende por sociedad civil. La re­ no ser de condición s e r v i l (habría i|ue añadir una tercera condición, implícita, de la misma natu-
volución de los derechos políticos es indisociable de un cuestionamíento r:dcza: la del sexo). Sobre estos diferentes puntos, véase el siguiente capitulo.
ia El caso de los descendientes tic los protestantes exiliados entraba en esta categoría. Es así
de las formas y el contenido de la ciudad. c o m o Benjamín Constan!, por ejemplo, pod rí recuperar la nacionalidad francesa.
68 69
El MOMiNru BfcVOUJaONA t í o El IMPERATIVO UE INCLUSIÓN

Condiciones de adquisición de la dudado nía frontesa según la Constitución familiar),66 Vemos así que la noción de nacionalidad termina por con­
de i 791 (Titulo l, ¡Míenlos 2 y 3) fundirse con la de ciudadanía: no es en principio más que una condi­
ción p a ra d ejercido del derecho al sufragio, pero termina por redoblar
A scendencia paterna todos los criterios."Y, a la inversa,las cóñdiciones de adquisición de la
francesa nacionalidad para los extranjeros tienden a imponerse para todos como
extranjera,
condido nes de ejercicio de la ciudadanía política. Si la prestación del ju­
francesa
extranjera
ramento cívico puede ser una condición de acceso a la nacionalidad pa­
ra las personas nacidas de padre extranjero, ésta se impone a todos para
Lugar d e nacim iento ' ejercer el derecho al voto.67 De la misma manera, los criterios de im­
Francia plicación social establecidos para la naturalización tienden a ser igual­
Francia mente considerados para el ejercicio del derecho al sufragio. La Constitu­
extranjero ción del año llt preveía, por ejemplo, que habría que ejercer una pro­
extranjero fesión mecánica o agrícola para poder votar en el futuro. Estos criterios
de acceso al derecho de sufragio serán apenas aplicados: eljuramento cí­
C ondiciones de adquisición d e ia ciudadanía vico queda abandonado desde 1795, y las disposiciones previstas por la
autom ática Constitución del año lll no se aplicarán nunca. Pero el espíritu de estas
residir en Francia medidas subsiste en la concepción revolucionaria de la nacionalidad,
1) residir e n Francia
identificada de hecho con la de ciudadanía activa. Lo que es determinan­
2) prestar el juram ento cívico
1) residir en Francia desde hace cinco años
te es la implicación cívica y social de los individuos, y no su patrimonio
2) prestar el juram ento cívico genético o histórico.68 Es otra manera de declinar el universalismo a la
3) estar casado con una francesa o haber adquirido un inm ueble o haber fun­
francesa, cuyo sentido ilustrará la naturalización en 1792 de grandes figu­
dado un establecim iento agrícola o com ercial. ras extranjeras amigas de la libertad, como Paine o Cloots. El diputado
Lamourette podrá, significativamente, hablar en esta ocasión del “sen-
El derecho de suelo prevalece sobre el derecho de sangre para definir
la nacionalidad: el derecho de la revolución continúa en este punto la importantes, dar a un extranjero un acta de naturalización, sin otras condiciones que la de fijar
tradición del Antiguo Régimen.*'3 La adquisición de la nacionalidad su­ su dom icilio en Francia y prestar ahí el juramento cívico."
perpone de manera variable tres grados de implicación: pasiva (la resi­ 146 Esta dimensión de la implicación es introducida el 30 de abril de 1790 porTarget, a partir
dencia),64 política (el juramento)65 y activa (actividad económica o lazo d e una reflexión sobre la situación de las poblaciones fronterizas (véase A.P., t. XV, p. 340). La
lógica es la misma que para la atribución de cartas de naturalidad o cartas de burguesía bajo el
* Antiguo Régimen; su origen está igualmente ligado a consideraciones económicas. Véase la tesis
<!ej. IJoizet, Les lellres de naturalile sois VAncien litgime, París, 1948, La Constitución de 1793 (ar­
fi3 Remítase sobre este punto a la obra fundamental de M. Vanel. Histoire de la naiionalité tículo 4) preveía por su parte que la adopción de un niño o el encargarse de un anciano permitía
francaúc d'origine. Evnlulian hülarique de la noft'nn de/ranean tTarigm» du XVIe sítele au cade civil, acceder al ejercicio de los derechos de ciudadano francés.
París, 19-15. Consultar igualmente: L 'etranger, i. IX y X de Hecueils de la SocúttJean-Dodin, Bruse-' 67 Véase el artículo 14 d e la instrucción del 12 de agosto d e 1790; “1.a calidad tic ciudadano
las, 1958; C. Danjou, l-a candirían civil« d ’éiranger ilans les trois demiers síteles de la monarchie. Pa­ activo subsiste, pero su ejercicio está suspendido en tanto el ciudadano n o baya prestado el ju ­
rís. 1989; A Mathiez, l a rrvolution el les ¿frangen. Casmofmlilísme et déjense nationale, París, s.f. ramento cívico.”
(hacia 192(1). m En aquel entonces, los enfoques históricos tic ta nacionalidad son minoría. Un libera)
w Síeyés iba muy lejos en este sentido, va que vislumbraba que todo extranjero establecido com o Clermont-Tonerrc constituye la relativa excepción al escribir que "uno se apega a su patria
en el territorio nacional podía convertirse en ciudadano desde el m om ento en que hubiera sido por dos medios, la propiedad y la costumbre Si se es ciudadano por la posesión, que no esta­
“adoptado" por una comuna (véase A.P., t. vni. p. 2U5). rá prohibida, uno es aun más ciudadano por una larga residencia, por numerosas relaciones de
18 La Constitución de 1791 preveía que la prestación del.juramcnto podía bastar para los parentesco, por la herencia de consideración que ha recibido de sus padres" (CIcrmont-Tonne-
extranjeros. Véase el artículo 4 del título II; "El poder legislativo podrá, por consideraciones rrc, Analyse ratsnnnéet de la Corutitution frtmcmse, (¡Sumes completes, París, año ítl, t. (V, p. 267).
70 71
F i MOMENTO ltEV01.UCI0NAR.lo Kt, IMPERATIVO 1>E INCLUSIÓN

Limiento de comatiginru dadf¡¡osó/ica* que une a los filósofos extranjeros se erige en defensor de los judíos, el abate Grégoire pretende así com­
y a los revolucionarios franceses en su lucha contra el despotismo.® To­ batir todo Lo que los distingue, emprendiéndola violentamente, por
do está dicho, en esta fórmula audaz, sobre la confusión de la naciona­ ejemplo, contra el uso del yiddish. Tanto la derecha como la izquierda
lidad y la implicación política. __ ________ ________ se ponen de acuerdo para negar a losjudíos una existencia como cuerpo.
Este entrelazamiento de las nociones deman d a da nía y nacionalidad I u única perspecdva que se les abre es la de la asimilación. Clermont-
conduce a los cons tituy entes a dar un con tenido casi m ás sociológico que Tonnerre formulará en términos célebres esta concepción: “Hay que ne­
jurídico^ la nacionalidad. Lo vemos muy claramente en el momento en gar todo a los jvd tgsjo.ui o -nacian,_y otorgarles todo covm mdividws^Z^.E%
que se plantea la cuestión de la emancipación de los judíos.70 Incluso si necesario que no formen en el Estado ni un cuerpo político, ni un orden;
la situación civil de los judíos variaba según cada provincia al final del que sean individualmente ciudadanos.”73 Es además por ello que, en una
Antiguo Régimen, ellos no se consideraban ni franceses, ni pertenecien­ primera época, la situación de losjudíos portugueses queda disociada de
tes al reino, y tampoco como verdaderos extranjeros. El jurista Denisart la de los judíos del este,74 Su situación, es verdad, era diferente. Los ju ­
daba de ellos la siguiente definición en 1771: “Un judío no tiene pro­ díos bordeleses estaban bastante bien asimilados. Muchos de ellos ha­
piamente ningún domicilio, ni estado en el reino. Es, al igual que todos bían recibido a título personal cartas de naturalización y, en 1789, habían
los miembros de su nación, errante: no es ciudadano en ninguna parte, tomado parte de manera natural en las elecciones para los Estados Ge­
y aunque nazca francés, es extranjero eo, cada ciudad."71 Según los nerales, habiendo incluso uno de ellos, Gradis, estado a punto, por poco,
criterios de nacionalidad definidos por la revolución', los judíos estable­ de ser designado diputado. Losjudíos de Aisacid vivían, por el contrario,
cidos en el territorio debían ser considerados en adelante como france­ mucho más replegados en su comunidad, y estaban además excluidos
ses, sin discusión. Este reconocimiento estuvo lejos de adquirirse fácil­ de la vida civil (no podían, por ejemplo, ni comprar inmuebles, ni cultivar
mente, sin embargo. Si el problema se plantea desde el otoño de 1789, la tierra o emplear obreros agrícolas). Es entonces solamente haciendo
hay que esperar de hecho al 27 de septiembre de 1791 para que la Cons­ referencia a los “derechos adquiridos" de los primeros que la Asamblea
titución decrete la emancipación civil y política de los judíos, la vísp^ca_ Constituyente acepta en principio otorgar sólo a los judíos portugueses
de su separación. Los prejuicios tienen por cierto su parte en está larga y de Avignon el derecho al sufragio.75 Así, el debate filosófico nunca es
vacilación. Pero ellos no son los únicos a los que se cuestiona- verdaderamente tratado. La lógica globalmente emancipadora termina
La naturaleza de la identidad judía representa el fondo del problema por triunfar frente a los prejuicios remanentes, pero no es una concep­
para los constituyentes. La relación entre las diferentes facetas del he-_ - ción de la ciudadama y de la nacionalidad lo que se ve ilustrado y pro­
chojudío represen ta, a sus ojos, un enigma. Ellos sienten la necesidad de longado. El aplazamiento del debate que, en principio se decreta en di­
const ituirlo en problema global y tínico para captarlo, pero sólo logran ciembre de 1789, después de un primer intercambio de puntos de vista,
hacerlo de un modo que conduce a desconocer su esencia. Los partida­
rios más activos de la emancipación, como Grégoiret^Robespierre, redu­
d o n e s ("Vosotros no habéis querido, señores, dice, que las opiniones religiosas fueran un lílulo
cen asi esta identidad a su dimensión religiosa, y ta hacen entonces retro­ de exclusión para algunos ciudadanos y un título de admisión para otros”, A.P., t. X, p. 694), tiene
ceder a la esfera privada de la existencia social.72 Al misino tiempo que en m em e el caso de los protestantes, y n o está pensando fie ninguna manera en los judíos. Eso
demuestra hasta qué punto la "privatización" y la "reducción religiosa" d e la cuestión judia re­
09 Sesión del 24 de agosto de 1792 (A.P., t. Xl.vm, p. 089). presentaba ya un paso adelante para percibir su situación civil y política.
70 Remitirse a la colección de documentos La révalulian franfaise r.t l ’n navupaíion desjuifs, 1*A .P , t.elX.decreto
p. 756.del 28 de enero de 1790 que estipula que “todos los judíos conocidos bajo
Édhis, París, 1909. 8 vols. (reproduce todos los textos importantes publicados en Francia de '■* Véase
1787 a 1806 sobre la emancipación de losjudíos), y a ta síntesis de R. Badinier, Libres rtégmtx... el nombre de judíos portugueses, españoles, de Avignon, conunuarán gozando de los derechos
l'émancipatton
les dajwfs,
juijs, LafToni, París, 1789-1791,
1989. Fayard, París. 1989, y de P. Girard, I m révalttlian frantaise el d e que han gozado ltasta el presente —y en consecuencia gozarán d e los derechos de los ciu­
dadanos activos" (medida retomada en la instrucción del 12 de agosto de 1790).
71 Citado por M. Vanel, H istom ite Ui nalionahle francatse d. origine, of>. ciL, p. 6. 75 Véase el texto mismo del decreto citado aquí arriba. El 28 de enero de 1790, Le Chapeliei
72 Señalaremos, sin embargo, que cuando Uruncl de tatuque pide a la Asamblea, el 21 de argumenta a favor de los judíos bordeleses; “Sólo se trata d e conservar los derechos adquiridos"
diciembre de 1789, que se vote una moción contra la exclusión de los no católicos de ciertas i’un- (A.P., t. X!. p. 364),
72 73
El vouxjrrn nevo i.uaoNa mo F.l im p o l u tv o nit inclusión

traduce de hecho una perplejidad intelectual, así como prudencia polí­ 1793, nisiquiera en los momentos más exaltados de la Comuna de París.
tica. La resistencia a otorgard derecho de sufragio alosjudíos no se debe Los obreros que se alojan en pensiones amuebladas quedan así privados
tanto a una incertidumbre jurídicasobrc su nacionalidad, lo que confor­ de ciudadanía política, incluso cuando pueden jugar un papel muy activo
maba anteriormentee) tneollo del problema, como aun cuestionarmento en los clubes o las secciones. [Esta relación de la ciudadanía y el domicilió'1
sobre las condiciones de su integración civil y sohre la naturaleza de su continuará siendo fundamental en el siglo XIX. cuando siga obsesionan-
implicación social. Se podría decir en este sentido que es Incivilidad, tan­ do al cuerpo social el miedo secular a los vagabundos y a los individuos
to como Ja nacionalidad, lo que condiciona en profundidad la ciudada­ sin territorio.78 En ese sentido, el ciudadano nunca ha sido definido co­
nía política en Francia. mo el iadwdue-elector puro, sujetojurídico abstracto que detenta la na­
La condición establecida de un año de residencia en la ciudad o en el , cionalidad: siempre es un hombre implicado, arraigado, inscrito en el
cantón para el ejercicio d.el.doc^cho al voto define otra modalidad del im­ gran m o v T m i e o t Q .d e ja-interacción social.
perativo dé implicación <a-irial La exigencia de sedentarismo que mate- Quienes han contravenido las reglas de la vida social se ven por esta
rializa tiene por objetivo alejar de la ciudadanía activa a los vagabundos, razón excluidos del derecho al voto, En primer lugar la falta de respeto
a aquellos que no tienen ningún lazo fijo. Los vagabundos son "gente sin a la ley: las personas condenadas a ciertas penas son despojadas de sus
consentimiento’ , aquellosque, en elsentidodel derecho feudal, no acep­ derechos cívicos. La Constitución de 1791 es muy restrictiva a este res­
tan, no reconocena ningún soberano, no se establecen en ninguna parle pecto, ya que prevé que el simple hecho de estar acusado basta para ex­
y no redaman ninguna protección. Bajo d Antiguo Régimen, los bandi: cluir a un individuo del ejercicio de los derechos de ciudadano activo.73
dos, vagabundos y mendigos terminaron por constituir en el imaginario Después sigue el incumplimiento de los compromisos contractuales en
colectivo uña vasta y peligrosa población a la que había que mantener a i materia comercial: los que están en quiebra y los insolvente» que no lian
distancia.76 Es difícil dar una dfra precisa para delimitar los contornos presentado un recibo de sus acreedores quedan igualmente privados de
de esta masa de individuos marginales, en la frontera de la relación sa­ sus derechos políticos. La ciudadanía posee aquí una dimensiónjnQrab_
larial y la relación social, viviendo al día de pequeños trabajos o de echar el derecho de voto expresa la posibilidad de un contrato de confianza en­
mano de recursos extremos. Pero ella representa, sobre todo en las gran­ tre el indivjdúó y tá sociedacL80
des ciudades, una proporción nada desdeñable de las clases trabajado­ La condición más importante para el ejercicio al derecho de sufragio
ras.77 La condición de domicilio conduce así probablemente a sustraer es ladel pago del impuesto. El Comité de Constitución propone fijar el
del Cuerpo electoral a casi 15% de los hombres en edad de votar. Nin­ límite en urílriipúesto equivalente al precio de tres jornadas. En este
guna voz se eleva a la Asamblea Constituyente para inquietarse por ello. punto es donde las discusiones son más acaloradas. El abate Grégoire
Parece natural la exclusión de los individuos sin domicilio fijo, que vi­ abre fuego al agitar el espectro del surgimiento de una nueva aristocracia
ven en las pensiones amuebladas del centro de las ciudades o que circu­ de los ricos, al señalar que “para ser elector o elegible en un_a asamblea
lan en el campo, y las asambleas primarias no dudan en excluir de su seno primaria, basta con ser un buen ciudadano, tener un sano juicio y un
a las personas que no cumplen estrictamente con el criterio de domicilio. corazón francés".81 Por su parte, Robespien e critica el carácter arbitra-
El rechazo a los no-domiciliados no se cuestiona de nuevo en 1792 ni en
76 Véase sobre este pum o A. Karge, Vtvft dans la rite ti Parit au Xvillr sierte, Varis, l9 7 9 ,“No- \
V 7H Véase la tesis de J. Bardoux, Vtigabvnds et mmdianh tlevant la ¡ai, París, 1906. -
mudes et vagabonds". Cause Commune, mim. 2, 1975, y sobre iod o C. Paultre, La répresston de la 79 El Código Penal d e octubre de 179) cnmimcra las penas que c onducen a la degradación
mrrulicitl ti du vagaborutagr en Fronte sota ¡'Anden Régtme, París, 1906.
cívica.
**>Esta connotación moral de la ciudadanía permite comprender una proposición aparen­
77 Sobre este punto hay elemcn tos interesantes en la obra d e O. Htifton, The poorof nghlrrttlh
ceiUury brame, 17501789, Oxford, 1974, y en su articulo “Begging, vagraney, vagabondage an tem ente extraña: el abate Maury había propuesto, en diciembre de 1789, declarar inelegibles
ihe law: an asp en o f the problcm o f poverty in eightccnih century Francc”, F.uropean Studies a los comediantes y los verdugos (véanse a este respecto los debates del 23 y el 24 de diciembre
Hevifíu, núi». 2, 1972. Véase igualmente M. Vovelle, “Le proléuirial {lotiani á Marseille sons la de 1789), profesiones consideradas entonces por gran parte de la opinión pública com o intrín­
rcvolulion trantaisc", Annales de Dhnographie Húltintfue, 1968. La Rochcfour.iuld-Liancourt
secamente inmorales.
calcula, por su parte, en 1789, que los indigentes forman 13% de la población. ** 22 de octubre de 17¡V (A.P., i. IX. p. 479).
74 75
ÜL MOHENTO IC V U L D a O N A in o Et-ivTin.vtivn nt inclusión

rio del límite de tresjomadas para concluir que es imposible de Formular nunca con otorgar el derecho al sufragio a estas poblaciones flotantes,
un criterio fundado en la fortuna. <El comité había hecho entonces una ni siquiera en agosto de 1792.
proposición que se emparentaba con el establee imiento ele un sufragio Esto es lo que permite explicar que Los constituyentes apenas se preo­
censuario, aunque fuera moderado? Hay que cuidarse de una interpre­ cupen d el numero de ciudadanos pasivos. tncluso^reFrn^elevaao, al
tación semejante. La condición del impuesto es de la misma naturaleza párecerTdé Lo que imaginan los contemporáneos, la evaluación exacta de
que la del domicilio, en el espíritu del comité. Al introducir la discusión, este número no tiene consecuencias ñindamentales para comprender
Legrand señala: “El pago de un impuesto no debe exigirse en las asam­ las discusiones sobre la ciudadanía.34 Lo esencial es apreciar correcta­
bleas primarías como prueba de ciudadanía; la pobreza es un título, y mente la concepción de los criterios de exclusión que se forman los hom­
cualquiera que sea el impuesto, éste debe bastar para ejercer los dere­ bres de 1789, ya que no disponen de ningún medio estadístico confiable
chos del ciudadano.”82 Ese espíritu no es entonces el del voto censitario. para medir el impacto preciso de las medidas que promulgan. Está claro
Es por eso que la discusión fue relativamente breve, y las oposiciones que la distinción de Los activos y los pasivos no opera, a sus ojos, ningu­
moderadas en este punto. Por otra parte, no se pronunció ningún gran na segregación. La gran mayoría de los constituyentes imagina que la
discurso en esta ocasión. Este consenso relativo no tiene por qué sor­ igualdad política está lograda. Quienes alejan de las asambleas primarias
prender. Sólo un pequeño número de personas que ejercen un trabajo a la tercera parte de los ciudadanos hablan como si hubieran instituido
regular se ven de hecho excluidas del derecho al voto por este artículo. el sufragio universal. La irrupción masiva del tercer estado al centro de
En su monografía sobre la Sarthe, Paul Bois calculó, por ejemplo, que la ciudad hace pasar a un segtmdo plano las desigualdades subsistentes.
los muy pequeños contribuyentes, situados por debajo «leí nivel ele las La ampliación masiva de los derechos políticos es tal, que Michelet pa­
tres jomadas, no representaban más que de 2 a 3% de los hogares, o de rece creer, medio siglo más tarde, que el otorgamiento del derecho al
los hombres mayores de 25 años en el campo.83 No es entonces tanto el voto aúna multitud a menudo miserable no podía haber surgido sino de
nivel del censo, como la condición misma de impuesto lo que es discri- un cálculo de la derecha ¡que habría esperado controlar y manipular a
minador en este sistema. El principal contingente de pasivos quería así esas masas sin educación! Ni Pétion ni Robespierre emiten, por lo de-
constituido por mendigos, vagabundos que ejercen aquí o allá, según las TfíSs, una prOieSIáTnmediata. tan lejanas les parecen las poblaciones
estaciones y las oportunidades, tareas de peón agrícola. Son las cUses apartadas del derecho al sufragio. “Se diría —señala Jaurés, cuyo análisis
inestables y marginales, y no los campesinos, obreros o artesanos —ipclu- sobre esta cuestión es muy fuerte—que incluso para ios más demócratas,
so modestos—los que quedan apartados. Y nadie soñó verdaderamente esta especie de nación inferior que vegeta por debajo de la clase hurgue
sa y de la clase de los artesanos acomodados, no es una realidad vivien­
BIi 20 ile octubre tic 1 7 t. IX. p.469). Hay que señalar tjuc los impuestos considerados te. ”8r' No tendría ningún sentido comprender la relación de los activos
para el edículo de las tresjornadas se aplicaban de igual manera a lux usufructuarios o a los loca­ y los pasivos como el enfrentamiento de dos clases, al arrogarse la bur­
tarios, que a los propietarios de tierras o inmobiliarios. Q uienes nu^tenían propiedad debían guesía los derechos políticos que negara al proíetariado.Hay una masa
pagar el impuesto de tres días si su salario era superior al nivel lijado por tas autoridades locales
com o rcprcxcntaUvi >del salario m edio. Los vigésimos, la talla, la capitación y el impuesto por
suficiente de gente de muy baja condición entre los electores de primer
contratar faenas eran Lomados en cuenta: todaslas categorías quedaban igualmente contempladas. grado, para que nadie imagine que los criterios de acceso a las asambleas
Véanse en este punto las precisiones aportadas por la instrucción del 8 de enero de 1790. primarias introduzcan una bañera entre los ricos y los pobres. “Había
__ _ Vcase Paul Bois. el capítulo “Les citoyens passil's dans les campagncs" de su obra Paysans
de VOuest. Des structures économiques et sociales aux ofiticms potinques itepuis l'¿puche révolutiannaire
dans la Sarthe. Le Mam, 1900. Otras indicaciones parciales confirman esta constatación. Asi,
es difícil seguir el análisis de J. K. Suraueau, cuando calcula en 2 700 000 el núm ero total de 84 Para una síntesis reciente sobre el problema del número de ciudadanos pasivos, véase la
hombres excluidos del derecho al voto por la condición ccnsitaria (por ejemplo, su articulo tesis d e Hauice Gueniffey, La réuolution ¡ranfaise el tes ¿lecturas. Suffrage, participation et ilections
“Sociologie élcctorale de la révohttion francaise", Anuales ESC, mayojunio de 1958). Esta cifra frmdanl la périnde amstitulionelle (1790-17921, EHESS, París, 1989,2 vols. (próxima a aparecer en
es exagerada; sobre ti alo representa un cálculo global del número de ciudadanos pasivos. Ahora las ediciones d e la EHKSS), GucnitTcy ralcula que los pasivos representaban cerca de 40% de la
bien, es la condición de domicilio, más que la de im puesto (a la que de hecho remite el monto población en edad de votar (mientras que la tasa com únm ente admitida era de un tercio).
de tres jomadas), la que tiene un fuerte efecto de sustracción. "t’J. Ja u rfc s, ¡disidirt socialiste de la révatulion fran^atse, París, s.f., t. I, p. 887.
76 77
El momento levouicion/nuo E i lurau-irvo de inclusión

suficientes pobres entre los 4 000 DUOde electores, para que la pobreza de vosotros y nos asesta una muerte civil, es un verdadero fratricidio [...]
no se sintiera en absoluto excluida”, resumejusLamenteJeanJaurés.86*Es Nos habéis expulsado sin razón de la sociedad; nos habéis lachado del
eso además loque permite entender por qué la expresión precisa de “su­ contrato social."*'* Su violenta protesta no adquirirá sentido sino más tar­
fragio universal "no se empleó nunca en este periodo.To ruada en su sen­ de, cuando la movilización contra el enemigo radicalice la implicación
tido literal m ás re smugido (sufragio de todos 1os adul tos in asculinos), no patriótica de los individuos, modificando la percepción del término de
es ni siquiera concebibleen 1789. La revolución, ciertamente, ha reinte­ “ciudadano pasivo". De una manera más amplia, son los acontecimientos
grado al pueblo al centro de la nación, pero sus márgenes siguen siendo los que acarrean una modificación del sentido de la ciudadanía. Lejos de
borrosos y dejan a toda una parte de la población en una especie de es­ estar simbolizada por la participación en las asambleas primarias, pro-
tatuto intermedio entre el ciudadano moderno y el antiguo populacho. gresi varo ente ésta aparece caracterizada, sobre todo, por la participación
Las condiciones de formulación de los derechos políticos y las represen­ en ia acción revolucionaria o en la defensa de la patria. “Los verdaderos
taciones de lo social quedan así completamente en trelacadas durante la ciudadanos activos son los que tomaron la Bastilla”, se dice a menudo en
revolución. Los ciudadanos pasivos son apartados de los derechos polí­ esLe espíritu, retomando una célebre fórmula de Camille Desmoulins. Es
ticos sólo porque se les considera en cierto modo tomo exteriores a la en aquel contexto que los términos de “ciudadanos activos” y “ciudada­
sociedad civil, situados en la imprecisión de su periferia La línea de se­ nos pasivos" quedan desterrados por el decreto del 11 de agosto de 1792.
paración entre un interior y un exterior está lejos de percibirse siempre Pero no hay que sobrestimar el sentido de esta medida de orden semán­
claramente, son tantos los factores antropológicos y culturales que vie­ tico, que tiene un alcance esencialmente simbólico, derivado de dificul­
nen a empañar y complicar el criterio simple de la nacionalidad. La len­ tades prácticas. La frontera de lo social no se comprende por ello de otra
gua del derecho, por naturaleza precisa y clasificadora, hace resurgir de manera. Si por el decreto del 11 de agosto es abolida la condición de
modo muy agudo la fluctuación de las categorías sociológicas de los hom­ censo, al mismo tiempo que baja a 21 años la edad para votar, de hecho
bres de 1789. Pero eso es, a cambio, lo que permite comprender que sigue estipulando que sólo los individuos que dispongan de ingresos su­
apenas hayan huscado profundizarjurídicamente en el concepto político ficientes para ser censados entre los que “viven del producto de su tra­
de ciudadaníafLa imprecisión jurídica con que se conforman (los dife­ bajo” podrán votar. Eso vuelve de hecho a mantener la exclusión de los
rentes sentidovocl término “ciudadano" —el nacional, el elector, el hom­ no contribuyentes, incluso si ya no se emplea la expresión de “ciudada­
bre implicado—, que no están nunca claramentejerarquizados, por ejem­ nos pasivos” para designarlos.
plo) encuentra su origen en la indeterminación de sus representaciones No es el principio sino su aplicación lo que constituye el verdadero
sociales, mucho más que en una ausencia de voluntad política^ problema. Desde el mes de enero de 1790 llegan a la Asamblea las recla­
Las protestas de abajo contra la situación de los pasivos son, lógica­ maciones y estallan disturbios en algunas ciudades a propósito de la fija­
mente, poco numerosas. De 1789 a 1792, no hay movimiento social o ción del precio de la jom ada de trabajo. Efectivamente, se manifiestan
reivindicación colectiva que se organice en tomo a esto cuestión. L’Auge diferencias importantes. Ciertas municipalidades lo han fijado a diez
se encuentra relativamente aislado cuando publica a comienzos de 1790 sous9uy otros a cincuenta. Por otra parte, el sistema fiscal está lejos de ser
su folleto Plainles et représenlation d ’un citoyen décrélé passif, aux ciloyens unifórme. En provincias como Artois, se pagan pocas contribuciones di­
décrétés actifsfi1 Él lanza ahí una larga recriminación contra la división so­ rectas, convirtiéndose la talla y la capitación en impuestos indirectos. En
cial que confirma, a sus ojos, el concepto de ciudadano pasivo. “Transfor- otras, por el contrario, la fiscaltdad permite una mayor presencia para los
mar fa los hombres] en esclavos o en ciudadanos pasivos, es lo mismo", impuestos directos. Ambos elementos se conjugan para engendrar una
escribe.88 "El decreto que nos excluye de las asambleas, que nos separa desigualdad de hecho. Se puede ser elector en Rouen y no serlo en París.

86 lbuL, p. 399.
Z 2 lirpa 5° Lyon' 1790 (reproducción Édhi», París. iu<¿7). p. 5. K f/éuí. p.14*--
90 M oneda d e cinco centavos. |N. de la r.)
79

78 E l NOW1 NTO « E V O L U aoW K .lt»


El momento central de la discusión sobre Las cualidades requeridas
para el ejercicio de lus derechos de ciudadano activo sigue siendo el de
Es significativo constatarque, oponiéndose al principio mismo del censo la discusión sobree) marco de plata. Podemos recordar muy brevemente
—“no es en absoluto el impuesto lo que nos hace ciudadanos’'—, Robes- sus términos. Eiproyecto del Comké de Constitución prevé una elección
pierre critica sobre todo la desigualdad que resulta de la descentraliza en tres grados.- En la base, en las asambleas primarias, los ciudadanos
ción del procedimiento de fijación del precio déla jomada de trabajo activos elegían a los electores del segundo grado, encargados a su vez de
En el fondo, se conforma en este punto con pedir una suspensión tem­ elegir a los diputados. Además de las condiciones exigidas para ser ciu­
poral de la condición. “La ejecución de disposiciones que conciernen a dadano activo, el Comité impone a los electores que paguen una contri­
la naturaleza y a la cuota de la contribución requerida como condición bución equivalente a diez días de trabajo. Los elegibles, es decir aquellos
de la calidad de ciudadano, propone, será diferida hasla la época en que que pueden ser elegidos diputados, deben por su parte pagar una contri-
la Asamblea haya reformado el sistema actual de impuestos, y combina- | bu ción de un marco de plata.91 La Asamblea acepta estas proposiciones
fio las relaciones que se deben establecer con el ejercicio de los derechos I en octubre.de Lv89, endureciendo fes condiciones de elegibilidad,"aña-
políticos."91 l a Asamblea, porsu parte, fijará en 20 .touvd precio máximo I diendt >a 1acondición del marco de plata la obligación de poseeer un bien
de la jomada de trabajo (decreto del 15 de enero de 1790), con el fin de l inmueble. Concepción progresiva de las condiciones puestas al ejercicio
reducir las disparidades. ¿Cómo explicar que este problema de aplica­ deüiferentes niveles de los derechos políücos, que terminan de hecho
ción haya parecido crear más injusticias que el principio mismo de la distribuyendo fes «iosprincipales figuras del ciudadano en una niisma~
contribución?9^ o c a m o s aquí el centro de la concepción que se hacen escala: en láháse, el individuo-ciuclauano del que esta cerca el ciudadano
los constituyentestie la igualdad. Excluyen sin inmutarse a 800 000 sir­ activo, a pesar de su ambigüedad; en la cima, el ciudadano propietario,
vientes del derecho de voto, pero se inquietan porque las disparidades prácticamente identificado con el elegible. No es la condición de propie­
locales puedan impedir a una cantidad diez veces menor de individuos dad, sino la del marco de plata la que produce más protestas. Dos temas
convertirse en ciudadanos activos. La tazón de esta posición es fácil de canalizan las críticas a la Asamblea. Se critica en principio el hecho de que
comprénde te la exclusión de grupos sociales, de edades o de un sexo, se aleje de la Asamblea Naciqnai-a-dos tercios de los ciudadanos, crean­
produceunaaesigualdad equivalente, objetiva, que se supone fundada do así una nueva aristocracia. Loustalot ke enfurece en Les révolutions de
en la naturaleza de las cosas: todos los individuos aludidos son iguales en París: “La aristocracia pura dé los ricos se ha establecido sin pudor.’’9r'
la exclusión. La desigualdad, incluso mucho más reducida, es por el Tema a la vez vagó y Tuértemente movilizador. Combate político contra
contrario insoportable si toca una relación social o una relación simbó­ lá aristocracia, mucho más quecqntra la monarquía, la revolución ve su
lica! misión simbolizada por la erradicación delódo Iocjue recuérd áaeste ter-~
mino in f a jn tT l^ ^ denuncia la sustitución del principio de
la confianza por el marco de plata. “Ya que habéis depurado vuestras
Discurso d d 25 de enero de 1790 (A.P., t. XI. p. 319). Robespicrre pronuncia en esta oca­
sión su primer gran discurso en la Constituyente.
** Hay t|ue señalar que el com ité de Constitución, ante los problemas suscitados por la con­ ‘•WEn una primera época, se había contemplado incluso un sistema d e tres grados: en el pri­
dición de censo, habla propuesto, el 3 de diciembre de 1789, que el pago de un tributo cívico igual mer grado, las asambleas d e cant«»n, que enviaban a la asamblea d e distrito un elector por cada
al valor de la contribución directa demandada pudiera permitir la inscripción en las listas de ciu­ 200 activos; en el segundo grado, las asambleas d e distrito que nombraban los electores para
dadanos activos (véase Buche/, y Roux, Histoireparlinncnlahe dr lu révolutionfranftiise, l’aris, 1834- la asamblea tic departamento, siendo elegidos los diputados del cuerpo legislativo por estas
1838. 40 vols. —abreviado desde ahora com o Buchez y Roux—, t. til, pp. 438-439). Él deseaba :tsambleas departamentales (limitadas a 81 miembros). En el primer grado, 4 4 0 0 000 ciuda­
«Lsi manifestar que el interés por la cosa pública, ligado de ordinario al estado social de las per­ danos activos: en el segundo, alrededor de 22 000 miembros d e las asambleas d e distrito; y fi­
sonas, podía también provenir de una gestión voluntaríais del individuo, l a propuesta fue re­ nalmente los 6 51»1 miembros d e las 83 asambleas departamentales. Este esquema será d e hecho
chazada por temor a los riesgos de manipulación que podía engendrar (que una persona pagara
por otras). Pero se notará que el hecho «te proponer com o equivalente el pago «le un tributo ,>l El marco
retomado e n la de plata e«|uivatia
Constitución del a alrededor
año vil). de 50 libras de plata, es decir, 5 0 jom adas de Lia-
cívico modificaba la significación de la condición de censo: la ofrenda voluntaria al Estado de
un tributo obedece a la misma lógica que la entrega de sil vida que el ciudadano soldado está bajo a Citado
20 reits.e n Buchez y Roux, op. cu., t ltl, p. 430.
dispuesto a hacer. En sus Obsavatiaru .tur Ir rapport du comité (ir Constitvtion, op. rit., del 2 de oc­
tubre de 1789 Sieyés se había mostrado favorable al principio del tributo voluntario.

»
80 81
tL MOMENTO í-EVnUICION.'MtK El imperativo de inclusión

asambleas primarias, dice así Pétion de Villeneu ve, ya que habéis deter­ numéricamente, ya que está previsto nombrar a un elector a razón de 100
minado quiénes pueden ser electores, ya que los habéis juzgado capa­ ciudadanos activos. El acuerdo casi general de la Asamblea se logra sin
ces de hace runa bu enaelección,os preguntosi debéis poner trabasaesta embargo con base en este sistema.
elección |.„] yo digo que se dehe dejar a la confianza la elección de la ¿Por qué la oposición, finalmente victoriosa, al marco de plata j|to se
virtud.""Dupont de Nemours explica, por su parle: *La única cualidad reprodujo cuando las condiciones restrictivas se desplazaron hacia el
necesaria para ser elegible debe ser la de parecer, ante los electores, elector? Hay dos respuestas a esta pregunta. La primera reside en el he­
capaz de llevar a cabo sus asuntos [...J. Yo pienso, y siempre lo he pen­ cho de que no hay casi ningún constituyente para rechazar el carácter
sado, que la capacidad debía bastar y que, para ser elegido, no hacía falta depurador de una elección en dos grados. Parece normal que un crite­
más que ser escogido.'91 Numerosos oradores se rebelan contra el hecho rio de depuración cualitativa del Cuerpo electoral acompañe el trabajo
fie que Rousseau o Mablvno hayan podido ser nombrados representan­ de tratamiento cuantitativo de! número. La segunda se relaciona con la
tes por la condición del marco de plata. A pesar de esas crílicas, el decreto posición intermedia del elector. Este aparece como un simple operador
del 22 de diciembre de 1789 sobre la constitución de las asambleas pri­ en el proceso electoral, y en esta medida no es portador de ninguna carga
marias sostiene el marco de plata. Los argumentos contrarios habían simbólica,100lo que no es el caso del ciudadano activo o fiel elegible. Bar-
calado, sin embargo. Esto se compruebael L1 de agosto de 1791, durante
nave lo explica con mucha claridad:
la revisión definitiva de la Constitución. En efecto, Thouret, que hace el
papel de relator, propone de entrada suprimir el marco de plata, po­ La satisfacción radica menos en el gozo electivo del derecho que en (a posesión
niendo condiciones más estrictas a los electores del segundo grado. “La- del derecho [...]. Yo m e pregunto si la carrera que vosotros abrís a lo s ciudadanos
rece indudable, señala en su informe introductorio, que cumplimos me­ al suprimir el marco d e plata, haciendo así posible para todos el acceso a la le­
jo r con nuestro objeto si trasladamos la garantía a los propios electores, gislatura. no les imprime un carácter mayor, no los pondrá en el mismo nivel que
ya que asegurando la buena composición de los cuerpos electorales, a sus conciudadanos, no tiende más que ninguna otra a borrar en Francia esta
distinción de clase que se nos reprocha, no está realmente en el principio de la
tenemos la combinación más favorable para las buenas elecciones [...]. igualdad, ya que en su condición cada uno se vuelve capaz de representar a la na­
Es en los electores en quienes reposa la base más esencial de la seguridad
de la cosa pública."98 ción entera.101
La Constitución prevé finalmente que todos los ciudadanos activos, La igualdad simbólica, p la igualdad formal si se quiere,juega un papel
sin ninguna distinción de estado, profesión o contribución, podrán ser esencial, como lo subraya BarnaveyLa finalidad de la igualdad es también
elegidos como representantes de la nación. Pero impone a cambio una la de abrir posibilidades, o nías bien la de no poner ningún límite a la ima­
condición de propiedad bastante severa para ser nombrado elector de ginación de cada uno. “Ya que convenimos en que no es en la realidad,
segundo grafio." El acceso a la posición de elector está además limitado sino en la opinión donde los inconvenientes se encuentran, yo pregunto
t si la disposición que establecemos no hace mucho más por la opinión, de
lo que le puede quitar la disposición que cambiamos."102
96 Discurso del 29 de octubre de 1789 [A.P., t. IX. p. 598). Rabaut Saint-Etienne habla de "igualdad de los afectos"103 para ca­
« IbitL, p. 597.
*•* Discurso ríe) 11 de agosto de 1791 {A.P., i. XXIX. p. 357).
racterizar el trabajo del imaginario social éñsuinform e sobre las dest­
99 La Constitución estipula que es necesario, para ser elector en las ciudades tic más de 6 000
habitantes, ser propietario o usufructuario de un bien evaluado en los registros de contribución ino P oco importa, señalan por ejemplo varios oradores, que Rousseau no haya tenido lina
en un ingreso igual al valor Unid de 200jom adas de trabajo, o ser locatario de una habitación
propiedad suficiente para ser elector, desde el m om ento en que habría podido ser nombrado
evaluada, en los mismos registros, en un ingreso igual al valor de 150 jomadas de trabajo. (Estas
cifras se reducen a 150 y a 100 jornadas d e trabajo pata las ciudades de menos de 6 000 habi­ representante.
lol Discurso del 11 de agosto d e 1791 (A.P., i. XXIX, p. 3B8).
tantes.) l’ara ser elector en el campo, hay que ser propietario o usufructuario de un bien del mis­ Iu- IbitL Bainave hace aquí referencia a los temores de ciertos miembros de la Asamblea que
m o valor que en las ciudades pequeñas, o bien sel'granjero o aparcero de bienes valuados al valoi temían que la supresión del inarco de plata hiciera desaparecer un elem ento de estimulo social.
de 400 jornadas de trabajo.
*•** Citado por M. G auchee La rhiniutton des droits tic t'hvmme, Callimard, París. 1989, p. 212.
82 83
E.LlMTX«JVt1VO DE INCLUSIÓN
E l MOMENTO «KVOI.UaO.AIUO

gualdades de hecho. “Al hombre ordinario —dice por su parte Pétion de lid,id transpuesta, no reproduce nada: anticipa . por el contrario, el futu­
Villeneuve—le gusta encontrarse situado entre sus conciudadanos de to­ ro de La sociedad moderna devolviéndola a su esencia. El ciudadano es
das las profesiones; sí encuentra a uno de aquellos senes en el cual, por el individuo abstracto, que está a la vez más allá y más acá de todas las
sus riquezas, en o tras circunstancias de la vida apenas ven al ciudadano, ] determinaciones económicas, sociales o culturales que lo hacen rico o
le gusta acercarse a él porque sabe que este hombre un tendrá hacia él Ipobre, i ntehgente o retrásádoréffigllra como el hombre ig u a l 105La Asam­
el mismo desdén que afecta el curso ordinario de la vida. Es allí, en esas blea primaria es el lugar donde se manifiesta esta abstracción, dándole,
asambleas, donde todos los hombres se acercan más, donde la igual­ por un breve momento, una forma sensible. El ejercicio del derecho al
dad se respira, donde los hombres de todas las profesiones, sobre todo voto, en este marco excepcional que anula todo lo que hace a la consis­
aquellos que no son ricos, aman encontrarse.”104 Pronunciados el 1Lde tencia de las relaciones de la sociedad civil; es de orden casi sacramental.
agosto de 1791, en el debate sobre las condiciones de ejercido de los Celébralo que es, aTmiísmo tiempo, invisible y fundador: el misterio de
derechos de ciudadano activo que preceden la redacción definitiva del la igualdad. El derecho al voto, entendido de esta manera, no puede en­
texto de la Constitución, estas palabras remiten a una dimensión simbóli­ tonces entenderse en términos de un derecho real o formal. Es, más allá
ca de la ciudadanía, constantemente presente durante la revolución, que de esta distinción, el signo activo del trabajo de lo abstracto en lo con­
sitúa la cuestión del derecho de voto en un plaño muy particular. Si bien creto lo que opera uña idea de igualdad en la sociedad moderna. Sig­
el ciudadano propietario y la Guardia Nacional, como veremos, repre­ no activo que es, en su manera epifánica, productor de lazos sociales. La
sentan dos modos distintos de implicación política, describen en efecto atracción misma que ejerce el término “ciudadano” durante la revolu­
un mismo tipo de reladón entre lo privado y lo público, fundada en la ción traduce, de manera a menudo confusa ciertamente, esta dimensión
presuposición de una adecuación de objetivos éntrelos intereses de los in­ simbólica. La conquista de los derechos cívicos no tiene entonces sólo un
dividuos y la razón de ser de un gobierno. La esfera de lo político no hace alcance constitucional. Tiene también una dimensión moral que está
sino prolongar, en una perspectiva puramente instrumental, los datos presente claramente, de manera muy fuerte, en la voz de los peticiona­
inmediatos de la sociedad civil: ésta tiene la finalidad de proteger y con­ rios. “Sí que hemos cambiado”, señalan por ejemplo los nuevos electores
solidar lo que ya existe de manera independiente; no crea nada propia­ de Hérault, al dirigirse a la Asamblea Nacional,101’ En los votos de la
mente dicho. A lo más puede tener la función de corregir ciertas ten­ Asamblea dirigidos en abril de 1790 a los niños de Charonville, en Bauce,
dencias espontáneas de la sociedad. Pero esta intervención está entonces en ocasión de su primera comunión, se leen, después del juramento de
siempre relacionada cotí una estructura preexistente de la sociedad que la Constitución y del homenaje a la Asamblea, estas fórmulas: “Son las
se trata de preservar o reencontrar. Las nociones de ciudadano propie­ premisas de la gloriosa calillad de ciudadano las que debemos a vuestros
tario y de Guardia Nacional presuponen que los lazos sociales son ante­ trabajos y vuestras virtudes [...], nos hemos vuelto parecidos a vosotros, miem­
riores a todas las manifestaciones políticas del hecho de vivir juntos. Lo bros del cuerpo augusto de los ciudadanos cristianos."107 La idea de ciu­
político no hace sino constituir formalmente a la sotiedad, es decir, es­ dadanía se acompaña aquí de un reconocimiento de dignidad. “Nada
tablecerla en una situación legal; no la instituye de ninguna manera. La honra más lajusticia del legislador —dicen en la misma época los peticio-
noción política de ciudadanía se deriva en este caso de una economía (el
sistema de mercado), de una sociología (el propietáriójo d e tma historia 1,15 Es por tura parte muy significativa constatar <|iic no disponem os de ninguna imagen que
muestre una asamblea primaría o una asamblea electoral deliberando, mientras que miles de
y una geografía (el hecho nacional). El ejercicio del derecho al sufragio grabados hati celebrado ta igualdad entre los ciudadanos. Este desequilibrio iconográfico atesti­
no es sino la consecuencia o la traducción de situaciones históricas y so­ gua con mucha fuerza la preeminencia de la dim ensión simbólica de la ciudadanía (igualdad e
ciales determinadas. inclusión) sobre su dimensión institucional (la participación electoral). El ejercicio del derecho
Muy distinto es el enfoque simbólico de la ciudadanía que sugieren los al voto no se percibe, por otro lado, com o un m edio importante de la acción política, en compa­
señalamientos de Pétion de Villeneuve. La ciudadanía no es ahí una cua- ración con la presión de la ralle o de los clubes.
l(Ki Citada por J. Bcün, La tugiqufii'une itlér forcé, l'itUe ti 'une milité social*pendanl larñmtution
franfaise, París, p. 459.
l<H U¡5tUr,° del 11 de «8°»“ «fe 1791 {A.P., i. xxix. p. 358). M f b i d , p.4(iO.
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El womento renquiciomakio El. IMPERATIVO l) t INCLUSION

nanos—que esta voluntad que él ha impreso particularmente en La ley de Es por ello que las referencias a la propiedad no deben ser mal enten­
librara todo ciudadano del desprecio con que lo man tenia degradado la didas. Cuando los hombres de 1789 celebran la propiedad como funda­
insolencia de nuestras vigas insiitucionesv el admitirlo ai noble título de mento del orden social, no se apegan de ninguna manera al modelo po­
actividad que lo ha hecho concurrir a la elección de los representantes lítico del ciudadano propietario que teorizan los reformadores del siglo
de la ciudadanía.”' 1*8 XVIII. Ya sea que se refieran simplemente a la noción de individuo propie­
F.l ceremonial que Mirabeau imagina para proceder a la inscripción tario elaborada por Locke, ya sea que apelen mucho más banalmente al
solemne de los hombres de 21 años en el cuadra de los ciudadanos ilus­ propietario-hombre de orden, como es muy claramente el caso en el dis­
tra también ese caráctcrsimbólico. “En estas ceremonias patrióticas,y en curso de los fuidenses.112Para estos últimos, la calidad de propietario no
consecuencia religiosas—dice—[...] todo hablará de igualdad; todas las define ya solamente una posición económica, sino que integra todo un
distinciones se borrarán ante el carácter de ciudadano.’110,1El ciudadano, sistema de garantías sociales y morales. El punto de vista de Barnave tra­
como bien lia visto Claude Lefort,110queda referido aquí a una especie duce bien este enfoque “totalizante" de la propiedad, indisociablemente
de punto cero de la socialidad, que sirve de impulso al desarrollo de la económico, moral, social y político. Él lo explica muy claramente en 1791.
irlea igualitaria. Tres ventajas, dice, deben encontrarse en las asambleas electorales:
Incluso cuando prevén y justifican las condiciones restrictivas para el
ejercicio del derecho al sufragio, los constituyentes se inscriben en la P rim er a m e n te, luces; e s im p o sib le d e n e g a r q u e , n o e n lo q u e r esp e cta a u n in d i­
vid u o ,-sin o a u n a r e u n ió n d e h o m b r e s, u n a cie rta fo rtu n a , u n a c o n tr ib u c ió n d e te r ­
perspectiva de un verdadero universalismo de la ciudadanía. Esperan m in a d a e s , h asta c ie r to p u n to , la p ren d a d e u n a e d u c a c ió n m á s cu id a d a y d e lu c es
que la historia nueva que inauguran lleve a cabo de manera estable y regu­ m á s e x ten d id a s; la se g u n d a garantía s e e n c u e n tr a e n c l interés p o r la cosa pública
lar lo que la tormenta de las circunstancias permite manifestar simbóli­ p o r p ai te d e a q u el a q u iett la so c ie d a d h a e n c a rg a d o q u e elija p o r ella; e s e v id e n te
camente. La indeterminación de su concepción de la ciudadanía termina q u e é s te será m ayor c u a q u el q u e te n g a u n in te r é s particu lar m á s c o n sid e r a b le q u e
por ser para ellos más que el simple reflejo de una contradicción de la d e fe n d e r ; fin a lm en te, la ú ltim a garan tía e stá e n la independencia de fortu n a q u e ,
época, entre el tiempo engañosoy simpliflcador del torbellino revolucio­ c o lo c a n d o al in d iv id u o p o r e n c im a d e la n e c e sid a d , lo su strae m ás o m e n o s d e lo s
nario y el tiempo liso y transparente del mundo nuevo. El progreso de m e d io s d e c o rr u p ció n q u e p u e d e n se r e m p le a d o s para se d u c ir lo .113
la civilización permitirá, se piensa, bajar la edad de la mayoría, suprimir
a los pobres y a los no domiciliados y, por lo tanto, unlversalizar la figura ¿Dónde encontrar estas tres prendas? No en la antigua clase superior,
del ciudadano activo. Desmeunier señala así, en octubre de 1789, que "la que manifiesta demasiado a menudo “un interés particular de ambición,
exclusión de los pobres, de que tanto se ha hablado, es sólo accidental; separado del interés público”, ni en la dase de aquellos que, “obligados
ésta se convertirá en objeto de imitación para los artesanos, y será todavía inmediatamente y sin cesar, por ia nulidad de su fortuna, a trabajar para
menor la ventaja que la administración pueda obtener de ella”. " 1Nume­ sus necesidades, no pueden adquirir ninguna de las luces necesarias para
rosos oradores hablan en este sentido, ya sea en ocKtbre de 1789 o en realizar las elecciones, no tienen un interés lo suficientemente fuerte por
agosto de 1791, durante la revisión constitucional. la conservación del orden social existente". De ahí el llamado de Barnave
A pesar de la fluctuación sociológica en que se inserta, la filosofía del a las ciases medias, que deben constituir el centro de gravedad político
sufragio que se expresa durante la revolución no es en esencia censitaria. del gobierno representativo en Francia. Si la posesión de una propiedad
sigue representando una garantía de apego personal ai interés general, en
liad., p. i:í7.
^ Discurso del 28 de octubre d e 1789 (A.P., t. IX, ]>. 59(>). l a reflexión sobre la inscripción
cívica cumu ceremonia de la inserción social se inscribe en la perspectiva individualista d e la 1•'* Nombre dado en 1791 a los moderados, o constitucionales, cuyo club se reunía en un
inclusión del individuo en la sociedad. Las grandes fiestas revolucionarias celebrarán, por el antiguo convento de la orden de San Bernardo. [N. dclaT.J Véase G. Michon, Essai surl'hislatre
contrario, esencialm ente al pueblo com o sujeto colectivo de la soberanía, rfu partífeuillant. Adrum íhipart, París, 1924.
l tn v éase Cl. Lefort, L 'mvmtion démacratique, Fayard, Varis, 1981. "S Barnave, A.P., l. XXIX. p. S66 (discurso tlel 1 1 de agosto de 1791 sobre las condiciones
111 Discurso de Desmeunier, A.P., t. IX, p. 479. para el ejercicio de los derechos d e ciudadano activo).
87
86 E l mom tv ro uevo lcc k >n \w o E l IMVf.RAlIVO DE INCLUSIÓN

Barnave ésta adquiere un sentido mucho más ampLio, potenc ¡ajínente La noción de Guardia Nacional tiene su origen en la antigua tradición
disociable de su fundamento jurídico y económico. El propietario se con­ de las milicias burguesas que tomaban a su cargo asegurar el manteni­
vierte en el burgués, el hombre amante del orden y la conservación. miento del orden público en una época en laque las fuerzas permanentes
de policía estaban apenas desarrolladas. En 1775, Le Mercier de l a Revie­
D e sd e q u e, p o r u ñ a c o m u la c ió n e jia b lc cid a , lúa d e r ec h o s d e cada 11x10 q u e d a n re­ re es el primero en utilizar la expresión. Él expresa sus votos por una guar­
g la m e n ta d o s y g a r a n tia a d a í —d ic e B a m a v c —, e n to n c e s tío lia v tn ás q u e u n m ism o dia nacional “compuesta principalmente de todos aquellos que, al po­
in te r é s para lo s h o m b r e s q u e viven d e su s p r o p ie d a d e s y p a r a q u ic n e s v iv en d e u n seer los bienes raíces de la nación, han reconocido que sus verdaderos
trab ajo h o n e sto ; e n to n c e s 110 hay e n la so c ied a d m á s q u e d o s in te re se s q u e s e intereses personales están ligados de manera inseparable al interés co­
o p o n e n : e l in te ré s d e q u ie n e s d e se a n co n se r v a r el e sta d o d e c o s a s e x is te n te , p o r­
mún de ésta”.115 La Guardia Nacional no es así sino el ciudadano propie­
q u e v e n e l b ie n e sta r ju n to con la p ro p ied a d , la e x istc r ic ia c o ii e l tra b a jo ,y el in te r é s
d e a q u ello s q u e q u ie r e n cam b iar e l e sta d o d e c o sa s e x is te n te p o r q u e n o hay m is
tario que ha tomado conciencia de sí mismo, no es más que su doble.
r ec u r so s p ara ello* s in o e n tin a a ltern a n va d e r ev o lu c ió n , p o r q u e s o n s e r e s q u e e n ­ Cuando se formó la Guardia Nacional, el 13 de julio de 1789, a petición
g o r d a n y c re c e n , p o r a sí d e c ir lo , e n lo s p rob lem as, c o m o los in se c to s e n la c o ­ de la .Asamblea Nacional, inquieta por ver multiplicarse los disturbios en
r r u p c ió n .11''
París, y temiendo a las tropas estacionadas cerca del lugar de sus sesio­
nes, las cosas no estaban tan claras. Esta creación, autorizada por el rey,
Es un punto de vista de clase, llanamente burgués, el que expresa Bar- corresponde a un objetivo inmediato de mantenimiento del orden. El
nave, y no una torna de posición de principio sobre la esencia de la ciu­ rec lutainiento se opera de manera anárquica, sin principios claramente
dadanía. La historia social, lo vemos muy claramente en este caso, queda definidos. Se trata del enrolamiento de las buenas voluntades y las dis­
siempre en el primer plano, y sería tan ridiculo como estéril omitida. ponibilidades. La Guardia Nacional es la soberanía de la nación en accio­
Pero no lo explica lodo y no absorbe la historia de las representaciones nes, !a manifestación visible y armada de la nueva fuerza que se opone
de lo político. Más allá del orden burgués, por el que algunos claman al absolutismo del rey. La toma de la Bastilla, desde el día siguiente de
subsiste, sin contornos, la idea de una sociedad regulada por la igualdad su creación, daba a esta nueva institución una importancia simbólica; la
política; importa poco que ésta sea aceptada con resignación o celebrada imagen de la Guardia Nacional contribuyendo al asalto de la ciudadela
con entusiasmo. del Antiguo Régimen marcaría la memoria colectiva. De ahí tal vez el
apego constante a su existencia, aun incluso cuando su razón de ser en
la práctica había desaparecido.116 El decreto sobre la organización de la
EL GUARDIA NACIONAL Y EL CIUDADANO SOLDADO fuerza pública, que presentó en diciembre de 1790 RabautSaint-Étienne
a la Asamblea, fija las reglas de funcionamiento y de reclutamiento de
El guardia nacional encarna un modo de inserción social distinto de este “cuerpo armado para el servicio del interior” que constituye la Guar­
aquel del ciudadano propietario. Distinción que no se debe tanto al cri­ dia Nacional. El decreto estipula que sólo los ciudadanos activos, es decir,
terio de interés en la cosa pública, que es común a las dos figuras, como aquellos que gozan del derecho al voto, pueden ser sus miembros. De­
a la forma y a las condiciones en las que este interés se manifiesta. Im­ cisión coherente con la filosofía del interés social que desarrollan de ma­
plicación activa, cercana a la movilización, que en el caso del guardia na­ nera paralela los constituyentes. De ahí, a cambio, el carácter obligatorio
cional requiere de un compromiso; pasiva, únicamente determinada por de la inscripción en las lisias de la Guardia Nacional para los ciudadanos
los datos sociales objetivos para el ciudadano propietario. El ciudadano
propietario y el guardia nacional, al principio históricamente confundi­ •15 Citado por C . Weulersse, luj phystorratie unit lei ministéra de Turgol el de Neckrr (1114
dos en la práctica, se disocian en el proceso revolucionario, terminando m i 11,1 p. 112
) , Son .
por simboliza: dos tipos ¿antagónicos de ciudadanía. poco numerosa* las referencias bibliográficas a la Guardia Nacional. Entre los traba­
jos lecientc», recordaremos sobre todo a L. Girard, La Garrir Nationale, 1814-1811, Pión, París,
y G. Carrol, “La Carde Nationale: une institución de la nation (1789-1871)", Niza, 1979 (tesis
" * A P - 1. xxix, p. 367. de historia del derecho, muy bien documentada).
88 89
El.NU.MtMn> REVOLUCIONAKlO • Li.iwrt.it.vnvn ni ts-ciusios

activos. Derecho de voto y deber de deFensason las dos caras de un mis­ El problema se planteó en términos exactamente simétricos en cuanto
mo tipo de inserción social. En este sentido, se precisa.que “sólogozarán a los militares. ¿Se puede sostener que un individuo dispuesto a dar su
de los derechos de ciudadano activo quienes, reuniendo además las con­ vida por la salvaguarda de la patria no estaba formalmente interesado en
diciones prescritas, hayan aceptado el compromiso de restablecer el or­ la cosa pública? Ciertamente no. Los constituyentes debieron haber re­
den en el interior cuando sean legalt nente requeridos, y de armarse paTa suelto así esta dificultad. Dubois-Craneé, relator del comité militar, pro­
la defensa de la libertad y de la patria’,.,,7 pone para este efecto que todo militar, después ele 20 años de servicios
Este decreto del 6 de diciembre de 1790, lógico dentro de la concep­ cumplidos, pueda ser elegible a la Asamblea Nacional. “La parte más va­
ción de la ciudadanía que los constituyentes están elaborando, presenta liosa de la vida de un ciudadano empleada al servicio de la patria es un
un problema práctico considerable: el de la regularización del pasado. titulo que bien equivale al marco de plata”, había dicho.120 El decreto riel
Desde el 14 dejulio, en efecto, la Guardia Nación al se constituyó al fuego 28de febrero resuelve en este sentido.121 Se trata de reconocer equivalen­
de la acción, sin reglas precisas de reclutamiento. Numerosos guardias cias en las condiciones que se requieren para ser ciudadano activo. Pero
nacionales no son ciudadanos activos según los criterios que la Asamblea entonces, ¿dónde detenerse? ¿Cómo fundamentar la aritmética que este
había definido en octubre de 1789. ¿Hay entonces que excluirlos? Es im­ paso suponía establecer? ¿Cómo, también, manejar las contradicciones
posible. Los que han contribuido con su tiempo y su acción a la defensa que inevitablemente habrían de surgir de ella? Alexandre de Lameth
de la revolución no pueden ser súbitamente declarados indiferentes al plantea por ejemplo la cuestión ríe los militares que al retirarse se vol­
interés público. Su compromiso pone en evidencia su motivación. Ra- verían sirvientes. ¿Hay que aplicar la regla del 28 de febrero de 1790? ¿O
baut Saint-Étienne se percató atinadamente de esta dificuJtad. seguir la regla establecida en el decreto del 22 de diciembre de 1789, que
excluye formalmente a los sirvientes de los derechos de ciudadanos acti­
Es justo, dice a la Asam blea, que los ciudadanos no activos que han consagrado vos?122 Por su parte, Virieu objeta: “Otorgáis este derecho a los soldados
su tiempo, sus vigilias, su fortuna y su valor a servir a la cosa pública durante el por los servicios que han prestado. Otras clases de ciudadanos son útiles
curso d e esia revolución, no crean que la paLria los ha olvidado; se les debe una a la sociedad; éstas protestarán, y os encontraréis entonces en el caso de
gran recompensa. Los ciudadanos no activos que han ocupado su lugar entre las
Tilas de las guardias nacionales y las han servido, merecen conservar este honor
una multitud de derogaciones.”123 La excepción, aun cuando se recono­
durante el resto de su vida.118 ce como legítima, cuestiona la regla y los principios sobre los que se basa.
Instituye una distancia amenazadora entre los supuestos que provienen
Kabaut Saint-Étienne, hay que subrayarlo, habla púdicamente de de la experiencia y el sentido común, y los principios de la teoría.
"ciudadanos no activos", no atreviéndose a utilizar el Lénnino de pasivos. El debate definitivo de abril de 1791 sobre la organización de la Guar­
Pero la ambigüedad del término de “ciudadano activo” no resalta menos dia Nacional atestigua la dificultad de los constituyentes para tratar esta
en esta discusión, “¿Qué queréis decir con las palabras tan repetidas de
ciudadano activo", escribe Camille Desmoulíns er* Les révolulions de 170 Monitcur, 28 de febrero de 1790. t. III, p. 492. (Los A l* muestran una enunciación un
Frunce el de Brabant. “Los ciudadanos activos, son aquellos que tomaron poco diferente en esta pane.) El marco de plata era la condición de contribución fijada inicial-
la Bastilla."119 ¿Qué es ser activo, o qué es estar inserto en la vida de la m ente para ser elegible a la Asamblea Nacional.
nación? Son dos fórmulas equivalentes. La dificultad para precisar la pri­ 171 El artículo 7 del decreto del 28 de febrero de 1790 sobre la organización del e jército es­
tipula: “T odo militar que haya servido durante I(i años, sin interrupción y sin reproche, gozará
mera es testimonio de la relativa indeterminación de la segunda. plenam ente de los derechos de ciudadano activo, y quedará dispensado de las condiciones rela­
tivas a la propiedad y a la contribución' (Duvcrgier, op. til., 1. 1, p. 1 11).
122 “Pienso, dice, que podríamos limitar la excepción a condiciones relativas a la contribución
1,7 Decreto del 6 de diciembre de 1790 (J.-B. Duvcrgícr, (UtlUction compete tía tnú, déarets, y la propiedad. Si la excepción fuera general, podría xuceder que un soldado, al dejar el servi­
ordonnanets, réglemenls, avis dn Conseil d'Élat—abreviado, en adelante, com o Duvcrgier—, t. U, p. cio, entrara en condiciones tic domesticidad; y las razones que nos han determinado a privar
94). de los derechos d e ciudadano activo a los hombres en aquel Estado, existirían todavía para él"
118 Sesión del 6 de diciembre de 1790 (A.P.. l. XXI, p. 252). (sesión del 28 de febrero de 1790, A.P., t. Xi, p. 740).
" u Citado en Bucltcz y Roux, op, ciL, t. ni. p. 434.
Ibul.
90 91
Ei.No.Mr.nnj r ev o L u n as* r io I X IMPERATIVO DE INCLUSIÓN

contradicción. Al reafirmar quela inscripción culos registros de la Guar­ dadanía. En efecto, ciudadanos pasivos comienzan a entrar, en algunos
dia Nacional es un deber para Los ciudadanos activos y que la ausencia de lugares, en el rango de las guardias nacionales. “Una clase particular de
este [jaso los priva de sus derechos políticos,llMla Constituyen te contem­ ciudadanos, señala la sección del Teatro Francés, que preside Danton, no
pla al ciudadano activo val guardia nacional formando una unidad indi- tiene el derecho de arrogarse el derecho exclusivo de salvar a la pa­
sociable. Sólo se aleja de la Guardia Nacional a quienes se considera al tria.” 1281¿i Asamblea Legislativa va en ese sentido y decreta, el 30 de julio
margen de la relación social. Respondiendo a Robespiene, que propone de 1792, la admisión de ciudadanos pasivos en la Guardia Nacional. El
(pie todos los ciudadanos sin excepción puedan ser a la vez electores y 3 de agosto, otro decreto estipula que todo francés que defienda a la pa­
guardias nacionales, Dubois-Crancé explica: tria, en un batallón de voluntarios o en una tropa de línea, “gozará de los
derechos de ciudadano activo cotno si hubiera servido durante dieciséis
Proponemos alejar de la Guardia Nacional a los ciudadanas inactivos; n o se trata años”.129La insurrección parisiense del 10 de agost o conduce a la amplia­
de otros ciudadanos inactivos que d e los mendigas y lo s vagabundos, ya que Lodo ción de esta primera apertura. El decreto del 11 de agosto precisa, de he­
ciudadano que tenga un género cualquiera d e i ndus tria, o u n lugar do ndc poners e
a cubierto, paga siempre d e 30 a 40stms de impuesto. No hay entonces que enten­
cho, que “la distinción de los franceses en ciudadanos activos y no activos
der por ciudadanos inactivos sino a la clase que es necesario vigilar incesantemen­ será suprimida; bastará, para ser admitido en las asambleas primarias,
te; y sin duda nadie quiere procurar a esta clase los medios para atracar a los con ser francés, de edad de 21 años, domiciliado desde hace un año, vi­
trascúntcs, o incluso de hurgar en las bolsas d e los guardias nacionales.1*5 vir de su ingreso o del producto de su trabajo, y no encontrarse en estado
de servidumbre".180 Las circunstancias conducen así a ampliar el dere-
La figura del guardia nacional contribuye así a rechazar la del ciuda­ cho de sufragio: el advenimiento tle la figura del c i u d a d a n o s o l d a r l o s n -
dano propietario, para apresurar el advenimiento del individuo ciudada­ prime prácticamente la distancia entre el ciudadano acüvo y el individuo-
no. Esto no sucede, naturalmente, sin reticencias. Vemos, por ejemplo, ciudadano. ~
al diputado Menou que se conforma, más prudentemente, en su Rapport 1.a guerra radicaliza las formas de inserción de los individuos en la
su r l'organisatian de la garúe, nationale saldée parisienneS2**con razonar en nación. Pone a prueba el fundamento mismo de la colectividad en su di­
términos de recompensas materiales para aquellos que han estado compro­ ferencia indisociablementc física y filosófica con respecto a un exterior
metidos en el servicio de la Guardia, con el fin de escapar de la aritmética amenazante. En efecto, en L2Q2 la guerra no sólo involucra a los com­
de las equivalencias jurídicas.127 Pero rápidamente se barre con esta pru­ batientes al hacerlos correr el riesgo de morir por la patria, sino que pone
dencia y estas reservas. en peligro la esencia de la nación. La guerra requiere casi reformular
Guando se declara a la patria en peligro, el 11 de julio de 1792, los simbólicamente el pacto social y reconsiderar a los habitantes del terri­
acontecimientos rebasan rápidamente los debates de 1791 sobre la ciu- torio como si estuvieran aún en estado natural, en la relación de una
igualdad primitiva, anteriores a toda diferenciación social. Si el orden
interno, que el guardia nacional tiene la tarea de sostener, se define por
,iM Kabaut Saint-Éticnnc explica asi, el 20 de abril de 1791, al presentar el rep one sobre la
oiganización de las guardias nacionales: “Com o es de principio que el miembro de una sociedad
criterios que pueden ser variables, no ocurre lo mismo con el orden ex-
adquiera el compromiso, al ingresar a ella, de velar por la seguridad de tox individuos y, en con­
secuencia d e la sociedad, velando a su vez cada uno de sus m iembros por la seguridad de este
mismo ciudadano, su negativa lo priva del título de ciudadano, y puesto tpte todos los miembros la* Reunión del 30 de julio de 1792. Citado por A. Soboul, “La révolution (ranearse, pro-
de esta societlad son ciudadanos activos, está obligado a renunciar a este titulo al renunciar a blém c national et réalités sociales" en Artes d u enlloque Palríntismr et nalionalism e en Europe ií
sus deberes; ya n o es más ciudadano activo" (A ./‘., i. XXV, p. 2 2 1). l'époque de la rém iulian fra n fa ú e . Sociedad de Estudios Robespierristax, París. 1973, p. 42. Desde
Sesión del 28 tle abril d e 1791. ibuL, p. S89). el 11 de julio, la municipalidad parisiense incorpora a la Guardia Nacional a iodos los ciuda­
,!® Realizado e n la Asamblea del 3 de agosto tle 1791, en nombre de los comités militar y
tle Constitución. danos armados que lo demandan.
129 Duvergicr, op. n t , L IV, p- 334. La referencia al servicio de 16 años remite al artículo 7
127 Él pro|>onc formar regimientos regulares a partir de las guardias nacionales a sueldo de del decreto del 28 de febrero de 1790 (véase suprn).
Caris, asegurándoles así una seguridad material y un oficio. Pasamos entonces del ciudadano- ,!W llnd. , i. rv, p. 349. La edad de 25 años se mantiene para ser elegible com o elector (de se­
guardia al militar profesional.
gundo grado) o diputado.
92 93
F.L NOSIt.MITt REVOLUaONAltlO ti. iMrutvnvo di inci.usiOn

lemo. El derecho de defender el orden social Interior está dado por la. Constituyente dominada por una burguesía tímida. Pero de esto nos da­
Constitución a aquellos cuya imagen refleja su situación y cualidades, mos bien cuenta, a fortiori, en el mes de Termidor: la sed de venganza
mientras que la defensa exterior implica atodos los individuos que viven social y el deseo de orden que se expresan entonces no siguen menos
en el territorio. El orden social se instituye, mientras que la nación que Inscritos en una mira universalista de la ciudadanía, que ya permanece
se trata de defender está de hedió dada. El propio Sievés insiste en este muy lej ana del modelo político del ciudadano propietario. El odio contra
pumo: la nación no sale jamás del estado de naturaleza. El derecho de el sans-culotüsmo estalla en la discusión de la Constitución del año lil,133
defenderla es entonces un derecho natural. La imagen tradicional del pero estamos lejos aún de las concepciones teóricas que regirán el de­
ciudadano soldado, desarrollada porServan y Ctiibert a finales del siglo recho al voto bajo la monarquía censitaria. Boissy d’Anglas toma el cui­
XVUl,13'Im cuentraasí tmTñüeváTlut'rza. Todo ciudadano debe ser soL dado de señalar que “la condición de propiedad no es en absoluto la base
dado, en razón de su inserción en la nadón, no hadendo la defensa de de la asociación”.134 El sufragio “universal”, tal como lo comprendía la
la patria sino prolongar bajo la fonrtade un deber su pertenencia a la co­ Constitución de 1793, es ciertamente cuestionado, pero la marcha hacia
munidad expresada por el derecho a) voto. A cambio, todo soldado, a atrás es relativamente débil. Nadie parece, por otra parte, emocionarse
partir del hecho mismo de la prueba del apego a la patria 'debe igual­ por ello en el país, como lo señala Aulard. “¿Sería político —advierte por
mente gozar de los derechos políticos del ciudadano? lo demás Boissy d’Anglas—, sería útil a la tranquilidad separar a un pue­
¿Podemos decir por ello que el decreto del 11 de agosto instaura elsu- blo en dos porciones, de las cuales una sería evidentemente sometida y
fragio verdaderamente “universal", como lo pretende la mayoT parte de la otra soberana?”135 Un derecho de sufragio ampliamente abierto es, a
los historiadores? Ciertánícnte no. Si se suprime la condición de censo, sus ojos, la c ondición de cierta paz social. “Esta usurpación, prosigue,
subsisten de hecho restricciones fundamentales al derecho de voto, inde­ ¿haría otra cosa que armar a la porción oprimida contra aquella que la
pendientemente incluso de que se mantiene la exclusión de tas mujeres. oprimiera, y no sería establecer en el Estado un germen eterno de divi­
Los mendigos, los vagabundos y los sirvientes, es decir, por lo menos sión, que terminaría por derribar vuestro gobierno y vuestras leyes?”135
I 000 000 de individuos, siguen aún al margen del ejercicio de los de­ Las restricciones al ejercicio del derecho al voto que impone la Cons­
rechos políticos. El decreto del 1 de agosto de 1792 sobre la fabricación titución de 1795 son finalmente más limitadas que las previstas en 1791.
de picas preveía ya la misma restricción, especificando que estas armas El artículo 8 de la Constitución estipula: “Todo hombre nacido y resi­
debían ser distribuidas a todos los ciudadanos, “excepto los vagabundos, dente en Francia que, de edad de 21 años cumplidos, se hace inscribir en
gente sin hogar, y personas notoriamente reconocidas por su falta de ci­ el registro civil de su cantón, que lia permanecido desde hace un año
vismo”.132 La “universalidad” quedaba en ambos casos limitada por aque­ en el territorio de la república, y que paga una contribución directa,
llo que se percibía como una frontera casi natural de la relación social. «
Si el impulso patriótico contribuye a radicalizar el proceso de exten­
sión ele la ciudadanía a partir de 1792, no constituye, sin embargo, su vec- 133 Véase por ejemplo u lai\)uínats en su discurso del 21 Mesidor: "¿Quién de nosotros po­
tor principal. Ya del espíritu de 1789 toma su origen el sufragio universal dría aún sostener el espectáculo horrible de asambleas políticas presas de la crasa ignorancia,
de la avidez, más baja, de la ebriedad crapulosa? Es necesario que el ciego sea conducido por el
aunque los soldados del año U y los sans-culottes no reivindican estos que tiene ojos; es necesario que aquel a quien Ja inteligencia no le lia sido dada consienta en lo ­
derechos pues habrían sido en principio combatidos por una Asamblea mar |K>r gula la de los ou'os (... j. El tiempo de la adulación popular lia pasado [...]. El buen go­
bierno. en lugar de aquel en que las legiones de mendigos, las colonias de hospitales van a las
asambleas políticas a emitir sus votos sobre las propiedades de quienes los alimentan"; Manileur,

131 Véase J. Servan, Le soldat-cilaym, París, 1780, y Prajel de CanstiUUum pour I'armée desfran­ t. XXV, p. 19fi.
,:M Boissy d ’Anglas, discurso del 5 Mesidor; Muniteur, i. XXV. p. 93.
jáis. s.l. sX (texto presentado al com ité militar de la Asamblea Nacional). De Guibcrt. véase prin­ 135 tbid. En su discurso del 23 Mesidor, Daunou adopta el mismo punto de vista. “Repre­
cipalmente. sobre este pum o, L'essat general de taetújue, París, 1770 (las obras principales del sentantes del pueblo, dice, no repartiréis al pueblo en varias clases; no cerraréis a ninguno las
conde de Guibcrt fueron reunidas bajo el título Slralégiques por |.-P. Cltamay, I.’H em e. París. puertas de vuestra» asambleas' primarias; |H>r el contrario, mantendréis los derechos d e todos
1977).*
*** A rtic u lo 2 (D u v erg icr, af> c ií, l. IV, p. 330). ios hombres trabajadores domiciliados"; Moniteur, l. x xv, p. 214.
136 Boissy d ’Anglas. discurso del 5 Mesidor, ilnd-, p. 93.
94 95
El MOMENTO Ir.VOMJOlONAfilO El iMPFAi nvc) de. in c l u s ió n

territorial o persona], es ciudadanu francés.”137 1.a condición de edad se con retomar a. un universo predemocrático. Toman partido “socioló­
reduce, al igual que la de contribución, ya que basu» con pagar el im­ gicamente’’, si se quiere, permaneciendo al mismo tiempo rigurosamen­
puesto, tan modesto como sea. De ello resulta una cifra de alrededor de te fieles, en el sentido filosófico, a los ideales de la revolución que desean
6 Ü00 000 de votantes en las asambleas primarias (contra 4 .r>00 O00 en redondear y terminar, pero no anular. El elogio a la moderación política
1791). Los vagabundos, los mendigos y todas las personas sin domicilio sustituye, en ellos, al trabajo anterior de reflexión filosófica sobre las
quedan evidentemente excluidas de hecho, pero no hay entonces prácti­ condiciones necesarias para una regulación de la tensión entre el libe­
camente nadie que se ofusque por'eso. Los franceses que lian hecho una ralismo y la democracia. Para comprender el lenguaje tennidoriano, hay
o varias campañas para el establecimiento de la república son, de todas- que apelar a la historia social, no a la historia de las ideas.
maneras, ciudadanos sin ninguna condición de contribución. Esta me­ Algunos teóricos franceses no dejarán, ult eriormente, de hacer revivir
dida basta para prevenir cualquier agitación en las secciones. El estado el modelo inicial del ciudadano propietario, como si su fracaso se hu­
de servidumbre suspende aún el ejercicio de los derechos de ciudadano, biera debido sólo a la estrechez de la concepción territorial de los econo­
pero no parece que este punto haya levantado grandes pr otestas, tanto mistas del siglo XV71I. En un folleto aparecido en 1819, De la propriélé
en la Convención como en el país. El derecho de voto es entonces, en los c o n s id e r é e dans ses rapports avec les droiLspolitiqnes,1,10Roederer intenta, por
hechos, otorgado con la misma amplitud que en agosto 1792. ejemplo, unlversalizar la figura del ciudadano propietario. Él desarrolla
Existe, indudablemente, una “tentación censuarla" y elementos de la idea según la cual no son sólo la riqueza o el ingreso los que llevan a
“deriva cesataria” en Termidor. Mientras celebra un acceso muy grande interesarse por el orden público, sino la posesión de un capital. A partir
a las asambleas primarias, Boissy d’Anglas sugiere así que sólo los pro­ de esta constatación, esboza una visión de lo político como capitalismo
pietarios puedan ser elegibles: “Un país gobernado por los propietarios generalizado, en e) que todas las clases de capitales —del saber a la propie­
está dentro del orden social —opina—: aquel en el que gobiernan los no dad territorial, de los bienes inmobiliarios a los medios de producción—
propietarios está en el estarlo de naturaleza."138 Pero la Convención no se reconocen como equivalentes. Publicado en un momento en el que se
sigue su opinión y de hecho retoma la lógica de 1791, consistente en ha­ trataba de limitar las pretensiones de la propiedad territorial que acom-
cer que quien porte las condiciones de garantía sea el elector y no el ele­ pañabael regreso multitudinario déla aristocracia del Antiguo Régimen,
gible. El poder de los notables que instaura la Constitución del año til este ensayo, sin embargo, se queda corto ¡nteleclualmente. Del mismo
queda limitado en ese sentido. Los termidorianos no se reconcilian ni modo, la obra más original de Dageville, De la jrroprieté civile et politíque
con la perspectiva de Turgot ni con la de Quesnay sobre el ciudadano (1815), que intenta aplicar el concepto de propiedad al poder político,
propietario. Ellos manifiestan, sobre todo, tener preocupaciones prácti­ estableciendo las bases de una especie de economía de lo poliiico, no de­
cas. Buscarj asegurar "el mantenimiento del orden y de la tranquilidad". semboca en nada,141 ya que es el concepto mismo de ciudadano propie­
Quieren conjurar al espectro del retomo del poder de los revoluciona­ tario, y no el campo del concepto de propiedad, lo que causa problemas
rios sans culoUes, oponer un “poderoso freno" a las clases amenazantes en la cultura política revolucionaria. Entre la perspectiva doctrinaria del
y evitar la expresión política de la “reunión tumultuaria de los ciudada­ ciudadano capaz y la figura del individuo-ciudadano, la figura del ciuda-
nos”.139 Desean instaurar un orden pero no sueñan de ninguna manera
Movvemcnts populaircs et corucimce¡ocíale, coloquio de la Universidad de París-VU del 24 ai 26 de
mayo de 1984, cd. Maloine, Pavis. 1985.
Dejamos aquí de lado la cuestión técnica, dilicit de desenmarañar, del efecto de trinquete 140 El folleto, que desarrolla un tema esbozado en 1797 en el Journal d'Écotumie Publique, de
ligado a la existenria de un umbral mínimo de percepción fiscal. l a distancia entre la realidad Múrale a Polititpie, “Notions exactos sur la propriété" (t. v. pp. 888-351)), está reproducido en las
y la letra de la legislación es, por lo demás, demasiado grande durante la revolución. Remito nitores du comlt P. L. Roederer, París, 1858,1. Vil, pp.385-349. Al lado de los bienes raíces agrícolas
sobre este punto a la tesis de Patrice Gucniffey, -“La révolution tranvai.se et les éleclions". o industriales, Roederer distingue también “bienes de saber y d e talento".
ls* Roissy d ’Anglas, Moniteur, t. XXV, p. 92. 141 La obra de Alexandrc tic Laborde, De la représentalúm vénlable de la aimmunauié, ou Du
,5!1 Expresiones obtenidas de un folleto anónimo citado en el bien docum entado artículo de systéme de riair\matwn aux deux chambres, basé sur la propriété (París, 1815), que se consagra a ia mis­
F. Brunel, "Aux origines cl'un partí de 1‘oi'drc: les proposidons de Conslitution de l'an Itl:. en ma cuestión, es menos origina). N o hace más que resumir el sistema inglés.
96 El MOMESTOKXVULUClONWan »

daño propietario, incluso Tedetini da, no termina de encontrar su lugar


teórico en Francia.
Hay ahí una diferencia fundamental entre Francia e Inglaterra. En In­
glaterra, la democracia es i'esultado de una expansión progresiva del
II. EL INDIVIDUO AUTÓNOMO
ciudadano propietario, en la que las condiciones del censo se vuelven
poco a poco más moderadas. El ciudadano propietario encarna ahí una
figura de transicio n y de compromisii entre la re prese ntació n individual ista
moderna y la representación antigua, fundada en el territorio. De esta
manera, el paso de lo viejo alo nuevo se opera insensiblemente, sin cho­ ¥
ques y sin ruptura, desde el siglo XIV hasta el siglo X X . En Francia, el de­
sarrollo de la ciudadanía no hace sino seguir las variaciones de la per­
tenencia social y la transformación de los sujetos jurídicos: la historia del
sufragio universal es ala vez una historia del surgimiento del sujeto auLÓ- EL SUJETO DE LO POLÍTICO
nomo en la sociedad moderna y una historia de la inclusión social. Pero,
en el principio, ya existe —en el caso francés—un tipo de sufragio que se n su Essai sur la constitution el lesfonctions des assemblées provincia­
puede calificar de universal. Ésta es la razón por la cual no hay una con-
quista gradual del sufragio en Francia. Si bien se pueden encontrar siem­
pre acomodamientos prácticos a la teoría, el sufragio universal debe es­
tar completamente realizado, o ser totalmente negado. N’ohay reformismo
posible, como lo sintió muy fuertemente Sieyés. Es por ello por lo que
E les, publicado en 1788, Condorcet señala: “Entre las exclusio­
nes al derecho de ciudadanía, hay algunas que se pueden ver
como naturales; por ejemplo, la exclusión de los menores, los
monjes, los sirvientes, los hombres condenados por crímenes; la de lodo
aquellos de quienes se puede suponer que no tienen una voluntad clara,
el siglo XIX francés conoce un movimiento brutal de oscilación entre un o una voluntad propia; la de aquellos en quienes se puede suponer legí­
sufragio censitario muy restringido y un sufragio (masculino) verdade­ timamente una voluntad corrompida."1 Puesto que se fundan en la na­
ramente universal, en las antípodas del mecanismo progresivo de logro turaleza, estas restricciones no constituyen para él, de ninguna manera, un
de la igualdad política que se instaura en Inglaterra con las grandes Re- atentado al principio de igualdad. En estos casos, sólo se trata de deter­
Jorm Bills (1832, 1867, 1884) que acompasan la marcha del siglo. minar cuáles son los hombres o los grupos que son miembros de la so­
ciedad, y trazar una línea divisoria entre un interior y un exterior. Con­
dorcet propone más bien distinguir así al hombre natural del individuo
social . para pensar la categoría de ciudadano. Es un debate sobrelasTorrñas
i de la inclusión y las normástleTk pertenencia, por un lado —es decir, el exa­
men de las condiciones de nacionalidad y de los modos de civilidad—, y
una búsqueda de criterios para definir al individuo libre y autónomo, por
el otro. Él primer aspecto dominó ampliamente las interrogantes sobre
la ciudadanía durante la revolución. Pero nos equivocaríamos si considerá­
ramos secundaria la otra dimensión. Ésta es, en cierto modo, mucho más
central incluso filosóficamente, ya que conduce a analizar la noción de uni­
versalidad del sufragio. Ahora bien, lo anterior no tiene nada de evidente,
como lo atestigua sencillamente el hecho de que la expresión misma de

1 Kn (Euvra de Condona. Arago y O'Connor, París, 1847, t. VID, p. 130.


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■v
98 El n o v tu ro revolución a r io El in d iv id u o autónom o 99

“sufragio universal’ no se haya empleado nuncaen L789. Todavía hoy, con­ de él. El derecho de los contratos, civiles y políticos, ocupa ahí entonces
serva un aspecto convencional: sólo 60% de la población puede ejercer un lugar preponderante. La sociedad individualista, en otras palabras,
sus derechos electorales, al no votar los menores. La universalidad a que sólo puede pensarse y organizarse si las condiciones que permiten edi­
ños referimos es de hecho puramente negativa. Significa, solamente, ficar un sistema de obligaciones están claramente definidas. La noción
que no hay exclusiones sociales legales para el derecho al voto; que ni la de autonomía de la voluntad adquiere una importancia central. Permite
/riqueza, ni la instrucción, ni la profesión se toman en cuenta. No dicena­ definir y construir a los sujetos jurídicos eficaces. La historia clel adveni­
da más. Pero, hasta 1848, esta definición convencional del sufragio uni­ miento del individuo puede ser así entendida a partir de una historia del
versal sigue siendo muy marginal. En la década de 1830, la noción de su­ derecho civil. Es la elaboración de un sistema de obligaciones y de con­
fragio universal todavía se enüende de manera literal, como el sufragio tratos la que ha llevado a los juristas de los siglos XVII y XVIII a crear las
de todos los seres humanos. Y es por esta razón que a menudo los escri­ nociones de capacidad jurídica y de autonomía de la voluntad. La teoría
tores liberales la califican de absurda.2 Pero las cosas no se presentan así de los contratos que ellos elaboran rompe, por esta razón, con el espíritu
en 1789. En esta época, el problema no es tamo legidmar o criticar una del derecho romano. Si este último ha desarrollado un derecho y una téc­
universalidad absoluta, como determinar los criterios que distinguen al nica de los convenios, éstos no proceden casi nunca del puro acuerdo
sujeto político del ser humano, como trata de hacerlo Condorcet en el contractual, sino que permanecen ampliamente subordinados al dere­
texto que acabamos de citar, cho general de la ciudad, que sesgue considerando como una yuxtapo­
Esta cuestión, subrayémoslo, se plantea con tanta más agudeza en la sición de familias:3 No es sino hasta los civilistas modernos como Domat
Francia revolucionaria, en cuanto que las órdenes y los cuerpos han sido o Pothier que el principio de la autonomía de la voluntad comienza a afir­
abolidos y triunfa la figura del individuo. En efecto, en una sociedad de marse.4
cuerpos la distinción entre el ser humano y el sujeto político no se plan­ La idea moderna de contrato y de compromiso contractual es indi-
tea. La parücipación indirecta de todos está de hecho asegurada y media­ sociable de una búsqueda de condiciones de eficacia jurídica, cuya ex­
tizada por los cuerpos a que cada uno pertenece. Nadie queda excluido, presión es el principio de autonomía de la voluntad. Este no hace sino
en ese sentido, ya que la representación expresa la estructura misma de acompañar y traducir la oscilación de la idea de derecho y de justicia que
lo social. En una sociedad de cuerpos, existen enormes desniveles polí­ se opera con el surgimiento del individuo: tránsito del derecho-orden al
ticos y sociales, pero al mismo tiempo hay continuidad y todos los seres derecho-contrato, y tle la justicia distributiva a lajusticia conmutativa, re­
están relacionados. Los cuerpos organizan y cubren a toda la sociedad, en­ tomando las categorías de Aristóteles. “El derecho —comenta un gran ju ­
lazando al príncipe y a sus súbditos, a los ricos y a los pobres, a los hom­ rista del siglo xix—es la autonomía del ser humano, la facultad inherente
bres y las mujeres, los amos y los empleados, los adultos y los niños. Hay a su naturaleza de no depender más que de sí mismo en la dirección de
un lugar para cada quien, incluso si no todos están en el mismo lugar. Y su pensamiento y de sus actos."5 A partir del siglo xvm, el derecho se
las capacidades jurídicas son muy variables en este,tipo de sistema: están convierte en “la ciencia de las relaciones de voluntad”, según una ex­
ligadas a los bienes y a las estructuras sociales, antes que a los individuos presión famosa de Léon Duguit.6
considerados por sí mismos. En la sociedad moderna es, por el contrario,
el individuo el que va primero. La arquitectura social se establece a partir
s Sobre la separación entre el derecho romano clásico y el derecho subjetivo moderno,
véanse los trabajos de Michel Villcy, y especialmente Im formatiim de la pensé*juridú¡ue modeme,
* Véase el célebre a póstrate tle Guizot, respondiendo a Gamier Pngés. que hablaba del nueva ed. corregida, Montchrétien. París, 1975.
triunfo ineluctable del sufragio universal: “El principio del sufragio universal es, en sí mismo, < Véase la aliñada precisión histórica de R.-H. Tison, Le principe de Vuutnnamie de la volonté
tan absurdo que ninguno de sus partidarios osa siquiera aceptarlo y sostenerlo por completo. data ¡'ancien droil fianfais, París, 1931.
No hay día para el sufragio universal. No hay día en el que todas las criaturas humanas, cua­ s Gh. Beudant, Le droil indimduel et l'État, París. 1891,p. 146. Para un enfoque crítico de la
lesquiera que sean, puedan ser llamadas a ejercer derechos políticos" (discurso del 26 de marzo teoría de la autonomía de la voluntad, véase la obra clásica de E. Gounol, Le principe del'autonomie
de 1847 en la Cámara de Diputados, en Fr. Guizot. Hisloirt parlemmtaire de Frunce, París, 1864, de la volonié en droil privé, París, 1912.
t. v, p. 380).
* L. Duguil, L'État, le droil objechf et la Un positivo, París. 1901, p. 462.
100 L l woncmiti revolucionario El. INDIVIDUO AUTÓNOMO 101

Vemos, en esla. medida, que los fundamentos del derecho civil y los en la distinción entre la relación social y la relación natural, distinción
del derecho político se delimitan. En ambos casos encontramos el mis­ propiamente moderna, subrayémoslo.9 En términos filosóficos es Kant,
mo principio de la autonomía de la voluntad como el alfa y omega de la por supuesto, el que da su expresión más lograda a esla subjetivización del
filosofía jurídica. El principio central riel Código Civil —“Los convenios derecho. Como bien lo comprendieron los filósofos republicanos del
formados legalmente tienen carácter de ley para quienes Ins han crea­ siglo XIX, es él quien propone la Leona más acabada del individualismo
do” (artículo 1134)—no dice otra cosaque lo que señaLa el artículo VI de político y jurídico a la francesa, y quien mostró con mayor lucidez sus
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de L789: condiciones de realización. La constitución de una asociación civil, de un |
“La ley es la expresión de la voluntad general." Estado, sólo es posible para Kant si los hombres que la componen son
De un modo más preciso, podemos considerar que el derecho político verdaderos individuos, capaces de comprometerse unos frente a otros,
moderno se deriva puramente de las categorías contractuales del dere­ en tantos seres autónomos. Él lo explicó perfectamente en su Doctrina del
cho civil. El voto está de hecho asimilado a un acto jurídico productor, derecho,10al definir los tres atributos jurídicos indisociables de la esencia
de obligaciones como lodo contrato. El contrato social debe implicar de la ciudadanía: la libertad legal de no obedecer ninguna otra ley que
por esta razón a los mismos sujetos jurídicos que son reconocidos por los aquella a la que los ciudadanos han otorgado su consentimiento; la igual-
contratos privados. La noción de individuo autónomo es entonces central dcid civil; la autonomía. Esta última, señala Kant, “consiste en no deber su
en la reflexión sobre el derecho de sufragio. Cuando Sieyes dice que “no existencia y su conservación más que a sus propios derechos y a sus pro­
hay ningún compromiso, si éste no se funda en la libre voluntad de los pias fuerzas como miembro de la república y no al arbitrio de otro den­
contratantes",7 él presupone claramente que sólo los individuos libres y tro del pueblo; en consecuencia, la personalidad civil que consiste en
autónomos pueden participar en la vida política. Si la voluntad es todo no ser representado por ningún otro en cosas dtTderecho” . Y hajtque
en el acto jurídico, ya sea civil o político, sólo las voluntades independien­ precisar: “Sólo la aptitud para votar califica a alguien como ciudadano;
tes pueden producir efectos jurídicamente eficaces. Por ello el derecho Lie cualquiei m an en , esUTcaliticacíón presupone la autonomía en el se-
al voto no podría, según los constituyentes, ser otorgado más que a las no del pueüTóde alguien que no es sólo una parte dé la colectividad, sino
personas que presentan aquel carácter. El derecho al voto se deriva pura­ igualmente un miembro de ésta que acLÚa a partir de su propia Wilhür, de
mente de la capacidad civil; no hace más que prolongarla en el terreno su propia libre elección voluntaria en comunidad con otros.”11El verda-
político. Así, la construcción del derecho civil moderno proporcionó a dero criteriopara el derecho al voto es en esta medida el á<t\z.pQnairidi-
los hombres de 1789 el marco de la reflexión sobre los derechos de su­ vidualidad. Hay que reconocer, como en el derecho civil, que no todos
fragio. los seres humanos son capaces de comprometerse jurídicamente, que en
Más tarde, en el siglo XIX, los filósofos republicanos como Caro o Re- cierto modo no todos son “verdadetós irídivicluos “. Entendido en estos_
nonvier prolongarán este enfoque tratando de fundar una antropología términos, el problema cfél derecho ál súfí agio esfilosóTicamente céntr¿L_
política de la autonomía. “El hombre es una persona, es decir, una vo­ ya que séTurulá en él del ádvcámñieñto del individuo. La difusión de la
luntad libre”, escribirá Caro, y proseguirá: “La raíz del derecho está ahí
en esta simple constatación del atributo que constituye al hombre en tan­
to que hombre y lo separa del resto de la naturaleza [...]. Antes de ser un Relaciones sociales y relaciones naturales se confunden en una sociedad de órdenes. Esto
permite comprender la posibilidad d e tm cierto núm ero de "retrocesos’ del derecho civil m o­
ciudadano libre en el Estado, es necesario que uno se sienta libre en el
derno en relación al derecho antiguo.
seno de la naturaleza.”8 Para los constituyentes, lo esencial está ya allí, 1,1 En 1853 Jules Bami, uno de los grandes introductores de Kant en Francia, presentará la
Doctrine tlu droit (primera parte de la Mélaphysitfue d a mirara) com o la filosofía de los principios
de 1789. Paul janet dice lo mismo en su Histnire de la scitnce politique itans les rupports áster la marale,
7 F.. Sieyes, PrM im nam de la Constitución francaise. p. 23. 3a. ed., París! 1887, t. II, p. 582.
KE. Caro, Problema (le marale sacíale, París, 1887 (2a. cd.), p. 190; véase igualmente Ch. Re- n F.. Kant, Doctrine du droit, apartado 46, Philonenko (comp.), Vrin. París, 1971. p. 196 (he
tuiuvier. La Science de la mnrale, París, 1869. que explica perfectamente, c on ju tcs Bami, el kan­ emprendido la traducción, incorporando ciertos elem entos d e la que liare J.-F. Lefévre en los
tismo de los filósofos republicanos de finales del siglo xrx. textos escogidos reunidos por A. Tosel. Kant révolulinnnaire. droit el politique, l'UF, París, 1988).
102 El HOMIiNTO IEVÜU:CION/\IUO E.LiNitivintio autónomo 103

ciudadanía y el movimiento de individualización de lo social van aquí a Con todoy que era filosóficamente central, esta cuestión de la autono-
la par. míade la voluntad no suscitó grandes discusiones en 17^9. Aparecía cier­
Si el principio es claro, es más difícil precisarlos criterios que permi­ tamente en principio adquirida jurídicamente en el derecho civil, pero
ten reconocer a estos verdaderos individuos libres y autónomos. En este también estaba entremezclada de prejuicios y arcaísmos. En el otoño de
caso, ya no se trata de designar categorías sociales (los pobres, los propieta­ 1789, las mujeres, los menores y los sirvientes*14 fueron así apartados del
rios, los contribuyentes, etc.), sino de determinar una línea divisoria trans­ derecho al sufragio sin que aquello suscitara verdaderos debates y sin que
versal: la de la capacidad de los individuos para la autonomía. Contra­ el concepto de autonomía de la voluntad estuviera verdaderamente cons­
riamente a la de pertenencia, la noción de dependencia no define una truido, a tal grado parecía simplemente ser resultado de datos evidentes
frontera en el interior de lo social: traza más bien una línea divisoria entre superpuestos. En la mente de los constituyentes, tres criterios se super­
la naturaleza yja sociedad, el espacio doméstico y el espacio político, el ponían implícitamente, sin embargo, para calificar la independencia: la
( oikos ylsrgcc^sía/jHay así dos tipos de límites parala universalización de independencia intelectual (ser un hombre maduro, dolado de razón), la in­
la ciudadanía. El primero es social; delimita la separación entre un in­ dependencia sociológica (ser un individuo, y no miembro de un cuerpo),
terior y un exterior, superpone la noción de extranjero y la de marginal,1:1 la independencia económica (ganarse la vida y tener una profesión inde­
o la de excluido: indica una/mncúm, social o de nacionalidad. El segundo pendiente). En estos criterios se superponían dos oposiciones: lo natural
es antropológico. Distingue a las personas en fundón de su capacidad de y lo social, por un lado, y por el otro lo doméstico y lo civil. Estos criterios
ser verdaderos individuos: define calidades. Si la palabra no hubiera sido implícitos permitían sin demasiadas dudas considerar dependientes a los
empleada de modo negativo, con tufo censuario, la oposición ciudadanía menores, los alienados, y de manera más amplia a los incapacitados, los re­
activa-ciudadanía pasiva habría podido servir para calificar la distinción ligiosos enclaustrados, los domésticos y las mujeres, estando estas últi­
entre ciudadanos autónomos —dotados entonces de derecho al voto—y mas de alguna manera en la encrucijada de los diferentes criterios. Aun­
ciudadanos dependientes, sin capacidad de votar. En 1793, vemos por que los debates fueron poco numerosos, son sin embargo esenciales ya que
otro lado a LanjuinaLs lamentar abiertamente que estos términos hayan la historia del reconocimiento de estas diversas formas de dependencia
quedado en el descrédito, permiliendo de hecho una forma de segrega­ de la voluntad dibuja, de algún modo, una historia negativa del individuo
ción financiera, ya que seguía siendo necesario, en el interior mismo del moderno, con el advenimiento de este último, como el resultado de un
eoncef)to de igualdad política y civil, encontrar una manera de manifestar a la proceso de individualización (instauración del sujeto) y de un desplaza­
vez la común pertenencia al cuerpo social y el acceso diferenciado al miento progresivo de esta frontera de la dependencia. Historia particu­
sufragio. Sólo la ambigüedad del término “ciudadano” daba entonces larmente significativa, ya que mezcla la historia filosófica del sujeto con
cuenta de ello designando, ya al individuo que ejercía derechos políticos, la historia de las mentalidades (en lo que respecta a las mujeres) y con la
ya al simple miembro de la ciudad. La distinción del ciudadano activo y
el ciudadano dependiente pasivo habría permitido aclarar las cosas, pen­
saba Lanjuinais.,s El problema era, en efecto, designar una diferencia no v(a útil incluso hoy; esparciría la claridad en nuestro lenguaje constitucional. Hay que recordar
que la palabra ortivo no se aplicaba sólo a la distinción de fortuna; expresa muy bien la reunión
excluyente y no discriminadora, para expresar el derecho al sufragio. de ciertas condiciones que la razón eterna prescribe, y que la voluntad general no puede evitar
lijar’ ( A.P., L LXllI, p. 562). Kanl comprende la oposición activo-pasivo en términos idénticos.
Más tarde, durante la discusión d e la Constitución del aúo lll. Tilomas l’aine pregunta signifi-
F.l enfoque social tiene lainbién en este caso una dimensión antropológica, com o ya se caiivamente “qué nombre tendrá el resto del pueblo” si sólo aquellos que están inscritos en el
ha moslradn, yaque ésta sigue casi la separación mundo salvaje-mundo civilizado para entender registro cívico y cumplen con las condiciones de dom icilio y de contribución para volar en las
la marginalidad. asambleas primarias reciben el calificativo de “ciudadano francés” (sesión del 19 Mesidor, año
IV Véanse sus reflexiones, “Qu'est-ce qu'un cttoyen franptis?", presentadas en la Convención lll, Moniteur, t. XXV, p. 171).
el 29 de abril de 1793, a partir del análisis de proyectos de Constitución. Él deplora que la misma 14 Aunque en castellano “doméstico" y “sirviente” tienen significados muy parecidos, he­
palabra sirva a la vez para designar a “los miembros del poder soberano" y a “lodos aquellos que mos decidido traducir domesti<¡ue por "doméstico", aun cuando pueda parecer demasiado lite­
son del cuerpo social, es decir que no son tú extranjeros, ni están muertos civilmente”. “Con­ ral, en virtud de que, com o señalará el autor más adelante, no todos los ilumalufua eran sirvien­
cluyo de ello —dice—que la denom inación de ciudadano activo, inventada por Sieyés, seria toda- tes o criados. | n . de la T.j
104 El MOMENTO «KVOLUCllíNAKJO El in div id uo a u t ó n o m o 105

del capitalismo (en lo que concierne a los sirvientes que reciben gajes1'* lando abierto páralos constituyentes. Éste no se abordó verdaderamente
y al desarrollo del trabajo libre asalariado). de manera profunda sino en 1790, en ocasión de la discusión sobre los
tribunales de familia y el poder de corrección paterna. Le Chapelier con­
sigue entonces, por poco, el consentimiento de la Asamblea al sugerir
LAS FIGURAS DE LA DEPENDENCIA que se fije en 21 años la edad límite del poder de corrección patenta.
“Parece extraordinario —argumenta—que aquel a quien vosotros admi­
La más evidente de las formas de la dependencia que deben alejar del de­ tís para la prestación del servicio cívico, el primer paso hacia la digni­
recho al sufragio es la de la edad. Inmediatamente después de la con­ dad de ciudadano, no se haya liberado de los lazos que lo mantienen
dición de nacionalidad, los constituyentes decretan asi, el 22 de octubre en la infancia.”18 Esta preocupación es sobre todo lógica: se trata de evi­
de 1789, que la segunda cualidad que se requiere para ser ciudadano acti­ tar la institución de un desfase paradójico entre la independencia perso­
vo reside en el hecho de tener más de 23 años de edad. Algunos, como nal y un primer elemento de capacidad política. Barnave va incluso más
Sieyés o Le Chapelier, habían pensado que era fijar el límite demasiado lejos en esta perspectiva, al aprobar que la mayoría civil preceda en cinco
alto.1,1 Pet o había sido necesario encontrar una regla única, mientras la años a la mayoría política. Se opone a la vez a aquellos que desean hacer
edad de la mayoría civil completa difiriera según las provincias, v la no­ retroceder a 25 años la edad límite de sumisión al poder del jefe de fa­
ción misma de mayoría siguiera fluctuando, siendo únicamente el matri­ milia, para operar una sincronización por encima de los dos órdenes de
monio, de manera uniforme, una condición de emancipación del poder mayoría, y a aquellos que proponían bajar a 21 años la mayoría política.
paterno (un joven soltero veía así oscilar entre los 20 y los 25 años su “Al encontrarse sometido a la responsabilidad personal de sus propias
capacidad civil para administrarsus bienes o enajenarlos).17Los constitu­ acciones —explica—, el hombre de 20 años se preparará para la responsa­
yentes habían sido obligados a tomar en cuenta la heterogeneidad jurí­ bilidad de la cosa pública f...]. Si extendéis a 25 años [el término de la co­
dica del Antiguo Régimen y escoger el denominador común más amplio. rrección paterna], eljoven ciudadano pasará inmediatamente del estado
Parecía en efecto imposible otorgar el derecho al sufragio a personas que de infancia a la gestión de los asuntos públicos.”1U¿Coincidencia por
no tendrían la plena capacidad civil, es decir, a individuos que no serían encima o por abajo, mayoría civil que preceda a la mayoría política? Estas
autónomos, plenamente responsables de su persona y de sus bienes. Los interrogantes encontraron en los hechos una primera respuesta el 11 de
jóvenes podían, sin embargo, prestar el juramento chico a los 21 años, agosto de 1792, en el gran impulso democrático que sigue a la insurrec­
lo cual venía a admitir implícitamente que accedían desde esta edad a una ción parisiense y la suspensión de Luis XVI. La mayoría política se baja
forma de existencia política propia. entonces a 21 años, al mismo tiempo que se suprime la distinción entre
La edad de la mayoría y las condiciones de ajuste de la emancipación ciudadanos activos y pasivos (pero la elegibilidad para las fundones pú­
civil y de la capacidad política constituían así un problema que seguía es- blicas sigue quedando establecida en los 25 años). A partir de esta fecha,
los jóvenes podían entonces votar sin ser plenamente mayores civilmen­
t te. La ley del 20 de septiembre de 1792 sobre el estado dvil pondría fin
lfl De igual numera, liemos traducido gaga por su contraparte castellana m;is literal, “gajes”,
a esta anomalía al fijar igualmente en 21 años la mayoría civil completa.
puesto que es la única tjue tiene la connotación de “paga que se le da a un sirviente", si bien El expediente no se volvería a abrir durante casi dos siglos, hasta que una
en español se trata de los del principe y en francés se refiere al pago por un servicio, en un ley de 1974 redujo a los 18 años la edad de la mayoría.
sentido más general. Remitimos al lector a las diferenciaciones que hace el autor páginas
adelante. [N. de la l'-J
•* Vcase Le CThapelier: “l’or las circunstancias presentes, las reformas que se harán en la edu­
cación pública, pueden hacer esperar que mucho antes de la edad de 25 ;úios los hombres serán
capaces de cumplir con funciones públicas; y pienso que la muyoria debe lijarse en los 21 años"
(/U * . t. IX. p. 478). ,H Discusión del 5 de agosto de 1790, en el marco del establecimiento del nuevo orden
* 7 Véase, sobre este punto, l'h. Sagnac, ¡-a Ugulatmn avile, de la révolutian jranfaise (1789- ✓ judicial (A.P.. i. xvu, p. 621).
¡804}, Pnris. 1898, y M. Garantí, /.a rhmlutiun el ¡'¿guillé civtlr. París. 1953. ‘9Ibid.
lOfi E n s m v i i n j o .m t o n o m o 107
ELMOMEMTT) REVOLUCIONADO

La historia del establecimiento de la edad de mayoría permite com­ traspasa sus límites sagrados; cuando, por.el más absurdo de todos los sistemas,
prender el sentido de la relación enere derecho al voto y la capacidad pa­ prolonga inútilmente la infancia del hombre.'iu
ra la autonomía. El derecho al voto radicaliza y simplifica a la ver. el pro­
blema de la capacidad civil. Conduce a trazar una línea clara y única de Los principios de protección y de educación sustituyen así al de
división entre menores y tnavoTes, mientras que el antiguo derecho defi­ mando y corrección. Esta nueva manera de entender el papel de la
nía, por el contrario, toda una gama de esta tutos particulares en función familia es consagrada por el decreto del 28 de agosto de 1792, donde es
de las diferentes categorías de acciónjurídica (el reglamento de convoca­ abolida la patria potestas para los jóvenes mayores solteros, este poder
toria a los Estados Generales preveía, por ejemplo, que los menores que paterno tan apremiante en los países de derecho escrito.21 Al no estar
poseyeran feudo podían votar). aplicada más que a los menores, la autoridad paterna cambia la natura­
l a misma noción deminoríase encuentra, al mismo tiempo, trastocada: leza de la institución familiar. Ésta tiene de ahora en adelante, por
ya no se entiende sólo como una posición en el sistema familiar; ahora función esencial, lo que se podría llamar la “producción de indivi­
se comprende principalmente como un periodo de preparación para la duos".22 Como ya está más claramente delimitado y circunscrito, el
autonomía. Vemos así muy bien eneste caso cómo el reconocimiento del estatuto de menor es compatible con la construcción de una sociedad
sujeto político es indisociable de la llegada de la figura del individuo co­ igualitaria. Ya no define más una posición sociológica; caracteriza un
mo voluntad autónoma. No hay ciudadano, en otros términos, sin una momento en la constitución del individuo. A la inversa, en la sociedad
nueva perspectiva de la familia y de la autoridad paterna. A la familia, en­ tradicional, lamas pequeña distancia cultural o económica entre el niño
tendida como una sociedad organizada y jerarquizada —que involucra y el adulto se acompaña de la inserción del menor en el marco de una
bajo la autoridad paterna a sus miembros de una manera duradera—, se 0 estructura social que tiene, de por sí, una consistencia propia. El niño,
opone de ahora en adelante la idea de familia como espacio de educa­ en otras palabras, no tiene ahí una existencia reconocida más que por el
ción y de aprendizaje. La familia ya no se percibe como la célula básica medio indirecto de la participación en un sistema más amplio. En la
de la organización social, cuyo cuerpo político no seria más que la familia moderna a la que aspiran los hombres de 1789, la separación
proyección de ésta, sino que tiende, por el contrario, a convertirse ella antropológica de la infancia es la condición para el reconocimiento de
misma en una “sociedad”, regida por un contrato de orden afectivo la igualdad jurídica de los individuos autónomos. El niño ya no es uno
entre los individuos que la componen, ordenada por la misión pedagó­
gica que se le asigna. La preparación para la emancipación se convierte Discurso del S tic abril de 1791, Moníleur, i. vni. p. 5t> (citamos la versión del Monileur
en lugar de la de los Archivos Parlamentarios, ya que esta última es menos precisa con respecto
en su principal razón de ser. Esta oscilación se siente desde la primavera
a este discurso).
de 1791, en la primera gran discusión sobre las desigualdades de al Véase, sobre ese punto, P. Mur.it, “La puissance patcrnelle et la révolution fran^-aisc: essai
sucesión. La crítica a la libertad de testar es ahí denunciada vivamente fie regéneration de l’autorité des péres" en iMfamille, la loi, l ’ÉUti, de la révolution au Cade Civil,
por la mayoría de los participantes, que ven en ella^ un atentado al * V textos reunidos y presentados por I. Théry y C. Biet, Imprímcríc Nationalc, París, 1989; M.
Garaud, La révolutionfran(nivet lafamitie, puf, París. 1978; É. Massou, "La puissance patcrnelle
principio de igualdad, pero más aún una manifestación arcaica del poder el la famille sous la révolution frant,aise”, París, 1911 (buena tesis, principalmente sobre la dis­
paterno como soberanía absoluta en el domus. El poder paterno se cusión tlel decreto del 28 tle agosto de 1792).
admite como una tutela pasajera, un principio educativo, y no como un '■**Véase sobre ese punto el interesante folleto de Berlier, üiscours et projet de b isa rles rappmts
rfui doivent substster entre les enfanti el les auteurs deleursjours, en remplacemenl des droits conmu sous
modo de gobierno. El padre-soberano cede su lugar al padre-maestro. te lilre usurpé de puissance patemelle, febrero, 1793, París; véase igualmente la presentación de
Robespierre lo explica en términos particularmente claros: Cambacércs del primer proyecto de Código Civil en la Convención (en P.-A. Kenet, Hecueil
lomplel des travauxpréparatoires du (Uule Civil, París. 1827,1.1). Estos autores no hacen sino seguir
? a Rousseau: "Por la ley de naturaleza, el padre no es anu> del hijo sino durante el tiempo en
N o hay nada de sagrado en el poder paterno más que la autoridad que se le confía que su auxilio es necesario f...]. Más allá de ese término se vuelven iguales (...]. Entonces el hijo,
—dice—; esta autoridad está limitada por la naturaleza a las necesidades de aquellos perfectamente independiente del padre, no le debe más que respeto, y no obediencia" (Discours
para quienes ha sido instituida, y no para la utilidad personal de los primeros sur (origine des Jondemenls de l'inegalité parmi les hommes, Gamicr-Flantmarion, París, 1971, p.
protectores de la infancia. Yo diría que el legislador viola la naturaleza cuando 224).

» »
108 F.l. WOMram REVOLUCIONAMO El in d iv u su o / u n í m om o 109

ele estos adultos en miniatura que describe Aries sino, por el contrario, secundaria durante la revolución, cuando tantas otras dimensiones del
un no adulto, un individuo inacabada. derecho al voLo polarizaban la atención. Es sin embargo significativo
l,a teatralidad de la educación encuentra ahí su origen. Tiene por constatar que Condorcet le atribuyó mucha importancia. En su proyecto
función principal la formación de individuos aut ónomos. Los revolucio­ de Déclaration des droits, publicado en 1789, él ve en el hecho de "no estar
narios no han hecho, en este ptinto, más que retomar las intuiciones de en lo absoluto jurídicamente atacado de demencia o de estupidez” una
Luckc, que fue el primero en entender que sólo la idea de educación de las condiciones naturales para ejercer los derechos ciudadanos.25 En
permitía ligarla visión modernadel individuo con la institución tradicio­ el ¡■‘wjet de Constihitim que presenta en 1793, “la imbecilidad y la de­
nal de la familia. Es ésta una idea que él expresa tanto en Quclqius pernees mencia demostradas en juicio” siguen siendo una de las causas de inca­
sur l'éducation (1693) como en el Dnixiéme traite du gouvernemenl civil pacidad para el derecho al sufragio26 (la segunda es la condena legal a
(1690). El papel de los padres,explica, es solamente ‘‘suplirlas insuficien­ penas que conllevan la degradación cívica). Para Condorcet, el ejercicio
cias de la condición imperfecta", que es la de la infancia.2'* Cuando la del sufragio político presupone individuos autónomos y racionales. Es
educación está lograda, el poder paterno acaba entonces naturalmente: por ello, incluso en 1788, que mientras él se inscribe aún en la perspec­
el niño se ha convertido en un individuo que puede existir de manera tiva del ciudadano propietario, considera como principales las condicio­
independiente.2'' Loche concebía así la doble modernización del poder nes relacionadas con la garantía de independencia personal. Si ésta es en
político, que reposaba sobre el contrato, y del poder familiar, que se términos filosóficos relativamente simple de tratar, la prohibición del vo­
fundaba en la educación: en ambos casos, el individuo es el fundamento to ligada a la alienación mental plantea sin embargo un problema prác­
y la finalidad de la organización social. El hecho de privar al menor del tico considerable: el del paso de las categorías clínicas (imbecilidad, fu­
derecho al voto no contradice entonces, de ninguna manera, el principio ror, demencia, etc.) a un criterio jurídico. En efecto, la locura no es una
de igualdad política. El menor es sólo un individuo en evolución. Por lo situación tan objetivamente comprobable como la minoría de edad. Sin
demás, desde el punto de vista civil propiamente dicho, no queda dejar de estar en la naturaleza, la enfermedad mental ptiede ser objeto
privado de ningún derecho. Los menores, jurídicamente, gozan de de protestas y de discusiones. El nacimiento de la psiquiatría, incluso en
todos sus derechos civiles, sólo están momentáneamente suspendidos esta época, da testimonio de ello. Es por eso que la noción médica de alie­
en el ejercicio de aquellos derechos, al estar su persona representada nado se borró detrás de la categoría jurídica del incapacitado. La Cons­
civilmente por su padre, quien tiene también la tarea de administrar titución del año III es la primera en precisar que el ejercicio de los dere­
provisionalmente sus bienes. El menor, en otras palabras, es un mayor chos de ciudadanía se suspende por la incapacidad judicial a causa de
virtual, que no puede ser definido más que por su devenir. La dependen­ furor, demencia o imbecilidad (artículo 13). Es necesaria así la interven­
cia del menor es a la vez puramente natural y puramente histórica. No ción de un tribunal para que el alienado quede privado del derecho a
es; de ninguna manera, social. volar. Es entonces la incapacidad y no la alienación mental lo que pro­
1.a prohibición del derecho de voto a los débiles ajeníales remite a las duce directamente efectos jurídicos.27 Desde comienzos del siglo X IX , la
mismas categorías. Su dependencia se caracteriza por el hecho de que práctica conduce además a disociar la reclusión de la incapacidad (la ley
son extranjeros de sí mismos, desposeídos de lo que constituye la del 30 de junio de 1838 sobre los alienados consagrará esta jurispruden­
autonomía: la razón y la libre voluntad. La cuestión pocha parecer cia). Jurídicamente, el individuo sentenciado en un juicio por incapaci­
dad es asimilable a un menor de edad: la incapacidad civil ojudicial defi­
ne el estado de una persona mayor que, mediantejuicio, ha sido declara-
- 1' Véase lodo el capítulo VI, “De la poissance patcrnelle", del Dettxiémr traitr dugouvrmement
civil. Recordaremos, a la inversa, que lo c k e y Rousseau criticaron fuertemente la idea d e que
el poder político es de la misma naturule/a que el poder paterno. 85 En CEuvres de Condonel. I. IX, p. 207.
84 Dejamos aquí de lado, por el contrario, el problema de la exclusión del derecho al 8Ü Artículo 5, en (Eitvres de ('.andnreet, i. XII, pp. 425-426.
sufragio de los viejos que se vuelven dementes, ya que éste se remite al de la prohibición de los 87 Véase Dr. Legrand du Saulle, Elude médico-légate sur Vinterdictinn des atienes, París, 1881,
alienados y los débiles de espíritu. y P. Pelol, H istoin du droit privé, lúa nicapables, curso de derecho, París. 1951-1952.
110 E l MOMENTORSVOUJCIOMARIO E l. INDIVIDUO AUTONOMO 111

da no apta para el ejercido de sus derechos civiles.** El alienado mental poraciones religiosas y las congregaciones.55 Si bien se les habían resta­
que ha sido dedarado impedido civil y por lo tamo incapacitado es. al blecido en su integridad sus derechos civiles, los religiosos enclaustrados
igual que el menor, un indi-viduomomentáneamente inacabado: la cura­ no dejaban de seguir siendo prácticamente considerados como simples
ción puede restablecerlo en su autonomía y devolverle sucapacidad dvil miembros de un cuerpo. No existían en tanto que individuos. La instruc­
y sus derechos políticos, restaurar su individualidad. La privación de los ción del 12 de agosto de 1790 que precisa las condiciones de formación
derechos electorales por causa de incapacidad fue predsamentc formu­ de las asambleas primarias los separa por esta razón del derecho de sufra­
lada por primera vez en 1852.a9 El artículo L. 5 del Código Electoral ac­ gio. Ella estipula que “los religiosos que no han hecho uso del derecho
tualmente en vigor sigue manteniendo esta medida.1,9 de salir del claustro no son de ninguna manera ciudadanos activos, en
■ Marginal, pero igualmente reveladora, es la situación de los monjes. tanto que viven bajo el régimen monástico”.28*34 La Constitución de 1791
En su Essai sur la constitución et lesfonctiom des assemblées provinciales, pu­ mantiene esta restricción, al igual que la del año ill, que prevé que el
blicado en 1788, Condorcet los exduye explícitamente del derecho de ejercicio de los derechos de ciudadanía se pierde “por la afiliación a toda
ciudadanía. Una simple constatación sociológicajusLifica, a sus ojos, se­ corporación extranjera que supusiera distinciones de nacimiento, o que
mejante medida: “Un eclesiástico es un ser aislado —explica—; un monje exigiera votos de religión’’,85 Es hasta el año VIH que los religiosos en­
es siempre un cuerpo.”51 Más allá de las pasiones religiosas y de los do- claustrados son admitidos formalmente para participar en las asambleas
lentos enfrentamientos sobre los bienes eclesiásticos, el monje constitu­ primarias. Admisión ciertamente formal, ya que no abandonaban su
ye un enigma jurídico y antropológico para los hombres de 1789. Al pro­ claustro, pero que dejaba en todo caso de considerarlos como no-sujetos
nunciar los votos solemnes que lo unen irremediablemente a su estado políticos. Contrariamente a los menores o a los alienados incapacitados,
religioso y a su comunidad, abdica de hecho a su libertad, renuncia a lo los religiosos no podían definirse como individuos en evolución, como
que constituye la esencia del individuo moderno. La revolución abolirá si su exclusión de los derechos políticos fuera sólo circunstancial. Eran,
por esta razón los votos solemnes que constituían, según palabras de al contrario, percibidos como no-individuos absolutos, simbolizando en su
Garat, un verdadero “suicidio civil”. De un mismo golpe se pone fin ala grado más alLo la desaparición de las personas en los cuerpos de los
muerte civil de los religiosos, que no podían heredar ni administrar cuales no eran más que partes dependientes. Es eso lo que motivaba su
bienes y eran completamente absorbidos jurídicamente por su comuni­ asimilación como ciudadanos pasivos, pero al mismo tiempo lo que la
dad, que era la única en mantener una personalidad civil.52 Pero se había volvía jurídicamente frágil. Era, en efecto, una exclusión puramente so­
aceptado que los religiosos que lo desearan pudiesen continuar viviendo cial, de ningún modo natural.
en su claustro, volviéndose al mismo tiempo libres, ante la ley, de aban­
donarlo cuando lo desearan, quedando igualmente suprimidas las cor­
EL SIRVIENTE DOMÉSTICO ENTRE DOS MUNDOS

28 Además de los alienados mentales, los anormales podían ser'también incapacitados en Más central filosóficamente y más determinante cuantitativamente era
el siglo XIX (cosa que ya no ocurre hoy en día; pueden solamente ser sujetos n un consejo la exclusión de los domésticos. Ellos representaban una masa considera-
judicial).
20 Decreto del 2 de lebrero de 1852 sobre la elección de los diputados al cuerpo legislativo:
“N o deben estar inscritos en las listas electorales [...J los incapacitados" (artículo 15). Entre el año M Véase, sobre este punto, A. Aulartl, “La révolution francaise et les congrégutions", Revue
III y 1852, la cucsdón permaneció jurídicamente imprecisa. PolUiqueet Partementam, mayo tic 1903, y P. Nourrisson. llisto m légate des congrégatioru religirusts
801xts impedidos (mayores de edad en tutela) no pueden ser inscritos en las listas electorales en primee depuis 1789, París, 1928.
(artículo L. 5 del Código Electoral), y las personas sujetas a un consejojudicial (mayores de edad 88 Véase Coüectwn compute (tes tais, tUcnh, ordonnances, regtements, avis du tonseil d'Etal (abre­
en curaduría) son inelegibles y no pueden ser miembros de un consejo municipal (artículos L. viado en adelante com o Duvergier), 1.1, p. 286.
O 130 y L. 230 del Código Electoral). 88 La Constitución de 1791 preveía que "la calidad de ciudadano francés se pierde [...] por
** En CEuvrcs de Condorcet, i. VIII, p. 142. la afiliación a cualquier orden de caballería extranjera o a toda coi-potación extranjera que
82 Según una antigua jurisprudencia, consagrada por la ordenanza de Blois en 1579, el supusiera, ya fueran pruebas de nobleza, ya fueran distinciones tle nacimiento, o que exigiera
religioso moría para la sociedad civil el día que que pronunciaba sus votos solemnes. votos religiosos" (así se consideraba a una orden com o la de Malta).
113
112 F.t. IMOMEMVI) RkVOUXK w \ran I J El. IMDIV1 I3t O AUTONOMO

ble. La víspera de la revolución, Moheau calculaba, en sus Recherches et ción de esta incapacidad, subrayémoslo, no se debía de ninguna manera
amsidératinns sur la populntitm de la Frunce (1778) «jue la proporción del a nn:c inferioridad intelectual en cualquiera de las personas aludidas.
número de domésticos con respecto a la población era «le 1 a 12.se En Incluso si las situaciones eran muy contrastadas, los domésticos consti­
París, había de 40 000 a 50 000 domésticos, para una población «le alre­ tuían global mente, por el contrario, una población más “culta" que la
dedor de 500 000 habitantes, y ellos conformaban cerca de 17% «le la inedia, particularmente en las ciudades. Así, a mediados del siglo XVIII,
población activa de la capital.37 Ninguna voz se eleva en 1789 para per­ se estima que 42% «le los domésticos sabía leer y escribir." Una esta­
mitirles participar en las asambleas primarias. Gondorcet y Sievés con­ dística establecida a partir de los archivos notariales revela que 64% de
sideran que la exclusión de las mujeres es resultado de un puro pre­ los domésticos hombres y 35% de las mujeres sabían firmar con su
juicio, pero reconocen como completamente natural el que se man tenga nombre, en Lyon, en 1788.42 Los datos extraídos de los inventarios rea­
) I
aparte a los domésticos. La razón es simple: ellos simbolizaban la depen­ lizados clespués de los decesos muestran por otro lado que el patrimonio
dencia de un tercero. Sieyés habla «le ellos como de “aquellos a quienes Y el nivel de vida de los sirvientes en las ciudades eran más elevados que
I Í«>s de muchos artesanos o campesinos. La situación económica de los
una dependencia servil mantiene atados, no a un trabajo cualquiera, sino
a las voluntades arbitrarias de un amo”.™Gondorcet está a favor de la ad­ domésticos es generalmente más envidiable que la que hubiesen tenido
misión de las mujeres al derecho de ciudadanía, ya que estima que no es si hubiesen permanecido en su medio de origen. Ni un enfoque prove­
la naturaleza sino la educación la que just ifica la diferencia de capacidad niente del derecho ni un enfoque censitario permitían entonces, a priori,
que tienen el hombre y la mujer de dominar sus sentimientos.39 Perore- excluir específicamente a los servidores domésticos de la vida política. Su
chaza el voto de los domésticos, pensando tjue la relación amo-críado es apartamiento se debe más simplemente al hecho de que están asimilados
una relación de tipo natural, que no consiste en una relación contrae! ual > al espacio del domas: no se les considera como verdaderos miembros de
oen un encuentro entre dos individuos igualmenteautónomos. Así, des­ h» la sociedad civil.
de el 27 de octubre de 1789, la Asamblea Constituyente decreta como La etimología de la palabra “doméstico" habla aquí directamente: el
quinta condición de elegibilidad: “No encontrarse en estado de domesti- doméstico es una parte de la casa, de la familia extensa. No es ni un indi­
cidad, es decir de servidor que recibe gajes. ” Nadie protesta, disimulan­ viduo autónomo, ni un trabajador independiente. Su libertad está seria­
do. Muchos piensan que los domésticos son incapaces de una opinión mente UmiLada. Así, hasta 1778, había ordenanzas que prohibían a la
personal y que su voto no haría sino duplicar el de su amo.40 La percep- servidumbre abandonar a sus amos para irse con otros, sin el consenti­
miento de los primeros. Bajo el Anfiguo Régimen, los domésticos queda­
ban exentos del impuesto personal y, en 1695, no figuraban en el famoso
36 Por su pane, Vauban calculaba, a com ienzos <lel siglo xvill, en 1 500 000 el número de Edicto de Capitación, que censaba y clasificaba meticulosamente a la
dom ésticos de ambos sexos. En su Tal/leau de la popululian de la Frunce, fechado el 8 d e enero
de 1780 (reeditado por Édhis), J.-J. Expilly estima en 1 ()2(i 000 los sirvientes hombres y
población francesa desde una perspectiva fiscal.43 La naturaleza jurídica
muchachos, lili su folleto Députation aux États Géncrattx (1788), Ro«derer contaba, por su lado, i del gaje como categoría de remuneración expresa claramente la particu­
I 000 dom ésticos masculinos por cada 30 000 habitantes. Siguiendo las indicaciones de P. Léon laridad del estado de domesticidad. Mientras que el salario constituye el
en Húloire économique et sociale de la France (PUF, París. 1970, t. ll). podem os llegara un cálculo i precio de un trabajo claramente identificado, el gaje es la compensación
de 800 (100 domésticos masculinos mayores de edad en 1789.
17 Véanse, en relación con este aspecto, los dalos proporcionados por A. Dautnard y Kr. por disponibilidad de la persona. Los salarios se pagan por tarea o por
Furel. Structures et relatiimssociales á Parts an XVWesítele, Arrpand Colín, Parts, 1961;J. P. Gutton,
Domestiques et serviteurs dans la Frunce de 1‘Aniien Regime, Aubier, París. 1981, y S. C. Maza, Ser-
vnnts and mostea in eighteenlh cenlury Frunce: Ihe usa af luyalty, Princcton Universily Press, 1983. 41 Cálculo para el año de 17.57 «le J.-l*. Gutton. Domestiques et serviteurs dans la France de
38 E. Sieyés, Ohsrnxitwns sur le rapport du comité de Constilution, op. cit., p. 22. 1‘Anclen Regime. p. 180. Esta tasa debió descender sensiblemente a causa del flujo de campesinos
39 Véanse más abajo los párraíos sobre la exclusión política de las mujeres. iletrados a las ciudades,
10 A di >s sigli is de distancia, Paul Blois escribe: “En el fondo, la exclusión de los domésticos «z //«/|., (comparar con los flatos reunidos por l;r. Furel y |. O zoufcn / ,ire el icrire. L ’alphalm-
era una medida democrática: impedía al amo duplicar, o más, su propia voz" (Paysans det'Ouest, tisation des francais de Cahnn d Jules Ferry, Éditions de Minuit, París. 1977, 2 vois.).
p. 227). Durante la segunda /Asamblea de Notables, en noviembre de 1788, la mavoría de las 4S Véase Fr. Hludie yJ.-Er. Solnon. La rentable hiérarchiesociale tle l'ttncitnne Frunce, l e lan f
mesas se habían pronunciado ya |x>r excluíi a los domésticos del proceso electoral. de la premiere capitation (1695), Drtiz, Ginebra, 1983.

é
114 El. MOMENTO REVOLUCIONARIO El in d iv id u o autónom o 115

día, mientras que los gajes se fijan sobre una base anual. El salario está Para los hombres de 1789, no hay nada de vejatorio en la situación
siempre más o menos ligado a una noción de duración de trabajo, mien­ política en que se coloca a los domésticos. La desigualdad o la exclusión
tras que el pago de gajes no fija ala actividad doméstica otros límites que no son insoportables más que si se refieren a una relación social o a una
aquellos de los ritmos admitidos de la vida privada. El salario se inscribe relación simbólica. El hombre al que se le imponen 40 centavos de con­
en una lógica económica del intercambio -jurídicamente, es resultado tribución puede sentirse lastimado por no tener los mismos derechos
de un contrato de alquiler—, mientras que el gaje define una relación per­ políticos que el que paga 60, mientras que el doméstico no debe resentir
sonal, un sistema de derechos y deberes de orden casi familiar. Menos su privación del derecho al voto como una afrenta o una injusticia. Si bien
sumiso económicamente que u n esclavo, y más autónomo jurídicamente la Asamblea Constituyente recibe, a principios de 1790, a un gran nú­
que un menor de edad, el doméstico encama, en el siglo X V tll, una figura mero de delegaciones que protestan contra las disparidades en materia
específica de la dependencia social, en los goznes de la tradición familiar de evaluación del precio de la jom ada de trabajo, sólo recibe una solici­
y el arcaísmo económico. El doméstico es un ser entre dos mundos. Se tud por parte de una comisión de domésticos, en junio de 1790. El orador
encuentra entre la antigua servidumbre y el asalariado moderno, en la de ésta es extraordinariamente deferente. No sale ninguna protesta de
intersección de la relación familiar y la relación social. Es por ello que su su boca. La comisión que conduce no reivindica, por lo demás, nada; se
asimilación a los ciudadanos pasivos no levanta ninguna oposición di­ conforma con llevar al altar de la patria una donación de 3 000 libras de
recta en 1789. l a exclusión política de los domésticos era ya, por demás, plata y solicitar humildemente a cambio un gesto de reconocimiento, un
un lugar común del pensamiento político liberal y democrático inglés signo que exprese que los domésticos, aun cuando no pueden votar, son
del siglo X V lll, En sus Discursos sobre el gobierno, publicados por primera sin embargo dignos de ser considerados como patriotas tan sinceros co­
vez en 1698, que se reeditaron en París en el año li y que fueron admi­ mo todos los demás franceses. El hombre que conduce la delegación inte­
rados por Rousseau, así como por los revolucionarios americanos, Al- rioriza completamente su condición. “Si motivos que nosotros respeta­
gernon Sidney consideraba que había una diferencia insuperable entre mos —declara—os han determinado a separar a la gente de la casa de la
el civis y el servus, no pudiendo ser ningún sirviente, a sus ojos, miembro cosa pública, nuestros corazones sabrán siempre franquear la bairera
de un Estado. Aquel que no era amo de sí mismo no podía tomar parte que vuestra sabiduría ha creído su deber colocar entre nosotros y los ciu­
en el gobierno de los otros. En 1647, durante los famosos debates de Put- dadanos. Nosotros nos damos cuenta de ello y nuestro patriotismo está
ney, incluso los niveladores, que se oponen a lodo sistema censuario, ad­ menos humillado: es difícil conciliar el ejercicio de la libertad con el ré­
miten que los aprendices, los indigentes y los domésticos pueden quedar gimen de la domesticidad. La necesidad estableció una dependencia que
privados del derecho al voto, en la medida en que dependen con dema­ cierta clase de hombres no puede evitar. ”‘,r’ No se ofusca por la privación
siada fuerza de la voluntad de otros hombres.1'1Sólo Locke es tal vez más de los derechos políticos. Apela solamente a un retorno de la prosperi­
abierto, pero esto no se debe sino a que hace una distinción muy estricta dad en el campo, único medio, piensa, de limitar el flujo de campesinos
entre el sirviente y el esclavo.4445* pobres a las ciudades y por lo tanto de reducir el número de domésticos.
Su deseo es, en cierta manera, reformar la naturaleza, percibida aquí bajo
la especie de la economía, pero de ninguna manera desplazar o transgre­
44 Lo esencial tle estos debates se reproduce en D. W ootton (comp.). Divine right and dir la barrera que separa a la relación social de la relación natural. Sieyés,
democracy. An antholngy of political writing in Stuart Fngland, Penguin Oassics, Londres, 1986. que entonces preside la Asamblea, lo escucha con atención y le responde
Remitirse igualmente a O. Lutaud, Cromweli, les niveleurseí la république, Aubier, París, 1978. Aun
si excluían a los dom ésticos del derecho al voto, señalaremos que los niveladores proponían pa­
en el mismo tono indiferente, como si no estuviera enjuego ninguna in-
ralelamente abolir el status de sirviente. Es entonces una reforma económica la que debía con­
ducir a ampliar los derechos políticos.
45 La posición de Locke sobre el derecho de voto de los dom ésticos es incierta. En su
Deuxibne iraité du gouvemement civil, distingue cuidadosamente al dom éstico del esclavo, por su origen (el que es hecho prisionero en una gueiTa), sino también por la forma fie su
quedando este último excluido explícitamente de la sociedad civil. Pero en su caso la noción de dependencia con respecto al amo.
esclavo es muy amplia, y designa de hecho una categoría de domesticidad que no sólo se define « S e s ió n del 12 de junio de 1791), A .l\, t. xvi, p. 201.
116 IÚ. MOMENTO fceVDlt'CKtVAKJO b x I Vr iIVTDl O AUTÓNOMO 117

justicia, ninguna desigualdad. *La Asamblea Nacional—dice—recibe cori m ente, no se calificaba de domésticos sino a los sirvientes ordinarios.4'-'
interés, con enternecimiento, vuestra ofrenda patriótica y vuestros cívi­ En la discusión deoclubre de 1789 en la Asamblea Constituyente, Ba-
cos lamentos sobre la suspensión momentánea de vuestros derechos po­ rére había resaltado esta dificultad. “El nombre de doméstico —había
líticos. Si la Asamblea ha creído su deber pronunciar esta suspensión, no subrayado—es una palabra vaga cuya acepción está demasiado extendi­
es porque este cuerpo, compuesto esencialmente de amigo» de la igual­ da. Domeshadud y doméstico comprenden de hecho, en el idioma de las
dad, haya podido Lener la intención de desconocer esta igualdad con leyes, a una multitud de ciudadanos responsables a los que vuestra in­
respecto a vosotros. Pero ella ha debido pensar que vuestra sensibilidad tención no es la de privar del ejercicio de sus derechos políticos. Los do­
misma, o el afecto tan estimable que os au» a las personas con las que mésticos son aquellos que viven en la misma casa y comen en la misma
comprometéis vuestros servicios, podría ejercer una influencia a menu­ mesa sin ser sirvientes.”50 Él itabía demandado por esta razón que la ley
do demasiado poderosa sobre vuestras opiniones: no veáis entonces, en se dirigiera expresamente a los sirvientes que recibían gajes. Efectivamente,
los decretos de la Asamblea, más que una prudente precaución que os son en esencia eslos últimos quienes “no tienen una voluntad propia,
debe ser ventajosa, ya que se dirige a la utilidad pública.”41*No hay nada libree independiente, tal como es necesaria para el ejercicio del derecho
de cinismo en esta declaración que expresa perfectamente, en su inge­ de ciudadanía”.51 La Asamblea lo sigue y precisa en su decreto del 27 de
nuidad, los límites que la naturaleza, la cultura o la razón pueden fijar, octubre de 1789 que hay que entender por “doméstico”, el “sirviente a
en estos comienzos de la conciencia política moderna, al trabajo de la gajes”. Pero seguía subsistiendo un margen de imprecisión, siendo, por
igualdad. Ochocientos mil servidores domésticos masculinos pueden así ejemplo, difícil de establecer en ciertos casos la distinción entre un mozo
quedar privados del der echo ai voto sin que el seuliuiiento igualitario pa­ de labranza y un aparcero.
rezca escarnecido en lo más mínimo, mientras que la exclusión de algu­ Al surgir numerosas protestas a propósito de casos especiales para la
nas decenas de miles de individuos a causa de disparidades en materia admisión de los ciudadanos en las asambleas primarias, la Asamblea
de cálculo del censo, eleva tempestades de indignación y de protesta. Constituyente lúe orillada a precisar las cosas en la instrucción del 12 de
El único debate verdadero de la época toca a la definición del do­ agosto de 1790. Excluyó así, formalmente, a una cierta cantidad de pro­
méstico. Entendido en su sentido más amplio, éste engloba, en efecto, fesiones del estado de domeslic.idad, señalando: “Los intendentes o ad­
a todas las personas empleadas al servicio directo del amo. El capellán, ministradores, los antiguos feudistas, los secretarios, los carreteros o
el secretario, el preceptor o el bibliotecario de una casa grande son do­ amos y mozos de labranza, empleados por los propietarios, granjeros
mésticos en este sentido, al igual que un lacayo o una sirvienta. El mismo o aparceros, no se consideran en lo absoluto domésticos o sirvientes aga­
Jean-Jacques Rousseau fue doméstico, en esta definición extensiva, al jes, y son activos y elegibles, si reúnen además las condiciones prescritas.
igual que otros hombres de letras.4748 La misma palabra servía así para Lo mismo ocurre con los bibliotecarios, maestros, obreros, mozos de
calificar trabajos y funciones muy diferentes. No había gran cosa en comercio y encargados de los libros de cuentas.”52 Sin que desaparecie­
común entre el médico personal de un príncipe, el mqzo de labranza de ran todos los problemas de interpretación, esta instrucción había bas-
un pequeño agricultor y la sirvienta de un tejedor que pasaba el mismo
Liempo manejando el telar que manteniendo la casa. En el lenguaje co­
49 La distinción enu-c doméstico y sirviente se establece claramente en el artículo “Doméstico*
de la Enciclopedia (redactado pord'Atem ben). Pero el Diccionario de Trévoux atestigua, por su
parte, al c ontrario, el carácter reciente, en aquel entonces, de esta aclaración. A com ienzos del
47 IbuL siglo, la distinción es de hecho todavía imprecisa en sus columnas. El término “dom éstico”,
48 Rousseau balita sido secretario de Embajada en Venecia en 1743. Él dirá a este respecto: señala, “altai ca a todos aquellos que actúan bajo un hombre, que com ponen su casa, que viven
“Es verdad <|tie lie sido dom éstico de M. de Monlaigti, embajador de Francia en Venecia. y <|ue en ella o que se supone viven en ella, com o intendentes, secretarios, empleados, gente de ne­
he com ido de su pan. al igual que sus geuiilesliombres eran sus dom ésticos y comían su pan gocios".
Pero aunque ellos y yo fuéramos domésticos, no se desprende de ello en lo absoluto que 50 Sesión del 27 de octubre de 1789. A.P., t. IX, p. 590. —
fuéramos sus criados" (carta del 5 de enero tic 1767, citada por J.-P. Gutton. Domestiques el 5' ¡bul.
smñtrurs ihins la Frailee de l'Anaen Régime, op. n i . p. 12). 57 Duvcrgier, op. c il, t. I, p. 286.
118 IÜ. MOMENTO REVOLUCIONARIO El. INDIVIDUO AUTÓNOMO 119

lado para aclarar las principales protestas. La cuestión se volvió a pre­ En este periodo de transición en la historia de la revolución, encon­
sentar en la orden del dia en la primavera de 1791, cuando la Asamblea tramos pocas protestas provenientes de los propios domésticos. La Péti-
había debatido las incompatibilidades a enunciar entre las {tinciones tion des domestiques, redactada por Anacharsis Cloots y revestida de una
legislativas y otras funciones públicas.53El objetivo principal de Thouret, veintena de firmas, que se presentó ante la Asamblea el 28 de agosto de
que se relaciona con esta cuestión, es alejar de la función de represen­ 1792, figura como excepción.58 Incluso si la iniciativa es marginal, la
tante a ciertas categorías de funcionarios—a menos que hubieran dimi­ argumentación del “orador del género humano" es sin embargo intere­
tido—, así como a los oficiales y los domésticos que sirven en la casa del sante. Cloots defiende el derecho al voto de los domésticos en nombre
rey (los cuales incluían puestos elevados como el deconsejero, intendente, de la virtud revolucionaria. Esta basta, a sus ojos, para anular los efectos
gran escudero, etcétera). Pero los constituyentes van más lejos que el negativos de la dependencia frente al amo y para restaurar la autonomía
relator. Siguen a Regnaud de Saint-Jean d’Angély y a Roederer para ha­ de la voluntad del sirviente. La virtud es ahí una especie de poder com­
cer inelegible, según una fórmula de este último, a "todo hombre ligado pensador inmenso que permite sobrepasar, tanto en aquel terreno
al servicio personal e individual de otro".54 Aun cuando sólo los sir- > como en los otros, todos los pesos y las determinaciones, liberarse de
vientes que reciben gajes están excluidos del derecho al sufragio, lodos todas las apariencias y transfigurar las relaciones sociales.5'-' Pero Cloots
los domésticos, en el sentido más amplio del término, se consideran así va más lejos; su razonamiento es igualmente económico: el doméstico es,
como inelegibles.55 a sus ojos, un trabajador como cualquier otro, su actividad no se distin­
En el decreto del 11 de agosto de 1792 es abolida la distinción entre j gue en esencia de la del trabajador asalariado. “Un doméstico —escribe—
ciudadanos activos y pasivos, pero mantiene a los domésticos fuera de las es un artesano domiciliado con el que comanda sus trabajos; es un arren­
asambleas primarias. La segregación de los domésticos resiste aún al datario que paga su alojamiento con su mano de obra y que paga sus im­
gran movimiento de agosto de 1792, lo cual subraya hasta qué punto los puestos por mano de otros."601.a llegada del ciudadano se acompaña así
contemporáneos no la consideraban antidemocrática. Sólo la interpre­ del desarrollo de los asalariados. No es al doméstico, sino al trabajador
tación de los textos sigue siendo a veces objeto de protestas. El 27 de asalariado en la casa de un particular al que Cloots reconoce el derecho
agosto de 1792, por ejemplo, ciudadanos de Port-au-Pecq vienen a que­ al sufragio. Es así una transformación del modo de producción y de las
jarse con los diputados por el hecho de que la .Asamblea primaria de su relaciones sociales la que debe ampliar la ciudadanía, y no una nueva
comuna ha considerado como domésticos a los empleados que depen­ concepción del derecho al sufragiQ. La Lettre á la Convenlion nationale
den de las casas de comercio.56 La .Asamblea Fue llevada así a precisar por de Joél Barlow desarrolla un tema muy cercano. El reconoce la fuerza de
segunda vez la noción de domesticidad. “Ningún ciudadano -d e c re tó - la argumentación de aquellos que no permiten el voto al doméstico que
debe ser excluido de las asambleas políticas por causa de domesticidad, depende de los caprichos del amo, y que no podría tener voluntad pro­
si no está ligado al servicio habitual de las personas. La Asamblea invita, pia. Pero esta situación es, a su modo de ver, una pura herencia del pa-
en consecuencia, a las asambleas primarias a no negar la admisión ni el
derecho de sufragio a ninguno de aquellos cuyos trabajos ordinarios se
** Está reproducida en A .P , 1.1, pp. 671-672. Véase igualmente la exposición de un “sieur
apliquen a la industria, al comercio o a la agricultura.”57 Picho", el 8 de septiembre de 1792, quien demanda “que la igualdad de los hombres sea entera
y q u e la clase num erosa de las gentes de servicio puerta, com o todos los demás miembros del
cuerpo social, gozar de todos los derechos inalienables e imprescriptibles del hombre", A.P.,
M Sesión clel 9 d e junio de 1791, A.P.. L XXVII, pp. 78-79. t. XUX. p. *63.
M lltiiL, p. 79. 59 “I .os amos aristócratas —escribe— no serán nunca lo b a la n te opulentos com o para
55 El artículo 7 del decreto del 13 de junio de 1791 lo señala asi: “Aquellos que, a cualquier corromper a la inmensa mayoría de los dom ésticos patriotas. ¿Y qué es la voz m endigante de
titulo que sea, están ligados al servicio domestico de la casa del rey, y aquellos que, por servicios un sirviente bajo y cobarde, en m edio de una inmensa nación homogénea, para que se empañe
de la inisnui naturaleza, reciben gajes y tratamientos de los particulares, si son elegidos a toda una domesticidad cívica [...] los mismos sofismas que se acumulen contra nosotros serán
miembros del cuerpo legislativo, serán obligados a optar" (Duvergier, op. cil., t. TU. p. 19). igualmente decisivos contra los numerosos obreros que trabajen en la manufactura durante un
56 Véase sesión del 27 de agosto de 1792 de la Asamblea Legislativa. A.P., t. xux, p. 25 m ilenio”, Pétition des domestiques. A.P., t. L, p. 671.
B7 Decreto riel 27 d e agosto d e 1792, ibid., p. 35. 60 Ibui.
120 El. MOMENTO KF-TOIUCIO VAHIO fcX INDIVIDUO AUTÓNOMO 121

sacio; este argumento ya no se sostendrá '‘cuando todo liumbre sea la s Constituciones del año 111y del año VIH rompen con estos presu­
absolutamente libre de adoptar cuaJquierproíesión, al ser toda dase de puestos de 1793 y eliminan de nuevo a los domésticos de las asambleas
industria igualmente alentada y recompensada’.61 primarias. Aunque el Código Civil ha confirmado en cierto modo la
Este enfoque produce su efecto total en 1793.1,o normativo y lo des­ abolición jurídica de las relaciones de dependencia personal, no recono
criptivo se confunden entonces, al tiempo que la revolución política se ciendo más que trabajadores libres, como señala el artículo 1780: “no se
liga por un momento a la ideado una resolución económica. Es una evo­ pueden contratar sus servicios más que por tiempo, o para una empresa
lución que se siente incluso entre los moderados de la Convención. 1.a determinada", la realidad económica y social de la domesticidad no de­
aspiración a la ampl iaci ón de las 1ibertades, a la perfección de Ia igualdad ja por ello de mantenerse. Para acabar con esta dualidad entre la inde­
y a la realización de la democracia se desliza entonces, para la mayoría, pendencia jurídica y la dependencia social, algunos escritores políticos,
hacia la utopía del surgimiento de un capitalismo que subvierta tocias las constatando la imposibilidad de suprimir la domesticidad, sugieren en­
antiguas relaciones de dependencia para instaurar la relación fronLal castrarla completamente en la familia. “Como nosotros, vosotros sois de
entre adores iguales, y para algunos, hacia la utopía de una igualdad de la familia”, lanza así Toussaint Guiraudet, un escritor moderado.64 Un
las propiedades, productora de idénticos efectos. Incluso Condorcet punto de vista perfectamente lógico: si los domésticos no están en la so­
invoca la revolución social para justificar la ampliación del derecho al ciedad política, deben entonces ser claramente asimilados a la familia.65
sufragio. “La dependencia, que no permite creer que un individuo obe­ Guiraudet propone en esta perspectiva la redacción de un Godigo Do­
dezca a su propia voluntad, podría ser sin duda un motivo legítimo de méstico que instituya una clase particular de leyes, al lado del Código
exclusión, señala en la prímavera de 1793. L’ero no hemos creído que Civil y el Código Político. Éste tendría que reglamentar “las relaciones
fuera posible suponer la existencia de dependencia tal bajo una Consti­ recíprocas de padre a hijo, de marido a mujer, de los hermanos entre
tución verdaderamente libre [...]. Las relaciones sociales que supusieran ellos, de amo a sirviente, aprendices, obreros, los derechos de sucesión,
tal humillación, no pueden subsistir entre nosotros, y deben tomar pron­ testamento, herencia”.66 Aunque esta idea quedaría como letra muerta, —
to otra forma."62 En su Analyse dos projoLs do Conslilution, Lanjuinais se testimoniaba sin embargo -a l contrario de la cercanía de las ligas que
muestra favorable al voto de los domésticos por el mismo motivo.63 La unían el concepto de ciudadanía con el de autonomía— ja dificultad
Constitución de 1793 suprime, en esta perspectiva, la restricción que que tenían los hombres de la revolución para pensar la reabsorción de
afecta a los domésticos. Pero sólo lo hace bajo el presupuesto de que la los inmensos “espacios intermedios” que subsistían entre el individuo y
cuestión de la dependencia está resuelta económica y sociahnenLe: “La el Estado, lo familiar y lo social, lo económico y lo doméstico.67
Ley no reconoce ninguna domesticidad”, afirma así el artículo 18 de la El menor, el impedido, el doméstico: estas tres figuras de la depen­
Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano del 24 de junio dencia han sido históricamente las más discutidas. Pero existen otras,
de 1793. ¿Podía la ley cambiar por decreto las relaciones económicas y
sociales? Ciertamente no. Pero probablemente ek legislador esperaba
exorcizar al menos así el problema, ta T. Guiraudet. Ü clafnm illt considérér c.nmmel 'élément d a societis, París, l7 9 7 ,a ñ o V ,p . 192. —
Véase el resumen tic la interesante reseña crítica que hace Roederer de la obra en su Journal
d ’Économie Publique, de Morale el de Politique, núm. 35, t. IV, pp. 341-354.
«SKI miembro de la Convención jcan-Chat les BaiUcul señala, en este ánimo: "Para el
dom éstico, el mundo entero está en la casa en la que sirve". Muyera de formar un lnm domestique,
1,1 |. Harlow, LfUre á la convenlion nationale sur la vica de la ('unstiluhun de 1791 (anexo al 2a. ed.. París. 1814, p. 252.
intom ic de la sesión del 7 de noviembre de 1792; A.P., I. III. p. 28(>) 66 T. Guiraudet. De la /amille, op. c it, p. 162.
(i- C ondolecí, Exptuilmn d a principa ti des motifs du plan de Canstitution (febrero de 1793). 07 De ahí la dificultad, también, de pensar jurídicamente el espacio del capitalismo. Este se
en CEuvres de Condorcet. L XII, p. 387. encuentra también entre dos inundo». El patrón promulga él mismo su reglamento interior,
r,s “La duineMiddad —dice—no debe excluir los derechos políticos. Existe, es verdad, ciare considerando a la fábrica com o un lugar puramente privado, al mismo tiempo que el Código
el amo y el doméstico una cierta relación de dependencia, pero es voluntaria c instantánea [... J de Comercio y el Código Civil hacen de la empresa un lugar social. (Consecuente con su (tosí-
En euali|uicr lugar en que el doméstico es m enos libre que el amo, hay abuso en el gobierno", d o n tradicionalista. Guiraudet desea que "las leyes de familia se extiendan al dom inio manu­
informe del 29 de abril de 1793, .4./’., i. lxhi, p. 5ti5. facturero".)
122 123
Ei. MUMENTO RÍTOLL'C JOMARIO El. INDIVIDUO AUTÓNOMO

quizá h u ís marginales, aunque muy significativas, especialmente, la del para “naturalizar” al extremo la feminidad. El sensualismo, si bien operó
hijo de familia (sobre lodo, el hijo mayor que vive bajo el techo familiar una revolución “progresista" en la filosofía y en la conciencia religiosa,
y no tiene recursos propios). Los constituyentes vacilan en darle el de­ contribuyó también a exacerbar la comprensión de la relación entre los
recho al sufragio, ya que no tiene independencia personal y no paga sexos en términos de diferencia física. Sería tan fácil como fastidioso re­
ningún impuesto por sí mismo. Se resignan a hacerlo sólo de dientes dactar una impresionante lista de todas las expresiones negativas que se
para afuera, calculando ficticiamente, para efectos del censo, la parte emplean para describir la naturaleza femenina. La novela, la filosofía y
del hijo en el descuento fiscal del padre. El indigente estuvo también las ciencias no hablan sino de constitución delicada, de ternura excesiva,
en el centro de numerosas interrogantes. No es sólo el pobre —excluido de razón limitada, de emotividad exacerbada, de tejidos flojos, de dispo­
del derecho de sufragio—el que presenta problema, sino también el indi­ siciones enfermizas, de nervios frágiles: la inferioridad intelectual y fi­
gente, es decir el individuo completamente dependiente, cuya existen­ siológica de la mujer se conjuga en una serie infinita y repetitiva de
cia depende de la generosidad de los particulares o de los subsidios de metáforas. Diderot resumió bien la letra y el espíritu de éstas en su ensa­
una oficina de beneficencia. Si la barrera del censo electoral, incluso li­ yo de 1772 Sur lesfemmes. Texto tanto más interesante y representativo
mitada, reglamenta la cuestión privando en los hechos de los derechos en cuanto que muestra de manera notable que la exaltación de la belleza
políticos alas personas que viven de los auxilios ptíhlicos, la cuestión se­ femenina y la celebración del sentimiento amoroso no son sino el re­
guía estando latente. verso del encierro de la mujer en su inferioridad física. Si la mujer ha sido
hecha, según la expresión de Rousseau en Emilio, “para complacer y para
ser subyugada", esto se debe a que ella es, en el fondo, un hombre incom­
LA MUJER, ENTRE LA NATURALEZA Y LA SOCIEDAD pleto, un ser en el que el hombre celebra aquello que le falta. La mujer
es para el hombre del siglo XVIII una especie de espejo en el que este
En el otoño de 1789, durante los debates sobre las condiciones de for­ último se puede amar a través de su doble herido y frágil. Por esta razón,
mación de las asambleas primarias, la cuestión del derecho al voto de las no hay contradicción entre el universo del libertinaje y la visión negativa
mujeres no se suscitó siquiera en la Asamblea Constituyente. Ellas que­ de la feminidad. Los juegos de amor y el arte de agradar sólo son una
daban espontáneamente desposeídas de derechos cívicos, como si se tra­ manera elegante y espiritual de instituir socialmente aquello que se sigue
tara de un hecho evidente que ni siquiera merecía discutirse, prestán­ percibiendo como una distancia natural infranqueable. Incluso cuando
dose tan poco a protestas como la separación de este derecho de los son celebradas y consultadas, las mujeres permanecen radicalmente ex­
menores. Esta exclusión de las mujeres de la esfera política apenas nos teriores al universo m asculino.L os Goncourt explicaron muy bien esta
sorprende hoy en día, a tal grado parece coherente con lo que podemos paradoja, demostrando cómo podía parecer que las mujeres goberna­
llamar en general “la visión tradicional de la relación entre los sexos". Es ban la corte y la ciudad, anudando intrigas c inspirando las decisiones,
sin embargo más compleja de analizar de lo que phrece. En efecto, es sin dejar de ser por ello percibidas como la encarnación de la debilidad
resultado a la vez del peso de los prejuicios de la época sobre la natu­ o de la fragilidad.69 Los rasgos impresos por la naturaleza representaban
raleza de la mujer y de la percepción de la frontera entre el espacio pri­ en todos los casos una barrera infranqueable que mantenía a la mujer a
vado y el espacio público, el orden de las relaciones naturales y el orden distancia, incluso a la que daba pruebas de un gusto refinado y de una
de las relaciones sociales. Los manifiestos a favor de los derechos polí­
ticos de las mujeres, que aparecen de manera esporádica a partir de 08 En su tarta a Talleyrand que sirve d e introducción a la Defensa dr tas derecha de la mujer
1790, dan testimonio en su argumentación del permanente entrecru- (Déjense des draits de la femme, 1792, trad. francesa Payol, París. 1976). Mary W ollstonecrali fue
zamiento de estos dos planos en la comprensión del problema. la primera en subrayar que la idolatría francesa por la mujer en el siglt i x VIH era completamente
coherente con su apartamiento. La mujer era atlulatia en su inferioridad, com o un “bello
Casi todos los hombres de 1789 tienen la cabeza llena de los lugares defecto" de la naturalc/a. Véase, sobre este punto, M. Dupom-Chaielain, Les encyclafiédistes eí
comunes del siglo XVlll sobre la naturaleza femenina. Durante todo el tes femmes. París, 191 (recd. Slatkinc, Ginebra. 1971).
siglo, la filosofía, la literatura y la medicina entrecruzaron sus enfoques Véase E. y J. de Goncourt, La femmr au XVIlle siéde, París, 1862.
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5 E l . INDIVIDUO AUTÓNOMO
125
E l. MOMENTO RliVOUJCTONAItIO

gran cultura. Eso es loque vuelve imposible un cierto pensamiento de la Entonces, para él no se trata «le una felicidad de tipo cívico, en la que la
igualdad. “Los dos sexos no son iguales; iguálenlos es desnaturalizarlos", mujer olvidaría sus especificidades para ser un ciudadano como los
resume Rétif de LuBreionneen Les¿ynofra^M,70mientras que Rousseau otros.
piensa en el fondo que emancipara las mujeres terminaría por corrom­ Los partidarios de la igualdad política aplicada a las mujeres pelea­
perlas. En el atardecer de la revolución, Syhain Maréclial. el autor del rán en primera fila contra la naturalización de la inferioridad femeni­
Manifesté des égaux, mostrará en esta dirección que la audacia política na. Estos feministas, sin embargo, no son numerosos durante la revolu­
puede hacer buena pareja con el conservadurismo social. En su famoso ción: son sólo un puñado, y sus folletos conforman un conjunto bien
Projet d 'une loi portan t défetue d 'apprendre á lire auxfmimes (1081), enlis ta escuálido.73 Su propósito fundamental es pasar de la naturaleza a la so­
el catálogo de las 113 razones para diferenciar las esferas del hombre ciedad para comprender a la mujer, y denunciar como simples prejui­
y déla mujer. Eltexlode ley que adjunta a su pan fleto precisa: “La Razón cios las descripciones tradicionales del ser femenino. En este aspecto
quiere que cada sexo esté en su lugar, y que ahí se mantenga. Las co­ siguen la demostración pionera de Fran^ois Poulain de la Barre, que es­
sas van mal cuando los dos sexos se invaden el uno al otro [...]. La Razón cribía, ya desde el siglo XVU, en De l’égalité des deuxsexes: “Estamos llenos
quiere que las mujeres sostengan el cetro de la amabilidad sin aspirar al de prejuicios [...]. De todos los prejuicios, el más exacto que hemos no­
de la política.”71 Estas palabras y estos argumentos se repetirán mil veces tado es el que se tiene comúnmente sobre la desigualdad de los dos
para justificar el apartamiento de las mujeres de la vida política. Exclu­ sexos.”74 ¿La raíz de estos prejuicios? Se debe a una simple constatación:
sión que se percibe como purametile natural, simple consecuencia lógica j “A menudo se adjudica a la naturaleza aquello que no proviene más que
«le la fisiología y la psicología del bello sexo. de la costumbre.”75 Sieyés retoma esta misma palabra “prejuicios" en
Incluso quienes aspiran a una mejoría de la condición de las mujeres > 1789 para deplorar la exclusión ptúítica de las mujeres. “En el estado ac­
no la conciben bajo la modalidad de una revolución de los derechos. En tual de las costumbres, las opiniones y las instituciones humanas —escri­
su ensayo de 1783, De l'éducation desfemmes, Choderlos «le Lacios lo ex­ be él entonces—, vemos a mujeres llamadas a portar la corona; y, por una
presa en términos muy clarificadores. Es inútil, estima, querer educar a contradicción extraña, no se permitiría en ninguna parte contarlas entre
la mu jer, es decir, tratar de hacerla actuar, razonar y sentir de tal suerte los ciudadanos activos.”76 Algunos meses tnás tarde, Conclorcet se basa
que deje de ser esclava y pueda volverse igual al hombre: “Ese no es el también en la denuncia de la naturalización artificial de bus incapacidades
medio para perfeccionar la educación de las mujeres”,72 plantea como de la mujer, para abogar por ellas en su famoso artículo del Journal de la
punto.de partida. La verdadera liberación de la mujer no consiste, a su societé de / 789.77 “No es la naturaleza, es la educación, es la existencia so-
modo de ver, en una separación quimérica de sus determinaciones so­ «:ial la causante de esta diferencia”, defiende.73 “Seria difícil probar que
ciales y naturales, sino por el contrario, en un regreso de la mujer al esta­
do de naturaleza y a una suerte «le perfeccionamiento «le éste. La mujer 74 Se pueden consultar tres útiles recopilaciones tic estos textos ilel periodo revolucionario:
> le s femmes dans la réuolutian frantaüe, 1789-1794, Edhis, París. 19 8 2 ,2 vols. (conjunto muy rico
no puede encontrar la felicidad sino en el cumplimiento de su diferencia de una centena (le folletos, artículos, carteles, etc.); Parales d'htimmes (1790-179.7), presentado
natural. Es necesario que vaya hasta el extremo de su naturaleza, hasta poi É. Badinier. I’OL, París. 1989; D. Godineau. Les drnits de l'hommesant aussi les nStres. liecueil
volver a hacerse un cuerpo enteramente nuevo, dice Licios, para que sur les drnits des femmes pemlunl Lt réxmlution franfaise, Alinea. Aix-en-Provence, 1989. Vcase
igualmente 1’. M. Duhct, I.esfemmes et la réimlution, 1789-/794,Judiare!. “Archives", l'aris, 1971,
ella encuentre una verdadera libertad, ligada al placer de los sentidos. asi com o la bibliografía de S. Blanc, Les ¡emmes et la réuolutian Jrunfaise, Bibliothéque Marguc-
70 Rclil de La Bretonnc, Lta gynographes ou idees de deux honnites femmes vur un projet de rilc-Durand. l’aris, marzo de 1989.
71 Fr. Poulain de la Barre, De Végalilé des deux wxes (1673), Favartl, París. 1984. pp. 9-10.
régíenumt proposé ti toute l'Europe, pour mellrr les /emmes á teur place, et opérer le banhmrdes deux sexes.
La Haya, 1777, p. 41. 75 Ibid., p. 96.
76 E. Sieyés. Observatitms sur te rapport du Comité de Constilution, up. ciL, pp. 19-20.
71 Articule» 3 y 56. Véanse. sobre este aspecto, los señalamientos de K. Aubert, Sylvain
77 “Sur l’admission des lemmes au droit de cité”, publicado en el núm. v del 3 de julio de
Manchal passions et failiite d un égalitaire, Nizet et Goliardica. París y Pisa. 1975. Maréchal hace
1790 (LeJournal de la Sorielé fue reproducido integiam entc en 1982 por Éditinnx Edhis).
un ju ego con las palabras potilessr (amabilidad) y politii/ue (pol(lica). (N. de la T.]
T* Ibid. , p. 7. Alii también hace Condorcet del desarrollo de la educación la clave de la amplia­
72 P. Choderlos de Lacios, De l'éduealion des femmes, texto presentado por Chamal Thomas.
Jérónic Millón, Grenohle. 1991. ción d e la ciudadanía y de la profundtzación de !n democracia.

I
E l. MOMENTO REVOLUCIONARIO El in d iv id u o a u t ó n o m o 127
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las mujeres son incapaces de ejercer Los derechos de ciudadanía. ¿Pen­ de su hogar más de lo que se arranca a los labriegos de sus arados, a los
qué seres expuestos a embarazos, a indisposiciones pasajeras, no po­ artesanos de sus talleres” —resume.8,1 Es sugerir, de manera velada, que
drían ejercer unos derechos de los cuales jamás se ha imaginado privar las mujeres cultas pueden adquirir el derecho de ciudadanía, ya que in­
a la gente que tiene gota durante todos los inviernos, y que se resfría con cluso los hombres limitados disponen de él. Los límites del sufragio uni­
facilidad?”7’1Sobre estábase. Cundorcel desea devolver sus derechos a versal justifican así, paradójicamente, su extensión. A lodo lo largo del
la mitad del género humano. “Los derechos de los hombres -ex p lica- siglo XIX, las sufragistas se apoyarán en un razonamiento análogo para
son únicamente resultado del hecho de ser seres sensibles, susceptibles reivindicar los derechos políticos. Ya que incluso los negros votan, las
de adquirir ideas morales y de razonar sobre estas ideas; así las mujeres, mujeres pueden también votar, dirán cínicamente numerosas feministas
al poseer estas mismas cualidades, denen necesariamente derechos igua­ norteamericanas después de la década de 1860. Desde 1792, Hippel,
les. O ningún individuo de la especie humana tiene verdaderos dere­ amigo y discípulo de Kanl, se asombraba también, en este espíritu, ide
chos, o todos tienen los mismos.”80 Las mujeres, en otras palabras, deben que la revolución hiciera tanto por los judíos y tan poca por las muje­
votar porque ninguna característica natural puede constituir unacomra- res!85 A lo que invitan estos argumentos, por lo bajo, es a una liberación
indicación. Todos los feministas del periodo revolucionario desarrollan de las mujeres, mezclando de manera perturbadora la reivindicación de
el mismo argumento. "El poderoso imperio de la naturaleza rodeado de la igualdad con la constatación desengañada de la mediocridad de la
prejuicios, de fanatismo, de supersticiones y mentiras”, clama en 179 L mayoría.
Olympe de Gouges, llamando a las mujeres a despertar y reconocer sus La fuerza de los prejuicios sobre la naturaleza femenina no basta para
derechos.81Lequinio mantiene el mismo lenguajeen LespréjugésdétmiLs.m explicar el carácter casi descabellado que podía tener la proposición de
¿Obtendrían las mujeres sus derechos a partir de la sola ausencia de extender a las mujeres el derecho al sufragio durante la revolución. Si
especificidad natural? Incluso sus defensores más ardientes no van Condorcet, Olympe de Gouges y el puñado de pioneros que los siguen
siempre tan lejos. También la constatación de la inmensa desigualdad de son tan poco escuchados, esto se debe también a otro motivo: a pesar de
talentos y de capacidades que atraviesa al mundo masculino justifica, a su ardor individualista, los hombres de 1789 no consideran a las mujeres
sus ojos, la abolición de una absurda segregación. Condorcet lo dice sin “verdaderos individuos”. Éstas siguen estando, para ellos, encerradas en
ambages. “Si se admitieran contra las mujeres razones parecidas [las que la esfera de la actividad doméstica, exteriores a la sociedad civil. Allí el
se alienen a las incapacidades deseadas de su naturaleza] —escribe—, ha­ problema no es sólo que las mujeres sean percibidas en principio como
bría también que privar del derecho de ciudadanía a la parle del pueblo madres o amas de casa, confinadas a un papel específico, sino que estas
que, volcada en el trabajo sin descanso, no puede adquirir luces, ni ejer­ funciones no se consideren actividades sociales. I a mujer queda incluida
cer su razón, y pronto, poco a poco, sólo se permitiría ser ciudadanos a en el sistema familiar, que la absorbe por completo. En Emilio, Rousseau
los hombres que hubieran lomado un curso de derecho público.”83 1.a escribe de manera impresionante que la verdadera madre de familia,
única opción verdadera para Condorcet, se encuentra entonces entre el “lejos de ser una mujer del mundo, no está menos recluida en su casa que
sufragio sujeto a las capacidades y el sufragio verdaderamente universal. la religiosa en su claustro”.86 Si el hombre es un individuo, la mujer, en
Excluir a las mujeres porque presentan tal o cual característica física o otras palabras, es un cuerpo, como el monje. En el fondo, es por este motivo
intelectual sólo sería aceptable si los hombres fueran privados del de­ que la segregación de la mujer parece legítima a muchos espíritus exen­
recho al voto por razones equivalentes. “No se arrancaría a las mujeres tos de los prejuicios habituales sobre los “tejidos flojos” del sexo feme­
nino o su “emotividad”, poco propicia para la participación política. Así

79 IbuL, p. 3.
8'1 IbuL, p. 10.
w /W ít, p. 2. 85 Véase Hippel, Über die bürgertirhe verbessung der jfau m , Berlín, 1792.
ni Olympe de Gouges, Les droils de la femme. Á la reine, s.l. s.f. (oloño de 1791), p. 12.
87 Véase J.-M. I.etjuinio, l^es príjugés d¿truiLi. París. 1792 (cap. XIV, “Des femines"). W,J. J. Rousseau, ÉmiU (libro v), en CEuvrrs completes, Gallimard, París, 1969, L IV, p. 737
(Uibl. tic la Pléiade).
83 "Sur 1‘admission des f'cmmes au droit de cité". Le Journal de la SocieU de 17H9, p. 7.
128 El VIOMENTO Í.Í.VUUJCIO UAKIO El individuo autónomo 129

se opone el derecho de ciudadanía de los hombres al derecho de familia mocracia. La libertad política no crece más que a expensas de su imperio,
de las mujeres. En una contestación a las peticiones de las mujeres, Les y su esclavitud nunca fue mayor que en los mismos lugares donde el
/ím>/izridn.vfWiará publican comienzos de 1791 una largapuntualización hombre gozó de mayor independencia. El contraste se explica fácilmen­
sobre los motivos que conducen a apartar a las mujeres del derecho al te; mientras más derechos adquiere el hombre en la ciudad, más celo
sufragio.8 7 El “reino de las cortesanas”, acusado de haber precipitado la tiene de hacer uso de ellos, y de lanzarse a la esfera inmensa de los intere­
ruina de la nación, está ciertamente destinado al oprobio; ése es uno de ses públicos. No tarda en exagerar ante sí mismo su importancia indivi­
los leitmotifs de la sospecha con respecto a las mujeres, pero lo esencial dual. " 89 Nodier no se conforma con evocar banalmente la duplicación
de la argumentación reposa en la asimilación de la mujer exclusivamente de la división de los sexos en la organización social. Subraya con fuerza
a la esfera privada. I.a mujer no tiene una relación de individuo a indi­ que la situación de la mujer moderna, en la sociedad individualista-de­
viduo con el hombre; está con él en una relación natural, no social. La mocrática, es menos favorable que la de la mujer en la sociedad tradicio­
oposición de las esferas doméstica y civil, privada y pública, no sólo abar­ nal. ¿1.a razón de este retroceso? Dos elementos explicativos se pueden
ca las “cualidades” que serían propias de cada sexo; traduce también un invocar. Al inscribirse en la perspectiva de una auto-institución de lo so­
limite del proceso de individualización. El estatuto de la mujer expresa cial, el mundo moderno tiende en principio a disociar y a distinguir los
en cierto modo las resistencias al surgimiento de lasociedad individualista, dos órdenes de la naturaleza y la sociedad, antaño insertos uno en el
en el interior mismo de su propio movimiento. Es el hombre el que otro. La relación entre los sexos se encuentra profundamente afectada
polariza la nueva figura d d individuo, mientras que la mujer se convier­ por ello, al redoblarse con una nueva separación su antigua división fun­
te en la guardiana de la antigua forma de lo social, de ahora en adelante cional: la identificación de lo masculino con el orden de la sociedad civil
acantonada en la familia. Al estar identificada con la comunidad familiar, y de lo femenino con el orden natural. En adelante, la mujer ya no será
la mujer queda despojada fie la individualidad. Es el alma del hogar, su entendida sólo en sus diferencias tísicas o funcionales con respecto al
principio espiritual, mientras que el hombre encarna el principio jurí­ hombre; a partir de su propio papel social, habitará ahora un mundo aje­
dico. no al suyo. El relajamiento de las costumbres puede así ir a la par con la
A partir de la revolución, la mujer queda aún más relegada a la esfera instauración de una separación casi ontológica entre los sexos, constitu­
privada, unida al hombre por un lazo de orden estrictamente natural, yéndolos verdaderamente en géneros diferentes (idea que la palabra in­
cuando éste último es de ahora en adelante reconocido plenamente co­ glesa gender traduce quizá mejor). Se trata de una transformación de la
mo sujeto autónomo y participa directamente en la soberanía política. 88 que la obra de Rousseau da testimonio de una manera brillante: él es a
Charles Nodier lo percibió con toda justeza. “El poder de las mujeres la vez el teórico revolucionario del contrato social y el cantor de una fe­
—escribe—parece disminuir en función del ascendente que se da a la de­ minidad relegada a la naturaleza. Es en esta segunda dirección que No­
dier se encamina también para sugerir que hay una especie de economía
87 Artículo atribuido a L.-M. Pntdhonime, publicado en el núm. 83 de! 12 de febrero de general del proceso de individualización moderno. A partir de ella po­
1791 de Ijss Rrvolutions de París (reproducido en la compilación Paroles d'hommts (¡790-1793) demos entender la correlación entre la consagración política del hom­
editada por L. Badinlcr).
88 Véase J. B. 1-andes, Women and Ihe puhlir sphere in ihr age af the freneh révalution, Coniell
bre y la denegación de ciudadanía de que es víctima la mujer. La rigidi-
Univenrity Press, llhaca. 1989; fc. Guibei t-Sledzicwski. Hévolutiomdu sujet. Méridiciis-KJincksicck, zación del estatuto tradicional de la mujer acompaña y “compensa” en
París, 1989 (véase especialmente el capitulo “la: fenmie. sujet civil ct itnpossiblcsujet civique"); cierto modo la revolución de la ciudadanía. “La libertad política —resu­
l). Godineau, "CJu’y a-t-il de coiniuuu e n u e vous et nous? Knjeux el discours opposcs de la me Nodier—parece ser incompatible con el poder de las mujeres. ” 90 En
dille! ence des sexes pendant la révolinion franyaisc (1789-1793)" en La ¡amúle, la loi, l'État, de
la révolntian att C.ode Civil', L. Hunt, "Révolutitm IVanyai.se ct vic privee* en M. Perrot, Histoire
de la trie privée, lid. du Senil, París. 1987, t. IV. y “L'axc niasrulin/l'éininin ilatLS le discours
l évoluttonnaire” en 1.a révalution franfatse et les proerssus de socialLsaUtm de Húmeme múdeme, actas 8ÍI Ch. Nodier, “De l'influence de» femmcj dans un gouvem em cni représentatif", texto im­
del coloquio de Itouen del 13 al 15 de octubre de 1988, Parts, Mcssidor, 1989. No he podido preso en la segunda edición del libro dcJ.-A. tic Segur, lúa jemmes, leur condition el leur injluence
conocer ¡a obra de Olwen H. líu fton, Women and the UmiLx nfcitizrnship in the freneh révalution, dans l'ordre social, ches les différents peuples anrtens et mudemes, París, 1825. t. IV. p. 228.
Univrraity Press, Tornillo, 1992. !8>IbitL, p. 243.
130 E l. MOMENTO NLYIXXCIONARIU f El. INDIVIDUO AUTÓNOMO 131

csla medida, no resulta sorprendente que lo “antiguo' pueda habersido amigo de Condorcet, diputado de Cótes-du-Nord, Pierre Guyomar,
percibido como más democrático que lo “moderno", en lo que respecta quien publica en esta ocasión el folleto más sugestivo, Le partisan de
a la situación de las mujeres. Los defensores de las mujeres utilizaron a l'égalilé politique entre les individus.9i Su alegato mezcla, de manera muy
menudo como argumento a favor de su tesis el hecho de que en 1789, aguda, una vigorosa argumentación a favor del otorgamiento a las mu­
durante la elección a los Estados Generales, algunas mujeres habían sido jeres del derecho de ciudadanía con una concepción muy tradicional de
autorizadas a votar. Efectivamente, el reglamento de convocatoria del 24 su papel social. Guyomar expresa notablemente el punto de vista femi­
de enero de 1789 preveía que las mujeres casadas y las viudas propieta­ nista a partir del universalismo revolucionario abstracto. Los derechos
rias de feudos podían ser admitidas en las asambleas parroquiales de pri­ del hombre, recuerda, se dirigen al homo, y no al ser masculino. Sólo bajo
mer grado (esta autorización se extendía también a los menores propie­ ^ esta condición pueden expresar un verdadero universalismo. Sería en­
tarios de feudos). En esta medida, la legislación electoral elaborada por tonces más apropiado —defiende—hablar de derechos del individuo. “Si
los constituyentes marca innegablemente un “retroceso”. Pero éste no empleé la palabra individuo —escribe—es porque me ha parecido la más
debe ser entendido de manera separada de los “progresos” que se ope­ adecuada para indicar a los hombres de todo sexo, de toda edad, miem­
ran por otro lado y, sobre todo, del cambio de perspectiva. bros todos, en mi opinión, de la gran familia que habita el mundo . " 98 La
En la primavera de 1789, son en principio los propietarios, dentro de mujer debe votar, por esta razón, en tanto que es un individuo. Es en este
los cuales la calidad de mujeres es sólo secundaria, quienes son llamados punto esencial que Guyomar se separa dé la gran mayoría de sus con­
a votar por el reglamento real. No se trata de un comienzo de reconoci­ temporáneos. No es, propiamente dicho, más feminista que ellos: su ori­
miento de la mujer-individuo. De una manera aún más amplia, es im­ ginalidad consiste en considerar a la mujer como un ser autónomo en
presionante constatar hasta qué punto las costumbres y el derecho pu­ estado de naturaleza. “El hombre y la mujer —explica—son independientes
dieron evolucionar de manera contrastada. Durante la edad media, la uno del otro, en el estado de naturaleza en que los encuentros son for­
mujer era considerada a menudo, por ejemplo, como jurídicamente ca­ tuitos [...]. En una democracia, en un gobierno que se acerque lo más po­
paz, mientras que el poder del marido sobre su persona tenía mucho sible al estado de naturaleza, el hombre y la mujer son cada uno un todo,
peso. A finales del Antiguo Régimen, la situación era a la inversa: la mu­ es decir, miembro del poder soberano . ” 9'1 Sólo el acceso de las mujeres
jer se había convertido en una incapaz, mientras que la fuerza del marido al derecho al suf ragio marca por esta razón, a sus ojos, una ruptura defi­
declinaba.9 1 De manera completamente paralela, la mujer fue consagra­ nitiva con la sociedad de cuerpos. “De dos cosas una —demuestra él de
da en su dependencia sociológica frente a la familia en el momento en una manera luminosa—; o la nación está compuesta de hombres y de mu­
que las costumbres se relajaban. La mujer fue aun menos reconocida jeres, o solamente lo es de hombres. En el primer caso, los hombres
como individuo mientras más era considerada como persona. forman un cuerpo; en el segundo, las mujeres son los ilotas de la repú­
De 1789 a 1791, las reivindicaciones feministas a favor de los derechos blica. ” 95 Ahí encontramos explicado por primera vez, con una claridad
políticos siguen siendo limitadas. No involucran ijiás que a grupos • excepcional, el feminismo radical: el de la absorción de la mujer en el
restringidos o a algunos filósofos. Las cosas cambian un poco a partir del individuo abstracto. No es a las mujeres, en su especificidad, en tanto
otoño de 1792, cuando el movimiento social se radicaliza y grupos de grupo social, cuerpo, mitad del mundo, etc., a quienes Guyomar desea
mujeres se manifiestan como fuerza de presión en la calle o en los clubes. ver que se les otorgue el derecho al voto: es al individuo absoluto, cuya
La cuestión se aborda por primera vez en la tribuna en ocasión de los in­
tercambios sobre el proyecto de nueva Constitución. Al hacer el reporte
de los diferentes proyectos recibidos por la Convención, Lanjuinais 92 l \ Guyomar, Le partisan de l'égalilé politique entre les individtu, mt Pmbléme tris impurtant
menciona varias propuestas a favor del sufragio de las mujeres. Es un de l'égalilé en droils el de l ’inégalité en fait. París, 1793 (tercer anexo a la sesión del 29 de abril de
1793; A.P.. l. ix ill. pp. 591-599).
93 Ibid., p. 591.
w Ibid.. p. 592.
91 Véase l’. I’ctoi, Histoire du droit privé. Les incupabla, up. ciL
» Ibid.
132 El momento REVOi.uuo.Nait.io F.l. INDIVIDUO AUTONOMO 133

determinación sexual es perfectamente secundaria. En este camino, ya líticos de mujeres. A menudo se han citado las fórmulas de Amar, que
lo veremos, está muy adelantado en relación al feminismo del siglo xix informaba sobre este expediente a la Convención.98 Privar a las mujeres
e incluso del XX. Lajustificación del derecho de las mujeres sumerge sus del derecho al voto no bastaría, a sus ojos; ellas deberían igualmente
raíces, en su caso, en un “afeminismo" radical. Pero esta audacia filosó­ quedar al margen de toda deliberación y de toda reunión política. Él
fica redobla así un gran conformismo sociológico. La mujer sigue siendo, llegaba así al extremo de la lógica que consideraba a las mujeres ence­
para él, madre y ama de casa. El contempla, por ejemplo, de manera muy rradas en la esfera de las actividades privadas.99 A este enfoque socioló­
limitada la elegibilidad de la mujer para los cargos públicos. En este pun­ gico añadía una consideración táctica. Seres frágiles y emotivos, las muje­
to, admite, “el rigor del derecho” debe plegarsealas “conveniencias obte­ res eran fácilmente manipulables, insistía, al hablar de las “pretendidas
nidas de las costumbres”. sociedades populares de mujeres que la aristocracia quería establecer
Aun considerando sólo el criterio de la autonomíay de la independen­ para enfrentarlas a los hombres, dividirlos [...] y avivar los problemas” . 100
cia individual, no es posible hablaren general de las mujeres. Su posición Este argumento iba a tener futuro: los republicanos de finales del siglo
matrimonial desempeña un papel preponderante en la determinación XIX continuarían negando el derecho a votar a las mujeres, arguyendo
de su situación en lo social. El derecho opera así una distinción funda­ que son manipuladas por el clero y la reacción. Un mes más tarde, en
mental entre la muy amplia capacidad civil de las viudas y las hijas solte­ noviembre de 1793, el procurador general, Chaumette, se encolerizaba
ras mayores, y la incapacidad de la mujer casada. También muy lógica­ contra un grupo de mujeres que forzaron la entrada al Consejo general
mente el derecho del voto podría por lo menos haber sido otorgado a de la Comuna de París, arengándolas: “-IDesde cuándo está permitido a
las primeras, quedando completamente negado a las segundas, desde las mujeres abjurar de su sexo, hacerse hombres? [...] Mujeres impruden­
aquel único punto de vista. Condorcet puso este hecho por delante para tes que queréis volveros hombres, ¿no estáis ya muy bien dotadas ? ” 10 1
denunciar la falta de lógica de quienes negaban el derecho a votar a todas Muchos extremistas aplaudieron la severidad de este juicio. Les inquieta
las mujeres.91*En 1793, un amigo de Thomas Paine, David Williams, reto­ el Club de las Ciudadanas Republicanas Revolucionarias de Claire
ma el argumento. Él acepla que el hombre y la mujer casados pueden ser Lacombe y Pauline Léon.Temen confusamente que éste simbolice, con
considerados “un ser moral cuya opinión es una", pero al mismo tiempo su existencia, el desarrollo de una revolución en la revolución, que se les
señala: “No es menos cierto que, ahí donde no es este el caso, cuando las escaparía. 10 2 De ahí su prisa por encerrarlas en el espacio doméstico y su
mujeres siguen siendo niñas o se quedan viudas, tienen incontestable­ adhesión espontánea a los prejuicios que Condorcet quería derrumbar.
mente el derecho a votar. ” 97 Nadie siguió a Condorcet y a Williams en “Cada sexo —dice Ainat—está llamado a un género de ocupación que le
este camino, ni en esta argumentación. Lanjuinais, que los cita al mismo
tiempo que Guyomar, adopta una posición reservada. Su reserva tradu­
M “Las funciones privadas a las que están destinadas las mujeres por la naturaleza misma,
ce perfectamente la complejidad de la relación que los hombres y la im ponan para el orden general de la sociedad”, señalaba (discurso del 9 Urumario del año II-
revolución sostienen con el advenimiento del individuo. Ellos buscan 3 de octubre de 1793; A.P., L IJCXVIII, p. 50). Significativamente, las mujeres se ven impedidas
apresurar el movimiento, al mismo tiempo que temen secretamente a la de portar armas, incluidas las picas en acjucl m om ento, al argumentar algunas de ellas este he­
cho para reclamar el derecho al voto en lamo que soldados-ciudadanas. La ley del 4 Pradial del
prueba radical que constituiría para ellos el que se lograra bajo la forma año II (23 de mayo de 1795) confirmará que las mujeres n o pueden asistir a ninguna asamblea
de la igualdad política entre los sexos. De ahí la brutalidad con la cual política.
algunos intervienen, en el otoño de 1793, para prohibir los clubes po- '•>!) Una posición perfectamente lógica. Si las mujeres están acantonadas en el espacio fami­
liar. deben ser privadas de todo lo que com pone la participación en el espacio público: el dere­
cho al voto, pero también los derechos de pelirión y de reunión (la ciudadanía activa se com ­
pone de estos diferentes derechos)
% Vcasc la segunda de sus Lettres d'un bourgeois de New-Haven á un ciíoym de Virginie (1787) 100 A / 5., L IXXVII1, p. 51.
en (Euvna de Condorcet, L IX, p. 16. 101 Discurso del 17 de noviembre reproducido en Paroles d'hommes (1790-1793), op. c il,
97 David Williams, Observations sur la derruiré Cunslitution de la France, avec des mies sur la p. 181.
formation de la nouveüe Conslitulion (segundo anexo a la sesión del 29 fie abril de 1793; A.I’., t. IOS Véase M. Ccrati, Le Club ríes Citoyennes Répuldicames Révolulionnaires, Éd. sociales, París,
LXII1, p. 586).
134 El m o m e n t o h pv d j .u q o n a j u o El. INDIVIDUO AUTÓNOMO 135

es propio; su acción es la circunscrita a ese círculo que no puede fran­ las mujeres no tiene sentido; sería a la vez dependiente e inútil. “El voto
quear, ya que la naturaleza, que ha puesto estos limites al hombre, man­ de uno cuenta por dos -escribe—; el de la mujer está virtualmente inclui­
da imperiosamente . " 10 3 do en el del marido [...]. El marido y la mujer no son sino una sola per­
La ley del 20 de septiembre de 1792 sobre el divorcio y la laicización sona política. ” 10 7 Portalis defenderá el mismo enfoque de la institución
del matrimonio parece proven ir de otra visión délas relaciones éntrelos familiar en su célebre Discours préliminaire de 1801.10H
sexos; remite de modo innegable a un enfoque contractual de la pareja, La exclusión política de la mujer aparece así como el resultado de un
entendida explícitamente como una sociedad formada libremente entre doble inacabamiento del individualismo revolucionario: antropológico,
dos individuos ijpiales. Pero ésta no es apenar representativa del espíri­ en cuanto al estatuto mismo de la mujer; sociológico en lo que respecta
tu de las instituciones revolucionarias. Votada duranLe el gran impulso a la percepción de la familia. En el amanecer del siglo XIX, Madame de
igualitario del verano de 1792, permaneció relativamente aislada. El Có­ Staél expresa perfectamente el primer aspecto. “La existencia de las mu­
digo Civil expresará una filosofía mucho más clásica de la familia como jeres en sociedad es aún incierta en muchos aspectos —resume—. [...] En
sociedad natural. Este deslizamiento es perceptible desde la discusión de el estado actual, para la mayoría, ellas no se encuentran ni en el orden
las primeras versiones del Código Civil en 1793.1<MTres textos teóricos de la naturaleza, ni en el orden de la sociedad . ” 109 El Codigo Civil tradujo
se consagran ajustificarlo de 1797 a 1801. En el primero, De lafamille con- bien, por su parte, la segunda dimensión. Si éste puede ser entendido
siderée comme Vélémml des societés, publicado en el año V, Toussaint Gui- como “una transacción entre las costumbres tradicionales y las disposi­
raudet se aventura hasta cuestionar los fundamentos de la revolución ciones del derecho de la revolución” , 1 1 0 es porque es testimonio de la
individualista. Él no duda en decir que “la familia es el punto social, ele­ incapacidad histórica de la revolución para cumplir su propio programa.
mental, que compone por sí mismo, multiplicándose, todas las asocia- , Podemos volver a partir aquí de los señalamientos de Nodier para
dones políticas” . 105 Él distingue individualismo moral e individualismo formular la hipótesis de que el hiperindividualismo de la cultura política
político para adelantar que la sociedad no está constituida de individuos revolucionaria sólo fue culturaltnente aceptable para la sociedad de
autónomos. “La gran sociedad —concluye—no es ni una reunión de in­ finales del siglo XVIII porque lo compensaba la erección de una barrera
dividuos aislados, ni una gran familia reunida bajo uno o varios jefes,
sino más bien un compuesto de familias. " 106 Yendo más lejos aún,
•'*7 Ch. Théreiuin, De la condition des Jemmes dans les rfpublit[ur\, París, año Vil, p. 58. Pero
Guiraudet invita a sus contemporáneos a no confundir al “hombre de la Théremin admite, a la inversa, que la especificidad femenina podría fundar un tipo particular
naturaleza” y al “hombre de la sociedad", y a distinguir sus derechos, de inserción en la vida pública. "Ya que las mujeres no pueden ser representantes, hay que inte­
constituyendo a sus ojos el orden doméstico, un orden jurídico propio. resarles de otra numera en el sistema representativo", escribe (p. 60). Él propone en ese sentido
que se puedan encargar de ciertas com isiones públicas, valorando sus “competencias propias
El segundo, De la condition desj'emmes dans les républiques, fue publicado tic mujeres. En él, la exclusión política de la mujer-individuo va acompañada entonces de un
en el año VII por Charles Théremin, el hombre de confianza de Sieyés, proyecto de inclusión de la mujer-grupo social. Ciertas reivindicaciones femeninas van en el
jefe del despacho del Comité de Salud Pública. Éste es p eñ o s radical que mismo sentido durante la revolución (véase los militantes de la Sección de Derechos del H om ­
Guiraudet, pero igualmente toma sus distancias frente al puro individua­ bre, que redaman en ei nombre de "la utilidad común" que las mujeres puedan jugar un papel:
“Ellas quieren mantener su lugar en el orden social’ —referido por D. Godincau, Q.u y a-t-il
lismo. La familia, explica, constituye una entidad que tiene un interés de com mun entre vous et nous?" en La famiUe, la loi, l ’Élat. de la révolution au Codé Civil). Véase,
propio, y por lo tanto una voluntad única. Es por ello que el sufragio de con resjiecto a esta oscilación, el capítulo "El trabajo de la universalización", infra.
lux Sobre el Código Civil, la mujer y la familia, véase: La famiUe, la loi, l ’Etat, de la révolution
au Cade Civil (varias colaboradones sobre este tema); M. Garaud y R. Szramkiewicz, La révo-
lus A.P., L LXXVlll, p. 51. lution Jranoaise et la famiUe, PUF. París, 1978; J. Bonnecasc, La pkilosophie du Codé NapoUon appli-
IM Véase A.-M. de Bcigh, Le Comité de législation ct le droit de la lamille dans les deux quée au droit de famiUe, París, 1928.
premiers projets de Codo Civil, París. 1956 (tesis de derecho). I0!l Mntc. De Staél, De la littérature canadirée dans ses rapports asm. les instituimos sociales
it» T. Guiraudet, De lafamille consideré* comme l'rüment des soculis, año V, p. 8. Antiguo colabo­ ( 1800), cap. IV, 2a. parte. “Des femmes qui cultivenl les lettrcs", en CEuvra completes de madame
rador de Mirabcau, Guiraudet era secretario general del Ministerio de Relaciones Exteriores du­ la harona* de Stael liolstein, París. 1858, l. I, p. SOI.
rante el Directorio. lio p. Lercbours-Pigeonnicrc. "La lamille el le Codo Civil" en Le Corte Civil, 1804-1904. Lime
'OG/ftut. p. 201. du centenaire. París. 1904, t. I. p. 267.
136 E l .«< i M t v jo m v O L U c io M w m

muy rígida entre el espacio comracLualista de la sociedad civil y el uni­


verso orgánico de la familia. El muy estricto mantenimiento de una “fa­
milia-comunidad” fue la condición histórica y cultural, así como la
contraparte, del surgimiento de una sociedad masculina de individuos III. EL NÚMERO Y LA RAZÓN
iguales. Es por esta razón, y no acausa de unareacción global cualquiera,
que la idea de “familia contractual” -presen te a veces a comienzos de la
revolución—se borra poco a poco . 1 , 1 Sin embaTgo, no podemos com­
prender solamente la cuestión de los deiechos de la mujer en el marco
de semejante economía general de la revolución individualista. No más
de lo que podríamos entenderlo en términos únicamente históricos, a
partir de la tensión entre poderosos arcaísmos heredados y generosos
principios todavía frágiles. El innegable retomo de la causa de las mu­
jeres entre 1792 y la adopción del Código Civil se debe también, posi­ EL RACIONALISMO POLÍTICO A LA FRANCESA
tivamente, al surgimiento del individualismo liberal. I¿i exclusión polí-
I tica de la mujer participa de hecho de la distinción más clara entre lo n la mayoría de los países, la ampliación del derecho de sufragio
'privado y lo público que se opera en esta época. La protección rigurosa
de la esfera privada, que está en el corazón mismo de los derechos del
hombre, condujo casi mecánicamente a confirmar y a veces incluso a
acentuar la relegación de la mujer en el drnnia. La segregación de las
mujeres tiene, paradójicamente una cierta dimensión liberal: inscribe en
E se ha incluido en la lista de los progresos del gobierno represen­
tativo. En otros términos, la liistoria del sufragio universal, se —
ha inscrito en una historia de libertades.En la Inglaterra del
siglo XVII, la lucha contra el absolutismo se traduce así en una demanda
de mejoramiento de los procedimientos de representación política. No
la separación de los sexos el principio de limitación de la esfera política. hay nada semejante en la Francia del siglo XVIII. Es, en principio, en el
Inscripción que se resiente como tanto más útil en cuanto que todo nombre de un imperativo de racionalización que se instruye el proceso
concurre, por lo demás, durante la revolución, a ampliar permanente­ de la monarquía absoluta. La consigna de todos los reformadores fiscales
mente el campo de lo político. El encierro de la mujer en el espacio es por ejemplo, instaurar una “tarifa general" para abolir la arbitrariedad
doméstico se percibe como una de las formas y una de las condiciones en la evaluación y la distribución del impuesto. Sustituir una regla única
de la clara separación entre lo privado y lo público. Es también por esta y estable por el embrollo de los derechos particulares: tal es el objetivo
razón que se priva a la mujer cíe los derechos políticos durante la revo­ que se afirma incansablemente en materia fiscal. La misma finalidad se
lución: la visión sociológica tradicional de la familia y la ideología liberal fija también en otros terrenos. En materia jurídica, es la batalla por su­
de la limitación de lo político se unen ahí y proporcionan un motivo primir la diversidad de las costumbres, organizar la sedimentación re­
suplementario para la exclusión de las mujeres de la ciudadanía. glamentaria y favorecer el surgimiento de códigos unificadores. En el
orden administrativo, es la crítica a la venalidad de los oficios y la defensa
del establecimiento de una burocracia moderna.
En la primera mitad del siglo XVIII, la obra del abate Castel de Saint-
Pierre ilustra bien las diferentes facetas de esta crítica a la irracionalidad
del absolutismo. Con su Projel de taille tarifée (1723) se inscribe en la conti­
111 No suscribo |W>r esta razón la interpretación «le Yvonne Knihiehlcr, que ve en las efectos nuidad de Boisguilbert y de Vauban, y aboga por un Estado moderno en
lunestos del discurso médico de Anales del siglo xvni —que vino a renovar una larga tradición sus Annalespolilüfues (1757), que reflejan bien la sensibilidad reformadora
de sujeción tcmenina— la causa del retroceso tlel feminismo entre los com ienzos tle la revo­
lución y el Código Civil (véase su articulo “Les mcdccins et la ‘nature féininine' au temps tlu
de las Luces. Pero es en otra obra, publicada en 1725, Mémoirepour dimi-
Cc kI Civil", Armales ESC, nüm. 4, julio-agosto 1976).
c
nuer le nombre des procés, donde aparece con mayor claridad, y formulada
138 El nontis-ro ilevoli -<homar 10 E l NÚMERO V LA RAZÓN 139

por primera vez, la teoría específicamente francesa de la ley como gene­ se a ellas. “La legislación —dice así Le Trosne en De l’ordre social —está es­
ralidad, identificada con la noción de Estado racional. Los procesos, ex­ crita en caracteres sensibles en el gran libro de la naturaleza. "•* La políti-
plica el abale De Saint-Pierre, provienen por lo general de diferendos caesentonces uñarte de observación y una ciencia de deducción; no crea
que están ligados a la imprecisión de la ley o a la superposición de textos nada nuevo y no instituye nada inédito. En sus Máximes, Quesnay escribe
de derecho consuetudinario divergentes o inclusocontradictorios. A sus en ese sentido: “Ni los hombres ni sus gobiernos hacen las leyes, y no pue­
ojos, la racionalización del Estado y el perfeccionamiento del derecho den hacerlas. Las reconocen como conformes a la razón suprema que
van entonces a la par. La buena ley, explica, es aquella que no cede a nin­ gobierna el universo, las declaran; las llevan al medio de la sociedad [...).
guna indeterminación en su aplicación: “ Las leyes deben ser tan claras, , Es por esto que se dice al portador de ley, legislador, y al compendio de
que cada uno al leerlas vea en ellas no sólo la decisión del casoque busca, las leyes portadas, legislación, y que nunca se ha osado decir hacedor de le­
sino que las vea incluso, si es posible, de una manera que no necesite in­ yes, Ugisfactor. " 5 El libro que traduce con mayor esplendor esta visión fi-
terpretar; así, un buen legislador debe aspirar a que disminuya la nece­ siocrática de lo político es el de Le Mercier de la Riviére, L'ordre naturel
sidad que se pueda tener de jurisconsultos.”* La ley, en otros términos, et essentiel des socielés politiques, publicado en 1767. Le Mercier de la Ri­
debe ser la expresión de la razón general, encamando indisociablemente viére no tuvo la fecundidad inielectual de un Quesnay, pero fue él quien
los dos principios de racionalidad y de generalidad. “Es con este pro­ mejor supo expresar la esencia del racionalismo político a la francesa.
pósito —amplía—que el número de las leyes particulares ha de ser, tanto Abogado del Parlamento de París, después intendente de las Antillas, es
como sea posible, igual al número de especies particulares de casos que completamente representativo de la generación de administradores ilu­
haya por reglamentar, o más bien, hacer con este propósito que cada ley, minados, artífices de la modernización del Estado después de 1750.6
por la generalidad de su expresión, comprenda y abarque todas las es­ El poder legislativo, explica Le Mercier, no puede indenlificarse con
pecies de casos particulares sin excepción: la única manera buena de dis­ el poder de inventar leyes. “Hacer malas leyes —escribe—es una desgra­
minuir el número de leyes es generalizándolas. ”2 Y sugiere, para llevar cia, un accidente de la humanidad, y de ninguna manera un derecho, una
a buen puerto esta empresa, la creación de una Academia de Derecho prerrogativa de la autoridad [...]. El poder legislativo no es en absoluto
Francés y de una Compañía Peipetua paia el examen de las leyes. Medio el poder arbitrario para hacer leyes evidentemente malas. ” 7 La libertad,
siglo más tarde, Beccaria sistematizará estos puntos de vista en su tratado en otras palabras, se encuentra en la conformidad con la naturaleza,
Des délits et des peines.s Hay q ue entender a partir de allí la esencia del legi- mientras que la opresión sólo viene de la voluntad humana que se ex­
centrismo a la francesa. El tema del reinado de la ley no remite así, sola­ travía. Esta visión de la libertad en su relación con la ley descansa en una
mente, a la noción de Estado de derecho: expresa igualmente un ideal epistemología del conocimiento centrada en la noción de evidencia. Este
de racionalización política y social. punto es fundamental. En efecto, es ahí donde se trama la originalidad
La obra de los fisiócratas expresa notablemente, a mediados del siglo del liberalismo a la francesa como racionalismo político, radicalmente di­
XVin, la naturaleza y los fundamentos de este racionalismo político que ferente del liberalismo a la inglesa.
Turgot y Condorcet encamaron después de ellos. Es necesario, para en­ La evidencia constituye para los fisiócratas la garantía de la libertad.
tenderla, ir más allá de sus teorías propiamente económicas. Para Ques- La evidencia expresa, en efecto, la generalidad, más allá de todas las dis­
nay y sus discípulos, los hombres, para ser libres, no tienen nada que cordias, los equívocos, las indeterminaciones, las particularidades.
inventar: sólo tienen que observar las leyes de la naturaleza y conformar-
* Le T ronic, Ue l ’ordre sodul, p. 23
* Máximes rfii docteur Qiiesnay, en E. Daire, Physiocrates, Parí*. 1846, t. I, p. 890.
r*Véase L. Ph. May, Le Mercier de La Riviére (1719-1X01). Aux origines de la Science écunomique,
1 Castcl de Sidnt-Pierre, Métnoire por dimmuer le nombre des pmcés, París, 1725, p. 36. Éd. tluCNRS. París, 1975, y j. M. Coucrct, Essai critique sur les idees politiques de Le Mercier
pp. 30-31. tle La Riviére. París, 1960, (tesis de derecho).
* Vcase sobre todo la sección IV, “Interpretation des lois", y la sección V, “Obscurité des lois”. 7 Le Mercier de la Riviére. L'ordre naturel et essentiel des sociétis politiques, nueva ed., París.
1.a primera edición francesa de esta obra es tle 1766. 1910, pp 82-85.
140 El núm ero v i a r a zó n 141
El m o m f n t o tlevc ilij c io n a iu o

Cuando los hombres son dcsgnuiaituuenLe|)r¡s;i<iiw d e la evidencia —escribe Le aeras del abate De Saint-l’ierre. También para él la ley es, de manera in-
Mcrcicr—, la opinión propiamente dicha es el principio de toda fuerza moral: no disociable, un medio de garantizar la libertad (al promulgar una regla
podem os entonces ni conocer ninguna fuerza, ni contar con ella. En este estado general, redhee las posibilidades de arbitrariedad) y un instrumento de
de desorden necesario, la idea de establecer fuerzas en sentido opuesto para pre­ construcción del Estado. 13 La llegada de un Estado racional constituye,
venir los abusos arbitrarios de la autoridad soberana, es evidentem ente una qui­ en esta perspectiva, una condición de la libertad: ley, Estado y regla gene­
mera: lo opuesto de lo arbitrariocs la evidencia; vito es sino la fuerza irresistible ral terminan por superponerse. En la segunda mitad del siglo XVIII, este
de la evidencia la que puede servirde contrapeso a la fuerza de lo arbitrarioy de
la opinión." racionalismo político no constituye sólo una doctrina; encuentra un pun­
to de apoyo y una forma de ejercicio en las transformaciones concretas
Los fisiócratas son, en este punto, discípulos de Vlalebranche.* Leye­ del aparato administrativo. Después de 1750, el viejo mundo de los oficia­
ron De la recherche de la véritéy meditaron sobre él, y se basan en su autor les comienza de hecho a retroceder frente al ascenso de los comisarios,
para descalificar la voluntad y la opinión. Es un medio cómodo de des­ marcando una inflexión decisiva en la evolución de la administración
plazar o evitar el problema de la auto-institución de lo social. En efecto, hacia una organización moderna. El despotismo ilustrado y el liberalis­
frente a la evidencia, necesidad y voluntad se fusionan. “La evidencia mo a la francesa hallan un punto de encuentro ambiguo en semejante
debe ser el principio mismo de la autoridad porcpie ella es el principio proceso de racionalización del aparato de Estado, dejando vacío el espa­
de la reunión de las voluntades", dice Le Mercier. 10 La evidencia es el cio intelectual ocupado por el liberalismo inglés.
equivalente del principio de unanimidad, formade la razón universal. Es Si el racionalismo político vence en Francia al liberalismo tradicional
una manera de acceso a la verdad y al interés general, que no implica de a la inglesa (el de la representación y los cuerpos intermediarios, el go­
ninguna manera la deliberación o la experimentación. Es una vía inme­ bierno mixto y el pluralismo), no se puede sin embargo concluir que esta
diata, cercana a la de la fe. 1 1 Diderot manifestará una adhesión entusias­ segunda forma de oposición al despot ismo había desaparecido por com­
ta a esta filosofía de la libertad. “Primero, Montesquieu reconoció las pleto en Francia. Subsiste, en efecto, un tuerte liberalismo aristocrático
enfermedades; de ahí Le Mercier indica los remedios”, escribirá. >2 en la segunda mitad del siglo XVill, encarnado por Voyer d’Argenson. En
El liberalismo a la francesa articula así, de manera muy particular, el sus Considérations sur legouvemement anclen et présenl de la France (1764),
culto a la ley y el elogio al Estado racionalizados la noción de Estado de escribe por ejemplo que “la' venalidad de los cargos es el gran obstáculo
derecho con la de potencia administrativa. Haciéndose eco de la teoría al designio del despotismo el progreso de la aristocracia debe ser lo­
política de los fisiócratas, Beccaria prolongará más tarde en el terreno de mado siempre como un signo certero de la debilidad del despotismo, y
la teoría del derecho este enfoque, retomando así las reflexiones pio- el de la democracia como un gran efecto de su vigor” . 14
Algunos historiadores contemporáneos, muy particularmente Denis
Richet15 han insistido en la importancia de este liberalismo aristocráti­
» Ibid., p. 345. * co. Si Voltaire y muchos otros vilipendian al conservadurismo de los par­
9 Véase en esic aspecto A. KuboLa. "Quesnay disciple de Malcbranclic" en Franfoú Qucsnoy lamentos y su pretensión de hablar en el nombre de la nación, es muy
et la physiocralie, Ined, París, 1958,1.1, pp. 1(i9-196. Consúltese también L.-Pli. May. “Descartes cierto que su supresión, por parte de Maupéou en 1771, despertó una
et les physiocrales", Revxu de Synthése, julio-diciembre de 1950.
10 l e Mercier, L'ordre, op. d t., p. 346. Recordemos igualmente que Quesnay es el redactoi
del artículo “Evidencia" de ja Enciclopedia. Ahí da la siguiente definición: “El término evidencia
13 Véanse sobre este punto los buenos señalamientos tic Ph, Raynautl en su artículo sobre
significa una certeza tan clara y manifiesta por sí misma qnc el espíritu no puede negarse a ella.”
11 “ExisLen dos clases de certeza: la fe y la evidencia. La le nos enseña verdatles que no pue­ "La Déclaration des droits de l'homme" en TheJrtmch rmolution and the m altón of motiem politi-
den ser conocidas por las luces de la razón. I¿i evidencia se limita a los conocim ientos naturales” cal culture, t. ti: Thepolilical culture of thrfm ich revolution, Collin Lucas (conip.). Pergnmnn Press.
(artículo “Evidencia" de la Enciclopedia). Oxford. 1988.
H Voyer d'Argcnson, Considérations .tur le gouvemement anden el presen! tle la France, Amster-
I!i Carta a Damilaville del 5 de junio tle 1767, en D. Diderot. Corresptmdance, Éd. de Minuit,
París, 1962, L Vn. p. 75. “Vo no creo —prosigue Diderot— que lutya acudido nunca al pensa­ dam, 1764, p. 142.
15 Véase su articulo "Autour des origines idéologiques lointaines de la revolution francaise:
miento de o lio s antes que al suyo, que la evidencia era el único contrapeso a la fuerza de la
tiranía" (p. 76). Diderot no dudara en trarar a la: Mercier com o nn "nuevo Solón". ¿lites e l dcs|X>tismc", Anuales ESC, enero-febrero 1969.
142 E l MOMENTO REVOLUCIONARIO El n u m e r o y i a r a zó n 143

verdadera campaña de indignación en el seno de las elites. Incluso ñera muy clara, los fundamentos de su hostilidad al parlamentarismo a
D’Holbach. que es uno de los más virulentos adversarios de los cuerpos la inglesa. La existencia del Parlamento, argumentan, no garantiza en lo
privilegiados, considera que éstos constituyen, a falta de otras formas de absoluto la protección de los individuos. “Lo malo de un gobierno
representación, '‘la barrera siempre necesaria entre la autoridad supre­ arbitrario —insisten—no está en quien lo ejerce; está en lo arbitrario . " 111
ma y la libertad de los súbditos * . 16 Pero estas llamadas no deben en­ En efecto, el Parlamento puede tomar resoluciones perjudiciales, al igual
mascarar lo esencial: el surgimiento y el avance de un racionalismo polí­ que un monarca absoluto. Ciertamente existen excelentes leyes en Ingla­
tico muy marcado. Es a partir de ahí que hay que comprender la hosti­ terra, “pero estas leyes son accidentales. No provienen de la Constitu­
lidad latente en Montesquieu, a quienes muchos le reprochan el apoyar­ ción británica . ” 2 2 A sus ojos, se debe poner límites estrictos a la autoridad
se en principios “góticos” para combatir el absolutismo . 1 7 También a legislativa. “Las naciones y los filósofos Lienen aun ideas muy confusas
partir de ahí se puede analizar la relación de la Ilustración francesa con sobre la autoridad legislativa —señalan. La autoridad para hacer toda cla­
Inglaterra o con América. se de leyes, aunque éstas fueran absurdas e injustas, no puede ser dele­
Si los frutos del régimen inglés —la tolerancia y la libertad—son apre­ gada a nadie: ya que ésta no pertenece ni siquiera a todo el cuerpo de la
ciados unánimemente, losprincipiossobrelos que éste reposa están lejos sociedad . ” 2 3 Ahí encuentran ellos lo esencial de las argumentaciones de
de recibir la misma aceptación. No hay que engañarse con respecto a la Quesnay y de Le Mercier de la Riviére. l a producción del derecho se
anglofilia de las Luces: es política, y no filosófica, 18 *21como bien lo atesti­ resume, a su modo de ver, en dos cosas: el perfeccionamiento de una bue­
guan las Lettres anglaises de Vollaire. Del mismo modo, las Luces apoya­ na declaración de derechos, por un lado, y la promulgación de reglamentos,
ron la emancipación americana lomando rápidamente sus distancias por el otro. El espacio parlamentario no encuentra su lugar en este es­
frente a la obra constitucional de los americanos, al encontrar que ésta quema. La declaración de derechos se desprende de la institución de la
seguía estando demasiado marcada poT el espíritu de la Cotnmm Law in­ sociedad y se redacta de una vez por todas. Por su parte, el gobierno pro­
glesa y el equilibrio de los poderes. En su famosa carta al doctor Price (22 mulga los reglamentos, estando asegurada su conformidad con la decla­
de marzo de 1778), Turgot reprocha así a este último el permanecer pri­ ración de derechos mediante el juego libre de la discusión que autoriza
sionero de las “bases falsas de la muy antigua y muy vulgar política” . 10 La la libertad de prensa. Entre los actos de gobierno y la Constitución no hay
oposición entre el racionalismo a la fraiutfcsa y el liberalismo inglés en­ nada, en otras palabras. La única prerrogativa que tiene el cuerpo legis­
cuentra más larde su formulación clásica en las notas que Condorcet y lativo es la de ejercer ciertas funciones de gobierno, como fijar el monto
Dupont de Nemours añaden en 1789 a la traducción francesa de la obra de los impuestos o el hecho de declarar la guerra y la paz; pero no podría
de Livingston, Examen du gouvernement d ’Angleíerre, amparé attx Caris- producir reglas generales.
titutions des États-U nis.Los dos filósofos franceses exponen ahí, de ma­ En esta concepción, el principio liberal de protección de las personas
y los bienes no se basa de ninguna manera en el desarrollo de procedi-
111 D'HoIbarh, Politique naturelle ou OisJurs sur les vrais principes du^ouvemement, Londres,
1773. citado por I). Riche t. “Autour des origines idéologiques”, loe. cit., Anuales ESC, p. 20. Véan­
se también, a este respecto, los análisLs de Edgar Faurc, que describe bien el "contrato precario"
entre una "masa sin mandatarios" (los franceses) y una "representación ttthtandato" (los parla­ États-Unis d ’Amerique, el dans cetui deM. ÜeLolme intitulé: De la Constilution d'Angleterre, jxir un
mentos), en E. Eaurc. La disgráce de Turgot, Gallimard. París. 1961. \ cultivateur de Neto-Jersey, Ixjndres, 1789. Esta obra de Livingston respondía al libro de Adams.
17 Véase ti. Manin, “Montesquieu", en Fr. Furet y M. Ozouf, Dictiimnaire critique de la révolu- que había querido, por su parte, contestar a la carta de Turgot interpelando a Price. Este con­
litmfrancatse, Flanunarion, París, 1988. Véiise también el excelente com pendio Montesquieu dans junto de textos agrupa cóm odam ente lo esencial del debate intelectual entre el racionalismo po­
la rcualution/roncal -, París. Edhis. 1990,4 vols. (compilación de textos sobre M ontesquieu, pu­ lítico a la francesa y la visión angloamericana. Se puede añadir, para que esté com pleto, la obra
blicados de 1785 a 1814). de Mably, Observations sur le gouvernement et les tais des États-Unis d'Amérique, Amsterdam. 1784
IN Véase C. Bonno, ¡m Cmutitution britannique devant l'opinion francaise, de Montesquieu á tío- (correspondencia con Adams, en la que Mably denuncia la inclinación m crcantilislade la Repú­
ñaparte, París, 1931. blica americana). La crítica a América encuentra ahí sus primeras expresiones clásicas.
15 En G. Schcllc. (Emires de Turgot, París, 1922,1. V, p. 536. 21 Livingston, Examen du gouvernement d'AngUterrr, op. cit., p. 76.
stl Livingston, Examen du gouvernement d'Angletrrre, comparé aux Cnnstitutions des États-Unis. « IbitL
Ou Ton refute quelques assertions d'un ouvrage ríe M. Adams, intitulé: Apnlogie des Ccmstitutions des « IbitL, p. 177.
144 E l. MOMhlS'IO HT.VDIIJCIONARIO

mientos representativos: encuentra suficiente arraigo en la edificación 1. Marco de plaLa. Soy elegible
de un poder que es Uno y Ra2 onable. Hay una segunda razón que expli­ (1700).
ca por qué la representación como tecnología política es exterior a todo (Foto © Bibliothcque Nationale,
aquel racionalismo político francés del siglo X V ill: es que el proceso re­ Caris.)
presentativo, en tanto que tecnología política, necesita de heterogenei­
2. Balanza de elegible del marco de
dad para existir. Si no hay heterogeneidad aceptada como tal en lo social, plata (1791).
la representación es un proceso imposible e impensable. 1 .a representa­ (Bibliolhequr National, París.
ción sólo puede operarse si se reconocen estados, partidos, clases, terri­ P o lo © R o g e r V io lle l.)
torios, claramente distinguidos e iden tiftcados. Es necesario que la socie­
dad pueda reconocerse en sus divisiones, en sus diferencias, entenderse E sLos dos grabados hacen referencia
en sus desniveles. Ahí donde no hay desniveles, ni divisiones, ni diferen­ J e j'iti.r J ilu jib le \ al proyecto de som eter la
elegibilidad a la Asamblea Nacional
cias, ni pensamiento sobre estas distinciones, no hay representación po­ / i r J )d e r iia la . n a a a n ,
a una condición de censo (pago de
sible. Se rechaza la visión pluralista de la sociedad, ya que se percibe co­ JV fw i w mm . ee mar*-* m a o n lrv tJte iw n -,
un impuesto del marco de plata, es
mo la expresión de una cacofonía. ta im a 'ja o ú v r,á J x m t
decir de 51 libras). La riqueza,
l A n a f ir a d t * la ta a t i a da la nakaaaa ,
Se ha dicho muy a menudo que la derrota de la visión inglesa de la asimilada aquí a la estupidez animal,
representación se había operado con la caída de los monarquistas, en el vence a los talentos y la virtud.
otoño de 1789. De hecho, es a partir del momento en que se elabora ese Votada en principio el 29 de
tipo de racionalismo político, que se descalifica en Francia la referencia octubre de 1789, esta medida fue
suprimida el 27 de agosto de 1791,
a Inglaterra. En la primera de sus Máximes genérales d 'un ganvemement en el transcurso del procedimiento
économique de royaume agricole, Quesnay escribe: “Es necesario que la de revisión constitucional.
autoridad soberana sea única y superior a todos los individuos de la so­
ciedad y a todas las empresas injustas de los intereses particulares. El
sistema de fuerzas opuestas en un gobierno es una opinión funesta que i
sólo deja percibir la discordia entre los grandes y .el agobio de los hu­
mildes. La división de las sociedades en diferentes órdenes de ciudada­
nos, de los cuales unos ejercen la autoridad soberana sobre los otros,
destruye el interés general de la nación e introduce la disensión ele los
intereses particulares entre las diferentes clases de ciudadanos . ” 24 En
este marco, sólo hay dos caminos políticos posibles: cjl de la igualdad eco­ l*
nómica, que produce la unidad real al suprimir las diferencias —es la
perspectiva del socialismo, cuya vía señala Mably desde mediados del
siglo XVIII— y el del racionalismo político, que establece un poder que es
Uno. La cultura política francesa oscilará constantemente entre estos
dos polos.
La visión del poder unificado en los fisiócratas es completamente
coherente con la epistemología de la evidencia. La evidencia es, en efec-

’iA F.n /-Vancou Qutynay el la physiorratie, op. ciL, t. II, p. 949.

y
|TijiÜI
3. Recompensa h o n w u a los electores obedientes.
Litografía de Dauniici publicadaenLn ( '.ra/atíurrtU-\ 17 de
julio ile 1854. La corrupción elec tor,íl l>a|o la monarquía de
Julio es estigiiiatií-Kia.- las condecí unciones se irttercanihian
por boletas de voto.
(Loto © Bibliotlici|ue Nationale. París.)

f>. La Reíoniui desenmascarando a la corrupción. Grabarlo de Devrits


« (1848). Duranle la monarquía de Julio, el sufragio censuario era acusado
de ser el principal vector de la corrupción. El surgimiento de un
régimen verdaderamente representativo pone Un entonces a la
corrupción.
(Poto © Bibliothéque Nationale, París.)

4. L i selección popular. Grabado publicado eu 1833 en La


Caricature. Se espera que el sufragio popular, sustraído a la
influencia de los periódicos, conduzca a designar diputarlos
j, virtuosos v representativos.
* (Foto © Biblioiliéquc Nationale. París.)
8. Via ma cartouclir (Aquí está mi
cartucho). Litografía de Daumier.
publicada en l,e Charivari del 20 de
noviembre de 18fi9. La boleta de voto es
el equivalente de un arma en la mano del
pueblo. Kl carácter pacificador del
sufragio universal sigue siendo un tenia
muy frecuente en el discurso republicano
hasta la década de 1870.
(Foto © Bibliodtéque Nalionale, París.)

t)

t •»>
fi. La urna y ol fusil. Grabado de 7. ¡ s sujjrage umvrrsel (Ll
M. L. Bosredon (abril de 1848). sufragio universal). Boceio del
1.a com petencia electoral, que cuadro de Charles Négre,
permite a todos expresarse, tiene ejecutado en 1851 en el marco
un electo ele pacificación social. del concurso lanzado en 1848
F.l obrero deja su fusil: él puede, sobre la representación de la
de ahora en adelante, hacer república.
escuchar su voz sin ser obligado (Colección particular. Foto
a recurrir a la insurrección. ©Jacques Mayor.)
(Foto © Bibliothcque Naliottale,
París.)
i)
8
9. Le suffmffr nniversel (F.l sufragio universal), (¿rallado de 1850
dedicado a Leríni-Rolliji.
(Polo © Bibliothcque Nalionalc, l’arís.)

10. La b'ratmúlé (La fraternidad). Grabado de 1850.


(Foto © Riblioihéquc Nationale, París.)

11. Detalle de un calendario democrático de 1852. Bajo la Segunda


República, el lema del sufragio universal está ligado a alegorías de
fraternidad y de unidad social. Igualmente se asocia con la idea de
prosperidad económica (los cuernos de la abundancia) y a la de
progreso (los ferrocarriles y los barcos de vapor). Los antiguos
guardianes del orden establecido (los eclesiásticos, diputados y
soldados adeptos a filiéis, Montalcmbert y Falloux) observan
inquietos y perplejos la manifestación del pueblo soberano.
(Foto © Bihliotlieque Nationale, París.)
12. Les électiom jtrésiHenlielles He déeembre ¡SUS ( la s elecciones
presidenciales de diciembre de 1848). Cavaignae, Luis
Napoleón, Ledru-RoIIin, 1am anille, Raspail y el general
Cluingamier recogen los sufragios de los electores en una
competencia equitativa simbolizada por el riovivo.
(Musée Caniavalct, París. Foto © |ean-l.onp (.barmei.)

13. LVlection Hu 23 avril 1848 á París (1.a elección del 23 de


abril de 18'18 en París). Una lila de pobres frente a la urna
electoral, sugiriendo que el deber de solidaridad es la
contraparte lógica de la inclusión de torios los individuos en
una misma comunidad polftira por el sesgo del sulragio.
(Foto © Jean-Loup Charmel.)

14. Le vote au villaje, le 23 avril 1848 (F1 voLo en el pueblo, el


23 de abril de 1848).
(Foto © J. Mainbourg-Raplio.)
15. Nauveau projet d'ume /¡lectorale ti l ’usaifj if.u ¡trufilrpwiícus (Nuevo proyecto ilc urn;i
electoral para el uso del pueblo trances), I.iti igra fia de C'li Yem iet aparecida en Le Charivari
del 25 de mayo fie 1850. Tliiers, Vlontalembeit y Fallóme conspiran para restringir el número £
de electores.
(Foto © Bibüot beque Nalionale. París.)

16. Lilliputiens mayan! itr pm/iler lin wwmeil d’itn nrmvrau Gulliver (Liliputienses tratando de
aprovecharse del sueño de un nuevo Gulliver). Litografía de Danmier aparecida en Le
Charivari del 20 y el 2 1 de mayo de 1850. Ayudad» por los dipul arlos conservadores. Tliiers
intenta dominar al sufragio universal. La ley del 31 <lc mayo de I85l>, al ¡nstiluir una cláusula
de domicilio muy restrictiva, reducirá en más de .8 1)1X1 1X10 el numero de electores.
(Foto © Bibliotlieque Nalionale, París.)

17. Une panique des liUipuliem tjui ont mayé degmroller lexnffrage umversel pendant san snmmeil
(Pánico de los liliputienses que Liu Liii m de agarrotar al sufragio universal durante su sueño). ^
Utografía de Daumier aparecida en Le Charivari del 28 de junio tic 1851. Grabado publicado
en ocasión de una campaña pidiendo la abrogación de l.i ley del 51 de mayo de 1850.
(Foto © Bibliothcquc Nalionale. París.)

15

41) *

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3nXaho!fttklahnt.
20

18. "La hache i/ni le coupera >i’esl pus mane


trcmpée" (“Fl hacha que lo cortará no lia sido
templada aún"). Litografía de Dauinier
aparecida en Le Charivari del 1 de diciembre
de 1871. El sufragio universal, 23 años
después de 1848, lia quedado sólidamente
establecido.
(Foto © Ribliotheque Nalionale, l’aris.)
19. Las elecciones del 8 de febrero de
1871. Composición de Fauslin. V inoi
Muge* Jules Eavre. Adolplie Cremieir^J
y Ciamlietia rodean a la urna electoral
1.a República vela antes de ronliar su
espada.
(Foto © Collection Viollet.) 20. Le suffrage universal (F.l sufragio universal). Ilustración
aparecida en 1893 en Le 1‘rlilJournal. El sufragio universal
se Ira convenido en una fuerza que hace huir a los
capitalistas. La alegoría de unidad social retoma un tema del
cuarenta y ocho, pero la asociación del sufragio universal
con la fuerza im ponente del león es algo nuevo.
(Foto © ]ean-Loup Charmcl.)
• U

BIENBOGI. LTOWi... - m* a«M.

21. Bien ntgi, ¡.yon (Bien rugido, Lyon). Dibujo de Andró Gilí publicado en ¡.'Eclipse
del 18 de mayo de 1873 en ocasión de la elección del republicano de izquierda Arthur
Ranc en Lyon. Es una de las primera imágenes que identifican al león con el
sufragio universal, al jugar el dibujante con las palabras.
(Musée Carnavalee, París. Foto © Jean-Loup Charmct.)

22. Boulanger sortnnt de fu m e électorale (Boulangcr saliendo de la urna electoral). 11


Composición tardía de abril de 1890, a favor del general. entonces'huido. Ésta representa
el poder y el vigor de la soberanía del pueblo.
(Foto © Bibliothequc Nationale, París.)

23. l.e dieu du moment (El dios del momento). Dibujo de Glano publicado en Le Triboidet
del 13 de abril de 1902. Desde el cambio de siglo, el elogio al sufragio universal
comienza a ceder el paso ante la denuncia de la ilusión electoral. El elector sólo es soberano
durante el corto tiempo de una campaña.
(Foto © Bibliothequc Nationale, París.)

24. La Ierre promise (La tierra prometida). Composición de 1891. El sufragio universal
y el referendum, asociados a la legislación social, van a conducir a la humanidad l
hacia el socialismo.* Marx cuestiona este paso electoralisla. I |
(Foto © BihlioLbeque Nationale. París.) |
27. Un bureau de vote en IfWl (Una oficina de voto en 1891). Cuadro de
AH red Bramtot. Alcaldía de Lilas.
25. Le vote (El voto). Cuadro de Malhicu. Alcaldía de Cliehy. (Foto © l l.Josse.) 28
(l-'oto © Musccs de la Ville de I’-.tris bv Spadem, 1992.)
28. Elecciones legislativas del 26 de abril de 19M. Ui cabina de voto se
26. Dibujo de Félix Vallotton, denunciando el carácter individualista utiliza por primera vez, al haberse decidido su introducción por la ley del
del voto, que Ggura en la cubierta de un Folleto anarquista de 4) 19 de julio de 1913.
Léonard. Le Tréteau electoral, Jarre politupu• et sacíale (1902). (Foto © Harlingue-Viollel.)
30. Sistema de casilla electoral c|ue permite economizar boletas
de voto: el elector expresa el suyo oprimiendo el botón
correspondiente al candidato de su elección. Perfeccionado en
1922 por el ingeniero Russo. Sistema precursor del voto
electrónico. Actualmente, hay cabinas de voto basadas en este
principio en numerosos estados estadunidenses donde la gran
cantidad de puestos a cubrir dificultaría un escrutinio manual
29. Apáralo registrador de boletas de de las boletas.
voto inventado por Boggiano en 1910 (Foto © Rogcr-Viollei.)
para lucilitar las operaciones
electorales. 31-32. Modelo de cabina de voto de madera probado a finales
(Foto © Ilarlingue-Viollei.) tic 1913 en Ivry-sur-Seine en ocasión de una elección legislativa
parcial. El modelo que se eligió finalmente es más rústico, al
asegurar una simple cortina el secreto de la colocación de la
boleta en el sobre.
(Foto © Harlingue-Viollet.)
AUX ELECTEÜBS
DU DEPARTEM ENT D ELA SEIN E.
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Jo«vTtewo»bkelpprócte enclp
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t ttbrrte, éfaUU, fmtemílé, pow imam tetefrité
*. v e ua « m eecrw *4w te w i* kw
wmdogm a» cómate
ttee — «ah te c (¿ftetetlve M t lu m u l rwap»»w dltasuue* « l m i nenio
p é ta te puur (te c l n tete qul i i f temí! ene metete oonpotee t l m w M
«te temwc», q w te teratt m miomliln» fieaqwwe de pdvOégte» (mar dterw
te r W* telerfte de» truvsUtetm, m m im m iU te 4c cupUatteteu peor (set fr­
uir lltoM M r da pajr*. J u m ttEROir».

34

35

33. Ilubcrtinc Auclert. Redactora en jefe de candidata a una elección legislativa. Aborda
La Citoynme. una de las principales el sufragio fie las mujeres en una perspectiva
sufragistas francesas. utilitarista de representación de intereses.
(Bihlinihéque Marguerite-Durand, l’arís.
Foto © Jean-Loup Citarme!.) 85. Grabado que ilustra la primera página de
La Citayerme, el periódico de Ilubertine
34. Proclama d ejean n c Derom. directora Auclert. La aportación específica de las
del diario L'Opinion des Femmes, en ocasión mujeres a la vida política queda simbolizada
de las elecciones de mayo de 184!). Ella fue por su contribución a la paz.
la primera mujer en presentarse com o (Foto © Uibliotbeque Nalionale, París.)
30

U fiion 53.
FKAHCAI3E pqurlc S U m » R u s FENNES
Rué S c h e f P e r-P A R IS -

LA JU STIC E ÉLECTORALE
V O T IV O J U S T I C E

3(>. I’ourquoi la frmmr itoit valer (Por qué la mujer debe volar). Tarjeta postal editada en 191 I
poi la Sociedad para el Mejoramiento de la Suerte ríe la Mujer y la Reivindicación de sus
Derechos. Las sufragistas llevan pancartas que remiten todas a la especificidad del papel
social que las mu jeres podrían jugar al entrar en la esfera política.
(Foto © Biblioihéque Margueritc-Durand.)

37. Cartel publicado hacia 1920 por la Unión Francesa en Pro del Voto de las Mujeres. F.l
derecho id voto se asocia aquí todavía a la contribución propia que las mujeres podrían
apollar al mejoramiento de la vida social.
(Bibliolhéquc Forney, París. Foto © Jean-Loup Charmei.)38

38. La justice fleclamlt (I .a justicia electoral). Tárjela postal editada hacia 1910 por la Ceuic qiii votenl Grites qui ne volent pas.
Bibliolhéquc Fóministe. La mujer laboriosa que cuida de su hijo se opone al hombre Vo/er* .Yon Doler»
intemperante, ausente del hogar. Ivstc es un argumento de tipo social y capacitarlo que se
En vwte á I* nuoTHlouc rtwwrtr, u. rw *• i»w<ii, mns o >>
esgrime para justificar el derecho a votar de las mujeres. (I>
(Foto © Bihlíothcque Marguerite-Durand.) .38
El NlíWEItO V IA RAZÓN 145

lo, un remedio para la anarquía de los sentimientos, para la cacofonía de


M O I N S las opiniones, para la divergencia de intereses. “La evidencia, que es una,
no puede representar más que un solo punto de reunión de las volun­
tades y las fuerzas”, escribe Le Mercier de la Riviére. 2 5 La teoría fisio-
crática de la evidencia (principio de unidad) sirve aquí como sustituto a
D E la teoría inglesa de la representación (principio de diversidad).
Pero ¿cómo reconocer la evidencia? Si la evidencia “debe ser el prin­
cipio mismo de la autoridad" (Le Mercier de La Riviére), ya que es el de
la reunión de las voluntades, ¿cómo producirla? Los fisiócratas desarro­
4 llan para eso una teoría de la opinión pública como modo de producción
2 1 A N S
de la unanimidad. La opinión pública no podría ser asimilada a una sim­
voici votre ple suma de opiniones individuales, siendo éstas, la mayor parte de las
bulletin de veces, fruto del prejuicio, la ignorancia o el capricho. El término no tiene
entonces, en el caso de ellos, el sentido que le damos hoy en día (la opi­
nión pública como sentido común, opinión promedio, sentimiento ge­
neral). A sus ojos, la opinión pública no es sino la expresjpn de la razón
V O T E y la evidencia. No puede entonces venir de abajo, surgir del sentido co­
mún, o ser resultado de una aritmética discordante de los puntos de vista
individuales. ¿Cuál será su vector? La respuesta de los fisiócratas ni) se
aleja de la de casi toda la Ilustración: hacer del hombre de letras y del
sabio el productor de esta evidencia. “¿Qué es entonces, señores, un
hombre de letras? —preguntaba La Harpe. Es aquel cuya profesión con­
siste en cultivar su tazón para aumentar la de los otros . ” 26 El hombre de
letras ocupa por este motivo un lugar central en la visión política de las
Luces. Es la figura alrededor de la cual se organiza la idea de política
racional. Pierre Bénichou ha hablado a este respecto de la “consagración
del escritor” .2 7 El filósofo es, en efecto, percibido como el portavoz de la
razón, se convierte en una especie de sacerdote secular. 28 De los liber­
% tinos eruditos de comienzos del siglo XVII a los últimos filósofos del XVIII,
corre un mismo hilo en la cultura política francesa para erigir en figura
social central a aquellos a quienes aún no se les llama intelectuales. Por
esta razón, se alaba a los mandarines como una elite fundada en la razón
y ya no en el nacimiento, el poder o el dinero, y se sueña con una mítica

39. Cin tel de muyo de 1968. K1 esuidinnie de 1908 elige ** Le Mercier, L'tirdre, op. ríL, [>. 99.
expresarse lanzando ado(|uines. puesto (]ue no puede votar. 46 La Harpe, Discours de réceplion á 1‘Académie fiancaise, citado por G. Gusdorf. Les principes
La edad del derecho del voto será reducida a 18 años en de la petisée a u Siécte des Lumiéres, Payot, París, 1971, p. 490.
1975. P. Bénichou. Lesacredel'icnoain. 1750-1830. Essai sur l'avénemenJ d ’unpauvotrspirituel las­
(F o to © líil)llo th é (|iie N a tio n a le . l ’aris.) que dans la France modeme, José Corti, París, 1973.
2HVéanse los artículos “G ente de letras”, “Mandarines” y "letrados" de la Enciclopedia.
«i f
146 El momento revolucionario El n ú m e r o y la razó n 147

China que supuestamente encama el Estado racional. 29 “Los escritores también una importante obra a esta cuestión: De l ’instruction publique ou
filósofos —escribe Lezay-Mamena- (cunan la opinión pública, y por la Considerations morales et palitiques sur la necessité, la nature et la source de cette
opinión reinan sobre el m undo.'3®1 -a opinión pública no se confunde instruction (1775). "Un gobierno debe ser el principal maestro de sus su­
entonces en lo absolutocon la opinión del pueblo; es resultado solamen­ jetos", señala como introducción .34 La dimensión propiamente cívica de
te del movimiento de confrontación de las ideas entre los filósofos, de la instrucción pública queda ampliamente subrayada por Le Mercier
donde resulta el descubrimiento de la evidencia. Lo que crea la opinión de la Riviére. Para formar un verdadero cuerpo político, explica, es
pública es una discusión filosófica, una confrontación de expertos, y no necesario “producir y mantener una unidad de voluntad, de dirección y
un debate democrático . 3 1 El modelo del racionalismo político al estilo de fuerza” . 35 De ahí una exigencia de uniformidad en los métodos y en
francés articula así una teoría del conocimiento (derivada de Malebran- los programas de enseñanza que prefigura de manera notable los gran­
che), una sociología (la consagración del escritor) y una filosofía de la des proyectos de reforma elaborados durante la revolución.
libertad (el gobierno de la regla general). Casi no hay lugar para la representación en un dispositivo tal. La idea
La instrucción pública ocupa lógicamente un lugar determinante en de derecho al sufragio es absolutamente extraña a este universo. La dis­
este dispositivo de producción de la opinión pública iluminada. Así en cusión entre personas ilustradas en las que florece la razón basta para
Francia, desde mediados del siglo XVIII, laescuelase ve cargada de misio­ producir las condiciones de la libertad. “¿Qué significa este nombre de
nes que rebasan ampliamente la preocupación de difundir conocimien­ representación? —pregunta, por ejemplo, Suard. ¿Qué pueden represen­
tos útiles y se incorpora a ella todo un cortejo de utopías. Para las Luces, tar los representantes sino la opinión pública? Que suijan entonces los
la escuela es, junto con la libertad de prensa, el principal vector de difu­ debates y que duren mientras esta opinión sea incierta No nos di­
sión de la razón, que se expande por imitación. L o s fisiócratas —esto se vidimos en partidos, ni frente a una partida de ajedrez, ni en la lectura
suele olvidar demasiado a menudo—escribieron mucho sobre la cen- de dos soluciones del mismo problema de geometría . " 38 Louis Sébaslien
Lralidad de la tarea de la instrucción pública para el Estado. En su üespo- Mercier retoma también ese tema en L 'an 2440. “Los Estados Generales
lisme de la Chine, Quesnay explica así que “el objeto capital de la admi­ que perdimos —escribe—son reemplazados por esta multitud de ciudada­
nistración de un gobierno próspero y duradero debe ser [...] el estudio nos que hablan, escriben y prohíben al despotismo alterar muy conside­
profundo y la enseñanza continua y general de las leyes naturales" , 3 2 rablemente la Constitución libre y antigua de los franceses. ” 3 7 Al modelo
mientras que el abate Baudeau hace de la enseñanza económica la con­ inglés de la protección de las libertades por medio de la existencia de
dición primordial del progreso . 3 3 Le Mercier de La Riviére consagró contrapoderes surgidos de la representación política de las principales
fuerzas del país, se opone así, en el siglo XVIII, el modelo del racionalismo
político a la francesa. En esas condiciones, no hay que equivocarse al
Sobre el mito del mandarín en el siglo XVHI, véase G. Beni ekassa, “Le réve d’une élite: quel-
¡lúes avaiars du niythe mandarinal an XVtlc et XVItte siéclcs" en Le concenlriqué et l'excentriqur: interpretar el movimiento a favor de la reforma de las asambleas pro­
nuiTgts des l.umiéres, Payol. París, 1980. La obra clave es, por supuesto, la de Quesnay, üespotisme vinciales en la década de 1780. Las asambleas, tal como las conciben Tur-
de la Chine. got o los fisiócratas, no tienen más que una función consultiva, sirven
9° l.ezay-Mamezia, Le bonheur dans les cumpagnes, Ncufchíitcl, nueva ed„ 1788, p. II. Véase
también el discurso de L. S. Mercier, Le bonheur des gnu de leltres, París, 1766, y el discurso de
para hacer circular informaciones y no constituyen un poder represen­
ingreso de Rulhiérc a la Academia Francesa (1787). tativo. Se insertan más en un proyecto de mejora de la gobernabilidad
*1 La libertad de prensa es entonces más que un derecho individual. Funda un método social
de producción de la evidencia y el acceso a la razón. Véase el capítulo “Monsieur le Public" de
L. S. Mert r, en su Tablean de París: “El público [...] no es el que tiene el furor de juzgar antes 94 Le Mercier tic La Riviére, lie ¡'instruction publique, París y Estocolmo, 1775, p. 13.
de entender. El choque de todas las opiniones da com o resultado un fallo ¡jue c* la voz de la verdad 9* /I,id., p. 34.
y que no se borra Pero este público es poco numeroso" (nueva ed., Amstcrdam. 1783, t. Vt, p. 5,1 Garat. Mémoires hislorit/ues sur le KVIlie siiele et sur M. Suard, Parí». 1829. 2a. ed., L II. p. 94.
305). Podem os señalar que la crítica de los fisiócratas a la teoría del gobierno representativo les valió
92 Fr. Quesnay, CEuvres écimomiques et philasophiques, Oncken, Francfort, 1888, p. 646. ser “rehabilitados" a com ienzos del siglo XX por medios cercanos a la Acción Francesa. Véase
Véase su interesante capítulo “De l'instruciion économ ique et de son efftcacilé" en Pre­ la obra muy significativa de P. Teyssendier de La Serve, Mabty el les physiorrates. París, 1911.
míete introductíim á la philosophit économique (1771), París, 1910, pp. 136-163. 97 L. S. M crciei, L'an 2440, París. 1787, t. II, p. 61.
H8 El MOMfNm RLVOl-l.CIUNAWO
F.l n ú m e r o y la r a zó n 149

«juc en una perspectiva de desarrollo de la democracia y las libertades.


No remiten a la lógica parlamentaria inglesa. Tomando una posición ley no se refiere más a ningún orden exterior, ni a ninguna regla moral
aislada, pero que tiene la ventaja de Ja claridad, el abate Baudeau llega o social preexistente; se vuelve puramente positiva y participa cíe un mo­
vimiento de autoinstitución de la sociedad. Este cambio es entonces fun­
incluso a oponerse vivamente al proyecto de establecimiento de tales
damental. Pero ¿cómo interpretarlo? Hay que cuidarse de razonar dema­
asambleas. “Las elecciones de quienes se dicen representantes del pue­
blo no podrían engendrar sino intrigas, facciones, rivalidades”, escribe siado globalmente. Si hay un cambio, éste es, de hecho, singularmente
en 1787.SKAunque reconoce quecl soberano debe “(eneren todas partes complejo. La revolución política y la revolución intelectual de 1789 tejen,
un ojo, una oreja, una boca”, no cree que un “sistema complicado de en este punto, una madeja particularmente tupida, en la que se entrecruzan
asambleas habladoras y extremadamente dificultosas” * 9 pueda cumplir las continuidades y las rupturas.
esta función. Dos registros se superponen, sin confundirse, en la consagración de
¿Cómo se pasó de ese racionalismo político al elogio de la voluntad la voluntad general: el de la definición del sujeto político por un lado, y
el de los fundamentos del orden social, por el otro. El movimiento que
general durante la revolución francesa? ¿Cómo pudo imponerse la idea
de derecho al sufragio como algo esencial en este marco? Si existe una se opera en el primer caso es el más fácil de comprender. La afirmación
ruptura con la tradición de la Ilustración, ¿cuándo se opera y cómo? La de la soberanía de la voluntad general es resultado, en primer lugar, de
comprensión de este cambio exige Lodo el análisis que podamos hacer la formidable transferencia de soberanía que se realiza en 1789, al apro­
de la historia de la democracia francesa y de la ciudadanía. piarse la nación de los atributos del poder real, al mismo tiempo que el
principio de igualdad política entre los individuos conduce a hacer del
derecho al sufragio el símbolo de la inclusión social. Se puede hablar, a
LA REVOLUCIÓN AMBIGUA DE LA VOLUNTAD GENERAL este respecto, de una verdadera “coronación” de la voluntad general. És­
ta aparece casi como una condición técnica para la reconstrucción del or­
En 1789, la consagración de la voluntad general parece acarrear una den político, al no poderse borrar la figura del monarca absoluto sino al
ruptura brutal con el racionalismo político de las Luces. En efecto, hay precio de un traslado directo de su poder a la nación; la simple perspec­
dos concepciones de la ley que se oponen. Para la Ilustración francesa, tiva de una limitación de la soberanía real a la inglesa parece insuficiente
la ley es, por principio, un acto de razón. El anículo “Ley” de la Enci­ y estar superada. En efecto, la fuerza del absolutismo era de tal magnitud
clopedia, redactado porjaucourt, lo recuerda claramente. "La ley en ge­ para los hombres de 1789, que no creían posible una simple redefinición
neral —escribe—es la razón humana, en tanto que ésta gobierna a todos de los límites del poder del rey. Sólo una operación de confiscación y de
ieapropiación global permitía a sus ojos considerar su reducción. L.os
los pueblos de la Tierra; y las leyes civiles y políticas de cada nación no
conceptos de soberanía de la nación y de voluntad general, que están re­
deben ser sino los diversos casos particulares donde se aplica esta razón
humana.” En 1789, estamos sumergidos en otro universo. Durante la lacionados, pueden entonces entenderse de manera liberal: tienen la
discusión de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudada­ función de volver concebible un anl ¡absolutismo radical. El artículo 6 de
no, todas las opiniones se ponen de acuerdo para estimar que “la ley es la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano se inscribe
la expresión de la voluntad general”. La fórmula adoptada está además directamente en esta perspectiva liberal. Al afirmar que la ley es la ex­
ya presente en la mayoría de los proyectos preparatorios .'10 Entonces, la* presión de la voluntad general, los constituyentes quieren decir, en prin­
cipio, que ésta ya no debe proceder de la voluntad particular del monar­
ca. Sin embargo, ¿erigen ellos al pueblo en nuevo sujeto soberano?
*** Bandean. Idees d'un aloyen prest/ue satagénatre, París, 1787, p. 21.
tbuL. p. 22.
Toda la ambigüedad está ahí: en 1789, nadie se imagina todavía la ins­
su Véanse sobre ese punto los desarrollos de M. Gauchci, La reuohUton des droits ile l'hom- tauración de un poder confiado al pueblo. Es la nación el sujeto de la sobe-
me. C.allimard. París, 1989, pp. 161-162, y de S. Riáis, Im. Dédarntwn des droits de Vhomme et du ato-
yen. Pluriel. París, 1989, pp. 228-238. Para el debale sobre este anículo en la Asamblea Consti­
tuyente. acudir a la edición de A. de Bacc«|iie en A. de Baccque, W. Schmale y M. Vovellc, L ’an des droits de l'homme, Presses du Centre National de la Rccherche Scientifique. París, 1988. pp.
150 E l. MOMENTO REVOLUCIONARIO El. NÚMERO Y LA RAZÓN 151

ranía, como dice el artículo 3 de la Declaración (“El principio de toda logia coherente de la democracia. La expresión del voto de los individuos
soberanía reside esencialmente en la nación. Ningún cuerpo, ningún in­ sería en este caso una condición necesaria para llegar a la formulación
dividuo puede ejercer autoridad que no emane expresamente de ella”). del interés general. Se desembocaría entonces en una teoría utilitarista
Como ügura de la totalidad social, la nación no se puede reducir a nin­ de la democracia, tal como fue formulada por Benlham en su Fragment
guno de sus componentes, al mismo tiempo que designa un lugar vacío on govemment (1776) o por Cartwright en su panfleto Take yoter choice
de poder. Irreductiblemente unificada e indestructible, k nación es así (1776). Si por el contrario, hay continuidad, aunque sea parcial, el sufra­
soberana para los constituyentes sólo en tanto que es una totalidad abs­ gio universal puede remitir a una lógica de inclusión social sin necesidad
tracta, quedando así fuera del alcance de todo poder humano, y ninguna de desempeñar un papel positivo en la expresión del interés general y
persona o grupo singular, cualesquiera que éstos sean, pueden apropiár­ corresponder a un modo de ejercicio de la soberanía. Sufragio-pertenen­
sela. La nueva filosofía de la ley que se expresa en 1789 se deriva de estas cia y sufragio-soberanía se encuentran entonces disociados, acarreando
condiciones de transmisión de la soberanía real a la nación: la voluntad simultáneamente una serie de desequilibrios y de tensiones.
general es, por principio, la voluntad de la nación. La llegada de un nuevo Si es difícil también desenredar la trama del racionalismo y el volun­
sujeto político central marca así una ruptura evidente con el absolutismo, tarismo que subyace bajo la cultura política revolucionaria, no es sólo
pero es una ruptura política más que una ruptura sociológica. En otras porque la consagración de la voluntad general se opere en condiciones
palabras, la consagración de la voluntad general no trac consigo el poder equívocas, marcada más por el peso de las negaciones, que por el de las
popular. afirmaciones. Se debe también al cuestionamiento de la noción misma
El artículo 6 de la Declaración, imarca, por otro lado, una ruptura de de voluntad general. Ésta es, en efecto, falsamente simple. Lejos de sepa­
tipo epistemológico en la concepción francesa de la ley, que traduce el paso rar claramente los principios del racionalismo político, mantiene una
de una concepción racionalista a un enfoque puramente positivo? No es relación equívoca con ellos. En efecto, en ella conviven dos nociones. Por
fácil responder sencillamente a esta pregunta. En muchos aspectos, k un lado, la referencia a la generalidad, que remite a la idea de una polítjca
obra de la revolución sigue llevando, en efecto, la huella del racionalismo que ya no esté fundada en la tradición y en lo arbitrario, y pueda acer­
político del siglo XVIII. Los constituyentes, al igual que los miembros de carse en ese sentido al racionalismo político; por el otro, el elogio de la
la Convención, siguen inmersos en el universo de un Turgot o de un Ma- subjetividad y el llamado al pueblo. Para tomar bien la medida de Iq s
lesherbes. Ellos también buscan edificar un Estado racional, en ruptura equívocos que encubre la referencia a la voluntad general, hay que re­
con el sistema de corporaciones y el espíritu de localidad. La manera en cordar que la expresión misma, cuando comienza a ser utilizada, no tiene
que dirigen la reforma metrológica, la lucha contra los dialectos, la re­ una marcada connotación subjet ivista. Malebranche la emplea en el siglo
organización administrativa y financiera, y sobre todo la reconstrucción XVII para definir la modalidad de intervención de Dios en la historia y
de un nuevo orden jurídico, son un notorio testimonio de ello, incluso explicar por qué su acción obedecía a principios generales que condu­
si este esfuerzo global no encama en instituciones y códigos sino a partir cían a que algunos hombres pudieran no ser salvados. Pascal se refiere,
del Consulado. El proyecto de instalación de un culto a la Razón, en el por su parte, a la voluntad general como imperativo moral para los hom­
otoño de 1793, se inscribe también en esta perspectiva. En ese sentido bres, siendo a sus ojos el particularismo y el amor propio la fuente de to­
hay mucha continuidad entre la Ilustración y la revolución; tiene razón dos los males.4 1 Antes de Rousseau, Montesquieu y Dideroi hablan tam­
Toequeville en subrayarlo. ¿Cómo interpretar entonces lo que aparece bién de voluntad general, en un sentido siempre objetivo. “La voluntad
claramente corno un dualismo: continuidad al mismo tiempo que rup­
tura con el racionalismo político del siglo X V lll? Esta pregunta es fun­ ■<l Sobre la historia de la noción de voluntad general, nos remitiremos esencialmente a A.
damental desde el punto de vista del derecho al sufragio. Si hubiera una Posligliola, “De Malebranche á Rousseau: les apones de la volunté générale ct la revanche du
‘raisonneur violenl'", Armales de la societífean-Jacques Rousseau. Ginebra, 1980, vol. XXXIX; P. Ri-
ruptura total con el racionalismo político, el sufragio universal no co­ ley, The general m il before Rousseau. The transformation ofthe divine into Ihe dvic, Priticcton Univer-
rrespondería solamente a un imperativo sociológico y político (simboli­ sity Press, 1986, y Will and polttical theory, Harvard University Press. Cambridge. Mass., 1982; J.
zar la integración social); podría igualmente inscribirse en una epistemo- Shklar, "General will" en Ph. Wiener (comp.). Dictionnnry ofthe hutory of ideas, 1973, vol. II.
152 El MOMENTO REVOLUCIONARIO E l NÚMERO V L \ RAZON 153

general —escribe por ejemplo Diderol en la Encidopedia—es en cada, in­ la representación va igualmente en consonancia con la visión racionalis­
dividuo un acto puro del entendimiento que razona en el silencio de las ta. Larepresentación es para él, al igual que para los fisiócratas, sinónimo
pasiones sobre lo que el hombre puede exigir de su semejante, y sobre de intereses particulares. Es cierto que hay, innegablemente, una dimen­
lo que su semejante está en derecho de exigir de él. ” 1 2 La voluntad ge­ sión de llamado al pueblo en Rousseau. Pero ésta es sobre todo moral y
neral no es en lo absoluto sinónimo de voluntad del pueblo en estos ca­ sociológica. Él rechaza el liberalismo aristocrático, confía en el sentido
sos; recuerda más bien la noción de evidencia. Antes de Rousseau, la idea común popular, pero no concibe de ninguna manera la soberanía de la
de voluntad general no se remite entonces, en la cultura filosófica fran­ voluntad general bajo la especie de una suerte de gobierno popular direc­
cesa, a una modalidad de la legitimación política. Derivada de una pers­ to. Rousseau no tiende a definir una política de la voluntad. Es por eso
pectiva teológica en Malebranche, toma en seguida en Pascal una dimen­ que la idea de sufragio universal, tal como se formula durante la Revo­
sión moral y en Diderot un carácter metodológico. La concepción más lución, lees totalmente extraña. En.sus Considérations sur le gouvemement
“moderna" de la voluntad general, como voluntad del cuerpo político de Pologne, se pronuncia, por ejemplo, por una limitación del principio
considerado como un todo, no estará presente sino hasta los teóricos del electivo con base en las capacidades.46 En sus Lettres écrites de la montagne,
derecho natural y del contrato, que buscan fundar la relación social en se burla de quienes “se imaginan que una democracia es un gobierno en
principios puramente endógenos. La noción de ley cambia de sentido en el que todo el pueblo es magistrado y juez” . 47 En suJugement sur la polysy-
esta perspectiva. Ésta deja de ser, como en Santo Tomás de Aquino, una nodie señala, a propósito de los proyectos del abate de Saint-Pierre en
ordenación racional para el Bien Común, promulgada por la autoridad relación al establecimiento de consejos electos, que “la sola introducción
que está a cargo de la comunidad; se vuelve puramente convencional, re­ del escrutinio debía causar un vuelco aterrador y provocar un movimien­
gla de derecho objetivo que extrae su fuerza de su método de institución to convulsivo y continuo a cada parte, más que un nuevo vigor al cuerpo.
(el decreto por voluntad general) y no de su contenido (la adecuación a ¡Júzguese el peligro de conmover una vez a las masas enormes que com­
los principios de justicia y de bien común ) . 43 ponen la monarquía francesa! " 48 Si bien la definición de la voluntad ge­
Rousseau se inscribe, por supuesto, en la herencia de Hobbes y de Pu- neral en Rousseau suscita vastas interrogantes, aquello a lo cual ésta se
fendorf para pensar el establecimiento humano de lo social. Por muchos opone queda, en cambio, perfectamente claro.
aspectos, sin embargo, al mismo tiempo sigue sumergido en la tradición La voluntad general —Rousseau insistió en ello en muchas ocasiones-
del racionalismo político a la francesa. La voluntad general guarda así en no podría confundirse, en principio, con el simple deseo de la mayoría.
su caso una fuerte dimensión liberal, al igual que en Montesquieu: ésta “Lo que generaliza la voluntad pública —escribe en el Contrato social—no
expresa el carácter impersonal y uniforme de la ley, que procura una ga­ es la cantidad de votantes sino el interés común que los une . ” 49 Es decir,
rantía de equidad. “La peor de las Leyes —escribe en las Lettres ¿entes de en otros términos, que ésta no procede de una aritmética de tipo elec­
la montagne— vale aún más que el mejor amo; ya que todo amo tiene toral; sólo el principio de unanimidad puede garantizar su realización:
preferencias, y la Ley no las tiene jamás . ” 44 Juditli,Shklar ha hablado a “Mientras más se acerquen las opiniones a la unanimidad, más predomi­
este respecto de manera muy esclarecedora de una “política de la preven­ na también la voluntad general”, señala. 50 La voluntad general no podría
ción” en Rousseau. 15 La manera en que el autor del Contrato social critica
40 Vcasc. Rousseau, (Euvres completes, op. ciL, p. 1019.
47 En (Euvres completes, p. 838. En el Contrato social (libro IX, cap. I), él señala, dejando tradu­
47 Artículo “Derecho natural". cir cierta turbación: “ Tendría muchas reflexiones que hacer sobre el simple derecho de volar
43 Véase sobre este punto el artículo muy esclareccdoi de 1. Aiulré Vinccnt. “La notion nio- en iodo ac to de soberanía, derecho del que nada puede despojar al ciudadano; pero esta impór­
dernc de droit naturcl et le volontarisme (de Vitoria e l Suarez. a Rousseau)", Archives (le Philoso- tame materia demandaría un tratado aparte, y no puedo decirlo todo en éste."
phir du Droit, núm. 8. 19(5.8. 48 En (Euvres completes, p. 638.
44 J-J. Rousseau, Du contra!social. Écrits politiques en (Euvres completes, Galliniard. París, 1975, 49 Primera versión del Contrato social, en (Euvres completes, p. 307.
t. III, pp. 842-843 (Bibl. de la Plciade). 50 />,, control social, en (Euvres completes, p. 439. Además, escribe: "Cuando el vínculo social
—— 43 Véase su excelente libro Men and citizm. A study ojRousseau ’ssocial thoughl, ( Cambridge Uni- com ienza a relajarse, y el Estado a debilitarse; cuando los intereses particulares comienzan a ha­
versily Press, 1969. cerse sentir y las pequeñas sociedades a influir en la más grande, el interés com ún se altera y
154 El m o m e n t o r e v o l u c io n a r io El n íjm l r o y la r a z ó n 155

proceder enseguida a un escrutinio, entendido como un procedimiento no de una razón práctica pura, más de lo que es la expresión de una su­
<|ue censa y suma pareceres y opiniones individuales. No puede tampoco ma de opiniones. Es un proyecto, más que una cosa: el de una reconcilia­
ser resultado de una vasladetiberacióncolectiva. Rousseau señala en ese ción del racionalismo y el voluntarismo. Es por eso que la psicología es
punto que “los largos debates, las disensiones, el tumulto, anuncian el la clave de la política rousseauista. La afirmación de la voluntad geneial
ascendente de los intereses particulares y la decadencia del Estado” .5 1 no proviene tanto de procedimientos políticos técnicos como de una ca­
Cuando los miembros del Estado son consultados sobre un proyecto de pacidad interior de los individuos para superar la tensión de su amor pro­
ley, explica, “aquello que se les pregunta no es precisamente si aprueban pio con el bien común. La voluntad general es en esta medida el equi­
la proposición o si la rechazan, sino si ésta es conforme a la voluntad ge­ valente, en la esfera política, de lo que es el puro amor a uno mismo en
neral" . 5 2 A diferencia del procedimiento electoral que identifica mecáni­ la esfera individual. 56 Es el sentido profundo de su famosa expresión:
camente opinión individual y voluntad. Rousseau busca más bien señalar “No veo ningún medio soportable entre la más austera democracia y el
la vía de un proceso de despersonificación de las voluntades individuales. hobbismo más perfecto . ” 57 Rousseau quiere decir que el camino de la
En este punto se acerca a Diderot. cuando dice que la voluntad general creación política es muy estrecho, dividido como eslá entre la organiza­
es en cada individuo un acto puro del entendimiento que razona en el ción de lo social por la coacción exterior y su regulación por medio de
silencio de las pasiones.5*Tercera negación: la voluntad general no tiene la conversión psicológica de los individuos.
por vocación ser una fuerza gobernante. Su único objeto es la legislación. Si bien la política de Rousseau marca una ruptura con el racionalismo
Ahora bien, a sus ojos basta con un número reducido de leyes. La vo­ a la francesa, no es una pura política de la voluntad. En muchos sentidos,
luntad general no es, entonces, una fuerza que sea activa de manera regu- J continúa inscribiéndose dentro de las preocupaciones de la Ilustración
lar; hace relativamente poca cosa. Es una fuerza de institución y de le­ y comparte muchos de sus rechazos.58 Por ejemplo, Rousseau está a le­
gitimación, y no un poder permanente de tipo ejecutivo.54 Más que guas de una política de la representación de los intereses al estilo in­
participar en su funcionamiento ordinario, interviene en el origen de la / glés. Inglaterra representa incluso todo lo que él detesta: la persistencia
sociedad y durante las elecciones solemnes. de los órdenes y las clases en la sociedad, la corrupción, las pasiones y
Aunque Rousseau plantea que “el poder legislativo pertenece al pue­ los arreglos en la vida política, la dominación de los valores económicos
blo y no puede pertenecer más que a 61",55 de ninguna manera concibe y mercantiles. Aunque se plantea las mismas preguntas que sus contem­
un sistema político fundado en el voto, en el sentido en que nosotros lo poráneos, Rousseau intenta, sin embargo, aportar respuestas diferentes;
entendemos. La voluntad general no es en su caso el equivalente kantia- busca la vía para la buena política en el terreno de la psicología y la edu­
cación, y no en el de la organización racional. Por ese lado, él opera so­
bre todo una revolución de la sensibilidad. Es el mayor escritor psicológi­
enruentra oponem os, la unanimidad ya no reina en los votos, la voluntad general deja de ser co fiel siglo xvni, y por ello es, a los ojos de sus contemporáneos, el autor
la voluntad de todos." (p. •IMS). Sobre la estructura de la voluntad general en Rousseau com o de La nouvelle Hélaise o del limile, antes que nada.
sistema de conciliación de las preferencias y de integración de las diferencias, remitirse a A. Phi-
lonenko, Jean-faques Rousseau et íapensée du malheur, Vrin, París, 1984 (véase sobre lodo el capí­
Los hombres de 1789, al igual que los de 1792 o 1795, reconocerán en
tulo 'D e la bonne integration", en el tom o III), y a B. Grofman y S. L. Feld, “La volonté genérale Rousseau a lín maestro de una nueva sensibilidad, amigo de los hombres,
de Rousseau, une perspective condorrelienne” en Collnque intemational CondoreetmnthJmatiarn, cercano a los humildes, profeta de una felicidad simple. Ciertamente ven
économiste, philosopbe, horrtme politique, Minerve, París, 1989. también en el autor del Contrato social al pensador de la creación social,
51 Du control social en (Fumes CumpUtes, p. 4.89.
M/WA, p. 441 al visionario de una sociedad que se autoinstituyet Pero en el caso de
5* Véase la primera versión del Control social, en CRutma computes, p. 286. ellos, más aún que en el del propio Rousseau, la referencia a la voluntad
M Es por ello que no puede ser representada: “Al no ser la ley más que la declaración d e la
voluntad general, es claro que en la fuerza legislativa el pueblo no puede ser representado" (Du
contrat social, en (Euvres computes, p. 480). Pero hay que señalar que Rousseau prosigue: “Pero M» Véanse sobre este punto los señalamientos de J. ShUlar, Alen and cilvtens, pp. 184-185.
puede y debe serlo en el poder ejecutivo, que no es sino la fuerza aplicada a la Ley" (ibitL). 57 Cana a Mirabeau (padre), del 27 de julio de 1767.
55 Ibid., |>. 395. W Véase R. Derathc, Le rulionalismt tUJ.-J. Rousseau, París. 1948.
El n ú m e r o y i a . r a zó n 157
156 F.LMUNENTO RF.VOLÚUONARIO

general permanece atada al universo del racionalismo político de las órgano existe sólo una persona virtual. Sicyés distinguía, sobre esta base,
Luces. La unanimidad que se establece alrededor de laíórmula “la ley es a los “simples portadores de voto” (los mandatarios) de los verdaderos
la expresión de la voluntad general” no significa que se acepte fundar la representantes .*’ 0 Los primeros son intermediarios mecánicos, mientras
política en la opinión de los ciudadanos. La idea de generalidad guarda que los segundos producen algo que no podía manifestarse antes de su
ahí una fuerte dimensión crítica: se opone en principio ala de privilegio, intervención: la voluntad común. El derecho al voto no encuentra fácil­
como la versión más exacerbada de la particularidad, El elogio de la ge­ mente su lugar en este enfoque. En el límite —Carré de Malberg insistió
neralidad cobra enseguida una dimensión clásicamente liberal: se trata justamente en ello—, el hecho de la elección podría permanecer, si no en
de organizar un poder imparcial e im personal, que no haga distinciones el exterior, por los menos como algo completamente periférico al prin­
entre los individuos, tratando a cada uno de ellos de manera rigurosa­ cipio de la representación elaborado por los constituyentes, no siendo la
mente equivalente. Los constituyentes prolongan por esta razón el legi- elección sino un medio entre otros para designar representantes cuya
centrismo de los fisiócratas. Aspiran como ellos al establecimiento de cualidad (desear para la nación) procede de su naturaleza propia de ór­
leyes que abarquen todo el campo de la acción humana (Robespierre gano, y no del modo en que son nombrados. Los hombres de 1789 rei­
llegara a decir en 1789, en esta perspectiva, que “la palabra jurispruden­ ncorporan así de una manera doble la tradición francesa del racionalis­
cia debe desaparecer de la lengua”) y lleven a que el poder ejecutivo se mo político del siglo XVI11, en primer lugar por su concepción de la ley,
limite a una acción puramente mecánica. Así, se valora el poder legis­ y después por su rechazo a la representación deductiva. Sin embargo, la
lativo en tanto que procede de la promulgación de reglas universales y cuestión del derecho al sufragio se encuentra tironeada simultáneamen­
abstractas, mientras que se rechaza al ejecutivo que reposa, por esencia, te por dos lógicas: la de la inclusión social y la de la expresión de la vo­
en una voluntad singular encargada de administrar lo imprevisto, de luntad general. En el primer caso, todo empuja al surgimiento del indi­
evaluar libremente las situaciones y resolver problemas particulares., viduo-ciudadano, mientras que en el segundo nada conduce automáti­
La consagración de la voluntad general engloba toda una serie de camente a la ampliación del derecho al voto, que se convierte en una pura
negativas de parte de los constituyentes. Pero, ¿cómo definir el gobierno función. No hay además ninguna liga automática entre la idea de volun­
representativo si la voluntad general no puede ser constituida ni a partir tad general y la de igualdad de las voluntades.
de intereses, ni a partir de opiniones, ni a partir de las voluntades indi­ Ciertamente, la tensión entre el número y la razón se disimula en parte
viduales en bruto? La respuesta de los hombres de 1789 pasa por un nue­ por la organización de un sufragio en segundo grado, como lo vamos a
vo enfoque de la representación. Ésta no tiene en ellos como objeto prin­ demostrar. 1’ 1 Pero no deja de ser muy fuerte, incluso si más a menudo
cipal transmitir una voluntad, reproducir una cualidad o expresar una aparece bajo la forma de una tensión política que de un problema teó­
autorización. Su función, como lo subrayó fuertemente Carré de Malberg, rico. La noción de voluntad general conocería también una fuerte deriva
es organizar la voluntad y la persona nacionales.-’511 La representación es en el transcurso de la revolución. La celebración liberal de la voluntad
el proceso constructivo mediante el cual, la nación) como totalidad irre­ general en agosto de 1789, quedaría lejos ya de la proclamación del
ductible constituida por el solo derecho natural, puede actuar y hablar. poder popular en 1793. Sin embargo, esta evolución no sólo marca una
La representación no procede entonces de una operación deducible. Es, aceleración política de los acontecimientos. Traduce también la imposi­
por el contrario, la herramienta de una verdadera institución de lo polí­ bilidad casi mecánica tle permanecer en una concepción racionalista de
tico. La figura del diputado-órgano que se elabora dentro de este marco la voluntad general. Esta última tiende casi naturalmente a identificarse
se opone a la del mandatario tradicional. En efecto, detrás del mandata­ con la volunlad de todos y a lomar concretamente el sentido de voluntad
rio hay siempre una o varias personas físicas, mientras que detrás del
•a» Sicyés, Vikk sur lei moyms d'rxcntlúm dant la représentanu de la Frunce pourront dispaser en
1739, s.l., 1789, p. 21. Ambos términos son igualmente opuestos en sus Mliberations á fnendre
iam les ¡visembléa de baillage. Ventalles, 1789. pp. 61-62.
Véase R Carré de Malberg, Cattlrihuiion á In tíiénne grnrrale de l'Élal, Sirey, París, 1922. 2
Véase el capítulo siguiente.
voLs. (reed. Centre National de la Rcchcrchc Srienrifique, 1975).
158 El MOMENTO REVOLUCIONARIO El. NÚMERO Y LA RAZÓN 159

del pueblo para los contemporáneos. En los hechos, la voluntad general del derecho al voto. Sólo Gondorcet constituye la excepción. El confiden­
ya no puede remitir solamente a la insiiluc'i&n de lo social, de igual ma­ te de Helvétius y amigo de Turgol efectúa una trayectoria ejemplar que
nera que el campo de la ley se extiende naturalmente a la totalidad de la lo lleva, en algunos años, del liberalismo basado en la capacidad del siglo
organización social. Se [jasa, portaJuerzrx de las cosas, de una visión insti­ X V lll a la aceptación de la soberanía del número. En la década de 1780,
tuyeme, liberal y racionalista de la voluntadgeneral, a una aceptación del ya lo hemos subrayado, él encontraba anormal restringir el derecho de
poder popular. El peso del racionalismo político de la Ilustración juega voto para el nombramiento de las asambleas provinciales sólo a los pro­
asi un papel esencialmente negativo. Al rechazar la democracia represen­ pietarios. En 1789, rompe con este enfoque para unirse aí del individuo-
tativa “clásica" a la inglesa, la cultura política francesa tiende a oscilar ciudadano y en 1793 rechaza todas las restantes restricciones al derecho
entre el poder de la calle y el liberalismo racionalista y aristocrático. Nó al sufragio, considerándolo un derecho natural. ¿Cómo apreciar esta
hay término medio posible. La democracia se vuelve, en cierta forma, de­ evolución que lo hace pasar en algunos años del voto-función al voto-de­
masiado real, y casi adquiere el rostro de La “oclocracia”, el poder brutal recho? Condorcet es prácticamente la única gran figura de la revolución
e ilimitado del número, porque la abstracción racionalista de la voluntad que reflexionó abiertamente sobre esta tensión. Es también un testimo­
general era demasiado fuerte. La tensión entre la democracia formal y nio viviente de lo que constituye el centro de la relación entre las Luces
la democracia real no es sólo un problema clásicamente político en Fran­ y la revolución.
cia (tendiendo la segunda a ir retrasada con respecto a la primera); cons­ Hay que insistir antes que nada en que la posición de Condorcet sobre
tituye sobre todo un problema teórico: el de la dificultad de pensar su ar­ el sufragio es inseparable de su concepción del poder legislativo. Él com­
ticulación. En otras palabras, la revolución francesa no fue capaz de parte la visión fisiocrálica de un orden natural y señala, dentro de este
formular la idea democrática y liberal más que en términos que hacían espíritu, que el derecho al sufragio “ya no tiene la misma importancia,
difícil o imposible su realización. El verdadero núcleo de la relación entre si consideramos las leyes, no como la expresión de la voluntad arbitraria
la ilustración y la revolución reside allí, en esa tendencia permanente de de la gran mayoría, sino como verdades deducidas por la razón de los
los hechos a colmar salvajemente los espacios vacíos de la teoría, o a re- * principios del derecho natural, y adoptadas como tales por la plurali-
velarse como incapaces de satisfacer sus exigencias.62 dad”.fiS El voto no es entonces más que un proceso de aquiescencia, de
reconocimiento de un orden ya existente; participa de un camino cogni-
tivo y en sí mismo no instituye nada. La cuestión del derecho al sufragio
RAZON, VIRTUD Y CAPACIDAD se puede considerar entonces como completamente secundaria. Condor-
cet felicita, por ejemplo, a los fisiócratas por haber sido los primeros en
El cumplimiento de la igualdad política y la construcción de un Estado decir que “el derecho de propiedad, lomado en toda su extensión f...] era
racional siguen siendo dos “programas" disociados durante la revolu­ mucho más importante para 99% de los hombres, que el de tener una
ción. La cuestión de la ciudadanía se relaciona apejias con el ideal de ra­ diezmillonésima parte del poder público ” .'54 Él no cambiará en este pun­
cionalización, incluso si Sieyés introduce en un momento —en el vera­ to y continuara inscribiéndose en la perspectiva de un poder legislativo
no de 1789—la palabra “capacidad" en su reflexión sobre las condiciones reducido, lo cual vuelve relativo también el derecho a elegir a los repre­
sentantes. Al mismo tiempo que propone ampliar radicalmente el dere­
cho al voto, sugiere además significativamente racionalizar la acción gu­
r,í Rocderer fue parliculai mente sensible a esta cuestión. Vio claramente hasta qué punto bernamental. En un folleto publicado en 1793, Tablean général de la
la muv particular relación entre lo abstrarto y lo concreto que se manifestaba durante la revo­
lución podía ser peligrosa. Durante el debate sobre la revisión, en agosto de 1701, señala asi a science qui a pour objet l’application du calcul aux Sciences morales el poli-
la Asamblea: “Si hubiera sido posible (pie vosotros separarais la idea de representación de la de
elección, habríais hecho desaparecer, o |xir lo menos oscureceríais lanoción más impresionante
que pudierais proponer para la salvaguarda de la Constitución. (...) lisiad en guardia, señores, Vi# de Turgol en (Euvres de Condorcet, A lago y Connor, París, 1847, L v. p. 211.
las verdades sensibles son las mejores guardianas de las verdades políticas, las cuales no pueden M Condorcet, advertencia para “l.'hom m c aux qtiarantc óens" en (licores completes de Val-
ser todas sensibles" (discurso del 10 de agosto de 1791; A l ’., t. XXIX. p. 523). taire en Kchl (comp.), (Euvres de Coadunet, t. IV, p. 299.
160 E l MOMRNTO REVOLUCIONA RIO E l numero v la razón 161

tiques,1®fija el programa ele urró-scienza ituova, a la que llama la “matemá­ tad. Cuando publica, en 1788, su Essai sur la constitution et lesfonctions des
tica social”. La matemática social no es, para él, como la vieja aritmética assemblées provinciales, intenta a su manera retomar el problema de Rou­
política que acompañaba a la acción gubernamental, banal producción sseau, buscando aportar soluciones estrictamente formales.
de informaciones estadísticas útiles: es. en sí misma, un método de go­
bierno. EnLre un poder legislativo restringido por el orden natural y un Después de que las Asambleas hayan sido constituidas —escribe en las primeras
poder ejecutivo asimilado a un a gestión científica, la voluntad general no páginas de este ensayo—pueden estar animadas del espíritu público o de un espí­
ritu aristocrático, convertirse en cuerpos aislados en el Estado o permanecer co­
juega entonces, en Condorcel, más que un papel muy restringido: no es
mo representantes de los ciudadanos [...]. La verdad en las decisiones de una asam­
una fuerza gobernante. blea depende de la forma en que éstas se toman, tanto quizás com o de las luces
El republicanismo que Condorcet profesa a partir de 1791 encuentra de quienes la com ponen.66
su origen en este enfoque de lo político. Su oposición a la monarquía
conjuga los datos del acontecimiento —la huida del rey—con los impe­ La verdad, precisa, “es el primer objeto de mi estudio”. En esta bús­
rativos del gobierno raci on al. En efecto, la garantía "li be ral" que encama queda de las condiciones fórmales para la adecuación del número y la
la figura del rey, al situarse más allá de las pasiones y los intereses, ya no verdad, Condorcet desplaza los términos clásicos de la discusión en tor­
tiene objeto en una sociedad dirigida por la razón: es esta última la que no al derecho de sufragio. Para él, la adecuación entre la voluntad del
se convierte en la verdadera garantía suprema. La esencia ambigua del elector y la udlidad social general, la coincidencia de la opinión y la razón
republicanismo francés encuentra ahí su origen. En la oposición a la mo­ no reposan únicamente en las cualidades del elector y las garantías per­
narquía se mezclan dos cosas: la voluntad de efectuar una transferencia de sonales que éste presente. La forma electoral es, a sus ojos, por lo menos
poder del rey hacia el pueblo, pero también el rechazo a toda instancia igual de importante. Condorcet examina la dimensión de las asambleas:
superior a la voluntad general. l)e hecho el rey representa a la vez un si son demasiado pequeñas, dependen de las pasiones y de los intereses
poder superior de arbitraje —cuyo carácter hereditario se supone que ga­ de sus miembros; si son demasiado grandes, quedan libradas al azar.
rantizaría la imparcialidad—y un poder ordinario de mando. La idea de Distingue con atención los procedimientos que tienen por objeto elegir
la soberanía de la razón reduce este dualismo y se sobrepone a las dos personas, y los que deben servir para tomar decisiones. Los primeros
figuras del rey, negándolas por igual, abriendo así la puerta a un repu­ —a los que llama “asambleas de elección"—, deben tener como único ob­
blicanismo antiliberal, fundado en la negación de toda autoridad supe­ jetivo el seleccionar a los hombres, mientras que los segundos, las “asam­
rior de regulación, aunque sea del tipo de un Consejo Constitucional. bleas de administración”, tienen la tarea de hacer leyes o decidir una
Aunque Condorcet no hace más que trasponer la noción de garantía, política. La separación de estos dos tipos de asambleas permite disociar
otros republicanos rechazan la idea misma de un orden jurídico superior ciudadanía y soberanía, y por lo tanto reducir la tensión entre el número
al de la soberanía del número. Eso permite explicar por qué la tensión y la razón. Condorcet publica en 1789 un folleto —Sur la forme des élec-
entre el liberalismo y la democracia tiene tantas dificultades para encon­ tions—15 7 que retoma estos temas y subraya claramente el objetivo de limi­
trar una expresión clara en la cultura política francesa, parasitada como tar los errores y las pasiones del número. Más tarde, en febrero de 1793,
está por el ideal racionalista. el proyecto de Constitución que presenta a la Convención sigue estando
Incluso si la voluntad general es limitada, no por ello deja de subsistir impregnado de las mismas preocupaciones metodológicas.
según Condorcet como principio de legitimación y los hombres, ya sean En su búsqueda de un formalismo reductor de la tensión entre el libe­
administradores o ciudadanos, están lodos sujetos a error. Es por eso que ralismo y la democracia, Condorcet se apegó particularmente a la cues-
en la década de 1770 consagra gran parte de su tiempo a reflexionar en
un lenguaje matemático sobre las relaciones enüe la razón y la volun-
1)6 En CEuvrcs de Condorcet, t. VIH, p. 118.
67 Reproducido en (Bivres de Condorcet, t. IX. Él retoma por última vez estos temas en el ar­
1,5 l’uhtirada en dos entregas (22 de junio y 16 de julio tic 1793) en LeJournal d'lnstruclion tículo "Sur les élections", publicado el 1 de junio de 1793, en la primera entrega del Journal
Soemir. d ’lnstruclion Sodate.
162 E l M*3WUNTO REVOLUCIONARIO El. NÚMERO Y LA RAZÓN IBS

tión de los procedimientos del voto, siendo para él el dominio de las for­ te, un lugar equivalente en la reivindicación democrática. Las decisiones
mas una manera de organizaría verdad En el centro de esta reflexión se del jurado, al igual que las del sufragio político, deben ser de la misma
encuentra el concepto de razón piobabilista que formula en su Essaisur naturaleza: rectas y conformes con la razón. En estas condiciones, nadie
l ’afjplication de l ’analyse á la probaibilité des décisions rendues a la pluralitédes se asombra de escuchar a Thouret, relator del comité sobre la organiza­
voix.m Después de Pascal, Bemouilli y De Moine se habían interesado ya ción judicial, decir a la Constituyente que “la institución del jurado es el
en el problema de las probabilidades para tratar de asir las leyes del azar medio más cercano a la infalibilidad que puede existir entre los hom­
y comprender cómo la incertidumbre local podía insertarse en una re­ bres” . 7 1 Él había empleado casi los mismos términos al presentar el in­
gularidad global. Esta interrogante de matemáticos había captado la forme del Comité de Constitución a propósito de la soberanía de la vo­
atención de los Filósofos, preocupados por el problema de los errores - luntad general. Condorcet se inscribe en esta tradición para tratar de
judiciales. Su pregunta consistía en saber si era posible determinar al­ darle un fundamento conceptual sólido. La noción de razón probabilista
gunas condiciones, a partir délas cuales, hombres falibles —los jueces- le permite contener las amenazas potenciales que la soberanía del núme­
pudieran lomar una decisióneliminando al máximo el riesgo de un error ro podría convertir en un peso. Condorcet busca así eliminar lo que se
de juicio. Así, Voltaire había publicado una pequeña obra significativa­ podría llamar “el azar democrático”, de una manera equivalente al error
mente titulada Essai sur les probabihtés enfait dejustice,^® pero sin disponer judicial.
de las herramientas matemáticas que le permitieran tratar el lema ver­ Las proposiciones de Condorcet sobre la instrucción pública coronan
daderamente. En su Essai, Condorcet vuelve a examinar el expediente, su tentativa de pensar globalmente las condiciones de regulación de la
buscando fijar las reglas de constitución de un tribunal que hagan que 7 tensión democrática, mediante la identificación del ciudadano como un
la probabilidad de que éste pueda condenar aun inocente sea casi nula. actor racional. Ahí él retoma la senda trazada por los fisiócratas para tra­
Los problemas planteados por la reforma judicial desde mediados del tar de hacer que las opiniones de los hombres coincidan con los re­
siglo XVI11delimitan muy exactamente a aquellos que surgen con el dere­ quisitos de la razón. Las convenciones no lo siguen en este camino. En
cho de sufragio durante la revolución. En ambos casos se trata de encon- ^ la primavera de 1793, encuentran “demasiado complicados” sus proyec­
trar el medio de poder hacer que coincidan el número o el azar con la tos de organización electoral y rechazan su proyecto de Constitución.
verdad o la razón. De ahí la importancia práctica y filosófica de la cues­ Por otro lado, los planes de educación pública que acaparan en ese mo­
tión del jurado, que coincide permanentemente con la del ejercicio de mento la atención buscan más suscitar el entusiasmo patriótico de los in­
los derechos políticos. dividuos, que desarrollar su razón. En efecto, las circunstancias colocan
Eljurado es, en el orden judicial, el equivalente del elector en el orden en primer plano la relación del amigo con el enemigo, enmascarando la
político. Es ésta además la razón por la cual la composición de las listas tensión entre el número y la razón. Es por ello que los montagnards7 2
del jurado y la naturaleza de las cualidades requeridas para figurar en él hacen de la virtud del pueblo la piedra de toque de su represen (ación de
interferirá constantemente con la discusión del derecho al sufragio, co­ lo político. “Los males de la sociedad nunca vienen del pueblo, sino del
mo si la analogía de finalidad y método entre el jurado y el sufragio po­ gobierno —explica así Robespierre. ¿Cómo podría no ser así? El interés
lítico implicara una coincidencia de las personas autorizadas a tomar del pueblo es el bien público; el interés del hombre bien situado es un
parte en los dos . 70 Estas dos instituciones ocupan, formal y prácticamen- interés privado. Para ser bueno, el pueblo sólo necesita frreferirse a sí mismo
frente a aquello que no lo es.”1* De igual manera, lo que Robespierre llama
de linda manera “el problema de la economía política popular” se re-
Parí», 1785. Esta obra no está reproducida en la edición de las CEuvrn de Condnrret de Ara-
go y O'Connor.
119 Véase el comentario que hace Condorcet en su edición de las obras de Voltaire. Felicita 71 Citado por E. l.ehégue, Thouret ( ¡746-1794), París, 1910, p. 232.
a Voltaire por haber extendido la ruta que había que tomar sin contar con los medios científicos 72 Los miembros de la Convenrión que sesionan en la Monlagne. [N. de la T.]
para recorrerla (en CEiwres de Cmutanet, L IV. p. 267). 7* Robespierre, Sur le gouvemement rrprrsmtatif (10 de mayo de 1793), en Textes choists, f.d.
79 Sobre esta cuestión, fundamental durante el siglo XIX. remitirse a la conclusión. Sociales, París, 1974, l. II, p. 142.
164 F-l. MOMENTO REVOLUCIONARIO El. NÚMERO V 1A RAZÓN 165

suelve fácilmente. No hay nada más simple que organizar el gobierno. m o s q u e d a r n o s sin los serv icio s d e la an tig u a casta privilegiad a [...]. Nos encontra­
No hay necesidad en absoluto de dispositivos complicados; basta con mos entredós escollos: el de la traición y é ld e la ignorancia. Pero entre dos males inevitables,
dejar que reine la virtud. Para los montugnards, la coincidencia del núme­ hay que escoger el menor.1*
ro y la razón que Condorcet buscaba organizar mediante sabios proce­
dimientos, es el resultado espontáneo de la expresión libre del pueblo Las cosas no se podían decir más claramente. Habrá que esperar ense­
virtuoso. guida a los padres fundadores de la tercera república para que se reto­
El Terror no es más que la condición práctica para llevar a cabo esta men de nuevo las vías exploradas por Condorcet.
concepción que sustituye a la razón por la virtud, identificando con ésta Durante la revolución, la búsqueda de una fusión entre el ideal de
última a la voluntad general. Es el proceso mediante el cual se despliega igualdad política y el imperativo de gobierno racional se emprende bajo
la abstracción actuante, constantemente obligada a designar y perseguir la forma de una utopía social. Como un hecho notorio, ésta se debe a la
a un enemigo para dibujar en relieve la figura de un pueblo que no se pluma de Le iMercier de La Riviére. El teórico político de la fisiocracia
afirma sino en la lucha contra lo que no es él mismo. La crítica de las fac­ publica en 1792 L'hcureuse nation, ou Relations du gpuvemement desféli-
ciones constituye su motor permanente. Mediante ésta, el sistema de los ciens.™ Esta utopía, que está muy en el tono de obras similares del siglo
XVIII, articula el ideal legicéntrico y racionalista de la Ilustración con los
enfrentamientos políticos inmediatos reconstruye filosóficamente to­
dos los días la idea de pueblo. La unidad no puede demostrarse sino en principios revolucionarios de la igualdad cívica. Los felicianos del
el combate permanente contra aquello que supuestamente la amenaza. autor viven bajo el "gobierno de las leyes . La razón es el poder que
Si el movimiento se detiene, todo puede desplomarse. El Terror es, en preside sus convenciones, reglamenta sus derechos, determina sus debe­
esencia, una espiral devoradora: no puede existir como sistema estable res y dicta todas sus leyes. La voluntad general es soberana, pero ésta sólo
y regular bajo la forma de cualquier represión melódicamente organiza­ se expresa en el origen de la sociedad, permitiendo la formación de un
da. El derecho al sufragio nojuega ningún papel en esta concepción de pacto social alrededor de una Constitución política que encuentra sus
la democracia popular". En 1793, es el derecho de. acusación el que sirve principios en la naturaleza de las cosas. El poder legislativo no crea nada
para examinar la voluntad general, al designar a aquello que se le opone, entre los felicianos. Su única función consiste en conjugarlos principios
resolviendo por ese mismo lado la antinomia en la que reflexionó Con­ naturales y constitucionales. Le Mercier retoma ahí los grandes temas de
dorcet. El debate sobre el modo de nombramiento de los oficiales del L ’ordre naturel et essenliel des sociétés politiques adoptando el concepto de
ejército de línea, en febrero de 1793, testimonia de manera ejemplar este voluntad general para traducir el acuerdo del pacto social primitivo a los
deslizamiento. Mientras que antes la designación de oficiales por parte imperativos de la razón.
de sus superiores se imponía como reconocimiento a su capacidad, aho­ Pero ¿cómo determinar ese poder legislativo, aunque sea limitado?
ra un número creciente de voces reclama que sean los soldados quienes ¿Cómo fundar un gobierno legítimo que sea al mismo tiempo un hu­
los elijan. ¿Parece la elección un medio más adecuado para elegir correc­ milde servidor de la razón? Para responder estas preguntas, Le Mercier
tamente a losjefes? Esa no era la finalidad. El movimiento de destitución de 1.a Riviére es el primero en formular el programa de un elitismo de­
masiva de los generales, en septiembre de 1793, mostraría que lo que es­ mocrático. “Es indispensable -e scrib e- extraer [de la sociedad] a una
taba en juego prioritariamente para los montagnards no era reforzar el clase de hombres de elite, para confiarles exclusivamente las funciones
cuadro técnico del ejército. La argumentación de Duhem ante el Comité superiores en la legislación y la administración; indispensable poner la
de Salud Pública el 24 de septiembre de 1793 da testimonio de ello. formación de esta clase al abrigo de la cabala y la intriga, dando a la vo­
luntad general, a la ley, la mayor influencia sobre una elección semejan-
S in d u d a —d ic e —s e p u e d e n e n c o n tr a r a lg u n o s san sculoltes e n tr e la d a s e d e los n o ­
b le s a q u í p resen tes; p e r o n o e s c u e stió n aq u í d e tal o cu al in d iv id u o ; se trata d e W M onileur, t. XVII, p. 742.
u n a p u rga g e n e ra l d e n u estro s ejércitos. N o n ie g o q u e esta m e d id a privará a la 75 Título c o m p le to : ¡.'heurruse nation, ou Relations d u gnuvcm em enl des filicuns-, peuple souve-
rep ú b lica d e l serv icio d e g e n te valien te, p e r o si q u e r e m o s evitar la traición , d e b e ­ rainement libre sous l'empire absolu de ses tais, París, 1792, 2 vols.
166 El. MOMENTO REVOLUCIONARIO El. NÚMERO V l.\ RAZÓN 167

le.”7ti Esta elite forma lo que él llama los “hombres nacionales", lo que cántenle poseer los conocimientos necesarios para gobernar. ” 79 La na­
le conduce a dividir la nación en “Estado gobernado”, por un lado, y ción se divide entonces en ciudadanos y plebeyos sin que aquello con­
“Estado gobernante”, por el otro. Pero ¿cómo admitir esta distinción, sin lleve ningún atentado a la igualdad social. Con esta utopía, Le Mercier
herir la igualdad social? ¿Y cómo llevarla a cabo según criterios indiscu­ de La Riviére abre así la vía basada en la capacidad del siglo XIX. Esta idea
tibles? Le Mercier rechaza violentamente la idea de ciudadano propieta­ comenzará a germinar en la política en el año III, cuando algunos miem­
rio, dando incluso a la crítica de esta figura una de sus expresiones más bros de la Convención propondrán que se subordine el derecho de voto
fuertes y precisas.7 7 Rompe así en 1792 con lo que aceptaba en 1767. .Si al hecho de saber leer y escribir; continuará su marcha en el año VIII,
la propiedad territorial establece claramente una liga social, explica, ésta cuando Roederer y Sieyés quieran establecer listas de notabilidad. Pero
no es ni única, ni indisociable; ni siquieia primordial. “Aunque seamos no encontrará su verdadera expresión sino bajo la Restauración, cuando
propietarios de tierras —señala—no seguimos siendo miembros de nues­ Guizot y los doctrinarios foijen la teoría del ciudadano con capacidades,
tro cuerpo político más que por nuestra voluntad . ” 78 Es en ese punto coherente con los requisitos fundamentales del racionalismo político a
donde la revolución ha marcado en él una cesura: la relación social apa­ la francesa.
rece como algo construido, y no sólo como algo dado. Es entonces impo­
sible, a sus ojos, basarse en un criterio de propiedad para determinar
quiénes son los hombres más capaces y más apegados al orden social. Y
más cuando aquello conduciría a introducir una diferencia insoportable
(“la clase propietaria formaría una especie de aristocracia opresiva de la
otra clase”, escribe). Si Le Mercier distingue entre plebeyos y ciudadanos
—otra manera de calificar a los ciudadanos activos y pasivos—, lo hace
según un criterio que se considera objetivo, imparcial y conforme al
principio de igualdad. Efectivamente, según él es por examen que hay que
ingresar a la clase de los ciudadanos. Cada miembro de la sociedad, cuan­
do alcanza los 2 0 años, y si no ha cometido fallas de juventud graves, pasa
así una prueba ante magistrados y ciudadanos experimentados. Después
de esta primera distinción, el Estado gobernante se divide por su parte
entre simples ciudadanos y notables, estando éstos compuestos, a su vez,
por los electos y los individuos nombrados en razón de sus talentos ex­
cepcionales en las ciencias y las artes. En la cima del edificio de las apti­
tudes, y por lo tanto del poder, los “virtucols” y lo^ uvirsapsn ocupan un
escaño en razón únicamente de sus capacidades o virtudes. “Así —con­
cluye Le Mercier—, no son el nacimiento tú la fortuna los que dan la ca­
lidad ele ciudadano; este título que os constituye como miembro del
Estado gobernante no se confiere sino a aquellos que demuestran públi-

7n Ihitl., t. I, p. 108.
77 “Antes <le que un nuevo sol hubiera iluminado Felicia —escribe—, el sistema más general­
m ente adoptado por los escritores políticos era que en cada nación el titulo de hombre nacional
sólo podía convenir a los propietarios de tierras {L'luumiM natum, op. ciL, 1.1, pp. 108-109).
™ IIM.. t t. p. 110.
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l SEGUNDA PARTE

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EL REPERTORIO DE LAS EXPERIENCIAS

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Iu.
I. LA CIUDADANÍA SIN DEMOCRACIA

EL VOTO EN SEGUNDO GRADO

ómo hacer intervenir a grandes masas en la política y cómo con­

4
C jurar, acambio, la amenaza de su posible desbordamiento? Las
dos preguntas van siempre de la mano durante la revolución.
La gestión del número aparece por esta razón como un punto
absolutamente central en los debates sobre el derecho al voto que
desarrollan intermitentemente de octubre de 1789 a agosto de 1791. En
/ efecto, la elaboración de los principios constitucionales y la dinámica de
los acontecimientos se entrecruzan de manera permanente alrededor de
este tema. La oscilación entre las figuras del ciudadano propietario, el
guardia nacional y el individuo-ciudadano no es sólo el resultado de
oposiciones filosóficas; está igualmente provocada por el ritmo propio
de los acontecimientos revolucionarios. En primer lugar, de la manera
más trivial: induciendo factores de moderación o de radicalización de las
posiciones. El miedo a las “elecciones tumultuarias” y el temor a la dema­
gogia, remiten directamente a las inquietudes que inspiran los actos de
las secciones y los movimientos espontáneos de la multitud. Por ejemplo,
no se puede comprender la discusión del 20 al 29 de octubre de 1789
sobre las cualidades que se requieren para el ejercicio de los derechos de
ciudadano activo, si se hace abstracción de los motines que habían ocu­
rrido en París y Versalles desde comienzos del mes, y que condujeron el
21 de octubre a que se decretara la ley marcial. Del mismo modo, el de­
bate de agosto de 1791 sobre la revisión tiene lugar en un contexto marca­
do por las consecuencias de la huida del rey y el fusilamiento del Champ-de-
Mars del 17 de julio, que vio a la Guardia Nacional, comandada por La
Fayette, disparar sobre los peticionarios. Para los constituyentes, el
it
172 El kitiatokio de las fxpfrifncias Ia c iu d a d a n ía s in d e m o c r a c ia 173

número es también una multitud amenazante, incontrolable e imprevi­ de un escrutinio directo parecía entonces imposible materialmente, pero
sible, una fuerza misteriosaqu* surge del t'ondode la sociedad. No es sólo también en lo político. Materialmente, porque el método del voto de
la nación reunida sensatamente en asamblea, manifestando su poder por asamblea que se acostumbraba entonces inducía a procedimientos de de­
medio de una fuerza tranquila y coherente, como en el momento de la cisión muy lentos y pesados. 8 Nadie pensaba que fuera posible una elec­
Fiesta de la Federación. El número, el Jano revolucionario, a la vez fuerza ción directa de los diputados. Políticamente, ya que el establecimiento
positiva de la nación y poder disolvente del populacho. Ahí también la de dos grados en la elección se percibía como un medio para canalizar
historia intelectual es indisociable de la historia social. La intervención y depurar la voluntad popular.
política de las masas en las asambleas primarias y la dinámica insurrec­ Debido a la confusión entre el argumento técnico y el argumento polí­
cional del pueblo chocan permanentemente. París es, por esta razón, el tico para justificar el sufragio en segundo grado, durante la revolución
epicentro indisociablemente político y simbólico del debate sobre el de­ se trabó todo un equívoco sobre el ejercicio del derecho al sufragio. Tras
recho al sufragio. El desfase entre la esfera de la acción directa y la de la la voluntad manifiesta de conjurar elecciones tumultuarias, se encontra­
participación política aparece ahí manifiesto: de 9Ü0 000 habitan tes, me­ ba cuesdonado el senüdo mismo del derecho al voto. Adrien Duport, que
nos de 80 000 gozan de los derechos de ciudadanía activa. 1 El porcentaje será uno de los animadores del partido fe u illa n tlo (leja percibir muy
de ciudadanos activos es ahí cerca de dos veces menor que en el campo, claramente en la moción que presenta el 22 de octubre de 1789 sobre la
incluso cuando el ardor político es más Tuerte en París. Es por eso ade­ cuarta condición electoral (pago de la contribución equivalente a tres
más que, en ciertos momentos, lairnportancia que se concede al derecho jomadas de trabajo). Comparando a Inglaterra y Francia, él señala que
al sufragio puede desdibujarse, a pesar de que la influencia política la elección directa de los representantes se acompaña, del otro lado del
ejercida a través de los clubes y las secciones parece preponderante. Es canal de la Mancha, de la restricción del derecho al voto otorgándolo só­
a menudo ahí donde se ejerce más visiblemente el control popular, tanto lo a los propietarios. En Francia, subraya, la elección en segundo grado
sobre los actos de la Asamblea como en los de los representantes. A cam­ de los diputados es la contraparte necesaria de un sufragio mucho más
bio, la discusión sobre la regulación del derecho al sufragio sirve a veces amplio .5 Al precisar sus ideas en un folleto publicado el mismo día,
de sucedáneo frente a la imposibilidad de controlarla dinámica popular, escribe: “Pienso que si la representación fuera inmediata seria necesario,
la restricción del acceso a las urnas compensa simbólicamente la ausen­ para ser elector, no sólo pagar un impuesto directo, sino gozar de una
cia de control en la calle. propiedad. Eso no es necesario cuando hay dos grados en la elección . ” 0
Desde comienzos del otoño de 1789, el Comité de Constitución se ha­ La justificación material del voto en segundo grado, como técnica de or­
bía mostrado preocupado por evitar la celebración de “elecciones tumul­ ganización de la expresión de la mayoría, cede muy claramente el paso
tuarias”, según una fórmula entonces corriente. Por esta razón, se procu­
ra limitar el número de votantes en las asambleas primarias, deseando * Sobre las técnicas del voto de asamblea, véase la tesis de Palricc (JueiiiíTcy, “La lévolution
que éstas no cuenten con más de 600 personas. 2 Dq allí, lógicamente, la Irantaise et les élcctions. Suffrage. participation et élections pendant la période consiitulionclle
(1790-1792)", EHESS. París, 1989, 2 vols. (por aparecer en las Éditions de 1'ewf.ss). Los electo­
adopción espontánea de un escrutinio en dos grados. La organización res eran, por ejemplo, llamados por nombre, lo que los obligaba a permanecer en el seno de
la Asamblea de Electores; aquellos que se ausentaban un instante corrían el riesgo de ver pasar
su turno. El tiempo de la reunión era muy largo, a Causa de la necesidad de elegir la mesa de
• Cifras proporcionadas en Le Moniteur Univcnel del 17 de junio de 1791 (L VIII, p. 78). Las sesiones, organizar la orden del día. etcétera.
razones de esla .situación obedecen a varios factores: la insuficiencia relativa de los im puev 4 Nombre que se le daba en 1789 a los moderados o constitucionales, cuyo club sesionaba
tos en i’aris, el gran número de extranjeros presentes en la capital, la concentración de los po­ en un antiguo convento de religiosos de San Bernardo, llamados lulgenscs, o en francés fru t­
bres en tas grandes aglomeraciones. ila jits. [N. de la T.|
2 Sieyés es el primero en tratar esta cuestión en sus (¿uetques idees de Constitulion applicables 5 El discurso de Duport se encuentra en A.P. (Archives Parlamentaires de J 787 a 1860. Ilecuetl
á la ville de Parts (Versallcs. fines de |ulio de 1789). “Especialmente, es necesario —escribe—que complet des dibals ligislatifs et politiquee des Chambres franfaises. publicados por M. Mavidal y E.
las asambleas elementales, que son los verdaderos fundamentos de la sociedad política, no es­ Laurent; a falta de precisión, se trata de la la. serie), I. IX, pp. 480-482.
tén libradas a la confusión y al desorden que resultaría de un número demasiado gTande de ciu­ 6 A. Dupont, 1‘remtüre sutle de la motion sur les assemhlées provinciales el municipalitcs, París. 22
dadanos reunidos" (artículo 2). Es el primero en sugerir el límite de Ü00 personas. de octubre de 1789. p. 13.
174 El r e p e r t o r jo i>r. i_\x e x p e r ie n c ia s Ij\ c iu d a d a n ía sin d e m o c r a c ia 175

a un enfoque sociológico y político De allí el equívoco, que nunca desa­ dadera propiedad adquirida”, mientras que el majorat no tiene ese ca­
parece verdaderamente de los debates, sobre el derecho al sufragio. La rácter.” Sin embargo, él había abandonado ambas expresiones, en vista
adopción espontánea del sufragio en segundo grado permite que no se de que según sus propias palabras, el Comité de Constitución, “juzgó
aborde a fondo la verdadera naturaleza del voto en las asambleas pri­ prematuras estas dos series de consideraciones” . 1-1 Pero el principio de la
marias. Por su parte, el lenguaje es, además, muy ambiguo. El término elección a segundo grado será admitido sin verdadera discusión en los
“elector” se reserva así sólo alos electores del segundo grado. No hay una primeros años de la revolución. En 1792, el propio Robespierre conti­
palabra para calificar a los votantes en las asambleas primarias. Pistos últi­ núa aceptando este sistema, incluso si es únicamente por motivos que se
mos sólo existen cuando son designados por su estatus (ciudadanos ac­ consideran circunstanciales. 10
tivos, miembros de las asambleas primarias), como si no hubiera manera El sistema del sufragio en segundo grado no sólo deja incierta la dis­
de concebirlos a partir de la operación a la que proceden, al designar a tinción entre el derecho y la función, permitiendo la convivencia de dos
los electores de segundo grado. La expresión “derecho de sufragio” en filosofías opuestas, sino que también introduce confusión en la noción
sí misma se emplea además muy poco durante la revol ución. El concepto misma de gobierno representativo. Permite evitar que se precise clara­
clave es el de ciudadanía, que indica un a pertenencia social y traduce una mente si el proceso representativo corresponde a un imperativo técnico
relación de igualdad, mucho más que el de derecho al voto, que define (siendo imposible la democracia directa en un país grande) o si introdu­
un poder personal. ce una diferencia política cualitativa en relación con la democracia direc­
De hecho, el voto en segundo grado permite disociar dos momentos en ta. Si una mayoría de constituyentes razona en términos de diferencia
el proceso electoral: el de la deliberación y el de la autorización. Las asam­ técnica, es posible, en efecto, otra interpretación. Bamavc se rebela, por
bleas primarias no hacen más que designar a los electores: proceden so­ ejemplo, contra aquellos que “batí confundido al gobierno democrático
lamente a una especie de legitimación original del procedimiento repre­ y al gobierno representativo”. “Es por ello —prosigue—que han podido
sentativo. Pero las verdaderas elecciones tienen lugar en otra parle, en confundir los derechos del pueblo con la categoría de elector, que no es
las asambleas electorales, las de segundo grado, que sólo reúnen a la cen­ más que una función pública a la que nadie tiene derecho . ” 1 1 El gobierno
tésima parle de los ciudadanos activos. De la misma manera, el voto en representativo, en ese caso, da cuenta de que el pueblo existe como po­
segundo grado permite hacer compatibles las dos teorías del voto-dere­ der de legitimación, que debe dar su consentimiento a los gobernantes,
cho y el voto-función. El voto-derecho se ejerce en las asambleas primarias, pero el pueblo de ninguna manera gobierna a través de sus representan­
mientras que el voto-función gobierna las asambleas electorales. Barnave tes: el proceso representativo permite disociar el ejercicio del poder de
conciba de esta manera su aceptación de un derecho de sufragio muy su control o su legitimación. La diferencia material entre las asambleas
abierto en la base, con la preocupación por el control social y político. de electores y las asambleas primarias ilustra en cierta manera esta dis­
“Si existe en vuestra Constitución un derecho individual entre los dere­ tinción: las primeras se reúnen días enteros, incluso semanas, mientras
chos políticos —explica así a los diputados el 1 1 de agosto de 1791, en su
gran discurso sobre el derecho al sufragio—este derecho es el de ciuda­ 8 Sieyés, Observations sur le rapport du comité dr Cmutitution. cancemant la nouvtllf nrgamsution
dano activo. Vuestros comités no os han propuesto tocarlo. Pero la de la Francr, Versallcs, 2 de octubre de 1781), p. 32.
función de elector es ejercida para todos por cada uno de ellos” . 7 A IbúL, p. 33.
comienzos del otoño de 1789, esta separación entre el derecho y la fun­ 10 Véase É. Charavay, AsscmblécélectoraUde París, i. til: 2seplembrr. 1792-17 Fnmairean II, París,
1905, que cita un decreto de la sección de la plaza Vendóm e que Robespierre habla h e d ió pro­
ción subyacía ya en las reflexiones de Sieyés. En sus Obseruations sur le poner y adoptai en agosto de 1792: “ 1) En principio, todos los mandatarios del pueblo deben
rapporl du comité de Constilution (2 de octubre de 1789), oponía el civiciat, ser nombrados inmediatamente por el pueblo, es decir por las asambleas primarias: no es sino
el derecho de voto del ciudadano activo, y el majorat (la elegibilidad), que a causa de la necesidad de las dreunstanrias que se adoptó el m étodo de nombrar a los dipu­
tados a la Convención Nacional por m edio de las asambleas electorales; 2) Para prevenir lamo
es una función. “El gozo de los derechos políticos —escribía—es una ver­ com o sea posihle los inconvenientes vinculados a ese sisicma, los electores nombraran en voz
alta y en presencia del público” (p. IV).
7 A.P.. i. XXIX. p. 366. 11 Discurso riel 11 de agosto de 1791, A.F., t. XXIX, p. 366.
176 E l. REI'EKIOIUO i >f: l a s e x p e r ie n c ia s L a CIUDADANIA SIN DEMOCRACIA 177

que las segundas se desarrollan mucho más rápLdo. Patriee Gueniffey representa”, señala Saint-Just, 1 7 expresando una concepción mecánica
calc uló que los electores parisienses (por tanto, de segundo grado) ha­ de la representación. La elección inmediata tiene la finalidad de reducir
bían sesionado durante ¡ 1 2 2 días entre el 18 de noviembre de 1790 y el los roces y las deformaciones ligadas a los sistemas de segundo grado:
15 de junio de 1791! Este ritmo no bajará en 1792 y 1793.12El tiempo lar­ mejora la “calidad" de la representación como operación de transmisión
go de la deliberación se opone al tiempo corto de la autorización. El fun­ de las voluntades. Robespierre habla el mismo lenguaje. No es ésta sin
cionamiento mismo de las asambleas de segundo grado consagra ade­ embargo la parte más sobresaliente de sus planteamientos. Para ellos,
más su diferencia cualitativa. Lejos de no consiituir más que una etapa reducir la mediación política no significa tanto acercar al representante
técnica de reducción del número y de simplificación del proceso de de­ y al representado, como reducir el papel de todos los órganos interme­
signación de los diputados, las asambleas electorales tienen una función diarios entre el pueblo y el poder. Robespierre y Saint-J ust están conside­
política propia: reciben diputaciones, discuten la acción del poder ejecu­ rando también a los funcionarios públicos, los agentes del gobierno. Lo
tivo, se convierten a veces en clubes, intentan incluso en algunos casos que ambos denuncian fundamentalmente en las figuras del elector de
sustituir a los cuerpos administrativos y judiciales. 13 segundo grado o del funcionario es la perturbadora pantalla que éstas
A partir del verano de 1792, se manifiesta ciertamente toda una co­ instituyen entre los ciudadanos y el poder. El gobierno directo implica
rriente a favor de! escrutinio directo . 1 1 Pero esta reivindicación se ins­ para ellos la identificación del pueblo y la Convención, formando juntos
cribe entonces, principalmente, en una perspectiva táctica. Se desea ra­ un bloque unido pata vigilar los actos de la Administración. La noción
dicalizar el movimiento político haciendo cono circuito en los cuerpos de inmediatez no se traduce entonces en la elaboración de dispositivos
electorales sospechosos de moderados. Lo demuestra bien la manera en “técnicos” que permitan aumentar la participación directa y personal de
que Robespierre y Saint-Just argumentan a favor de la elección directa. los ciudadanos, ampliando el campo de los procedimientos de elección:
Al igual que Condorceí en sus proyectos de la primavera de 1793, Ro­ es en principio la afirmación de un ideal de fusión entre el pueblo y sus
bespierre y Saint-Just quieren limitar la mediación política. Pero el sen­ representantes.
tido implícito que dan a la noción de inmediatez no es el mismo. El Dis- ¿El pueblo? Es soberano. Uno e indivisible, entonces, como lo es la so­
cours sur la Constitution de la France ’5 que Saint-Jusl pronuncia el 24 de beranía. No existe para los montagnards más que como totalidad activa,
abril de 1793, así como el de Robespierre Sur le gouvemement représenta- perfecta adecuación del concepto de voluntad general y de la práctica
tif 16del 10 de mayo, permiten identificar bien lo que los separa de Con- social. No es ni una suma de individuos, ni un conglomerado de cuerpos
dorcet. “Aquel que no es elegido inmediatamente por el pueblo no lo* o secciones. Saint-Just llega incluso a desear que la Representación na­
cional pueda ser elegida por el pueblo entero como un solo cuerpo, acu­
sando al proyecto de Condorcet, basado en el elector, de no expresar
** ttcl 26 de agosto de 1791 al 12 de agosto de 1792 (periodo de la Asamblea Legislativa), más que “una voluntad general especulativa” . 18 El principio electivo,
habrá 84 sesiones; por su parte, los que fueron elegidos en agosto de 1792 sesionarán 191 veces fundado de manera obligatoria en la expresión de una elección o una
del 2 de septiembre de 1792 al 8 de agosto de 1793 (cálculos de l’. Guemlíey). Esta carga explica
el movimiento de reivindicación de ciertos electores de segundo grado que reclamaban una
preferencia por parte de los individuas, no es entonces central para los
indemnización para compensar el tiempo transcurrido en asambleas electorales. montagnards. El voto como manifestación de la opinión individual, que
1:1Véanse sobre este punto todas las indicaciones sobre la práctica de las asambleas elec­ expresa un juicio propio y necesariamente “secreto” en cierto sentido (al
torales que se encuentran en los tres volúmenes de É. Charavay, Assemhlée Electomle de París, ser el secreto la marca del derecho irreductible a la individualidad), apa­
París, 1890-1905, que trazan la historia del periodo del 18 de noviembre de 1790 al 17Frimario,
año U. rece incluso a sus ojos como un procedimiento eminentemente sospe­
** La Constitución de 1793, que nunca será aplicada, decidirá la elección directa de los choso. Tienden a transformar su naturaleza mediante toda una serie de
diputados. Pero las asambleas electorales de segundo grado seguían estando previstas, disposiciones —el voto en voz alta, la organización de grandes asarn-
paradójicamente, para la elección de las autoridades locales (los administradores y funcionarios
municipales no tenían el estatus de representan les).
15 Véase Sainl:|ust, (Emires completes, Gérard Lcbovici, París, 1984, pp. 415-441. 17 Saint-] ust, üiscours sur la Constitution tle la ¡'ranee, en (Emires computes, p. 424.
10 En Robespierre, Texles choisis, Éd. sociales, París. 1974, t. II, pp. 141-156. 18 Ibid., p. 423.
178 E l. REPERTORIO DE l„AS EXPERIENCIAS L a CIUDADANIA SIN DEMOCRACIA 179

bleas—cuya función es socializar la organización material, de tal suerte timiento. Como dice Defermont a la Convención, “el más bello derecho
que las opiniones de los individuos se borren al máximo para fundirse del ciudadano es el de dar sti asentimienlo al pacto social” . 211 Se trata de
en una sola y única voz del pueblo. Lo que en Condorcet es resultado de un voto que es de esencia plebiscitaria, y no de esencia deliberativa. No
un proceso de deliberación meticulosamente organizado, es para Ro- es de la misma naturaleza que aquel del que proceden las asambleas elec­
bespierre y Saint-Just la expresión de un estado de fusión. La voluntad torales cuando designan a los diputados. No se requiere ningún discer­
general es algo dado, no algo construido. De ahí evidentemente la im­ nimiento, ninguna capacidad particular: el voto sobre la Constitución
posibilidad, para los miembros de la Convención, de reducir el término expresa simplemente un acuerdo o un rechazo. Procede de una acción
de “pueblo” a una determinación sociológica cualquiera. Ésta no desig­ de legitimación al mismo tiempo que conduce a reformular simbólica­
na ni un grupo, ni una clase, sino un principio social y moral que sólo se mente los términos del pacto social. Entonces, el voto directo se inscribe
revela en la acción. Robespierre y Saint-Just suprimen la contradicción en este caso en la lógica del voto-sanción o del voto-legitimación. No eje­
enunciada por Rousseau entre democracia y gobierno representativo, cuta ninguna elección, en el sentido etimológico del término, es decir
organizando la fusión combatiente del pueblo y sus representantes. La que no procede de una elección deliberada. De la misma manera, la elec­
lucha contra las facciones es el catalizador de esta fusión, un trabajo pro­ ción de los jueces de paz2 1 —que se realiza por sufragio directo en las
piamente metalúrgico que requiere del mantenimiento permanente del asambleas primarias—no constituye un desmentido a los principios en
fuego de la acción, el de la guerra exterior o interior. El voto directo no que se basa el voto en segundo grado. Efectivamente, en ese caso el voto
consagra en ellos, entonces, el papel del individuo-elector soberano, que es de otra naturaleza. No consiste en un acto de soberanía: su finalidad
suprime la distancia entre la deliberación y la autorización. Tiene la fina­ consiste solamente en designar a un árbitro de los pequeños conflictos
lidad, en principio, de expresar la omnipotencia del poder de la Con­ coüdianos. Es una operación que permanece dentro de la esfera inme­
vención. Se llama en él al pueblo puro y virtuoso contra las traiciones y diata de las costumbres y de la sociedad civil.
las vacilaciones de los cuerpos electorales. Por el contrario, en el mes de Así, durante la revolución, el procedimiento electivo se remite a fun­
Termidor del año ITl, durante la discusión del texto de la nueva Consti­ ciones sociales y políticas muy diversas. La elección es a la vez un proce­
tución. el temor a la manipulación de las asambleas primarias hace que dimiento de legitimación, una prueba de confianza, un sistema de nom­
se regrese a la elección de segundo grado. Se quiere así “disminuir los bramientos, un medio de control, un signo de comunión, una técnica de
riesgos de la intriga", prevenir los “intentos de seducción” y “descorazo-l depuración, un operador de representación, un símbolo de participa­
naralos intrigantes ” . 19 *Pero estos argumentos circunstanciales y tácticos ción. Tal multiplicidad de usos conduce a desequilibrar completamente
enmascaran mal la distinción filosófica subyacente entre el derecho a le­ la articulación entre el voto y la representación. Frente a una concepción
gitimar y el derecho a decidir. de la representación en la que el procedimiento electoral es a fin de cuen­
Sin embargo, la Asamblea que decide en 1795 el retorno a la elección tas secundario, se acumula en efecto una suma de expectativas y exigen­
indirecta de los representantes prevé simultáneanpente el mantenimien­ cias cuya solución figura ser la elección. Este desequilibrio se manifiesta
to del voto directo para ratificar la Constitución o validar una eventual re­ muy concretamente por el hecho de que se puede ser elegido sin ser re­
visión. Una sola voz se eleva entonces para criticar esta medida. En 1795, presentante —ése es el caso de algunos funcionarios—y porque es posi­
al igual que en 1793, las asambleas primarias votaron para ratificar la ble, a la inversa, tener un carácter representativo sin haber sido electo
Constitución. ¿Cómo explicar esta excepción? Lejos de contradecir los —como es el caso del rey.
principios que fundamentan el sufragio indirecto, por el contrario, los Durante los primeros años de la revolución, el debate sobre el de­
corrobora. El voto sobre la Constitución, en efecto, no implica ninguna recho de sufragio se encuentra dividido entre valias lógicas: una lógica
deliberación, ninguna opción construida; expresa solamente un consen­ simbólica de expresión de la inclusión social, una lógica técnica de orga-

19 Véanse lo» debates del 1 al 9 Termidor del año III (Momleur, t. XXV, pp. 246-307). Uti­ -u Momteur, t. XXV. p. 246.
lizamos la abreviatura Maniteur para la Rrimpnssion itr l'anrim Moniteur. París, I8T>4, 82 vols. 41 tzry del 16-24 de agosto de 1790.
180 t.L K ir i RTORK) nF. IAS EXPERIENCIAS La c iu d a d a n ía s in d e m o c r a c ia 181

nización de la Representación nacional y una lógica política de la deli­ permitió enmascarar las ambigüedades de fondo en materia de derecho
beración democrática. La adopción de un sistema de segundo grado per­ al sufragio, hasta llegar a hacer posible, bajo el imperio, la idea de un su­
mite aproximarlas sin que se invadan una a la otra. La poca atención que fragio universal sin democracia.
se presta durante esLos años al fenómeno de la abstención encuentra ahí
su explicación. El hecho de que solamente el 23.5% de los electores de
primer grado haya votado en 1791, cayendo esta cifra a 10% en 1792, ape­ EL MODELO BONAPARTISTA
nas suscitó alguna inquietud,22como si fuera más importante el detentar
el derecho que su ejercicio.2 3 24Le Moniteur dedicó cientos de páginas a La Constitución del año III había limitado seriamente los medios de ac­
describir los debates sobre el derecho al sufragio, mientras que en diez ción del poder ejecutivo, que apenas disponía de margen de iniciativa
años sólo encontramos un artículo consagrado a analizar la “penuria de frente al poder legislativo. De ahí la cascada de golpes de Estado y abusos
los votantes" que se manifiesta desde 1791.21 de autoridad que marcó el compás del Directorio a partir del 18 Fruc-
El sufragio en segundo grado disocia la idea de elegir aquello que sur­ tidor del año V. También la perspectiva de revisar la Constitución se im­
ge de una participación-legiLimación y lo que constituye la decisión ver­ pone a muchos espíritus, a partir de esta fecha. La necesidad de dotar de
dadera y final. Permite así conciliar la universalidad de la implicación nuevas Constituciones a las “repúblicas hermanas”, creadas en 1797 tras
política con la detentación final del poder de decisión por parte de una la paz de Campo-Formio, ofrece entonces un banco de prueba cómodo
minoría a la que se supone ilustrada: frente a los 4 500 000 ciudadanos para probar las ideas que están en el aire .2 5 Los hombres clave del Direc­
activos de 1791, los electores forman un grupo restringido de 44 000 per­ torio, como Daunou, La Révelliére-Lépeaux, Merlin de Douai y Monge,
sonas, constituyendo casiel principio de una especie de clase política. En inspiran más o menos directamente la redacción de textos destinados a
1795, la diferencia es aún mayor, ya que li 000 000 de personas pueden las repúblicas bátava, helvética o romana. Todas estas Constituciones
participar en las asambleas primarias, mientras que el número de elec­ presentan una doble característica: el poder ejecutivo queda ahí consi­
tores se ha reducido a menos de 30 000 individuos. En 1800, con la Cons- derablemente reforzado, al mismo tiempo que el derecho al voto se am­
titución del año VIII y su sistema de listas de notabilidad, esta diferencia plía en la base. Aunque en Roma se mantiene un censo electoral muy
alcanzará su paroxismo. La forma electoral, durante todo este periodo, bajo, el sufragio es prácticamente universal en las asambleas primarias
de Holanda y Suiza.21’ Estas Constituciones son entonces, en un sentido,
22 Véanse sobre este punto las indicaciones que se dan en dos artículos de M. Edelstein, “más democráticas” que la del año III, pero al mismo tiempo aumenta la
“Vers une sociologie élecLorale de la revolución tran^aisc: la participation des citadins et des distancia entre la ampliación del derecho al voto en las asambleas pri­
campagnards (1789-1793)", Reime d'Uistoire Moderna et Contemporaine, octubre-diciembre de marias y el verdadero poder electoral de decisión (se abren paso, por
1975, y “Lanationalisation de la participation élcctorale des Franjáis (1789-1870)", porapareccr
en la Retrae d ’Htstoire Moderna el Contemjmmine. Remitirse también a los trabajos citados ele P.
ejemplo, los esquemas de elección en tercer grado). Después del 18 Bru-
GuenifTey y de J.-R. Suratteau sobre la revolución, y de ).-Y. CoppUlnui sobre el imperio. mario, la Constitución del año VIII racionalizaría estos primeros experi­
25 Hay que señalar quejudith Shklar explica también las tasas muy elevadas de abstención mentos.
en Estados Unidos por el hecho de que la ciudadanía posee sobre todo una dim ensión de inte­ Inspirado en gran medida por Sieyés, el nuevo texto suprime el último
gración simbólica. De ahí la distancia entre la enorm e movilización de diferentes categorías para
conquistar el derecho al voto y el débil uso de él que enseguida tuvo lugar (véase J. Shklar, La resabio censuario que subsistía formalmente en las disposiciones del año
citoyenneté américaine. La quite de t'inlégmlwn, Calmann-Lcvy, París, 1991).
24 Peuchci, “ÍÁcctiom ’ , Le Moniteur Universal, 17 de junio de 1791 {Moniteur, t. VU1, pp. 675- 25 De 1795 a 1799, nuevas repúblicas que están bajo el control francés reciben una Cons­
676). El autor opone esta penuria a la fuerte participación en las asnmhleas de abril de 1789 y titución.
admite su perplejidad. “Con pena concebim os —escribe—que las asambleas de electores hayan 26 Ya que estoy en este pum o, véanse las indicaciones que da ]. Godcchot en Les irutitutions
podido volverse menos numerosas a medida que los derechos políticos han adquirido desa­ de la Francasous la r&volution et l ’empire, p u f , París, 1968, p. 552. Para detalles más amplios sobre
rrollo y solidez; es difícil asignar una causa a la indiferencia que han mostrado por el derecho estos bancos de prueba constitucionales, véase el artículo de R. Guyot, "Du Directoirc au Consu­
al sufragio la mayoría de quienes parecían deber atenerse a él más específicamente; uno se lar Les tramitions". La Retme Hútarique. septiembre-octubre de 1912, y el de H B. Hill. “l.‘in-
sorprende [...] de que se haya hecho de la actividad ciudadana una prerrogativa abstracta, sin lluence inundóse dans les Conslilulions de PEurope (1795-1799)", La révolution franfaise, 1936-
participación efectiva en la organización de los poderes" (p. 675). 1937 (articulo en dos partes).
182 lil. REPERTORIO l)F I .AS KXl'LRIENn\S L a CIUDADANIA SIN DEMOCRACIA 183

III (la obligación de pagar una conu ibución cualquiera para ser ciudada­ departamentales, coronando este edificio piramidal una lista de 6 Ü0 0
no acLivo). Sólo los domésticos que recibían gajes, los que estaban en nombres.
quiebra, los incapacitados por ordenjudicial, los acusadosy los contuma­ Al mismo tiempo, los ciudadanos eran llamados a nombrar cada tres
ces se ven de ahora en adelante excluidos del ejercicio del derecho de años a quienes, de estas diversas listas, les parecían merecedores de su
ciudadanía. Los anliguos nobles y los parienLes de emigrados son, al mis­ confianza para reemplazar a los inscritos que habían fallecido, y a retirar
mo tiempo, reintegrados simbólicamente a la nación, al recuperar la fa­ a las personas en quienes ya no la deseaban depositar. Pero en la cima,
cultad de participar en elecciones.2 7 Con excepción de los principios de los miembros del Cuerpo Legislativo y los titulares de las grandes fun­
1793, que no habían sido aplicados, nunca se había otorgado un derecho ciones públicas eran nombrados por el Senado o por el primer cónsul,
al sufragio tan extenso desde el comienzo de la revolución. Ampliado en quienes los elegían de la lista nacional. Ésta abarcaba alrededor de 6 0 0 0
la base, lo era sobre lodo en el nivel intermedio: ninguna condición de nombres, el margen de selección era muy amplio y el principio electivo
censo se requería para los electores de segundo grado. Es ésta la dife­ se encontraba de hecho abandonado.
rencia más notable con respecto a la Constitución del año ni. De ahí el Así, la ampliación del derecho al sufragio queda singularmente con­
sentimiento de ruptura percibido por los contemporáneos, como si se trarrestada por prácticas de tipo autoritario. Mallet du Pan, uno de los
hubiese efectuado un sallo cualitativo en materia de derecho al voto. Un más virulentos en denunciar este desfase, arremete contra las “extrava­
hecho significativo: en esta ocasión hace su aparición el término de “su­ gancias democráticas” que forman un “contraste monstruoso” con la
fragio universal”. Se lo encuentra empleado por primera vez en un ar­ ausencia de poder real de los electores.29 “La soberanía del pueblo - d e ­
tículo que Mallet du Pan escribe en Le Mernire Rritannique para comentar nuncia—fue grabada en el frontispicio, pero se escamoteó en el transcur­
las nuevas disposiciones constitucionales 28 Al mismo tiempo que el de­ so de la obra . ” 30 ¿Se trataba de un simple escamoteo? La cuestión no pue­
recho al sufragio se amplía en la base, su ejercicio queda singularmente de entenderse solamente en términos de manipulación. Efectivamente,
limitado por el sistema de listas de elegibilidad que se establece, cuyo en el año VIH ningún movimiento social constreñía a los redactores de
principio es simple: los ciudadanos de cada barrio comunal designan, la Constitución, ninguna voz se elevaba para reclamar la ampliación del
mediante su sufragio, a quienes crean ser los más adecuados para ma­ derecho al sufragio. En esta época existía, por el contrario, un fuerte mo­
nejar los asuntos públicos. De ello resulta una lista de confianza, (¡ue con­ vimiento de opinión a favor del sufragio censuario. Muchos entre quie­
tiene un número de nombres igual a la décima parte del número de ciu­ nes deseaban establecer un gobierno fuerte y estable, y alejar al espectro
dadanos que tienen derecho a cooperar. Los ciudadanos incluidos en las del poder sans-culotte, propugnaban por la implantación de severas res­
listas comunales de un departamento eligen igualmente a una décima tricciones al voto popular. ¿Para qué necesitamos asambleas primarias?, pre­
parle de entre ellos, que forma una segunda lista, llamada departamen­ guntaba por ejemplo el título de un folleto de Jarry de Mancy. El 4 Fri-
tal, de la cual deberán salir los funcionarios públicos del departamento. mario del año VIII, Le Moniteur (Jniversel publica un “Dialogue entre un
Los ciudadanos apuntados en la lista departamental proceden a la mis­ patrióte et un député” que concluye que los propietarios son los únicos
ma operación para establecer una tercera lista, que abarca a las personas ciudadanos de un Estado.3 1 Varios de los periódicos que pretenden de­
de este departamento elegibles para las funciones públicas nacionales. velar el texto de la nueva Constitución, aún en discusión, señalan como
Kn la base, 6 0 0 0 0 0 0 de personas designan a 600 0 0 0 miembros de las lis­ si fuera algo ya sabido que el censo electoral sería fijado a un nivel bas­
tas comunales, quienes eligen por su parte a 60 0 0 0 miembros de las listas tante alto. El 10 Frimario del año VIH, cuando el Moniteur revela la versión
que califica “más acreditada” del proyecto, escribe: “El número de ciu­
'-7 La ley del 3 Iirumano del año IV (15 de oclulm* de 1705) había excluido del derecho al
dadanos activos se ha reducido mucho. Para ejercer esas funciones, ha-
sufragio a los sacerdotes rethiclarios, los emigrados expulsados provisionalmente y los pa­
rientes de emigrados.
10 de enero de 1800 (núm. XXXII, l. IV). Esta indicación había sido dada na por A. Aulard ¡K>Véase su primer artículo domte critica la Constitución del año VTü, Le Mercure Rritannique.
en su llútuint ¡iulitufiu de la réimlutionfrav(tuse. París. 1901, p. 706. No he encontrado m enciones I. IV, núm. XXX. 10 de diciembre de 1799, pp. 429-430.
¡ulteriores. »o Artículo del 10 de enero de 1800, Le Mercun Rritannique, p. 475.
184 E l. KF.I’K.KTORIO DK LAS EXPERIENCIAS L a CIUDADANIA SIN DI'.MtXtRACIA 185

brá que pagar una contribución directa del valor de doce jomadas de mación, los modos de* designación y las formas de ejercicio del poder po­
trabajo. Ni siquiera se lia decidido aún si no se exigirá una propiedad lítico, encontrándose de hecho esos tres elementos imbricados en la
considerable . ” 3 2 Pero ni Sieyés ni las comisiones y secciones de los Qui­ actividad electoral. En el año VIII, Sieyés parece poder establecer por fin
nientos y de los Antiguos, encargados de preparar la Constitución, ha­ un sistema que corresponde a su concepción del gobierno representa­
bían soñado con algo semejante. Entre estos últimos sólo se eleva una tivo. Él disocia el símbolo de la igualdad y el mecanismo de la legitimación
voz aislada para reclamar que las listas de notabilidad sean reglamenta­ popular de los otros momentos de la actividad política, combinando el
das con base en una tarifa de las fortunas. Boulay de la Meurthe informa sufragio universal con las listas de notabilidad. Esto se aprecia en las re­
que Sieyés se opuso fuertemente a ello, diciendo que esta idea era “aris­ flexiones que formula en aquel momento en sus notas personales. 3 5 En
tocrática”, mientras que su perspectiva personal era auténticamente re­ la base, señala, “la asociación política se compone de la universalidad de
publicana, y que en este punto la gran mayoría lo apoyó fácilmente.3 3 Las los ciudadanos primarios " . 36 En las observaciones constitucionales dic­
secciones del Cuerpo Legislativo se habían mostrado incluso más auda­ tadas a Boulay de La Meurthe, propone como primer principio que “na­
ces que Sieyés. Admitiendo, al igual que él, una ampliación del sufragio, die debe estar revestido de una función si no tiene la confianza de aque­
habían criticado el sistema de las listas de confianza y sugerido que se llas sobre las cuales ésta se debe ejercer” . 3 7 Pero enuncia inmediatamente
conservaran las elecciones en segundo grado. Ciertamente, las posicio­ después el segundo:
nes de los bmmaristas no eran vírgenes de toda preocupación política;
tanto temían el retorno forzado de los partidarios del Antiguo Régimen, En un gobierno representativo, ningún funcionario debe ser nombrado por aque­
que no tenían miedo a la llegada de un nuevo poder sans-culotte. No llos sobre quienes debe pesar su autoridad. El nombramiento debe provenir de
los superiores que representan al Cuerpo de la nación. El pueblo, en su actividad
creían posible exorcizar el mal recuerdo de las elecciones del año IV o del política, no está sino en la Representación nacional, no forma otro cuerpo que
año VI por medio del establecimiento de un sufragio censitario. Sobre aquél. El gobierno es esencialmente nacional y no local: desciende de la Repre­
todo, no veían alternativa al principio electoral en una república. Escép­ sentación nacional, que es el pueblo representado: no viene del simple ciudadano,
ticos en relación a los efectos del sufragio censitario, optaban por un sis- ya que éste no tiene derecho a representar al pueblo, ni a conferir un poder en
lema electoral muy amplio, creyendo que podrían dominar la situación su nombre.33
aplazando las elecciones o manipulándolas cuando se mostraran amena­
zantes. 34 Su fe democrática encontraba ahí sus límites. De ahí la fórmula resumida, casi canónica: “La autoridad debe venir
El proyecto de Sieyés, que termina por llevarlo ante las comisiones de de arriba y la confianza de abajo.” La desproporción entre el número de
los Antiguos y los Quinientos, era más radical y sobre todo más cohe­ inscritos en la lista nacional y el número de personas a designar por el
rente. Lejos de ser una curiosidad constitucional, el texto del año vil] es Cuerpo Legislativo traduce perfectamente este encastrantiento de la au­
en cierta manera el que encarna mejor las ideas fundamentales del autor toridad en la confianza.
de Qu'est-ce que le tiers état? Durante los primeros ^ños de la revolución, En un discurso del 18 Pluvioso año IX ante el Cuerpo Legislativo, Roe-
Sieyés había deplorado la confusión entre los procedimientos de legiti-51*4 derer explica, en la misma perspectiva, que antes de la Constitución del
año VIH no había en Francia un sistema político que se pudiera conside­
rar verdaderamente representativo.39 Es significativo considerar que son
51 La Gazette Nationale ou le Mimileur Universel, 4 Primario del año VIII, p. 252.
Ibid.. 10 Primario del año viu, p. 276. 35 Véase el conjunto de manuscritos que se conservan en los Archivos Nacionales, en el fon­
** Véase Boulay de la Meurthe. Théorie constitutionelle de Sieyés. Constitution de l'an vw , París, do Sieyés, bajo la signatura 284 AP 5. exp. 2, Nales concemant la Constitutian de Van vw .
agosto de 1836. r. 44.
36 Ibid.,
54 El mejor análisis de la posición de los brumaristas se encuentra en la obra de J. Bourdon, 37 IbitL, en el cuaderno Obseruatwns constitutioneiles dictées au aloyen fíoulay de La Meurthe.
Im Constitution de Van v/i, Rodez, 1942. Para los debates del periodo anterior, remitirse a los 33 Ibid.
artículos d e J. R. Suratteau sobre las elecciones de los años IV y V, publicadas en los Anuales 39 La Gazette Nationale ou le Moniteur Unwenet, 22 Pluvioso del año IX, p. 592 Sobre la teoría
historit¡ves de la révolulionfranfaise {195\, 1952. 1955, 1958), y a su obra Les eleclions de Van VI et del gobierno representativo en Roedcrcr. véase LJaum e, Échecau ¡ibéralisme. Ij ?¡jacobms el VÉtal,
le coup d 'État du 22 FloT¿al(l¡ mai 1789), Les Bellcs-Lctlrcs, París. 1971. Etl. Kimé. París, 1990.
18fi El. REPERTORIO DE LAS EXPERIENCIAS L a CIUDADANIA SIN DEMOCRACIA 187

dos tic los teóricos más importantes de la Constitución de 1791 quienes Sobre esta base, el racionalismo político a la francesa podía reconci­
mantienen este lenguaje en el año VIH. Cabanis, que traduce entonces liarse con las exigencias de la legitimación popular.
perfectamente la sensibilidad de los idéologos, procede a un análisis Establecido por la ley del 13 Ventoso del año ix (4 de marzo de 1801)
muy cercano .'10 Él también instruye el proceso de las deficiencias de la redactada por Roederer, 44 el sistema de listas de confianza fue bastante
Constitución del año III y celebra el nuevo texto. Id Brumario opera a sus complicado de poner en marcha. Las elecciones del año IX despertaron
ojos una revolución teórica. Hablando del gobierno representativo, es­ poco entusiasmo. Por ejemplo, al constatar el reducido número de vo­
cribe: tantes, el abate Bonifaci señala en su diario, en la fecha del 18 de julio
de 1801: “El pueblo, es decir aquellos que tienen el derecho de votar, no
La gran ventaja de esta forma de gobierno es que el pueblo, sin ejercer ninguna mostró mucho entusiasmo; todas estas nuevas invenciones (el sufragio
función pública, pueda designar para unios a los hombres que gozan de su con­ universal y las listas de notabilidad) son verdaderas tonterías . " 45 La lista
fianza; que no haga ninguna ley, que no administre nada, que no juzgue n ada,. de confianza nacional fue finalmente fijada por el Senado el 4 Ventoso
com o hacía en las democracias anárquicas de la Antigüedad, pero que sus legis­
ladores, sus gobernantes y sus jueces sean siempre escogidos entre aquellos que
del año X, pero apenas tuvo dempo de servir. En efecto, Bonaparte apro­
el ha designado.41 vechó los cambios constitucionales que volvieron necesaria la adopción
del consulado vitalicio pata hacer que se modificara el sistema electoral:
iEs eso contrario al ideal democrático? En lo absoluto —argumenta—; el Senado fijó una nueva ley electoral por medio del senado-consulto del
por el contrario, la “buena democracia" queda asegurada, ya que “la 16 Termidor del año x. El primer cónsul no había apreciado nunca la in­
igualdad más perfecta reina entre todos los ciudadanos; cada uno puede vención de Sieyés. Encontraba su sistema demasiado complicado y calcu­
encontrarse inscrito en listas de confianza y permanecer ahí, pasando laba que el pueblo se encontraba, de hecho, puesto a distancia de manera
por todas las reducciones: basta con que obtenga los sufragios” . 4 2 En el demasiado visible. Ciertamente, Bonaparte quería una máquina electo­
sistema del año VIII ya no existe, de hecho, ningún límite —simbólico o ral fácil de controlar, pero igualmente deseaba que ésta pudiese servir
material—fijado al principio de igualdad. En cierta manera, el sentimien­ de ¡nterfase entre gobernados y gobernantes. Criticando el sistema del
to democrático está completamente absorbido por la pasión antiaristo­ año VIH, decía:
crática: de golpe, se encuentra separado de toda idea de gobierno direc­
to. Es en este sentido que la Constitución del año VIH marca un giro inte­ Todos los poderes esián en el aire, no descansan en nada. Hay que establecer sus
relaciones con el pueblo. Eso es lo que la Constitución había om itido |...]. En el
lectual. Esta resuelve todos los equívocos anteriores sobre la noción de sistema de las listas de notabilidad, el pueblo (pie presenta, en definitiva, 5 OUO
gobierno representativo y disocia lo que estaba mezclado. "En el verda­ candidatos, no puede jactarse de participar suficientemente en las elecciones para
dero sistema representativo —concluye Cabanis—, todo se hace en nombre ver que se nombre a aquellos epte gozan de su confianza. Para lograr la estabilidad
del pueblo y para el pueblo; él no hace nada directamente. Es la fuente del gobierno, es necesario entonces que el pueblo tenga una mayor parte en las
sagrada de todos los poderes, pero no ejerce ninguno: no se escoge nin­ elecciones y que esté realmente representado. Así, el pueblo se volverá a unir a
gún funcionario si no es entre los nombres escritos en las listas populares, las instituciones; sin eso, permanecerá siempre ajeno a ellas o indiferente.40
pero estas listas no llaman en aboslulo a los elegidos a tal o cual función
particular. ” 43 44 Esta ley restringe las disposiciones de la Constitución de dos maneras. La facultad de bo-
m ir ciudadanos de una lista se supríme (es verdad que aquello planteaba problemas de proce­
dimiento), y se añade en calidad de electores de derecho en las diferentes listas, a personas que
4U Véanse sus Quelques comúléralions sur l'organisatian sociale en géniral el particuliéremenl sur formaban parte de los primeros cuerpos constituidos en el año vin.
la nouvellr Constitulion, París, año VII!, reproducido en CEuvres phtlosophujues de Cabanis, rui-', 40 Citado en ). Y. Coppolani. I.es rlecttons en Frunce á t'épmpir napaléonienne, Albalros, París,
París, 1956. t. II. Véase rambién M. Regálelo, “Lumiéres, élite, démocralie: la difficile position 1980, p. 214.
des iriéologues", XVIlle Sihle, núm. 6. 1974. 40 Catado por A. Thibaudeau. Mémoires sui le CamuUü, París, 1827, t. ll, p. 289. Sobre la fi­
o Ibid., pp. 473-474. losofía electoral de bonaparte véasej. Y. Coppolani, Les electiomm Franco, np, cil„ y G. D. Wright,
44 Ibid., p. 474. “Les élections au corps législatif sous le Consulat ct le Premier Empire", Rnmed'Administmtion,
44 Qxielques amsidcralinns sur l'arganisalinn sacióle, crfi. cit., p. 481. 1983.
188 t i . REPERTORIO DE LAS EXPERIENCIAS 189
1A CIUDADANÍA SIN DEMOCRACIA

El senado-consulto de 16 Termidor del año X retomó al principio de to de ampliación de la ciudadanía comenzado en el año VIII, profundi­
la elección por grados. Adoptó un sistema en tercer grado. En la base ^e zando al mismo tiempo en la distinción entre el proceso de legitimación
encontraban las asambleas cantonales, abiertas a todos los ciudadanos política y las fuentes de la decisión. Pero por otro lado reincorpora mu­
domiciliados en el cantón. Ellas elegían a los colegios electorales de dis­ chos equívocos revolucionarios que se relacionan con la noción misma
trito, procediendo éstos a su vez a la elección de los colegios electorales de elección. La relación entre participación electoral y designación se
de los departamentos. Los miembros de los colegios departamentales vuelve de nuevo vaga, incluso si a fin de cuentas el poder de nombramien­
debían ser escogidos entre los 600 ciudadanos sujetos a las mayores con­ to pertenece al emperador, así como pertenecía al primer cónsul. Como
tribuciones del departamento: un censo intermedio hacía así su reapa­ nunca antes, ciudadanía y democracia se encuentran de golpe disocia­
rición. El primer cónsul podía además añadir miembros a los colegios por das. No se exhibe ninguna doctrina coherente para dar sentido a esta rup­
su propia autoridad . 4 7 Los miembros de los colegios eran elegidos o tura. El sistema, es verdad, está completamente absorbido p er el carácter
nombrados de manera vitalicia. El “poder de nombramiento" del pueblo excepcional del emperador. Su figura trasciende las herencias y polariza
podía parecer más directo que en el año VIH, pero el sistema era de hecho toda la energía representativa del país, conduciendo a una especie de
aun más cerrado. El nuevo reglamento electoral fue establecido defini­ superposición inédita de la legitimidad popular y la idea monárquica.
tivamente por el decreto del 17 de enero de 1806. En él se habían levan­ Gracias a la triple consagración plebiscitaria, el imperio reanuda el mito
tado todas las restricciones al ejercicio del derecho al sufragio en las asam­ primitivo de la realeza electiva al mismo tiempo que reinventa el despo­
bleas cantonales. De ahora en adelante, los domésticos podían votar. tismo ilustrado. Sin embargo, el bonapartismo no rompe con la tradición
Formalmente, cada hombre podía sentirse plenamente ciudadano. Sin francesa. Sus rasgos no obedecen únicamente a laexcepcionalidad de un
embargo, la acdvidad electoral se vio muy reducida, ya que los miembros hombre, no más de lo que se derivan de las propias circunstancias. Tam­
de los colegios electorales eran elegidos de manera vitalicia. Aun así, se poco puede entenderse el bonapartismo como una vulgar patología de
organizaron elecciones para reemplazar a las personas fallecidas en los la soberanía popular, como dirán los liberales junto con Guizol y Ben­
departamentos . 48 Pero lo que estaba en juego era poco y las lasas de jamín Constan!. La aleación de racionalismo administrativo y legitimación
abstención, en consecuencia, muy elevadas.49 popular que pretende encamar es perfectamente coherente con los idea­
La Constitución del año VIII había buscado despojar de ambigüedades les de la Ilustración y de la revolución. Ofrece, a su manera, una respues­
el derecho al sufragio. El sistema electoral que se estableció bajo el impe­ ta a la tensión entre el número y la razón, respuesta precaria y amenaza­
rio regresa a los antiguos equívocos. Prolonga, por un lado, el moviinien- dora a la vez, ya que sólo puede darse a través del dominio de un gran
hombre, el único capaz de operar, en su propia persona, la reunión de
17 I-os colegio» fie distrito comprendían, además de los miembros elegidos, a los miembros dos principios contrarios (de ahí la necesaria sacralización del empera­
nombrados de por vida por el primer cónsul (diez com o máximo); lo» de departamento podían dor y la imposible institucionalización —bajo la forma de un régimen es­
contar con 20 de ellos escogidos entre lo» 30 ciudadanos con mayor contribución del depar­ table—de su poder). Pero de cualquier modo es una respuesta.
tamento. Los colegios de disuito debían comprender un miembro por cada300 habitantes (con
un m ínimo de 120 y un máximo de 200), y los colegios de departamento un miembro por cada
Así, incluso si se basa en la debilidad o la inexperiencia democrática,
1 000 habitantes (con un mínimo de 200 y un máximo de 300). Al sumar a los miembros de los el bonapartismo corresponde a una etapa de la historia de la democracia
colegios de distrito y a los de los colegios de departamento, se llega a un total aproximado de francesa. Obtiene su fuerza de una formidable sensibilidad a la demanda
70 000 personas. I'ara un análisis sociológico de esta población, véase L. Bergeron y Chaus- de igualdad y el odio a los privilegios que tejen la trama de la sensibilidad
**^nd-Nogurel, Im “masses degranil". Cm t mitlr notables du prrmxn empire, Écl. de l'EHESS, París,
revolucionaria. Da la espalda a los principios aristocráticos para celebrar
^ Véase sobre este p untoj. Y. Coppoiani, Lc.v /lections en Fronte, op, cil., que renueva el tema permanentemente las virtudes del mérito y los imperativos simbólicos
de las elecciones bajo el imperio. de la igualdad. En ese sentido, pone en el centro de la política la cuestión
•*-* Para las asambleas de distrito (primer nivel). |. Y. Coppoiani cita tasa» de abstención de
cerca de 85% en 1810. l a elección de los jueces de paz por las asambleas distritales, por escru­
de la inclusión, mucho más que la de la participación activa. Busca rein­
tinio directo uninominal mayoritario en dos vueltas, parece haber movilizado más a las pobla­ ventar para la nueva sociedad individualista el equivalente a las antiguas
ciones. al tener el elegido una gran importancia en su vida cotidiana. ligas de fidelidad y protección. Además, Napoleón establece con este fin
190 F.l. RKHiKTOKIO l)E LAS EXPERIENCIAS

una relación estrecha entre la creación de una nobleza imperial y los


colegios electorales de departamento (después de 1808, cerca de ocherv
ta presidentes y miembros de los colegios electorales de departamento
fueron convertidos en condes o barones): nobleza, meritocracia y ele­ II. EL ORDEN DE LAS CAPACIDADES
gidos forman una elite unificada. 1 .a gestión del imaginario social se
disocia de la gestión de la administración de los hombres y de las cosas.
Respetando las ¡deas y al personal de la revolución, Napoleón sublima
de este modo las dificultades del legicenlrismo a la francesa. La revolu­
ción no había sabido unir, en el poder legislativo, el peso de la voluntad
general y los imperativos de la razón. Napoleón aporta su respuesta al
hacer que coexista un decisionismo resuelto, que exalta al poder eje­
cutivo, con el culto a un pueblo-recurso,s0 potencia casi sacramental de
unción de lo político. Para resolver la coni radicción francesa, redobla en EL ESCLARECIMIENTO LIBERAL
cierto modo su tensión original, organizando, en una mezcla única de lo
imaginario y la realidad, la confrontación de dos potencias reforzadas: l 5 de febrero de 1817 se promulga una nueva ley electoral. Ésta
el sufragio universal y el poder ejecutivo como administración racional.
Al no haber ninguna liga que enlace estas dos esferas, salvo la persona
del emperador, el concepto de ciudadanía queda a partir de ese momen­
to completamente desarticulado, disociado de la ¡dea democrática de
intervención del pueblo en los asuntos públicos. Ironía de la historia: son
los colegios electorales del imperio los que elegirán, en 1815, a la Cámara
E marca un giro decisivo al romper con la política del sufragio en
varios grados y teorizar el principio de la elección directa de los
diputados. Como contraparte a esta “democratización”, se ins­
taura un censo electoral de 300 francos. La filosofía y la práctica del der
cho al voto reposaban, de un solo golpe, en nuevas bases. La preparación
de esta ley dio lugar a uno de los más importantes debates políticos de
inencontrable ,5 1 con la que la Francia del Antiguo Régimen retornó de la Restauración . 151
manera tan escandalosa como sorpresiva al frente de la escena política. La Carta de 1814 había fijado condiciones draconianas para la ele­
gibilidad: para ser diputado, era necesario tener cuarenta años de edad
y pagar una contribución directa de 1 000 francos. El ejercicio del dere­
cho al voto estaba igualmente sometido a condiciones muy restrictivas.
El artículo 40 de la Carta estipulaba: “Los electores que concurren al
nombramiento de los diputados no pueden tener derecho al sufragio si
i no pagan una contribución directa de 300 francos, y si tienen menos de
treinta años.” Pero la organización de los colegios electorales no se había
detenido, y la expresión “elec tores que concurren" dejaba flotar en el
aire una cierta indefinición. También estaba previsto por la Carta que una
ley electoral precisara las modalidades de nombramiento de los dipu­
tados. Mientras tanto, se mantenían los colegios electorales cuya organi-

511 F.s en este adosamicnto al pueblo-recurso rom o Napoleón mantiene una cierta liga con
la cultura política montagnardr, que le aseguró siempre una cierta simpatía entre los herederos 1 "1.a discusión de la ley de las elecciones fue bella, animada, y com enzó esta sed e de debates
de los jacobinos. interesantes y esclarecedores, que cautivaron a la atención pública y fueron para la nación un
51 I Jamada así porque era tan monárquica, que Luis XV111 no pensaba que se pudiera curso viviente de política constitucional (Ch. de Rémusai, Mémoins tle ma vie. Pión, París, t. I.
encontrar una igual. [N. de la T.] p. 316).
/

El. ORDEN DE LAS CAPACIDADES 19.3


192 El. REPERTORIO DE IAS EXPERIENCIAS

bramiento de los diputados de departamento. El segundo es que el nombramien­


zación se remontaba al senado-consulto del 16 Termidor del año X. to de cada diputado debe ser resultado de la participación de todos los electores
Pasado el intermedio de los Cien Días, Vaublanc, ministro del Interior, del departamento, y no obra de tal o cual porción determinada de estos mismos
presenta un primer proyecto. Al mismo tiempo que mantiene los dos electores.''
grados en la elección, se muestra más restrictivo que la Carta, limitando
los colegios electorales a un pequeño número de grandes contribuyen- * Por primera vez se cuestionaba a fondo el sentido del derecho al voto.
tes a los que se añaden los electores de derecho. L,a Comisión de la Cá­ Para los liberales de 1817, la cuestión del voto en segundo grado no
mara critica el sistema de los electores de derecho y elabora entonces un se comprende en una perspectiva técnica de reducción del número.
contraproyecto bajo el báculo de Villele. Este último opina que la Carta Tiene claramc.iite una dimensión teórica, que implica la esencia misma
había tomado la palabra “electores” en el senüdo en que la entendían las del gobierno representativo. Antes de ellos, Mallet du Pan y Necker
Constituciones anteriores y sugiere que se establezcan asambleas prima­ habían ya comenzado a desbrozar teóricamente el terreno. El primero
rias accesibles para todos aquellos que paguen un impuesto de sólo 25 había instruido el proceso de la Constitución del año vm en varios ar­
francos. Así, continuaban coexistiendo el sufragio abierto en el primer tículos del Mercure Britannique, denunciando su hipocresía sociológica.
grado y el sufragio restringido en el segundo. Pero la discusión fríe blo­
queada en abril en la Cámara de los Pares, una vez que Luis XVIII dio a Probablemente —escribía—por diversos motivos se han mantenido el sufragio uni­
entender su hostilidad a un proyecto que se juzgaba como demasiado versal y la exención de toda condición pecuniaria o política. En principio, al des­
“popular", a pesar del segundo grado de elección y de la posibilidad de tronara la libertad, fingieron rendir nomenaje a la igualdad, y al reducir al número
de 5 000 los sujeLos exclusivamente capaces para desempeñarlos cargos por un tiem­
adjuntar electores de derecho. Disuelta de golpe, como lo había sido, la „ po dado, se jactaron de que los 25 000 000 de republicanos que com ponen el im­
Cámara inencontrable, había que recomenzar todo. ^ perio se consolarían de esta restricción al observar que no se cerraba a ninguno
Es en ese contexto que Lainé, el nuevo ministro del Interior, presenta de ellos el acceso a las listas generales.5
el 28 de noviembre de 1816 un proyecto del que surgirá la ley del 5 de
febrero de 1817,‘¿ Esta fecha permanecerá grabada en las memorias du­ En sus Derniéres vues de politique et de fin ,nce, publicadas en 1802,
rante mucho tiempo, pues marca la adopción de una de las grandes le­ Necker iba más lejos. Procedía a un análisis de la Constitución del año
yes liberales de la Restauración. También traduce la fuerza creciente de VIII en el que se encontraba formulada por primera vez una crítica liberal
una nueva generación política. El proyecto de ley se elaboró en el seno del sufragio en varios grados. Esta Constitución, como lo hemos subra­
de una comisión informal en la que sesionaban, entre otros, Royer-Co- yado, había llevado al sistema muy lejos, ya que preveía tres niveles de fil­
llard y Guizot. A este último confió Lainé la redacción de la exposición tración de los elegibles. En esas condiciones, explicaba Necker, el hecho
de motivos que se presentó a la Cámara.* Guizot desarrolla allí los dos 1 de elegir representantes se convierte en una “ficción", palabra que rea­
principios fundamentales del proyecto. parece en numerosas ocasiones bajo su pluma. “Hay que sentir que se es
i algo en el Estado social para ver belleza en el titulo de ciudadano", es­
El primero —escribe— es que la elección debe ser directa, es decir que todos los cribía. 6 El sufragio indirecto impide que se forme “una relación más o
ciudadanos que, en un departamento, cumplen con las condiciones exigidas por
la Carta para ser electores, deben concurrir directamente, y por sí mismos, al nom-
menos estrecha entre los jefes del Estado y la masa completa de los ciu­
dadanos ” . 7 Con el ststema del año VIII, protestaba, “se atribuye al pueblo

* Sobre el debate y su contexto, remitirse a 1’. Ouvcrgier de Haurannc. Histoiredu gouveme


ment parlemenlatre en trance ( 1814-1S4H), París, 1860, t. IV, pp. 21-60, y a A. de Vaulabelle, His- A.I’., 2a. serie, t. XVII, p. 561.
taire des deux lleslaurutians, París, 1860, l. ¡v, pp. 175-189 y pp. 392-399. 5 Mallet du Pan, “trance. Observaiions genérales sur le nouvenu systéme legislad! de celte
* Guizot fue también encargado por el Ministerio de defender el proyecto en la prensa. rcpublique”, Le Mercure Britannique. L IV. núin. XXXII, 10 de enero de 1800, pp. 492-493.
Véanse sus dos artículos publicados en 1-e Moniteur Unwersei del 31 de diciembre de 1816 y del fi Necker, Demihes vues de politique el de finante, en (Emires computes de M. Necker, publicadas
22 y 23 de enero de 1817. Sobre el papel de Guizot en la preparación y el voto de esta ley, véanse por e l barón d e Staél. París, 1821, L XI, p. 14.
sus M fm oira pour servir á l ’histoire de man temps, París. 1858, t. I, pp. 166-171. 7 IbidL, p. 21.

I
194 E l REPERTORIO DE LAS EXPERIENCIAS El ORDEN DE LAS CAPACIDADES 195

un derecho que le será perfectamente indiferente”, al ver los ciudadanos Ui elección en segundo grado, inventada para dar a las masas una participación
activos que se les otorga un “derecho insignificante” .8 Pero Necker no en las elecciones políticas —señala—era un artificio destinado a volver practicable e
objetaba el principio de la depuración del Cuerpo electoral previsto por ilusorio algo que se acercaba al sufragio universal, una forma a la vez democrática
y mentirosa que podía servir para enmascarar el predominio de las minorías y para
la Constitución. Su protesta no tenía nada de democrática. El reprocha­ engañar a la multitud por medio de una apariencia popular. Estos motivos volvían
ba esencialmente al sistema de las listas de elegibilidad el crear una situa­ a este sistema poco compatible con una verdadera libertad, con una monarquía
ción falsa, el proceder a una vasta exclusión de hecho, afirmando al mis­ francamente constitucional.11
mo tiempo el principio de la igualdad política; en suma, le reprochaba
el uso de ardides con el pueblo y a la vez, el manejo tramposo de los prin­ Los partidarios del proyecto presentado por latiné retoman perma­
cipios del gobierno representativo. nentemente estos argumentos en el debate en la Cámara.
Después de los Cien Días, a la denuncia del sistema imperial se suma La denuncia de la ficción democrática y el engaño inducidos por el
la crítica al sufragio indirecto. “Las elecciones realizadas bajo el reinado sistema del sufragio en segundo grado no conduce a los liberales de la
imperial no eran más que una juglaría, establecida para abusar del gran Restauración a reclamar el sufragio universal directo. Ellos tienen en
público”, se lee por ejemplo en Le Censeur Européen de Charles Comte y mente otra aritmética del derecho al voto que se puede resumir con el
de Dunoyer, una de las publicaciones liberales más influyentes de la Res­ eslogan: “Más vale menos, pero mejor.” Algunas cifras permiten tomar
tauración .9 El rechazo al sufragio universal es teorizado positiva y abier­ la medida sensible de su razonamiento. La condición de censo fijada en
tamente en aquel contexto. No sólo se remite a un miedo social, expre­ 300 francos y el límite de edad en veinticinco años delimitan a una po­
sado en medias palabras: se inscribe en una reivindicación de franqueza blación de alrededor de 100 000 personas. Es una cifra muy modesta,
política, al renegar tanto de las ilusiones del jacobinismo como de las men­ pero ¿cómo conviene apreciarla? ¿Habrá que compararla a los millones
tiras del bonapartismo. El liberalismo francés de comienzos del siglo XIX de electores del primer grado de las legislaciones revolucionaria e im­
queda marcado profundamente por esta exigencia. De ahí el carácter a perial?, ¿o relacionarla con el número de electores de segundo e incluso
veces extremadamente abrupto de los ensayos y los panfletos de la épo­ de tercer grado —es decir, alrededor de 16 0 0 0 hombres—de las legisla­
ca, el imperativo de “hablar con la verdad”, llegando a rozar el cinismo. ciones posteriores al año V lli? Benjamín Constant se expresó con mucha
Guizot recuerda perfectamente este espíritu en sus Mémoires. claridad sobre esta cuestión, en un artículo de Le Mercure de l'rance.
En esa época —escribe—el sufragio universal no había sido en Francia sino un ins­ Vale más -e s c r ib e - otorgar a 100 000 hombres una participación directa, activa,
trumento de destrucción o de decepción. De destrucción, pues había colocado real­ real, en el nombramiento de los mandatarios de un pueblo, que hacer de esta par­
m ente el poder político en las manos de la multitud; de decepción, ya que había ticipación un m onopolio de 16 o 20 000, con el pretexto de conservar para uno
servido para anular los derechos políticos en provecho del poder absoluto, man- I o dos. o incluso - s i se quiere adoptar el cálculo de los opositores al proyecto de
teniendo una falsa apariencia de derecho electoral por medio de una vana inter­ ley—para 4 000 000, una participación indirecta, inactiva, quimérica, que se limita
vención de la multitud. Salir finalmente de esta rutiiyi. ya de violencia, ya de siempre a una vana cerem onia.12
mentira [...] era lo que buscaban los autores del sistema electoral de 1817.10
Este argumento se repite incesantemente durante el debate del pro­
Remusat explica en" términos muy similares las razones por las que la yecto de ley. “Cien mil franceses representados valen más para mí que
crítica al sufragio indirecto polarizaba la reflexión liberal sobre la ciu­
dadanía en los primeros años de la Restauración.
11 C.h. de Remusat. manuscrito de Mémoires de mame. Lo esencial de las páginas apasionantes
sobre 1817 no fue recogido desgraciadamente poi Lombas en su edición en cinco volúmenes
de las Mémoires de Remusat (Pión, París. 1958-1967). Una copia del manuscrito com pleto se en­
" Nccker, Demiéres mies, op. cit., pp. 10 y 18. cuentra en la Biblioteca Nacional. El pasaje que aqui citamos se encuentra en Nmwelles acqui-
9 “De la loi sur les éleclions", Le Censeur Européen, 1817, i. I, p. 294. sitwns franfuiscs. 144 18, f. 96.
10 Fr. Guizot, Mémoires pour servir, op. cit., t. I, p. 160. 12 B. Constant. “Loi sur les clectlons". Le Mentiré de /'ranee, 1.1, 18 de enero de 1817, p. 116.
196 El. REPERTORIO DE LAS EXPERIENCIAS 197
El o r d e n d e las c a pa c id a d e s

2 000 000 de hombres enajenando sus derechos a la aventura, sin re­ mación debe ser bien entendida. Constara no desea sugerir que la exis­
flexionar en lo que hacen", dirá Víctor de Broglie en la Cámara de los tencia de un nivel intermedio erigía una especie de pantalla que pertur­
Pares. 15 Aunque el derecho al sufragio está teóricamente restringido, el baría la calidad del proceso representativo, al no estar los elegidos bajo
número de “verdaderos” electores se encuentra de hecho considerable­ la mirada de los electores de base. Su análisis no se emparenta con el de
mente aumentado por el proyecto de 1817: se multiplica por seis. “Ten­ Saint-Just o el de Robespierre cuando ellos aspiran a la ñtsión entre el pue­
dremos un mayor número de electores, y en tal proporción, que en defi- „ blo y sus representantes. Lo que contempla su enunciado es la naturaleza
nitiva el poder, el derecho, se encontrarán repartidos en más manos”, misma de la operación representativa. La elección directa es preferible,
concluirá el relator en la Cámara de Diputados. 14 Es entonces de manera ya que ofrece garantías más serias de que serán los mejores quienes resul­
explícita, en términos de compensación de la cantidad por la “calidad", ^ ten efectivamente elegidos. Y es ahí donde reside, a su manera de ver, lo
que los liberales defienden el texto de 1817. Ellos oponen los derechos apropiado del gobierno representativo, al igual que a los ojos de Guizot
formales a los derechos reales, preocupándose por crear las condiciones o de Víctor de Broglie. 17
para el ejercicio de estos últimos. A este respecto, el censo de 300 francos
¿corresponde a una elección bien pensada? Esta cuestión no se discutió Cuando los ciudadanos son llamados a nombrar a sus diputados —escribe—saben
en 1817. La cifrase encuentra inscrita en la Carta, y no era por tanto sus­ cuáles son las funciones que estos diputados deberán desempeñar. Tienen un
ceptible de enmienda , 15 aun cuaudb algunos liberales como Benjamín V margen de comparación preciso y claro entre la finalidad que desean alcanzar y
Constant la juzgaban abiertamente demasiado elevada. las cualidades que se requieren para que esta finalidad sea alcanzada, juzgan en
consecuencia la ap-titud de los candidatos, sus luces, su interés por el bien público,
Sin embargo, la argumentación liberal hubiera seguido siendo frágil su celo y su independencia. Ellos mismos ponen un gran interés en los nombramien­
si se hubiese conformado con desarrollar semejante aritmética de la par- v 0 tos, porque su resultado se liga con la esperanza de verse apoyados, defendidos,
Licipación política. Satisfactoria desde el punto de vista de las clases me­ preservados de impuestos excesivos, protegidos contra la arbitrariedad.18
dias, que accedían cada vez en mayor número a la verdadera influencia
política, la “compensación" que los liberales describían era evidentemen­ Cuando estos elementos no están enjuego, se trata sólo de designar
te mucho menor para aquellos que veían que se les quitaba un derecho, electores, cuyo nombramiento no tiene una importancia decisiva; no es
aunque éste hubiera sido puramente formal. Pero el fondo de su razo­ más que “una desviación, un trámite, que oculta su finalidad a las mira­
namiento se encuentra más allá: reside en su teoría de la elección directa. das y que enfría el espíritu público". Con el sistema en segundo grado,
Sigamos de nuevo, aquí, a Benjamín Constara. “Sólo la elección directa además, los colegios electorales son de dimensión reducida. Al mismo
—escribe—constituye el verdadero gobierno representativo . ” 16 Su afir- tiempo —explican los liberales—los colegios se hunden a menudo en la
mediocridad, su horizonte permanece limitado, no los atraviesa ninguna
“electricidad moral”. No ocurre lo mismo con la elección directa, al vol­
Discurso cid 27 de enero de 1817 en la Cámara de los Pares./!./’., 2a. serie, t xvm, p. 820. 0 verse más grandes y animadas las asamhleas electorales. Ellos subrayan
*'• Bourileau (diputado de Haute-Vienne), discurso del 19 de'diciembre de 1816 en la lla ­
mara de Diputados, A.P., 2a. serie, t. XVII. p. 652. Lally-Tollcndal argumenta en el mismo sen­
que la elección directa, adoptada en América y en Inglaterra, siempre bas­
tido en la Cámara de los Pares: “En el estarlo actual, y a partir de los colegios electorales de cará en estos dos países a “los grandes propietarios, a los hombres dis­
departamentos, n o hay hoy en Francia más que 16 000 electores directos iy la nueva ley va a re­ tinguidos”. El vicio de las asambleas de reducida dimensión —ligadas al
querir 100 000 de ellos!" (discurso del 28 de enero de 1817; A.P., 2a. serie, l xviu, p. 221). sistema del sufragio indirecto—, sobre todo cuando están compuestas de
,s Sobre la historia de esta cifra límite, remitirse a P. Simón, L 'elaboratinn de la Chartr Caris-
titulionellede ¡S14, París, 1960, ya Clausel deCousserges, CnmitUrations sur l'origine, la rédnetitm,
la pmmulgation et l'execution de la Charle, Parts. 15 de junio de 1880. 17 “Lo propio ilol gobierno representativo es extraer del m edio de la nación a la elite de sos
“l.oi sur les élecdons", LfiWrrrurrrfc/ronce, t. l,p . 117. lien jamin Constan! escribid mucho hombres más iluminados, reunirlos en la cima del edificio social, en un recinto sagrado, inaccesible a las
sobre la elección directa. Además de los textos citados aquí, podem os rem itim os a sus desarro­ pasiona de la multitud, y ahí hacerlos deliberar en voz alta sobre los intereses del Estado"; Víctor de
llos en lie l'rspnt de conquite et de l'usurpalion (1814), Principes de potilique applicabtes d tous les Broglie, fxrils et itíscours, París, 1863, t. ti. p. 78.
gouvemements reprísmUUifs (mayo ríe 1815) y Hiflixions sur la ronstitutionx et les garantía, avec una 18 “La loi sur les élcciiotvt". Le Merrurr de Frunce, 1. 1, p. 117. Sobre este punto véanse también
esquiar de Constitution (1814-1818). sus Réflexions sur la amstitutions et la garantía, op. ciL, París, 1814-1818.

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Kl r e p e r t o r io d e i a s e x p e r ie n c ia s i El. ORDEN DE LAS CAPACIDADES

hombres poco instruidos, es el de tender a hacer designar a sus pares, a así los abusos de las asambleas cantonales del imperio, “reducidas a votar
elegidos que se parecen demasiado a los electores, 19 yendo así en sentido aisladamente, en los domicilios de sus presidentes, vicepresidentes y
contrario a los principios del gobierno representativo tal como lo entien­ otros depositarios de cajas” .2 3 Mediante este regreso a una forma de voto
den tanto Constant como Guizot. 20 He ahí la parte más importante de de asamblea, se quiere despojar a la elección de su carácter brutal e indi­
la argumentación a favor del sufragio directo en 1817. La reducción del nú­ vidualista.
mero de electores y la instauración de un sufragio directo se perciben
como las condiciones para establecer un auténtico gobierno representa­ La elección—dice Guizot—es, por su naturaleza, un acto brusco y poco susceptible
tivo. “Para hacer que la masa de la nación perdone el despojo casi com­ de deliberación; si este acto no se liga a todas las costumbres, a todos los ante­
cedentes de los electores; si no es, de algún m odo, el resultado de una larga deli­
pleto que va a sufrir, hay que darle el espectáculo de una verdadera elec­ beración anterior [...] será muy fácil suspender su voluntad, o empujarlos a no
ción", resume Víctor de Broglie. 2 1 escuchar más que la pasión del momento; entonces la elección carecerá de
¿Una elección verdadera? No todo es teórico en este debate: los libe­ sinceridad o de razón.2,1
rales quieren contrarrestar a los ultras, quienes sueñan con asegurar el
poder de los grandes terratenientes, haciendo que los designe la masa La elección debe ser organizada en la capital del departamento, ya que
de campesinos. Sin embargo, es la ocasión de una gran explicación filo­ ahí está el centro alrededor del cual “los electores gravitan habitualmen­
sófica sobre el sentido del derecho al voto y los principios del gobierno te para todos los demás intereses”. La esfera política, en otras palabras,
representativo. A este respecto, la cuestión de la dimensión de las cir­ debe cubrir y prolongar la esfera de las actividades civiles, y no disociar­
cunscripciones electorales y el lugar de voto se debate rispidamente. Los se de ella.
liberales defienden el escrutinio departamental de lista con voto en la ca­ Pero ¿cómo hacer que adoptaran esta “simplificación” aquellos a quie­
pital del departamento. nes excluía? El espectáculo de elecciones “verdaderas", ¿podía realmen­
te consolar al pueblo de su distanciamiento, como lo pretendía De Bro­
Es evidente —dice Lainé en la exposición de motivos de su proyecto de ley— que
la reunión de todos los electores de un departamento para nombrar a todos los
glie? La respuesta a estas preguntas queda contaminada en 1817 por el
diputados tiende a elevar las elecciones, a sustraerlas al espíritu de pequeñas contexto del debate. La oposición no se encuentra entre los liberales y
localidades y a dirigir las opciones hacia los hombres más conocidos, más con­ los partidarios del sufragio universal. Aunque algunos encuentran el lí­
siderados en toda la extensión del departamento por su fortuna, sus virtudes y sus mite de 300 francos demasiado alto, no dejan por ello de considerar que
luces: la intriga y la mediocridad pueden triunfar en un círculo estrecho, pero a la discusión para rebajarlo no está en el orden del día, ya que la cifra fue
medida que el círculo se amplía, es necesario que el hombre se eleve para atraer inscrita —tal vez de manera imprudente—en la Carta. La gran diferencia
las miradas y los sufragios.22
se halla entre los liberales partidarios del sufragio directo, y los ultras que
Al hacer que se vote en las capitales, se desea restablecer una verda­ defienden el voto en segundo grado. Por esta razón, el voto de esta ley
dera elección colectiva. El relator de la Cámara de Diputados estigmatiza es recibido por los ultras como una derrota, y suscitó reacciones fron­
tales. “La ley sobre las elecciones —señala así el Journal Général— ofrece
,’1En su discurso del 25 de enero ríe 1817 en la Cámara de los Pares. Boissy d'Anglas dice una singularidad notable; obtiene el asentimiento casi general de aque­
que. con el sistema de segundo grado, “tendríais asambleas primarias compuestas fie prole­ llos a quienes excluye de las funciones de elector, y la más fuerte oposi­
tarios. o por lo menos de contribuyentes débiles, que no dejarían de elegir a quien se pareciese ción con la que se topa proviene de algunos grandes propietarios a los
más a ellos", A.P., 2a. serie, l. XVIII, p. 290.
'•M“1.a finalidad de la elección —escribe Guizot—es evidentemente la de enviar al centro del
que garantiza no sólo el derecho a elegir, sino el de ser elegidos. ” 2 5 “Nun-
Estado %los hombres más capaces y acreditados del país", articulo “Électioits" d e la F.ruylopedie
Progressive (1862), retomado en Discours académiques, suivis <tes discours prononces pour la distri-
Imtion des prix au concoun general de l 'Unitiersilé et drvant diverses sometes religíeuses et de trois essais ** Informe de Bourdeau del 19 de diciembre de 1816, A.P.. 2a. serie, L xvu, p. 650.
de plitlusophie lilUraire el politique, Parts, 1861, p. 395. 24 Artículo “Élections" de la lincyclopfdie Progressive, en Discours acarUmiques, op. rit., p. 396.
21 Discurso fiel 27 de enero tle 1817, A.P., 2a. serie, t. XVIII, p. 320. 25 Citado por Duvergier de Haurannc. Histoire dugtmvernemml parlementairr en Fronte, París.
22 Discurso fiel 28 de noviembre fie 1816, A.P.. 2a. serie, l. XVII, p. 562. 1860, L IV.. p. 26.
200 El r e p e r t o r io o e las e x p e r ie n c ia s Ki ORDEN DE IAS CAPACIDADES 201

ca una ley fue más popular —constata por su lado Benjamín Constant— contrar un sistema que ponga freno al éxito electoral de los liberales, sim­
y es una nueva prueba del instinto admirable de este pueblo su consen­ bolizado por la elección de La Fayette en Sarlhe en 1818. Pero la argu­
timiento a una proposición que al parecer priva a una parte de él mismo mentación de los ultras se basa principalmente en el aumento de la fuerte
de un derecho que, aunque ilusorio, podía sin embargo halagar su va­ tasa de abstención, que a sus ojos falsea el sentido de las operaciones elec­
nidad . ” 2 5 Apenas se dispone de elementos para verificar esta constatación. torales.80 En efecto, en las elecciones de 1817, al igual que en las de 1818,
El pueblo entonces no tiene voz, todavía no se expresa el movimiento una tercera parte de los electores se abstuvo de acudir a las urnas y en
obrero y no han nacido las sociedades republicanas y populares, que flo­ varios departamentos el número de electores ausentes se elevó a cerca
recerán bajo la monarquía de Julio, l’or otra parte las abstenciones en el de la mitad .3 1 La tasa de abstención batió incluso récords en algunos
primer grado fueron siempre muy numerosas durante los escrutinios casos: en el norte, sobre 2 308 inscritos, sólo 439 acudieronn al colegio
anteriores, tanto durante la revolución como bajo el imperio. La gran en 1817 y 994 en 1818. Estas cifras pueden suscitar interrogantes, pero
masa del pueblo no se había acostumbrado aún a lomar parte en las elec­ estamos lejos de las abstenciones masivas que caracterizaron el periodo
ciones: probablemente no se sintió desposeída de nada en 1817. La vio­ revolucionario. Los liberales insisten en este punto, subrayando que la
lencia de los ataques de los ultras contra el proyecto Lainé fue la que jugó abstención no es tanto el resultado de un desinterés político como de las
sobre todo un papel determinante pata organizar los sentimientos de la condiciones materiales de la elección, debiendo desplazarse los electo­
opinión pública. “La oposición encarnizada de la derecha recomendó res a la capital del departamento para votar. 3 2 En París, donde el hecho
la ley a la nación”, anota en este sentido Rémusat en sus AiémoiresP “F.n de votar no implica más que un corto trayecto, las tasas de participación
los primeros momentos", explica de manera significativa, a propósito de se elevaron así a 73% para las elecciones de 1817 ya 76% para las de 1818.
sus propios sentimientos, “yo no vi más que la excesiva restricción del su­ Más ailá de esta diferencia de interpretación, el hecho importante a seña­
fragio universal [...]. Al comienzo la desaprobaba, me interesé en ella por lar es que el problema de la abstención adquirió súbitamente una centra-
la contradicción y, cuando pasó, vi su adopción como una victoria" . 28 En lidad que antes no tenía, testimonio de la nueva percepción del derecho
el fondo, es la idea de capacidad política la que servirá de punto de apoyo al sufragio introducida por la ley de 1817. En los últimos años de la Res­
para definir derechos políticos adecuados al principio de elección di­ tauración, vemos además a las asociaciones liberales como “Ayúdate, el
recta. cielo te ayudará" organizarse con la única finalidad de incitar a los ciu­
Al instaurar el voto directo, los liberales buscaban dar un contenido dadanos a inscribirse en las listas electorales y acudir masivamente a las
más tangible a los derechos políticos, otorgando a la elección un papel untas .3 3 Su campaña fue coronada por el éxito: 84.3% de los electores ins­
verdaderamente activo. ¿Triunfaron en este objetivo, transformando al critos acuden a las urnas en los colegios de distrito y 81.9% en los colegios
mismo tiempo las condiciones de ejercicio de la ciudadanía? Un buen in­ de departamento3 '1 (el sistema del doble voto sigue en vigor). La ley de 1817
dicador puede servir de guía para responder a esta pregunta: la variación
de la tasa de participación electoral. La discusión yue se entabla sobre ¡ilion de changer la loi d a élections, Parí», 1819. La iniciaiiva de barthélemy constituye la primera
ese punto en la primavera de 1819 da información muy valiosa. Apoyado etapa ríe la reacción que conducirá a la ley de 1820 sobre el doble voto, tras la caída del minis­
terio de Deai7.es.
por los medios ultras, el marqués de Barthélemy introduce entonces en 30 Véase por ejemplo el artículo de Chateaubriand, “Sur les élections", l e Conservateur, t. IV,
la Cámara de los Pares una proposición para modificar la organización 1819, pp. 612-633.
de los colegios electorales. 2 9 Su preocupación política de fondo es en-21 51 Además de la rica documentación estadística que se encuentra en el artículo de Chateau­
briand, “Sur les élections", latiné da igualmente mucha información en su discurso del 23 de
marzo de 1819 en la Cámara de Diputados; véase A.P., 2a. serie, t. XXIII, especialmente la p. 347.
211 “Loi sur les élections", Le Mercure de Fronte, l. I, p. 124. 82 Los ultras daban una interpretación política a esta dificultad, diciendo que aquello disua­
27 Rémusat, Mémotra de ma trie, l. I, p. 315. día de ir a las urnas a buena cantidad de electores monárquicos del campo.
28 Ihid., pp. 315-316. 83 Véase S. Kcnt, Thetleclitm of 1827 in Fmnce, Harvard Univcrsity Press, Cambridge Mass.,
M l’roposición presentada el 20 de lebrero de 1819; véase A l 1., 2a. serie, i. XXIM, p. 85. So­ 1975.
bre los debates que se suscitaron poi esta proposición véase A. de Vaulabellc, HiUoirt den tinot 34 Cifras proporcionadas por L. Miginiac. Le régtme censitam en France, spicialement sous la
Restaurntiom, t. V, pp. 13-22, y el folleto crítico que le consagra benjamín Constant, De la prtrpo- monarchie. de Juillet, París, 1900.
202 El. REPERTORIO DE LAS EXPERIENCIAS El. ORUEN HE LAS CAPACIDADES 203

marcó asi, de manera innegable, el ingreso a una nueva era de la vida polí­ Quien se expresa con semejante violencia en 1816 no es ni un émulo de
tica. Esta evolución queda claramente confirmada bajo la monarquía de Robespierre ni un precursor del comunismo. Se trata de Frangois Régis
Julio. La tasa de participación electoral es muy elevada durante aquel pe­ de La Bourdonnaye, diputado ullrarrealista de Maine-et-Loire, un viejo
riodo, y crece incluso junto con el aumento progresivo del electorado emigrado ilustrado en los combates de la insurrección de la Vendée y
(165 583 electores inscritos en 1831,240 983 en 1846), como lo muestra que pertenecía a la fracción más tradicionalista de la vieja aristocracia
el siguiente cuadro .35 * terrateniente. Si bien sus pares le reprochan la virulencia de su tono (De-
cazes lo trataba de “tigre en frío" y los liberales lo habían apodado “el ja­
T asa de participación electoral en las elecciones generales cobino blanco”), no por ello deja de formular con bastante fidelidad un
de ju lio du ran te la m onarquía de J u lio aspecto de la crítica de los ultras al proyecto de ley electoral dispuesto
por Lainé. El debate de 1817 permite a los ultras precisar su doctrina po­
Porcentaje
lítica: su oposición al “esclarecimiento” que los liberales se proponían
Julio de 1831 75.7 aportar en materia de derecho al sufragio cristaliza sus nostalgias socia­
Junio de 1834 75.4 les, del mismo modo que revela sus aspiraciones políticas. Es en esta oca­
Noviembre de 1837 76.3 sión que se establecen intelectualmente los grandes ejes del pensamien­
Marzo de 1839 81.6 V to legitimisla que atravesará, casi sin transformación, el siglo XIX. De las
Julio de 1842 79.1 lomas de posición expresadas en ocasión del debate de 1817 sobre la ley
Agosto de 1846 82.9 elecloral, en el Manifesté del conde de Chambord en 1871, un mismo hilo
* Relación de los voluntes con los inscritos.
intelectual da al tradicionalismo su unidad.
En 1817, los ultras acusan antes que nada a la exclusión social. La Bour­
donnaye no es el único en instruirle proceso. Todas las voces ultras de­
LA PARADOJA LECITIMISTA nuncian al unísono “la desproporción entre la porción de la nación
admitida a participar, y la porción excluida de toda participación ” . 3 7 De­
La ley sobre las elecciones que se os som ete divide a esta inmensa mayoría de la talle semántico significativo: en esta ocasión hace su entrada la palabra
nación en dos clases; por un lado, los propietarios que pagan un impuesto d e 300 “proletario” al lenguaje político francés. Los ultras lo emplean entonces
francos, a los cuales está reservado el derecho de concurrir a la elección de los para designar a la masa de excluidos de la participación política. La pa­
diputados de los departamentos; por el otro, quienes quedan privados de este de­ labra no posee aún la connotación económica que adquirirá después,
recho por su m ódico impuesto [...]. Es a todos los ciudadanos a quienes degradáis. pero ya suena como una amenaza y una condena. ¿Son los ultras aquellos
Es a la población entera a la que inclináis frente al becerro de oro, ante la aristocra- I jacobinos blancos a los que evocaban algunos liberales con un desprecio
ciarle las riquezas, la más dura, la más violenta de las aristocracias [...|. ¿Era ne­
cesario derramar tanta sangre, desplegar desde hace vcínticino años tantas máxi­
teñido de incomprensión? Ciertamente no. El punto central del que hay
mas filosóficas, tantas ideas liberales, para llegar a este resultado, al de anular poco que partir para analizar la actitud de los ultras es su juicio paradójico al
a poco lodos los derechos que habéis proclamado y reducir a la esclavitud política proyecto de 1817. Lo encuentran a la vez demasiado aristocrático y de­
a la nación que habéis levantado al son de la libertad?-” ’ masiado democrático.

sr’ Cifras proporcionadas y comentadas en lina caita de Cuizol a lord Aherriecn del 26 de
abril ríe 1852, reproducida en D. Johnson, “Guizot et lord Aberdeen en 1852. Érhange de vuex
sur la reforme élecioralc ct la com ipiion", llevue d'Histoire Miníeme et Contemporaíne, encro- gio universal, nos piulem os remitir a S. Riáis, “Ives royalistes lian tais el le suffrage universel au
m ar/o de 1958. Estadísticas igualmente reproducidas en Tablean comparad/ des ilectians, París, XIXc sítele", Pouvoirs, mím. 26. 1983, y a J .J . Q ilislin, l e moavement ultraroyaliste sous la Res-
1848. lauralion. Son idéalogie et son action politique ( J SHI d í O) , l’arís, 1960.
30 La Uourdonnayc. discurso en la Cámara de Diputados el 28 de diciembre de 1816, A.P., 37 Richard, discurso en la Cámara de Diputados el 2 de enero de 1817, A.P., 2a. serie, i. XVIll,
2a. serie, t. XVU, p. 737 Para una primera aproximación a la actitud de los ultras frente al sufra- p. 12.
<•
204 El. ORDEN DE 1-A.S CAPACIDADES 205
El r e p e r t o r io d e i -as e x p e r ie n c ia !»

El nuevo sistema de elección —explica Richard—nos ha parecido demasiado aris­ Apertura en lo bajo, cerrazón en lo alto: tal es el ideal de los ultras. Pa­
tocrático en su esencia, porque excluye a la inmensa mayoría de los franceses de radójicamente, en su opinión retoman así un aspecto esencial del mode­
la participación indirecta en la elección de sus diputados, y constituye de hecho lo bónapartista. Ciertamente se pueden jactar de los resultados favora­
y de derecho a la más inusitada de las aristocracias, la de los pequeños contribu­ bles producidos por ese sistema en 1815 y 1816 pues, en profundidad,
yentes. Es al mismo tiempo demasiado democrática en sus formas y tal vez en sus este modelo es completamente coherente con su visión de la sociedad.
resultados.*1*
Sueñan con masas campesinas deferentes, unidas alrededor de los nota­
bles locales y devotas de ellos. Bonald llega incluso a hablar de los ‘‘pro­
¿Demasiado aristocrática? Este argumento no requiere mayor expli­ letarios cuyos jefes naturales son los grandes propietarios ” .40 Villéle
cación, pero ¿demasiado democrática? La crítica es más compleja. Los explicó perfectamente esta sensibilidad sociológica del medio ultra. Este
ultras denuncian de entrada el principio de la emisión del voto en la ca­ gran notable del mediodía blanco, que encarnará durante muchos años
pital de departamento. Aunque esgrimen argumentos prácticos sobre la la política de la reacción, fue uno de los primeros en teorizar sobre la
necesidad de albergar y dar de comer a una gran masa de electores, te­
alianza de la aristocracia con el pueblo humilde, en contra del aumento
men sobre lodo la dinámica de las grandes asambleas. Sobre esta cues­ del poder de la burguesía, durante los primeros debates del año de 1816.
tión, mantienen un discurso rigurosamente inverso al de los liberales.
Ahí donde De Broglie y Guizot veían las condiciones para la circulación Desde que el mundo existe -escrib e entonces a su padre-, la última dase está bajo
de una electricidad moral", ellos no perciben sino reuniones tumultuosas, la inllucnda de la primera que la hace vivir, y la clase media, envidiosa de la última
intrigas, habladurías y corrupción. De hecho, lo que se opone son dos y enemiga de la primera, com pone la parte revolucionaria de la sociedad en lodos
modelos sociológicos de formación de la opinión y la decisión. Por un los Estados. Si queréis que la primera dase llegue a vuestras asambleas, hacedla
lado, el modelo liberal que se basa en la idea de que el libre conflicto de nombrar por los auxiliares que ella posee en la ultima clase, descended tan bajo
las ideas, operado en gran escala, produce razón y sentido común. Por com o podáis y anulad así a la dase media que es a la única a la que debéis temer.41
el otro, un modelo que se podría calificar de paternalista, que otorga una
importancia decisiva a la influencia directa e inmediata de los grandes En el sentimiento de esta proximidad se arraiga, al comienzo de la mo­
notables del campo, y que imagina que la opinión se difunde de manera narquía de Julio, el anticapitalismo de derecha que juega un papel fun­
natural de arriba hacia abajo en la escala social. Detrás del argumento del damental en la cultura política francesa. Los teóricos de la economía po­
método se perfila así el enfrentamiento entre las nuevas clases medias lítica cristiana como Villeneuve-Bargemont o Bigot de Morogues unen
burguesas a las que celebra Guizot y la aristocracia tradicional, entre la sus voces a las de las primeras sociedades republicanas y obreras para
aspiración a la autonomía política de las clases en ascenso y la nostalgia poner en la picota al nuevo feudalismo financiero que se edifica ante sus
de los grandes terratenientes por el control social de las masas. ojos. Hay ciertamente mucha ingenuidad e ilusiones en la visión de la so­
Los ultras defienden por esta razón el sufragio en segundo grado. En ciedad francesa de los ultras, y los liberales no dejan de burlarse de ellas.42
su perspectiva, éste no es sólo una técnica de organización: permite so­
bre todo conciliar la aristocracia y la democracia. 4*' Discurso del 30 de diciembre de 1816, A P., 2a. serie, t. XVII, p. 769.
4 * Cana a su padre del 6 de marzo de 1816 (Villéle es entonces el defensor en la Cámara del
provéelo alternativo a la proposición de Vaublanc). en Mémoires el correspondancr du comiede Vi­
No era entonces tan malo este m odo en segundo grado, m odo a la vez más popular
lléle, París, 188R, 1.1, p. 489. En oirá carta, del 20 de marzo de 1816, escribe: "Es del interés pú­
y más aristocrático que el que ahora se propone —explica en este sentido el conde blico que los diputados sean escogidos entre la dase más rica y más iluminada. ¿Cuál es el m edio
de Castelhajac—: más popular, en el sentido de que el pueblo escogía a sus elec­ para llegar a este resultado? Se nata de llamar a las elecciones a la última clase sobre la cual la
tores; más aristocrático, ya que estaba obligado a escogerlos entre los 600 con­ clase superior ha ejercido en lodos los tiempos y en todos los países más influencia que sohre
tribuyentes mayot es del departamento: ahí se encontraba el ejercicio de un de­ la clase media, la cual, por el contrario, está celosa de la que está por encima de ella, y es celada
recho por el pueblo, y la garantía contra los abusos de este mismo derecho.*-1* por la que está debajo; es sobre todo a esta clase media a la que hay que anular. porque en ludas
partes es revolucionaria y m edio culta" (t. II, p. 8).
*** Discurso del 2 de enero de 1817, p. 16. i t Sin embargo, existe indudablemente un pueblo humilde legitimista en el oeste y en el su i.
w Discurso del 26 fie diciembre de 1816, A.I’., 2a. serie, t. xvil. p. 705. Véanse por ejemplo los elem entos interesantes que da B. Fitzpalrick, Cntholic royalám in Úit de-
206 El. REI'ERTORIO DE LAS EXPERIENCIAS El o r d e n df. i a s c a p a c id a d e s 207

Sin embargo, ésta correspondió a una nostalgia cuyos efectos no dejaron Efectivamente, durante el invierno de 1819-1820 se firman peüciones
d e prolongarse a todo lo largo del siglo XIX. masivas para defender la ley electoral liberal.47
En 1817, los ultras sienten claramente que el debate del proyecto de Después de la revolución de Julio, los legitimistas aprendieron las
ley electoral reviste una dimensión simbólica. Y no tienen suficientes pa­ lecciones de esta hostilidad y reanudaron su vieja retórica de 1817 para
labras de desprecio para denigrar un texto que pone en pie de igualdad presentarse como los aliados y los defensores del pueblo humilde. La
con los grandes propietarios a quienes pagan nada inás 300 francos de oportunidad se les presentó rápidamente en 1831, en el momento de
impuesto. Bonald acusa al texto de establecer una “aristocracia” , *43 mien­ la discusión sobre el nuevo proyecto de ley electoral, cuya disposición
tras que La Bourdonnaye ve en los nuevos electores a “hombres cuya edu­ esencial consistía en reducir el monto del censo (a 2 0 0 francos para los
cación y el hábito de reflexionar los hace creerse dignos de llegar a todo, electores y a 500 francos para los elegibles). Berryer, quien era enton­
pero a quienes lo módico de su fortuna ha forzado a reducirse a poco " . 44 ces el principal orador legitimista de la Cámara de Diputados, retoma los
¿Los contribuyentes de 300 o 400 francos? Éstos no tienen ni talentos dis­ argumentos de Villéle en 1816 y de La Bourdonnaye en 1817 para con­
tinguidos, ni luces amplias, opina por su parte Richard, quien afirma con vertirse en abogado del voto universal en segundo grado y estigmalizai
desprecio: “Muy a menudo, no notaréis más que estas luces a medias, la barrera del censo . 48 *Él propone que lodo francés de veinticinco años
más funestas que la ignorancia, o esta erudición política tomada de los de edad, inscrito desde hace un año por una cifra cualquiera en la lista
periódicos . " 45 Estos juicios invitan a relativizar su profesión de fe demo­ de la contribución territorial, se convierta en miembro de la asamblea
crática. Los legidmistas temen sobre todo la pérdida de su influencia so­ primaria de su comuna. En la Cámara de los Pares, el marqués de Dreux-
cial. Lo vemos muy claramente en 1820, tras el establecimiento del gabi­ Brézé defiende los mismos principios, mientras que Montalembert
nete de Richelieu, que sigue al asesinato del duque de Berry. Los ultras propone a título de transición un censo de 50 francos (lo que habría dado
no ven que haya nada más urgente que hacer una nueva ley electoral, alrededor de 2 000 000 de electores) . 19 Es también la oportunidad para
pero les parece difícil el regreso al sufragio indirecto. También se confor­ que los legitimistas lleven a cabo su autocrítica con respecto a la ley de
man con instituir un sistema en segundo grado que otorgue un lugar 1820. “Creimos remediar el mal por medio del doble voto, pero era to­
preponderante a los grandes propietarios. 4*5 El poder de la aristocracia mar lodo al revés -dice Dreux-Brézé. No era porque la gran propiedad
terrateniente se establece así con toda su brutalidad, sin necesidad de nin­ faltara en los colegios electorales que se había roto el equilibrio, sino
guna argumentación populista para justificarlo. Es el retomo de las in­ porque las clases inferiores quedaban descartadas. ” 50 A partir de esta fe­
fluencias del Antiguo Régimen. Por oua parte, el debate alrededor de la ley cha, los legitimistas irían regularmente a mezclar sus voces con las de la
permite medir en sentido contrario la popularidad de la ley de 1817. izquierda para reclamar una reforma electoral que conduciría a los libe­
rales a agitar el espectro de la alianza carlo-republicana.
Aunque se conviertan en defensores de las asambleas primarias am­
jmrtmrnl of the G añí 18 N I852, Cambridge Utiivrrsity Press. 1983, y en D. Higgx, UUra-myalism pliamente abiertas, los legitimistas no defienden por igual el sufragio
in Toulottxe: from ib origin ta the Revolutinn of 1830, John I lopkins Uhiversity Press, Baltimore
1912.
43 Discurso del 30 de diciembre de 1816. A.P., 2a. serie, L XVII, p. 769. 47 Véanse las indicaciones que da A. Spitzer, “Rcstoration pulitital Ihcory and the debate
44 Discurso del 28 de diciembre de 1816, A. I‘. , 2a. serie, t. XVII, p. 738. over the law o f the (Unible vote", Journal of Modem History, marzo de 1983, y por E. Ncwtnan,
45 Discurso del 2 de enero de 1817. A .l1., 2a. serie, t. XVIII. p. 15. "Tlie bIou.se and tile [rock coat: the allianre o f the «itnm on peoplc o f París willl the liberal lea-
4li La ley del 29 de junio de 1820 recreaba dos clases de colegios electorales: los d e distrito dership and the niiddlc class during ihe last years o f lile bottrbon Rcstoration", Journal of Mo­
estaban com puestos de contribuyentes (¡ue pagaban 800 francos de impuesto directo; los de dem llistory, marzo de 1975.
departamento se componían de la cuarta parte de los primeros, los que pagaban más impuestos. 4KVéase su discurso del 25 de febrero de 1831 en CEuvres de Berryer. Discours parlemenlaires,
Los colegios de departamento nombraban a 172 diputados y los de distrito a 258 (los 18 000 París, 1872. t. I, pp. 91-99.
contribuyentes mayores votaban asi dos veces y elegían solos a dos quintas partes de la Cámara). w Cálculo proporcionado por L. Migniac. Le régxme censitaire en France, spénalement sota ta
Sobre los debates rauv encendidos alrededor de este proyecto, remitirse a |. Fíévéc, Examen des monarchif de Juiliet.
dtsausitms relativos á ta loi d o ilections fmulcmt la sesión de 1819, París, I820[ y al abate De Pradt. 5** Discurso en la Cámara de los Paies del 30 de marzo de 1831, A.P,, 2a. sene, t. I.XV1II, p.
De l'affairr de la h i des élections, París, 1820. 194.
208 El. REPERTORIO DE LAS EXPERIENCIAS 209
El o r d e n d e las c a pa c id a d e s

universal en el sentido de derecho individual que nosotros podemos dar­ más tarde . 54 Estas fórmulas lapidarias pueden sugerir una duplicidad
le. El sufragio se inscribe, para ellos, en una lógica de representación de por parte de los ultras. Manifiestan más bien que la cuestión de la inte­
intereses, y no en una perspectiva de selección de las capacidades: expre­ gración social sejuega jus-tamente en los goznes del derecho real y el de­
sa el hecho de que la sociedad reconoce y toma en cuenta los intereses recho formal, y que es siempre resultado del choque del uno con el otro.
de todos. Es un instrumento de socialización. Corbiére desarrolla ese A su manera reaccionaria y arcaica, los ultras ponen el dedo en la llaga
punto muy explícitamente en 1817. Si el sufragio fuera restringido, dice, en esta dimensión esencial.
“los intereses no representados sufrirían y buscarían un remedio; lo En esta medida, el derecho al sufragio es más un derecho social que
buscarían afuera del gobierno representativo, ya que estarían excluidos un derecho individual. Se inscribe en una visión jerárquica y corporati­
de él; lo buscarían contra él, ya que se creerían tratados de manera hos­ va de lo social.5 5 El que expresó con mayor claridad esta filosofía fue
til" . 5 1 El derecho al sufragio, en otras palabras, es una prenda de paz so­ Bonald. La sociedad, explica, no debe considerar a ios individuos más
cial. La consideración táctica y el símbolo filosófico se reúnen en este que situados en los cuerpos a los que pertenecen. El sistema político
argumento, que seguirá siendo invocado a todo lo largo del siglo XIX, debe entonces estar organizado y ser entendido a partir de las comunas
para ponderar los efectos naturalmente pacificadores del sufragio uni­ que lo estructuran. “La comuna —dice—es en el sistema político lo que
versal. Esta marca de inclusión es tanto más crucial en cuanto que los el franco en el sistema monetario, la unidad primera y regeneradora, la
individuos, de ahora en adelante, ya no están más insertos en ningún unidad indivisible. ”56 Son entonces las comunas y los sistemas de inte­
cuei po intermedio. El derecho al sufragio podra así ser llevado a cum­ reses que las constituyen, y no los individuos, los verdaderos sujetos de
plir, en una sociedad individualista, el equivalente a los efectos que anta­ la representación. “La elección —insiste Bonald—es de derecho común,
ño aseguraba la pertenencia a un cuerpo. y no de derecho individual; pertenece entonces a la comuna y no al in­
dividuo. ” 5 7 Para él, las asambleas primarias se confunden por naturale­
Si conserváis para la clase inferior alguna participación en las elecciones —dice en za con las comunas; no son sino su forma política (Bonald da así un sen­
ese sentido Corbiére—, le aseguráis un derecho a ese respecto del que no es in­ tido teórico a la coincidencia entre el número de comunas en Francia
digna, una protección de la que tiene necesidad. El proyecto de ley, en su de­ —40 0 0 0 —y el de electores de segundo grado en los antiguos colegios
marcación tajante, deja sin apoyo en el orden social a una clase muy numerosa
de vuesira población: nunca se había tenido la imprudencia de dtjaila en tal
electorales de departamento). La participación en una asamblea prima­
aislamiento; sus corporaciones le conferían antes derechos análogos a los que las ria no corresponde entonces a la expresión de un derecho individual;
otras tenían.52 manifiesta solamente la pertenencia a una colectividad, definida por sus
intereses. El voto en segundo grado está fuertemente ligado, en su caso,
Lejos de ser el medio de afirmación de la autonomía y la soberanía del a la teoría de la representación de los intereses: “Representamos inte­
individuo, el derecho al voto sigue siendo para los legitimistas un sím­ reses y no voluntades, ya que los intereses se representan y no las volun­
bolo de pertenencia a una colectividad. A sus ojos, sé trata de un derecho tades. ” 58 Aquello implica a la vez que todo el mundo esté incluido en el
formal, en el sentido fuerte y profundo del término. Villéle apenas lo proceso de la representación —a fin de que todos los intereses sean to-
oculta. “Las elecciones no son en el fondo más que un simulacro —escribe
en 1816. De cualquier manera que se combinen, el Ministerio, si es hábil, M Discurso del 26 de diciembre de 1816 e n la (lim ara de Diputados, A.P., 2a. serie. L XVtt,
p. 70».
tendrá en ellas una influencia lo suficientemente grande . ” 5 3 “Toda la 55 Cosa que los liberales no entendían en absoluto. Villemain escribe, por ejemplo, sorpren­
fuerza del gobierno representativo está en la magia de la elección", insiste5* diéndose: “Así, vimos a personas que demandaban elecciones a tal punto democráticas, que des­
cendían hasta los hombres d e trabajo y de jornal, y lamentaban al mismo tiem po que Francia
no estuviese dividida en clases y rangos desiguales*; Villemain. Le mi. La Charle el la monarchie,
París, s.f., p. 5. Para los ultras existe, por el contrario, una relación lógica entre ambas cosas.
5' Discurso en la Cámara de Diputadi del 3 de enero de 1H17, A.P., 2a. serie, t. xvui, p. 23. 56 Discurso del 30 de diciembre de 1816, A.P., 2a. serie, t. xvn, p. 770.
M/AiVi, p. 25.
W/fttd., p. 771.
M Mtmohrs el corraporuiant.e riu romle de Villéle. 1.1, p. 474.
su Discurso del 30 de diciembre de 1816. p. 772.
208 El r e p e r t o r io de las e x p e r ie n c ia s 209
El o r d e n d e las c a pa c id a d e s

universal en el sentido de derecho individual que nosotros podemos dar­ más tarde .5 4 Estas fórmulas lapidarias pueden sugerir una duplicidad
le. El sufragio se inscribe, para ellos, en una lógica de representación de por parte de los ultras. Manifiestan más bien que la cuestión de la inte­
intereses, y no en una perspectiva de selección de las capacidades: expre­ gración social sejuega jus-tamente en los goznes del derecho real y el de­
sa el hecho de que la sociedad reconoce y toma en cuenta los intereses recho formal, y que es siempre resultado del choque del uno con el otro.
de todos. Es un instrumento de socialización. Corbiére desarrolla ese A su manera reaccionaria y arcaica, los ultras ponen el dedo en la llaga
punto muy explícitamente en 1817. Si el sufragio fuera restringido, dice, en esta dimensión esencial.
“los intereses no representados sufrirían y buscarían un remedio; lo En esta medida, el derecho al sufragio es más un derecho social que
buscarían afuera del gobierno representativo, ya que estarían excluidos un derecho individual. Se inscribe en una visión jerárquica y corporati­
de él; lo buscarían contra él, ya que se creerían tratados de manera hos­ va de lo social.5 5 El que expresó con mayor claridad esta filosofía fue
til” .5 1 * El derecho al sufragio, en otras palabras, es una prenda de paz so­ Bonald. La sociedad, explica, no debe considerar a los individuos más
cial. La consideración táctica y el símbolo filosófico se reúnen en este que situados en ios cuerpos a los que pertenecen. El sistema poü'tico
argumento, que seguirá siendo invocado a todo lo largo del siglo XIX, debe entonces estar organizado y ser entendido a partir de las comunas
para ponderar los efectos naturalmente pacificadores del sufragio uni­ que lo estructuran. “La comuna —dice—es en el sistema político lo que
versal. Esta marca de inclusión es tanto más crucial en cuanto que los el franco en el sistema monetario, la unidad primera y regeneradora, la
individuos, de ahora en adelante, ya no están más insertos en ningún unidad indivisible. " 56 Son entonces las comunas y los sistemas de inte­
cueipo intermedio. El derecho al sufragio podrá así ser llevado a cum­ reses que las constituyen, y no los individuos, los verdaderos sujetos de
plir, en una sociedad individualista, el equivalente a los efectos que anta­ la representación. “La elección —insiste Bonald—es de derecho común,
ño aseguraba la pertenencia a un cuerpo. y no de derecho individual; pertenece entonces a la comuna y no al in­
dividuo. " 5 7 Para él, las asambleas primarias se confunden por naturale­
Si conserváis para la clase inferior alguna participación en las elecciones —dice en za con las comunas; no son sino su forma política (Bonald da así un sen­
ese sentido Corbicre—, le aseguráis un derecho a ese respecto del que no es in­ tido teórico a la coincidencia entre el número de comunas en Francia
digna, una protección de la que tiene necesidad. El proyecto de ley, en su de­ —40 0 0 0 —y el de electores de segundo grado en los antiguos colegios
marcación tajante, deja sin apoyo en el orden social a una dase muy numerosa
de vuestra población: nunca se había tenido la imprudencia de dejarla en tal
electorales de departamento). La participación en una asamblea prima­
aislamiento; sus corporaciones le conferían antes derechos análogos a los que las ria no corresponde entonces a la expresión de un derecho individual;
otras tenían.57 manifiesta solamente la pertenencia a una colectividad, definida por sus
intereses. El voto en segundo grado está fuertemente ligado, en su caso,
Lejos de ser el medio de afirmación de la autonomía y la soberanía del a la teoría de la representación de los intereses: “Representamos inte­
individuo, el derecho al voto sigue siendo para los legiti mistas un sím­ reses y no voluntades, ya que los intereses se representan y no las volun­
bolo de pertenencia a una colectividad. A sus ojos) se trata de un derecho tades. " 5 8 Aquello implica a la vez que todo el mundo esté incluido en el
formal, en el sentido fuerte y profundo del término. Villéle apenas lo proceso de la representación —a fin de que todos los intereses sean to-
oculta. “Laselecciones no son en el fondo más que un simulacro—escribe
en 1816. De cualquier manera que se combinen, el Ministerio, si es hábil, M Discurso del 26 de diciembre de 1816 en la Cámara de Diputados, A ./’., 2a. serie, L XVII,
p. 700.
tendrá en ellas una influencia lo suficientemente grande . ” 5 3 “Toda la 99 Cosa que los liberales no entendían en absoluto. Villemain escribe, por ejemplo, sorpren­
fuerza del gobierno representativo está en la magia de la elección”, insiste diéndose: “Asi, vimos a personas que demandaban elecciones a tal punto democráticas, que des­
cendían hasta los hombres de trabajo y de jornal, y lamentaban al mismo tiempo que Francia
no estuviese dividida en clases y rangos desiguales"; Villemain, Le mi, I-a ('.harte et la monarchu,
París, s.f., p. 5. Para los ultras existe, por el contrario, una relación lógica entre ambas cosas.
51 Discurso en la Cámara tic Dipntadc del 3 de enero de 1RI7, A.P., 2a. serie, t. xvtlt, j>. 23. 56 Discurso del 30 de diciembre de 1816, A.P., 2a. serie, t. xvil, p. 770.
“ Ibirí.. p. 25.
*7/frui.p. 771.
5S Mémoirex tí tnrrtspondantc du conte de Villtle. L 1, p. 474.
88 Discurso del 30 de diciembre de 1816, p. 772.
210 Ei. RrrEirroKio os. las experiencias El o r d e n d e i .as c a p a c id a d e s 211

mados en cuenta—y que se dnte a los grandes propietarios de un peso de 1789." La periodicidad de los Estados Generales y la asociación de los
particular. 5 9 Bonald reanuda así la visión del ciudadano propieiario, ciudadanos en corporaciones Ubres se consideran, al mismo tiempo, co­
pero democratizándola al inscribirla en una perspectiva corporativa y co­ mo complementos naturales de este voto universal, tal como lo conciben
munal. En 1834 Villele presenta, en el mismo espíritu, un i^rojet d'orga- los legitimistas. Durante un ruidoso proceso a la Gazette, que intentó
nisation municipale, départamentale et régicmale que sugiere que todos los instruir el partido ministerial, el abate de Genoude desarrolló lodos es­
franceses puedan participaren asambleas comunales en las que los elec­ tos temas, tratando de demostrar que “la ley de heredad y el voto uni­
tores se agrupen sobre una base profesional. En él, al igual que en Bo­ versal son los dos principios constitutivos de la sociedad francesa” . 62 En
nald, la representación esta concebida en los antiguos marcos. 1832, estas posiciones eran, a decir verdad, todavía minoritarias en los me­
Para los legitimistas, el sufragio no es entonces un mecanismo de dios legitimistas. Béchard, Berryer, Lourdoueix, el abale de Génoude y
institución o de legitimación de lo político. Participa solamente de un Villele no expresaban probablemente el sentimiento mayoritario de los
proceso de comunicación entre el pueblo y el poder. El sufragio univer­ ultras, y los partidarios nostálgicos de un absolutismo temperado seguían
sal se aplica, en su caso, a la noción tradicional de Estados Generales, y siendo numerosos . 65 Sin embargo, este legilimismo democrático debió
no a la concepción moderna de las asambleas parlamentarias. En ese revelarse rápidamente como la única posibilidad real de concebir posi­
sentido ellos lo ligan en cierta forma con todas las teorías anteriores—de los tivamente a la monarquía tradicional a partir de la década de 1830. En
monarchomaques de Mably—sobre la esencia democrática de la monar­ 1846, cuando todos los periódicos legitimistas publican una declaración
quía. En 1817, Richard asimila, por ejemplo, el derecho al voto a las “anti­ común sobre la reforma electoral, se forma el acuerdo sobre las bases
guas franquicias de la nación y a los derechos de que han gozado siempre definidas desde 1832 en La Gazette de France, mezclando la idea moderna
sus fieles comunas” , 60 y varios de sus pares recuerdan la ausencia de ex­ de sufragio con las antiguas instituciones representativas.
clusión en el reglamento de convocación a los Estados Generales de ene­ En marzo de 1832, elJournal des Debuts publica dos grandes artículos
ro de 1789. A comienzos de la monarquía de Julio, La Gazette de France, para discutir las posiciones de La Gazette de France.M Estos constituyen una
dirigida por el abate de Genoude y el barón de Lourdoueix, sistematiza síntesis notable de las posiciones liberales, y permiten tomar la medida
estos puntos de vista invocando, en un “Appel au parti nalional", la de lo que las opone a los principios del legitimismo democrático. “El
constitución de una “nueva derecha ” . 61 El articulo 3 de esta “Dédaration partido de la dinastía depuesta —leemos ahí—, sintiendo claramente su
des bases fondamentales de la Constitution frangaise” señala: “Procla­ propia debilidad y su poca influencia personal buscó en algunas palabras
mamos el voto libre de impuesto y algunas leyes en nombre de los repre­ sonoras, lomadas al jacobinismo, con qué colorear sus desacreditadas
sentantes de la nación convocados en asambleas de comunas y de provin­ máximas [...]. Nosotros, constitucionales, tenemos demasiada buena fe
cias. Llamamos a las asambleas de comunas a todos los franceses o para halagar las pasiones mediante un vano señuelo de sufragio univer­
naturalizados franceses, de veinticinco años, domiciliados e incluidos en sal. ” 65 Se retoma el análisis ya realizado en 1817: los liberales sospechan
la lista de impuestos directos, conforme a la declamación del 24 de enero
Déclaration et logique de la Gazette de Franre, proceso ame el Tribunal de lo criminal de
5,1 Así, Bonald señala: “Es menos en virtud del derecho metafísico de delegación directa o París, París, 1833, p. XXIV.
indirecta, que en virtud del derecho real de su propiedad, que solamente los contribuyentes IMSobre el análisis del m edio legitimisia durante la monarquía d eju lio, véase la tesis de H.
más fuertes de la comuna o del departamento deben cooperar en la elección; y la sociedad, en Cíirpentier de Chancy, “Le parti légittmiste sous la inonardiic de Juillct", Université de Paris-
este sentido, es com o esas compañías de accionistas en las que un número determinado de ac­ Xll-Crétcil, 1980. 4. vols. (edición en microfichas realizada en 1985 por la B.N.). La obra del
ciones da derecho exclusivo a votar en el Consejo de la Empresa”; discurso del 30 de diciembre conde D'Adhcmar. Un parti legitimist* en France et de sa em e actuellr, París, 1843, ofrece además
de 1816; A.F., Ha. sene, t. XVII, p. 773. una síntesis muy esclarecedora de las diferentes corrientes (leí legitimismo.
60 Discurso del 2 de enero de 1817, A.P., 2a. serie, t. XVIII, p. 12. w Véase LeJournal lies Debuts I’oliliques et U trraim , martes 27 de marzo y miércoles 28 de
01 “Appcl au parti national”, reproducido en La Gazette. de France del 28 d e marzo d e 1832. marzo de 1832. (Los dos artículos se encuentran en primera plana.)
Este “Appcl”, llamado también "Dcclaration des bases londamentales de la Constitution Artículo de LeJournal des Débats del 27 de marzo de 1832. “Al halagar las pasiones dem o­
frant;aise", retoma teorías ya elaboradas por Lourdoueix en su Appel á la France ctmlre la ilivision cráticas por medio de mi miserable subterfugio, se tiende nada menos que a destruir a todo el
lies opmions, París, 1831. gobierno representativo", se insiste el 28 de marzo.
212 t L RETKRTOKIU HE LAS EXI'EHIENCIAS El. ORDEN DE LAS CAPACIDADES 213

de la duplicidad de los ultras (‘Los apóstoles de la obediencia pasiva Para reglamentar las relaciones del liberalismo y la democracia, Gui­
—ironizan—pregonan hoy, con un ardor maravilloso, la doctrina del su­ zot pone por delante la idea de soberanía de la razón, la única susceptible
fragio universal"). Y se alarman al mismo tiempo de su ingenuidad (*1El de hacer que la concepción francesa subjetiva de la soberanía concuerde
sufragio universal! Imaginad—concluye el segundo artículo—, ¡vosotros con la preocupación liberal de instalar por encima del poder un lugar
seríais las primeras víctimas! La anarquía que suscitaríais recaería sobre vacío, que ampare las libertades. Espera así resolver la contradicción
vosotros como un justo castigo [...]. □ sufragio universal hoy es la de­ entre los principios protectores del derecho natural y las ambiciones
mocracia, no juguéis con ella”). Pero la crítica liberal no se detiene ahí. democráticas que hacían de la ley una expresión de la voluntad general.
Entiende bien que el punto de vista ultra corresponde, de manera más Esta teoría de la soberanía de la razón constituye el centro de la empresa
radical, a una especie de desreglamemación de las relaciones entre lo doctrinaria. A este propósito, Le Globe escribe en 1826 que se trata de “la
viejo y lo nuevo, a una perversión de la articulación de la democracia con teoría del siglo”. En efecto, a partir de ella, los escritores políticos libe­
el liberalismo. “Busquemos el fondo de su pensamiento en la resurrec­ rales de la Restauración esperan no dar la razón ni a Rousseau ni a Bo-
ción de una vieja palabra, adosada a una palabra completamente nueva: nald, los partidarios de la soberanía del pueblo y los defensores del
los Estados Generales y el sufragio universal", señala muy justamente el derecho divino. Para Guizot, el criterio de lo verdadero no está ni en la
Joumaldes Débats.66En efecto, las ambigüedades de laposición legitimista opinión, ni en el testimonio de los hombres: está en la sola razón, en su
encuentran, a su manera, una debilidadconstitutivade la cultura política esencia y su pureza primitiva. Esta razón doctrinaria se encuentra así en
francesa para concebir al mismo tiempo la inclusión social y la libertad po­ las antípodas de la razón kantiana, que basa su derecho en la autonomía
lítica. de la voluntad. La limitación del poder, que no podría identificarse con
la razón, tiene por corolario la reducción de los derechos de la voluntad.
“Entonces, en lugar de elevar todas las voluntades al rango de los sobe­
EL IMPOSIBLE CIUDADANO CON CAPACIDADES ranos —concluye Guizot—, habría que proscribir en todas partes el poder
absoluto, en lugar de abrirle un refugio en cada voluntad individual, y
La obra de los doctrinarios, y inuy pardcularmente la de Guizot, se arrai­ reconocer a cada hombre el derecho, que en efecto le pertenece, de no
ga en la doble preocupación de concluir la revolución y fundar una po­ obedecer sino a la razón, en lugar de atribuirle el derecho, que no tiene
lítica racional. El fracaso de los constituyentes, al igual que el de los ter- en absoluto, de obedecer sólo a su voluntad. " 68 Tal es la esencia de la
midorianos, radica para él en una triple ambigüedad que toca a su teoría doctrinaria de la soberanía de la razón. Ésta es liberal en tanto que
concepción de la representación, de la soberanía y de la igualdad. 67 Los denuncia todas las formas de despotismo y niega a un poder cualquiera
constituyentes y los termidorianos, opina Guizot, no han llegado al final el derecho de llamarse verdaderamente soberano, pero no concede na­
de su reflexión sobre la soberanía, al distinguirse con dificultad el mo­ da a los derechos políticos intrínsecos del individuo.
mento liberal de su enfoque (la noción de soberanía de la nación que Si la razón es soberana, los hombres no podrían inventar las leyes. Se
vuelve, por una parle, a postular un lugar vacío e inapfopiable del poder) trata solamente de descubrirlas. El sistema político no es entonces el
de su momento democrático (la diferencia entre la soberanía del pueblo lugar en el que voluntades autónomas se encuentran e intentan ponerse
y la soberanía de la nación que no ha sido verdaderamente elaborada). de acuerdo, según las modalidades que los propios escritores políticos
Después, han arüculado mal su crítica a la aristocracia y los privilegios habrían definido. Participa antes que nada de una empresa de discerni­
con una filosofía positiva de la igualdad civil. De allí viene, en lo que toca miento. Con ella, los doctrinarios reanudan de hecho la concepción
a este último punto, su dificultad para concebir la relación entre igual­ fisiocrática de la evidencia. Su racionalismo político es sin embargo dis­
dad y ciudadanía, y los equívocos del sistema electoral en segundo grado.06 tinto al de la Ilustración, porque admite una cierta autonomía de la es-
06 Artículo del 28 de marzo de 1832.
n7 Esta triple crítica queda particularmente bien expresada en Fr. Guizot. Des moyeni de M Fr. Guizot, Ehilasophie polilique: de la sauvrrainetc en Histoire de la chnlisation en Europe, ed.
üxmvrrnemrnt el d ’oppasition dans fetal actuél de la Erance. París. 1821. crítica de 1*. Rosanvnllon, Pluriel, París. 1985, p. 370.
214 E l. lEPERTORIO DE l-AS EXPERIENCIAS Et. ORUEN DE LAS CAPACIDADES 215

fera política, al tiempo que se propone integrar las experiencias de la ciudadanos activos y ciudadanos pasivos. Al ejercer el elector una fun­
revolución de la igualdad. Los doctrinarios deben, en otras palabras, ción, la capacidad política es una especie de competencia particular.
elaborar un racionalismo democrática y encontrar la vía para una teoría de Entonces, el derecho al sufragio no se deriva más de la implicación o de
la ciudadanía que sea coherente con los derechos de la razón. Pero, a la la autonomía del individuo, es decir, de características que sitúan al su­
inversa de Condorcet —quien se proponía para ello racionalizar la de­ jeto político en una colectividad. Procede de cualidades objetivas, que de­
mocracia popular—, los doctrinarios buscan más bien democratizar un penden del individuo considerado en sí mismo. 1 .a noción de capacidad
elilismo basado en la capacidad. En esta empresa, siguen la vía abierta permite así ofrecer un punto de convergencia entre las exigencias del
por la utopía de Le Mercier de La Riviére al poner en el centro de su sis­ liberalismo, el racionalismo y la democracia. Es por esta razón que se en-
tema la noción de capacidad. Definida como “la facultad de actuar según ^ I cuentra en el centro del espacio intelectual de la cultura política francesa.
la razón”, ésta ofrece un punto de encuentro entre el orden de la acción El objeto del sistema representativo, tal como puede entenderse des­
humana y el orden natural, donde es abolida la distancia entre derecho de una perspectiva basada en la capacidad, ya no es el de reglamentar una
naluml y derecho positivo, y resuelto su antagonismo en un proceso cog- aritmética compleja de los intereses y las voluntades, sino el de “recoger,
nitivo. “Es la capacidad la que confiere el derecho —escribe así Guizol—, concentrar toda la razón que existe dispersa en la sociedad" , 7 1 “extraer
y la capacidad en sí misma es un hecho independiente de la ley, que la de la sociedad todo lo que posea de razón, justicia, verdad, para apli­
ley no puede crear y destruir a voluntad, pero que debe aplicarse a reco­ carlas a su gobierno ” . 7 2 La teoría de la soberanía de la razón no conduce
nocer con exactitud para reconocer al mismo tiempo el derecho que de entonces sólo a criticar la idea de soberanía del pueblo y a negar la posi­
ella se deriva. ” 1151 Si la capacidad confiere el derecho, es porque éste se bilidad de toda soberanía de derecho. Ella conduce a una nueva doctrina
sumerge en la razón y constituye su desciframiento. Esta noción de capa­ ► # de la representación.
cidad es lógicamente el núcleo en el que desembocan la teoría de la sobe­
E xiste e n to d a so c ie d a d —e x p lic a así G u izo t— u n a cierta su m a d e id e a s justas. Esta
ranía de la razón y la filosofía de la historia doctrinaria. Aparece como
su m a d e id eas ju sta s está disp ersa en los in d iv id u o s q u e c o m p o n e n la so c ie d a d ,
él complemento indispensable del establecimiento del sufragio directo. y s e e n c u e n tr a rep artid a e n tr e e llo s d e m an era d e sig u a l [... J. El p r o b le m a c o n siste
Filosofía política y sociología se vuelven así indisociables. Con los doc­ e n r e c o g e r p o r d o q u ie r lo s fr a g m e n to s d isp e r so s e in c o m p le to s d e e s te p o d er ,
trinarios, ya no hay más indiferencia hacia la sociología por parte de la c o n c en tra r lo s y c o n stitu ir lo s e n g o b ie r n o . En o tr o s té rm in o s, se trata d e d escu b rir
teoría política. Cuando Hobbes, Locke o Rousseau intentaban pensar lo d o s lo s e le m e n to s d e l p o d e r le g ítim o d ise m in a d o s e n la so c ie d a d , y o r g a n iz a d o s
los fundamentos del orden social, confiaban a las instituciones o a meca­ e n p o d e r d e h e c h o , e s decir, co n c en tra r lo s, c o n fo r m a r la razón p ú b lica, la m oral
nismos políticos el cuidado de reglamentar las pasiones y componer una p ú b lica, y llam arlas al p o d er . Lo q u e lla m a m o s la representación n o e s otra c o sa q u e
el m e d io para arribar a e ste resu ltad o. N o es, e n lo a b so lu to , u n a m áq u in a arit­
aritmética política de la justicia. Ellos partían del hombre en singular,
m é tic a d e stin a d a a r ec o g er y a e n u m e r a r las v o lu n ta d es in d ivid u ales. Es un pro-
como ser genérico, y pensaban como arquitectos las condiciones de la j f c e d im ie n to natural para extraer d el s e n o d e la so c ie d a d la razón p ú b lica, q u e es
vida en común. La teoría del Estado o la del mercado no descansaban en la ú n ica q u e tie n e d e r e c h o a g o b ern a rla .7*
una sociología. Este ya no es el caso de los doctrinarios. Sobre la base del
principio de la capacidad, éstos buscan los mecanismos reguladores de Los doctrinarios rechazan así las concepciones clásicamente deductivas
lo político en la propia estructura social. “Existen en la sociedad —señala de la representación. “Es la palabra representación la que, mal entendida,
Guizot—electores naturales, legítimos, electores hechos, cuya existencia ha trastornado todas las cosas”, señala Guizot en su curso de 1821 sobre
precede al pensamiento del legislador y que éste debe solamente des­ el gobierno representativo . 74 En su célebre discurso del 24 de febrero de
cubrir. ” 7’1 El principio de las capacidades renueva así la distinción entre
71 tbuL, p. 406.
,w Fr. Guizot, artículo “Elecciones", Enndopédie progresivo (1826), reproducido en üiscours 75 Fr. Guizot, liistoire des origins du gouvememenl representadf, París, 1855, L I, p. 98.
académiqws, op. cil., p. 385. 7* ¡bid., t. II. pp. 149-150.
70 Artículo “Elecciones" de la Encyehpédtc progresivo, en Discours atadrmiques, op. c it, p. 384. 7< IbuL, t. ll. p 133.

I •
216 217
E l XEPEÍtTORIO I1F. I AS EXPERIENCIAS El o r d e n d e la s c a pa c id a d e s

1816, Royer-Collard había ido incluso más lejos diciendo que la noción escrutinio y la conversación social. Al presentar en 1830 ante la Cámara
de representación no era más que una “metáfora’’. de Diputados el proyecto de ley sobre la reelección de los diputados
El objetivo de los doctrinarios es redefcinir la esencia del gobierno re­ nombrados como funcionarios, demuestra que esas elecciones parciales
presentativo a partir de una reflexión sobre la publicidad. Esta se desa­ juegan el papel de una “especie de encuesta perpetua”. Guizot aborda
rrolló en los primeros años de la Restauración, hallando su plena expre­ en los mismos términos el problema de la regulación de la sociedad
sión en la primavera de 1819, en el momento de la discusión de las leyes familiar. La familia —explica—es “la más suave de las sociedades", incluso
sobre la prensa. En un artículo de los Arckivesphilosophiques, politiques el cuando ni la mujer, ni los niños, han de votar sobre las voluntades del
lütéraires publicado en ese contexto, Guizot identifica muy claramente al marido o del padre. Guizot retoma aquí la metáfora clásica del poder
gobierno representativo con el sistema de la publicidad. paterno desde una nueva óptica. No se trata de calcar la organización de
la sociedad política sobre la estructura del poder paterno, al igual que los
Mirándolo b ien —escribe—, lo que caracteriza alas instituciones que posee Francia filósofos del siglo XVU, sino de mostrar en qué medida este último es
y a las que aspira Europa, no es la representación, no es la elección, no es la deli­ finalmente más moderno en su funcionamiento de lo que se supone. En
beración, sino la publicidad. La necesidad de publicidad, en la administación de efecto —opina Guizot—, descansa en un sistema interact ivo de negociacio­
los asuntos públicos, csel rasgo esencial del estado socialy del espíritu de la época. nes informales y transacciones formales. “Después de eso —señala—,
Es una condición que está ligada imperiosamente a todas las instituciones, y sin
la cual éstas son impotentes para satisfacer alas sociedades modernas. Donde falta
¿qué importa que el derecho al sufragio no se manifieste en una forma
la publicidad, puede haber elecciones, asambleas, deliberaciones; pero los pue­ material, mediante la presencia de una urna y el depósito de una boleta?
blos no creen en ellas, y tienen razón.75 ¿Qué importa que no esté escrito en lo absoluto en las leyes de la socie­
dad, ni garantizado por las necesidades de sus relaciones? " 78 Contraria­
Retornando a esta cuesdón en su curso sobre el gobierno represen­ mente a las apariencias, “en ningún lugar es más real ni más extendido
tativo, reconoce que la división de los poderes y la elección constituyen el derecho al sufragio. Es en la familia donde toca de más cerca a la univer­
también formas del sistema representativo, pero —escribe—, “conside­ salidad. ” 7 9 A la inversa, el voto formal puede no ser más que una especie
rando la teoría, la publicidad es tal vez su carácter más esencial” . 76 Al de “carta anónima de la vida social" , 80 manifestando un déficit de la
retomar estos textos, Habermas opina que Guizot hizo la primera formu­ interacción social normal. En ese sentido, las bases de publicidad y de
lación clásica del reinado de la opinión pública. 77 comunicación cumplen mucho mejor con la esencia de la representa­
En esta óptica de comunicación política, los mecanismos electivos de­ ción que el sistema de la elección. Las bases publicitarias son superiores
sempeñan un papel finalmente secundario. No cuentan sino como me­ a la elección misma por esta razón de método: en ellas se resuelve la con­
dio de expresión arbitrario de las voluntades; sólo tienen sentido al tradicción entre la mayoría y la razón, y se opera el perfecto acuerdo en­
insertarse en un conjunto más vasto de circulación de la información y tre el procedimiento y el fondo.
las opiniones. De ahí la minuciosidad con la que Guizot se inclina por la La defensa del voto ejercido sobre la base de la capacidad, no conduce
organización de los escrutinios electorales, considerando reducir al máxi­ sin embargo a Guizot a una condena irreversible del sufragio universal.
mo la separación entre el acto electivo y las costumbres de la vida social, Al retomar sobre esta cuestión en sus Mémoires, él señala; “El sufragio
insistiendo en la necesidad de reunir a los electores ahí donde gravitan universa] puede adaptarse a sociedades republicanas, pequeñas o fede­
comúnmente sus otros intereses. La perspectiva es casi la de terminar rativas, nacientes o muy avanzadas en experiencia política. ” 8 1 Durante
por suprimir la disdnción entre la elección y la encuesta de opinión, el
78 “Du droil de sulfrage dans la famille". cap. xxitl del manuscrito Phxlosophie poluitpie: de
la souveramelé.
75 Fr. Guizot, “De* gañín lies légales de la liberté de prense", Archiva philosophiqua, jtaliliques ^ Ib,d
el littérains, 1818, t. V, p. 186. 80 La expresión la atribuye Étnilc Faguct a Guizot en sus Politiquee el m om lata du KtXrnécU
76 Histoire tía origins du gouvemement reprisenlalif, t. I, p. 124. (París, s.f., 1.1, p. 322), pero no lie encontrado su origen ni en sus discursos, ni en sus escritos.
77V éaseJ. Habermas, L'apace public. París. 1978 (especialmente la p. 111). 81 Fr. Guizot. Mémorra pour servir ú l huleare de man temps, L I. p. 215.
218 El r e p e r t o r io ijk las e x p e r ie n c ia s E l ORDEN !>E LAS CAI'ACtnADES 219

un debale parlamentario sobre una proposición de reforma electoral, él des particulares. “La capacidad—reconoce así Guizot—no es simplemen­
ya afirmaba: “No tengo ninguna prevención sistemática y absoluta con­ te el desarrollo intelectual o la posesión de tal o cual facultad particular;
tra el suf ragio universal [...]. Éste puede ser útil en estados límite, en cir­ es un hecho complejo y profundo que incluye la autoridad espontánea,
cunstancias extraordinarias y pasajeras, para salir de la anarquía o dar a la situación habitual, la inteligencia natural de los intereses diversos por
luz un gobierno . ” 82 Estas apreciaciones más moderadas contrastan con reglamentar, en fin, un cierto conjunto de facultades, conocimientos y
la virulencia de otros planteamientos. ¿Cómo comprender las variacio­ medios de acción que abarcan a todo el hombre . ” 83 Los signos de la ca­
nes de tono de losjuicios que Guizot expresa sobre el sufragio universal? pacidad serán entonces necesariamente múltiples. “Mientras más se de­
En principio, éstas remiten ciertamente a las circunstancias. Él es más sarrolla y se complica la sociedad, más debe aumentar el número de estos
violento cuando siente a sus espaldas la amenaza del movimiento refor­ signos”, opina incluso Guizot.84 Las condiciones de tales presunciones
mador, como en 1834 o en 1847. Pero también se explican teóricamente: pueden ser materiales o morales, intelectuales o profesionales, y no hay
el sufragio universal no constituye nunca, en Guizot, una idea del futuro. un criterio único e inmutable que permita determinar esta capacidad .85
Lejos de ser considerado como un ideal utópico, incluso muy lejano, al “Es una palabra con respecto a la cual es muy difícil entenderse”, resume
que podría tender una sociedad muy desarrollada, Guizot lo percibe siem­ a comienzos de la década de 1840 un conservador perplejo .86 De ahí el
pre como una tecnología política rudimentaria, relacionada con un gra­ enorme desnivel entre la fuerza filosófica de la idea de capacidad, perfec­
do poco elevado de civilización. En su Histoiredes origines dugouvememenC tamente coherente con Jos requisitos de una interpretación democrática
représentatif, Guizot insiste en este punto al estudiar las instituciones in­ del racionalismo político a la francesa, y la dificultad para darle un con­
glesas de los siglos XIII y XIV, Las elecciones de los representantes de los tenido preciso.
condados al Parlamento, explica, sólo se realizaban entre un gran nú­ En 1830, la noción de capacidad remite de entrada, concretamente,
mero de habitantes porque eran relativamente informales: se hacían por a las personas designadas por la ley del 2 de mayo de 1827 en la segunda
aclamación o por aceptación tácita, sin que ninguna iniciativa verdadera lista del Jurado. Por causas materiales, el legislador estaba entonces preo­
viniera de la base. La participación política en masa estaba así ligada a un cupado por añadir jurados de derecho a los electores censuarios. Estos
innegable arcaísmo del funcionamiento del espacio público. La depura­ jurados estaban integrados por personas a las que se tenían por dotadas
ción del electorado y la organización del voto codificada con mayor de un discernimiento intelectual y moral suficiente, incluso si su situa­
precisión fueron de la mano enseguida, lo cual explica por ejemplo, pata ción material no permitía considerarlas lo suficientemente interesadas
Guizot, que el número de electores haya podido disminuir en Inglaterra en el funcionamiento de la sociedad como para votar.87 Se había redac­
tras la reforma electoral de comienzos del siglo X V lll. tado una lista heteróclita de diplomas y de profesiones, que reunía a los
Desde un punto de vista teórico, el principio de capacidad no carece licenciados en letras y a los notarios, los médicos y los académicos (véase
de coherencia. Pero jamás logró encamarse en instituciones reconoci­
das como legítimas, o traducirse en términos de derechos personales.
Parecía incómodo inferir de este principio criterios prácticos, objetivos 88 “De la dém ocnitie daos les sociétés tnodernes", Im Revue Frartfaise, noviembre (le 1837,
|>. 270. Para desarrollos más amplios sobre el ciudadano con capacidad de volar, remito a P.
e indiscutibles para la atribución del derecho al voto. La noción de capa­
Rosanvallon, Le Moment Guizot, Gallimard, París, 1085.
cidad se revela, en efecto, como singularmente vaga y poco operativa *4 Ai liculo “Elecciones", d e i . 'Encydnpéilirprngrrssive, en DLcoun aeadémiifues, op. rtí., p. 391
cuando se busca limitar exactamente su contenido. Al designar una com- 85 Guizot señala en el artículo de I m líevue Francaisr. “Cuenta, entre sus elementos, a la inte­
peiencia política global, no se deja descomponer fácilmente en faculta­ ligencia, la ciencia, la riqueza, la consideración, bus tradiciones, las creencias públicas."
86 J. Gh. Baillcul, Dictionnairr critique du tangage fmlUique, París, 1842, articulo "Capacités".
87 Fji 1827, la problemática de las capacidades de hecho se había invertido. Se aplicaba a
82 Los liberales de sti tiempo explican con este argumento el sufragio universal americano, la organización del orden civil (en el que se inscribía la institución del Jurado) y no en el orden
pero denuncian su peligro para el futuro. “El gobierno de Estados Unidos es un buen gobierno ¡Kilítico, en el que la llgura del notable propietario (y no del ciudadano propietario propiamente
para Estados Unidos, en las circunstancias en que esta sociedad se encontraba situada cuando hablando) dominaba. Véanse a este respecto los muy interesantes debates durante el voto de
nació, ya que es una sociedad naciente, es una sociedad niña’ , dice Guizot en 1834; Fr. Guizot, la ley: discusión del 22 al 30 de enero de 1827 en la Cámara de París y del 1 1 al 17 de abril en
Histoire parlementaire de France, París, 18(54, l. II, p. 223. la Cámara de los Pares; A .l \ . 2a, serie, tt. XI.XTX y L.
220 El r e p e r t o r io d e las e x p e r ie n c ia s • E t. ORDEN DE LAS CAPACIDADES 221

cuadro). Para muchos liberales, esta lista simbolizaba un rebasamiento Las modestas proposiciones de Ducos en 1842, y de Duvergier de Hau-
del ciudadano propietario y del elector censitario, incluso si no lo era más ranne en 1847, se inscriben también en esta perspectiva. Este último la
que de manera muy modesta: involucraba aproximadamente a 17 0 0 0 toma contra la corrupción del principo de capacidad, y en su nombre
peí sonas (cifra a cotejar con los 94 000 electores censitarios de la época). critica al inmovilismo de Julio.89 Había allí la idea de una “vía francesa" al
La ley municipal del 21 de marzo de 1881 había transpuesto por primera sufragio universal, progresiva y coherente con el ideal de las capacidades.
vez esta lógica de la adjunción de capacidades en el dominio electoral, El propio Guizot reconocía además que las capacidades eran, por
ampliando de paso la lista notablemente (véase cuadro). Durante la dis­ definición, evolutivas. En su gran discurso del 5 de mayo de 1837, él in­
cusión de la ley electoral general, el gobierno había continuado inscri­ sistirá en ese punto, celebrando “la admirable virtud de nuestro gobier­
biéndose en esta lógica, al proponer una lista de adjunciones muy cer- i no que provoca sin cesar la extensión de esta capacidad, que va sembran­
cana a la segunda lista del jurado. Pero la Cámara de Diputados había do en todas partes las luces políticas, la inteligencia en las cuestiones
dado marcha atrás. La ley electoral del 19 de abril de 1831 no había con­ políticas, de suerte que en el momento mismo en que asigna un límite
servado, finalmente, como ciudadanos capacitados sino a los miembros a los derechos políticos, trabaja para desplazar este límite, para extender­
del Instituto (y todavía debían ellos pagar medio censo de contribución) lo, para ampliarlo y elevar así a la nación entera ” .90 Si bien rechazaba con
¡y a los oficiales superiores en retirol Era tanto como decir que la idea de violencia la idea del sufragio universal fundado en el derecho, no podía
capacidad había sido prácticamente borrada. La separación entre la rea­ sin embargo eliminar la perspectiva de su realización en el marco de una
lidad y los principios fijados era, de ahora en adelante, demasiado gran­ extensión máxima de las capacidades ligada al progreso de la civiliza­
de para que estos últimos pudiesen parecer creíbles. Incluso limitada a ción. Pero esta concesión teórica estaba lejos de la realidad.
modestas adjunciones, al igual que en la ley municipal, la encamación de 1 AI ser reducida la ampliación de las capacidades electorales a la por­
los principios de capacidad habría podido inscribirse en una dinámica ción más congruente, el principio censitario había dominado de hecho.
de extensión progresiva. Pero esta perspectiva estaba cerrada desde la Y esto aún más cuando el propio principio basado en la capacidad, a falta
adopción de la ley política electoral. de criterios viables, no se expresaba fácilmente si no era con la referencia
Al relatar este episodio parlamentario en sus Mémoires, Odilon Barrot, censitaria, que tenía la ventaja de ofrecer un indicador sintético y obje­
jefe de la derecha dinástica, subrayó que el principio del derecho al voto tivo. Entre el censo como índice sintético de capacidad y el censo como
según la capacidad, tal como había sido comprendido originalmente, medida del ciudadano propietario, era difícil distinguir la diferencia
habría podido ser compatible con el sufragio universal. En ese sentido, práctica.91 Esta inclinación hacia el modelo del ciudadano propietario
señala:
h» Es por C5te m otivo que los conservadores “progresistas" se separan de Guizot al final de
Si yo insistí tanto sobre el principio de las capacidades, es porque veía en él el me- * la monarquía de ju lio. Véase R. L. Koepke. "Ttie short, unhappy history ol progressive conser-
dio más seguro de dar al derecho electoral una elasticidad necesaria para que pu­ vatism en France, 1846-1848". Canudiun Journal of History, agosto de 1983.
diera extenderse a medida que la inteligencia y la educación política de las masas 110 Fr. Guizot, Histoirr parlementaire de Frnnre, t. III, p. 105.
se ampliaran, y al mismo tiempo para vincular a nuestras ¡nsüiuciones a todas las ‘-U En efecto, se nota en este periodo un deslizamiento muy claro de la referencia a la pro­
influencias positivas que se produjeran en la sociedad. Así, una vez aceptado este piedad. Ésta designa cada vez menos un dato de arraigo y tiende a transformarse en índice de
principio, habría sido fácil hacer llegar sucesivamente al derecho electoral a los capacidad. Esta evolución es muy clara en los grandes autores liberales, com o Benjamín Cons­
síndicos de las cajas de ahorro, los miembros de la Magistra tura del Trabajo y otros tan! o GuizoL “¿Cuáles son las marcas por las cuales se puede reconocer que un individuo tiene
suficiente capacidad para ser elector de departamento?", preguntaba en 1817 Le Censeur Lio
líderes de los trabajadores, y hacer entrar así al ejercicio activo de los derechos
ropétn. antes de responder: “l a fortuna os la marca menos equívoca, f>orque supone la edu­
políticos, por la vía de la representación, a toda la cíase obrera, para hacerla par­ cación que da los conocimientos, el interés que liga a la cosa pública" ("De la loi sur les clcc-
ticipar en el gobierno del país sin ningún peligro, único m odo razonable de llevar tions", 1 .1. p. 290). Bamave. es verdad, también había entendido la referencia a la propiedad
a cabo el sufragio universal.88 en términos similares durante la revolución (véase su discurso del 11 de agosto de 1791). Así
[jodemos distinguir tres clases de censo: el censo que remite a) ciudadano propietario, el censo
que funda la consagración del notable, el censo que busca circunscribir al ciudadano con capa­
88 O. Barrot, Mémoirrs posthumes, París, 1875. t. l, p. 256. cidad de voto.
CUADRO
Capacidades condicionadas
Ley de 1827 sobre elJurado Ley municipal del 2 1 de marzo Proyecto de ley electoral nacional Texto final de la ley Proyecto del comité
(2a fiarte) de 18.71 (2* lista) presentado por el gobierno electoral nacional del Barrol (1839)
(1831) ¡9 de abril de 1831

La segunda parte comprenderá: Los miembros de las corles y Los miembros de los consejos Los m iem bros y La 2a. lista del Jura­
- Los electores que, teniendo los tribunales, los jueces de generales de departamento, miem bros corres­ do.
su domicilio fijo en los depar­ paz y sus suplentes. los alcaldes, adjuntos de las pondientes del Insti- lo s magistrados.
tamentos, ejercieran sus dere­ Los miembros de las cámaras ciudades de una población tuto (que paguen Los jueces de paz.
chos electorales en otro de­ de comercio, de los conse­ aglomerada de 3 IKK) habitan­ medio censo de con­ Los oficiales de la
partamento. jos de fábricas, de los consejos tes, o cabezas de departamen­ tribuciones direc­ Guardia Nacional.
- Los funcionarios públicos de magistrados del trabajo. to y de distrito. tas). Los consejeros mu­
nombrados por el rey y que Los miembros de las comisio­ Los miembros y miembros co­ lo s oficiales de los nicipales.
ejercen funciones gratuitas.* nes administrativas de los co­ rrespondientes del Instituto, ejércitos de (ierra y Los miembros de los
- I j d s oficiales de los ejércitos legios, los hospicios y las ofici­ los miembros de las socieda­ mar que gocen de Consejos de Comer­
de tierra y mar en retiro. nas de beneficencia. des culturales instituidas o una pensión de reti­ cio, Consejos de Ma­
- Los doctores y licenciados de Los oficiales de la Cuardia autorizadas por una ley. ro de 1 200 francos nufacturas y de ma­
una o sacias de las facultades Nacional. Los oficiales de los ejércitos por lo menos, y de­ gistrados del Tra­
de derecho, ciencias y letras: Los miembros y miembros co­ de tierra y mar que gocen de muestren un domi­ bajo.
los doctores en medicina; los rrespondientes del Instituto, una pensión de retiro de 1 200 cilio fijo de tres años Los alumnos de la
miembros y miembros corres­ los miembros de las socieda­ francos por lo menos, y de­ en el distrito electo­ Escuela Politécnica.
pondientes del Instituto; los des culturales instituidas o au­ muestren un domicilio fijo de ral (que paguen me­ Los censitarios ad­
miembros de las otras socie­ torizadas por una ley. tres años en el distrito elec­ dio censo de contri­ juntos.
dades culturales reconocidas Los doctores de una o varias toral. buciones directas).
por el rey. de las facultades de derecho, Los doctores de una o varias
• Los notarios, después de tres medicina, ciencias, letras, des­ facultades de derecho, de me­
años de ejercicio de sus fun­ pués de tres años de domici­ dicina, de ciencias y de letras,
dones. lio fijo en la comuna. después de tres años de domi­
- Los oficiales de los ejércitos Los abogados inscritos en la cilio fijo en el distrito elec­
de tierra y de mar en retiro no tabla, los que son admitidos toral.
serán incluidos en la lista ge­ cerca de las cortes y los tribu­ Los licenciados de una de las
neral sino después de que nales, los notarios, los licen­ facultades de derecho, de cien­
hayan demostrado que gozan ciados de una de las facul­ cias o de letras inscritos en la
de una pensión de retiro de tades de derecho, ciencias, tabla de tos abogados o de los
letras, encargados de la ense­ que son aceptados cerca de
ñanza de cualquiera de las las cortes o ¡os tribunales, o
• Se trata prindpalmcntc de los materias que pertenecen a la los encargados de la enseñan­
alcaldes. facultad en que se hayan licen- za de cualquiera de las mate-

por lo menos 1 200 francos, y ciado, unos y otros después rías que pertenezcan a la fa­
que tienen desde hace cinco de cinco años de ejercicio y de cultad en la que se hayan li­
años un domicilio fijo en el de­ domicilio fijo en la comuna. cenciado, después de cinco
partamento. • Los antiguos funcionarios del años de domicilio fijo en el
- Los licenciados de una de las orden administrativo y judi­ distrito electoral.
facultades de derecho, de cien­ cial que gocen de una pensión Los licenciados de una de las
cias y de letras que no estén de retiro. facultades de derecho, de cien­
inscritos en la tabla de los - Los empleados de las admi­ cias o de tetras que, al no estar
abogados y de los que son nistraciones civiles y militares inscritos en la tabla de los
aceptados cerca de las cortes y que gocen de una pensión de abogados ni ser aceptados
los tribunales, o que no estu­ retiro de 600 francos o más. cerca de las cortes o los tribu­
vieran encargados de la en­ • Los alumnos de la Escuela nales. o que, no estando en­
señanza de alguna de las ma­ Politécnica que hayan sido de­ cargados de la enseñanza de
terias pertenecientes a la clarados, a su salida, admiti­ cualquiera de las materias que
facultad en la que se hayan dos o admisibles en los servi­ pertenezcan a la facultad en la
licenciado, no serán incluidos cios públicos, tras dos años de que se hayan licenciado, de­
en la lista general sino des­ domicilio fijo en la comuna; muestren tenci, desde hace
pués de haba- demostrado que de todas maneras, los oficia­ diez años, un domicilio fijo en
desde hace diez años tienen les llamados a gozar del dere­ el distrito electoral.
un domicilio fijo en el depar­ cho electoral en calidad de
tamento. antiguos alumnos de la Escue­
• En los departamentos en que la Politécnica, no podrán ejer­
las dos partes de la lista no cerlo en las comunas donde
comprendan 800 individuos, se encuentren en guarnición
este número quedará comple­ más que si han adquirido allí
tado por tina lista suplementa­ su domicilio civil o político
ria, formada por los individuos antes de formar parte de ésta.
que paguen mayor impuesto - Los oficiales de tierra y de
entre quienes no hayan esta­ mar que gocen de una pen­
do inscritos en la primera. sión de retiro.
- Los ciudadanos llamados a
votar en las elecciones de los
miembros de la Cámara de
Diputados o de los consejos
generales de los departamen­
tos, cualquiera que sea la tasa
de sus contribuciones en la
comuna.
224 El. REPERTORIO DE LAS EXPERIENCIAS El o r d e n d e i a s c a pa c id a d e s 225

tradicional —sería más exacto, por otra parte, hablar de notable propieta­ opiniones de los hombres; no se debe abandonar a los hombres a la
rio—estaba además acentuada por las características técnicas del censo, divagación de su espíritu. Hay que influir en el pensamiento [„.J. Pero
que favorecían la propiedad territorial en relación con las actividades in­ estas palabras, es necesario, debemos, no debemos, parece que no se refieren
telectuales o comerciales, privilegiando a los propietarios rurales sobre a hombres. Se creería que se Mata de una especie diferente . ” 95 *Benjamín
los propietarios urbanos de bienes inmuebles.92 Cerca del 90% de los Constant coloca aquí en el mismo plano la perspectiva de las capacidades
200 000 electores, a comienzos de la monarquía de Julio, debían así su y el despotismo ilustrado, mostrando claramente las ligas secretas que
derecho a votar a su propiedad en tierras, mientras que los notarios, los unen ambas trayectorias, no siendo la primera más que la versión mo­
médicos y los profesores representaban menos del 5% del electorado . 93 dernizada y democratizada de la segunda. Aunque no conduce al de­
A pesar de sus pretensiones teóricas, los doctrinarios no habían modifi­ miurgo legislador, tal como lo soñaba Filangieri, la perspectiva de las
cado la sociología del Cuerpo electoral de la Restauración. 94 capacidades se deriva casi de manera natural hacia el establecimiento de
Los principios de capacidad no sólo fueron víctimas, sin embargo, de un poder espiritual. En la década de 1840, el filósofo Pierre I^eroux —in­
la rigidez de Guizot o de imperativos “técnicos”. Detrás de la dificultad ventor de la palabra "socialismo"—fue uno de los que mejor demostra­
de precisar criterios de evaluación de la capacidad, se encuentra la im­ ron esta paradoja lógica.
posibilidad de dar un fundamento legítimo a esta noción que representa
un problema. Son las preguntas clásicas —¿quién educa aJ educador?, ¿quién Si el solo hecho de una capacidad superior otorga el derecho a gobernar a los
hombres —escribe—, entre aquellos que llamáis a ejercer aquel derecho por
ilumina al hombre iluminado?—las que permanecen sin respuesta. El elección hay unos más capaces que otros; hay uno más capaz que torios. A él,
ciudadano capacitado termina por estar suspendido en el vacío, es una siguiendo vuestro principio, pertenece el derecho riaLurai de mando y vuestro
especie de fuerza autoprodamada. La distinción entre los hombres ca­ sistema electoral, entonces, no es más que una institución demagógica. Este
paces y los no capaces tiende a la objetividad, pero ésta se degrada rápi­ principio de la capacidad es, en efecto, la base racional en la que se apoyan todos
damente en una relación esencialista, marcando casi una diferencia de los despotismos, todas las teocracias, lodos los papados.00
naturaleza entre los que tienen capacidades y los otros. Benjamín Cons­
tan! se inquietará por ello, subrayando que la idea de ciudadano capa­ Pierre Leroux lo ve con exactilud. La lógica del sistema de las capaci­
citado termina desembocando en la celebración del legislador de talen­ dades no se detiene en Guizot, sino que lleva directamente a Saint-Simon
to, cuyos preceptos descienden del cielo a la tierra, infalibles y perfectos. o a Auguste Comte, y debe desembocar en el equivalente de una religión
Los escritores políticos, señala, dicen fácilmente: “hay que dirigir las para encontrar un fundamento estable. Es el padre de la relación saint-
simoniana que consagra a los “hombres generosos", definidos como
hombres superiores, “liberados de los obstáculos de la especialidad” . 97
94 Véase el artículo 4 de la ley del 9 de abril de 1831, que fue objeto de grandes discusiones.
En electo, no es lo mismo decir que es el ingreso o el impuesto lo que confiere la capacidad El principio de capacidad termina entonces por plegarse al de derecho
electoral. Ahora bien, en los hechos, las diferentes categorías dy ingresos o de patrimonio no divino. El fracaso de la tentativa de articular alrededor de la figura del
se gravaban de la misma manera, y la tierra co-uinuaba pagando un impuesto mayor. Sobre ciudadano con capacidades el racionalismo político a la francesa con la
estas cuestiones, véanse dos buenas obras: Sh. K.enl, Electoralprocedan utider Lmeu-Philippe, New
Haven, 1937, y l.. Miginiac, Le régime censitaire en Frunce, sjiécialement sotis la monarekie deJuillet.
idea de ciudadanía encuentra ahí su origen .98
,J* Sobre la sociología fiel electorado censitario, consúltese: Sh. Kent, Electoralprocedure, op.
ciL, así com o “Electoral lisis o f France’s July monarchy, 1830-1848", French Hislorical Studies,
vol. Vil, núm. 1. primavera de 1971; I’. Meuriot. ¡Mpopulatwnet les tais électoralrs en Frunce, de 1789 05 B. Constant, Commentairesur l'ouvrage de Filangeri, en CEuvres de Filangien, París, 1840, i.
á nasjoun, París, 1916 (véase especialmente su estudio sobre las listas electorales de París en III, p. 210. (En sus Principes de politique.úe 1815, Itabía desarrollado ya la misma argumentación.)
1845); A. J. Tudesq, “Les listes électorales de la monarchie censitaire”, Annala ESC, abril-junio 00 P. 1-erimx, articulo “Élection" en Encyclopedie nouvelle, París, 1843, t. IV, p. 727.
de 1958, y “Les structures sociales du régime censitaire" en Mclanges Labrousse, Cimjonctureéco- 07 Véanse especialmente los desarrollos en la Doctrine de Sana-Simón. Exposition. Premien
nomique et itrucheros sociales, París, 1974. annit. 1828-1829, ed. crítica de C. Bouglé y E. Halévy, París, 1924.
9-1 Para comparar al electorado d eju lio con el de la Restauración, véase pata este último el 98 Paralelamente, la igualdad política puede estar fundada sólo sobre la base de un cierto
Manuel de t'électeurou analyse raisnnnée de la loi du 19 avril 1831, París, 1831, que presenta una escepticismo. La igualdad ante las urnas aparece com o el criterio más aceptahle de distribución
tabla muy precisa, por profesiones y niveles de censo, de los electores en 1830. de los derechos políticos, a falta de principios claros de diferenciación que sean umversalmente
226 El r e p e r t o r io df. l \ s e x p e r ie n c ia s
t El. ORDEN OF. LAS CAPACIDADES 227

El principio de capacidad no ofreció más que una sola facilidad teórica bajos lucrativos, más que a funciones gratuitas cuya im portancia no alcanza a
en la década de 1830: permitió legitimar la diferencia entre el voto mu­ vislumbrar. En realidad, las funciones electivas no la lienen en lo q ue loca al
nicipal y el voto nacional. Si la capacidad requerida para volar depende pueblo. Es com o irrisorio sacarlo de sus afanes para encargarlo de nom brar, ex­
cluyendo a los hom bres que le pertenecen, a electores que apenas conoce, en car­
de la naturaleza y de la complejidad de los problemas que están en juego, gados de elegir enseguida a diputados qu e nunca conocerá en absoluto, cuyos
es en efecto lógico que para elegir consejeros municipales, el número de nom bres quizá n o sabrá jam ás.100
electores sea mucho más elevado que para elegir diputados. Eso fue lo
consagrado por las dos leyes de 1831: cerca de 3 000 000 de electores to­ Los cosas estaban dichas con claridad. Este enfoque explicaba además
maban parte en las elecciones municipales, contra 2 0 0 0 0 0 que lo hacían la importancia que los liberales otorgaban al principio de lagratuidad de
en las elecciones para diputados. Pero, al mismo tiempo, el principio de | las funciones políticas. El criterio financiero permitía dar una justifica­
la capacidad tomó a contrapelo la filosofía francesa de la ciudadanía, que ción de tipo económico a la distinción entre la libertad civil y la libertad
no puede concebirse más que como una e indivisible, no pudiéndose política. 10 1
declinar o fragmentar la inclusión social. De ahí su dificultad para im­ En su célebre conferencia de 1819,102 Benjamín Constanl debía dar
ponerse en el interior mismo de sus fronteras de validez. su expresión canónica a este tema que él había ya esbozado en sus pri­
Más allá incluso de sus contradicciones y sus límites, el principio de la meros escritos, bajo el Directorio. Pero importa señalar que la noción de
capacidad se encontró en vilo con respecto a uno de los rasgos más pro­ libertad de los modernos había cambiado parcialmente de sentido entre
fundos de la cultura política francesa: la centralidad de la relación propia­ 1798 y 1819. En sus primeros escritos, 103 la apología de la libertad civil
mente política. Tal principio implica tina disociación muy fuerte entre y la relativización de la participación política se inscribían en una prco-
la idea de participación política y la de igualdad civil, radicalizando la i cupación por la reducción de las pasiones políticas. Constanl veía enton­
distinción entre derecho y función en la esfera política. Los doctrinarios ces en el hastío público y la deserción cívica factores de estabilización de
de la monarquía dejulio continuaban, en este punto, compartiendo las la vida pública y de arraigo de la democracia. Sobre este punto, com­
ilusiones de los liberales de la Restauración. Estos últimos habían cele­ partía los análisis de Madame de Staél. “La libertad política es a la libertad
brado la ley electoral de 1817 porque veían en ella la piedra que marcaba civil lo que la garantía al objeto que resguarda —escribía esta última en
la entrada de Francia a una nueva era política: la de la libertad de las 1795. Es el medio y no el objeto; y lo que lia contribuido sobre lodo a
modernos. En efecto, es sorprendente constatar que los dos temas del volver tan desordenada a la revolución francesa, es el desplazamiento de
sufragio directo restringido y la libertad de los modernos se desarrolla­ ideas que se ha realizado a este respecto.”,,MEn la misma época, alguien
ron simultáneamente. “Los franceses se interesan principalmente en la
libertad civil”, defendía Lainé, para truncar las eventuales críticas sobre 100 Discurso del 3 de enero de 1817, A l1., 2a. serie, i. XVIII. p. 19. Hay que subrayar que ser
la exclusión de las masas de la vida política activa." Antoine Boin, un mo­ elector tenia entonces un costo nada desdeñable: había que desplazarse a una capital y per-
desto notable, diputado de Cher, atacaba sobre esta base a la demagogia ( tnancccr ahí varios días.
ultra frente a las “clases oscuras”, e invitaba a sus Colegas a relativizar los 101 A este propósito, podemos recordar la reivindicación de ver remunerados a los electores
(de segundo grado), que había surgido en algunos momentos durante la revolución.
puntos a debatir sobre el derecho al sufragio. De la liberté des ancicm tomparét ti (elle des moderna, "No podem os ya gozar de la libertad
de los antiguos, que se componía de la participación activa y constante en el poder colectivo.
¿Q ueríam os halagar a la clase inferior introduciéndola en el prim er g rado d e la Nuestra libertad, la nuestra, debe componerse del gozo apacible de la independencia privada"
elección? Nos equivocaríam os —advertía. Ella sólo es sensible a lo qu e p u ed a ali­ (en B. Constanl, Cours de palitiipie amslitutianelle, París, 1872, L II, p. 547). Podemos señalar que
gerar el peso de sus necesidades; pretiere, y con razón, dedicar su tiem po a tra- Danott había desarrollado ya el mismo tema un año antes, en un gran articulo que apareció en
Le CrnseuTEumpécn, tL IX y X, 1818; “Des garauties ¡ndividucllcs dues á mus les memhres de la
société".
aceptados. En esta perspectiva, el sufragio universal no se reivindica positivamente com o el tus Vétete sobre este punto la obra d eS. I lolmes, Benjamín Cumian! and the makmg of modem
mejor sistema de asignación de los derechos políticos, sino solamente com o aquel que reduce librmlism, Yale University Press, New I laven, 1984.
al mínimo las impugnaciones. I(MRiflexwns sur la paix intérieurr (1795). en (Humes cómplices de madame la baranne de Stail-
IJ® Discurso del 2 de enero de 1817, A.P., 2a. serie, L xvnt. p. 3. llatstem, París, t. I, p. 58.

I
228 F.l. «ETER TORIO l l t LAS EXPERIENCIAS 229
Kt. ORDEN DE LAS lA I’AülliAULN

cercano a Sieyés, CharLes Thérrmin, demostraba igualmente, en un tex­ escrudnio directo y la limitación del número tle los electores, los libe­
to ile título sugestivo —De l'inrompatibiltté dusysiéme démagogique avec le rales habían planteado el problema en otros términos. No creyendo más
systéme d'économie politiquee tía peuptes irwdemes, año VIH— que el manteni­ en la posibilidad de jerarquizar los niveles y las formas de la participación
miento de la libertad implicaba la limitación y la especialización de la es­ política, ponen el acento en la separación de lo civil y de lo político, pata
fera política. Aplaudido por los ideólogos de La Décade PhilosophUjue, el justificar, banalizándola, la limitación del derecho al sufragio.
folleto presentaba la prime rarc flcxi ón d econjunto sobre la especificidad En la década de 1830, los doctrinarios dicen siempre lo mismo. “La
de la libertad de los modernos. Vale también la pena citarlo ampliamente. democracia moderna —explica entonces Guizot—no eslá dedicada a la
villa política [...]. No aspira al poder, no aspira ella misma a gobernar,
Durante el reinado del Terror —señala Thércmin—, se liabía asociado, en cierta quiere intervenir en el gobierno en tanto sea necesario, para ser bien go­
manera, al pueblo de París con el de Atenas:se habían hecho, en lugar de obreros
industriosos, maestros ociosos [...]. Esta parte del pueblo prefería pasar el día en
bernada y poder, con toda seguridad, deificarse a la vida doméstica, a los
las Sociedades Populares, o en los Tribunales de la Convención, no ganando más asuntos privados."100 La democracia rige la sociedad civil y el principio
que cuarenta sous y viviendo mal, pero ocupándose d e los asuntos públicos, y de las capacidades gobierna la sociedad política. Esta distinción entre el
sintiéndose su propia dueña Prefería este género de vida verdaderamente orden social y el orden político es fundamental en Guizot y en Royer-
ateniense, que ocuparse de los campos, de los talleres y de los comercios, tic los Collard. Hablando de ella, Rémusat escribirá: “Son los doctrinarios
diversos cuidados de la industria. Esto fue una hazaña en aquella época, cuya quienes iluminaron mejor esta distinción, bien percibida por Sieyés en
finalidad era darle gusto al pueblo por la república, y laaversión por la monarquía. el comienzo de la revolución, y quienes se dedicaron con mayor insis­
¿Pero qué ocurrió? Se le creó el gusto por una república que no puede subsistir,
es decir, por el régimen aristocrático de los griegos y los romanos; y hay que vol­
tencia a poner en evidencia todas sus consecuencias."107 Democracia
verlo a conducir ahora hacia el régimen industrial de una república moderna, fun­ social y capacidad poh'tica no son antinómicas —buscará explicar incan­
dada no en el ocio, sino en el trabajo de todos.105* sablemente la retórica doctrinaria—; el verdadero peligro estriba en la
aplicación de los principios democráticos a la vida política.108
Théremin relacionaba así el análisis délos acontecimientos revolucio­ Este enfoque es completamente opuesto a la concepción francesa de
narios y la reflexión más general sobre la naturaleza de las sociedades lo político como esfera de organización de la sociedad civil y de integra­
modernas, demostrando los efectos destructores de la confusión entre ción social. El fracaso del ciudadano con capacidades encuentra ahí otra
lo viejo y lo nuevo en materia de organización política. fuente. La puesta en práctica de la distinción entre la libertad de los an-
En 1819, Benjamín Constan! no había hedió sino retomar y prolon­ t iguos y de los modernos sólo es posible ahí donde la sociedad civil posee
gar estos temas. Volvía a encontrar los acentos de Sieyés de la década de una consistencia propia, ofreciendo a los individuos mecanismos verda­
1770, cuando éste analizaba la política como un terreno entre otros de la deros de inclusión, corno en Gran Bretaña o en .Alemania. En esos países,
actividad social, inscrito en el mismo plano que los trabajos agrícolas o la integración social de la clase obrera y de las poblaciones trabajadoras
la industria en el sistema general de la división do tareas. Los liberales
de la Restauración querían también, por su parle, desacralizar la política, IU« Discurso cu la Cámara del 5 de octubre de 1831, Ihsioire pailementaire de Frunce, i. |, p.
despojarla de toda dimensión simbólica e institutora de lo social. Pero 316. Guizot señala además: "En materia de libertad, hay derechos universales, derechos iguales;
buscaban una solución diferente de la de los constituyentes moderados. en materia de gobierno, sólo hay derechos especiales, limitados, desiguales" (p. 309).
Éstos habían esperado que el sufragio en dos grados condujera a una 107 Rémusat, “De l'esprit de réaction, Roycr-Collard eiTocquevillc”, La Revue d a Deux Mon­
des, 15 fie octubre d e 1861, p. 795.
limitación de hecho de la esfera política, quedando disociados el voto- ,íw De ahí la ambivalencia fundamental de la idea de democracia entre los doctrinarios. F.n
decisión y el voto-estatuto del derecho de sufragio. Con la instauración del tanto que democracia social (sistema de la igualdad civil en la sociedad), constituye “el único
fundamento del gobierno consiitucional'' y hay que regocijarse tle verla "correr en abundancia"
(véase el famoso discurso de Roycr-Collard del 2 de enero de 1822). En esta perspectiva, Francia
es incluso “la mayor sociedad democrática moderna* (Guizot, discurso del 18 de agosto tle 18*18,
105 Ch. Thcremin, De l ’incompatibilaé du. systbme tUmagofpque anee Ir. systime d ’éanwmie poli HiUotre partémentaire de France, l. III, p. 685). Com o democracia política, poder del número, no
tiipu d a p m p la materna, París, ano VIH, pp. 7-8. es. por el contrario, sino un principio de anarquía, de destrucción.
2X0
El r e p e r t o r io de las e x p e r ie n c ia s

pudo operarse de manera multiforme, en las asociaciones, los sindicatos,


Las comunas, estando cerca la aparición de nuevos modos de orga­
nización de la simple modernización y democratización de las antiguas
formas de dependencia (al evolucionar, por ejemplo, el lipo de inclusión III. LA REPÚBLICA UTÓPICA
que representaba el patronato hacia sistemas más autónomos). No hay
nada semejante en Francia. La destrucción de los cuerpos intermedia­
rios y la celebración del individuo abstracto instituyeron casi mecánica­
mente lo político en lugar central de la integración social. En Francia,
mas que en otros lugares, la temática liberal de la reducción de lo político
cayó en el vacío. En el conjunto de las sociedades occidentales, una mis­
ma utopía atravesó los siglos x v i l l y X IX : pensar que la política podía limi­
tarse a una pura gestión del espacio público; creer que la sociedad podía
exorcizar y expulsar el trabajo de la imaginación y de la igualdad, no BÁRBAROS, ILOTAS Y PROLETARIOS
teniendo ya los hombres entre sí más que simples relaciones funcionales.
Pero en Francia esta utopía fue particularmente desplazada por las rea­ ólo a comienzos de la monarquía de Julio el sufragio universal
lidades y las expectativas. El fracaso de los doctrinarios encuentra allí su
última explicación. Lejos de residir únicamente en la ceguera táctica y el
conservadurismo social, el rechazo de los principios de las capacidades
se debe también a su inscripción en la idea de libertad moderna y en la
utopía de una reducción de la política a la simple gestión. En materia de
S empieza a ser objeto de una reivindicación argumentada. La
cuestión del sufragio universal aparece entonces en el cruce de
una frustración política y un malestar social. La frustración po­
lítica se manifiesta desde el otoño de 1830, cuando las clases populares
tienen la sensación de haberles sido confiscado el movimiento de Julio;
la decepción de ver —en diciembre de 1830—que el proceso a los minis­
sufragio, los liberales no dejaron de mezclar la lucidez de sus análisis con
la pobreza de su sensibilidad. tros de Carlos X termina con un veredicto considerado demasiado cle­
mente, sin que se pronuncie niguna condena a muerte; la agitación li­
gada al miedo de un retomo al clericalismo; la sospecha de los liberales,
que con demasiada rapidez se comportan como si fueran los nuevos pro­
pietarios exclusivos del poder. Le Globe, que es el órgano de los sansi-
monianos, da la pauta de esta decepción mezclada con rencor. “Ahora
es un hecho incontestable —podemos leer en febrero de 1831—que la
t revolución de Julio ha quedado muy lejos de llevar a cabo las esperanzas
que había hecho nacer en su aurora. Entre la mayoría de sus partidarios,
el abatimiento o la amargura han reemplazado a la súbita exaltación y a
los transportes de alegría que excitó al principio en todas partes . ” 1 Muy
pronto, una extraordinaria multiplicación de sociedades populares, fo­
lletos y periódicos hará que estos temas decaigan. Los años de 1831-1834
marcan la irrupción de nuevos actores en la escena política, como la

1 l¿e Globe. Journal de la doctrine de SainíSimon, núm. 45, 14 de febrero d e 1831. El artículo
com enta un folleto de Rossel, /. 'opinión des déparlemenls au l'Écho de la Franco, que también ex-
• »- j ---------------
232 El r e p e r t o r io d e i a s e x p e r ie n c ia s L \ REPÚBLICA UTÓPICA Z33

Sociedad de Amigos del Pueblo y después la Sociedad de Derechos del profético y presagiador, y Michel Chevalicr verá en él “un símbolo noto­
Hombre. Estas sociedades republicanas y populares, que serán la matriz rio de la situación industrial de toda Francia" . 6 La insurrección de Lyon
del movimiento obrero y del socialismo francés, no sólo expresan una no sólo acapara la atención por su lugar en la historia del movimiento
protesta política. Traducen igualmente las reivindicaciones sociales de obrero. Marca sobre todo un giro esencial en la manera en que la socie­
un pueblo humilde afectado por la crisis económica que sacude enton­ dad francesa entiende sus divisiones y su identidad. Es la interpretación
ces a la economía francesa. En efecto, entre 1828 y 1832 los salarios dis­ del acontecimiento, tanto como el acontecimiento mismo, lo que opera
minuyen cerca de 40% en la industria textil y la metalurgia, mientras que esta oscilación. Todo se une alrededor de un artículo publicado el 8 de
aumenta fuertemente el precio de los cereales. Hay entonces, como lo diciembre de 1831 por Saint-Marc Cirardin en elJournal des Débats. Bus­
resume Ernest Labrousse, una “superposición de catástrofes” . 2 1830 cando definir el carácter de esta insurrección cuya novedad percibía, el
marca también una inflexión demográfica decisiva: la población urbana escritor conservador había comparado a los obreros que buscaban ha­
empieza a crecer más rápido que la población rural, lo cual acarrea una cerse un lugar en la sociedad con los bárbaros que invadieron antaño el
rápida sobrepoblación de los barrios más pobres. Estos diferentes fe­ imperio romano . 7 Este enfoque provoca una explosión de indignación
nómenos se superponen a la aceleración de la revolución industrial para y las fórmulas de Saint-Marc Cirardin permanecerán durante mucho
poner a la orden del día la cuestión social. Dentro de la conjunción de tiempo grabadas en la memoria, l’or ello vale la pena citarlas extensa­
estas evoluciones económicas, industriales y demográficas, surge el pro­ mente:
letariado como producto de una nueva división social en proceso de ins­ i
La sedición de Lyon—escribía—reveló un secreto grave, el de las luchas intestinas
tauración. Al evocar aquellos años difíciles, Daniel Stern señalará que ocurridas en nuestra sociedad entre la clase poseedora y la que nada posee. Nues­
una fracción importante de las clases populares “había pasado a fomtai tra sociedad comercial e industrial tiene su calamidad, com o todas las demás so­
una clase aparte, como una nación en la nación, y se le comenzaba a de­ ciedades: esta calamidad son sus obreros. No hay fábricas sin obreros y, con una
signar con un nuevo nombre: el proletariado industrial” .3 Comienzan población de obreros siempre creciente y siempre necesitada, no existe reposo
entonces a mezclarse las protestas sociales y las reivindicaciones polí­ para la sociedad [...]. Cada fabrícame vive en su fábrica com o los plantadores de
ticas. A comienzos de 1831, en el momento en que se discute el nuevo las colonias en m edio de sus esclavos: uno contra cien. Y la sedición de Lyon es
proyecto de ley electoral, un obrero relojero, que firma orgullosamente una especie de insurrección de Santo Domingo [...). I,os bárbaros que amenazan
a la sociedad —proseguía—no están ni en el Cáucaso ni en las estepas de Tartaria:
“Charles Béranger, proletario”, publica una Petition d ’un proletaire á la están en los barrios de nuestras ciudades manufactureras.8
Chambre des Déjmtés, 4 Ahí se encuentra formulada por primera vez la pro­
posición de una representación obrera: “Yo habría deseado —escribe— Nunca se habían dicho las cosas tan cruda y brutalmente: se describía
que se admitiera a algunos proletarios en la Cámara para hablar un poco a lu sociedad como atravesada por una división radical entre dos clases
de sus semejantes, pero me parece que eso no ocurrirá . ” 5 que se consideraban pueblos extranjeros y enemigos. Y Saint-Marc Gi-
La efervescencia social e intelectual que caracteriza a los primeros «<) « rardin sacaba de ello conclusiones no menos tajantes. “I^a clase media
años de la monarquía de Julio cristaliza en noviembre de 1831, con la in­ —explicaba—sería tonta si diera locamente armas y derechos a sus ene-
surrección de los obreros lioneses. Louis Blanc subrayará su carácter*
11Le Globe, 31 de octubre de 1830. Michel Chevalicr com enta allí los acontecimientos precur­
sores del 25 de octubre de 1831.
* E. Labrousse, Le mouvemml ouvrier et les théoria sociales en Frunce au xrXestícUl 1815-1851), 7 Artículo reproducido en Saint-Marc Cirardin, Smtvmirs et riflexionspoli tiques d ilnjoumaliste,
e n e , París, 1952. 2a. ed„ París, 1873. Sobre este tenia de los bárbaros, remitirse a P. Michel, Un mylhe romantique.
Citado por L. Chevalicr, Chuses labmiruses, citasei dangereuses, H acheile, “l'luriel", París. les barbares (1789-1848), l’UL, Lyon, 1981, y a R. A. L udióte, Hulnry of Ihe idea oj emitísation in
1978, p. 598. Frailee (1830-1870), Bonn, 1935. Tras la insurrección de abril de 1834 en Lion, el Journal des
* Se publicó en la oficina de L ‘Orgtinisateur y fue reproducida en Le Globe del 3 de lebrero Débots hablará de nuevo de “escenas de la vida de un pueblo bárbaro" (véase P. Canz. L 'insume-
de 1831. Charles Uénuigcrtur uno de los animadores del m edio sansimoniano en Reims, des­ lum d ’avril de 1834 vuepar le Journal des Dtbats"et "le Coiutilutionnel", memoria del Centre de
pués de haberse encontrado entre los Apóstoles de Ménilmontanu Eomiation des Journalistes, París. 1970).
5 Pititum d'un proletaire á la Chambre des Diputes, p. 15. 8 Saint-Marc Cirardin, Souvmirs et riflexwns politiquea op. ciL, pp. 144-147.
234 El REPERTORIO DE LAS EXPERIENCIAS La r e pú b l ic a u t ó p ic a 235

migos, si dejara entrar a la ola de proletarios a la Guardia Nacional, a las política se presenta sin embargo como igualmente esencial. Las palabras
instituciones municipales, a las leyes electorales, a todo lo que es el Esta­ “ilota” y “proletario" casi remiten entonces más a la privación de los de­
do [...]. Es ir contra el sostenimiento de la sociedad el dar derechos po- rechos políticos que a la explotación económica. 1'1 La semántica es aquí
líl icos y armas nacionales a quien no tiene nada que defender y todo que rica en enseñanzas históricas: el primer diccionario en el que figura el
perder . ” 9 La cuestión del derecho al sufragio estaba ligada explícitamen­ término de “proletario” es el de Louis Sébastien Mercier, Néologir ou vo-
te a la de la separación social. 1 .a palabra bárbaro había sonado como una cabulaire des mots nouveaux, publicado en 1801 (y aun así sólo se mencio­
declaración de guerra, significando con desprecio la exclusión social de na en el suplemento). Mercier define al proletariado como “el que no
una población inmensa. Los primeros balbuceos de un pensamiento po­ posee ninguna propiedad”. “Para que toda república florezca —prosi­
lítico obrero se expresan, en esta ocasión, en las respuestas indignadas gue—, sería necesario que cada ciudadano fuera propietario, y se mos­
al artículo publicado en el Journal tles Débats. Jean-Fran^ois Barraud, un trara celoso de los deberes y los derechos que este título supone, pues
obrero impresor, redacta las Étrennes d ’unprolétaire,w en las que denun­ no existe ninguna patria para quien no tiene una liga que lo una al suelo
cia la segregación de su clase. L 'Echo de la Fabrique, que aparece en Lyon que habita [...]. ¡Desgracia para una nación dividida en dos clases nece­
a partir de este periodo, ataca también la desvergüenza de Saint-Marc Gi- sariamente enemigas, la de los propietarios y la de los proletarios ! " 15 El
rardin . 1 1 Los legitimistas sociales contestan igualmente. El marqués de criterio económico, la ausencia de propiedad, se relaciona aquí muy cla­
Gervaisis responde, en Les vrais barbares (1831), que “no es en los arra­ ramente con una calificación política. El proletario, para Mercier, es el
bales, sino en los barrios de la oligarquía, de la agiocracia", donde hay no ciudadano. Además la palabra suena en sus oídos como una especie
que buscar a quienes amenazan el orden social, mientras que Monta- de maldición: “Proletario -concluye—, es la palabra más repulsiva de la
lemberi arremete contra “el infameJournal des Débats, con sus enemigos lengua; ¡así todos los diccionarios la han rechazado!” La primera edición
y sus bárbaros”. Pocos años más tarde, algunos aceptarán la palabra co­ del Dictionnaire universel de la langueJranqaise de Boiste, que aparece en
mo un desafío. “Pasemos a los bárbaros”, dirá así Ozanam en una célebre 1800, no menciona esta expresión. Ella sólo aparece en la segunda edi­
fórmula, 12 mientras que Michelet lanzará: “Bárbaros. La palabra me gus­ ción de 1803, con una definición muy corta: “Proletarios, úhima clase de
ta, la acepto. ¡Bárbaros! Sí, es decir, Henos de una savia nueva, viva y los ciudadanos en Roma.” Ahí también, el origen etimológico —elproles—
rejuvenecedora. ” 13 Pero en 1831 los bárbaros son como los proletarios conserva toda su fuerza para calificar al proletario como un excluido. El
y los ilotas: los segregados de la economía y los excluidos de la vida po­ Dictionnaire de l'Aaulemie Franqaise menciona la palabra por primera vez
lítica. en 1835, remitiéndola también a su origen (“Término de la antigüedad
La historia social ha puesto el acento sobre todo en la explotación eco­ romana; se dice de quienes formaban la sexta y última clase del pueblo
nómica. A comienzos de la década de 1830, la cuestión de la exclusión y que, siendo muy pobres y estando exentos de impuestos, sólo eran úlí-
les a la república por los hijos que engendraban”). Algunos años más
Saint-Marc Ginu din, iliut., p. 148. I tarde, Olí, el discípulo de Buchez, precisa en su Dictionnaire des sr.ienc.es
10 Esta n u la está dirigida a Berlín, el director del Journal fies Pébats. Está reproducida en el politiques et sociales: “Dentro del uso moderno, este nombre se aplica ge­
com pendio de textos reunidos por |. Ranciérc, La parole onvriére, 1830-1851, UGE, París, 10/18,
1976, pp. 56-73. neralmente a las clases privadas de derechos políticos a causa de su po­
• 1 Este periódico, que es una fuente capital para la historia del movimiento obrero, fue edi­ breza. ” 16
tado recientem ente en dos volúmenes en las ediciones Édltis. Véase el articulo del 15 de diciem­
bre de 1831.
Le Cormpotulnnl del 10 de febrero de 1848, citado por P. Picrrard, 1848... L a pauvra,
I 'Évungite el la rrvolutiem, Desclée, París. 1977, p. 28. Para Ozanam, la Iglesia debía volverse hacia u Pañi un primer acercamiento al tema, remitirse a R. B. Rose, “¡‘rolétaires and prolétariat:
las clases populares, así com o se había dedicado antes a convertir a ios bárbaros. Véanse a es­ evohition o fa conccpt, 1789-1848", AustrahanJournal of Frencb Sludies, vol XVItt. nuin. 3, 1981.
te respecto los señalamientos de P. Michel, “Civilisation ehrétienne et barbarie dans l'ccuvre y a (1. Maloró, Le vocahulaire el la sociitf saus Louis-Philippe, Ginebra, 1951.
d'O/MVMw" vnC.wilisationchrtíienne. AppmchehiKtonqued'uneidéologie, XT///e-XXfJtérír, Beauchesne, 15 L. S. Merrier, Néulogie ou vocahulaire des mots nouveaux, á rentiuwler, ou pns dans des arerp-
París, 1975. tions nouvelles, París, año IX (1801), l ii, p. 380.
13 Citado por I’ Michcl, en ibid t* A. O lí, Dictionnaire d a srienca politiquea et sociales, París. 1855, t. til, col. 544.
236 La rf.piim.iia uró pica 237
El kli ' e r t o r io df. i a s e x p e r ie n c ia s

En 1817, durante el debate sobre la ley electoral que debía instaurar Durante el proceso a la Sociedad de Amigos del Hombre y el Ciudadano,
el voto directo, los legitimistas habían hablado ya de “proletarios" para en 1834, el editor republicano Pagnerre se explica así: “Dos calamida­
designar a quienes iban a verse privados de toda forma de participación des han carcomido siempre y carcomen aún a la sociedad, el proletariado
política en las asambleas primarias, dejándolos la ausencia de fortuna al social y el proletariado político." El proletariado social, explica, ha dismi­
margen de la vida pública. Pero es durante la década de 1830 cuando la nuido desde la Revolución de 1789, habiéndose beneficiado una parte
palabra “proletario” se vuelve de uso corriente. Entonces es reivindicada del tercer estado de un acceso más amplio a la propiedad, y habiendo
por los republicanos que denuncian la división social y política perpetua­ sido llamada a compartir los beneficios sociales gracias al reconocimien­
da por las instituciones de Julio. La respuesta de Blanqui, cuando lo inte­ to de la igualdad civil. Pero a sus ojos la situación del proletariado po­
rrogan durante el proceso a la Sociedad de Amigos del Pueblo en 1832, lítico apenas ha progresado. “Tras una emancipación de muy corta du­
es clara muestra de su extraordinaria densidad: ración —dice—, ha recaído con mucha rapidez en su estado primitivo:
ofrece hoy la misma proporción numérica que antes de 89, menos de
El presidente, al tercer acusado: ¿Vuestro nombre? 200 000 privilegiados contra la nación entera. El fondo del proletariado
— Louis-Auguste Blanqui. político es el mismo; sólo su forma ha cambiado. ” 20 *Los alegatos pronun­
— ¿Vuestra edad? ciados durante los procesos políticos de los años 1832 a 1835, que cons­
— 26 años. tituyen una fuente irremplazable de información sobre los movimientos
— ¿Vuestro estado? republicanos y populares del periodo, van todos en este sentido, para
— Proletario.
El presidente: —Ese no es un estado.
denunciar la división social y la exclusión políüca.
Hlanqui: —¡Cómo no es un estado! Es el estado de 30 000 000 de franceses que El término de “ilota” se remite también por su parte a la Antigüedad,
viven de su trabajo y que están privados de derechos políticos. y habiendo sido utilizado ya ampliamente en los debates revoluciona­
El presidente: —¡Y bien! Sea. Escribano, escribid que el acusado es proletario.17 rios, se vuelve de uso corriente al comenzar la década de 1840, en el mo­
mento de las grandes manifestaciones a favor de la reforma electoral.
La palabra “proletario” termina por ser el calificativo genérico de to­ Después del bárbaro y el proletario, el ilota es la tercera figura que sir­
das las formas de exclusión y separación. Desjardins, que era miembro ve para estigmatizar el rechazo político de las masas bajo la monarquía
de la Sociedad de Amigos del Pueblo, hablaba del “proletariado de los de Julio. Evocando los acontecimientos de Lyon, un panfletario sansi-
intereses”, al igual que del “proletariado de las capacidades" . 18 *En los fo­ moniano hablará de “la angustia del ilota”, en un notable Aper$u sur la
lletos republicanos de este periodo encontramos frecuentemente la ex­ question du proletariat2 1 En su profesión de fe de julio de 1841, lafdru-
presión “proletariado político”, e incluso se habla de “proletarios inte­ Rollin atrae la atención sobre las clases pobres, “condenadas al ilotismo
lectuales” o de “proletarios de la ciencia, de la política y de las artes”.1!l sin fin ” , 2 2 y Lamennais estalla en Lepays et le gouvemement (1840), mos­
trando a “la masa de la nación reducida al ilotismo político" . 2 3 *25“Vuestra
17 Société (les Amis du l’enple, Procés des quina, París, 1832. p. 3 (audiencia del 10 de enero
de 1832).
** Véase Discoun du ciuryen C. Desjardins sur l'associalion républicaine, pronunciado en la de todos los informes, interrogatorios, requisitorias y procesos verbales es la de 1834-1836, 15
audiencia del tribunal de lo criminal del 8 de abril en el caso de la Sociedad de los Amigos del vols.).
Pueblo, París, 1833. Véase también, del mismo autor, la serie de artículos sobre "la: prolé- su Procés des citoyens Vignrrtret Pagnerrr, membres de la Société des Droils de l'llórame etdu Citoyen,
tarial", ¡m Tritmne, en abril de 1835. l’arís, s.l., p. 12 (audiencia del 22 de febrero de 1834).
,HSobre el pensamiento republicano o socialista de este periodo, la base de datos más cóm o­ 2' Aper^u sur la question du proletariat, en La revolte de. Lyon en 1834 ou la¡Ule du pmUtaire, París.
da es la colección Les révululums du XTXesiklr, 1830-1834, primera serie, Édiiis, París, 1975, 12 1835. Se lee en este texto una frase notable, anticipado!",i de un célebre texto de F.ngels: “El
proletariado forma el fondo de nuestra sociedad. Está en todas partes; cohabita con nosotros;
vols., que reproduce cerca de 500 panfletos publicados de julio de 1830 a las insurrecciones de
abril de 1834 (una segunda sene de doce volúmenes, que cubre el periodo 1834-18-18, ha sido no nos abandona; es una sombra
publicada igualmente, así com o una tercera serie de diez volúmenes sobre 1848), A esta colec­ 25 Lcdru-Rollin, “Profession de Jai devant les ¿lecteurs de lu Sarthe" (julio de 1841), en üiscours
ción de panlletos conviene añadir la mina excepcional de información que constituyen los infor­ potitiques et écrits divers, París, 1879. t. I, p. 1.
mes y narraciones del I‘roces des acenses d'avrit 1834 ante el tribunal de París (la mejor edición F. Lamennais, Le. pays et te gouvemment. París, 1840, p. 49.
238 Kl. REPERTORIO DE IAS EXPERIENCIAS La r e pú b l ic a u t O inca 239

sociedad no es una sociedad —lanza este último—, sino un conjunto de seres El problema central de este periodo es claramente el de la separación
a los que no se sabe cómo llamar, administrados, manipulados, explota­ social. “El proletariado ha permanecido afuera”, dice Blanqui. 29 De allí
dos al gusto de vuestros caprichos; un redil, un rebaño, un montón de la formidable demanda de integración que se expresa entonces. “Cesad
ganado humano . ” 2,1 En su virulento panfleto De l’esclavage modeme, La- entonces, oh nobles burgueses, de rechazarnos de vuestro seno, pues­
mennais, cuyo inmenso éxito se explica en gran parte debido a su hiper- to que somos hombres, y no máquinas”, demanda desde 1830 L ’Arúsan
scnsibilidad a lodo lo que es separación, división, exclusión, continúa —uno de los primeros periódicos verdaderamente obreros — ,30 mientras
con esta denuncia radical articulada en fórmulas estrepitosas.2 5 que Lamartine quisiera que el nombre de “proletario”, “esa palabra in­
Enue 1833 y 1841, el debate sobre las fortificaciones de París reaviva munda, injuriosa, pagana, desapareciera de la lengua como el propio
periódicamente el sentimiento de distanciamiento del pueblo, nutrién­ proletariado debe desaparecer poco a poco de la sociedad” . 3 1 La reivin­
dolo de fuertes imágenes. Al principio, la cuestión era puramente téc­ dicación del sufragio universal, que surge a comienzos de la monarquía
nica. Se trataba de determinar el sistema más adecuado para la defensa de Julio, corresponde a esta demanda de inclusión social. En 1789, la
de la capital. Pero, de manera muy significativa, la cuestión había tomado reivindicación de la igualdad política se derivaba simplemente del prin­
rápidamente una enorme importancia simbólica. Desde 1833, las prime­ cipio de igualdad civil, que se le anteponía. En efecto, lo esencial se juga­
ras discusiones sobre la construcción de tuertes destacados para pro­ ba en el terreno de los derechos civiles: la destrucción de los privilegios
teger París encienden la imaginación popular, que teme la erección de y la supresión de las distinciones legales entre los individuos. El derecho
nuevas Bastillas capaces de bombardear la capital. Se habla entonces al sufragio no hacía entonces sino expresar, en el terreno político, el sur­
de “fortificaciones liberticidas” . 26 Incluso en ese tono, estas reacciones gimiento de una sociedad de individuos reconocidos como iguales. Des­
dan testimonio de la percepción de una sociedad dividida en dos, casi pués de 1830, ya no es en el terreno civil donde se manifiestan las distin­
compuesta por dos pueblos extranjeros. En Lepays et legouvememenl, La- ciones sociales y las diferencias de estatuto. Es por ello que la idea de
mennais ataca a los ministros. “Para ellos —escribe—, el enemigo no está sufragio universal adquiere entonces tina dimensión directamente so­
en la frontera, está en París. Ahí concentran a 100 000 hombres y lo ro­ cial. Esto corresponde a un desplazamiento del problema de la integra­
dean de ciudadelas para aplastarlo si tratara de moverse. ” 2 7 Arago, ción: de ahí en adelante, la cuestión de la igualdad entre los hombres se
l.ainai tinc, Ledru-Rollin, sostienen el mismo lenguaje, mientras que Le juega sobre la escena política y social. De ahí la centralidad de la figura
Journal du Peuple resume: "Ahora más que nunca, hay dos bandos en este del proletario después de 1830, mientras que en 1789 todo se organizaba
país, el que se rodea de Bastillas y el que permanece sobre el terreno de alrededor del individuo. Sin embargo, entre estos dos periodos, la cues­
ía revolución: aquel en el que se encuentra la corte, aquel en el que está tión del sufragio universal no hace sino desplazarse políticamente. Se
el pueblo . ” 28 acompaña también de una nueva comprensión de lo social. En 1789,
se inscribía en un universalismo abstracto, que era el que predominaba.
A comienzos de la monarquía de Julio, al contrario, reviste una dimen­
« lililí., pp. 112-93. ' sión de clase. En menos de medio siglo, la irrupción de la cuestión obrera
25 Véase K. l-nincnnnis. De l'esclavage modeme, París, diciembre de 1839. En este panfleto,
publicado en el contexto de agitación para la reforma electoral, Inmennais compara al indi­
cambia profundamente los términos en que se percibía la relación social.
viduo privado de derecho al vulo con el esclavo antiguo. El paralelo entre la separación “m o­ Los excluidos de los derechos políticos se identifican, «le ahora en ade­
derna" (el proletariado) y la separación “antigua" (la esclavitud) está igualmente en el centro lante, con un grupo social. “Los poderosos y los ricos ¿valen más que no­
de toda una parte de la reflexión política y económ ica de la época. Sobre esta cuestión, véan­ sotros?”, pregunta así Achille Roche en su Manuel duprolélaire para fun-
se dos obras pioneras: Charles Comte, Traite de ¡égalisation, París, 1826, 4 vols. (el último volu­
men está dedicado por com pleto a una reflexión sobre la esclavitud), y A. Villeneuve-Barge-
tnoni, liamomte pahlu/ue chrétienne, París. 1834, 3 vols.
2,1 Véase por e jemplo el folleto de la Sociedad tle los Derechos del Hombre y del Ciudadano, 2,1 Sociétc des Amis du I’cuple, ¡hoces des tfiimze, p. 9.
Des fortifications de París, París, 1833. 30 Citado por VV. H. Scwe-ll, Ceas tle metierset révolutions. Lelangagedu trovad de l'Anden Regí-
1-ainennais, l e pays et te gmmemement, p. 62. me a 1848, Aubicr, París, p. 270.
211 Le Jvunutl du Peufile, 1 de abril tle 1841, p. 1. *1 Citado por 1. T dteniu ff. Ijt parlt ripublicain sous la monarchie deJuillel, París, 1901, p. 203.
240 El. KFFI.ÍTORIO OF LAS EXPERIENCIAS 1 a r e p ú b l ic a i .t ó p i c a 241

damentar su reivindicación política.3- Lo que se expresa en esos años de ños bustos de yeso de los miembros ilustres de la Convención. Cierta­
1830-1834 es una rellexión desde abajo sobre el sufragio y ya no un cues- mente, en los medios más radicales se celebran sobre todo 1793 y la
tionamieuto filosófico general sobre el individuo-ciudadano moderno, Declaración de los Derechos de Robespierre, pero el sentido del parale­
o un cuestionamiento aJortiori desde arriba sobre las relaciones entre la lismo entre la conquista de la igualdad civil en 1789 y la del sufragio polí­
mayoría y la razón. tico en la década de 1830 es omnipresente, incluso en los círculos más
Durante la monarquía de Julio, el tema del sufragio universal juega moderados. La palabra “paralelismo” resulta, además, casi inapropiada,
un papel exactamente equivalente a la re ¡sindicación de la igualdad civil si sugiere una simple semejanza. Hay, de manera mucho más profunda,
en 1789. En ambos casos, lo que percibimos es la misma lucha contra el una verdadera identificación entre los dos movimientos. En ambos casos
Amiguo Régimen y el feudalismo. La crítica al feudalismo y la denuncia la apuesta central es la de la inclusión social. Ella es la que da su fuerte
del sistema censuario se operan en las dos épocas de manera idéntica. especificidad a la historia del sufragio universal en Francia.
Las mismas palabras y las mismas expresiones regresan para maldecir El divorcio entre la sociedad francesa y el régimen monárquico tam­
a las castas y los privilegios. Los 200 000 electores censitarios son asimi­ bién encuentra su origen en esta convergencia. La idea monárquica en
lados a los antiguos aristócratas, mientras que se figura que los excluidos Francia fue investida de una acumulación excesiva de imágenes negati­
del sufragio son un nuevo tercer estado. El monopolio político tomó el vas, terminando por asociarse a todas las formas posibles de distinción
lugar de los antiguos privilegios sociales. “Del monopolio —escribe así en y de división social: exenciones fiscales, privilegios sociales, desigualda­
1840 LeJournal du Peuple —emanan a la vez las malas cámaras, las malas des de estatuto, límite del censo electoral, incluso diferencias econó­
leyes y el infortunio del proletariado. ¿Qué es entonces un pueblo libre, micas. En la década de 1830, el divorcio se cumple definitivamente: la
en el que sólo 2 0 0 0 0 0 ciudadanos, sobre 33 0 0 0 0 0 0 , son llamados a monarquía deja de percibirse como un simple régimen político, cuya
nombrar a sus representantes? Hay allí una anomalía que debe termi­ esencia podría sobrevivir a sus logr os históricos más o menos felices. Al
nar . ” 3 3 Estas palabras esián entonces en todas las plumas, repitiendo ser identificada con el privilegio, la idea monárquica encarna desde ese
hasta el infinito esta condena al sufragio censitario como remanente de momento un principio totalmente negativo, y se convierte en un mero
la vieja figura del privilegio en la nueva Francia. El combate a favor del contraste, tanto económico como social. Se sobrepone tanto a la noción
sufragio universal queda entonces en la línea de pensamiento del movi­ de Antiguo Régimen como a la de capitalismo. Esto se manifiesta con
miento revolucionario. Es además sorprendente constatar que durante mucha fuerza en los panfletos y los folletos de los años 1831-1835, en
este periodo se opera la reapropiación popular de la revolución francesa. términos que apenas varían, entre los republicanos muy moderados
Todos los republicanos y los reformadores sociales del periodo se en­ como Cormenin y los reformadores tan radicales como Laponneraye.
cuentran en esta actitud. De manera significativa, en 1839 Pagnerre, el La le.tlreh.uxproUtaires que este últ itno publica en 1833 es completamente
editor de todas las causas republicanas, vuelve a publicar en edición ba­ representativa de este estado de espíritu maniqueo que conduce de ma­
rata Quest-ce que le tiers état? de Sieyés.34 La Histoire^populaire de la révolu- nera simétrica a adornar a la república con todas las virtudes. “Con la
tion franQaise (1839) de Cabet tiene un gran éxito y la Histoire de la révo- monarquía —escribe—tenéis privilegiados y proletarios; con la república,
lutionjranfaise de Laponneraye se reedita varias veces entre 1838 y 1840. no tenéis más que ciudadanos que poseen derechos iguales, y que par­
Desde los días siguientes a la revolución de Julio, la Sociedad de Amigos ticipan todos en 1 la formación de las leyes y en la elección cíe íos fun­
del Pueblo y después la Sociedad de los Derechos del Hombre y del Ciu­ cionarios públicos. " 35 Pero, la idea socialista sigue estando completamen­
dadano mantienen el recuerdo de las grandes horas de la revolución. Di­ te arraigada en la perspectiva republicana, de la cual aparece como una
funden la obra de Robespierre, de Saint-Just y de Marat, venden peque­
SB I-aponneraye, Leltre aux prolétaires, prisión de Sainte-Pélagc, l de lebrero de 1833, p. 2.
® A. Roche, Manuel du proletaire, Moulins, 1833, p. 3. Cormenin sostiene el m ismo lenguaje: “La elección universal —escribe—, en ella está toda la re­
M Informe de un banquete democrático. Le Journal du 1‘eupU, 5 de julio de 1840. pública. Ya n o habría más acumulaciones, ni sinecuras, ni listas civiles, ni grandes tratamientos,
Con un importante estudio de Chapuys-Monllavillc dedicado a Sieyés. ni pensiones [...] el presupuesto para gastos se reduciría a lo estrictamente necesario" (¡Js trou
242 E l repertorio de las experiencias 1.A REPUBLICA UTOPICA 243

simple realización en el terreno específico de la economía y de lo social. antiguos cuerpos y oficios.3” La concepción de la asociación que Buchez
De ello nos damos cuenta con mucha claridad al leer La Revue Républi- comienza a elaborar desde 1831 se arraiga en esta memoria. Es por esta
caine (1834-1835), que es la primera publicación de izquierda de una razón que algunos sectores del movimiento obrero no sienten afinidad
calidad teórica equivalente a la de las grandes revistas liberales. Martin con la cultura política individualista de 1789. De Buchez a Proudhon ve­
Bernard, un obrero impresor, escribe ahí particularmente dos artículos mos así afirmarse, a partir de una referencia bastante vaga a 1793, un so­
de título sugestivo: “Sur les moyens de faire descendre la république dans cialismo asociacionista en completa ruptura con los principios de 1789,
l'atelier” : 36 que busca más bien inventar una sociedad de cuerpos modernizada,
más abierta que la de las antiguas corporaciones y fundada en los prin­
Es im posible —escribe— negar la analogía de las relaciones que existen e n tre el cipios de la mutualidad y la cooperación . 39 En esos medios de artesanos
h o m b re del taller de hoy y el hom bre del castillo, el siervo d e an tañ o [...]. Los p re­ calificados, si bien se denuncia la separación social como un vicio que
juicios han desfigurado de tal m anera el espíritu de las masas, que vem os a u n p ro ­ estructura a la sociedad —justificando el advenimiento de una segunda
letario co m p ren d er claram ente de qué m anera un rey es un engranaje del cual
podem os prescindir en el o rden "político", y negarse a creer qu e el m ism o hecho
revolución—, también se reivindica culturalmente como constitutiva de
se pu ed a cum plir en el o rden industrial (...]. En el siglo XVin, el o rd en político una identidad, a condición de no ser algo que se soporta pasivamente,
p resentaba el mismo fenóm eno que presenta hoy en día la industria [...]. El taller, sino concebida como un momento de acceso a una forma de autonomía
¿no es la m onarquía en p equeña escala?*7 social. Los términos en los que el ebanista Boissy se dirige a sus com­
pañeros de trabajo muestran bien su espíritu.
Todo está dicho en estas breves fórmulas que anuncian ya a Ledru-
Rollin y a Louis Blanc, Marc Sangnier yjules Guesde. Al ser relacionada Levantaos en m edio de los desgraciados obreros, vuestros amigos, vuestros cama-
con la crítica genérica a la monarquía, la reivindicación del sufragio uni­ radas - e s c r i b e - y decidles: A bandonad, abandonad esta sociedad para la cual
hacéis todo y qu e uo hace nada p o r vosotros (... |. ¡Ah! herm anos míos, os lo pre­
versal pertenece así al zócalo constitutivo, originario, de la cultura polí­ gunto. ¿No es tiem po d e hacer cesar u n d esorden sem ejante o d e dejar d e parti­
tica francesa moderna. A comienzos de la década de 1830, la noción de cipar en él? Separém onos de un m undo en el que el h o n o r no es más qu e un a
sufragio universal evoca por esta razón una forma de sociedad, más que palabra, el am o r un a locura, la am istad una quim era.40
definir una técnica precisa de participación política. Se nutre de imáge­
nes extremadamente fuertes, y bajo ella subyacen violentos rechazos, al Dos décadas más larde, la obra de Proudhon se consagrará por entero
tiempo que permanece, jurídicamente, en la indefinición. a explorar las vías de esta autonomía y a indicar su grandeza moral, fus­
El papel cenital otorgado a la reivindicación del sufragio universal no tigando con dureza al sufragio universal. Su testamento político, De la
logra sin embargo la unanimidad. Hay fuertes resistencias, al interior capacité politique des classes ouvriéres, publicado en 1865, es una larga
mismo de la clase obrera, para darle prioridad a la cuestión de las refor­ exhortación a la separación social como misión histórica del proletaria­
mas políticas. Testimonio de ello es el éxito que obtiene la consigna de do. Sólo separándose de una sociedad que los ha esclavizado y margi­
la asociación. Toda una parte del gremio de los a'rtesanos ve en la aso­ nado, los obreros podrán edificar un universalismo auténtico. “Haced
ciación libre de los productores la clave de su emancipación. Así, durante vuestros negocios, burgueses; regresemos a nuestras tiendas, Israel”, ex­
los primeros años de la monarquía de Julio, la aspiración a la autonomía clama con soberbia.4 1 Esta cultura de la autonomía socialjugará un papel
social concuerda con todo el viejo fondo de la cultura profesional de los central al otorgarle coherencia al sindicalismo revolucionario de finales

Véase con respecto a ese punto W. H. Sewcll, Gens de metiers el révolulions.


iliatogues de madre fierre, publicados en los auspicios de Aide-toi, le Ciel t’Aidcra, l'arís, diciem­ M Véanse por ejemplo los interesantes desarrollos de Augustc Orr, un discípulo de linche?,
bre de 1833, p. 15). ¡Jes associatimv d'ouvrien, París, 1838, y Appel aux hommes de bonne vnlanti, París, 1840.
86 La Revue Réptiblicame, 1. 111, 1834 (primer articulo) y t. v, 1835 (seguíalo artículo). 4U Citado en ). Ranciére, La nuil d a pmlétaira, París, Payard, 1983, pp. 195-196.
87 La Revue R/publicaine, primer artículo, t. Ill, p. 296, y segundo artículo, l. v, pp. 62 y 05. U P.J. Proudhon, De la capacité pntitirfue d a classes ouvritres, nueva cd.. París, 1873, p. 191.
244 E l. REPERTORIO DE 1AS EXPERIENCIAS 245
LA REI'Clll.lCA UTOPICA

del siglo XIX, pero en la década de 1830 sigue siendo embrionaria. In­ elección, con la exclusión completa de toda clase de condiciones para
cluso si los temas que la nutren hallan a sus primeros teóricos y sus la elegibilidad” . 44 Auguste Mié, uno de los principales editores republi­
primeros portavoces, la masa de obreros no aspira a una autonomía-se­ canos del periodo, da testimonio de una moderación análoga: “Dad más
paración. Es por ello que se vuelve a encontrar completamente en la idea a las clases que ofrecen mayores garantías, pero llamad a todo el mun­
de sufragio universal. do”, pide .45 Cormenin, que se afirma en aquellos años como el escritor
Bajo la monarquía de julio, la crítica de izquierda al sufragio universal panfletario de mayor público, opone con más crudeza la fe y las obras,
se expresa sobre todo en los medios cercanos al sansimonismo. El folleto el principio del sufragio universal y sus posibilidades prácticas de rea­
que publica en 1839 Gustave Biard, De la réformeélectoraleselon les libéraux lización. Por un lado, proclama que “el voto universal es el más elemen­
el selon les travailleurs,42*resume bien sus lemas. “El sufragio universal no tal, el más simple, el más perfecto”; que es “la más alta expresión de la
es más que una palabra —escribe—; la asociación universal es una idea, o igualdad del hombre" y que se confunde con el principio de soberanía
ella abarca todo [...]. El voto universal es un señuelo aventado a la va­ del pueblo .46 Pero, por el otro, señala claramente que la hora de su con­
nidad de los pueblos, para el provecho más real del orgullo de los gran­ sumación no ha llegado aún. “Para establecer el voto universal y directo
des . ’M 3 El “voto universo-liberal” es un engaño, ya que se inscribe en un en un país —prosigue—, es necesario que el país esté preparado para él.
sistema de competencia y de antagonismo de los intereses. Lejos de pro­ De otra manera, sería como tirar un grano de trigo puro a la piedra de
ducir integración o armonía social, sólo puede conducir a la consolida­ un peñasco . ”4 7 Así, explica, si se introdujera el voto universal en España
ción de una sociedad organizada en clases separadas. La verdadera inte­ o en Portugal, no engendraría allí sino el despotismo y la anarquía. “Los
gración debe ser entonces la de los intereses, la cual sólo puede lograr una pueblos —concluye—sólo maduran lentamente al sol de la libertad . ”48
asociación. La crítica sansiraoniana a la metafísica política y el tema de No todos los republicanos aceptan esta prudencia. Ella no hace falla
la asociación convergen en esta denuncia de los espejismos del sufragio para reclamar hic et nunc el voto universal, sobre todo hacia 1833-1834,
universal. Ella seguirá presente en la cultura política del socialismo fran­ cuando el movimiento obrero se radicaliza. Las columnas de la Retrae
cés. Sin embargo, incluso ahí, las acciones siguen siendo minoritarias. El Républicaine, y después las de la Révue du Progrés, son testimonio de ello.
hecho determinante bajo la monarquía de Julio continúa siendo que la Pero este enfoque sigue siendo muy minoritario, en términos globales.
simbología del sufragio universal canaliza lo esencial de las aspiraciones Es el tema de la reforma electoral el que canalizará rápidamente las in­
al cambio, dando forma a la demanda de integración social y de unidad. satisfacciones políticas y las demandas de participación social. A finales
de la década de 1830, la idea y el término de sufragio universal, con todo
lo que traduce, se borra para fundirse con la reivindicación, más amplia
EL MOVIMIENTO A FAVOR DE LA REFORMA ELECTORAL y más vaga también, de reforma electoral. Este deslizamiento obedece
F.n la década de 1830, sólo existe una minoría muy reducida de republi­ ciertamente a motivos coyunturales, en primer lugar-. El movimiento
canos, como para creer cjue el sufragio universal ptieda ser aplicado a obrero y republicano declina después de 1834, cuando toda esperanza
corto plazo. Para muchos, éste traza una perspectiva, más que un progra­ de cambio revolucionario se desvanece con la represión que sigue a los
ma inmediato. En su Manifesté, publicado en el otoño de 1830, la Société procesos de abril y a las “leyes malvadas” de 1835. Al mismo tiempo,
des Amis du Peuple se conforma, por ejemplo, con reclamar una aplica­
ción “progresiva” de la soberanía popular, aspirando prudentemente a +* Manifesté de la Société des Amis du Peuple, París, 1830, p. 16.
“una nueva ley electoral sobre el principio más amplio del derecho de ■tí>a . Mic. De la souveraineté du peuple dans les élections, París. 1832.
46 Utires de M. M. de Saint fíoman et Cormenin, sur la souveraineté du peuple, París, 1832, p.
13. Sobre Cormenin, que es uno tle los escritores republicanos más populares bajo la monar­
42 Véase también, com o representativo tle las posiciones sansimomanas. el róllelo de Jcan quía tic julio, véase P. Bastir!, Un pinste pamphlétaire, Cormenin, précurscur et constiluant de 1848,
Terson, ü t Ui réjarmt. électorale, París, 1839.
París, 1948. Un “Sieyés fallitlo", según Bastid.
,!l C. Biard, De la rifarme électorale selon les libéraux el selon les travailleurs, París. 1839, pp. 11
y 15. 47 Lettres de M M. de Saint-Roman el (jirmmin, op. ciL, p. 16.
240 L a república utópica 247
El repertorio ijk ia s experiencias

nadie piensa que el sufragio universal se pueda lograr a corto plazo. En instituciones en las que los franceses podían hacer escuchar su voz. Se
efecto, para ello seria necesaria una revolución —que radicalizara 1830 trataba innegablemente de un primer paso en la vía de la participación
al reanudarse con 1793—, la cual ya no está precisamente a la orden del política de la gran mayoría.
día. La perspectiva, más modesta y ni áselásüca, de ampliación del dere­ La ley referente a las elecciones municipales preveía dos categorías
cho al sufragio se impone en estas condiciones, al hacer posible —sobre de electores. En primer lugar, los ciudadanos de la comuna que más im­
todo después de 1840—un frente común entre liberales progresistas y puestos pagaban, pero en una proporción muy amplia: en las comunas
republicanos intransigentes. menores de 1 0 0 0 habitantes, debían representar la décima parte de la
El movimiento a favor de la reforma electoral, que va a crecer a finales población de la comuna, disminuyendo gradualmente este porcentaje
de la década de 1830, no es sin embargo solamente el heredero juicio­ en las grandes comunas.50 A estos electores censitarios se adjuntaban los
so de las grandes protestas contra la exclusión social y la reivindicación miembros de ciertas profesiones o los titulares de ciertos diplomados
del sufragio universal. Hunde igualmente sus raíces en el aprendizaje de (sobre la base de la segunda lista del Jurado instituida por la ley de 1827).
la democracia y en las experiencias electorales ligadas a la creación No se dispone sino de poca información sobre las primeras elecciones
de las leyes de 1831 sobre la organización municipal y la Guardia Nacio­ de 1831, al haberse conservado sólo algunos balances departamentales,
nal. Si bajo la monarquía de Julio sólo se cuentan alrededor de 200 000 pero las elecciones de 1834 y de 1837 frieron objeto de resúmenes esta­
electores en los departamentos que nombran a los diputados, cerca de dísticos muy detallados que nos proporcionan multitud de informa­
3 000 000 de individuos participan en la elección de los cuerpos muni­ ción útil sobre lo que Maurice Agulhon llamó el "descenso de la política
cipales y 4 0 0 0 000 en la elección de los oficiales de la Guardia Nacional. hacia las masas” .5 1 En 1834, el número de electores inscritos aumenta a
En este marco se va a operar un verdadero aprendizaje masivo de la vi­ 2 872 089, de los cuales 2 791 191 son electores censitarios y 80 898 elec­
da política, mucho más efectivo que el que había podido realizarse en tores adjuntos. Estas cifras apenas varían después. El reparto y la estruc­
las asambleas primarias de la revolución. Es este un momento absolu­ tura de¡ electorado presentan una doble característica. El número de
tamente decisivo en la historia de la democracia francesa que sólo ha si­ electores adjuntos varía en principio considerablemente, según el tipo
do objeto, desgraciadamente, de un número muy reducido de estudios. de localidad y de departamento. En Var, Vendée, Mayenne, Cótes-du-
También es importante subrayar su alcance y por lo menos evocarlo a Nord, Alto Loira, representan menos de 1% del número total de elec­
grandes rasgos. tores, mientras que este porcentaje es de 25% en Grenoble y en Metz, de
En el famoso Programme de VHotel de Ville, publicado en Le. Moniteur 22% en Rennes, de 21% en Tolosa. La regla de la décima parte de la po­
del 2 de agosto de 1830, La Fayette demandaba con insistencia el resta­ blación conduce además a una enorme dispersión del nivel de censo re-
blecimiento de administraciones electivas comunales y departamenta­
les, así como la formación de las guardias nacionales de Francia sobre la 5,1 Después de 1 000 habitantes, el número de electores aumentaba sólo en 5% para la parte
de la población que estaba entre los 1 000 y los 5 000 habitantes, en 4% para la que iba de 5 000
base de la ley de 1791. Esta parte del programa será retomada en las “dis­ a 15 000 y en 5% más allá de 15 000 habitantes. Habla asi 100 electores censitarios en una co­
posiciones particulares” de la Carta renovada que los diputados impon­ muna de I 000 habitantes y 3 250 en una comuna de 100 000 habitantes.
drán a Luis Felipe el 9 de agosto de 1830, antes de proclamarlo rey de 51 Entre el numero muy reducido de trabajos consagrados a estas elecciones, recordaremos
los franceses.451 Desde el 7 de septiembre de 1830, se había presentado sobre todo el articulo de A.-J. Ttidesq, “Instimtions locales et histoire sociale: la loi municipalc
de 1831 et ses premiares applications". Anuales de la Faculté des Letlres et des Sciences Humantes
en la Cámara una proposición de ley de organización municipal, y Guizot ileNice, núms. 9-10, 1969, pp. 327-363. También nos podem os remitir, del mismo auior, a “La
presentaría el 9 de octubre el proyecto referente a la Guardia Nacional. vie municipalc dans le soud-ouesl au (lébut de la monarchie d eju illet”, asi com o al artículo de
El 21 de marzo de 1831 se promulgó la ley para la organización mu­ Ph. Vigier, “Élections municipales el plise de conscience politique sous la monarchie dejuillet",
nicipal. y el 22 de marzo la de la Guardia Nacional. La monarquía de Julio textos reunidos en La Flanee au XfXe siécle. Mtíangrs offerts á C/mrlet-Henri Pouthas, París, 1973.
Las fíjenles primarias más ricas en información son dos informes oficiales: A. l hiers, Compte
cumplía así las promesas de la antigua oposición liberal, renovando dos49 rcnrlu au roí sur les électums municipales de 1834, Imprimcrie Royale, París, 1836, y Montalivct,
Compte rendu au roí sur les élections municipales de 1837, Imprimcrie Royale. París, 1839 (A.J. Tu-
49 V íanse los párrafos 5 y 7 del artículo 69 de la Carla. desq basa su artículo en el primer docum ento, pero ignora el segundo).
I
248 Kl RU'KRIORIO DE LAS EXPERIENCIAS La r e p ú b l ic a c t O imca 249

querido para ser elector y, por definición, los promedios no tienen en­ cuenta por ejemplo un 71% de votantes en la primera ronda en Oise, 71%
tonces ningún sentido en este terreno. En 1834 hay que pagar 175.28 en Estrasburgo, 41 % en Burdeos (con fuertes diferencias en el inte- rior
francos de contribuciones directas para votar en Rouen y 110.91 francos del distrito). Durante las elecciones municipales de 1834, son nume­
en Ainiens, mientras que basta con 15 céntimos en ciertas comunas de rosos los prefectos que señalan que la indiferencia es mucho más fuerte
Var, o con 1.04 en Ardedle (¡en 1837, bastará con pagar 6 céntimos para que en 1831. La tasa promedio de participación es sin embargo de 56%,
ser elector en una pequeña comuna de los Altos Pirineos!). Globalmente, lo cual sigue siendo elevado (varia de 31% en el Loira Inferior a 6 8 % en
y a pesar del correctivo de los electores adjuntos, el número total de ins­ Aube y Aveyron). En 1837, sigue siendo del mismo orden (55%), regis­
critos en las listas electorales es más importante en las pequeñas comu­ trándose una ligera disminución en la participación en las pequeñas co­
nas rurales que en las ciudades. En 1834 hay un elector por cada ocho ha­ munas, mientras que aumenta en las grandes. Esta puesta en movimien­
bitantes en las comunas de menos de 500 habitantes, y sólo uno por cada to marca una ruptura clara con las tasas de participación muy débiles
27 en las ciudades de 50 000 a 150 000 habitantes. Si trasladamos estas registradas en las asambleas primarias de la revolución o en las asam­
cifras a la población masculina adulla, esto significa que en el campo bleas de distrito del imperio. El voto directo acarrea una movilización
cerca de la mitad de los hombres eran electores, y alrededor del 15% lo social mucho más fuerte que el voto en grado segundo. Estas elecciones
era en las grandes ciudades. Aquello no era el sufragio universal, pero no municipales son las primeras elecciones directas masivas en Francia. Es
tenía nada que ver con el sufragio censitario en vigor para la elección de por ello que constituyen, entre el sufragio de la revolución y el sufragio
los diputados. Es así como un gran número de campesinos, artesanos, de 1848, una etapa decisiva en la socialización política de los franceses.
pequeños comerciantes, obreros, se socializan políticamente.5 2 Vemos Los republicanos de la época permanecieron ciegos en este sentido, y no
además a la burguesía inquietarse por las consecuencias de esta intrusión comprendieron lo que se jugaba en esta innovación. Por ejemplo, Louis
de las clases bajas en la vida política. En 1831, el prefecto de Aude escribe Blanc habla con desprecio del consejo municipal de la década de 1830
al ministro del Interior. “Las elecciones se hicieron notar por la diligen­ como de una “asamblea de notables elegidos por una asamblea de nota­
cia de los electores de las clases inferiores para alejar de los Consejos a bles y dirigida por agentes ministeriales” .5 5 Ciertamente, sólo los conse­
los ciudadanos pertenecientes a las clases más elevadas; en el campo, jos son elegidos, y los alcaldes siguen siendo nombrados por el rey, pero
principalmente, los campesinos sólo quisieron campesinos. ” 5 3 Y Thiers no por ello deja un gran número de ciudadanos de experimentar, por
evoca, en su Compte rendu au roi de 1834, “las celosas disposiciones que, en primera vez, el poder que representa la boleta de voto, y André-Jean Tu-
1831, habían alejado de los Consejos Municipales a los ciudadanos que desq tiene toda la razón al decir que “la ampliación del escrutinio por el
gozaban de fortuna y educación”. Es en este marco donde se lleva a cabo sufragio universal en 1848 modificó menos la vida municipal que el paso
también a gran escala el aprendizaje del pluralismo, de la lucha política, del nombramiento a la elección de consejeros municipales en 1831 ” . 56
y donde la oposición puede comenzara tomar una forma institucional.54 La ley sobre la organización de la Guardia Nacional, votada el 22 de
El hecho más notorio reside en la importancia de la tasa de participa­ marzo de 1831, contribuyó probablemente a eclipsar la reforma muni­
ción en estas elecciones. No se dispone de promedios para 1831, pero cipal. Tiene un contenido que parecía más directamente político a sus
algunas indicaciones dispersas muestran una fuerte movilización: se contemporáneos, mientras que la vida municipal seguía percibiéndose
implícitamente como ligada a la esfera de la sociedad civil. Desde 1790,
Se notará que las tasas de participación no parecen haber sido más importantes en el sur, la Guardia Nacional constituía, en efecto, un símbolo de la ciudadanía
ahí donde las libertades municipales habían seguido vivas antes de 1789. Se puede entonces activa, y todo lo que le atañía repercutía fuertemente en el país, como se
calcular que no hay continuidad entre las antiguas tradiciones comunales y el voto moderno.
53 Citado en Pli. Vigier. “Élections municipales e l prise de conscience politique sous la mo- había podido ver en 1827, cuando Carlos X licenció a la guardia parisien-
narchiedejuiller"en La Frunce au XlXe stécle. Melangcs offerts á C/iarles-Henri Pouthas, p. 279. Los ♦
preterios de los Alpes Bajos y de Bouchcs-du-Rhóne hacen observaciones análogas.
M Un Reiné comparatif He la eomposition politique d a conseils muniápaux d a principales c.irmmu-
n «, publicado tras las elecciones municipales de 1837, indica que 68.7 % tic los elegidos son 55 L Blanc, Histoire de dix atu, (ia. cd., 1’aris, 1846, L II, p. 265.
constitucionales; 13.1 % legilimistas, y 18.2 % de oposición democrática. 56 A.-J. Tudcsq, “lnstitutions locales el histoire sociale", loe. ciL, p. 328.

• , *
250 251
E i RErarroRio de las experiencias l„ \ REPÚBLICA UTOPICA

se. Por su parte, los consejos municipales se seguían consi de mudo como 1.a Guardia Nacional fue, durante toda la monarquía de Julio, una de
cuerpos administrativos, incluso si de ahora en adelante eran elegidos. las grandes referencias para pensar y actuar la ciudadanía. De hecho, se
Los derechos políticos que conLevaba su nombramiento tenían, por esta volvió al espíritu de 1790 para definir la pertenencia a la guardia. Todos
razón, una importancia secundaria: permitían un aprendizaje déla vida los franceses de veinte a sesenta años eran miembros. Fuera de las exen­
democrática más de lo que ampliaban verdaderamente la esfera déla ciu­ ciones profesionales que arañen a los militares, los magistrados y algunas
dadanía política propiamente dicha. La Guardia Nacional aparece, al categorías de funcionarios, sólo los vagabundos y las personas condena­
contrario, como una institución eminentemente política. “La Guardia das a penas aflictivas o infamantes, y a ciertas penas criminales, estaban
Nacional”, escribe Armand Cairel en Le Nationui, resumiendo el senti­ excluidos del servicio. Había así 5 700 000 guardias nacionales potencia­
miento general, “es hoy en día la verdadera soberanía nacional' ' . 5 7 l a tra­ les, es decir, lo esencial de la población adulta masculina. Pero la dis­
dición de la revista a la guardia parisiense por parte del rey, en cada ani­ tinción, introducida por la ley, entre el servicio ordinario y la reserva
versario de las jornadas de Julio, expresaba con fuerza esta dimensión: conduce a reducir esta cifra en alrededor de un tercio / ' 0 El consejo de
la aclamación al soberano era una medida de popularidad, una especie censo que se instituye en cada comuna está, de hecho, encargado de dife­
de plebiscito informal, de puesta a votación anual de la política guberna­ renciar entre los ciudadanos gravados con una contribución personal y
mental. 58 La opinión pública había seguido también con atención los los otros, “para los cuales el servicio ordinario sería una carga demasiado
debates parlamentarios con respecto a su reorganización, y muy especial­ onerosa y que no deberían ser requeridos más que en circunstancias ex­
mente aquellos dedicados al problema de la elección de los oficíales. La traordinarias" (artículo 19). Esto es apoyarse en un argumento material
Carta había hablado prudentemente de “colaboración" en su nombra­ con la finalidad principal de separar del derecho de elegir a los oficiales
miento, pero muy rápido vio el gobierno que era necesario traducir esta a las clases más modestas de la sociedad. Por este medio indirecto encon­
expresión en una elección directa. El artículo 51 de la ley del 22 de marzo tramos el equivalente de la vieja distinción entre ciudadanos activos y
de 1831 adoptó este sistema para el nombramiento de los cabos, los sul> ciudadanos pasivos. El paralelismo es aún más claro cuando la ley de
oficiales y los oficiales, incluso hasta el grado de capitán. Los jefes de le­ 183], por ejemplo, se cuida de señalar que los domésticos ligados al ser­
gión y los tenientes coroneles eran elegidos por el rey sobre una lista de vicio de la persona deben ser igualmente apartados de la guardia ordi­
diez candidatos designados por sus corporaciones, mientrasque éste nom­ naria. A pesar de estas restricciones, que se reanudan con las impuestas
braba directamente a los mayores y ayudantes mayores. Este principio no por los cuadros intelectuales y jurídicos revolucionarios, podemos ha­
fue entendido fácilmente. El conde deSainte-Aulaire, relator de la Cáma­ blar en estas elecciones de sufragio casi universal. Entendida como una
ra de los Pares, admitió su perplejidad. “Este nombramiento de los ofi­ suerte de compensación a la restricción de los derechos políticos por
ciales por la Guardia Nacional —reveló—es una gran innovación, una prue­ parte de los gobernantes, la elección de los oficiales podía entenderse
ba, hay que admitirlo, que muchos buenos espíritus encontrarán arries­ también como la anticipación de una vida política democrática del pue­
gada . ” 59 Pero el régimen de Julio no hizo caso de qstas dudas, sintiendo blo. La presentación del Manuel générul des tUeclions de la Garde Nationale
que se jugaba la legitimidad en este asunto.37
lo atestigua de manera ejemplar.
Esta nueva organización d e las G uardias N acionales —Icemos ah í—va a d a r a Fran­
37 Le National, 24 de julio de 1833. Reproducido e n CEuures fmlitiques et littm iin s d ’A rmand cia p o r segunda vez, y tal vez al m u n d o en tero , el ejem plo del ensayo más vasto
Carrol, París, 1857, l, III, p. 521.
r,l< Armand Carrcl habla, a propósito de estas revistas, de “soberanía no organizada, poder • 59 Informe clcl 21 de febrero de 1831, A.P., 2a. serie, i. LXVtlt, p. 49.
medio salva|e que procede mediante aclamaciones bien o mal inspiradas". “La aclamación m Le rnmple renda au roí del 25 de noviembre d e 1832 censa 5 792 052 guardias nacionales,
-e s c r ib e - es la formagroseray deplorablemente atrasada según la cual la Guardia Nacional está de los cuales 3 781 206 estaban en el servicio ordinario y I 947 846 en la reserva. Según las co­
llamada a pronunciarse anualmente sobre el sistema de gobierno [...]. N o se ha podido expulsar munas, el porcentaje de hombres anotados en los controles del servicio ordinario puede variar
de la Guardia Nacional a quienes ya se desterró de los colegios electorales, y es necesario, ¡ior de 30 a 80%. Sobre los guardias en servicio ordinario, no hay más que 519 459 guardias uni­
lo m enos una ver. al año. contar con ellos" (en (E uvm jmlitiques et littíraim d'Armand Cairel, l. formados, 623 291 armados y 318 734 com pletamente equipados (cifras proporcionadas por
til. pp. 521-522).
1_ Girard, La Carde Nationale, 1814-1871, París. 1964, pp. 211-212).
253
252 El. REPERTORIO DE LAS EXPERIENCIAS I.A RETÜRUCA UTÓPICA

del sistema de elecciones [...]. No dudem os que algún día. d e esta elección ele­ en la esfera política los derechos reconocidos a los guardias naciona­
m ental partirán todas las dem ás elecciones [...]. A esta gran escuela electoral de la les en el nombramiento de sus cuadros.
Guardia Nacional vendrán los ciudadanos a ap ren d er a hacer b uen uso d e esta n o ­ Desde la primavera de 1837, al día siguiente tle las elecciones en la
ble y nacional facultad de buscar a los más hábiles y a los más aptos para dirigir, guardia parisiense, Le National lanza la consigna de relonna electoral.
adm inistrar, ju z g ar a sus ciudadanos y proporcionarles leyes.*11 “Todas las oposiciones reales -escrib e- deben combatir por la sobera­
nía fiel pueblo bajo la bandera de la Reforma electoral. Iloe signo vinces."6*
En 1837, en ocasión de la elección de los oficiales de la guardia pari­ Pero la agitación en torno a este tema no comienza a adquirir cierta
sina, elJournal des Débats, a pesar de ser bastante moderado, se regocija intensidad sino en 1838. cuando Le National publica una petición que
por el éxito de los candidatos conservadores y comenta: “Es en las elec­ emana de la Guardia Nacional de París. “¿Cómo se osa pretender que só­
ciones de la (iiiarelia Nacional donde el país interviene de la manera más lo 180 0 0 0 son dignos o capaces de ejercer el derecho electoral y reducir
profunda y más directa: no se comprende el derecho al sufragio llevado al resto del país a un verdadero ilotismo político?”, pregunta , 66 reclaman­
más lejos IE1 sufragio universal está ahí, en toda su realidad ! ” 62 do que “todo Guardia Nacional sea elector”. “Con la reform a-señala Le
Incluso fuera de los periodos electorales, la Guardia Nacional consti­ National poco después—seremos lo que hoy no somos verdaderamente:
tuye un lugar esencial de socialización política, 63 sobre todo para la pe­ una nación . ” 67 La reforma electoral se relaciona claramente con el ob­
queña burguesía, las profesiones liberales, algunos comerciantes y jetivo de crear la unidad social. El movimiento se extiende y se amplía
pequeños fabricantes. A menudo se organizan banquetes y reuniones con la conformación, el 3 de octubre de 1839, de un Comité Central de
fraternales, los cuales animan una vida colectiva que se limita sin em­ la Reforma, presidido por Laffite, asistido por Dupont (de Ent e) y Ara-
bargo a los individuos más activos y a aquellos que disponen de la holgu­ go. Los partidarios de la reforma pueden entonces coordinarse y orga­
ra suficiente como para comprar el uniforme y armarse .63 A pesar de las nizarse. Los banquetes y las reuniones se multiplican, mientras que
sanciones previstas, el ausentismo es elevado en las filas de los guardias circulan las peticiones en los departamentos. Le National y, a partir de oc­
del servicio ordinario, y las tasas de abstención para las elecciones de tubre de 1839, LeJournal de la Reforme Électorale dan cuenta de todas estas
oficiales son importantes. En Bouches-du-Rhóne llegan hasta 90%, y la iniciativas yjuegan el papel de boletines oficiosos del Comité Laffite.63
ley de 1837 que reorganiza la guardia paiisien.se toma disposiciones para En la primavera de 1840, se depositan varias peticiones, acompañadas de
que los oficiales no puedan ser elegidos por minorías activas (cuando no 240 000 firmas, en la oficina de la Cantara. La más impoi tan te, que difun­
se alcanza un quorum de la cuarta parte de los inscritos, los oficiales y de el comité central, se compone sólo de dos frases: “¡ lodo ciudadano
suboficiales son elegidos por sus pares). A pesar de todo, la dimensión que tenga el derecho de formar parte de la Guardia Nacional debe ser
simbólica subsiste, hasta el punto de que el movimiento a favor de la re­ elector! l odo elector debe ser elegible.” La que emana directamente de
forma electoral, que se extiende a partir de 1837 para alcanzar su plena la Guardia Nacional parisiense y que circula entre los batallones provin­
fuerza en 1840, puede considerarse verdaderamente como una emana­ ciales, formula la misma demanda .69 En 1840, el ciudadano se identifica
ción directa de la Guardia Nacional: traduce la demanda de prolongar completamente con la figura del guardia nacional. El movimiento se en­
cuentra entonces en su apogeo, y í rancia está cubierta dc una muy densa
61 Manuel genital des ilectiom de la (larde Nalionate pmtr 1834. París. 1834 p. ||
lir’ Le National, 28 de abril de 1837.
. ™JUUr™J rfas 1M at' del 14 dc abril de 1837- citado en L. Cirard, lia Carde Natío?,ale 1814-
Jo7I, p. 265. Wj ll/iit, 1 de septiembre de 1838.
Üesgr.iciadamenle, sólo disponem os dc una buena monografía especializada, la de Geor- f>7 IbitL, I!) dc marzo de 1839, , . , . ..
bh Sobre la organización y las manifestaciones del movimiento, vease la sen e de articulo,
ges Coitercau, "1.a Garde Naüonalc dans le départcment des Bouclics-du-Rlióne sous la mo-
de A. Gourvitch, "Le mouvement pottr la réíorme clci lorale (1838-1841)". La Révolutton de
narcnie de Juillet", tesis dc derecho, Aix-en-Provence, 1951. Pero se puede encontrar información
uul en monografías más generales, y especialmente e n j. Vidalenc. Le débanemmt de l'Euresous 1848, H U 4-19l8.lt. XI. XII y XIII. . , , , .
«« la s peticiones que retoman el modelo elaborado por el conm e central son. según mis
« ‘nu.lutwnrlle, 1814-1848, París, y A. Daumard, La bourgeouie parís,mne de 1815 á
/848t París, 1954. evaluaciones, dos veces más numerosas que aquellas que copian el texto de la Guardia Nacional
M Los guardias equipados sólo representan en muchos casos 10 o 20 % del total. parisiense (véase Archivos Nacionales, C ¿175).
254 ÜL REPERTORIO 1IE IAS tXPF.RIENUAS La r e f ú b u c a u t ó p ic a 255

red tic corniles. Los elementos obreros y revolucionarios que se habían forma electoral cataliza lodo un conjunto de reivindicaciones económi­
mantenido en principio alejados del movimiento, de ahora en adelante cas y políticas, La reforma electoral desempeña el papel de un operador
se involucrarán en él. El debate del 16 de mayo de 1840 sobre las peti­ político global. De ella se espera la respuesta a los grandes problemas del
ciones a la Cámara de Diputados concentra todas las pasiones y resume momento: suspensión de la corrupción, establecimiento de un gobierno
lodas las posiciones. Después de fracasar, y ante la represión gubernamen­ poco costoso, respeto al interés general, garantía de paz social. La crítica
tal (numerosos guardias nacionales son suspendidos), el ardor de los pe­ al censo electoral engloba todo y explica todo: el monopolio político se
ticionarios se debilita rápidamente. El movimiento en pro de la reforma percibe como la fuente de todos los males y todas las irregularidades. “Es
electora] decae de manera progresiva en el transcurso del año de 1841,7n del monopolio —escribe LeJournal du Peuple—de donde emanan a la vez
y ninguna empresa en el país hará eco, en 1842, a la inciativa del diputa­ las malas cámaras, las malas leyes y la miseria del proletario . ” 73
do Ducos, que sugería modestamente extender el derecho al voto a todos La asociación del sufragio restringido con la corrupción es uno de los
los ciudadanos inscritos en la lista del Jurado. Tendrá que llegar 1847 temas principales de la literatura republicana bajo la monarquía dejulio.
para que se despierte la oposición, y que la campaña de los banquetes Cormenin resume bien su argumentación en su panfleto Ordre dujour
vuelva a emprender el asalto al régimen, imponiéndose de ahí en adelan­ sur la corruption électorale etparíementaire, que conoce un éxiLo inmenso . 74
te el imperativo de reforma parlamentaria de manera tan central como Esta plaga que roe “el corazón y los intestinos de Francia” encuentra para
el de reforma electoral. él su origen en el sistema electoral. A sus ojos, los desórdenes individua­
En 1840, el movimiento a favor de la reforma electoral reincorpora los les y la ausencia de moral pública se derivan lógicamente de la estrechez
temas de comienzos de la década de 1830 sobre la obsesión de la ex­ de la base del sistema electoral: éstos no hacen sino prolongar la corrup­
clusión social. Claude Tillier, autor üt: Morí ancle Benjamín, encuentra así, ción primera de la representación. “Pretender barrer con la corrupción
en sus célebres Letlres au systéme sur la reforme électorale (1841), los acen­ sin el sufragio universal, es un esfuerzo inútil —concluye, por su parte,
tos de un Laponneraye o de un Lamennais para denunciar el ilotismo. Ledru-Rollin—: se encerrará al mal, pero no se exlupará . ” 75 El sufragio
“¡200 000 electores y 32 000 000 de proletarios; he aquí lo que, en esta universal, escribe Le Journal du Peuple, “volvería la corrupción imposible
era constitucional, se llama una nación libre!”, se rebela. 7 1 También se­ o impotente; sustituiría con masas compactas a estas especies de grandes
ñala su desacuerdo con todos los que "dicen sin cesar que el pueblo tiene camarillas burguesas, a estas minorías del privilegio” . 76 Por el contrario,
mayor necesidad de pan que de derechos políticos” y “que no ven en un el pueblo, en tanto que es una totalidad social, es incorruptible; no en el
ciudadano más que manos que trabajan y un estómago que digiere ” . 72 sentido de la virtud moral, como lo entendían Saintjust y Robespierre,
Pero este enfoque del derecho al sufragio pasa sin embargo a un se­ sino en el sentido económico, de manera mucho más trivial: la amplia­
gundo plano en aquel momento y deja de ocupar el frente del escenario, ción del sufragio no permite falsear el reparto de los bienes públicos y
incluso para Tillier, Ledru-Rollin, Pecqueur o la extrema izquierda de La lleva casi automáticamente a la distribución equitativa. “Para una elec­
Voixclu Peuple. No es tanto el elogio al sufragio universal, sino la denuncia ción, se corrompe con cruces y puestos, pero no se puede comprar a las
de los efectos perversos del censo lo que moviliza las energías y cimenta masas”, dice Stendhal.7 7 En ese momento, se hace a menudo el paralelo
la oposición. Más allá de la exigencia de inclusión social, el tema de la re- entre la cifra de los 2 0 0 0 0 0 electores con la de los 2 0 0 0 0 0 funcionarios,
7* Informe ele un banquete democrático, LeJournal du Peuple, 5 de julio de 1840. En cl mis­
7,1 En 1841, la Cámara de Diputados recibe aún peticiones acompañadas de 113 127 lirmas m o espíritu, véase cl folleto muy representativo de C. Pecqueur, Reforme électorale. Appel au peu-
(véase la “N ote statistique récapitulative“, Archivos Nacionales, C 2180). ple á propos du rejet de la piltíion des 240 mille, París, 1840.
71 Cl. Tillier, ¡.ultra au systeme m r la rifarme électorale. cu PamphleL> (¡840-1844), cd. crítica 1* 8a. ed., 1846. Véase también su Avis au contribuable de 1842,
de Marius Gcrín, París y Nevcrs, 1900, p. 01. Sobre Tillier, que es muy representativo del senti­ 75 Discurso del 31 de noviembre de 1947, en Ledru-Rollin, Oiscnurs potinques el icrils ilivers.
miento republicano de izquierda de provincias, véase M. Gerin, Claude Tillier (180¡-1844), pavo I. I, p. 342.
phlétaire el rnmanaer ctumeycinais, Nevcrs, 1905. y 11. L. Maple. Claude Tillier, literalurr and po­ 7U Journal du Peuple, 11 de julio de 1841.
litice in a frauh pravinee, Droz, Ginebra. 1957. 77 Stendhal, Mémotres d 'un tounste, Burdeos. 1837. Lamartine dirá, por su lado, que se puede
72 G. Tillier, Letlres au syslime, op. cit., p. 00. envenenar un vaso de agua, pero no un río.
256 E l r e p e r t o r io h e las e x p e r ie n c ia s La k e p u u u c a u t ó p ic a 257

como si se acusara implícitamente al Ministerio de haber comprado cada Al relacionarse con la idea de reforma electoral, el sufragio universal
volt) para repartir cada plaza. sejustifica a partir de los efectos que se supone producirá, más que a par­
El tema del gobierno poco costoso prolonga casi de manera natural tir de aquello que filosóficamente lo constituye.Es porque se considera
el de la corrupción. También a éste da Cormenin su formulación clásica que pondrá fin a la corrupción y a la inflación de los gastos públicos, que
en sus Lettres sur la liste civile, que son editadas por primera vez en 1832. la reforma electoral encuentra un eco tan amplio. No sólo porque se pro­
Durante toda la monarquía de Julio, los republicanos están persuadidos ponga suprimir una escandalosa desigualdad jurídica. Las categorías
de que un gobierno representativo no puede ser sino un gobierno ba­ con las que se entiende la ampliación del sufragio al servicio de una me­
rato. Moderados y radicales coinciden en la opinión de que la burocra­ jo r representación no carecen, además, de cierta ambigüedad. El progre­
cia no es un fenómeno natural y que sólo es un efecto perverso engen­ so representativo se ve prácticamente en términos de representación de
drado por la existencia de un poder insuficientemente democrático. clase. De hecho, retomamos a una visión antigua del interés general
“Sed republicanos, porque bajo la república no tendríais más impuestos como suma de las diferentes categorías de intereses que componen la so­
que pagar, y sólo los ricos los pagarían; porque elegiríais a vuestros dipu­ ciedad. La ampliación del sufragio se comprende como el acceso de nue­
tados y a vuestros funcionarios; porque tendríais un gobierno barato": vas capas sociales a la representación política. Este enfoque aventaja a
Laponneraye emplea en su Lettre aux prolétaires78 expresiones similares menudo la visión individualista de la universalización del sufragio. Múl­
a las de Cormenin. Los legitimistas sostienen el mismo lenguaje, como tiples textos dan testimonio de ello. Ya hemos citado la Pétition d ’un pro-
lo atestiguan las Lettres d'un r.ontribuable de Villéle, publicadas en 1839.73 létaire á la Chambre des Députés de Charles Béranger. Habría que mencio­
También para él, el régimen censitario engendra orgánicamente la co­ nar sobre todo el importante artículo dejean Reynaud, amigo de Pierre
rrupción y la inflación de los gastos públicos. De una manera general, los Leroux, “De la nécessité d’une représentation spéciale pour les pro­
legitimistas hacen además coro con los republicanos para reclamar una létaires”, publicado en 1832 en la Encyclopédie nouvelle. “No podríamos
reforma electoral, incluso si se trata de proyectos diferentes que se es­ alcanzar la verdad más que clasificando por grupos homogéneos los in­
conden bajo la misma palabra. A partir de 1840, Berryer, Genoude, La tereses de igual naturaleza —escribe—y otorgando a cada uno su derecho
Rochejaquelein se alian incluso abiertamente con la izquierda, A co­ y su órgano; ya que cada uno representa su parte de interés social, cada
mienzos de 1841, Villele y Berryer crean un Comité Realista para la uno posee su legitimidad y cada uno debe tener también su garantía . ” 82
Reforma Electoral80 y 33 periódicos realistas publican en 1840 una “Dé- La demanda de representación, según se comprende ahí, no se confun­
claration" a favor de la reforma electoral.81 de con un simple derecho individual. Al mismo tiempo que expresa una
7H Laponneraye. Lettre aux prolétaires. p. 4. “Bajo la monarquía -escrib e— hay operaciones
reivindicación de inclusión social, traduce también la fuerza del senti­
enormes, más enormes gastos; hay dilapidación de los dineros del Estado. Bajo la república, miento de pertenencia de clase. Durante todos estos años, existe además
éstas son proporcionales a las necesidades indispensables de ios funcionarios, los gastos son li­ todo un problema de adecuación entre el lenguaje del trabajo —que en­
mitados, los dineros públicos se reparten juiciosamente, ya que es la propia nación la que vigila tiende lo social a partir de las categorías colectivas de los oficios—y los
su distribución" (p. 3). *
7,1 Villele, iMires d ’un contríbuable adresséa á la "Gazette du Languedoc", I olosa, s.f. (octubre
fundamentos individualistas del sistema político. Es por ello que la
de 1839). Él escribe allí: “El m onopolio representativo al que estamos librados desde 1830 lia apuesta, para toda una parte del pueblo, es casi más la de ser represen­
aumentado nuestrascontribucionesdirectasen 104 000 OOOy nuestiascontribucioncsindirectas tados por un proletario que sea uno de los suyos, que de disponer, para
en 54 000 0 00' (segunda carta, p. 9). Véase igualmente su M aníjate corare te monopole électoral,
publicado en 1841. En la misma vena legitimista, véanse los folletos de Eerdlnand Béchard, una
sí mismos, del derecho al sufragio. En uno de sus primeros números,
de las principales cabezas pensantes del Iegitimismo en aquellos años: Reforme étertarule, París, L ’Atelier de Buchez y Corbon consagra un artículo a la reforma electoral
1843, y De la reforme admtnistralive et f¡rehírale, París, 1848. que también va en ese sentido. “Comienzo a ver —dice el autor—que si
un Adenitis de las Mémoires de Berryer y de Villéle, véase, sobre las relaciones de los legitimis nombráramos a todos nuestros diputados, habría obreros en la Cámara,
tas con la reforma electoral. A. Adhéinar, Du flarti legitímate en Frarue tí desa crise actuelU, París,
1843.
81 También conocida con el titulo de “Manuel réformiste", se imprimieron 1 000 000 de 82 El artículo está reproducido en el apéndice en P. Leroux, 7 rou discours sur la stíuation ac-
ejemplares de esta "Déclaradon", puesta a punto por La Gazette de Frunce y l a Quotidienne. tuelle de la somete et Vesprit humatn. en tEuvres de Pierre Leroux. París. 185 0 , 1.1.
258 El r e p e r t o r io d e las ex p e r ie n c ia s La r e p ú b l ic a u t ó p ic a 259

e incluso en gran cantidad; que entonces, al haber salido de nuestras Fi­ La izquierda dinástica, que se reúne alrededor de Odilon Barrot. Aun­
las, apoyarían nuestros intereses. ” 83 Tillier desarrolla un razonamiento que vitupera sobre el carácter demasiado restringido del sufragio, sólo
análogo. La petición que circula en la primavera de 1840 en las filas de sugiere una extensión limitada a ciertas categorías de población: la se­
la Guardia Nacional, apela también a la reforma en nombre de un impe­ gunda lista del Jurado, los oficiales de la Guardia Nacional, los miembros
rativo de representación, mucho más que del solo principio de igualdad: de las cámaras de comercio, consejos de manufactureros, los miem­
“La ley actual —insiste—no atribuye el derecho electoral a un número de bros de los tribunales del trabajo, los alumnos de la Escuela Politécnica,
ciudadanos lo suficientemente considerable como para que los intereses es decir, según sus cálculos, menos de 2 0 0 0 0 0 nuevos electores. 85
de los electores se confundan con los de la sociedad.” La masa republicana. Se idenlifica con los términos de la petición de
Es en este momento cuando se forma un equívoco fundamental sobre t, la Guardia Nacional y se reconoce en el comité presidido por LafFite. Pe­
la naturaleza y el objeto de la extensión del derecho al sufragio. Veinte ro subsiste una cierta vaguedad, ya que no se precisa siempre si los miem­
años más tarde, el Manifesté des soixante y la celebración del universalismo bros de la reserva deben ser incluidos en el electorado (la diferencia es
abstracto por los republicanos continuarán señalando los dos polos anta­ considerable). Tampoco dice nada con respecto a los domésticos que
gónicos: por un lado, integración a través de lo social, prolongada por la están legalmente excluidos del servicio de la Guardia Nacional. Aunque
representación colectiva, y por el otro, inclusión directamente política algunos republicanos imputan estas imprecisiones y estas previsiones a
del individuo en la universalidad del otro. Encontramos ahí un equívoco imperativos lácticos (la Finalidad prioritaria, insisten, es persuadir a los
fundamental que atraviesa la política francesa. Por una parte, la cultura electores censitarios de los beneficios de una reforma, ya que son ellos
política conduce al universalismo abstracto, pero por la otra el movimien­ quienes deciden sobre ella a Fin de cuentas, y no movilizar a los ciuda­
to social conserva toda su adhesión a un enfoque más sociológico de la • danos pasivos), éstas remiten de igual manera a la vaguedad teórica de
inserción social. Cuando el sufragio se entiende como un derecho indivi­ toda una parte de la opinión republicana.
dual, un símbolo de pertenencia, es la idea de sufragio universal la que Loj socialistas y republicanos de extrema izquierda, que privilegian la rei­
se impone. Cuando se considera desde el punto de vista de la representa­ vindicación de sufragio universal sobre la de reforma electoral. Los en­
ción, a partir de la denuncia de las desigualdades en ese terreno, el enfo­ contramos en Le Bon Sens, LeJournal du Peuple, La Ilévue du Progrés, de
que en términos de reforma electoral expresa mejor el sentido de la de­ Louis Blanc. A menudo se muestran escépticos sobre la posibilidad
manda de sufragio como demanda de clase. Incluso cuando se oponen de un cambio legislativo y critican que la apertura electoral se limite a la
3 3 0 0 0 0 0 0 de proletarios a 2 0 0 0 0 0 privilegiados, muchos republicanos esfera de los guardias nacionales. Por ello permanecen alejados durante
se Figuran una confrontación entre dos grupos, más que la exclusión de mucho tiempo del movimiento de los peticionarios y_no se vuelven a unir
una masa de individuos. a él sino hasta comienzos de 1840. Los grupos obreros más activos se
Más allá de esta ambigüedad sobre la naturaleza del derecho al sufra­ sitúan en esta posición y se sienten naturalmente distantes de un movi­
gio, el movimiento en pro de la reforma electoral combina además pro­ miento reformista dirigido por la Guardia Nacional y la pequeña bur­
yectos muy diferentes. Agrupa bajo un mismo estandarte toda una gama guesía.
de enfoques, desde los más modestos hasta los más radicales. Podemos Convendría naturalmente añadir a estos cuatro círculos los medios
distinguir esquemáticamente cuatro círculos concéntricos: legitimistas, que demandan a la vez el derecho al voto “para todos los
Los liberales abiertos. Están bien representados por Rémusat o Duvergier franceses que contribuyen a los impuestos públicos” y el retorno del es­
de Hauranne. Se separan de Guizot en 1840, en el momento en que este crutinio en segundo grado. En todos estos medios, domina la misma im­
último se anquilosa en un inmovilismo cada vez más intransigente. Ellos precisión. Es sorprendente constatar cuán poco se preocupan por escla­
se limitan a reclamar una ligera disminución del censo .84* recer los programas y discutir a fondo las diferencias, incluso en mayo
** L ’Alelier, núm. 2, octubre de 1840, p. 11.
** Véase Pr. Duvergier de Hauranne, üe la reforme parlementaire tí de la rifarme ileclorale, Pa­ 85 Véanse los cálculos y las precisiones que se dan en el folleto del Comité de los Diputados
rís. 1847. de Izquierda, Projet de reforme ileclorale. París, 12 de septiembre de 1889.
2 f)0 El. RF.PKRIORIO DE LAS EXPERIENCIAS I j A REI’ÚMJtJA UTOIMCA 261

de 1840, cuando el movimiento liene mayor tuerza. Se ve por ejemplo contrado su estabilidad. Ledru-Rollin encarnó a (oda una generación de
a republicanos que defienden, todavía en esa época, el principio del su­ hombres de progreso para los cuales, el ideal republicano se confundía
fragio en segundo grado sin que aquello suscite fuertes reacciones. Algu­ con el sufragio universal, representando a esta “sagrada arca de la demo­
nos se basan en consideraciones técnicas y est imán que es materialmente cracia” a la que también cantarán Louis Blanc, Ferry y Garnbetta.
imposible la expresión directa de varios millones de electores . 86 Pero Al empujar al gobierno provisional a proclamar sin tardanza el sufra­
otros son más ambiguos. Chapuys-Monilaville, que es muy activo en los gio universal. Ledru-Rollin no hace sino prolongar su combate anterior.
medios reformadores, se liga con los equívocos revolucionarios al opi­ No hay ahí, de su parle, nada sorprendente. En cambio, más inesperada
nar que el sufragio indirecto presenta "a la vez las ventajas de la elección es la aprobación general que saluda a la decisión. Todas las dudas, las re­
realizada por la fuerza de la mayoría, y las de la elección hecha por la auto­ ticencias, las objeciones, son brutalmente erradicadas. Aun cuando gran
ridad de la inteligencia” . 8 7 Aun cuando la reivindicación del sufragio uni­ cantidad de partidarios suyos no lo consideraba más que como una pers­
versal se remite a mía siinbología muy fuerte de la pertenencia social, si­ pectiva a largo plazo, el sufragio universal se impone de repente con la
gue siendo todavía imprecisa institucionalmente. 88 En 1840, muy pocos fuerza de la evidencia. Encargado por Ledru-Rollin de preparar cl de­
piensan en el fondo que haya llegado aún la hora del sufragio universal. creto que establece el nuevo régimen de derecho al voto, Cormenin sólo
puso de relieve la cuestión de la oportunidad del voto de los domésti­
cos y los militares, pero sus dudas fueron barridas casi sin discusión por
1A CONSAGRACIÓN DE la\ UNIDAD SOCIAL los miembros del gobierno provisional.5*1*De igual manera, las objecio­
nes técnicas a la posibilidad de realizar el rápido escrutinio de millones
El 5 de marzo de 1848, un decreto del gobierno provisional instituye el de boletas en las que figuraban varios nombres —se había mantenido el
sufragio universal directo. Todos los hombres mayores de 21 años son, principio de escrutinio de lista—fueron retiradas rápidamente. Sobreco­
desde entonces, llamados a elegir a sus diputados, sin restricción alguna gida por el problema, la Academia de Ciencias había multiplicado al
de capacidad o de censo. Un nombre simboliza el logro de esta revolu­ principio las prevenciones, calculando por ejemplo que el escrutinio
ción: el de Ledru-Rollin. Desde el 22 de febrero, La Reforme, que él ins­ parisiense exigía por lo menos ¡354 jornadas completas, siguiendo los
piraba, reclama al mismo tiempo la salida de Guizot y el voto universal. procesos ordinarios! Pero cambió de opinión en seguida, acallando sus
Para todos sus contemporáneos, fue el verdadero fundador del sufragio objeciones metodológicas. 1-*1 Entre la opinión pública no se eleva ni una
universal. Louis Blanc, Crémieux y Víctor Hugo lo recordarán sobre su voz pañi protestar o inquietarse. No surge ninguna interrogante. La pru­
tumba . 851 Durante toda la década de 1840, se había convertido en el dencia y las críticas se borran como por milagro. Ya no se trata de una
apóstol infatigable de la soberanía del pueblo, multiplicando los folletos, reforma: el principio del sufragio universal se impone inmediatamente
los llamados a la petición y la presentación de proyectos de ley, incluso en su simplicidad y su radicalidad. La aprobación y el entusiasmo son,
cuando el régimen de Julio parecía haber desarmado a sus críticos y en-
t
!,u Véanse con respecto a este pum o los informes que tía I*. Bastid en (.'tijurótepamphlMaire,
('.laude TilHer admite su perplejidad a este respectó. A la pregunta “¿Cómo recopilar el Cormenin, frrentrsrttr el cmutitvanl de I848, París, 1848. y la narración de Gamier-Pagés en su ¡lis-
sufragio universal? ¿No hay aquí una imposibilidad física?”, él responde: “Con el sufragio de taire de ¡848. cd. ilusu-ada. París, s.f., t. ll, pp, 2-4. Gonst'illese también la puntualizarióu reciente
segundo grado, el sufragio universal sería fácil de poner en práctica": Cl. Tillicr, Lettres ausystéme, «le Alain Garrigou, "Le hrouillon tln snfTragc univcrscl. Ai chéologte tln décrct d u 5 mar* 1848",
op. cil., p. 89. Los redactores de LAtelier dedan lo mismo (véase el artículo "Sur la xol>eranic du Cenar*, niini. 6, diciembre de 1991.
peuple", LAtelier, abril de 1842. pp. 58-59). 91 La Academia «le Ciencias habla estuchado el S «le abril de 1848 un informe «le Cauchy
*7 Chapuys-Monllaville, Rifarme Redórale. Le principe el 1'applicatwn. I’arís. 1841, p. 75. sobre los m edios propuestos por los autores de diversas memorias para la solución de las difi­
m La petición que parte de la Guardia Nacional demanda, en conclusión, que todo guardia cultades que presentaba el escrutinio y cl reruenui de los votos en las nuevas elecciones, t ras
nacional sea elector, “sin entrar en los detalles de una organización completa", com o si estos haber subrayado los obstáculos técnicos que se presentubau, el informe señalaba lacónicamente:
problemas de organización y de delimitación precisa del derecho al sufragio fuetan secundarios. "¿Debemos concluir tpte es imposible imprimir a la operación electoral cl carácter matemático
Véanse sus discursos pronunciados el 24 de febrero de 1878, reproducidos en el tomo esencial a toda operación que posee rierra importancia? (...) No lo creemos así": Cumples muía*
It de Disentir* poUlúfues el rail* diven de Lcdru-Rultin. hebdtrmndaires de* séances de lAcadimie de* Science*, t. XXVI. París, 1848, p. 400

I
262 El r e p e r t o r io d e la s e x p e r ie n c ia s L a REPUBLICA UTÓPICA 263

por su parte, también universales. Nadie sueña siquiera con discutir o co­ ción", se lée en el editorial del primer número.9* El sufragio universal no
mentar las modalidades de ejercicio del nuevo derecho. No hay protestas se percibe tanto como una técnica de poder popular, sino como una es­
ni por el escrutinio de lista por departamentos, ni por el abandono de la pecie de sacramento de la unidad social. La Declaración del gobierno
segunda votación, ni por el voto de los soldados. Estos procedimientos provisional del 19 de marzo de 1848 lo expresa muy claramente. “La ley
aparecen como simples detalles, ahogados en la espesura del aconteci­ electoral provisional que hemos hecho es la más amplia que, en ningún
miento. Por todos lados domina instintivamente el sentimiento de que pueblo de la tierra, haya convocado nunca al pueblo al ejercicio del dere­
algo grande acaba de suceder. Todo el mundo habla con lirismo y cho supremo del hombre: su propia soberanía —dice. La elección per­
emoción del sufragio universal: los curas de campo y los obispos, los tenece a todos sin excepción. A partir de lafecha de esta ley, ya no hay más
pequeñoburgueses de las ciudades y los grandes propietarios de tie­ proletarios en Francia.”9<Esta última expresión es extraordinaria. Demues­
rras, los periodistas y los intelectuales, los conservadores y los tradicio- tra que la cuestión del sufragio estaba ligada de manera muy fundamen­
nalistas. 92 ¿Cómo entender esta sorprendente conversión y este cambio tal a la de la división social. El sufragio universal se entiende como un rito
brutal? Muchos historiadores han descrito este espíritu de 1848, extraor­ de ingreso, un ceremonial de la inclusión. Con la cercanía de las pri­
dinariamente lírico y optimista, como un singular mestizaje de utopías meras elecciones, Le Bulletin de la République señala: “La república, que
republicanas y sentimientos cristianos. Pero esto ha sido generalmente no excluye a ninguno de sus hijos, os llama a todos a la vida política; esto
para circunscribirlo encerrándolo en el marco de circunstancias excep­ es para vosotros como un nuevo nacimiento, un bautizo, una regeneración."9S
cionales, subrayando con una especie de alivio el que se haya retomado Durante dos meses, tanto en París como en la provincia, numerosas
el cauce “normal” de la historia a partir del mes de mayo, cuando los con­ fiestas celebran la nueva unidad social y se plantan en todas partes
flictos políticos y sociales se agudizan bajo la presión de la coyuntura eco­ árboles de la libertad. Desgraciadamente, no disponemos de una buena
nómica. Muy lejos de constituir una especie de paréntesis en la historia síntesis de todas estas ceremonias y fiestas bajo la Segunda República
de la democracia francesa, los meses de marzo y abril de 1848 revelan, que permita presentar un balance equivalente al de Mona Ozouf sobre
por el contrario, algunos de sus rasgos más profundos. las fiestas de la revolución.91’ Pero los relatos que se encuentran en las
El Bulletin de la République, periódico oficioso del gobierno provisio­ principales monografías locales, así como la iconografía fácilmente ac­
nal, redactado por Ledru-Rollin con ayuda de George Sand, marca la cesible, permiten definir algunos rasgos principales, especialmente su di­
pauta del entusiasmo general y permite comprender el sent ido de la lle­ fusa religiosidad. En todos los casos, vemos bien que lo esencial reside
gada del sufragio universal para sus contemporáneos. “La república abre en la celebración de la unidad social. Numerosos grabados representan
al pueblo una nueva era. Desheredado hasta ahora de derechos políti­ alegorías de la fraternidad que une a obreros, campesinos e intelectuales,
cos, el pueblo, el pueblo del campo, sobre todo, no contaba en la na-82 o muestran desfiles que reúnen en una misma procesión a todos los
oficios y todas las condiciones. En ciertos casos, asistimos incluso a ges­
tos extraordinarios. En Millery, en la campiña lionesa, vemos así a bur­
82 Sobro la recepción que tuvo la llegada dei sufragio universal, encontramos muchos ecos gueses servir a la mesa a los campesinos, en signo de fraternidad, durante
en las monografías locales consagradas a 1848. Entre la masa de monografías consultadas, con­
servaremos para esta cuestión las siguientes obras: M. Agulhon. La républiqueau village, Éd. du
un banquete democrático .97 En Avignon, los mozos de cuerda de dos
Senil. París, 1979, 2a. cd.; A. Charles. La Révolulion de 1848 el la Seconde République n Rordeaux
el dam le département de la Gironde, Burdeos, 1945; E. Dagnan, Legers sous la Seconde République, Fechado el 13 de marzo de 1848.
Auch, 1928-1929, 2 vols.; Fr. Dutacq, Hisloire politique de l.yon pendant la Révolulion de 1848(25 ‘X Le Bulletin de la République, núm. 4. 19 de mar/.o de 1848. Declaración redactada por La­
deJévrirr-15 de jtttliel), París, 1910; J. Godechot el a i, 1m Révolulion de 1848 á Toulouse el dans la martine. Por su pane, Flaubert escribe en L 'education sentimenlale: “Tras la abolición de la es­
Haute-Garunne, Toulouse, 1948: R. Lacour, La Révolulion de 1848dans le Beaujolais el la campagne clavitud, la abolición del proletariado. Habíamos pasado la edad del odio, iba a comenzar la
lyonnaisc, Lyon, número especial del Album du Crocodile, 1954 1955-, G. Rocal, 1848 en Dordogne, edad del amor"; Gallimard. París, s.f. (Folio).
París, 1934, 2 vols.; F. Rude el a i, l a Révolulion de 1848 dans ledépartemenl de l ’hére, Grcnoble, 95 Le Bulletin de la République, núm. 9, 30 de marzo de 1848.
1949: P. Vigier, La Seconde République dans la región alpine, étwle potinque el sociale, PUF, París. 80 Hay que señalar, sin embargo, una breve síntesis: G. Vauihier, “Ccrémonies el. leles natio-
1963,2 vols., y La vie quotidienne en fnovmce el á París pendant les joumées de 1848, H acrhetle, Pa­ nales sous la Seconde République", La Révolulion de 1848, L xvm , junio-julio-agosto de 1921.
rís, 1982. ®7 Narrado por R. Lacour, La Révolulion de 1848 dans le Beaujolaú, op. ciL, 2a. parte, p. 36.
264 E l. REPERTORIO DE LAS EXPERIENCIAS La r e p ú b l ic a u t ó p ic a 265

grupos enemigos se perdonan y se abrazan solemnemente, en ocasión de cendencia de estos arranques sentimentales y estas ¡espiraciones a la fu­
una ceremonia organizada por el comité republicano local.98 El 20 de sión. En el fondo es fácil y tentador compartir estos juicios. Sin embargo,
abril, una gran fiesta de la fraternidad corona este movimiento, al reunir hay que desconfiar. Lejos de traducir una ilusión lírica pasajera o un
en París a cerca de un millón de personas. Nunca se había organizado simple desbordamiento de buenos sentimientos, las fórmulas de un Le-
una reunión de esta clase desde la Fiesta de la Federación en 1790. Geor- dru-Rollin vuelven explícito, por el contrario, algo muy profundo y com­
ge Sand hará de ella una narración de un lirismo desbordado en La pletamente estructurante en la cultura política francesa. A su manera
cause du peuple, compartiendo un entusiasmo generalizado. Un rápido romántica y utópica, expresan la falta de liberalismo inicial de la de­
sondeo en la prensa parisiense da testimonio de ello. La Réforme habla mocracia francesa. La aspiración a la unidad reposa en una asimilación
de “bautizo de la libertad”, Le Siécle celebra la unanimidad que reinaba. de la división por el pluralismo. Desde el mes de mayo de 1848, las
Le National se regocija con los centenares de miles de voces que se fun­ dificultades económicas y los enfrentamientos políticos despojan cierta­
dían en un mismo grito, manifestando que “ya no existía más división de mente de toda consistencia sensible a este tema. Pero el espíritu de 1848
ninguna especie en la gran familia francesa”. Incluso el austero Consti- no deja de conservar por ello su carácter revelador. Durante un corto pe­
tutionnel sabe encontrar palabras calurosas para hablar de “una verdade­ riodo y en su propio lenguaje, encarnó la dimensión de república utópica
ra alegría familiar". que sostiene a la democracia francesa desde que ésta se piensa en un con­
Esta jornada del 20 de abril pudo manifestar de manera muy fuerte texto posrevolucionario. Las primeras elecciones de sufragio universal,
el sentimiento de que la división social había sido superada por el sufra­ que tienen lugar el 23 de abril de 1848, ilustran escandalosamente tal
gio universal: que se había vuelto a encontrar la unidad. Lejos de ser reci­ concepción, en la cual, el objetivo del voto consiste más en celebrar la
bido como una condición del pluralismo, que permitiera la expresión de unidad social que en ejercer un acto preciso de soberanía o en arbitrar
las desavenencias profesionales o de la diversidad de intereses sociales, entre dos puntos de vista opuestos.
la llegada del sufragio universal fue percibida en Francia como un sím­ Azares del calendario, el día de las elecciones cae en domingo de Pas­
bolo de la concordia nacional y de la entrada a una nueva era política. Le- cua. La coincidencia suscita una multitud de imágenes y metáforas. Cré-
dru-Rollin lo escribió en Le ñulletin de la Re-publique en términos sor­ mieux, miembrojdel gobierno provisional, habla del “día de la regene­
prendentes, que vale la pena reproducir: ración social”, y en todas partes se asocia la resurrección de Cristo con
la del pueblo, tanto en las homilías como en las declaraciones políti­
Todas las tuerzas vivas de este ser múltiple al que llamamos el pueblo —señala— cas. La llegada del sufragio universal se encuentra reforzada en su di­
comparecieron el 20 de abril en la escena de la hisLoria para anunciar al mundo mensión sacramental. Lamartine lo recuerda en palabras que son las de
que la solución a todos los problemas de la política no pesa ya más que un grano
sus contemporáneos.
de arena en su mano poderosa. Ahora se ha encontrado la ciencia política. N o se
ha revelado a uno solo, se ha revelado a todos, el día en que la república ha pro­
clamado el principio de la soberanía común. Esta ciencia política será, de ahora El amanecer de la salvación —escribe—se elevó sobre Francia con el día de las elec­
en adelante, de una gran y simple aplicación. No se lraíala más que de convocar ciones generales. Fue el día de Pascua, época de solemnidad piadosa, elegido por
al pueblo en grandes masas, al todo soberano, e invocar el consentim iento uná­ el gobierno provisional para que los trabajos del pueblo no le ofrecieran ni dis­
nime en aquellas cuestiones en las que la conciencia popular habla con tanta elo­ tracción ni pretexto para sustraerse al cumplimiento de su deber de pueblo, y para
cuencia y en conjunto por aclamación.'-19 que el pensamiento religioso que domina sobre el espíritu humano en aquellos
días consagrados a la conmemoración de un gran culto, penetrara en el pensa­
miento público y diera a la libertad la santidad de una religión.10,1
Es fácil burlarse de estas ilusiones. Desde Marx, no han faltado testi­
gos exteriores o historiadores que han hablado con desprecio o condes- El desarrollo mismo de las elecciones contribuye a acentuar este ca­
rácter de religiosidad. 1 habiéndose fijado el voto en la cabecera de parti-
1,8 Narrado por Pli. Vigier, l a Secunde Ripuhlitpic dam la región alpino, op. ciL, i. p. 199.
99 Le Rulletin de la République, mim. 19, 22 de abril de 1848. 111,1 Iam an in c, lintuiré de la Rñmlution de 1848, París, 1849, L tt. p. 346.
266 EL RFPF.RTORIO DE LAS EXPERIENCIAS La r e i ’ú u lic a u t ó p ic a 267

do, los electores de los pueblos acuden en efecto muy a menudo juntos én la otra. “Esto es para el enemigo de afuera", precisa la leyenda refi­
a las urnas, formando grandes cortejos que surcan los campos. 10 1 * Mu­ riéndose al fusil; “adentro, he aquí cómo se combate lealmente a los ad­
chos testigos describieron estas procesiones laicas, precedidas de tambo­ versarios”, especifica designando la boleta. La idea de que la inclusión
res y banderas, dirigidas por los alcaldes y acompañadas en ciertos casos de todos en la vida política gracias a la ampliación del derecho al voto va
por los curas. Tocqueville dio de ellas una descripción clásica en una pá­ a suprimir los fermentos revolucionarios, es entonces ampliamente com­
gina célebre de sus Souvenin. Como hecho significativo, las imágenes de partida. Este tema aparece, por lo demás, de manera muy precoz desde
la época representan a menudo, en esta ocasión, a la urna electoral colo­ los comienzos de la monarquía de Julio. Alguien cercano a Lamennais,
cada sobre una especie de altar, flanqueado de símbolos republicanos, Charles de Coux, empleaba ya este argumento en 18.31 para justificar
como si debiera figurar cual equivalente político del altar sagrado, signo una reforma electoral.
de la presencia invisible pero activa del pueblo unido bajo la especie de
la boleta de voto. Numerosos viajeros extranjeros quedaran sorprendi­ Aquellos que niegan a las ciases trabajadoras el derecho al sufragio —escribía—res­
dos de ello. 1112 La calma y el orden que reinan durante estas primeras ponden al país por los desórdenes en los que ésias se dejan acarrear. Privadas de
elecciones no hacen sino subrayar esta dimensión de unanimidad que se ese derecho, no pueden hacer acto de presencia en la ciudad, más que penetrando
en ella de viva fuerza com o el torrente que devasta, el incendio que consume.
asocia al sufragio universal. Al día siguiente del escrutinio, los periódicos Con este derecho, tendrán ahí su domicilio, algo que perder, si este domicilio es
mencionan que todo transcurrió tranquilamente y sin tropiezos. “Este violado, sus hogares que defender, sus penates que invocar.105
primer ensayo de sufragio universal —señala La Reforme del 24 de abril—
se llevó a cabo en todas parles con extrema facilidad, incluso se puede En lo más fuerte de la campaña de 1839-1840, los republicanos reto­
decir que con la mayor regularidad.” El sufragio universal se encuentra, man permanentemente esta aritmética de la conflictualidad. Tienen la
simultáneamente, prácticamente legitimado. “Esta prueba es concluyen- certeza de que el voto universal es el único medio de terminar verdadera­
te —se lee en Le Bulletin de la République—y si pudieran quedar aún dudas mente la revolución. La petición del comité central de París para la sesión
en algunos espíritus timoratos sobre la aplicación factible y com- pleta de 1841 concluye, por ejemplo, hablando de este tema: “El sufragio uni­
del sufragio universal, estas dudas se despejan ante el admirable espec­ versal, lejos de debilitar las garantías de tranquilidad, tendrá, por el con­
táculo de que París acaba de ser testigo. ” 103 Cerca de 7 000 000 de trario, el efecto seguro de clausurar para siempre la era de las revolu­
electores habían acudido a las urnas el 23 de abril, es decir, el 83.5% ciones. ” 106 Ledru-Rollin, Armand Marrast, Étienne Arago, Lamennais,
de los electores inscritos. 10 '1 La participación electoral había batido to­ celebran todos en aquellos años el sufragio “eminentemente pacifica­
dos los récords. dor". Concebido de esta manera, el sufragio universal tiene una innega­
La imágenes de comunión social que están ligadas al ingreso de las ble dimensión utópica: simboliza el advenimiento de una sociedad sin
masas en la vida política se prolongan en la asociación del sufragio uni­ exterior, plenamente homogénea, y constituye una suerte de desenlace
versal con la idea de paz social. Un famoso grabado de la época repre­ de la historia. Hace coincidir las divisiones sociales con las fronteras geo­
senta a un obrero que sostiene una boleta de voto eta una mano y un fusil gráficas, erigiendo de ahí en adelante al extranjero como única figura de
la otredad. Pero también tiene una función de orden catártico; es un
101 Además de las monografías que ya han sido citadas, se podrá consultar también: "I.es medio práctico de transformación del campo político. A comienzos de
élcctions á la Consliluante de 1848 dans le Loirct”, La Révotuiwnde 1848, t. II. 1905-1906, y Ph.
Vigier y O. Argeuton, “Les éleciions dans 1’ Isérc sous la Secunde République”, en F. Rude el
la década de 1870, los padres fundadores de la Tercera República reto-
aL, La Révolution de 1848 dans le département de l ’hére.
HKi Véanse por ejemplo los testimonios recogidos por G. de Bertier de Sauvigny, La Révo-
lution parisienne de 1848 inte par les américains, Comité de trabajos históricos de la Ciudad de Pa­ 105 Charles de Coux, “Du cens electoral dans l’intéréi des elasses ouvriércs”, L ’Avenir, 6 de
rís. París, 1984, y los recuerdos del marqués l)e Normanby, en ese entonces embajador de Gran abril de 1881, p. 1. De Coux es uno de los fundadores de la corriente de la econom ía publica
Bretaña, Une année de révolution, d'aprés un Journal temí á París en 1848, París. 1858, 2 vols. cristiana.
105 ¡j> Bulletin de la République, núm. 20, 25 de abril ríe 1848. 106 Publicada bajo el título de Réforme éleitorale, municipale, départamentale el communale, Pa­
1114 6 867 072 votantes para 8 220 664 electores inscritos. rís, 1840.
L a REPÚm iCA I TOPICA 269
268 F.L REPERTORIO DF. [AS EXPERIENCIAS

marán esta demostración para defender el sufragio universal y denun­ no hay lugar para el método reformista. El sufragio universal no se
ciar las amenazas que despertaría su nuevo cuestionamiento. Marx, lo considera en lo absoluto como el instrumento político de un debate plu­
sabemos, denunció ferozmente esta “generosa ebriedad de fraternidad” ral. No se espera entonces que las elecciones procedan a ser arbitrajes
de la primavera de 1848, tratando con desprecio a Lamartine, que había u opciones, a menos que se considere terminada la revolución y defi­
dicho del gobierno provisional que éste suspendía “el malentendido nitivamente abolido el Antiguo Régimen. Tampoco se espera de ellas
terrible que existe entre las diferentes clases” . 107 Pero no basta con ver que traduzcan a la esfera política la diversidad social. En 1848, el acto
en esta crítica un simple signo de su aversión hacia el moderantismo. electoral se entiende más bien como un gesto de adhesión, una manifes­
Marx es uno de quienes comprendieron mejor entonces que el carácter tación simbólica de pertenencia a la colectividad. El 28 de abril no existe
específico de la democracia francesa encontraba su expresión en esta ne­ una división entre la llegada de grupos a las cabeceras de partido y el voto
gación del conflicto y la división. Sobre ese punto, marcó perfectamente de cada individuo. El sufragio es entonces, en potencia, de una natura­
la diferencia con la experiencia política inglesa. “El sufragio universal, leza equivalente a la que reviste en los países contemporáneos con par­
que fue en 1848 una fórmula de confraternización general—escribe—, es en tido único . 109 Incluso si los hechos otorgan rápidamente a la expresión
Inglaterra un grito de gierra. En Francia, el contenido inmediato de la popular su dimensión de arbitraje , 1 10 la utopía de un sufragio-comunión
revolución era el sufragio universal; en Inglaterra, el contenido inmedia­ continuará consdtuyendo un horizonte irrebasable de la representación
to del sufragio universal, era la revolución. ” 108 Eso demostraba bien la francesa de lo político. Las relaciones entre la democracia “formal” y la
particularidad de la relación entre lo político y lo social en la política democracia “real” revisten por esta misma razón un carácter muy par­
francesa. La esfera política juega ahí un papel de institución y conforma­ ticular en Francia. Más allá de la articulación siempre difícil del derecho
ción de lo social. No tiene sólo por función, como en Inglaterra o Estados y el hecho, de la coincidencia siempre impura de las buenas intenciones
Unidos, garantizar las libertades y regular la vida colectiva. y los intereses —que constituyen el espacio normal del campo de la de­
¿Cómo seguir adelante en el análisis de esta singularidad con que nos mocracia—, el formalismo democrático juega allí, en efecto, un papel
hemos encontrado desde el periodo revolucionario? ¿Cómo entender la más central y más ambiguo. La democracia formal constituye en Fran­
curiosa amalgama de aspiración a la unanimidad y formalismo igualita­ cia, más que en ninguna o u t i parte, el horizonte de la democracia real.
rio que se opera en Francia alrededor de la idea de sufragio universal? Ésta no es sólo su origen, su fundamento jurídico. 1 .a democracia france­
Lo que se cuestiona aquí es la manera de entender el pluralismo. Todo sa está permanentemente atraída hacia la abstracción como la forma
conflicto se percibe como una amenaza a la unidad social, desde el mo­ acabada del ideal político: el de una sociedad sin clases, sin conflictos
mento en que no se lo sabe relacionar más que con una división radical, personales, sin malentendidos, desembarazada de todas las adherencias
la de lo viejo y lo nuevo, la del Antiguo Régimen y la revolución. A menos del pasado, eternamente consagrada a celebrar su unidad. Es por esos
de que se refiera a la separación original, el pluralismo no es concebible. mismos motivos que la noción de capacidad económica se rechaza viva­
No se lo relaciona más que con la categoría del malentendido o con la mente. Se le oponen modelos de regulación basados en la organización
del puro enfrentamiento de ambiciones personaleí. El propio conflicto colectiva y la cooperación centralizada. Un mismo hilo antiliberal —en el
de clase sigue concibiéndose en cierta manera a partir del cisma revolu­ sentido filosófico preciso de rechazo al pluralismo—corre así a través de
cionario, peto durante el siglo XIX tiende a ocultarse continuamente ba­ los diferentes terrenos de la cultura francesa. Crítica a los partidos polí­
jo el enfrentamiento entre la república y la monarquía. De ahí la oscila­ ticos, denuncia de la competencia económica, sospecha frente a las divi­
ción permanente entre el fantasma del consenso y la amenaza de guerra siones sociales, son las tres caras de una misma visión de lo político. El
civil que estructura la vida política en el siglo XIX. En ese marco, casi no
hay lugar para la democracia pluralista de los intereses, al igual que casi
lu'J Sobre el sentido de las elecciones en aquellos países, véase G. Itcrmet. A. Rouquié, J.
Linz, Des ¿lections pus cammrs tes nutres, l’rcsscs de la FNSP, París, 1978. y R. Lomme, “Le role des
107 Véase su obra L a tulles de drusa <m France. 1848-1851. élcctions en Europc de l'Esl", Prohtéma fmhtujnes el sticiaux, núm. 596. 1998.
Aritculo aparecido el 8 de junio en el Neue Oder Zeitvng. 1,11 Desde 1849, las elecciones oponen asi tíos partidos con programas bien contrastados.
270 E l r e p e r t o r io d e l a s e x p e r ie n c ia s

espíritu de la primavera de 1848 permanece, en ese sentido, fiel al del


jacobinismo: no es más que su versión afectada y aplacada.
La connivencia entre la Iglesia católica y el espíritu republicano de la
primavera de 1848 encuentra ahí también su origen. El clero bendice los TERCERA PARTE
árboles de la libertad y celebra la memoria de las víctimas de lasjomadas
de febrero porque se siente plenamente de acuerdo con la aspiración a
la unanimidad y a la unión que se expresa en la sociedad. Paradójicamen­
te, la Iglesia no acepta así, de la república naciente, más que lo que ésta
tiene de más arcaico y utópico al mismo tiempo: su radical antiliberalismo. EL TIEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN
De modo paralelo, republicanos y socialistas hacen dejesucristo el “pri­
mer republicano” o el “hermano de todos los proletarios”, en razón de
una ambigüedad exactamente simétrica. Toda la iconografía del perio­
do lo demuestra abundantemente . 1 1 1 El rechazo al protestandsmo por
parte de todos los escritores sociales de la época se explica igualmente
de esta manera. Cabet o Pierre Leroux, Buchez o Louis Blanc, compar­
ten a este respecto el mismo punto de vista. Detestan el carácter indivi­
dualista y racionalista del protestantismo y ven en el espíritu católico, en
sentido amplio, la matriz religiosa del socialismo y de la república mo­
derna.
En 1848, la “república utópica" sólo ha durado una primavera. Pero
no se la puede medir con esta vara fugitiva. En efecto, expresó —con tan­
to candor como fervor—uno de los rasgos más profundos de la cultura
política francesa: la aspiración a la unidad y al consenso en una transfi­
guración política del lazo social. Con ella se termina un nuevo ciclo
histórico: el de la exploración de las respuestas posibles a la ecuación
revolucionaria. El imperio, la monarquía de Julio y los primeros meses
de la Segunda República encarnaron, en el estado casi puro de tipos
ideales, tres modalidades de existencia de la ciudadanía moderna en sus
relaciones con la soberanía, dando a la historia política francesa sus tres
grandes límites. Pasado el tiempo del programa y el1de los experimentos,
llegaría la hora de los compromisos y los logros.•

•11 Véase sobre este punto esencial la síntesis de P. Pierrard, 1848... Les pauvns, l'Évangile
el la révolulimt. y los trabajos de E. Uerertson, Papulisl religión and lejt-unngpolitics m France, ¡8.30-
1852, Princcton University Press. 1984, así com o su reciente articulo “A new religión lo thclefi:
rhrístianity and social radicalism ¡n France, 1815-1848" en Fr. Furet y M. Ozouf (c o m p s .jW
jrench revalution aiui the creation of modera polilicaículture, vol. III, The transformation o/political cul­
ture. 1789-1848, Pergamon Press. Oxlord. 1989.
I. EL PODER DE LA ÚLTIMA PALABRA

EL TIEMPO DE LA REACCIÓN

n la primavera de 1848, la llegada del sufragio universal es para

E los conservadores como un balde de agua fría. Pero sus prime­


ros temores se disipan rápidamente. No es el sufragio-sobera­
nía el que se proclama el 5 de marzo de 1848, sino más bien el
sufragio-igualdad, símbolo de Ja integración social y coronación de un
sociedad de iguales. En términos propiamente políticos, los conservado­
res no pueden quejarse de la revolución de los derechos políticos. La
Asamblea elegida en primavera le otorga mayor ventaja a los elementos
más moderados y aprueba sin remordimientos la represión de la in­
surrección de junio. Más larde, en el otoño, las elecciones municipales
y las elecciones de los departamentos ven triunfar a los candidatos del
partido del orden. íEn los departamentos de Bretaña, los legitimistas
duplican incluso sus fuerzas en relación con el periodo censitario! El re­
sultado de las elecciones locales conduce al grueso de los notables a po­
ner sordina a la vieja prevención contra la fuerza de la mayoría. Aunque
filosóficamente muchos permanecen circunspectos, no dejan por ello de
ver en la práctica del sufragio universal una amenaza. “¿Tanto tendremos
que quejarnos entonces del sufragio universal, aun cuando nos propor­
ciona defensores tan sensatos de nuestros principios?", pregunta en tonj
ces La Revue des Deux Mondes, resumiendo claramente el estado de ánimo
de la burguesía.' Durante todo el año de 1848, casi ninguna voz se eleva
así en la derecha para protestar contra el nuevo ejercicio de la soberanía.
Montalembert figura entonces como excepción, puesto que rompe este1

1 “Chronique de la quinzaine", del SU de septiembre de 1848. p. 169.


274 275
El. TIEMPO DF. 1A CONSOUDACIÓN E l ronK R b e la ú l t im a pa l a b r a

consenso al opinar que “el sufragio universal no es un dique que baste En efecto, desde el otoño de 1848, muchos republicanos progresistas
para detener las nuevas irrupciones revolucionarias” . 2 Su advertencia pasan trabajos para esconder mal su desconcierto. “1E1 sufragio univer­
provoca significativamente una cierta molestia entre sus amigos, como sal! Es un enigma y contiene un misterio”, señala por ejemplo Lamartine
si tuviera un aspecto casi incongruente. La elección de Luis Napoleón con amargura en sus Mémoires politiquea.7 Después de las elecciones lo­
Bonaparte, el 10 de diciembre, no hace sino reforzar esta serenidad del cales, La République constata con tristeza: “Hoy no podríamos esperar
partido del orden. Todas las vacilaciones anteriores quedan olvidadas conquistar el poder mediante el sufragio universal [...]. En efecto, sabe­
cuando lc5s hombres de Febrero —Cavaignac, Lamartine y Ledru-Rollin— mos muy bien que nuestra fuerza no está en el número . " 8 Por su parte,
reciben el repudio escandaloso del escrutinio popular. L ’Opinion Publi­ Proudhon emplea un tono mucho más virulento en Le Représentant du
que escribe entonces: “Él nos conduce bien: no desconfiemos del voto uni­ Peuple y después en Le Peuple. El sufragio universal —repite, en una serie
versal. "s El sufragio universal, señala por su parte L ’Assemblée Nationale, el de artículos indignados—es una “mistificación", éste ha “mentido al pue­
gran diario legitimista, se ha convertido en “un ejercicio inteligente [ . . . 1 blo”. “El pueblo —escribe, tras la elección de Luis Napoleón—ha hablado
el arma de defensa contra sus inventores y el arma de la salvación” .4 Hay como un borracho . ” 9 Es en ese momento cuando un buen número de
ciertamente un lado de “sorpresa divina" para los conservadores en estos republicanos comienza a proclamar significativamente que “la república
resultados, que aún están lejos de pasar de esta satisfacción comprobada está por encima del sufragio universal”, para conjurar el espectro de un
a una verdadera conversión política y filosófica al principio de la sobe­ retorno a la monarquía apoyado por el pueblo . 10 Así, en 1848 lodos los
ranía del pueblo. Pero por lo menos se despejan los a priori. El sufragio elementos se conjugan para tranquilizar a los conservadores y echar ai rás
universal deja de ser identificado con imágenes de desorden y radicalis­ sus anteriores sospechas. Es por ello que el voto de una ley electoral, el
mo. En esta época, incluso el viejo canciller Pasquier admite tener con­ 15 de marzo de 1849, se opera sin dificultad. El nuevo texto no hace más
fianza en el papel conservador del sufragio universal: “La calamidad ha que precisar y organizar el principio de la universalidad del sufragio
sido la salvación. Nuestro único temor hace un año, nuestra única espe­ proclamado el 5 de marzo fie 1848. Ninguna voz se eleva en la derecha
ranza hoy . " 5 para intentar un retorno al pasado. El resultado de las elecciones de la
El partido del orden se encuentra reconfortado en su actitud por la nueva Asamblea Legislativa, el 13 de mayo de 1849, prolonga este estado
recepción y la perplejidad simétrica de los republicanos y los socialistas. de gracia. De hecho, los republicanos moderados, que dominan la Asam­
blea Constituyente, quedan eliminados a favor de los candidatos de la
L os in v e n to r e s, lo s p r o m o to r e s d e e s ta teoría, c o n v e r tid a a h o r a e n rea lid a d —b ro­ nueva coalición de derecha que obtiene cerca de las dos terceras partes
m e a L a R e m u des D eux M andes— e stá n o b lig a d o s a e x trem a r su fe, ya q u e é sta se de los escaños. Aunque los demócratas-socialistas ocupan una cuarta
v u e lv e c o n tr a e llo s c o n d e m a sia d a ru d eza c o m o para n o d esa len ta r una co n fia n z a parte de los escaños, el partido del orden tiene todas las razones para sen­
q u e n o se r ía m ás q u e ord in aria [...]. Le N atio n a l, q u e atrib u ía b e n é v o la m e n te al
tirse tranquilo. Además, pasados los disturbios del 13 de junio de 1849,
su fra g io u n a e fic a cia tan m aravillosa, ha q u e d a d o r e d u c id o , d e a h o ra e n a d e la n te ,
a p o n e r al m a l tie m p o b u e n a cara.6*
7 Tras las elecciones de mayo de 1849, escribirá: “La naturaleza del resultado tic las elec­
ciones es de las que hacen caer la pluma de la mano. Los buenos ciudadanos están tentados de
* 1. 'Assrmblée Nationale del 19 de septiembre de 1848, citado por R. Balland, “De l'organisation meter la cabeza en el abrigo y desesperar del pueblo" (Le C'unseiller du Peuple, c I, p. 89).
á la restriction du suffrage universel e n France (1848-1850)" en Réaction et suffrage universel en 8 La Républii/ue del 20 de noviembre de 1848, citado por A.;| . Tudcsq, L ’Election presidentielle
France et en AUemagne (1848-1850), en tíibliothéi/ue de la Révolution de 1848, t. XXII, París, 1968, de Louis-Napoléon Bonaparte, op. cíL, pp. 118-119.
p .8 1 . B Véanse todos sus artículos tlel año de 1848, retomados en Mélanges, artieles de joumaux,
* L'Opinión Publique, del 22 de diciembre de 1848, citado por A. J.Tudcsq, L'hlection 1848-1852, c t. en tEuvres completes de P J. PmtuOtan, París, 1868, vol. XVI!.
presidentielle de Louis-Napoléon Bonaparte, 10 décembre ¡848, Armand Collin, París, 1965, p. 226. i» “Esta fórmula—señala Eugéne Spullcr—, el partido republicano entero tuvo que adoptarla
4 L'Assemblée Nationale del 3 de enero de 1849, citado por R. Balland, "De rorganisation á bajo la pena de suscribir su propia decadencia" (E. Spuller, Historre partementaire de la Seconde
la restriction", op. a t , p. 91. République. París, 1891, p. 19). El programa que el comité demócrata-socialista de París adopta
5 Remitido por Víctor Hugo a la fecha de febrero de 1849 en Chases mus, (íallimard, París, en el transcurso del banquete del 24 de febrero de 1849, señalaba en su primer artículo que "la
1972, l. ni. p. 125 (Folio). república se encuentra por encima del derecho de las mayorías”. Sobre este pum o, véanse los
6 "Chroniquc de la quinzaine", del 30 de septiembre d e 1848. p. 168. desarrollos del siguiente capítulo.
276 El n t w r o df. la c o n s o ij u a c '.ió n
E l i-oder df ia ultima halahra 277

los demócratas-socialistas son severamente i'oprimid os, y las leyes sobre N o d e se a m o s —le e m o s a llí— la r e v o lu c ió n socialista q u e el su fra g io u n iversal e s­
la prensa y los clubes otorgan al gobi ern o nuevas armas. Queda entonces tab a d e stin a d o a d a rn o s. D e b e m o s e n to n c e s m o d ifica r la o r g a n iza c ió n d e e s ie
muñíante la república conservadora, que culmina a comienzos de 1850 su fragio; p e r o n o d e b e m o s olvid ar ta m p o c o q u e, a u n q u e e sté o r g a n iza d o para
con el voto de la ley Falloux. 11 p r o d u cir la r ev o lu c ió n socialista, el su fra g io u n iversal n o la Iva p r o d u c id o , p e r o ha
Sin embargo, el sentimiento de los conservadores frente al sufragio v alid o m ás q u e su s a u to res. Es p or e llo p r e cisa m e n te q u e ia reform a ele cto r a l tie n e
p o r fin alid ad , n o d estru ir el su fra g io un iversal, sin o so la m e n ie cam biar su o r ­
universal se va a modificar brutalmente a com ¡enzos de 1850. Isx victoria
g a n iz a c ió n .15
de conocidos candidatos montngnards —lle llotte, Vidal e Hippolyte Car-
not—durante las elecciones parciales, el 1 0 de marzo de 1850, provoca
Thiers no abrazará tales sutilezas durante el debate en la Cámara. “Y
una verdadera conmoción en la derecha. La elección de Eugéne Sue en
no me había convertido al sufragio universal —dirá lapidariamente—;
París, el 28 de abril de 1850, en ocasión de otro escrutinio parcial, trans­ puesto que, si bien desde hace dos años me he resignado a muchas cosas,
forma esta inquietud en verdadero pánico. El sufragio universal vuelve no me he convertido a ninguna . " 16 La confusión entre la historia social
a encontrar ahí su carácter perturbador. Desde el 1 de mayo, LeJournal des y la historia intelectual que estructura la la cuestión del sufragio se sim­
Debáis señala que “no es mediante elecciones semejantes como se afir­ plifica brutalmente en mayo de 1850. Todas las precauciones y las pru­
mará la repúblicay sejustificaráel sufragioun ¡versal", deseando que éste dencias se borran; los argumentos jurídicos y las posiciones filosóficas
sea, de ahora en adelante, “ordenado y regulado". Por su parte,/. 'Opinión ceden el paso ante los datos puros de la lucha social y política.
Publique habla enfáticamente de los 128 000 votos por Eugéne Sue, que La manera en que Thiers y Montalembert intervienen en la Asamblea
“han gritado una blasfemia que resonará en el mundo entero " . 12 El mis­ traduce claramente su percepción de los riesgos de la reforma que se va
mo día se establece una comisión de diecisiete miembros —a quienes se aoperar. Thiers expone su punto de vista sin miramientos: el sostenimien­
llamará los Burgraves—encargada de proponer una reforma de la ley
to de la dominación de clase está, a sus ojos, por encinta de la expresión
electoral.'1' La Revue des Deux Mondes comentará con ironía este cambio del sufragio. “Existe uri socialismo imposible”, dice, ya que éste condu­
brusco de la opinión de la derecha. “Considerando el temperamento de ciría a “perder a Francia y perder a toda la sociedad " . 17 Montalembert
una notable porción del partido moderado —escribe—, podemos pensar
mantiene el mismo lenguaje. Efsufragio universal —explica crudamente—
que si, en lugar de ser vencidos en el escrutinio del 28 de abril, hubié­
debe ser modificado si debe desembocar en el soc ialismo. 18 Pero ¿cómo
ramos sido vencedores, muchas personas habrían sido de la opinión de operar este retroceso? La Constitución apenas deja margen de manio­
que el sufragio universal tenía mucho de bueno . ” 14 En retrospectiva la bra. Es, por ejemplo, imposible e inconcebible restablecer un censo. L<i
actitud de los conservadores frente al sufragio universal parecía, en idea que ilota en el aire es más bien la de "organización del sufragio uni­
efecto, singularmente ambigua. ¿Su adhesión había sido puramente cir­
versal”. I. 'AsambléeNationale la lanza en enero de 1850. El remedio,explica
cunstancial? La Revue des Deux Mondes traduce bien en este punto la fluc­ el diario monárquico, no está “ni en la abolición del sufragio universal",
tuación de las posiciones del partido del orden, que oscila entre una crí­ ni en su restricción, sino en su organización regular" . 111 ¿Los medios que
tica teórica y un simple imperativo táctico, para entender la reforma al sugiere? Éstos remiten a las viejas proposiciones legitimistas: sufragio en
sufragio.
segundo grado, voto en la comuna. Pero, paradójicamente, es Lamartine
quien contribuye con mayor eficacia a difundir la consigna de organizá­
11 Sobre osle periodo, véase A. Lebcy, Ijouis-Napnléan liutuipnrtr el le ministre OiUlon Barrot,
1849, París. 1912.
12 L'Optnio» Ihibltqur, 1 de mayo ele 1850. is ¡bitL, riel 14 tle mayo tle 1850, p. 763.
ri' Compte rendu drs stances de l ’AssembUr Nationale Ugislatiw, sesión riel 24 rie mayo tle 1850,
15 Sobre til elaboración de la ley de 1850, véase el largo artículo de R. llullantl, "De l'orga-
nisalion Ala rcsiriction",op. d i., asicom o la tesis de Heñí i Lafcrrióre. La loidu 31 mai 1850, París, l. VIH, p. 149.
1910, y los artículos de P. RapUaél, "I-a loi du 31 mai 1850”, Revue d'Hisloirt Moileme »L Con- i* IbitL, p. 152.
temporaine. u, XIII y XIV, 1909-1910. ■i Véase su discurso del 22 tle mayo rie 185Ü (Compte rendu, op. d t., t. VIH).
I® l.’Asscmblée nationale. 22 de en eio rie 1850, citado por R. Balland, “De l'organisaiion á
H "Chroniquc tle la quinzaine", del 4 de mayo de 1850, p. 761.
la rcsiriciion”, op. ni., p. 116.
278 El poder de la última palabra 279
EL TIEMIX) DE 1^ CONSOLIDACION

ción del sufragio, con la publicación de su obra Lepassé, leprésent, l ’avenir Hemos excluido —dice—a esa clase de hombres cuyo domicilio no podemos en­
contrar en ninguna parte: es esta clase que ya se ha nombrado, la de los vaga­
de la république, a comienzos de 1850, cuya segunda parte consagra a las bundos l...]. Son estos hombres los que forman no el fondo, sino la parte peligrosa
reflexiones alrededor del tema. Como republicano, Lamartine se inte­ de las poblaciones aglomeradas; son estos hombres los que merecen ese título,
rroga sobre el sufragio universal, “esfinge terrible de los tiempos moder­ uno de los más infames de la historia, el titulo de multitud [...] la vil multitud que
nos, cuyo oráculo nadie conoce, siendo éste la vida o la muerte de las ha perdido a todas las repúblicas.25
naciones" . 20 “Es peligroso para el país —escribe—jugar cada tres o cuatro
años a esta lotería de su soberanía, sin estar seguro de antemano de que Los republicanos reprocharán durante 20 años a Thiers ese lenguaje
no extraerá de la urna la ceguera, la demencia y la violencia. ” 2 1 Para lo­ altanero de clase. Más allá de su brutalidad, es revelador de la dificultad
grar este objetivo, le parece prioritario abandonar el escrutinio de lista, que resiente la sociedad francesa a mediados del siglo XIX para concebir
y espera que llegue el día en que sea posible instaurar una elección en se­ la ciudadanía como un espacio real de inclusión. Los miedos sociales y los
gundo grado. Formuladas en el marco de una reflexión a largo plazo cálculos políticos gobiernan todavía como si fueran los dueños. La idea
sobre el futuro de la república, estas ideas fueron retomadas y utilizadas de integración política de las clases populares no aparece aún claramen­
sobre lodo por la derecha, en peijuicio de su autor, para abogar por la te. Numerosos burgueses siguen pensando, al igual que la Ilustración del
urgencia de una reforma. Pero la Constitución no permite retomar al su­ siglo xviii, que una parte del pueblo no se encuentra verdaderamente en
fragio indirecto, cosa que Thiers es el primero en deplorar.2 2 El margen la sociedad.
de maniobra es entonces inevitablemente restringido. La ley del 31 de mayo de 1850 impone finalmente una condición de
La única variable que se puede utilizar constitucionalmenlc es la del tres años de domicilio para obtener el derecho al sufragio, al mismo tiem­
domicilio. El partido del orden concentra entonces todas sus esperanzas po que se extiende un cierto número de incapacidades.2 6 No se trata del
en su manipulación. El domicilio se considera, de golpe, como la más in­ regreso al sufragio censitario, pero ya no es tampoco el sufragio uni­
discutible de las garantías políticas y morales. Para justificar sus méritos, versal. Se inventa la “capacidad domiciliaria”, según la expresión de Ca-
los conservadores de 1850 encuentran los argumentos empleados anta­ vaignac. Los republicanos hablan entonces de 3 500 000 personas ex­
ño para celebrar al ciudadano propietario. La Patrie escribe así que se cluidas súbitamente del derecho al sufragio. La cifra real es ligeramente
trata de dar “el gobierno de Francia a verdaderos ciudadanos, a quienes inferior a los 3 000 000, lo que representaba alrededor de 30% de los
están ligados de una manera estable al suelo que fecundan y a la ciudad inscritos (eran 9 500 000 ep 1849). El retroceso es enorme, de todas ma­
que habitan", y habla de reducir a 3 500 000 el número de los electo­ neras. Se resiente particularmente en las grandes ciudades, ahí donde es
res. 2 3 Esto significa sustraer a casi la tercera parte de los inscritos y retor­ fuerte la movilidad y donde las condiciones de alojamiento son inesta­
nar, grosso modo, a la línea divisoria trazada en 1791 entre los ciudadanos bles; por ejemplo, gran cantidad de obreros vive en esta época en cuartos
activos y los ciudadanos pasivos.24 En la Asamblea, Thiers deja que estalle amueblados. Si departamentos como los Altos-Alpes, Moselle o Yonne
su desprecio y su odio hacia las clases inestables, retomando el tono de pierden menos de 15% de los inscritos, el número de electores excluidos
Saint-Marc Girardin, cuando éste estigmatizaBa la amenaza que los “bár­ se acerca en París a 60%. Es esencialmente la clase obrera urbana, aquella
baros” hacían cernirse sobre la sociedad. a la que aludía Thiers, la que se encuentra así segregada. Completamente
ligada al contexto de reacción política y de fantasma social que la había
visto nacer, la ley de restricción al sufragio permanece flotante, intelec-
20 A. (le l .amaitíne, Le pausé, le présent, Invenir de la république. París. 1850, p. 187.
*1 Ibid.. p. 188.
25 Thiers, discurso del 24 de mayo de 1850 (Compte rendu, op. c it, L Vlll, p. 156).
22 "Hay una manera de corregir f ..] una gran parle de los inconvenientes del sufragio uni­
2b I.as personas condenadas por ultraje o violencia contra los depositarios de la autoridad
versal; es el sufragio en segundo grado, que restablece la jerarquía de las inteligencias", dice el
«c ven privadas del derecho al sufragio, así com o aquellas condenadas por los delitos previstos
24 de mayo de 1850 (Compte rendu, ap. cit., t. VTU, p. 153).
por la ley sobre las aglomeraciones y la ley sobre los clubes, o aquellos condenados por vaga­
23 La Patrie. 3 de mayo de 1850, citado por R. Ballaml, “De l'organisaüon á la restriction",
up. cit., p. 137. bundeo o mendicidad. 1-as condiciones de prueba de domicilio podían además crear dificultades
para la inscripción de los domésticos, los jornaleros o incluso los hijos de familia.
24 Por otra parte, Thiers se refiere explícitamente a 1791 en su discurso.
280 Kl. 11EMPO UK Ij V CONSOLIDACIÓN El- PODER l)E LA ULTIMA PALAltRA 281

tualmente, como una especie de compromiso bastardo entre unos obje­ vadores, e incluso de liberales, que están lejos de haberse convertido a
tivos sociológicos y políticos perfectamente claros, y unos principios que él. Esto se puede ver claramente a comienzos de la década de 1870, cuan­
se dejan en la imprecisión. Los conservadores evitaron cuidadosamente do resurgen todas las nostalgias reaccionarias en una Francia lastimada
llevar el debate al plano filosófico yjurídico. Buscaron sobre todo manio­ y desamparada por la derrota. La revolución de la ciudadanía está aún
brar con el sufragio universal. La Revue des l)euxMondes hace notar, ade­ lejos de verificarse en todas las cabezas.
más, que esta ley sólo constituye el primer paso de un cuestionamiento
que debería ser necesariamente más amplio. “Hacemos por la ley lo que
podemos hacer por la ley —decía—; liaremos el resto por medio de la re­ LA ESFINGE Y LA AMENAZA
visión. ” a 7 En efecto, la idea de revisión constitucional está en el aire y
muchos conservadores esperan encontrar, de esta manera, un modo de El desastre ele 1870 deja a Francia en estado de choque. La severidad de
borrar toda una pane de la experiencia de 1848. la den ota mililar no es la única que se cuestiona. Ui derrota de las armas
La indignación contra la ley es extremadamente fuerte. Un vasto sume a Francia, de manera más radical, en un cuesiionamienlo sobre sus
movimiento de petición moviliza a la opinión democrática, y la cólera de instituciones y sus valores. Su cultura política y su idenl idad parecen ata­
los demócratas-socialistas y de la gran mayoría de los republicanos, se carlas de golpe por la victoria alemana. Algunos meses después de Sedan,
traduce en múltiples manifestaciones. 28 Luis Napoleón, que lia apoyado el estallido de la Comuna reaviva estas inquietudes, haciendo que resurja
la operación, ve rápidamente el partido que puede sacar de este descon­ la vieja cuestión de finales de la revolución francesa. En dos años, un
tento. En otoño quiere demandar que se retire la ley. En un mensaje leído enorme florecimiento de libros y folletos atestigua este desarrollo .80 Para
a la Asamblea, propone restablecer el sufragio universal, y finge sorpresa varias generaciones de intelectuales y polit icos, es tiempo de hacer balan­
ante el número de personas que han quedado excluidas de los derechos ces, es el momento de un vasto examen de conciencia nacional. “Males­
políticos. “La ley del 31 de mayo ha rebasado el fin que podíamos al­ tar", “tribulaciones”, “fracasos", “locuras”: las mismas palabras con que
canzar”, dice, señalando que “esta inmensa exclusión ha servido de pre­ se describía el ambiente de 1870 se repiten incesantemente, 'fatuo en los
texto al partido anárquico, el cual encubre sus detestables designios bajo medios liberales y conservadores (legitimistas u orleanistas), como entre
la apariencia de un derecho que ha sido arrebatado y hay que reconquis­ los letrados burgueses de Le Correspondan!** o de La linnie des Deux
17 Desde el día siguiente del golpe de Estado, se restablece el sufragio
tar ” . *20 Mondes, predominan el pesimismo y la perplejidad. En 1871, al igual que
universal y la ley electoral del 15 de marzo de 1849 vuelve a entrar en vi­ en 1814, todos los equívocos d<r la cultura política francesa salen a la su­
gor. ¿Habría terminado allí la historia del sufragio universal como con­ perficie. L.os miedos sociales y las perplejidades filosóficas se conjugan
quista social y medio político para la integración? Si bien en el derecho para alimentar tanto las nostalgias legitimistas como las incerticlumbres
no habría ya marcha atrás, hay sin embargo un buen número de conser­ liberales. Éstas se anudan en torno a la cuestión del sufragio universal.
Para la gran mayoría de los conservadores y de los liberales, el sufragio
17 "Chronique de la qtiinzaine" del 31 de mayo de 1850, p. 952.
universal es puesto en tela de juicio de la manera más abrupta. Se con-
-HA este respecto encontramos muchos materiales interesantes en las “Petitions ct proles-
tatiotis contre le projet de loi resüicllF du suffrage univcrsel de 1850“, conservadas en los Ar­ 5(1 VéaseCl. Uigcon, La rriseallemantle de la prnsSejraTHaise, IH7I-I9H, París, PUF, 1959. Véase
chivos Nacionales (C 2300 a C 2314). Después del voto de la ley, se asisie a una nueva campaña también A. Bellessort. Les intellectueLs el l'awnrment ile la Truisiéme Répuldu¡ue, Taris. 1931, y M.
de petición que se extiende hastael otoño tic 1851 (véanse Archivos Nacionales: C 2317 aC. 232.3). Mülm, ¡M ínicUecluels devant la dé/aile de IS70, Taris, 1942.
En el Gabinete de Estampas de la Biblioteca Nacional, la collccción de Vinck contiene además sl Revista de los liberales católicos, fundarla en 1829. De 1871 a 1876, Iji Cnrrespoiulanljuaga
numerosos grabados sobre este teína (véanse en particular los niimcros 15943 a 15962 del tomo mi gran papel intelectual. Representa a la deiet.ha moderarla: Gamillo de Mcaiix (el yerno de
Vil, 2, del catálogo). Véase tabién la monografía de R. Iluard, “Ladéfcnse du suft'rage univerxel Monlalcmbci t), Charles de I.acombe, Albcrt tic Broglie. Menos liberal que La Revue des Deux
sous la Sécemele Rcpubtiquc. les réactions de l'opinion gardoisc ct le pétiiionnem eni contre la Murales, Le Correspondan! da entonces el tono tic los sentimientos de la mayoría de la Asamblea
loi du 31 mai 1850 (1850-1851)”. Aúnales du Midi, l LXXXffl, julio-septiembre de 1971. Nacional. Véase C. A. Gimpl, The CorrespondanI and the pmnding o/ the Jrench Thint Kepuhlie,
** Mensaje leído a la Asamblea el 4 de noviembre de 1851 por M. dcThorigny, ministro del Washinlon D. C., The Catholit University oí America Trcss, 1959, y.J. Trndon, "l.'Écolc du Q>.
Interior, citado por |. Glérc, Hisloire du sujfrage uuivenet, París. 1873, p. 101. rrespomtanl", Revue d'Histoire Rolilufue el Conslilntionelle, t. V. abril-junio de 1955.
282 E l TIEMPO DE IA CONSOLIDACIÓN 283
E l. PODER DE LA ÚLTIMA l'AIABRA

vierte en el chivo expiatorio que cataliza todas las angustias y las apren­ contra el sufragio universal, y la violencia de los términos en que se expre­
siones inmediatas a la derrota. En el otoño de 1870, George Sand señala san ciertos autores en privado es asombrosa. Se han citado a menudo, a
ya en su Journal d ’un voyageurpmdant la guerre, “un gran desprecio, una ese respecto, las cartas que Flaubert escribe a George Sand en el otoño
especie de odio doloroso, una protesta que veo crecer contra el sufragio de 1871, y en las cuales vocifera contra el sufragio universal, “verdadera
universal" . 3 2 En algunos meses, y de manera omnipresente, vemos re­ vergüenza del espíritu humano ” . 36 Pero Renán es igual de virulento y va
surgir a toda un crítica al sufragio universal que parecía superada desde mucho más lejos en privado que en La réforme intellectuelle et morale. Cer­
1848. En La reforme intellectuelle et morale, a Renán le faltan palabras lo ca de veinte años más tarde, Paul Bourget recordará en Le disciple (1889),
bastante rudas para estigmatizar aquello que llama la “democracia mal el papel central de esta denuncia para toda una parte de su genei ación.
entendida .Retoma el tono de Guizot de 1847 para denunciar en fórmu­ Tres gl andes temas se superponen, a comienzos de la década de 1870,
las cada vez más banales el carácter “esencialmente limitado” del sufra­ en la cuestión del sufragio: el lugar de las elites en la sociedad y su modo
gio universal. de selección, la naturaleza de la democracia, las formas del Estado. To­
mados por separado no tienen nada de nuevo: cada uno de estos temas
El sufragio universal -e s c r ib e - no entiende la necesidad de la ciencia, la supe­ atraviesa la cultura políüca francesa desde 1789. Pero en 1870 vuelven
rioridad del noble y del sabio [...]. Es innegable que, si fuera necesario atenerse
a un medio único de selección, el nacimiento valdría inás que la elección. El azar
a entrar en fase: se radicalizan y se entreveran al mismo tiempo. La lalta
del nacimiento es menor que el azar del escrutinio [...]. El nombramiento de los de mando durante la ofensiva de 1870 reaviva en principio la dificultad
poderes sociales por medio del sufragio universal directo es la máquina más burda francesa para concebir a la elite y salir de la vacilación entre la perspectiva
que se haya empleado jamás.33 aristocrática y censuaría, y el elogio incondicional de la voluntad general.
Se busca encontrar una nueva vía y hacer contrapeso a la fuerza de la ma­
Multitud de libros y folletos instruyen entonces el proceso al sufragio yoría. “Nuestra salvación -escribe por ejemplo Flaubert- está ahora úni­
universal, 34 al igual que las columnas de Le Correspondant o de La Revue camente en una aristocracia legítima’, yo entiendo por ella una mayoría
des Deux Mondes.*5 1.a crítica desborda además el marco de la discusión que se componga de algo que no sean cifras. En La réforme intellectuelle
política habitual. Durante este periodo se manifiesta un verdadero odio et morale, Renán adopta un punto de vista análogo.

33 G. Sand .Journal d ’un voyageur pm dant laguerre, París, 1871, p. 168 (diario de la fecha de! Francia - e s c r ib e - se ha equivocado con respecto a la forma que puede adquirir
5 dcnovieinbre de 1870). la conciencia de un pueblo. Su sufragio universal es com o un m ontón de arena,
33 E. Renán. I m rifarme miellectuelle et morale. en (Fumes computes d'Emest R enán. Caimunn sin coherencia ni relación fija cnu e los átomos. Con eso no se construye una casa.
Lévy, París. 1.1, 1947, pp. 360 y 385. Sobre estos temas, véanse también sus Dialogues philosopki- La conciencia de una nación reside en la parte ilustrada de esa nación, la cual
rfues. que desarrollan la oposición entre los ideales de la democracia calificada com o “error teo- acarrea y manda al resto. En su origen, la civilización lúe una obra aristocrática,
logico por excelencia (p. 609), y la necesidad de una sociedad regida por la ciencia (véase p.3
obra de un número muy reducido (nobles y sacerdotes), que la impusieron
3* Además de las obras de Gastellane, Guadet, Foulon-Ménas(l, Lachaume, Petit, Sainl-Pé y
mediante aquello que los demócratas llaman fuerza e impostura; la conservación
Paine que serán citadas más adelante, se podrá consultar, más específicamente, de manera selec­ de la civilización es también una obra aristocrática.38
tiva, en m edio de una enorm e producción: E. Naville, I m riforme éleclorale en France, París. 1871, so Carta del 8 de septiembre de 1871, en G. Flaubert, Correspondance. Éd. Rencontre, Lau-
y P. Ribot, Du suffrngc universel el de la souveminrte du pruple, París, 1874.
sana 1965, t. XTV, p. 130 (véanse también sus cartas del 29 de abril, del 6 y el 14 de septiembre,
35 Recordaremos muy particularmente dos grandes series de artículos aparecidos en Le Co- del 4 de octubre de 1871). Sobre la postura de Flaubert, junto con las de Renán y Taine, frente
rrespondant: “Le suflrage universcl", por Dupont-White (cuatro artículos publicados entre el 10 al sufragio universal, se encontrarán buenos comentarios en A. Compagnon, La Troistéme Répu-
de marzo de 1872 y el 25 de noviembre de 1872); “La souveraineté du nombre et le gou- blioue <Us Lettres, de Flaubert á Proust. Éd. du Scuil, París. 1983; R. Pozzi, “La critica al suffragio
vem em ent libre. La loi éleclorale", por J. Paixhans (cuatro artículos publicados del 25 de di­ univeisalc nel pensiero político fiancese del secundo ottocento". Antuils delta Facoltá dt Saenze
ciembre de 1873 al 10 de febrero de 1874). Véase también el posterior: "Le sufTrage universel Poliliche. Universita di Pcrugia. L XIX, 1982-1983; L. Fayolle. “L’arislocratic, le sufTrage universel
et la représetuation des intéréts”, de Gh. de Lacombe, Le Correspondant del 25 de noviembre de ct la décentralisation dans I’ (Euvre de Taine" en R. Pelloux (comp.). Libérahsme. tradUionalisme.
1876 (artículo muy representativo). Para el periodo de 1871-1875, la “Quinzaine polilique" de
iléeentralisation. Armand Colin, París. 1952.
U Correspondant y la "Chronique de la quinzaine" de I m Revue des Deux Mondes constituyen 37 Carta a George Sand d d 29 de abril de 1871, en G. Flaubert, Correspondance. t. XIV, p. b8.
igualmente fuentes muy valiosas para entender los debates en tom o al sufragio universal. 33 Renán, La réforme intelectuelle et morale. op. ciL. L I. p. 371.
284 E l. 1‘ODK.R l)H LA ULI1MA PALABRA 285
El. IIEMI'O ni- LA CONSOLIDACION

La crílica al sufragio universal cataliza de igual manera, durante estos el que estaba apresado solo se había distendido ligeramente en 18(>3.41
años de transición, todas las interrogantes sobre la democracia moderna: Ciertamente, a partir de esta fecha, la vida publica había cambiado de
¿cuál es el campo de la política (sometido al reinado de la mayoría) en naturaleza. De nuevo se sentía que las elecciones podrían volver a adqui­
relación con el de la administración (donde reinan las capacidades)? ¿Có­ rir uu sentido,4a pero todo seguía siendo frágil y vago. Sin embargo, en
mo conciliar liberalismo y democracia, y eliminar la amenaza del cesa- 1871 ya no es igual. El sufragio universal queda, de ahí en adelante, verda­
risino? En un artículo muy penetrante publicado en Le Corresporutant, deramente librado a sí mismo. Se abre entonces prácticamente una nue­
Dupont-While resume claramente el sentido de estas interrogantes libe­ va era, aunque nada cambia en teoría. Muchos liberales y conservadores
rales. “Un vicio terrible de la democracia —escribe—es el de parecerse a percibieron esta novedad como una amenaza, exagerando su carácter y
la teocracia. La democracia cree en sí misma, es decir en la mayoría, al al mismo tiempo dramatizando lo que estaba enjuego en este periodo.
igual q ue la teocracia cree en su Dios [... j. Es necesario que la mayoría esté Es cierto que Francia se encontraba entonces más adclamada que otras
cié un lado y el gobierno del otro; esta división es tan capital como la de naciones. En 1871, el sufragio universal está aún lejos de ser institucio­
lo espiritual y lo temporal. ” S9 Detrás de la cuestión del sufragio viene nalizado en Europa. Italia sólo cuenta en esa época con 500 000 electores
igualmente la de la organización de los poderes y el papel de las comunas y el segundo Reform Bill inglés de 1887 —que hace aumemar el número
como estructuras naturales de la vida colectiva. Se reprocha entonces al de electores de 800 000 a 2 500 000—se consideró del otro lado del canal
sufragio el engendrar una relación demasiado abstracta con la política, de la Mancha como un verdadero salto a lo desconocido. Es verdad que
atrayéndola casi naturalmente hacia la sola gestión del Estado, y se bus­ en Alemania se ha introducido el sufragio universal masculino, pero éste
can formas diferenciadas de participación. sólo funciona en el nivel del imperio, permaneciendo restringido para
La cuestión del sufragio universal está entonces, de alguna manera. las elecciones en los estados. Incluso en Estados Unidos subsisten muchas
solrreinvestida en ese periodo. A partir de este hecho adquiere su centra- restricciones de hecho en numerosos estados, trátese ya de condiciones
lidad. Todo ocurre en 1870 como si un siglo de cuestionamientos sobre censitarias o de pruebas de alfabetización.
la democracia francesa se cruzara y se simplificara, dando a los debates Tras la caída del Segundo Imperio, el sufragio universal vuelve a en­
sobre el sufragio un carácter apasionado, paradójicamente mucho más contrar una dimensión enigmática. El carácter inesperado de los resul­
encendido en 1871-1872 de lo que era en 1847-1848, o incluso bajo la Res­ tados electorales contribuye a hacer de ellos una fuerza de sorpresa. El
tauración. 8 de febrero de 1871, el país elige una Asamblea poblada tic legitimistas.

En 1871, el sufragio universal sigue siendo, por otra parte, una insti­
tución nueva y aún no ha adquirido su verdadera independencia. De 1848 41 Véanse por ejemplo las reflexiones de Louis de ( '.ame en “1.c suflragc nnivcrsel ct la dic-
a 1851, apenas ha librado sus primeras batallas. Las elecciones de 1848,
Í
tadui c”. “ Para nosotros —escribe—la experiencia apenas comienza | ... J. De 1848 a 1868. el sufra­
y sobre todo las de 1849, habían expresado negaciones y ansiedades, más gio universal funcionó en condicioncsancccpcionales que no pudieron dejar de m odilkai su
verdadera fisonomía" (l-e Correspondanl, 25 de julio de 1865, p. 697).
que opciones positivas. Bajo el Segundo Imperio, era innegable que ya
se había logrado un cierto aprendizaje. Pero las elecciones seguían sien­ ** De ahí lodo un primer lloredm iento «le folletos «>«le artículos soln e el sufragio. Su tono
es de interrogante y de medida. Es la perplejidad la que domina. Además del al íenlo de Louis
do ampliamente controladas por la Administración, que designaba can­ de Carné. “Le suffrage univcrscl ct la dictadm e", véanse-, igualmente en Le Cmrespondant. “La di-
didatos oficiales. El sufragio universal sólo había existido enmarcado y plomatie du suífrage uniyersel" (25 de enero de 1808) y “Les lamliilatures offiriellcs: leurs
canalizado; no había sido verdaderamente amo de sí mismo.'10 El corsé en tlangers" (10 «le abril «te 1868), ¡«ir Albert «le Liioglie, así com o dos artículos de L. «le Gaillnrd-.
“La candida! ure ollicielle en Flanee" (25 de diciembre de 1863) y “Le suffrage univcrscl et les
parlis’ (25 de julio de 1869). En La Remudes f)eux Mondes, cinco artículos son particularmcnte
interesantes: "Ixs éleclions de 1863", por Charles de Rémusai (J5 de julio de 1863); “la-,s biis
!WDuponi-Whitc, “Le sutfragc univcrscl" (primer articulo), Le Corresponitant, 10 «le marzo el les imriirs electorales en Franca-", por A. I.clevre-I’ontalis (I de diciembre de 1863); “Du
«te 1872. p. 871. snlTragc univcrscl. h propos d’un livre de M. Stuart-Miir, ¡«ir el iliu|iie de Ayen ( I de julio de
« Véase J. Rolir, "1a candiilaiure ofliciellc sous le Sccontl Empirc (1852-1870)“, memoria 1863); "El democratie et le suffrage nnivcrsel*, pm E. Duveigici de Hauramie ( I y 15 tle abril
de DES de ciencias políticas. I-acuitad de Derecho y de Ciencias Económicas, París, octubre de de 1868); “1c sullrage univcrscl dans l’avcnir ct le droit de rcprcsciuaiion des minorités”, por
1963 (se puede consultar en la biblioteca de Cujas). 1- Auhry-Vitei (15 de mavo de 1870).

i f
286 E l. I'IEMPO DE LA C.ONSOIJUAI.IÚN 287
El p o d e r df. i a u l t im a pa l a b r a

llevando de nuevo a los escaños de la nueva Cámara a más representantes siones, y el vuelco que ella implica de la población rural hace temblar
de las grandes familias de los (jue nunca tuvo la monarquía dejulio; pero tanto a los conservadores como a los republicanos.
desde el verano de 1871, las elecciones parciales invierten esta tendencia Esta percepción del carácter enigmático del sufragio universal encuen­
y en 50 departamentos se aplasta a estos notables bajo el peso de los votos tra su prolongación en el lenguaje. En muchos casos, se utiliza como
republicanos. En los medios liberales y legitimistas, el miedo a lo desco­ sustantivo. “El sufragio universal lia hablado”, “el sufragio fue pronun­
nocido vence cualquier otra consideración. No es tanto un voto de clase ciado", “el sufragio ha resurgido”, “el sufragio ha vuelto a llamar”: estas
o un voto político lo que se teme, como un resultado imprevisible. “Tene­ expresiones se encuentran frecuentemente en los comentarios electora­
mos frente a nosotros algo inaudito y soberano —escribe Dupont-White les del periodo. Como si la palabra “sufragio universal” no designara tan­
en 1872. ¿Podemos prever los efectos de una fuerza ignorada aún por ella to un procedimiento como una fuerza viva, casi una persona anónima.
misma, que tiene tal curso ante sí, y recuerdos, rencores de tan largo En la literatura republicana, “sufragio universal” se emplea incluso a me­
aliento ? ” '13 De 1871 a 1874, bis sorpresas que reservan ciertas elecciones nudo como sinónimo de “pueblo” (esto es en particular muy impresio­
parciales no hacen sino reforzar esta percepción del sufragio universal nante en el lenguaje de Gambetta). La asimilación del sufragio universal
como una fuerza misteriosa e incontrolable, verdadera esfinge de los a una figura enmascarada y soberana a la vez45 remite al universalismo
tiempos modernos. Este es el caso, particularmente, de la primavera de abstracto de la cultura política francesa. El sufragio aparece como una
1874. El cronista de Le Correspondunt da entonces libre curso a su moro­ figura indefinible e inaprehensible. No existe nada semejante en Ingla­
sidad, en términos que representan el estado de ánimo dominante en los terra o en Alemania, donde siempre se siente la presencia de las clases
medios conservadores. y los intereses en el procedimiento electoral.
En aquellos años encuentra su razón de ser el desarrollo de un esfuer­
El sufragio universal —escribe—es una fuerza extrañamente misteriosa, cuyos ac- zo de conocimiento estadístico aplicado a la materia electoral. Para dis­
los, a ojos incluso de los más sagaces, son m enos oscuros <]ue las voluntades [...].
Se hacen conjeturas para adivinar los secretos de su preferencia; se quiere obtener
minuir la incertidumbre del sufragio y dar forma a sus movimientos, muy
de esta incertidumbre enseñanzas precisas y seguras; se pretende, entre tantas pronto se buscó en Francia desarrollar la estadística electoral. 46 De ella
causas variables, entre tantas apariencias cambiantes o pretextos ilusorios, des­ se esperaba que pudiera compensar, en el orden del conocimiento, la
cubrir la ley que regía el acontecimiento; se abusa de las cifras, se les da un nuevo opacidad engendrada por el universalismo abstracto de la cultura polí­
valor; se indican los medios infalibles que hubo que emplear o que conviene re­ tica francesa, y así reducir la fuerza misteriosa del sufragio. Los primeros
servar para el futuro; no son, ajuicio de ios partidos, sino comentarios ingeniosos, trabajos de esta clase se publican bajo el Segundo Imperio, cuando los
errores complacientes, remordimientos inútiles, consuelos vanos o reproches vio­
republicanos buscan entender su dificultad para abrir una vía electoral.
lentos. ¿Y qué se sabe exactamente, en medio de todas estas dudas y estas con­
tradicciones? ¿Qué se sabe con toda certeza de la doble elección del í de marzo, Así, F. Herold publica en Le Siécle del 7 de diciembre de 1863 un estudio
si no es que el sufragio universal ha engañado ahí dos veces la previsión del para analizar la contradicción entre el voto de las ciudades y el del cam­
público?44 po .4 7 A comienzos de la década de 1870, algunos periódicos trataban de
1
Se teme en primer lugar a la incertidumbre, que parece entonces indiso- 4!i Véase L. ele Gaillard. "Le sullragc univcrsel el les partís", Le Correspondant del 25 de julio
ciable del régimen democrático. En cierta manera, ésta parece casi más de 1869: “Sociedad, gobierno y partidos, a nadie le gusia verse al alcance de un juez anónimo,
amenazante en su esencia que por los resultados a los que pueda condu­ todopoderoso, irresponsable y transitorio. Se quiere creer y no se deja de repetir que ese juez
es el país, pero en el fondo, cada uno se dice que su verdadero nombre es el de desconocido.”
cir. Esa misma primavera, la elección sorpresiva en Niévre del barón de 4fi F.1 término de "estadística electoral" parece haber sido empleado por primera vez en 1848
Bourgoing, un antiguo caballerizo del emperador, cristaliza estas apren- (véase A.-J. Tudesq, L ’étecíion présidentielle de Louis-NapoUon Bonaparte, op. cil., que señala un ar­
tículo aparecido bajo este título el 17 de diciembre de 1848 en Le Memorial Bordelais).
47 Retomado en F. Herold, Le vote des villes, elude de stalislUjue électorale, París. 1864. Tras ha­
4:1 Dupont-White, "Le suffrage univcrsel” (primer artículo), Le Correspondant, 10 de marzo cer notar que el voto contra los candidatos oficiales era importante sobre todo en las ciudades
de 1872, p. 857. tle más de 40 (H)O habitantes, el autor señala que “mientras más libre y claro es el sufragio uni­
44 A. Boucher. “Quinzaine poliuqtic". Le Correspondant del 10 de marzo de 1874. versal. los resultados electorales son más favorables a la democracia liberal" (p. 16).
E l. PODER DF. 1.4 ÚLTIMA PALABRA 289
288 Kl. TIEMI'O IJK 1.4 CONSOLIDACIÓN

objetivar el debate sobre el sufragio universal. En enero de 1874, Analole leyes constitucionales, que constituyen para los republicanos el proble­
Dunoyer publica un ensayo de “Statistique du suffrage universel” en La ma esencial, Dufaure —un hombre de centro-izquierda cercano a Thiers—
Revue Politique et l.ittéraire***8"Sepamos quiénes somos y qué somos”, se presenta el 19 de mayo de 1873 un proyecto de ley electoral política. Sin
fija como objetivo. En el mismo año, el economista Léonce de Laverge, volver a cuestionar el principio del sufragio universal, ni tocar el reque­
un hombre de centro-derecha, anima una discusión en la Sociedad de rimiento de la edad de 2 1 años, prevé algunas restricciones que condu­
Economía Política sobre el sufragio universal y la propiedad, esbozando cen a una especie de término medio entre la ley del 15 de marzo de 1849
una sociología económica del electorado . 49 Se trata así de situar a las cla­ y la del 30 de mayo de 1850: condición de domicilio extendida a dos
ses detrás del número; se intentan captar las regularidades detrás de la años, ampliación de lós casos de incapacidad y privación del derecho
elección de los diferentes partidos .50 Será necesario ese trabajo de aná­ electoral.5 2 Estas propuestas le parecen demasiado avanzadas a la mayo­
lisis para que el sufragio produzca plenamente sus efectos integradores, ría de la Asamblea, y Thiers debe retirarse el 24 de mayo. Para los libe­
restituyendo al ritual político su densidad sociológica. rales de derecha y los legitimistas, la cuestión electoral es la clave de to­
do. La elección en París de Barodet, un republicano radical apoyado por
Gambetta, el 28 de abril de 1873, confirma sus aprensiones. Que un ra­
EL CATALOGO DE LAS NOSTALGIAS dical desconocido pueda ser elegido con 45 000 votos de ventaja sobre
Rcrnusal, apoyado sin embargo por republicanos como Littré, cimbra
Las elecciones para la Asamblea Nacional del 8 de febrero de 1871 fue­ profundamente a la derecha. En esta ocasión, la derecha y la centro-dere­
ron organizadas sobre la base de la ley electoral del 15 de marzo de 1849: cha se radicalizan, y el sufragio Universal se encuentra entre los primeros
sufragio universal masculino pata los adultos de 2 1 años, escrutinio de acusados. Parece que se ha regresado a la primavera de 1850. No se trata
lista departamental con voto en la cabecera de distrito. Se quiso romper más que de buscar “reprimir la democracia", “contener a la mayoría”,
con la practica del escrutinio uninorninal de distrito del Segundo Im­ “conjurar el peligro social”. Las perplejidades filosóficas y el temor al ce-
perio, que seguía estando ligado, en la memoria, a la práctica de las candi­ sarismo se duplican así en la primavera de 1873, a raíz de una verdadera
daturas oficiales. El gobierno provisional juzgó así imposible un retorno histeria política. ¿Pero cómo conjurar las amenazas que, se afirma, son
a la ley electoral del 30 de mayo de 1850. Los republicanos quedaron tan apremiantes? La derecha se encuentra en una posición delicada. La
satisfechos con esta situación: el sufragio universal se encontraba confir­ perspectiva de la fusión monárquica sigue efectivamente abierta aún, y
mado y el escrutinio de lista era, a sus ojos, la condición para un voto po­ i
es entonces importante poner al día toda discusión de orden constitucio­
lítico libre de la influencia de los notables locales. Aun cuando el decre­ nal. Debatir sobre la Segunda Cámara o sobre la organización de los po­
to de convocatoria del 29 de enero de 1871 tiene, en esencia, un carácter deres públicos parece prematuro en tanto no se zanje la cuestión del
provisional, los republicanos no tienen prisa entonces en legislar sobre régimen. Casi de manera mecánica, la legislación electoral no adquiere
la cuestión electoral.5 1 Sin embargo, en el marco de la preparación de las sino más importancia. El cronista político de La Revue des Deux Mondes
escribe así, tras la caída de Thiers: “Si desean hacer una obra real y esen­
cialmente conservadora, que se pongan a elaborar una ley electoral. ” 5 3
** La Revue I'olitiqueet LitUrairr (1.a “Revue Blcuc") del 8 de enero de 1874, pp. (>41-64.8.
10 Véase la rana de I.co n te de Lavergne publicada en el m oño «le 1874 en LeJournaldes Reo-
nomistes y reproducida en ! jí Temps del 4 de diciembre de 1874.
electoral, no demanda nada; la aéépta, la padece, pero en su día y su hora, cuando todo el resto
st>I o s intentos de “estailísticaelectoral" d c e sie peiiod o siguen siendo aún muy toscos. Ha­
esté reglamentado" (pp. 1077-1078).
brá «pie esperar a lienri Avcnel, Cnmnimt jmtr la l'rumr. Dix huil ans de suffrage univerxel (1876-
8í Además de las restricciones usuales que conciernen a la incapacidad de quienes están en
1893). París. 1894, para «jue esta estadística electoral progrese significativamente. Éste es verda­
quiebra y de los condenados, el proyecto de Dufaure negaba el derecho al sufragio a los Indi­
deramente el texto lumladoi de la sociología electoral.
viduos admitidos en los hospicios, hospitales u otros establecimientos de asisten«:ia pública, así
5* L« “Setnaine politique" de La Rnrur Pahtiifur rt LiUrraire del 16 de mavo de 1874 resum e
com o a los individuos condenados por vagabundeo y mendicidad.
claramente el punto «le vista republicano: “listamos en una república, deseamos permanecer en
88 Charles de Mazade, “Chronitpte politique" del 4 de junio de 1873, La Retnie des Deux Mon­
ella: la ley electoral actual, si «ai necesaria, nos bastaría jierlértamcntc |.„1. La izquierda pidió
des. 1873, t. IV. p. 962.
la ley sobre la transmisión de poderes y la lev sobre la Segunda Cántara, lin cuanto a la ley

¡I I»
290 E l. rtKMPO DE LA CONSOLIDACIÓN El io d e r d e la ú l t im a p a ia iik a 291

Una nueva comisión de examen de las leyes constitucionales, llamada los poseen en mayor medida que algunos bachilleres. Sería peligroso basarlo en
Comisión de los Treinta, es elegida por la Asamblea el 4 de diciembre de los diplomas; lodos los ambiciosos y los desclasados están por lo general provistos
1873. Está dominada por los legitimistas, y se consagra prioritariamente de ellos. F.n cuanto a la fortuna, ésta no es la representación exacta de los inte­
reses.58
a la discusión de una ley electoral política. 54 ¿Su finalidad? Se trata abier­
tamente de “reaccionar contra la ley de la mayoría", como dice de ma­
Ya se percibe que hay algo irreversible en las formas que puede adqui­
nera explícita Batbie, relator de la comisión.5 5 56Está en la misma longitud
rir la democracia francesa.
de onda que el duque de Broglie, que había dejado caer, con su manera
elegante y desdeñosa: “El sufragio universal carece de sentido de la vista; El derecho al sufragio es una función, no es un derecho absoluto —explica así Gri-
sólo tiene sentido del tacto . ” 5 5 Pero ¿cómo depurar este sufragio univer­ vart. Pero no se le puede mutilar, ni suprimir; sólo se puede organizar. Si la
sal que tanto se teme y alejar a estos “nómadas”, estos "incapaces” y estos Asamblea lo modificara en su esencia, levantaría una temible resistencia en el país.
“malhechores" que se cree ver merodear alrededor de las urnas? ¿Hay La institución del sufragio universal es sin duda una desgracia, pero existe desde
que retom ar a una forma de sufragio censitario? Muchos conservadores hace veinte años. Ha echado profundas raíces en el país [...J. El sufragio restrin­
lo piensan, en el fondo, pero ninguno se atreve a decirlo en voz alta. 5 7 Se gido no ofrecería quizá más garantías. Es entonces necesario conservar el sufra­
gio universal, pero hay que corregirlo, temperarlo y darle un contrapeso.59
percibe cuán explosiva sería una inarcha atrás demasiado brutal, pero
también en el fondo se duda. Las reflexiones de los miembros de base
de la Comisión de los Treinta, durante las primeras sesiones, son sobre ¿Cómo “arreglar” entonces el sufragio universal sin negarlo? El mar­
este punto tanto más interesantes, en cuanto que se formulan con la gen de maniobra es estrecho. A veces se contentan sólo con jugar con las
libertad de tono que ese marco autoriza. palabras. Algunos hablan de un “sufragio universal que ya no ultraje a la
razón”50, y los legitimistas han tomado la costumbre de escudarse tras
Sería peligroso —dice así Tallón, uno de ellos—atentar contra el sufragio universal la noción un poco sibilina de un “sufragio universal practicado honesta­
que ha entrado a nuestras costumbres. El país se adhiere a él. Al mutilarlo, se mente ” .6 1 Para corregir el sufragio universal y mejorarlo, la minoría libe­
despertarían pasiones y nos atraeríamos crueles decepciones. Fundarlo sobre las ral de la Comisión calcula que bastan las garantías de la edad y el domi­
capacidades y la fortuna es un falso sistema. La capacidad es difícil de establecer. cilio, al no parecer ya eficaces las de capacidad y fortuna. Pero la mayoría
Aunque reside en el sentido común y en la razón, vemos personas iletradas que legitimista encuentra estas precauciones insuficientes. Desea inscribir el
sufragio en una filosofía de la representación de los intereses y ve en la
54 l a “comisión relativa al examen de las leyes constitucionales*, llamada Comisión de los restauración de un sufragio en segundo grado la corrección necesaria al
Treinta, fue elegida por la Asamblea el 4 de diciembre de 1878. tz>s trabajos de esta com isión sufragio universal.
constituyen una fuente fundamental para la historia política tle los com ienzos de la Terrera Durante el invierno de 1873-1874, la Comisión de los Treinta procede
República. Las transcripciones de las reuniones de esta comisión han sido conservadas en los
Archivos Nacionales bajo tres registros (C* II til 1-612-613), que no han sitio nunca objeto de
aúna verdadera revisión de todas las técnicas electorales imaginables. ¿El
un estudio sistemático (reuniones de diciembre de 1873 a maytj^de 1875). sufragio en segundo grado? Antoine Lelevre-Pontalis defiende vigorosa­
59 Las intervenciones de las primeras sesiones de la comisión constituyen un verdadero mente esta idea en la Comisión. Los dos grados permiten canalizar el su-
florilegio tle criticas dirigidas por los conservadores al sufragio universal. Éstas se expresan con
mayor franqueza en tanto que las deliberaciones son normalmente secretas. Combicr considera
“un funesto regalo el sufragio universal que contiene en su seno tantos elem entos que fácil­ 58 Guaría sesión, 17 de diciembre de 1873 (las irucivcncioncs en la Comisión de losTreim a
m ente excitan o seducen"; Chesnelong denuncia a “la mayoría opresora": Tailhant opina que se citan aquí a partir de las trascripciones manuscritas).
“el sufragio universal no ha sido sino un peligro y una mentira"; Cézanne fija com o finalidad 59 Séptima sesión, 24 de diciembre tle 1873.
“derrocar a la tiranía de la mayoría"; L uden Bniu señala que “el sufragio universal es un hecho «o La expresión es de J. Foulon-Ménard, b'anclions de l'État Queltes sont teun limites? Quetle
de una igualdad tan brutal que constituye una desigualdad flagrante". est leur notare? dora la sacieli modeme, Nantes, 1871. El autor publica com o anexo un proyecto de
56 Citado por G. Hanotaux. Histoire de la trance roníemparaine, l'aris, s.f„ 1 .11, p. 467. ley—“Sufragio universal que ya no ultraje a la razón"—, proponiendo un voto en segundo grado
57 El primer presidente, Gilardin, que publica en La (m ulte cica Tribunaux dos artículos que y la instauración de un voto plural. Renán citará la obra con muchos elogios.
causarán sensación (29 y 30 de diciembre de 1873), es una de las únicas personas que reclaman •*1 La expresión la emplea en su Manifesté el conde de Chambord del 5 dejulio de 1871. Ésta
públicamente el retorno a un sistema censitario. regresa incesantemente en boca de los miembros de la Comisión de los Treinta.
292 Kl IIEMPO nF. LA c o n s o l id a c ió n Kl. PODER Dfc. IA Úl.rtMA PALAHKA 29S

Iragio y dirigir el Cuerpo electoral sin constreñirlo formalmente. Ya los partidos o el gobierno: sus partidarios estiman que es un medio equi­
varias obras publicadas en 1871-1872 habían ponderado los méritos de tativo y transparente para depurar a la mayoría. Señalaremos de manera
esta lórmula: Dusuffrageuniversel et de la manieredevoler(\872), de Ilippo- significativa que otros miembros de la Comisión de los Treinta. Pradié
lyte Taine; Du suffrage universel el deson application d ’aprés un mode nouveau y el vizconde de Meaux, sugerían como posible sustituto del voto indi­
(1871), de Joseph Guariel; Fonctions de l ’lítat (1871), de Joseph Fulon- recto la formación legal de comités preparatorios de las elecciones. Com­
Ménard; Kssai sur Forganisation du suffrage universel en Frunce (1872), del puestos de notables y de propietarios, estos comités habrían tenido por
marqués de Castellane. Los argumentos de los partidarios del voto indi­ función registrar las candidaturas, escuchar su profesión de fe. organizar
recto no varían. La masa de los electores, dicen, es aún ignorante, incapaz los debates, formular recomendaciones y velar por la sinceridad de las
de apreciar el valor de los candidatos; pero esta masa está completamen­ elecciones.6*
te en condiciones de distinguir a los hombres más inteligentes y más ca­ Esta modernización de la argumentación a favor del sufragio en se­
paces, los cuales compondrán un Cuerpo electoral ilustrado. No se sale gundo grado no debe engañarnos, sin embargo. Es periférica dentro de
del teorema de Montesquieu, vuelto a formular elegantemente por Toc- la visión de los legitimistas de la Comisión. El sufragio indirecto sigue es­
queville a mediados del siglo. Y son siempre las mismas metáforas de la tando inscrito en una visión nostálgica de las relaciones entre el buen
filtración y la depuración las que se emplean para ponderar los méritos pueblo y sus elites naturales. “Cuando la fábrica, el castillo, el presbiterio,
del sufragio en segundo grado. Pero 25 años de experiencia del sufragio hayan cumplido con su deber —dice uno de ellos—, el campesino, el obre­
universal directo proporcionan también nuevos argumentos. ro, la mayoría en una palabra, seguirá y los imitará. ” 64 El mundo legi-
timista sigue aún enganchado a esta imagen paternalista del dueño del
En pro de la sinceridad y el respeto a la elección -señala Leíevre-l’ontalis—, hay que castillo y no comprende la democracia política moderna sino como una
alejar y excluir lo más posible a la mayoría. Sobre lodo, hay que prevenir los arre­ actualización y una prolongación de las relaciones sociales tradicionales.
batos de las reuniones electorales en los que la multitud se deja arrastrar por dis­
En esta sensibilidad se encuentra toda una tradición folclorisla de dere­
cursos a menudo vacíos de sentido. Hoy en día, el sufragio universal está falsi­
ficado: son los delegados quienes se abrogan el derecho de dirigir las elecciones. cha que busca revivir las costumbres de un pueblo llano arraigado a su
Fuera de ellos, no podría hacerlo sino el gobierno, y no queremos retornar a los parcela, fiel a sus viejas tradiciones, deferente hacia sus amos, quienes
abusos de la candidatura oficial.w aceptan a cambio comportarse como guías y bienhechores. Esta visión
sociológica del sufragio indirecto distingue adenitis lógicamente las elec­
Estos rápidos señalamientos llaman la atención. Sugieren, en efecto, ciones locales de las elecciones políticas. Si bien las segundas son necesa­
un embrión de reflexión sociológica sobre la organización de la demo­ riamente de segundo grado, muchos conciben que las primeras se po­
cracia. En estos comienzos de la década de 1870, algunos adversarios del drían efectuar directamente, estando en ese caso el elector cerca de sus
sufragio universal directo son orillados a desarrollar una reflexión com­ intereses, al tener un conocimiento personal de las personas a elegir.
pletamente original para los efectos de su demostración. Para defender Para los legitimistas, ya se Iva dicho, el voto en segundo grado está ligado
el voto indirecto, tratan de demostrar que en 25 años no ha habido nun­ a una visión arcaica de la relación entre el pueblo y los notables. De ahí
ca sufragio directo “puro” y que procedimientos formales (el sistema de el equívoco, tanto en 1871 como ya había ocurrido en 1817, en su acepta­
las candidaturas oficiales bajo el Segundo Imperio) o informales (los co­ ción del sufragio universal. Cuando el conde de Clvambord se refiere en
mités electorales) han organizado siempre de hecho las candidaturas y su Manifesté del 5 dejulip de 1871 al “sufragio universal honestamente
constituido un escalón intermedio entre el elegido y el elector. En esta practicado", no se adhiere de ninguna manera a Gambetta. En un texto
perspectiva, el sufragio en segundo grado es un instrumento de morali­ dirigido a sus electores, Gabriel de Belcastel, un legitimista miembro de
zación, autonomización e incluso democratización de las opciones elec­
torales. Ofrece una alternativa al encuadramiento de la vida política por
•» Véanse las sugerencias del vizconde de Meaux formuladas en la sexta sesión, el 22 de di-
eiembre de 187$.
Sesión vigésima primera, 2 de febrero de 1874. M WadrUngtnn, séptima sesión, !M de diciembre de 187$.
294 El PODER DE 1A ÚLTIMA PALABRA
295
E l. TIEMPO DE IA CONSOUDACIÚN

la Comisión de los Treinta, escribe: “En el manifiesto del ‘rey’, la expre­ fragios inscritos en su cartilla. Así, en la misma casa, el doméstico soltero
sión de sufragio universal debe ser entendida en un sentido que aleje los expresaría un solo sufragio, mientras que el amo casado, padre de fami­
peligros. ” 155 Para alejar estos “peligros", los legitimistas de la década de lia, doctor en medicina y contribuyente tendría hasta diez votos. 70
1870 buscan mayoritariamente corregir el sufragio universal desde la Al lado de este voto plural, se desea también establecer un sistema de
perspectiva de una representación de los intereses. representación de los intereses para conjurar a la mayoría. La idea está
El sufragio universal, opinan estos señores, es una fuerza amenazante en el aire y seduce en los círculos que rebasan ampliamente los del legiti-
porque es ciega, indeterminada. A lo que se teme es a la suma mecánica mismo, encontrando incluso, según el Manifesté ríes Soixante, un sólido
de los individuos, a la mezcla informe de las opiniones y las voluntades, eco en los medios obreros. Fustel de Coulanges, el historiador de La cité
que se ve como portadora de tiranía y sujeta a todas las manipulaciones. antique desarrolla también esta tesis.
La idea de descentralización marcha por esta razón viento en popa a co­
mienzos de la década de 1870. Por otra parte, una comisión de reforma N o hay suficiente unidad en la población francesa para que se pueda exigir que
tenga los mismos diputados y la misma opinión —explica. La sociedad moderna
en ese terreno, presidida por Odilon Barrot, había sido establecida desde está compuesta de elem entos muy complejos. N o somos un pueblo; som os diez
la primavera de 1870.66 Se piensa que descentralizar permitirá construir a quince pueblos los que vivimos en el m ismo territorio, que nos mezclamos, pero
verdaderas comunidades, alejando así el espectro de la masa indife­ que diferimos en intereses, costumbres, manera de pensar e incluso en el lengua­
renciada, construyendo la nación de manera orgánica para formar algo je. ¿No es natural y justo que cada uno de nosotros elija a aquellos que deberán
que no sea ese “montón de arena” denunciado por Renán , 6 7 o esta “es­ representar nuestros intereses y apoyar nuestros derechos en la asamblea común
pecie de papilla gelatinosa" vomitada por Gobineau .68 Se desea exorcizar [...]? La fuente del mal no es el sufragio universal; porque el sufragio restringido,
que se ha intentado varias veces, no ha demostrado una mayor inteligencia polí­
a los mismos espectros reorganizando el derecho al sufragio. La finalidad tica. £1 mal estriba en que nos preocupamos en exceso por teorías puras y abstrac­
—explican los Treinta—es “controlar las fuerzas sociales”, “organizar la ciones, y que, restringido o universal, el sufragio se extravía siempre del lado de
representación de los inLereses sociales”. ¿Cómo? Estableciendo de en­ las quimeras. El remedio consiste en llevarlo de vuelta al lado de los intereses.71
trada un sistema de voto llamado “plural”, para dar una densidad cuali­
tativa a la boleta de votación. Combier y Belcastel desean, por ejemplo, Para hacer contrapeso a la mayoría y representar los intereses, algunos
atribuir votos suplementarios a los hombres casados y padres de familia. piensan sobre todo en el establecimiento de una segunda cámara. Es el
El marqués de Andelarre encuentra la liga con la vieja idea de la ley del punto de vista de los liberales o de republicanos conservadores. Étienne
doble voto al sugerir que se otorguen votos adicionales en proporción a Vacherot, autor de La démocratie, que representa con Laboulaye el ala iz­
la contribución predial. Otros, finalmente, proponen dar votos especí­ quierda de la Comisión de los Treinta, señala: “Todos queremos la cons­
ficos a los titulares de ciertas profesiones o ciertos diplomas. El voto titución de una segunda cámara. Es ahí donde hay que aplicar el correc­
plural —algunos hablan también de voto “compuesto” o de voto “numé­ tivo al sufragio universal y la representación de los intereses y de los
rico”'59—autoriza a cada elector a depositar tantas boletas como tenga su-85 elementos conservadores de la sociedad . ” 7 2 Pero los legitimistas quieren
ir más lejos y desean que la propia Cámara de Diputados sea elegida so­
bre la base de los intereses y las profesiones. Muchos se refieren, por
85 C. de Belcaslel, Á mes electrón. Cinq ans de vie politiqne, votes principaux, praposition, lettres
el discours, Tolosa. 1876, p. 35.
M Véase B. Basdcvant-Gaudemct, lj¡CummisswniieI)iknttralual¡nnde 1870, puf, París, 1973. ---------- 1
117 “Un m ontón de arena no es tina nación; ahora bien, el sufragio universal sólo admite el escribe por su piu le Édouard Petit. “N o priva a nadie del derecho a votar, y eleva las inteli­
montón de arena, sin cohesión ni relaciones fijas entre los átomos" (C.arta a Berthelot tlel 26 gencias" (É. Pctit, Quetques mois sur ta platique du suffrage unwersel, París, 1873, pp. 7 y 8).
de febrero de 1871). 70 Este .sistema de voto plural funcionó en un m om ento en Bélgica; véase E. Villey, Législalion
liHA. de Gobineau, La Troisimne Ht'publiquefranfaise el ce rpt elle vaul, París, 1907, p. 108. ilectoralc comparée. des pnncipaux pays d'Europe, París, 1900, pp. 95-99.
Wl VcaseJ.-B. Lachaume. el título de cuya obra es todo un programa: Le suffrage universo! ralw- 71 Carta de 1871 al director de La Revue des Deux Mondes, publicada en Kr. Hartog, Le XlXe
nalisé nu suffrage universel transformé en suffrage cmsitaire, san cesser d ’ctre universet, antrement dit siiele el l'histoire. Le cas Fustel de Coulanges, PUF, París, 1988, pp. 276 y 280.
suffrage composite, Parí*, 1867 (reed. Mácon, 1878). “F.l voto numérico es el remedio supremo". 77 Cuarta sesión. 12 de diciembre de 1873.
296 El n n w fo i>f. la consolidación EL PODER DE l- \ ULTIMA I'AIj MIRA
297

ejemplo, directamente a la ley prusiana que se encuentra entonces en vi­ EL TIEMPO DE LA RESIGNACIÓN
gor y proponen dividir, en el nivel de la comuna, a los eleciores en tres
categorías, de las que cada una corresponde a un lerdo del contingente En marzo de 1874, Léon liatbie presenta las conclusiones de la Comisión
de las contribuciones directas de distribución. El primer tercio, compues­ de los Treinta sobre el proyec to de ley electoral.71’Todas las proposicio­
to por los contribuyentes mayores, no tendría así más que un pequeño nes que se han debatido durante varios meses lian sido curiosamente
número de electores, pero tendría el mismo número de representantes desechadas. Ya no se trata del sufragio en segundo grado o de la repre­
que el último tercio, compuesto por toda la masa de pequeños contribu­ sentación de los intereses. El informe se limita a sugerir toda una serie
yentes, e incluso por aquellos que no pagan nada. Una masa de proyectos de restricciones para la obtención de la calidad de elector —límite de
sugiere las variantes profesionales de esta representación de clase. En Du edad fijado en 25 años, permanencia en un domicilio fijo de tres años
suffrage universel et de son application d’aprés un mode nouveuu (1871), Gua- (seis meses para las personas nacidas en la comuna), acompañada de un
del propone dividir a la población en anco clases que tengan un mis­ comprobante relativamente constrictivo—y condiciones bastante estric­
mo número de representantes: los propietarios, los agricultores, los in­ tas de elegibilidad (edad de 30 años, obligación de haber sido durante
dustriales y comerciantes, los obreros, las profesiones liberales y los cinco años contribuyente en la comuna). Sustituye además el escrutinio
funcionarios y empleados civiles. Por su parte, el marqués de Franclieu de distrito por el escrutinio de lista. Se podía encontrar en el fondo el
propone en Le vote universel honnétement pratiqué73 tres representaciones espíritu de la ley del 31 de mayo de 1850, y ya no había huella de una
especiales para los intereses (industria, comercio, mano de obra) y dos concepción verdaderamente alternativa del sufragio y la representación.
para la ciencia (religiosa y profana). ¿Cómo se operó este abandono de los principios tan caros a los legiti­
Sufragio en dos grados, voto plural, representación de los intereses: mistas? Los términos en que Baibie se explica a este respecto en su infor­
todos los modos de enmarcar el sufragio universal que se presentan a la me son muy interesantes, ya que permiten entender la naturaleza del
Comisión de los Treinta componen un verdadero repertorio de las nos­ movimiento que condujo a la aceptación razonada del sufragio universal
talgias políticas francesas. Los legitimistas vivían en pleno sueño. Los por una Asamblea conservadora. ¿El sufragio plural? “No son las dificul­
liberales de La Revue des Devx Mondes no dejan de burlarse. La revista tades practicas las que hacen desecharlo [...]. Lo que nos detuvo fue que
señala, desde su primera entrega de 1874: “Legisladores que probable­ los efectos de esta innovación están lejos de ser seguros”, explica.7 7 ¿Los
mente disponen de tiempo libre, abren en Versalles una academia en la dos grados? “Es también la incerlidumbrc de los resultados la que nos
que, con el pretexto de leyes orgánicas, se dedican al estudio de todas las ha decidido a no admitir como correctivos ni la elección en segundo gra­
teorías conocidas y desconocidas del derecho constitucional. " 74 “La Co­ do, ni la inscripción en la lista de una de las cuatro contribuciones di­
misión es evidentemente juguete de una ilusión —se lee allí un mes más rectas." ¿La fijación de un censo de elegilibilidad? “El censo de elegibi­
larde—; se confunde, no fue creada para dedicarse a estos estudios de fan­ lidad no haría sino imponer una dificultad a los candidatos, sin modificar
tasía. " 7 5 Seis meses más tarde, esLos mismos hombres votarán sin embar­ el espíritu de la elección." ¿La representación de intereses al estilo prusia­
go una ley que establecerá un sufragio universal siurestricciones. ¿Cómo no? “No hay distinciones que hacer entre la grande y la mediana propie­
comprender este cambio brusco? La victoria del sufragio universal no dad, ni entre la mediana y la pequeña. Su régimen es el mismo, en lodos
procede sólo de una conquista: aparece en muchos sentidos como el los niveles.” ¿La incorporación de los contribuyentes mayores? “La ma­
producto de una resignación, el desplome de una resistencia; es resulta­ yoría de la Comisión tiene temor de que, en un Cuerpo electoral com­
do más de una renuncia que de un combate. puesto de elementos diversos, el antagonismo sea sistemático. Valdría lo

n Turbes. 1874. Tranclicu será el primer orador de oposición en la discusión final d e la ley
electoral política (noviembre de 1875). 711 Este in forme está reproducido en los Anuales de l 'AssemliMr NatwnaU, t. XXX, 21 de febrero-
1* “ChroniqucdelaquinzaLne’ d e lS ld ed iciem b v ed e i 8 7 8 (L aRevtír¡lesüruxMondes, 1874. 28 de marzo de 1974, anexo mim. 2320, pp. 202-217.
I. I.p. 221). 77 Aúnales de 1'A.wnnhlér Natiuiutle, l. XXX, p. 203. Todas las citas siguientes han sido extraídas
75 "(litroñique de la quinzainc" del 15 de febrero de 1874, 1.1, p. 951. de este mismo informe.
298 El. TIEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN E l. PODER DE LA ÚLTIMA I'AIJMIRA 299

mismo restablecer el censo para todos los electores." ¿La fijación de un gida contra el sufragio universal” ? 82 Las dos interpretaciones son posi­
modesto censo, entonces? “La Comisión abandonó ese proyecto por te­ bles. Con respecto a la ley de 1849, e incluso en relación con las precau­
mor a ofender el sentimiento más vivo y el más suspicaz entre nosotros, la ciones de la proposición Dufaure de 1873, el retroceso es ciertamente
igualdad [...]. La Comisión teme también que su espíritu no fuese ni lo considerable. Pero no se regresa sin embargo a un sistema censitario, y
bastante amplio, ni lo bastante seguro, para que hubiera una ventaja las nostalgias legilimistas no fueron en el fondo tomadas en cuenta. El
verdadera al sustituir por él el sufragio universal.” Esta cascada de dudas carácter equívoco del informe Batbie se debe a la idea misma de garantía
y confesiones formuladas ingenuamente demuestra claramente cómo sobre la que pretende basarse. El sentido práctico de ciertas restricciones
fue que las restricciones más fundamentales se dejaron de adoptar de es muy claro. Es el caso, por ejemplo, de la regla de los cinco años de ins­
manera únicamente negativa. cripción en el registro de contribuciones de una comuna para ser elegi­
ble: ésta alude directamente a los periodistas y a los escritores políticos
Es ante todo un monumento a la ingenuidad —dirá Le Tem ps al comentar este in­ republicanos que se presentaban en zonas rurales o en ciudades media­
forme. Era imposible acusar con mayor candor el singular estado de ánimo en el nas. ¿Pero la edad y el domicilio? Es un espectro y un fantasma que se
que habla caldo nuestro pretendido partido conservador [...]. De un extremo al
otro de este trabajo, la preocupación constantemente visible y dominante del
quiere exorcizar, pero no designa a ninguna población precisa que se pu­
señor Batbie es excusar a la Comisión por no haberse atrevido a más. La Comisión diera considerar peligrosa. A fin de cuentas, el arsenal de precauciones
propone algo parecido al restablecimiento de la ley del 31 de mayo, pidiendo enunciado por Batbie tiene más por función exorcizar el malestar de la
perdón por no haberlo podido hacer mejor.78 derecha que proponer verdaderas garantías. Aun si los liberales de Le
Temps o de La liemie des Deux Mondes comienzan a entenderlo, la gran ma­
Este informe de Batbie tiene la particularidad de no satisfacer a nadie. yoría de los conservadores no lo ha llegado a hacer. Tiene todavía la ne­
Los republicanos se indignan naturalmente por todo el arsenal de pre­ cesidad de aferrarse a lo que imagina son ingeniosas combinaciones.83
cauciones con que rodea la calidad de elector, los liberales siguen siendo Pero, junto con el primer retroceso de la Asamblea de los Treinta, es sin
escépticos con respecto a la eficacia de las medidas propuestas79, y los embargo la confirmación del sufragio universal la que está ya en marcha.
elementos más conservadores de la Asamblea se sienten fnjstrados. A medida que se derrumba la pertinencia de las restricciones, se descu­
Batbie era consciente de ello, además. Él señala en su conclusión: “No ig­ bre el hecho masivo de que no hay una tercera vía posible entre el ideal
noramos que nuestro proyecto no dará satisfacción ni a aquellos que no censitario y de capacidad auténtico, y la aceptación de la fórmula simple:
admiten ninguna restricción al sufragio, ni a los que creían que era el mo­ un voto, un hombre. Los republicanos tratan de explicarlo a su modo
mento propicio para modificar profundamente una institución introdu­ cuando dicen que “no se hacen trampas con el sufragio universal”, que
cida en nuestras leyes por un golpe revolucionario. ” 80 ¿Cómo interpretar hay que aceptarlo o rechazarlo en bloque.
entonces este informe? ¿Podemos decir, junto con De Broglie, que había Incluso si ya no tienen fundamentos intelectuales sólidos, las reticen­
mantenido el sufragio universal “con muy ligeras j/razonables restriccio­ cias de los conservadores no se borran sin embargo inmediatamente. De
nes” ? 81 ¿O habrá que ver ahí, al igual que Gambetta, una “empresa diri­ hecho, nunca serán abiertamente desterradas por completo. Es sólo de
manera circunstancial que el sufragio universal se consagra finalmente.
78 Le Temps del 28 de marzo de 1874, p. I.
78 Véase la “Chronique de la quinzaine" del 30 de marzo de 1874 en La Uetme des Deux Mon­ 85 El 4 de junio de 1874, en la primera discusión en la Asamblea del proyecto de ley electoral
d a , que señala: “Habría que estar en guardia: con este lujo de formalidades llevadas hasta la política (Anuales de l'Assemblíe Natibnale, l. XXXI, p. 305).
minucia, se actúa a veces de maneta muy ciega: no se sabe a quién se elimina, se cree excluir 88 El marqués de Castellano será el fínico orador que los denuncie desde un punto de vista
sólo a los electores que serían peligrosos, y se excluye a aquellos a quienes se daría doble voto, reaccionario: “En lugar de reaccionar contra el principio de la soberanía de la mayoría —di­
si se pudiera" (1874, L II, p. 481). Una buena introducción a la comprensión del enfoque liberal ce—, la com isión ha tratado de acomodarse a él j...]. De ahí una serie de precauciones, útiles sin
m edio se puede encontrar también en los trabajos de la Conferencia Tocqucville, que estudia duda, pero que el público bien podría considerar fastidiosas. De ahí, también, una serie de pe­
en varias ocasiones los proyectos de legislación electoral (en 1868. 1873. 1874). queñas trampas, tendidas maliciosamente al sufragio universal, con la esperanza de que el inge­
811 Anuales de l'Assemblíe Nationale, i. xxx, p. 207. nuo caerá en ellas sin darse cuenta” (discurso del 3 tle junio de 1874, Anuales de l'Assemblíe
81 Albett de Broglie, citado el 31 de marzo de 1874 en La République Franfaúe. Nationale. t. XXXI, p. 269).
300 E l. IIUMPO DE. LA CONSOLIDACIÓN El. PODER DE LA ÚLTIMA PAIAHRA 301

l’ara ello es necesaria la rlesviación por la discusión y el volo de una ley La cuestión del domicilio apenas se discute. Los republicanos admiten
electoral municipal, en el verano de 1874. Es en esta ocasión que se opera por su parte que, en las elecciones locales, aquellos que no han nacido
el giro irreversible. Un primer informe se presenta el 21 dejulio de 1873, en la comuna deben dar prueba de una inserción real, constatada por la
y un informe complementario es presentado por Chabrol el 7 de marzo inscripción en la lista de contribuciones desde un cierto periodo. Los
de 1874,84 en el momento en que la Comisión de los Treinta termina por legitimistas aceptan, por su lado, limitar a un año esta condición .8 7 De
su parte sus trabajos. /VI igual que Batbie, Chabrol quiere “corregir los de­ la misma manera, se concede la reducción de 25 a 21 años de edad. Las
fectos de la ley de la mayoría’', “proteger las ideas conservadoras". Pero disposiciones esenciales del proyecto de ley radican más allá, para Cha­
la Comisión de Descentralización, en la cual domina el punto de vista brol: consisten en las medidas que se proponen representar los intereses
lcgitimista, es más consecuente. Lo que ésta presenta es una verdadera sociales (y por tanto superar el simple voto individualista). La incorpo­
carta comunal, profundamente coherente. El proyecto de legislación elec­ ración de los contribuyentes mayores se encuentra por esta razón en el
toral municipal que está asociado a ella no se limita a las medidas a centro del sistema propuesto. Es aeste respecto que se libra la batalla de­
medias adelantadas por la Comisión de los Treinta. Aunque admite el cisiva.
derecho de voto para todos, sin condición de censo, con una cláusula de
domicilio (tres años y seis meses para las personas nacidas en la comuna) El proyecto de la Comisión —argumentara Jules Ferry—es contrario a la noción
misma sobre la que reposa el Estado moderno. El Estado moderno se basa por
y de edad (25 años), toma sobre todo por su cuenta algunos puntos funda­ com pleto en la concepción del interés general, que hace que se plieguen a él todos
mentales de la visión antiindividualista del legitimismo: representación los intereses particulares. He allí lo que distingue al Estado m oderno del Estado
de intereses con la incorporación a los consejeros elegidos por los contri­ feudal [...]. Vuestro proyecto lia sido concebido fuera de esta noción esencial del
buyentes más importantes; representación de las minorías garantizada derecho moderno; es, vo creo, el tínico ejemplo, desde hace óchenla años, de una
por un sistema de voto acumulado8*"’; voto plural, con la institución de un concepción diferente.**
doble voto para los electores casados.81’ La Comisión de Descentraliza­
ción cree así establecer un sistema en ruptura filosófica con la ley de la Ése es el fondo del problema. Pero algunos conservadores no están
mayoría. No se conforma con depurar o filtrar el sufragio, sino que se listos para distinguir las cosas de manera tan data, incluso si no compar­
propone asentarlo sobre nuevas bases, haciendo un serio contrapeso al ten la visión de Chabrol. Una enmienda presentada por Bardoux, un alle­
principio del voto individual y buscando hacer más complejas las formas gado a Léon Say y al duque de Broglie, les permite encontrar una salida
de representación. Es por esta razón que la discusión de este proyecto en cómoda. Al proponer retornar a la ley de 1837 que organizaba la inter­
la Asamblea es particularmente interesante. Los republicanos sienten vención de los contribuyentes mayores, pero los limitaba a casos precisos
que la discusión será decisiva. “Nadie podría equivocarse —señala así La de préstamos e impuestos extraordinarios, 89 Bardoux da pie a toda una
fíépublique FrangaLsn del 3 de junio de 1874. Nunca, desde el 31 de mayo parte de la derecha a reconocer un cierto peso a la propiedad sin com-
de 1850, ninguna asamblea francesa tuvo que pronunciarse sobre un te­
ma tan grave y tan peligroso.” La franque/Si del proyecto radicaliza, en 87 La condición de domicilio lijada por la ley electoral municipal tiene com o consecuencia
electo, los términos del debate. paradójica hacer que, iras el voto de la ley electoral política del 30 de noviembre de 1875, el
electorado municipal esté más restringido que el electorado político. Es la ley del 5 de abril de
1884 laque procederá a la unificación de las ríos listas electorales. Las listas lijadas el 31 de marzo
H4 El primer informe está reproducido en los Anuales ¡te t'Aítemblre Nationale, t. XIX, anexo de Mí84 tenían 10 062 425 electores municipales y 10 204 228 electores políticos, es decir que
núm. I*.) 13, pp. 143 y ss.; el informe complementario de Chabrol eslá reproducido en los Anuales 141 803 electores no gozaban más que del derecho electoral político (indicación dada por L
¡te l'Assemblfr Nationale, l. XXX, anexo mim. 2268. pp. 71 y ss. (Una segunda com isión de deseen- Morgnnd, I m loi municiftale, Ctrmmeninirt ¡te la tai ¡tu 5 avril IH84, París. 1887-IR88. i. I. p. 121).
irali/.ación, conducida por Em oul, había comenzado sus trabajos en 1871.) 88J. Ferry, discurso d e f 17 de junio de 1874, Annales de l'Assemlilér Natinnule, l. XXXII. p. 250.
A este res|jecto, la (Inmisión se bahía referido a la legislación de Illinois. 89 La ley del 18 de julio de 1837 preveía que, en los casos de fusión o de separación de las
811 l’crnolet, que fue uno de los propagandistas unís ardientes de la representación comunas, de levantamiento de contribuciones exu-aordintuias Vdecisión de prestamos, los con ­
proporcional, proponía incluso que los padres de familia que tuvieran más de dos hijos dispu­ tribuyentes mayores eran llamados a deliberar con el consejo municipal, en número igual al de
sieran de tres votos. sus miembros en ejercicio.
302 E l TIEMPO I1K I.A CONSOLIDACIÓN E l l>ODER DE LA ÚLTIMA PAIAHRA SOS

prometerse en la perspectiva audaz de Chabrol. El relator, por otra parle, presentación de los intereses.” 915 La derecha se resignó, aun cuando no
no se engaña, pues opina tras el voto de la enmienda que su proyecto ha se convirtió.
sido alterado y se retira. “Las garantías ofrecidas a los intereses conser­ El recuerdo de las condiciones en que Luis Napoleón Bonaparte se
vadores mediante la intervención de los mayores contribuyentes habían había presentado como salvador del sufragio universal desempeñó un
determinado por sí solas la mayoría de la Comisión para ampliar, en lo papel nada desdeñable en esta resignación. Cuando interviene ante la
referente a las otras partes del proyecto, las libertades municipales”, di­ Comisión de los Treinta, Thiers causa sensación al reconocer que la ley
ce . 90 La minoría retoma el proyecto, y es entonces una ley de elección del 31 de mayo de 1850 había sido un error.
municipal muy abierta la que vota la derecha el 7 de julio de 1874. Los
republicanos votan en contra, pero finalmente se tranquilizan. Desde el T ras las elecciones d e los señores De Flottc y Eugéne Suc —relata—, luim os presas
3 de julio, tras el rechazo a los 25 años, La République Frangaise aplaude d e un gran terro r y yo fui uno d e los autores más com prom etidos en la p re­
paración y la discusión de la ley del 31 de mayo. T enía yo b u en a fe, y dije entonces
señalando además: “El sufragio universal está salvado. Sigue siendo la ley u na frase —“la vil m ultitud"—qu e levantó m uchas torm entas y perm aneció en la
fundamental de la sociedad francesa. Se trata (le una conquista definitiva." m em oria de mis contem poráneos. El 2 d e diciem bre vino a en señ arm e q ue ha­
A partir de ese momento, las proposiciones de la Comisión de los bíam os colocado arm as bien tem ibles en m anos d e u n hom b re qu e quería intentar
Treinta en materia de ley electoral política no pueden ya tener ningún grandes aventuras. Aquello me provocó grandes reflexiones. Existe siem pre un
sentido. La Comisión toma nota de ello y presenta su dimisión. El su­ peligro al p o n er arm as en m anos d e quienes se p uedan p resen tar frente al país
fragio universal político queda así consagrado por preterición en el trans­ an u n cian d o qu e van a restablecer el sufragio universal.94
curso de la discusión sobre el electorado de las comunas. Un año más
tarde, cuando se somete a la Asamblea un nuevo proyecto de ley electoral Mtichos liberales de centro-derecha están de acuerdo con este análisis.
política, 9 1 el relator —el republicano Marcére—puede decir sin que se de­ Es por ello que, desde 1871, Le Temps y La Rema; des Deux Mondes se
saten reacciones: “El principio de la soberanía del pueblo y el principio habían mostrado relativamente prudentes. Compartiendo en el fondo
del sufragio universal han alcanzado en este país el estado de dogma po­ las inquietudes de los legilimistas, estas publicaciones no habían creído
lítico. ” 9 2 El nuevo proyecto de ley que garantiza un derecho de voto sin posible un nuevo cuestionamiento real del sufragio universal. 95 Los cató­
restricciones es volado casi sin debate. La única discusión importante se licos de Le Correspondant buscaron por más tiempo delimitar esta obli­
refiere al modo de escmtinio. La derecha no libra ninguna batalla: sólo gación, soñando con un sistema que conciliara la garantía del derecho al
85 diputados sobre 591 volantes se oponen. ¡Cuánto camino recorrido voto con un modo de representación de efectos automáticamente con-
desde 1871! La République Frangaise está exultante: “El sufragio universal,
institución fundamental, ya no es atacado ni puesto a discusión |...|. Re­ La Republitfttr trancarse del 11 de noviembre de 1875, p, 1.
cordemos lo que se decía, lo que se escribía hace dos o tres años en nom­ 94 Citado por J. Clére, Histoire drt sujfrage universel, París, 1837, p. 103.
bre de la mayoría conservadora. Se le tenía rencor al sufragio universal, 95 Las posiciones que se defendían en el diario Le Temps son muy representativas a este res­
pecto. En la cabeza de presentación del primer artículo de Taine sobre el sufragio (su folleto
se atacaba la ley de la mayoría, se pensaba en llevarnos de vuelta a la re- Du suffrage universel et la maniere de valer fue publicado al principio en forma de tres artículos
en los números del 2 ,3 y 4 de diciembre de 1871), el periódico previene: “No vemos nada ma­
lo en retomar la critica tan juiciosa y penetrante del señor Taine: el sufragio universal está lleno
de defectos, pero hay que soportarlo, hay que vivir con él tal com o existe actualmente. En de­
'Kl 19 de junio de 1874, Armales de t'Assembtée Nationale, L XXXII, p. 278. recho electoral, lo que se concede una vez no puede ser ni devuelto, ni modificado. Toda res­
91 Tras el retiro de llalhie. había sido nombrada una nueva Comisión de Leyes Constitucio­ tricción. toda modificación, crearía un riesgo revolucionario, y seria más peligrosa que los peli­
nales. Abarrando un número mucho más pequeño de legi ti mistas y habiendo integrado a nume­ gros que pretendiera conjurar" (Ij Temps, 2 de diciembre de 1871, p. 1). Al criticar dos años
rosos republicanos en su seno (Ferry, Simón, Schérer, en u e otros), la com isión concluyó sus más tarde las posiciones de Dupont-White presentadas en Le Correspondant. el periódico dice
trabajos con un inlonnc que presentaron el 22 de julio de 1875 Ricard y Marcére. La discusión además: “Ya no se trata de deliberar en principio sobre el sufragio universal. N o estamos en 1848.
linal en la Asamblea, que desemboca en el voto de la ley electoral política del 30 de noviembre, El sufragio popular existe. La cuestión no es tamo saber si exbueuo o m alo, peligroso o salvador,
nene lugar del 8 al 30 de noviembre de 1875. com o saber si los amigos de la libertad lo abandonarán a los partidarios de la dictadura y a los
'•* 8 de noviembre de 1875, Armales de l'Assembtée Nationale. t. XU1, p. 38. revolucionarios" (¡¿ Temps. 28 de julio de 1873, p. 1).
304 E l TIEMPO m : LA CONSOLIDACION 305
EL PODER Db 1A ÚLTIMA PALABRA

sen adores. Pero fuerori forzados a poner los pies en la tierra durante los mera, mientras que se discierne poco claramente el segundo. Para la
debates del verano de 1874. mayoría de la Asamblea de 1871, el sufragio universal no es sino una
Pero si la derecha se resigna, no por ello es menos amarga. Le Corres- herencia inesperada. Se quieren persuadir de que el sufragio universal,
fxmdant señala, después del voto de la ley del 80 de noviembre de 1875: instaurado en 1848, no fue sino un accidente en la legislación francesa,
“Se votó la ley electoral. No habrá quitado nada o casi nada a la fuerza y que no proviene, por ningún tipo de relación, de las tradiciones nacio­
bruial del sufragio universal. Así subsiste, en nuestra Tercera República, nales. No hay entonces implicación filosófica en su aceptación. Se le
un dominio, el de la mayoría y la ignorancia. " 96 El sufragio universal se reconoce solamente como un hecho puramente circunstancial, ligado al
impone así como un simple hecho social. “No hagamos filosofía —escribe carácter excepcional y brutal de los acontecimientos tic febrero de 1848;
el conde de Champagny en Le CorrespondanI. El sufragio universal no es se ve en él al fruto de la casualidad, que el tiempo ha trocado después en
para nosotros un dogma; es un hecho que está bien lejos de ser general necesidad.
en este mundo, un hecho que no será eterno. Pero, mientras esperamos, Se comprueba en esta ocasión que la interpretación de la revolución
hay que vivir con él. ” 97 Legitimistas y católicos liberales se unen así en la de 1848 es fundamental para los liberales y los conservadores de la se­
resignación razonada a los liberales de Le Tevips o La Revue des Deux gunda mitad del siglo XIX. Para ellos, es importante darles el estatuto del
• Mondes. Simultáneamente, se da vuelta a una página de la historia política acontecimiento subrayando su imprevisibilidad para poder establecer
francesa. De ahora en adelante, ya no habrá ninguna fuerza política que que no había necesidad de relacionarla con una historia a largo plazo de
redame el cuestionamiento del sufragio universal. Pero se trata de un la política francesa. “Los acontecimientos de febrero cayeron sobre Fran­
triunfo modesto y frágil, sin verdaderas bases filosóficas. Ya no se reco­ cia como un rayo —recuerda, por ejemplo, Víctor de Broglie. Tomaron
noce en él tanto la expresión del derecho y la justicia, como el poder de desprevenidos tanto a aquellos que los hicieron como a aquellos que los
lo inevitable. La democracia francesa queda marcada secretamente con padecieron . " 98 El sufragio universal no tiene historia, en cierto modo.
este déficit originario. “Se introdujo de golpe y de improviso”, argumenta el vizconde de Meaux
en junio de 1874, en la primera discusión de la ley electoral política.9 9 Se
puede así negarle toda legitimidad filosófica, aceptándolo al mismo
EL PODER DE LA ÚLTIMA PALABRA tiempo como un hecho. Para los conservadores, el carácter brutal del
advenimiento del sufragio universal creó también una perturbación du­
radera: condujo a radicalizar los términos del cambio político. El viz­
Los conservadores temen al sufragio universal al mismo tiempo que se conde de Meaux lo explica con fórmulas que llaman la atención. Com­
saben condenados a avenirse con él. “Irresistible", tal es, a sus ojos, su parando a Francia con otras grandes democracias, demuestra cómo estas
carácter en última instancia. Los análisis y las reacciones de la derecha últimas han tenido un enfoque pragmático y gradualisla de la amplia­
giran alrededor de esta idea de lo irresistible. Ella lo perdona todo, lo ción del sufragio. F.n Alemania, en Estados Únidos o en Gran Bretaña,
explica todo, lo resume todo: las precauciones ydos compromisos, las subraya,
decepciones y los consentimientos, las cegueras y las resignaciones. La
invocación a lo irresistible permite denigrar inlclectualmenle al sufragio el legislador p u ed e ex ten d er y extiende en efecto el derech o a) sufragio. Poco a
universa] y al mismo tiempo aceptarlo en la práctica. ¿Pero cómo enten­ poco, conform e la condición del pueblo se eleva, se m ultiplica el n ú m ero d e elec­
derla? Ésta encubre dos significaciones muy diferentes que nunca se tores. Éste acerca el sufragio universal, se acerca a él, p ero sin alcanzarlo jam ás.
articulan claramente. Oscila entre la referencia a una herencia y la evoca­ lEnvidiablc situación la de los legisladores extranjeros! —subraya. Para ellos, re-
ción de un futuro obligado. Se está forzado a tomar en cuenta a la pri-
!WVíctor d e Broglie, Vua sur legouvemrmmt de la Frunce, París, 1870, p. XlJI (publicación
postuma de un texto que no había circulado sino en un ntuy pequeño número de ejemplares
* ’ Le (UirrrsjHmdnnt, lü de diciembre de 1875, p. 1051.
litografiados en 1860).
5 1 IbitL, 25 de mayo de 1873, p. 667.
W 4 de junio de 1874, Anuales de t'Assrmblée. Nationale. t. XXXt, p. 290.
306 F.I. PODER DE l-A ÚLTIMA l-AtAUKA 307
El t u h t o d i la c o n s o l id a c ió n

form ar el sufragio es am pliarlo; para nosotros, por el contrario, colocados en un a sino sociológicamente o pragmáticamente. En esta referencia a 1848 como
situación m enos dichosa, reform arlo es inevitablem ente d ep u ra rlo .100 a un mero accidente, los hombres de 1870 locan entonces un punto cen­
tral de la democracia francesa, pero sin mostrarse capaces de profundi­
Francia quedaría entonces marcada de manera profunda por el acci­ zarla y entender todo su alcance.
dente de 1848: al impedir cualquier futuro enfoque gradualista del su­ Al contrario de los legitimistas y los escritores políticos más conserva­
fragio, este úldmo la habría condenado a oscilar entre los peligros de la dores, los liberales moderados no$e conforman con entender el sufragio
reacción y las ilusiones de la democracia radical. Los escritores políticos universal como una herencia, un accidente con el que habría que avenir­
liberales retomarán esta cuestión en varias ocasiones, así como los repu­ se. Reconocen que la democracia se desarrolla según un proceso ineluc­
blicanos moderados, en el último tercio del siglo xrx. F.lla alimenta, por table e inexorable, pero las razones de este movimiento siguen siendo
ejemplo, toda la obra de Boutiny sobre la comparación entre Francia e para ellos, al mismo tiempo, bastante oscuras. En las primeras páginas de
Inglaterra . 10 1 La démocratie en Amérique, Tocqueville sólo puede entenderla como “una
La especificidad francesa se percibe con bastante claridad desde el revolución irresistible”, un “hecho providencial”.1IWAlgunos escritores
punto de vista del método político (el radicalismo contra el gradualismo políticos liberales sugieren sin embargo una respuesta: contrariamente
para simplificar), pero no se analiza nunca la razón de fondo, a partir del al trabajo infinito de la igualdad de condiciones, el sufragio universal
hecho de esta percepción circunstancial ele 1848. No se entiende que lo pone un claro límite a la democracia política. Termina, en cierto modo,
que dificulta tanto el gradualismo es toda la concepción francesa de la introduciendo en la vida política el “poder de la última palabra ” . 10 4 Es un
representación y de la ciudadanía. Si el derecho al sufragio está ligado a recurso de fuerza y una potencia de arbitraje soberano que permite ce­
la representación de grupos y de clases, hay en su historia una flexibilidad rrar las discusiones y dirimir los conflictos.
casi infinita y ésta puede, en la opinión de algunos, no ser terminada sino
El único m érito del sufragio universal -e x p lic a Víctor de Broglie en sus Vues su r
de manera muy tardía, como lo sugiere el ejemplo inglés:10^el reformismo U gou vem em en t de la F ra n c e - es el de estar colocado en el lím ite extrem o que separa
es, en este caso, el medio natural de cambio político. En el caso francés, al derech o p u ro y sim ple d e la fuerza p u ra y simple. Más allá del sufragio universal,
la concepción abstracta de la ciudadanía dificulta mucho el reformismo: los radicales, los dem agogos, no tienen nada qu e reclam ar en cuanto a la am ­
el contenido gradual de las reformas remite en efecto a reglas formales, pliación d e los derechos políticos [...] Al resignam os al sufragio universal, no
y no a poblaciones concretas. En la Inglaterra de 1866-1867, cuando se correm os entonces ningún riesgo de ser forzados a este últim o red u cto p o r los
habla de reducción del censo, son categorías muy precisas de asalariados ataques de la trib u n a o de la prensa. H e aquí su ventaja: es real, p ero es la ú n ica.103
o de arrendatarios las que se contemplan, y la traducción sociológica de Esta visión del sufragio universal como institución límite fue funda­
las reformas es inmediata. Nada semejante ocurre en Francia. Detrás del mental para toda una generación liberal. Es tan central para Prévost-
enunciado de las reformas, sólo se ve la regla. Ahora bien, ésta no puede Paradol, 106 como para Charles de Rémusat. 10 7 En la intersección de una
tener senüdo por sí misma: el todo o el nada solos pueden ser argumen­
tados filosóficamente. La reforma, por su p a r te r o puede ser defendida ios Prévost-Paradol señala, por su parte: " la tendencia de una sociedad democrática es otor­
gar larde o temprano el derecho al sufragio a todos los ciudadanos que la com ponen”; Prévosi-
IWI Anuales de l'AssembUe Natioimle, t. XXXI, p. 201. Paradol, La France nouvelte [ 1868], París, ('«antier, 1981, p, 173.
,(" Véase muy particularmente Le déueloppevumt de la Omstitutian et de la société palitiqne en 104 l a expresión la emplea E. D'Eichtal en Sauveramelic du peuplcet gouvememml, París, 1895.
Anglelerre, París, Í887,yE ssaisd’unepsychalogiepoliliquedufteupleangta¡sanXIXesiicle, París, 1922. 105 Víctor de Broglie, Vues sur le gnuvenirmetU de la France, p. 28.
El sufragio universal masculino no se liabía logrado todavía verdaderamente después de ton "El sufragio universal -escribe— tiene esta ventaja de que nada se puede proponer ni
la Reform Bill de 1884. El voto plural no fue así suprimido sino hasta 1945 en Oran Bretaña (este inventar más allá de él para seducir a la imaginación popular, y que los agitadores no pueden
sistema permitía a un elector votar en todas las circunscripciones en las que llenara las con­ reivindicar ningún m edio más radical de conocer y satisfacer la voluntad de la gran mayoría. El
diciones requeridas de propiedad, domicilio o empleo; así. IJoseph Cliamberlain podía votaren sufragio universal es, entonces, desde este punto de visa, un recurso del orden material y la paz
siete lugares!). Fue necesario incluso esperar a 1948 para que se lograra jurídicamente el indi­ pública, ventaja considerable en las naciones fatigadas por las revoluciones y ávidas de reposo";
vidualismo político por m edio de la abolición de las circunscripciones universitarias (las uni­ Prévost-Paradol, La France nonvelle, p. 174
versidades de Cambridge y Oxford disponían hasta esta fecha de representantes especiales en 107 Véase su muy interesante artículo sobre el sufragio universal. “Les élections de 1863",
el Parlamento). I.a Reuue des Deux Mandes del 15 de julio de 1863.
308 El. TIKMK) DF. I.A CONSOLIDACIÓN El. I'ODFR DE LA ÚLTIMA PALABRA 309

filosolía de la legitimidad y una banal constatación política, puede dar sen­ La democracia se convierte en una cultura política de un tipo radicalmen­
tirlo a la noción de lo irresistible. Sin embargo, ésta nunca es profundizada te inédito en el que la libertad ilimitada de la discusión y el conformismo
por estos autores, como si su justificación práctica bastara para enunciar impuesto de los valores componen una alianza singular. Es igualmente
su sentido. A partir de este periodo, se borra en consecuencia la ambi­ en ese sentido que se puede considerar al sufragio universal como el poder
ción de pensar teóricamente en el sufragio universal, como por ejemplo de la última palabra: instaura una nueva frontera en el discurso político,
( lui/.ol había teorizado antaño sobre el ciudadano capacitado. En la más allá de la cual ya no es posible decir las cosas.
derecha, dominará de ahora en adelante una “cordura impotente”, re­ Si bien marca un cierto tipo de clausura histórica de la política clásica,
tomando la bonita fórmula de Étienne Vacherot. ' 08 “Hemos convenido el advenimiento del sufragio universal señala también una clausura so­
entre nosotros", señala Antonio Rondelet —un católico conservador- ciológica, como ya hemos subrayado. Con él termina en efecto el senti­
hablando de sus pares, “no apoyar demasiado el pie sobre esta losa car­ miento de dispersión, consustancial a la sociedad individualista. Recons­
comida en que reposa el edificio, por el temor de que se le hagan agujeros truye una norma de orden y de pertenencia. Pone término, sobre lodo,
y se comunique la vibración. I,n religión del sufragio universal, al igual al sentimiento de exclusión que los hombres de 1848 resintieron con
que el pag-anismo en los últimos tiempos del imperio romano, conserva tanta fuerza. Esta clausura es sólo simbólica, ciertamente. Pero el sufra­
aún a sus fieles que se aprovechan de él, pero yo ya no veo creyentes que gio universal obtiene de ella incluso su fuerza y su capacidad de evoca­
lo defiendan . ” 109 Es por esta razón que de ahora en adelante la burguesía ción, al transformar la manera en que la sociedad entenderá de ahora en
liberal va a abandonar en gran medida el campo de la reflexión política adelante sus divisiones. Es en este sentido también que la llegada del
e intelectual: ya no puede mantener más que una relación inmediata­ sufragio universal puede inaugurar la era de la políLicaposrevolucionaria.
mente práctica con la esfera ideológica. Es sorprendente constatar que los republicanos esgrimieron constante­
l^i ideología burguesa —en tanto que consagra la ruptura entre el dis­ mente este argumento para intentar persuadir a los conservadores de
curso privado y el discurso público, la teoría y la práctica—nace en este aceptar el sufragio universal. En los años de 1830 y 1840, ya lo hemos se­
movimiento. 1 1,1 Al ser aceptado como algo ineluctable, el sufragio uni­ ñalado, el tema del sufragio universal se articuló con el de la paz social.
versal modifica al mismo tiempo las condiciones del debate público. De El argumento sigue siendo central después, cuando los conservadores
ahora en adelante se vuelve imposible cuestionar los fundamentos de la tratan de dar marcha aLrás en 1850, y a comienzos de la década de 1870.
democracia, o parecer que se sospecha del buen fundamento de la igual­ Durante la discusión de la ley del 31 de mayo de 1850, Víctor Hugo lo
dad política. La disociación de la realidad social y de su representación destaca en fórmulas célebres. El sufragio universal, trata de explicar,
simbólica conduce paradójicamente a instaurar esta última como una es­ desplaza la frontera de la violencia social.
pecie de verdad de granito, infinitamente capaz de criticar la realidad,
pero jamás susceptible de ser cuando menos interrogada por ella. La po­ El lado pro fu n d o , eficaz, político, del sufragio universal —dice—fue el de ir a bus­
lítica entra así a una nueva era con la confirmación del sufragio universal. c a re n las regiones dolorosas ele la sociedad, doblado bajo el peso d e las negaciones
A sociales, al ser op rim id o que, Ir,mía entonces, no había tenido ninguna o tra espe­
ranza m ás que la revuelta, y llevarle esperanza bajo o irá form a, diciéndole: ¡Vola!
KWK. Vacherot, “luí situaiiou poliliqtie et les lois consiimtionclles", La fínate itrs Onix
Mande*. I de diciembre de 1874. p. Mil. ¡No pelees más! [...] El sufragio universal, al dar un a boleta a los qu e sufren, les
,utl A. Rondelet, Les limites tlu suffragr universel, París, 1871, |>. 7. (juila el fusil. Al darles el poder, les da la calm a.111
1111 V íanse los señalamientos muy significativos en su ingenuidad de D. R. O. Saim-Pé: “Aid
donde se puede hablar muy bajo, explicándose lejos del público y lejos del obrero, [,..] no hay
nadie que no piense y «liga rom o yo. que el sufragio universal es a la vez el misterio más oscuro
y la aventura más temible. Pero tan pronto com o se levanta el telón y el público ha llegado, las 111 V. H ugo, discurso del 18dcntayodc 1850. Cumple tendu des ¡éanca de VMsemblée Nalwnalr
profesiones de fe pasan de golpe del negro al blanco: el sufragio universal se convierte entonces
législative, t. vtll, p. 73. En U s miserables, escribe que el sufragio universal "disuelve el motín desde
en lo mas natural, lo más simple, lo más excelente que hay, la maravillosa panacea que todos es­ su principio", conduce al “desvanecimiento de las guerras | ... j tanto de la guerra de lacalle com o
perábamos, un instrumento de paz. de progreso, de orden, inlalible y comparable”; Ies ouvriers de la gueiTa de las fronteras" (véanse sobre este pum o los buenos señalamientos de R. Jnurnel
et le suffrage unmcrsel, Étwles sociales el/mlUii/ues, París, 1870, pp. 112-113.
y G. Roben, Le mylbe du //cuplé dans Les miserables, i d. Sociales, l’aris, 1964).
311
S il) E l. TIEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN
r* I E l. PODER DE LA ÚLTIMA PAI-ABRA

estabilidad, alguna preocupación p o r la legalidad, alguna preocupación p o r la m o­


“Suprimir a un ciudadano su derecho al sufragio, es darle el derecho deración practicada con perseverancia en la vida pública. A ellos les digo: “¿Cóm o
a la insurrección", escribe entonces Proudhon en el mismo sentido en La no véis q ue con el sufragio universal, si se le deja funcionar librem ente, si se res­
Voix du Peuple.1 1 2 A comienzos déla década de 1870, este argumento per­ peta —cu an d o éste se pronuncia— su independencia y la au to rid ad d e sus deci­
manece en el centro del discurso republicano. “El sufragio universal —se­ siones; cóm o no véis, digo, que tenéis ahí un m edio p ata acabar pacíficam ente con
ñala en 1871 George Sand—es la válvula de seguridad sin la cual no todos los conflictos, d esanudar todas las crisis, y que, si el sufragio universal fu n ­
ciona en la plenitud d e su soberanía, no hay otra revolución posible, p o rq u e ya no
tendríais más que explosiones de guerra civil. ” ' 13 Louis Blanc dice por hay más revoluciones que intentar, ningún o tro golpe d e Estado que tem er cuan­
su parte, que es “el principio salvador que abrevia las insurrecciones y los d o Francia h a hablado?"1IS
motines" . 11 4 Son tan numerosas las citas de esta naturaleza en los escritos
y los discursos republicanos, que se podrían multiplicar al infinito. Pre- { t ¿No hay otra revolución posible? La agitación social de la década de
sentado de esta manera, el sufragio universal aparece esencialmente co­ 1880 no tardaría en volver frágil este pronóstico, y en turbar profunda­
mo un medio de orden y de estabilidad. Deslizándose en una retórica de mente a la segunda generación de fundadores de la república. Un cierto
la conservación social, la argumentación republicana no manifiesta sin tipo de revolución estaba, sin embargo, bien acabado. Lái igualdad de los
embargo tan sólo una habilidad táctica. Expresa de manera muy profun­ derechos políticos se había entendido definitivamente, pero sólo como
da que, para los propios republicanos, la justificación última del sufragio fundamento del poder de la última palabra. Es el sufragio-pertenencia el
universal reside en la clausura del campo político de la que éste procede. que se acepta, resignándose al sufragio-soberanía a falta de poder distin­
En efecto, el conservadurismo expresa, a sus ojos, el carácter normal de guirlos y disociarlos de ahora en adelante, como en la época del sufragio
la vida política en una sociedad posrevolucionaria. La forma misma de la ar­ indirecto.
gumentación republicana da así la verdadera clave de su filosofía de la ® *
política. Es tal vez en Gambetta, hombre de tribuna y de justas parlamen­
tarias por excelencia, donde se siente con mayor fuerza esta dimensión.
De 1871 a 1875, no dejó de presentar al partido republicano como el “ver­
dadero partido de conservación”. Tras la disolución de la Cámara de Di­
putados, que resolvía la crisis del 16 de mayo de 1877 consagrando la
función de arbitraje de lo electoral, GambeLta da su expresión más fa­
mosa a este enfoque.
N o presenLo la defensa del sufragio universal para los republicanos, p ara los d e­
m ócratas puros —dice en u n gran discurso en el circo del Chatcu-d'E au. H ablo
p ara aquellos que, en tre los conservadores, tienen alguna preocupación p o r la f I

112 4 de mayo de 1850. FJ argumento es igual de om nipresente en las numerosas peticiones


que se presentan a la mesa de la Asamblea. Los habitantes de Kalisc suplican a los diputados
“librar a Francia de nuevas convulsiones", mientras que una petición de Aisne advierte: “Es la
insurrección | Humáneme legitimada con traías leyes de la nación)...). Es la guerra civil a la orden
del dia.“ F.l periódico l-a Civilisation de dolosa señala, en fórmulas que volvemos a encontrar
en otros lugares, que el proyecto de ley “separa a los ciudadanos en dos castas", que “lanza la
división entre los obreros y los patrones l„.J siembra nuevos gérmenes de antagonismo entre
las dos fuerzas que convergen en la población". Archivos Nacionales, C 2300.
"* “Réponsc íi une aniie” (Nohanl, octubre de 1871), l e Temps, H de noviembre de 1871. 1,5 Discurso del 9 de octubre de 1877, en Uiscours etplaidoyers politiques de M. Gambetta. París,
m Discurso pronunciado el 4 de febrero de 1878, en L. lllanc. Uiscours politiques (1847- 1882, t. vil, pp. 282-283.
1881), París, 1882. p. 299.

O I'
*Y L a EDUCACION DE. IA DEMOCRACIA SIS

El sufragio universal se proclama arca de la alianza, principio defini­


tivo e irreversible de legitimación, al mismo tiempo que se entienden sus
límites y sus dificultades como principio de gobierno. Se reflexiona poco
II. LA EDUCACIÓN DE LA DEMOCRACIA en esta asimetría y apenas se formula. Los republicanos temen abordar­
la de frente. Al mismo tiempo se ocultan, al igual que los conservadores,
tras una visión histórica para enmascarar esta grieta y conjurar el riesgo
que conlleva de cuestionamiento. En un panfleto que redacta para las
elecciones de 1868, Jules Ferry adopta desde esta época la temática de
la irreversibilidad.
4 f
El sufragio universal —escribe—no es sólo una institución sagrada y soberana; es to­
da una polílicay casi un símbolo. No es sólo el hecho, el derecho, lo justo, es también
LA FE Y LAS OBRAS inevitable. Es todo el presente. Italo el futuro. El sufragio universal es el honor de
las multitudes, la prenda de los desheredados, la reconciliación de las clases, la vía
l sufragio universal -decía Louis Blanc en noviembre de 1848— legal para todos. Es sólo en el que de ahora en adelante hay que vivir, esperar y

E es como el arco del triunfo por el que pasarán uno por uno todos
los principios salvadores. ” 1 Gambetta encuentra casi las mis­
mas palabras a Finales del Segundo Imperio: “El sufragio univer­

sal es el arca de la alianza [de la democracia]; es de este principio del sufra­
gio universal que hay que hacer que se desprenda toda la política. Es nece­
1
»
creer. Aunque sea enem igo, hay que amarlo.®

Esta página es significativa de la confusión entre el enfoque filosófico


y la visión histórica que encontramos en los padres fundadores. La his­
toria les sirve también de sostén filosófico. Por este lado se apegan pro­
sario que, también nosotros, tengamos un código político, y que este código fundamente a la idea positivista, mucho más de lo que se refieren a los
político se titule: Sobre la política extraída del sufragio universal ”'*No sería filósofos de la Ilustración. La adhesión al positivismo les permite enten­
difícil formar un ramillete de textos que mostraran que el sufragio universal der como inevitable y salvador lo que puede aún parecer momentánea­
constituye el horizonte último de la idea republicana. “El sufragio univer­ mente problemático; borra sus dudas y encubre sus perplejidades. Lo
sal —resumía [ules Ferry—es de ahora en adelante, para Francia, la Ley de inevitable que es para lodos los conservadores la marca de una fatalidad
Leyes. Es una especie de constitución viva y progresiva. Él reina . " 8 La fe es a los ojos de los republicanos el signo de una reconciliación, la forma
republicana, sin embargo, fue sometida a una dura pnieba. En diciembre de un alivio. Aunque la distancia política entre la crispación capacitaría
de 1848, tras la elección de Luis Napoleón Bonaparte, después a todo lo y censitaria de los conservadores y la fe igualitaria de los republicanos es
largo del Segundo Imperio y finalmente tras el triunfo legitimista de fe­ « I considerable, su sumisión simétrica al movimiento de la historia termina
brero de 1871, numerosos fueron quienes .dudaron de la oportunidad insensiblemente por nivelarla a finales del siglo XIX. Esta distancia se re­
del sufragio universal, si no es que de su principio. Pero como no dejan de duce mucho más cuando la argumentación republicana uliliza conslan-
considerarlo un derecho, los republicanos reconocen tácitamente o de ma­
nera encubierta que el sufragio es también una función . 4

1 Citado por E. de Girardin. L'omiere. Quesliom de funnée ÍH69, París. 1871, p. 403. abiertamente: "¿Qué es el sufragio universal? Nosotros respondemos que es a la vez una fun­
* Discurso sobre el plebiscito del 5 de abril de 1870, en Discutir* tí pUudoyers politiques lie M. ción, un derecho y un deber. Una función porque es un acto cuyo carácter es social al mismo
(¡nmhetta. París, i. I, 1881, p. 223. tiempo que individual" (sesión del 4 de junio de 1874. Anuales lie l'Assemblée NalionaU, t. XXXI.
s Artículo de Le Temfrt, publicado el 8 de mayo de 1889, la víspera de las elecciones legis­ p. 297).
lativas. 8 J . Ferry, “La lultc ólcctorale en 1883" en Uiscours tí upimons de fules Ferry, París, 1893, i.
4 En la primera deliberación sobre el proyecto de ley política, txmis Blanc lo dice incluso I, p. 92.

41 4
314 El t ie m p o de la c o n s o l id a c ió n 315
la e d u c a c ió n d e i a d e m o c r a c ia

(emente, en la década de 1870, el lema de lo irresistible del sufragio uni­ cuela americana” , 15 pero aquello no basta para disminuir la contradicción
versal para disminuir las resistencias de los conservadores. Los argumen­ entre el principio de igualdad política y la exigencia de racionalidad. Tan­
tos que se pueden calificar de tácticos se sobreponen al credo filosófico, to menos aún en cuanto a que el paso del comtismo en la cultura repu­
hasta volverse indiscernibles. blicana reaviva esta contradicción a partir del Segundo Imperio.
Las maneras de representar el sufragio universal en la imaginería po­ Para Auguste Comte, ya lo sabemos, las ideas de 1789 eran puramente
pular traducen por su parte una innegable mutación de la fe republicana “metafísicas” y el principio de la soberanía del pueblo no tenía a sus ojos
en el transcurso del siglo XtX. En el espacio de 30 años, se pasa de la creen­ ningún fundamento racional. Sus sucesores, con todo y ser ardientes re­
cia en el advenimiento de un mundo nuevo, al simple culto al poder del publicanos, siguen siendo críticos frente a la idea de soberanía del pue­
pueblo soberano. En 1848, el sufragio universal es asociado principal­ blo y adoptan una actitud muy reservada con respecto al sufragio uni­
mente con alegorías de fraternidad y unidad. Muy a menudo se lo repre­ versal, y eso cualquiera que sea la escuela positivista a la que apelen . 7
senta como una urna electoral, hacia la cual convergen multitudes com­ Littré permanece durante mucho tiempo hostil al sufragio universal; no
puestas por las diversas clases de la sociedad, altar en el que se celebra comienza a aceptarlo sino hacia finales del Segundo Imperio, recono­
el sacramento de la comunión social. A partir de la década de 1870 ya no ciendo que la costumbre lo había sancionado de hecho. Pero permanence
encontramos más estas alegorías. De manera cada vez más generalizada, inmerso en una visión capacitaria de la política. A finales de la década de
un león representa al sufragio: se lo identifica con una fuerza, constituye 1 8 7 0 , sigue considerando petjudicial al sufragio directo *5 y desea que “la
un hecho de evidencia, una forma de intimidación y de estabilidad a la aristocracia tenga una parte considerable en las democracias" . 9 El caso
vez. Remite menos aun procedimiento político que a un hecho histórico. de Sémérie es aún más característico. El fundador de La Politique Positive
La fe se disimula silenciosamente tras las obras. no se conforma, efectivamente, con aspirar como Littré a una república
Una pregunta esencial debe entonces plantearse: ¿los republicanos sonfi­ conservadora. Es mucho más de izquierda. Simpatizante de la Comuna,
losóficamente verdaderos demócratas? Entendámosla bien. No se trata sólo apoya en 1873 a Barodet, mientras que Littré se forma detrás de Re-
de medir la sinceridad o el fervor del sentimiento republicano. Está claro musat. Laico intransigente, denuncia con energía desde 1872 ajules Fe­
que los republicanos son creyentes, son religiosamente demócratas, si se rry y a los “republicanos del gobierno”. Políticamente más de izquierda
quiere, incluso si su fe es a veces vacilante. Pero hay que ir más lejos y ver que Littré, ¿es entonces filosóficamente un defensor más ardiente de la
si el pensamiento republicano se funda también en la consideración de soberanía del pueblo? Por el contrario: ataca al sufragio universal con
una superioridad epistemología de la democracia, considerándose ésta co­
mo un medio positivo de institución y regulación del orden político. No
es fácil responder de manera simple a esta pregunta explícita. La duda 11 La oposición en tre una "escuela convencional" y una “escuela americana" en el sen o del
ideal republicano se fórmula por primera vez en La Revue Réjniblicame de 1834 (véase “Rcvue
secreta que carcome en lo profundo la fe de los padres fundadores no Politique", L 1, pp. 150-151). La escuela convencional se remite para los autores a la democracia
procede sólo de una decepción ante la ingratitud de las masas; hunde directa y al ideal de igualdad económica, mientras que la escuela americana se funda en el
también sus raíces en un innegable dualismo filosófico del pensamiento principio individualista, el gobierno representativo y la sola igualdad política (el sufragio uni­
republicano. El pensamiento republicano debe tanto a los fisiócratas o versal). Bajo el Segundo Imperio, Hippolyte Cam ot y Édouard Laboulayc retomarán esta dis­
tinción colocándose a la cabeza de la fila de la escuela americana, buscando asi trazar una linea
a Diderol como a Rousseau. Por un lado, los grandes temas de la Ilus­ de demarcación entre el ideal republicano (americano) y el proyecto socialista (convencional).
tración y el llamado al poder de la razón; por el otro, la celebración de 7 Se sabe que hay que distinguir entre la tendencia d e la Ritme tle Philosophte Positive, alre­
la comunión social y el llamado a la participación política. La cultura polí­ dedor de Littré, Robin y WyroubofT, y la de Fierre Lalfiie. Robinet, Audiffrend y Sémérie, que
tica republicana está así atravesada por la tensión constitutiva de la expe­ se agrupa alrededor de la revista La Reme Piuitivr.
8 En un articulo de 1879. “De la durée de la républíque", escribe aún: "El sufragio universal
riencia revolucionaria. Esta tensión sigue siendo muy perceptible entre tiene dos vías, la vía directa y la vía indirecta: la via directa es perjudicial, conduce a impre­
los padres fundadores de la Tercera República. Al igual que sus mayores visiones. inhabilidades, nivelainicnios injustos, y en la competencia por la existencia entre las
de la década de 1830 de La Reme Républicaine, se apartan ciertamente de naciones, expone al pueblo que se abandona en él a las catástrofes" (retomado en É. l-iitré, De
la “escuela convencional” para colocarse naturalmente del lado de la “es­ l'itablivement de la Troisibne Ripublique, París, 1880, pp. 520-521).
» /W ., p. 517.
La 317
3 Ib El TIEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN # I I e d u c a c ió n d e i a d e m o c r a c ia

mucha mayor violencia. En el “prospecto" que anuncia el lanzamiento a 1880, coexisten de hecho dos proposiciones aparentemente contradic­
ile la revista /.« Politique Positiva, habla de la “absurda teoría de la sobe­ torias: por un lado, el sufragio universal se identifica con la república, y
ranía popular, según la cual un volo vale igual que otro, sin distinción de por el otro se afirma que la república está por encima del sufragio uni­
¡indigencia, moralidad o civismo” . 10 versal. La diferencia de conlexto explica ciertamente esta contradicción
de manet a parcial. A comienzos de 1873, mientras los legilimistas hacen
Es poi su deplorable apego a la metafísica de Rousseau —señala además—que la campaña para reformar el derecho al voto, Gantbetta dice: “No se com­
Francia revolucionaria y su vanguardia republicana investida de la iniciativa re- prende la república sin el sufragio universal: son dos términos ligados
gcner.uiva, marcan el paso en el lodo desde hace 83 años Se convoca, hasta indivisiblemente uno al otro, y entregar el sufragio universal, es entregar
el fondo de los pueblos más atrasados, a los campesinos más abruptos [ w |, y en­ a la república . " 1 3 ¿Cómo entender esta dualidad? Simplemente hay que
tonces los hombres que han derrumbado al imperio se ponen de rodillas frente « « reconocer que t-1 sufragio universal no tiene el mismo sentido en cada
a quienes lo han sostenido; los republicanos ante los bonapartisias. A eso le lla­
man. en su devoción, postemane anta la majestad del pueblo [...]. Y he aquí cóm o, caso.
sobre todo desde 1848, Francia pertenece a los más puros reaccionarios.11 1 .a asimilación del sufragio universal a la república remite a la consi­
deración del sufragio como principio último de legitimación y no al su­
El racionalismo positivista se mezcla en su caso con acentos de Louis fragio como procedimiento electoral, y menos aún como modo de go­
Klanc para denunciar la malignidad del sufragio universal, en tanto que bierno. El sufragio universal se identifica con la república en la medida
éste es expresión de voluntades arbitrarias y autónomas. Aunque sea en en que define un modo de legitimación radicalmente antagónico al de
términos menos virulentos, todos los positivistas de la década de 1870 la monarquía: se trata de la voluntad general contra el recurrir a la histo­
critican igualmente la metafísica revolucionaria. ¿Ferry y (lambetta son t * ria, a la tradición, o afortiori al derecho divino, I-i oposición monarquía-
la excepción? ¿O su positivismo es en este punto tan singular que se diso­ república no se entiende en Francia como un problema histórico o cons­
cia. en este tema esencial, de los principales alumnos del maestro ? 1 2 titucional. Posee una dimensión filosófica: la república es la antimonarquía
La vacilación filosófica de los republicanos, aparte de las cabezas di­ radical. Esto lo percibimos claramente cuando Gambctta habla de “pala­
tas escuelas positivas, es tanto más difícil de analizar en cuanto que per­ bras extraídas del sufragio universal", o cuando jaurés dice, bacía 1 1 )0 0 ,
manece en el orden de lo no dicho, como si les costara trabajo encontrar que “el sufragio universal hizo del pueblo una asamblea de reyes” . 1'1 En
un modo de expresión admisible. Pero podemos intentar entenderlo a esta medida, el sufragio universal se encuentra en el centro de la cultura
partir de un lema principal: la relación “jerárquica” de la república con política republicana. Pero lo está en tanto que fundamento filosófico de
el sufragio universal. En el pensamiento republicano de los años de 1870 la república. No se trata verdaderamente ilel .sufragio-derecho o del su­
fragio-procedimiento. A comienzos de la década de 1870, catando la cues­
,u La Politique. Positiva. Rumie o cctd eiu a te, prospecto, abril «le 1872, p. 2.
tión del régimen político constituye una apuesta central, que a ojos de
11 IbitL Véanse también, en la misma vena, «los folletos de Etigéne Sémcric: Fnndatwn d'un I I los republicanos abarca y resume a todas las demás, el sufragio universal
club positivisle, París, -I de noviembre de 1870. y La répubhqne et le peuple sauvemin. París, abril de se encuentra para ellos completamente encastrado en la idea republica­
1871. Véase también un articulo del 28 de noviembre de 1872 (“Con su adoración a la teoría na. De ahí, por otra parte, su desconfianza instintiva trente a los liberales
de Rousseau, que identifica siempre el derecho con la mayoría, los demócratas pasan la vida
cargando los fusiles «pie deberán matarlos", “Le partí «les ducs el la république", ¡a Politique
orleanistas que proclamaban que la cuest ión riel régimen era secundaria
Positiva, t. I, p. 253) y el texto que critica a Ferry, “Iais républicaim de gouverncm ent” (ibicL. en relación con la naturaleza de la democracia que se iba a establecer.
1.1, pp. 260 y sx.). Prévost-Paradol y De Broglie habían ya desarrollado este enfoque bajo
Sobre csu» cuestión decisiva, véase muy paiüi nlm m ciue a 1‘. Banal. “l.e posilivisme de el Segundo Imperio. Lo esencial, explicaba por ejemplo Prévost-Paradol
Gomtc y de Ferry", Ramanttsmr, tumis. 21-22. 1078 (número especial Lefs] Positmismefsj); L. Le-
grancl. Linfluencr du ftosilivisme diius F CEuirre scolaire de filies Fem, Marcel Riviére. París. 1061;
C, Nicolet. L'ldte républicaine en Frunce. Gnllimard, París. 1082; J. Eros. "The positivist gene-
radon o f Prendí republicanisnt". Sociolugical Hevietu, m, 1955, pp. 255-277. Nos podem os abs­ Discurso en la Asamblea Nacional ilel 28 de lebrero «le 1873. en Dismurs et plaidosen
tener de consultai las obras, a mentido citadas pero pobremente documentadas y débiles en su palitiques de M. fiambetta, t. (II, 1881, p. 286.
análisis, de D. G. Gbarlton sobre la historia del |>ositivismo. 14 Citado en E. D'Eichtal. Hmiverctimt* du peuptr el du gouvrmemmt, |>. 2.

O
318 E l. TIF.M1*0 [)K LA CONSOLIDACIÓN La e d u c a c ió n d e la d e m o c r a c ia 31»

en La France nouvelle (1868), es definir la naturaleza del gobierno demo­ pueden aceptar. Entre los republicanos, la democracia no se piensa, pa­
crático y liberal, siendo para él una “democracia monárquica” el equiva­ radójicamente, por sí misma: permanece siempre referida a la negación
lente de una “democracia republicana”. Partidario, más bien, de una de la monarquía, y se identifica simplemente con su denuncia. En ese
monarquía constitucional, reconocía sin embargo que son sólo “dificul­ sentido es, a sus ojos, una religión más que un régimen.
tades de imaginación o de opinión” las que vuelven precario en Francia La fuerza de la oposición república-monarquía conduce así a transfor­
el establecimiento de una forma republicana de gobierno. “Estas dificul­ mar completamente los términos del debate político y de la reflexión
tades de opinión o de imaginación —escribía—no existen para los hombres filosófica sobre la democracia en Francia. Los republicanos se propusie­
ilustrados que conciben sin dificultad la idea de una república bien or­ ron en mayor medida instaurar un régimen que fuera el reverso radical
ganizada. " 15 Thiers actuara en gran medida dentro de esta perspectiva. de la monarquía, que concebir la construcción democrática de manera
Sin embargo, esto era admitir que era posible disociar la cuestión del autónoma. La política francesa moderna no tiene, por esta razón, sino
régimen y la del modo de sufragio. Falloux dice, por ejemplo, en 1870: un fundamento por défault. Si bien hacen del sufragio universal el arca
“Si se me entregara la monarquía, la más monárquica del mundo ade­ de la alianza de la república, los padres fundadores lo mantienen paradó­
más, con el sufragio universal e ilimitado, o la república con el sufragio jicamente a distancia de la vida política concreta. Es por ello que pueden
universal contenido y guiado por las influencias normales de todo país identificar la república con el sufragio universal y considerar al mismo
civilizado, yo pensaría que el orden queda mejor asegurado bajo esta tiempo que la república está por encima de él. El sufragio-procedimien­
república que bajo la monarquía . ” 16 A comienzos de la década de 1870, to, que remite a una teoría de la práctica democrática, es menos impor­
La Revue des DeuxMondes lanza, dentro de este espíritu, la noción de “re­ tante que el sufragio-principio, que simboliza la anti-inonarquía. De ahí
pública conservadora”, que alcanza rápidamente un gran éxito. Uno de el extraño sabor de boca que deja la discusión del 11 de agosto de 1884
sus cantores, Emest Duvergier de Hauranne, intenta persuadir a los libe­ sobre la revisión constitucional. 18 Para conjurar por última vez al espec­
rales de que la elección de una forma de gobierno no es de orden teórico, tro de un retomo a la monarquía, llegan a colocar el principio repu­
sino que se trata de un problema casi puramente histórico. 1 7 Incluso si blicano por encima de la voluntad popular, contradiciendo a Gambetta
bien se benefician tácitamente de esta actitud, los republicanos se sien­ —que afirmaba el 5 de abril de 1870, en su gran discurso sobre el ple­
ten visceralmente en desacuerdo con sus presupuestos filosóficos. Diso­ biscito, que “el sufragio universal no se limita ni en el tiempo ni en el es­
ciar la cuestión del sufragio de la del régimen, para ellos, implica admitir pacio”19—o lo escrito por Alfred Naquet en 1873: “Sólo la república crea
implícitamente que la monarquía puede ser compatible simétricamente un sistema móvil. " 20 Ellos reconocen así abiertamente que el sufragio
con el sufragio universal, lo cual sale completamente de su campo inte­ universal tiene un límite: el horizonte de la república. Que éste es enton­
lectual. Más aún; es reconocer que el modo de sufragio no es sino un ele­ ces la encamación de un principio de soberanía, sin pretender nunca
mento entre otros de una concepción de la democracia, lo cual ellos no efectuar cualquier acto de soberanía, no pudiendo la legitimidad en úl­
tima instancia pertenecer más que a la verdadera razón, encarnada en la
15 Prévost-Paradol, 1.a France uouvelle (1868), Gafúier, París, 1981, p. 199 (subrayado del
institución republicana fundada en la negación de un pasado metafísico
autor). Véase igualmente Víctor de Broglic: “N o existen, en cuanto al fondo mismo |.„] dos y teocrático. En ese aspecto, los padres fundadores retoman el espíritu
gobiernos posibles en el mismo tiempo y en el mismo país. Una república que se acerca a la positivista y manifiestan el carácter secretamente equívoco del sufragio
monarquía constitucional, una monarquía constitucional que se acerca a la repúhlica y no universal.
difiere de ella sino por la constitución y la permanencia de] poder ejecutivo, es la única alter­
nativa que queda a los amigos de la libertad" ( Vues sur le gouvemement de la France, p. I.XXXII).
Los mismos aspectos resaltan E. Claro en Lesjours d ’ipreuve, 1870-1871, París, 1872 (véase el ar­
tículo “La vraic el la fausse démocrntic”), o É. Laboulavc en sus Qurstiuns comlitulionelles de 18 Véase Révisians constitutionelUs, ! I aoiU 1884 (volunten separado de Anuales de la CJtamlrre
1872. des Diputes).
,r' Citado por 17. Halévy, 1.a fin des nntnhles, Anrlré Sauret, París, 1972, 1.1, p. 134. I'-1Discours el plaidoyen potinques de M. (¡ambetta. t. I, p. 225.
17 Véase su artículo "1.a république el les conservateurs", aparecido el 1 de agosto de 1872 78 A. Naquet, La république radicóle, París, 1873, p. 11. Son naturalmente los bonapartistas y
en La Revue des Deux Mandes (retomado en La Réfnihlique Camerúnince, París, 1873). la derecha quienes retoman estos temas en el debate del 11 de agosto de 1884.
La e d u c a c ió n p e la d e m o c r a c ia 321
320 F.l t ie m p o de la c o n s o l id a c ió n

lectaría los suíragios de la burguesía. En las ciudades, la clase de los trabajadores,


Para disminuir esta tensión, tienen la permanente necesidad de cir­ formados en el yugo de largos años de opresión y miseria, no tendría ninguna
cunscribir su carácter histórico protegiéndose tras el tema ríe la inmadu­ participación en el escrutinio, o bien sería conducida por sus amos com o un
rez. del pueblo, o, muy a menudo, de limitar sociológicamente su alcance rebaño ciego. En el campo, todas las influencias están en titanos de los aristócratas
criticando al mundo campesino. Hablemos primero de la crítica a la in­ [...]. Nuestra alma se indigna al pensar que los Opresores puedan recoger así los
madurez del pueblo, lista juega un papel fundamental en el pensamien­ beneficios de su crimen |...]. El pueblo no sabe, es necesario que sepa. Aquello no
to republicano. Permite salvar la distancia entre la práctica del voto y los es obra de un día o un mes | ...). Es necesario que la luz penetre en lox últimos p o­
blados de la república. Es necesario que los trabajadores levanten sus frentes
comportamientos previstos. Tras la elección de Luis Napoleón Bonaparte indinadas por la servidumbre. Ias elecciones, si se cumplen, serán reaccionarias
a la presidencia de la república, Cleorge Sand intenta, por ejemplo, [...]. Que vuestra prudencia libre a Francia de un peligro tan grande. Dejad que .
razonar en estos términos su decepción. “El soberano colectivo, el ser el país nazca a la república: en esta hora, está todavía preso en la asfixiante
nuevo ha carecido de prudencia y de habilidad —escribe. Es joven, el rey- envoltura de la monarquía.25
niño; hace las locuras de su edad. Es temerario, novelesco, impaciente.
No soporta los correctivos injustos y crueles. En su cólera, rompe sus La crítica de izquierda al sufragio universal encuentra en este texto
ligas y sus juguetes. Ingenuo e incrédulo, se lía del primero que llega. " 2 1 una de sus primeras expresiones canónicas. Ésia se parece en cierta ma­
El sufragio universal, dice asimismo, es “un gigante aún sin inteligen­ nera a la visión capacitaría-positivista, 26 no distinguiéndose de ella sino
cia” . 2 2 El adverbio “aún” corrige la severidad del juicio. Al ser historia­ por la concepción subyacente de inmadurez: más “política”, por un lado;
das, las faltas del pueblo se compensan por la evocación de su futura re­ más “filosófica” o “técnica”, por el otro. Pero en ambos casos, la adqui­
dención. Muchos republicanos explican de esta manera lo que ella llama sición de un cierto tipo de saber aparece como un requisito previo al
“un acto imprevisto de soberanía popular”.2* Pero de este análisis se pue­ ejercicio del sufragio. Este enfoque siguió siendo minoritario entre los
den extraer dos conclusiones diferentes: ya sea poner toda la esperanza republicanos. La mayoría de ellos, incluso cuando reconocía que el dere­
en la educación del pueblo, ya sea, de manera más radical, concluir de cho al sufragio había sido introducido de manera quizá demasiado bru­
ello el carácter prematuro de la introducción del sufragio universal. tal, opinaba, en efecto, que echar marcha atrás y suspender temporal­
La cuestión se plantea claramente en la primavera de 1848, cuando mente este derecho no era posible. De ahí el papel central para ellos, ya
Blanqui y Cabet hacen campaña para el aplazamiento de las elecciones.2 '1 lo veremos, del tema de la educación para la democracia como proceso
Los términos del escrito que hacen circular en esta ocasión en París me­ compensador y corrector de la inmadurez del pueblo. Sin embargo, les
recen ser recordados, pues son a tal punto característicos: era necesario también dar cuenta de sus decepciones políticas inmedia­
tas, pudiendo continuar proclamando su fe en el sufragio universal. La
Demandamos el aplazamiento de las elecciones de la Guardia Nacional y de la focalización de sus desilusiones sobre el mundo campesino juega esta
Asamblea Constituyente. Estas elecciones serían irrisorias. En París, un número función. Permite dar una interpretación sociológica a un problema fun­
muy pequeño de obreros está inscrito en las listas electorales. La urna sólo reco-
damental que concierne a la naturaleza misma de la democracia.
A El advenimiento del sufragio universal, es cierto, modifica brutalmen­
21 O. Sand, “A propos de l'élection de taniis Bonaparte á la presidente de la république" te el centro de gravedad de la vida política. Antes de 1848, la vida política
(texto fechado el 21 de diciembre de 1848), en (hiestinns pohtiques el sociales, París, 1879, p. 291. se concentraba en las ciudades, y sobre todo en París, aunque la pobla­
-- Sand, Journal ct'uti vayagrur ftendanl la guerrr, p. 168 (fecha del diario del 5 de no­ ción francesa fuera rural en sus tres cuartas partes. Todo cambia con el
viembre de 1870).
25 En (¿ueslinru politiquee el sociales. p. 259: “En cuanto a nosotros —prosigue—, nos hace falta
decreto del 5 de marzo de 1848. Aunque los movimientos de opinión,
examinar seriamente este acto imprevisto de soberanía popular, y no dejarnos sorprender por
el disgusto y el desánimo. Pronto se dice que el pueblo está loco, que el campesino es tonto."
-•T e x to reproducido el 15 de marzo de 1848 en la primera página del Bulletin de la Re-
Por su parte, Víctor Mugo oponía la multitud al pueblo en el prólogo de su Année terrible,
publique (núm. 2). Sobre el problema del informe sobre lax elecciones en la primavera de 1848.
señalando lacónicamente: “El pueblo está arriba y la multimd abajo."
véase M. Donimangel, Les idees paliliqu.es el sociales d'Auguste Blanqui. París, 1957.
-■t l.ouis Blanc había abogado fuertemente porque se retrasara la fecha del esrnitinio, "lo
26 Sémcrie, hay que señalarlo, hará el elogio de Blanqui.
más posible", com o dice en sus Pages d'hisloire ile la Rñmhttian He ftvrier 18411. París, 1850.

ti
322 E l. IIEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN La e d u c a c ió n d e la d e m o c r a c ia 323

las iniciativas y el teatro de la vida política siguen siendo urbanos, la generosas del siglo habían pasado por encima de ellos sin emocionarlos. ”28
decisión pertenece de ahora en adelante al campo. Los republicanos El campesino acumula, a sus ojos, todos los obstáculos para una par­
toman rápidamente conciencia de la importancia de este deslizamiento. ticipación política efectiva: ignorancia, estado de aislamiento, apego a la
“El pueblo de París —dice Félix Pyat a los campesinos—, ese gran artista vieja idea del soberano, amo absoluto, autócrata. Después de 1870, los
en revoluciones, os ha desembarazado de los reyes, os ha hecho libres y republicanos continuarán pensando en esos términos. “¿Cómo organi­
ciudadanos; ha conquistado para vosotros el sufragio universal. ¡Ah! zar una nación en la que el campesino no entiende y domina la situación
¡Cuidadlo bien! La república se encuentra en vuestras manos, sois los por mayoría?”, pregunta por ejemplo George Sand ,29 algunos meses
más numerosos, sois 24 000 000 sobre 35. Sois los más fuertes [...]. Que antes de ser elegida la Cámara Rural. En el momento del plebiscito de
la blusa gris se entienda con la blusa azul. ” 1*7 1870, muchos demócratas radicales tronaban contra los campesinos mal
Conocemos la decepción de los republicanos después de la elección pulidos, que representaban a la mayoría, oponiéndolos a los ciudadanos
de Luis Napoleón Bonaparte. Al igual que Marx, no tendrán palabras lo ilustrados de las ciudades, que representaban la lucidez política. Algunos
bastante duras para estigmatizar a las masas rurales, y a la especie de de ellos volvían a utilizar incluso palabras empleadas por la derecha para
golpe de Estado legal por medio del cual han derribado al gobierno exis­ decir que los votos debían pesarse y no contarse mecánicamente.80 Por
tente. Pero después del 2 de diciembre habrá que hablar de un verdade­ su parte, Sémérie habla con desprecio de "paganocracia” . 3 1 Los republi­
ro abatimiento. Su amargura frente al mundo campesino resonará a canos emplean las mismas expresiones que Taine o Renán para hablar
todo lo largo del Segundo Imperio. El voto campesino cataliza entonces de las masas rurales.3 2 Edgar Quinet está muy aislado para ver el alma de
lo que no se había dicho anteriormente sobre el sufragio universal, po­
lariza todas las críticas antaño dirigidas al pueblo en general. Así, en un
texto de combate, La lutte électorale en 1863, Jules Ferry utiliza palabras KHE. Tcnot, Le suffrage untversel et les paysans, París, 1865, p. 13.
'Zi G. Sand, Journal d'un voyageur pendant la guerre, p. 25 (fecha del diario del 24 de sep­
extremadamente duras y despreciativas hacia la Francia campesina so­ tiembre de 1870). En 1848, ella ya pensaba en esos términos. Véase su carta del 9 de marzo de
metida al imperio, describiendo aJ campesino como un ser supersticio­ 1848 al historiador Henri Martin: “La población rústica [...] no tiene en absoluto iniciativa, no
so, ingenuo e inculto, ajeno a toda comprensión política, pasivamente salte. Es la mota de polvo que espera un rayo de sol para volverse fecundo": G. Sand, Corres-
pondence, Gamier, París, 1971, L VIII, p. 332.
sumiso. Veinte años antes, los doctrinarios habían usado un lenguaje •10 Véase lo que informa P. de la floree en Histoire du Second Empire, 1903, t. VI, p. 116.
análogo para justificar el censo en general. •t1 E Sémérie, La républit¡ue et le peuple souverain. "El pueblo soberano —escribe—es el cam­
Al concentrar sus rencores e incertidumbres en la figura del campe­ pesino. y el sufragio universal conduce a la paganocracia" (p. 19). Y además: “El campesino ha
sino, los republicanos pueden permanecer fieles a su credo democráti­ nacido apenas a la vida cívica. No entiende natía de las inmensas interrogantes humanas que
apasionan, agitan y levantan a las ciudades (...]. La distinción entre las ciudades y el campo, que
co, manifestando al mismo tiempo su escepticismo con respecto a las es en política lo que la distinción entre el cerebro y el estómago es a la medicina, se im pone
capacidades del pueblo. Pueden, en efecto, presuponer que existen dos entonces hoy en día, incluso a los igualitarios, tras haberlos hecho reír mucho" (pp. 17 y 15).
pueblos, el de las ciudades y el del campo. Eugéne Tenol, que será el autor Sémérie escribe al mismo tiempo que “se ha vuelto necesario un nuevo ateísmo, el que se dirige
de las obras sobre la historia del golpe de fstado, resume de manera muy al dios Mayoría" (p. 7).
M Taine señala así en un artículo del 5 de diciembre de 1871 que "la ignorancia y la credu­
interesante el punto de vista republicano en un folleto de 1865, Lesuffra- lidad de las poblaciones son sorprendentes [...]. T odo el día, el campesino está en el campo y
ge universel et les paysans. “En 1848 —escribe—, existían en el suelo de Fran­ el trabajo agrícola sujeta el pensamiento del hombre a la tierra" (reproducido en H. Taine, Du
cia como dos pueblos yuxtapuestos. Uno ardiendo de espíritu nuevo, el suffrage universel el de la maniere de voter, París. 1872, p. 25). Por su parte, Renán dice, en septiem­
bre de 1870: "Amo más a los campesinos a quienes se da patadas en el culo que a los campesinos
otro con un siglo de retraso. Y es a este último al que la ley de la mayoría com o los nuestros, a quienes el sufragio universal ha convertido en nuestros amos. Campe­
imponía la carga de fundar la libertad. Amurallados en la ignorancia, sinos, ¿cómo? El elem ento inferior de la civilización, al que nos han impuesto, nos ha hecho
intelectualmente ajenos al resto de la nación, todas las ideas grandes o soportar veinte años este gobierno.” (E. y J. de G oncoun. Journal. Mémoires de la vie littéraire,
1864-1878, París. 1956, t. II, p. 595). Republicanos, liberales y conservadores coincidían en res­
ponsabilizar a los cam¡>esinos del imperio. Dentro de esta óptica, véase igualmente una obra
F. Pyat, Aiuc paysans de la Frunce, brindis a los campesinos dedicado en el banquete del curiosa: D. R. D. Saint-Pé. Les paysans el le suffrage universel, Études sociales et politiques, París,
24 de febrero de 1849, s.l. s.f„ p. 1. 1869.
324 F.L 1IEMIX) DE IA CONSOLIDACIÓN
« Lv e d u c a c ió n df. i a d e m o c r a c ia 325

la revolución como el hijo de Ghouan.3 3 La denuncia del campesino co­ La denuncia del vol o campesino tiene sobre lodo una función ritual en
mo ser bruto y grosero, sin autonomía intelectual y política, permanece los republicanos. Tiene la finalidad de conjurar una interrogante, la de
como una constante de la literatura republicana basta comienzos de la las relaciones entre la capacidad y el derecho al volo, polarizándola
década de 1880, y La terre de Zola traduce bien el estado de ánimo pre­ sociológicamente, manifestando que, por expresarse de manera disimu­
dominante . 34 Aunque a veces un difuso anticapilalismo acerca cultural­ lada. la cuestión del sufragio universal no deja de ser menos secretamen­
mente a los republicanos a los valores del mundo rural, que simboliza el te problemática. La manera en que Gambetta celebró simétricamente a
arraigo a la pequeña propiedad y la resistencia a la deshumanización in­ las famosas “capas nuevas" va, por otra parle, en el mismo sentido. La
dustrial, son las decepciones electorales las que predominan política­ república y la democracia se arraigan para él en una sociología. “Ahora
mente. Este desprecio no cesa sino hasta que la república puede, a su vez, —dice en 1870—sabemos lo que es el sufragio universal, sabemos que el
apoyarse en el campesino como había hecho el imperio. Jules Ferry dice 4
sufragio universal somos nosotros, que el sufragio universal no puede
entonces en son de triunfo: “Hemos conquistado el sufragio universal tener derechos, intereses, aspiraciones, cóleras que no sean las nuestras,
del campo; conservémoslo, no lo inquietemos, no lo cansemos. [...] Es ya que nosotros somos el pueblo y él es el pueblo . " 36 Si bien el nuevo
un fundamento sólido para nuestra sociedad, y para la república una régimen se confunde con la llegada y el triunfo de una clase —“liaremos
base de granito . ” 35 El vuelco del voto metamorfoseaba de un solo golpe a la vez una república y una sociedad", decía lambién Gambetta— , 39 no
el atraso en sabiduría profunda. hay de hecho nada problemático o ambiguo. Pero como no llegan ver­
I-a simple comprobación de esta brutal inversión de la cuestión cam­ daderamente hasta el extremo de esta lógica, que retomarán los leninistas,
pesina por los republicanos demuestra que la realidad era mucho más los republicanos siguen estando conscientes de una fractura que subsiste
compleja de lo que sugerían. Los 11 abajos históricos permiten además te­ entre la fe y las obras, la teoría y la práctica. Para disminuirla y ponerla
ner ahora una visión bastante precisa de su comportamiento político.36 a distancia, colocan en el centro de su acción política la idea de educación
Incluso cuando subsisten divergencias de interpretación sobre la rela­ de la democracia.
ción de los campesinos con la vida política, la hipótesis de racionalidad
relativa de su comportamiento electoral, que había sido sugerida de ma­
nera muy fina en dos antiguos trabajos, 3 7 parece más bien confirmada.* 1A EDUCACIÓN DE L \ DEMOCRACIA
El su fra g io u n iversal tie n e su s c o n tr a d ic c io n e s ¡m in ias, su s “an tin om ias" , q u e s o n
** Sobrenombre de Jcan Chiman, uno de los jefes insurrectos del oeste de Francia durante los e n ig m a s q u e la d e m o c ra c ia d e b e resolver [...]. T o d a s estas c o n tr a d ic c io n e s re­
la revolución francesa (N. del T.). m iten a la a n tin o m ia fu n d a m e n ta l del derecho al su fragio, o to r g a d o a lo d o s, y d e
M L j Terre se publicó en 1888. La novela abarca sobre todo el final del Segundo Imperio.
la capacidad, q u e n o p e r te n e c e r ea lm en te s in o a c ie r to n ú m e r o [...|. R econ ciliar
Sobre este texto muy difícil, véase F. Uoissin, Lepaysan dans le ruinan amtnnpvrain, París, 1888,
la su p erio rid a d n u m érica c o n la su p erio rid a d in te le ctu a l, h e a q u í la “cuadratura
yG . Robcrt, La terred'&mileZula. Eludehistorique el nilique, París. 1952. En la década de 1870,Ju­
les Gucsde es uno de los raros autores que presenta a los campesinos de manera progresista, d el círculo" d e la d e m o c ra c ia .40
sugiriendo que nutrían oscuras simpatías en relación a la Comuna (véase su Lime rouge de la jw -
u
tice rurale, publicado en 1871). r
ses écoles. París, 1944. y J.-J. Wciss, Comital consUIntwnnel 1868 1886, París, 1893 (véanse espe­
*s Discurso del 30 de agosto de 1885 en Bordeaux, en Discours el opmions de Jules Ferry, l
cialmente las páginas 103-111, muy notables, en las que el autor muestra que el campesino tiene
Vil. pp. 4142. Este discurso será fuertemente criticado por numerosos republicanos, que en­
la particularidad de “hacer política real, fundada en los intereses tangibles, los hábitos y las
contrarán tlemasiado optimista la confianza en el voto rural.
costumbres”, a la inversa de otras categorías que hacen “política de sentimiento, o política de
38 Sobre esta cuestión, el articulo de E. Bcrcnson, “Politics and thc lrencli peasantry: lite
moda"; el autor analiza precisamente sobre esta base la política de Napoleón 111 en relación con
debate continúes". Social llistury, vol. XII, núm. 2, tuayo de 1987, precisa de manera muy útil
los campesinos. A sus ojos, lejos de ser estúpido, el comportamiento político de los canqjcsinos
los trabajos y los debates desde los años sesenut. Señalaremos que. sintomáticamente, los repu­
es, por el contrario, racional y se revela com o muy eficaz),
blicanos del siglo XIX habían minimizado la resistencia campesina al golpe de Estado del 2 de
,H Discurso del 19 de abril de 1870 en el banquete de la juventud, en Discours el plaidoyers
diciembre, puesta bajo la luz por los historiadores contemporáneos (véase principalmente T.
poliliques de M. Cambetla, t. 1, p. 253.
W. MargadaiiL. Freneh peasants tn revolt. The msurrection oj 1851, Princcton University Press.
*'•' Discurso del 25 de septiembre de 1872, ilríd., t. III, p. 87.
1979).
40 A. Fouillée, “La philosophic du suürage univcrscl". La Revue des Deux Mondes, I de
37 Véase A. ThabaulL, 1848-1914, L'ascension d'un peuple. Mon village, sts hommes, ses routes.
septiembre de 1884, pp. 104-119.

o
326 La e d u c a c ió n d e i a d e m o c r a c ia 327
El t ie m p o de la c o n s o l id a c ió n > t

Cuando Alfred Fouillée escribe estas líneas, en 1884, el sufragio uni­ del sufragio universal, que es la fuerza de la mayoría, el poder iluminado
versal ha entrado por completo en las costumbres, y nadie más sueña con por la razón. Hay que terminar la revolución." ', 2
cuestionarlo directamente. No por ello deja de percibirse como un po­ El fervor demopédico durará más de 20 años, de 1880 a 1900. En 1908,
der misterioso e imprevisible, incluso amenazante, aun en las filas repu­ un gran concurso nacional abierto por Le Matin da prueba de la actua­
blicanas. Los términos en que Fouillée se expresa lo atestiguan. No tiene lidad remanente del lema planteando la cuestión del “programa mínimo
nada de escritor marginal o de liberal melancólico. Desde la década de de conocimientos intelectuales necesarios para formar a un ciudadano
1880 comienza a imponerse como uno de los pensadores oficiosos de la consciente de sus derechos y sus deberes ” . ' 3 Un jurado prestigioso reú­
Tercera República. El filósofo de las ideas-fuerza y el padre intelectual del ne en esta ocasión a la crema y nata de la república política e intelectual:
solidarismo supo captar la atención de Challemel-Lacour y de Gam- Léon Bourgeois, Ferdinand Buisson y Paul Doumer al lado de Aulard,
betta, antes de ser el gran inspirador de Léon Bourgeois. Renouvier lo Lavisse y Anatole France. Miles de ensayos y de disertaciones concur­
admira, junto con Taine y Renán. Fouillée es completamente represen­ san. Las respuestas llegan de todos los rincones de Francia, de todas las
tativo de la segunda generación republicana, la que sucede a los padres profesiones, desde el profesor de la Sorbona hasta el simple soldado. Se
fundadores, cuya tarea práctica consiste en construir el Estado republi­ otorgan cerca de cuatrocientos premios, y las diez mejores memorias
cano, después de que la república haya triunfado definitivamente como son reunidas en un compendio, titulado inevitablemente L'éducation de
régimen. Para toda esta generación, el arraigo y la consolidación de la re­ la démocratie. Esta vasta literatura parece extraordinariamente homogé­
pública pasan por una acción prioritaria: la educación de la democracia. nea. Las mismas preocupaciones, las mismas obsesiones se expresan en
Es así como espera poder resolver la cuadratura del círculo definida por fórmulas muy similares, tan vagas como repetitivas. Se encuentra ahí
Fouillée. De ahí el papel central de la instrucción pública, a su modo de conjugado en todos los modos y en todos los tonos el llamado a ligar el
ver. “Democracia es demopedia”: estas palabras de Proudhon resumen derecho al sufragio al deber de instrucción. Los republicanos de finales
uno de los objetivos centrales de los republicanos después de 1880. Una del siglo XIX apenas innovan, por lo demás, al montar ese caballito de
floración de obras responde a este tema. León Bourgeois publica así en batalla. En gran medida no hacen sino prolongar un gran tema revolu­
1897 L ’éducaction de la démocratiefrancuise, obra en la que llama a sus ami­ cionario, pero su manera de abordar el problema de la educación para
gos a consagrar a la “institución del ciudadano” la energía y la atención la democracia presenta sin embargo rasgos específicos.
que presidían en otro tiempo a la institución del príncipe. Eugéne Spu- Durante la revolución, el imperativo pedagógico está esencialmente
11 er escribe también, por su parte, una Éducation de la démocratie (1892); ligado al sueño de formar un hombre nuevo, adecuado a la ciudadanía
Joseph Reinach, L ’éducationpolitique. Histoired’un idéal(1896); Félix Pé- regenerada que se pretende edificar. “Hay que hacer de los franceses un
caut, L 'éducation publique de la vie naiionale (1897);Jules Payot, L 'éducation pueblo nuevo”: esta consigna de Rabaut Saint-Étienne' 4 se convierte a
de la démocratie (1895). Paul Bert, Ferdinand Buisson, Charles Secretan, partir de 1792 en el leitmotiv de los grandes planes de educación nacional
Mme. Coignet, publican igualmente reflexiones o manifiestos de títulos que presentan, después de él, Lepeletier, Roinme y Barere. 43 El hombre *45
similares, seguidos de una multitud de autores menos conocidos. Todos
han meditado, transidos de emoción, sobi'é la Priéresur l'Acropole —“De­
mocracia [...] enséñanos a extraer el diamante de las multitudes impu- « Discurso del 26 de junio de 1871, en Discours el plaidoyers paliliques de M. Gambetta, París,
rc*5"—>'n preocupados por ser los artesanos eficaces del advenimiento de I. ll. 1881. p. 21. J ^
4H Concurso nacional abierto por Le Matin (véase la obra L'Education de la démacraUe. Me-
. ...
la diosa Razón. Su programa sigue siendo aquel fijado por Gambetta en moires imprimes au concones, París, s.f.).
1871: “Hay que volverse hacia los ignorantes y los desheredados, y hacer •H Rabaut Saini-Élicnne, Projeld'éducatian nationale (21 de diciembre de 1792), reproducido
en B. Baczko, Une éducation pour la démocratie, textes et projets de l époque revoluiionnaire, Gamier,
París. 1982, p. 198. „ J . lmm
45 Véase M. Ozout, L ‘homme rigénéré. Essais sur la révolutionfranfatse, Callimard, I ans. 1989,
E. Renán, Prtére sur l Acropole (1876) en (Euvres computes d'Emest tim an, Calinann-Lévv yL'écoU de la France. Essais sur la révolution, t lUopiret l ‘msetgncment, Calliniard, París, 1984;D.Julia,
París, t. II. 1948. p. 757. 7 Les trois couleurs du tablean noir, la révolution, Belin. París, 1981; B. Baczko, “Former 1 homme

I
328 El. TIEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN I a EDUCACIÓN d e la d e m o c r a c ia 329

nuevo al que todos aspiran no conoce el egoísmo, eslá totalmente dedi­ razón, además, que se espera de la organización de las fiestas revolucio­
cado a la voluntad general e identifica completamente su existencia con narias que éstas prolonguen dicho trabajo de educación. En los dos ám­
la felicidad de la colectividad. La educación tiene la finalidad de corregir bitos, el objetivo es gobernar las imaginaciones y volver a conformar el
la naturaleza humana a fin de volverla conforme a esta ambición. "Con­ espíritu humano, llevando aú n a reconciliación práctica de Descartes y
siderando hasta qué punto la especie humana está degradada por el vicio Condillac. “Es necesario, por así decirlo, recrear al pueblo a quien se le
de nuestro antiguo sistema social —escribe así Lepeletier—, me he con­ quiere dar la libertad": Billaud-Varenne, al escribir estas palabras en
vencido de la necesidad de operar una completa regeneración y, si me 1794,48 liacía eco directamente a la célebre advertencia de Rousseau, para
puedo expresar así, crear un pueblo nuevo.”4(l Creación artificial de una quien “aquel que ose emprende! la instrucción de un pueblo debe sen­
nueva naturaleza que resuelve por sí misma el problema de la relación tirse con el ánimo de cambiar, por así decirlo, la naturaleza humana”.4'J
del individuo con la colectividad: los hombres de la revolución poseen Ciertamente, en 1880 los republicanos esperan que la empresa edu­
una visión casi botánica de la educación. El pedagogo es, a sus ojos, una cativa moldee un espíritu nacional y discipline las costumbres. Edgar
especie de jardinero de la naturaleza humana. Para ellos, la unidad social Quinet había subrayado desde 1849 la centralidad de ello en su obra
y la adecuación de lo privado y lo público no son producto de la identidad L ’enseignement du peuple, que ejerció una profunda influencia en dos
natural de los intereses, como en Smith, o de su ídent idad artificial, como generaciones (la república y la democracia sólo podían durar, a sus ojos,
en Bentham; no son resultado de un contrato o del gobierno de la razón: si lograban crear el equivalente de una religión nacional). Los republi­
provienen de una recreación de la naturaleza, naturaleza perfecta, libre de canos esperan también que la difusión de una moral laica permitirá
todas las anomalías de la naturaleza “natural”. El problema de las rela­ reducir la influencia política de la Iglesia.5 0 Pero no se podría confundir
ciones entre la mayoría y la razón es así a la vez naturalizado e hisi orizado. un programa semejante de educación moral y cívica con la idea de re­
Si existe un divorcio, éste sólo se entiende como una herencia, que re­ generación del periodo revolucionario. El proyecto tepuhlicano, ade­
sulta de la corrupción de los hombres por el absolutismo. La contradic­ más, no consiste sólo en unir la empresa pedagógica a la construcción de
ción principal no es para ellos la de la mayoría y la razón: reside en la la nación. Es también, de manera muy directa, formal actores políticos
corrupción moral, legado del Antiguo Régimen. Los dispositivos educa­ conscientes. Los herederos de los padres fundadores son en este punto
tivos tienen entonces el doble objetivo de borrar las huellas de esta alie­ mucho más cercanos a Condorcet que a Lepeletiei o Mirabeau, quienes,
nación histórica y formar una humanidad conforme a su esencia. De ahí más allá de sus profundas diferencias, sueñan en principio con cambiar
el papel central del llamado a la virtud, mucho más que a la razón. En su el corazón de los hombres. Para Condorcet, ya lo sabemos, la instrucción
Travail sur Véducation publique, Mirabeau formuló este programa en tér­ de las inteligencias era tan importante como la formación de las costum­
minos que ya se han vuelto clásicos: “Buscáis —escribe—el medio de ele­ bres . 5 1 La instrucción es, a sus ojos, un medio esencial ¡jara reducir la
var prontamente las almas al nivel de vuestra Constitución, y llenar el distancia entre la lógica del sufragio y los imperativos de la razón. Es por
intervalo inmenso que ésta ha colocado de golpe entre el estado de las co­ medio de la instrucción que las asambleas espontáneamente tumultuarias
sas y el de las costumbres. Este medio no es otro que un buen sistema de
educación pública: con él, vuestro edificióse vuelve eterno . ” *47 Es por esa 48 Informe del 20 de abril de 1794 sobre “I -i teoría del gobierno democrático", Manitrur,
t. XX. p. 268.
48 Rousseau, Lht control social, libro II. cap. Vil.
50 Véase la buena punLualización reciente de Ph. Stock-Morton, Moral educatian jar a secular
nouveau. Uiopic e l pédagugie pendan! la rcvolulion fran<;aise", Libre, nim i. 8. Pavoi. Parts, 1*180. society. The devcLipmnu of ~mvrule Utítpte' di I9th cmiury Trance. Suny. Albanv. 1988.
Consúltese igualm culej. R. Vignery, The/rmrh revolution and theschuvls. e/lucaliimatpolines ojthe *■ Véase con respecto a este plinto Kml/lcr, Condorcet, Timtmclion publiipu et la naissance
mautUatn, 1792-1794, Madison, 1965. du citasen. t.e Svcotnore. Paris. 1984: Kr. Vial. Condorcet et l'Mucatian démnrratiqur, París, 1906
48 Su m lom ie fue presentado a la Convención el 13 de julio de 1793. Eslá reproducido en (reeditado por Slalkinc), ;isí como B. Baczko, Une éducation pour lo rlémncmtie, op. cit., y D. Julia,
Robespierre, Texles rhoisif, Éd. Sociales. Paris, 1978. t. II (aquí p. 159). te s trais cmilrun du tablean noir, La révolutton. Remitirse igualmente a O. Círéard. La ¡égislation de
47 Mirabeau, Travail sur l'éducalion publique en B. Baczko, Une Mucatian pour la démocratie, Tinstruction pnm airrde I7d 9 á nos jours, Paris, s.f., 1.1, 1789-1888. y A. Sicard, L'éducalinn mnrale
op. cit., pp. 72-73. et critiqueavnnt et pnulunt la révolulitm ( I700-IS0S). París. 1884.
330 El t ie m p o h e la c o n s o l id a c ió n La e d u c a c ió n d e i a d e m o c r a c ia 331

e irreilexivas pueden transformarse progresivamente en apacibles cená­ Un hombre y una institución simbolizan la ambición pedagógica re­
culos. El 20 de abril de 1792 presenta, en esta perspectiva, su Rapportsur publicana en la segunda mitad del siglo XlX: Jean Macé y la Liga Francesa
l ’organisation genérale de l'instruction publique ante la Asamblea. La de la Enseñanza. 55 Nacido en 1815, Jean Macé une a las dos generaciones
escuela, explica, debe fundar las virtudes públicas en la razón y no en el que han edificado la república. Por su enfoque y su sensibilidad, encama
entusiasmo: Condorcet señala ahí muy fuertemente la especificidad de perfectamente lo que fue el espíritu republicano en la Francia del siglo
su aproximación. La democracia descansa en principio, para él, en la XIX. Hijo de un obrero, nacido en París, fue encargado de dar cursos de
igualdad en razón de los hombres, 325 2 *y no en la fusión de los sentimientos. historia y profesor particular en la década de 1840. Políticamente es, en
De ahí su insistencia en la difusión de los conocimientos como condición ese entonces, relativamente moderado. En enero de 1848, publica por
de independencia. La tensión entre el liberalismo y la democracia debe ejemplo Lettres d ’un garde national á son voisin, en las cuales expresa su
ser reducida y después disuelta por el aumento de la libertad, confundi­ adhesión a los objetivos del movimiento de los años de 1840, reivindican­
da progresivamente con la razón. La igualdad no adquiere además sen-* do la extensión del derecho al sufagio únicamente a los guardias nacio­
tido para él sino en el movimiento de difusión de las luces. “No puede nales.56 El 5 de marzo de 1848, lo sorprende la llegada del sufragio uni­
haber igualdad —escribe en 1793—si no pueden todos adquirir ideas jus­ versal: “El sufragio universal nos llegó sin aviso —y Dios es nuestro testigo
tas sobre los objetos cuyo conocimiento es necesario pata la conducción de que no lo habíamos pedido”, escribirá más tarde . 5 7 Es en ese mo­
de su vida. I>a igualdad de la estupidez no es tal, porque no existe nin­ mento cuando siente la urgencia de organizar “la educación del amo Ín­
guna entre los taimados y los ingenuos, y toda sociedad que no es ilumi­ clito ”, según sus propios términos.58 Toda su vida se organizará de ahí
nada por filósofos es engañada por los charlatanes. ” 58 Condorcet espera en adelante alrededor de aquel objetivo. Cuando la Imagerie Pellerin, de
entonces que la instrucción no sólo tempere en lo inmediato los extra­ Épinal, le dedica un impreso después de su fallecimiento, acompaña las
víos siempre posibles de la soberanía de la mayoría, sino que dé a la larga ilustraciones de su primera obra con una leyenda que resume muy bien
su verdadero sentido al derecho al sufragio igual para todos: volverse la la novela de la república: “Porque no tienen instrucción, los hombres
expresión de la razón universal, llevando a cabo así el progreso del espí­ que hicieron la revolución de 1848 eligen como presidente de la repú­
ritu humano. Los republicanos de la década de 1880 se vuelven a encon­ blica aun ambicioso, Luis Napoleón Bonaparte. Unjoven profesor,Jean
trar completamente en este enfoque que los acontecimientos revolucio­ Macé, asiste con tristeza a este acontecimiento. Él entiende que los fran­
narios y después el hecho censilario habían colocado entre paréntesis. ceses tienen la necesidad de instruirse para aprender a elegir bien a sus
Léon Bourgeois, Ferdinand Buisson, Alfred Fouillé y sus pares sueñan representantes . ”59 Durante la Segunda República, Macé hace sus prime­
con restablecer una nación de sujetos políticos autónomos y racionales. ras armas como instructor popular y organizador. Contribuye a La Vraie
Eso explica la enorme influencia de Kant en los medios republicanos. El
filósofo de Kónigsberg se convierte, desde la década de 1860, a partir del
momento en que Jules Bami se dedica a la difusión sistemática de sus Kant en Francia, remitirse a Fr. Azouvi y D. Bourel. De Kómgsbergá Varis. La réceplion de Kant en
obras, en el filósofo al que se adosa la tradición republicana francesa para France ( 1788- ¡804), Vrin, París. 1991.
-WSobre Jean Macé y la historia de la Uga de la Enseñanza, remitirse principalmente a K.
pensar la reconciliación de la mayoría con fa razón .54 Auspitz, The radical bourgeoisie. The Ligue de TEnseignement and the origins of Ihe Third Republic,
1866-1885, Cambridge Univcrsity Press, 1982, y a j. Macé, Im Ugue de lEnsngnement á Reblen-
32 “En lam o que haya hombres que no obedezcan sólo a su razón, que reciban sus opiniones lieim, 1862-1870, París. 1890 (reproduce numerosos docum entos interesantes sobre los oríge­
de una opinión ajena —escribe en 1792 en su Rapport sur l'orgnnisation genérale de l'instruction nes de la Liga). Véase también A. Dessoye,y«m Macé et la fondation de la Ligue de l 'EnseignemerU,
publique—en vano lodas las cadenas habrían sido roías, en vano estas opiniones fingidas serían París, 1883, y É. Petit Jean Macé, sa vieetson m am , París, s.f.
verdades útiles: el género humano no dejaría por ello de estar dividido en dos clases: la de los w Sus escritos de com ienzos del año 1848 fueron reproducidos en J. Macé, L'Avénemenl du
hombres que razonan, y la de los hombres que creen, la de los amos y la de los esclavos" (en sttffrage universel, janvier-février 1848, París, 1879.
B. Baczko, Une éducalion pour la démocratie, op. ciL, p. 185). 57 Artículo en L ’industriel alsacien, diciembre de 1861, reproducido en J. Macé, La Ligue de
53 Prospecto del Journal d ’inslruction sociale, 1793, pp. 9-10. lEnsetgnemcnl á Reblenhetm. op. ciL, p. 36.
54 Véase M. Vallois, La formation de l'injluence kantienne en Franre, París, s.f. (1924), yJ.-L. 58 Ibid., p. 5.
Fabiani, Les philosophes de la république, Éd. de Minuit. París, 1988. Para la primera recepción de 59 Cartel ilustrado, "Un grand ami des enfants: Jean Macé", s.f.

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La e d u c a c ió n df. i a d e m o c r a c ia 333
332 El t ie m p o d e la c o n s o l id a c ió n
0

incluso a veces las fórmulas de Condorcet para expresar la necesaria


Républujue, el periódico de Thoré, en el que colaboran Barbés, Fierre fusión de la mayoría con la razón. Adosada a las redes de la francmasonería,
laroux y George Sand. En la primavera de 1849, se vuelve secretario de de la que Jean Macé era miembro, la Liga conoce una formidable ex­
Solidaridad Republicana, el comité establecido por el Partido Democrá­ pansión, confederando a un gran número de asociaciones locales. Para
tico para las elecciones legislativas. Desde el otoño de 1849, a junio de resumir su influencia, basta con dar una sola cifra: la tercera parte de los
1850, dirige la oficina de Propaganda Socialista, que difunde en las pro­ diputados pertenecían a ella en 1885.
vincias alejadas la prensa socialista y republicana. Después del 2 de di­ l^i educación para la democracia se encuentra entonces en el centro
ciembre abandona París y las amenazas de represión para retirarse a una de la acción republicana. Tiene por finalidad hacer coincidir el derecho
pequeña ciudad de Alsacia, Beblenheim, donde enseña en un modesto y el hecho, hacer que las costumbres correspondan a las conquistas polí­
pensionado. Escribe entonces toda una serie de obras de educación po­ ticas. Sin embargo, no basta con formar electores conscientes y raciona­
pular, de las cuales algunas, como Histoire d'une bouchée de pain (1861), les. Para hacer que la política ingrese a la edad de la razón, los repu­
conocerán una difusión considerable. Es en aquellos años que toma blicanos sienten que hay también que despojarla de lo banal, separarla
cuerpo la idea de crear una sociedad de instrucción popular. En diciem­ de la esfera ordinaria de las necesidades y los hábitos, para darle gra­
bre de 1861, publica en I. '¡ndnstriet Ahucien, “Le tires d’un paysan d’Alsace vedad, como si el ejercicio de la razón presupusiera una cierta solemni­
á un sénateur sur l’instruction obligatoire”. “La ignorancia del pueblo es dad. Los primeros manuales de instrucción cívica insistirán en esta di­
ahora un peligro público. Antes, era solamente una vergüenza", escribe mensión, llegando a otorgar un carácter casi sacramental al acto electoral.
él ahí. 00 La creación de una Liga de la Enseñanza en Bélgica lo incita a “Cuando voy a votar, estoy muy conmovido", hace decir Eugéne Lavisse
cristalizar sus propios proyectos. “La marea ascendente del sufragio uni­ a uno de sus personajes en un manual tle instrucción cívica adoptado en
versal, a la que de ahora en adelante nada detendrá —escribe en L'Opi- las escuelas comunales.65 El voto debe tender a ser una pura expresión
nion Nationale del 25 de octubre de 1866—determina en este momento, de la conciencia y la razón de los individuos. Paul Bert formuló este
tanto en los Estados a los que amenaza como en aquellos que ya invadió,
imperativo en términos particularmente elocuentes.
un movimiento irresistible de enseñanza popular. " 01 Al mes siguiente se
funda la Liga Francesa de la Enseñanza. En 1870, la víspera de la guerra, Sobre tocio y antas que nada —escribe—, hay que inspirai al niño un respeto casi
agrupa a 18 000 partidarios. La Liga, escribe algunos años más tarde religioso por ese gran acto del voto que, hasta ahora, tamos personajes tratan con
Eugéne Spuller, “es el resumen, el resultado, la desembocadura de todo tal ligereza [...]. Es necesario que éste se vuelva en él una especie de instinto
lo que piensa el partido republicano desde hace cien años en materia de adquirido, al punto de que cuando este ¡oven ciudadano se aproxime a la simple
educación " . 62 caja de madera blanca colocada en la mesa de voto, experimente algo de la
Los esfuerzos de Jean Macé logran todo su auge tras la caída del Se­ em oción que sienten los creyentes cuando se acercan al altar.66
gundo Imperio. Él resume su programa en una serie de pequeños folle­
tos:6’*preparar a los niños para su “oficio de elector” y “formar electo­ Estas fórmulas sorprendentes no se deben entender como la expre­
res que sepan todos razonar”. “¡Vamos! iiJacques Bonhomme, amigo mío sión ideológica de una negación ingenua o perversa de las relaciones de
—lanza—, ya que te dices rey y quieres la‘república, vamos! Aprende tu fuerza y los conflictos de intereses. El pensamiento republicano no pue­
oficio de rey y de republicano.”6'* Macé encuentra ahí el programa e de comprenderse como simplemente opuesto a la lucha de clases, me­
nos aún en tanto que no sólo se ordena alrededor de la preocupación de
establecer un sucedáneo laico de religión. Se organiza también a partir
6(1 Canas reproducidas en |. Macé, La Lim e lie ¡'Euseimemenl á Hehlenheim, op. c.it., p. 30.
»• Iliid., p. 204.
6- F.. Spuller, “llislolre <te la lig u e de l'Enseigneinent" en Édumtinn de la dénwcratie, París, 65 P. t.alui (seudónim o de E. Lavisse), La premíete année d'instnutian civique, París, 1881, 3a.
1892, p. 190.
ed., p. 145.
®*J. Macé, Les idees deJean-Franftm, París, 1872-1873. 8 vols. *■“ P. Bert, De l'éducation civique. Conjcrencc faite au palais dii Trocadero te 6 aaut 1882, París.
111J Macé. Les idees deJean-Fran(ois. I. Vil:Jorques lionhomme á ses diputés. La Frunce hJacques 1882, p. 15.
llonlwtnme, París, 1873, p. 45.
334 El t ie m p o d e i a c o n s o u o a c ió n L a e d u c a c ió n d e l a d e m o c r a c ia 335

de otras urgencias. La cuestión central es, para él, pensar las relaciones Iruction publique, presentado en Brumario del año IV,70 Daunou se pro­
entre la razón y la democracia. Eso es lo que quiere decir Paul Bert: la pone ampliar los dispositivos constitucionales por medio de una vigoro­
democracia no puede volverse racional, más que si los individuos expre­ sa acción de difusión de la instrucción pública. Su objetivo es en ese
san su voto en el silencio de las pasiones, satisfaciendo así a la condición sentido, muy claramente, el de reconciliar a la revolución con el Siglo de
puesta por Diderot y Rousseau a la expresión de la voluntad general. las Luces, y al mismo tiempo a los franceses consigo mismos: “Está reser­
Si el sufragio universal sólo adquiere sentido cuando lo ejerce una po­ vado a las letras terminar la revolución que ellas comenzaron”, comen­
blación suficientemente instruida, el problema de la instrucción obliga­ ta . 7 1 Suprimida en el año VIH, la disposición prevista por la Constitución
toria se encuentra automáticamente a la orden del día. En 1871, el círcu­ del año lll no tenía ya razón de ser con la llegada del régimen censatario.
lo parisiense de la Liga lanza, con esta finalidad, el Movimiento Nacional En las décadas de 1830 y 1840, los republicanos tenían en mente otras
del Stm contra la ignorancia. En 1872 recogerá más de un millón de preocupaciones. Debían pelear por abolir el censo, antes de soñar con
firmas. Jean Macé dice entonces: “Yo conozco el artículo primero que las condiciones de un ejercicio razonado de la soberanía . 7 2 No es enton­
debe encabezar la ley electoral que nos hace falta. Es el que instauraría ces, lógicamente, sino después de 1848, con la llegada del sufragio uni­
la instrucción obligatoria. ” 67 No era nueva, sin embargo, la cuestión de la versal, que la relación entre el derecho al sufragio y el nivel de instruc­
subordinación del derecho al voto a un nivel de instrucción suficiente. ción se loma de nuevo en consideración.
Ya había sido planteada en Termidor. El artículo 16 de la Constitución En febrero de 1849, Édouard Charton presenta a la Asamblea una en­
del año lll había propuesto una solución clara: “Los jóvenes no pueden mienda al proyecto de ley electoral, entonces en discusión, para condi­
ser inscritos en el registro cívico, si no prueban que saben leer y escribir, cionar el derecho al voto al hecho de saber leer y escribir. 73 Este per­
y ejercer una profesión mecánica [...]. Este artículo no se pondrá en prác­ sonaje es interesante. Antiguo predicador sansimoniano, autor de un
tica sino a partir del año XII de la república.” Así formulado, el artículo Dictionnaire des professions de amplia difusión, había sido llamado des­
no retiraba el derecho al voto a los analfabetos que ya lo ejercían, y dejaba pués de febrero de 1848 por Hippolyte Camot al puesto de secretario
un plazo de nueve años a los adolescentes para prepararse en su deber general del Ministerio de Instrucción Pública. Es entonces un republica­
de instrucción . 68 El ejercicio de una profesión mecánica se refería sobre no de izquierda, que retoma los argumentos de Daunou en el año III. Su
todo a un criterio de inclusión social: se quería significar en él que el de­ enmienda es rechazada por una conjunción de los votos de la extrema
recho al voto era consecuencia de una implicación en la sociedad, de la izquierda—que encuentra que el proyecto comporta amenazas restricti­
capacidad de ser un miembro útil de ésta. No se trataba entonces de una vas ulteriores—y de la derecha, que no ve en la disposición concebida por
medida restrictiva, que se propusiera instaurar un censo oculto cualquie­ Charton más que un intento de alejar las influencias rurales. 7,1 Para
ra. Lo mismo sucede con la condición “cultural" incluida en el ejercicio muchos parece además complicado establecer un procedimiento simple
del derecho al sufragio. Ésta no se inscribe en una lógica de eliminación
o de sustracción de ciertas categorías sociales, incluso si encontramos un 70 Reproducido en B. Baczko. Une édtuation pour la démoemlie, op. cií.
miembro de la convención que teme el establecimiento de una “verda­ 7» En IbuL. p. 51.3.
751 Q ue yo sepa, sólo Chai Ics-Amoine Teste retoma esta idea. En su Projet de Constitulion répn-
dera aristocracia de las ciencias” . 69 Pasados los extravíos del Terror, el blicaine publicado en París en 1833, el amigo de Buonarolti y de Voycr d'Argenson escribe: “Al
objetivo es simplemente garantizar las libertades mediante la instauración querer el principio fundamental de la igualdad que lodo hombre que pertenezca al país y goce
de un gobierno racional. Sólo el despotismo o la anarquía se nutren de del ejercicio de la razón sea ciudadano y forme parte del pueblo, no se trataba ya de salrer con
qué signos se reconocería que el hombre estaba en plena posesión de la lacultad de razonar,
la ignorancia, abogan Daunou y Boissy d’Anglas. En su Rapport sur l ’ins- y que pertenecía realmente al país" (p. 11). El artículo H de su proyecto responde a la primera
condición: “En... años, ningún nativo será admitido a prestar juramento y no podrá ejercer los
67.1 Míilc. L a idées deJean Franfois, t. IV: La ié riti du snffrage universel. Avant, pendan! eiairrh. derechos de ciudadano, si no comprueba haber recibido la educación nacional” (p. 4fi).
París. 1872, p. 53. r e 7S Proyecto presentado el 15 de febrero de 1849. Véase Procesverbauxde t'AssrmbtéeNalianale,
Fijado inicialmente en seis años, este plazo liabía sido prolongado tras la discusión en la París, 1849, t. vin (discusión pp. 84-87).
Convención. 7« -Sería entre los electores del campo entre quienes la ley que exigiera saber leer y escribir
Ii!' Charles Lacroix, discusión del 24 Mesidor. año lll (Moniteur, i. XXV, p. 227). crearía los mayores vacíos", señala algunos años más tarde Rémusat, quien admite por esta ra­
336 F.I l'IEMPO DE IA CONSOLIDACIÓN La e d u c a c ió n d e la d e m o c r a c ia 337

que permita probar que se sabe leer y escribir. Estos diferentes obstácu­ del certificado de estudios primarios la que condicione la inscripción en
los bastan para impedir la difusión de la idea. Sin embargo, ésta camina las listas electorales.80 Los republicanos terminaron optando por la
de manera soterrada. En 1851, en sus reflexiones sobre la organización del obligación escolar. Varios elementos pesaron en ese sentido. Las reticen­
sufragio universal, Lamartine la retoma. “La instrucción elemental —es­ cias de los conservadores vuelven difícil en principio, a comienzos de la
cribe en Le passé, le présent, Vavenir de la république— es el censo espiritua­ década de 1870, la adopción de una condición cultural de sufragio (al
lista del ciudadano. Saber leer y escribir es saber comprender. La ilus­ igual que en 1849 o en los años de 1860, los conservadores temían sobre
tración forma parte de la moral; la inteligencia es la garantía del elector todo un brutal vuelco de la relación entre el voto del campo y el voto de
soberano . ” *7 5 Bajo el Segundo Imperio, creyendo que el poder imperial las ciudades). La ausencia de instrucción, ademas, no parecía poder
se funda en última instancia en el apoyo de las masas ignorantes, los imputarse automáticamente a las personas aludidas. Son los padres y no
republicanos y los liberales evocan en numerosas ocasiones esta cuestión los hijos los verdaderos responsables, dicen . 8 1 “Al eliminai del número
siempre abierta. Ante la cercanía de las elecciones legislativas de 1863, de los electores a los hombres que la sociedad ha dejado corromperse en
[ules Favre toma partido a su vez por la tendencia a no conferir el dere­ la ignorancia —señalaba más ampliamente Alfred Naquel—, se les haría
cho al voto sino a quienes saben leer y escribir. 76 “Antes de decretar el responsables de un crimen que no es suyo. ” 82 *De una manera más difusa,
sufragio universal —señala por su parte Eugéne Spuller—, parece que a los republicanos les repugna adoptar una medida que habría podido
deberíamos haber comenzado por decretar la instrucción universal. ” 7 7 parecer susceptible de cuestionar un derecho adquirido. Rechazan, por
Louis Blanc, D’Alton-Shée y George Sand van también en este mismo la misma razón, eludir la cuestión mediante la introducción de la boleta
sentido . 78 «le voto autógrafa.
Aun cuando todos los republicanos están de acuerdo en ligar la ins­ En tiempos de la monarquía censitaria, los electores debían obligato­
trucción pública al sufragio univer sal, el orden de las prioridades sigue riamente escribir ellos mismos el nombre del diputado a elegir en la me­
quedando, sin embargo, sin determinarse: ¿hay que condicionar el dere­ sa de la oficina de voto, antes de doblar su boleta. Peno en 1848, la intro­
cho al sufragio al hecho de estar instruido, con el riesgo de fijar, como ducción de boletas impresas y preparadas de antemano se había autorizado
en el año III, un plazo de aplicación? ¿O bien, a la inversa, comenzar por por razones técnicas relacionadas con el escrutinio departamental de
volver obligatoria la instrucción, de tal suerte que el problema tienda a lista (habrían muchos nombres que escribir) y con la introducción de una
ser reglamentado en los hechos? Muchos dudan y oscilan entre ambas masa de nuevos electores de los cuales muchos eran iletrados. Las dis­
posiciones, que pueden de hecho referirse a Filosofías muy diferentes del tribuciones partidarias de boletas a la entrada de las oficinas eran fre-
sufragio, derecho o función. En 1865, [ules Simón es el primero en plan­
tear el problema de la obligación escolar en su relación con el sufragio
universal. 79 Pero en 1871 sugiere, en el otro sentido, que sea la obtención bre la relación entre instrucción y derecho al voto en el siglo XIX, véase la tesis de E. A. Pon-
lopoulo. Le vote des iUelrfs, París, 1923.
Proyecto presentado junto con T hicis el 15 de diciembre de 1871. Reproducido en Arma­
¿ón sus reticencias a la adopción de tal medida (“la» clecüons de 1863”, La ¡irvue des Dettx Mon­ la, tle VAsse.mbUe Natianalc, París. 1872.1. VI, anexo mim. 714. Antes de ellos. I Icruld y después
des, 15 de julio de 1863, p. 264). ' Keratry habían ya presentado proyectos de ley en la misma dirección (en 1869 el primero, el
75 A. de Lamartine, Le passé, le présent, l'avenir de la république, pp. 247-248 (subrayado por él). segundo en enero de 1870; ambos proponían no inscribir en las listas electorales más que a los
Pero I«únanme se oponía a toda "exclusión retroactiva" de la masa del pueblo.. individuos que supieran leer y escribir, previendo un |>eriodo de transición antes de aplicar la
70 Citado por P. de la Coree, Historn du Scctmtl Empire, i. iv, p. 209. medida).
77 E. Spuller, Histoire fiarlemmUure de la Seronde liépublique, p. 20. 1,1 Joles Ferry, Gambetta, Jules Simón y los principales republicanos proponían por esta
78 "No lientos comprendido, desde el principio, lo que había de terrible y colosal en el razón, en un proyecto de ley sobre la instrucción gratuita y obligatoria presentado el 21 de fe­
sufragio universal —escribe esta última en 1870. En lo que a mí respecta, fue con pena que lo brero d e 1870 (Armales du Srnaí el du Corfis législatif, sesión d e 180, t. tt, p. 40), privar de elegi­
vi establecerse en 1848 sin la condición obligatoria de la instrucción gratuita” (G. Ssm l,Joum al bilidad para los puestos comunales a los padres que no hubieran hecho que sus hijos cum­
d'un voyageur pendant laguerm, p. IG3; diario Techado el 5 de noviembre de 1870). plieran con el deber escolar.
7!) Véase su discurso del 8 de abril de 1865, reproducido en h i politique radical, París, 1868. 8Í A. Naquel, les république radicóle, p. 172 (véase todo su capitulo “Dé- l’iuslruction pri-
Para una perspectiva comparativa concerniente tanto a los debates com o a las legislaciones so- mairc").

«I
La e d u c a c ió n d e la d e m o c r a c ia 389
338 El t ie m p o d e i .a c o n s o l id a c ió n *1 *

Al escucharos —le responde—, tne parecía que (liáis tal vez a sobrepasar la legítima
cuentes, pero todo el mundo sacaba ventaja de ello. 83 Es bajo el Segundo medida, ya que el sufragio universal es un derecho antes de ser el ejercicio legal
Imperio cuando ciertos liberales ven en el retorno obligatorio de la y regular de la razón cultivada [...] y no habría que dejar que se diga, ni por un solo
boleta autógrafa el medio para limitar el peso de las candidaturas oficia­ instante, que su principio o su valor pueden depender del estado intelectual de
les y apartar subrepticiamente del escrutinio a los campesinos iletrados, todo un pueblo, ya que nadie está en situación de medir ese estado intelectual.88
que votaban en masa a favor del poder imperial. Prévost-Paradol y Fer-
dinand de Lasteyrie militan en este sentido . 84 La frontera entre la instrucción-condición y la instrucción-acompaña­
miento es sin embargo singularmente difícil de trazar. De ahí la celebra­
La excesiva condescendencia de que dimos prueba en principio hacia los iletrados ción de la ley del 2 2 de octubre de 1882, que permite en los hechos no
no tiene actualmente la misma razón de ser—escribía este último. Digámoslo fran- - tener que pronunciarse en el fondo. Se puede, en efecto, presuponer e 1sur­
camcnte, ya que desde hace más de veinte años, el sufragio universal se ha conver- * gimiento de una universalización de la difusión de la razón, a partir del
lido en la ley política del país, y aquellos que no juzgan adecuado aprender, sólo
a juntar las pocas letras que com ponen un nombre propio, no serán dignos de 1
momento en que la instrucción es obligatoria. Esta presuposición es la
ejercer sus derechos de ciudadanos.8586 clave del problema teórico que los republicanos deben resolver.
Con la instauración de una escolaridad gratuita y obligatoria, la deino-
Los republicanos no retoman esta idea, al no ver en ella más que un pedia queda instituida jurídicamente. Por esta razón, 1882 no es sola­
paliativo de una eficacia técnica discutible. 88 ¿Rompieron, sin embargo, , mente una fecha en la historia de la instrucción pública que concluya la
con todo enfoque capacitario del sufragio? Ciertamente no. La prolon­ empresa comenzada en 1833 por la ley Guizot. Marca un hito en la his­
gación misma del debate sobre la liga a establecer entre la instrucción y toria de la democracia francesa. Al permitir pensar en la reconciliación
el derecho al sufragio atestigua su perplejidad remanente. ® • de la mayoría y la razón, ayuda a la filosofía política republicana a encon­
En 1881, durante el primer congreso nacional de la Liga Francesa de trar su coherencia. De ahí en adelante, el tiempo de la democracia con­
la Enseñanza, Jean Macé lo manifiesta muy claramente. La condición cuerda con el de la historia. Ya no hay retraso que salvar, o que soportar
necesaria para el sufragio universal es la instrucción universal, recuerda. su carácter prematuro. En 1882, la conquista de 1848 corresponde defi­
“Cuando un pueblo ha dejado llegar al primero antes que a la otra —con­ nitivamente a la razón republicana. 1848, 1882, las dos fechas adquieren
cluye—, queda en peligro de naufragio hasta que le haya otorgado su inmediatamente una misma importancia simbólica, al encamar los dos
complemento . ” 8 7 Gambetta lo reprende severamente en ese punto. polos del derecho y la capacidad, que estructuran la tensión democráti­
ca, permitiendo que se confundan sus principios y sus efectos.
El sufragio universal, ¿fue aceptado desde entonces sin ninguna re­
85 Véanse sobre estas cuestiones las obias curiosas y bien documentadas de Alexandre Pi-
lenco. Lei m otín electorales en France. Régime censitaire, París. 1928, y L a m oun du suffrage uni-
ticencia por la segunda generación republicana? En lodo caso, encontró
versel en France (18481928), París, 1930. su consagración histórica y sujustificación teórica. La exigencia de la ins­
84 Véase Prévost-Paradol, La France notwelle (véase el capítulo I del libro II, “Du droit de | ^ trucción previa al ejercicio del derecho no deja de subsistir, sin embargo,
suffrage"), y F. de Lasteyrie, Lepa'tsan. (éi/u'ilest, ce ipi'it drvait tire. Petiteelude moraleetpolitit/ue,
París, 1869. entre algunos. En 1884, Alfred Fouillée alaba por ejemplo el sistema
85 !■'. de Lasteyre, Le paysan, p. 115. r belga de los exámenes electorales, deseando que se aplique algún día en
86 Lamartine no había sido escuchado cuando escribió, en 1850, que “la obligación de saber Francia.89 *Para lodos, seguía siendo en lodo caso un problema practico.
leer y escribir, el imperativo de escribir uno mismo su boleta, está en el número de aquellas ga­
rantías m ótales que la futura ley podrá prescribir"; Lamartine, Le passé, le presen!, ¡'avenir de la
rópublique, p. 247.
que hacer"; ] Macé, Dulletin de la Ligue Frarifaue ite l 'Enseignement, núm. 31, junio y agosto de 1885,
87 Discurso de J. Macé, 21 de abril de 1881, reproducido en üiscoun et plaidoyers politiqna
de M. Gambetta, t. IX, 1883, p. 188. En 1885, Jean Macé no había nunca cambiado d e opinión. p. 197.
“Es triste decirlo —decía—, pero el sufragio universal llegó muy pronto a nosotros; es un niño 88 Rcspuexut de Gambetta a jean Macé del 21 de abril de 1881, en Discoun el plaidoyers po-
nacido antes de tiempo. Antes de tener el sufragio univctsal, habrían sido necesarios treinta litiques de M. Gambetta, t. IX, pp. 199-200.
años d e instrucción obligatoria. Y bien, hem os tenido treinta años de sufragio universal antes K’J En su artículo sobre “La philosopliic d u sullrage umverscl”, Im Reeme des Deux Mondes,
de tener instrucción obligatoria [...]. Es esta educación para el sufragio universal la que tenemos 1 de septiembre de 1884, pp. 124-125. La ley electoral belga del 24 de agosto de 1883 había

41 »
340 F.1. ritM l'O DE LA c o n s o l id a c ió n
U EDUCACIÓN DE t-A DEMOCRACIA 341
Después de 1882, los republicanos se muestran empeñados en hacer pa­
sar a las costumbres aquellos que la ley había prescrito. Pero la máquina su energía eslá movilizada por esta tarea. “Los republicanos —escribe Eu-
escolar no conoce en aquel momento una verdadera revolución, al no géne Spuller—tienen fe en la democracia y en la libertad, pero se cuidan
hacer la ley sino prolongar y consagrar la obra ya empezada por los Gui- de creer que la fórmula lograda del ‘pueblo soberano’ sea una panacea,
zot, Duruy y Simón. En principio, lo que progresa es la toma de concien­ ni que el sufragio universal, por una virtud mágica, prevenga o repare
cia de la misión de la instrucción pública. Por esta razón, los republicanos todos los males [...] saben que el gobierno democrático valejusto lo que
se movilizan con mayor fuerza aún que en el pasado, para prolongar el vale el pueblo, y trabajan en la instrucción del pueblo . " 94 Esta enorme
trabajo de la escuela por medio de un esfuerzo militante. Después de empresa detnopédica no se limita a la formación de las inteligencias. Se
1882, la Liga de la Enseñanza conoce su edad de oro, cubriendo a Francia quiere que los ciudadanos sean también buenos soldados y valientes
de los círculos federados por ella. Las iniciativas son, por lo demás, muy patriotas. “Hay que poner en todas partes, al lado del maestro, al gim­
diversas. Junto con la Liga, se desarrollan numerosas asociaciones de nasta y al militar”, decía ya Gambetta en 1871.95*Las sociedades de tiro
instrucción popular: la Asociación Filotécnica, la Sociedad Franklin, Los y de gimnasia se desarrollan así de manera paralela a las sociedades de
Amigos de la Instrucción, y muchas más.90 Se fundan cursos para adul­ instrucción popular.90 En el congreso de 1882 de la Liga —cuya divisa pro­
tos. se lanzan colecciones de libros baratas 9 1 se editan manuales electo­ clamaba orgullosamente “Por la patria, por el libro y por la espada"—, el
rales,92 se crean bibliotecas municipales o regimentales, se organizan en senador Eustache George habla por ejemplo de la necesidad de llenar
todas partes conferencias cienuTicas, literarias y morales. Los republica­ el gran intervalo que transcurría entre la escuela y el regimiento . 9 7 La
nos de las décadas de 1880 y 1890 retoman entonces la consigna que Mi- república soñó así con sef una demopedia integral. La educación republi­
chelet lanzaba después de 1848: “No hace falta que la república sea exte­ cana no es sólo una prótesis de la naturaleza o cíe la razón; contempla más
rior, que esté en la superficie; es necesario que entre y penetre . ” 93 Toda extensamente constituir el principio activo de una solución a todas las
aporías de la democracia moderna, y a volver a poner en forma la rela­
ción social.
instituido Lin sistema de capacidad intelectual. Un jurado hacía pasar a los candidatos por un
examen clccuira! que comprendía preguntas simples sobre la moral, la historia y la geografía
de Bélgica, sus inxtitudones. la lectura, la escritura, el cálculo. Los titulares de ciertos diplomas REHACER UNA CABEZA DEL PUEBLO
y los miembros de ciertas profesiones quedaban exentos. Hay que señalar que una condición
de censo subsistía en aquel entonces en la legislación belga, y que la aprobación del examen
permitía abstraerse de ella (siendo los censatarios, a la inversa, dispensarlos del examen po­ “Si el sufragio universal supone, abajo, a los hombres capaces de escoger,
lítico).
1111Se pueden encontrar indicaciones útiles cu 1'. Maric, “l a bibliothequc de Amis de l’ins-
supone sobre todo, en lo alto, a los hombres dignos de ser elegidos”, se­
tntetiondu Tile atTondissement” en P. Nora (romp.), Les lieux de mémoire, 1. 1. La réptiblique, Ga- ñala Alfred Fouillée como conclusión de sus reflexiones sobre el sufra-
llimard, París, 1984. y en Lectura el lecteun du XlSe sítete: la hihliotbérpie des Amis de l'instruclwn.
actas del coloquio del 10 de noviembre de 1984. París, liihliothcque de Amis de rinslniction
du lile atTondissement, 1985. Sobre la historia de la Socieda*! Kr.mklin d e 1860 a 1899, véanse ** IbrcL, p . 140.
las dos memorias de C. Aude y I). Passion (ENSII, Villeurhane, 1977 y 1978). 95 Discurso del 26 de junio de 1871, en Oiscmtrs et plaidoym politiquee de M. Gambetta, l. n,
Véase principalmente la lamosa “Bibliothéquc nationale" lanzada en 1863 poi Víctor p. 23.
Ptiupin, así com o la “Bibliothcqne dcmocratiquc" que pros|)era a partir de 1877. •JOVéanse sobre este punto P. Amaud (comp.), L a alhlétes de la répubtique, gymnastique, sport
92 El estudio de los manuales electorales es particularmente interesante de llevar a cabo en et idénlngie réputrlicaine, 1870-1914, Privat.Tnlosn. 1987 (véase muy especialmente la contribución
la perspectiva de una historia del sufragio universal. A su manera, se proponen una educación de B. Maccario, “Gymnastique, sport el éducalion poputaire. Le combal tle la Ligue de l’En-
para la democracia. A m enudo se trata de pequeños tratados de educación moral y política, lil seignement"); A. Ehrenherg, Le corps mtlilaire. Politique el pédngngre en démoemtie, Aubier, París.
primer manual electoral se publica en 1817 (Manuel ilectnral á l'usage tle MM. Les élccteurs des 1983; P. Chambai. “La gymnastique. sport de la république?", Esprit, abril dfc 1987; B. Lccoq,
dépariemenh de tu Frunce. París). Véase la colección de manuales reunida por la Biblioteca Nacio­ “la » sociétés de gymnastique et de tir dans la trance républicaine (1870-1914)”, Retme His-
nal bajo la marca Le*. tonque, núm. 559, 1986; J. Thihault, Sport el éducalion civique, 1870-1970, Vrin, París.
115 Citado por IL Spullcr, Éducalion de la déminralie, p. ISO. 97 Véase su informe “L’éducalion gymnastique et tnilitaire”, fíuüetin de la Ligue Franjarse de
VEnseignemenl, núm. 10. 1 de abril de 1882, pp. 73-76.
La e d u c a c ió n d e la d e m o c r a c ia 34S
342 El. TIEMPO DE I.A CONSOLIDACIÓN

para conjurarlo: cduquémoslos, eduquemos mejor a estos niños que serán nues­
gio." Es casi por necesidad lógica que ios republicanos son llevados a tros amos. Preparemos jefes respetados y respetables para este ejército de la
preocuparse por la constitución de nuevas elites, indispensables para el democracia. Q ue no deban sus grados ni a los favores, ni al nacimiento, ni a la for­
equilibrio de una democracia inmadura aún." tuna, sino por m érito.102

Sólo cierta parte de la democracia tiene la pasión y la preocupación por las cosas Es sobre esta base que se fundó y desarrolló la escuela republicana.
y los actos de los hombres públicos —dice por ejemplo Gambetta. Es entonces a
¿Cómo alcanzar tal finalidad? En La république radicóle, Alfred Na-
estos hombres más avisados y más ilustrados a quienes corresponde, en cierta
medida, libremente, sin presión, convertirse en los maestros, los educadores, los
quet recobraba acentos montagnards para llamar al Estado a crear verda­
guías de sus hermanos menos avanzados del sufragio universal, de aquellos que deros semilleros humanos, de cuyo seno se pudiera extraer a los hom­
tienen menos ocios y m enos luces.100 bres más capaces. Era afirmar ya el principio de la selección de los
mejores mediante la promoción de todos. Pero ¿cómo concebir tales de­
En sus novelas nacionales y populares, Erckmann-Chatrian ilustran de pósitos de capacidades? Toda la empresa se articula alrededor de una
manera muy sensible esta visión republicana del acompañamiento de las consigna: crear la universidadfrancesa. Al amanecer de la década de 1870,
masas por un nuevo tipo de notables, atentos y modestos. Al igual que ésta no existe aún verdaderamente. La enseñanza superior se limita prác­
gran cantidad de responsables republicanos, desean que una burguesía ticamente a las Grandes Escuelas de Ingenieros, a la Escuela Normal Su­
renovada, seria y culta pueda proporcionar al pueblo sus “verdaderos se­ perior y a las facultades profesionales (derecho, medicina, farmacia). En
nadores " . 10 1 Nos encontramos lejos, aquí, de los acentos de Renán o de 1875, ¡las facultades de letras de toda Francia no cuentan con más de 138
Taine. Para Ferry y Gambetta, las elites no son sino los “hermanos ma­ estudiantes, y las de ciencias con 293!103 Esta situación parece catastró­
yores” del pueblo, según una expresión de este último, y no sus amos dis­ fica a ojos de muchos. No porque Francia carezca entonces de filas para
tantes. Pero sus preocupaciones son sin embargo similares: se piensa que conformar los cuadros de la industria o del Estado, así como las profesio­
la democracia tiene necesidad de ser guiada y que la sociedad france­ nes liberales. La debilidad de la universidad se considera inquietante por
sa debe reinventar el equivalente de una nueva aristocracia. En un ensayo otras razones. Simboliza en principio la inferioridad francesa frente a la
publicado en 1888, L ’éducation de la bourgeoisie sous la république, un es­ fuerza de la universidad alemana. “Es la universidad de Berlín la que
critor político republicano, Edouard Maneuvrier, presenta sobre este te­ triunfó en Sadowa”, resumía Boutmy en una fórmula que se convertirá
ma una síntesis que encuentra a la vez la aprobación de sus amigos y de rápidamente en un cliché. 104 En el vacío universitario vemos sobre todo
los conservadores ilustrados. La educación para la democracia y lo que la causa de la débil cohesión de la elites. Ahí también proceden los
él llama la “regeneración de los sistemas de educación aristocrática” no republicanos progresistas y los conservadores ilustrados al mismo aná­
son a sus ojos más que dos partes complementarias de una misma em­ lisis. Al proponerse crear una verdadera universidad francesa, quieren
presa. Su conclusión traduce el estado de ánimo de aquel periodo: dotar a Francia de una clase política e intelectual, en pocas palabras, formar
eruditos no especializados. Lo propio de la universidad —explica Louis
Se ha dicho a los miserables: “ya no hay más paraíso: o más bien, vuestro paraíso
está aquí abajo, toca a vosotros conquistarlo”. Al piismo tiempo, se les ha armado:
Liard, que será el gran maestro de obras de la reforma de 1896—es pro­
se les han otorgado derechos temibles, que no son aún rapaces de comprender ducir especialistas subordinados a una cultura general. 10 5 De ahí la nece-
ni de ejercer. El peligro es entonces grande. Según nosotros, sólo hay un medio
102 É. Maneuvrier, L'Éducation de la bourgeoisie sous la république, París. 1888, p. 384.
w “La pliilosophic du suflfage universcl”. La Reíate des Deux Mandes, 1 de sepriembre de 105 Cifras riladas por G. Weisz, The emergente of módem untversilies in Franee, 1863-1914,
1884, p. 129. Princcton University Press, 1983, p. 22. Esta obra constituye el mejor estudio sobre este tema.
,J11 Véanse los trabajos de Ch. Charles, L a Hiles de la république, 1880-1900, Fayard, París, 1987, 104 É. Boutmy y E. Vinel, Quelques idées sur Ui créalion d ’une. faatlté libre d'enseignement su-
y Naissancedes "mtellectuels”, 1880-1900, Éd. de Minuit, París, 1990. périeur. Ijtllres el programme, París, 1871, p. 5. Véase igualmente E. Lavissc.L afon dation del’uni-
too Discurso del 26 de septiembre de 1872 en Grcnoble. en Discoun el plaidoyers de M. Gam- versité de Berlín: á proposite la riforme de Tenseignementsupénrur en Frunce, París, 1876.
bella, t. m, pp. 110-1II. 105 Véase L Liard, L'enseignement supérieur en Frunce, 1789-1893, París, 1894, t. II, pp. 355-
101 Véanse a este respecto los señalamientos muy justos de J.-P. Rioux, Erkmann y Chalrian 357.
u el guión, Gallimard, París, 1989, p. 117.
El t ie m p o d e t.\ c o n s o l id a c ió n La e d u c a c ió n d e i a d e m o c r a c ia 349
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sidad, a su modo de ver, de atraer excelentes estudiantes y tener cuidado a sí mismas clases educadas no pueden conservar su hegemonía política más que
invocando el derecho del más capa/.. Es necesario que, detrás del cerco ruinoso
de que las Grandes Escuelas, cuya vocación es técnica, no absorban a los
de sus prerrogativas y de la tradición, la ola de la democracia choque con una
mejores elementos. A través tle la creación de la universidad, se quiere segunda muralla, hecha de méritos brillantes y útiles, de superioridades cuyo
también concentrar a las futuras elites. En un espíritu análogo, pero con prestigio se impone, de capacidades de las cuales privarse set» una locura.10"
ambiciones institucionales más limitadas, Émile Boutmy habla de “crear
la elite que, poco a poco, dará la pauta a toda la nación". “Rehacer una Los republicanos progresistas serán mucho más prudentes con su len­
cabeza de pueblo, todo nos lleva a ello”, escribe. 1" 6 Para ello, desea crear guaje. Pet o, en el fondo, no pensaban de otra maneta . 110
una facultad libre de enseñanza superior. Tomando sus distancias con Para formar a esta elite en la nueva universidad, se cree en las virtudes
el modelo de las escuelas especiales, busca erigir una enseñanza comple­ de “la Ciencia”, en una óptica positivista, optimista e ingenua. Se espera
mentaria que prepare “al ciudadano ilustrado, juez competente de las • > que la enseñanza ponga fin a las divisiones estériles y cree unidad
cuestiones políticas, capaz de discutirlas sólidamente y de dirigir la opi­ alrededor de un conocimiento objetivo de los hombres y su sociedad . 1 11
nión " . 16 7 La Escuela de Ciencias Políticas, ya se sabe, se iba a fundar sobre Louis Liard recordó de manera notable en su Théorie des universités los
esta base . 108 Son los mismos objetivos que persiguen todos los partida­ presupuestos de este cientificismo republicano. “Muchos, entre los hom­
rios de una reforma universitaria, con una mayor ambición institucional. bres más esclarecidos del nuevo régimen —escribe—se decían que por
En 1878, los proyectos reformadores cristalizan alrededor de la crea­ medio de ella |la ciencia! se establecería en principio en la elite, y des­
ción de una Sociedad de la Enseñanza Superior. Entre sus 24 fundado­ I
pués, por filtración, en la masa, este espíritu público, consciente, firme
res, encontramos una pléyade de celebridades. Codo a codo se encuen­ y coherente, del que no pueden prescindir la república y la democra­
tran Paul Bert, Marcellin Berthelot, Émile Boutmy, Fustel de Coulanges, f cia. ” 1 1 2 A un siglo de distancia, los mismos conceptos y las mismas imá­
Édouard Utboulaye, Ernest Lavisse, Gabriel Monod, Louis Pasteur, Er- genes retoman para expresar la consagración de las capacidades. En esta
nest Renán, Hippolyte Taine. En términos políticos, el espectro es am­ perspectiva del papel de las elites, los republicanos de la década de 1880
plio. Éste atestigua de nuevo el carácter transversal de las reflexiones y retoman discretamente la ambición de Guizot de formar una elite polí­
las propuestas sobre el tema. Apoyada por escritores y sostenida por gran­ tica y social, no especializada. De ahí la importancia que se atribuye a la
des industriales, la Sociedad retomará las directrices de Boutmy sobre la cultura general. Boutmy habla desde 1871 de la urgencia de organizar
necesidad de formar elites de gran cultura general que puedan legitimar una "instrucción liberal superior ” . 1 18 Alfred Fouillée dará a esta concep-
su preponderancia social por la cultura que habrán adquirido. Boutmy
había expresado sin rodeos este objetivo sociológico. HW E. Boultny y E. Vinel, Queh/ues idees sur la erration d'une faculté libre d'emeignemmt supé-
rieur, p. 15.
El privilegio ya no existe; la democracia no retrocederá en lo absoluto —escribía.
11,1 I jéou Bourgeois calcula, por ejemplo, que el problema consiste en asegurar “la unidad
Obligadas a soportar el derecho de los inás numerosos, las clases que se nombran de las conciencias y las voluntades" en un Estado en el que “la voluntad está en manos de los de­
* P legados de la masa soberana, y la idea, por su lado, se encuentra esparcida, tlispersa en esta masa
inmensa". ¿La solución? Ésta reside “en una organización poderosa de la enseñanza superior"
,ut‘ É Boutmy y E. Vinet, Qtirtques idees sur la créalidh d'une faculté libre d'enseignnnent (discurso pronunciado el 11 de marzo de 1892 en el Senado, en la discusión del proyecto de
suprneur, p. 6. ley sobre las universidades, en L. Bourgeois, 1. édticatinn de la démocratte franqaise, París. 1807,
1(17 Ibid. Señalemos sin embargo que, aun cuando los fines de Boutmy son los mismos que pp. 54-55).
los de aquellos que desean crear la universidad francesa, numerosos republicanos criticarán la 111 Renán es el primero en formular este programa, en un articulo de 1864. “L'instruction
Escuela Libre de Ciencias Políticas, al encontrarla demasiado marcada por el origen social de supcricurc en Francc” (reproducido en el tomo i de (Euvres completes d ’E mesl Renán). Véase tam­
los alumnos (véase sobre este punto A, Bellessort. Les mtetlectuels et l'avinemml de la Troisiémr bién L. Rétat, “Renán et les problémes de l'enscignemenl supérieur". Commentaire, núm. 27.
Répidilique, París. 1931, pp. 72-73). otoño tle 1984. Paul Bert, Gabriel Monod y Entest Lavisse retomarán en las décadas de 1880 y
ios Véase P. Eavre, Naissancesde la scienccpolitique en Frunce, 1870-1914, Fayard, París. 1989; 1890 los temas y los argumentos de Renán.
T. R. Osbornc, A Grande Écolefar the grnnds carps. The recrmtmml and training o f tilefrench admi- UH L. Liard, L'enseignement su¡m irar en France, t. II, p. 344.
nistrativr elite in the ninrteenth century, distribuido por Columhia Univcrsity Press. Nueva York.. 11® É Boutmy y E. Vinet, Quelques utées sur ¡a créatúm d'une faculté libre d'emeignemmt supé-
1983. y P. Rain. L ‘École Libre des Sciences Folitiques, fnsi*. París, 1963. neur, p. li.

*> r •
1
346 F.L TIEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN L a e d u c a c ió n d e la d e m o c r a c ia 347

ción su expresión canónica en una obra de título sugestivo, Lesétudescías- ciertamente, nada despreciables. Son numerosos los sociólogos y los ju ­
siques et la démocratie. La enseñanza de las humanidades debe constituir, ristas que buscan reconstruir una nueva cultura política anclada en una
a sus ojos, una verdadera prioridad política. “Los estudios liberales —ex­ sociedad más organizada, ya sea en la derecha -e n los medios del catoli­
plica—son los que tienen por finalidad formar una elite ilustrada, que cismo tradicionalista (pensemos en La Tour du Pin o en Raoul de La
sueñe en el porvenir, que se encargue de la salvaguarda de los grandes Grasserie)—o en la izquierda, en los del sindicalismo revolucionario, en
intereses intelectuales o morales y, en una palabra, del espíritu nacional. la perspectiva neocorporalivista o anarquista. Todos los que emprenden
El peligro principal de las democracias es el exceso de la tendencia esta vía escriben una página decisiva de la historia intelectual de finales
utilitaria. ” 1 1 4 * Las verdaderas elites no son entonces ni las de la fortuna, del siglo XIX. Sin embargo, siguen siendo periféricos con respecto al mo­
ni las del nacimiento, ni las el simple mérito. Se definen más bien por un vimiento de edificación de las instituciones republicanas. Es eso lo que
criterio moral e intelectual: el interés por el interés general y la capacidad da a la construcción de las elites en Francia un papel central que no posee
de pensar a largo plazo (mientras que, a la inversa, la mayor pane del en la mayoría de los otros países: representa el único principio de orden
pueblo está compuesta de hombres preocupados por el interés presente intelectualmente coherente con los principios revolucionarios. El univer­
y personal). “Los estudios clásicos —concluye Fouillée—, siguen siendo el salismo abstracto y el imperativo jerárquico encuentran entonces allí un
único medio para mantener en el seno de Francia a una elite de espíritus terreno de conciliación. Todo concurre así a colocar la cuestión de las
elevados y desinteresados, y con eso mismo la atmósfera de moralidad elites en el centro de la cultura política francesa.
superior sin la cual, una democracia se precipita a la demagogia."1ir> A la sociedad de los órdenes, los cuerpos o las clases, Francia opone-
Desde el momento en que el sufragio universal se considera una ins­ la sociedad de las capacidades. En ellas se conjugan los dos principios de
titución irreversible, es necesario responder a preguntas urgentes: ¿Có­ la igualdad civil y política y de la jerarquía de las inteligencias. El sistema
mo administrar a las masas? ¿Cómo canalizar sus pasiones y sus intere­ escolar y universitario republicano es el gran operador de esta conjun­
ses? ¿Cómo evitar que la fuerza del pueblo no se degrade en brutalidad ción. De ahí el cuidado con el que los padres fundadores diseñaron su
de la multitud? Las inquietudes de comienzos del siglo XIX sobre el sur­ arquitectura. En efecto, la escuela permite reformar una jerarquía de
gimiento de una sociedad de individuos se reactivan y se acentúan brutal­ hecho, sin que por ello se lastime nunca el principio igualitario. Los repu­
mente con el ascenso en potencia del pueblo elector. Se buscan los prin­ blicanos del siglo XIX piensan, al igual que los filósofos del siglo XVIII, que
cipios de orden compensador que permitan a la vez conjurar la amenaza la distribución de los conocimientos debe ser adecuada exactamente a
conjunta de la mayoría y la atomización social. Es en este contexto, ya lo las necesidades de la sociedad. 1 16 La organización diferenciada del cursus
sabemos, que nace la sociología. Durkheim, Pareto, Tarde, Le Bou, res­ escolar debe proponerse poner a cada uno en su lugar, permitiendo a la
ponden todos a la misma cuestión. Los pensamientos racistas o la freno­ igualdad política no subvertir el orden social. Tanto se desconfía en esta
logía tratan también a su manera de proponer un principio de organiza­ medida de los desclasados como de los ignorantes. Fouillée lo expresó
ción sobre una base biológica. Simultáneamente se exploran los mismos en términos perfectamente claros.
caminos en todas las democracias. Pero el caso francés presenta una
particularidad a finales del siglo XIX. Parece ahí mucho más difícil que Hay que instruir a cada uno lo más posible, pero no a todos de la misma manera,
en otros lugares llevar a cabo lo que se podría llamar una “resolución ni por m étodos que producen finalmente una falta de adaptación del niño a su
orgánica" de la cuestión democrática. El peso de la herencia revoluciona­ futura condición. Los desclasados no son los niños instruidos; son los niños mal
ria sigue siendo demasiado fuerte para ello, al continuar el universalismo
abstracto fundando en última instancia las representaciones dominan­ l if> Véase sobre este punto la buena punlualización de H. Chisick. The limils of reform in ¡he
tes de lo político y lo social. Los esfuerzos por ir a contracorriente son, enlightmenl: altitudes towards the education af the lawer classes in eighteenthrcentury Trance, Princcton
University Press, 1981. Señalaremos que la mayor paite de los proyectos de reforma de la ins­
trucción durante la revolución (especialmente los de Condorccl, Tallcyrand, Rontme), conti­
114 A. Fouillée, Les études clmufues el la tlémacralie, París, 1898. p. 1. núan ligando estrechamente los niveles de enseñanza a las estrictas exigencias de la organización
" s Ibid., p. 224.
social y de la división del trabajo.

41 f
Ia e d u c a c ió n d e la d e m o c r a c ia 349
348 KL TIEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN

de su misión cívica: guiar al pueblo. Este último es, en efecto, incapaz por
in stru id o s, p ro v isto s d e c o n o c im ie n to s ab stractos a los q u e n o e n c o n tr a rá n e m ­ sí solo de actuar políticamente.
p le o . d e sp r o v isto s d c c o n o r im ic n io s p rácticos d e lo s q u e ten d rían n e c esid a d . Este
g é n e r o d e d c sc la sa m ie n to e s el q u e e s p e lig r o so para la m oralid ad d e u n a n a c ió n ,
M icniras el p u e b lo carezca d e u n a cultura su fic ie n te y d e l o c io n e c e sa r io para el
y m ás p e lig r o so a ú n e n u n a d e m o c r a c ia .11718
p e n s a m ie n to —e sc r ib e V ial—, segu irá s ie n d o in cap az d e c o m p r e n d e r y d e fe n d e r
lo s g r a n d e s in te re se s d el país N o tie n e tie m p o d e h a cerse d e o p in io n e s
De ¿liií el cuidado con el que deseaba ver organizada la distinción entre políticas; las r ec ib e h ech as; y los in stin to s c o n fu n d id o s , las sord as a sp ir a c io n es, los
lo primario, lo secundario y lo superior. Su obsesión: evitar que se cree d e s e o s v ag o s q u e lo agitan , e s n e c esa rio q u e o tr o s los piensen p o r é l, los traduzcan
una categoría de elites desclasadas que se convertiría en el motor de to­ e n id e a s.121
dos los descontentos . 1 1 3 Las condiciones de orden social y de organiza­
ción de la democracia se superponen así en la reestructuración del siste­ Gracias a su situación intermedia, las clases medias pueden entonces
ma escolar. Si bien la constitución de las universidades modernas, en ayudar al gobierno de la democracia, ya que son las mejor situadas “para
1896, es un elemento decisivo, los republicanos concernían en seguida dar voz a las confusas aspiraciones del pueblo, así como para compren­
todos sus esfuerzos en la renovación de la enseñanza secundaria. Es, en der las altas exigencias de la elite” : 1 2 2 ellas son las “institutrices de la
efecto, en este nivel donde se juega cuantitativamente la producción de democracia ” . 12 3
la elite, al estar destinada la universidad sólo a formar a sus cuadros ¿Qué significa la democracia dentro de semejantes límites? ¿Cómo
superiores . 1 1 9 *Francisque Vial hizo perfectamente explícitos estos obje­ comprender en este marco la soberanía del pueblo y el sufragio univer­
tivos en una obra de título programático, l. ’enseignement secondaire et la sal? El ideal de una sociedad de actores racionales subsiste ciertamente
démocratie (1901). Mucho más allá de las finalidades profesionales, que en el horizonte, y la política de instrucción pública se propone apresurar
relega completamente a un segundo plano, Vial ve en las clases medias su surgimiento. Pero el papel asignado a las elites en la democracia no
formadas por la enseñanza clásica que se dispensa en la secundaria la se vuelve menos ambiguo. Se les reconoce una función de encuadramiento
fuerza moral que podrá “servir a la democracia, a la vez de freno y de del esfuerzo demopédico y de sustitución provisional de la razón popu­
motor”, permitiendo en los hechos “controlar y rectificar las decisiones del lar* al mismo tiempo que se les da un papel más estructural y menos
sufragio universal" . 12,1 A la enseñanza secundaria clásica se la ve así asig­ circunstancial en la conformación de una sociedad individualista. La
nada a la función de constituir a las clases medias en clases conscientes filosofía republicana de la democracia aparece ahí como algo singular­
mente equívoco. Al rechazar de hecho, con la excusa de la historia, la so­
117 A. Fouillée. Les eludes dasiqurs el la tiémucralie, p. 62.
beranía popular en la práctica, los republicanos adoptan una teoría de
118 “Tenem os suficientes bachilleres -escribe—, suficientes ‘proletarios intelectuales’; no la democracia limitada. Muchos de ellos entienden el sufragio universal
alim entem os el número de frívolos" (ibul, p. 103). Fouillée señala más afielante: “La dem o­ como una simple fuerza de arrastre y legitimación de un'poder de inicia­
cracia bien entendida no consiste en suprimir y nivelar todas las diferencias de instrucción y tiva que se origina en las capacidades. Es el punto de vista de un Alfred
(le criucarión, en estrechar y rebajar los horizontes para todo el m undo, en volver pueblo a todo
el mundo. El pueblo no ganaría nada con ello; su mayor interés es, por el contrario, que haya Fouillée. “Es necesario que las clases llamadas superiores sean dignas de
algo por encuna de sí mismo a lo que pueda aspirar y alcanzar, una especie de clase superior este nombre —escribe—; es necesario que el movimiento venga de ellas
no cct rada, no erigida en casta |...|. Es peligroso, sobre lodo en una república, volver toda la y se expanda al conjunto; movido y dirigido por ellas, el sufragio popular
educación primaria y popular, suprimir la jerarquía, hacer que la elite se desvanezca" (pp. 231-
232). Se notará que la angustia ante el riesgo de sobreproducción de intelectuales, y la voluntad
será útil por su propia inercia, al igual que el volante de una máquina
de obrar de tal m odo que la educación ponga por completo a rada uno en su lugar aparecen regulariza y multiplica la fuerza del motor. ” 124 La democracia es, en las
mucho antes de estr peí todo. Sobre este problema en el siglo XVIII. véase H. Chisick, The limils
of reform in enhj’htmrnt, op. vil. 121 IbitL, p. 64.
1,9 Véase S. Citrón, "Enseignement secondaire et idéologie élitiste entre 1880 ct l i l i 4", Le 122 IbitL, p. 65.
Mmwemenl Social, núin. 96, julio-septiembre de 1976. En su célebre obra La barriere et le niueau 123 IbitL, p. 68.
(1925), EdmundCoblot será el primero en denunciar la dimensión de clase de esta concepción 124 A. Fouillée, “Ut philosophic <lu sulfragc universel”, La Reúne des Denx Mondes, I de
fie la organización jerarquizada de la enseñanza. septiembre (le 1884, p. 127.
129 Fr. Vial. L'enseignemeni setondaire et la dthnocralie, París, 1901, p. 61.
350 El t ie m p o nr. i a c o n s o l id a c ió n La e d u c a c ió n de la d e m o c r a c ia 351

mejores condiciones, un régimen de la sanción popular, en este caso. En lutarias (el privilegio) o de conflicto económico (la lucha de clases). Des­
un libro de título elocuente publicado en 1875, Les classes dirigeantes, un de los comienzos de la Restauración, estas cuestiones habían alimentado
escritor político republicano. Charles Bigot, había ido incluso más lejos, la reflexión de los mejores espíritus, de Barante a Tocqueville. A finales
al considerar que la igualdad del derecho al voto no era sino una ficción. del siglo XIX, los republicanos retoman estas interrogantes e intentan
reformular el programa de una organización capacitaría de lo social. Los
Si bien el sufragio universal ha puesto en manos de todos los ciudadanos boletas exámenes y los concursos se encuentran, por esta razón, en el centro de su
que caen a la urna con igual peso, no es verdad que haya dado a todos una parte universo. En un artículo notable publicado en 1837, “De la démocratie
igual en los destinos del país —escribía. Mientras que unos no tienen en la mano
más que un voto, el suyo, riel que ni siquiera es verdad que disponen libremente,
aux États-Unis et de la bourgeoisie en France”, Louis de Carné había sido
los otros, por el contrario, cuentan no sólo por su voto personal, sino por lodos el primero en construir la oposición entre el principio de la elección,
los que están en posición de unir al suyo [...] Hay electores dirigidos, hay electores característico a sus ojos de la democracia americana, y el sistema de
que dirigen; y todo sufragio, incluso el directo, vuelve a ser un verdadero sufragio concurso, más apropiado a los imperativos franceses. Hablando de este
en segundo grado, en el que la multitud no hace sino ratificar la elección tomada último, señalaba: “Pertenece esencialmente a Europa y al gobierno de la
por un pequeño núm ero.125126 burguesía: es el derecho de la inteligencia legalmente reconocido, es
la competencia introducida en el campo del pensamiento . ” 128 Los repu­
Quien escribe estas líneas no es un reaccionario. Recibe la aprobación blicanos prolongan esta perspectiva. 12 3 Pero ¿cómo conciliaria con el
de sus amigos de Le Siécle y de La République Frangaise. La democracia se principio de elección que igualmente suscriben? En principio, ellos presu­
reduce de hecho, para él, a un poder negativo, a un derecho de veto po­ ponen que los diplomados de la enseñanza clásica proporcionarán al
pular. Con lodo y estar plenamente aceptado y reconocido, el sufragio grueso de los candidatos —de ahí su oposición, sobre esta base, a las can­
universal está limitado a un papel casi subalterno.12fi La república no es didaturas de obreros o de gentes con instrucción elemental. 130 Pero aquello
entonces sino el racionalismo políüco más la legitimación popular. Los era muy insuficiente. De ahí el conflicto que nace a partir de ese mo­
republicanos de los años 1870-1890 no salen apenas de este esquema, mento entre las elites-notables (elegidas) y las elites-competencias (sur­
como lo atestigua por otra parte su filosofía del parlamentarismo. gidas de un concurso). Éste no debía encontrar solución sino práctica­
Si se apela a las elites como al equivalente de un poder comperLsador mente medio siglo más tarde, con el poder creciente de una clase política
y regulador del sufragio universal, ¿cómo conviene seleccionarlas, a fin generalmente surgida de la Escuela Nacional de Administración, operán­
de conjurar la formación de aristocracias o de castas? Esta cuestión era dose así la fusión entre los dos principios de la selección por concurso
fundamental para los republicanos. Históricamente, en efecto, Francia y por elección. Solución precaria, sin embargo, en tanto que el concur­
había fracasado siempre en producir verdaderas elites, no pudiendo so parece propicio, en este caso, para la nueva creación de castas.
formar sino grupos dirigentes cerrados: fracaso de la nobleza en simbo­
lizar el mérito y en transformarse en clase de servicio en el siglo XVIII;
fracaso del censo para expresar las capacidades bajo la monarquía de
Julio; fracaso, en fin, de los legitimistas en^onstruir un modelo de no­ 128 Artículo aparecido en 1837 en La lievuc tits Deux Mondes, reproducido en Des intérits nmt-
veaax en Encope depuis la Révolution de ¡830, París. 1838. t. I. p. 137. “Tal vez —proseguía— el
tabilidad fundado en una deferencia social a la inglesa. 12 7 La relación futuro verá la prueba científica imponerse com o condición de elegibilidad a los diversos grados
pueblo-elites se degradó siempre en una relación de desigualdades esta- de lajerarquía, ya sea política, ya sea administrativa. Entonces la soberanía nacional encontraría
siempre un límite afuera de sí.”
,2,J Véanse por ejemplo los desarrollos de Jcan-Baptistc Godin, el reformador social, en su
125 Ch. Rigol, /.« classes dirigeantes, París. 1875, p. 244. libro l e gtiuvememrnl, ce rpt’il a éti, ce qu'il doit itre, París, 1883. (En su capítulo "Du mérite el
126 Está cuestión se encuentra en el centro de las preocupaciones de numerosos “sociólogos” de la capacité”, sugiere ligar sistemáticamente los procedimientos del concurso y la elección,
de fines del siglo XIX, ya se trate de las elucubraciones de un l/.oulct en La cité modemt (2a. ed., com o dos mom entos de un mismo proceso de selección.)
1895), o de las reflexiones mucho más profundas de un Tarde en L 'optnion et la faule (1901). ISO f>j0 ^ iraia entonces sólo de una oposición de clase. Se puede discutir, en este punto,
127 Sobre este m odelo, víase la suma (le D, C. Moorc, 77te polilics of deference. A study of the el articulo bien documentado de M. Ofícrlé, “lllcgitimité et légitimation du perxonnel politique
mid-ninetemth century mghsh politual systcm, Harvestcr Press. Hassocks (Susscx). 1976. ouvrier en France avant 1914", A anales ESC. julio-agosto de 1984.
352 El t ie m p o d e la c o n s o u d a c ió n La e d u c a c ió n d e la d e m o c r a c ia 353

LA AMBIOÜEDAl) SOCIALISTA calización de la idea republicana, al dar también un lugar central a la


institución del sufragio universal.1!MEs además lo que permite explicar
I labra que alcanzar el final del siglo XIX para que el sufragio universal en 1888 la ambigüedad de los socialistas frente al ascenso del boulan-
deje de ser cuestionado. la mayoría de las familias políticas terminan gismo: 185 su confianza en la elección de las masas les impide comprender
entonces por aceptarlo, por razones por demás contradictorias. Los con­ el verdadero significado del fenómeno. Los socialistas de la década de
servadores se resignan a él porque le reconocen un poder de clausura y 1890 encuentran los acentos del Gambetta de la década de 1870 para
de prenda de pacificación social. Los últimos herederos del bonapartisrno celebrar el papel fundador del sufragio universal. “El sufragio universal
y la nueva extrema derecha populista y antiparlamentaria lo celebran, —leemos en La Revue Socialista—es la fuente madre de donde se derivan
por su parte, en tamo que instrumento de afirmación del instinto de todos nuestros poderes públicos [...]. Fuera del sufragio universal, no
masas, única fuerza susceptible a sus ojos de hacer retom ar al buen ca­ podemos concebir más que el despotismo o la anarquía . ” 186
mino a un país descarriado por élites corrompidas e intelectuales abs- Los socialistas se presentan entonces como los partidarios radicales
trusos. 18 1 Por su parte, los republicanos han superado sus secretas dudas del sufragio universal, aquellos que desean su realización absoluta, más
al emprender la gran cruzada demopédica. Quienes creen en el poder allá de las precauciones y de las últimas reticencias republicanas. 1 Iay
regenerador de las masas, y aquellos que desconfían aún de la mayoría, que llamar “a la plenitud de la vida y de la acción”, proclama Jaurés en
los devotos, al igual que los agnósticos o los ateos de la soberanía del un artículo programático de La Revue de Paris.m asegurar la verdadera
pueblo: todos aceptan de ahora en adelante la fuerza de mando surgida libertad del voto mediante la garantía técnica de su secreto; ampliar com­
de las urnas, la decisión que procede de la aritmética popular. pletamente su esfera poniendo fin a las exclusiones remanentes ; 188 ex­
También los socialistas se alian al sufragio universal, después de ha­ tender su alcance instituyendo la práctica del derecho de iniciativa y del
berlo denunciado duramente. 1.a evolución de unjules Guesde es com­ referéndum. No se trata aquí de resumir, ni siquiera brevemente, la lús-
pletamente representativa de su progresiva conversión. En la década de toria políúca e intelectual del socialismo francés. Pero por lo menos pode­
1870, este último fustigaba la mentira electoral. “En la época del censo mos señalar que la lucha socialista de la década de 1890 se pone como
—escribía en 1873 en l.'Almanach du Pimple—la burguesía era un estado horizonte la realización del movimiento de la revolución francesa y el
mayor sin ejército. El sufragio universal le ha proporcionado esta amia cumplimiento de la idea democrática. Incluso el programa económico
electoral de la que tenía necesidad para mantenerse en el poder.” En del Partido Obrero Francés se inscribe en esta perspectiva. La apropia­
1880, esta hostilidad está superada. El Programme du partí ouvrier, que ción colectiva de los medios de producción, por ejemplo, no se justifica
redacta entonces con Marx, señala que el sufragio universal, del instru­ principalmente por argumentos de orden “económico" (reapropiación
mento de engaño que era, puede convertirse en un medio de emancipa­
c i ó n . E s t e vuelco queda confirmado a comienzos de la década de 1890,
cuando los primeros éxitos electorales se comienzan a manifestar. Des­ cu Cl. Willard, Le mouvemenl socialista en Franca (1893-1905); les guesdistes, Écl. Sociales, París,
pués de Panamá y las victorias municipales de 1892, Guesde habla con 1965.
ISA De todos los partidos que se redaman com o de la república —escribía Guesde en
lirismo de "poner mango al sufragio universal como a una escoba libe­ 1898—, no hay sino uno que es realmente, completamente republicano, porque sólo él quiere
radora”. 188 El socialismo se entiende en esa época como la simple radi- y sólo él podrá crear la verdadera república, la república total. Es el partido socialista, el partido
obrero": J. Guesde, “République et socialismo", l a Socialiste. -1 de septiembre de 1898.
lss partido político ligado a la persona o lá doctrina del general Boulangcr. [N. de laT.J
,!M>11. Aimel. “I-esuftrageuniversel etlarévolution sociale". La Home Socialiste, vol. XV, 1892,
Se encontrón! un buen ejemplo de este enfoque en el com pendio de Mauricc Barras, p. 567. “F.I sufragio universal —prosigue—es el alma misma del régimen democrático. Es cl fun­
Scbnes et doctrines du mUttmulnmt, París, 1925, 2 vols. dam ento necesario, inevitable, de las instituciones socialistas de mañana" (p. 588).
15,2 Véase “I.e programme du partí ouvrier" en J. Guesde, Textes choisis. 1867-1882, ÉtL 157 ). |aurés. “Vues politiquea". La Revtu de Parts, 1 de abril de 1898, p. 580.
Sociales. París, 1970, p. 117. 13**157jaurés señala: "Habrá que suavizar las condiciones tle domicilio que excluyen, de hecho,
188J. Guesde, “Revisión súdale", Le Socialiste, 1 de enero de 1893. Sobre la actitud de (ules del derecho al sufragio a la parte limante del proletariado", ibid. Jaurés. al igual que Guesde,
Guesde y de sus amigos (rente at sufragio universal, se pueden encontrar elem entos interesantes está además a favor del voto de las mujeres.

*
354 E l. TIEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN La e d u c a c ió n d e i a d e m o c r a c ia 355

de la plusvalía, destrucción del sistema capitalista, etc.), sino que se liga ticipación política en sí misma un medio de aprendizaje. Los socialistas
esencialmente a los principios de 1789 y 1793. Se trata de “republicanizar se encuentran también en primera tila para reclamar un relajamiento de
la propiedad al igual que el Tercer Estado republicanizó, por lo menos las condiciones de inscripción en las listas electorales, en particular en
en parte, el poder”, según una célebre fórmula dejules Guesde.1SUEn lo lo que respecta a la condición de domicilio. Jules Guesde, Rouanet, Vi-
esencial, los socialistas reprochan a los republicanos el no haber ido has­ viani y otros presentan con esa finalidad, en 1894, un proyecto de ley
ta el final de su empresa: el socialismo es a sus ojos la realización de la “que tiende a asegurar la universalidad del sufragio llamado universal”,
república, y de ninguna manera un ideal que diferiría de ella en su esen­ en el que demandan que el ejercicio de los derechos electorales políticos
cia. Es dentro de este espíritu que conciben, en esta época, el perfeccio­ ya no esté subordinado al domicilio. 14 2 “Los nómadas del trabajo —escri­
namiento del sufragio universal. ben ellos en su proyecto—no podrían seguir siendo tratados como ex­
En la década de 1890, los socialistas se convierten en principio en los tranjeros. No podrían ser mantenidos en el estado de parias en una pa­
apóstoles de la democracia directa y del referéndum, pretendiendo de tria que es suya por partida doble, ya que son ellos, en estas idas y venidas
esta manera dar toda su fuerza a la soberanía del pueblo. Retoman a en las que queda suspendida su muerte política, quienes forman su
los proyectos de la Segunda República y celebran la expresión directa riqueza y su gloria.”l4S Es sorprendente ver que los socialistas se refieran
de los electores. 140 Por instigación suya, se organizan referéndums mu­ explícitamente en su empresa a la acción de los republicanos condenan­
nicipales. En 1888, la comuna de Clunv innova así al pedir a los electores do, en mayo de 1850, el endurecimiento de la condición de domicilio y
por primera vez aprobar un préstamo para construir un cuartel e instalar el establecimiento del “censo domiciliario”. Es igualmente significativo
un servicio de aguas. 14 1 En lugar de esperar a que se lleve a cabo la edu­ constatar que son los diputados del partido de jules Guesde quienes re­
cación de masas para ampliar la democracia, quieren hacer de la par- claman en 1898 el nombramiento de una “Comisión del Sufragio Uni­
versal”, encargada de proponer a la Cámara medidas para asegurar la
libertad y la sinceridad del voto. 1'14 Se convierten entonces en los
I8U "République el socialismo", ¡j> Socialiste, 4 de septiembre de 1898. Sobre el socialismo campeones del “libre ejercicio del sufragio universal", como lo dice en
francés com o prolongación de las ideas y del movimiento de la revolución francesa, más que la tribuna Alexandre Zevaés, en un discurso que se podría considerar
com o producto de la industrialización y de la lucha de clases, véanse los análisis de T. Judt, Le pronunciado por Gambetta, cuando éste expresaba su anhelo, a finales
marxisme et la gauche franfaise, 1830-1891, Hacheltc, París, 1987, y de M. Perrot, "On the
formado!) o f the french working class” en I. Katznclson y A. Zolberg, Working-class jormatwn.
del Segundo imperio, de que se estableciera un voto liberado de toda
Nmeteenlh cenlury paltenu in western F.urope and the United States, Princclon University Press, tutela y de toda obligación. A la vuelta del siglo XIX, los socialistas estu­
1986. vieron de nuevo en primera fila entre quienes militaban por el estable-
HU Véanse los folletos de los fouricrisias: V. Consideran!, [Msolutton ou legoiwemement direct
du peuple, París, diciembre de 1850, y M. Kittinghauscn. l a législation directe par le peuple ou la
véritable itémocratie, París, diciembre de 1850, así com o tos de A. Ledru-Rollin, Ou gouvemement
direct du peuple, París, 1851, y de L. De Girardin, l . ’abolition de l ’uutorite par la simplification du H2 Proposición de ley que tiende a asegurar la universalidad del sufragio llamado universal.
gnuvemement, París, 1851.1.os tres primeros textos serán citados muy a m enudo en la literatura Cámara de Diputados, Annexe au procis-verbal de la siance du 30 janvier 1894, Impressions, núm.
socialista de la década de 1890. También nos podem os remitir a la respuesta que les había di­ 337. Señalaremos que, com o republicanos de 1874, ellos admitían que la condición de do­
rigido laniis Blanc en Ou gouvemement direct du peuple ptfr lut-méme, París, 1851 (reproducido micilio pudiera ser más rigurosa para las elecciones municipales, hablando, en esta materia, de
en el lom o I de Questions d'aujourd'hui et de tlemain, París, 187,8). la legitimidad de un “periodo domiciliario”. El proyecto señalaba: "Que se me niegue el dere­
141 Sobre la idea de democracia directa en el socialismo de la década de 1890 y sobre estas cho a intervenir en la administración de una localidad, dudad o poblado, a la que no perte­
experiencias de reteréndums municipales, véase: 1. Bullock y S. Reynolds, “Direct législation nezco, que no hago más que cruzar, en la que no vivo sino desde ayery donde no viviré mañana:
and socialism: how british and french socialists viewcd the referendum in the 1890's", History eso se explica | ..,]. 'Por qué decidiría yo y cóm o, sobre intereses que no son los míos y que igno­
Workshop, núm. 24, otoño de 1987; Gavarri, “I.es formes nouvelles de la démocratie". La Non- ro?" (p. 2). Puesto que es más abstracta, la ciudadanía política debe entonces ser más abierta:
velle Remu, 15 de marzo de 1892; A. Sarraut, “Le gouvem em ent direct en Krance”. Parts, 1899 ahí volvemos a encontrar una paradoja que ya hemos subrayado.
(tesis bien documentada). La idea de democracia directa está particularmente presente en Jean '■"IbiiL, p. 3.
Allemane, Paul Brousse, Benoit Malón y Edouard Vaillant (remitirse a sus obras, así com o ad os 144 Proyecto presentado y adoptado el 4 de julio de 1898 (véase Anuales de la Chambre des
araculos publicados en el vol. ix de La Remu Sutíalisur. É. Laveleye, “Ix- référendum", marzo Diputes, débats partementaires, sessiott ardinatre de 1898, t. II, pp. 300-301). (Una nueva comisión,
de 1889, y A. Bonlhoux, “La législation directe", marzo de 1899). llamada de la misma manera, lúe nombrada de nuevo a propuesta de los socialistas en 1902.)
356 E l l lEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN La e d u c a c ió n d e la d e m o c r a c ia 357

cimiento de técnicas electorales tendientes a asegurar el secreto y la li­ de este periodo para entender la esencia del sentimiento socialista. El
bertad del voto: distribución de boletas impresas, instalación de “cabinas escepticismo vuelve rápidamente a la superficie cuando empiezan a pe­
de aislamiento", organización rigurosa de las oficinas de voto. 1-15 Lejos sar las desilusiones electorales y cuando se vuelve claro que el sufragio
de criticar al sufragio universal como una simple libertad formal, hacen, universal, aun liberado y protegido, no sera el arco del triunfo que se
por el contrario, del surgimiento del individuo-elector la condición para daba por descontado. A este cambio de clima se añaden sobre lodo fac­
la realización del ideal democrático. Ellos ven el signo de la transfiguración tores más fundamentales. A finales del siglo XIX se mezclan dos elemen­
de la república en socialismo en la consagración definitiva del elector au­ tos que sirven para explicar el retorno de la desconfianza socialista frente
tónomo, y no en su rebasamiento. a las elecciones. Filosóficamente, pronto queda patente que los socialis­
La república del sufragio universal se impone en este fin de siglo. tas mantienen una relación más compleja con los valores republicanos,
Constituye el horizonte irreversible, de allí en adelante, de la política que aquella que esgrimían en 1880. Al mismo tiempo que ven siempre
francesa. La inauguración en 1899 de la célebre estatua Le triomphe de la en el socialismo la realización de la república, están lejos de compárta­
république, en la plaza de la República de París, es la ocasión de una im­ la fe en las virtudes de la enseñanza de un Jules Ferry y difícilmente
presionante manifestación popular que la consagra simbólicamente. logran conciliar su visión de la lucha de clases y su programa económico
Aún hay, ciertamente, debates virulentos y oposiciones radicales sobre con los ideales universalistas de la cultura republicana. 14 7 Filosóficamente
la naturaleza del régimen que conviene a Francia. Pero los mismos que profesan también un racionalismo más materialista y más escéptico que
quieren poner en la picola al parlamentarismo se convierten en los cam­ los distingue de los padres fundadores. Es por ello que el grueso de la
peones del llamado al pueblo y se presentan como los únicos practi­ tropa retoma fácilmente las viejas prevenciones blanquistas hacia las ma­
cantes auténticos de la religión del sufragio universal, mientras que opo­ sas, de quienes se sospecha tener aún en la cabeza las ideas del adversa­
nen la salud y el sentido común de las masas populares a la corrupción rio. Políticamente, los socialistas continúan, por otro lado, inscribién­
y al intelcctualismo de las eliles. El sufragio universal queda así consoli­ dose en una perspectiva revolucionaria de la conquista del poder. Su
dado, paradójicamente, por el apoyo de la extrema derecha. Reconoci­ actitud frente a las elecciones sigue estando dirigida por consideraciones
do como principio de legitimidad política, ¿deja de tener a partir de en­ lácticas. Estas dos razones explican que el socialismo no se vea identifi­
tonces el sufragio universal enemigos manifiestos? cado de modo duradero con el sufragio universal. De ello es testimonio
¿Verdaderamente el sufragio universal deja de ser objeto de protestas la muy tardía conservación de la fórmula “por la boleta o el fusil" en los
al amanecer del siglo XX? Fuerza es constatar que la fe de los socialistas textos de sus congresos. El punto de vista socialista no es, sin embargo,
en sus virtudes siguió siendo de hecho bastante vacilante. Culmina a co­ monolítico, como lo prueba la oposición entre Guesde yjaurés . 148 El
mienzos de la década de 1890, cuando aún son fuertes sus esperanzas primero acentúa a partir de mediados de la década de 1890 la toma de
electorales. “El sufragio universal —escribe Paul Lafargue en 1892—se va distancia frente a la temática republicana, mientras que el segundo supo
a convertir en un arma terrible, ahora que los obreros comienzan a cono­ formular mejor los principios socialistas en la prolongación de las cate­
cer su manejo.”14ti I as elecciones municipales y clistri tales de 1892, y des­ gorías republicanas.
pués las elecciones legislativas de 1893 ven, enpfecto, un progreso espec­
tacular de los candidatos socialistas. Pero el entusiasmo provocado por El sufragio universal, a pesar de sus incertidumbres, a pesar de sus errores y de
este éxito es efímero. Es por ello que no podemos atenernos a los textos sus sorpresas, es la luz, el pleno día. En él, toda fuerza está obligada a expresarse,
loda conciencia está obligada a entregarse. 1-os ardides no pueden triunfar allí
14» Véanse las dos proposiciones socialistas de ley presentadas el 2» de junio de 1902: la
primera “tendiente a asegurar el secreto y la libertad del voto”, la segunda “tendiente a asegurar H7Sobre la dificultad de los socialistas para distinguirse de los valores y de los partidos
¡a sinceridad de las operaciones electorales"; llamara de Diputados. Ánnexeau pmeés-verbal de la republicanos, véase A. Bergounioux y G. Grunberg, l ¿ long rrmords duptmvoir. Le Partí Sacudiste
séancedu 30janvter 189-1, hnpressums, miiiis. 113 y 114. franfais, 1905-1992, Payard, París, 1992.
140Carta aJules Guesde del 14 de noviembre de 1892, citada en C.I. Willard, L t mauvemmt HHVéase 1’. liimbaum, “La ipiestion des élections dans la pensée socialistc" en Critique des
sociatisle m ¡-'ranee, op. eit„ p. 71. pratiques palitiques, Galilée, París, 1978.
359
L a e d u c a c ió n d e la d e m o c r a c ia
358 E l. TIEMPO DE 1.A CONSOLIDACIÓN

nuevo, con mayor resignación o perplejidad que entusiasmo. El congre­


más t|uc m ía llora: la evolución legal deja a todos los partidos, a lodas las clases.
el tiempo de reparar sus faltas, de desbaratar sus maniobras, disipar las mentiras.
so de Tours y el surgimiento del PCF acentuarán más esta distancia de la
izquierda en relación con el sufragio universal, al dar el retorno de la idea
Jaurés, quien se expresa en esos términos en 1904,149 está mucho más revolucionaria después de 1917 un nuevo lustre a la crítica de la voluntad
cerca de Gambetia que de Guesde. l’ero son los guesdislas y no él quie­ general de un pueblo al que se considera aüenado. Durante cerca de un
nes lo han llevado al socialismo francés. Las prevenciones socialistas siglo, la revolución iba de hecho a ser colocada por encima del sufragio
frente al sufragio universal fueron así filosófica y políticamente más universal —como lo había estado antes la república—por toda una parle
fuertes que las dudas que habían marcado al campo republicano. La crí­ de la izquierda socialista o comunista, dando mayo de 19(58 un último y
tica al carácter individualista del derecho al sufragio, tal como había sido final impulso a esla concepción de la mayoría. Así, en 1969, Alain Krivine
formulada clásicamente por Proudhon,l5u al encontrar además nuevos podía aún titular un libro LaJaree electoral, mientras queJean-Paul Sartre
defensores —ya fueran los militantes del sindicalismo revolucionario, denunciaba en Le Temps Modemes: “Elecciones, trampas para pendejos."155
como Pouget o Griffuelhes, o los intelectuales que se expresaban en Le Es hasta 1976 que el PCF, en su XXII Congreso, termina por reconocer
Mauvement Socialiste de Hubert Lagardelle—,151 no hizo sino reforzar esta con desgano, multiplicando las precauciones con el lenguaje, que no se
hostilidad primera, nutriéndola de argumentos suplementarios. podía lograr la felicidad del pueblo sin él, y menos aún en contra de él.
A la vuelta del siglo, arranca así un nuevo movimiento de escepticismo Es entonces del fin de la década de 1970 de cuando data en Francia el ple­
para los hombres de izquierda, idéntico al que los republicanos habían no reconocimiento, sin segundas intenciones, del principio del sufragio
conocido en 1848-1849. Los decepcionantes resultados electorales universal. Para ello fue necesario que la idea de revolución se borrara
jugaron un papel principal entre algunos socialistas. Para otros, lo que definitivamente del horizonte de la cultura política francesa.
contó fue el asunto Dreyfus. Por ejemplo, Charles Péguy o Clemenceau
señalarán en esta ocasión, con cierto desconcierto, que el sufragio uni­
versal no había establecido un régimen mejor que los otros. En Conlre la
justice, Clemenceau, el intransigente campeón de la igualdad política,
dejará salir su rencor. El pueblo, que era “lodo blancura de paloma”, se
transforma de repente, a sus ojos, en nuevo “tirano colectivo". En un
artículo que da a La Revue Manche, Péguy, que es entonces un socialista
ferviente, admite también su turbación y su malestar, y termina por ape­
lar al racionabsmo de Renán contra los extravíos de la voluntad de la ma­
yoría.152 Cuando el principio del sufragio universal es aceptado, es, de

J;mics, “Le social isme ct le nuiicalisme en 1885", intruducción a los üiscoun parle-
m m ínim , París, 190 4 , 1. 1, p. 9(5. »
,su Sobre la crítica organidsta al sufragio universal en 1‘roudhon véanse sus textos reunidos
en Mélttnga, arliclex dejoumeaux 1H 4SI852, 1.1. París, 18(58, así com o su "testamento político",
De la capacité polilique des classes ouvriira. París. 1865.
151 F.milc Pouget vilipendiaba con desprecio a los *vulards" y reprochaba al sufragio uni­
versal el dar el poder a los “inconscientes" y a los “tardígrados", tanto en sus artículos de Pire
Peinard, com o en sus folletos.
Véase Ch. Péguy, “Le ravagect la réparation", Im Keour Planche, 15 de noviembre de 1899;
reproducido en el lom o I tic (Euvrex en prose complete*, Callimard, París, 1987 (Hibl de la Ptéiade).
Véase también su artículo "De la raison" en sus Caliierx (ruano cuaderno de la 3a. serie, 5 de di­ 15» l~* Tempx Moderna, enevo ile 1973.
ciembre de 19(11).
El t r a b a jo d e i a u n iv e r s a l iz a c ió n 361

de ello el catolicismo? No vemos que el protestantismo sea a priori mu­


cho más favorable a la emancipación ele la mujer, que animándolas en
mayor medida a reclamar sus derechos. Además, varios países católicos
III. EL TRABAJO DE LA UNIVERSALIZACIÓN otorgan bastante pronto a las mujeres el derecho al sufragio: Polonia
(1918), Bélgica (1920), Irlanda (1022), entre otros. Nada prueba enton­
ces la influencia particular del factor religioso, y no se puede establecer
ninguna correlación seria en ese terreno. Las explicaciones del historia­
dor tienden fácilmente a duplicar los discursos de los actores en ese
punto. La referencia a la imposición del catolicismo se inscribe en una
retórica de justificación, y no en una lógica de demostración. Es el gran
argumento que los republicanos, radicales y moderados, esgrimen para
legitimar la segregación de las mujeres. No rechazamos a la mujer, dicen,
EL ADVENIMIENTO DE LA MUJER-INDIVIDUO sólo queremos combatir la influencia nefasta y retrógrada que los curas
tienen sobre ella. Michelet había marcado la pauta desde 1845, en Du
n la república del sufragio universal sólo los hombres votaban. prélrc, de lafemme, de lafamille. Medio siglo más tarde, Alfred Fouillée re­

E Se ha hablado de la parte de los prejuicios, las circunstancias y


las representaciones sociales en la exclusión política de las mu­
jeres en 1789. Pero ¿cómo explicar que un siglo separe el reco­
nocimiento del sufragio masculino (1848) y el del sufragio femenino
(1944), mientras que este desfase es mucho más reducido en muchos
sume en términos parecidos los temores republicanos:
Hay ya tantas incompetencias que se ocupan de la política —escribe—, que yo no
vería sin inquietud a las mujeres lanzarse a la riña de los partidos. En los países ca­
tólicos, el voto de la mayoría de las mujeres sería el de sus confesores, quienes por
su parte recibirían la consigna de Roma. En lugar de contribuir al progreso, eso
otros lugares? ¿Cómo explicar también que los derechos políticos de la conllevaría un retroceso. Esperemos; la cuestión me parece prematura.2
mujer hayan sido reconocidos en Francia mucho más tarde que en mu­
chos países de herencia democrática incierta o de sensibilidad feminis­ Incluso quienes consideran el derecho al sufragio como un derecho
ta improbable, trátese por ejemplo de la India (1921), Filipinas (1937) o natural bloquean por este motivo toda propuesta de reforma.
Turquía (1934), para no hablar, por supuesto, del caso de las democra­ Durante medio siglo, el Senado simboliza institucionalmente la resis­
cias liberales? Precocidad y retraso al mismo tiempo: la historia de la de­ tencia republicana, asimilando el voto de las mujeres a la amenaza de la
mocracia francesa oculta en estos dos puntos un enigma. toma del poder por los partidos clericales. Esta dimensión de orden tác­
Generalmente, para explicar el “retraso” del sufragio femenino se da tico es apenas rebatible. Además, se percibe de igual manera en la dere­
prioridad a tres factores: el peso cultural del catolicismo, los temores cha. Existe un sufragismo católico y conservador que no hace sino inver­
políticos de los republicanos, el bloqueo institucional del Senado. El pe­ tir el razonamiento de los republicanos. Pasada la revolución de octubre
so del catolicismo sería determinante, es lo que se machaca, sobre todo. de 1917, toda una parte de la extrema derecha se pronuncia así táctica­
Explicaría a la vez la debilidad del movimiento sufragista y la fuerza de mente a favor del voto de las mujeres, viendo en él, como hace Charles
las resistencias.1¿La debilidad del movimiento sufragista? Es innegable. Maurras, “el grano de arena capaz de detener la formidable máquina
Francia no conoció sufragistas tan decididas y organizadas como las de colectivista”.3 ¿Pero bastan esos cálculos y esas reticencias para explicar
Gran Bretaña o Estados Unidos; las sufragistas no lograron jamás cons­
tituir en Francia un verdadero movimiento social, pero ¿es responsable 2 A. Fouillée, / a Reme, 1 de julio de 1910. pp. 45+455 (respuesta a la pregunta “¿Deben
votar las mii|eres francesas?", planteada por La Urvur a un conjunto de escritores, universitarios
1 Véa.sc la explicación que da André Lcclére, en una de las raras obras dedicadas a analizar y políticos).
la cs|>eciñcidad francesa. Le volé d a fnnmes en Frunce. L a causa de Valtítuile particulütrr á notre Clitado en S. C. Hause y A. R. Kenney, Womm i suffrage and social polüics tn the fmicii Third
pays. París, 1(129. Rcfrubltc, Princclon University Press, 1984. p. 218.
362 E l. TIEMPO DE IA CONSOLIDACIÓN Et. TRAIIAJO DE LA UNIVERSALIZACIÓN 86.3

el retraso francés? Se puede dudar de ello. En muchos otros países, países. En Francia, los prejuicios funcionan negativamente: impiden que
protestantes incluidos, la izquierda temía las consecuencias políticas del la mujer sea percibida como un individuo social, relegándola permanen­
sufragio femenino, sin operar por ello un bloqueo tan decidido como el temente a su papel doméstico, que la aísla y la encierra en una relación
de los radicales en Francia. No podemos entonces conformarnos con de tipo natural con los hombres. En los países en que reina un enfoque
invocar, como Théodore Zeldin, los “prejuicios radicales y provincia­ utilitarista de la democracia, los prejuicios sobre la naturaleza femenina
nos".'1Tampoco nos puede satisfacer la simple referencia a las agendas contribuyen, por el contrario, a instaurar a las mujeres como un grupo
políticas para subrayar por ejemplo que la SFIO había puesto en se-gundo social tnuy preciso, que puede pretender integrarse en la esfera política
plano la reivindicación feminista para hacer de la representación pro­ en razón misma de su función social propia.
porcional su principal caballito de batalla en los años de transición de El verdadero obstáculo al sufragio de las mujeres en Francia reside así
1906-1910.5 Estas interpretaciones son demasiado cómodas. Logran la en la dificultad que existe para considerar a la mujer como un individuo.
hazaña de expulsar la cuestión del voto de las mujeres de su propia his­ Si esta resistencia es ya muy sensible en el periodo revolucionario, apare­
toria. Ciertamente, los prejuicios y los cálculos tienen un gran peso en ce de manera más visible aún en el siglo XIX. La vemos manifestarse cla­
este asunto, pero Francia no posee el monopolio de ellos. ramente en la década de 1840 entre los partidarios más decididos de la
Quisiéramos adelantar aquí una nueva interpretación, menos cir­ reforma electoral. Claude Tillier, que es uno de los defensores más elo­
cunstancial, que permita explicar la especificidad francesa: el voto de las cuentes del sufragio universal, y cuyas Lettres au systéme sur la réforme élec-
mujeres fue entendido de manera más precoz en Estados Unidos, en torale (1841) resumen el espíritu de la lucha republicana, se opone por
Gran Bretaña y en muchos otros países, por razones que se ligan a los fun­ ejemplo violentamente a la idea del sufragio femenino. Mezcla de ma­
damentos filosóficos y políticos del derecho al sufragio. En el enfoque uti­ nera muy significativa en su panfleto los argumentos más reaccionarios
litarista de la democracia que predomina en los países anglosajones, las y más utilizados con las consideraciones más profundas. Por un lado, el
mujeres conquistaron derechos políticos en razón de su especificidad. catálogo de las ideas preconcebidas: “las mujeres son niños a los que hay
Se considera que ellas introducen a la esfera política preocupaciones y que alejar del desorden de nuestras asambleas", “las mujeres no están
una pericia propias. Es entonces en tanto que miembros de un grupo, hechas como nosotros”, “la boca de las mujeres está hecha para sonreír
representante de intereses particulares, que se admite a las mujeres en y no discutir" .fi Por el otro, una inquietud radical sobre el advenimiento
el voto. El voto de las mujeres se inscribe ahí en una perspectiva de la re­ de una sociedad de individuos. “Si otorgáis a las mujeres derechos po­
presentación de las especificidades: es en tanto que mujeres, y no en tanto líticos —escribe—, habrá que otorgarles derechos civiles y, por ext ensión,
que individuos, que son llamadas a las urnas. En Francia, el derecho al otorgárselos a los niños. Entonces, cada hogar será un pequeño Estado
sufragio tiene otras raíces, se deriva del principio de igualdad política constitucional en el que el menú fie la cena será elegido por mayoría de
entre individuos. El universalismo a la francesa constituye en este caso votos.”7 Tillier manifiesta alú, en términos extraordinariamente claros,
un obstáculo para el sufragio femenino: la mujer queda privada del de­ el fundamento último de la resistencia al sufragio de las mujeres: el te­
recho al voto en razón de su particularidad, ya que no es un verdadero mor a un individualismo radical. Detrás de la afirmación de la distinción
individuo abstracto y sigue estando demasiado marcada por las determi­ de papeles enLre los sexos, está el establecimiento de una limitación al
naciones de su sexo. Aunque puedan ser muy cercanas, las representa­ proceso de individualización que se ha emprendido. La apología de la
ciones del papel de la mujer en la familia y en la sociedad producen así familia y del matrimonio encuentran ahí su impulso más secreto y pode­
en Francia efectos rigurosamente inversos a los de la mayoría de los otros* roso en el siglo XIX, mucho más allá de las cargas moralizadoras y tradi-
* Til. Zeldin. / listare des passima francaises. 1848-1945. t. 1: Amhitian el ammir, Rerherchea,
Palia. 1978, p. 118. HCl. Tillier, Lettres au systéme tur la réforme électvrale, en Pamphlels (18401844), ed. crílica de
5 VéiLse Cli. Sowerwine, Lesfemmes et te sncialisme. un siécle it'hisloin. Picases de la KNSP, París, Marios í'.erin. Parí» y Ncvers, p. 99. “¿Quien ha visto jamás que una idea política se aloje bajo
1978. pp. 172-12!) (“LaSFIOct la politique desdroits des tcinmes"), y.S¿sfmorcit¿ze7i.í? Women ami un bonete de gasa?”, pregunta en conclusión.
sociaiism in h'ranre linee 1876, Cambridge, 1982. 7 Cl. Tillier, Lettres au systéme, op. cit.. p, 100.

S
.164 El. TIEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN El t k a u a jo d e la u n iv e r s a l iz a c ió n 365

cionalislas. La gran mayoría de los republicanos y de los socialistas no se La clasificación exacta de la mujer presenta algunas dificultades —subraya—l-..].
Al no querer emancipar a la mujer ni com o ser humano, ni com o gato, perro, tigre,
distingue apenas, en este punto, de los conservadores. El Dictionnaire león, serpiente (animales dañinos o domésticos), el legislador hace de ella una
politique de Garnier-Pagés, que es muy representativo del pensamiento cosa que puede pertenecer a la vez a la humanidad para aquellos que la adoran,
republicano de la década de 1840, se opone por esta razón, que podría­ al reino animal para quienes la hacen servil, al reino vegrtal para quien la crfce sin
mos calificar de sociológica, al voto de las mujeres. El matrimonio, ex­ alma, al reino mineral para aquel que la quiebra.11
plica Élias Regnault, no es sólo un lazo contractual entre dos individuos;
crea “un ser humano nuevo”. La mujer pierde, en cierto modo, su indi­ Eso era ver conjusteza y comprender de adelantado que la causa esta­
vidualidad en este proceso, fundando su pensamiento y su voluntad en ba perdida. George Sand se burlará severamente de estas reivindicacio­
los del esposo, que juega el papel de órgano representativo de la pareja. nes, prematuras a sus ojos mientras tanto no haya sido proclamada la
“Aquellos que no admitieran esta teoría del matrimonio —concluye igualdad de los derechos civiles.12 En Le Bulletin de la République. califica
lógicamente Regnault—no tendrían nada que responder a los reclamos de “reclamaciones personales” y “tentativas de carácter aristocrático” la
de la mujer el día en que ella viniera a exigir su parte en el ejercicio de demanda de las sufragistas, dando prioridad a la lucha general por com­
los derechos políticos.”8 El voto de la mujer se percibe como un peligro batir la miseria y la ignorancia.13 Incluso los socialistas más radicales se
para la paz. de los hogares. Se teme que la conduzca a introducir la divi­ muestran reservados. Cabet elude la cuestión, diciendo evasivamente:
sión política en el seno de la familia, amenazando su unidad. El disenti­ “La cuestión es delicada: es compleja y muy difícil."1'*Víctor Consideran!
miento político en la pareja se asimila, en el fondo, a una forma de adul­ es entonces el único en abogar abiertamente por la causa de las mu­
terio.9 La vieja desconfianza francesa frente al pluralismo se encuentra jeres.15
así duplicada en el miedo de ver a la esposa expresar una opinión distinta En la primera mitad del siglo XIX, los partidarios más decididos de la
de la del marido. apertura política a la mujer son los sansimonianos. Las razones de su ac­
En 1848, un pequeño movimiento se manifiesta a favor del sufragio titud son instructivas. La emancipación de la mujer alienada expresa,
de las mujeres. Eugénie Niboyet, Jeanne Deroin, Louise Colet, Adéle para ellos, en el mismo nivel que la del proletario, el surgimiento de una
Esquiros, lanzan La Voix des Femmes, después L ’Opinión des Femmes, para nueva sociedad, al simbolizar ambas figuras la imposición de lo viejo
hacer campaña sobre ese tema.10Ellas están conscientes del carácter casi sobre lo nuevo.15“La era sansimoniana quedará marcada por la libera-
filosófico de los obstáculos para la participación de las mujeres en la
polít ica. En un artículo notable publicado en L 'Opinión des Femmes, Claire
11 Claire B. (Bazard), “De la dihicullé de délinir la f'emme", ¡.'Opinión d a ¡mimes, núm. 2.
Bazard subraya que el verdadero problema reside en el hecho de que no marzo fie 1849, p. 2.
se sabe “en qué familia del orden de la naturaleza” conviene colocar a la U Véase su carta a los miembros del Comité Central (París, mediados de abril de 18*18), en
mujer. la que expone con vigor por qué, en 1848, no había llegado el tiempo para la mujer fie reclamar
derechos políticos, en Corrapondanee ¡le George Sarul, Gamier, París. 1971. t. VIII, pp. 400-408.
U Véase el editorial del fíulletin de la République, núin. 12, 0 de abril (le 1848.
U Soiiétéfratemelle céntrale. Sixieine discours du ciloyen Cabe!. Séancedu 1 1 mars (1848), s.l., s.f.,
8 É. Regnault, artículo "Mariagc", Pictionnatrr polilwfiu (prefacio ríe Gnrnier-Pagcs). París, p. 14.
1842. p. 570. 15 Véanse las actas del Comité de Constitución, sesión del 12 de junio de 1848: “El señor
9 "Consultando el verdadero sentido del matrimonio -escrib e así Regnault—. la mujer que Consideran! dice que en una Constitución en que se admite el derecho al voto para los men­
licué otra voluntad que la de su marido, el marido que tiene otra voluntad que la de su mujer, digos y los domésticos, es inconsecuente e injusto no admitirlo para las mujeres" (actas repro­
ducidas —en francés— en P. Craveri, Genai di una aislituzione, liberta e socialismo tul dibattito
com ete un adulterio moral" (ibiiL). Proudhon va en el mismo sentido: “Suponer que la mujer
pueda expresar en la asamblea del pueblo un voto contrario al del marido, es suponerlos en lostituzionalr del 1848 in ¡rancia. Cuida editori. Ñapóles, 1985, p. 192).
desacuerdo v preparar su divorcio”; Proudhon. La pomucratu mi les femmes dans les lemps motienus, ,r' Sobre este punto, véase M. T. Bulciolu, I. 'Euile saint-simoniennr et la Jemme. N ota el docu-
París. 1875, p. 59. menls jmur una hislaire du míe de lafemme dans la société sainl-sinumientu, 1828-1833, Goliardica.
19 Véase É. Tilomas, L a femmes en IM S, Parts. 1948. Se encontrarán igualmente relerenrias Pisa, 1980 (contiene una interesante selección de textos);J. D’lvray, L'aventuresainl-simonientu
en la síntesis de M. Albistur y D. Armogathe, llistoiredu fémtnisme franjáis itu muyen ágeáuus jours. el ¡afemines. París, 1930; M. Thibcrt, lufémtntsnu dans tesocialismefranfaisdc 1830 á 1850, París.
Des Ketnmcs, París, 1977. 1926.

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366 El t ie m p o de la c o n s o l id a c ió n El ntAHAJO DE LA UNIVERSALIZACIÓN 867

ción completa de las mujeres”, anunciaba Prosper Enfantin en 1829,17 Las feministas de la década de 1880 no retoman los lemas de Saint-
celebrando a la“Mujer-Mesías”. Para liberar a la mujer, los sansimonianos Simon.^1Por moderación, pero también por razones de fondo. Ellas no
procedían a una crítica radical del matrimonio, soñando incluso, en un identifican la emancipación de la mujer con la universalización de la
momento, con imponer el celibato a sus miembros. Toda esta parte de autonomía individual. Además el feminismo francés de finales del siglo
su doctrina fue absolutamente incomprendida por sus contemporáneos, XIX no es monolítico. A comienzos de la Tercera República, Léon Richer
que no veían en ella sino la punta de lanza de los fantasmas de la secta y María Deraisines encarnan, por ejemplo, el ala moderada que pone el
retirada a las alturas de Ménilmontant. Cuando éstos abogaban por la acento principalmente en la conquisto de los derechos civiles y no se preo­
liberación del proletario o por emprender grandes obras. Enfantin y sus cupa apenas por el derecho al voto. Un nombre resume, sin embargo,
amigos atraían hacia ellos a toda una parte de las jóvenes elites. Pero su la lucha política de las mujeres de 1880 a 1914: el de Uubcrtine Auclert.21
celebración de la mujer parecía excéntrica, contribuyendo por otra par­ Sus escritos ilustran perfectamente las ambigüedades y los límites del
te a precipitar prematuramente el estallido de su movimiento. Filosófica­ sufragismo en Francia. Ella oscila permanentemente entre un enfoque
mente, Enfantin había tenido sin embargo una muy fuerte intuición de universalista y una comprensión utilitarista del voto de las mujeres. Por
la naturaleza del individualismo moderno, desarrollando la fórmula que el lado universalista, minimiza la diferencia sexual y la circunscribe a la
Saint-Simon habría pronunciado al morir: “El hombre y la mujer, he aquí procreación. En un artículo publicado en 1882 en La Citoyenne, rechaza
el individuo social."18 La crítica al matrimonio y al hogar tradicional no vigorosamente en ese sentido la noción de la esfera de las mujeres.
hacía sino prolongar en él la consagración del individuo moderno, cuyo
doble negativo estaba representado por la mujer. Glaire Démar concluía, Lo que hacen los hombres -e sc r ib e -, las mujeres deben también poder hacerlo.
en este ánimo, su famoso Appeld'unefemmeaupcuplesur l'ajfranchissemenl Al igual que los hombres que tienen ese gusto pueden invadir la cocma, las muje­
de lafemme (1833). “Es necesario —escribía—que la mujer tome al fin su de­ res deben poder ocuparse de la política, votar, legislar j... 1. No habrá felicidad para
la humanidad más que en la igualdad de derechos para lodos y la distribución
recho de posesión, su derecho de elección, su derecho de adhesión libre
equitativa de las funciones entre todos los hombres y las mujeres indistintamente,22
y espontánea, no sólo en el gobierno de la familia, sino en el gobierno
de la ciudad y del reino.”111Este enfoque sansimoniano es perfectamente Sin embargo, en su argumentación a favor de la reforma al derecho
coherente con los principios del universalismo a la francesa. No fue sino al sufragio, ella desarrolla principalmente lemas utilitaristas, subrayando
por su extraordinario avance sobre el estado de los espíritus que fue que las mujeres pueden aportar algo específico a la política. Así, insiste
rechazado, y no porque estuviera en contradicción con los fundamentos en numerosas ocasiones en el efecto de moralización social que podría
de la cultura polít ica revolucionaria. La reivindicación política no ocupa­ desprenderse del voto de las mujeres, y en las consecuencias positivas pa­
ba, además, más que un lugar secundario en el espíritu de los discípulos ra las finanzas públicas de la introducción de sanos principios de admi­
del auLor del Nouveau christianisme, que daban prioridad a la emancipa­ nistración doméstica. El Programme electoral desfemmes que ella fija en París
ción civil y económica.
en numerosas ocasiones en la década de 1880, llegara incluso a proponer

r
17 Cana de Prospcr Enfantin a Charles Duvcrgicr, reproducida en M. T. hulciolu, L'étule 29 Sobre este periodo, véase: S. C. 1lause y A. R. Kcnney, Women 's suffrage and social politics
saint-simonienne ella femme, p. 54. Enfantin señala en otro texto: “Dios m ed ióla misión de llamar tn the fnrnch Third Republu (la obra más completa sobre el lema); L. Klejman y F. R odielort.
al proletariado y a la mujer a un nuevo destino; a hacer entrar a la santa familia humana a todos L 'égalité en marche. Le féminisme sous la Troisieme Hépublique, Presses de la FNSI\ París, 1 989; P. K.
aquellos que hasta ahora han estad» excluidos de ella, o sólo han sido tratados com o menores" Ridelman. Pariahs stand up!: TheJounding of the Liberal Femnust Movemenl in Frailee, ¡858-1889,
(p. 87). Véase también E. A. Casaulton, ¡* miuveau arntrat social im fílate á ¡a femine., París, 18.84. Grcenwood Press. Westport, Cono.. 1982; S. Grinbcrg, Histoire tlu mouvement suffragiste depuis
1,1 Citado por M. T. Bulciolu. ¡.'eróle samtsimomenne el la femme, p. 10. Esta fórmula será 1848, París, 1926.
constantem ente retomada en los textos sansimonianos. 21 VéaseS. C. I lause, Hubertine.Aiu.lert, thefrenchsuffragelte, YaleUntvcrsitv Press. New Haven,
19 Reproducido en M. T. Uulciolu, L '¿role saint-simonienne el la femme, p. 195. Véase también 1987.
la reciente reedición: Cl. Démar. L 'affranchissement des femmes, textos reunidos por V. l’clossc. 22 La Citoyenne, 19 de febrero de 1882, en H. Auclert. Im Citoyenne. Articles de 1881-1891, Syros,
París. 1982, pp. 85-86.
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El t ie m p o d e i a c o n s o ij d a c i O n El. TRABAJO d e i a u n iv e r s a l iz a c ió n

que se sustituya ai “Estado minoiauro" por un “Estado maternal" que dé, ñera, alrededor de estos temas.27Sus principales portavoces, Marie Mau-
por medio de su previsora solicitud, la seguridad y el trabajo a los fuertes, geretyjeanne Chenu, convirtieron al sufragismo a muchas más mujeres
y la ayuda a los niños, los viejos, los enfermos y los impedidos.23 que todos los demás grupos feministas juntos. La emancipación de la
El enfoque utilitarista marcó de manera innegable al feminismo fran­ mujer se confunde para ellas con la defensa de la Iglesia, la familia y la pa­
cés. El voto de las mujeres, se decía, permitiría emprender grandes refor­ tria. Raoul de La Grasserie, el gran jurista católico de la época, inscribe
mas sociales y garantizar la paz. “Estamos persuadidos de que a partir del la lucha por el voto de las mujeres en la perspectiva de una reconstruc­
momento en que haya mujeres en los parlamentos de lodos los Estados, ción general de los fundamentos de la democracia, susi huyendo la re­
se acabara la guerra", lanza por ejemplo Maria Vérone, la primera mujer presentación de los intereses por los principios individualistas (al no
que litiga en un tribunal. En una fotografía de los años veinte, vemos un liacer “el interés del sexo” más que añadirse a las otras categorías de in­
grupo de sufragistas esgrimiendo pancartas con eslogans muy caracterís­ tereses profesionales, locales, etc.).28 En competencia con esta idea de
ticos. En ellos se dicen las razones por las cuales la mujer debe volar: tomar en cuenta los intereses femeninos, la concepción de sufragio fa ­
“Para suprimir los tugurios”, “Para combatir el alcoholismo”, “Para pro­ miliar es también muy popular en los medios católicos. Es otra manera
teger a la infancia”, “Para luchar contra la inmoralidad", “Para hacer la de ligar el voto a la estructura social y de rechazar la filosofía política indi­
vida menos cara”, “Para defender a la familia”, “Para impedir la gue­ vidualista. Lamartine había evocado esa posibilidad desde 1848. “Llega­
rra”.24 Josepli Barlhélemy, que es uno de los más ardientes defensores rá el día —había dicho—en que el padre de familia tendrá tantos votos co­
de la causa de las mujeres en la década de 1920, pone también por delan­ mo viejos, mujeres y niños haya en su hogar, ya que latinidad permanente
te sus “intereses especiales” y sus “cualidades particulares” parajustiftcar de una sociedad mejor conformada no es el individuo, sino la familia.”29
que se les otorgue el derecho al voto. La mujer, explica, debe poder ha­ Esta percepción del sufragio familiar, impregnada de los principios bo-
cer valer políticamente sus preocupaciones de madre y trabajadora, de rialdistas, se extendió ampliamente en los medios católicos (el abate In ­
la misma manera en que lo hace formando sindicatos. Ya que ellas tienen tuiré presenta en 1911 un proyecto de ley en ese senlido)3u y entra en con­
una sensibilidad diferente a la de los hombres, aportan algo nuevo a la flicto con la idea de sufragio femenino. Pero las consideraciones tácticas
vida política: al dar prioridad a las cuestiones concretas que interesan a tienden a privilegiar el voto de las mujeres en relación con el voto fa­
la vida y la moralidad de la familia, limitan los efectos de la pura política miliar, al acentual' este último mecánicamente los efectos del sufragio
partidaria.25 masculino, mientras que el voto de las mujeres parece, por el contrario,
Tal enfoque moral y práctico del sufragio de las mujeres explica que susceptible de hacerle un contrapeso. La fuerza de ese sufragio católico
éste haya reclutado ampliamente a sus partidarios entre los medios cató­ permite en todo caso explicar buena parte de las reticencias republica­
licos y moderados. Para ellos, el voto de las mujeres no procede de un nas. En su ambigüedad misma, el sufragio francés se encuentra en un
derecho nat ural; corresponde solamente a una función social. La Unión
Francesa en Pro del Sufragio de las Mujeres, la primera liga nacional
específicamente sufragista que se organiza, se constituye en 1909 sobre 27 Véase S. C. Hause y A. R. Kcnncy, “The developcm eni o f thc catholic wom en’s suffrage
esta base.26 Un poderoso movimiento católico se desarrolla, de igual ma- nuuivcinent ¡n Frailee. 1896-1922”, The Catholic Historical Kettieta, enero de 1981 (muy buena
síntesis), y A. M. Solm, “Les femmes cathnliques et la vie publique: l'exemplc de la Ligue
Patriotique des Fnuifaises" en Straiégie des femmes (obra colectiva), 'fierre, París, 1984.
2tf Véase R. de La Grasserie, “De fadm ission des femmes au suffrage politiquc”, I m Kevue
Publicado por primera vez en Le Happet del 15 de agosto de 1885. Fémmitít, 1896 (estudio com puesto d e una serie d e seis artículos publicados entre el 15 d e fe­
^ Postales editadas por la Sociedad para el Mejoramiento de la Suerte de la Mujer y la Rei­ brero y el 15 de septiembre).
vindicación de sus Derechos (colección de la Biblioteca Marguerite-Durand). 29 Citado en J. Landricu. l.e vote familwi, lillc , 1923, p. 18 (esta obra presenta dnr.uncm e
25 Véase J. Barthélemy, l e vote des femmes, París, 1920 (obra impórtame y representativa). todos tos debates y las propuestas de finales del siglo xix y comienzos del XX sobre este punto).
29 Véase, por ejemplo, el Appel aux électeurs publicado por la Unión en ocasión de las elec­ Véase igualmente A. Toulcm on, Le suffragefamiJitilousuffrageunwerseltnUgml. l e vate desfem-mes,
ciones municipales de 1925. lis para encargarse mejor de la salvarguurdia de la infancia, de la París, 1933. Para una corta síntesis, véase A. Bejín. “L'idcc du vote familial en Francc de 1850
mejora de los hospitales, de la construcción de viviendas económicas, de la l¡inpiezn de las calles, á 1950". Topulalwn el Avenir, septiembre-octubre de 1990.
que las militantes abogan por la obtención del derecho al voto. w Véase ].-M. Mayeur, Unpritredémoerate, Tabbél*mtre( 1851-1928), Casterman, París, 1968.
370 El t ie m p o » k \a c o n s o l id a c ió n El i r a u m o m . la u n iv e r s a l iz a c ió n 371

continuo desfasamiento con respecto a la sensibilidad republicana p ro lar los intereses particulares: “Debe haber, en la Cámara, diputados de
medio. Como movimiento a favor de la igualdad de los derechos polí­ las mujeres de Francia”, concluye). No por ello ha desaparecido su miso­
ticos, fundado en la consideración del derecho al sufragio como derecho ginia. I-a posición de Dumas es casi demasiado exagerada para ser com­
natural, es demasiado adelantado para las mentalidades reinantes. En su pletamente representativa. Sin embargo, a su manera es testimonio de
dimensión dominante de llamado al reconocimiento de la especificidad las ambigüedades que pudieron establecerse en Francia alrededor de la
de la contribución política de las mujeres, aparece cargado de tufos cor- cuestión del voto de las mujeres. Son a tal grado contradictorias las mo­
poralivistas y por tanto contrario al universalismo republicano. tivaciones, los argumentos y las segundas intenciones de los partidos de
La debilidad del sufragismo francés está ligada de manera muy amplia la reforma que no se puede organizar un frente común.
a este cruce entre los principios, los argumentos y las mentalidades. En El atraso francés en materia de derecho de las mujeres se debe mucho
Estados Unidos y Gran Bretaña, a la inversa, la fuerza del movimiento a más a estas razones de fondo que a consideraciones tácticas. De manera
favor del sufragio de las mujeres tiende a la unidad y a la simplicidad de simétrica, los éxitos reporlados por las sufragistas inglesas o estaduniden­
la argumentación que despliega y de la filosofía que lo funda. No hay tal ses, por no citar sino a éstas, se explican por las mismas causas del fracaso
cosa en Francia, donde las referencias más encontradas nutren en cier­ francés. En esos países, la integración política de las mujeres se inscribe,
tos momentos posiciones idénticas, a tal punto que los debates se llevan a en efecto, en la lógica dominante de representación de los intereses, no
cabo a menudo en sentido contrario, con los hombres favorables a una introduciendo entonces ninguna ruptura filosófica. En su célebre libro
amplia emancipación civil de la mujer encontrando inoportuno que ésta L ’assujettissemmt des femmes, publicado tlesde 1869, John Stuart Mili desa­
acceda a las urnas, mientras que misóginos de la especie más vulgar no rrolla extensamente, por ejemplo, todas las ventajas que la sociedad
se oponen del todo a ello. Alexandre Dumas hijo representa de manera podría obtener de la apertura a las mujeres. Dos años antes, había ya
casi caricaturesca a estos últimos. En un panfleto rabioso publicado en presentado un proyecto de ley en este sentido. En la introducción al
1872, la había tomado contra las “femminisíes” 31 [sic], no dudando en lan­ discurso que pronuncia en esta ocasión ante la Cámara de los Comunes,
zar a la mujer: “Tú eres puramente animal, eres la mona del país de Nod, señala abiertamente: “Yo no pienso que el derecho al voto, como tam­
eres la hembra de Caín."32 Algunos años más tarde, se muestra sin em­ poco ninguna otra función pública, sea un derecho abstracto [...]. Mi
bargo partidario de otorgarles el derecho al voto en Lesfemmes qui tuent, argumento es puramente utilitario [expedieney]."^ Mili no rebate de
lesfemmes qui votent,33 ¿Se habría convertido entre tanto a la causa de las ninguna manera el que la mujer esté identificada con el espacio domés­
mujeres? En lo absoluto. Los argumentos que esgrime no descansan, de tico. Él pai te, por el contrario, de aquel estado de cosas para subrayar la
ninguna manera, en la idea de igualdad entre los hombres y las muje­ utilidad de su participación en la vida política. Las grandes figuras del
res.31 Éstos sólo son circunstanciales (hay que evitar que Francia pueda feminismo inglés, como Mrs. Fawcelt o Mrs. Pankhurst, utilizarán el mis­
dar la impresión de estar atrasada con respecto a Estados Unidos en mo lenguaje.30 Es la diferencia de las mujeres con respecto a los hom-
materia de libertades) o clásicamente utilitaristas (es necesario represen-
sr*J. S. Mili, "Tlie admission o f women to ihe electoral franchisc", 20 de mayo de 1867, en
:1) El término ■feminismo", foijado en 1837 por Foiyicr, no es todavía de uso corriente. Public andparliammlary ¡perches, vol. I (Collected Works, vol. XXVIII), University o f Toronto Press.
Alexandre Dumas hijo, L ’homme-femme, I'arís, 1872, p. 17(i. El libro habla tenido un gran Toronto, p. 152.
éxito, llegando a 43 ediciones sucesivas. i* Mrs. Fawcelt escribe asi en Thexuomantpiestwn inEurope: "El derecho al sufragio no ha sido
** Publicado en 1880. El título hacía alusión, en sentido contrarío, al famoso artículo 324 del redam ado por las mujeres inglesas rom o un derecho abstracto e inalienable, ha sido rei­
Código Penal, que señalaba que el asesinato com etido por el esposo de su esposa sorpren-dida vindicado sobre la base de su oportunidad" (Londres. 1884, p. 4). Sobre la conquista del su­
en llagrantc delito de adulterio es “excusable" (pero no a la inversa). fragio por las mujeres en Gran Bretaña, véanse algunas buenas síntesis recientes: R. Fulford.
M Es eso lo que le reprocha Émile de ( '.irardin en /, ’égatedel ’homme. Lr.UreáM. Alexandre Dumas Vota fo r women, the story o f a slrttggle, Fabcr and Faber, Londres, 1967; A. Rosen, fíise up, tuamen!
jíl\. París. 1881. En 1872, Girardin habla ya contestado el primer panfleto de Dumas en L 'Homme The militancy cumpaign of the mamen '¡social and fwlitical unión ( 1903-1914), Roulledge and Rugan
ellafrmme; l'hommr suierain, lafemme vassak, y después en /. 'ligóle de son¡il\ (los cinco textos pu­ Paul, Londres, 1974; C. Rover, Womens suffrage and parir politics tn Britain, 1866-1914, Roulledge
blicados por ambos autores entre 1872 y 1881 dan cuenta claramente del estado de los debates añil Kcgan Paul, Londres, 1967;S. Uolton, Femimsmandilemocraty. Women'ssujjrageandreform
de la época). politics in Britain. 1900-1918, Cambridge VJniversily Press, 1986.
372 El. TIEMPO DK LA CONSOLIDACIÓN
i« EL TRABAJO DE IA UNIVERSALIZACION 373

bies, en tanto que sexo {gender), y no su equivalencia en tanto que in­ En estos países, las feministas van mucho más lejos que en Francia. No
dividuos, lo que sostiene a sus ojos la reivindicación sufragista. “Si los tienen ni las ambigüedades de una Hubertine Auclert, que sigue aún par­
hombres se nos asemejaran completamente —escribe Mrs. Fawcett—, es­ cialmente impregnada de universalismo abstracto, ni las precauciones
taríamos adecuadamente representadas por los hombres; pero como de los católicos. Su enfoque del derecho al sufragio es, además, totalmen­
somos diferentes, nuestra especificidad no está representada en el siste­ te coherente con la nueva percepción del Estado moderno que se mani­
ma actual.”*7 El titulo del folleto en que ella defiende esta tesis —Home fiesta a finales del siglo XIX. En Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, al
andpolitics—resume él solo, por lo demás, todo su programa: el objetivo igual que en la mayoría de los otros países desarrollados, el movimiento
es importar a la esfera política los problemas y los valores de la esfera a favor del sufragio de las mujeres se incluye en las transformaciones a
doméstica. “En conclusión —subraya al final de su texto—, abogo por la la acción pública, que toma más en cuenta los problemas de educación,
extensión del derecho al sufragio a las mujeres porque quiero reforzar * [> higiene, vivienda, salud y templanza a partir de finales del siglo XIX. Los
la verdadera feminidad en la mujer, y porque quiero que la dimensión nuevos sectores de intervención del Estado corresponden en efecto, en
femenina y doméstica de las cosas pese y cuente más en los asuntos muchos casos, a aquello que se reconoce como relevante en la esfera de
públicos.”3738 Yendo hasta el final de la argumentación, hielen Taylor, las mujeres. Derecho de voto de las mujeres y refoimismo social van a
cuya madre se casó con John Stuart Mili, defiende el voto de las mujeres la par cuando se reduce la distancia entre lo doméstico y lo político. En
en tanto que ellas representan una dase. “El principio de la representa­ esta perspectiva, una feminista estadunidense define al gobierno moder­
ción de clase —señala—es eminentemente favorable a los intereses de las no como “trabajo doméstico en muy grande escala”.42 El objetivo es, en
mujeres que, consideradas como una clase, constituyen la más numerosa otras palabras, más el de “feminizat la democracia” que el de democra­
del país.”39*41Las sufragistas estadunidenses desarrollan exactamente los tizar la feminidad, extendiendo a las mujeres el derecho al sufragio.43
•I» Algunas feministas llegan incluso a invocar el advenimiento de un nuevo
mismos temas, poniendo por delante el expediency argument y subrayando
aquello que las mujeres pueden aportar de nuevo en la administración Estado maternal, forma de Estado social desarrollado que seguiría al sim­
pública.'10También en Alemania la Deutsche Vereinigung für Frauens- ple Estado soberano. Con este espíritu, en Alemania, en la década de 1880,
timmrecht mantiene el mismo lenguaje.'11 el movimiento feminista empuja a sus miembros a ingresar en asociacio­
nes caritativas de auxilio a los pobres o de ayuda a los ciegos o a los enfer­
37 M. G. Fawt ett, Home andpnlitics (hacia 1890). liste texto está reproducido en el excelente
mos, para hacer manifiesta la parte que las mujeres llevan a cabo en la
com pendio editado por |. Lcwis, liefore the vote ivas woru Argumentofor and agatnstwomen ’s suffrage, acción social. El papel que jugaron las mujeres durante la guerra de 1914-
1864-1896, Rotlcdgc and Kegau Paul, l-ondics, 1987 (aquí p. 419). 1918 coronará esta acción y permitirá en lodos los países reforzarla ima­
38 EnJ. l.ewis, Befurethr vote was vion, op. o í.,p . 423. Véase también en este punto otro artículo gen de la mujer patriota, asociada al surgimiento del nuevo Estado-pro­
de Mrs. Fawcell (1909) titulado Men are men and toomeii are mamen (reproducido en el mismo
compendio), y el folleto de Mary Stopctt, Tlie spheres of "man ’ in retalion la that of “wnman ' in the
videncia, encargado de una irreemplazable función de orden público.
Constituiian. Existen ciertamente elementos tácticos que hay que tomar en cuenta
H. Taylor, Thetüiim of the englishwomeu la the suffragr constitutinmtaly amsttlered, en). I-ewis, en los países anglosajones. Pero ahí, de nuevo, éstos intervienen positi­
Huw the vate was toan, op. c il, p. 25.
vamente para apoyar las reivindicaciones feministas. Las sufragistas es­
1,1 Sobre la historia de) sufragio de las mujeres en Estados Unidos, recordaremos particu­
larmente: E. C. Stanton, S. B. Anthony, M. J. Oage, History oj mamen sitffrage, A m o Press, Nueva tadunidenses no dudan, por ejemplo, en agitar el espectro del voto de los
York, 1969, 6 vola, (reproducción de la edición de 1881-1920), obra que sigue siendo fun­ negros o de los nuevos inmigrantes para presentarse como un potencial
damental y contiene numerosos documentos: E. Flcxner, Centitry ofstruggle: the moman's right contrapeso. En Estados Unidos, el voto de las mujeres es frecuentemente
mavemenl in the United States. Tlie Belknap Press, Cambridge, Mutis.. 1959; D. Morgan, Sttffragisto
anddemocrato. ThepaUtits of maman suffrage in A menea, Michigan State University Press, 1972. Las
m onografías dedicadas al problema en los dilerentcs Estados son a m enudo decepcionantes.
Sobre las ideas del movimiento sufragista, la mejor obra es la de A. S. Kradilor, The ideas af the 42 Government u <mfy hamekeepmg on the brótalest salle (Francés Willnrd. rilarla por A. S.
woman suffrage movement, 1890-1920, Columbia University Press, Nueva York, 1965. Kraditor. The ideas of the mimen suffrage movement, op. a l , p. 68).
41 Véase R.J. Evans. Thefeminut movement in Cermany, 1894-1933, SagePubl., Londres y Bc- 43 Véase el excelente capítulo “Feminising rlemocracy" en S. Ilolton. Feminista and tierno-
vcrly Hills, 1976. cn u y.

O *
374 El tie m po d e i a c o n s o l id a c ió n El tk a u a jo d e la u n iv e r s a l iz a c ió n 375

presentado por sus defensores como un medio de hacer contrapeso al rías. Así, toda una serie de etapas y de transiciones fueron dispuestas en
voto ríe los extranjeros y mantener el predominio blanco. El sufragismo la vía del sufragio femenino.
no está ligado, en ese caso, a la idea de sufragio universal; se formula in­ El retraso francés se explica en buena parte por el fracaso de las estra­
cluso, a menudo, en el marco de una retórica de la desigualdad que privi­ tegias gradualistas, comparables a aquellas que triunfaron en los países
legia la inclusión de las “mujeres educadas" en la vida política y acepta que acabamos de evocar. Este fracaso no se debió a un maximalismo del
el sistema de los literacy tests.44 En Gran Bretaña, la inclusión política de movimiento feminista, l’or el contrario, a comienzos del siglo, Hubertine
las mujeres se presenta también, a partir de la reforma electoral de 1884, Auclert había terminado por aceptar, en aras de la eficacia, limitar las
como un medio para limitar las consecuencias —consideradas peligro­ reivindicaciones de su movimiento a las viudas y las solteras. “Admitiría­
sas—del aumento del número de electores. El sufragio de las mujeres se mos, en el peor de los casos —escribía—, que mientras esté casada la mujer
entiende así como una fuerza de equilibrio, y no como una amenaza. quede, al igual que el hombre mientras se encuentra en el ejército,
La concepción utilitarista del sufragio femenino se acomoda muy bien privada del derecho a votar.”47 A partir de 1900, varios proyectos de ley
con una política de pequeños pasos. Si bien el ejercicio del voto descansa retoman, además, la idea de un derecho al sufragio “no integral". En
en la representación de los intereses, éstos se pueden de hecho diferen­ 1900, Viviani propone que se admita que las mujeres casadas participen
ciar y adoptarse una estrategia progresiva de la conquista del sufragio. F.1 en el sufragio municipal.48 Gauüet y después Dussaussoy van en el
ejemplo inglés, a este respecto, es significativo. Aunque las mujeres no mismo sentido en 1901 y 1906. Sobre todo en 1909, Ferdinand Buisson
pudieron votar en las elecciones políticas nacionales sino hasta 1918, publica un voluminoso informe para la Cámara de Diputados que hace
participaron desde 1869 en las elecciones municipales (desde el momen­ época.40 Él también aboga por la separación del voto político y el voto
to, evidentemente, en que satisficieran las condiciones de censo en vi­ municipal. Esta moderación no beneficiaba de ninguna manera a la cau­
gor). Antes de ser insertadas en la esfera política, habían sido además sa de las mujeres. ¿Por qué? La razón es simple: el obstáculo al sufragio
previamente integradas a los niveles intermedios —administrativos o pro­ de las mujeres fue en mucha mayor medida filosófico que político. Más
fesionales—de la organización social. En 1870, eran así electoras y elegi­ allá de las reticencias coyunturales y partidarias, el sufragio limitado a la
bles en los School Boards (comités escolares), y en 1875 podían votar esfera municipal no corresponde a un enfoque alternativo de la ciuda­
para el nombramiento de los Boards of Guardians (Consejos de la danía en el marco de los principios franceses. Si el hecho de votar no se
Asistencia Pública), dos instituciones que desempeñaban un papel muy deriva ni de un principio de capacidad —que puede variar según la natu­
importante en la vida inglesa. Numerosos países conocieron una pro­ raleza de las elecciones—, ni de una lógica de representación de los inte­
gresión análoga.4546En Estados Unidos, el estado de Kentucky otorga reses —que admite también, por su parte, niveles diferenciados de inter­
líesele 1838 el sufragio escolar a las viudas que tengan hijos en edad esco­ vención—, la distinción entre el derecho de voto político y el derecho de
lar. En 1869, Wyoming, que no es entonces sino un simple territorio, voto local no tiene sentido. La ciudadanía no se fracciona en el derecho
otorga la igualdad política a las mujeres, y Colorado es en 1893 el primer público francés. Entre el espacio político global y las esferas particulares
estado que da el mismo paso (a las mujeres se les reconoció el voto a nivel de la sociedad civil, no hay lugar para ninguna forma de espacio público.
federal en 1920). Gran cantidad de países europeos abren el sufragio
municipal a las mujeres bastante pronto eft el siglo XIX (Bohemia, 1861;
47 H. A u clerl Le vote, des femmei, l’arís, 1908, p. 40.
Suecia, 1862; Rusia, 1864, etc.),40 pero sólo hasta varias décadas más tar­ « lógicam en te, Viviani habría debido proponer que fueran las viudas y las solteras las que
de admiten que estas últimas participen en las elecciones parlamenta­ votaran, pero él juzgaba que éstas estaban más intluidas por los sacerdotes que las mu jeres ra­
sadas. Hubertine Auclert se sintió, al mismo tiempo, estúpidamente rebatida por esta pro­
44 Véanse, por ejemplo, I;ls posiciones muy tajantes en esc sentido de Mrs. Stanton. posición.
45 I lay una buena síntesis de esta cuestión en la obra muy bien documentada de L. Frantk, •ni Ferdinand Buisson, ilapport Jait au nom de la Commission du sufírage universel chargée d'exa-
iiasai sur ln conditinn politique de la femme. 1892. minen la pmposition de loi tendant á accorder le droit de vote auxfemmes, Cámara de Diputados, París,
46 lin estos últimos casos, el sufragio femenino queda som etido a tas condiciones de censo 1909 (contiene muy numerosos e interesantes anexos documentales, que no fueron reproducidos
prevalecientes para los hombres. en la reedición del informe en forma de libro en 1911).
376 El. TTF.MI’O DE LA CONSOLIDACION 1 E l. TRABAJO DE LA UNIVERSALIZACION 377
¥

En Estados Unidos y en Gran Bretaña es sorprendente constatar que las apelación del Senado. Cualquiera que sea el papel de los cálculos o los
nociones de voto profesional y voto político se compenetraron fuerte­ peligros, el voto de las mujeres iba a ser rechazado en los días siguientes
mente, planteándose el problema del derecho al voto municipal en los a la segunda guerra mundial. La presión de las organizaciones feminis­
mismos términos que el del nombramiento de los School Boards. En tas, es verdad, era entonces mucho más débil que en la mayoría de los
Francia, estas cuestiones fueron separadas. El reconocimiento de los de­ otros países. Esto no es sorprendente. En Francia, las mujeres nunca for­
rechos de la mujer en tanto que trabajadora no enfrentó grandes obs­ maron un verdadero movimiento social. La idea de emancipación de la
táculos. En 1903, las mujeres pueden así presentarse como candidatas al mujer-individuo es allí mucho menos movilizadora que la de la conquista
Consejo Superior del Trabajo y participar en los tribunales laborales. de poderes por parte de un grupo social. Es esto también lo que explica
Desde 1898, podrán intervenir en la formación de tribunales de comer­ que el feminismo haya sitio mucho más violento en los países anglosajones:
cio, y serán admitidas en 1908 para votar en todos los escrutinios consu­ • ¥ ahí se comportó como cualquier otro movimiento reivindicador. La mo­
lares.50 El retraso francés no se debe entonces a un anlifeminismo más deración y la debilidad de feminismo francés se deben, a la inversa, al ca­
acentuado que en otros lugares. Procede más bien de una concepción rácter más íntimo que reviste ahá la emancipación del segundo sexo. Este
tan restrictiva como exigente del individuo-ciudadano. carácter remite a una lenta evolución de la estructura familiar, que cada
En 1919, las cosas parecen sin embargo cercanas a desbloquearse por vez se juega individualmente; no se emparenta con una lucha social.55
un momento. La abnegación de las mujeres en la retaguardia ha creado El atraso francés se explica, finalmente, por una especie de reacción
una especie de deuda pairiót ica y social hacia ellas.51Diputados tradicio- compensadora de la precocidad de la conquista del sufragio masculino.
nalistas como Barres lanzan incluso la idea del “sufragio de los muertos”, Los debates sobre el voto de las mujeres hacen resurgir a finales del siglo
sugiriendo que el derecho de voto de los soldados muertos por Francia XIX todo lo no dicho y lo reprimido de las interrogantes de la primera
• ¥ mitad del siglo sobre el sufragio universal. El tufo de filiación a las capa­
sea transmitido a sus viudas. En la Cámara de Diputados, la Comisión del
Sufragio Universal vuelve a abrir el expediente y propone, en 1919, dar cidades se mezcla con las dudas sobre la autonomía de la voluntad, para
el derecho a votar sólo para las elecciones municipales a todas las mu­ hacer revivir bajo las especies femeninas el viejo tema del carácter pre­
jeres mayores de 30 años. Para sorpresa general, la Cámara de Diputados maturo del sufragio. Así, vemos a Clemenceau afirmar en el mismo mo­
va más lejos y otorga, por 329 votos contra 95, el derecho al voto a las mu­ vimiento que el derecho al voto es un derecho natural, pero que las mu­
jeres sin otras restricciones que aquellas que se aplican a los hombres. Sin jeres están insuficientemente educadas y constituyen presas demasiado
embargo, esta apertura no tendrá resultados, al bloquear enseguida el fáciles de manipular. Muchos republicanos sostienen el mismo lenguaje.
Senado el expediente de manera obstinada.52 ¿El cambio de actitud de La república de esta época tiene dos caras, como Jano: ultra-democrática
la Cámara de Diputados procedía de una preocupación táctica o de un por un lado, erizada de crispaciones conservadoras, por el otro. La com­
súbito acceso de generosidad? El “golpe teatral” de 1919 no es fácil de prensión “láctica" del sufragio de las mujeres le permite mostrar una sola
analizar. Algunos contemporáneos quisieron ver en él una simple ma­ de ellas. En octubre de 1919, Bérard presenta al Senado su célebre infor­
*> \ P me sobre las razones que se oponen al sufragio de las mujeres. En catorce
niobra, el voto de un proyecto maximalisia que acarreaba el rechazo sin
puntos, hace la síntesis de un siglo de argumentos reaccionarios. Pero la
r brutalidad de su texto disimula mal que es indirectamente el sufragio
60 Buena documentación sobre este punto en el informe de Buisson, en l.. Franck, Essaisur universal en conjunto el que está siendo atacado por sospecha retrospec­
la condiiion palti ique /Ir ¡afem me, y enJ. de Massia de Ranchin, Extensión á la [emitir tlu tiroií itesuffmge tiva. Cuando Bérard señala, por ejemplo, que “el sufragio de las mujeres
enmatiirerommunale, Perpignan, 1912.
51 Véase S. C. Hausc, “W omen who raliied the tricolor: tile cllects o f world war 1 and thc sería un formidable salto hacia lo desconocido que podría acarrear la
frcnch women's stiffragc movetuent", ¡‘roceedings of the westernsocielyfarfrench histary, s.l.. vol. VI, elección de un nuevo Bonaparte, como había hecho el sufragio universal
1979 (se encuentra en la Biblioteca Margucrito-Duranri).
*- Véase la memoria de Virginia Cox, Le mounement pour te suffrage féminin pendan! l'entre-
deuxguerres, Uuivcrsité de Paris-X, Nantcrrc, 1982 (se encuentra en la Biblioteca Margueritc- a» Véase S. C. Hmuse, "The liniilx o í suíTragisl behavior: legalism and militancy in Erante,
Durand). 1876-1922, The American Historiad Revino, vol. I-XXXVI, núm. 4. octubre de 1981.

v i •
378 lil. TIEMPO BE l - \ CONSOLIDACIÓN El rRABA|Ü DE LA UNIVERSALIZACIÓN 379

en 1848. y llevar enseguida a un nuevo Sedan”,S4 no hace sino retomar han respectivamente ligados. Siendo más marginal y menos espectacu­
las reservas liberales del siglo precedente. Las reticencias primitivas re­ lar, no es menos sintomática de las resistencias que se manifestaron para
surgen con fuerza, expresadas con tanta más franqueza en cuanto que universalizar la ligura del individuo autónomo.
se revisten dignamente esta vez con la defensa de los principios republi­ Primero, los domésticos. Su integración a la esfera política es muy
canos. Los propios socialistas siguen siendo sorprendentemente impre­ tardía. Durante la monarquía censitaria, las prevenciones revoluciona­
cisos a este respecto, mezclando el entusiasmo del principio con las reser­ rias en relación con ellos no cesaron. Un decreto del tribunal supremo
vas. calificadas como circunstanciales. En Estados Unidos y Gran Bretaña, de fecha 14 de agoslo de 1887 confirma así formalmente que los domés­
se produce el fenómeno inverso. El voto de las mujeres, ya lo hemos ticos no pueden ser electores (a pesar del censo, la cuestión había sido
subrayado, aparece ahí como un medio para limitar los defectos del su­ concretamente planteada para las elecciones municipales). Al igual que
fragio universal o de conjurar algunos de sus peligros. todos los franceses de 20 a 60 años, los domésticos forman parte en ese
El 12 de abril de 1944, una ordenanza del gobierno provisional de Ar­ entonces de la Guardia Nacional, pero no están anotados en los contro­
gelia otorga sin ninguna restricción el derecho al voto y a la elegibilidad les del servicio ordinario. Aunque un escritor político puede escribir en
a todas las mujeres, en vista de las elecciones que se prevén en las comu­ 1837 “Iloy la doinesticidad ya no es una condición, sino una profe­
nas liberales. ¿La sociedad política francesa se ha convertido intelectual- sión”,55 fuerza es reconocer que no se trataba aún de una profesión como
mente, aceptando de repente aquello que antes había sido objeto de tan las otras. En el momento en que el capitalismo toma impulso, la figura
profundas reticencias? No lo podemos creer. En 1944, al igual que en del doméstico continúa nublando las visiones demasiado simples de lo
1848 y después en 1875, es el sentimiento de lo irreversible el que zanja político y lo social. Los tradicionalistas exaltan el tiempo mítico de una
y pone fin a los debates. El sufragio universal triunfa por segunda vez domeslicidad dichosa, asimilada a la familia de sus amos, y denuncian
como un hecho social, sin haber sido verdaderamente racionalizado en justamente al doméstico que no sería más que un trabajador como los
términos filosóficos. La ley registra la transformación social y cultural otros, un “siervo de paso”, de la misma manera que los nuevos proleta­
del papel de la mujer, más que acompañar una revolución de la cultura rios que produce la indust ría.56 Por otro lado, entre los sansimonianos
política. se sueña, al amanecer de la década de 1830, en una simplificación de
orden económico que ponga fin a la dependencia directa, uniendo a
todos los trabajadores en una misma interacción impersonal de la división
EL INDIVIDUO ABSOLUTO del trabajo. En sus Lettres á un vieil ami sur les domestiques, Gustave
d'Eichtal, el discípulo de Saint-Siinon, aspira significativamente a la trans­
El movimiento más visible y masivo de universalización del derecho al formación de numerosas industrias que, según su extraordinaria fórmu­
sufragio se operó con la inclusión polídca de las mu jeres. Pero esta eman­ la, "flotan aún, por así decirlo, suspendidas entre la ciudad y la casa”.57
cipación no puede separarse del proceso histórico, mucho más amplio, Ahora bien, el doméstico encarna precisamente este entredós. Por ello,
que tiende a erigir a cada ser humano como sujeto político soberano.
Lejos de señalar un punto final, la extensión del sufragio a las mujeres
no constituye más que un episodio, ciertamente decisivo, de la autonomi- 55 M. Mittre, Des domestiques en l'ranre, lUtits leun mpporls aver l ’iconomie sacíale, le bonheui
zación general de lo social, es decir, de la constitución de todos los indi­ domestiifue, tes tois otiles, rnminelles et de jlotice, París, 1837.
50 Véase sobre este punto Fr. Pércnnés, De la domesticité avant et depuis ¡789, París, sep­
viduos como sujelos políticos y jurídicos autónomos. En el siglo XIX, esta tiembre de 1844. Véanse igualmente los señalamientos del abate Grégoirc, De la domestwite chei
historia fue también la de la separación de los domésticos y los indigentes les peuptes anciens el modernos. Paris. 1814.
de la dependencia de la familia y la economía de la deuda, a las que esta- 57 G. d’Eichtal, Deuxiéme lettrr. ó un vieil ami sur les domestiques. París, s.f., p. 4 (se encuentra
en Ihtblications sainlsimnmennes (1830-1836). lixtmits de í'Orgarusateur, 1829-1831, s.l, s.f. Tam­
bién luiy que ligar esta reflexión de la década de 1830 sobre la domeslicidad a los debates sobre
M A. Bérard, Rapportfait au num de la commission chargéed'exammrr la proposition dr loi adoptée las relaciones de la esclavitud y del trabajo asalariado Ubre que ocupan entonces a los econ o­
parla Chambre des Diputes. Senado. París, 1919. mistas (véanse, por ejemplo, los trabajos de Charles Dunoycr o de Villenctivc-Bargemont).
380 El. TIEMPO DE IA CONSOLIDACION El. TRABAJO DE LA UNIVERSALIZACION 381

es urgente borrar su figura y transformarlo en trabajador ordinario El reconocimiento de los derechos políticos de los indigentes es igual­
(“I Iay que colocar al doméstico en las mismas condiciones que a los otros mente muy tardío. En tiempos de la revolución, depender de los sub­
trabajadores”, escribe). No hay lugar para él en el mundo moderno: sidios públicos parecía naturalmente incompatible con el ejercicio del
entre la familia y la sociedad civil, no debe haber nada. El doméstico re­ derecho al voto. Durante el periodo censuario, no había ni siquiera lugar
presentaba una figura equívoca, “un ser aparte en la sociedad", una hue­ para abordar el problema. Pero después de 1848 retornó a la superficie.
lla de lo viejo en lo nuevo, que se trata de suprimir. Así, en 1851, algunos conservadores replantean la cuestión de saber si
Después de 1848, aunque se convierten en ciudadanos de pleno dere­ el derecho al sufragio es compatible con el hecho de recibir una ayuda
cho,58 los domésticos siguen siendo inelegibles en los consejos muni­ de una oficina de beneficencia. Más tarde, en el proyecto de ley electoral
cipales, al mismo tiempo que quedan excluidos de la composición del que presenta Dufaure en 1873, éste se plantea privar de derechos polí­
Jurado. La ley del 21 ele noviembre de 1872 prolonga esta última ex­ ticos a los individuos admitidos en los hospicios. Aunque la indigencia
clusión, mientras que la ley municipal de 1884 mantiene su ¡nelegibilidad. y la dependencia frente a la asistencia pública no se mantienen finalmen­
Una serie de decretos del Consejo de Estado confirman su sentido a te como motivos para la restricción del derecho al sufragio, durante
comienzos del siglo X X , volviendo a precisar la frontera entre la domes- mucho tiempo queda una huella de esta prevención en la legislación. La
deidad y el asalariado, como había tenido que hacer antes el legislativo ley municipal del 5 de abril de 1884 prevé, en efecto, que los individuos
de 1790. Hay que esperar hasta 19.30 para que se 1eran te esta restricción y “que reciben ayuda de las oficinas de beneficencia” no pueden ser
los domésticos se vuelvan tan completamente ciudadanos como los otros.59 elegidos consejeros municipales (artículo 32).61 El legislativo había opi­
la cuestión de la domesticidad en sus relaciones con los derechos po­ nado que las personas en esta situación no presentaban las condiciones
líticos no se resolvió en cierta manera sino desgastándose y esfumándose de independencia necesarias para el ejercicio de las funciones electivas.
progresivamente, a partir del doble hecho clel descenso cuantitativo ¿Legislación de retaguardia, simple vestigio de una vieja obsesión por
global de la población involucrada y de la feminización del medio.60 Si alejar de la ciudadanía a los individuos dependientes? Habrá sin embar­
bien la idea del individuo se impone en el alba del mundo moderno, su go que esperar un siglo para que un texto de ley abrogue, en 1975, este
surgimiento en la practica sigue el ritmo del avance del capitalismo mo­ artículo.62 Ironía de la historia, esta abrogación es puramente circuns­
derno y la generalización del asalariado que lo acompaña, al tiempo que tancial y filosóficamente paradójica. Se inserta, en efecto, en las “dispo­
está indexado a la lenta disgregación de la familia tradicional. Para que siciones que tienden a favorecer la vida social de las personas minusválidas”
la mujer votara, fue necesario también que la esposa dejara de confun­ de una gran ley general orientada a favor de los minusválidos. El legis­
dirse con la sirvienta. lativo no soñó realmente con reintegrar al excluido, al hombre depen­
diente, a la comunidad de los elegibles. Quiso sobre todo satisfacer a un
rm L a c u e s t i ó n p e r m a n e c e s i n e m b a r g o i n d i r e r i a m e m e a b i e r t a . E n 1 8 7 4 , e n e l m o m e n to tle grupo de presión eficaz y favorecer su inserción social. Es la supresión
la d i s c u s ió n d e la le y e l e c to r a l m u n ic ip a l, e l r e l a l o r ( I h a b r o l p r o p o n e a s i n o in s c rib ir d e o fic io
de una discriminación hacia una minoría lo que la motivó, mucho más
a lo s s e r v id o r e s y a lo s h ijo s d e fa m ilia e n la s lis ia s e le c to r a le s , o r d e n á n d o l e s h a c e r u n trá m ite

p a rtic u la r, d e m o s tra n d o c o n e s ta p e q u e ñ a m e z q u in d a d d e p ro c e d im ie n to q u e c o n s id e ra b a a ú n
que la voluntad de considerar al hombre económicamente dependiente
a lo s d o m é s tic o s e n e l lim ite d e la c iu d a d a n ía (v éase su p re s e n ta c ió n d e l SO d e ju n io d e 1874 como un individuo libre, un sujeto político con plenos derechos.
c i l l a d i s c u s i ó n d e u n a e n m i e n d a s o b r e lo s d o m é s t i c o s e l* l d e j u l i o d e \H"74, Anuales del'Assembtie Las reticencias tardías a considerar a los domésticos y a los indigentes
Natiomle, L x x x n . p p . 5 0 3 y 5 8 4 -5 8 7 .
como ciudadanos ordinarios subrayan el carácter simultáneamente in­
M> L e y d e l 8 d e e n e r o d e 1930.

The ¡lomestic rrvolution*'litemmlemisatinn ofhouseholdServicem England


wl V é a s c T . M . M e B rid e ,
vencible y problemático de la universalización del ciudadano, como si las
and Franre (1X20-1920), L o n d r e s . 1 9 7 6 , a s í c o m o P . G u i r a l y C . T h u i l l i e r , La vic quotidienne des <bh perplejidades filosóficas tenninaran por encarnarse en algunas catego­
mestiqnes en trance au XIXesiicle, H a c h e t t c . P a r í s , 1 9 7 8 . E n 1 8 0 0 , l o s d o m é s t i c o s h o m b r e s r e p r e ­ rías residuales. Si bien una parte de esta historia queda clausarada de ahí
s e n ta b a n el 5 0 % d e l t o t a l d e l o s d o m é s t i c o s ', e n 1851. el 32% . y e n 1 9 0 1 , s o la m e n te el 1 7 % . A l

m is m o tie m p o , e l n ú m e r o d e d o m é s tic o s e n r e la c ió n c o n la p o b la c ió n s e h a b ía d iv id id o e n ir e s E l n ú m e r o d e p e r s o n a s i n v o lu c r a d a s e s t a b a le jo s d e s e r d e s d e ñ a b l e . A s í. e n 1883 se c e n ­


( v é a s e la te s is d e M . C u is c n ic r, Les domestiques en France, P a rís , 1 9 1 2 , q u e e s tá m u y b ie n d o c u ­ sa ro n 1 4U 5 5 0 0 in d ig e n te s a s is tid o s p o r la s o f ic in a s d e b e n e f ic e n c ia .
m e n ta d a ).
,il! tjey del 30 de ¡unió de 1975.
382 El t ie m p o !>f. i a c o n s o u iia c ió n El t r a b a jo d e i a u n iv e r s a l iz a c ió n 383

en adelante, en piu le sigue, sin embargo, ante nosotros. Hoy dos figuras cia. Ya que es el loco, y no sólo el impedido, quien queda excluido de la
simbolizan el incumplimiento del gran movimiento de difusión de los esfera política, el problema de su integración pone en juego la definición
derechos políticos: la del niño y la del loco. A todo lo largo de la hisioria misma del derecho al sufragio. Efectivamente, en el alienado mental, es
del sufragio universal, ambas expresaron aquello que aparecía como el al individuo radicalmente abstracto al que se le puede otorgar un dere­
límite radical a la ampliación de los derechos políticos. En efecto, estas cho político, no pudiendo entenderse al aludido más a partir de una califi­
di >s figuras encaman en estado casi puro la dependencia y la incapacidad cación cualquiera (autonomía o racionalidad). El movimiento a favor de
para juzgar, es decir, para comportarse como un actor racional. En el ni­ la emancipación política de los alienados mentales que comienza a surgir
ño y el loco, las categorías sociales se superponen con tanta exactitud co­ en Estados Unidos reviste por esa razón de una importancia filosófica
mo es posible para la negación de los conceptos que estructuran la ciu­ considerable, que no puede tener equivalente en Francia.64
dadanía moderna. Para tomar una medida justa de la revolución que se inicia en Estados
Consideremos al alienado. En él se abisman simultáneamente la ne­ Unidos en ese terreno, hay que recordar la importancia histórica que tu­
gación de la racionalidad y la forma inás absoluta de dependencia: la vo en ese país la idea de “calidad de población” en la construcción de­
enajenación con respecto a sí mismo. El loco está afuera de la relación mocrática. Después de 1870, cuando las discriminaciones raciales en ma­
política, porque él mismo es una disociación viviente. ¿Se puede imagi­ teria de sufragio fueron legalmente abolidas, numerosos estados del sur
nar que posea el derecho al sufragio como cualquier individuo, es decir, multiplicaron las irampas para continuar segregando a los negros (esta­
como todos los sujetos autónomos y racionales? Ui pregunta se plantea blecimiento de literary tests,gmndfatherclames, etc.). Pero más allá de estas
en términos diferentes según si se entiende la alienación mental como maniobras, y del temor de ver a la América anglosajona sumergida bajo
categoría clínica, o si se hace abstracción de este dalo para no considerar las olas de inmigrantes, que suscitó poderosos movimientos como el de
más que el estatus jurídico (inhabilitación o curaduría) de las personas los Know Nothing, surgió por motivos muy profundos la conciencia de
aludidas. La ley francesa sólo reconoce la situación jurídica, y remite el (jue la sociedad descansaba a fin de cuentas en la calidad de los indivi­
caso del alienado mental, cuando está inhabilitado, al del menor. En duos, ya que no había nada más, ni tradiciones ni instituciones hereda­
materia de derecho al voto, la alienación mental no se toma entonces en das, sobre lo que se pudiera fundar la democracia. Es por ello, mucho
consideración. Los datos clínicos son en cierta manera absorbidos y bo­ más allá del miedo a la mayoría que ha sacudido periódicamente a la
rrados por el criterio jurídico de la capacidad civil: la desigualdad po­ América blanca, que Estados Unidos ha sido una tierra de promisión pa­
lítica es desplazada y constreñida a la esfera de los derechos civiles. No ra los eugenistas.65 La idea de safe democracy fue ahí muy importante. Fue
ocurre lo mismo en Estados Unidos. Lai alienación mantiene ahí relacio­ en Estados Unidos, más que en ningún otro país, donde se desarrolló una
nes mucho más complejas con los derechos políticos, invariables según concepción casi higienista de la democracia. Este gusto por medir los co­
los estados. Aunque en 18 estados se vincula, como en Francia, la inca­ cientes intelectuales —o por realizar toda clase ele tests- participa de la
pacidad electoral con la incapacidad civil, hay tres estados que privan misma preocupación por asegurar la calillad de la población, que aquella
específicamente del derecho al voto a las personas internadas en una que mantiene la prohibición del derecho al sufragio a los alienados men­
institución psiquiátrica y 21 estados que separan de los derechos polí­ tales. Pero este universo político está en proceso de cambiar.
ticos a las personas que padecen problefnas mentales.1’* El trabajo de la
universalización es por esta razón más visible y más sensible que en Fran- M lis ie m o v im ie n to e s iá ta m b ié n e n m a r c h a e n C a n a d á . L a C o r le F e d e ra l d e C a n a d á ju z g ó ,

e n e f e c to , c o m o a n tic o n s titu c io n a l u n a d is p o s ic ió n d e la le y e le c to r a l q u e n e g a b a e l d e r e c h o a l

K* É s ta s e ra n p e rrib id a s ,i p a i l i r lie u n c o n ju n to e x tre m a d a m e n te h e te ró d ito y v ag o d e v o to a lo s e n f e r m o s m e n ta le s b a jo c ú r a te la o a lo s in te r n a d o s , a q u ie n e s s e c a lific a e n C a n a d á

té rm in o s : “ lu n á tic o s " , “ lo c o s ”, " id io ta s " , non campos mentís, “im b é c ile s " , “ r e tr a s a d o s m e n ta le s " , c o m o “b e n e f i c i a r i o s " ( f a llo d e l 1 7 d e o c t u b r e d e 1 9 8 7 ) . S e c a lc u la q u e 5 0 0 0 0 e n f e r m o s m e n t a l e s

“a lie n a d o s " , " e n f e r m o s m e n ta le s " , e tc . (la s c if r a s q u e p r o p o r c i o n a m o s s o n d e 1 9 7 8 ). S e ñ a la r e m o s [ñ u tie ro n v o ta r e n la s e le c c io n e s le g is la tiv a s d e 1 9 8 8 d e s p u é s d e e s te fa llo .

q u e la C o n s titu c ió n c a n a d ie n s e y la s C o n s titu c io n e s d e la m a y o r ía d e lo s p a ís e s la tin o a m e r ic a n o s IB V é a s e D . J . K e v l e s , In tkc ñame ofettgen tes, l ’ c l i c a n , L o n d re s , 1 9 8 6 . A n d ré S ie g fric d g u s ta b a

c o n tie n e n r e s tr ic c io n e s c lín ic a s a l d e r e c h o d e v o to q u e s o n d e l m is m o u p o ( s o b r e la h is to r ia d e d e d e c ir , e n lo s a ñ o s tr e in ta , q u e h a b ía q u e t e n e r s ie m p r e u n a B ib lia y u n m a n u a l d e e u g e n e s ia

e s ta s m e d id a s , v é a s e la ric a d o c u m e n ta c ió n d e le g is la c ió n c o m p a r a d a , r e u n id a e n A . A m ia b le . a l a lc a n c e d e la m a n o p a ra c o m p re n d e r a E s ta d o s U n id o s (v éase su lib ro Les États-Ums au-


De la capacité. rUclurale en France el des ratnctiom nauvellesáy apporter, l ’a r í s , 1 9 1 1 ) . jonrd'hui, l’a r í s , 1 9 2 7 , « p ie d e d i c a u n c a p ítu lo e n te r o a e s ta c u e s tió n ).
384 El t r a b a jo d e i .a l n iv e r s a l iz a o ió .m 385
E l. TIEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN

En 1965, la Voting Rights Act definió las condiciones en las que debía para ser equitativos. En otras palabras, entre la igualdad política absoluta
comprenderse la igualdad política, prohibiendo iodos los sistemas como y la teoría de las capacidades rigurosamente entendida, no hay una so­
los de los literacy tests establecidos por los estados que pretendían se­ lución jurídica intermedia. Es por eso que, a largo plazo, parece ineluc­
gregar a los negros.66 De manera inevitable, el problema del carácter dis­ table el levantamiento de las prohibiciones electorales que se refieren a
criminatorio de la prohibición del derecho al voto a los enfermos men­ las enfermedades mentales y a las personas imernadas. A partir de ese
tales iba a ser planteado simultáneamente, incluso si en los hechos las momento, el elector podrá convertirse finalmente en un hombre sin cua­
restricciones previstas por los textos habían sido muy mal aplicadas.67 lidades, enLendido en su pura individualidad, independientemente de
Un proceso entablado en 1976 en l’ensilvania por un candidato, quien toda referencia a los criterios de autonomía o de capacidad.
calculaba haber sido derrotado a causa de la inscripción electoral de los ¿Es verdaderamente ésta la “última frontera" de la ampliación de los
residentes de un hospital psiquiátrico desató este debate,f,fi que continúa derechos políticos? Nada es menos seguro. Todo lleva a pensar, en efec­
ahora ampliamente abierto. Pero su desenlace parece estar ya trazado. to, que el criterio mismo de la edad se percibirá algún día como discri­
Si no se vuelve a cuesdonar la libertad de los estados para definir califica­ minatorio. Este movimiento ha comenzado a afirmarse, por el límite su­
ciones electorales, un número creciente de juristas tiende a admitir que perior, con la denuncia de todas las normas restrictivas en materia de
sólo las cláusulas que se refieren a la edad, la nacionalidad y la residencia edad límite (en lo que respecta al comienzo de la jubilación, por ejem­
se pueden considerar como absolutamente objetivas y no discriminato­ plo). Pronto tenderá a plantearse en el límite inferior. En algunos países,
rias.69 El razonamiento es simple. La segregación de los alienados se basa como Brasil, el derecho al voto ha sido ya reducido a los 16 años. ¿Dónde
en el principio según el cual es vital para la vida democrática tener elec­ nos detendremos? El límite de la capacidad no está listo para dejar de re­
tores racionales. Un estado podría ser libre de adoptarlo, pero ¿tendría troceder. Antes incluso de que el derecho registre esta evolución para
los medios para aplicarlo de manera indiscutible? A esto es a lo que los consagrarla, vemos actualmente mulúplicarse los espacios de política fic­
juristas se oponen. La exclusión de los alienados —explican—es, o bien ción abiertos a los niños. Así, en 1991 se censaban 540 consejos mu­
demasiado amplia, o bien demasiado estrecha. Demasiado amplia, por­ nicipales de niños y otros 500 estarían en preparación.70 Por su parte, el
que la alienación no implica forzosamente una aheración igual de todas Ministerio de Educación Nacional ha atendido las sugerencias de las
las facultades; el criterio clínico es entonces insuficiente. Si el objetivo Naciones Unidas sobre los derechos del niño para otorgar derechos casi
que se considera vital es el de eliminar a los individuos irracionales, en­ políticos a los alumnos de liceo.71Al mismo tiempo, la capacidadjurídica
tonces la prohibición debería extenderse con mucho mayor amplitud, civil del menor, o por lo menos su capacidad de interlocutor válido,
planteando simultáneamente el problema insoluble del establecimiento tiende en algunos terrenos a recibir un primer reconocimiento. Por
de tests de competencia a los que habría que someter a toda la población, ejemplo, la ley del 22 de julio de 1987 impone al juez de asuntos matri­
moniales tomar en cuenta los “sentimientos expresados por los niños"
en materia de divorcio72 (conservando sin embargo un límite fijo de
fiG t a s r e g l a s d e l d e r e c h o a l s u f r a g i o s i g u e n s i e n d o d e l a i n c u m b e n c i a d e c a d a e s t a d o e n lo

q u e lo c a a d e r e c h o . L a le y f e d e r a l s ó lo p u e d e in te r v e n ir si e s ta s r e g la s c o n tr a v ie n e n lo s p r in ­
c ip io s b á s ic o s s o b r e la n o - d is c r im in a c ió n d e la s e n m ie n d a s 14a, 15“ y 19a. V é a s e L . S . F o s lc r. The
7 <t I n c l u s o s e h a n a g r u p a d o e n u n o r g a n i s m o c e n t r a l : l a A s o c i a c i ó n N a c i o n a l d e C o n s e j o s d e
Voting Righls Act: ronstquenrrs and implicalions, P ra c g c r, N u e v a Y o rk , 1 9 8 5 .
N iñ o s y d e J ó v e n e s .
1,7 I - a m a y o r í a d e l a s l e y e s e l e c t o r a l e s n o p r e v e í a n n i n g ú n p r o c e d i m i e n t o p r e c i s o p a r a s e g r e ­

g a r ju r íd ic a m e n te a lo s a lie n a d o s d e la in s c r ip c ió n e le c to ra l.
71 El decreto del 18dc febrero de 1991 lesTeconoce los derechos cívicos fundamentales: de­
08 C o n respecto a este c a s o , v é a s e U n i t e d S t a t e s C o m m i s s i o n o n C i v i l R i g h t s , P e n n s y l v a n i a
recho de reunión, de asociación, de expresión y de publicación. Sobre el conjunto de esta cues­
A d v is o ry C o m m itc c . The last suffrage frontier: enfmnchutng mental hospital residents: a rrport, U S tión. remitirse al expediente jurídico y |>olítico “Los derechos del niño” publicado en Probantes
C o m m is s io n o n C iv il R ig h ts , W a s h in g to n D . C „ ju n io d e 1978.
l ’olduptes et Stniaux, mim. 669,13 de diciembre de 1991.
75 H a y q u e r e c o r d a r a q u í q u e e l a r tíc u lo 1 2 d e la n u e v a c o n v e n c ió n d e d e r e c h o s e s t i p u l a q u e
Iiy V é a s e s o b r e e s e p u m o e l e x c e le n te a rtic u lo té c n ic o “ M e n ta l d is s a b ility a n d th e rig h t to
e s n e c e s a rio d a i al n iñ o “la p o s ib ilid a d d e s e r e s c u c h a d o e n lo d o p ro c e d im ie n to ju d ic ia l o a d ­
v o te ’ , The Yule LawJnurnat.\o\. IJvXXVIll. m í m . 8 , j u l i o d e 1 9 7 9 . V é a s e t a m b i é n B . E n n is y L .S ic -
m in is tr a tiv o q u e le c o n c ie r n a , y a s e a d ir e c ta m e n te , y a s e a p o r in te r m e d io d e u n re p re s e n ta n ­
g a l, The nghts of mentid patients. The Ra.su ACLOgttide to a mental putumt rights, A lt A m e r ic a n C iv il
te ” . L a C h ild r e n A c t in g le s a , v o ta d a e n 1 9 8 9 y c n u a d a c n v ig o r e l 14 d e o c tu b r e d e 1 9 9 1 ,o r g a n iz a
L ib e rtie s H a n d b o o k , N u e v a Y o rk , 1973.
386 El. TIEMPO DE LA CONSOLIDACION El. TRABAJO DK LA UNIVERSALIZACIÓN 387

edad de trece años). Detrás del argumento, esgrimido a menudo, de la considerada como la más excluyente: la ruptura de contrato.74 La lista de
utilidad que tiene extender al universo de lo político la empresa educa­ sanciones que acarrea la incapacidad cívica de manera definitiva o
tiva y pedagógica, lo que se perfila es de hecho una nueva y última exten­ temporal permaneció demasiado indefinida durante la primera mitad
sión de la estera política, al confrotarse al ciudadano con el individuo. El del siglo XIX, al relativizar cuantitativamente la cuestión, el contexto del
último episodio de la conquista del sufragio universal se desarrollará en sufragio censitario. Son las leyes del 15 de marzo de 1849 y después sobre
ese terreno. Aunque la historia social del sufragio universal acabó desde todo la del 2 de febrero de 1852, las que codificaron estrictamente las co­
hace tiempo, su historia antropológica sigue estando abierta aún, encastrada sas por primera vez, adoptando una concepción bastante amplia de las
en la de la separación del individuo de las determinaciones últimas de la exclusiones. Desde esta fecha, esta legislación ha evolucionado muy len­
naturaleza y la domus. Último punto de llegada: los dos sentidos de la pa­ tamente hasta nuestros días, adaptándose a las modificaciones de las
labra “ciudadanía" concordarán, al estar exactamente superpuestos el costumbres y del Código Penal, o siguiendo las variaciones de la per­
derecho al voto y la nacionalidad, desapareciendo los simples miembros cepción de la relación social (tras la Liberación, 40 000 franceses acu­
de la ciudadanía, los ciudadanos que no son electores. Para llegar a ese sados de colaboración fueron así condenados a la indignidad nacional,
punto, no es necesario en absoluto que exista una fuerte protesta o que pena instituida especialmente para este efecto). Según la ley, centenares
se formule claramente una reivindicación. El imperioso trabajo de la le­ de miles de personas deberían ser también alejadas de las urnas electo­
galidad y la obsesión de las discriminaciones trazan, por lo alto, su cami­ rales. La cifra de las exclusiones es de hecho mucho más restringida por
no. La ciudadanía no conoce ya ninguna separación interior; sólo una razones técnicas.75 Pero la exclusión política por motivos penales no deja
frontera la constituye en su singularidad, distinguiéndola del mundo de de subsistir como un fenómeno nada desdeñable cuantitativamente. Un
los extranjeros.73 hecho sorprendente es que ciertas condenas acarrean una exclusión defi­
Una última divergencia subsiste ciertamente en la nación: la que dis­ nitiva de las listas electorales, inclusive cuando la filosofía penal de nues­
tingue a los “buenos ciudadanos" de los individuos a los que una conde­ tras sociedades sigue estando apegada a la idea de rescate social y de rein­
na penal priva de los derechos civiles y políticos. Pero esta divergencia serción del condenado.71»El derecho electoral constituye así el último
está más allá del principio de igualdad. Quienes violan gravemente la ley refugio de una concepción moral del contrato social, que sigue siendo
se colocan a sí mismos fuera del contrato social, se excluyen de la co­ silenciosamente fiel a la pena de ostracismo, así como el derecho penal
munidad moral. Desde el periodo revolucionario, el derecho al voto lo ha sido durante largo tiempo a la de confinamiento.77 Los criminales
estuvo así ligado a la condición de no haber pasado por ciertas condenas.
El delito de quiebra y de bancarrota simbolizó entonces el tipo de falta
7-1 V é a s e e l c é l e b r e d i s c u r s o d e M i r a b e a u e n l a A s a m b l e a C o n s t i t u y e n t e , e l 27 d e o c tu b re d e
1 7 8 9 . S e ñ a la re m o s , a títu lo a n e c d ó tic o , q u e e l s o c ia lis ta l ’i e r r e l-e ro u x p ro p o n d rá e n 1849

p riv a r d e l d e r e c h o al v o to al h o m b re c o n d e n a d o p o r a d u lte rio , c o m o si fu e ra u n a e s p e c ie d e

y r a c io n a liz a e s to s d if e r e n te s d e r e c h o s d e l n iñ o , d á n d o le u n e s ta tu to le g a l d e in d iv id u o p r o v is to hombre e n b a n c a r r o t a s e n t i m e n ta l (v é a se A . L e B ra s -C h o p a rd , Del'igalitidans la différrnee, lesocia-


d e d e re c h o s. lisme de Fierre ¡xrovx, P r e s s e s d e l a t - N S l ', P a r í s , 1 9 8 6 . p . 1 8 ).

7* H e m o s d e ja d o v o lu n ta r ia m e n te d e la d o e n e s te re la to d e la e x te n s ió n d el d e re c h o al su ­ 75 V é a n s e la s i n d ic a c io n e s d a d a s e n u n o d e lo s m u y e s c a s o s a rtíc u lo s c o n s a g ra d o s a e s ta

fra g io la c u e s t i ó n d e l d e re c h o a l v o to e n su re la c ió n c o n e l e je rc ic io d e c ie rta s fu n c io n e s . L a c u e s tió n . P h . A r d a n t, “L e s c x c lu s " , Pnuvoirs, n ú m . 7 , 1 9 7 8 . P a r a e n t e n d e r b i e n e l p r o c e d i m i e n t o


c u e s tió n c la v e e n e s ta p e r s p e c tiv a h a s id o la d e l s u f r a g io d e lo s m ilita r e s . L a le g is la c ió n r e f e r id a a d m i n i s t r a t i v o d e l a s e x c l u s i o n e s , r e m i t i r s e a A ide-mrmoire á l ’usage des déléguds de l 'Adminútmlion

a e l l o s e v o l u c i o n ó m u c h o d u r a n t e e l s i g l o X IX ( v é a s e l a s í n t e s i s d c j . - l ’ . C h a n i a y , Société militaire au sein des rommissions administrativa chargées ile la remítan des listes electorales.
et suffragepolitique en France depuis 1789, S e v p e n . P a rís . 1 9 6 4 ). S e s a b e q u e f u e r o n a le ja d o s d e la s 7,1 A l g u n o s j u r i s t a s e s ta d u n id e n s e s p ro p o n e n so b re e s ta b ase a s im ila r e l c a s o d e lo s c ri­

u rn a s e n tre 1875 y 1945. P e ro n o s e tr a ta b a , d e n in g u n a m a n e r a , d e u n a e x c lu s ió n c ív ic a . M á s m in a le s a l d e lo s e n f e r m o s m e n ta le s , p a r a r e in te g r a r s in c o n d ic io n e s a to d o s lo s in d iv id u o s al

a llá i n c l u s o d e la p r e o c u p a c i ó n d e e v ita r p r e s io n e s y m a n ip u la c io n e s , e l le g is la d o r te n ia s o b re e s p a c io c ív ic o . V é a s e T h e C o m m o n w e a llh o f M a s s a c h u s e tL s , L e g is la tiv c C o u n c il, Repon relativo


to d o p o r o b je tiv o s e p a r a r r a d ic a lm e n te a l p o d e r le g is la tiv o , d e e s e n c ia e le c to r a l, y a l p o d e r e je ­ to votingby prisionrrs and the mentally ill, S U d e d i c i e m b r e d e 1 9 7 4 . V é a s e ta m b i é n la n o t a “T h e d i-

c u tiv o , d e c u y o c a r á c te r d e p e n d ie n te e r a n s ím b o lo lo s m ilita re s . E s ta v o lu n ta d d e s e p a ra c ió n s e n l r a n c h i s c m e u l o l c x - f c lo n s : r i t i z e n s h i p , c r i m i n a l i l y a n d 't h e p u r i t y o f t h e b a l l o l b o x '" , Har­


f u e t r a s l a d a d a e n s e g u i d a a la s c o n d i c i o n e s d e e l e g i b i l i d a d : v é a n s e la s d i f e r e n t e s c a t e g o r í a s d e vard Law Revino, a b ril d e 1989.

incompatibilidades q u e a fe c ta n h o y e n d ía a a lg u n o s Iu n c io n a r io s (a rtíc u lo s L 4 6 y ss. d e l C ó d ig o 77 L a p e n a d e c o n f i n a m i e n t o , i n s t i t u i d a p o r la le y d e l 2 7 d e m a y o d e 1 8 8 5 , c o n s is tía e n e x ­

E le c to ra l). p u ls a r d e p o r v id a d e l te r r i t o r i o m e tr o p o lita n o a lo s d e lin c u e n te s r e in c id e n te s . S o b r e e l s e n tid o


7
388 IÍL TIEMPO IIK LA CONSOLIDACIÓN El t r a b a jo df. ra u n iv e r s a l iz a c ió n 389

pueden decir, como antaño los ciudadanos pasivos: “Nos habéis borrado marcada la distinción entre un concepto moderno de nacionalidad—que
del contrato social." A su manera de ejemplo límite, ellos atestiguan que define un tipo de liga política entre un individuo y un Estado—y una
la frontera entre adentro y afuera sigue complicándose, a pesar de todo, visión antigua de la nacionalidad como relación de fidelidad personal,78
por la posible superposición de la figura del enemigo social y la del no hay nada oscuro que entender. Los criterios del suelo y la sangre se
extranjero. combinan para definir los criterios de naturalización, según reglas que
determinan tanto los flatos demográficos objetivos (que pueden, por
ejemplo, invitar a facilitar la asimilación de los extranjeros), como la
LAS FRONTERAS l)E LA CIUDAD percepción fluctuante de la solidez de los fundamentos de la identidad
nacional. La historia de la legislación en este terreno no aporta gran cosa
El trabajo de universalización es ambivalente. Aunque tiende a hacer de i a la comprensión profunda de la idea de ciudadanía. Ciertamente no
cada ser humano un elector, dilatándose la esfera de la ciudadanía al está exenta ni de debates, ni fie interrogantes, sobre el sentido de la idea
ritmo de la individualización de lo social, se acompaña paralelamente de de nación, como hecho étnico o como realidad cultural, pero no está
la erección de una imperiosa frontera: la de la identidad nacional. Im­ cruzada por ninguna apuesta filosófica de gran amplitud en la Francia
posible separar así, en 1848, el despertar de las nacionalidades y la sorda del siglo XIX. Las condiciones en que fue votada la gran ley del 2 6 dejunio
reivindicación de soberanía popular. Los dos movimientos sólo existen ele 1889 lo demuestran bien.79 En la época de la conquista del sufragio
entrelazados. El trabajo de igualdad política no se vuelve invencible sino universal, la gran pregunta que inquietó a los espíritus, en cuanto a la na­
hasta que se adosa a un límite que por sí solo puede designar un término turaleza de la relación entre la igualdad política y la clausura de la iden­
consistente. Ciertamente los credos universalistas se estilan en el siglo tidad, no fue la de las condiciones de adquisición de la nacionalidad, sino
XIX, y las misas mayores de los congresos de la paz demuestran la viveza
*
la fiel estatus cívico de los “indígenas” en las colonias. Aunque las mo­
de la utopía de un mundo reconciliado consigo mismo. Pero estas aspi­ dalidades fie adquisición de la nacionalidad pueden ser variables, éstas
raciones permanecen alejadas de la reivindicación de igualdad política no entrañan en efecto ningún equívoco en cuanto al ejercicio del dere­
y difusión de la ciudadanía: expresan banalmente el deseo de un apacible cho al voto. Jurídicamente y filosóficamente todo está claro: los france­
concierto de naciones, pero no cuestionan de ninguna manera la iden­ ses votan, los extranjeros no, y la distinción entre unos y otros se opera
tidad de estas últimas, ni tampoco se prolongan en la idea de un gobierno según criterios evidentes e innegables—el adentro y el afuera de la ciuda­
democrático a escala mundial, gracias al cual una humanidad ciudadana danía están claramente separados. Pero esta clara ordenación de los
se haría cargo directamente de su destino. En otras palabras, no hay un conceptos y de las realidades queda completamente trastocada por las
ciudadano representable si el extranjero no está designado y circunscri­ situaciones creadas a partir del hecho colonial. F.n efecto, éste ha indu­
to con precisión. La apertura del proceso de igualación se redobla con cido situaciones inéditas entre la nacionalidad, la civilidad y la ciuda­
la estricta cerrazón del criterio de pertenencia. Ahí no hay nada propio danía. Los indígenas de los territorios que están bajo la dominación
de la historia francesa u occidental del siglo XIX. Es un dato ¡ndisocia- francesa son considerados jurídicamente como súbditos franceses, aun
blemente lógico y antropológico, que juega un papel fundador en las \ cuando no se benefician de ninguno de los derechos de los ciudadanos
representaciones políticas de Roma, de la precia antigua o de Sumeria. metropolitanos y cuando están regidos en su vida privada por reglas
De igual manera, no se puede separar una historia de la ciudadanía de propias, muy alejadas a menudo de las del Código Civil.80 ¿Cómo carac­
una percepción del concepto de nacionalidad. terizar su situación híbrida, que les asigna políticamente una especie de
La historia propiamente jurídica de la noción de nacionalidad es sin
embargo bastante decepcionante. Desde el momento en que ha sido bien 7,1 Véanse las obras ele base de M. Vanct, HálmredrluuadonaUtffran(aired'nrig¡ne, París, 1945,
y d e j. Boi/.et, L o Ultra de nnturalitr snw, l ’Annen Itégvne, París, 1943.
Ti' Esta ley consagra una concepción muy abierta de la adquisición de la nacionalidad fran­
y el alcance de esta ley, véase el capítulo que le dedica Roben Badinter en La timón républicame, cesa |H>r los extranjeros.
Fayard, París, 1992. mi Para una primera aproximación, véase la summn de A. C'.irault. 1‘rmctjies de colouuation el

4
390 El. TRABAIO DE IA UNIVERSALIZACIÓN 391
El- TIEMPO DF. LA CONSOLIDACIÓN

eterna minoría de edad? Con todo y que manifiestan mucho ingenio y del año III traducía bien el ánimo asimilacionista, afirmando: “Las co­
habilidad, a losjuristas no les quedará sino admitir su perplejidad funda­ lonias francesas son parles integrantes de la república" (artículo 6). Poco
mental para resolver la cuestión. tiempo después, estas colonias estaban lógicamente divididas en depar­
listas interrogantes inéditas sobre la ciudadanía no adquirieron su tamentos, sus identitlades respectivas estaban rotas, como lo habían sido
verdadera amplitud sino a partir de la segunda mitad del siglo XIX, bajo antaño las de las provincias. Algunas colonias estaban agrupadas para
el doble efecto del advenimiento del sufragio universal y la fuerte exten­ constituir un solo departamento, mientras que Santo Domingo, por el
sión de los territorios coloniales. Durante la revolución, de hecho, esta contrario, formaba siete de ellos. Triunfaba el universalismo racial y
cuestión no había ocupado el frente del escenario. La perspectiva de la territorial. Triunfo teórico que ciertamente no ocurría sin reticencias
asimilación pura y simple se había impuesto con la suficiente naturalidad y sin reservas prácticas. A los “nuevos ciudadanos” que eran los esclavos
como para definir el estatuto de las Antillas, la Guyana y la isla de La Reu­ emancipados se los seguía manteniendo al margen de la vida política. Tal
nión. Varios factores habían colaborado en ese sentido, la antigüedad de nombramiento no les había sido concedido, además, sino en condicio­
la liga con la metrópoli de los territorios aludidos, en primer lugar. nes restrictivas a veces: servir en el ejército o continuar trabajando en los
Desde el siglo XVIII, estas colonias enviaban delegados a París o a Versa- cultivos, por ejemplo. Víctor Hugues, el implacable gobernador de la isla
lles para defender sus intereses con respecto a los poderes públicos y a de Guadalupe, ilustra bien entonces la distancia existente entre la gene­
la Compañía de Indias. Turgot y Necker habían pensado así espontánea­ rosidad fijada por el universalismo cívico —es un partidario convencido
mente en el establecimiento de asambleas coloniales, al mismo tiempo de Robespierre—y la reticencia práctica a ver acceder al derecho al voto
que el movimiento a favor de la reforma de las asambleas provinciales a una masa a la que se juzgaba incapaz. “Habría que suponerlos bien ilus­
agitaba a Francia. Comparadas con Francia, que e» a entonces el país más trados para poder gozar de los derechos que ha dado la Gonslitución a
poblado de Europa, estas colonias no reunían además sino a una redu­ los ciudadanos franceses. Y desgraciadamente, apenas han franqueado
cida población. Francia era entonces un gran país de emigración, y no los límites del instinto”, deja caer así con escepticismo en 1797.83 El res­
sentía que pesara sobre ella ninguna amenaza demográfica exterior. En tablecimiento de la esclavitud bajo el Consulado conlleva una gran mar­
el plano simbólico, el gran impulso del año II había acarreado además cha atrás, pero los negros y los mulatos de condición libre no dejan de
la abolición de la esclavitud, permitiendo así prácticamente a la pobla­ contribuir menos por ello a la nominación de los representantes del pue­
ción de color acceder a la ciudadanía.*81 Los miembros de la Convención blo, como cualquier otro ciudadano de la metrópoli. La monarquía de
se habían mostrado sobre todo, decididos a no ceder en absoluto a las Julio sigue estando fuertemente penetrada por esta teoría asimilacionista.
veleidades separatistas de los propietarios de las plantaciones: la asimi­ Si bien la Carla Colonial del 24 de abril de 1833 establece algunas ins­
lación ponía un alto irreversible a estas tentaciones.82 La Constitución tituciones propias de las colonias (reemplazando, por ejemplo, los con­
sejos generales con los consejos coloniales), otra ley publicada el mismo
de legislation colonial*, l'aris, 1927 ,5 vols.. y la obra de 11. Solus. Traite de la eonditwn des indígena día reconoce a los indígenas derechos políticos idénticos a los de los fran­
endroil privé, París, 1927. ceses de la metrópoli. Incluso una disposición que preveía que los escla­
81 Ü decreto del 16 Pluvioso del año ll estipulaba: “Queda abolida la esclavitud tic los negros vos liberados no gozarían de derechos políticos sino después de diez
en todas las colonias: en consecuencia, todos los hombres, sin distinción de color, domicilia­
dos en las colonias son ciudadanos franceses y gozaran de lodos los derechos que asegura la
años es rechazada sin gran discusión. La supremacía política de los blan­
Constitución. "Antes de este decreto, nada impedía votar a los negros libres -au n q u e eran poco cos se ve, eso es cierto, apenas amenazada. Ni globalmente, por su­
numerosos—: el decreto del 23 de agosto de 1792 había previsto explícitamente que “todos los puesto, ni localmente: los hombres libres de color siguen siendo poco
ciudadanos libres, de cualquier color y estado que sean, a excepción de aquello., que se en­
cuentran en estado tle doinesticidad", podían votar para formar la Convención nacional. Seña­
laremos sin embargo que la Asamblea Constituyente, muy dividida, había dudado en pro­ m Citado por A. Pérolin-Dumon, “Le mal antillais el la révolution francaise", L a Tcmps
nunciarse claramente sobre este punto en la primavera de 1791, tras agotadores debates (7-14 Moderna, diciembre de 1984. Véase también, del mismo autor, Étre patrióte sous la trapiques: la
de mayo de 1791). Ouadeloupe, la calanisation et la révolution: 1789-1794, Bassc-Terre, Socicté d'Histoire de la C.uadc-
IH Uoissy d'Anglas es el primero en lanzar, en el año 111. esta expresión que debía después loupc, 1985. Alejo Carpenlicr describió claramente esta ambigüedad de Víctor Hugues en su
resumir la políüca francesa frente a las colonias: la “asimilación". novela El siglo de las lúea.
392 E l. TIEMPO DE LA CONSOLIDACION El t r a b a io d e i a u n iv e r s a l iz a c ió n .893

numerosos, y son aun menos los que pueden ser electores a partir de la completamente ajena a la de Occidente: los modelos familiares (poliga­
aplicación del régimen censitario. mia), las formas de propiedad, los sistemas de valores morales estaban
Todo cambia después de 1848. El advenimiento del sufragio univer­ fundados en normas radicalmente diferentes. ¿Qué estatus político po­
sal y la abolición definitiva de la esclavitud modifican brutalmente la día entonces reconocérsele a los indígenas? 1.a filosofía colonizadora
relación electoral de la población de origen metropolitano con los in­ del Segundo Imperio, y después, sobre todo, de la rei t era República87
dígenas. El temor de ver al elemento indígena en posición de arbitraje reconocía y respetaba sus diferencias, aceptando que los indígenas fue­
político inquieta súbitamente a los dueños de las grandes plantaciones. ran regidos por sus reglas civiles propias. Pero continuaba, en el fondo,
Este choque es sin embargo limitado en las antiguas colonias de las An­ inscribiéndose en una perspectiva asimiladora a largo plazo, al ser re­
tillas o de la isla de La Reunión. De hecho, pocos negros se inscriben en chazado teóricamente el enfoque puramente económico y utilitarista del
las listas electorales, y son aun menos numerosos los que votan. Los hecho colonial. ¿Había entonces que proponerse, incluso de manera
blancos están, entonces, lejos de ser eliminados, incluso si entre ellos se progresiva, dar a los indígenas derechos políticos idénticos a los de los
desarrolla una fuerte corriente abstencionista de 1850 a 1870, en signo de franceses de cepa? Y si no, ¿cómo justificar que unos individuos pudieran
protesta. En las elecciones municipales de 1875 en Fort-de-France, hay ser jurídicamente súbditos franceses, que poseyeran todos los atributos
así once blancos electos, frente a 16 de sangre mezclada y negros.84 Pero de ía nacionalidad, sin poder volverse ciudadanos? La noción misma de
la participación electoral de los negros es notoriamente más débil en las universalidad del sufragio se encuentra cuestionada ahí de manera radi­
elecciones legislativas. Después de la primera guerra mundial, encontra­ cal. Es por ello que las perplejidadesjurídicas y políticas van en este punto
mos aún regularmente tasas de abstención superiores al 60% en la isla mucho más allá de un simple rechazo social. La cuestión del voto de los
de Guadalupe y la Martinica.8586El espectro de la mayoría fue considera­ indígenas no hace sino repetir, desplazándolo y radicalizándolo, el viejo
blemente atenuado por esta indiferencia remanente. El problema pudo miedo a la mayoría, al hacer resurgir a fines del siglo XIX y en la primera
así desgastarse lentamente, con el paso del tiempo, operándose la asi­ mitad del XX los antiguos fantasmas. Incluso si esta dimensión permane­
milación definitiva de estos territorios a la metrópoli sin sobresaltos con ce presente hasta el final, no constituye más que un solo aspecto de las
su nueva departamenialización en 1946.8ti La herencia revolucionaria cosas. En el fondo, lo que se contemplaba verdaderamente era la relación
había pesado demasiado sobre las antiguas colonias para que su integra­ de la civilidad con la ciudadanía, planteando la cuestión de los límites de
ción no pareciera irresistible, en definitiva, aun a los más reticentes. En la abstracción universalista moderna. Esto se ve claramente tanto en el
estos territorios, el reconocimiento de los derechos políticos de los ne­ caso de Argelia como en los otros.
gros o de los mestizos se inscribe en el proceso general de extensión del Argelia es la primera gran colonia francesa “posrevolucionaria”.
derecho al sufragio. Desde 1836, queda claro que los indígenas de Argelia no son extranje­
Esta cuestión se planteó en términos completamente diferentes para ros. Los tribunales los consideran “regnicoles” o “súbditos franceses”.
las colonias formadas en el siglo XIX. En principio, el impulso universalis­ Esta situación queda consagrada en un texto fundador, el Senado-con­
ta de la revolución francesa no había interferido nunca con la historia de sulto del 14 de julio de 1865, que estipula en su artículo 1: “El indígena
su relación con la metrópoli. En el caso de Argelia, al igual que en el de Africa musulmán es francés; sin embargo, continuará siendo regido por la ley
o el Tonkín, se trataba, por lo demás, de países de cultura civil y religiosa musulmana."88 “Sujetos ayer, los argelinos son franceses hoy”, declaraba
84 Citado por V. Schtrlchcr, “Suffrage univei sel et élcctions", 1‘ulemique colon ¡ale, 1871-1881,
París, 1882, 1.1, p. 53. Para tranquilizar a los habitantes de la metrópoli, Schoclcher concluía: 87 Véase la síntesis, en una perspectiva más bien filo-indigenista. tle Paul Lcroy-Bcaulieu, Pe
“Prueba por cifras, la más irrefutable de todas, de que el elem ento de raza blanca está muy lejos la colonisahon ches. lespetiples modrmes, "la. cd., París, 1891.
de ser aplastado por la mayoría." 88 |.-B. Duvergier. Collection complete des loa, décrels, nrdonntmres, réglements, avis du Conseild'Étal
85 Indicación dada por A. Cirault, Principes de cahmisatian el de Ugistalion rolaniale, t. ti, p. (abreviado de ahora en adelante en Duvergier), 1865, p. 405. Para una aproximación general
561. a la cuestión, véase la tesis deCh.-R. Ageron. ¡j s algerina musulmans etht Franc.e( 1871-1919), l’UF,
86 Véase sobre este punto V. Sablé, La transformahon des isles d'Améritfue nuMpartemmlsfran- París, 1968,2 vals, (véase especialmente el tapíutlo XIII “L’assimilalion civique des musulmans,
Cais, París, 1955. le probléme de la naturalisalion el de la rcpréseniation politique", en el lom o l).
394 El. I'IEMPO DE LA CONSOLIDACIÓN El. TRADA|0 DE LA L'NIVERSAU7ACIÓN 395

solemnemente Delangle en su informe, evocando los “lazos formados en estando de hecho siempre presente, aunque no fuera más que por ra­
los campos de batalla".89 Protegidos por la ley de igual manera que los zones prácticas. Pero a muchos les parecía prematura. Paradójicamente,
nacionales, beneficiados con las mismas garantías frente a terceros ex­ era en la derecha donde se mostraba mayor apertura. El economista
tranjeros, a los argelinos se les admitía también en los empleos civiles y liberal Paul Leroy-Beaulieu presidía así una Sociedad Francesa para la
militares. Pero no eran reconocidos como ciudadanos en tanto que con­ Protección de los Indígenas de las Colonias, que mililaba activamente a
tinuaban siendo gobernados por su estatuto personal.90 Para convertirse favor de la atribución de derechos electorales a los argelinos musulma­
en ciudadano, había que pedir la naturalización y aceptar ser regido por nes. Conservadores y monárquicos oponían gustosos al buen pueblo
las leyes civiles de Francia. De hecho era renunciar a hacer del Islam la musulmán, fiel a sus creencias, a los codiciosos colonos “republicanos y
ley generadora de todas las otras. Lógicamente, las solicitudes de natu­ ateos”, encontrando en esta ocasión acentos similares a los de aquellos
ralización fueron poco numerosas: 371 musulmanes argelinos solamen­ con los que en otra época habían celebrado el buen sentido campesino
te fueron naturalizados de 1865 a 1875. El texto de 1865, señalémoslo, y denunciado el cinismo de las elites progresistas. Los republicanos, por
ponía en pie de igualdad a judíos y musulmanes, estableciendo una si­ su parte, permanecían divididos entre su ideal universalista de principio
metría rigurosa entre ambas situaciones. Pero, desde 1870, el célebre de- y sus reticencias practicas, no expresando nunca, en el fondo, la dificul­
cr .o Crémieux reglamentaba globalmente la situación de los judíos tad teórica a la que conducía su filosofía colonialista.
de África del norte, reconociéndoles colectivamente la ciudadanía fran­ Habrá que esperar a los días siguientes a la primera guerra mundial
cesa. Sin embargo, Crémieux y Gueydon habían pensado también por para que las cosas avancen. Al saludar la importancia de los contingentes
un momento la naturalización colectiva de los indígenas musulmanes. de reclutas o voluntarios constituidos por musulmanes argelinos,91 '.os
Habían sin embargo renunciado rápidamente a ello, temiendo que ésta miembros del Parlamento francés votaron el 4 de febrero de 1919 una
acarreara el surgimiento de una “república árabe” que anunciara el fin ley que facilitaba el acceso de los indígenas de Argelia a los derechos
de la dominación francesa. La integración cívica de los judíos y de los políticos. Se presupone así que el compromiso del soldado compensa la
árabes se planteaba ciertamente en términos cuantitativamente muy di­ separación de la civilidad creada por el Islam. Por primera vez, se admite
ferentes. En el primer caso, se trataba de una minoría, mientras que la en efecto que los indígenas se vean dolados de los mismos derechos po­
población árabe era ampliamente mayoriiaria. El término mismo de in­ líticos que los otros franceses, permaneciendo ampliamente apegados a
tegración no tenía el mismo sentido y no acarreaba las mismas conse­ sus reglas civiles y religiosas tradicionales. Pero a cambio se les impone
cuencias a corto plazo en ambos casos. Pero también implicaba admitir satisfacer ciertas condiciones económicas, sociales o intelectuales que re­
de hecho una diferencia de “capacidad laica” entre el islam y eljudaismo. miten a una lógica censitaria o capacitarla. Además del hecho de que han
¿Se podía considerar entonces que el criterio de civilidad era superior al de ser ser monógamos o solteros, los “indígenas argelinos" —como to­
criterio de nacionalidad para decidir el ejercicio de los derechos de ciu­ davía se les lLma—deben, en efecto, llenar una de las seis condiciones
dadano, y considerar al islam como una religión diferente en su esen­ siguientes: haber servido en el ejército; saber leer y escribir en francés;
cia del judaismo o del cristianismo? Pero ¿no había que reconocer, por ser propietario o granjero de un bien rural, o propietario de un inmue­
otro lado, que el arraigo de la presencia francesa suponía que se pudiese ble urbano, o incluso estar inscrito en la lista de patentes; ser titular de
reemplazar paulatinamente el fusil por la boleta de voto en manos de los una función pública; haber sido investido de un mandato público elec­
musulmanes, permitiéndoles integrarse jbacífica y definitivamente a la tivo; ser titular de una condecoración francesa. Además, la calidad de
nación francesa? La perspectiva a largo plazo de la asimilación seguía ciudadano francés no se otorga automáticamente: debe ser objeto de una
solicitud expresa. Pocos argelinos buscan beneficiarse de esta ley, al
igual que después de la adopción del texto de 1865. Es por ello que, algu­
w Informe reproducido en Duvergier, 1865, pp. 405-415.
nos años más tarde, en enero de 1937, Maurice Viollette, ministro de Es-
!m EJ decreto del 27 de diciembre sobre la representación municipal de los extranjeros y los
musulmanes les aseguraba, sin embargo, una cierta representación elegida en los consejos m is
nicipales (otro decreto, del 7 de abril de 1884, se mostraba más restrictivo). tll Véase el informe de Streg al Senado (reproducido en Duvergier. 1919, pp. Iil-ti2).
3 9 (i El. TIEMPO l>t LA CONSOI ¿PACIÓN El. TRABAIO DE LA UNIVERSALIZACIÓN 397

lado soc ialista que conocía bien Argelia por haber sido allí gobernador manes o cristianos, unos y otros no diferenciándose colectivamente sino
general de 1925 a 1927, feroz partidario de una política de asimilación, por su grado de civilización. Sin embargo, su proposición no será dis­
anuncia la intención del gobierno de otorgar a ciertas categorías de arge­ cutida.
linos la ciudadanía francesa, sin compensación, proceso de renuncia o Viollette era muy lógicamente hostil a la creación de un colegio elec­
solicitud expresa formulada a título individual. Se estaba pensando so­ toral indígena específico, calculando que “eso sería organizar la guerra
bre todo en el argelino-ciudadano soldado.92Alrededor de 20 000 perso­ civil entre dos ideologías". Es. sin embargo, en esta dirección que irá el
nas habrían quedado incluidas. En una entrevista que da a Le Populmre, legislador después de la Liberación. El 7 de marzo de 1944, una ordenan­
Viollette declara: za del gobierno provisional otorga a título personal la ciudadanía fran­
cesa a toda una serie de argelinos: funcionarios, poseedores de un di­
La reforma que queremos realizar se preocupa esencialmente por recoger a todas ploma superior o de un certificado, jefes tradicionales, miembros de las
las elites musulmanas a medida que éstas se torman. e insertarlas en la nación cámaras de comercio y de agricultura o consejeros laborales, titulares de
francesa [...]. No se trata de dar el derecho al voto a la masa de indígenas argelinos. una condecoración.96 Queda explícitamente previsto que estos nuevos
Esta prerrogativa sólo se puede otorgar progresivamente: esta pobre gente se ciudadanos puedan continuar siendo regidos por sus derechos y costum­
encuentra, en su mayoría, de tal manera aún en la miseria que para ellos una boleta
de voto no significaría nada: estarían a la disposición del primer agitador que
bres en lo que concierne a su estatus personal y sus bienes97 (podían, por
llegara [...). Sería una aventura loca lanzar así a por lo menos 2 000 000 de hom ­ ejemplo, seguir siendo polígamos). La ley electoral del 5 de octubre de
bres sin preparación a las luchas clcciorales.9S 1946 se apoya en este texto para dividir en dos colegios a los electores ar­
gelinos. En el primero se encuentran los ciudadanos franceses no mu­
Incluso un abogado tan apasionado de la causa indígena como Vio- sulmanes y los ciudadanos musulmanes a título personal, definidos por
llette encontraba así, casi espontáneamente, los acentos y las expresio­ la ordenanza de 1944. En el segundo están todos los demás franceses mu­
nes tle aquellos a quienes el sufragio universal asustaba desde la década sulmanes, eligiendo cada uno de los dos colegios a un mismo número de
de 1840. Eso significaba pensar que la especificidad argelina no se debía diputados. Se había llegado así a una solución bastarda que mezclaba la
tanto a variables religiosas o culturales derivadas del Islam,94 como a una asimilación de las elites y una ciudadanía secundaria de masas. La déca­
especie de arcaísmo global que remitía a estas poblaciones a una edad da de 1950 iba a demostrar brutalmente que este equilibrio era imposible
predemocrálica. Para Viollette, el indígena argelino no era sino una es­ y que, desde el momento en que la simple dominación de un territorio
pecie de campesino de la edad media al que había que conducir poco a estaba descartada, la vía de la asimilación no podía existir de otra manera
poco al Siglo de las Luces.95 Para él existe claramente una escala uni­ que bajo la forma contraria con su consecuencia última: la posible sece­
versal en la que vienen a colocarse franceses e indígenas, judíos, musul- sión de una población reconocida como completamente soberana. En
este punto, los juristas serán más clarividentes que los responsables polí­
ticos. Desde comienzos del siglo, el Recueil de législation, de doctrine et de
1,9 El comunicado del Consejo de ministros evoca el caso de los oficiales y suboficiales, de jurhprudence coloniales publicaba advertencias dirigidas a los poderes pú­
ciertas categorías de funcionarios, de los comendadores de la Legión de Honor y de cien os blicos, para subrayar la imposibilidad de definir jurídicamente situacio­
titulares de la cruz de guerra.
y!í l.ePofniUiirt. jueves 7 de enero de 11137. Sobre Viollette, véase Fr. Gaspard, Mauricr Vwllr.Hr. nes intermedias, compromisos bastardos de nacionalidad entera y de
Iíommr polilitjue, riiitorialiUr, Édijac, l’ontoise, 1986 (el discurso citado no está incluido en esta ciudadanía parcial, y la incoherencia de los lexios legislativos. El drama
compilación). argelino, desde este punto de vista, se alimentó desde el principio con ilu­
ÍM Él asemejaba asi el caso de los musulmanes al de los judíos, señalando: "El estatuto |>er-
sortal de los musulmanes, está cerra, por poco, del de losjudíos hace 60 años" (I.r Populaire, 7
siones históricas e ingenuidades culturales, precipitadas encima de un
tle enero tle 11)37).
<J-r>Éste era ya el enfoque de Víctor Scluclchcr. Él justificaba la necesidad de la asimilación
política de las colonias a la matlre patria, y por tumo el voto de los indígenas, señalando: “Los 96 Ordenanza del 7 de marzo de 1944, relativa al estantío de los franceses musulmanes de
hombres de raza europea no poseen ya más el privilegio de la educación, de la riqueza, de Argelia,yoiima/ O/ficiel (Argelia) del 18 de marzo de 1944.
los talentos”; V. Scluclchcr. I)r la rrpmmUition direcle d a colonia au pariemml, París, 1875, p. 4. u7 Ordenanza del 23 de noviembre de 1944.
398 El t ie m i 'o iik i.a c o n s o l id a c ió n E l t r a u a io dk la u n iv e r s a l iz a c ió n 399

gran vacío jurídico y teórico, antes de ser el resultado de simples errores época ninguna crítica y ningún comentario, pareciendo tan banal co­
políticos. Lo importante estribaba no tanto en la inteligencia de la ges­ mo lógica. En el espíritu de los hombres de 1848, Senegal se consideraba
tión de los acontecimientos, como en la comprensión de su ineluctable en efecto de la misma manera que las Antillas. Era una vieja colonia —en
punto de destino. 1789, los habitantes de .Saint-I.ouis habían enviado un cuaderno a la
Hay en este punto una especificidad del proceso de la descolonización .Asamblea Constituyente, e indígenas libres habían combatido contra los
en Argelia. Éste chocó más que en todos los demás lugares, trátese de las ingleses en las milicias locales—y el Islam no constituía una gran preo­
colonias de los otros países o de las otras colonias francesas, con una cupación. Pero los progresos de la expansión colonial a finales del siglo
especie de gran ceguera teórica. Es a propósito del caso argelino que las XIX volverán esta herencia más problemática. Aunque nadie protestaba
contradicciones del universalismo jacobino aplicado al hecho colonial por la legalidad de la medida lomada en 1848, existía inquietud por el
aparecieron de la manera más notoria. La idea de una ciudadanía sin ejemplo que ésta podía constituir para otros territorios. A la pregunta:
civilidad mostró ahí sus límites. Incluso aunque permaneciera adherida ¿constituye el estatus político de los indígenas del Senegal un modelo
a la arcilla de las obligaciones, de los pequeños arreglos y de las menti­ para el futuro o una excepción?, los juristas y los políticos daban al uní­
ras a medias, la idea colonizadora estuvo siempre adosada en Francia a sono la segunda respuesta. Arlhur Girault, el gran especialista en los pro­
la visión de una posible ciudadanía pura, separada de toda modalidad blemas coloniales, hablará de “privilegio singular e irracional". El le­
propia de la vida en común; a un resultado indisociablemente lejano e gislador buscará además limitar los efectos de esta ciudadanía indígena,
irradiador de progreso en la igualdad entre los hombres, que llevara a circunscribiéndola sólo a los habitantes de algunas comunas de la colo­
la “consanguinidad filosófica” que evocaba Lamourette en 1792. Hay es­ nia.99 Durante tocia la Tercera República, el derecho político se asocia de
ta ilusión y esta esperanza en la idea colonial francesa aplicada a Argelia: hecho al derecho civil, apareciendo su desacoplamiento como una ano­
construir una nación de un nuevo tipo, que borre las barreras étnicas o malía y una monstruosidad. Se consideraba entonces que sólo podían ac­
culturales, inventando una fraternidad de tipo inédito, el punto extremo ceder a la ciudadanía, es decir al derecho al voto, los franceses indíge­
del desenlace del universalismo abstracto. nas que hubiesen aceptado la condición civil del derecho metropolitano.
El punto de bifurcación se encontró antes, y de manera menos dra­ Pero no era éste más que un punto de vista teórico. En el siglo XIX, no
mática, en los otros territorios. Desde 1848. la idea asimiladora había había, en efecto, ningún procedimiento de naturalización abierta para
sido aplicada también al continente africano. Ese año, en el Senegal, los indígenas de las colonias.11,0Éstos no se consideraban extranjeros, pe­
todos los hombres de color de más de 21 años de edad habían recibido ro tampoco podían convertirse en franceses por completo. La posibili­
el derecho al voto.98 La colonia era. es verdad, muy restringida: sólo con­ dad de que los indígenas de Indochina o de Africa pudiesen acceder a
taba con algunos millares de habitantes. Pero las personas concernidas, la calidad de ciudadano francés no les fue otorgada sino a comienzos del
a diferencia de la población de las Antillas, no estaban regidas por las re­
glas del derecho civil francés, y la mayor parte de ellas eran de religión
musulmana. Arago y Schoelcher no habían sin embargo revolucionado m Ley (ie | 5 {|e abril cié 1884, que precisa que sólo los indígenas que habitan cuatro comunas
nada al tomar esta medida. Ésta, por su parte, no había levantado en la del Senegal (Sainl-Louis, Goréc, Dakar. Kulixque) son electores. El legislador se había fundado
en el h e d ió de que los antiguos derechos de la época de la monarquía no consideraban más que
estas comunas. Varios recursos ante el Consejo de Estallo confirmaran estos derechos de los in­
dígenas senegaleses. que quedarán explícitamente reafirmados por la ley del 29 de septiembre
Ordenanza riel 27 de abril de 1848. Víctor Schu:lcher había escrito en su informe pre­ de 1916 (cuyo preámbulo insistía en la lealtad a la pam a de los indígenas que combatían bajo
paratorio: “Las colonias regeneradas regresan a la gran familia." “La república ya n o se propone la bandera francesa, los ramosos “tiradores senegaleses"). Subrayaremos además que varios ju­
hacer ninguna distinción en la gran familia", había explicado igualmente; véase V. Scluelcher, ristas importantes m acarán la “lamentable premura" con que fue votada esta última ley de con­
¡ísclavage r.t calmusatitm, textos escogidos y anotados por E. Tersen. París, 1948, pp. 145-152. firmación.
Véase P. Darexlc. “Le droit élertoral fies indigénes au SénégaT, Recudíde légulalion, de doctrine 100 Véanse sobre este punto los desarrollos de D. Amis, “La ronditiun juridique des indi-
el de furvprudence coloniales, mayo de 1910, y V. Chazelns, “l.es droits élcctoraux des indigénes genes dans I'Afrique ocridentale francaise", Recueil de Ugúlatian, ile doctrine et de furisprudence
auSénégalci laP.évolutionde 1848", Lo Itévvlulwn de W4S. L XXXV. diciembre 1928-cncro 1929. coloniales, junio y julio 1910.
400 E l. TIEMPO l)E LA CONSOLIDACIÓN El. TRABAJO DE LA UNIVERSALIZACION 41) 1
*

siglo X X .101 Los procedimientos eran bastante restrictivos (incluso si se objetivo era aplacar las tensiones y las reivindicaciones que se sentían en
suavizaran un poco después para los indígenas que habían combatido en ascenso. El relator de la Cámara de Diputados, Alduy, señala: “Ya no es
las lilas francesas durante la primera guerra mundial) e implicaban un sólo el Islam el que es una caja de resonancia, es todo el conjunto de los
paso volumarisla. De ahí el poco impacto de estas nuevas legislaciones: países subdesarrollados.”105*El gobierno se propone tomar la delantera
para el año de 1925, sólo se contará con 36 naturalizaciones otorgadas y propone dos medidas radicales: la institución del suf ragio universal y
¡para el conjunto de los indígenas de Africa, Cochinchina y el Tonkín! No el colegio único. Es una revolución tanto teórica como política. Pero se
por ello se dejaba de ponderar la generosidad francesa y la gran comu­ acompaña de la aceptación de una evolución hacia la independencia, o
nidad que formaban la metrópoli y sus colonias. por lo menos hacia las formas de simple asociación de las colonias. El
Había que moverse después de la Liberación. El statu quo se había reconocimiento ríe la ciudadanía para los indígenas va así de la mano con
convertido en antimonárquico, pero nadie deseaba conducir a las colo­ el abandono de la idea asimilacionista. Es un diputado del M R I\ Pierre-
nias de África y de Indochina por una vía similar a la de Argelia. Los pa­ Henri Teilgen, quien lo dice más claramente en la tribuna. “Cuando este
dres fundadores de la Cuarta República creyeron encontrar la solución texto sea votado —subraya—, Francia habrá roto definitivamente, en ma­
a través del concepto de Unión Francesa. El artículo 80 de la Consütu- teria de ultramar, con la política de asimilación que ha sido su política
ción del 27 de octubre de 1946 otorgaba a todos los habitantes de las tradicional desde la Convención.”lüb ¿Había cesado entonces Francia de
colonias la calidad de “ciudadano de la Unión Francesa”. Así quedaba temer convertirse en “la colonia de sus colonias", según una célebre fór­
designado un nuevo tipo de ciudadanía, distinto al de ciudadanía fran­ mula de Edouard Herriot? ¿Había desaparecido la obsesión de la pobla­
cesa o a las eventuales ciudadanías locales, que ponía lin entonces ción de origen metropolitano de verse sumergida por la masa indígena?
nominalinente a la exclusión cívica de los indígenas. Pero nadie pudo dar
un contenido jurídico sólido a esta noción y responder a las preguntas
'V P Ciertamente no. Pero a partir de los años cincuenta se empieza a pensar
que la única protección contra la mayoría reside, en el fondo, en su dis-
que suscitaba: ¿cómo pensar en semejante ciudadanía si no correspon­ tanciamiento radical. ¿Se calculaba que de ahora en adelante las creen­
día a ninguna nacionalidad?, ¿cómo evitar considerarla como un sistema cias, las tradiciones, el modo de vida, en suma, todo lo que constituye la
federal, el único que podría admitir una pluralidad de ciudadanías y civilidad, podían trazar barretas infranqueables entre los hombres, im­
nacionalidades?102 Las preocupaciones políticas que habían conducido pidiéndoles pertenecer a la misma ciudadanía? La especificidad del
a lanzar la idea de la Unión Francesa habían creado una noción de ciu­ Islam o la de las costumbres indígenas no aparece como el obstáculo
dadanía puramente formal.103 Habrá que esperar a 1956 para que las co­ determinante, en los años cincuenta. La fe en el trabajo de laicización de
sas se aclaren por medio de una ley de bases, llamada ley Defferre.104 Su la historia, y en el Lrastocaraiento de las costumbres por la moderniza­
ción industrial sigue siendo entonces inconmovible. El obstáculo prin­
cipal a la vía de la asimilación es, de manera mucho más trivial, econó­
101 En 1913 en el taso tle Indochina (aunque cieñas posibilidades existían desde antes, sin mico. Un diputado lo expresa crudamente en el debate de 1956: “Hay
embargo), y en 1912 pata los súbditos de la AEE y la AOF. que tener el valor de decir lo que no estamos dispuestos a dar: la asi­
102 Véase P. Lampué. “La ciloyennctc de l'Union Iraneaise”, ReúneJuridique el Politique de
ÍVnion Franfaise. julio-septiembre tle 1950. y Fr. Borclla, L 'evotutianJuridiqueet Politique de l 'Union
milación de los niveles de vida.”107 Es decir, que el nudo de la cuestión
Franfaise depuis 1946, París, 1958. residía en la negativa a una redistribución económica y social.
Aquí podríamos hacer un paralelismo con ele cta británica de 1948 que instituye una
ciudadanía de la Commonwealth. Señalaremos que la British Nationality Act de 1981 sigue dis­ tos Journal OJJicieL Débats Jmriementaim. Chambre lies Uéputés, sesión ordinaria de 1955-1956.
tinguiendo a los british citizens, british tiepentlenl territorios eitizens. british overseas ritizens, british sesión del 16 de marzo de 1956. anexo núm. 1242, p. 823.
subjeets, british protected persims. Véase A. Dummctt y A. Nicol, Subjects, citixens, aliens and others: iw» IbitL, sesión del 20 tic marzo de 1956, p. 1072.
nationality and mmigration lato, Weidenleld and Nicolson, Londres, 1990, y GodineC, “I.'évolution 107 |* _h . Teilgen,Jímraa/ OJJicieL UcbnF, fmrlementaires. Chambre des Uéputés, sesión del 20 de
de la notion de citoyenncté tlans la communauté des nations britanniques" y “Le statut com mun marzo de 1956, p. 1073. Podemos subrayar que Pierrc Mendés Francc era muy reservado trente
et les citoyennetés locales dans I'Empire britannique. le British National Bill de 1948", Reime a una eventual política de integración en Argelia por este mismo motivo económ ico (véase su
Juridique e.t Politique de l'Union Franfaise, 1947y 1948. carta del 7 de febrero de 1956, en P. Mendés France, (Fumes computes, Gallimard, París. 1987,
IW Ley del 28 de junio de 1956. l. iv, pp. 162-163).

* Í
402 El t ie m p o d e la c o n s o l id a c ió n El tk a h a jo d e i a u n iv er sa l .!-/.a c ió n 403

Ahí tocamos lo más profundo de la idea de ciudadanía. Más allá de la marca (1981), los Países Bajos (1986). La idea es generosa y no carece de
simple proximidad que traducen las costumbres comunes, la historia fundamentos. Sus promotores ponen por delante el carácter integrador
compartida y el territorio habitado de común acuerdo -to d o lo que la del derecho al sufragio, esperando implícitamente que los inmigrados
idea de nacionalidad se propone expresar de manera sintética—, la ciu­ salgan de su marginalidad según un proceso equivalente al que había
dadanía remite a una visión más exigente de la vida en común, más allá permitido a la clase obrera, en el siglo XIX, entrar plenamente a la nación.
incluso de la lucha codo a codo frente aun mismo enemigo: la ciudadanía Ellos subrayan igualmente que los inmigrantes pagan impuestos y tienen
es, en última instancia, un espacio de redistribución aceptado. La liga social de derecho de expresarse sobre los logros y los proyectos de las comunas
la que la ciudadanía toma su origen no es sólo la del universalismo, en en las que permanecen. La población aludida por esta sugerencia no es
su abstracción generosa. Es también la de la comunidad de reparto y re­ desdeñable, subrayémoslo, ya que las dos terceras partes de los extran­
distribución. El ciudadano moderno es, indisociablemente, miembro de jeros que viven en Francia residen ahí más de diez años (80% de sus hijos
un Estado-benefactor y de una nación. Es por allí que pasa la irreductible nace en el Hexágono).
frontera de la ciudadanía.108Ella alraviesa el interior mismo de la nación El proyecto de otorgar un derecho de voto local a los inmigrantes es­
cuando ésta no ha sido aún dolada de un Estado redistribuidor y separa tablecidos duraderamente en el territorio procede de intenciones loa­
en seguida las diferentes formaciones redistributivas. La historia de los bles. Se lo ha juzgado a veces como inadmisible por motivos de orden
debates sobre el sufragio de los indígenas nos proporciona su más noto­ constitucional, al hacer la atribución del derecho al voto local a los ciu­
ria demostración. La conquista del sufragio universal no se acaba sino dadanos de nacionalidad extranjera que participen indirectamente en la
con la clausura reconocida de la ciudadanía. designación de una parle de los representantes del pueblo, siendo ele­
Las interrogantes sobre la condición política de los indígenas en las gidos los senadores por medio de los electos locales. El argumento, que
colonias han demostrado que no se podía concebir la nacionalidad sepa­ se basa en una interpretación literal del artículo 3 de la Constitución, no
rada de la idea de ciudadanía. ¿Es posible, a la inversa, imaginar formas carece de fuerza jurídica. Pero eso no es lo esencial. F.1 problema no re­
de ciudadanía desligadas del criterio de nacionalidad? ¿Existe una nueva side tampoco en la simple constatación del carácter prematuro de una
frontera de la ciudadanía fundada en esta disociación? Eso es lo que de medida que sería demasiado avanzada con respecto al estado de las
hecho calculan los partidarios de la atribución del derecho de voto local costumbres. Es un motivo más filosófico el que conduce a cuestionar el
a los inmigrantes que hayan permanecido en Francia desde hace cierto principio de semejante derecho al sufragio: la imposibilidad de recusar
tiempo. Entre el extranjero de paso y el nacional, definen una categoría la categoría de extranjero, f undar un derecho al voto, incluso limitado,
intermedia de implicación social, fundada en el trabajo y la residencia, en criterios de pura civilidad conduce a ello directamente. Esto vendría
que justifica a sus ojos el reconocimiento de derechos cívicos específicos. a vaciar de todo contenido la idea de nacionalidad, ya que lo social se con­
En sus “110 proposiciones" presentadas en 1981, Frangois Mitterrand cibe en su inmediatez, desprendido de toda inscripción cultural y de to­
prometía en este espíritu otorgar a los inmigrantes el derecho al voto en da historia, puramente replegado en la esfera de la interacción cotidiana
las elecciones municipales después de cinco años de presencia en el te­ entre los hombres. Es negar de golpe, simultáneamente, la existencia de
rritorio francés. Varios países europeos se incorporaron a esta vía desde una sociedad política distinta en su esencia de la sociedad civil, sobre todo
comienzos de la década de 1970: lü!>Irlanda (1973), Suecia (1975), Dina- si esta última se entiende de un modo “diferencialista” (es decir, como
r simple yuxtaposición de individuos y de grupos culturalmente hetero­
géneos). Ya ningún principio de unidad y de identidad colectiva puede
"w Podem os recordar que los indios de Estados Unidos debieron esperar hasta 1924 para
disponer del derecho al voto y que los aborígenes australianos no accedieron a la ciudadanía ser entonces formulado: lo social y lo local se vuelven categorías terrible­
política sino en la década de 1960. mente abstractas, cuya apertura no es ya en absoluto, paradójicamente,
luy Véase W. R. Brubaker,ImmigralwnandOiepuliliao/atizmshípmEuropearulNorüi Ammca, una prenda de inserción, sino que funciona, por el contrario, como una
University Press o f America, Nueva York, 1989, y Z. Layton-Hcnry (coinp.), Thepolilical rigkts of
migran! workm in wtsUrm Europe. Sage, I /jndres, 1991 (véase principalmente el capítulo de |. Rath,
gigantesca máquina creadora de indiferencia entre los hombres, corrién­
“Voting rights"). dose el riesgo, en sentido inverso, de provocar reflejos perversos de cris-
404 El. TI KMI'O D t LA CONSOLIDACIÓN El. TRADA|C> DF. lA L'NIVKR.SAI.I/.'UáON 401)

pación di* la identidad. Distinguir una “ciudadanía local" y una “ciuda­ voto local otorgado a los inmigrantes aparece como vacía de sentido.
danía nacional” remite a negar la noción misma de ciudadanía en su Este derecho designa, en el fondo, más un problema de lo que const ituye
complejidad histórica y política.110 listo conduciría al mismo tiempo a una solución. El lenguaje mismo permite adivinarlo fácilmente. Se habla
instituir un enfrentamiento peligroso entre, por un lado, una nación «pie de “voto inmigrado" y no de “voto extranjero”, como si el inmigrado
tendería mecánicamente a replegarse en una identidad tan indiscutible fuera una categoría más social que jurídica, o como si designara a un ser
como restrictiva, y por el otro una sociedad civil que sería para el in­ híbrido, un compuesto jurídicamente improbable de extranjero y de na­
dividuo un lugar de indiferenciación absoluto. No hay ciudadano de­ cional. Con la idea de derecho al voto, es de hecho un déficit de civilidad
mocrático posible si se niega la figura del extranjero, si el extranjero no el que se quiere llenar. Al no saber cómo resolver los problemas de
se piensa políticamente, en su exterioridad frente a la ciudadanía. Si no, alojamiento, de trabajo, de organización del espacio urbano, se apela a
este último no será reconocido más que de la manera más salvaje, bajo una forma de integración que se considera va a transfigurar estas difi­
la especie del clan, la etnia o la raza, dibujando en relieve el rostro más cultades. En el caso francés, la perspectiva se inscribe además en un ras­
primitivo de la idea de nación. En contra de esta ilusión, no hay sino clos go histórico esencial de la cultura política: la tendencia permanente de
maneras de concebir positivamente la necesaria integración de los ex­ la esfera política a absorber a la de lo social. Pero, al continuar esta ten­
tranjeros que residen en una sociedad: la asimilación política a la nación, dencia hasta el final, la idea de ciudadanía local para los extranjeros
por el sesgo de la naturalización, con lo que ésta supone de inscripción subraya, a cambio, sus límites y contradicciones.
en una historia y en una cultura política, y la inserción económica y social La perspectiva, para 1995, de una “ciudadanía europea” tal como fue
en la sociedad civil. No hay tercera vía posible. adoptada por el Tratado de Maastricht en diciembre de 1991, ¿conduce
La ciudadanía, como la nacionalidad, no se compane. Pero la civilidad por otro sesgo a una división de la ciudadanía de la misma naturaleza que
tampoco se discute: procede del simple reconocimiento de la inscrip­ la que sería resultado de la atribución del derecho de voto a los inmi­
ción del individuo en una interacción económica o sobre un territorio. grados para las elecciones locales? No es el caso, evidentemente, en lo
Nos podemos preguntar, en este punto, si el proyecto de otorgar el dere­ que concierne a la definición de una nueva ciudadanía de la JJnión.111Ésta
cho de voto local a los inmigrados no proviene de una doble desilusión no absorbe de ninguna manera, en efecto, las ciudadanías nacionales.
con respecto a las capacidades de integración de la inserción civil, así Simplemente se superpone a ellas, dando testimonio de una compleji­
como de la asimilación política. Es en efecto sorprendente constatar que dad jurídica del conjunto político de un genero inédito —ni verdadera
los países que han implantado este derecho están entre los menos asi- federación, ni super-Estado-nación—que está en proceso de edificarse a
milacionistas, como si se tratara, en su caso, de exorcizar su mala con­ partir de la Comunidad de los Doce. La ciudadanía de la Unión es una
ciencia o de ofrecer una compensación a la rigidez de sus reglas de natu­ ciudadanía separada de la idea de nación, pero corresponde a un nivel
ralización: A la inversa, en Estados Unidos, el país occidental que es de teórico de expresión de la soberanía de un “pueblo europeo", ya que se
manera innegable el más asimilacionisia, puesto que basta con residir y encama en el derecho al sufragio para la elección de un parlamento
trabajar ahí durante tres años para adquirir la nacionalidad, la idea de europeo y coincide también con la edificación de un espacio jurídico
estructurado por reglamentaciones y cortes de justicia propias. El reco­
nocimiento de una ciudadanía de la Unión no haría en ese sentido sino
110 Véanse sobre este punto los buenos señalamientos de l \ A. TaguietT y t’. Weil, “tm-
inigralion, fait natioual e l ritoyennetc". Espnt, mayo de 1*190, y j. Leca, Nalionalitéet citoyrnnetc contribuir a llenar el foso que se ha abierto entre la formidable transfe­
dans l'Europe des immigratioiu, docum ento redactado para la fundación Agtielli. 1900. Sobre la rencia de soberanía que ya se ha operado a favor de Bruselas, y la ausen­
relación entre ciudadanía y nacionalidad, además de las obras históricas citadas previamente, cia de legitimación popular correspondiente. Permitiría llenar lo que se
consultaremos principalmente: D. Schnappet, 1.a Frailee de Vinlégralion. Soeiohgie de la nalinnen
1990, Gallimard, París, 1990; Éter.franjáis aujuurd'hut, UCL París, 1 0 /1 8 ,2 vols.. 1988 (informe
suele llamar habitualmente el déficit democrático de Europa. Sin en-
al primer ministro de la Comisión de la Nacionalidad presidida por Marcean t.ong); D. Colas.
É. Emcri, |. ZvUierberg(comps.), Ciloyenrié el natumalité. Fenpeelives enFrarue elau Quelm, l'UK, Pa­
111 Sobre la idea de ciudadanía europea, véase J.-M. Ferry, l¿s puvaances de Vexpérience, vol.
rts. 1991.'
U: vrdres dr la coinuivtsaiicr, Ccrf, París, 1991.
E l. TRABAJO DE 1A UNIVERSALIZACIÓN 407
406 El t ie m p o df. i a c o n s o l id a c ió n

trar aquí en el debate de las formas que hay que dar a esta acción de saria reforma constitucional que implica en este sentido el acuerdo de
reequilibramiento (desarrollo de una “ciudadanía europea" o simple re- Maastrichl. no encuentra sentido en Francia si no es en la perspectiva
lorzamienlo de los controles políticos nacionales), se puede en todo caso más exigente, y la más problemática: la de la realización de un verdadero
comprender que la pluralización de la idea de ciudadanía remite a la espacio federal.
complejificación de las formas de soberanía que marca el desarrollo de
la construcción europea.
Completamente distinto es el sentido del otorgamiento del derecho
al voto y a la elegilibilidad para las elecciones municipales a los naciona­
les de los países de la Comunidad en su lugar de residencia efectiva,
incluso si no son oriundos de aquel país.112Aunque crea un nivel de iden­
tidad supranacional, la Unión Europea no conduce automáticamente al
establecimiento de instituciones comunitarias a nivel infranacional. El
senddo de esta medida es coherente con la concepción civil de la adminis­
tración municipal que prevalece culturalmente en la Europa anglosajona
y la Europa del norte. Por su naturaleza “prepolítica”, el voto municipal
puede en esos países estar disociado del ejercicio de la ciudadanía po­
lítica. La lengua misma traduce a veces esta diferencia. En alemán, la
noción de “ciladinidad" (el Stadtsbürger) no se ha confundido histórica­
mente con la de ciudadanía (el Staatsbürger).u ■'*El derecho al voto local
no tiene ahí el mismo alcance que en Francia. La cadena políüca de la
ciudadanía en Francia es continua, desde la escala local hasta la nación
entera. En esta concepción unitaria de la ciudadanía, la modificación de
las reglas de nacionalidad para la inscripción en las listas electorales mu­
nicipales sólo tendría sentido estando concebida como una primera eta­
pa en la realización de una ciudadanía europea plena y entera, que con­
llevaría derechos de sufragio únicamente determinados por el criterio
de residencia, incluso si la Unión se siguiera entendiendo culturalmente
como un conjunto de naciones que conservan sus identidades cultura­
les. No sería posible permanecer sólo en la apertura del voto municipal
a los residentes europeos. Lógicamente, habría que extender poco a po­
co esta medida a las otras elecciones políticas (consejo general, consejo
regional, parlamento). El universalismo a la francesa no puede contem­
plar la ciudadanía sino bajo la forma de un bloque. Más allá de la nece-

113 Decidida igualmente en Maastrichl, esta m edida había sido ya aceptada en principio en
1989 por el 80% de los diputados en el Parlamento europeo.
, l * No deltemos olvidar, además, que el acuerdo de Maastricht prevé al mismo tiempo una
ciudadanía europea para las elecciones locales y un estricto dom inio de cada país sobre las con­
diciones de acceso a la nacionalidad. Esta "ciudadanía' no está entonces ligada a la perspectiva
de una nacionalidad europea.
CONCLUSIÓN: UN UNIVERSALISMO
SINGULAR

partir de qué momento constituye el sufragio universal una

A experiencia irreversible? ¿En qué fecha se puede calcular que


se cierra la historia de su conquista? Responder a esta pre­
gunta es menos simple de lo que parece. Varias historias se su­
perponen de hecho, cada una con su temporalidad propia. Nosotro
hemos entrecruzado tres de ellas. La primera es jurídica e institucional,
la segunda es de orden epistemológico, mientras que la tercera es cul­
tural. Los límites de la historia jurídica e institucional son los más fáciles
de fijar, l’ero para ello es aún necesario distinguir los dos registros que
la componen. Por un lado, el sufragio como apuesta social, objeto de una
lucha por la integración y por el reconocimiento. Esta parte de la historia
no es la de una conquista lineal. El sufragio universal, en efecto, se acepta
como principio en su punto de partida, durante la revolución, y después
es refutado más seriamente. La historia se detiene con el final de los
cuesdonamientos y los retrocesos: primero en 1848, con la clausura del
periodo censuario y la reformulación, exenta de ambigüedades revolu­
cionarias, del principio de universalidad: luego en cierta manera el 2 de
diciembre de 1851, cuando se abroga la ley apresurada del 31 de mayo
de 1850; finalmente, el 30 de noviembre de 1875, cuando la adopción de
la ley sobre la elección de los diputados consolida definitivamente las
experiencias, marcando así una especie de confirmación solemne del su­
fragio universal. Pero la historia jurídica del sufragio se inscribe también
en una perspectiva de orden antropológico: la de la realización de tma
sociedad de individuos. Ésta comienza en el siglo XVIII, cuando los cuer­
pos cesan de ser tomados como base de la representación política, y al­
canza un calderón en 1944, con el acceso de las mujeres a las urnas. Es
una historia que está lejos de haber terminado, ya lo hemos subrayado.
410 La c o n s a g r a c ió n dki . c iu d a d a n o C o n c l u s ió n 411
*
indexada como está en el gran proceso de individualización de lo social. 1860, se escucha decir a menudo, por ejemplo, que el sufragio es una ins­
Su realización plena queda aún ante nosotros, ligada al advenimiento del titución demasiado nueva como para ser verdaderamente comprendida.
reinado del hombre sin calidad, puro individuo sin edad ni sexo, sin otra En la década de 1870, sigue siendo entendido como una fuerza misterio­
característica que la de ser un ser vivo. I listoria que puede, incluso, más sa e imprevisible. Es sólo a comienzos del siglo XX, a este respecto, que
allá del ingreso a la esfera cívica del niño y del loco, tomar caminos peli­ el sufragio universal se banaliza. El criterio de las técnicas electorales es
grosos, todavía insospechados e inexplorados, como los de una repre­ también determinante para apreciar la entrada del sufragio universal en
sentación de la naturaleza o del mundo animal, a fin de armonizar en la las costumbres. Es necesario impedir el fraude, que se dominen las
política todos los intereses de las diferentes categorías de lo viviente, técnicas de voto, que la libertad de elección del elector quede garantiza­
dando por hecho que cada una de ellas tiene derechos propios.1 da. La historia cultural está aquí completamente encastrada en una his­
1.a historia epistemológica es la del reconocimiento de la validez del * ? toria material.
sufragio universal como procedimiento óptimo de toma de decisión y de Es sorprendente constatar hasta qué punto estas tres historias quedan
elección de los hombres. Tal historia oscila entre dos polos que son la disociadas y desfasadas en Francia. Al superponerse, no desarrollan un
cuestión de las relaciones entre la mayoría y la razón, y la de la legitimi­ hilo regular y muestran solamente un extraordinario encabalgamiento
dad. Más allá del primer teorema de Montesquieu sobre la capacidad de tle audacia y arcaísmo, de avances y retrocesos, que se disocian y se acer­
los hombres de escoger a quienes los gobiernen, ésta es señalada como can a veces con estruendo, a la manera de pesadas placas arquitectónicas
un hito por la ley de 1882 sobre la instrucción obligatoria, que permite que trabajaran las profundidades de lo político. Esta situación contrasta
avizorar que cada ciudadano se convierta en elector racional y conscien­ con la relativa unidad y el carácter progresivo que ha revestido la historia
te de sus responsabilidades. Pero ello queda aún abierto; pues, más allá a $ del sufragio universal en la mayoría de los demás países democráticos.
de la simple resignación de algunos nostálgicos del ejercicio de la sobe­ Ya se han expuesto extensamente las razones del desfase entre el carác­
ranía del pueblo o del consenso sobre el sufragio como procedimiento ter muy precoz de la conquista del sufragio-integración social, y el retra­
de legitimación, que instaura un poder de la última palabra, todavía sub­ so que ha llevado el dar a las mujeres el derecho al voto. Pero también
siste, en efecto, una duda tan oculta como real sobre la capacidad de la hay que evocar, en conclusión, otras escisiones sorprendentes entre la
mayoría para realizar las mejores elecciones. Esta sospecha ya no se ex­ historia jurídica y la historia material, en principio. Cerca de tres cuartos
presa ciertamente, como antaño, oponiendo a las masas y la elite. De aho­ de siglo transcurren entre 1848 y la garantía formal de la libertad del
ra en adelante, se da en nuevas categorías, o por lo menos con nuevas pa­ sufragio para el establecimiento de la casilla de voto; mientras que en
labras, cuando el hombre de la calle se opone, por ejemplo, al universo Gran Bretaña sólo cinco años separan la gran Reform Bill de 1867 y la
de los “imbéciles” para manifestar su escepticismo democrático, cuando adopción del voto secreto mediante la Ballot Act (1872).
la clarividencia de personajes de excepción se celebra oponiéndola a la Este libro está consagrado a la historia intelectual del derecho al su­
frialdad, a la ceguera, incluso a la cobardía de la gran mayoría, cuando fragio, y no a las técnicas y a las prácticas electorales. Otros investigado­
se deplora el atraso o la alienación de ciertas capas de la población, o res han comenzado a explorar estos temas igualmente apasionan te s ,s o ­
incluso cuando se manifiestan reacciones incómodas sobre los límites de bre los que sabemos aún demasiado poco: la organización material del
aquello que es refrendable. voto (oficinas, boletas, urnas, recuento de votos), el manejo de las listas
I-a historia cultural del sufragio universal, finalmente, se confunde electorales, los modos de presentación de las candidaturas, la tipología
con la de las prácticas electorales. Ésta se termina cuando se puede calcu­
lar que el sufragio universal ha penetrado en las costumbres. ¿En qué
momento esto se cumplió? Muchos elementos pueden tomarse en cuen­ * Además de las obras anecdóticas ya citadas de Alexandrc t’ilenco, véanse los trabajos más
ta para dar una respuesta. En principio, el de la época. En la década de* recientes de Jean-Yves Coppolani sobre el imperio, de Patricc Gueniffey sobre la revolución y
de |ean Rohr sobre el Segundo Imperio que hemos m encionado en el cuerpo del texto. 1labra
también que referirse a la obra anunciada para 1992 en Éditions Calmann-Lévy de Alajn Garri-
* Véase a este respecto la deep tcolafy en Estados Unidos. gou, Ij voU ou la vertu. Comment la fmnfaú sont drvmus électeurs (1848-1914).

* f #
CONCLUSIÓN 118
412 1.A CONSAC.RAC1ÓN d e i. CIUDADANO

de los fraudes/ 1.a forma de las boletas y de los sobres, la existencia de los que se puede constatar un desfase histórico análogo al del caso fran­
las casillas, han sido también objeto de debates extrañamente apasiona­ cés son los de Latinoamérica. En aquel continente, el sufragio universal
dos. Propuesta por primera vez en el año m, la casilla sólo se adoptó en fue decretado a veces muy temprano en el siglo XIX, pero una verdadera
19134 en Francia. El modo de impresión de las boletas, el formato y las institucionalización del fraude electoral limitó allí singularmente el
características técnicas de los sobres ocuparon durante centenares de sentido de este impulso democrático. La referencia al ejemplo francés,
horas a las asambleas parlamentarias. Aunque las interrogantes sobre las oficialmente revindicado en varios de estos países, no deja de producir
modalidades de una “buena representación" (escrutinio de lista, propor­ perplejidad: como si la celebración del universalismo a la francesa de­
cionalidad. etc.) acaparan buena parte de las discusiones referidas al biera también ir a la par con la adopción hipertrofiada de sus patologías
derecho al voto a finales del siglo XIX, deben también ocupar la aten­ y sus equívocos.
ción las torpezas y las sordas reticencias que marcan, incluso en las lilas Entre la institución del sufragio universal, en 1B4S, y su aceptación
republicanas, el establecimiento de modalidades técnicas modernas verdaderamente general y definitiva, ha pasado más de un siglo. Este
para el ejercicio del derecho al sufragio. En el momento en que el prin­ retraso tiene de excepcional el hecho de que no se explica de ninguna
cipio del voto universal deja de ser cuestionado, éstas son testimonio de manera con elementos de historia social, Ó entonces, habría que hacer
las perplejidades que permanecen incluso en aquellos que habían sido historia social a la inversa: en efecto, es en la izquierda, paradójicamente,
sus primeros apóstoles. Esta separación entre la historia técnica y la his­ y no en la derecha —se ha demostrado—, donde las reticencias y las críli-
toria política del sufragio universal es particularmente notable en el caso cas han sido más tardías. cEl fondo del problema? Reside en la imposi­
francés. En efecto, constatamos en la mayoría de los demás países demo­ ción del racionalismo político y en la tensión que lo mantiene a distancia
cráticos que la casilla y las boletas impresas se adoptaron aproximada­ de la idea de soberanía de la voluntad general. El proyecto de educa­
mente al mismo tiempo que la ampliación del derecho al voto para la ción de la democracia permitió reducirla o disimularla, pero no la su­
gran mayoría/’ Ya lo hemos mencionado en el caso de Inglaterra, pero primió. La desconfianza hacia la mayoría posee raíces intelectuales más
también se aplica a Alemania, Bélgica, Estados Unidos, Noruega. Ahí que sociales, se puede decir. La tensión estructurante de la culi tira políti­
también se puede constatar que la precocidad de la conquista democrá­ ca francesa vuelve muy difícil la formulación de una teoría positiva de la
tica en Francia fue discretamente compensada, contrapesada por extraor­ democracia. La democracia puede ser celebrada como una obligación o
dinarias ambigüedades y precauciones mezquinas. Los únicos pauses en* una utopía, pero jamás se entiende como una forma superior de orga­
nización política o como una técnica de gobierno mejor que otras. No
* Los testimonios <le los prefecto» serían valiosos a este respecto, pero signen siendo excep­ puede ser defendida sino sobre la base de argumentos sociológicos (la
cionales. Véase, sin embargo, la obra reciente de uno de ellos, Charles Rickard, Vérités sur tes pacificación social), históricos (la irreversibilidad de las experiencias) o
élections,Jean-Patil Cisscro, París, 1991. Una fuente fundamental para explorar sería la de lo con­ ideológicos (la realización de la sociedad ideal). 1lay en Francia un pro­
tencioso electoral, ya sea a través de los antiguos procedimientos de verificación de los (xjderes
por las Asambleas, o de las intervenciones actuales del Consejo de Estado y el Consejo Consti­
blema específico de epistemología de la democracia. Desde el momento en
tucional. Vcase. para una primera aproximación, J.-P. Chamay, l e contróle (te la regulante (tes que el buen gobierno no puede proceder sino de la razón, es en efecto
elictioru partrmentaires. U'.D], París, 1904. difícil hacer de la soberanía de la mayoría una condición del progreso
4 Véasejartpies-Vinccnt Delarroix, Lespeclateurfrancaispendanilegouvemementréuolulitmnai- político. Alain está muy aislado, en la tradición política francesa, para
re. París, año ni: "Cada ciudadano, al que se entregará una boleta similar (normalizada), pasara
a una habitación particular dividida en varias casillas, donde escribirá sin ser visto" (p. 237). So­ pensar que el reinado del sentido común constituye un ideal y para lla­
bre la historia de la casilla electoral en Francia, vcase A. Oarrigou, “Le secret de l’Lsoloir", Acta, mar al poder a ingresar en la escuela de las “opiniones ingenuas de los
de la recherche en Sciences sociales, marzo de 1988. pobres"/ Es por ello que, más allá de la empresa demopédica, el culto
5 Véase J. 11. Wigmore, The australian baltol as embodied in the legislation of vanous countnes,
Boston, 1899 (el sistema de voto con casilla se llama australian baltol en los países de lengua in­
a la ciencia tiende permanentemente a cubrir el campo de lo político. En
glesa, ya que fue en el estado de Soulli Australia donde fue adoptado por primera vez, en 1837).
6 Alain, “Lesuffrage universcl el le bnn sens", artículo del 17 de junio de 191-1, reproducido
Véase también E. C. Evans, A history oj the australian ballotsystem in the. United States, University o f en íilements (Tune doctrine radícate, l’arís, 1925, p. 130. (Véase igualmente el artículo “Suffragc
Chicago Press, 1917, y B. L Kinzcr. The ballotquesltonin nineteenth century mglish polilies, Gaiiand
universcl" del 30 de marzo de 1901, ibid., pp. 127-128.)
Publishing. Nueva York, 1982.
414 L a c o n s a g r a c ió n dkl c iu d a u a n o C o n c l u s ió n 415

la derecha, se manifiesta sobre todo bajo la especie de la idea tecnocrá- rado sirve en Francia de referencia para delimitar la esleía del derecho
tica, mientras que en la izquierda se ha afirmado desde hace mucho tiem­ al voto. Durante la monarquía de Julio, los liberales reformistas se ba­
po a través de los conceptos de ciencia proletaria o de partido-guía de san en la ley delJurado de 1827 para dar un conLenidi» a la idea tle capa­
masas, yendo mano a mano racionalismo y utopía. Desde los días pos­ cidad política.11 A la inversa, la crítica a los electos pri va sos inducidos
teriores a la primera guerra mundial, vemos desarrollarse a la primera por el juicio del Jurado utiliza argumentos idénticos a los que se esgri­
como respuesta a las interrogantes sobre la democracia,7 mientras que men para limitar la extensión del sufragio.12 Pero todo cambia después
los segundos encontrarán en el marxismo-leninismo su sistematización.8 de 1848: la legislación concerniente al Jurado acusa un irtiaso en rela­
En ambos casos triunfa una misma visión pedagógica de la acción polí­ ción con la del derecho al voto. La ley del 7 de agosto de 1818 ex< luye
tica, explicando por lo demás la connivencia turbia que marcó durante de la función de jurado a los domésticos, así como a los individuos que
mucho tiempo las relaciones de la tecnocracia de Estado y el mundo co­ no saben leer y escribir. Un texto del 4 de junio de 1858 añadía a estas
munista. “Desde que un partido cualquiera se cree el amo del gobierno exclusiones una dispensa automática para las personas que vivirían de
en Francia —decía de manera premonitoria Montalembert—, no trata a un u-abajo diario.13 Estas restricciones subsistirán por más de un siglo,
Francia como una víctima o como una conquista; la trata gustosamente ya que habrá que esperar a 1978 para que sean definitivamente retira
como a una escolar. Se constituye en el pedagogo del país, lo pone en das.14 Paralelamente constataremos, a partir de finales del siglo XIX. una
tutela, se cree investido del derecho de enseñarle lo que debe querer, tendencia muy clara a la correccionalización de numerosos delitos, res­
saber y hacer.”9 Eso era entender hien las cosas. tringiendo así el campo de intervención de losjurados populares en rela­
l a democracia francesa, tal como la ilumina la historia intelectual del ción con el de los magistrados profesionales. Juristas como Gabriel dr
sufragio universal, encuentra ahí su especificidad y la raíz de su ambigüe­ Tarde o Raoul de La Grasserie se convertirán en los defensores de este
dad. Los avatares de la institución del ¡lirado lo confirman por demás de movimiento, deseando explícitamente ver que el experto científico susl i-
manera simétrica. Las dos figuras del Jurado y del elector son en efecto luya al jurado.15No podemos desarrollar aquí la historia del jurado, pero
indisociables en la historia de los gobiernos representativos. En estos ca­ hay que subrayar con fuerza hasta qué punto los juristas de la Tercera Re­
sos se pone en juego una misma relación de la mayoría y la competencia. pública desearon sofocar, o por lo menos restringir severamente, esta
Durante la revolución, ya lo hemos subrayado, los constituyentes trata­
ron paralelamente las dos cuestiones del derecho al voto y el jurado po­
pular. En la mayoría de los países democráticos, ambas historias han si­ tlel pueblo com o el volt) universal | ... J. El jurado forma pai te de la nación encargada de asegurar
do igualmente inseparables.10 En la primera mitad del siglo XIX, el ju- la ejecución de la» leyes, de la misma manera que las Cámaras son la parte de la nación encargarla
de hacer las leyes; y para que la sociedad sea gobernada de una manera fija y uniforme, es nece­
sario que la lista de ios jurados se extienda o se apegue a la de los electores”; Tocqucville, De la
7 Algunas obras son particularmente representativas de este enfoque: ]. Barthélemy, Le pro­ ttémocmlie en Amérii/ue, Gallimard, París, 19(>1,1.1, pp. 284-285.
híbate dr la compélence dans la démocracic, París, IU18; G. Deherme, Lesfama á rrglrr: le nombre et 11 Ley del 2 de mayo de 1827 sobre la organización del Jurarlo.
l'opinion publique, París, 191!); H. Churdón. I. ‘tngamsahon ríe la répubhquepourla patx, París, 1927 Sobre esta crítica, en la primera mitad del siglo XIX encontraremos num erosos elem en­
(en el que distingue “dos fuerzas en la democracia": "una fuerza política basada en el sufragio tos en É. Claverie, “De la diificullcdc faire un cltoycn: les 'acquitemenLsscandaleux' dujury dans
de la mayoría [...] una fuerza permanente de acción o fuerza administrativa, constituida por la la France provincialc du debut rlu XlXe sifcclc", Eludes rum ia, tumis. 95-98. julio-diciembre ríe
selección de una elite", p. I). 1984; Ch. Clauss, Lejury sotes le (Umsulat el te Ibrettuer Emptre, París, 1905; A. Esmein, Hisloire.de la
B Anulóle Frunce marcaba la paula desde 1900 al señalar que “el obrero y el sabio tienden procétlure mminelle en Frrmce. París, 1882; J.-B. Selves, RésnlUit de l'expíríence conlre lejury franeáis,
a acercarse, a confundirse"; A. Frunce, “Science et prolétai iui", Le mouvementsocialisle, t. IV, núm. París, 1808.
47, 1 de diciembre de 1900, p. 641». Es la primora vez que se expresaba en Francia una visión ,s Exclusiones y dispensas continuadas por la gran ley del 24 ríe noviembre de 1872.
de extrema izquierda de los temas de Renán. N F.n el marco de la ley del 28 de julio de 1978 sohre ia reforma del procedim iento penal.
9 Discurso del 17 de febrero de 1849 en la Asamblea Nacional, en la segunda deliberación 15 Vélete R. de la Grasserie, Des origines, de t 'évalulian el tle l ‘avenir duJury, París, 1897, y G. de
sobre el proyecto de ley electoral (Compte rendu desseanc.es de l ’AssembléeNationale tegislalive, i. VIH, Tarde, La philasophie pénale, París, 1890 (capítulo “Le jugement"; véase igualmente el capínilo
p. 137). “Le sufTrage dil univcrsel” de sus Eludes pénales et sociales, París, 1892). La mejor síntesis sobre
10 Tocqucville señala a este propósito con mucha justicia: “El sistema del jurado, tal com o el paso del jurado al experto es el de Samuel Stem . Le jury lechnitpte (esquiase d une justice pénale
se entiende en América, m e parece una consecuencia tan directa y tan extrema de la soberanía rationnelle), París. 1925.
416 La c o n s a g r a c ió n d e l O u u a u a .n o C o n c l u s ió n 417

mst¡Lición, como si se tratara de exorcizar el surgimiento del poder de proyecto de reforma, que la reforma electoral estaba legitimada por el
la mayoría circunscribiéndolo a una esfera cada vez más reducida.16 Ahí hecho de que “cada clase conoce cosas que no conocen las otras gen­
también es muy fuerte la especificidad francesa. tes y cada clase tiene intereses más o menos específicos."17 En sentido
El racionalismo político a la francesa reposa en la certeza de que el opuesto, la democracia francesa no puede hundir sus raíces en el racio­
interés general en tanto que encarna la “verdad” de la sociedad, no pue­ nalismo de las latees y la concepción hipostasiada del interés general que
de ser deducido de los intereses particulares, intereses que el sufragio in­ esgrime la revolución.18 De ahí también la forma brutal e irregular de su
dividual tiene espontáneamente la tendencia a expresar. El derecho al historia, que contrasta con el carácter progresivo y regular de la amplia­
sufragio no procede entonces en Francia de la construcción del interés ción del sufragio en Inglaterra.
general: participa esencialmente de una simbología de la pertenencia La tensión de la mayoría y la razón es, finalmente, tanto más viva en
social y de una forma de apropiación colectiva del antiguo poder real. Francia mientras más fuerte es la tendencia a confundir el sufragio uni­
Ocurre de manera muy distinta en Inglaterra. .Ahí. el derecho al sufragio versal con el gobierno de la multitud. De hecho, el sufragio universal se
remite de entrada a un imperativo de representación de intereses par­ entiende siempre implícitamente como un modo de ejercicio del poder,
ticulares, siendo el interés general el simple compuesto de éstos. Al supo­ más que como un sistema de designación de los dirigentes, un modo de
nerse que cada individuo es el mejor juez de su propio interés, su voto legitimación o un último poder de arbitraje. Al no haber sido nunca pen­
contribuye a la formación del interés general y por tanto al buen fun­ sada en su especificidad la noción de poder ejecutivo —siendo el poder
cionamiento de la sociedad. Vemos que aquí se oponen dos modelos epis­ legislativo el único tomado en cuenta—,19 es muy difícil, al mismo tiem­
temológicos de. lo politico. En el caso inglés, el derecho al sufragio está ado­ po, distinguir la esfera de la competencia técnica y la del ejercicio del po­
sado de manera coherente a una teoría del conocimiento (el empirismo der político, y diferenciar, al interior mismo de este último poder, lo que
del sentido común) y a una concepción del interés general (compuesto surge del arte de la política como gestión del acontecimiento y de lo
de los intereses particulares). La democracia, incluso la más radical, indeterminado, y lo que es resultado de la producción de las reglas que
puede tener así un fundamento de tipo utilitarista. John Cartwright, que otorgan a cada acción su marco. Hay en Francia una dificultad muy pro­
es el primer escritor político inglés en pronunciarse explícitamente a funda para concebir el campo político. Éste ha tenido mucha dificultad
favor del sufragio universal en su paníleto de 1776, Takeyour choice, sub­ en ser entendido en su especificidad: la invención social de las normas.
raya así que cada individuo debe votar, ya que es el único que sabe lo que Tiende siempre a ser replegado llanamente sobre el orden de la gestión,
es más ventajoso para él. L.os conservadores podrán aceptar, de la misma volviendo al mismo tiempo difícilmente creíble la idea de igualdad polí­
manera, que los obreros acceden sobre una base corporativa al derecho tica. Si la política no es más que un espacio entre otros de la vida social,
al sufragio porque ellos reconocen que son los únicos que pueden ex­
presar adecuadamente sus intereses de clase. John Stuart Mili puso este
punto en el centro de su argumentación en pro de la ampliación del de­ 17 ]. S. Mili, discurso en la Cámara de los Comunes del 13 de abril de 1866, Hansard's parlia-
recho al sufragio, señalando en 1866, durante la discusión del primer menlary debales, 3a. serie, vol. UXXXII, col. 1259. Es esto lo que explica que la extensión del su­
fragio no sea sólo resultado de una presión desde abajo, sino que tenga también una cierta ra­
cionalidad a ojos de las élites. Véase sobre ese punto el articulo muy esdarecedor de Gertrudc
Himmelfarb, “The politics o f democracy: thc cnglish Rcform Ael o f 1867", T hejoum alof British
lr' Esta restricción de la estera de intervención del Jurado para “compensar" el advenimiento Sludies, vol. VI, noviembre de 1966.
del sufragio universal es sin embargo paradójica. Desde el punto de vista racionalista, el jurado "* Es también ello lo que explica, subrayémoslo, que las teorías de la elección racional hayan
es de hecho más “defendible" que el sufragio universal. Lo propio de Injusticia es, en efecto, penetrado de manera tan difícil y tardía en las ciencias sociales en Francia. Por su parte, Miclicl
desenmarañar conjeturas, situaciones equivocas e inciertas. Desde que nada es “evidente", la Rocard es bien original en la clase política para hablar de la “inteligencia que contunde" de los
pluralidad de votos es la única guia. Le Mercier de La Riviere aceptaba por esta razón el sistema electores (véase su discurso pronunciado en Joué-les-Tours el 20 de septiembre de 1990).
fiel jurado, mientras que no otorgaba ningún lugar a la voluntad y a la opinión en la acción po­ 10 Sobre este punto remito a mi obra L 'Élal m Frunce, de 1789 á nosjoun, Éd. du Seuil, París,
lítica y gubernamental (“Al ser el mayor número el único recurso que pudimos emplear para 1990.1.a resistencia de la cultura política francesa a dar su lugar y su autonomía al concepto de
guiam os a falta de evidencia", señala en L ’ordre essentiel el naturel des socitlés publiques á propus des poder ejecutivo - e s decir, a admitir la dimensión decisionista de la p olítica- constituye una
fnils de puliré, en E. Daire (cump.), Physiocrates, París. 1846, t. II, p. 622). variable explicativa esencial de la inestabilidad constitucional francesa.
419
418 I - \ CONSAGRACIÓN DEL CIUDADANO C o n c l u s ió n

si es resultado de un savoir-faire particular, el sufragio universal no es, en ciade integración es aún muy frágil. Si la historia intelectual del sufragio
efecto, más que utopía o demagogia. La igualdad política no puede ba­ universal ha terminado viriualmente, la de la democracia no está, en cier­
sarse en una imposible equivalencia de los talentos y las incapacidades, ta manera, sino en sus primeros balbuceos. Tal vez es por el sesgo de esta
excepto si soñamos, como Lenin, en cocineras expertas en administra­ constatación modesta que el universalismo a la francesa adquiere sen­
ción. Ésta no adquiere sentido más que, si por el contrario, se compren­ tido verdaderamente. Aunque los franceses inventaron la igualdad en
de el espacio de lo político como radicalmente irreductible al de la ad­ 1789, después establecieron el catálogo de las patologías y de los pro­
ministración o la técnica, formando el marco de una experiencia limi­ blemas de la democracia moderna, más que el de las soluciones. Es un
tada en la vida colectiva: la de la institución y la conformación de la rela­ universalismo singular el que propone la democracia francesa: lejos de
ción social. Esta dificultad para reconocer la especificidad de lo político encarnar un modelo, constituye más bien el repertorio de las aporías
se traduce simultáneamente en un equilibrio perpetuo entre la afirma­ de la modernidad política.
ción de grandes principios y su modulación práctica por medio de un
conjunto de pequeños arreglos discretos. En diferentes periodos de la
historia, ésta es por ejemplo una dualidad que ha sido muy notoria en
la discusión técnica sobre el lugar de voto (en la comuna, ert el distrito
o en el departamento). Al mismo tiempo que se considera al sufragio uni­
versal como algo sagrado, hay el temor de ver al elector, alternativamen­
te, o bien demasiado librado a sí mismo o demasiado sometido a influen­
cias a las que se teme.20 Más allá del fervor demopédico, las ambigüeda­
des de la democracia francesa no dejaron así de producir sus efectos
destructores e impedir que pudiera reflejarse por sí misma lúcidamente.
Aunque el imperativo de inclusión social y el principio de igualdad
política fueron afirmados desde 1789, formando muy pronto el mar­
co de una democracia de integración, el paso a una democracia gobernante
fue siempre problemático en Francia. La democracia, en ottas palabras,
triunfó muy pronto como religión, pero como régimen se impuso tardía­
mente. Hubo que esperar a la Constitución de la Quinta República para
volver a poner en perspectiva el sent ido de la soberanía popular. Hoy en
día no parece que estas cuestiones se aborden, sino a través del prisma
de las modalidades de representación, como si sólo se tratara de buscar
la mejor manera de llevar a cabo principios y objetivos que se entende­
rían definitivamente por sí mismos. Pero éstas siguen estando presentes,
sin embargo, aflorando a veces en el acontecimiento, pareciendo inclu­
so, en la opinión de algunos, que la primera experiencia de la democra-

2U Así, en 1817 y después en 1831, los liberales Imbian batallado para organizar el voto en
la capital del departamento. En 1849, los republicanos se oponen muy vivamente al voto en la
comuna. Montaleinbert hará bien en responderles: “Es engañar al pueblo Francés prometerle
el sufragio universal en la Constitución y quitárselo en la lev electoral” (discurso del 17 de febre­
ro 1849. Com/itr rmdu titi xiances de l'Msmnhtée Satioruiie léfnslnlhi*. t. VIII, p. 136).
LEGISLACIÓN DEL DERECHO
AL SUFRAGIO DESDE 1789

PERIODO PRERRF.VOLUCIONARIO

Reglamento electoral del 24 de enera de 1789

Define las condiciones para el nombramiento de los delegados de los tres órde­
nes para los Estados Generales. El artículo 25 fija cuatro, muy poco restrictivas,
para que un miembro del tercer estado sea elector de primer grado: tener 25
años, ser francés o naturalizado, estar domiciliado en el lugar de voto, estar
incluido en la lista de impuestos.

REVOLUCIÓN E IMPERIO

Decreto del 22 de diciembre de 1789


— Las cualidades necesarias para ser ciudadano activo son: 1) ser francés o na­
cionalizado francés; 2) ser mayor de 25 años cumplidos; S) estar domiciliado
de hecho en el distrito, por lo menos desde hace un año; 4) pagar una con­
tribución directa del valor local de tres jornadas de trabajo; 5) no estar en
absoluto en estado de domeslicidad, es decir, de sirviente que recibe gajes
(art. 3).
— Nadie que haya caído en bancarrota, quebrado, o sea deudor insolvente po­
dra ser admitido en las asambleas primarias, ni volverse miembro, o seguir
siéndolo, ya sea de la Asamblea Nacional, de las asambleas administrativas, o
de las municipalidades (art. 5).
— Para ser elegible en las asambleas primarias, deberá aunar, a las cualidades de
ciudadano activo detalladas arriba, la condición de pagar una contribución
422 La c o n s a g r a c ió n df.i . c iu d a d a n o L e g is l a c ió n d k i . d e r e c h o a i . s u f r a g i o d e s d e 1789 423

directa m ayor, y q ue se eleva a p or lo m en os el valor local d e d iez jo m a d a s d e — Supresión d e to d o censo y toda restricción. Basta, para votar, con residir d es­
trabajo (art. 19). d e hace seis m eses en el distrito.
— Para ser elegible en la Asam blea Nacional, tendrá que pagar una contribución
directa equivalente al valor de un m arco de plata y, adem ás, tener una pro­ Estas d isposiciones no serán nunca aplicadas.
piedad territorial cualquiera (art. 32).

Este decreto, q ue funda la legislación electoral revolucionaria e im plica un sis­ C onstitución del año llt
tema en segun do grado, fue m odificado en dos ocasiones bajo la Constituyente:
— El decreto del 15 d e en ero de 1790 lija en 20 sous el precio m áxim o d e refe­ — Se fijan cinco con d icion es para ser elector de prim er grado en las asambleas
rencia d e la jom ada d e trabajo, a fin d e evitar las disparidades locales en ma­ primarias: ser francés, tener 21 años, estar inscrito en el registro cívico «le su
teria d e acceso al derecho al sufragio. distrito, haber perm anecido desde hace un año en el territorio de la rcpúhlu a,
— El 28 d e agosto de 1791, la C onstituyente suprim e la con d ición del m arco de pagar una contribución directa, territorial o personal (art. 8).
plata (50 jom ad as d e trabajo a 20 sous) para ser elegib le en la Asam blea Na­ — Está previsto q ue los jóvenes no podrán ser inscritos en el registro cívico "si
cional, pero vuelve más difícil el acceso a la posición d e elector (de segun do no prueban que saben leer y escribir, y ejercer una profesión mec ánica (las
grado): hay que ser propietario o usufructuario d e un bien (o ser arrendatario operaciones m anuales d e la agricultura pertenecen a las profesiones m ecá­
de una habitación) evaluado en un ingreso com p rend ido entre 100 y 2 0 0 jo r­ nicas). Este artículo no se ejecutará sino a partir del año Xlt de la república"
nadas de trabajo, según la talla de la localidad del dom icilio. (art. l(i).
— Estas diferentes disposiciones se retom an en la C onstitución del 3 d e septiem ­ — S e su spend e el ejercicio d e los derechos d e ciudadano: p or prohibición ju­
bre d e 1791. Se aplican en la elección de representantes a la Asam blea Le­ dicial, por el estado de d eudor en quiebra, por el estado de d om éstico a gajes,
gislativa. Los m iem bros de las asambleas primarias estaban calculados en dedicado al servicio d e la persona o de la casa [...] (art. 13).
4 3 00 000. Los electores d e segun do grado eran 43 000. — Los electores d e segun do grado deben tener 25 an os y llenar una conriit ión
d e propiedad idéntica a la de 1791. Estos electores de segun do grado son al­
rededor d e 30 000 (por más d e 6 000 000 de m iem bros d e las asam bleas pri­
Decreto del 11 de agosto de 1792 marias).

— La distinción d e los franceses entre ciudadanos activos y no activos será supri­


Constitución del año VIH
mida; para ser adm itido en las asambleas, bastará con ser francés, de 21 años
d e edad, dom iciliado d esde hace un año, vivir d e su ingreso o del producto
— I .as con d icion es de ciudadanía en primer grado siguen siend o globalm en­
d e su trabajo, no estando en estado de doinestiridad (art. 2).
te las m ism as d el año III (pero ya no es necesario pagar una contribución
— Al n o ser m enos aplicables a una C onvención Nacional las con d icion es d e ele­
cualquiera).
gibilidad exigidas para los electores o para los representantes, bastará pata ser — Organización de un sistema basado en la elección sucesiva d e listas d e con ­
elegid o com o diputado o com o elector tener 25 años d e edad y reunir las co n ­
fianza (el decreto del S enado del 16 Term idor del año X cambiará este pro­
dicion es que exige el artículo precedente (art. 3).
cedim ien to y establecerá una elección en tres grados con una con d ición im ­
positiva para el acceso a las asambleas d e departam ento).
La elección para la C onvención se organizó sobre esta base. Francia contaba
en ton ces con cerca de 7 000 000 d e electores en las asam bleas primarias.

Decreto del 17 de enero de 1806

C onstitución del 2 4 de ju n io de 1793 — Se levantan todas las restricciones rem anentes al ejercicio del d erech o al su­
fragio en las asam bleas de distrito. Los dom ésticos, d e ahora en adelante, p ue­
— Instauración riel voto directo den votar.
424 L a c o n s a g r a c i ó n df .i c i u d a d a n o L e g is l a c i ó n i >f x d e r e c h o a l s u f r a g i o d k sd f . 1789 425

— Esa apertura del derecho al sufragio siguió siend o bastante formal, ya que los Ley del 21 de marzo de 1831 (ley electoral m unicipal)
m iem bros de los colegios electorales d e deparlam ento son nom brados d e por
vida (lim itándose su poder, por otra parte, a un sim ple derecho de presenta­ Esta ley prevé dos categorías de electores para designar a los consejos m unici­
ción d e candidatos). pales:
— Los ciudadanos mayores de 21 años que más im puestos paguen d e la com una:
Se cuentan 24 600 m iem bros de los colegios electorales d e departam ento. ellos d eb en representar el 10% de la población d e la com una en las com unas
de m enos de 1 000 habitantes, decreciendo este porcentaje progresivam ente
en las grandes com unas.
R E ST A U R A C IÓ N Y M O N A R Q U ÍA D E JU L IO — Los m iem bros d e ciertas profesiones o los titulares de ciertos diplom as (la lista
sigue mas o m enos la de la segunda lista del Jurado, tal co m o había sido insti­
tuida por la ley d e 1827).
L a Carta de 1814
En 1834, se contaban sobre esta base 2 872 089 electores locales (2 791 191
— Hay que tener 30 años y pagar 300 francos d e contribuciones para ser elec­ electores censitarios y 80 898 electores adjuntos).
tor.
— Ilay que tener 40 años y pagar 1 000 francos para ser elegible.

N.B.: la Cámara d e 1815 es elegida por los colegios electorales del im perio. Ley del 19 de abril de 1831 (ley electoral política)

l a ley prevé dos categorías de electores para designar a los diputados:


Ley del 5 de febrero de 1817 — Los hom bres mayores de 25 años que paguen un censo d e 200 francos.
— Se unen a éstos los m iem bros y m iem bros correspondientes del Instituto, así
— Instaura el voto directo. com o los oficiales de los ejércitos d e tierra y mar que gocen d e una p ensión
— Las con d icion es para ser elector y elegible son las d e la Carta d e 1814. d e retiro d e por lo m enos 1 200 francos (debiend o pagar unos y otros m edio
— Se contaban alrededor d e 110 000 electores, sobre esta base. cen so d e contribución directa).

Para ser elegible, había que tener 30 años y pagar un censo d e 500 francos.
Ley del 2 9 de ju n io de 1820 En julio d e 1831, se censaron 166 583 electores inscritos, no representando
las adjunciones más q ue algunos centenares d e casos. Esta cantidad se elevará a
Esta ley, conocida bajo el nom bre de “ley del d oble v o to ”, m antiene las con d i­ 241 000 en 1847.
ciones ccnsitarias precedentes, pero divide a los electores en dos categorías de
derechos electorales:
— Los colegios d e dislriLo com prenden a los electores ordinarios (que pagan 30 D E LA S E G U N D A A LA Q U IN T A R EPÚ BLICA
francos d e contribuciones). Ellos eligen a 258 diputados.
— Los colegios de departam ento se com p on en de la cuarta parte de los electores
de distrito que pagan más im puestos. Ellos eligen a 172 diputados.
Decreto del 5 de marzo de 1848
Los 18 000 contribuyentes mayores votan así dos veces y eligen só lo a dos
quintas partes d e la Cámara. — Instaura el sufragio universal para todos los hom bres d e más d e 21 años
(9 500 000 personas pueden participar en las eleccion es d e abril d e 1848).
— l a ley electoral del 15 d e marzo de 1849 precisará en detalle la organización
d e este nuevo d erech o (régim en de incapacidades legales; edad d e 25 años
para ser elegible).
426 1.A CONSACK ACIÓN DEL CIUDADANO

Ley del 3 1 ríe mayo de 1850

— A m plía el círculo d e las incapacidades legales, establece sobre todo una c o n ­


dición de tres años d e dom icilio, lo cual con d uce a restringir considerable­ FUENTES
m ente el núm ero d e los electores. En marzo de 1850, se contaban 9 618 057
electores inscritos; en 1851. no eran más que 6 809 281.
— El 2 de diciem bre de 1851. el día m ism o del golp e de Estado, se abrogó esta
ley. La ley electoral del 2 d e lebrero de 1852 retorna a los principios definidos
en 1849.

Ley del 3 0 de noviembre de 1875

Esta ley orgánica sobre la elección de los diputados confirm a, tras largos debates, ARCHIVOS
el sufragio universal m asculino (la ley electoral municipal del 11 de ju lio d e 1874
había ido ya en ese sentido). N uestro en foqu e implicaba p oco trabajo de archivo. El material im preso co n ­
tiene lo esencial d e la d ocum entación, que perm ite hacer una historia filosófica
y política del sufragio universal. Sin em bargo, tres fuentes localizadas en los Ar­
O rdenanza del 21 de abril de 1944 chivos N acionales nos fueron muy útiles para la com prensión d e nuestro tema:

El g ob ierno provisional otorga a las mujeres el derecho d e voto y d e elegibilidad. — Los Archivos Sieyés (Archivos Nacionales: 284 AO). la s notas d e lectura, los
Ellas votan por primera vez el 29 de abril de 1945 en las eleccion es m unicipales, borradores y las notas manuscritas de Sieyés constituyen un material valioso
y el 21 d e octubre d e 1945 para la elección de diputados a la Asam blea General para analizar el paso del ciudadano propietario al individuo-ciudadano (véan­
C onstituyente. se particularmente las notas de filosofía, econom ía y política anteriores a la
revolución: 284 Al* 2 y 3) y para com prender el sent ido de la C onstitución del
año vin en sus relaciones con el espíritu d e 1789 (284 AP 5, exp. 2).
Ley del 5 de ju lio de 1974 — Las peticiones que conciernen al d erecho al sufragio de m ediados del siglo
XIX aportan tam bién un esclarecim iento muy interesante. Analizam os m inu­
Fija en 18 años la edad d e mayoría civil, adelantando sim ultáneam ente en tres ciosam ente las peticiones para la reforma electoral de la primavera d e 1840
años el ejercicio de derechos electorales. El cuerpo electoral aum enta en ton ces (C 2169 a C 2175) y las del año de 1841 (C 2186 a C 2189). Tam bién exam i­
en casi 2 500 000 personas. Se notará que el gob ierno había d eseado, en una nam os las peticiones presentadas en mayo d e 1850 para protestar contra el
primera époc a, reducir la edad d e la mayoría eleclor.il m anteniendo en 21 años proyecto de restricción al derecho d e sufragio (C 2300 a C 2314, los exp e­
la d e la mayoría civil. N o obtuvo el acuerdo del Parlamento, que había con si­ dientes separan d e m anera instructiva las “peticiones regulares" d e las “peti­
derado incoherente esta duplicación, d eb ien do coincidir las responsabilidades ciones injuriosas y amenazantes"), así com o las que llegan de ju n io d e 1850
cívicas con la capacidad d e autonom ía moral y material q ue expresa la n oción de a noviem bre d e 1851 a la oficina d e la Asam blea para dem andar la abrogación
mayoría civil. d e la ley del 31 d e m ayo (C 2137 a C 2323).
— Las actas de la C om isión de los Treinta. Elegida por la Asamblea el 4 de di­
ciem bre d e 1873 para exam inar los proyectos constitucionales, d ed icó n um e­
rosas sesion es al exam en del derecho al sufragio, la s actas de sus sesion es
constituyen un material extrem adam ente rico para com prender la actitud de
los m edios conservadores frente al sufragio universal a com ienzos d e la déca­
da d e 1870 (tres registros manuscritos: C* II 611-612-613).
428 L a c o n s a g r a c ió n d e l c iu d a d a n o 429
F uentes

DEBATES PARLAMENTARIOS d o el juego político encuentra una cierta flexibilidad, bajo el S egundo Imperio;
las publicaciones d e 1870 a 1875 sobre la representación y el d erech o al sufragio.
C onstituyen una fuente esencial, ya que la discusión d e los proyectos fie ley y de
las peticiones dio la paula al debate público sobre el derecho al sufragio (véase
el an exo sobre la legislación del derecho al sufragio). P U B L IC A C IO N E S PER IÓ D IC A S
Para el periodo revolucionario, utilizamos prioritariam ente los Archives Par-
lementaires de 1787 á 1860. Ilecueil complet des debuts législatifs el politiques des N o m encionam os aquí sino las publicaciones periódicas que fueron exam inadas
Chambres frangaises, publicados por M. Mavidal y E. Laurcnt. la. serie, 1878 a sistem áticam ente (indicando entre paréntesis los años exam inados).
1799, París, 1867-1987 (95 volúm enes aparecidos); abreviado: A.P. Al haberse
d eten id o la publicación d e este com p en dio en ju lio de 1794, n os h em os referido,
para el p eriodo posterior, a la Réimpression de Rancien Moniteur , París, 1854, 32 Revolución e Imperio
vols.; abreviado: Moniteur. Pero hem os utilizado este Moniteur para ciertos dis­
cursos del periodo revolucionario anterior cuando el texto de los Archives Parle- S ólo analizam os sistem áticam ente un núm ero reducido de publicaciones: Les
mentaires había sido mal establecido, regresando incluso en ciertos casos al texto Révolulions de París (de Prudhotnm e, cuyos índices al final d e cada volum en vuel­
d e los folletos publicados por los m ism os autores. Tam bién se ha hech o refe­ ven la consulta muy cóm oda, 1789-1791); Le Journal de la Sociéléde 1789 (cercano
rencia a veces a Ph. J. B u ch e/ y P. C. Roux, Histoire parlemenlaire de la révolution a C ondorcet, 1790); LeJournal d'lnstruction Sacíale (de C ondorcet, Sicyés, Duha-
fratigaise, París, 1834-1838, 40 vols. m el, 1793). C onsultam os sobre todo los extractos d e periódicos reproducidos en
Para la Restauración y la m onarquía de Julio, hem os tom ado el texto d e los Ph J. Ruchez y P.C. Roux, Histoire parlemenlaire de la révolution frangaise, París,
Archives Parlem etiiaires. 2a. serie, 1800-1860, París. 1867-1913. .Al d eten erse el 1834-1838, 40 vols. Para el periodo clave de finales del D irectorio y del surgi­
últim o volum en en ju lio d e 1839, hem os tom ado en seguida el texto de Procés- m ien to d el Consulado: Le Mercure, ou Notices Uistoriques et Critiques sur les AJJaires
verbaux de la Chambre des Députés y d e Proces-verbaux de la Chambre des Pairs. du Temps (llam ado Le Mercure Britannique , por Mallet du Pan, 1798-1800); La
Para después de 1848, hem os utilizado Compte rendu des séances de l'Assemblée Décade Philosophique, Liltéraire et Palilique (el periódico de los ideólogos, año Vil-
Constituante (1848-1849), Compte rendu des séances de l ’Assembtée nalionale législative añ o vni).
(1849-1851), Anuales du Sénat et du Corps législatif, Anuales de l'Assemblée nationa-
le (1871-1876), y después Anuales de la Chambre des Députés y Anuales du Sénat (Ter­
cera República). Pata el últim o periodo, utilizam os el texto proporcionado por Restauración
el Journal üjjiciel.
Archives Philosophiques, Politiques et Liltéraires (órgano de los doctrinarios, 1817-
1818) ; Le Censeur (liberal. Ch. C om te y D unoycr, 1814-1815); Le Censeur Européen
OBRAS Y ARTÍCULOS (continuación del anterior, 1817-1819); Correspondance Politiqueet Administrative
(ullra, dirigido porJ. Ficvée, 1814-1819); Le Conservaleur (ultra m oderado, cerca­
Las obras, artículos y correspondencias que nos parecieron más im portantes y no a Chateaubriand, 1818-1820); Le Drapeau Blanc (ultra, dirigido por Martainville,
significativos han sido citados o señalados en la obra. N o parece necesario, en­ 1819) ; Le Globe (cercano a los doctrinarios, 1824-1830); Le Mercure de France
tonces, dar aquí la lista. Si bien las reflexiones y las tomas de posición d e los “gran­ (1817, año en que la revista fue dirigida por B. Constant); La Minerve Frangai-
des autores” o de los políticos más notables constituyen una fuente decisiva para se (1818-1820, continuación de la anterior); Im Revue Frungaise (inspirada por los
com p rend er el sentido de los debates sobre el derecho al sufragio, la masa de doctrinarios, 1828-1830).
folletos publicados por autores más oscuros sobre la cuestión m erece igualm en­
te ser tom ada en cuenta. Estos nos perm iten, en efecto, tomar el pulso d e la op i­
nión. H em os exam inado m uy particularmente algunos centenares de folletos Monarquía deJulio
publicados en cinco grades m om entosi la discusión d e la ley del 7 de febrero de
1817 sobre el voto directo; la crítica al sufragio censuario en los m ed ios repu­ I .’Atelier (periódico obrero inspirado p or Buchez, 1840-1848); L.'Avenir {Lamen-
blicanos y socialistas d e 1831 a 1834; el m ovim iento a favor de la reform a electo ­ nais, 1830-1831); L'fixha de la Fabrique (1831-1834, el prim er periódico obrero, '
ral en 1839-1840; las publicaciones liberales y republicanas de 1863 a 1865, m an- publicado en Lyon); La Gazette de France (legitim ista, 1831-1834 y 1840); Le Globe.
430 L a c o n s a g r a c ió n d e l c iu d a d a n o F u entes 431

Journal de. la Doctrine Saint-Simonienne (1831-1832); LeJournal des Debuts Politiques el IC O N O G R A F ÍA


Littéraires (1831-1834); LeJournal du Peuple (republicano m oderado, 1840-1841);
Ijt National (republicano, 1831-1834 y 1837-1840); Le Populaire de 1841 (Cabct, F.l estudio d e las im ágenes del sufragio universal y d e los sím bolos que están aso­
1841), La Quotidienne (legitim ista, 1840); La Reinte des Deux Mondes (1831-1848); ciados a él constituye un com p lem en to indispensable para el análisis d e textos
La Revue du Progrés (Louis Rlanc, 1839-1842); La lleimr Républicaine (la prim era y discursos. Encontram os num erosos docum entos en varias coleccion es d e vo­
revista teórica republicana y socialista, 1834-1835). cación general: la colección de Vinck (muy rica en lo que respecta a 1848 y a las
reacciones a la ley del 31 de mayo de 1850), la serie T f (caricaturas políticas) y
la colección Historia de Francia (serie Q b I) del gabinete de estam pas d e la Bi­
1848 y Segundo Imperio blioteca Nacional, los fondos del m useo (rim avalet y de la Biblioteca I lislórica
d e la Ciudad de París, El catálogo sobre videodisco cop rod u cid o por la Bibliote­
Le Bulletin de la République (órgano del gobierno provisional, 1848); Le Conseiller ca N acional y Pcrgam on Press, hnages de la révolutionJrancaise, Rihliothéqur Na-
du Peuple (Lamartine, 1849-1851); Le Correspondant (orleanism o católico, 1863- tionale, París, 1990, 3 vols.. nos fue igualm ente muy útil. Tam bién tuvim os la
1870); La üémocratie PaciJique (anim ado por V. Considcrant, 1848-1850); L ’École oportunidad d e poder acceder a la muy rica co lección personal del señor 1lenri
du Peuple (dirigido por T h éod ore Six, 1860-1861); Le Nouveau Monde (Louis G corge, presidente del Vieux Papier y d e la Société des C ollcctionneurs d'lma-
Blanc, 1849-1851); La Philosophie Positive (Littré, WyroubofT, 1867-1870); Le Re ges d ’Épinal.
présentant du Peuple (Proudhon, 1848); La Revue des Deux Mondes (1848-1870); Le D os fond os más especializados nos fueron igualm ente muy útiles: la colección
Siécle (liberales progresistas y republicanos, 1863-1864) d e carteles publicados en Metz por la casa D cm bour et Gangcl (muy interesante
en relación a 1848), los docum entos reunidos en la Biblioteca Marguerite-Du-
rant (en el caso del sufragio de las mujeres). Para el periodo 1880-1900, consul­
Asam blea N acional y Tercera República tam os particularm ente los carteles publicados por Gluck (en Parts), Pellerin (en
Épinal) y Marcel V agué (en Pont-á-Mousson). Adem ás d e las coleccion es de gra­
Bulletin de la Ligue Franquise de l'Fnseignement (1881-1905); Les Cahiers de la Quin- bados y d e litografías de Daum ier, exam inam os tam bién algunas publicaciones
zaine( 1897-1902); La Citoyenne ( H ubertinc A ud ert, 1881-1891); Le Correspondant ilustradas: La Caricature (para el periodo 1831-1835); Le Charivari (1832-1851);
(1870-1876 ); L'Égalité (guesdista, 1877-1883); LeJournal des Fetntnes (fem inism o La Lune (1865-1868); L ’Éelipse (1868-1876); La Lurte Rousse (1876-1879).
militante, 1891-1910); Le Mouvement Socialiste (tendencia anarco-sindicalista, Finalmente, algunas obras que con tien en abundantes reproducciones de d o ­
antiparlam entario, 1899-1910); La Philosophie Positive (1870; 1883); La Politique cum entos llamaron nuestra atención: M.-CI. C haudonneret, I m figure, de la répu­
Positive. Revue Occidentale (corriente positivista d e E ugéne Sém érie, 1872-1873); blique, le concours de 1848, Éditions de la R éunion des M usées N ationaux, París,
Recueil de Législation, de Doctrine et dejnrisprudence Coloniales (1898-1939); La Ré­ 1987 (véanse en particular los proyectos de N égrc y d e Roehn, que relacionan
publique Franqaise (gambettista, 1871-1875); La Revue Féministe (fem inism o m od e­ a la república con el sufragio universal); P. Ducatel, Historie de la Ule République á
rado, 1895-1897); La Revue des Deux Mondes (1870-1914); La Revue Politique et travers l ’imagerie populaire el la presse satirique, Jean Grassin, París, 1975-1976,
Littéruire (la célebre “Revue Bleuc", republicanos m oderados y liberales progre­ principalm ente los tom os II, Naisance de la république (1871-1890) y III, La Belle
sistas, 1871-1876); La Revue Socialiste (dirigida por B cnoil M alón, bastante ecu ­ Époque(1890- I9 K ));C h. Fonlane, Un maítrede la caricature, AndréGilí(1840-1885),
m énica, 1885-1914); l^e Socialiste (guesdista, 1885-1905); Le Temps (liberal m od e­ s. c., París, 1927, 2 vols.; H. G corge, L 'lmageric populaire et la politique sous la lile
rado, 1871-1875). République, Le V ieux Papier, París, 1979; Imagerie politique, Im agerie d'Épinal,
P rocedim os a am plios exám enes de la prensa cotidiana parisiense y provincia­ t. 1 (el único publicado), 1986.
na a propósito de tras acontecim ientos: el debate del 6 de mayo d e 1840 en la
Cámara de D iputados sobre la petición de los 240 000 a favor d e la reform a elec­
toral; la fiesta d e la Fraternidad del 20 de abril de 1848; las primeras eleccion es REFERENCIAS G ENER ALES Y O B R A S DE D O C U M E N T A C IÓ N
con sufragio universal directo del 23.de abril d e 1848.
Las obras y los artículos que nos han sido realm ente útiles se citan en las notas.
N o hay en ton ces necesidad de retomar una lista que haría más pesada la obra,
y m enos aún de señalar las referencias p o co interesantes o d e calidad m ediocre.
432 L a c o n s a g r a c ió n d e l c iu d a d a n o

N o dispusim os de ninguna obra d e conjunto sobre la historia d e la legislación


del derecho al sufragio en Francia. El folleto de I’aul Bastid, L ’avénement du
xuffrage univenel, París, 1848, se d etien e en la ley del 3 1 d e mayo d e 1850 y no pre­
senta sino un en foqu e muy restringido. El libro d e Peter Cam pbell. French ÍNDICE ONOMÁSTICO
electoral syslems and electiom since 1789, Faber and Faber,2a. ed., Londres, 1965,
p rop one sólo una síntesis rápida y a m enudo aproximativa. El trabajo reciente
d e Raymond 1luard, Le suffrage univenel en Frunce, 1848-1946, Aubier, París, 1991,
está m ucho más desarrollado, pero el autor se asignó lím ites bastante discutibles
y m ezcla de m anera un p oco desorganizada la cuestión del d erech o al sufragio
con la d e los procedim ientos electorales. La sumnut d e Jcan-Paul Charnay, Le
suffrage politiqueen trance, M outon, París, 1965, da p or su parte un lugar bastante
restringido a la historia. Algunas obras más antiguas se revelan co m o útiles, aun
cuando tienen el inconveniente d e no cubrir, por la fuerza d e las cosas, más que
un p eriodo lim itado. Sus autores son generalm ente juristas. C item os especial­ Aberdeen, lord George Hamilton Ariés, Philippe: 108.
mente: F. Challeton, Certíansd'élections. HistoireélectoraleelparlementairedelaFrunce Aristóteles:- 23, 26n, 99.
de ¡789a 1890, París, 1891,3 vols.j J. C harbonnier, Organisation électoraleet repré-
Gordon; 202n.
Adams.John: 143n. Armogathe, Daniel: 364n.
sentative de tous les pays civilisés, 2a. ed„ París, 1883 (que aporta interesantes datos
com parativos); A. Chanlre-Grellet, Traite des élections, París, 1898. 2 vols.; E. Pie- Adhémar, conde Alexandre d’: Arnaud, Pierre: 341n.
rrc, Traite ríe droil polüique electoral et parlementaire, 2a. ed., París, 1902-1914,2 vols.; 21 ln, 256n. Ascoli, Peter: 21n.
E. Villcy, Législation électorale comparée des principauxpays d ‘Europe, París, 1900; G . Ageron, Charles-Robert: 393n. Aubert, Frangoise: 124n.
D. W eil, Les élections législatives depuis 1789. Histoire de la législation et des moeurs, Agulhon, Maurice: 247, 262n. Aubry-Vitel, Eugéne: 285n.
París, 1895. Aimel, H.: 353n. Audert, Hubertine: 13n, 367 y n,
Alain, Émile Chartier, llamado; 413 373, 375 y n, 430.
y n. Aude, C.: 248, 340n.
Albistur, Ma'ité: 364n. Audiftrend, Georges: 315n.
Alduy, Paul: 401. Aulard, Alphonse: 54n, 93, llln ,
Alembert, Jean le Rond d’: 117n. 182n, 327.
Allemane, Jean: 354n. Auspitz, Katherine: 33ln.
Alton-Shée, conde Edmond d’: 336. Avenel, Henri: 288n.
Amar, A.R.: 29n. Ayen, duque de: 285n.
Amar, Jean-Baptisle: 133. Azouvi, Frangois: 33ln.
Amiable, A.: 382n.
Amis, D.: 399 n.
Andelarre, marqués Jules d’: 294. Babeau, Henry: 31n.
André-Vincent, I.: 152n. Baczko, Bronislaw: 327n, 328n,
Anthony, Suzan Brownell: 372n. 329n,33ün, 335n.
Aquino: véase Tomás de Aquino. Badinter, Robert: 70n, 388n.
Arago, Étienne: 47n, 159n, 162n, Badinler, Élisabeth: 125n, 128n.
238, 267, 398. Baecque, Anloine de: 58n, I48n.
Ardant, Philippe: 387n. Bailleuljean-Charles: 121n, 219n.
Argenton, G.: 266n. Baker, Keitli: 26n, 52n.
434 La c o n s a g r a c i ó n d e l c iu d a d a n o Ín d ic e o n o m á s t ic o 435

Balland, R.: 274n, 276n, 277n, 278n. Bérard. Alexandre-Octave: 377, Bois, Paul: 74 y n. Broglie, duque Víctor de: 196, 197
Balzac, Honoré de: 48. 378n. Boisguilberl, Pierre le Pesant de: y n, 198, 204, 305 y n, 307 y n,
Barante, barón Prosper de: 351. Berenson, Edward: 270n, 324n. 137. 317.31811.
Barbes, Armand: 332. Bergeron, Louis: 188n. Boissin, Firmin: 324n. Brousse, Paul: 354n.
Bardoux, Jean: 73n, 301. Bergh, A. M. de: 134n. Boissy (el ebanista): 243. Brubaker, William R.: 402n.
Barére, Bertrand de Vieuzac: 117, Bergounioux, Alain: 357n. Boissy d' Anglas, Frangois, Amóme: Brun, Lucicn: 290n.
327. Berlier: 107n. 93 y n, 94 y n, 198n,334, 390n. Brunel, F.: 94n.
Bario w.Joél: 119, 120n. Bemard, Martin: 242. Boiste, Pierre, Claude, Victoire: Brunet de laiuijiie: 70n.
Bamave, Antoine: 81 y n, 85, 86, Bemouilli, Jacques: 162. 235. Bruschi, Chrisiian: I6n.
105, 174, 175, 221 n. Berry, duque de: 206. Boizet, Jacques: 69n, 389n. Buchez, Philippe Joseph: 15, 7Hn,
Bami.Jules: lOOn, lOln, 330. Berryer, Pierre Antoine: 207 y n, Bonald, Louis de: 205, 206, 209, 79n, 88n, 235,243 y n, 257,270,
Barodei, Désiré: 289, 315. 211,256 y n. 21 On, 213. 428, 429.
Barraud, Jean-Frangois: 234. Bert, Paul: 326, 333 y n, 334, 344, Bonaparte: ver Napoleón I. Buisson, Ferdinand: 326,327,330,
Barral, Pierre: 316n. : 345n. Bonhouune, Jacques: 332. 375 y n, 376n.
Barres, Maurice: 352n, 376. Berthelot, Marcellin: 294n, 344. Bonifaci, abate: 187. Bülciolu, María T eresa: 365n, 366n.
Barrot, Odilon: 220 y n, 259,276n, Bertier de Sauvigny, Guillaume de: Bonnecase, Julien: I35n. Bullock, lan: 354n.
294. 266n. Bonn», Gabriel: 142n. Buonarotti, Philippe: 3S5n.
Barthélemy, marquésjoseph: 200, Bertin, Frangois: 234n. Bomhoux, Adolphe: 354n. Burke, Edmund: 65.
20 In. 368 y n, 414n. Beudant, Charles: 99n. Borclla, Frangois: 400n.
Basdevant-Gaudemet, Brigilte: Beza (Théodore de Béze): 24 y n. Boucher, Auguste: 286n.
294n. Biard, Gustave: 244 y n. Bouglé, Célestin: 225n. Cabanis, Pierre Georges: 186 y n.
Bastid, Paul: 245n, 261n, 432. Bidelman, Patrick K.: 367n. Boulainvilliers, Henri de: 2ó. Cabet, Étienne: 240, 270,320, 365
Batbie, Léon: 290, 297-300, 302n. Biet, Chrislian: 107n. Boulay de La Meurthe, conde An­ y n, 430.
Baudeau, abate Nicolás: 146, 148 y Bigol, Charles: 350 y n. toine, Claude, Joseph: 184 y n, Cadart, Jacques: 51n, 52n.
n. Bigot de Morogues, barón: 205. 185 y n. Caillois, Roger: 29n.
Baumgartner, FrédéricJ.: 21n. Billaud-Varenne,Jean-Nicolas:329. Bourassé, Jean-Jacques: 28n. Caín: 370.
Bavelier, Adrien: Sin. Bimbautn, Pierre: 357n. Bourdeau, Pierre, Alpinien, Ber- Calonne, Charles Alexandre de: 48.
Bazard, Claire: 364, 365n. Blackstone, William: 34. trand: 196n, 199n. Calvino, Juan: 12, 23n, 24, 113n.
Beccaria, Cesare: 138, 140. Blanc, Louis: 52 y n, 232, 242, 249 Bourdon, Jean: 184n. Cambacérés,Jean-Jacques Régis de:
Béchard, Ferdinand: 211, 256n. y n, 259, 260, 261, 270, 310 y n, Bourel, Dominique: 33ln. I07n.
Béjin, André: 369n. 312 y n, 316, 320n, 336, 354n, Bourgeois, Léon: 326, 327, 330, Campbell, Peter 432.
Belcastel, barón Gabriel de: 293, 430. 345n. Capel, l itigues: 30n.
294 y n. Blanc, Simone: 125n. Bourget , Paul: 283. Carné, Louis de: 285n, 351.
Belin, Jean: 83n. Blanqui, Louis-Auguste: 236, 239, Bourgoing, barón de: 286. Camot, 1lippolyte: 276,315n, 335.
Bellessort, André: 28In, 344n. 320, 32ln. Boutmy, Emile: 306,343 y n, 344 y Caro, Elme: 100 y n, 318n.
Bénichou, Pierre: 145 y n. •* Bloch, Camille: 48n. n, 345 y n. Carpentier, Alejo: 39ln.
Benrekassa, Georges: 146n. Bluche, Frangois: 113n. Brissaud. Jean-Baptiste: 20n. Carpentier de Changy, H.: 21 ln.
Bentham, Jeremy: 151,328. Bodin, Jean: 25n, 68n. Broglie, duque Alberl de: 28ln, Carré de Malberg, Raymond: 156 y
Béranger, Charles: 232 y n, 257. Boin, Antoine: 226. 285n. 290, 298 y n , 301. n, 157.
436 ÍNDICK ONOMASTICO 437
L a c o n s a g r a c i ó n df .i . c i u d a d a n o

Carrel, Arnmnd: 250 y n. Chal lón, Édouard: 335. n, 110 y n, 112, 120 y n, 125 v n, Daunou, Pierre Claude Frangois:
Carrive, Paulette: fix.n. Chateaubriand, vizconde Francois 126, 127, 131, 132 y n, 133, 138, 93n, 181. 334, 335.
Carrol, Georges: 87n. René de: 20ln, 429. 142, 154n, 159 y n. 160, 161 y n. Decazes, duque: 201 n.
Carlwright, John: 48n, 151, 416. Chaudonneret, Marie-Claude: 431. 162 y n, 163-164, 176-178, 214, Defermont: 179.
Casaubon, E. A.: 366n. Chaumetie: 133. 329 y n, 330, 333, 347n,429. DeíTerre, Gastón: 400.
Castelbajac, conde Marie Barthéle- Chaussinand-Nogarel, Guy: 188n. Considerant, Víctor: 354n, 365 y n, Deherme, Georges: 414n.
my de: 204. Chazelas, V.: 398n. 430. Delacroix, Jacques-Vincent: 4 12n.
Castel de Saint-Pierre, abate: 137, Cheinisse, Léon: 45n. Constant, Benjamín: 67n, 189, 195 Delangle: 394.
138n, 141, 153. Cheneviére, Marc-Édouard: 23n. y n, 196 y n, 197-198, 200 y n, Démar, Claire: 366 y n.
Castellane, marqués Anloine de: Chenu, Jeanne: 369. 225 y n, 227 y n, 228, 429. Denisart: 70.
282n,292, 299n. Chesnelong, Pierre-Charles: 290n. Coppoíani.Jean-Yves: 180n, 187n, Dei-aismes, María: 367.
Castoriadis, Cornélius: 60n. Chevalier, Louis: 232n. 188n, 41ln. Derathé, Robert: 32n, 155n.
Cauchy, Augustin, Louis: 26 ln. Chevalier, Michel: 233 y n. Coras, Jean de: 20n. Deroin, Jeanne: 364.
Cavaignac, Louis Eugéne: 274,279. Chevé, Charles Frangois: 15. Corbiére, conde Jacques Joseph Descartes, René: 140n, 329.
C.erati, Marie: 133n. Chisick, Harvey: 347n, 348n. Guillaume Francois Pierre: 208. Desjardins, G.: 236 y n.
Cézanne, Ernest: 290n. Choderlos de Lávelos, Pierre: 124 y Corbon, Anthime: 257. Desmeunier: 84.
Chabrol, Guillaume de: 300 y n, n. Cormenin, Marie-Fran^ois de (lla­ Desmoulins, Camille: 77, 88.
. 301,380(1. Christophle, A.: 31n. mado Timón): 241 y n, 245 y n, Dessoye, Arthur: 33ln.
Challemel-Lacour, Paul-Armand: Citrón, Suzanne: 348n. 255-256, 261 y n. Dhondt, Jan: 30n.
326. Clausel de Coussergues,Jean-Clau- Cottereau, Georges: 252n. Diderot, Denis:56yn, 123,140 y n,
Challeton, Félix: 432. de: 196n. Cotleret, Jean-Marie: 139n. 151, 152,314, 334.
Champagny, conde Henri de: 304. Clauss, Ch.: 415n. Coux, Charles de: 267 y n. Digeon, Claude: 28ln.
Chambat, Pierre: 34ln. Claverie, Élisabeth: 415n. Cox, Virginia: 376n. Dodge, Guy H.: 22n.
Chamberlain, Joseph: 306n. Clemenceau, Georges: 13, 377. Coyer, abate: 56. Domat.Jean: 99.
Chambord, conde de: 203, 29ln, Clére, Jules: 280n, 303n. Graveri, Pietro: 365n. Dommanget, Maurice: 32ln.
293. Clermont-Tonnerre, conde Stanis- Créinieux, Adolphe: 260,265,394. Doumer, Paul: 327.
Chantre-Grellet, A.: 432. las de: 69n, 71. Cromé, Francois de: 21n. Dreux-Brézé, marqués de: 207.
Chapuys-Montlaville: 240n, 260 y n. Cloots, Anacharsis: 69, 119. Cuisenier, M.: 380n. Dubois-Crancé, Edmond Louis
Charavay, Étienne: I75n, 176n. Cochin, Augustin: 52n. Alexis: 89, 90.
Charbonnier, Joseph: 432. Coignet, Clarisse: 326. Ducatel, Paul: 431.
Chardon, Henri: 414n. Colas, Dominique: 404n. Dageville, Gabriel-Jacques: 95. Duchet, Michéle: 56n.
Charles, Albert: 262n. Colet, Louise: 364. Dagnan, E.: 262n. Ducos: 221, 254.
Charles, Chrisiophe: 342n. Combier, Charles-Louis: 290n, 294. Daire, Eugéne : 44n, 139n, 416n. Dufaure, Jules Armand: 22, 289 y
Charles V: 30n. Compagnon, Anloine: 283n. Damilaville: 140n. n, 299, 381.
Charles X: 30n, 231, 249. Comte, Auguste: 225, 315, 316n. Danjou, C.: 68n. Duguit, Léon: 99 y n.
Charlion, D. G.: 316n. Comte, Charles: 194, 238n, 429. Danton, Georges Jacques: 91. Duhamel (Le Journal d ’Instruction
Charnay, Jean-Paul: 92n, 386n, Condillac, Étienne Bonnot de: 329. Dareste, Pierre: 398n. Sodale): 429.
412n, 432. Condorcet, marqués de: 47 y n, 48, Daumard, Adeline: 112n, 252n. Duhem, Pierre Joseph: 164.
Chartier, Roger: 56n. 49n, 50 y n, 97 y n, 98, 109 y Daumier, Honoré: 431. Duhet, Paule-Marie: 125n.
438 l-A CONSAGRACIÓN OKI. CIUDADANO ÍNDICE ONOMASTICO
439

Humas hijo, AJexandre: 370 y n, Esquiros, Adéle: 364. Fourier, filarles: 15, 370n. Gerin, Marius: 254n.
371. Evans, EIdon Cobb: 412n. Fox-Genovese, Elisabeih: 45n. Gerson: 24.
Dummett, A.: 400n. Evans, Richard J.: 372n. France, Anatole: 327, 4 14n. Gervaisis, marqués de: 234.
Dumont, Louis: 12 y n. Expilly, Jean-Joseph: 112n. Franck, Louis: 374n, 37('m. Gilardin (presidente): 290n.
Dunoyer, Anatole: 288. Franclieu, marqués Charles de: 296 Gilí, André: 431.
Dunoyer, Charles: 194, 379n, 429. y n. Gimpl, Caroline Aun: 28ln.
Duplessis-Momay, Philippe: 20 y n, Fabiani, Jean-Louis: 330n. Francisco 1.: 28. Girard, Louis: 87n, 25ln, 252n.
21 . Faguet, Émile: 217n. Franklin, Julián H.: 24n, 25n. Girard, Patrick: 70n.
Dupont (de l’Eure): 253. Falloux, conde Frédéric Albert de: Fulford, Roger: 371 n. Girardin, Émile de: 312n, 354n,
Dupont de Nemours, Pierre Sa­ 276,318. Furel, FranQois: 52n, 54n, 112n, 370n.
muel: 46, 50, 80, 142. Farge, Arlette: 72n. 113n, 142n, 270n. Girault, Arthur: 389n, 392n, 399.
Dupont-Chatelain,Marguerite: 123n. Faure, Edgar: 142n. Furetiére, Antoine: 56n. Gobineau, Arthur de: 294.
Dupont-White, Charles Brook: 282n, Favre, Jules: 336. Fustel de Coulanges, Numa Denis: Goblot, Edmond: 348n.
284 y n, 286 y n, 303n. Favre, Pierre: 344n. 295 y n, 344. Godechot, Jaiques; 181n, 262n.
Duport, Adrien: 85n, 173 y n. Fawcett, Millicent Garrett: 371 y n, Godin, Jean-Baptiste: 351.
Durkheim, Émile: 346. 372 y n. Godineau, Dominique: 125n, 128n,
Duruy, Víctor: 340. Fayolle, Louis: 283n. Gage, Matilda J.: 372n. 135n.
Dussaussoy: 375. Feld, Scott L.: 154n. Gaillard, L. de: 285n, 287n. Godinec: 400n.
Dutacq, Frangois: 262n. Fenet, P. A.: I07n. Gambet la, Léon: 261,287,289,293, Goncourt, Edmond de: 123 y n.
Duvergier, Charles: 366n. Ferry, Jean-Marc: 405n. 298,310,31 ln,312y n,316,317 Goncourt, Jules de: 123 y n.
Duvergier de Hauranne, Ernest: Ferry, Jules: 54n, 113n, 261, 301 y y n ,319 y n, 325 y n, 326, 327n, Gouges, Olympe de: 126 y n, 127.
285n, 318. n, 302n, 312, 313 y n, 316 y n, 337n, 338 y n, 339 n, 341 y n, Gounot, E.: 99n.
Duvergier de Hauranne, Prosper: 322, 324 y n, 337n, 342,357. 342, 353, 355, 358. Gourvitch, A.: 253n.
192n, 199n, 221, 258 y n. Fiévée, Joseph: 206n, 429. Ganz, P.: 233n. Gradis: 71.
Filangieri, Gaetano: 225 y n. Garal, Dominique Joseph: 110, Gréard, Octave: 329n.
Finley, Moses Immanuel: 16n. 147n. Grégoire, abate: 70, 71, 73, 379n.
Edelstein, Melvin: 180n. Fiorot, D.: 45n. Garaud, Marcel: I04n, 107n, 135n. Grifiuelhes, Victor: 358.
Egret, Jean: 48n. Fitzpatrick, Brian: 205n. Garnier, Germain: 50n. Grinberg, Suzanne: 367n.
Ehrenberg, Alain: 34 ln. Flaubert, Gustave: 263n, 283 y n. Garnier-Pagés, Étienne Joseph Grivart, Louis René: 291.
Eichtal, Eugéne d': 3l7n. Fleury, Élisabeth: 56n. Louis: 98n, 107n, 261n. Grotinan, Bernard: 154n.
Eichtal, Gustave d’: 379 y n. Flexner, Eleanor: 372n. Garrigou, Alain: 261n, 411n,412n. Grotius: 31.
Emeri, Éric: 404n. Flotte, Paul René de: 276, 303. Gaspard, Frangoise: 396n. Grunberg, Gérard: 357n.
Enfanlin, Prosper: 366 y n. Fontane, Ch.: 431. Gauchel, Marcel: 81 n, 148n. Guadet, Joseph: 13n, 282n, 292,
Engels, Friedrich: 237 n. Foster, Lorn S.: 384n. Gaudemet, Jean: 28n. 296.
Ennis, B.: 384n. Fouillée, Alfred: 325n, 326, 339, Gautret: 375. GueniíTey, Patrice: 75n,94n, 173n,
Erckmann-Chatrían: 342. 341,345,346 y n, 347,348n, 349 Gavard: 354n. 176 y n, 180n, 411n.
Emoul, Edmond: 300n. y n. Genoude, abate de: 210, 211. Guerre, Martin: 20n.
Eros, J.: 316n. Foulon-Ménard, Joseph: 282n, George, Eustache: 341. Guesde, Jules: 242, 324n, 352 y n,
Esmein, Adhéman 44n, 415n. 291n. George, Henri: 431. 353n,‘354-355, 356n, 357, 358.
440 L a CONSAGRACIÓN DLL c iu d a d a n o 441
Í n d ic e o n o m á s t ic o

Gueydon: 394. 1lobbes, Thoma.s: 11,48n, 152,214. Keratry, conde Émile de: 337n. Lainé, Joseph: 192, 195, 198, 200,
Guibert. conde de: 92 y n. Holbach, barón d’: 42, 48, 142 y n. Kevles, Daniel J.: 383n. 20 ln, 226.
Guibert-Sledziewski, Élisabeth: Holmes, Slephen: 227n. Kingdon, Roben M.: 20n, 24n. Udly-Tollendal, contle de: 196n.
128n. Holton, Sandra: 371n, 373n. Kintzler, Catherine: 329n. Uiloi, Pierre (pseudónimo de Eugé-
Guiral, Pierre: 380n. Hoiman, Fran^ois: 25 y n, 27, 30. Kinzer, B. L.: 412n. ne Lavisse): 333n.
Guiraudet, Toussaint: 121 yn, 134 Huard, Raymond: 280n, 432. Klejman, Laurence: 367n. Lamartine, Alphonse de: 238, 239,
yn. Huilón, Oewen H.: 72n, 128n. 255n, 263n, 265 y n, 268, 274,
Kuibiehler, Yvonne: 136n.
Guizot, Frangois: 22,98n, 167,189, Hugo, Víctor: 260, 274n, 309n. Koepke, R. L.: 22 In. 275,277,278 y n, 336 y n, 338n,
192 y n, 194 y n, 197, 198 y n, Hume, David: 59, 60 y n. 63. Kraditor, Aileen S.: 372n, 373n. 430.
199,202n, 204,212-219y n, 221 n, Hunt, Lynn: 128n. Krivine, Alaiu: 359, Lamennais, Félicité Robert de: 237
224, 225, 229 y n. 246, 258, 260, Kubota, Akileru: 140n. y n, 238 y n, 254, 267, 429.
282, 308, 339, 340, 345. Lameth, Alexandre de: 89.
Gusdorl, Georges: 145n. lvray, Jeanne d’: 365n. Lamourette, Adrien: 69, 398.
Giitton, Jean-Pierre: 112n, 113n, Izoulei, Jean: 350n. Labbitte, Charles: 22. Lampué, Pierre: 400n.
116n. Laborde, Alexandre de: 95n. Laudes, Joan B.: 128n.
Guyomar, Pierre: 131 y n, 132. laboulaye, Édouard de: 295,318n, Landrieu, Joseph: 369n.
Guyot, Raymond: 18ln. Jackson, Richard A.: 21n, 30n. 344. L’Ange, FrangoisJoseph: 76.
janel, Paul: l()ln. La Bourdonnaye, Fran^ois Régis Languet, Hubert: 20n.
Jaucourt, caballero Louis de: 56, de: 202n, 203, 206, 207. Lanjuinais, Jean-Denis: 93n, 102,
Habermas, Jiirgen: 216 y n. 148. l abrous.se, Ernest: 224n, 232 y n. 120, 130,' 132.
Halé vi, Ran: 52n. Jaume, Lucien: 185n. Ui Bruyére, Jean de: 57. Laponneraye, Albert: 240,241 y n,
Halévy, Daniel: 318n. Jaurés, Jean: 75 y n, 76, 317, 353 y Lachaume, Jean-Bapliste: 282n, 254, 256 y n.
Halévy, Élie: 225n. n, 357. 358 y n. 294n. La Révelliére-Lépeaux, Louis Marie
Hanion, Léo: 18n. Johnson, Douglas: 202n. Uicombe, Charles de: 28ln, 282ri. de: 181.
Hanotaux, Gabriel: 290n. Joly, Claude: 20 y n, 21 y n, 23. Uicombe, Claire: 133. Ui Rochefoucauld-Liancourt, du­
Hartog, Franqois: 295n. Jouhaud, Christian: 21n. Lacour, René: 262n, 263n. que Frangois de: 72n.
Hause, Steven C.: 361 n, 367n. 369n, Journet, René: 309n. Lacroix, Charles: 334n. La Rochejaquelein, Henri Duver-
376n, 377n. Judt, Tony: 354n. Lacroix, Fernand: 50n. gier, conde de: 256.
Helvélius, Claude Adrien: 159. Juilliard, J.-Fr.: 24n. Lafargue, Paul: 356. Lasteyrie, Ferdinand de: 338 y n.
I Ienri IV: 24n. [ulia, Dominique: 327n, 329n. La Fayette, marqués de: 171, 201, La Tour du Pin, marqués René de:
I lertnel, Guy: 269n. Jurieu, Pierre: 20,21.22 y n, 23,24. 246. 347.
Herold, Ferdinand: 287 y n, 337n. I.aferriére, Henri: 276n. Laval-Reviglio, Marie-Claire: 45n.
Herriot, Édouard: 401. L.affite,Jacques: 253, 259. Laveleye, Émile: 354n.
Higgs, David: 206n. Kant, Emmanuel: 101 y n, 103n, Laffite, Pierre: 315n. Lavergne, Léonce de: 45n, 288n.
Higonnet, Patrice: 58n. 127, 330, 331 n. Lagardelle, Iluberi: 358. Lavisse, Emest: 327, 343n, 344,
Hill, H. B.: 181n. Katznelson, Ira: 354n. La Gorce, Pierre de: 323n. 345n.
Himmelfarb, Gertrude: 417n. • • Kelley, Donald R.: 25n. 1.a Grasserie, Raoul de: 347, 369 y Lavisse, Eugéne: 333 y n.
Hippel: 127 y n. Kenney, Anne R.: 361 n, 367n, 369n. n, 415 y n. Layton-Henry, Z.: 402n.
Hirschman, Albert: 15n. Kent. Sherman: 201 n, 224 n. La Harpe, Jean-Fran^ois: 145 y n. Lebégue, Ernest: 163n.

4
44»

Indicf-onomástico
442 L a consagración ofj. ciudadano Mercier, Louis Sébastien: 146n, 147
Maneuvríer, Édouard: 342. 343n. y n, 235 y n.
Lebey, André: 276n. Liard, Louis: 343 y n, 345 y n. Mangenot, Eugéne: 28n. Mérilhou, Joseph: 53n.
Le Bon, Guslave: 346. Linz, Juan: 269n. Manin, Bernard: 29n, 142n. Merlin de Douai, conde Philippe,
Le Bras-Chopard, Armelle: 15n, Liltré, Émile: 289, 315 y n, 430. Maple, Henry l^slie: 254n. llamado Antoine Merlin: 181.
387n. Livingston, William: 142 y n. Marat, Jean-Paul: 240. Meslier, Jean: 56.
Leca.Jean: 404n. Lochore, R. A.: 233n. Marcére, Émile de: 302 y n. Mesnard, Pierre: 2 1n.
Le Chapelier, Isaac René Guy: 71n, Locke, John: 11, 23, 32 y n, 33, 46, Maréchal, Sylvain: 124 y n. Meuriot, Paul: 224n.
104 y n, 105. 47n, 48n, 85, 108 y n, 114 y n, Margadant, Ted W.: 324n. Michel, P.: 233n, 234n.
Leclére, André: 360n. 214. Mane, Paule: 340n. Michelet, Jules: 51,52 y n, 75, 234,
Lecoq, Benoít: 34 ln. Lolme, Jean-Louis de: 143n. Marión, Marcel: 51n. 340, 361.
Lednj-Rollin, Alexandre, Auguste Lomme, Roland: 269n. Marivaux, Pierre Carlet de Cham- Michon, (Jeorges: 85n.
llamado Ledru: 237 y n, 238, Long, Marceau: 404n. blain de: 57. Mié, Auguste: 245 y n.
242, 254, 255 y n, 260 y n, 261, Luis XIV: 24n, 25n. . Marrast, Amiand: 267. Miginiac, Louis: 20ln, 224n.
262, 267, 274, 354n. Luis XVI: 45n, 105. Marshall, Thomas Humphrey: 14 y Mili, John Stuart: 285n, 371 y n,
Lefevre, Jean-Pierre: 101 n. Luis XVIII: 190a n. 372, 416, 417n.
Letévre-Pontalis, Antoine: 285n, Luis Napoleón Bonaparte: ver Marsile de Padoue: 23 y n, 24,26n. Mirabeau, conde Ilonoré Gabriel
291, 292. Napoleón III. Marlainville: 429. Riquetti de: 53 y n, 84, 134n,
Lefort, Claude: 84 y n. Luis Felipe: 224n, 235n, 246. Martin, Henri: 323n. I55n, 328 y n, 329, 387n.
Legrand du Saulle, Dr Henri: 109n. Lourdoueix, Henri de: 210 y n, Martucci, Roberto: 50n. Mitterrand, Frangois: 402.
Legrand, Louis: 74, 316n. 21 L Marx, Karl: 15 y n, 48, 264, 268, Mittre, Marius: 379n.
Le Mercier de La Riviére, Pierre, Loustalot, Armand Élisée de: 79. 322, 352. Moheau: 112.
Paul, Frangois, Joachim, Henri: Luchaire, Achille: 31n. Massia de Ranchin, Joseph: 376n. Mohrt, Michel: 281n.
87, 139-140 y n, 143, 145 y n, Lureau, Roger: 22n. Masson, Émile: 107n. Moine, de: 162.
146,147 y n, 165-167,214,416n. Lutaud, Olivier: 114n. Mathiez, Albert: 68n. Monge, Gaspard: 181.
Lemire, abate: 369n. Matoré, Guy: 235n. Monod, Gabriel: 344, 345n.
Lenin: 418. Maugeret, Marie: 369. Montaigu, Charles de: 116n.
Léon, Pauline: 112n, 133. Mably, Gabriel Bonnot, abate de: Maupéou, René Nicolás de: 141. Montalembert, conde Charles For-
León X: 28. 80, 143n, 144, 147n, 210. Maurras, Charles: 361. bes de: 207,234,273,277,281n,
Lepeletier de Saint-Fargeau, Louis- Maceado, B.: 341 n. Maury, abate: 73n. 414, 418n.
Michel: 327-329. Macé,Jean: 331-332 y n, 333, 334 y May, L o u is -P h ilip p e : 139n, 140n. Montalivet, conde Jean-Pierre Ba-
Lequinio, Jean-Marie: 126 y n. n, 338 y n, 339n. Mayeur, Jean-Marie: 369n. clvasson de: 247n.
Lerebours-Pigeonniére, Paul: 135n. Macpherson, C. B.: 47n. Maza, Sarah C.: 112n. Montesquieu, Charles de Secondat,
Leroux, Pierre: 15 y n, 28, 225 y n, Malebranche, Nicolás: 140 y n, 146, Mazade, Charles de: 289n. barón de La Bréde y de: 60n,
257 y n, 270, 332, 387n. 151. Mazarino, cardenal Jules: 20 y n. 140, 142 y n, 151-152, 292,410,
Leroy-Beaulieu, Paul: 393n, 395. Malesherbes, Chrétien Guillaume Me Bride, T. M.: 380n. Moore, David Cresap: 350n.
LeTrosne, Guillaume Frangois: 43, de I^amoignon de: 150. Meaux, vizconde Camille de: 28 ln, Morel, Henri: 21n.
44-45 y n, 46, 48, 139 y n. Mallet du Pan, Jacques: 182, 183, 293 y n. 305. Morelly: 15.
Lewis, Jane: 372n. 193 y n, 429.' Mendés France, Pierre: 40ln. Morgan, David Rees: 372n.
Lezay-Mamezia. conde Adrien de: Malón, Benoit: 354n, 430. Menou: 90.
146 y n. Mancy, Jarry de: 183.
444 La consagración del ciudadano Índice onomástico 445

Morgand, Léon: 30ln. Ozouí, Mona: 142n, 263, 270n, Pougei, Émile: 358 y n. Raynaud, Philippe: 141n,
Mornay: ver Duplessis-Momay. 327n. Poulain de La Barre, Frangois: 125 Regaldo, Marc: I86n.
Morder, Roland: 56n. y n. Regnaud de Saintjean d’Angély,
Moulin, Léo: 28n, 29n. Poulopoulo, E. A.: 837n. Michel: 118.
Mounier: 50n. Pagnerre (editor): 237 y n, 240. Poupin, Víctor: 340n. Regnault, Élias: 364 y ti.
Mousnier, Roland: 24n. Paine, Thomas: 69, 103n, 132. Pouthas, Charles-Henri: 195n, Reinach, Joseph: 326.
Murat, Pierre: 107n. Paixhans, Jacques: 282n. 247n,248n. Rétnond, René: 18n.
Pankhurst, Sylvia: 371. Pozzi, Regina: 283n. Rémusat, Charles de: 191n, I95n,
Pareto, Vilfredo: 346. Pradié: 293. 200 y n, 229 y n, 258, 285n, 307,
Napoleón I: 35, 142n, 189, 190n. Pascal, Blaise: 151, 152, 162. Pradon, J.: 281n. 335n.
Napoleón III: 19, 274n, 275 y n, Pasquier, duque Édenne: 274. Pradt, abate de: 206n. Renán, Ernest: 282-283 y n, 29ln,
276n, 280, 287n, 303, 312, 320, Passion, D.: 340n. Prévost-Paradol, l.ucien Anatole: 294, 323 y n, 326 y n, 342, 344,
322,325n,331. Pasteur, Louis: 344. 307 y n, 317,31811, 338. 345n, 358, 414n.
Naquet, Alfred: 319 y n, 337 y n. Paultre, Chrisdan: 72n. Price, doctor Richard: 47, 142, Renouvier, Charles: 100 y n, 326.
Naville, Emest: 282n. Payot, Jules: 326. 143n. Renouvin, Pierre: 45n.
Necker,Jacques: 45,48n, 50n, 87n, Pécaul, Félix: 326. Proinpsault, Jean-Henri: 28n. Rétat, Louis: 345n.
193-194 y n. 390. Pecqueur, Constantin: 254, 255n. Prouiihon, Pierre Joseph: 15, 243 Rétif de 1.a Bretonne, Nicolás: 56,
Négre, Charles (pintor): 431. Péguy, Charles: 358 y n. y n, 275 y n, 310, 326, S58n. 57n, 124 y n.
Newman, E.: 207n. Pelloux, Robert: 283n. 364n, 430. Reynaud, Jean: 257.
Niboyei, Eugénie: 364. Pelosse, Valentín: 366n. Proust, Marcel: 283n. Reynolds, Sian: 354n.
Nicol, A.: 400n. Pérennés, Frangois: 379n. Prudhomine, Louis-Marie: 128n. Riáis, Stéphane: 21n, 148n, 203n.
Nicolet, Claude: 316n. Pernolel, Charles: SOOn. Punux, Franck: 22n, 23n. Ribot, Paul: 282n.
Nodier, Charles: 128,129 y n, 135. Pérotin-Dumon, Anne: 391 n. Pufendorf, Samuel: 31, 32, 152. Ricard, Pierre Henri Amable: 302n.
Nora, Pierre: 340n. Perrol, Michelle: 128n, 354n. Pyat, Félix: 322 y n. Richard: 203n, 204, 206, 210.
Normanby, marqués de: 266n. Pétion de Villeneuve, Jéróme: 75, Richelet: 56n.
Nouiiisson, Paul: llln . 80, 82. Richelieu, duque Armand Emma-
Petit, Édouard: 282n, 295n, 33ln. Quesnay, Frangois: 44 n, 48,50,94, nuel du Plessis de: 206.
Petit-Dutaillis, Charles: 31n. 138, 139 y n, 140n, 143, 144yn, Richer, Léon: 367.
Ockham, Guillaume d’: 24. Petot, Pierre: 109n, 130n. 146 y n. Richet, Denis: 26 y n, 141, 142n.
O ’Connov, A. Condorcet: 47n, Peuchet, Jacques: 180n. Quillei, Janine: 23n, 24n. Rickard, Charles: 412n.
162n. Philonenko, Alexis: 154n. Quinet, Edgar: 323, 329. Riley, Patrick: 15In.
CEchslin, Jean-Jacques: 203n. Picho: 119n. Rioux, Jean-Pierre: 342n.
OfFerlé, Michel: 35ln. Pierrard, Pierre: 234n, 270n. Rittinghausen, Cari: 354n.
Olivier-Martin, Frangois: 31n. Pierre, Eugéne: 432. Rabaut Sainl-Étienne,Jean-Paul: 81, Robert, Guy: 309n.
Oresme, Nicolás: 24. Pilenco, Alexandre: 338n, 41 ln. 87, 88, 90n, 327 y n. Robespierre, Muximilien: 70, 73,
Osbome, Thomas R.: 344n. Platón: 15. Rain, Pierre: 344n. 75, 78 y n, 90, 106, 156, 163 y n,
Ott, Auguste: 235 y n. Portalis.Jean, Édenne, Marie: 135. Ranciére, Jacques: 234n, 243n. 175 y n, 176 n, 177, 178, 197,
Ozanam, Frédéric: 234 y n. Posdgliola, A.: 151n. Raphaél, i’.: 276n. 203, 240, 241, 255, 328n.
Ozouf, Jacques: 113n. Pothier, Robert Joseph: 99. Rath, J.: 402n. Robín, Charles: 315n.
446
La c o n s a g r a c ió n d e i . c iu d a d a n o 447
I n d ic e o n o m á s t ic o

Robinet: 315n.
Sainte-Aulaire, conde de: 250. Sidney, Algernon: 32 y n, 114. Sue, Eugéne: 276, 303.
Rocal, Georges: 262n. Saint-Just, Louis Antoine: 176-177 Suralteau, Jean-René: 74n, I80n,
Rocard, Michel: 417n. Siegal, L.: 384n.
y ii, 178, 197, 240, 255. Siegfried, André: 388n. 184n.
Roche, Achille: 239, 240n. Saint-Marc Girardin, llamado Marc Szramkiewicz, R.: 135n.
Rochefori, Florence: 367n. Sieyés, Emmanuel Joseph: 45, 48-
Girardin: 233-234 y n, 278. 50,57 y n, 58 y n, 59, 60,61-63 y
Roederer, conde Pierre Louis: 95 y Saint-l’é, D.R.D.: 282n, 308n, 323n.
n, 112n, 118, 121n, 158n, 167, Saint-Pierre: ver Castillo de Saint- n, 64, 65 y n, 68n, 78n, 92, 96,
185n, 187. 100 yn, 102n,104,112 yn, 115, TaguiefF, Pierre-André: 404n.
Pierre. 125 yn, 134, 157 y n, 158, 167, Tailhant, Adrien-AIbert: 290n.
Roehn: 431. Saint-Roman: 245n.
Rohr.Jean: 284n, 41 In. 172ii, 174, 175n, 181, 184-185 y Taine, Hippolyte: 282n, 283n, 292,
Saint-Simon, duque de: 25 y n. n, 187, 228, 229, 240 y n, 245n, 303n, 323 y u , 326,342,344.
Romme, Gilbert: 327, 347n. Sainl-Simon, conde Henri de: 225 Talleyrand-Périgord, Charles-Mau-
Rondelet, Amonin: 308 y n. 427, 429.
y n, 23ln, 366, 367, 379, 430. Simón, Jules: 302n, 336, 337n, rice de: 123n, 347n.
Rosanvallon, Pierre: 213n, 219n. Salaville, Jean-Bapdste: 58, 59n. Tallón, Eugéne: 290.
Rose, R. B.: 235n. 340.
Sand, George: 262, 264, 282-283 y Simón, Pierre: 196n. Tarde, Gabriel de: 346,350n, 415 y
Rosen, Andrew: 37 In. n, 310,320 y n, 323 y n, 332,336
Rossei, Louis: 23ln. Six, Théodore: 430. n.
y n, 365 y n. Target, Guyjean-Baptiste; 58,69n.
Rothkrug, Lionel: 25n. Skinner, (¿uentin: 21n, 26n.
Sangnier, Marc: 242. Smith, Adam: 49,50n, 59,63,328. Tatin-Gourier, Jean-Jacques: 59n.
Rolhschiíd, familia: 13. Sarraut, Albert: 354n.
Soboul, Albert: 91n. Taylor, Helen: 372 y n.
Rouanet: 355. Sartre, Jean-Paul: 359. Sohn, Anne-Marie: 369n. Tchernoff, Iouda: 239n.
Rouquié, Alain: 269n. Sassier, Yves: 30n. Teitgen, Pierre-Henri: 401 y n.
Rousseau, Jean-Jacques: 20,21 y n, Say, Léon: 301. Solnon, Jean-Frantois: 113n.
Solus, Henri: 390n. Tenot, Eugéne: 322, 323n.
22-24, 32 y n, 39, 42, 56, 59, 63, Schelle, Gustave: 45n, 47n, 48n, Tersen, Émile: 398n.
80,81n, 107n, U6 y n , 123, 124, Sowerwine, Charles: 362n.
142n. Terson, Jean: 244n.
127 y n, 129, 151-155 y n, 178, Schérer, Edmond: 302n. Spitzer, Alan B.: 207n.
213, 214, 314, 316 y n. 329 y n, Schmale, Wolfgang: 148n. Spuller, Eugéne: 275n, 326, 332 Teste, Charles-Antoine: 335n.
y n, 326,336 y n, 340n, 341. Teyssendier de La Serve, Paul:
334.
Schnapper, Dominique: 404n. Staél, barón de: 193n. 147n.
Roux, P.C.: 78n, 79n, 88n, 428, Schcclcher, Victor: 392n, 396n, 398 Thabault, A.: 324n.
429. Staél-Holstein, baronesa Germaine
y n. Théremin, Charles: 134,135n,228
Rover, Constance: 371n. de: 135 y n, 227.
Scott, Jonathan: 32n. Stanton, Elizabeth C.: 372n, 374n. yn.
Royer-Collard, Pierre Paul: 192, Secrétan, Charles: 326. Théry, Iréme: 107n.
216, 229 y n. Steeg, Théodore: 395n.
Rude, Femand: 262n, 266n.
Segur,Joseph Alexandre de: 129n. Stendhal, Henri Beyle. llamado: 255 Thibaudeau, Antoine Claire: 187n.
Selves, Jean-Baptiste: 415n. Thibault, Jacques: 341 n .
Ruffini, Émilio: 29n. y n.
Sémérie, Eugéne: 315 y n, 316n, Stem, Daniel: 232. Tliibert, Marguerite: 365n.
Rulhiére, Claude Carloman de: 32ln, 323 y n, 430. Thierry, Augusdn: 22, 26n.
146n. Stern, Samuel: 415n.
Servan, Joseph: 92 y n. Stock-Morton, Phyils: 329n. Thiers, Adolphe: 13, 247n, 248,
Sewell, Williana H.: 239n, 243n. 277, 278 y n, 279 y n, 289, 303,
Stopes, Mary: 372n.
Shklar, Judith: 151n, 152, 155n, Suard, Jean-Baptiste Antoine: 318, 337n.
Sablé, Víctor: 392n. 180n. Thomas, Chamal: 124n.
Sagnac, Philippe: I04n. yn.'
Sicard, abate Augustin: 329n. Suárez, Francisco: 26n, 152n. Thomas, Édith: 364n.
449
Í n d ic e o n o m á s t ic o
448 La consackaciOn uei. ciudadano
Zapperi, Roberto: 57n.
Williams, David: 132 y n. Zeldin, Tlreodore: 362 y n.
Tomás de Aquino: 23, 24, 152. Vignerte, Jean-Jacques: 237n. W ollstonecraft, Maiy: 123n.
Thoré, Théophile: 332. Vignery, John Roben: S28n. Zevaés, Alexandre: 355.
Thorigny, Tiburce de: 280n. Wootlon, David: 114n. Zola, Émile: 324 y n.
Villéle, conde Joseph de; 192, 205
Thourel, Jacques-Guillaume: 67,80, W'righl, G. D.: 187n. Zolbert, Aristide: 354 n.
y n, 207, 208 y n, 210-211, 256 y Wyrouboíí, Grégoire-Nicolas: 3 15n,
118, 163 y n. n. Zylberberg, Jacques: 404n.
Thuillier, Guy: 380a. Villemain, Abel Frangois: 209n. 430.
Tillier, Claude: 254 y n, 258, 260n, Villeneuve-Bargemont, Alban de:
363 y n. 205,238n, 379n.
Tison, Robert-Henri: 99n. Villey, Edinond: 295n, 432.
Tocqueville, Alexis de: 54n, 55n, Villey, Michel: 99n.
150, 229n, 266, 292, 298n, 307, Vinck.. de (colección): 280n, 431.
351, 414n, 415n. Vinel, Ernest: 343n, 344n, 345n.
Tosel, Andró: 101a. Viollet, Paul: 27n.
Toulemon, André: 369n. Viollelie, Maurice: 395, 396 y n,
Tudesq, André-Jean: 224n, 247n, 397.
249n,274n,275n, 287n. Virieu, conde Frangois-Henri de:
Turgot, Anne Roben Jacques: 45- 89.
48 y n, 49n, 50,53, 54n, 87n, 94, Vitoria, Francisco de: 152n.
138, 142 y n, 143n, 150, 159 y n, Viviani, René: 375 y n.
390. Voltaire, Frangois Marie Arouet lla­
mado: 56n, 57,141, 142, 159n,
162 y n.
VacanL, Alfred: 28n. Vovelle, Michel: 72n, 148n.
Vacherot, Étienne: 295, 308 y n. Voyer d'Argenson, Marc René Ma­
Vaillant, Édouard: 354n. rie de: 141 y n, 335n.
Vallois, Maximilien: 330n.
Vanel, Marguerite: 68n, 70n, 389n.
Vauban, Sébastien Le Preslre de: Waddington, William Henry:293n.
112n, 137. Waley, Daniel: 29n.
Vaublanc, conde Vincent Mariede: Weil, Georges: 21n.
192, 205n. Weil, G. D.: 432.
Vaulabelle, Achille de: 192n, 200n. Weil, Palrick: 404n.
Vaulhier, G.: 263n. Weiss, Jean-Jacques: 325n.
Vérone, María: 368. Weisz, George: 343n.
Vial, Francisque: 329n, 348 y n, Weulersse, Georges: 48n, 87n.
349. Wiener, Ph.: I51n.
Vidal: 276. Wígmore, John H.: 412n.
Vidalenc, Jean: 252n. Willard, Claude: 353n, 356n.
Vigier, Philippe: 247n, 248n, 264n. Willard, Francés: 373n.

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