Está en la página 1de 318

Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.

Es una traducción de fans para fans.


Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprando su libro.
También puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en redes sociales y
ayudándolo a promocionar su libro.
¡Disfruta de la lectura!
Los autores (as) y editoriales también están en Wattpad.
Las editoriales y ciertas autoras tienen demandados a usuarios
que suben sus libros, ya que Wattpad es una página para subir tus
propias historias. Al subir libros de un autor, se toma como plagio.
Ciertas autoras han descubierto que traducimos sus libros
porque están subidos a Wattpad, pidiendo en sus páginas de Facebook
y grupos de fans las direcciones de los blogs de descarga, grupos y
foros.
¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema
que enfrentan y luchan todos los foros de traducciones. Más libros
saldrán si se deja de invertir tiempo en este problema.
No continúes con ello, de lo contrario: ¡Te quedarás sin Wattpad,
sin foros de traducción y sin sitios de descargas!
Vane Farrow

Vane Farrow Sandry Daniela Agrafojo


Victoria. Majo Villa Jadasa
Vane Hearts Nix Beatrix
NicoleM Ivana evanescita
Miry GPE Laura Delilah Fany Keaton
Nika Trece Mae Paltonika
NnancyC Val_17 Jeyly Carstairs
Ivy Walker Annie D

Val_17 NnancyC Adriana


Lu Valeriia<3 Jadasa
Daliam Vane Farrow Annie D
Miry GPE Itxi Laurita PI
Getze Dom Daniela Agrafojo

Vane Farrow

Mae
Sinopsis Capítulo 21
Prólogo Capítulo 22
Capítulo 1 Capítulo 23
Capítulo 2 Capítulo 24
Capítulo 3 Capítulo 25
Capítulo 4 Capítulo 26
Capítulo 5 Capítulo 27
Capítulo 6 Capítulo 28
Capítulo 7 Capítulo 29
Capítulo 8 Capítulo 30
Capítulo 9 Capítulo 31
Capítulo 10 Capítulo 32
Capítulo 11 Capítulo 33
Capítulo 12 Capítulo 34
Capítulo 13 Capítulo 35
Capítulo 14 Capítulo 36
Capítulo 15 Capítulo 37
Capítulo 16 Capítulo 38
Capítulo 17 Capítulo 39
Capítulo 18 Capítulo 40
Capítulo 19 Fourth Debt
Capítulo 20 Sobre el autor
Ella me sanó. Me destrozó. Me liberó. Pero estamos en esto
juntos. Terminaremos esto juntos. Las reglas de este antiguo juego no
pueden ser quebrantadas.
Nila Weaver ya no se reconoce a sí misma. Dejó a su amante, su
coraje y su promesa. Dos deudas pagadas. Demasiados para soportar.
Jethro Hawk ya no se reconoce a sí mismo. Ha abrazado de lo que
siempre huyó, y ahora se enfrenta a un castigo mucho mayor del que se
temía.
Casi es hora. Está exigiendo ser pagado.
La Tercera Deuda será la prueba definitiva...
Indebted #4
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Val_17

Nila
Le entregué mi corazón a mi enemigo.
Había caído.
Caí.
Caí.
Con fuerza.
No existía final en mi afecto. Ni límites a lo que haría por protegerlo.
Jethro era mío y dependía de mí…
… dependía de mí poner fin a esto.
Ya no intentaba salvarme a mí misma.
Intentaba salvarlo.
De sus pesadillas.
De sí mismo.
De ellos.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Lu

Nila
¿Cómo sucedió esto?
¿Cuándo empezó a ir todo tan mal?
Se suponía que Jethro me amaba. Se suponía que debía amarlo.
Sin embargo, él me entregó a su familia. Ató las cuerdas, vendó
mis ojos, y me regaló a sus familiares.
—¿Sabes qué momento es, Nila Weaver? —respiró Daniel en mi
oído.
Me aparté. Las restricciones alrededor de mi cuerpo significaba
que no podía correr, no podía luchar; ni siquiera podía ver.
Oh Dios.
Por favor, no dejes que hagan esto.
Quería gritarle a Jethro para que me salvara. Quería que pusiera
fin a esto y me reclamara de una vez y por todas. ¿Nuestra conexión no
significaba nada?
Sabes que todo es diferente ahora.
Desde que volví a Hawksridge Hall, las cosas habían sido
diferentes, horriblemente, terriblemente diferentes.
El fuego crepitaba en la sala de billar donde los hombres Hawk
habían estado jugando al póker. El aire era caliente y húmedo y
entrelazado con olor a coñac.
Esta noche, tenía planes para poner fin a lo que sea que cambió
entre Jethro y yo para siempre.
Pero ahora... esos planes habían cambiado.
Kestrel pasó los dedos sobre mi cuello. —Relájate, pequeña
Weaver. Todo va a terminar pronto.
Cut rió. —Sí, pronto puedes ir a dormir y pretender que nada de
esto sucedió.
Mis oídos se agudizaron por otra voz. La voz del hombre que
controlaba mi corazón a pesar de que me lo tiró de nuevo a la cara.
Pero sólo el silencio me saludó.
Daniel rió, lamiendo mi mejilla. —Es hora de pagar, Weaver.
Alguien aplaudió y con una voz llena de oscuridad y condena
dijo—: Es hora de la Tercera Deuda.
Dos meses antes...
Traducido por Hansel
Corregido por Daliam

Jethro
Quise decir lo que dije antes.
Lo creo con cada hueso de mi cuerpo.
Alguien tiene que morir.
Todavía me sostenía por esa conclusión. Sólo que, esperaba que
no fuera yo.
Lástima que los deseos nunca se vuelven realidad.
Siempre me pregunté qué se sentiría. Cómo reaccionaría, saber
que había fallado. Permanecí despierto muchas noches tratando de
imaginar cómo me comportaría cuando mi padre finalmente hubiera
tenido suficiente. Temía demasiado no ser lo suficientemente fuerte, lo
suficientemente valiente, para hacer frente a las consecuencias con las
que había vivido toda mi vida.
Pero nada de eso importaba ahora. Había hecho lo que juré
nunca hacer y me revelé. Mi padre sabía que no existía forma de
cambiarme, vendría por mí.
¿Pero qué mierda importa?
Ella está a salvo.
Eso era en todo lo que necesitaba enfocarme.
Había hecho todo lo posible para ser el hijo perfecto, pero había
estado luchando una batalla imposible de ganar. No importa lo mucho
que deseaba poder ser como ellos, no lo era. Y no tenía sentido seguir
luchando.
Ya no.
He terminado.
Terminé en el momento en que Nila me llamó Kite y admitió que
me amaba.
Joder, eso no es cierto.
Terminé en el momento en que puse los ojos en ella en Milán.
Me quedé mirando por la ventana, agarrando el borde hasta que
mis dedos se pusieron blancos. La vista de Hawksridge, de setos
cortados y matas de rosas brillantes, ya no eran de color, sino blancos
y negros. Ante mis propios ojos, la chispa y el dinamismo de la vida me
dejaron mientras Nila entraba en el sedán negro.
¿Cómo podría la efervescencia del mundo de repente desaparecer,
dejando atrás un desastre monocromático en el segundo en que ella
desapareció?
En el momento en que salió del comedor, me aparté de la mirada
petulante de mi padre y logré mantenerme calmado los tres minutos
que me llevó a caminar por el pasillo, poniendo suficiente distancia
entre mí y la gente que no podía ver cómo me quebraba.
Me las había arreglado para seguir caminando hasta que no había
nadie que pudiera verme, pero entonces mi autocontrol se terminó. Mis
piernas se habían impulsado a correr. Jodidamente corrí al ala de
soltero, mientras cada paso volvía mi hielo en puñales, haciéndome
sangrar, afectándome.
No me detuve hasta que golpeé mis manos en el alféizar de la
ventana y miré a través del cristal de siglos de antigüedad a la
procesión.
Mi corazón dio un vuelco cuando un hombre con un traje cerró la
puerta del coche, bloqueándome de ella para siempre. No había luces,
ni calcomanías de advertencia criminal sobre quiénes eran.
Estos policías habían llegado a robar lo que era mío con sigilo.
Sabían que habían violado y roto tratados mucho mayores que sus años
con la fuerza. Mi familia tenía inmunidad, sin embargo, había
subestimado a Vaughn.
No recurrió a la ley por ayuda. Ni siquiera enlistó mercenarios u
otras formas estúpidas que Weavers hicieron en el pasado. No, había
sido inteligente. Bastardo sangriento. Había usado las redes sociales
para reunir una fuerza pública. Incluso con nuestra riqueza e
influencia, no podíamos luchar contra el clamor de millones de
personas.
A la mierda Vaughn.
A la mierda su manipulación.
Mis puños se cerraron en el alféizar de la ventana mientras el
policía golpeaba el lado del vehículo como si hubiera ganado. Él.
Ellos. Los Weavers.
Ganaron.
Ella me arruinó.
Me destruyó.
Miré en el coche, dispuesto a que Nila levantara la vista. Pero no
lo hizo. Su silueta, mirando resueltamente hacia adelante, era
oscurecida por vidrios polarizados.
Me obedeció y salió del comedor.
No miró hacia atrás.
Ahora, habría dado cualquier cosa para que mirara hacia atrás.
Para que cambiara de opinión.
Una terrible agitación comenzó en mi interior.
Todo lo que me tragué y mantuve en profundidad, voló a la
superficie. Creció y se hizo más fuerte, más duro, más rápido.
Mis dedos se clavaron como espadas en la madera blanda.
A pesar de que quería matar a la policía con mis propias manos,
me las arreglé para permanecer en mi ventana mientras los motores de
los tres coches comenzaron a funcionar. Se alejaron de la casa. El
ruido de sus neumáticos en la grava no llegaba a mi ventana, pero no
tuve ningún problema en imaginar el sonido.
Sonaba como el cristal siendo aplastado debajo de piedra. Sonaba
exactamente como lo que pasaba dentro de mí: cada órgano destrozado
en el infierno.
Me contuve el tiempo suficiente para que el auto desapareciera
por la montaña, deslizándose como una serpiente venenosa, tomando lo
que era mío.
Vuelve.
Nunca vuelvas.
Debería haber sabido que esto pasaría.
Siempre estuve destinado a este destino.
Era inevitable.
En cierto modo, estaba agradecido con Vaughn. La rescató
cuando no tuve las putas bolas. Se había llevado de vuelta a su
hermana porque la amaba lo suficiente como para luchar por ella.
Estaba mejor con él, lejos de mí y mi jodida familia.
El último convoy desapareció.
Con un suspiro profundo, me di por vencido. Dejé que el vidrio
dentro de mí se rompiera y explotara. Me permití hacer lo que nunca
podía hacer. Dejé caer mis paredes. Mis muchas, muchas paredes.
Me perdí.
Doblado por la mitad, apoyé mi frente en mis nudillos mientras
sufría el peor desastre que alguna vez había vivido.
Ves, Nila.
Esto es a lo que me refería cuando te pregunté si me ves.
¿Ella pensó que vivía en un mundo intenso? No era nada
comparado con lo que había soportado. Nada comparado con la
condición con la que me habían maldecido soportar.
La pena, el terror y la culpa aullaban y rugían con la mayor
ferocidad.
Me volví hueco, vacío forjado por las emociones. Todo era
demasiado. Todo lo que quería hacer era... desvanecerme. Lejos de
morder las palabras y las consecuencias continuas.
—Jethro.
Mierda.
Tan fácilmente como había dejado ir mis paredes, tomó un
esfuerzo enorme reconstruirlas. Ladrillo de hielo tras ladrillo de hielo,
hice mi mejor esfuerzo para reconstruir el iglú en el que había vivido
toda mi vida. Pero fue inútil.
Con un rostro retorcido en desafío, me giré para encontrarme con
mi padre.
Se encontraba de pie en la puerta, llave en una mano y un
implemento de disciplina en la otra. Nos miramos el uno al otro.
Mismos ojos y sangre Hawk. ¿Cómo podrían dos hombres, unidos por
linaje y familia, ser tan completamente diferentes?
—Vamos. No puedes huir de esto. Ya no.
Apretando la mandíbula con tanta fuerza que mis dientes casi se
convirtieron en diamantes, miré por última vez al vacío fuera de mi
ventana. Verla irse era una tortura absoluta, pero ver su regreso sería el
peor castigo de todos.
Mantente alejada, Nila Weaver. Nunca vuelvas.
—Jethro —gruñó—, tus engaños no funcionarán esta vez.
Ni siquiera podía darme un segundo para decir adiós. Para
imprimir todos los detalles de Nila en mi alma para que pudiera llevarla
conmigo al inframundo. Ni siquiera podía darme la cortesía de ser yo
mismo una sola vez antes de que esto terminara.
Bastardo.
Absoluto jodido bastardo.
Miré a mi padre. Su rostro era tan agudo como las piedras de
contrabando.
—¿Qué hiciste con Jasmine? —Mi hermana estaba en un estado.
No la había visto tan emocional en años—. Necesita a alguien que esté
allí con ella cuando le digas lo que hiciste.
Cut olfateó. —Kestrel está con ella. Y se quedará con ella todo el
tiempo que necesite.
Al menos Bonnie y Daniel no fueron elegidos para consolarla. La
idea de dejar a mi hermana me aplastaba.
Balanceando mis manos, me obligué a encontrar coraje.
Cut se acercó, con los brazos firmes a los lados. —Fui justo
contigo, hijo. Te di más posibilidades de las que merecías.
Tantas opciones brillaron ante mis ojos. Podía pedir misericordia,
amenazarlo, incluso cometer un asesinato para protegerme.
Pero Nila había estado en mi vida desde hace dos meses.
Mi padre había estado en ella durante veintinueve años.
Había hecho su mayor esfuerzo conmigo. A través de sus
manipulaciones y condicionamiento loco, nos pareció que podía
cambiar. No era culpa suya que tuviera que hacer esto.
Es mía.
Dejé caer mis ojos, manteniendo mi máscara en su lugar. —
Mándame lejos. Niégame. Haz lo que quieras. —Seguía mirando a la
alfombra mientras suplicaba clemencia—. Tienes mi palabra; no
volveré.
Huiré con ella. La llevaré donde nunca nos encontrarás.
Se rió. El sonido era como un arroyo en el infierno. —No tengo
ninguna intención de hacerlo a medias Jet. Esto es lo que tiene que
suceder. No hay que prolongarlo. —Levantando el brazo, apuntó el arma
hacia mi pecho.
Todo se fue a la mierda.
Mis ojos se centraron en el arma; ninguna cantidad de coraje
podría impedirme debatir los méritos de mi vida. Sí, no era como él.
Pero joder, lo intenté. ¿Eso no significaba nada? —Todavía soy tu hijo.
Frunció los labios. —Discutible después de los últimos meses.
—Te decepcioné. Demostré ser indigno, pero por el amor de
Cristo, solo déjame ir. Destiérrame, arrójame afuera, déjame sin un
centavo. Haz lo que quieras. Simplemente no me mates.
La palabra "por favor" bailó en mi lengua, pero la tragué de nuevo.
No soy débil.
No le daría la satisfacción de rogar.
—Has escuchado los cuentos. Has visto la prueba de por qué
vivimos vidas tan estrictas. Sabes que no puedo hacer eso, Jethro. Es
mejor para todo el mundo de esta manera. Eres mi primogénito. No
puedo conceder legalmente mis bienes a Kestrel mientras todavía estés
vivo.
—Firmaré lo que quieras renunciando a mi derecho.
—Jet… —gruñó, acercándose, tranquilo y resignado—. Lo hecho,
hecho está. Es tiempo de sufrir las consecuencias.
Discutió tomar mi vida como si fuera la basura de la casa y no su
carne y sangre.
Le volví la espalda y miré por la ventana de nuevo, reviviendo la
procesión de coches que había robado a Nila de mi mundo.
Ella me dio tanto, aun aguantando más de lo que podía soportar.
No era justo.
La vida nunca es justa.
Solté un bufido.
Mi vida se acabó.
—Jethro… —Su temperamento espetó mi nombre a medias—. A
menos de que quieras una bala en tu cerebro, te sugiero que vengas
conmigo. Tan terrible como piensas de mí, no quiero hacerte daño.
Me di la vuelta. —¿Qué?
Mi corazón se aceleró por la falsa esperanza.
Acercándose, agitó el arma. —Ven sin una queja. No quieres que
tu hermana vea un desastre aquí... ¿verdad?
Cualquier esperanza que se había reunido en mi corazón se
rompió. Me estremecí ante la idea de Jaz siendo testigo de un despacho
horripilante.
—Iré contigo. —Cruzando la distancia entre nosotros, envolví mi
mano alrededor del cañón de su pistola—. Aléjala. No es necesaria.
Silencio nos rodeó.
Cut suspiró y enfundó el arma en la parte trasera de sus
pantalones. —Buen chico. —La compasión en sus ojos estaba tan
equivocada. Se preocupaba por mí, más de lo que admitiría.
Normalmente, mi condición significaba que no tenía más remedio
que escuchar. Sentir. Entender.
No esta vez.
Mi cuerpo se apagó, matando la sensibilidad y aceptando el
destino. Pensamientos de golpearlo llenaron mi mente. No tenía que
terminar de esa manera. Pero si me fuera de Hawksridge, todavía
tendría que vivir con la pesadilla en la que nací. Y después de
enamorarme de Nila, mis reservas estaban vacías. Quería un descanso.
Me hallaba malditamente cansado de todo.
Cut se hizo a un lado, señalando la puerta. —Después de ti.
—No, después de ti. Te seguiré. Te di mi palabra.
Frunció el ceño, pero finalmente asintió. Sin decir palabra, se
dirigió a la puerta y miró por encima de su hombro para asegurarse de
que obedeciera.
Esto era, entonces.
En la cúspide de la victoria, lo había perdido todo.
Que así sea.
Lo seguí.
Traducido por Victoria
Corregida por Daliam

Nila
—Detenga el auto. Por favor, detenga el auto.
El policía sacudió la cabeza, agarrando el volante y llevándome
más lejos de Jethro.
—Lo siento, señorita Weaver. El siguiente lugar en el que nos
detendremos es Londres.
El balanceo del vehículo envió escalofríos por mi piel. Cada giro
de los neumáticos llenaba mi sangre de temor.
¿Qué hará Cut con él?
¿Cómo podía irme?
Estirándome contra mi asiento, me estremecí. Los moretones en
mi caja torácica por el RCP, el calor ardiente en mi garganta por el
ahogo, y el dolor de cabeza por la confusión todo competía con la
sensación aplastante alrededor de mi corazón.
Palmeé al policía en su hombro. —Por favor, todo esto es un gran
malentendido. Lléveme de vuelta. Quiero regresar.
Ahora. Inmediatamente. Antes de que sea demasiado tarde.
—No se preocupe. Relájese. Todo es como debe ser —dijo el
oficial.
¡Simplemente me marché! ¿Cómo podría hacer eso?
—No, no lo es. No tengo tiempo para explicar, pero necesito que
me lleve de vuelta. —Las deudas y la muerte y los diabólicos Hawks ya
no me asustaban.
Sólo el pensamiento de lo que enfrentaría Jethro me asustaba.
No dejaría que sufriera solo.
¿Qué puedes hacer para ayudar?
No le hice caso al pensamiento ni al pánico que trajo. Yo era
inútil, pero tenía que intentarlo. Era lo menos que podía hacer. Él se
preocupaba por mí. Me envió lejos y se puso en mi lugar.
¡Maldito sea por enviarme lejos!
El oficial perdió su carácter cordial, volviéndose rígido con
fastidio. —Señorita, tengo entendido que ha atravesado por mucho,
pero los Hawks no son una familia con la que se pueda jugar. Hemos
actuado sobre los deseos de los medios de comunicación y de su
familia, así que no diga que no desea ser rescatada cuando el mundo
sabe en qué está enredada.
Mis ojos se desorbitaron. —¿Qué es lo que sabe el mundo? —
Cuando no respondió, pregunté—: ¿Cómo hizo mi padre para lograr que
viniera?
Me miró por el espejo. —Su padre y su hermano no
nos hicieron hacer nada. Nosotros fuimos a ellos… teníamos que hacer
algo. Su hermano estaba fuera de control.
Mi corazón dolía. Mi cabeza dolía. No le podía dar sentido a este
lío.
Presionando los dedos contra mis sienes, le rogué—: Por favor, lo
que sea que haya escuchado, no le preste atención. Se han equivocado.
Solo… por favor, lléveme de vuelta.
Llévame de vuelta así puedo salvarlo. ¡Él me necesita!
Mi alma gritaba por mentir sobre mi hermano, la única persona
que tenía mi bienestar en su mente, pero mis lealtades habían
cambiado. En algún momento, elegí a Jethro sobre todos. Era mi
maldición, mi reto, mi salvación, y no iba a dejarlo cuando más me
necesitaba.
Lo obligué a fijarse en mí. Lo obligué a apoyarse en mí.
Y ahora lo he dejado sin ninguna ayuda.
El auto no se detuvo. Seguimos conduciendo... kilómetro tras
kilómetro de colinas, pastizales de ciervos y bosque denso. El auto se
quedó en silencio.
El miedo me provocó palpitaciones. La frustración me provocó
estremecimientos. Odiaba no estar en control. No había estado en
control toda mi vida, y este era solo otro ejemplo en el que los hombres
creían que sabían mejor.
Primero mi padre. Entonces Jethro. Ahora estos idiotas.
Quería sacarles los ojos y pisar a fondo los frenos. Quería gritar y
enseñarles de lo que era capaz.
Respira. Cálmate.
¡Eres libre!
¡Deberías estar feliz!
Para impedir que entrara en combustión, miré por la ventana.
Nuestra velocidad desdibujaba los montecillos de hierba y plantones.
Acres y acres de bosques y cercas. No es de extrañar que Jethro me
dejara correr por mi libertad. Nunca habría llegado a la frontera.
Kilómetros ya me separaban del Hall, pero no podía soportar otro
metro sin Jethro.
Agarrando la manija de la puerta, traté de abrirla. —Déjeme salir.
En este instante. —Permaneció bloqueada e impenetrable.
Una tos me sorprendió, el líquido residual seguía en mis
pulmones.
El policía me miró, su ceja levantada. —Me temo que no puedo
hacer eso, señorita.
—¿Por qué? ¿Estoy bajo arresto?
Mientras más lejos íbamos, más dolía mi cuerpo; ya no podía
distinguir si era por el ahogamiento o por dejar a Jethro en las manos
del mal.
Una pizca de alivio llegó indeseado. Era libre. A pesar de todo,
conseguí salir con vida… a costa de otro. Estoy a salvo.
El oficial sonrió levemente. —Será completamente interrogada
cuando lleguemos a Londres. Sugiero que tome un descanso.
Cada nueva distancia, mi collar de diamantes se volvió más
pesado, más frío.
Cada metro que viajamos, mis tatuajes en las yemas de los dedos
picaban con rasguños de araña.
Era como si el hechizo que Hawksridge tenía sobre mí tratara de
hacerme regresar; la gravedad me estrangulaba con los diamantes y la
tinta que brotaba de mi piel, para volver a su amo. Por mucho que
despreciaba ser prisionera de los Hawks, había encontrado el amor con
Jethro. Me encontré a mí misma, y cada colina que ascendíamos, perdía
más y más de quien me había convertido.
Mi estómago se revolvió al recordar la tumba con lápidas de mi
familia. Voces llenaron mi cabeza, revoloteando como fantasmas.
Dijiste que serías la última.
Prometiste que terminarías esto.
Fulminé con la mirada al policía que conducía.
Esto no ha terminado. Aún no.
Voy a volver y salvarlo.
¡Voy a detener esto!
Mis ojos se abrieron, notando a los dos policías usando chalecos
antibalas. ¿Por qué usaban equipo de allanamiento en una sencilla
misión de “rescate”? ¿Estaban los Hawks tan seriamente locos?
¿Dispararían a hombres de la ley?
Los hombres permanecieron en silencio mientras nos
deslizábamos debajo del portón y el arco de la entrada de la mansión
Hawksridge.
Estiré el cuello para mirar el símbolo de la familia de halcones y
un nido de mujeres. —Están cometiendo un error. —Presioné mi mano
contra la ventana, deseando poder volver corriendo al Hall, del que
había pasado el último par de meses tratando de huir.
El policía murmuró—: Dígale eso a su hermano.
La conversación se desvaneció, dejando un estancado sabor de
confianza y confusión. ¿Qué había hecho V? ¿Qué pensaban los policías
que me había pasado?
Mi estómago una vez más dio un salto mortal.
Estás haciendo lo correcto yéndote.
Estás haciendo lo único que puedes hacer.
Jethro lo sabía. Era porque se preocupaba por mí que me envió
lejos. En su mente, era la única solución. Pero en la mía, era un terrible
error.
Pagará por liberarme.
Y será toda mi culpa.
Suspirando, apoyé la frente en la frialdad del vidrio.
Me dolía.
Ardía.
Ni siquiera pude decir adiós.
Traducido por Vane hearts
Corregido por Miry GPE

Jethro
Seguí cada paso suyo.
A través de pasillos donde jugué como niño pequeño, a través de
las habitaciones que investigué, y más allá de los rincones donde jugué
al escondite con mis hermanos.
La casa tenía tantos recuerdos. Siglos pasados vivían en sus
paredes con los nacimientos y las muertes, triunfos y tragedias. Yo era
sólo una mancha en la historia, a punto de ser borrado.
Mi ritmo cardíaco parecía un preso en el corredor de la muerte
mientras caminábamos a través de la cocina hacia el sótano. La antigua
puerta que conducía a debajo del Hall se hallaba escondida en la
despensa. Hace cientos de años, la bodega almacenaba barriles de
cerveza y carne recién sacrificada. Ahora que se encontraba
abandonada, albergaba unos solitarios bastidores de vino y recipientes
de costoso coñac descansando bajo mantas de polvo.
Bajamos las escaleras de barro y cambiamos del calor seco de
Hall por el frío húmedo de las catacumbas.
Una corriente fresca besó nuestra piel al tiempo que los vapores
subían de la tierra expuesta. Mis vaqueros negros y camiseta se
aferraban a mi piel, haciéndose pesados por el moho.
Cut no se detuvo.
Caminamos desde el área de almacenamiento de alimentos a una
puerta de metal cerrada con llave. El personal no era permitido más allá
de este punto. Secretos se almacenaban aquí. Profundos, oscuros,
peligrosos secretos que sólo los Hawks podrían saber.
Las luces eléctricas parpadearon como velas cuando Cut
desbloqueó el mecanismo oxidado y me guio hacia adelante. El chirrido
de las bisagras sonaba como un esqueleto arrastrando sus dedos
huesudos por las paredes claustrofóbicas.
Al igual que los manantiales naturales donde reviví a Nila, este
sistema de laberinto de túneles circulares y vías hechas bruscamente,
fue encontrado por accidente mientras se renovaba Hawksridge.
¿Por qué las generaciones anteriores trabajaron tan duro en
oscuridad total y con hielo goteando?
Para construir una cripta.
Las Weavers fueron enterradas a la intemperie, expuestas a
vientos azotadores y nieve; mis antepasados fueron sepultados debajo
de los pies de los vivos, aullando sus lamentos y frecuentando los
pasillos de su antigua casa.
Era mórbido. Deprimente. Y despreciaba estar aquí abajo. El
hedor de los cadáveres en descomposición y los tentáculos de
fantasmas acechaban las sombrías esquinas.
—¿A dónde…?
—Silencio —susurró Cut. Su voz resonó en las cámaras
cilíndricas.
Mi ritmo lento se volvió frenético mientras Cut seguía adelante,
dejando la cripta atrás y poniendo un pie en el único lugar que evité
durante toda mi vida.
El recuerdo vino espeso y rápido.
—¡Espera!
Kes corrió hacia adelante, yendo a toda velocidad por las escaleras
del sótano y desapareciendo en las oscuras vías subterráneas debajo de
la casa. Estos túneles iban a todas las áreas de la finca: a los establos, a
la cochera de los Diamantes Negros, incluso a los viejos silos donde el
grano se almacenaba en esos días.
También estaba oscuro, húmedo e infestado de ratas.
No teníamos antorchas, ni fósforos. Al ser un cálido día de verano,
estuvimos buscando manchas de sombras, sólo para terminar aburridos
y jugar a la persecución.
—Vamos, miedoso —se burló Kes.
No podía verlo en la negrura, pero seguí corriendo con mis manos
extendidas por si acaso me encontrara con algo.
Llegué a una intersección y por poco caigo de cabeza en la
suciedad. Tocando a tientas a largo de la pared, mi corazón saltó a mi
boca. La pared me rodeaba... tres lados, elevándose más alto y más
fuerte mientras la claustrofobia llegaba.
El ruido metálico del pesado metal de repente sonó profundo y
penetrante detrás de mí.
—¿Kes?
—Vamos a jugar a mazmorras y guardias. Tú eres el prisionero. —
Kes rio mientras hacía tintinear las barras que acababa de estrellar
sobre la puerta de entrada por la que estúpidamente entré.
Se hallaba tan negro.
No podía ver nada. Pero podía oír todo. Mi respiración. El latido de
mi corazón. Mi miedo. Tan, tan fuerte.
—¿Qué tienes que decir en tu defensa, prisionero? ¿Te declaras
culpable? —preguntó Kes, su voz de ocho años de edad más grave con la
falsa autoridad.
Me acerqué a su ubicación, los brazos extendidos hasta que
encontré las barras de hierro frío. —Déjame salir, Angus.
—No utilices ese nombre.
—Usaré cualquier nombre que quiera a menos que me saques de
aquí. —Mi cuerpo picaba por aire fresco, luz, libertad. Se sentía como si
las paredes se desmoronaran, doblándose y enterrándome vivo—. No es
divertido. Déjame salir.
—Está bien, está bien. Por Dios. —Tiró de las barras. El horrible y
estruendoso ruido sonó a nuestro alrededor.
Presioné desde mi lado de la celda.
No pasó nada.
—Err, está cerrada.
—¿Qué quieres decir con que está cerrada? —Mi alma rascó mis
huesos necesitando libertad—. Encuentra una llave. ¡Sácame!
—Quédate aquí. Voy a buscar ayuda.
El calor del cuerpo de Kes y el sonido de su respiración
repentinamente desaparecieron, dejándome solo en la total oscuridad,
encerrado en una celda de prisión donde hombres fueron torturados y
asesinados.
Me estremecí, rompiendo el recuerdo.
Desde ese día, nunca regresé. Kes arrastró a nuestro abuelo para
liberarme, y después de desbloquear la celda, nos prohibió regresar a
las mazmorras más allá de las criptas.
Obedecí fácilmente. Nunca más quería poner un pie en un lugar
que aún apestaba con el antiguo dolor y sufrimiento.
Pero ahora mi padre me arrastraba al mismo lugar de mierda,
sólo que esta vez luz iluminaba los profundos arañazos en las paredes
de gente excavando por libertad y mensajes a sus seres queridos que no
volverían a verlos.
Tomó todas mis fuerzas seguirlo en las curvas y agacharme donde
el techo colgaba demasiado bajo. El sonido de alimañas escabulléndose
hizo eco más adelante, y tomó todo lo que tenía el no romper el cuello
de mi padre y huir.
¿Era débil al no querer matar a mi padre? ¿Era un puto coño o
era justificado por ser un hijo leal? Él me dio la vida... ¿no era justo que
pudiera quitármela?
Mi racionalidad no podía templar mi pánico. Mis fosas nasales
inhalaron aire húmedo.
—Entra, Jethro. —Cut se detuvo, saludando a la misma celda
donde Kes me encerró accidentalmente durante dos horas mientras
nuestro abuelo encontraba la llave.
Los candelabros eléctricos se reflejaban en las nuevas barras, no
las gruesas y oxidadas de mi infancia. Mis ojos cayeron a la cerradura,
eso también era moderno, con un teclado numérico en lugar de una
llave antigua.
Di un paso hacia atrás. —¿Quieres que entre allí?
Asintió, moviendo la pistola amenazadoramente. —Entra.
—¿Por qué?
—Sin preguntas. —Amartilló el arma, deslizando una bala en la
recámara.
Tragando, pasé junto a él y entré en la celda. No había cama, ni
instalaciones, ninguna clase de comodidad. Sólo tierra, moho y charcos.
Me volví hacia él. ¿Por qué demonios me trajo hasta aquí? ¿Para
alimentar con mi cuerpo fallecido a las ratas? ¿O tal vez tenía la
intención de matarme de hambre y no perder una bala?
Cut se quedó en la puerta, apuntando la pistola a mi pecho.
Inhalé, haciendo puños mis manos. —¿Por qué te molestaste en
traerme aquí? Nadie habría oído el disparo arriba, no con tantas
habitaciones, e incluso si lo hubieran hecho, nadie interferiría. —Todos
sabíamos nuestro lugar, los Hawks y el personal incluidos—. Hubiera
apreciado que mi último panorama hubiera sido algo agradable en lugar
de este lugar olvidado por Dios.
Entrecerró los ojos. —¿Qué te hace pensar que quiero que esto
termine tan rápidamente?
Me quedé helado.
Pasos resonaron como una percusión del fin del mundo fuera de
las paredes del túnel.
Mi corazón latió más rápido. —¿Quién más va a ser testigo de
esto? —No era Jasmine, de eso podía estar seguro, a menos que alguien
la llevara.
Joder, ¿sería tan cruel? ¿Hacerla verme morir después de todo lo
que hicimos con ella?
Mi mente corrió salvaje con preguntas y arrepentimientos. Había
tantas cosas que nunca hice, tanto que quería hacer.
Ahora, todo terminó.
—¿Qué te hace pensar que son testigos? —La voz fría de Cut
envió grilletes de adormecimiento alrededor de mis extremidades.
Mirando hacia las sombras, fuera del alcance de la luz, los dos
esperábamos a que llegara el invitado misterioso.
En el momento en que una figura se materializó en la penumbra y
ojos dorados se encontraron con los míos, enseñé mis dientes. —¿Qué
demonios haces aquí?
Daniel rio, pasando a ocupar su lugar al lado de Cut. Iguales en
anchura y altura, eran similares con sus chaquetas de cuero y sonrisas
complementadas.
—Estoy aquí para darte una lección, hermano.
Mierda. Todo el tormento y dominancia de mi estado primogénito
volvieron a atormentarme. Este era mi verdadero castigo. No recibir un
disparo o ser mutilado, sino ser disciplinado por mi maldito hermano.
Mi intestino se revolvió. Tuve que aferrarme a cada célula para
permanecer de pie y estoico. En mi mente, evoqué a Nila. Ella poseía
mis pensamientos, no en la vestimenta cotidiana que usaba alrededor
de Hall, sino en el vestido de alta costura con plumas negras en Milán.
Su piel era impecable. Sus ojos de ébano sin profundidad. Era
totalmente perfecta.
Luego la robé. La denigré. La follé. Y en última instancia, la amé.
Aparté su imagen tan rápido como la invoqué. Dolía demasiado.
—No te entiendo, Jethro. —Cut entró en la celda, su bota
rasguñando una piedra—. Te hallabas tan jodidamente cerca de
desechar, no sólo una fortuna, sino condenar a tu hermana a la tumba
al igual que a ti.
Mi sangre se volvió de líquido a roca. —Déjala fuera de esto.
—¿Dices que crees que Jasmine no merece arrepentimiento?
Después de todo, fue ella quien me convenció de que podrías ser
arreglado. Fue ella quien dio su sustento por el tuyo ese día... ¿o lo
olvidaste?
Respiré superficialmente. —No lo he olvidado, y no es su culpa.
No la toques, joder.
—Oh, no la tocaremos... si haces todo lo que decimos. —Daniel
pasó junto a Cut, invadiendo mi espacio. Su esencia de después del
afeitado, de especias y almizcle, me venció. Mi garganta luchó por
vomitar, por vomitar justo en sus botas de color negro brillante.
Lo fulminé con la mirada. Todo acerca de esto se sentía mal.
Como si fuéramos niños jugando de nuevo juegos que no entendíamos.
—¿Qué quieres?
Cut se rio entre dientes. —¿No es obvio, Jet? Quiero un
primogénito en el que puedo confiar. Quiero un hombre que se
encargará de supervisar mi imperio. Quiero un maldito heredero que no
sea una especie de delincuente jodido.
Enderecé mi espalda. —La vida está llena de decepción.
—Sí, pero por lo menos puedo obtener algo de placer de esto. —
Mirando a Daniel, él asintió—. Estás a cargo, Buzzard. Dale una
lección.
Mis ojos brillaron hacia Daniel. Mantuve mi expresión en blanco.
Me negué a pedir misericordia o dejarle ver el miedo que se filtraba
dentro.
Daniel sonrió, haciendo crujir sus nudillos y quitándose la
chaqueta. —¿Escuchas esto, Kite? Tiempo para una pequeña venganza.
Y tengo que decir, va a saber jodidamente dulce.
Lanzando su chaqueta a la esquina de la celda, apretó los puños
y bailó como un luchador experimentado. Instintivamente levanté los
brazos, preparándome para pelear. Daniel era el tercero, el error,
también era el más pequeño de todos nosotros, pero todavía era fuerte.
Además, tenía algo que me faltaba: salvajismo sin piedad.
—Ah, ah, ah, Jethro. —Cut golpeó el arma contra los barrotes,
enviando una espantoso vibración alrededor de la celda—. No
responderás a la pelea.
Gruñí. —¿Esperas que dejé que me golpee y no me defienda?
Daniel se echó a reír, dando vueltas a mí alrededor como una
hiena rabiosa.
—Tengo un acuerdo para ofrecerte, Jethro. —Las palabras de Cut
cayeron como piedras. Todo tenía un nuevo significado. Esa esperanza
ridícula hinchó mi corazón otra vez.
—¿Qué acuerdo?
—Última oportunidad —se burló Daniel, sin parar su molesto
caminar en círculos.
Cut pasó una mano por su cabello. —Me hallaba preparado
completamente para matarte, hijo. Listo para sacarte de tu miseria,
porque, vamos a jodidamente enfrentarlo, no eres feliz. —Simpatía
recubrió sus rasgos, confundiéndome demasiado.
—¿Dices que estabas dispuesto a ponerme a dormir como un
perro rabioso? ¿Por mi bien?
Cut frunció el ceño. —Después de todo lo que ha pasado entre
nosotros, todavía piensas que soy una especie de monstruo. Me
preocupo por ti. Me preocupo por todos mis hijos.
Patrañas.
—Es natural que quiera ayudarte.
Cruzando los brazos, traté de ignorar a Daniel y entender este
nuevo desarrollo. —¿Qué propones?
—Viene en etapas.
—Continua.
—En primer lugar, necesitas ser castigado. No voy a tolerar más
desobediencia. —Jugando con la pistola, sus ojos se clavaron en los
míos—. La primera parte de este nuevo acuerdo es...
—Dejarme vencer tu culo sin represalias. —Daniel se echó a reír,
dando un golpe en mi riñón por detrás.
Calor al rojo vivo quemó mi sistema, prendiendo fuego a todos los
órganos. Di un grito ahogado, sosteniendo la contusión palpitante.
Sudor enfermizo saltó sobre mi piel. Aspiré aire entre los dientes. —No
puedes hablar en serio.
Los ojos de Cut se redujeron a rendijas. —Soy más que serio.
Defiéndete o trata de hacerle daño a tu hermano, y voy a poner una
bala en tu cráneo sin dudarlo.
Daniel tiró otro golpe, justo en mis intestinos. Un gruñido escapó
mientras me tambaleaba hacia delante, inclinándome para escupir en el
suelo fangoso. Sólo una vez que me enderecé, temblando de adrenalina,
Cut me concedió la siguiente parte de su rehabilitación. —Cuando
hayas aceptado una paliza a lo que considero un pago, entonces te
contaré la siguiente parte del trato.
Acercándose, presionó la pistola debajo de mi barbilla,
manteniendo mis ojos en los suyos. —Dijiste que te dolía. Que la vida es
una dificultad constante. Bueno, tengo noticias para ti. No es suficiente
para mí que tus entrañas malditamente duelan. Quiero que también tu
cuerpo grite. Es un apropiado castigo y vale la pena para el hijo de un
noble.
Transcripciones de tales castigos ejecutados hace cientos de años
vinieron a mi mente. Aristócratas negociaban con diferentes conductas
cuando un crimen tenía que ser pagado. Los puños eran el arma de un
caballero en lugar de atizadores o azotes.
El puño de Daniel chocó con mi mandíbula, girando mi cabeza
hacia un lado. Gemí cuando mi equilibrio se volvió mierda. Tropecé de
lado, luchando contra todo instinto de defenderme.
Cut dio un paso atrás mientras Daniel me rodeaba, plantando su
bota de lleno en mi pecho. Con ardiente dolor, caí al suelo de tierra.
Joder, dolía. Cada centímetro de mí estaba en llamas, palpitando con
agonía.
—Toma tu condena como un hombre, Jethro. Luego veremos si te
mereces mi propuesta.
Me puse de pie.
Daniel se rio mientras golpeaba mi tobillo, enviándome de cara a
la tierra. Me puse a cuatro patas, presentando mi vientre como un
blanco fácil en línea con su bota.
Me dio una patada como un maldito animal, rompiendo una
costilla y lanzándome al Hades.
Hubiera dado cualquier cosa por defenderme. Aullé por dentro,
esposado por la ilusión de la indulgencia. Tomé cada golpe, no por mi
ruina de ser lo que era, sino por lo que hice.
Cada golpe era mi penitencia por lo que le hice a Nila.
Cada patada era una purga por mi comportamiento desastroso.
Cuidé a Nila en mi corazón y encontré una extraña cura, incluso
en tal injusta brutalidad.
Mis ojos se humedecieron cuando Daniel agarró mi cabello y
golpeó sus nudillos contra mi mejilla.
Cut murmuró—: Quiero que sangres en disculpa, hijo. Sólo
entonces podrías merecer otra oportunidad.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Getze Dom

Nila
—Estamos aquí.
Edificios grandes y lugares emblemáticos reemplazaban el
accidentado paisaje del campo de Buckinghamshire. No había árboles o
colinas, ni perros de caza o caballos.
Londres.
—Apuesto a que ha extrañado a su familia, señorita Weaver. —El
policía conduciendo intentó hacer una pequeña charla en el transcurso
de nuestro viaje de tres horas. Ignoré todos los temas.
En lugar de centrarme en el concreto gris y pasos a desnivel,
pensé en Jethro.
¿Dónde estaba? ¿Qué le hacían?
Mis emociones se dividieron en un rompecabezas sin solución.
Era bordes lisos, bordes torcidos y bordes de esquinas incómodos. Era
encarnizada y feroz, traidora y mentirosa, amada y amante.
Sólo habían pasado unas pocas horas desde que dejé a Jethro,
pero sentía como si hubiera estado a la deriva por siempre.
Tengo que volver.
Ya no era una chica que cedería ante su padre y se sometería a
su hermano. No me hallaba contenta con dejar que otros se encargaran.
Era una luchadora.
Y le debía el pago a Cut Hawk por lo que había hecho.
Una niebla rodó sobre la ajetreada ciudad ocupada de Londres
mientras viajábamos por las calles antiguas y nuevas.
Cada farola y rótulo de carretera hablaba de casa.
Mi casa.
Mi viejo hogar.
Conocía este lugar. Había nacido aquí. Criado aquí. Entrenado
aquí.
También conociste a Jethro aquí, cuando eras demasiado joven
para recordar.
El coche se detuvo fuera de la mansión victoriana de mi familia.
Los ladrillos encalados parecían frescos y modernos. Las ventanas lila
decoradas en el color favorito de mi madre. Era pintorescamente
femenina a pesar de su grandeza de tres pisos.
Es una casa de muñecas en comparación con Hawksridge Hall.
Echaba de menos las torres góticas francesas y el tamaño
imponente. Extrañaba la riqueza y el peligro que respiraba en sus
paredes.
Extrañaba a Jethro.
El vidrio de mi ventana en el segundo piso parpadeó a través de la
llovizna gris, dándome la bienvenida.
El conductor presionó el intercomunicador en la puerta de hierro
forjado, protegiendo el hogar Weaver del resto de la sociedad. Vivíamos
en un fin de la ciudad afluente. Nadie pedía una taza de azúcar aquí.
Todo el mundo se vigilaba detrás de sistemas de cámaras y cercas
armadas.
—¿Sí?
En el momento en que la voz de mi padre vino a través del
altavoz, el vértigo se abalanzó y me hizo su rehén. El mundo giró.
—Estamos aquí, señor Weaver.
Un crujido luego un rugido de pánico—: ¿La tienen?
El conductor me lanzó una sonrisa.
—La tenemos.
Traducido por NicoleM
Corregido por Getze Dom

Jethro
Algo duro golpeó mi pecho.
Me despertó con brusquedad, arrastrándome de las entrañas del
infierno hasta un cuerpo que sollozaba con dolor.
—Abre los ojos, Jet.
Me estremecí, temiendo otra patada o puñetazo. ¿Por cuánto
tiempo me estuvo castigando Daniel?
Lo suficiente para romper un par de costillas e hinchar mi ojo
izquierdo hasta el punto de quedar completamente cerrado.
—Se ha ido. —Una presencia se encontraba en cuclillas frente a
mí, una figura borrosa oscurecida por la sangre y la suciedad.
Intenté tragar, pero mi garganta se hallaba demasiado seca.
Increíblemente, una botella de agua fue empujada en mis manos sin
vida. Cuando casi la boté, Cut envolvió sus cálidos dedos alrededor de
los míos, apretando bien la botella.
Una oleada de compasión y simpatía se envolvió alrededor de mi
empapado cuerpo forzando mi visión a enfocarse.
—Gra...gracias —susurré de manera entrecortada.
Cut asintió, sentándose sobre sus muslos mientras bebía de la
botella ya abierta y lentamente conseguía volver mi cuerpo a la vida.
Luchando para sentarme, Cut se movió para que así pudiera
extender las piernas y recostarme contra la fría pared empapada.
—¿Mejor? —preguntó. Como si se preocupara por mi bienestar
momentos después de pegarme hasta convertirme en pulpa.
Aún sigo vivo, para tu desgracia.
Luché contra mi respuesta sarcástica y en su lugar lo miré con
furia.
—¿Aprobé tu pequeña prueba, padre? —En ese segundo, lo odié.
Malditamente desprecié que este hombre fuera mi patrón y mi familiar.
No respondió. Solamente hizo un gesto a lo que aterrizó en mi
pecho y rodó hacia un lado con un extraño ruido.
—Ese es el segundo requerimiento de esta última oportunidad.
No podía entender lo que era. Mis ojos parpadearon al tiempo que
mi sistema organizaba mi dolor en archiveros de vida en peligro,
palpitante y vivible.
—Recógelo.
Tragando mi gruñido, me deslicé de lado contra la pared y cogí la
pequeña botella blanca. Entrecerré los ojos, tratando sin éxito de leer la
etiqueta.
—¿Qué... qué son?
Cut se movió, atrayendo mi atención a la pistola sobre su rodilla.
Todavía me apuntaba, al igual que lo hacía mientras Daniel me daba la
paliza.
—Te lo dije. Tu última oportunidad.
Fruncí el ceño hacia la pistola.
—Y si no acepto... ¿hacer lo que sea que quieres que haga ahora?
—Termina. Aquí y ahora. Te saco de tu miseria y la vida sigue.
Mi corazón se aceleró, trayendo a Nila de nuevo a la existencia.
—Si me matas, ¿eso anula la Herencia de la deuda?
¿Podría de alguna manera liberar a Nila de esto sacrificándome?
Cut frunció los labios, ira oscureciendo sus rasgos.
—¿Estás diciendo que morirías por una maldita Weaver? Vamos,
Jethro. Sé un hombre y acepta lo que estoy tratando de darte. —Abrió
los brazos, señalando a Hawksridge—. Todo esto será tuyo. Las
compañías, las rutas comerciales, las minas... todo tuyo. ¿Una mujer lo
vale todo eso?
El silencio era empalagoso, su única compañera la fría humedad
que nos rodeaba.
Sí.
Vale eso y más.
—Entonces ¿eso era un sí? —Mi voz crujió. Tomé otro sorbo de
agua—. Si me matas, las deudas se acaban. Necesitas un primogénito.
Es por eso que solo han habido siete Weaver reclamadas durante siglos.
Las cosas salen mal; la vida interfiere. ¿Qué me dijiste? ¿Qué criar a un
Hawk y un Weaver hasta la edad requerida sin que uno muera,
desaparezca o no lo logre, de alguna manera era un puto milagro?
Mátame, termina este llamado milagro. Otra generación estaría a salvo.
Cut se puso de pie y me pateó la pierna. Normalmente, un golpe
así no dolería, pero fue en múltiples contusiones ya dadas por cortesía
de Daniel.
Siseé, apretando las manos alrededor de la botella y derramando
agua por mis ropas ensangrentadas.
—Por lo general, Jethro, estarías en lo correcto. Con tu muerte
viene su salvación. Se iría libre. No sería reclamada porque el
primogénito no sobrevivió.
El más grande baño de alivio me envolvió. Esa era la respuesta
entonces. El único modo. Podría evitar más dificultadas y Nila podría
evitar la muerte.
Puedo darte eso, Nila. Puedo darte una larga vida sin mí.
—Hazlo —ordené, mi voz firme con convicción—. Parece que
nuestros deseos por fin se han alineado, padre. Deseo morir. Deseas
tener un heredero diferente. Solo hay una conclusión lógica.
Reuniendo mi gastada energía, de alguna manera me puse de pie.
Utilicé la pared como un bastón y me balanceé como si estuviera
borracho, pero me encontraba sobre mis pies, al igual que Cut delante
de mí.
Cut levantó la pistola, apuntando a mi corazón.
Todo el miedo se había ido. Me hallaba feliz con este sacrificio.
Por fin encontré un propósito para mi jodida vida, y Nila estaría a salvo
para vivir sin ser decapitada.
Es lo correcto… lo noble.
Y gracias a la paliza de Daniel, quizás hubiese pagado suficientes
impuestos para encontrar mi camino al cielo, en lugar de al purgatorio.
—De verdad estás mal —gruñó Cut—. ¿Cómo puedes fastidiarme
y enorgullecerme al mismo tiempo?
Me puse rígido. Ya no necesitaba sus juegos mentales. Necesitaba
un final. Quiero acabar todo.
—Solo hazlo. —Extendí las manos, una sujetando la botella de
agua y en la otra el contenedor blanco que sonó con quién sabe qué—.
Sabes que quieres.
Cut se alejó, pasándose una mano por el pelo.
—¡No, no quiero! No soy un maldito monstruo, Jethro. Estoy
intentando salvar tu puta vida, ¡no acabarla! —Se echó hacia atrás,
agitando el arma mortal en mi cara—. ¿Sabes qué? La muerte es
demasiado fácil para alguien como tú. Eres demasiado fuerte, y me
niego a ponerle fin a un hombre que podría gobernar nuestro apellido
como necesita que sea gobernado. Kestrel es un buen hombre, pero no
es firme como tú. Y Daniel... —Rodó los ojos—. Es un maldito maniático
quien reduciría nuestro futuro en años. —Tocando el arma contra su
barbilla, sus ojos se encendieron con un plan.
Mi intestino se retorció.
Joder.
—Hay una condición en mi oferta.
Estuve tan cerca de salvarla.
Luché contra el impulso de encorvarme en derrota.
—Escúpelo.
—Si mueres... si te matas, planea un accidente, o encuentras
alguna manera de acabarla pensando que puedes proteger a esa
pequeña puta Weaver, entonces se la daré a Daniel. ¿Me escuchas?
Mi temperamento rugió.
—Pero no es primogénito...
—Ya no me importan las malditas reglas, Jet. Gracias a ti, todo
esto es un desastre complicado. Esa chica pagará. Lleva el collar.
Resultará. Y la Herencia de la deuda será pagada, con o sin ti.
No me molesté en preguntar cómo resolveríamos el lío de los
medio y la recuperaríamos. Mi familia era demasiado ingeniosa. Su
huida no era nada más que un interludio, y estaba malditamente
bromeándome si pensé diferente.
Mi corazón latió con rapidez.
—¿Qué estás diciendo?
—Si haces lo que te pido, puedes continuar extrayendo las
deudas. Nadie pondrá una mano sobre ella a menos que tú lo ordenes.
Seguirá siendo tuya y bajo tu protección hasta la deuda final.
Mis manos magulladas se apretaron alrededor de las botellas.
—¿Y cómo propones que lo haga? —Me reí, la oscura risa sonó
como insectos en las catacumbas haciendo eco en las recamaras—.
Vamos a terminar la mierda, padre. Sabes lo que soy. Ambos sabemos
que no puedo cambiar. ¿Por qué molestarse en mantenerme vivo
cuando solo causaré más dificultades? Solo acaba de una vez. Olvídate
de los Weaver. Olvídate de mí. Simplemente olvida todo y ponle fin a
esta locura.
Cut sonrió; la maldad a la cual me encontraba acostumbrado
eclipsó su lástima por mí.
—Nunca olvidaré, Jet. Un verdadero Hawk nunca olvida. —
Señalando la botella blanca en mi mano, murmuró—: Eso te arreglará.
Te convertirá en mi verdadero hijo en lugar de esta criatura enferma
delante de mí.
Hice una mueca mientras me golpeaba de nuevo. No hay nada
como unas pocas palabras amables de un padre para que un niño se
sienta querido.
—Contrólate. No importa lo que pienses de mí, quiero que
heredes.
Bajando la botella de agua, reuniendo fuerza, abrí el frasco
pequeño. Eché un vistazo dentro. Era difícil de ver con la escasa luz,
pero las diminutas pastillas en forma de luna me dieron la misma
medida de desesperación y esperanza.
Levanté la mirada.
—¿Medicamentos?
Cut asintió.
—Antes de este desastre de mierda, me impresionaste en los
últimos años. Escuchabas y obedecías. Mostraste promesa. No puedo
eliminarte cuando aún creo que puedes ser curado.
Parpadeé. ¿Este era mi padre? El hombre que me ha amenazado
durante todo mi vida. ¿Había tenido un repentino cambio de corazón?
—Sabes que estas no funcionan en mí. Ya hemos intentado lo
suficiente en el pasado. —Nada funcionó. Desde los antipsicóticos hasta
los betabloqueantes y los tranquilizantes. Eran todos iguales, inútiles.
Cut puso el seguro y se metió el arma en su pretina. La confianza
arrogante de ganar ya lo había infectado.
—Estas son diferentes. Ni siquiera están en el mercado todavía.
—¿Cómo las conseguiste?
—No importa. Todo lo que necesitas saber es que son más fuertes
que cualquier cosa que ya has intentado y vienen con una garantía de
éxito.
De repente, tenía posibilidades. Antes, tenía el trabajo diario de
auto dañarme para darme algo en qué concentrarme. Tenía la muerte
acechando con el fin de salvar a Nila. Pero ahora, tenía que seguir con
vida si tenía alguna posibilidad de salvarla y ponerle fin a la deuda
final. También tenía una opción para ayudarme a sobrevivir con el fin
de hacerlo.
Esa misma esperanza burlona revoloteó con nuevas alas.
¿Ayudarán?
Por un momento, fui egoísta. ¿Podría ser posible después de todo
este tiempo? ¿Vivir una vida normal? ¿Ser libre?
No pude detener la oleada grande de agradecimiento. El último
par de meses en compañía de Nila habían sido una absoluta tortura. Me
obligó a cambiar, a crecer, a buscar otras maneras de existir.
Pero esto...
Lo que sostenía podría ser el final de todos mis problemas.
—¿Les crees? ¿Que ayudarán?
Cut se encogió de hombros.
—Solo podemos esperar. —Recogiendo mi botella de agua, me la
ofreció—. No lo sabremos hasta que hayas tomado un ciclo. Cinco al
día, cada pocas horas. Toma más si lo necesitas. No te preocupes por
los efectos secundarios, no si quieres sobrevivir para mantener a Nila
bajo tu control.
La amenaza se encontraba ahí, disfrazada, como una mano
amiga, pero aún así, un ultimátum. Medícate y conviértete en todo lo
que alguna vez ha querido, juega al titiritero con la vida de la mujer de
la cual me hallaba enamorado, y cumple sus deseos... o perece en sus
manos y déjala sometida a los planes asesinos de Daniel.
Odié todas esas opciones.
—¿Y no me dejarás irme? ¿Negarme y darle la herencia a Kes?
Entonces puedo tener a Nila y vivir lejos de aquí.
—No hay negociación. —Cut se cruzó de brazos—. Tomas los
medicamentos y aceptas el lugar que te corresponde, o mueres y ella
vive una vida de horror hasta su muerte. Tú eliges.
Dejé de respirar.
—Saca a esa perra de tu mente y corazón, hijo. Toma los
medicamentos, encuentra tu camino de regreso, entonces veremos si
vives.
¿Podía ser lo suficientemente fuerte como para obedecer a Cut
todo el tiempo traicionando al amar a Nila? ¿Podía durar hasta mi
trigésimo cumpleaños, así podía romper la herencia de la deuda en mil
pedazos y erradicarla de una vez por todas?
No tengo elección.
Tenía que intentar.
Puse una tableta en mi palma y la arrojé a mi boca. Manteniendo
la mirada de mi padre, tomé un sorbo de agua y tragué el primer
medicamento de muchos.
Nila tenía mi corazón.
Pero mi padre tenía mi propia existencia.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Val_17

Nila
El auto rodó a través de las puertas.
Los neumáticos se acercaron al pórtico delantero.
La puerta principal se abrió.
Mi hermano apareció.
V.
Antes de que pudiera tomar un respiro y prepararme, la puerta
del auto se abrió de golpe.
Él no había cambiado.
Su cabello negro seguía cayendo con picardía sobre un ojo. Su
cuerpo se hallaba en forma y tonificado, se veía fuerte, con líneas de
modelo perfecto. Lucía una ligera barba; cerrada y oscura; que lo hacía
parecer un Robin Hood moderno, robándome de los Hawks y
regresándome a mi lugar correspondiente.
—V… —Quería decir más, pero mi garganta dejó de funcionar.
Lágrimas brotaron de mis ojos.
Vaughn se encontraba aquí.
Podría arreglar esto. Podría reparar mi corazón defectuoso. Podría
luchar por mí, así yo no tendría que hacerlo.
Tenemos que salvar a Jethro. Antes de que hagan algo terrible.
Sus manos capturaron mis mejillas, sosteniéndome firmemente
mientras sus ojos negros reflejaban los míos. —Threads. —Me dio un
beso en la sien—. Threads. Joder, estás aquí.
Respiré hondo, buscando a tientas el cinturón de seguridad.
Quería estar más cerca de él. Para permitirle borrar mis piezas rotas.
Porque estaba rota.
Jethro robó mi todo.
Pero este era mi hermano.
El hermano al que traicioné.
Un sollozo se atoró en mis pulmones, haciéndome toser,
haciéndome revivir lo que los Hawks me hicieron en el lago.
Volví a toser. Más lágrimas cayeron.
V gimió en voz baja, arrancando mi cinturón de seguridad y me
arrastró a sus brazos.
Mis piernas colgaban mientras me aplastaba contra su pecho. Su
ritmo cardíaco era firme y fuerte mientras lloraba contra su camisa
blanca.
Estable y fuerte.
El ritmo cardiaco de Jethro era irregular y aterrorizado.
Lloré más fuerte. No sólo por la forma en que realmente jodí todo,
sino por dejar a Jethro cuando le prometí que me quedaría.
Por favor, por favor, que se encuentre bien.
—Está bien, Threads. Te tengo. Ahora estás a salvo. Esos
malditos bastardos nunca se acercarán a ti de nuevo. ¿Me escuchas?
Nunca. —Su voz era severa por la promesa.
Sonaba tan joven en comparación con la rasposa y dura voz de la
inmaculada elocuencia de Jethro. Decir palabrotas era algo a lo que
Jethro sólo recurría cuando no podía controlarse, mientras que mi
hermano las utilizaba como acentuación.
—Nila.
Mi cuerpo se tensó ante mi nombre… ante la forma tan amorosa
en que mi padre lo pronunció.
V desenrolló sus brazos. Levanté la cabeza y miré a los ojos de mi
padre. Archibald “Tex” Weaver parecía un centenar de años más viejo.
Su físico tonificado desapareció, reemplazado por uno medio flácido y
aún peores ojos caídos. Su estilo natural de pantalones y camisas de
vestir había sido cambiado por pantalones holgados y camisetas polo de
colores.
Su desesperación, el completo abandono de todo lo que fue, era
mejor que cualquier disculpa dicha. Más doloroso que cualquier ruego o
petición de comprensión.
—Lo siento mucho, Nila —dijo con voz ahogada y los ojos llenos
de lágrimas.
Me encontraba lívida. Me sentía angustiada. Tenía tantos asuntos
sin resolver con mi padre, pero éramos familia. El perdón era de suma
importancia.
Otro sollozo escapó cuando me arrastré más cerca. V nunca me
liberó. En cambio, Tex vino a nosotros. Envolvió sus fuertes brazos
alrededor de sus hijos y nos apretó hasta tronar los huesos. Sus
mejillas se volvieron húmedas por la tristeza, y su olor característico de
Old Spice irrumpió por mi nariz y arrancó mi cerebro en tiras.
Oh Dios. Oh Dios.
El mundo giró.
Rápido, rápido y más rápido.
En mi abrazo familiar, el mismo abrazo donde encontré consuelo
antes, ahora solo encontraba mareo y horror.
Grité hasta que mis oídos rugían; mis ojos rodaron hacia dentro
de mi cabeza.
Vuelta, vuelta y vuelta.
Sufrí el peor ataque de vértigo en años.
Temblaba tanto que nadie podía sostenerme. Me liberaron, y me
dejaron sufrir sola. Tenían experiencia lidiando conmigo, sabían que
cuando me ponía así, el tocarme era el peor tipo de tortura.
V y mi padre me guiaron hasta el piso donde me arrodillé con la
cabeza sobre mis rodillas, tratando de aferrarme al mundo que
repentinamente se volvió loco.
Abajo era arriba y arriba era abajo.
Sus voces se trenzaban con la preocupación, corriendo alrededor,
empeorando el girar.
El mareo se convirtió en náuseas, las cuales se volvieron
abrumadoras.
No podía mantenerlas bajo control. Me hallaba completamente a
merced de mi mente rota.
Vomité.
Una pequeña, diminuta voz en mi cabeza chirriaba. ¿Vértigo o
embarazo?
Vomité de nuevo.
Nunca. Era imposible. No podía estarlo.
—Mierda, Threads. —Vaughn se puso en cuclillas a mi lado. Sus
manos se movieron para tocarme. Para frotar mis hombros y meter el
cabello detrás de mi oreja. Pero sabía que debía mantenerse alejado. Si
me mecía o trataba de consolarme, mi cuerpo podría arrojarme en otro
episodio.
Era yo quien tenía que soportarlo… la que tenía que sanar.
La ola de vértigo giró más rápido, robando mi capacidad de
pensar. Mi cuerpo bramó por mis otras lesiones.
Mi padre se cernió sobre nosotros, su mandíbula con rastrojos se
tensó. Solía ser un gran sistema de soporte, gran parte de necesidad en
mi vida. Ahora, me hizo desmoronarme. Mi nueva fuerza encontrada
lentamente se hundió en un pozo negro de miseria.
El mundo continuó girando como un péndulo loco, haciendo que
mi cerebro se dispersara.
V susurró—: Estás aquí. Estás a salvo. Esos hijos de puta
pagarán por lo que hicieron. Empezando por Jethro Hawk.
¡No lo toques!
Su voz tenía un efecto doble. Mi personalidad pasada se hundió
en su capacidad y su fuerza fraternal; agradecida de que ahora se
hallaba a cargo. Mientras que la nueva Nila se encogió ante confiar en
nadie más que en sí misma.
Le tenía que agradecer por mi libertad.
Le tenía que agradecer por mi miseria.
Levanté la cabeza. Los ojos negros de Vaughn se clavaron en los
míos, y el amor que sentía por mi gemelo se abrió paso. Me odiaba por
mis pensamientos anteriores.
Estaba a salvo. Debería estar muy agradecida.
Pero cada minuto que pasaba, prometía volver. No porque me
lavaron el cerebro para que aceptara la tortura o el dolor, sino porque la
muerte trató de reclamarme y en su lugar sólo el amor me salvó. Jethro
me trajo a la vida. No lo dejaría atrás.
Ambos seremos libres. Tenemos que serlo.
Mi corazón dolió al pensar en Jethro. Tuve la suerte de ser amada
y aceptada por una familia que se preocupaba por mí, aunque no me
conocían realmente.
¿Qué tenía él?
Una celda de prisión en la que existiría durante toda su vida.
Un futuro que podría destruirlo.
Colapsé en mi costado, envolví los brazos a mí alrededor y jadeé.
Mi garganta aulló por la asfixia. Mi cabeza latió. Y a pesar de todo, lo
único en lo que podía pensar era…
Esto nunca habría ocurrido si Jethro estuviera aquí.
Su alma era un ancla.
Lo que más necesitaba.
Gemí por la horrible ironía.
Era libre en Hawksridge de una manera en que nunca podría
serlo en Londres.
No podía vivir sin él.
No quería vivir sin él.
Tenía que salvarlo.
Y pronto.
Traducido por Nika Trece
Corregido por NnancyC

Jethro
La cura comenzó despacio, susurrando a través de mis
pensamientos.
El deshilachado que Nila había logrado lentamente se cosió por sí
mismo de nuevo. El amor, el pánico, la presión... todo se desvaneció.
Mi intenso mundo quedó cubierto. La intensidad del resplandor
disminuyó y, tableta tras tableta, me entumecí maravillosamente.
Me gustaba esta nueva manta.
Me hallaba agradecido con mi padre.
Sin él, habría recurrido a abrir las cicatrices en mis plantas y vivir
en el dolor para sobrevivir. Lo que no tomó en cuenta, era mi convicción
de salvar a Nila. Las drogas me dieron la fuerza para hacerlo.
Así que tomé otra y otra... creyendo que sería mi salvación y su
clave para sobrevivir.
¿Cuán jodidamente estúpido era yo?

***

Setenta y dos horas.


Tres días desde que Nila se fue.
Mis lesiones por los golpes de Daniel se encontraban rígidas y
moteadas. Me negué a mirarme en un espejo, ya que no podía soportar
el idiota magullado de amarillo y morado devolviéndome la mirada.
Mientras mi cuerpo estaba herido, mi alma flotaba
milagrosamente. Cada día los abrumadores riesgos de mi enfermedad
se desteñían más y más en una marca de agua en lugar de una vibrante
mancha.
Cut me dejó salir de la mazmorra bajo la condición de auto-
medicarme. La elección entre la oscuridad húmeda y las píldoras no fue
un sacrificio.
Me mantuve para mí mismo. No visité a Jasmine para protegerla
de mi apariencia. No fui a las tandas de embarque o busqué a mi padre.
Pasé los días en el establo, buscando la soledad en la silenciosa
presencia de Alas, y me deslicé más profundo en el abrazo de las
drogas.
Sin embargo, yaciendo en la cama por la noche no podía evitar
que mi mente se llenara con ella.
Nila.
Echaba de menos su olor, su sabor... su corazón.
Ansiaba estar dentro de ella, abrazarla en silencio y encontrar el
regalo que me otorgó al enamorarme. Me utilizó para que la ayudara.
Me manipuló de una manera que no podía negar, pero al final, ambos
éramos perdedores... o ganadores, dependiendo de mi estado de ánimo.
Su corazón me pertenecía. Y mi corazón le pertenecía a ella.
Me había enamorado.
Traté de convertirme en una mejor persona para ella.
Pero las drogas eran mucho más poderosas que yo.
Quería alegrarme por finalmente encontrar algo que funcionara.
Debería rendirme ante los médicos por crear esta cura milagrosa.
Necesitaba que todos supieran lo increíble que se sentía el estar
arropado por la suave niebla de la intoxicación.
Nila me había obedecido cuando se fue; llevándose consigo mi
corazón y cordura. Pero ahora, tenía una rara oportunidad para
fortalecerme. Me convertiría en el hombre que necesitaba, así cuando
llegara el momento de reclamarla, ambos estaríamos listos.

***

Ciento veinte horas.


Cinco días desde que Nila se fue.
Mis heridas sanaban, mis costillas permanecieron vendadas y
adoloridas, pero mi cara no se veía tan hinchada o grotesca.
Cinco días equivalían a treinta y siete tabletas. Me apegué a mi
ruidosa botella, devorando la prometida niebla como si cada droga fuera
un exclusivo caviar.
Nada me afectaba ya. Ni ruidos fuertes, u olores insoportables. Ni
siquiera el mal humor o la malicia. La niebla era más espesa... el
aislamiento entre ellos y yo creciendo más día a día.
Las pastillas funcionaban.
Estaban robando, curando.
Pero no me habían resuelto completamente. Todavía dolía como si
mi corazón hubiese sido arrancado. Todas las noches palpitaba por
deslizarme dentro de Nila y tenerla deshaciéndose en mis brazos. Mis
dedos tatuados se burlaban de mí, recordándome que ella me marcó y
yo la marqué, pero por ahora... nos encontrábamos separados, incluso
si pertenecíamos el uno al otro.
Pero pronto podría recogerla.
Pronto podría salvar a Nila, Jasmine, Kestrel y a mí mismo.
Muchos futuros dependían de mí. No podía defraudarlos. Por lo
tanto, hice reventar otra pastilla, me despedí de otro gramo de
sentimiento, y me preparé para el final definitivo.

***

Debería haberlo visto venir.


¿Por qué no lo vi venir?
Empecé a tomar mis nuevas amigas las tabletas para salvarme de
mí mismo, para salvar a Nila de un destino peor diseñado por Daniel, y
para proteger la bondad que Nila había conjurado en mi interior.
Ese era mi objetivo... pero subestimé a Cut.
No le presté suficiente atención a mi evolución mientras las
drogas me tomaban como rehén.
Comenzó lentamente, metódicamente.
El hombre que conocía se hundió poco a poco más
profundamente en el interior, dejando una cáscara, una cáscara
viviendo con hombres como mi padre y mi hermano, torciendo el
holograma del hombre que una vez fui.
Comenzó como antes: Cut me puso de nuevo a cargo de las minas
y los envíos. Regresó mis responsabilidades y me elogió por hacer un
buen trabajo. Seguridad y finanzas llenaron mi día, llevándome lejos de
la suave ternura que Nila había recuperado.
Por la noche, estaría convocado a los aposentos de mi padre para
hablar de lo que pasaría ahora que estaba de vuelta en control. Me hizo
beber de su enrevesada percepción y comer de su repugnante moral.
Lento pero seguro, me enfadé. Y a esa cultivada ira se le dio
dirección.
El gemelo Weaver.
Vaughn era el culpable de todo.
La robó de mí. Su maldita intromisión nos separó. Él trajo
vergüenza y sospecha a mi casa. Su manipulación no podía ser
permitida.
Nila había estado libre durante días, no existía razón para seguir
difundiendo chismes, en su mente, él ganó. No hice ningún intento de
contactar a Nila como otra de las condiciones de mi padre.
—Mantente alejado hasta que los medicamentos hayan
funcionado.
Debí haber adivinado entonces que las drogas tenían dos
objetivos: ayudarme, pero aprisionarme. Ya no podía recordar por qué
quería ayudar a Nila. Sí, tenía sentimientos por ella... pero se sentía
como hace mucho tiempo. Era una Weaver. Enemiga mortal de mi
familia. ¿Por qué debería desviarme de mi destino cuando tantos otros
dependían de mí?
Cada desayuno, mi padre conectaría las noticias, YouTube y
todas las plataformas de medios sociales disponibles en la actualidad.
Despacio, llenó mi corazón con odio.
Me mostró repugnantes mentiras y calumnias todas procedentes
de Vaughn. Twitter funcionó desenfrenado con hashtags de
#HawkBastardos e #WeaverInocentes. Facebook organizó debates y
encuestas sobre sus opiniones de la Herencia de deuda.
Todo el mundo tenía una hipótesis.
Todo el mundo se hallaba equivocado.
Pero todos tenían algo en común.
Querían nuestra sangre.
Fue Vaughn quien me puso de nuevo en la tormenta de nieve
helada de la que me escapé. Su gemela me descongeló, pero él me
congeló por completo otra vez.
Fue a cada periodista y reportero imaginable. Divulgó cuentos
antiguos de sucios actos, contratos y deudas. Derramó nuestros
asuntos privados con el maldito mundo.
Cada día el teléfono sonó por entrevistas. Nuestras fuentes con
compradores en el mercado negro se volvieron recelosas, no disfrutando
de la difamación que nuestra familia sufría, en caso que los manchara
también. Nuestro personal empezó a susurrar. Nuestras putas vidas
comenzaron a desmoronarse.
Teníamos dinero. Controlábamos la policía, aduanas, y nos
sustentábamos de la manipulación hacia aquellos poderosos para
nuestros propios propósitos, pero no teníamos ninguna influencia
cuando se trataba de extraños en Internet.
Vaughn Weaver aprovechó esta nueva era de influencia y trajo
una horda a nuestra puerta, y al hacerlo, reunió a mi familia. Los Hawk
contra los Weaver. Al igual que antes.
Demostró que no éramos intocables, después de todo. Cut no
lidiaba bien con ese conocimiento. Jodidamente rabió de lo poco que
podía hacer para detener esta tormenta de antagonizarnos. Nunca tuvo
que preocuparse por los medios de comunicación social cuando tenía a
Emma Weaver, pero en la sociedad actual, era una bestia más grande
de la que jamás esperábamos.
Nuestro imperio se construyó con manos engrasadas y antiguos
acuerdos de “hacerse la vista gorda”. Todos sabíamos que cual fuese el
contrato que nos había dado propiedad de los Weaver, era una mierda.
Nadie podía poseer a otro.
Solo los imbéciles creían tal cosa.
Pero yo creía en nuestro poder. Nuestra riqueza. Nuestro estatus.
Los cuentos del ascenso de nuestro ascenso de la miseria a la
riqueza habían sido contados tantas veces, que alcanzaron el estatus de
fenómeno dentro de nuestra familia, alimentándonos con la misma
mierda desde el nacimiento y creyendo en el poder de un pergamino
vinculante que nos daba carta blanca para hacer lo que nos diese la
gana. No porque nos concediese inmunidad, sino porque demostró
cuantas personas nos obedecían ahora que teníamos el control.
¿Pero qué tan bueno era el control cuando se descosía con un
maldito rumor?
Todo esto era un juego. Solo que Vaughn había cambiado las
reglas mediante la incorporación de espectadores exigiendo respuestas.
Mataría a Vaughn por eso.
Ya estaba muerto. Solo un clavo en mi rápidamente congelado
ataúd mientras tomaba píldora tras píldora.
Hora tras hora, poco a poco cedí.
Día tras día, lentamente sentí nada.
Terminé siendo el hombre que todos pensaban era débil. Vivía
con una enfermedad, pero no era un lisiado.
Ya no necesitaba la nieve. O el hielo. O el dolor.
Tenía drogas.
Era de piedra.
Traducido por NnancyC & Ivy Walker
Corregido por –Valeriia<3

Nila
Me gustaría decir que la vida retornó a la normalidad.
Pero estaría mintiendo.
Me gustaría decir que regresé a mi anterior vida como empresaria,
costurera e hija.
Pero estaría engañando al más alto nivel.
Cada día era peor que el anterior.
Estaba perdida.
Sola.
Rechazada.

***

La vida era una sentencia de muerte.


La prensa me acosaba por entrevistas acerca de mi desaparición.
Mis asistentes me molestaban con cientos de nuevos diseños y pedidos.
Mi padre trataba de hablar conmigo acerca de lo que sucedió. Y mi
hermano me sofocaba con amor.
Todo era muchísimo.
Me condujo a punto de ebullición.
En el comienzo, sufrí la curación física del pago de la Segunda
Deuda. Tosía a menudo, los doctores me revisaron por neumonía, y los
moretones en mi pecho tomaron por siempre para desvanecerse. Usé el
dolor como un calendario, lentamente contando las horas que Jethro
me dejó sola y sin respuesta. Esperé por un mensaje de Kite007. Me
obsesioné con fantasías de él haciendo una redada y llevándome lejos
del desastre de la prensa y la envidia de gente equivocada.
En las noches, yacía en un cuarto que había sido mío desde que
nací. Las paredes púrpuras no cambiaron. Mis diseños sin terminar
colgados en maniquís decapitados no se habían esfumado, sin embargo,
ya nada era mi hogar.
Me sentía como una extraña. Una impostora. Y la sensación solo
empeoraba.
La fuerza y el poder que encontré en mí misma se disolvió. Mi
gozo al sufrir unos cuantos ataques de vértigo desapareció cuando fui
de manejar la enfermedad incurable a sufrir lo peor que alguna vez
tuve.
Ayer, había sufrido nueve.
El día anterior, sufrí siete.
Tenía más moretones en mis rodillas, codos y columna vertebral
en solo una semana de ser una verdadera Weaver de nuevo que lo
que jamás soporté a manos de Jethro.
Cada segundo las mismas preguntas me acosaban.
¿Cómo se suponía que regresara a mi antigua vida?
¿Cómo se suponía que olvidara a Jethro?
¿Cómo se suponía que renunciara a mi fuerza para que mi
hermano me adorara?
¿Y cómo se suponía que perdonara a mi padre y estuviera
agradecida con él por rescatarme?
Cómo.
Cómo.
¿Cómo?
La respuesta…
No podía.
Por una semana, intenté. Volví a la perfección de mi mundo
previo. Trabajé arduamente en nuestras sedes Weaver, contesté correos
y acepté participar en unas presentaciones de moda dentro de dos años.
Me pinté una máscara y mentí entre dientes.
Me volví una experta en ignorar lo que mi cuerpo me decía.
Vomitar era una ocurrencia de dos veces a la semana y mis sueños se
encontraban llenos de acusaciones. Recuerdos de Jethro viniéndose
dentro de mí se reprodujeron en modo repetición: insinuando una cosa:
¿Estoy embarazada?
¿O había escalado a vértigo-paralizante?
En todas partes que me giraba había un artículo en una revista,
especulaciones en los periódicos, vallas publicitarias y transmisiones de
la BBC. Tenía que enfrentar pancartas de mi madre y abuela muerta en
Circus Piccadilly. Tenía que cerrar los ojos mientras los buses pasaban
con el escudo de la familia Hawk pintado en sus costados. Y tenía que
tragar la bilis mientras anunciaban el más novedoso accesorio que
“debes-tener” pegado en los bancos de los parques y las paradas de
taxi.
¿Cuál era la joya que “debes-tener”?
Mi collar de diamantes.
Todo el mundo quería uno. Todo el mundo quería ver el mío,
tocarlo: hacerme un sinfín de preguntas sobre el cierre in-abrible y el
significado de una tan hermosa pero despreciable pieza.
Era un espécimen vivo. Metida en una pecera y obligada a actuar
como un fenómeno de circo. Era la “Acreedora desafortunada” y Jethro
Hawk era el "Deudor repugnante”.
Vaughn nos había destinado a una vida de chismes sobre
disputas familiares y contratos incomprensibles.
Cada noche, cuando nos reuníamos para comer en silencio
forzoso, quería apuñalar a mi gemelo con un cuchillo de carne. Quería
gritarle por anunciar al mundo lo ridículas que eran nuestras dos
familias.
La gente se reía de nosotros.
La gente nos miraba boquiabiertos—no sólo V sacó a la luz la
locura perversa de los Hawks, sino que también demostró la raza
vengativa y cruel que nuestra propia línea de sangre había sido.
No parecía importarle. Él me liberó. Había vuelto un acuerdo
privado en un asunto internacional. En lo que le concernía, debería
agradecerle.
Hubiera preferido lidiar con los rumores que Jethro había puesto
en juego la primera noche que me robó: las fotos de él sosteniéndome y
besándome, manipuladas y entregadas en una coartada perfecta de una
relación convertida en una fuga para casarnos.
Eso era razonable.
Esto era increíble.
Ahora todo el mundo tenía esas fotografías, impresas sobre
revistas de mal gusto y expuestas en los periódicos con titulares: “El
Hombre y Su Juguete”. “¿Hasta Dónde Puede Llegar El Legado?”.
“Múltiples Asesinatos Quedan Impunes”.
Cada detalle sórdido de mi familia fue descubierto y publicado.
Sin embargo, los hechos sobre los Hawks eran extremadamente vagos.
La prensa no había descubierto que un club de motociclistas vivía en el
mismo terreno. No mencionaron el contrabando de diamantes o de su
enorme riqueza.
Todo lo que tomaría era hacer un acuerdo a una entrevista
privada y anunciar al mundo acerca de los tratos de bajo mundo de
Cut, el mantenimiento de registros meticulosos, el Diario Weaver, y los
videos de deudas extraídas. Esa evidencia les compraría un billete de
ida a la cárcel.
Pero sus vidas me pertenecían. Quería ser quien los derrotara.
Quería verlos perecer, no consumirse en una celda donde no podía
llegar a ellos para hacerlos pagar.
Esa no es la única razón por la que te estás quedando en silencio.
Suspiré. La principal razón era porque estaba enamorada de un
Hawk y me quedaría en silencio para protegerlo.
Había ganado mi libertad. Jethro también lo haría. Me aseguraría
de ello.
A lo largo de la tortura de la primera semana, Vaughn estaba en
su elemento. Sonrió con buena apariencia de modelo, envolvió sus
brazos alrededor de mí mientras actuaba para las cámaras y le
mostraba al mundo las contusiones en mis muñecas por el taburete de
inmersión.
Había hecho todo lo posible para ocultar mis manos de mi familia,
ocultando la punta de mis dedos tatuados del conocimiento de todo el
mundo. Pero no podía ocultar el Weaver Wailer.
Todo el mundo sabía lo que significaba.
El primer día que estaba de vuelta, mi padre hizo que me sentara
durante horas mientras trataba de quitarlo. Había utilizado todas las
micro-herramientas disponibles para liberar la bisagra. V incluso trató
de forzar el collar con pequeños alicates. Sin embargo, el mecanismo
estaba muy bien hecho. Los diamantes demasiado bien establecidos.
No funcionó.
Joyeros y comerciantes de diamantes pusieron sus manos en alto
para intentarlo. Todos fracasaron.
Mientras perdía a la nueva Nila y tropezaba con horrible vértigo,
mi padre se deslizaba cada vez más y más profundamente dentro de sí
mismo. Después de vivir con las constantes preguntas e insinuaciones
de cómo murió su esposa, se convirtió en un ermitaño. Ya no lo
reconocía. Ya no teníamos nada en común.
Ahora todo eso era mi vida.
Supuse que tenía suerte.
Supuse que debería estar agradecida.
Después de todo…
Por lo menos era libre.
Traducido por Nika Trece
Corregido por Vane Farrow

Jethro
—¿Kite?
Levanté la vista de mi escritorio. Jasmine se rodó a sí misma en
mi habitación, sus pequeñas manos envueltas alrededor de los bordes
de acero inoxidable de la silla para propulsarse.
Había pasado diez días desde que Nila Weaver se fue.
Doscientos cuarenta horas. Sesenta y una tabletas.
Era inmune a todo.
Indiferente para todo el mundo.
No podía pensar en mi vida antes sin estremecerme de dolor.
¿Cómo había resistido durante tanto tiempo, cuando esto era mucho
mejor?
Los últimos diez días finalmente, finalmente gané lo que había
esperado toda mi vida: Cut dijo que se sentía orgulloso de mí. Había
sido cauteloso al principio, nunca dejó de vigilar, buscando una
debilidad... una grieta en mi rendición a mi nueva adicción.
Pero esto no era una mentira.
Era mejor así. Más fácil de esta manera. Más fácil sobrevivir de
esta manera.
Ya no tenía miedo a mi trigésimo cumpleaños.
Cuando vio la verdad, me dio más y más control. Me elogió por mi
lucidez y comportamiento despiadado.
Mis hermanos, por otro lado, no estaban satisfechos. No
entendían lo que era vivir con mi condición, y estaba harto de ser
juzgado. Me aparté. Levanté paredes y bloqueé cerraduras. Dejé de
visitar a Alas cuando me encontraba demasiado ocupado para montar.
Cesé mis visitas a Jasmine y puse fin a las charlas nocturnas con Kes.
Todo lo que necesitaba era el silencio y mi traqueteante botellita
de píldoras.
Nila me hizo un favor.
Me mostró cuan enfermo realmente estaba. Y con su desaparición
llegó mi cura.
Si tenía cualquier sentimiento para ser dado, todavía tendría un
cariño hacia ella. Pero me sentía feliz de estar vacío. Era libre al ser
inmune a la locura de la vida.
—Vete, Jaz. —Me volví a mi tarea. Recorriendo con los dedos el
papel que Nila firmó la noche del cumpleaños de Cut, negué con la
cabeza ante mi visión del futuro complicada.
Pensé que podía circunnavegar la Herencia de la Deuda forzando
a Nila a firmar otro contrato vinculante. Planeaba blandirla como un
arma el día que cumpliera los treinta y detener la Deuda Final en su
hora crepuscular.
Sonreí.
Idea estúpida y tanto jodido trabajo.
No tenía sentido luchar contra lo inevitable.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Jaz, rodando más cerca, el
crujido de su silla suavizado por la gruesa alfombra.
Agarrando mi encendedor grabado con el escudo, abrí y sostuve la
Sacramental Promesa sobre la llama desnuda. El grueso pergamino
crujió mientras bromeaba con el parpadeante calor.
—No es asunto tuyo. —Acerqué el fuego.
Jaz golpeó mi escritorio, tirando mis ojos a los de ella. — Tenemos
que hablar. Estoy preocupada por ti.
Me reí en voz baja mientras el fuego de repente quedo atrapado,
lamiendo el pergamino. Quedé hipnotizado mientras las llamas
devoraban rápidamente lo último de mi locura.
Jaz miró la promesa. —¿Qué es eso?
El resplandor naranja bailaba en mis retinas. —Nada.
Me tensé, esperando sentir una especie de pesar por la
destrucción de la única pieza que garantizaba que tenía el alma de Nila.
La noche que firmó esto, accedió a darme todos los derechos sobre ella,
a pertenecerme. Pero nunca hubo ninguna posibilidad de un final feliz.

No para nosotros.
No para mí.
Fuego ardía, cobrando fuerza mientras más papel devoraba. La
tinta negra vuelta cenizas, cayendo como pétalos negros sobre el
escritorio.
—Deja de quemarlo —exigió Jasmine, tratando de apartar mi
mano y desplazar mi agarre.
El papel continuó siseando y desapareciendo.
No la mire. No discutí.
No sentí nada.
Jasmine infló sus mejillas, intentando apagar el fuego, pero ya era
demasiado tarde, demasiado rápido.
—Ríndete, hermana. Algunas cosas no pueden cambiar. — En
cuestión de segundos, el contrato entre Nila y yo ya no existía. Mis
estúpidos planes e ideas de que podía ganar contra mi padre ya no
infectaban mi cerebro.
Era tan liberador.
Botando los restos carbonizado en el cubo de la basura, por
último miré a mi hermana. Sus mejillas de querubín y labios sensuales
se desperdiciaban en su cuerpo quebrado. Era una mujer
impresionante, pero siempre seguiría siendo una solterona instalada en
esta casa bajo el control de Bonnie. —¿Qué quieres?
Sus ojos parpadearon con dolor. Gritos y maldiciones pintaron su
piel, pero su bravuconería se desvaneció antes de que abriera la boca.
Suspirando tristemente, negó con la cabeza. — ¿Por qué no me lo
dijiste?
—¿Decirte qué?
—¿Lo qué él te hizo?
El aire se volvió obsoleto. Me pellizqué el puente de la nariz. — No
tengo tiempo para esto.
—Tienes un montón de tiempo, Jethro. Respóndeme. —Su rostro
se puso rojo—. ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué ya no me buscas? ¿Por
qué estás tan distante? —Alcanzó por mis manos, pero me moví
rápidamente, pasándolas rápido hacia atrás en la silla.
Angustia pesaba sobre sus hombros, pero no sentía ninguna
culpa. Jasmine tuvo un comienzo difícil en la vida. Continuó tratando
con sus propios demonios, pero eran sus demonios. No los míos. Por fin
había encontrado una manera de ser libre y deseaba seguir siendo
libre.
—¿Es todo lo que quieres? —Inclinando mi cabeza en el papeleo
de las últimas actualizaciones de maquinaria necesarias para nuestros
almacenes, fruncí mis labios—. Realmente estoy ocupado…
—Kite, escúchame y escúchame bien. —Moviendo su dedo en mi
cara, me miró—. El día que se fue, estaba tan segura de que te mataría.
Sufrí un ataque de pánico pensando en que la única mujer que amabas,
la chica que podría darte un lugar para esconderte, te dejó morir. Pero
luego me enteré por Kes que estabas vivo. Esperé por ti. Esperé tres
días para que vinieras a mí, pidiendo una sesión de ajuste o
simplemente para hablar. —Dejando caer su cabeza, su corte bob como
medianoche ocultó sus ojos—. Pero nunca llegaste. Diez días y todavía
no has llegado.
Permanecí en silencio.
Jaz levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas. —Me estás
asustando, Jethro. Extraño a mi hermano. Lo quiero de vuelta. Dime
que pasó, así sabré cómo encontrarlo de nuevo.
Pobre hermana engañada.
De pie, me incliné y besé la cima de su cabeza. —No pasó nada. Y
no quiero ser encontrado. Si me amas como dices que lo haces,
entonces se feliz por mí. Por fin he encontrado algo que funciona y
nunca volveré.
Golpeando mi bolsillo, el suave ruido de mis píldoras dijo hola. Me
tranquilizaba saber que si la vida siempre se volvía demasiado, si las
lágrimas de otro me llevaban al punto de ruptura, todo lo que tenía que
hacer era tragar una pequeña amiga y estaría bien.
—Adiós, Jaz.
Sin esperar su respuesta, me dirigí hacia la puerta y salí dejando
a mi hermana atrás.

***

Mi teléfono vibró en la mesita de noche a las tres de la mañana.


No salté o me tensé.
En cierto modo, había estado esperando que esto sucediera
durante días.
Recogiendo el dispositivo, deslice la pantalla y leí el mensaje
parpadeando.
Me preguntaba cuánto tiempo se mantendría alejada. Había
durado más de lo que esperaba, pero no tenía ninguna duda de que era
por el circo de historias y acoso sin fin de los periodistas, por no
mencionar, que su hermano habría hecho todo lo posible para evitar
que se pusiera en contacto conmigo.
Pero al igual que mi padre dijo, Nila se puso en contacto.
Sin saberlo, acababa de comenzar la siguiente etapa y se dirigía
directamente a una trampa perfecta.
Needle&Thread: He estado mirando este teléfono durante
más de una semana, sin saber qué decir. Todavía no puedo
encontrar las palabras, así que me apegaré a las simples. Kite, te
amo. Te extraño. Estoy aquí para ti. Me he vuelto una prisionera
en mi propia familia. Me vigilan, me protegen. He cambiado un
cautiverio por otro. Necesito que vengas a reclamarme. Si
trabajamos juntos, todo esto puede ser acabado. Por favor...
necesito que luches por mí como he luchado por ti. Necesito saber
que estás vivo y sano. Jethro, quiero que me lleves de este lugar.
Vámonos. Vamos a escaparnos donde nadie nos encontrará.
Esta era la verdadera prueba. El juicio final sobre la niebla
adormecedora que había ingerido durante los últimos diez días. Esperé
a ver si sus palabras me harían dar un paso fuera de la inexpresividad
reconfortante que ahora abrazaba.
No lo hicieron.
Estaba vacío. Nada podría hacerme volver a la forma que era. Ni
Nila. Ni mi hermana. Nada.
Este juego se volvió una expedición de pesca, y como saben todos
los buenos pescadores, hay que dejar que los peces mordisqueen el
cebo antes de tragarse el anzuelo y sellar su propio destino.
Traga, Nila Weaver.
Déjame atraparte.
Lanzando el teléfono al suelo, dejé su mensaje sin contestar.
Traducido por Victoria
Corregido por Itxi

Nila
Me las arreglé para durar más de una semana antes de enviarle
un mensaje.
Pero una vez que esa frontera fue cruzada, no podía dejar de
cruzarla todos los días.
Solamente vivía para enviar más mensajes, con la esperanza de
que un día, respondiera.
Lunes...
Needle&Thread: Por favor, Jethro. Te lo ruego. No me
deseches de esta manera.
Martes...
Needle&Thread: ¿Estás bien? ¿Cut te lastimó? Por favor...
Voy a enloquecer por la preocupación.
Miércoles...
Needle&Thread: Mándame un mensaje, Kite. Por favor, dime
que esto no cambia lo que pasó entre nosotros.
Jueves…
Needle&Thread: Hoy traté de abandonar mi equipo de
seguridad para venir a salvarte. Pero me persiguieron por la
autopista. No puedo liberarme. Necesito que vengas a buscarme si
significo algo para ti.
Viernes...
Needle&Thread: ¿Qué te hicieron? ¿Por qué no me
respondes?
Sábado...
Needle&Thread: ¡Respóndeme, Jethro! Sólo un simple
mensaje para hacerme saber que todavía estás vivo. Me debes eso
por lo menos eso.
Domingo...
Needle&Thread: El mundo piensa que estamos
certificablemente locos. Estoy de acuerdo con ellos. Lo que tu
familia ha hecho es perverso. Pero tú no lo estás. No dejes que te
llevan lejos de mí...
No importa cuántos mensajes le envié, no importa lo mucho que
vertí mi corazón en ellos, Jethro me ignoró.
Me cortó por completo.

***

Diecisiete noches desde que lo vi.


Diecisiete días desde que hablé con él.
Dieciocho días desde que me amó, se corrió dentro de mí, y me
mostró lo mucho que significaba para él.
Y ahora, nada.
Me acosté en mi cama matrimonial, mirando al techo, donde un
candelabro púrpura brillaba por la luz de luna que entraba por las
cortinas abiertas.
La ira hizo caso omiso de mi autocompasión, y por primera vez
desde que había estado en casa, maldije a Jethro Hawk.
—¡Maldito seas! —Mirando de nuevo a mi teléfono en blanco, le di
un momento más para sonar. Vamos...
Nunca lo hizo.
Con un gemido, tiré el dispositivo a través de mi habitación.
Golpeó contra la alfombra fuera de mi cuarto de baño privado, brillando
en la oscuridad.
Mi habitación era grande, pero no tan grande como mis aposentos
en Hawksridge, y a pesar de la extraña mezcla de la comodidad y el
estrés de estar en casa, no podía encontrar la paz.
Mis ojos viajaron desde mi cinta de correr de lujo en la esquina,
hasta mi desbordante vestidor.
Esta habitación era una parte de mí.
Pero ahora era un enemigo.
Todo el mundo era un enemigo. Desde el trabajo, extraños y hasta
mi familia. No encajaba en ningún lado. Ni siquiera encajaba en mis
propios pensamientos.
¿Por qué lloraba por un hombre destinado a matarme?
¿Por qué estaba tan decidida a regresar a un hogar de asesinos?
¿Por qué me daba pánico cada vez que las náuseas me tomaban
como rehén?
Sé por qué.
Porque estás más enamorada que asustada.
Porque no puedes soportar la forma en que Tex te mira.
Y porque tienes miedo de que podrías estar embarazada...
Mi padre destrozaba mi corazón cada maldito segundo que
estábamos juntos.
Ya no podíamos hablar; no de cosas triviales ni importantes.
Nuestras conversaciones eran forzadas y falsas. Él no podía apartar los
ojos de mí, a pesar de que se encontraban agotados y rodeados de
sombras tan profundas como la oscuridad misma. Se encogió debajo de
una vida de arrepentimiento por mí, por mi madre.
Y odiaba que no lo pudiera consolar.
¿Por qué no había ido tras ella?
¿Por qué dejó que vinieran por mí?
Esas preguntas nunca fueron expresadas, pero sabía que las
sentía, azotando el aire con contaminación.
Mi familia se hallaba a la deriva, y no tenía ni idea de cómo
solucionarlo.
Miré mis dedos tatuados, desterrando los pensamientos de mi
padre y empujando hacia atrás las lágrimas que nunca parecían irse.
Bufé, el silencio rechazando cualquier ruido y tragándose mi
tristeza. No podía soportar el silencio; la oscuridad sin vida.
Me encontraba a salvo aquí.
Sin nadie para hacerme daño, o follarme, o transformar mi alma
con alas.
Me encontraba a salvo aquí.
Y no sabía cómo lidiar con eso.
Mi daga de rubíes incrustados yacía a mi lado en la colcha de
plata y encajes. Perteneció a los Hawks… sin embargo, fue lo único que
traje conmigo. Dejé todo en Hawksridge, incluido mi teléfono. Mi padre
me prohibió conseguir otro, culpó a la prensa acosándonos por
entrevistas constantes, pero sabía la verdadera razón.
Quería que quedara aislada, intocable.
Pero eso no me detuvo de conseguir uno nuevo, y, como la idiota
enamorada que era, conocía todos los dígitos del número de Kite
perfectamente.
Incontables veces, le envié mensajes.
Pero ni una sola vez respondió.
Te extraño.
Te maldigo.
Te amo.
Me dejó vacía y sola.
Traducido por Sandry
Corregido por Vane Farrow

Jethro
Levanté la vista de un pequeño montón de diamantes en mi
escritorio y me aparté el cabello cubriéndome los ojos. Mi padre se
encontraba en la puerta de mi despacho; su postura era relajada y
abierta, una camaradería evidente entre nosotros después de las
últimas semanas de mi comportamiento impecable.
Colocando la lupa en un estuche de terciopelo en frente de mí,
sonreí. —¿Necesitas algo?
Cut ladeó la cabeza hacia el pasillo. —Sólo una palabra. Todos
hemos estado ocupados con los preparativos esta última semana. Creo
que hay organizada una sesión informativa, ¿no?
Mi mente me recordó los planes que habíamos hecho. La estricta
línea del tiempo para que Nila fuera nuestra de nuevo. La represalia que
habíamos programado para alejar el interés desvaneciéndose en el
nombre de mi familia. Vaughn estaba perdiendo poder a medida que
pasaba cada día. Las redes de comunicación sociales eran una bestia
salvaje que aullaba por sangre, pero duraba poco, moviéndose
rápidamente hacia el chisme más jugoso.
Cuanto más esperábamos, menos era el poder que tenían los
Weavers. También fortalecimos nuestras alianzas con la policía local,
quienes aseguraron que se mantendrían fuera de nuestro camino en
esta ocasión, de lo contrario... bueno, sabían lo que sucedería.
Recogiendo los diamantes en una bolsa suave y colocándolos en
el cajón de arriba, no me preocupé de que había más de trescientas mil
libras por valor de piedras entre plumas y bolígrafos estilográficos.
Pasando al lado de Cut, me toqueteé el bolsillo para asegurarme
de que tenía mi frasco conmigo. El sonido reconfortante sonó, y con otra
sonrisa, mi padre y yo caminamos lado a lado a través del ala de
soltero, por la escalera de piedra, y hacia su oficina en el segundo piso.
Mis ojos se posaron en la puerta de Jasmine. No había visto a mi
hermana de nuevo. No me gustaba estar alejado de ella, pero no quería
nada de dramatismos tontos ahora. No tenía sentimientos de sobra. Era
su problema no el mío. No pensaría en ello.
Al momento en que quedamos encerrados y aislados en su
despacho, hizo una seña a su alijo privado del raro coñac Rémy Martin.
—Por favor, sírvete tú mismo una copa.
—¿Quieres una? —pregunté, yendo al pequeño bar y
descorchando la botella. Mi boca se hizo agua mientras una cantidad
generosa salpicaba una copa de cristal.
Cut se sentó en su sillón negro favorito y puso los pies sobre la
mesa de centro que albergaba los huesos blanqueados de Wrathbone,
su perro. Mis dedos se movieron alrededor de la botella al tiempo que
recordaba la última vez que Nila estuvo aquí. Habíamos hecho la Marca;
tatué mis iniciales sobre su cuerpo.
—Por favor. —Cut se relajó en el cuero. Nuestra relación se había
vuelto altamente civilizada, hombre de negocios con hombre de negocios
en vez de un hijo delincuente y un padre decepcionado—. Libéralo
también por mí, ¿quieres?
Coloqué mi copa en la mesa de café, acercándome a la ventana y
hacia el hermoso pájaro posado en su plataforma. —Hola, Finch. —
Acaricié el pecho del halcón mascota de Cut.
El pájaro se pavoneó bajo mi atención. Sus plumas otoñales
brillaban bajo la luz del sol menguante, y sus ojos pequeños y brillantes
permanecían ocultos bajo su tapa cegadora. Una vida verdaderamente
horrible pasar tantas horas de vigilia en la oscuridad.
La sedosidad de las plumas de Finch me llevó a un trance. Era
curioso pensar que los tres hijos de Bryan Hawk tenían nombres de
aves de presa, sin embargo, él nunca los utilizaba. Ser el presidente de
los Diamantes Negros significaba que utilizaba su nombre de la
hermandad. Sin embargo, su apodo siempre me había asustado de
niño. Podía imaginarlo pelando los huesos del cadáver de su enemigo, al
igual que su homónimo: el buitre. Hawk “Buitre” Bryan. Le quedaba
bien.
—Libéralo —ordenó Cut.
Tirando del pequeño lazo, quité la tapa cegadora y Finch
inmediatamente se movió en un aleteo violento. La campana alrededor
de su tobillo tintineó cuando intentó despegar sólo para que la correa de
sujeción le diera un tirón hacia atrás.
—Sin prisa, sin prisa —murmuré, deshaciendo el arco y liberando
al ave. Finch había sido nombrado después de su primer asesinato. No
había ido directo al jerbo que lanzamos sobre el césped. En cambio, se
disparó hacia arriba alto y agarró a la pequeña presa en el cielo y se la
comió en un par de tiras.
—Finch —dijo Cut—. Ven. —Levantó el brazo, ya envuelto en
una pieza flexible de cuero. Nadie quería un garrazo en su antebrazo.
En un susurro de plumas bruñidas, se lanzó desde la percha y se
disparó a través de la habitación.
Cut gruñó cuando el peso de la gran ave rapaz se posó en su
brazo. Sonrió, su rostro arrugado de aspecto más joven y desenfadado.
Acariciando el plumaje de su mascota, tomó la creance y envolvió el
cable alrededor de su puño para mantenerlo en su lugar.
Yendo hacia la pequeña nevera junto a la pared, abrí un
recipiente Tupperware y traje un manjar de hígado de conejo crudo.
Finch saltó al instante e intentó morder mientras le entregaba la carne
a Cut. Cogió un trozo ensangrentado y se lo arrojó al pájaro.
Sentándome, me bebí mi coñac.
Durante unos minutos, dejamos que Finch nos entretuviera, la
campana ocasional interrumpiendo el sonido del hígado crudo.
Finalmente, Cut liberó al halcón y le permitió navegar por la sala donde
quisiera.
Brindando con su vaso hacia el mío, sus ojos se ensombrecieron.
¿Finalmente llegando al punto, padre?
Tintineando los vasos, me acomodé, esperando.
—Sabes que vi todo lo que pasó entre tú y Nila. Te he mostrado
las cintas donde salías follándola. Los primeros planos de tu cara
cuando extraías las deudas. He enumerado todas las veces que me
desobedeciste y actuaste a mis espaldas. Tenías sentimientos por ella.
Me encogí de hombros. Hace tiempo, podría haber entrado en
pánico y hecho todo lo posible para negar tal revelación. Ahora, eso no
importaba. Estaba por encima de todo eso.
—En el pasado, como bien sabes.
Asintió. —Lo sé. Es por eso que estoy sacando el tema ahora. Has
visto la luz, y creo que es hora de que sepas un poco más del legado que
estás defendiendo.
Crucé las piernas, bebiendo de mi copa. —Continua.
—¿Alguna vez te has detenido a pensar en otros Hawks y Weavers
que tuvieron que pagar las deudas?
Mi frente se arrugó. —No.
—¿Nunca pensaste que otros podrían haber tenido los mismos
problemas que tú? —Nostalgia sombreó su rostro—. No negaré que tuve
una debilidad por Emma hacia el final. Ella no era como su hija,
insubordinada o terca, pero me sedujo de todas formas.
Mi ritmo cardíaco se aceleró apenas un poquito.
Sin interrumpir la conversación, saqué la pequeña botella y la
incliné en mi palma. —No tenía ni idea. —Tomando la píldora con una
buena dosis de coñac, agregué—: Supongo que es lógico que cualquier
hombre y mujer tengan sentimientos, si se ven obligados a estar juntos
el tiempo suficiente.
Cut miró su bebida. —Supongo.
Siempre hacia eso. Siempre insinuaba un tema de una manera
indirecta, a la espera de ver si me confundiría y revelaría cosas. Podría
haber funcionado en el pasado cuando tenía cosas que ocultar y
cuando me sentía nervioso, pero ahora no tenía nada.
Vacío. Vacío. Vacío.
Mi voz era suave. —Hiciste lo que te encargaron. Al igual que yo
lastimé a Nila, tú heriste a Emma.
Sus ojos conectaron con los míos. —Exactamente. La hiciste
sangrar en La Primer Deuda. Y no tengo ninguna duda de que eres
capaz de llevar esta herencia a su conclusión.
Hace unas semanas, no existía ninguna posibilidad de que
pudiera terminar la Deuda Final. Pero las cosas eran diferentes ahora.
Mis lealtades eran hacia los Hawks. Cumpliría mi deber.
Heredaría lo que era mío.
—Claro.
Cometería asesinato.
Para eso nací.
Cut negó con la cabeza, casi con temor. —Ojala ese medicamento
hubiera existido hace unos años. Estoy tan feliz de tenerte a mi lado
después de todo este tiempo. Por no hablar de que Bonnie está
encantada de que ya no acoses a Jasmine de sus estudios.
Le sonreí, tomando otro trago. —Sí, ambos sabemos que era el
momento de que madurara.
Finch de repente voló por encima; sus plumas rojizas un arco iris
de naranja, marrón y gris oscuro.
Suspiró, pasándose una mano por el cabello blanco. —Hay una
cosa que necesito sacar a relucir, antes de que podamos poner el
pasado detrás de nosotros. —Su cuerpo se tensó—. Probablemente
puedes adivinar lo que estoy a punto de decir.
¿Podría?
Me devané el cerebro.
¿Qué odiaba más de mí? ¿Mi incapacidad para obedecer? ¿Mis
interminables problemas? ¿O era el hecho de que dormí con Nila sin
nada de barreras, y de alguna manera perdí un pedazo de mí mismo
que nunca volverá, sin importar cuán insensible era?
—Tendrás que iluminarme. No tengo ni idea de lo que quieres
decir.
—Debo admitir, que eras más que estúpido. Si esas pastillas no
hubiera funcionado, te habría matado por solo esa infracción.
Mi ceja se levantó. —¿Eh? Esto será interesante. No me tortures
con suspense ¿qué hice?
Sonrió. —Esperaba que fueras capaz de decirme por qué. Explicar
con tus propias palabras qué coño pasaba en tu jodida mente. Pero
supongo que eso no pasará ahora que tu locura está curada.
Locura.
Esa palabrita molesta. Fuera de todo, todavía tenía una pizca de
poder sobre mí. Odiaba esa etiqueta. Toda mi vida me llamaron loco,
roto. Mi padre me apartó de niño para someterme a terapia y obtener
ayuda psiquiátrica. La conclusión regresó afirmando que estaba
demente, mentalmente poco sólido.
Todos los días de mi infancia, Cut me recordó mis defectos. Había
llegado a odiar a esas palabras. Despreciar esas palabras.
Cut volvió a reír, arrastrándome de vuelta al presente. —¿Puedo
preguntarte si lo hiciste porque realmente no pensabas, o si eras más
inteligente del crédito que te di?
Un ligero dolor de cabeza comenzó. —Honestamente, no tengo ni
idea de a dónde quieres llegar.
¿Qué coño?
Hasta que tuviera una conjetura, no diría una palabra. Aprendí
cómo ocultar, y esos hábitos eran difíciles de romper.
Cut se rió, una carcajada bailando con orgullo.
Mi corazón se hinchó. Nunca me cansaba de hacer que mi padre
estuviera orgulloso de mí.
—Tus bolas son de hierro, Jet. Te reconoceré eso. Siempre tuve la
esperanza de que tener tu propia mascota Weaver te arreglaría. —
Inclinándose hacia adelante, apretó mi rodilla—. Me gusta este hombre
ante mí. Me siento honrado de llamarlo mi hijo.
Mierda…guau.
Aclarándome la garganta, levanté mi copa con él. —Aprecio eso,
Padre. Más de lo que imaginas.
Reclinándose hacia atrás en su silla, dijo en voz baja—: Te
contaré una historia rápida. Has visto las cintas de lo que le hice a
Emma, para que sepas lo que se requiere de ti. A su vez, sabes lo
que no se requiere de ti. —Inclinó la cabeza—. Los hombres de nuestra
familia son débiles cuando se trata de sus Weavers. Ellos se las
follaron, al igual que tú. Fueron presa de sus encantos, al igual que tú.
—Su voz se oscureció—. Sin embargo, a diferencia de ti, tus
antepasados vieron lo que las Weavers hacían al tentarlos en sus
camas. Nila es igual que sus antepasados. Usaba el sexo para llegar a
ti, utilizó su cuerpo para arruinar tu mente, y joder, funcionó.
Mi vaso se hallaba vacío. Quería otro.
Cut se enojó, la misma máscara que reconocía cayó en su lugar.
—No tengo ningún problema con que la folles. Pero lo que sí me hace
enojar es que lo hiciste sin protección.
Me quedé helado.
Convenientemente, mi mente había enterrado ese chisme debajo
de toda la otra basura con la que había estado tratando. Ninguna
protección es igual a...
—Cada vez que te hundiste dentro de esa pequeña puta, su rostro
gritó victoria. Para ella no fue lujuria o amor por ti, Jethro, era la
felicidad de ser la ganadora. Te usó y funcionó.
Los recuerdos de ella reclamando ganar se abrieron paso a través
de mi borrosa niebla.
Tiene razón.
Cut continuó—: Si tu juguete es atractivo, sólo tiene sentido
usarlo para tu placer. Como mencioné antes, los Hawks son débiles en
esa zona y las Weavers de alguna manera llevan ese conocimiento en
sus huesos. ¿No pensaste que habría habido accidentes? El control de
la natalidad no se encontraba al inicio de este contrato. ¿Dejaste de
preguntarte si habría mestizos nacidos de ambos linajes, Hawk y
Weaver? ¿Abominaciones impuras?
Mi corazón fue de lento a interesado. —No, no lo hice. —
Sinceramente, no contemplé la mayor parte de nuestro patrimonio o
historia. ¿Se anularía entonces el contrato? ¿Con el primogénito
teniendo ambos genes?
Supongo que no, porque está todavía en vigor.
—¿Que les pasó?
Sonrió cruelmente. —Lo mismo que les pasó a sus madres.
El alcohol que había consumido rezumaba a través de mi sangre.
Se inclinó hacia delante. —Cuando Nila regrese, cuando llegue el
momento de extraer más deudas, eres libre de hacer lo que quieras con
ella. Pondré fin a cualquier hijo ilegítimo, y mientras le enseñes a esa
puta su lugar, entonces te doy mi voto a que en tu trigésimo
cumpleaños, con mucho gusto te entregaré las llaves de todo lo que
tengo. Todo será tuyo, Jethro.
Finch aterrizó majestuosamente sobre el respaldo del sofá, su
pico agudo y mortal. Cut acarició al ave como si ninguna amenaza se
hiciera eco de sus palabras.
Levanté mi vaso vacío. —Sus trucos ya no funcionan, Padre.
Considera mis ojos abiertos y mi corazón firmemente alineado con los
Hawks.
—Es bueno saberlo. —Su mirada se fijó en la mía—. Porque si me
decepcionas otra vez, habrá dos cuerpos en la tumba de Nila Weaver.
Marca mis palabras, Jet. Te quiero, pero no dudaré en matarte si te
equivocas otra vez.

***

Veintiún días.
Quinientas cuatro horas. Ciento veinte y siete tabletas.
No había recaído. Tomé mi medicamento religiosamente, y Cut me
había probado a fondo.
Había pasado.
Me encontraba listo.
Para celebrar la siguiente etapa de nuestro plan, mi padre tomó la
hermandad de la finca a un pub local en el pueblo. Contrató todo el
lugar y compró la cena a cada miembro de los Diamantes Negros, junto
con un bar abierto.
La noche estuvo llena de risas y de estúpida ebriedad. Kes se
mantuvo frío pero agradable, y Daniel bebió demasiado, tan
jodidamente usual. Me divertí, creciendo en mi papel como heredero y
disfrutando la forma en que mis hombres me miraban. Me miraban de
la misma forma que a Cut, con temor y respeto.
Había tomado realmente mi lugar, y no existía duda de que era el
siguiente en la línea de sucesión al trono.
Después de una cena de cuatro platos y un montón de cervezas
crudas, Cut se situó en la cabecera de la mesa, tintineando un cuchillo
contra su cerveza medio vacía.
Los techos bajos del pub del siglo dieciséis se presionaban sobre
nosotros con saltos agotándose en las vigas. Era pintoresco y diferente a
las salas imponentes y artefactos de Hawksridge.
—Atención. —Cut tocó su vaso de nuevo. Los hombres
continuaron riendo y bebiendo. Cut golpeó el vaso en la mesa, por lo
que los platos sucios resonaron—. ¡Atención!
Se hizo el silencio; todas las miradas se centraron en Cut. —Es
hora de brindar. Escuchen.
Unos pocos hombres saludaron mientras que otros se pusieron
serios.
—Ponte de pie, Jethro.
Las últimas tres semanas nos cambiaron. Su rostro perdió su ira.
Yo perdí mi odio desafiante. Ya no nos mirábamos el uno al otro como si
quisiéramos matarnos y mutilarnos.
Éramos iguales.
Tenía mi deseo. Encontré un lugar en mi familia. Me convertí en...
él.
Cut levantó los brazos. —Esta noche es una noche especial,
muchachos. No sólo nos hemos ampliado a través de Sierra Leona este
mes y hecho más operaciones que nunca, sino que creo que la suerte
finalmente nos ha concedido un verdadero sucesor.
Había hecho todo lo que pidió. Poniendo todo en su lugar, como él
deseaba. Y esta noche, me gané su último respeto.
Inclinó su copa hacia mí. —Los periódicos están aburridos de
destruir mi nombre. Los comerciantes del mercado negro están de
vuelta a la compra de granel, y nuestra notoriedad sólo se ha
fortalecido. Los Weavers piensan que han ganado, pero esto es sólo el
principio.
Planté mis pesadas botas en el suelo antiguo, imitándolo con el
brindis. —Aquí. Aquí.
Los hombres siguieron, las murmuraciones en ascenso.
Todos vimos los periódicos, las declaraciones de Vaughn Weaver
contando secretos que nunca debieron ser contados. Pensó que nos
había arruinado. Que en cualquier momento seríamos arrestados y
condenados.
Estúpido, imbécil.
Vestido de cuero negro con nuestro emblema cosido de Diamantes
Negros sobre el bolsillo, me sentía invencible. Nada nos podía detener
ahora. Nadie podía siquiera intentarlo.
Yo era intocable. Y era jodidamente mágico.
—Por Jethro. —La voz de Cut se suavizó—. Por mi hijo. Por Kite.
Estoy tan contento de que por fin hayas visto el error de tus caminos.
Siempre supe que tenías potencial y no tengo ninguna duda de que
ganarás todo lo que tengo que dar antes de que esto termine.
Asentí. —Puedes confiar en mí.
Los hombres pisotearon sus pies, derramando su cerveza sobre
la mesa.
Kestrel me palmeó en la espalda. —Espero que sepas lo que estás
haciendo.
Daniel me dio una sonrisa característica. —Qué llegue la
siguiente deuda, hermano.
Yo era el primogénito.
Este era mi legado.
Después de semanas de preparación, había estado de acuerdo de
una vez por todas en demostrarlo.
Al matar a Nila Weaver.
Traducido por Vane Farrow & Nika Trece
Corregido por NnancyC

Nila
La vida siguió adelante.
Aprendí a vivir con un corazón roto y dejé de saltar ante las
sombras.
Nadie vino a robarme de nuevo, y la amenaza de destruir la vida
de mi familia se quedó sin resolver. Sin embargo, tenía una pregunta
que nunca me dejaba: ¿Están simplemente esperando el momento
oportuno?
En mi mente, vivía en un mundo falso de normalidad y seguridad.
Pero en algún lugar fuera de la vista, las nubes se estaban formando,
volviéndose más pesadas y potentes con cada día.
Ya no confiaba en que la policía pudiera ayudar o que la
publicidad podría mantenerme a salvo.
Si los Hawks no habían terminado conmigo, no existía nada que
se pudiera hacer.
Hora tras hora, me preguntaba por qué me quedaba. Por qué me
dirigía a la fábrica a trabajar con plazos muy locos y compradores
exigentes. ¿Por qué no simplemente huía?
La pasión para crear desapareció.
No tenía el menor deseo de coser.
Odiaba mi apatía.
Odiaba la frialdad interior que nadie podía tocar.
Vivía en constante temor; serpientes se reunieron en mis
entrañas, siseando con premonición. Extrañaba a Jethro con cada fibra
de mi ser. Él era la luz del sol deslumbrante y ahora yo vivía en una
oscuridad interminable.
Estaba muriendo sin él.
Pero esto no había terminado.
Las deudas no se terminaron.
Vaughn quería que volara a Asia y me escondiera. Mi padre
quería que entrara a protección de testigos y escapara.
No quería hacer ninguna de esas cosas y preocuparme por todos
nosotros. Por lo que esto le hizo a mi familia. Pero a pesar de mis
preocupaciones, mi marca de ropa explotó de la noche a la mañana.
Nila pasó de alta costura exclusiva a ser las prendas más
buscadas en los principales almacenes grandes. Vaughn se volvió el
rostro de la línea masculina e incluso incursionó en el diseño.
Y yo...
Pasé de la Puta Weaver a una esclava para el Imperio Weaver. No
tenía la iniciativa que una vez tuve, pero no tenía el valor de decirle a mi
familia.
La única vez que tenía que mantenerme de pie era para
tambalearme con un ataque de vértigo.
Desfilaba ante los medios de comunicación.
Era el centro de un escándalo mundial.
Era una marioneta.
Todo lo que podía hacer era aferrarme a mi hermano mientras mi
vida escalaba fuera de control.
Extrañaba la tranquilidad de Hawksridge.
Extrañaba la brisa con aroma a lavanda cuando me sentaba en
los jardines y dibujaba.
Pero sobre todo, extrañaba la conexión de alma profunda con
Jethro.
Continué bombardeándolo con mensajes, pero no me respondió.
Ni una sola vez.
En ninguno momento.
Mi estómago se revolvía mientras el mundo reía. Preguntas me
seguían dondequiera que iba:
¿Cómo podían salirse con la suya?
¿Por qué no le decían a alguien?
¿Por qué no huyeron?
Incluso yo me sentía de esa manera.
Sí, la Herencia de la deuda era utilizada como una herramienta
para ejercer el poder. Sí, otorgaba ciertos privilegios sobre nuestro
dolor. Pero nada de eso era la verdadera razón.
No existía nada para detener a Jethro o su familia de colocar un
francotirador en el edificio de enfrente de nuestra casa y disparar
rondas de municiones a través de nuestras ventanas, cortando nuestra
esperanza de vida en un parpadeo.
No necesitaban la Herencia de la deuda para matarnos.
Esto era algo más.
Un juego.
Algo que sentía que tenía que ver más con Jethro que conmigo. Yo
era el objetivo desafortunado. Al igual que cualquier empleado tenía que
probar su lealtad y habilidades antes de una promoción, tenía una
sensación horrible que yo era la prueba final de Jethro.

***

Needle&Thread: No sé por qué te sigo mandando mensajes. Tú


me has apartado de tu vida por completo. Tres semanas, Kite. Tres
largas semanas de nada. Me has lastimado peor que nadie. Extraño
hablar. Echo de menos nuestros mensajes. Extraño...
Presioné enviar antes de que pudiera eliminarlo.
No debería extrañarlo. No cuando obviamente él no sentía nada
por mí.
Intenta decirle eso a mi estúpido corazón.
Mi estúpido corazón me alimentaba de preocupación. Temía por
su vida. No tenía manera de saber si estaba vivo o muerto.
Esperar por un nuevo mensaje me recordó el principio cuando
empecé a enviárselos. Había pendido de un hilo por una pequeña
respuesta, esperando por un poco de su atención. Al parecer volví al
punto de partida.
Me incliné para tirar el teléfono en el cajón de la mesita de noche
cuando algo milagroso sucedió.
Vibró.
¡Oh, Dios mío!
Tratando con torpeza de desbloquear la pantalla, la activé y miré
con avidez el primer mensaje de Jethro en casi un mes.
Kite007: Eso es cruel, dejar el mensaje sin terminar.
Mi corazón retumbó. Descansando contra mis almohadas, le
contesté:
Needle&Thread: Tú eres cruel, no respondiendo a ninguno.
Kite007: Cruel es mi segundo nombre.
Observé el tatuaje en la yema de mi dedo y su JKH entintado.
Needle&Thread: No, no lo es.
Kite007: Cree lo que quieras creer.
Needle&Thread: ¿Qué te ha pasado? Dime. Pareces diferente.
Kite007: Soy diferente.
Mi pecho se desinfló, la tristeza ahogando mis venas. Él los dejó
ganar. Cambió.
Needle&Thread: Tú podrías creer que eres diferente, pero sé
lo que pasó entre nosotros. Esto no ha terminado debido a que te
preocupas por mí.
Kite007: Eso está en el pasado. Pero tienes razón. Lo que
pasó entre nosotros no ha terminado.
Mi espalda se enderezó de golpe. ¿Qué quiso decir?
Needle&Thread: El mundo sabe. Escuché que interrogaron a
tu padre. Es sólo cuestión de tiempo antes de que sea condenado.
Las deudas se han terminado. Significa que podemos estar juntos,
verdaderamente, sin un horrible final cerniéndose sobre nosotros.
Kite007: Todavía tan ingenua, pequeña Weaver.
Lágrimas llenaron mis ojos. En pocas palabras, había empañado
con éxito mis recuerdos de él y me hizo dudar.
Mis manos temblaban mientras le respondía.
Needle&Thread: Dijiste que me contarías todo, quién eres... lo
que sufres. Te estoy preguntando... dime. No dejes que ganen.
No podía soportar la idea de Jethro yendo a la cárcel por lo que
hizo. A pesar de que se merecía el castigo; había estado bajo el control
de Cut. Si me dejaba ayudarlo... podría detener a su familia y
finalmente ser feliz... conmigo.
Kite007: Ya no soy ese hombre. No hay nada que contar.
Mi corazón cayó de mi pecho.
Needle&Thread: No hagas esto, Jethro.
Kite007: No depende de mí, Threads.
Mi mundo se detuvo de un golpe. Ese apodo. No era suyo para
utilizar.
Needle&Thread: ¿Cómo sabes ese nombre?
Kite007: Vamos, niña tonta. ¿Crees que no lo sé todo acerca
de ti? ¿Crees que el mes pasado has estado libre de mí? ¿Que no
estoy allí... observándote?
Piel de gallina se esparció a través de mis brazos. Si su tono fuera
más agradable, habría estado encantada de saber que me estuvo
observando. Que me extrañaba y tenía que permanecer cerca.
Pero su tono era siniestro, recordándome demasiado a Milán.
Intenté contestar, pero no tenía nada.
Mi silencio alentó otro mensaje de su parte.
El teléfono vino a la vida en mis manos.
Kite007: Tu tiempo casi acaba, Nila Weaver. Disfrútalo. Voy
a ir por ti.

***

Voy a ir por ti.


No podía pensar en otra cosa.
Voy a ir por ti.
¿Pero cuando?
Trabajar el día siguiente no hizo nada para aliviar mi estado de
ánimo.
Sufrí tres incidentes de vértigo antes del almuerzo, y cuando por
fin tuve tiempo para comer, vomité todo de nuevo.
Por favor. Por favor... no dejes que mi enfermedad sea lo que creo
que es.
Apoyé la frente contra la porcelana fría del baño privado en mi
oficina mientras más náuseas atravesaban mi sistema.
No podía ignorarlo por más tiempo.
Horror terrible se apoderó de mí.
Tuve sexo sin protección.
Jethro se vino dentro de mí.
Dos veces.
Gemí cuando la habitación giró una vez más.
No puedo estar embarazada. ¡No puedo!
Los médicos siempre me dijeron que corría demasiado. Mis
períodos dejaron de venir hace un año, y me dijeron que había
engañado a mi cuerpo haciéndole creer que estaba en modo inanición;
por lo tanto, no era lo suficientemente fuerte como para tener hijos.
Fui descuidada.
Fui jodidamente estúpida.
¿Por qué creí que podía ignorarlo?
Poniéndome de pie a trompicones, agarré mi bolso y salí del
almacén con su ambiente de ciencia ficción victoriano y un sinnúmero
de cubículos, todos con máquinas de coser privadas. Los
guardaespaldas que Tex me puso se hallaban en algún lugar cerca, pero
no quería que me siguieran.
No para esto.
No tomé una respiración hasta que corrí por las escaleras y por la
carretera a una farmacia local. No pensé que la gente pudiera ser
testigo de mí comprando una prueba de embarazo, y definitivamente no
pensé que chocaría con mi gemelo cuando salí con una pequeña bolsa
de papel agarrada en mis manos. En todo lo que me centré fue en
obtener respuestas. Las respuestas que debería haber sabido hacía
semanas.
¡No puedo estar embarazada!
Choqué contra su dura corpulencia.
Los ojos oscuros de V se ampliaron, sus brazos automáticamente
se extendieron para atraparme. —¡Threads! He estado buscándote.
Tengo una nueva idea para el trabajo pendiente y… —Su mirada cayó a
mis dedos, la preocupación grabada en su frente—. Eh, ¿estás bien?
Mis mejillas se calentaron.
No, no estoy bien.
Asentí, alejándome de él y ocultando la prueba detrás de mí. —Sí,
estoy bien. Tengo que regresar al trabajo. Nos vemos más tarde, ¿de
acuerdo?
Empujando más allá, corrí a través de la calle, llamé el ascensor y
volé a mi oficina a una velocidad récord.
En el momento en que estuve a salvo, cerré la puerta con llave y
me apresuré al cuarto de baño.
—Por favor. Por favor, no permitas que esté embarazada.
El mantra no pararía de hacer eco en mi cabeza. No existía
manera lógica de que pudiera estar embarazada. ¡Sin duda!
Era explicable. No estoy embarazada.
Mis manos temblaban mientras rasgaba la caja celeste y leía las
instrucciones. Nunca había tenido que hacer esto. Hacer pis en la tira
de la prueba era casi tan vergonzoso como fue hacerme venir a mí
misma con el cabezal de la ducha.
Mi cabeza palpitaba.
¿Fue solo el mes pasado? ¿Fui de retorcerme con fantasías sobre
Jethro Hawk a una espiral de pánico pensando que me embarazó?
Oh Dios.
—¡Por favor, no permitas que esté embarazada!
Temblando, con torpeza hice lo que tenía que hacer. Una vez
hecho, puse la tapa en la franja húmeda y tiré la prueba en el lavabo.
No podía tocarla más. No podía mirar.
Oh Dios.
¡Oh Dios!
Retrocedí.
Retrocedí tan lejos como pude.
Retrocedí contra la pared, presionándome contra el fresco azulejo
gris.
No estoy embarazada.
Sabría si estuviera embarazada.
Has estado vomitando mucho.
Es explicable.
Sufres de vértigo.
Tú. No. Estás. Embarazada.
Mis pensamientos internos dominaron y argumentaron,
balanceándose entre gritos por ser tan estúpida, a planear cómo
suicidarme solo para acabar con esta pesadilla de una vez.
Pasaron cinco minutos, y todavía no tenía el coraje para mirar.
Adelante.
Termina con esto.
—¿Nila?
Oh, Dios mío, esto no podría ser peor. ¿Qué hacia mi hermano en
mi oficina? ¡Cerré la maldita puerta con llave!
Él tiene una.
Dos segundos más tarde, golpeó con los nudillos en el cuarto de
baño. —¿Threads? ¿Estás bien?
Mi garganta se cerró. Quería que la tierra se abriera y me tragara.
—Nila, respóndeme. Estoy preocupado por ti.
Tragando una repentina avalancha de lágrimas, me aparté de la
pared para abrir la puerta.
Solo que la puerta se abrió de par en par, presentando mi perfecto
hermano en pantalones vaqueros y una camiseta blanca. Parecía como
si había bajado de una pasarela, mientras que yo parecía una granuja
sin hogar.
Su mirada se dirigió primero a la maldita prueba de embarazo en
el lavabo, a continuación, se dirigió a mí.
Su piel oscura se volvió pálida; sus ojos se oscurecieron. —Por
favor. Por favor. Por favor, dime que ese animal jodidamente no te violó.
—Merodeando hacia delante, bullía de cólera en el pequeño espacio. Su
temperamento rebotó en los azulejos, haciéndolo con violencia—. Nila,
dime ahora mismo. ¡¿Ese maldito hijo de puta te tocó?!
Me reí. Si sólo hubiera sido tan fácil. Era repugnante. Me gustaría
tener una excusa para mi estupidez. Todo esto era mi culpa.
Los labios de V se torcieron con horror mientras mi risa se
convirtió en un sollozo.
No fue una violación. Fue glorioso. Era todo lo que siempre quise y
nunca podría tenerlo de nuevo.
Más lágrimas estallaron, dando paso a la avalancha.
—Threads, oye. Está bien. Podemos conseguirte ayuda. —Vaughn
acortó la distancia y me presionó en sus brazos—. Está bien,
hermanita. En serio. Te tengo.
Su preocupación era peor que su ira.
Más lágrimas.
Más sollozos.
Luché. No quería que me tocase. No cuando no sabía si podría
vivir conmigo misma. Pero su suave calidez, tan diferente a la frialdad
de Jethro, se filtró en mí. Cedí. No me había permitido llorar desde la
mañana en que me sacaron de Hawksridge. Pero ahora, no podía parar.
Dejé ir todo.
De alguna manera, entre lágrimas, tartamudeé—: Él… él no me
vio… violó, V.
Sólo admitir que provoqué esto me llenó de una nueva ola de
vergüenza, de remordimiento.
V se puso rígido. Sus brazos se tensaron mientras se retiraba,
mirándome a los ojos. —¿Qué quieres decir, con que no...? —La
comprensión de repente inundó su rostro—. ¡Joder, Nila! ¿Te acostaste
con él? —Arrancando sus manos de mí como si se hubiese
contaminado, gruñó—: ¿Te acostaste con ese hijo de puta, por voluntad
propia?
Mis lágrimas se secaron. Bajé la cabeza. —Vaughn, no.
—¿No? —Caminó enfurecido hacia el lavabo y puso la prueba de
embarazo en su puño. La embistió en mi cara, ocultando la ventana de
visualización, por lo que no podía ver si acababa de arruinar mi vida al
estar impregnada con la progenie Hawk.
—¡Te acostaste con él sin protección! —Resopló—. Apuesto que
Tex estará tan feliz de saber que toda su energía en mantenerte
protegida fue en vano. ¡El primer chico del que estás cerca y tienes que
echar un polvo y quedar embarazada!
—¡No sé si estoy embarazada todavía!
—¿Deberíamos saber entonces? —Mostró su palma, sosteniendo
la prueba—. No te puedo creer. ¡Dios, Nila!
No quería ver.
Sí quería ver.
Los resultados estaban al revés.
V se dio cuenta, al mismo tiempo que yo. Hizo girar los dedos
para que la prueba quedara en posición vertical.
Una pequeña línea.
Una.
¡¿Qué significa eso?!
Temblaba de terror. —El paquete. ¿Qué dice el paquete?
Vaughn miró hacia atrás, volviendo al lavabo a agarrar la caja
desechada del inodoro. Me la entregó, tiró la prueba a la papelera y se
lavó las manos. Mientras corría el agua, me dio tiempo de desentrañar
este lío, al tiempo que él lograba controlar su temperamento.
Abrí la caja.
"Felicidades, estás embarazada si se ven dos líneas azules."
Dos.
Me deslicé en un charco.
Gracias. Gracias. ¡Gracias!
V se dio la vuelta, su rostro perdió la mirada furiosa y se disipó
con pesar. —¿Es negativo?
Asentí.
No había bebé.
De repente, no sabía qué sentir al respecto.
Eché un vistazo al bote de basura. No podía dejar la prueba ahí.
No podía correr el riesgo de que curiosos del personal o mi padre
saltaran a conclusiones.
En el momento en que V se marchara, la llevaría al bote en el
parque que se encontraba enfrente de nuestra fábrica.
Suspiró. —Lo siento, Threads. Estaba fuera de lugar. —Vino a mi
lado, deslizándose por la pared para envolver un brazo alrededor de mis
hombros—. ¿Estás bien?
Incliné la cabeza, apoyándola en su hombro. Era tan bueno
conmigo. ¿Cómo podría resentirme con él y Tex por salvarme?
—Sí —le susurré—. Estaré bien.
V me apretó. —Háblame, Threads. No has dicho una sola palabra
acerca de lo que te hicieron. Cada vez que toco el tema, tú lo cambias.
—Suspirando de nuevo, añadió—: Si no hablas conmigo, tienes que
hablar con alguien. Puedo sentir que eres infeliz. Estoy alimentándome
de tus vibraciones. —Empujando mi hombro con el suyo, sonrió
complacido—. Enlace gemelo, ¿recuerdas? Siempre podía decir si
estabas sufriendo.
Algo sobre lo que dijo impactó en mi cerebro, tratando de conectar
puntos que no podía seguir.
—Pronto voy a estar bien. Lo prometo.
Déjame reparar mi corazón roto en paz.
Él no podía saber que me enamoré de Jethro. No después de su
campaña de muerte y destrucción contra el primogénito Hawk.
Nos sentamos en silencio por unos minutos. V me dio
tranquilidad sin juicio, permitiendo que me repusiera nuevamente. Poco
a poco, mi ritmo cardíaco se calmó, alejando el pánico.
El toque de V era como una mariposa, susurrando dulcemente
sobre mi hombro. Siempre había sido tan gentil conmigo, tan diferente
al hombre del que me enamoré. Jethro fue cualquier cosa menos suave.
Me había azotado, follado y adorado a su oscura manera.
Me llenó de cicatrices.
Me estremecí al pensar lo que Vaughn haría si viera lo que había
debajo de mi blusa verde azulada. Las cicatrices con las que Jethro me
pintó en la Primera Deuda me manchaban para siempre. V no sería
feliz. Mierda, iría tan lejos como para decir que ataría a Jethro y le daría
el mismo castigo, solo que mucho más duro.
Cerrando los ojos con fuerza, traté de alejar esas preocupaciones.
Vaughn nunca lo sabría porque nunca le mostraría.
V se puso rígido, sus dedos clavándose en mi piel.
—¿Qué? ¿Qué es? —Me moví en su abrazo, mirándolo a los ojos.
—Nada. Olvídalo.
Hice una pausa. Normalmente, si V tenía un pensamiento, podía
continuar su idea. Estábamos en sintonía con el trabajo, con la vida.
Pero esta vez, no tenía ni idea.
Pellizcándolo, le dije—: Vamos. No me puedes dejar colgada de
esa manera. Dame algo más en qué pensar que no sea esta catástrofe.
Vaughn negó con la cabeza, luciendo como si quisiera destrozar el
pensamiento de su cerebro. —Yo… no, no necesitas escucharlo.
—Y tú no tienes que sentir mi tristeza, sin embargo, lo haces. —
Se enderezó y me desenredé de su brazo—. Dime.
Se sentó más erguido, pasando una mano por su cabello negro
brillante. —¿Y qué si hubieras estado embarazada?
Me quedé helada. —¿Qué quieres decir?
Apartó la mirada. —Esta locura con los Hawk ha terminado. La
policía está involucrada. Los medios de comunicación saben todo. Estás
tan segura como pude lograrlo al decirles a todos lo que sé. Pero... ¿y si
no es suficiente?
Temblores capturaron mis extremidades. El mensaje de Jethro
volvió a atormentarme.
Voy a ir por ti.
—¿Qué quieres decir?
V me miró, su mirada firme y seria. —¿Y si tuvieras a su hijo?
¿Qué pasaría si dieras a luz a una niña?
Por mi mente pasaron miles de ideas. —Sería una primogénita.
Habría de sufrir el mismo destino que nuestra madre y yo. Nunca la
sometería a eso.
V negó con la cabeza. —Sería una primogénita. Sería una niña.
Sería una Weaver. —Se acercó más—. Pero también sería una Hawk.

***

La epifanía de V cambió todo.


No podía dejar de pensar en alternativas, imaginando una
conclusión totalmente diferente a la Herencia de la deuda, a Jethro, a
nuestro futuro como enemigos.
Jethro dijo que vendría por mí.
No sabía cuándo y no sabía cómo... pero ¿y si lo dejaba?
¿Que si volviera con él de buena gana? En lugar de salvarlo y
huir, ¿por qué no hacer algo para poner fin a la deuda por completo?
Podría terminar con esto, como le había prometido a mis antepasados
muertos.
¿Funcionaría?
¿Mis intrigas de seducirlo una y otra vez hasta quedarme
embarazada serian aborrecibles o justificadas?
¿Acaso me hacía una persona horrible contemplar traer otra vida
a esta locura, con la esperanza de romper las deudas mantenidas?
¿Podría siquiera soportar quedar embarazada con un primogénito
de sangre mixta? ¿Estaría Jethro de acuerdo con algo tan drástico, tan
loco? ¿Iría al infierno por engañar a alguien de esa manera?
Mi mente se arremolinó con más y más preguntas.
Si hiciera esas cosas, ¿destruiría todo? ¿Pondría fin a las deudas
recaudadas debido a que las deudas se fusionarían? ¿Por qué nadie
pensó en ello antes?
¿Siquiera es posible?
Mi plan tenía fallas terribles. Cut apenas toleraba a sus propios
hijos. No podía verlo decretando nula la Herencia de deuda y sin valor
sólo porque el primogénito de ambas familias estaba formado de ambas
familias. No podía verlo renunciar tan fácilmente.
Pero Jethro... él podría.
Si él tenía algo propio... por primera vez en su vida...
¿Lucharía por protegerlo?
¿Finalmente me entregaría su corazón y me elegiría sobre ellos?
Podría cambiar.
Podría salvarme.
Podría salvarse a sí mismo.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Daniela Agrafojo

Jethro
La noche antes de que todo cambiara, sonó mi teléfono
Dos de la mañana, pero aún me hallaba despierto.
Las pastillas me adormecieron a todo, pero todavía tenía
problemas para dormir.
Abrí el mensaje, una lenta sonrisa cruzó por mi rostro.
Needle&Thread: Dijiste que esto no ha terminado. Que vas a
venir por mí. Bueno, quiero que lo hagas. Estoy aquí esperando,
Jethro. Apúrate.
Mi polla se sacudió. Su mensaje era casi perfecto. ¿Ell podía
sentir que todo se encontraba en su lugar? ¿Podría decir que su hogar
se encontraba aquí... conmigo... y que ya era tiempo de que regresara?
Kite007: Agradezco la invitación.
Se tomó su tiempo para contestar. Cuanto más tiempo se tomaba,
más duro me ponía. Un efecto secundario de las pastillas fue que mi
libido se secó. Pero aquí... acostado en la oscuridad, sin nadie que me
viera o me juzgara, ahuequé mi longitud y apreté.
Needle&Thread: No es una invitación. Es una orden. Te estoy
esperando.
Pellizqué la cabeza de mi polla, preguntándome cómo responder.
Otro mensaje llegó.
Needle&Thread: Estoy mojada por ti. Bésame, Jethro Hawk.
Mi polla se sacudió en mi asimiento. Joder.
Gruñí para mis adentros.
Las sabias palabras de mi padre regresaron. —Nila es igual que
sus antepasados. Utilizando el sexo para llegar a ti, utilizando su cuerpo
para arruinar tu mente, y jodidamente funcionó.
Apreté más duro. Esta vez no. No me manipularía de nuevo.
Conocía mi lugar. Me gustaba este nuevo mundo, y no tenía intención
de salir de él.
Kite007: Sabes que no respondo a las órdenes.
Needle&Thread: ¿Responderás si te ruego?
Mi mano trabajó más duro, arrastrando placer por mi eje y
radiando hacia mis bolas.
No quería responder. Quería terminar con esta farsa. Si la follaba
de nuevo, sería parte de una deuda, sin romper las reglas, como lo hice
antes.
Fui un idiota. Un hijo rebelde que no apreciaba todo lo que le
habían dado.
En su ausencia, finalmente vi la verdad.
En la niebla por las pastillas, finalmente encontré mi hogar.
Y no estaba con ella.
Kite007: ¿Por qué cosa rogarás?
Si fuera inteligente, me suplicaría olvidarla. Que huyera a través
de continentes y tratara de ocultarme. Pero no era inteligente, porque
aún se encontraba gobernada por inconveniente e incontrolable
emoción.
Needle&Thread: Rogaría que tu lengua me besara
profundamente. Gemiría por que tus dedos me estiraran y me
pusieran mojada, me pondría de rodillas y te mamaría por la
oportunidad de tenerte de nuevo en mi interior.
Mis ojos rodaron hacia atrás al tiempo que me trabajaba más
rápido. Mi respiración aumentó en el silencio de mi habitación.
¿Qué hacía? Las deudas nos juntaron, pero la vida nos dio esa
mágica chispa que hacía que incluso el más simple de los toques o las
casi sonrisas, fueran cataclísmicas. Era jodidamente peligroso, y no
tenía ninguna intención de jugar con fuego de nuevo.
Tenía otras cosas qué perseguir. Mejores cosas.
Kite007: Si tienes suerte, podría dejar que me saborearas de
nuevo.
Solo mientras pagaba la Tercera Deuda y nada más. Y dudaba
que ella quisiera tener algo que ver conmigo para ese punto.
Needle&Thread: ¿Todo de ti?
Kite007: No seas codiciosa, pequeña Weaver.
Mi mano apretó la carne caliente, masturbándome con violencia
mientras más me excitaba y ansiaba. Mi polla se endureció. Una
liberación se hizo más fuerte, justo fuera de alcance. Acelerando el
ritmo, empujé contra mi palma, dirigiéndome hacia la meta.
El residuo de la última pastilla que tomé hace cinco horas se
desvaneció, dejándome vivir en la felicidad por un corto momento.
Cayendo de nuevo en la locura, escribí:
Kite007: Me estoy masturbando ¿Estás celosa?
Needle&Thread: Obscenamente celosa.
Kite007: Tócate, quiero escucharte gemir.
Needle&Thread: Si estuviera en tu cama, me escucharías
gritar.
Maldición.
Apreté la mandíbula; mis caderas corcovearon más rápido en mi
mano. Mi respiración se aceleró hasta que mi cama crujió con mis
empujes. En unas pocas horas, la recogería, no porque ella me “invitó”,
sino porque era el momento.
Nuestro plan estaba listo. Era tiempo de ejecutarlo. En más de un
sentido.
Needle&Thread: Estoy tan cerca, Kite. Tan cerca de venirme.
Necesito que vengas por mí. Quiero ser follada por ti de nuevo.
Me vine.
No pude evitarlo.
Con un fuerte gemido, cintas de color blanco se dispararon por el
aire y salpicaron contra mi vientre desnudo. Ola tras ola, monté el
placer vicioso. La niebla brumosa se dispersó justo el tiempo suficiente
para que yo temblara y gimiera con la primera sensación que tenía en
semanas.
Respirando con dificultad, le escribí un último mensaje:
Kite007: No vayas a la oscuridad sola, pequeña Weaver.
Monstruos vagan en las sombras, y tu tiempo llegó oficialmente.
Con una sonrisa fría, metí el teléfono dentro del cajón y me limpié
el estómago con un calcetín. Mi respiración lentamente se estabilizó
mientras apoyaba la cabeza en la almohada. Tomando la botella
pequeña de su lugar seguro a mi lado, me tragué una pastilla y sentí el
cambio al instante.
Donde antes hubo sensibilidad, ahora no había nada.
Me encontraba de nuevo en blanco, y la próxima vez que la viera,
finalmente entendería los errores de sus actuaciones.
Me tuvo y me perdió.
Ahora era el momento de sufrir las consecuencias.

***
Hacía frío esta noche.
Mi aliento se condensaba mientras me encogía en mi chaqueta de
cuero, a horcajadas sobre mi nueva Harley. Mis manos enguantadas se
sentían cálidas, mis pies calientes en mi pesadas botas.
Ya no tenía que hacerme daño para permanecer cuerdo.
Tenía algo mejor.
Sacando la pequeña botella, saqué otra pastilla de la mejor
medicina del mundo. Tomé una dosis extra hoy, solo para estar seguro,
y le di la bienvenida a la manta familiar sobre mis pensamientos.
Mi corazón era un montículo de nieve, mis extremidades su hielo
usual.
Bajé la visera negra del casco.
Ya no era humano, sino una sombra negra.
La Parca.
Un Hawk a punto de robar lo que era por derecho mío.
Salí a medianoche.
Dejando Hawksridge atrás y conduciendo a una velocidad loca
desde Buckinghamshire a Londres, contaba los minutos hasta que ella
fuera mía de nuevo.
Dudaba que planeara esto cuando me envió el mensaje de texto
anoche. No podía esperar a ver su rostro y que entendiera finalmente
qué cambió el mes que estuvimos separados.
Habíamos tres en el camino.
Kes, Flaw y yo.
Me flanqueaban y cuidaban mi espalda, solo en caso de que los
Weavers tuvieran alguna idea. Después de todo, nos tomamos nuestro
tiempo para volverlos complacientes, pero no los subestimaré de nuevo.
Menos después de la astuta jodida que Vaughn creó.
Todo el viaje pensé en los mensajes de texto de Nila.
Me endurecí otra vez, sabiendo que pronto me pertenecería y
podría volver a probarle a mi padre que su indulgencia hacia mí estaba
justificada.
Nila no era nada para mí. Ya no.
El tiempo voló a medida que atravesábamos la noche con un
rugido de motores y humo. El olor a gasolina llenó mis fosas nasales.
Me sentía drogado por el octanaje, y pronto estaría drogado por el
robo.
Iba a robar lo que era mío por derecho.
Iba a reclamarla, exterminándola.
Su destino era mío. Nunca existió alguna otra manera. Ningún
final alternativo.
Ella era una Weaver.
Yo era un Hawk.
Eso es todo.
Estaba fuera de su casa.
Apagué el motor.
Traducido por MaJo Villa
Corregido por Lu

Nila
Me desperté en una oscuridad peligrosa.
Mi ritmo cardíaco explotó al momento en que mis ojos se abrieron
de golpe.
Él está aquí.
Lo sabía con tanta seguridad como sabía mi nombre.
Se encuentra en mi habitación.
No podía verlo.
No podía olerlo.
Pero lo sentía.
Frialdad, ira y mordacidad.
—¿Jethro…?
Parpadeé, echándole un vistazo a los rincones oscuros.
Ha venido a buscarme.
Lo sabía con más fuerza que cualquier cosa.
No ha terminado.
Pero esta vez... tenía un plan. Yo no era la víctima. No era una
chica estúpida que había sido protegida por su familia. Había mirado
fijamente a la muerte a la cara, me había encontrado en sus garras, y
sabía cómo sobrevivir.
—Hola, señorita Weaver.
Su voz sedosa y helada susurró bajo mis sábanas, endureciendo
mis pezones como rocas. Mi núcleo se apretó, alimentándose de su
poder, mojándose por la pura delicia de tenerlo cerca.
Oh Dios.
Después de tanto tiempo separados, él era visceral, místico, mítico
por su poder sobre mí.
Tenía una magia, un hechizo que me ablandaba, incluso mientras
el miedo se filtraba en mi sangre. Sabía que él no era seguro, sabía que
debía gritar y apuñalarlo, en lugar de humedecerme y desearlo.
Pero había hecho un pacto. Sería la última Weaver.
Tenía la fuerza para hacerle frente a Jethro y a su familia. Él era
mío. Solamente tenía que hacer que lo aceptara.
—Te dije que iba a venir por ti.
Las sombras se torcieron, revelándolo mientras salía de la
oscuridad como la boca de un lobo, acercándose a mi cama. Estaba
vestido de cuero y mezclilla; un atuendo que había visto usar a Cut y
Daniel pero nunca a Jethro. Ya no era un aristócrata, sino un
motociclista. El bordado en su chaqueta destellaba, y sus grandes botas
lanzaban susurros silenciosos sobre la alfombra. Parecía el diablo, un
pecador deliciosamente oscuro que había venido a hacer estragos y a
poseerme.
Otra oleada de deseo recorrió mi vientre.
Cuanto más se acercaba, más se desvanecía el mes que había
pasado. La inmensidad, el vértigo incesante, la falta de convicción de
que había sufrido alguna vez desde que me había ido simplemente
desapareció.
Era como si nunca hubiera dejado Hawksridge. No podía imaginar
por qué lo haría.
Puedo pensar por qué.
Un torrente de tortura y amenazas llenó mi mente. Cut, Daniel y
Kes. Ellos eran mis verdaderos enemigos. ¿De verdad quería volver allí?
Dudaba que tuviera una segunda oportunidad para escapar.
Sé lo que tengo que hacer.
Sabía cómo ponerle fin a esto. Sabía cómo salvar a Jethro. Y
estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para hacer que eso sucediera.
—Hola, Kite —murmuré.
Jethro contuvo el aliento, su pecho se expandió al tiempo que
cerraba la distancia que quedaba y se alzaba por encima de mi cama.
Sus ropas pesadas no podían ocultar su corpulencia sensual. Cada vez
que respiraba, un crujido leve de cuero llenaba el silencio. El hilo usado
para coser el diamante en su bolsillo delantero brillaba bajo la luz de la
luna.
Jamás lo había visto con todas las insignias de motociclista.
Eso le hizo cosas terribles a mi centro. No pude evitar mi deseo, el
calor en mi sangre o la humedad reuniéndose entre mis piernas. Mi
boca se estremecía por tocar la suya, por morder su labio inferior y
chupar su lengua.
La habitación se volvió estática. El vello en mis brazos se me puso
de gallina ante la sola idea de Jethro quitándose la chaqueta y
subiéndose encima de mí.
Tragó saliva, sus ojos brillaban peligrosamente. Sosteniendo un
pequeño paquete de polvo, susurró—: ¿Necesito drogarte de nuevo, o
vendrás voluntariamente? —Se inclinó sobre mí, sus largos dedos
tocando mi pierna debajo de las sábanas.
Yo temblaba, congelada... desesperada porque dejara de actuar y
le pusiera fin a la frialdad entre nosotros.
Habíamos sido tan cercanos. Nos habíamos conectado. Algo
siniestro se deslizó sobre mis pensamientos. Algo no está bien.
—Te hice una pregunta, señorita Weaver. —Su mirada cayó a mis
piernas, sus dedos tirando de las sábanas. Centímetro a centímetro,
jaló, arrastrando el calor hacia abajo.
No dije una palabra al tiempo que revelaba mi camisola, mis
pantalones cortos de raso negro, y mis piernas; las mismas piernas que
dolían porque tenían ganas de envolverse alrededor de sus caderas
mientras me tomaba con fuerza.
—Te extrañé. —No pude apartar mi mirada. La noche bajo
Hawksridge, la forma en la que me tocó en los manantiales y trajo de
vuelta a la vida, hizo que mi corazón se hinchara.
No había dicho las palabras. Pero había sentido su sumisión.
Él también se había enamorado.
Con tanta fuerza como yo.
Apartando su mano de mis sábanas, guardó el paquete con droga
en el bolsillo de su pecho. —Déjame explicarte lo que sucederá si no
honras tu invitación y vienes conmigo. —Su voz se deslizó a un frío sin
emociones—. Vaughn y tu padre se encuentran dormidos dentro de esta
casa. Ya no tienen el interés de la prensa o de los medios de
comunicación, y me dará un gran placer enseñarle una lección a tu
gemelo. Dos segundos es todo lo que tomará para borrarlos para evitar
cualquier problema en el futuro. —Enseñó sus dientes—. Se lo merecen
después del desastre que han causado.
La ansiedad subió por mi columna vertebral. Su temperamento se
arremolinaba alrededor de nosotros como si nos encontráramos de pie
en el centro de una tormenta de nieve. Estaba acostumbrada a eso con
Jethro. Pero mientras que antes podía sentir algo caliente por debajo de
su rabia... ahora, no existía nada.
Tócalo. Descongélalo.
Saque mis piernas de la cama, aferrándome al borde del colchón.
—Dije que iba a ir contigo y lo dije en serio. —Hice todo lo posible para
ocultar el terror que se formaba—. Déjalos en paz. Esto es entre tú y yo.
—Tomando una respiración profunda, me puse de pie, preparándome
para un ataque de vértigo.
Muchas veces en el último mes, tropezaba cada vez que me ponía
de pie. Pero esta vez... permanecí estable.
Mis ojos se abrieron de par en par, observando a Jethro.
Él me arregla.
Me dio mucho en que pensar. Demasiado para analizar y leer. Mi
cerebro se encontraba demasiado frenético tratando de ver entre sus
palabras para ceder a un desequilibrio inútil.
—¿Llegaste anoche? —murmuré, recordando nuestros mensajes.
Su mandíbula se apretó. —Lo que ocurrió ayer por la noche o
cualquier otra noche ya no tiene ninguna importancia en tu futuro.
Negué con la cabeza, mi corazón sintiendo punzadas por el dolor.
—¿Qué te pasó? —Extendí mi mano hacia él, con ganas de agarrar su
antebrazo y asegurarme de que nuestro vínculo todavía se encontraba
allí.
Con una mueca, se hizo a un lado, permaneciendo fuera de mi
alcance. —¿Qué me pasó? —Sonriendo con frialdad, me hizo parecer
como si yo fuera un niño idiota preguntándole los secretos del
universo—. Me mejoré. Eso es lo que me pasó.
—No… no entiendo. No estabas enfermo.
—No lo entenderías. Nadie puede entender los problemas de los
demás. Todo lo que necesitas saber es que estoy curado y no voy a
cometer los mismos errores otra vez.
Di un paso hacia atrás, la piel de gallina esparciendo por todo mi
cuerpo. —No digas eso. Estoy enamorada de ti. Algo así no puede
deshacerse…
—El amor es un desequilibrio químico, señorita Weaver. Ya no me
encuentro desequilibrado. —Se acercó—. No permitas que te
arrepientas de tu invitación. Me prometiste que vendrías, y no quieres
darme una razón para castigarte tan pronto... ¿verdad?
Mi piel cosquilleó por el pánico. Esa frase debería haber
despedido erotismo. Pero no fue así. Era fría... sin vida... como él.
Chasqueando los dedos, Jethro extendió la mano. Mantuvo los
dedos curvados ligeramente de modo que no podía ver los tatuajes en
las puntas. —Ven. Quiero estar de vuelta en Hawksridge antes del
amanecer.
Miré su mano, dando un paso hacia atrás. Mis instintos decían
con estridencia que todo esto no estaba bien. Mi planificación
cuidadosa de seducirlo y de llevar su bebé se encontraba obsoleta si se
había convertido en el monstruo que me secuestró en Milán.
—¿Qué te hicieron ellos? —dije—. Esto no puede ser real.
Resopló. —¿Ellos? —Dando unos pasos hacia adelante, al acecho,
agarró de golpe mi muñeca—. No me hicieron nada. —Jalándome hacia
adelante, me estrelló contra su cuerpo—. Tú hiciste esto, pequeña
Weaver. No culpes a nadie por tus faltas. Yo ya no lo hago. Los he
aceptado. He lidiado con ellas. Y ahora es el momento de irnos.
Me jaló de nuevo, haciéndome perder el equilibrio. Presionando
una mano contra el cierre frío de su chaqueta, dije—: Voy a ir contigo.
Ya te lo he dicho. Pero primero déjame escribir una carta para V.
Se burló. —No. No más cartas o engaños. Todo el mundo cree que
está al tanto de nuestro negocio privado. Tu familia ha hecho suficiente
daño sin la necesidad de contarle a tu hermano cómo rescatarte de
nuevo.
Negué con la cabeza, con mis rodillas temblando.
¿Qué había hecho?
¿Por qué es tan diferente?
Me estaba asustando y no de una buena forma como “quiero
hacerte estallar y luego dejar que me folles de todas las formas” sino
más bien como “estoy pensando en apuñalarte en el corazón para ver si
lo has extraviado”.
—Es por esas razones que le voy a dejar una carta. —Torciendo
mi muñeca, me aparté de su agarre y me fui directo hacia mi armario.
Estaba a punto de irme de esta casa, de esta habitación, de este
mundo. Mi mundo.
Esta vez para siempre.
No tenía ninguna intención de regresar.
O ganaría o perdería.
Mi destino se encontraba en otra parte. No tenía ganas de
empacar nada, la mayoría de mis cosas todavía se hallaban en
Hawksridge de todos modos. Al ver que Jethro estaba vestido de cuero,
asumí que había llegado en su máquina de la muerte de dos ruedas.
Rebuscando en mis cajones, rápidamente me puse un par de
vaqueros negros ajustados, un jersey negro y una chaqueta de cuero
ajustada para que coincidiera con su atuendo. Los dos éramos criaturas
de la noche.
Jethro se cruzó de brazos, observándome fijamente mientras me
colocaba un par de botas de caña alta y pasaba pisando fuerte junto a
él. —Voy a dejar una nota, y luego nos iremos. —Sin esperar que me
contestara, me dirigí hacia mi escritorio y arranqué un pedazo de papel
de mi cuaderno de dibujo. Con mi cuero cabelludo picándome,
seleccioné un bolígrafo y traté de concentrarme.
Un susurro de mezclilla sonó cuando Jethro se acercó. Su gran
corpulencia bullía detrás de mí, observando cada uno de mis
movimientos.
Esperé por esa chispa, la lujuria que siempre se había encontrado
bajo la superficie. Pero una vez más, no había nada más que hielo.
Suspirando pesadamente, escribí:

Queridos, V y papá.
Los amo. Espero que sepan eso.
Las últimas semanas con ustedes han sido difíciles, pero los amo
tanto a los dos. No quiero parecer desagradecida por su arduo trabajo
para rescatarme, pero esto es algo que tengo que hacer.
No vengan a buscarme.
No se preocupen por mí.
Tengo un plan.
Si funciona, entonces los veré de nuevo.
Si no es así, entonces siempre seré la Nila de ustedes.

No la firmé. Simplemente la doblé por la mitad y la dejé sin


destinatario sobre la mesa.
Me giré para darle la cara a mi secuestrador por segunda vez en
mi corta vida. Al menos esta vez, no me encontraba petrificada por lo
desconocido. Sabía exactamente lo que había acordado y lo difícil que
sería.
Jethro apretó su mandíbula. —¿Qué plan, señorita Weaver?
Sufrí una imagen mental de él descongelándose y enamorándose
de mí de nuevo, sin mentiras ocultas, sin secretos. Me lo imaginé
sosteniendo a una niña de cabello negro con una combinación de su
piel blanca perfecta y mi herencia bronceada. Un Hawk-Weaver. Un
nuevo legado que borraría los pecados de sus antepasados.
¿Soy lo suficientemente fuerte como para hacer que eso suceda?
—Ningún plan. Solamente una esperanza.
—Bueno, cualquier esperanza que tengas, podrías también
dejarla aquí. Es equipaje inútil que solo molestará. —En silencio, agarró
de golpe mi muñeca de nuevo y me sacó a rastras de mi habitación.
Había pensado que se había metido haciendo uso de mi ventana,
después de todo, era un ascenso bastante fácil en la fachada de la casa,
pero había sido más audaz. Usó la puerta principal.
Los dos sirvientes que habíamos empleado tenían sus
habitaciones en la planta baja. Era triste pensar incluso ahora, en este
día y en esta era, que nuestra ayuda todavía se encontraba en el
sótano. ¿No habíamos aprendido nada de nuestras transgresiones
pasadas?
Tienen un departamento allí. Con suites privadas, un baño... no es
como si fuera un sótano húmedo.
Esa era la verdad, pero aun así no podía ocultar que vivían por
debajo de nosotros. Por debajo de nuestro rango alto y poderoso como
Weavers.
Tal vez este era mi karma.
Por todas mis maldades, y no las de mis antepasados.
Sin hacer ruido, Jethro abrió la puerta y me guió al exterior. Miré
por última vez mi casa de infancia antes de que la puerta se cerrara,
dejándome afuera.
No me dio tiempo para llorar. Arrastrándome por los escalones
delanteros, le hizo un gesto con su cabeza a Kes. El patio frontal alojaba
a tres motocicletas y a dos hombres vestidos de negro.
Kestrel tocó su sien a modo de saludo, sus ojos claros luciendo
como rayos de luna en la oscuridad. —Nila. Es un placer verte de
nuevo.
Le sonreí una vez, aun terriblemente insegura de si Kes se
encontraba de mi lado, del de su hermano o del de su padre.
Jethro me atrajo hacia él. Agarrando mis caderas, me lanzó a la
parte trasera de su moto. Un pequeño soplo de aire salió de golpe de mi
boca ante su brusco movimiento. Mi piel se estremeció en donde me
había tocado, pero él no parecía afectado.
Te destrozaré de nuevo, Jethro Hawk. Lo hice una vez. Puedo
hacerlo una segunda vez.
Y luego nos salvaré a los dos.
Tragué saliva mientras la realidad de mi plan de embarazo me
daba una bofetada haciéndome dudar. Le tomaría unos nueve largos
meses salir del cascarón. Dudaba que tuviera nueve meses de vida,
menos aún hacer crecer la esperanza que nos mantendría con vida.
Necesito un plan de respaldo.
—Aquí hemos terminado —murmuró Jethro, echándole una
mirada a Flaw antes de agarrar su casco del manillar y colocarlo con
fuerza en su cabeza.
Flaw dijo—: Si, hemos terminado. Vamos. —Sus dedos
enguantados se envolvieron alrededor de su acelerador.
Yo me encontraba de vuelta con los hombres que me habían
reclamado.
De regreso con mis enemigos.
De vuelta en el poder y lista para destruirlos.
Traducido por Nix & Nika Trece
Corregido por Vane Farrow

Jethro
Amanecer.
El nuevo sol pintó el cielo de un color rosa brillante mientras
conducíamos bajo la portería de la entrada de Hawksridge. Kes y Flaw
aceleraron, alejándose por el largo camino de la entrada.
Reduje la velocidad, estabilizando la moto y el peso de Nila detrás
de mí.
Su torso pegado contra mi espalda, sus caderas tan cerca de las
mías como sea posible. Era exactamente lo contrario a la primera vez
que la recogí.
De vuelta en Milán, había sido respetuosa en su miedo. Mantuvo
distancia y no trató de romper mis paredes cuidadosamente
construidas. Ahora, me estaba molestando al tomarse libertades a las
ya no se encontraba autorizada. Sus manos no dejaron de vagar
mientras conducía por las autopistas y caminos rurales. Su calor se
filtraba a través de mi chaqueta, calentando la piel debajo. Pensaba que
las cosas eran las mismas, que en secreto quería que me tocara.
No podría estar más equivocada.
Deteniendo mi moto, planté mis pies en la carretera y me giré
para mirarla. —Voy a darte una elección. —Quitando de un tirón sus
brazos de mi cintura, sostuve en alto una venda que metí en el bolsillo.
Frunció el ceño, sus ojos parpadeando hacia la colina donde la
carretera desaparecía hacia Hawksridge. —¿Qué opción?
Frotando la seda entre mis dedos, dije—: Puedo, ya sea vendarte
los ojos o no. Todo depende de ti.
Cut confiaba en que este encarcelamiento sería mucho más suave
que el primero, pero aún no quería que conociera el camino fuera de la
finca, a menos que diera una garantía. Sonreí. —Decida, señorita
Weaver.
—¿Cómo es que depende de mí? Y, además, vi el camino cuando
la policía me llevó.
—Muy bien. —Dejé caer la venda de mis dedos a su muslo—.
¿Vas a tratar de huir de nuevo? ¿O has aceptado que tu casa está ahora
conmigo?
No quería decirlo de esa manera. Quería decir tenía que aceptar
que moriría en esta finca. Que su vida allá afuera, su casa en Londres,
se ha terminado, acabado.
Para siempre.
La mirada de Nila se encontró con la mía. La sentí probando mi
alma en busca de respuestas y esperanza.
No tenía que detenerla o esconderme.
No había nada adentro que no debería estar ahí. Ya no.
Estaba orgulloso de en quién me volví.
Y eso era todo gracias a las pequeñas pastillas blancas en mi
bolsillo.
Después de un largo minuto, respondió—: Mi casa es contigo,
Kite. Sé eso. Creo que siempre lo he sabido. —Se lamió el labio
inferior—. No huiré. No te dejaré. No otra vez. Lo que sea que pasó
contigo en las últimas semanas, estoy dispuesta a mirar más allá,
porque sé que lo que encontramos juntos es verdad y esto... —Ondeó
una mano como si la hubiera ofendido—. Esto es una mentira que no
me creo.
Mi corazón dio un pequeño salto antes de volver a su caparazón
invernal. Su poder sobre mí se había ido. Simplemente había sido
probado y demostrado.
—No tienes que creer nada para que sea verdad.
Suspiró. —No, pero puedo esperar.
—La esperanza es tan inútil como el amor, Nila Weaver. —
Poniendo la venda de vuelta a mi bolsillo, encendí la moto y retomamos
la poca distancia a casa.

***

El aparcamiento subterráneo se encontraba lleno con las motos


de los hermanos Diamante Negro. Construimos el búnker especialmente
para nuestro club, escondido en caso de que la policía nos asaltara, lo
cual hasta el mes pasado no era una posibilidad.
Ahora podría ser gracias a los jodidos Weavers y sus mentiras a
los periódicos locales. Nuestros sobornos funcionaron a la perfección
para mantener la ley de nuestro lado. Pero cuando los extranjeros
comenzaron a gruñir y exigir justicia, ya no era una simple cuestión de
hacerse de la vista gorda.
Por suerte, teníamos un plan. El control de daños se hallaba en
pleno apogeo, y después de un par de semanas fuera de reflectores, Nila
sería olvidada y el mundo continuaría.
También teníamos una carta de triunfo.
La única cosa que Vaughn no podía hacer que su hermana
hiciera: una entrevista privada.
Más tarde hoy, Nila contestaría todas las preguntas que el mundo
quería saber. Derramaría su silencio y alimentaría a los medios con una
historia que pondría fin a los rumores repugnantes en una pantomima
cuidadosamente diseñada con guion, entonces volvería a pertenecernos.
A mí.
Saqué a mi cautiva de la moto, me quité el casco y la chaqueta.
Estaba de vuelta a donde pertenecía, pero primero existía una
simple cuestión a la que tenía que ir. Una que mi padre señaló y me
mostró lo importante que era después de mis indiscreciones.
Era sabio, mi padre. Tenía la esperanza de gobernar como él
cuando fuera mi turno.
—Ven conmigo —dije tomando su muñeca, medio escoltándola,
medio arrastrándola por la cochera y al ascensor privado que nos
llevaba por los establos.
Ninguno de los dos habló mientras atravesábamos la hierba bajo
la luz color rosa y plateada de la aurora. El Hall se alzaba ante
nosotros, sus torres brillando con la salida del sol y las vidrieras
luciendo como si la sangre corriera por los cristales.
Flaw y Kestrel se habían ido, sin duda ya a roncar en sus camas.
Yo no había dormido mucho la noche anterior, pero no me sentía
cansado. Lejos de eso. Estaba despierto y listo para demostrar mi valor.
Mis dedos picaban por abrir mi frasco de pastillas. No tenía
tiempo para otra dosis, pero la forma en que mi corazón dio un vuelco
demostró que la niebla necesitaba ser reforzada.
Ahora que Nila estaba de vuelta, tendría que mantener un ojo en
mi dosis prescrita para permanecer inmune a los trucos que podría
jugar.
—¿A dónde me llevas? —preguntó mientras entrábamos al mundo
silencioso de Hawksridge y merodeábamos por sus pasillos dormidos.
No respondí. No tenía derecho a saberlo. Lo entendería al
momento en que llegáramos.
No pasó mucho tiempo antes de detenerme y abrir una gran
puerta tallada en el ala norte de la casa.
El espacio no era tan grande como el de muchas de las otras
habitaciones, pero había sido organizada con el equipo necesario.
Mis labios se torcieron en una media sonrisa cuando Nila cruzó el
umbral.
En el momento en que sus ojos se posaron en la mesa médica en
el centro de la habitación, su boca se abrió con horror. —¿Qué… qué es
esto?
Luchó contra mi agarre mientras me estiraba detrás de ella y
cerraba la puerta.
No era estúpida.
Sabía que esto no terminaría bien.
La luz en su rostro se apagó. Sus ojos se ampliaron con horror.
Había estado en lo correcto al sospechar de sus motivos. ¿Pensó que no
lo vería? ¿Qué sus mensajes no fueron tan jodidamente obvios?
—No soy alguien que puedas manipular, señorita Weaver. —
Palmeé su culo mientras me movía hacia adelante. Una silla reclinable
se giró de repente, revelando a mi padre.
Sus ojos se posaron en Nila, resplandeciendo con triunfo. —Ah,
bienvenida, querida. Me alegro de verte después de este tiempo
separados. —Levantó su vaso de coñac—. No era lo mismo sin ti aquí.
¿Verdad, Kite?
Ya no odiaba a mi apodo de ave. Ya no despreciaba a mi padre
por usarlo. De hecho, era un honor. Antes, era un recordatorio
constante de que nací y crecí para ser algo que nunca podría ser, ahora
era una insignia de distinción. Logré de alguna manera lo imposible y
me convertí en el perfecto hijo de mierda.
Sonriendo a Nila, respondí—: No. No era lo mismo sin ella.
Si supiera qué sucedió mientras jugaba a la costurera con su
hermano. Si supiera lo que Cut me hizo, lo que hice a cambio. No
habría venido de buena gana. Habría hecho cualquier cosa para evitar
ser mi prisionera de nuevo.
—Jethro... —Su voz se apagó, sus ojos nunca se apartaron de la
mesa—. ¿Qué significa esto?
Cut rió. —Vamos, niña. No puedes jugar esa carta con nosotros.
Sabes tan bien como yo lo que has hecho para merecer esto.
—¡Por favor! —Nila se pegó a la puerta, moviendo el picaporte con
la mano. Fue inútil. Yo tenía la llave en el bolsillo—. No tienes que hacer
esto.
Cut puso lentamente su vaso vacío sobre la mesa y se levantó.
Mientras se quitaba los gemelos, se arremangó la camisa, de manera
sistemática y refinada, sin apresurarse.
—Creo que encontrarás, querida, que sí lo tenemos que hacer.
Asintiendo hacia ella, ordenó—: Jet, suficiente de rodeos. Toma la
chica y sigamos con esto.
—Con gusto. —Avancé hacia Nila.
Grises y azules decoraban el cuarto. El tapiz de la pared era uno
de tema oriental muy vibrante, el patrón índigo se reflejaba en el cabello
negro de Nila.
—Detente —gruñó Nila—. No lo hagas.
Parándome frente a ella, extendí una mano. —Esto puede ser fácil
o difícil. Es tu decisión.
—¡Odio cuando haces esto! ¡¿No puedes ver que no quiero una
decisión?!
Entrecerré los ojos. ¿Qué mierda significaba eso?
Cut rió. —Quieres que tomemos completa responsabilidad por lo
que te está pasando, ¿verdad? ¿Cuándo admitirás que eres igual a
nosotros? Hacer algo por voluntad propia no significa que irás al
infierno, niña bonita. Pero luchar contra nosotros todo el tiempo
tampoco significa que irás al cielo.
Ondeé mi mano, revelando abiertamente los tatuajes en mis
dedos. —Es tu decisión, Nila. Voluntad propia o restricciones.
Nila tembló visiblemente. Una cortina cayó sobre su cara,
bloqueando todos los pensamientos.
En un rápido movimiento, como si su coraje la hubiera
abandonado, se alejó de la puerta y se apresuró a pasar por mi lado.
Sonreí, bajando mi mano. —Buena chica.
—¿Dónde? —espetó cuando se paró al lado de la mesa, su cuerpo
vibrando con tensión.
—Sube —dijo Cut.
Con ferocidad en su rostro, subió a la mesa y se recostó. Se quedó
ahí como si estuviera en un ataúd. Sus manos se posaron en su
estómago bajo, su pecho subía y bajaba con pánico.
Se rehusaba a mirarnos, en su lugar miraba el techo.
Cut palmeó su pecho. —¿Ves?, eso no fue tan difícil, ¿verdad?
Se puso rígida, sus dedos se pusieron blancos.
Cut la acarició suavemente. —Debo admitirlo. Echaba de menos
tu presencia en mi casa —Sonrió más ampliamente—. Eres un divertido
tormento. —Trazó su clavícula—. Sin embargo, estas últimas semanas
han sido bastante esclarecedoras. De hecho, estoy encantado con el
resultado y hay que darte las gracias por ello. —Echando un vistazo
hacia mí, sonrió—. Me diste a mi hijo. Mi hijo real. Y por eso siempre
estaré agradecido contigo, querida.
Agachándose, le dio un beso ligero en la boca.
Nila se estremeció, girando la cabeza hacia un lado.
Me quedé allí.
Sin sentimientos.
Sin celos.
Sin remordimientos.
—No luches —murmuró Cut—. No arruines lo que has empezado.
Nila se presionó más sobre la mesa, sin duda tratando de hacerse
invisible, pero sin tener éxito. Me acerqué más, tomando el lado opuesto
a mi padre. Los ojos de ella se encontraron con los míos, grandes y
salvajes. Me envió un mensaje silencioso, tan fuerte y evidente que
estaba seguro de que mi padre lo vio.
¿Por qué estás haciendo esto?
¿Pensé que te preocupabas por mí?
No tenía intención de contestar. Si abría sus ingenuos ojos, iba a
ver mi respuesta sin siquiera decirle. Esto era lo que pasaba con los que
rompían promesas. Era una verdadera Weaver. Y yo por fin un
verdadero Hawk.
Cut continuó arrastrando la punta de su dedo a lo largo de la
garganta de Nila, siguiendo los contornos del collar de diamantes. —Por
mucho que sea un placer el tenerte viviendo en mi casa, señorita
Weaver, tengo una obligación. Espero que no te moleste mi pequeña
petición.
Metió una mano en su bolsillo y sacó la única razón por la que
estábamos aquí. Levantó el objeto para que ella viera.
Apretando la mandíbula, sus ojos se ampliaron.
La jeringa se reflejaba en el candelabro a poca luz.
La lucha regresó y llenó su cuerpo. —Espera. No tienen que
drogarme. Jethro, díselo. Dile que no tiene que drogarme. ¡Vine por mi
propia voluntad! Ya prometí que no huiría. No lo haré. Les doy mi
palabra. —Una lágrima rodó por su mejilla—. Voy a comportarme.
Pueden confiar en mí. Dios, por favor confía en mí. Voy a comportarme
ahora. —Su respiración se volvió superficial y rápida—. No quiero estar
drogada. No quiero perderme. ¡Por favor!
Cut rió, callando sus las palabras. —Sé todo eso, mascota.
Cálmate antes de que te de un ataque al corazón.
Nila hizo pausa, esperanza encendiéndose su mirada.
Cut sonrió suavemente. —Esto no es para someterte.
—¿Entonces qué es?
—Voy a dejar que mi hijo te diga. —Quitó un poco de cabello que
cayó sobre sus ojos, dándole otro beso en la boca. Ella se tensó, pero
permitió que la tocara, no apartó la cabeza.
El miedo a ser manipulada por una sustancia la volvía buena y
verdaderamente sometida. Tendría que recordar eso. Si sólo supiera que
algunas drogas eran mejores que la vida, que hacían la existencia
mucho más placentera.
Cut se enderezó. —Dejaré a los amantes solos. —Tocando entre
sus pechos, sonrió—. Eres libre de hacer lo que se te plazca el resto de
la mañana, pero espero verte vestido y presentable para la reunión. —
Pasándome la jeringa, me dijo—: Te estoy vigilando.
Tomando el objeto, asentí. —No necesitas hacerlo. Considéralo
hecho.
Cut miró, buscando en mi respuesta. No encontraría ninguna
mentira en mi tono. Ni secretos en mi voz. Quise decir lo que dije: que
ya estaba hecho. Estar a su alrededor por algunas horas no me había
cambiado. Era más fuerte que eso y no me recaería.
Me dio una palmada en la espalda. —Te creo.
Y allí estaba. Lo único que había deseado toda mi puta vida.
Confianza.
Aceptación.
No existía rastro de rencor o incredulidad. Me aceptaba
completamente. No podría estar más agradecido. No tengo ninguna
intención de poner en peligro lo que he esperado tanto tiempo para
ganar.
No por Nila. No por cualquiera.
Con un apretón paternal, Cut se acercó a la puerta y se fue. En el
momento en que se había ido, Nila volvió sus vidriosos ojos negros
hacia mí. —Por favor, Jethro. Todo lo que sea que te dijo que hicieras,
por favor, no lo hagas. Me conoces. Te conozco. Lo que tenemos, no lo
destruyas.
Ignorándola, di un toque al vidrio de la jeringa, asegurándome de
que no tenía burbujas de aire.
—No hay nada entre nosotros, señorita Weaver.
— ¡Por favor! —Se sentó, agarrando mi antebrazo—. Tú no crees
eso.
Mi temperamento se desbordó. Agarrando su garganta, gruñí—:
Contrólate o tendré que esposarte. Re. Cues. Ta. Te.
Temblando, negó con la cabeza. —¿Qué te pasó? —Trató de
agarrar mi mejilla, pero esquive su mano.
—Tócame otra vez y no te gustará lo que pasara. —Cogí su
bíceps—. Si te mueves, esto dolerá mucho más que si te quedas
quieta. —Preparé la aguja sobre la parte carnosa de su brazo—. Y para
responder a tu pregunta repetitiva, no pasó nada. No estoy haciendo
esto porque él me lo dijo. Estoy haciendo esto porque quiero.
Perforando su piel, presioné el émbolo.
Lágrimas fluyeron de sus ojos, centellantes como estrellas negras.
Hizo una mueca cuando el líquido fresco fluyó de la jeringa a su carne.
Sólo tomó un segundo para vaciar la inyección. En el momento en
que se terminó, retiré la aguja y la tiré en la bandeja de acero inoxidable
al lado de la mesa.
Una pequeña gota de sangre se hinchó de la herida punzante.
Sacando un pañuelo de la caja en el aparador, se lo entregué.
Tomándolo a regañadientes, preguntó con tristeza—: ¿Qué es?
¿Qué me acabas de poner?
Me pasé la mano por el pelo. —Llámalo un preventivo.
Frunció el ceño. —¿Preventivo contra qué?
—Cualquier plan que puedas tener.
Mi temperamento ardió cuando recordé su nota para su hermano.
¿Llegó a la misma conclusión que mi padre, o e ciegamente creía que
todavía sentía algo por ella? Chica tonta.
—No tengo planes. No lo entiendo. —Pasó las piernas sobre la
mesa, frotándose el brazo.
Me acerqué más, presionando ambas manos contra sus mejillas,
aprisionándola. Ella rehuyó, pero deslicé mis dedos detrás de su
cráneo, envolviéndolos en los gruesos mechones de su cabello.
El toque no estaba destinado a ser amable o gentil. Pretendía
mostrar quien tenía el poder y ya era tiempo de que lo aprendiera.
—Es preventivo; para asegurarse de que la Deuda Final será
pagada.
Color desapareció de sus mejillas. —¿Qué quieres decir?
Incliné mi cabeza. —Vamos. No sigas jugando con que estás
perdida. —Recorriendo mi pulgar por su labio inferior, le susurré—:
Eres lista, lo admitiré. Pero no lo suficientemente inteligente. No hay
nada que puedas hacer para obstaculizar mis planes.
Se quedó sin aliento, su alma cayendo de sus ojos.
Finalmente entendió. —¿Cómo pudiste? ¿Cómo puedes ser tan…
cruel?
Tirando de su cabello, besé su mandíbula. — Fuiste tú quien me
salvó de una noción tan estúpida de sentimientos. El día que te fuiste,
pensé que mi vida había terminado. Pero luego me encontré con un
nuevo camino, un mejor camino, y ya no soy tu juguete para jugar. —
Presionando suaves besos por su garganta, su pulso latía debajo de mis
labios—. No más planes. No más juegos. Era un anticonceptivo, Nila.
¿Ahora lo entiendes?
Silencio.
Sus latidos explotaron, sangre borboteando, calentando su piel
fina como el papel debajo de mis besos amenazantes.
—He robado lo que esperabas robar de mí, señorita Weaver. No
habrá niños. Ni mestizos. Ni salvador. Gané.
Traducido por Ivana & Laura Delilah
Corregido por Vane Farrow

Nila
—Señorita Weaver, tan agradable conocerla.
Mi atención se precipitó al hombre usando vaqueros de
diseñador y una camisa crema entallada. Su cabello
se encontraba ingeniosamente peinado, y había delineado sus ojos
celestes con kohl. Delgado y guapo, era obviamente gay y perfecto para
el papel de anotar chismes.
—No habrá niños. Ni mestizos. Ni salvador. Gané.
Miré fijamente con la mirada vacía, incapaz de hacer cualquier
cosa que escuchar el eco de la voz de Jethro dentro de mi cabeza.
—Gané. Gané. Gané.
Lágrimas pinchaban mis ojos por enésima vez desde que llegamos
de vuelta a Hawksridge. ¿Cómo podía decir eso? Él había
perdido. Ambos lo hicimos. De alguna manera, Cut había vuelto
a Jethro en su perro faldero y la conexión que compartíamos
gorgoteó por un desagüe de desesperación.
¿Y si hubiera estado embarazada? ¿El anticonceptivo le habría
hecho daño al bebé?
¿Cómo podría Jethro hacer algo tan terrible?
Odio este lugar.
Con seguridad odio aquí.
Siempre había odiado aquí.
¿Cómo podría volver con tales planes estúpidos? ¿Cómo se me
ocurrió que podía salvar a Jethro y matar a Cut? ¡Qué idiota!
Jethro ni siquiera quiere salvarse.
No después de lo que le habían hecho.
—¿Señorita Weaver? ¿Está bien?
Negué con la cabeza, sorbiendo las lágrimas no derramadas y
haciendo todo lo posible para concentrarme.
La asistente del reportero gay sonrió, su pluma de
peluche púrpura golpeteando su barbilla en preocupación. —¿Podemos
conseguirte un vaso de agua o algo?
—Ella está bien —murmuró Jethro con su distintiva voz suave.
Había olvidado cuán tranquilo y preciso era. Olvidado cuán inflexible
se mantenía a sí mismo, cuán refrenado, contenido y árticamente frío.
Le disparé una mirada llena de veneno. —En realidad, me
encantaría un vaso de agua.
Jethro frunció los labios mientras la mujer de cabello rubio que se
parecía a un delicioso pastelillo en su vestido rosa pálido y curvas saltó
de su silla.
Ella se rió. —No puedo creer que tenga la oportunidad de jugar a
la anfitriona en este lugar. —Se movió al aparador donde una
gran variedad de bebidas y aperitivos se había establecido por el
personal invisible, me sirvió un vaso y regresó—. Sinceramente, es
una increíble casa la que tiene aquí, señor Hawk.
Sonreí en agradecimiento, tomando el agua ofrecida.
Jethro se movió en el sofá a mi lado, su temperamento reuniendo
una tempestad. —Estoy tan contento de que le guste. —Juntando sus
manos, fulminó con la mirada al reportero—. ¿Estamos absolutamente
listos para comenzar? Tengo algunas otras citas que requieren mi
atención.
El reportero gay asintió, sentándose más erguido en el
sofá reflejado frente a nosotros. —Sí, por supuesto. —Revelando
los perfectos dientes, comenzó su discurso bien ensayado—. En primer
lugar, queremos decir que es un honor ser elegidos para la entrevista
exclusiva. No tengo ninguna duda de que nuestros lectores en la
revista Vanity Fair disfrutarán tremendamente de un artículo tan
intrigante. Mi nombre es George, y ella es Sylvie. —Sus ojos rebotaron
entre Jethro y yo—. Pronostico que la entrevista
continuará unos treinta minutos, seguido por un corto paseo por los
jardines y cualquier otra cosa que deseen compartir con nosotros para
el artículo. ¿Suena aceptable?
Sylvie sacó una grabadora de voz, iPhone y el bloc de notas y
arregló su arsenal en la mesa de café.
—Bien —murmuró Jethro, jugando con una mancuerna de
diamante. Se veía resplandeciente en un traje gris de casimir y camisa
blanca sin corbata. Su cabello canoso reflejaba la luz con
la distinguida clásica opulencia y sus brillantes zapatos de
Gucci se hallaban prístinos.
El sol entraba por las ventanas, decorando la alfombra
con felicidad que no sentía.
Estaba fría. Dolorida. Confundida.
Una vez más, mis dedos volvieron al moretón en mi brazo. Me
estremecí al recordar el dolor de la aguja punzando mi carne. La piel
aún ardía por el anticonceptivo como si acabara de hacerlo, no hace
unas horas.
¿Cómo pudo hacer eso?
¿Cómo podía obedecer a Cut y echarme de su corazón?
Había destrozado mis sueños tan malditamente rápido.
¿Por qué, oh, por qué vine aquí?
Sabes por qué.
Para salvar a Jethro, matar a los bastardos Hawk, y poner fin a
esto.
Los ojos de George recorrieron el salón. Jethro y
yo descansábamos en un sofá biplaza con plateados cisnes de
oropel en satén blanco. Sillas púrpuras aterciopeladas rodeaban la zona
de descanso, dando una riqueza al encanto oriental en el salón de día.
La decoración era femenina, con sus intrincadas cajas de música
con joyas cerradas en abovedadas vitrinas y antiguos relojes de
pie dando la hora. Me hubiera gustado relajarme en esta habitación y
suponía que Jasmine la usaba, también, a juzgar por las
borrosas marcas de ruedas en la espesa alfombra lavanda.
Me encontraba cansada. Terriblemente cansada.
Durante tres meses, mi vida había sido cualquier cosa menos
normal y necesitaba descansar. Necesitaba parar y orientarme, porque
ya no sabía dónde me hallaba. Pensé que comprendía a Jethro.
¿Cuán equivocada estaba?
Una oleada de vértigo bailó en mi cerebro. Gemí, presionando mis
dedos contra mis sienes.
Jethro se acercó más, apoyando su fría mano sobre mi muslo.
Mi piel reaccionó instantáneamente, ansiándolo, buscando más.
Me maldije por reaccionar de esa manera. Me costó mucho no
empujarlo lejos y salir de la habitación.
Qué traidor.
Qué bastardo.
—Señorita Weaver, no se ve del todo bien. —George miró su reloj
de pulsera—. Podemos posponer por una hora más o menos si lo desea.
¿Para descansar?
—No. —Los ojos de Jethro se fijaron en George—. Estará bien. —
Sus dedos se apretaron en mi rodilla, punzando incómodamente—. ¿No
es así, Nila?
Hubo un tiempo, en que mi corazón se habría agitado si usaba mi
nombre de pila. Ahora, arrancó esas alas y cayó al infierno.
Apoyándose en mí, Jethro me dijo al oído—: Sabes lo que se
espera de ti. Compórtate y todo seguirá cordial, ¿lo entiendes? —
Apartándose, actuó para los periodistas—. Estoy muy preocupado por
ti, cariño. Por días, has estado diciendo lo emocionada que estás
por revelar la verdad al mundo. No quieres arruinar tu oportunidad
ahora, ¿verdad?
George aplaudió. —Sí, por favor no nos
desilusione, señorita Weaver. Estamos muy emocionados por escuchar
su historia. —Recogió una costosa cámara con zoom—. Si se siente
restringida sentada, siempre podríamos realizar las preguntas junto a la
ventana de allá. Es un gran lugar para algunas fotos.
—Oh, sí —dijo Sylvie—. Sería una foto tan romántica de ustedes.
A nuestros lectores les encantaría.
Otro episodio de vértigo se burló en mi visión. No confiaba en mis
piernas para ponerme de pie y sacudí la cabeza. —Tal vez en un rato.
Estoy encantada de responder lo que quieras aquí. —Estiré mi cara en
una sonrisa, pero se sentía pesada, triste, falsa.
George y Sylvie no se dieron cuenta.
Pero, por supuesto, Jethro lo hizo. Pellizcando mi rodilla de
nuevo, se aclaró la garganta. —Les pido disculpas. Mi amor
ha estado bastante ocupada las últimas semanas. —Se inclinó hacia
delante, con la sonrisa de un conspirador—. Fue a casa con su familia,
saben. Un pequeño desastre, como es posible que hayan oído.
Sylvie se rió, comprando por completo las mentiras
que Jethro divulgaba. —Oímos un rumor o dos.
Sus dominantes dedos acariciaron mi muslo, luciendo como una
caricia, pero sintiéndose como un castigo. —Esos rumores se iniciaron
para frustrar nuestro amor. Su familia no aprueba la mía. Piensan
que puede hacerlo mejor que yo y nunca lo aprobaron, a pesar de que
nacimos el uno para el otro.
Mi corazón se aceleró hasta detenerse. Las palabras podrían
haber sido tan perfectas. Tan llenas de promesas. En su lugar,
apestaban con engaño y goteaban con mentiras.
Nacimos el uno para el otro, eso es verdad. Pero solo para que me
mate en su búsqueda de lo que sea que prometió Cut.
Me hundí más en el sofá biplaza, deseando que los cisnes en la
tela cobraran vida y me llevaran a volar lejos de ahí. Extrañaba el
santuario de los aposentos Weaver. Después de la
horrible inyección, Jethro me dejó para reencontrarme con el espacio.
Me duché y traté de no llorar sobre mi crédulo corazón o ingenuas
esperanzas destrozándose ante el nuevo comportamiento de Jethro.
Me vestí con una falda recta color rojo sangre que hice mientras
estuve aquí anteriormente y un suéter de hombro suelto con una
rosa cosida a mano en la parte delantera. No me molesté por
el maquillaje o mi cabello. Los mechones húmedos colgados en mi
espalda se añadieron al frío en mi alma que dudaba que alguna vez se
descongelaría.
Sentada al lado de Jethro en su inmaculado atuendo, realmente
me hizo sentir enferma. Muriendo célula a célula hasta que no sería
más que un cadáver.
—Suena como una horrible situación amar a un hombre
que su familia no aprueba, señorita Weaver —provocó George.
Eso es todo entonces.
La entrevista había comenzado oficialmente.
Ubicando las manos en mi regazo, luché por pensar en
una aprobada respuesta. Cuando Cut vino a recogerme para los
reporteros, me dio estrictas instrucciones: —Actuar con el corazón roto,
pero feliz. Describir a tu familia como a los malos y nosotros como las
víctimas. Hacer brillar a los Hawks, señorita Weaver, o ya verá.
Lo siento mucho, Vaughn.
Después de todo lo que hicieron para salvarme, estaba a punto
de deshacer todo con un par de frases terribles.
Jethro repentinamente pasó un brazo alrededor de mis hombros,
aplastándome en su cuerpo. Sus labios se posaron en mi oído en un
beso-susurro. —Interpreta el maldito papel. No es difícil.
Se apartó, sus ojos quemaban en los míos. Querías volver. Me
invitaste a tomarte. Ahora tienes que seguir la corriente si quieres
sobrevivir.
Apartando la mirada, respondí la pregunta de George. —Es difícil.
Amo tanto a mi padre y a mi hermano, pero cuando conocí a Jethro...
simplemente lo sabía. Era para mí, y no importa lo que digan o hagan,
no puedo cambiar algo que está escrito por el destino.
Mi voz se cernía en la habitación, silenciosa, inestable,
pero resonando en apenas la frecuencia adecuada para derretir a
George y Sylvie. Sus posturas cambiaron, su interés se encendió,
y Jethro se relajó un poco. —Buena chica —murmuró en mi cabello.
Me estremecí cuando su aliento calentó mi nuca. Quería que mis
palabras fueran reales. Lo quería tanto.
Entonces hazlo real.
El hecho de que Jethro se encontraba dañado de nuevo, no
significaba que no lo podía recuperar.
¿Dónde se hallaba mi fuerza? ¿Mi convicción? Regresaría, no para
revolcarme en la miseria, sino para acabar con esto.
Fuerza se disparó en mi sangre; me senté más erguida.
Pellizcando mis mejillas, deseé color para pintar mi piel y disipar
cualquier signo de debilidad. —El verdadero amor es una maldición,
¿no creen? —Sonreí por primera vez, empujando a un lado mis
preocupaciones y lanzándome en este nuevo reto.
¿Quieres que interprete mi parte, Jethro Hawk?
Bien.
Lo interpretaría tan bien, que tendría a la prensa comiendo
de mi mano, y no de los Hawks.
—Estoy de acuerdo. Enamorarse puede ser la cosa más peligrosa
que cualquiera puede hacer. —Sylvie sonrió.
Robando la mano de Jethro, enlacé mis dedos con los suyos
y llevé su enorme mano a mis labios. Lo besé. Aspiré su aroma a cuero
y dinero. Mi fuerza creció otra vez.
No se movió. No inhaló o se estremeció.
No importa.
Lo traeré de vuelta.
—Así que tu hermano sentía tan fuertemente que
la familia Hawk no era lo suficientemente buena para ti, que
extendió viles rumores de deudas y muertes... ¿todo para que te
separes? —preguntó George, sus ojos brillantes.
Jethro se desvaneció en el fondo.
Por favor perdóname, Vaughn.
—Sí. V y yo fuimos muy cercanos al crecer. Le contaría todo. Pero
entonces conocí a Jethro, y no quería compartir mi secreto.
Mantuve nuestra historia oculta. Supongo que fue una traición a los
ojos de mi hermano. Sintió como si me perdió. Y se desquitó con mi
amor.
Jethro sonrió como una pareja cariñosa. —Lo admitiré, ha sido
difícil.
—Lo puedo imaginar. —George sonrió. Consultando a sus notas,
se sentó más erguido—. Y si, antes de discutir otros
temas, aclaramos la confusión acerca de esos rumores.
¿Les importaría?
Jethro respondió antes de que pudiera. —Por supuesto. No
tenemos nada que ocultar. —Sus labios se estiraron sobre sus dientes
en una fría sonrisa—. Sería beneficioso para limpiar el aire de los
repugnantes rumores que Vaughn Weaver propagó.
Mis hombros se levantaron ante el nombre de mi gemelo. Debería
haberlo escuchado, no acerca de huir, sino de armarme con armas y
luchar contra los Hawks con la violencia en lugar de mi estúpida idea
de quedar embarazada.
Eso se acabó de todos modos.
No sabía cuánto tiempo funcionaría el anticonceptivo, pero
recordé a un miembro del personal que se aplicó la inyección y dijo que
duraba entre tres y seis meses.
No estaré viva en seis meses.
Sylvie sacó una revista Elle de su bolso a su lado.
Pasándomela, preguntó—: ¿Has visto este artículo en particular?
Me incliné hacia delante, tomando el peso brillante y
obligándome a permanecer indiferente mientras miraba fijamente la
portada. El puchero de la modelo para la cámara, siniestramente
cercana a mi tez morena y ojos negros. Sin embargo, dónde yo tenía
cabello largo, el suyo era corto, un elegante corte por encima de los
hombros revelando el impacto completo de las pesadas piedras
alrededor de su cuello. El intrincado diseño de la gargantilla
se perdía por la apenas perceptible W en las filas de diamantes, y
el trabajo de filigrana alrededor de las piedras era
mediocre a comparación con la calidad en la mía. Además, mis
diamantes eran más grandes.
Sonreí con aires de suficiencia, acariciando mi collar, como si ya
no anunciara mi sentencia de muerte sino me ligara a un hombre que
me pertenecía.
—No, no lo he visto.
—¿Te importaría si lees algo de él en voz alta, señorita Weaver?
¿Explicar con detalles algunos puntos claves? —George señaló una nota
pegada a las páginas—. Lo he marcado para usted.
Abriendo la revista, me quedé boquiabierta cuando la misma
modelo del frente se encontraba en las páginas centrales. Lucía un
vestido muy similar a la alta costura con plumas que usé en la
Espectáculo de Milán.
El título resplandecía en diamantes:
“La Verdad Detrás de los Weavers según lo dicho por Daphne
Simons, empleada en Empresas Weavers.”
—¿Conoces a esa empleada? —preguntó Sylvie.
Levanté la vista, sacudiendo la cabeza. —No. Contratamos a
muchas personas para conocerlas a todas.
La habitación se volvió silenciosa mientras echaba una ojeada al
ridículo artículo.
Nila Weaver, la hija de la compañía conglomerada Empresas
Weaver ha sido vista recientemente en Londres después de una
temporada fuera de los reflectores. Chismes se han extendido durante
las últimas semanas de que su familia es víctima de un conflicto histórico
que desafía toda lógica y racionalidad. Un mundo donde las promesas
son cumplidas y los juramentos nunca se rompen. Su hermano, Vaughn
Weaver, recientemente rompió su silencio cuando sus esfuerzos para
tener su hermana de vuelta no fueron escuchados.
Volteando las cosas en las fotografías filtradas que muestran a la
señorita Weaver con un joven desconocido en el momento, y el rumor de
que tuvo un colapso mental y escapó con su misterioso amante, el mundo
se sorprendió al descubrir que el hombre en las fotografías no era su
amante, sino su secuestrador.
¿Cómo podían imprimir tal herejía?
Al regreso de Nila Weaver a la alta sociedad de Londres, se le pidió
repetidamente que cuente su historia, pero ha permanecido en silencio
sobre el asunto. Sin embargo, aquí en Elle, tenemos una entrevista
exclusiva con una de sus empleadas.
Elle: Gracias por reunirte con nosotros, Daphne. ¿Te importaría
decirnos lo que sabes?
Daphne: Bueno, todo lo que sé es que volvió a trabajar el mes
pasado. Ella siempre ha sido más bien tranquila. Demasiado enfocada en
el trabajo y tropezando siempre en las cosas. Pero ahora, es aún peor.
Elle: ¿Mencionaste que parece diferente? ¿Puede explicarnos con
detalle?
Daphne: Es de conocimiento común sobre el collar. Nunca se lo
quita. Está constantemente tocándolo. La sala del personal es un
cuchicheo con conspiraciones de que sufre de ese problema cuando un
prisionero se enamora de su secuestrador... ¿sabes a lo que me refiero?
Elle: ¿Estás diciendo que está enamorada del hombre que le puso
el collar en su cuello?
Daphne: Sí. Seguro. Mi teoría es que la deuda es sólo una cubierta.
Considero que ella está en ese negocio extraño... tu sabes ¿cómo S&M?
Por no mencionar que el collar de diamantes es una evidente oda a
pertenecer a un maestro en ese tipo de relaciones. Ella ha cambiado.
Elle: ¿A qué te refieres?
Daphne: Bueno... solía ser dulce, tímida. Es una empresa familiar,
por lo que vemos a los Weavers interactuar mucho. Pero ahora está
cerrada alrededor de su hermano. Su amor por la industria se ha ido.
Elle: ¿Y usted cree que esto es debido a una relación
sadomasoquista?
Daphne: Creo que ha cambiado demasiado para encajar en eso.
Marca mis palabras. No estará en Londres por largo tiempo.
Y ahí lo tienen; nuestra heredera textil ha vuelto llevando un collar,
contusiones y una historia de crueldad intolerable. Supongo que no
obtendremos las respuestas o sabremos la historia completa hasta que
se haya hecho justicia.
—Así que, dígannos —dijo George—. ¿Algo de esto es cierto?
¿Están en una relación S&M?
Jethro se sentó más erguido, riéndose bajo su aliento. —
¿Honestamente esperas que respondamos preguntas sobre nuestra vida
sexual?
Sylvie se echó a reír. —Lo siento si suena como que estamos
curioseando, pero nuestros lectores les encanta saber esas cosas.
Acariciando mi collar, sonreí tímidamente. —Todo lo que tus
lectores necesitan saber es que Jethro me complementa dentro y fuera
de la habitación.
George rió, golpeando su muslo. —Ahora, esa es una respuesta
educadamente correcta, si alguna vez escuché una.
Jethro se reclinó, extendiendo su brazo sobre el respaldo del sofá
de dos plazas. —Los rumores sobre la muerte y las deudas son
completas mentiras. Sin embargo, algunas partes son verdaderas.
No sabía cómo lo hizo, pero en unas cuantas frases cortas, tenía
embelesados a George y a Sylvie.
—Oh, ¿cómo así?
—La gente ya no acepta la idea de matrimonios arreglados. Les
gusta pensar que todos somos libres de hacer lo que nos plazca, cuando
nos place, pero de modo realista, todos todavía somos gobernados por
clases, ingresos, nuestro árbol familiar. —Pasó una mano por su
cabello—. Mi familia ha conocido a los Weavs durante seiscientos años.
Nosotros efectivamente hemos crecido juntos, cruzado caminos y
sanado disputas y finalmente acordamos unirnos para formar una
alianza fuerte.
George frunció el ceño. —¿Así que, estás diciendo que esta
supuesta Herencia de la Deuda es qué? ¿Un contrato de matrimonio?
Jethro sacudió la cabeza. —No exactamente. Es un acuerdo de
deudas entre dos casas que se esfuerzan por apoyarse una a la otra con
pagos en diferentes formas a lo largo de los años.
Parpadeé estúpidamente, incapaz de creer la manera en que
Jethro volteó tres semanas de rumores. Hizo que las personas
parecieran ridículas, escuchando chismes y saltando en una cacería de
brujas de la que no sabían nada.
Sonaba tan razonable, tan justificable.
Su discurso era demasiado perfecto para no ser guión... quizás
por Bonnie.
Bonnie.
¿Acaso ella le dijo a Jethro que viniera y me recogiera, o estaba en
contra de este desarrollo? Después de todo, ella me echó. Era la que
me quería fuera.
—¿Y usted, señorita Weaver? ¿Así es como su familia ve esta
Herencia de la Deuda, también? —George ubicó sus ojos azul claro en
mí.
—Sí, por supuesto. ¿Qué otra cosa podría ser? Pensar que una
familia posee otra es completamente absurdo. Nos apoyamos
mutuamente. Sin duda, a veces hay algún malestar y rivalidad, pero en
su mayor parte, somos una gran familia feliz.
Criadas llegaron con té fresco y un pastel de tres niveles junto
con sándwiches de pepino y palitos de crema.
George tomó uno, apuntando algunas notas. —Así que, en
realidad... es el viejo no hay que ahogarse en un vaso en agua, más o
menos.
Jethro cruzó los tobillos, ignorando la comida para picar. —Sí. No
es que sea asunto de nadie, pero nuestras dos familias influyentes
siempre han prosperado vinculando nuestra historia. Es una pena que
después de siglos de amistad, el señor Weaver haya difundido esas
mentiras terribles.
Tomé una respiración. Quería decir la verdad pero, ¿qué bien
haría? ¿Detendría a los Hawks de romper innumerables leyes, salvaría
mi vida?
Vaughn le dijo al mundo, pero incluso después de tanto chisme,
seguía siendo su palabra contra los Hawks. Y ellos sonaban mucho más
creíbles que él. Una manera segura de desmantelar las publicaciones de
Twitter y enterrar el viejo Facebook bajo nueva intriga.
George tragó un bocado de sándwich de pepino. —¿Estás feliz de
estar de vuelta? ¿Después del tiempo lejos?
Esto era. Mi turno de mentir tan espectacularmente como Jethro.
Acomodándome junto a Jethro, me acurruqué contra su pecho y
suspiré dramáticamente. —Oh, sí. Cada noche nos enviábamos
mensajes uno a otro. Y cada noche profesábamos nuestra pertenencia y
el conocimiento de que no permitiríamos que las mentiras se
interpusieran entre nosotros.
Jethro se tensó, después lentamente envolvió un brazo helado
alrededor de mis hombros.
Mi cuerpo temblaba con la necesidad de ser abrazada, de verdad.
El peso de su cuerpo cubriendo el mío no hizo nada para aliviar el dolor
inconsolable dentro de mi corazón.
Quería lastimarlo como él me había lastimado.
¡Quería despertarlo!
Pero ¿cómo?
Entonces de repente, sabía exactamente cómo. Cómo vengarme de
él por lo que me hizo. Cómo anunciar a Cut que su plan para robar mi
derecho a tener hijos no venía sin consecuencias.
Colocando mi mano en el pecho de Jethro, busqué el ritmo de
línea plana y desinteresada de su corazón. —Era agonía estar alejados.
—Bajando mi voz a un susurro entrecortado, les dije—: me sentía tan
melancólica por Jethro; vomitaba casi todos los días.
El corazón de Jethro permaneció constante e inafectado.
Trata de ignorar esto, monstruo.
—Pero resultó que vomitaba porque estaba embarazada.
El corazón de Jethro se detuvo. Se quedó mortalmente quieto.
George aplaudió. —¡Oh, eso es maravilloso! ¡Entonces si la
Herencia de la Deuda es como un contrato de matrimonio, entonces
tienen que dejar que ocurra ahora que estás embarazada!
Me tragué mi risa morbosa.
¿Quieres que corten mi cabeza?
Si sólo supieran lo que significaba.
—Es asombroso. ¡Pido ser la primera para venir a la boda y al
baby shower! —Sylvie se echó a reír.
Jethro nunca me miró; su mirada permanecía bloqueada en el
otro extremo de la habitación. Luchaba por poner una sonrisa en su
rostro, asintiendo a los entrevistadores extáticos. —Sí... fue una
sorpresa. Pero claro… una bienvenida.
Dejando que lágrimas cayeran de mis ojos, murmuré—: Estaba
tan contenta. No podía esperar para empezar nuestra familia y crear
algo que era sólo nuestro. Pero... —Aumenté el suspenso en mi voz.
Sylvie se inclinó hacia adelante. —¿Qué, qué pasó?
Jethro apretó su brazo alrededor de mí. —Sí, Nila. ¿Qué pasó? —
Su voz era como látigo afilado.
George me pasó su pañuelo. Lo acepté, dando un toque a mis ojos
secos. —¡Perdí al bebé! —Aspiré ruidosamente, asegurándome de que
sonaba muy lamentable—. El estrés de todos los rumores me enfermó, y
perdí lo mejor que pudo habernos pasado.
George puso una mano sobre su boca, olvidando totalmente su
bloc de notas y pluma. —Oh, eso es trágicamente horrible. —
Levantándose, vino a ponerse en cuclillas delante de mí.
Jethro lo fulminó con la mirada cuando tomó mi mano y besó mis
nudillos. —Está bien, sin embargo... ese pequeño no estaba destinado a
ser, pero puedes intentar otra vez. Puedes tener otros bebés. —Su
mirada brilló a Jethro—. ¿O no? Ambos son jóvenes. Es natural crear
su propia familia y completar esta historia de amor.
—Sí, absolutamente —murmuró Jethro, alejándome de los dedos
de George que me acariciaban.
Luché con el agarre de Jethro, agarrando a George. Si Jethro
quería que el mundo creyera que estábamos juntos y felices era su
turno para jugar junto a mi farsa.
Dejando salir un sollozo gemí—: Ese es el problema. Algo
sucedió... —Estreché mis ojos hacia Jethro, dejándole ver mi ira y odio
por lo que hizo.
Quitaste la única arma que podría habernos liberado.
George agarró mis dedos con fuerza, comprando totalmente mi
historia. —Oh no, ¿no más malas noticias?
Imbécil.
Sanguijuela.
Tan bonito como parecía, no podía soportar lo que representaba.
Estaba allí para hacer a mi familia lucir como mentirosos y a los Hawks
oler a rosas. Empañarían a mi hermano, romperían aún más el corazón
de mi padre y me harían parecer como si fuera una niña idiota enferma
de amor completamente loca.
Quiero cambiar todo eso.
—Me dijeron que la concepción era un milagro. Que tenía un
desorden raro que podría significar que nunca concebiría otra vez. El
doctor dijo que podría morir si llevaba a un niño a término completo,
pero sabía que no me daría por vencida. Es mi sueño, lo único que
tengo que tener.
Jethro gruñó—: Nila, no hace falta que le digas al mundo
nuestro…
—El padre de Jethro, Bryan Hawk, me ama como una hija.
Arregló para que el médico me diera un anticonceptivo, totalmente
contra mi voluntad. ¡Dijo que si trataba de llevar al niño de mi alma
gemela, podría morir, y que no podía soportar ese peso en su alma! —
Dejé que sollozos feos y húmedos salieran, lanzándome a la actuación.
George se puso blanco, su cara mitad embelesada con tener una
deliciosa historia que contar y medio llena de tristeza por el corazón
roto. —Oh, que malo. Pobres, pobres…
Jethro aspiró, desenredando físicamente los dedos de George de
los míos y empujándolo lejos. Tirándome a su cuerpo, espetó—: Ha sido
un tiempo duro para todos nosotros. —Se puso de pie, llevándome con
él.
Sus ojos dispararon una advertencia.
¿Qué demonios estás haciendo?
Irradiaban de ira, pero debajo de todo se hallaba la mínima
sombra de horror. ¿Creyó mi cuento? ¿Cómo se sentía saber lo que
había hecho cuando podría haber llevado a su hijo?
¿Te enferma? Ardió mi propio mensaje silencioso. ¿Te destroza en
el interior pensar que podrías haber matado tu propia carne y sangre?
Antes de que pudiera buscar respuestas en sus ojos, apartó la
mirada.
—Lo siento, pero la entrevista se acabó. —Jethro se hallaba de pie
en toda su altura, su traje luciendo nítido comparado con su exterior
alterado.
Había llegado en esto como una víctima, pero me robé el
espectáculo.
Me sentí redimida.
Podrían haber robado mis planes de embarazo, pero me robé el
suyo.
Ya no era la pequeña mujer sumisa. Era la mujer fuerte y estéril
destinada a vivir con un hombre que adoraba y nunca quedar
embarazada. Los medios de comunicación dirigirían su simpatía hacia
mí, serían más amables con mi familia, menos dispuestos a calumniar
mi apellido.
Y si toda mi intriga fallaba y llegaba el momento para pagar la
Deuda Final, podría haber alguna posibilidad de ponerlos de mi lado
para salvarme.
George se puso de pie, sus dedos revoloteando sobre su cámara.
—¿Ah, podemos molestarlos por algunas fotos? ¿Antes de concluir el
día?
Las fosas nasales de Jethro se ensancharon. —No, creo que mi
novia necesita descansar. Esto tiene…
—Ahora, cariño, no ocultes la verdad de ellos. —Limpié debajo de
mis ojos, con la esperanza de que viera mi desafío.
Aún no he terminado contigo.
Las cejas de Jethro se fruncieron. —Nosotros no hemos escondido
nada, mi amor. —Sonrió ligeramente, pellizcando mi brazo donde
George no podía ver.
—Espera, ¿de qué estás hablando, señorita Weaver? —preguntó
Sylvie.
Sonreí radiante. —No soy sólo su novia.
Jethro respiró profundo.
George rebotó en el lugar con anticipación. —¿Qué quieres decir?
Sonriendo a Jethro, dije—: Soy su prometida. Vamos a casarnos.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Adriana

Jethro
¿Qué mierda hacía?
Mi mente se revolvió; un terrible dolor pulsante apuñalaba mis
sienes.
¿Estaba embarazada?
¿Sufrió un aborto?
¿Qué carajo significaba si estaba embarazada? ¿Qué haría el
anticonceptivo?
Sacudí la cabeza, intentando poner mi respiración errática bajo
control. No podía pensar en esas cosas, no mientras los periodistas se
encontraban aquí, observando todos nuestros movimientos.
Píldoras.
Necesito otra píldora.
Nila acarició con la nariz mi pecho de repente, envolviendo sus
brazos huesudos alrededor de mi cintura. Al recogerla la noche anterior,
me di cuenta que se veía más delgada de lo normal. Pero la conocía
bien, sabía que había corrido todas las noches en su cinta de correr,
sabía que se había recargado de trabajo para olvidar.
Pero, ¿y si está diciendo la verdad y estaba enferma?
¿Eso se volvía un problema adicional con lo que mi padre planeó?
¿Y por qué me importaba? No debería importarme.
Haz algo al respecto.
Alejándola, busqué en mi bolsillo y saqué la botella. Poniendo dos
tabletas en mi mano, las tiré en mi garganta y me las tragué en seco.
Mi corazón se aceleró cuando metí la botella de nuevo en el
bolsillo y pasé mis manos a través de mi cabello. Saber que tenía algo
que ayudaba, que la niebla de la droga pasaba por mi sangre, me
permitió recuperar el control sobre la conmoción que Nila creó.
—¿Dolor de cabeza? —preguntó George, con la ceja levantada
hacia mi bolsillo.
Nila también entrecerró los ojos, conclusiones incorrectas
llenando su mirada de francotiradora. Con la forma en que se
comportaba, no la quería cerca de mi cura recién descubierta.
Deslizándome de nuevo en el entumecimiento de bienvenida, la
acerqué y sonreí para los malditos periodistas. —Si perdón. Mientras
Nila ha estado pasando por algunas pruebas terribles últimamente, he
sufrido mi propio estrés.
Sylvie se acercó, sus ojos llenos de simpatía. —Oh, siento mucho
oír eso.
Ves, Nila, dos pueden jugar a este juego.
Lo despedí con la mano como si fuera un mártir sólo centrado en
el amor de su vida. —Sólo unos pocos dolores de cabeza, pero no te
puedo decir lo feliz que estoy de tenerla en casa. —Acercando más a
Nila, planté un beso en su frente—. Te extrañé tanto.
Nila se retorció, con los labios finos en una línea de frustración.
—Yo también. Sólo deseaba que hubieras estado allí cuando perdí el
bebé en lugar de estar haciendo negocios.
Nuestras miradas se entrelazaron, el desafío en la suya hizo que
mis dedos se clavaran en su costado con más fuerza de la que
pretendía.
Cuidado con lo que dices, maldita sea.
Tenía la esperanza de que captara mi mensaje porque estaba a
punto de perder la paciencia. Cut estaría mirando en algún lugar,
asegurándose de que no fallara. Una vez que estuviéramos libres de
nuestra audiencia, ella tenía un montón de mierda que explicar.
Ignorando a Nila, le sonreí a George y a Sylvie. —Pero eso está
todo en el pasado, y nos hemos extendido demasiado tiempo en eso ya.
George parecía que podría discutir, pero usé la misma carta de
triunfo que Nila tenía. —Vamos a discutir algo mucho más
emocionante. —Entrecerré los ojos en mi objetivo: Sylvie podría ayudar
a guiar la conversación hacia un terreno más seguro—. Nos vamos a
casar. Vamos a hablar de eso.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Adriana

Nila
No, hablemos de esos medicamentos que acabas de tomar.
¿Era cierto que tenía dolor de cabeza? ¿O había algo más
siniestro en esa pequeña botella?
Sylvie presionó su corazón, desmayándose un poco. —Es tan
romántico. Amantes predestinados reunidos después de que las
mentiras y un aborto involuntario los separó.
La dejé cambiar mi atención de nuevo al espectáculo, pero hice
una nota mental de robar las pastillas de Jethro en la primera
oportunidad que tuviera. Tenía que saber lo que eran.
—Es tan trágicamente perfecto. —Los ojos de Sylvie se
encontraban ensoñadores y estupefactos por toda la atención de Jethro.
Él tenía a la pobre mujer extasiada con su penetrante mirada dorada.
Asentí.
Era perfecto.
Amor, riqueza y familia.
Qué pena que todo era una mentira atroz.
—Si Vanity Fair se interesa, son más que bienvenidos a una
exclusiva cuando termine de diseñar mí vestido de novia. —Ni siquiera
pensé en decir eso. Mi propia mentira como bola de nieve, creciendo
más e impulsándose más rápido.
Si tenía un compromiso a futuro con la revista, podría hacer mi
muerte prematura más sospechosa. Si las deudas me mataban,
¿cavarían un poco más duro y descubrirían la verdad? Por otra parte,
conociendo a los Hawks, podrían dar un cuento verosímil, y sería
olvidada.
—Guau, esa es una oferta fantástica. Gracias, señorita Weaver —
dijo George—. Estaríamos encantados, por supuesto.
—Excelente.
Jethro apretó los dientes.
A pesar de sus intentos de manipular la conversación, estuvo a
mi sombra esta mañana. No tenía intención de dejarlo ser el centro de
atención. Jethro y su padre me obligaron a hacer esto. Pero lo haría a
mi manera. No violé ninguna de las reglas de Cut. Jugué legalmente.
Pinté un cuadro para que el mundo se lo tragara.
Sólo fui más inteligente de lo que me daban crédito.
—¿Cuándo se llevará a cabo la ceremonia? —Sylvie giró sobre el
punto, mirando la bella sala—. ¿Se casarán aquí o en una iglesia?
Jethro se apretó el puente de la nariz, luchando por plantar una
sonrisa en sus labios. —No sería anunciado hasta dentro de algunos
meses, pero supongo que ya que se sabe ahora, podemos derramar
algunos de los detalles. Nos gustaría tener una boda en el jardín.
—Puedo imaginar lo feliz que eres —dijo George, jugando con su
cámara y preparado para pasar de las preguntas a las fotografías.
Jethro brilló, luciendo tan joven y despreocupado que me dejó sin
aliento. —Extremadamente. Nunca he sido tan feliz. —Su mirada se
posó en la mía; un pensamiento se mostró en su rostro. Luego me tomó,
me abrazó como si nos halláramos en una pista de baile, y antes de que
pudiera respirar, sus labios se estrellaron contra los míos.
El mundo se apagó. Completamente. Absolutamente. Todo
desapareció.
Sin ningún sonido.
Sin color.
Sin miedo, estrés o pánico.
Solo él.
Crujidos, chispas, deseo que todo lo consume. Su sabor, calor,
olor. Mi piel zumbaba, mis labios se fundieron, mi centro se tensó.
Durante semanas, no quería nada más que besarlo. Sostenerlo y
encontrar esa conexión combustible. Unirnos, incluso enfrentando las
deudas y el peligro.
Gemí cuando su lengua empujó contra mis labios.
Me abrí para él, suspirando por el beso apasionado, suspendida
en sus brazos delante de la prensa. No parecía importarle que
tuviéramos audiencia. Me encantó que no le importara.
Cambió tanto, vivió algo que yo no entendía. Se convirtió en un
total extraño de nuevo. Pero no importaba cómo cambió sus
pensamientos y mente, no podía cambiar su cuerpo. Esa parte de él que
conocía. Su cuerpo me pertenecía tan cierto como mi cuerpo le
pertenecía a él, y no tenía ninguna duda de que eso lo enfurecería y lo
petrificaría. Porque no importaba la distancia que tratara de poner entre
nosotros, se desintegraba cada vez que nos tocábamos.
Con otro gemido suave, introduje los dedos en su cabello grueso,
presionando su boca más duro contra la mía. Su lengua se sumergió
más profundamente, luchando por el dominio. Sus músculos
temblaban, sosteniéndome en lo profundo mientras la frialdad de su
boca cambiaba a calidez y, por el más elemental de los momentos
agradables, sus dientes mordieron mi labio inferior.
Luego el sonido regresó.
El color regresó.
El conocimiento del mundo exterior abrió una brecha entre
nosotros.
El beso terminó.
Jethro me colocó de nuevo sobre mis pies, su boca reluciente.
Fue un montaje.
Mi corazón se endureció. Me besó para los reporteros.
George se encontraba con la cámara, muy ocupado haciendo clic,
capturando cada segundo de nuestro sexy desliz “actuado”.
Bien.
Al menos la gente tendrá la mitad de la historia.
La parte de no ahogarse en mierda.
Había amor entre nosotros; había una historia acerca de la
conexión debajo de toda la falsedad. Si sólo el amor fuera suficiente,
podría ser libre. Jethro podría ser libre. Todo podría terminar si sólo el
amor fuera más fuerte que las deudas.
—Ese fue un gran beso. Caliente con C mayúscula. —George rió,
abanicándose—. Puedo ver por qué su hermano no la quería en ningún
lugar cerca del señor Hawk, señorita Weaver.
Mi estómago dio un vuelco. —¿Por qué?
Jethro se puso rígido, prestando estricta atención.
George sacó un tripie de su bolsa de lona. —Tengo una hermana
menor y si la viera besar a un hombre así, también me gustaría
separarlos.
Sylvie frunció el ceño, haciendo la pregunta flotando en mi
cabeza—: ¿Pero por qué? Es un sueño hecho realidad para cualquier
mujer tener una pareja tan compatible.
George resopló, señalando con su mano hacia Jethro y a mí con
su cámara. —Tal vez las mujeres lo ven diferente, pero desde el punto
de vista de un chico, sé lo que acabo de presenciar, y eso me asusta.
Jethro se aclaró la garganta, su intensidad natural sofocando la
habitación con poder. —Explíquese. No lo entiendo.
George rodó los ojos. —Vamos. ¿No lo entiende? La pasión es
increíblemente peligrosa si no se respeta y ustedes dos... —Se encogió
de hombros—. Olvídenlo. Me estoy sobrepasando. Todo lo que quiero
decir es que química como esa no puede ser contenida. Puede traer
gran felicidad, pero también destrucción.
Un escalofrío me recorrió la espalda. Sus palabras sonaban
extrañamente proféticas.
Arrastrando el tripie hacia el nicho de la ventana, palmeó las
manos. —Entonces, señorita Weaver, si no le importa pararse aquí.
Quiero una foto de usted con su collar de diamantes a la luz del sol.
Por alguna razón, mis pies permanecieron plantados en la
alfombra. ¿Qué quiso decir? ¿Qué Jethro y yo éramos fenómenos de la
naturaleza regidos por el sexo y nada más? ¿Que éramos idiotas en un
juego que no entendíamos?
George se acercó a mí y me llevó a la ventana. —Perfecto.
Permanezca justo allí. —Sus dedos se deslizaron en mi cabello,
esponjando las ahora hebras secas, luego aplicó un polvo sobre mi
frente y pómulos, que apareció de la nada mágicamente—. No conozco a
muchas mujeres que se vean tan impresionantes sin maquillaje como lo
hace usted.
No tenía ninguna respuesta mientras se alejaba y tomaba un par
de fotografías de prueba, moviendo el tripie alrededor hasta que estuvo
contento.
La pasión es increíblemente peligrosa si no se respeta.
—¿Si pudiera recoger su cabello para mostrar el collar? —George
hizo una pausa—. Por cierto, ¿qué simboliza el collar? ¿Los rumores
son ciertos de que simboliza un derecho de propiedad... como un anillo
de bodas?
Abrí la boca para responder, con qué, no tenía idea, pero Jethro
interrumpió—: Es una herencia de la familia Hawk. Es dada a la mujer
que hechiza al Hawk primogénito.
—Hechiza, esa es una palabra interesante. —Riéndose de sí
mismo, George volvió su atención a mí.
¿Yo lo hechizo?
Mis ojos se dirigieron a Jethro mientras me colocaba el cabello
negro por encima del hombro, e inclinaba el cuello, así los diamantes
captaban la luz del sol. Al instante, arco iris se esparció por la alfombra
alrededor de mis pies.
Jethro contuvo el aliento, con las manos en puños a sus
costados.
Si lo que George dijo era cierto... ¿yo tenía más poder de lo que
pensaba? ¿Eso significaba que Jethro tenía más control sobre mí de lo
que yo pensaba? La pasión puede ser peligrosa... Ya traté de gobernarlo
con sexo, ¿pero qué si funciona en ambos sentidos? ¿Cavé ese agujero
sin siquiera darme cuenta?
Demasiadas preguntas. Y en realidad, las respuestas no
ayudarían. Todavía estaría en la misma situación.
—Dame una media sonrisa. Luce misteriosa —demandó George,
agachándose para tomar fotografías en ángulo.
Hice un puchero y me mostré orgullosa, esforzándome por
mostrarme reservada y tímida.
Si me quedaba sin tiempo, quería que se hablara durante años
después de mi muerte. Quería ser conocida como la mujer que hizo caer
un imperio, incluso si tenía que sacrificar mi vida para hacerlo.
Un pensamiento macabro me hizo tragar una carcajada.
Vivo en una saga viviente de Romeo y Julieta. Montesco y
Capuleto, luchando una antigua batalla. ¿Podría terminar como esa
trágica historia, también?
Cinco minutos más tarde, George tomó una infinidad de
fotografías y tomó su tripie. —Antes de irnos, les agradeceríamos
algunas fotografías con los dos en el exterior.
Sylvie empacó el equipo y se dirigió a la salida. —Nos encantaría
un recorrido también, ¿si eso fuera posible?
Jethro se acercó a mí, robando mi mano. Mi corazón se detuvo.
No podía detener el cosquilleo de calor de su piel contra la mía.
—Me temo que Hall se encuentra en renovación actualmente.
Muy pocas habitaciones son utilizables.
No había renovación. Sólo muchas cosas que ocultar.
Sonriendo para suavizar el golpe de su rechazo, añadió—: Pero
estoy más que feliz de invitarlos de nuevo cuando Nila haya terminado
su vestido de novia y puedan verlo entonces. —Sus dedos se apretaron
más fuerte alrededor de los míos en un reproche silencioso por mi
comentario anterior.
Mirando hacia mí, me dio una mirada calculadora. —¿No es así,
cariño?
Asentí. —Suena perfecto.
Si aún estoy viva.
—Síganos a los jardines. —Jethro pasó junto a George y Sylvie,
arrastrándome con él. Sus largas piernas avanzaron rápidamente por el
pasillo, poniendo un par de metros entre nosotros y ellos.
Una vez fuera del alcance del oído, susurró con dureza—: Lo está
haciendo muy bien hasta ahora, señorita Weaver. Estoy impresionado.
Sin embargo, si fuera usted, dejaría de sobrepasar los límites.
Apoyándome en él, murmuré—: ¿Qué límites son esos? No
recuerdo límites la última vez que estuve aquí. Ah, claro, sí. No ir en
pos de donde se encuentra enterrada mi familia. No ir al segundo piso.
No huir. No hablar con Vaughn. Sin embargo, no recuerdo que alguna
vez me dijeras que dejara de tocarte o que no te dijera cómo me sentía.
Sus hombros se tensaron. —No seas engreída, Nila. Nada de
juegos. Ya terminé de tratar de gan…
—Eso es porque siempre pierdes.
Los ojos de Jethro brillaron. —Nunca pierdo. Desafortunadamente
para mí, mi oponente no ha jugado justamente.
—¿Qué quieres decir? —Fruncí la frente—. Todo lo que he tratado
de hacer…
—Fue manipularme. Fui estúpido al creer lo contrario, pero desde
entonces se han abierto mis ojos. Lamentablemente para ti, ya no seré
tan fácil de controlar.
Saliendo de Hall por la entrada principal, bajamos por las
imponentes escaleras hacia la crujiente grava debajo.
—Nunca fuiste fácil de controlar, Jethro, y nunca se trató de eso.
Se trató de encontrar a alguien que nunca pensé que encontraría. Se
trató de enamorarse…
Se detuvo en seco. —No mencione el amor en mi presencia otra
vez. Usted no me ama, y ciertamente no la amo. —Frotó sus nudillos
sobre mi mandíbula, sonriendo con frialdad—. Nunca subestime mi
deseo de encajar en mi familia, señorita Weaver. Y recuerde que ahora
soy inmune a sus distracciones. La vida en Hawksridge será muy
diferente de ahora en adelante.
Quería gritar y berrear. Quería atacarlo y besarlo.
—No sabes nada, Jethro Hawk.
—¿Listos? —George apareció con su cámara incesante.
Jethro envolvió sus brazos a mí alrededor. Nuestro tenso
enfrentamiento fue silenciado por un momento. No me dio otra opción
más que apoyarme en sus brazos, sonriendo tímidamente, y
pretendiendo que todo estaba perfecto para una de las fotografías más
falsas jamás tomadas.
—Sé más de lo que necesito —murmuró Jethro, con su aliento
cálido y tentador en mi cuello—. Sé todo lo que necesito para completar
mi tarea.
George se lanzó hacia delante. Sylvie, con sus cabellos rubios
rebotando, comprobó la luz del sol con sensores de mano. El día estaba
fresco, pero brillante; un telón de fondo de otoño brillante para el
espectáculo de Vanity Fair.
—Perfecto. No se muevan —dijo George.
—Oh, no lo había planeado —susurró Jethro sólo para mí.
Balanceó sus caderas contra mi trasero mientras me acunaba en sus
brazos. Con la cabeza inclinada mientras acariciaba mi cabello con la
nariz—. Hueles tan bien como recuerdo.
—Oh, recuerdas eso, ¿verdad? —Incliné la barbilla, mirando
Hawksridge y haciendo todo lo posible para no ser afectada por Jethro
frotándose en mi espalda baja—. Y yo que pensaba que olvidaste todo lo
que tenía que ver conmigo.
—No olvidé nada.
—Eso no es cierto —susurré con tristeza—. Olvidaste lo que te
dije la noche que me trajiste de regreso en el manantial. Olvidaste que
te dije que estaba enamorada de ti. Que no venía con condiciones o
demandas. Que no podía odiarte por lo que hiciste ayer o mañana. —
Suspiré, alimentando el dolor más profundo—. ¿No ves lo que te
ofrezco? Cut no te ama, Jethro. Él es el que te controla. Elíjeme.
Ámame. Y podemos ser libres juntos.
Jethro gruñó por lo bajo. —Deja de perder el tiempo. No sucederá.
George se acercó más, haciendo clic en su cámara,
capturándonos para la eternidad.
—Ya lo verás, Kite. Eventualmente, lo verás, y espero por el bien
de ambos que no sea demasiado tarde.
Esa fue la última vez que hablamos mientras nos convertimos en
los modelos perfectos para George. Durante la hora siguiente, nos
dijeron dónde pararnos, cómo sonreír, qué hacer. Las fotografías fueron
tomadas en frente de Hawksridge, en los establos con los perros de caza
revoloteando alrededor de nuestros pies, y debajo de los manzanos en el
huerto.
Con cada clic del obturador, mi corazón se reducía un poco más.
No tenía duda alguna de que las fotografías volverían al mundo de la
sospecha a la adoración. Los rumores morirían. Las preguntas
desaparecerían. Y la vida continuaría.
Exactamente como los Hawk deseaban.
Traducido por Victoria. & Vane Farrow
Corregido por Jadasa

Jethro
A la mierda ella y sus planes conspiratorios.
Quería jodidamente tirar algo, golpear a alguien, y renunciar a la
avalancha que se construía rápidamente en mi interior.
Necesitas una recarga.
Pensaba que mi dosis era perfecta, pero era inútil contra ella. La
intensidad que proyectaba… la salvaje energía y la virtuosa ira. Era
suficiente para jodidamente paralizar mis paredes y expulsar mi niebla
adormecedora.
No va a pasar.
Había llegado tan lejos. No retrocedería. No podía. No sobreviviría,
y no sólo porque Cut me mataría, sino porque no podía vivir de esa
manera por más tiempo. No tenía la fortaleza física contra esta
enfermedad. Cumplí con mi penitencia. Veintinueve largos años de eso.
Sacando la pequeña botella de mi bolsillo mientras entraba en mi
habitación, coloqué dos pastillas en mi lengua y las tragué.
Nila ni siquiera había regresado un día y ya había triplicado la
cantidad que normalmente tomaba.
Y cuando la besé.
¡Mierda!
¿En qué pensaba?
¿Acercarme tanto a ella? ¿Probarla de nuevo?
Había planeado una improvisación espontánea para el artículo,
pero todo jodidamente fracasó.
Irrumpí en mi cuarto de baño y me arranqué el traje gris que
vestía durante la entrevista de Vanity Fair. Un sudor frío empapó mi
espalda. Escalofríos cubrieron mi piel mientras me quitaba el resto de
mi ropa y entraba en la ducha.
Tan pronto como terminó la reunión, dejé a Nila en el salón y salí
a mi habitación. Estar cerca de George y Sylvie fue sencillo. Sus
reacciones y opiniones no me impactaron tanto como las de Nila.
¿Qué había en ella? ¿Por qué no podía bloquearla?
Agua caliente calló sobre mí, quemándome. En lugar de lavar y
eliminar la tensión de la mañana, lo único que en lo que podía pensar
era en Nila autocomplaciéndose con la ducha hace unas semanas. La
forma en que su rostro se endureció y el placer la hizo resplandecer.
Nunca se vio tan condenadamente hermosa.
Mi polla se endureció, exigiendo que hiciera algo sobre el anhelo.
No podía dejar que me hiciera esto. No de nuevo. No después de
haber tenido el mejor mes de mi vida con mi padre. Por fin encontré
algo que podría funcionar. Finalmente, probé la libertad.
Sólo tenía que mantenerme alejado de las garras de Nila y hacer
lo que nací para hacer.
Empuñando mi polla, la coloqué en mi palma.
—No ganarás esta vez, Nila —gruñí—. Te quiero fuera de mi
cabeza. Fuera de mi maldito corazón.
Sal.
Mis músculos se tensaron mientras el éxtasis bailaba con dolor.
Fui rudo, castigando mi polla por tener la osadía de desear la única
cosa que podría destruirme. Mis bolas se apretaron, el delicioso placer
reunido en mi vientre.
Joder, la deseaba. Quería estar dentro de ella.
Necesitaba estar lejos de ella.
Mis dedos apretaron con más fuerza.
No puedes tenerla.
No si quería lo que Cut prometió. No si quería mandar.
Mi mente corrió. Puede que no sea capaz de tenerla físicamente,
pero Cut no sabría qué fantasías permitía dentro de mi fracturado
cerebro.
Podría tenerla así…. y todavía ganaría.
Con una mano apoyada sobre las baldosas y el agua cayendo en
cascadas sobre mis hombros, me imaginé a Nila con las piernas
abiertas sobre la cama, atada a las cuatro esquinas y jadeando por un
orgasmo que justo acababa de provocarle con mi lengua.
Su sabor llenó mi boca cuando subí encima de ella y me deslicé
en el interior de su coño mojado.
Maldita sea.
Sus gemidos resonaban en mis oídos mientras la penetraba,
cediendo a su estrechez, derribando cada restricción y cadena.
Me vine.
Fue el orgasmo más rápido que jamás había tenido. Cada oleada
de semen salió a brotes sobre mis nudillos.
Masturbándome debajo del agua, eliminé de mi cuerpo la locura
que ella había conjurado y lentamente... muy lentamente... pude
respirar de nuevo.

***

—¿A dónde vamos?


Su melodiosa voz sonaba de todo, excepto tranquilizadora.
Después de una noche de sacudidas y de reprenderme a mí mismo por
lo débil que resulté ser, no me encontraba de humor para lidiar con
ella… especialmente si se veía descansada y fresca en pantalones
vaqueros y un jersey con el hombro descubierto, su cabello trenzado y
simplemente pidiendo a gritos ser follada duramente mientras la
tomaba por detrás.
No lucía nerviosa ni temerosa; lucía desafiante y lista para la
batalla.
—Entonces ¿ahora me ignoras?
—No te ignoro, simplemente filtro tus preguntas inútiles. —No me
giré para mirarla. En lugar de ello, seguí conduciendo. Guie al Ferrari
FF de cuatro plazas lejos de Hawksridge Hall, y miré por el espejo
retrovisor.
Cometí el error de sentar a Nila en el frente conmigo. Debí ponerla
atrás con Kestrel.
Él atrapó mi mirada, sonriendo un poco, como si supiera
exactamente con lo que lidiaba, pero no le importaba ni un poco. Lo
horrible era que él sabía exactamente con lo que lidiaba y cualquiera
que sea la simpatía que él me dio en el pasado hace tiempo que se
agotó.
Dolía jodidamente que mi más cercano aliado se librara de mí.
Nila se giró en su asiento, el cuero marrón crujiendo debajo de
ella. —Dime tú, Kes. ¿Por qué la mañana en la que pasaba dibujando
mi llamado “vestido de novia” fue interrumpida por un misterioso viaje
fuera de la finca? —Su voz bajó el tono—. Acaban de traerme de
vuelta… ¿por qué me sacan cuando me dijeron que nunca más volvería
a salir?
Kes se rió entre dientes, su largo cabello plateado y ligeramente
enmarañado. —Esas son un montón de preguntas.
Nila se hallaba inexpresiva. —Me siento muy confundida.
Kes cambió un poco desde la última vez que lo vi; alejándose de
mí justo como yo me alejé de él.
Nuestra pelea regresó con una claridad cristalina. Habían pasado
dos o tres días después de que Cut me diera el ultimátum: Drogarme y
mantener a Nila para mí. Morir y darle a Nila a Daniel. Kes causó
estragos en mí. Él quería que yo cediera y confiara que juntos
podríamos encontrar otra manera. Sólo, que él no sabía la sentencia
que Cut me dio. No era su asunto. Era mi maldición. Mi responsabilidad
de seguir con vida para proteger a Nila aun siendo cruel con ella. Y
tenía que usar las pastillas con el fin de permanecer lo suficientemente
cuerdo para hacer eso.
Ya no lo necesito a él; justo como tampoco necesito a mi hermana.
Kes se rio más fuerte. La amistad entre él y Nila surgió al instante
como si nunca se hubiera ido. ¿Cómo podían tener un vínculo cuando
eran prácticamente desconocidos?
Había vivido toda mi vida con esta gente y todavía no me sentía
cómodo en su compañía. El entumecimiento de mis pastillas significaba
que deliberadamente me distanciaba de la gente a la que era más
cercano, por lo que sus sentimientos y pensamientos no me influirían.
Pero que Kes se riera tan fácilmente con Nila, cuando era algo forzado y
suprimido conmigo, me dolía en una manera que nunca admitiría.
—Quizás si practicaras la paciencia, lo averiguarás muy pronto —
dije bruscamente.
Kes frunció el ceño, sus manos entrelazadas entre sus piernas, su
chaqueta de cuero y pantalones vaqueros llenando la parte trasera del
coche con la autoridad que solo la riqueza podía traer. —Todo es
diferente ahora, Jet. Lo sabes. Si ella pregunta, le respondemos.
Órdenes de Cut.
Nila se movió aún más en su asiento, con los ojos muy abiertos.
—¿Qué significa eso?
—Significa que las cosas han cambiado y nuestros secretos...
bueno, ya no son solo nuestros. —Él se inclinó, su corpulencia llenando
la consola central—. Pruébame. Pregunta cualquier cosa y responderé.
Apreté los dientes.
Nila se mordió el labio. —Bueno... responde mi primera pregunta.
¿Adónde vamos?
Kes no dudó. —Callejón Diamante.
—¿Callejón Diamante? —Su boca se abrió—. ¿Qué es eso?
Miré con advertencia a Kes en el retrovisor. Tenía razón. Las
reglas habían cambiado. Pero seguía siendo mi decisión lo que ella
aprendía, adónde iba y con quien interactuaba. Era su protector y
carcelero. Confidente y confesor. A pesar de que no quería que nuestra
conexión me hiriera más, ella seguía siendo mía hasta el final.
Kes frunció el ceño ante mi reflejo antes de dar a Nila toda su
atención. —¿Quieres la verdad, Nila?
Sus labios se volvieron una línea fina. —He estado pidiendo la
verdad por meses. Claro que la quiero.
—La verdad a veces es peor que la realidad —murmuré en voz
baja.
Ella me lanzó una mirada, pero la duda en sus ojos me aseguró
que no había escuchado.
Kes se recostó en el asiento reclinable del Ferrari. —Muy bien,
aquí está. Te estamos llevando a uno de nuestros almacenes de envío.
Callejón Diamante es donde la mayor parte de lo que extraemos entra a
Inglaterra. Tenemos algunos centros de distribución en toda Europa,
Asia y América, pero éste es el más cercano a casa y desde donde
dirigimos los otros en el extranjero.
Y solo así Nila se convirtió en una honorable Hawk.
Espero que estés lista para este viaje, Nila, porque una vez que lo
sepas, nunca podrás olvidar.
Nila pensó en ello por un segundo, descontando cientos de
preguntas fugaces en sus ojos. Respirando profundamente, asintió. —
De acuerdo... ¿y qué tiene esto que ver conmigo?
Le contesté antes de que Kes pudiera. —Lo que estás a punto de
ver es la verdad. Sabrás de donde vienen las piedras. Cómo lucen.
Cuánto ganamos. Quién trabaja para nosotros. Dónde terminan las
rocas. Cómo le pagamos a la policía. Cómo dirigimos la jodida
Inglaterra. No habrá más secretos de lo que somos o lo que esperamos
de ti. Se darán respuestas en cada tema.
La miré.
»Lo sabrás todo. Cada pedazo de historia, esperanza, sueño, y
desastre de nuestra familia y la tuya.
Los ojos de Nila brillaban. —¿Y qué hice para merecer esa
confianza?
Mis puños se apretaron alrededor del volante.
Es porque eres especial.
Kes sonrió con tristeza. —Es porque te has probado a ti misma.
Ella se tensó. —¿Cómo exactamente?
—Hablaste con el reportero. Cavaste tu propia tumba —
murmuré—. Y no importa lo mucho que lo quieras, no volverás a
marcharte de Hawksridge. Cut se ha asegurado de ello. Bonnie se ha
asegurado de ello. No tienes a dónde ir.
La cara de Nila se puso blanca, finalmente dándose cuenta de lo
que había hecho. Kes y yo nos quedamos en silencio, esperando a que
ella verbalizara su destino.
Su voz tembló. —Ya no tendrán que ocultarme nada, porque no
estaré por mucho más tiempo para compartirlo.
Bingo.
Gemí en voz baja mientras una nube de desesperación llenaba el
coche. La infelicidad, el arrepentimiento, y la ira resonando de Nila era
demasiado. Hundiendo el botón en el volante, bajé las ventanas, el aire
frío del otoño entró en el coche.
Inhalé con avidez, tratando de disipar las laceraciones de su
angustia.
Nila se estremeció, abrazándose a sí misma con los dedos
blancos.
Kes dijo—: Ya ves... la verdad es una perra, pero te has ganado el
derecho a saberlo todo. Cualquier pregunta que tengas... te la
responderemos. Cada faceta de nuestra empresa y de la fraternidad, la
conocerás.
Puso su mano sobre la de ella y sonrió suavemente. —Eres una
de nosotros ahora, Nila. Por siempre y para siempre. El mundo lo sabe.
Tu padre y tu hermano lo saben. No hay nada más que decir sobre el
asunto.
Ella se retorció en su asiento, mirando a la izquierda, donde el
páramo y las tumbas de sus antepasadas descansaban. Un escalofrío se
esparció por mi espina dorsal.
—Así que seré enterrada en su tierra para ocultar todos los
secretos que conoceré. Al igual que ellas. —Su cabeza cayó hacia
adelante—. Soy tan increíblemente estúpida. Con todo.
Abrí la boca para concordar… para enterrar un poco más
profundo la hoja de infelicidad. Pero... no podía.
Ninguna cantidad de drogas podría hacerme herirla cuando ya lo
estaba. No sería capaz de soportar la reacción, sin mencionar la agonía
que se construía rápidamente en mi corazón.
Pensé que las pastillas me salvarían. Nila no era la única que
había sido estúpida.
Ambos estamos jodidos, y me toca a mí ocultar mis problemas para
que Cut la deje en paz.
No podía soportar la tristeza estancada en el coche. Sin poder
detenerme, susurré—: Te gustará lo que tenemos que mostrarte, Nila.
Ya lo verás. Ahora eres una de nosotros, y es hora de que entiendas lo
que mi familia ha estado luchando por proteger durante generaciones.

***

El Callejón Diamante.
Apodado hace siglos por un antepasado que, sin duda, adornaba
las paredes Hawksridge con una pintura deprimente. Obtuvo su
nombre debido a los cuatro almacenes grandes uno frente al otro,
creando un estrecho camino entre ellos.
Conducir aquí tomaba un par de horas, pero valía la pena tener
nuestro puerto, sin vigilancia y sin ser molestados, un ejemplo más de
estar por encima de las leyes rigiendo las masas.
No entraba luz, sólo sombras. Cercos eléctricos, tarjetas
magnéticas y contraseñas fortificaban la entrada. Situado en la costa
entre las ciudades costeras tranquilas, donde la fuerza policial era
totalmente propiedad de nosotros, custodiaba nuestro dominio con
cuidado. Bolsillos engrasados y bonificaciones anuales pagaban los
oficiales generosamente pero requerían estricta lealtad.
Había ensangrentado mis manos un par de veces en los últimos
años enseñando a uno o dos traidores que no siguieron las reglas una
lección.
Desacelerando para introducir un código de llave en la puerta
principal, la conversación siguió siendo escasa mientras conducía a
través de las instalaciones y aparcaba el Ferrari. Los únicos coches y
motos aquí eran los de los empleados de confianza. No turistas o
veraneantes. Nadie tenía ninguna razón para visitar, y no estaba en
ningún mapa. Las dos largas extensiones de almacenes parecían
abandonados en el exterior, pero sobre la línea equipos de seguridad,
sensores de calor, y vidrio antibalas vigilaban sus contenidos.
Protegíamos nuestra inversión.
Lástima que los Weavers no hicieron un buen trabajo protegiendo
los suyos.
En el momento en que el coche se detuvo, Kes tocó el hombro de
Nila. —¿Vamos?
Ella desabrochó su cinturón y se deslizó fuera del asiento sin
mirar atrás. Kes salió y cerró la puerta.
Me quedé solo.
Jodidas gracias por eso.
Estiré mis brazos frente a mí, rodando mi cuello y exhalando la
magnitud de las emociones que absorbí en el viaje hasta aquí. No
habíamos hablado desde que dejamos Hawksridge, pero los
pensamientos de Nila me bombardearon kilómetro tras jodido
kilómetro.
Nila y Kes se alejaron en dirección al almacén. Con manos
temblorosas, busqué mis pastillas y tomé otra antes de bajar del
vehículo y bloquearlo.
Tuve un pensamiento horrible que necesitaría un tranquilizante
con el fin de sobrevivir a través del viaje a casa. Me hizo contemplar el
recurrir al alcohol y la nicotina para otros escapes, encontrando respiro
en productos químicos y falsas elevaciones.
Pasando mis manos sobre mi cara, me arrastré tras mi hermano y
la pequeña Weaver. Hoy era una simple transacción de supervisar una
nueva llegada. Normalmente, Daniel se encargaría de eso, pero había
algo más programado. Algo que accedí a espaldas de Cut y totalmente
sobre mi propia cabeza si no funcionaba.
Mi chaqueta de Diamante Negro mantuvo alejada la brisa del
mar, y el sol hizo todo lo posible para calentar el día fresco. Nubes
grises fibrosas ensombrecían el hormigón tedioso bajo mis zapatos. No
importaba que fuera sombrío y tedioso en el exterior, dentro del Callejón
Diamante, no necesitábamos sol.
Hicimos nuestro propio sol.
A pocos metros de distancia, Kes extendió su brazo para que Nila
lo tomara. Esperé a que lo aceptara. Esperé a ver qué sentiría. Pero
negó con la cabeza y se mantuvo a distancia, prefiriendo mirar el
murmullo del océano suave a nuestra derecha e inhalar el olor de algas
marina de las rocas cubiertas de ellas.
Seguimos nuestro camino hacia la entrada del Callejón Diamante.
Las sombras de los enormes edificios nos tragaron mientras
cambiábamos espacio abierto por el callejón estrecho.
Mis zapatos de vestir resonaban majestuosamente contra el
hormigón, mientras que las botas de motorista de Kes crujían y
pisoteaban. Nila no hizo ningún ruido en absoluto, caminando en sus
zapatos de bailarina planos, tan joven e inocente.
Durante un mes, viví sin ella. Visitaba los aposentos Weaver a
menudo y acariciaba los diseños a medio terminar en los que había
estado trabajando.
El lugar se hallaba vacío, aullando de injusticia. No podía
quedarme allí mucho tiempo, demasiado acostumbrado a su olor y
presencia persistente. Me dije a mí mismo que era para
desensibilizarme para cuando regresara, pero en realidad, miraba
hacia el futuro, intentando ver cómo me sentiría cuando se hubiera ido
para siempre.
Su habitación estaría aún más vacía.
Su alma se desvanecería para siempre.
Kes se detuvo a mitad de camino por el callejón ante una puerta.
Golpeó tres veces en un código sistémico, y miró por encima de la chapa
a prueba de bombas a una cámara.
Una pantalla se iluminó con la cara de uno de nuestros guardias
de confianza. Nos miró, asintió, luego cambió la pantalla a un teclado
que escaneaba las huellas dactilares, así como demandaba una clave de
acceso de nueve dígitos.
Nila permaneció en silencio mientras Kes digitaba todo lo que
necesitaba y el gran mecanismo se desbloqueó, permitiendo la entrada.
Juntos avanzamos, dejando atrás callejuelas estrechas por la más
deslumbrante luz imaginable.
—Guau —dijo Nila, entrecerrando los ojos contra la luz brillante.
Era centelleante.
Demasiado brillante.
Kes y yo vinimos preparados.
Él se rió entre dientes, poniendo unos Ray-Ban sobre su nariz. —
Bastante fresco, ¿eh?
Sacando mis gafas de sol de mi bolsillo delantero, coloqué los
aviadores sobre mis ojos. Chasqueando los dedos, extendí la mano para
que el guardia me diera un par de repuesto.
Al instante, un par retro de chica fue presionado sobre mi palma,
el cual le pasé a Nila. —Las luces son necesarias.
Nila tomó las gafas, buscando a tientas para ponérselas. —Nunca
he estado en un lugar tan brillante.
—Ya verás por qué es así.
—Voy a ponerme en marcha —dijo Kes—. Iré a buscarte cuando
haya terminado. —Palmeando el bolsillo, se alejó—. Tienes mi teléfono
por si me necesitas. Diviértete, Nila. —Con un gesto de la mano, caminó
por el pasillo central del gran almacén de la planta abierta y
desapareció.
Nila miró a izquierda y derecha. Nos quedamos de pie en el centro
del edificio de cuatro pisos donde la iluminación monitoreaba y focos
halógenos colgaban como falsos soles. No sólo habíamos cambiado un
otoño triste exterior, sino también cambiamos el frío por el calor
sofocante.
El sudor ya manchaba mi espalda baja por debajo de mi chaqueta
de cuero. Solía odiar el llevar esta cosa. Era un hombre de negocios, no
un matón en una pandilla, pero Cut quería que me hiciera cargo no sólo
de nuestro legado Hawk sino también del de los Diamantes Negros.
Y lo qué Cut quería, me hallaba decidido a dárselo.
—Deja de quedarte ahí y mirar, vamos a caminar. —Colocando
una mano sobre su espalda, la guie hacia adelante.
Al instante contuvo el aliento ante el contacto.
Esperé a que mis dedos quemaran y mi corazón se sacudiera...
pero no sentí nada.
La dosis extra finalmente hizo lo que debería.
Nila caminó, con los ojos observando las filas y filas de mesas. Se
enfrentaban entre sí como pequeños cubículos, algunas atendidas con
personal, otras vacías. Pero todas tenían numerosas bandejas, pinzas,
lupas, y terciopelo negro cubriendo los tableros de la mesa.
—¿Por qué es tan brillante aquí? —preguntó, manteniendo el
paso conmigo.
—Estás en un almacén de diamantes. La luz es la única
herramienta para distinguir los defectuosos de perfecciones, la claridad
del nuboso.
A pesar del tamaño de nuestra operación, sólo treinta personas de
tiempo completo trabajaban para nosotros en Callejón Diamante.
Habían sido examinados, probados y sabían cuando empezaban a
trabajar para nosotros que no era un puesto sencillo. Una vez que
firmaban en la línea inferior, no había forma de renunciar o de pensar
dos veces su profesión. Eran nuestros de por vida.
Para asegurarnos de que no teníamos ningún motín o disturbios,
aumentábamos su salario cada año, les dábamos espacio para la
promoción, e incluso compensábamos sus familias.
Nunca habíamos tenido un miembro del personal infeliz. Pero, de
nuevo, si eran sorprendidos robando, hurtando, o falsificando la
mercancía... bueno, una vida humana no valía tanto como un
diamante.
Nila se acercó más. —Están todos en ropa interior.
Miré los miembros del personal que no se molestaban en levantar
la vista, demasiado absortos en su tarea y con ganas de obtener su
bono por el día al limpiar una cierta cantidad de piedras. Varios colores
de piel, tamaños contrastantes, diferentes sexos, pero todo con una
similitud, todos llevaban ropa interior negra proporcionada por la
empresa.
Asentí. —Una condición para el empleo.
—¿Por qué?
—¿Pensé que sería obvio? Menos escondites. Por no hablar, que
no necesitan la ropa con la cantidad de calor generado por las luces.
El sudor humedeció mi frente cuando llegamos al final de la
bodega y subimos los escalones de metal a la oficina de arriba. Nuestras
pisadas resonaron con cada paso, estremeciendo el marco.
—Y tú te sientas allí y juegas a Dios, supongo —murmuró Nila
mientras ascendíamos hacia la oficina de cristal con vista de ojo de
pájaro hacia el edificio.
—Es una oficina compartida para los gerentes, pero de cierta
forma lo somos. Después de todo, proveemos un sustento a las
personas debajo de nosotros. Los tratamos bien, siempre y cuando se
comporten.
—Un poco como yo, entonces. —Se lanzó hacia adelante, abriendo
la puerta y escabulléndose a la oficina.
Tras ella, mis ojos observaron el sudor brillando en su labio
superior y mechones de cabello de su trenza pegándose a su nuca. —Te
ves caliente, señorita Weaver. Siempre podrías desnudarte, ya sabes.
Después de todo, eres técnicamente una empleada Hawk.
Se mordió el labio, el aire ardiendo entre nosotros con la
electricidad estática.
Mierda, ¿por qué dije eso?
Bajó la mirada, sin ocultar la forma en que me miraba
lascivamente. —Tal vez debería.
Al instante, mi polla se sacudió.
—Pero sólo si tú también te desnudas.
Cerré la puerta de un golpe y pasé junto a ella. —No pasará.
Nunca más. No podía permitirme el lujo de dormir con ella. No si
quería mantenerme en mi burbuja drogado.
La oficina tenía pocas cosas. Pisos de metal sin alfombra,
archivadores atornillados a las paredes, un sofá de cuero, y un
escritorio en el centro.
Nila me acechó, moviéndose hacia el escritorio que coloqué entre
nosotros. —¿Quieres que me desnude porque no confías en mí
alrededor de las piedras o porque quieres verme desnuda? —Sus manos
tiraron del suéter dejándolo caer sobre su hombro. Si lo empujaba un
poco más abajo, la curva de su pecho y el tentador vistazo de encaje
negro aparecerían. —Desnúdate conmigo, Jethro. ¿O qué ya no confías
en ti mismo alrededor de mí?
Apreté los dientes, obligándome a no reaccionar. Mi polla me
ignoró por completo, engrosándose en una maldita barra de acero en
mis pantalones. Hice todo lo posible para parecer no afectado, encendí
la lámpara de escritorio y tomé una de las muchas notas y notas
pegadas al escritorio de nogal. —No te hagas ilusiones. Te lo dije antes,
ya no me interesa.
Nila se acercó, arrastrando sus dedos sobre la mesa. —¿No estás
interesado... o no es permitido?
Mi cabeza se levantó. —Ten cuidado.
—No.
—¿Qué acabas de decir?
Entrecerró los ojos. —Estoy cansada de tener cuidado. Tener
cuidado sólo me trajo dolores de cabeza. Toda mi vida he sido
cuidadosa, y ¿sabes qué? Estoy harta de esto.
Con un giro erótico, agarró el dobladillo de su suéter y lo tiró por
la cabeza. Su trenza cayó sobre su espalda y la pequeña camiseta
blanca que llevaba no ocultaba el sujetador de encaje debajo.
Mierda.
Tampoco ocultaba sus pezones endurecidos.
—¿Cuenta esto como tener cuidado, Kite? —Dejó caer el suéter
sobre el escritorio, ahuecando sus pechos—. ¿Esto cuenta como
aceptable para ti?
No podía respirar.
Todo de lo que había estado huyendo hizo mi cabeza latir, mi
polla rogó, y las drogas en mi sistema se jodidamente desintegraban.
¿Qué había en ella? ¿Por qué tenía este control sobre mí? ¿Y por
qué me hallaba completamente, ridículamente impotente a su
alrededor?
Dios jodido ayúdame.
¿No sabía que entre más me antagonizara más me hacía resbalar,
y mayor posibilidad de que Cut le diera a Nila a Daniel y jodidamente
me matara durmiendo? Quería golpearla, golpear la precariedad de
nuestra situación en casa.
—¿Por qué me trajiste aquí? —murmuró, bordeando el escritorio.
No podía apartar los ojos de los picos duros en su pecho. No
podía tener frío, no en este horno. Eso significaba que se hallaba
excitada.
Mi mente inmediatamente fue a una pregunta. ¿Está mojada?
—Kes te dijo. Nuestros secretos son ahora los tuyos.
—No creo que esa sea la única razón. —Cerrando la distancia,
lamió su labio inferior—. Creo que me querías fuera de la hacienda, así
podrías tenerme sin nadie viendo. —Su voz se extendió con sexo e
invitación—. Tú me querías lejos de las cámaras, por lo que podrías
dejar de actuar y mostrarme la verdad.
Joder.
Me aclaré la garganta. —¿Qué verdad?
—Que todo esto es una mentira. Que sigues siendo el hombre del
que me enamoré, jugando el mismo juego que dijiste que estabas harto
antes de irme.
Sacudiendo la cabeza, intenté aclarar mis pensamientos. —Estás
una vez más delirando. —Tragando saliva, ordené—: Baja a la planta de
clasificación. Tengo una reunión de la que encargarme….
—No —musitó—. No voy a ir a ninguna parte hasta que dejes de
ser un imbécil y me muestres tu verdadero yo. —Cerrando la distancia
final, se paró a mi lado, crepitando con picardía y lujuria.
Mirando fijamente, desabrochó el botón y la cremallera de sus
pantalones vaqueros. —No te escondas de mí, Jethro. No puedo
permanecer fuerte si me alejas.
Mis piernas se juntaron para empujar la silla giratoria hacia
atrás. Un tirón y podía liberarme y huir de su telaraña. Pero de alguna
manera, no podía. Permanecí pegado en el lugar; respirando rápido, el
miedo inundando mis pulmones.
Agarró mi muñeca. —No luches contra esto. No se puede luchar
contra lo inevitable. —Sin decir una palabra, tiró mi mano dentro de
sus pantalones.
Mierda.
Mi corazón se catapultó a través de mi caja torácica; mi
mandíbula se bloqueó al tiempo que su ropa interior de encaje rozaba
mis nudillos.
Nuestros ojos no se apartaron mientras guiaba mis dedos más
abajo. Tiré con poco entusiasmo, intentando recordar porque esto era
equivocado cuando se sentía tan jodidamente bien.
—No... —Sacudió sus caderas, girando mi muñeca por lo que mi
mano ahuecó su humedad.
Gimió, su cabeza cayó hacia atrás. Sus pechos se veían
orgullosos, sobresaliendo, rogando por mis dientes y lengua. —Eso es
lo que te preguntabas, ¿no? —Se inclinó sobre mí, lamiendo el borde de
mi oreja—. ¿Si me encontraba mojada por ti?
Gemí mientras deliberadamente se frotó sobre mis dedos.
Mis ojos se cerraron cuando hizo a un lado su ropa interior,
guiando mi dedo dentro de ella.
Dejé de respirar. Dejé de preocuparme. No podía hacer otra cosa
que ceder.
Mi polla golpeó contra mi cinturón. Dolor existía en todas partes.
Tomó todo lo que tenía para no agarrarla y follarla sobre mi escritorio.
Su trenza colgaba mientras murmuraba en mi oído—: Tómame,
Kite. Lléname como lo hiciste en los manantiales. Soy tuya y perteneces
dentro de mí. Nadie puede cambiar eso. —Se sacudió otra vez, gimiendo
suavemente—. Te deseo.
—Nila...
También te deseo. Quiero decirte todo. Quiero jodidamente huir y
nunca mirar hacia atrás...
—Bueno, esta es una vista interesante.
Nila se puso de pie. —Oh Dios mío.
Tirando mi mano de sus vaqueros, le metí detrás de mi silla. —Te
dije que tenía una maldita reunión —gruñí.
Buscó nerviosa, luchando por levantar sus pantalones. Sus ojos
se estrecharon hacia nuestro invitado, ansiedad saliendo de ella en
aluvión.
Por una vez, no me importó. Me gustaba bastante su necesidad
nerviosa. Su confusión inquieta.
Giré mi silla, por lo que el hombre en la puerta no vería, levanté el
dedo que había estado dentro de ella y muy lentamente, lo chupé hasta
limpiarlo. Su sabor explotó en mi lengua. Podría haberme venido allí
mismo si no tuviéramos una audiencia.
Nila tropezó, cruzando sus manos sobre el pecho para ocultar la
enorme camiseta y el sujetador.
—Tengo la sensación de que interrumpí algo. Sin embargo, no voy
a ser el caballero y decir lo siento. Sólo voy a quedarme aquí y esperar.
—El hombre se rió en voz baja—. Por supuesto, continúen si deben
hacerlo. Soy un tipo con paciencia.
Nila miró por encima de mi cabeza, tragando el deseo y la
frustración. —De ningún modo. Ya me iba.
Moviéndome rápido, entrelacé mis dedos húmedos alrededor de
su muñeca y tiré para susurrarle al oído—: Lo que acabas de
comenzar... no ha terminado.
Sus ojos se abrieron cuando la solté.
Me di la vuelta para enfrentar a mi invitado. —Hola, Killian.
Nila furtivamente se lanzó hacia adelante para tomar su suéter.
Me reí para mis adentros. ¿Cómo podía ser tan sensualmente confiada
en un momento y tan desconcertante al siguiente? —Nila Weaver,
puesto que ya me retrasaste, por favor di hola a mi cita de negocios.
El hombre en la puerta asintió, llenando el marco con su cuerpo
grande y chaqueta de cuero marrón. La costura de su MC brillaba con
las palabras “Prez” y “Pure Corruption”.
Nila se sonrojó, poniéndose su suéter. —Un placer conocerte…
—Kill —dijo el hombre, entrando en la habitación y tendiéndole la
mano. Una sonrisa se extendió por sus labios, recordando lo que
interrumpió—. Pensándolo bien, tal vez no te daré mi mano. No sé lo
que harás con ella.
Nila se volvió de un rosa más profundo. Sus ojos cayeron al suelo.
Me reí.
Se ganó eso por inquietarme.
Poniéndome de pie, crucé la habitación y estreché la mano del
presidente de Pure Corruption. De pie más alto que yo, con músculos
más grandes que Kestrel y pelo negro rozando su mandíbula, Killian
gritaba violencia e influencia. No era alguien con él que te haces un lío.
Su gran mano estrechó la mía. —Encantado de verte de nuevo,
Hawk.
Nila lo observó, interés brillando intensamente debajo de su
timidez.
Me enojó, pero no me preocupaba. Era bien sabido que Arthur
Killian del Pures Florida no iba tras las mujeres. No era gay, pero por
alguna razón evitaba el sexo opuesto.
Kill me soltó la mano, cruzando los brazos con un crujido de
cuero. —¿Ahora que las presentaciones están fuera del camino... vamos
a empezar?
Traducido por Vane Farrow & NnancyC
Corregido por Annie D

Nila
No podía apartar los ojos del nuevo intruso.
Quería retroceder para volverme lo más invisible posible.
Toda la atmósfera de la habitación cambió en el momento que
entró. Jethro era elegante y frío, tan perfecto como el hielo y tan mortal
como el veneno, pero Arthur Killian era como un tanque. Un arma
apestando a aceite de motorista, luz del sol, y audacia. Mi cuerpo
pertenecía completamente a Jethro, pero no podía negar que los brazos
masivos de Killian, cabello indomable y brillantes ojos color esmeralda
no agitaron mi estómago.
Viniendo hacia mí, su ropa crujió cuando extendió la mano. —No
importa lo mucho que temo por la seguridad de mi mano, no puedo
ignorar una mujer tan impresionante. —El aire zumbaba con fiera
intensidad.
Mi mirada parpadeó a Jethro mientras curvaba mis dedos en los
suyos. Jethro se puso rígido, pero no contraatacó. Mis mejillas ardieron
cuando la mano de Killian se envolvió con fuerza alrededor de la mía.
Él era tan cálido.
Un horno en comparación con Jethro. Y sus ojos. Oh, Dios mío,
nunca había visto esos ojos verdes tan verdes.
—No es tu mano por la que deberías estar preocupado.
Sólo la tuya, Kite. Le lancé el mensaje silencioso a Jethro.
Killian rió. Sonaba como un terremoto retumbante. Negó con la
cabeza casi con tristeza, mirando por encima del hombro a Jethro antes
de mirarme de nuevo a mí. —En ese caso, no sé si debería estar celoso
de la mano de Hawk o apesadumbrado por la mía. —Su voz profunda
era rítmica, un acento diferente a la nítida locuacidad del inglés de
Jethro.
—¿Tú eres americano?
Kill dio un paso atrás, pasándose una mano por el cabello oscuro
que le llegaba a la barbilla. Parecía salvaje, feroz, pero con un
quebrantamiento sobre él que indicaba imprevisibilidad.
¿Qué lo hirió? ¿O quién?
La vulnerabilidad oculta bajo su exterior áspero llamaba el lado
materno de mí. Quería protegerlo de algo. ¿Pero qué? No existía nada en
el mundo que podría perjudicar a este inmenso hombre.
Kill asintió. —Sí, señora. Nacido y criado en Florida.
—¿Qué estás haciendo tan lejos de casa?
Sus grandes botas sonaron a través del suelo de metal mientras
se sentaba en el sofá con estampado de blanco y negro junto a la
puerta. Puntos de luz relucientes brillaban detrás de él, fundiéndolo en
una silueta difusa. Con sus ojos entrecerrados, el tono se volvió oscuro.
—Negocios, principalmente. Y nuevas conexiones.
La forma en que lo dijo no sonaba como negocios.
Había estado alrededor de hombres peligrosos lo suficiente para
reconocer uno con una venganza. —¿Y Jethro va a ayudarte con eso?
—Nila... no te entrometas. —Jethro apareció a mi lado,
envolviendo un brazo frío alrededor de mis hombros. Su fuerza me
asfixiaba, apretando como una boa constrictor en lugar de un sencillo
abrazo.
Mis ojos se dispararon a los suyos. En la presencia de un hombre
que llevaba su vitalidad y emociones a la vista, Jethro parecía aún más
lejano. Una maldita isla rodeada por aguas infestadas de tiburones con
hielo por cascadas y nieve por arena.
Saliendo de su agarre, me crucé de brazos. —¿Sabe Killian lo que
me has hecho? ¿Lo que tu familia ha hecho a la mía? —Fue una jugada
ridícula y una que normalmente nunca haría. Pero Killian me volvió
valiente.
Jethro se congeló.
Sus ojos se volvieron mortales. —Basta. —Señalando a la puerta,
gruñó—: Es hora de que te vayas.
Kill rió. —¿Ella es tu mujer?
Jethro volvió su temperamento sobre el enorme hombre ocupando
todo el sofá con su corpulencia. —No tenemos señoras o mujeres en
nuestro MC. Somos más una empresa que una hermandad.
Kill negó con la cabeza. —No importa. También dirijo los Pures
como un negocio. Pero aún somos familia.
Interrumpí. —Los Diamantes Negros no son familia. Son
empleados.
Kill ladeó la cabeza, clavando sus vibrantes ojos color esmeralda
en mí. —¿Y tú... tú eres una empleada? —Su mirada vagó por mi frente,
absorbiéndome.
Mi corazón latió más rápido, sometido a su escrutinio. Su interés
era visceral, pero no sexual.
Me puse de pie en todo mi tamaño, haciendo puños con las
manos. —No, soy…. —Su Puta Weaver. La mujer destinada a morir por
las absurdas deudas.
—No es una empleada —espetó Jethro—. Es un dolor en el culo y
tiene que irse. —Me guio hacia la puerta—. Me has presionado y
presionado hoy. —Bajando la voz, añadió—: Espera a que lleguemos a
casa. Tendrás que pagar el precio.
Me giré en su agarre, causando que su mano fuera de mi espalda
baja a mi vientre. Jadeé cuando sus largos dedos rozaron mi torso
desnudo bajo mi suéter.
—Esa amenaza no me asusta.
—Ah, ¿no? Debería.
Me acerqué más, maldiciendo la humedad construyéndose entre
mis piernas. —No lo hace porque soy lo suficientemente valiente como
para ceder ante ti. Tú estás aterrorizándome y todo lo que necesito decir
es “Bésame, Jethro Hawk” y veremos quién gana otra vez.
Absorbió una respiración severa. —Pagarás….
—Mírame. —Apartando los ojos de él, miré a Kill de nuevo—. Para
responder a tu pregunta, no soy su empleada. Soy mucho más que eso.
—Mi corazón se rompió un poco por un sueño que nunca tendría—.
Podría ser su todo, pero es demasiado estúpido para ver lo que estoy
ofreciendo.
El rostro de Killian pareció romperse, su propio sufrimiento
chocando contra el mío. Sentí una afinidad con él. Un eco reflejando
nuestros deseos ocultos. Él fue herido por alguien justo como Jethro me
hería.
Puños y patadas y balas podrían mutilar y destruir, pero el
amor... El amor destroza tu interior y te deja hueco, dejándote
destinado a vivir una existencia vacía hasta la muerte. Por suerte para
mí, no tendría que vivir mucho tiempo sabiendo que Jethro nunca
podría amarme.
Jethro se pellizcó el puente de la nariz, buscando algo en el
bolsillo. —Maldita sea, mujer. Vete.
Kill se sentó en el borde del sofá, una sombra negra matizando su
rostro. —Espera, ¿lo amas?
Mi corazón dio un vuelco. No podía mirar a Jethro mientras
confesaba—: Sí. Y créeme, si supiera una manera de detenerlo, lo haría.
Jethro se volvió una escultura de hielo vibrando. Inclinó algo en
la palma de su mano, algo pequeño y blanco.
Kill miró a Jethro, su temperamento arremolinándose alrededor
de la habitación. —¿Sabías que te amaba?
Jethro contuvo el aliento. —¿Qué jodido tipo de pregunta es esa?
—Lanzando la píldora en la boca, tragó.
¿Qué diablos está tomando?
Kill se cruzó de brazos. —Una simple.
Miré a Jethro, esperando su respuesta, rogándole que se
sacudiera de lo que su padre hizo y lo admitiera. ¿Cuál era el
problema? ¿Por qué no me sacaba de mi miseria y profesaba que sentía
igual que yo?
—Kite... —susurré—. Respóndela.
Los ojos de Jethro se trabaron con los míos. Temblaba.
Por favor... deja de alejarme.
Deja de ser tan cruel.
—No hay una respuesta simple. —La voz de Jethro era tensa,
llena de rocas.
Kill se puso de pie, una enorme bola de demolición a punto de
diezmarnos. Ignorando a Jethro, pasó rozándolo y ahuecó mi mejilla
con tanta ternura, que se rompió algo que estuvo supurando dentro de
mí durante meses. —El amor es algo que golpea sin avisar a los más
incautos. Es un jodido regalo y no tiene maldito precio, pero sólo el
merecedor se da cuenta que lo tiene. Sólo los verdaderamente
merecedores luchan cada puto día para atesorarlo. Y los que no lo
hacen... terminan solos.
Dejando caer su mano, frunció el rostro hacia Jethro. —Me da
lástima la gente que no puede ser fiel a su corazón. Pero he terminado
de entrometerme en sus vidas privadas. —Pisoteó de nuevo hacia el
sofá—. Vete, Nila. Hawk y yo tenemos negocios, y quiero acabar de una
vez.
Jethro me miró. Su voz se deslizó en mi oído. —Muchas gracias.
Buen jodido trabajo. —Me empujó hacia la puerta—. Ve a jugar con los
diamantes, señorita Weaver, y déjame para preocuparme sobre las
repercusiones que tu pequeño truco ha causado.
Antes de que pudiera decir una palabra, cerró de un golpe la
puerta y cerró las persianas interiores. Me dejó abandonada y sola,
empapada en puntos de luz, bailando en un arco iris de piedras
preciosas.

***
Pasó una hora.
Una hora llena de moverme lentamente por filas y filas de
diamantes usando gafas de sol. Nunca vi tanta riqueza en un lugar y en
tantas variedades.
Había rocas sin brillo, sin cortar, que no se parecían a ninguna
piedra. Había cortes marquesa, cojines, y princesa de aspecto brillante.
Todas y cada una hacia palpitar mi corazón, porque todas y cada
una simbolizaban cuánta riqueza tenían los Hawks y lo que harían para
protegerlo.
Solté un bufido. Valoran las rocas más que a la vida humana.
Mi mente saltó de nuevo a Jethro y las pastillas que tomó. ¿Eran
la razón de su cambio dramático? Y si era así... ¿qué podía hacer para
desintoxicarlo y hacerlo mío otra vez?
El personal sonreía mientras caminaba por el almacén. Caminé
estrictamente por el centro, no queriendo acercarme demasiado a los
escritorios y terciopelo negro por si acaso se me acusaba de robar.
Nunca haría una cosa así, pero por ahora, no tenía ni idea de lo
que pasaba en la cabeza de Jethro. Cut podría estar esperando el
momento oportuno que me equivocara para lastimarme. Esto podría ser
alguna prueba loca.
Me entretuve el tiempo que pude, antes de girarme y hacer mi
camino de regreso a la oficina. Mirando a las alturas del edificio, fruncí
el ceño. Las persianas seguían cerradas, ningún indicio de vida.
¿Cuánto tiempo más va a estar ahí?
—Puedes tocar, ya sabes.
Mi atención se giró hacia un lado. Un hombre con una panza de
cerveza y barba de candado me indicó que me acercara. —No son
venenosas.
Negué con la cabeza, manteniendo las manos detrás de mi
espalda. —Está bien. Soy más de observar que de tocar.
El hombre sonrió, mostrando un diente cubierto de oro y líneas
alrededor de su boca. Con dedos regordetes, eligió una piedra de la
bandeja delante de él y la puso en su palma. Las luces brillantes
destacaron el cuarzo opaco, y a pesar de mí misma, me acerqué.
—Dame tu mano.
—No, de verdad…
—Mira, viniste con el propietario. Llevas millones de sus
diamantes alrededor de tu cuello. Creo que te permitirán sostener una
roca aburrida como este.
Mi mano se disparó al collar. Los diamantes eran cálidos debajo
de mi tacto, zumbando con vitalidad, casi como si reconocieran sus
parientes.
—Cuando lo pones de esa manera. —Quitándome las gafas de sol,
las empujé a la cima de mi cabeza y con duda extendí la mano.
—Ahí tienes. —Dejó caer la piedra en mi palma. Intenté ignorar lo
extraño que era estar hablando con un hombre medio desnudo en una
sofocante fábrica de diamantes.
Cuando sólo me quedé allí, temiendo que en cualquier momento
Kes llegaría con una pistola o Cut se reiría y me lastimaría, el hombre
negó con la cabeza. —No hay nada que temer. —Señaló a la piedra—.
Ruédala entre los dedos, siente la suavidad, incluso a pesar de que aún
no se ha cortado.
Obedecí, acariciando el diamante nublado y sentí la misma
extraña calidez emitida como la de mi collar. —Se siente viva.
El hombre asintió. —El calor de las lámparas las mantiene
templadas, pero también viene del propio diamante. Hay un viejo
cuento de que los verdaderos diamantes podrían calentar el mundo.
Que tienen suficiente vida y amor en cada piedra para que nunca
estuviéramos fríos otra vez.
La tristeza cayó sobre mí. Jethro trabajaba con los diamantes que
dan calor, sin embargo, nunca conocí a nadie tan frío. —Si eso es cierto,
yo debería estar caliente por siempre.
El hombre se rió entre dientes, extendiendo la mano para
acariciar mi collar. Su silla chirrió cuando su vientre se hundió en la
mesa. —Si deberías. —Su cabeza se ladeó, los ojos deleitándose con el
Wailer Weaver—. He visto esas piedras antes. Son viejas... muy viejas.
—Frunció el ceño, luego su rostro palideció y robó la roca de mi mano.
Mi corazón se aceleró. —¿Cuando... cuando las viste?
Frunció los labios, manteniendo sus ojos abajo. —No me hagas
caso. Olvida que dije algo. Sigue, continúa mirando… hay diamantes
mucho más bonitos a un par de bandejas de distancia.
Toqué sus nudillos, náuseas y terror nadando en mis venas. —La
viste, ¿no?
Se congeló. —¿Vi a quién?
Suspiré fuertemente mientras mi madre aparecía en mi mente.
Ella estuvo aquí. Vivió a través de todo lo que yo viví. Una copia exacta
de mí. —Una mujer con cabello negro hasta al hombro, ojos oscuros y
mejillas pronunciadas. —Mi voz se volvió un susurro—. Me han dicho
que me veo similar… no necesitas negarlo. Viste a mi madre.
El hombre tragó saliva. —No creo que tenga permitido hablar
sobre el pasado, Señorita. —Sus ojos se dispararon hacia arriba a la
oficina—. Mierda.
Su maldición estaba fuera de lugar. Levanté la mirada.
Mi corazón cayó a mis pies.
Jethro.
Permanecía de pie en la escalera de metal, a medio camino de
bajar. Una mano en la barandilla, la otra en el bolsillo de su pantalón.
Su insignia de diamante requerido destellaba en su solapa luciendo
pequeña comparada al tamaño de algunas de las piedras que nos
rodeaban. Las luces encandilaban, causando que sus ojos dorados
brillaran como los diamantes de champagne en la bandeja frente a mí;
igual de único y perfectamente frío. A diferencia del diamante que
sostuve, no existía nada imperfecto sobre este hombre.
Aparte de su mente, por supuesto.
Cuanto más tiempo pasaba con él, más segura estaba que Jethro
y yo éramos iguales al respecto.
Yo tenía un desequilibrio físico. Mi cuerpo no dominaba el arte del
equilibrio y ocasionalmente funcionaba mal. Jethro, por otra parte,
tenía un desequilibrio mental pero en qué, no lo había descubierto.
Sin embargo, tienes una sospecha secreta.
Desde que hablé con Vaughn cuando observamos aparecer una
línea en lugar de dos en la prueba de embarazo, me lo cuestionaba.
¿Podría ser tan obvio? ¿O tan sorprendente?
Necesito ver a Jasmine de nuevo.
No olvidé la forma en que sollozó cuando me marché; no por mí,
sino por su hermano. Ella sabía todo, y era tiempo que compartiera ese
conocimiento.
Jethro descendió las escaleras, sus ojos nunca dejando los míos.
—Mejor muévete —susurró el hombre.
No quería meterlo en problemas, pero no podía moverme.
Jethro se desplazó majestuosamente hacia nosotros, su mirada
reducida contra el resplandor de las luces.
—¿Disfruta su tiempo inspeccionando la mercancía, señorita
Weaver? —Jethro sonrió secamente al hombre a mi lado—. Christopher,
espero que estés consintiendo cada capricho de mi invitada.
Christopher tragó saliva, una gota de sudor bajando por su pecho
desnudo. —Um, sí, señor. —Me echó un vistazo, incomodidad por todo
su rostro.
Lo lamentaba por él, pero me sentía furiosa por mi madre.
Agarrando el brazo de Jethro, lo jalé lejos de la mesa de Christopher. La
ira burbujeó en mis venas. —Fue amable y útil, y bajo ninguna
circunstancia lo castigarás, pero me contó algo interesante. —
Enganchando los dedos debajo de mi gargantilla, gruñí—. Dijo que vio
mi collar antes.
Jethro dejó de respirar.
—Asumo que significa que mi madre fue traída aquí.
No contestó.
—Le fueron dado los mismos privilegios, ¿no? Ya que todo lo que
aprendió fue destruido cuando Cut tomó su vida.
Apretó sus manos en puños.
De repente, todo era demasiado. Suspiré. —No te preocupes. No
te obligaré a que hables. Jamás intentaré obligarte a hacer algo.
¿Podemos irnos? Quiero ir a casa.
Al minuto que lo dije, visiones de mi alojamiento en Hawksridge
vinieron a mi mente… no mi casa en Londres con Vaughn. Gruñí en voz
baja. Incluso mis recuerdos remplazaron mi pasado con todas las cosas
Hawk.
Jethro todavía no pronunciaba una palabra, su piel pálida
volviéndose más blanca cuanto más miraba fijamente.
Le devolví la mirada.
Su cuerpo vibró cuanto más permanecíamos en silencio.
Entonces, reaccionó súbitamente.
Robando mi muñeca, salió hecho una furia por el pasillo,
arrastrándome con él. —Maldita sea, ¿por qué debe todo en mi maldita
vida ser tan difícil?
—Espera. —Tiré de su agarre—. ¿A dónde vamos?
—Silencio.
Miré atrás a la oficina; ¿tal vez ese motero enorme de Pure
Corruption podría salvarme? Si le contara todo… ¿tendría una
oportunidad de ser liberada? —¿A dónde fue Kill?
—Se fue.
—¿De regreso a Florida?
¿Estaría a salvo de ti si volara a América?
—No, al siguiente almacén para recoger lo que prometimos.
Tropecé; el ritmo de Jethro era maniaco. —¿Qué le prometieron?
—Algo a cambio de algo más.
—¿Qué algo más?
—Es un genio con los números. Oculta dinero sucio en muchas
formas.
—¿Y que consigue él?
Jethro gruñó entre dientes. —Preguntas. Siempre malditas
preguntas contigo.
Me encogí de hombros. —Como Kestrel dijo, cavé mi propia
tumba. Mis preguntas pueden ser contestadas ahora.
Incluyendo las que realmente quiero saber. ¡Como por ejemplo
quién eres realmente y por qué no te sinceras conmigo!
Llegando al fin del almacén, abrió una puerta y me arrastró por
un corredor vacío. Al fin de eso, había una salida. Se veía como el
armario de un conserje, pero al momento en que la abrió, reveló una
inmensa barricada plateada con un teclado y una perilla.
Soltándome para ingresar códigos y girar la perilla, me miró con
enfado. —Bien. ¿Quieres saber? Te contaré. —El mecanismo se abrió y
la presión del aire cambió un poco. Con un gruñido, de un tirón abrió la
gruesa bóveda y me hizo señas para que entrara.
Decidiendo obedecer y evitar sus dedos penetrantes, entré a la
enorme caja fuerte.
Jethro me siguió, suspirando en alivio ante el cambio de
temperatura. Adentro era brillante pero frío; el zumbido de los aires
acondicionados mantenía el espacio frío comparado al cálido almacén.
Esperaba ver pilas de dinero y gemas preciosas, pero todo lo que
existía eran muros de cajas de seguridad para depósitos color gris
plomo.
—Preguntaste. Te diré. —Ondeando con la mano al espacio,
Jethro dijo—: Todo esto es para controlar el mundo en que vivimos.
Somos intocables debido a estos pequeñitos pedazos de roca. Hemos
construido un imperio de riqueza acumulada de un simple incidente en
nuestro pasado que nos permitió saltar por encima de la cabeza de los
Weaver y probar que podrían haber sido dueños de Inglaterra en ese
entonces, pero ahora nosotros somos los dueños.
—¿Pero cómo? ¿Seguramente una mina se habría agotado
después de un tiempo?
—No solo tenemos una mina, señorita Weaver. Tenemos docenas
por todo el mundo.
Respuestas a mis preguntas era una novedad; una delicadeza
excepcional. Nunca quería que se detuviera. —¿Dónde?
—Minas de diamantes en África, rubíes en India, zafiros en
Tailandia, esmeraldas en Pakistán. Tenemos el área más exclusiva del
mundo de Alejandrita, una de las piedras más raras, y también tenemos
esto…
Jethro se movió al muro del fondo y usó una llave para abrir una
caja de depósito. Sacándola, la caja era muy grande: una larga porción
gris siendo liberada de un papel tapiz a cuadros.
Otro giro de una llave y la tapa se abrió.
Sin una palabra, metió una mano en la caja poco profunda y
retiró una bolsa de terciopelo rojo. Cosido en el material de felpa se
hallaba el emblema de los Diamantes Negros con sus iniciales en el
frente.
La JKH era exactamente la misma que la de mis dedos.
Mi corazón se aceleró mientras desataba las ataduras,
moviéndose hacia mí. —Extiende tu mano.
No dudé.
Jethro volteó la bolsa de terciopelo, dejando caer en mi palma la
piedra más negra, rica e increíble que había visto en mi vida. Lucía
como la manzana de satán del Jardín del Edén. Grande, brillante e
incorrecta. El peso solo me hizo agarrarla con las dos manos. —Guau.
—El diamante negro más grande jamás encontrado.
La piedra se encontraba en bruto, pero todavía brillaba como si
estuviera viva; como si me sintiera sostenerla y tuviera ojos
devolviéndome la mirada. Mi piel hormigueó. Quería ponerla abajo; de
algún modo sabía que yo no le gustaba. —¿Qué tan grande es?
—Seiscientos quilates. —Jethro se acercó, el aroma de su
especiada loción para después de afeitar rodeándome—. Es la razón de
por qué somos lo que somos.
Parpadeé. —¿Qué quieres decir?
Jethro arrebató la piedra, levantándola al reflector en el techo. —
Fue el tercer diamante que mis antepasados encontraron. No sabían lo
que era, no sabíamos entonces que los diamantes venían en colores:
rosa, amarillo, azul. Pensaron que era obsidiana. Pero sabían que era
algo especial. Cuando regresaron a Inglaterra, lo investigaron. Tuvieron
a los mejores especialistas de Crown Jewels haciendo una tasación.
Giró la roca, su rostro pensativo. —Cuando les dijeron que era un
diamante negro, el nombre se quedó. Los hombres que ayudaron a mis
ancestros a encontrarlo inmediatamente se volvieron conocidos por ese
nombre. —Sonrió—. Curioso que… un pedazo de historia y no tuviste
que pagar una deuda para escucharla.
Escalofríos recorrieron mis brazos.
Hasta ese segundo, me deleité en escuchar como los Hawk se
volvieron poderosos. Pero él lo arruinó. Igual que a todo.
—¿Cómo tu familia fue de servir a mis ancestros a minas de rocas
enormes?
Sacudió la cabeza. —Ese pedazo de información vendrá con un
precio.
—¿Qué precio?
Me presionó hacia su cuerpo, su dureza al instante encendiendo
mi sangre. —Una deuda, naturalmente.
Hice una mueca. —¿Podemos no mencionar aquellas de nuevo?
No cuando estamos solo nosotros.
Sus ojos cayeron a mis labios. —Cuando es solo nosotros, es
incluso más peligroso hablar… sobre cualquier cosa. —Su cabeza bajó;
un mechón oropel de cabello besó su frente—. Tengo algo que necesito
pedirte. —Se tensó—. No pedirte… ordenarte.
—Prefiero si lo pides. Deberías saber para ahora que si te
entregas a mí, haría cualquier cosa por ti.
Me soltó. —Necesito que cuides lo que sientes alrededor de mí.
Mi boca se abrió. —¿Qué?
Sus ojos se lanzaron alrededor del lugar, buscando por ayuda en
las esquinas silenciosas. —No puedo explicarlo, pero lo que sea que
pienses de mí, lo que sea que pienses de la forma en que te he tratado
desde que regresaste, mantenlo para ti misma. No me odies. No me
ames. No me temas. Erige un muro y solo détente.
—¿Me estás pidiendo que deje de sentir? —Jadeé—. Eso es como
pedirle a alguien que deje de respirar, Jethro. No es posible.
Arrastró una mano sobre su rostro. —Las cosas cambiaron, Nila,
y si quieres continuar siendo mía, tienes que hacer esto por mí.
Agua congelada reemplazó mi sangre. —¿Permanecer siendo
tuya? —Moviéndome hacia adelante, toqué su antebrazo—. Te amenazó,
¿no? —Mi corazón dio un vuelco, rebosando brillantemente con el amor
que intentaba contener. Lo que sea que Jethro fuera o hizo, sí se
preocupaba por mí, y ese era el motivo de su sufrimiento—. ¿Qué hizo?
Jethro se apartó, su rostro retorciéndose. —Nada. Esa es una
pregunta que no responderé. Solo haz lo que te pido y tu existencia
continuará sin sufrimiento.
Me reí suavemente. —No lo entiendes. Que seas distante conmigo
es el peor sufrimiento de todos. —Tomando su mano, la coloqué sobre
mi corazón—. No puedes ver las cicatrices que estás dejando en mí,
pero están allí, Jethro. Tan seguramente como las cicatrices en mi
espalda de tu latigazo.
—No puedo seguir haciendo esto —dijo en un suspiro, sus
hombros se hundieron.
—¿No puedes seguir haciendo qué?
—No puedo seguir haciendo esto. —Me empujó, sosteniendo en
alto la piedra oscura—. Un diamante negro es completamente diferente
de uno blanco.
Luché para seguir el cambio de temas.
¿Por qué está cambiando de tema?
—Tienen diferente estructura cristalina. No brillan porque no
refractan la luz. —Sus ojos destellaron—. La absorben.
¿A dónde está yendo con esto?
—¿Cómo tú? Absorbiendo las vidas de los Weaver.
No respondió, tristeza oscureciendo su rostro. —Los diamantes
blancos son ventanas para que la luz rebote y se refleje. Los diamantes
negros son almas, consumiendo todo, ingiriendo su ambiente y dando
nada en retorno.
Su voz se llenó de gravedad, no era solo sobre la piedra. Está
intentando decirme algo…
Mis manos se retorcieron por agarrarlo. Mis labios ardían por
conectar con los suyos.
¡Dime!
No podía mirarme. Ni siquiera podía admitir lo que reveló. No
obstante, el diamante ya no era un objeto innato, pero él sí.
Él absorbía e ingería. Él era un producto resultante de su
entorno.
—Me has absorbido… —dije en un susurro.
Mi voz hizo añicos la confesión de Jethro, volviéndolo de hielo. —
Tiempo de irnos. —Deslizando el misterioso diamante negro de vuelta
en su lugar, cerró con llave la caja de depósito y tomó mi mano.
Nunca mencioné la piedra de nuevo.
No durante el largo camino a casa con Kes.
No yaciendo admitió la verdad.
Y no tenía idea qué significaba.
Traducido por Victoria.
Corregido por Vane Farrow

Jethro
Pasaron dos días.
Dos días en los que evité a Nila, tomé una gran cantidad de
drogas, e intenté todo lo posible para nadar de nuevo en la niebla
adormecedora.
El encuentro en el Callejón Diamante con Killian y Nila en un
espacio cerrado había sido todo un maldito infierno.
Ambos eran demasiado obstinados y de carácter fuerte. Cuando
Kill le preguntó a Nila si ella amaba y Nila se fracturó en pedazos de
dolor, casi me rompí.
Casi.
Ella ya debe haber supuesto lo que yo era para este momento.
No fui capaz de mantenerlo en secreto.
Me encontraba en el punto en que, si me preguntaba de nuevo, se
lo diría. Le diría cada sórdido detalle y diagnóstico de mierda. No podía
ocultarlo más.
La noche después de traerla de nuevo a Hawksridge, Kestrel y yo
estuvimos ocupados con una disputa con uno de nuestros operadores
en el mercado negro. Ellos querían más existencias por menos dinero.
Nosotros queríamos más dinero por menos existencias. Los antiguos
disgustos entre empresas.
Las negociaciones no habían ido bien.
La tensión entre ambos lados me drenó de mi energía, y para el
momento que volvimos a casa, no quería tener nada que ver con las
personas y hui.
Me escondí hasta que la luna se alzó y podía escapar sin
consecuencias. Necesitaba aire fresco. Y lo necesitaba ahora.
Aceleré mi motocicleta por el largo camino, alejándome de
Hawksridge. Girando a la derecha fuera de la finca, me incliné en una
esquina, acelerando hasta que la inercia se volvió un enemigo
intentando sacarme de mi vehículo.
El ruido de la máquina me calmó. El viento fresco en mis mejillas
me dio espacio para respirar. Y la potencia del motor me hizo
invencible.
Pero no era suficiente.
Lo extraño.
Apreté los dientes.
No extrañas nada.
Me negaba a admitir que extrañaba a mi puto caballo.
No había montado desde que Nila pagó la Segunda Deuda.
Dudaba que montara de nuevo. No ahora que era el hijo perfecto y la
vida dejó de tomarme por un tonto.
Cada kilómetro que viajé, la niebla que ansiaba quedaba detrás
de mí hasta que me encontraba lúcido por primera vez en semanas.
Aquí afuera con sólo las ardillas y los búhos de compañía, no
importaba. Suspiré de alivio cuando llegué a las afueras de
Buckinghamshire y me detuve en un punto.
No me hallaba lejos de casa, veinte minutos como máximo. Pero
las paredes de roca y árboles que sobresalían de los bordes del campo
podrían haber estado desde hace siglos; retirados tan lejos de la
humanidad y la tecnología.
Apagando el motor, me quité el casco y busqué a tientas las
pastillas en mi chaqueta de cuero. No tenía ninguna intención de volver
a casa sin más drogas en mi sistema.
—Maldita sea —gruñí, incapaz de abrir la botella con mis guantes
puestos. Mordiendo el dedo medio de mi guante, lo saqué con mis
dientes.
Los dos tatuajes de las iniciales de Nila brillaron bajo la luna.
Me dieron un puñetazo en el estómago.
Mierda.
Todo lo que había mantenido enterrado se levantó sin obstáculos
en la parte desolada de la carretera.
Estás arruinando todo.
No estoy arruinando nada.
Estaba protegiendo a mi hermana, a mi hermano, a mí mismo.
Caminaba la línea que nací para caminar. No podía hacer nada más
que eso, y si Nila esperaba más de mí, entonces mala suerte. No tenía
nada que dar.
Un crujido y una rama sonaron en el campo detrás de la pared de
roca cubierta de musgo junto a la que me detuve. Mis oídos se torcieron
para más; mis ojos intentando ver a través de la oscuridad.
No podía ver nada.
Ignorando el ruido, pensando en un tejón o a un zorro, puse una
pastilla en mi mano y la metí mi boca. Mi cabeza ya latía y mis manos
temblaban. La abstinencia era una hija de puta.
Iba a tragar.
Nunca tuve tiempo de tragar.
Algo duro y brutal golpeó la parte posterior de mi cráneo. Caí
hacia delante, estrellando mi nariz en el manubrio, chorreándolo con
sangre.
—¡Mierda! —No sabía qué dolor era peor: el de la nariz o el de la
parte trasera de la cabeza.
—¿Viajando solo, hijo de puta?
Me puse rígido. Esta era la razón por la que no íbamos a
excursiones de media noche solos. Este era por qué tenía
guardaespaldas y dirigía una jodida banda de motociclistas.
Ladrones y vagabundos.
Parpadeando a través del dolor, me alejé del manubrio y miré
hacia la noche.
Tres motociclistas de los Cannibal Chainmen MC subieron al
muro y aterrizaron en el camino que me rodeaba.
Cada músculo se tensó.
—Ustedes. —Estos cabrones emboscaron nuestras entregas
durante años. Sabían que no podían poner un pie en Buckinghamshire.
Este era nuestro jodido territorio. Ellos pertenecían a Birmingham…
sucias escorias.
—Largo de nuestro territorio —gruñí, bebiendo la sangre y
limpiando el resto con el dorso de la mano. Bajando la pierna de mi
moto, me quedé en su círculo, girando lentamente para inspeccionar a
cada uno—. Saben las consecuencias.
Eran miembros de rango bajo, parcheados, pero sin ningún
puesto de autoridad.
—Oh, conocemos bien las jodidas consecuencias —se burló un
tipo calvo y con los nudillos envueltos en cinta roja.
—Meterse con los Diamantes Negros es una manera segura de
morir. —Escupí sangre en el suelo, deseando que el latido de mi cráneo
se desvaneciera—. Les sugiero que se larguen. Nuestro territorio.
Nuestras reglas.
El motociclista se rio. —Ah, pero si eliminamos al Vicepresidente
de los Negros, ¿no vuelto eso nuestro territorio?
Eso ni siquiera tiene sentido. Los idiotas de mierda tenían que
eliminar a Cut para que eso se vuelva una posibilidad. Y eso nunca
sucedería.
Continuaron girando en círculo. A pesar de que me hallaba
atrapado en el centro, les guie hacia el medio de la carretera… lejos de
la pared y de mi moto.
Necesitaba espacio abierto para ganar.
Necesitaba silencio, oscuridad y nada de interrupciones. Mis
manos se cerraron, estirando los nudillos y los tendones, preparándome
para pelear. No había estado en una pelea durante meses. Y...
necesitaba una.
Joder, realmente lo hacía.
Necesitaba algo para liberar la tensión. Para deshacerme de todo
en mi interior. Para finalmente gritar y rabiar y jodidamente ceder hacia
el odio del que nunca parecía estar libre.
Estos hombres no tenían ni idea de en lo que se habían metido.
La intensidad con la que había vivido toda mi vida permanecía
con una correa, pero poco a poco dejé que me afectara. Bebiendo de su
violencia y sed de sangre… me infecté.
En ese momento, bañado por la luz de luna y el brillo de las
estrellas, fui libre.
Libre como si estuviera en un campo de polo. Libre como lo era
cuando me deslizaba dentro de Nila.
Joder, he sido demasiado cruel con ella.
Lejos del Hall y de las presiones de mi vida, podía ver con
claridad. No había ninguna jodida excusa para lo que me había
convertido.
—¿Hiciste las paces, idiota? —dijo el calvo, sonriéndole a sus dos
cómplices con el cabello marrón oscuro. Se quitaron sus chaquetas,
revelando camisetas sin mangas sucias y brazos tatuados.
Me troné el cuello, sonriendo con los dientes ensangrentados. —
¿Lo han hecho ustedes?
Se rieron.
Me reí.
Me moví primero.
Un grito salió de los labios del líder cuando golpeé mi hombro en
su pecho y lo lancé al asfalto. En el momento en que su espalda chocó
contra la carretera, le di un puñetazo.
Una y otra y otra vez.
Rostro, nariz, sien, garganta.
No era alguien quien lo pensaba para pelear. Una vez que me
decidía, lo hacía. Sin segundas oportunidades. Sin cuestionamientos.
Una lluvia de puños cayó sobre mi espalda y mi cráneo. Rodé del
líder, poniéndome de pie.
Los hombres le lanzaron una mirada de preocupación a su
compañero inconsciente. —Morirás por eso.
Sacudí la cabeza. —Incorrecto.
Atacaron juntos.
No me esperaba eso. Parecían descuidados y desorganizados, pero
se movían como uno solo. Me cubrí la cabeza mientras me atacaban.
Dolía.
El dolor era bueno.
Pero su ira y temperamento salvaje era mejor.
Se metió en mi sangre, alimentándome, recargándome.
Me solté.
Le di rienda suelta a lo que había luchado en contra toda mi vida.
Mis paredes se vinieron abajo.
Bebí su veneno.
Y maté a esos hijos de puta pieza por jodida pieza.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Daniela Agrafojo

Nila
—Soy yo. ¿Puedo entrar?
Volví a llamar a la puerta de Jasmine.
Por las últimas dos noches, me escabullí por las escaleras de
piedra y llamé. Y durante las últimas dos noches, me ignoró.
Sabía que estaba allí. La luz brillaba bajo la puerta y la cámara
parpadeaba sobre el marco. De vez en cuando, una sombra rodaba más
allá, pero nunca abría.
Incluso intenté con la manija de la puerta para irrumpir sin ser
invitada. Se encontraba cerrada con llave.
—Jasmine. Realmente necesito hablar contigo. —Presioné mi
frente contra la madera—. Antes de que sea demasiado tarde.
El tiempo tenía una horrible forma de acelerarse aquí.
El mes que pasé lejos de Hawksridge ya se había convertido en
recuerdos chirriantes. Vaughn y mi padre me enviaban mensajes de
forma continua, nunca satisfechos con mi respuesta de que tenía que
volver. Que sabía lo que hacía.
¿Por qué no me creerían? Ni siquiera yo me creía.
No tenía ni idea de cómo haría lo que se necesitaba.
Jethro me evitaba. Cut se reía de mí. Y Daniel se ocultaba en el
fondo como hongos esperando para consumirme. Cada noche me
arrojaba más rápido hacia otra deuda. La última estaría pronto en el
horizonte, luego todas mis opciones se habrían ido.
No podía permitirme el lujo de ser indiferente o lenta.
Tenía que ser inteligente y actuar con rapidez.
Volví a llamar. —Por favor. Déjame entrar.
Nada.
No podía regresar a mi habitación, no otra vez. Las últimas
noches, me había vuelto una insomne y sufría todas las mañanas de un
vicioso ataque de vértigo.
No había vomitado desde que salí de Londres, pero cada vez que
mis pensamientos se desviaban hacia el anticonceptivo que Jethro me
había administrado, mi estómago se revolvía de tristeza y rabia.
Aunque no importaba, ya que no había hecho ningún movimiento
para besarme después de la foto para la revista, mucho menos de
dormir conmigo.
Si no ganaba, jamás llegaría a conocer la alegría de tener un niño,
ser sostenida en brazos de un hombre, mientras engordaba con su bebé
no nacido. Vaughn nunca tendría una sobrina o sobrino y mi padre...
No podía pensar en él sin sufrir una angustia terrible.
Nunca tendría un nieto. Pero creo que... creo que siempre lo supo.
Me mantuvo alejada de los hombres toda mi vida, así nunca tendría la
oportunidad de enamorarme y concebir, como lo hizo mi madre antes
de que los Hawk la tomaran.
Ella encontró a su alma gemela antes de que el terror la
encontrara.
Encontré la mía el día que fui secuestrada.
—Jasmine, no me voy a ir. No esta vez. —Con un peso en el
corazón, me di la vuelta y me deslicé en la alfombra junto a su puerta.
No me iba a ir hasta que saliera.
Estaría allí toda la noche si tenía que hacerlo.

***

—Nila... —Los ojos de Jethro se volvieron tan brillantes y dorados


como el sol.
Me derretí en sus brazos, levantando mis labios por un beso tierno
y lleno de amor. Sus labios eran como un sorbete; dulces, hormigueantes
y deliciosos.
—Te amo, Kite.
Me apretó más fuerte, su lengua entró en mi boca para lamer y
saborear.
Temblé. Empujándolo hacia atrás, el campo de margaritas y
tréboles se balanceó mágicamente con la brisa de verano. Estábamos
solos en este prado idílico; no había nadie que lo arruinara.
Ningún Hawk. Ninguna deuda. Ningún Weaver.
Solo besos y amor.
Nuestra ropa de repente desapareció, y pasé la punta de mi dedo
por su esternón, a lo largo de su estómago definido, siguiendo el pequeño
rastro de cabello hacia su ingle.
Deslizándome hacia abajo por su cuerpo, cerní mi boca sobre su
erección.
—Me encanta darte placer.
Su espalda se disparó hacia arriba cuando lo guie a mi boca,
girando mi lengua e inhalando su sabor.
Sus fuertes dedos se entrelazaron en mi cabello, sosteniéndome
firmemente. Sus caderas se levantaron para encontrar mis labios,
empujando con suavidad, rogando por más.
No se lo negué.
Lo dejé establecer el ritmo, cada vez más húmeda con cada golpe
de su pene en mi boca. Luego me movió, levantándome en sus brazos
fuertes, y colocándome sobre su cuerpo desnudo.
No habló cuando me senté a horcajadas sobre él, posicionándome
sobre su pene.
Los dos gritamos cuando me hundí en su longitud.
Abajo y abajo. Profundo y profundo.
Colocando las manos sobre su pecho, me balanceé sobre su
enorme tamaño, temblando mientras se enfundaba por completo. Solo
una vez que me reclamó, abrí los ojos y miré hacia abajo.
La alegría en su rostro.
La adoración en su mirada.
El amor ardiendo en cada uno de sus pensamientos.
Lágrimas llenaron mis ojos cuando levantó las manos y entrelazó
nuestros dedos.
—Soy tu ancla ahora, Nila. Móntame. Úsame. Contrólame. Siempre
te sostendré. Siempre te agarraré si caes…
Caí hacia atrás, cayendo a través de un agujero de gusano,
cayendo, cayendo.
El delicioso sueño se hizo añicos.
Mi espalda chocó con la alfombra suave y mis ojos se abrieron.
Relucientes ruedas plateadas y dorados ojos entrecerrados me dieron la
bienvenida a la realidad.
—¿Qué demonios estás haciendo?
Volviendo a sentarme, me limpié los ojos y esperé que mis mejillas
no estuvieran rojas. Tener una fantasía erótica era una cosa. Tener una
fantasía erótica sobre el hermano de la mujer ahora mirándome era otra
completamente diferente.
—Normalmente, si una persona no responde a su puerta, es
porque no quiere que la molesten.
—Me ignoraste. Tuve que tomar medidas drásticas.
Jasmine suspiró. Su cabello oscuro se hallaba plano en un lado,
su piel sonrosada por el sueño. Mirando más allá de ella, me di cuenta
de que las sábanas de su cama se encontraban volteadas y el camisón
de algodón blanco con cintas azules, la cubría de pies a cabeza.
Me levanté. —Si no quieres hablar conmigo, dime en dónde está
su habitación.
—¿Dónde está la habitación de quién?
Rodé los ojos. —Vamos, no juegues este juego. Sabes quién. Si
supiera en dónde encontrarlo en este lugar olvidado de Dios, iría y
acamparía fuera de su puerta en vez de la tuya.
Resopló. —En primer lugar, no está en esta planta. En segundo
lugar, me pregunto cuánto tiempo se te permitirá eso hasta que Cut
trate contigo. —Dejándome en el umbral, se giró de vuelta hacia la
cama.
Cerré la puerta y la seguí. Parada incómodamente al final del
colchón, dije en voz baja—: ¿Quieres un poco de ayuda?
Su cabeza se giró hacia mí. —¿Me veo como si necesitara ayuda?
—Ondeó la mano por la habitación vacía—. ¿Tengo una sirvienta para
ayudarme? ¿Crees que no puedo manejar sola ni siquiera la más simple
de las tareas?
Me estremecí. —No, por supuesto que no.
Juntando los dedos, para evitar cualquier posibilidad de estirar
las manos, me quedé fija en la alfombra mientras Jasmine bloqueaba
las ruedas y colocaba sus manos sobre la cama.
No era alta y con un pequeño gruñido, se levantó desde la silla
hacia las sábanas.
Con enérgica eficiencia, se deslizó contra las almohadas, extendió
las manos para dirigir sus piernas torcidas que colgaban y colocarlas
perfectamente rectas, y después se cubrió con el edredón.
—¿Ves? —se burló.
Caminé hacia adelante, sentándome a su lado. —Eres muy hábil
en eso.
Una risa irónica se le escapó. —He tenido muchos años para
acostumbrarme.
Silencio incómodo cayó; luché por buscar otro tema. —¿Naciste
así?
Sus ojos brillaron. —No.
Mi corazón se aceleró ante su simple pero muy reveladora
respuesta. Decidiendo que no tenía nada que perder, murmuré—:
¿Alguien te hizo esto?
Su cara se cerró. Señaló la puerta. —Quiero que te vayas.
—No. No hasta que me digas donde puedo encontrar a Jethro. —Y
explicar lo que pasó mientras no estuve.
Se cruzó de brazos, haciendo pucheros como una niña pequeña
rodeada de almohadas de color amarillo-limón.
—Vienes a mi habitación y exiges saber dónde duerme mi
hermano. Dios, tienes valor. —Ladeó la cabeza, su corte bob
deslizándose hacia su barbilla—. ¿Qué? ¿Para que puedas matarlo o
follarlo?
Tosí con sorpresa. —Suenas igual a él. Dijo exactamente lo mismo
cuando me arrastró hasta aquí por la Marca.
Jasmine contuvo el aliento. —Bueno... ¿cuál de esas opciones es?
Me senté más recta. Esta podría ser mi única oportunidad de
poner a Jasmine de mi lado. Con el fin de encontrar la verdad, tenía que
darla. Sin importar cuán revelador sería.
—Estoy enamorada de tu hermano. Lo odio casi todos los días,
pero eso no impide que mi corazón idiota lo ame. Amo la bondad
enterrada en su interior. Amo la forma en que quiere ser mejor, pero no
puede. Amo la forma en que me acaricia. Y no me avergüenza admitir
que amo dormir con él.
Mis mejillas se encendieron, pero continué con valentía—: Él es
mío así como yo soy suya. No soy tu enemiga, Jasmine. Quiero ser tu
amiga.
Cayó el silencio, espeso y empalagoso.
Nunca dejó de mirarme.
El miedo se precipitó por mis brazos. —¿Qué pasó el día que vino
la policía? Antes de eso, eras… agradable conmigo. Eras muy
hospitalaria. Pero ahora... me odias. —Bajando la cabeza, dije—: No me
fui por mi propia voluntad. Ya lo sabes.
La animosidad se arremolinó más espesa, rodeándonos.
Por último, suspiró. —Sé que no te fuiste por voluntad propia.
—¿Entonces por qué me castigas? Mi hermano se metió en cosas
que no entiende. Sé que esto le costó mucho a Jethro, pero no fue mi
culpa.
Se quedó mirando el techo, luchando contra un brillo repentino
en sus ojos.
—Pero lo fue. Fue culpa de ambas. Lo presioné para que te dejara
entrar, y ganaste por hacer que le importaras. Las dos lo volvimos tan
vulnerable. Cut... —Apartó la mirada, mordiéndose el labio.
Me acerqué más, palmeando su rodilla. No sabía si podía sentirlo,
pero la apreté todos modos.
—¿Qué le hizo?
Jasmine agarró la colcha. —No lo sé. Kite no me lo dirá. No puedo
llegar a él. No como solía hacerlo. —Su mirada buscó la mía—. No
quiere hablar conmigo. Ni siquiera viene a verme. Se ha apartado a
Kestrel también. Ya no monta. Es como si todo lo que lo hizo mi
hermano roto se ha perdido.
Mi alma se rompió ante la idea. —No puede estar perdido. Tiene
que haber una forma de cambiar lo que sea que hizo Cut.
Negó con la cabeza. —Nunca lo he visto tan frío, tan distante. Es
exactamente igual que nuestro padre, y me aterra pensar que lo he
perdido. —Una lágrima rodó por su mejilla—. Supongo que en cierto
modo, debería estar agradecida. Al menos todavía respira.
Mi mundo se detuvo. —¿Qué quieres decir?
Frunció el ceño. —Oh, no parezcas tan sorprendida. Debes haber
supuesto lo que sucedería cuando saliste de Hawksridge y nunca
miraste atrás.
—Él me dijo que no mirara atrás —espeté—. Me obligó a obedecer
usando mi amor en mi contra.
Su rostro se volvió gélido de ira. —Sí, pero podrías haber
encontrado una manera de volver antes. Debiste haberle creído a
Bonnie cuando dijo que ganaste tu libertad a costa de otra.
No quería oír más.
Jasmine se burló. —Mi padre está haciendo todo lo posible para
destruir tu línea debido a alguna venganza antigua y estúpida que debió
ser descartada hace siglos. Si puede hacerle eso a personas inocentes,
¿qué significa eso para los que se preparan para hacerse cargo de su
trono? —De pronto se inclinó hacia delante, quitando mi mano de su
rodilla. Sus uñas arregladas de forma francesa se clavaron en mi piel—.
Lo que sea que Jethro ha hecho o con lo que sea que Cut lo amenazó,
es el último recurso. Pensé que nunca volvería a ver a mi hermano otra
vez. Pensé que en el momento en que salieras de Hawksridge, Jethro
también desaparecería. Pero no lo hizo. Aún está vivo, pero solo Dios
sabe las estipulaciones que Cut le impuso.
Me acercó más. —Solo mantente alejada de él. No trates de
encontrarlo. No trates de amarlo. No intentes hacer nada para alterar el
equilibrio que fue capaz de encontrar. Lo extraño, pero prefiero tenerlo
inalcanzable y vivo que preocupado y muerto.
Alejó mi mano. —Ahora vete, antes de que llame a seguridad.
Me puse de pie, dirigiéndome rápidamente hacia su puerta. Tenía
que irme antes de estallar en lágrimas ante el puro odio que sentía por
mí. Cada palabra fue entregada con furia y disgusto. Ya no era una
amiga, sino enemiga.
¿Cómo podía cambiar tan fácilmente?
¿Cómo podía renunciar a Jethro cuando sabía que estaba tan
cerca de romperse de nuevo?
Lo está protegiendo. Piensa que no hay esperanza.
—¿Ah, y Nila?
Mis ojos encontraron los de Jasmine. Dijo en tono monótono—:
No vuelvas aquí. Deja a mi hermano en paz. Deja que esta locura
termine. Te lo ruego.
No fue hasta que bajé las escaleras y entré a mis propias
habitaciones que desentrañé el mensaje en sus palabras finales.
Deja que esta locura termine.
Me está pidiendo que los deje ganar.
Me está pidiendo que muera.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Jadasa

Jethro
Colgando una toalla alrededor de mi cintura, salí de mi cuarto de
baño lleno de vapor y caminé a través de mi habitación para conseguir
el botiquín de primeros auxilios.
Mis nudillos se encontraban destrozados, y apenas podía ver a
través de mi ojo derecho, mi labio estaba partido y salpicaban mi torso
un sinnúmero de moretones. Pero joder, me sentía mejor de lo que me
había sentido en meses.
Me estremecí como un maldito adicto necesitando otra dosis, pero
disfruté del triunfo y la adrenalina de jugar a ser Dios sobre otra
persona para un cambio.
Pasando frente al espejo de cuerpo entero, me encogí ante mi
reflejo. No lucía como si hubiera sido el vencedor, pero todavía me
hallaba aquí y ellos no.
Jodan eso, imbéciles.
Agarrando el botiquín de primeros auxilios de la cómoda del siglo
diecisiete, volví a mi cama para comenzar los arreglos.
No necesitaba puntos de sutura o atención médica grave, pero
necesitaba crema antibacteriana y unas curitas de mariposa para
sujetar el corte en la frente en lo que se sanaba.
Malditos jodidos perras caníbales, pensaron que podría matarme
cuando me encontraba solo. Mañana, su presidente tendría una
desagradable sorpresa cuando el agricultor local inspeccionara su
campo de patatas y encontrara tres nuevas variedades brotando en el
lugar.
Dejé una tarjeta de presentación en cada uno, un diamante sin
valor. Cortesía de mi familia y de nuestro poder sobre la inmortalidad.
No habría ninguna represalia. Se hallaban en nuestro territorio,
así de jodidamente simple.
Me dolían los músculos, mi cabeza palpitaba, pero mi mente se
hallaba benditamente clara. Podía pensar bien, libre de emociones y
presión. No me topé con nadie desde mi llegada.
Una nueva receta para píldoras se hallaba sobre mi mesita de
noche. Por mucho que me encantaba esta claridad, no podía soportar
que llegara mañana. Hice una nota para tomar una en el momento en
que terminara de parchearme.
Sentado en el borde de la cama, abrí la tapa del botiquín y escogí
un tubo de antiséptico.
Mi puerta se abrió.
Mierda, olvidé cerrar la maldita cosa.
Levanté la mirada, esperando ver a Kes, mi padre, o incluso a
Daniel para una charla a las tres de la mañana. En su lugar... Nila
jodida Weaver se hallaba paralizada en el umbral.
Dejé caer el tubo de crema.
Blandía su daga robada y un candelabro de bronce de una de las
mesas que se encontraban en los pasillos. Llevaba el cabello suelto, una
cortina de medianoche, y su camisola negra con pantalones cortos
secaron mi boca instantáneamente.
Mierda, mierda, mierda.
¿Qué demonios?
Me puse de pie al instante.
El botiquín se cayó al suelo, arrojando sus gasas y vendas a todos
los rincones de la habitación.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —Caminé hecho una
furia, dispuesto a cerrarle la puerta en la cara. No podía estar aquí. No
con mi apariencia o condición.
—Oh Dios mío. Te encontré.
Agarré el pomo de la puerta. —Vuelve a tu habitación, señorita
Weaver.
—¡No, espera! —Se precipitó en el interior antes de que pudiera
cerrarla. Lanzándose a mi cama, corrió alrededor del gran colchón,
colocándolo entre nosotros y blandiendo sus armas—. He estado
buscando durante horas. He intentado todas las habitaciones en la
planta baja. Casi me rendí cuando encontré una puerta secreta en el
salón.
¿Había estado caminando toda la noche? ¿Sola? Joder, ¿no sabía
lo jodidamente peligroso que era?
Daniel no dudaría. Mi padre tampoco lo haría.
—Eres una niña ingenua e imprudente. —Cerrando la puerta,
aceché hacia ella—. ¿Tienes alguna idea de lo que podría haber pasado
si te hubieran visto?
Sus ojos se deslizaron alrededor de mi habitación, observando los
techos altos, antiguos juguetes de valor incalculable y artefactos,
alfombras chinas tejidas. —Tengo una vaga idea. —Levantó el mentón—
. Pero era un riesgo que me encontraba dispuesta a correr. Después de
todo, ¿qué más podía hacer?
Lanzando el candelabro sobre la cama, rodó la muñeca. —Me
evitaste durante días después de decirme algo críptico acerca de los
diamantes negros y la absorción de luz. Me dijiste que dejara de sentir
alrededor de ti. Me dejaste de lado mientras tragabas una droga que
nunca tomaste antes. Todo esto me lleva a una conclusión, señor Hawk.
—¿Oh? ¿Y qué conclusión es esa?
Así que, entendió mi medio intento de hacerla entender.
¿Por qué no podía simplemente salir y contárselo?
¿Por qué tenía que seguir oculto?
—Una conclusión que necesita probarse. —Suspiró suavemente—
. Tengo una teoría, ya ves. Y si tengo razón... bueno, significa que las
cosas cambiarán entre tú y yo.
Mi corazón bailó tap a un paso loco.
No tienes idea de cuánto anhelo eso.
—Eso nunca sucederá.
—Ni siquiera sabes mi teoría.
—Sé lo suficiente como para pedirte que te vayas.
Antes de que destruyas tu propia vida y hagas que jodidamente
muera en el proceso.
Tenerla aquí, en mi espacio, sin niebla para protegerme,
saboreaba todo lo que ella sentía como el buen vino, trufas caras, ricos
postres. La ira, el deseo, el miedo... y sobre todo, el amor. Debajo de su
temperamento, brillaba con él. Vibraba con él.
Era lo único que podía hacer para mantenerme en pie y no ceder
ante las oleadas de aceptación incondicional.
Gruñí—: Nila, tienes que irte.
—No. No hasta que averigüe qué eres.
Me estremecí, olvidando mis dolores corporales y heridas y
sufrimientos emocionales en su lugar. Me destrozaba, rompiendo las
reglas que Cut estableció. Si ella podía ser tan fuerte, ¿por qué yo no?
¿No podía permitírmelo por solo una noche?
—No lo comprendes. —Me moví hacia adelante—. No puedes estar
aquí.
—Dime, entonces. —Colocando la daga sobre mi mesita de noche,
dejó caer las manos. En un solo movimiento, pasó de guerrera a
sacrificada, invitándome a tomarla—. Hazme entender, Jethro.
La cabeza me daba vueltas. Necesitaba tiempo para decidir si era
tan estúpido como para ponernos a ambos en peligro. Si iba a ceder
ante ella, solo podía ser por una noche.
Cada vez más cerca, murmuré—: Para encontrar mi habitación,
debes haber pasado a través de todos mis aposentos.
Entrecerró los ojos ante mi cambio de tema, pero asintió. —Sí. Tu
habitación es la última a lo largo del corredor. —Su cuerpo se suavizó—
. Hay tantos espacios. Grutas artificiales de juego, oficinas, un
gimnasio. Debo haberme asomado a una docena de habitaciones tras
deslizarme a través de esa puerta secreta.
Un montón de espacio para un hombre que necesitaba mucha
distancia.
Parecía un lujo; pero en realidad, era una jaula dorada.
—¿Y eso no te dice algo?
Frunció el ceño. —¿Dime qué?
—Que esta parte del Hall es privada. No quiero huéspedes. No
quiero compañía. Mantengo mi vida alejada de mi familia, a pesar de
que vivimos en la misma casa.
Temblaba mientras continuaba cerrando la distancia entre
nosotros. Con cada paso que daba, luchaba por ser lo suficientemente
fuerte como para alejarla. Ella permanecería ilesa mientras yo podía
fingir ser el heredero perfecto.
Cuanto más tiempo permanecía en mis aposentos, más me
esforzaba para rechazarla.
Casi como si siguiera mis pensamientos, susurró—: No importa.
Te encontré. Ahora sé dónde vienes cuando desapareces y me evitas.
Mis manos se hicieron puños al tiempo que pensamientos
deliciosos llenaban mi cabeza: meterla furtivamente en mis
habitaciones, dormir junto a ella, follarla sin cámaras informándole a
Cut cuán desobediente era.
Mi mandíbula se tensó. —No habrá una próxima vez, Nila. —
Señalando la puerta, gruñí—: Tienes que irte.
—¿Por qué? Dame una buena razón y podría considerarlo. —
Abandonando su lugar junto a mi cama, se acercó a mí.
Aspiré una bocanada de aire mientras su mirada bailaba sobre mi
cuerpo. Sus dedos se movieron al tiempo que observaba mi frente
sangrando y nudillos. —Estás herido.
—Estoy bien.
Se quedó mirando mi labio partido antes de que sus ojos se
dirigieran a mi torso todavía húmedo, a la toalla alrededor de mi
cintura.
Una imagen de nosotros caminando de regreso de los manantiales
vestidos solo con toallas llegó rápida y fuertemente.
Nunca había sido tan libre. Tan feliz ante la idea de decirle todo y
finalmente admitir que Nila era eso para mí. Que podría tener una
oportunidad.
Era una quimera. Y una que nos metió a ambos en este lío.
—Joder. —No podía tenerla aquí, y definitivamente no podía tener
esos pensamientos.
Intenté agarrarla, pero salió disparada. Saltando en mi cama
como presa huyendo, sus diminutos pies desaparecieron en el edredón
de plumas mientras brincaba sobre el colchón. Saltó, una vez más,
colocando la cama entre nosotros.
Un dolor de cabeza palpitaba y los moretones en mi caja torácica
escocieron cuando pasé una mano por mi cabello mojado. —No quiero
jugar más juegos.
Sin apartar la mirada, colocó sus palmas sobre mi cama. —Yo
tampoco. Ambos establecimos eso. —Su voz bajó—. Estás herido,
Jethro. Deja que te ayude.
—No. Necesitas irte.
¿Cuántas veces tengo que decírtelo?
Eche un rápido vistazo a las píldoras en mi cama. Si tomaba una,
el adormecimiento podría darme suficiente aplazamiento para echarla.
—¿Quién te hizo esto? —murmuró, de nuevo acercándose cada
vez más, olvidando que su intención era permanecer lejos de mí, no
consolarme.
Su preocupación era como una manta de visón, con dulzura
cálida y tan, tan suave.
Desearía que permaneciera alejada. Su preocupación podría ser
una manta, pero su amor... Mierda, su amor era una cuchilla
cortándome en pedazos.
Seguía acercándose, ya no intentando huir.
Levanté mi mano. —Quédate ahí.
—Jethro... no hagas esto.
—No, tú no hagas esto —dije bruscamente—. No sabes lo que
estás arriesgando.
Nila no respondió, y no se detuvo.
Mi garganta se secó. Quedé atrapado entre el muro que mi padre
erigió y el abismo que ella creó. Necesito ayuda. Mis manos temblaban
mientras me lanzaba hacia mi lado de la cama y tomaba la botella de
píldoras.
Mi cuerpo retumbaba de la pelea, pero eso no era nada
comparado a la forma en que mi mente sangraba estando cerca de ella.
Era como uñas sobre una pizarra, obligándome a escuchar, sin
importar si quería o no.
Las tabletas ofrecían tranquilidad. Paz.
Necesitaba eso.
—¡No! —Nila corrió hacia adelante, apartando la botella de mi
mano con un golpe. Las píldoras cayeron por toda la alfombra.
—¿Qué demonios?
—Lo que sea que son, no las tomes nunca más.
Mi temperamento burbujeó. —¡Son analgésicos! —Levanté mis
nudillos rotos, empujando la evidencia en su rostro—. Mira.
Frunció el ceño. —No, no lo son. —Hurgando en el botiquín de
primeros auxilios, sacó algunos antiinflamatorios y paracetamol—.
Estos son los analgésicos. —Tomando mi mano, lanzó el paquete de
ampolla en mi palma—. Lo que sea que esos otros son, te están
lastimando, no ayudando.
Tirando las pastillas, pasé una mano por mi cara. Estando así de
consciente después de un mes de apatía, mis viejas preocupaciones
volvieron. Extrañaba a Jasmine. A Kes. Y joder, extrañaba a Nila. Tan
malditamente tanto.
La miré debajo de mi ceño, incapaz de pelear más.
¿Quería hablar? Bien. Hablaría.
Habíamos jugado al gato y el ratón demasiadas malditas veces. La
trampa saltó, y si la muerte era la recompensa, entonces seguro como el
infierno haría que valiera la pena.
Agarrando sus caderas, la arrastré más cerca. Jadeó a medida
que hacía círculos con mis pulgares sobre el satén frío de sus
pantalones cortos para dormir. —Viniste aquí por una razón. ¿Cuál era?
Parpadeó, lujuria ardiendo en sus ojos negros. —Eh... Vine a...
La jalé más cerca, encajando su pequeño cuerpo contra el mío. —
¿Sí?
Mi ritmo cardíaco se aceleró. Mi polla se engruesó. Ceder era un
afrodisíaco final, y el dolor se disolvió a favor de mi intensa necesidad
de follar.
Arqueé una ceja, arrastrando mi mirada por su cuerpo.
Tenía magia. No negaba eso. Magia que no lográbamos dominar a
pesar de que la traté como una bruja con el taburete de inmersión.
Tragando saliva, entrelacé mis dedos en su cabello, curvándolas
alrededor de su nuca. Se mordió el labio mientras presionaba mi
erección engrosada en su vientre. —No viniste a hablar, ¿verdad?
Viniste para esto. —Me balanceé de nuevo.
Sus ojos se cerraron de golpe.
—Admítelo —ronroneé—. Admite que todo esto es nuestra versión
de juegos previos. Discutimos. Peleamos. Y entonces... —Mis dedos se
apretaron alrededor de su cuello—. Follamos.
Hizo un ruido entrecortado que causó que mi corazón se agrietara
y sangrara. —Tienes razón... —Su mano desapareció entre nosotros,
enganchándola alrededor de mi polla a través de la toalla.
Retuve un gruñido mientras su pulgar presionaba la cima,
disparando descargas eléctricas a mis bolas.
Sus pezones se endurecieron bajo el satén negro. Volvió con toda
su fuerza la lujuria que conjuró en mi oficina en el Callejón Diamante.
—Maldita sea, me pruebas. —Cerrando mis manos en puños con
su cabello, la estiré hacia atrás, sujetándola mientras me agachaba
para succionar su pezón.
Gritó, su mano liberó mi polla para tirar del nudo de la toalla. —
Sí... Jethro.
—Realmente eres el peor tipo de castigo —jadeé, chupé, la rocé
con mis dientes.
Se retorció. Se hallaba tan jodida como yo, nublada por sexo y
borracha. La lujuria infundió el aire, el deseo se volvió el oxígeno y el
hambre se volvió vida.
Ambos estábamos destruidos. Y la única cura era ceder.
—Te daré lo que estás buscando. —La dirigí hacia atrás a la
cama.
Envolvió los brazos sobre mis hombros, saltando en mi abrazo. —
Dame todo. Te lo ruego.
La tomé, sosteniendo su peso mientras sus piernas se envolvían
alrededor de mis caderas. Embistió contra mí.
—Joder, Nila.
Unos pasos más y la tendría sobre la cama. Si pudiera
jodidamente caminar. Mi cuerpo entero vibraba de necesidad. —¿Por
qué viniste aquí?
Sus labios se separaron. Su cabello negro brillaba bajo las luces
tenues de mis lámparas de noche. —¿Quieres la verdad?
Asentí.
Al presionar sus pechos contra mi pecho, me susurró al oído—:
Vine aquí para ser llenada, tomada, montada. Vine para encontrarte de
nuevo. Vine a recordarte lo que tenemos. Vine por muchas razones,
Jethro, pero sobre todo, vine a salvarte.
Mi alma se hinchó al tiempo que el colchón golpeaba mis rodillas.
La doblé hacia atrás, observando su piel enrojecida y ojos chispeantes.
No podía hablar. ¿Qué tenía que decir a eso?
¿No necesito jodidamente salvarme?
¿No quiero que vengas por mí?
Por supuesto, que quería. Cualquier persona después de una vida
de soledad soñaría con alguien aceptándolo incondicionalmente.
Todo lo que quería hacer era caer de rodillas y suplicar,
jodidamente rogarle para que finalmente entendiera, que viera que la
única manera de existir era dejarme ser quien había nacido para ser.
Tenía que tomar su vida. Tenía que permanecer con vida. Uno de
nosotros moriría, si no ambos.
Ella quería esperanza, la creencia de que esto podría tener un
final feliz.
Pero no puede tenerlo.
Y eso era demasiado para resistir.
Se deslizó hacia mis almohadas, abriendo las piernas. Con
audacia sensualidad, enganchó los dedos en la cintura de sus
pantalones cortos y se contoneó fuera de ellos.
Tragué saliva. Duro.
Merodeé hacia ella sobre las manos y las rodillas, incapaz de
apartar los ojos de la humedad entre sus piernas. —¿Quieres ser
montada? Permíteme hacer que tus deseos se hagan realidad.
Extendí la mano para tocarla, pero se alejó.
Parpadeé; el impulso de perseguirla golpeteaba mi cráneo. —Ven
acá.
Se sentó, tirando del dobladillo de la parte superior, girándolo
sobre la cabeza.
Desnuda.
Gloriosa y jodidamente desnuda.
Extendí la mano hacia ella de nuevo, pero salió disparada sobre
mis sábanas.
Un pensamiento fugaz vino. Esa cita en la revista Vanity Fair
sobre aborto espontáneo. ¿Era cierta? ¿Podría haber estado embarazada
de mi hijo? Mi corazón se hizo un puño. No podía descifrar lo que me
hizo sentir.
—Ven aquí —gruñí de nuevo.
—Ven y atrápame.
Temblaba con la idea de que se volviera en algo más que una
mujer de la que me enamoré sino en mi familia. Si cargaba a mi bebé,
estaríamos unidos para siempre.
Y sabes qué haría Cut.
Mi corazón se cerró.
Me concentré en el sexo, intentando separar lo emocional de la
gratificación física. Me mentí a mí mismo, pero era mejor que
preguntarle lo que realmente sucedió mientras era libre.
—¿Quieres jugar? Bien, puedo jugar.
Me enojaba sin siquiera intentarlo. Quería la revancha.
Con un tirón feroz, desaté la toalla y la lancé sobre la cama. Tomé
su cintura, tirándola sobre su espalda.
Piel desnuda contra piel desnuda.
Nunca había sentido algo tan delicioso.
Gritó mientras que rebotamos y chocamos, cayendo encima de las
mantas. Al instante, la lujuria desenfrenada aguda se entrelazó
alrededor de nosotros. Olía muy bien. Se sentía tan bien.
Tan cálida.
Tan correcta.
Su pecho subía y bajaba, rozando sus pezones contra mi piel,
entrelazando sus piernas con las mías.
Me abalancé hacia abajo y le mordí el cuello debajo del collar. —
¿Ves lo que sucede cuando corres? —Su olor increíble me golpeó más
fuerte que cualquiera de los hijos de puta al costado de la carretera.
—Me estás aplastando —musitó, su estómago revoloteando contra
el mío. Sus uñas se arrastraron por mi culo desnudo—. No es
suficiente.
Sus uñas enviaron escalofríos por mi columna vertebral. Me
encontraba tan cerca de hundirme en su interior. Tomé sus muñecas,
fijándolas sobre su cabeza.
—¿Disfrutas estando extendida debajo de mí? —Le acaricié el
cuello—. Eres mi prisionera, todavía sigues pensando que puedes
ganar.
Se puso rígida. —Creo que es momento de que acordemos que
estamos del mismo lado. —Su mirada se oscureció, una máscara
cayendo en su lugar—. No quiero ganar o perder nunca más. —
Luchando contra mi agarre, presionó un beso en mi mandíbula—. Solo
te deseo a ti.
Mi polla se sacudió, aceptando entusiastamente.
Ya no quería estar del lado de nadie más que de ella. Eso incluía
el mío.
Joder, que desastre se volvió esto.
Cuando se fue, estuve dispuesto a sacrificar mi vida para salvar
la de ella. Habría muerto si eso significaba que la Herencia de la deuda
había sido anulada. Pero ahora, ahora tenía que seguir con vida para
garantizar que la Deuda Final se pagara.
Me moví contra su coño. —Estoy de acuerdo... —Ajustando mi
agarre sobre sus muñecas, agarré ambas con una mano y arrastré la
otra sobre las líneas exquisitas de su cuerpo—. Mismo equipo.
Se estremeció bajo mi tacto. —¿Lo dices en serio?
Agarré su pecho, pellizcándole el pezón. —Lo digo en serio.
Sus labios se separaron. Un suspiro escapó. Y tomé el máximo
provecho.
La besé.
Gimió, su boca sometiéndose a la mía. En un momento, el beso
pasó de una conexión de labios a algo profundo y voraz.
Un beso era un desastre.
Un beso era poder.
Un beso era amor y unión y fe.
Era tantas, tantas cosas.
Pero esto... esto era algo mucho más.
Más.
Quiero más.
Quiero todo.
Gimió de nuevo cuando su lengua se hundió en mi boca, tomando
el control del beso y balanceando sus caderas, buscando más al igual
que yo.
La besé con profundidad. La besé con fuerza.
Separó las rodillas, dando la bienvenida a mi cuerpo reclamando
el suyo. Ambos necesitábamos unirnos. Volvernos uno.
Mis dedos se deslizaron de su cadera hasta el muslo interior. Se
resistió, intentando liberar sus muñecas mientras me sumergía más
lejos con trazos inquisitivos.
—Jethro... permite que te toque.
—No. Yo te estoy tocando a ti. —Sin dudarlo, metí un dedo dentro
de ella, reflejando la acción con la lengua.
Gimió, su espalda volando fuera de la cama.
Nuestros labios nunca se despegaron, llevándonos uno al otro a
galaxias atractivas con libertad y santuario.
—Oh, Dios. —Montó mi dedo, su cuerpo húmedo y con ganas—.
Más. Dame más.
Mordí su labio inferior. —Tus deseos son órdenes. —Metí otro
dedo, llevándolo profundamente, estirándola. Se encontraba mojada,
pero tan condenadamente apretada.
Quería follarla tanto, pero no era una simple cuestión de subir
encima. Nunca lo era para mí. Tenía que preparar, tenía que
asegurarme de que estaba lista, aún cuando me llevaba a la agonía.
La deseaba duro y despiadadamente. Esto no era hacer el amor.
Esto no era ni siquiera una batalla, esto era un alto el fuego. Una
admisión de que no podíamos seguir luchando, pero eso significaba que
estábamos muertos.
—Kite... Por favor, fóllame. Te necesito —suplicaba entre besos.
Mierda, me llamó Kite de nuevo.
Cada vez que lo hacía, piel de gallina se dispersaba por mi
espalda. Todas esas noches de mandarle mensajes, entrar en su cabeza
y corazón, jugar un juego que nunca debería haber comenzado, todo
en crescendo.
Durmió conmigo como Jethro, pero no había dormido conmigo
como Kite.
Perdí todo sentido de mí mismo cuando saqué mis dedos de su
calor húmedo y moví mi cuerpo más arriba. Nuestros ojos cerrados
cuando la punta de mi polla encontró su calor. El mundo dejó de girar.
Había tanto que decir y ninguna palabra que hablar.
Apretando los dientes, empujé dentro de ella.
Al segundo que entré en ella, todo decoro salió por la puta
ventana.
Solté sus muñecas y sus manos volaron hacia abajo, clavando las
uñas en mi culo y arrastrándome hacia adelante. Sus rodillas se
levantaron, abriéndose más. —Sí. Oh, Dios, sí. —Tenía las mejillas
ruborizadas, los ojos desorbitados.
Agarrando las sábanas, embestí sin advertencia, llegando
demasiado rápido y profundo en su interior.
Gritó.
—¡Mierda! —Sujete una mano sobre su boca, salí—. Cállate.
Vibró en mis brazos, con los ojos vidriosos y afectada por la
lujuria. Dejando caer mi agarre, gruñí—: Nadie debe saber que estás
aquí. —Encontrando su humedad de nuevo, embestí en ella más lento
esta vez, empujando, presionando, invadiendo.
Los músculos implacablemente apretados de su cuerpo me
resistieron, pero estaba demasiado lejos para preocuparme.
—¿Sientes eso? —gruñí mientras poco a poco la dominaba.
Gimió, respirando entrecortadamente. Sus ojos se cerraron
fuertemente mientras incansablemente la llenaba. —Sí.
—¿Se siente bien?
—Sí... tan bien
—¿Quieres más?
—Quiero todo.
Empujé con fuerza y rapidez, deslizando todo dentro. Estoy en
casa. Nunca voy a jodidamente dejarla de nuevo.
Había matado tres motociclistas esta noche, sin dudas. Era un
asesino, defensor. Entonces, ¿por qué no podía ser lo mismo para Nila?
¿Podría volverme en un traidor a mi familia? ¿Podría matar a mi padre y
Daniel con el fin de salvar a la mujer que amaba?
Empujé de nuevo, meciendo su cuerpo más profundo en mi
colchón.
¿Tengo alguna opción?
Echó la cabeza hacia atrás, cabello extendiéndose sobre mi
almohada. —Tú perteneces dentro de mí, Jethro. —Su mano acarició mi
mejilla, traspasando mi alma a la de ella con pegamento súper
irremovible—. Nunca olvides eso.
Acababa de recibir mi respuesta.
Las píldoras y las deudas y los imperios.
Completamente inútiles en comparación con esta criatura que
robó mi corazón.
Suspirando, me di por vencido. Me rendí a lo inevitable. Tengo
que matar para proteger. Era mía. Era mi deber.
—Me duele cuando no estás dentro de mí —murmuró,
arrastrando mi mente de nuevo a ella.
Sonreí tristemente, consumido por un futuro horrible que no
quería. Su rostro estaba en la sombra de mi cuerpo sofocando el suyo.
Parecía que podría desaparecer en cualquier momento.
Inclinando la cabeza, lamí la comisura de sus labios. Abrió, para
darme la bienvenida en su interior. Era seda y azúcar. Desesperación y
felicidad.
¿Cómo podía estar tan feliz y tan destrozado al mismo tiempo?
Sus manos cayeron a mis caderas, jalándome hacia ella con cada
embestida. Nuestros pechos juntos, nuestros estómagos pegados. Sus
piernas envueltas alrededor de la parte posterior de mis muslos, con los
tobillos empujaba hacia arriba y me encontraba embestida por
embestida. —Más duro, Kite. Más fuerte.
Una vez más, esa pequeña voz llenó mi cabeza. ¿Serías tan rudo
con ella, si estuviera embarazada? ¿No deberías preguntarle?
Pero el miedo a lo desconocido y lo que significaría me
silenciaron. Obedecí en su lugar, empujando duro.
Su cabeza cayó hacia atrás cuando la follé bajo sus órdenes.
—Te extrañé. —Su voz se quebró. Una lágrima rodó por su
mejilla.
Y eso fue todo para mí. Sabía que no había vuelta atrás.
Nunca más.
—Nila. —Mi voz se perdió.
Abrió los ojos, anclándome a ella.
—Necesito que sepas que siento lo que sientes. Esto… —Nunca
ralenticé el ritmo, empujando dentro de ella una y otra vez. Amando,
follando, reclamando—. …esto, es correcto. Lo veo ahora.
La ira floreció en sus ojos. —¿Hasta cuándo lo verás? ¿Mañana?
¿El día siguiente? ¿O una vez que esta noche haya terminado, me
dejarás fuera de nuevo y me dejarás abandonada de nuevo?
Mi ritmo trastabilló, mi polla se sacudió. —Tienes razón. Para ti te
debe parecer como si fuera esquizofrénico.
Loco.
Como todo el mundo decía.
Se quedó en silencio por un momento, antes de rozar su pulgar
sobre mis labios. —Pareces preocupado. Eso es todo. —Envolviendo los
brazos alrededor de mí, acercó nuestros cuerpos.
Estoy preocupado. Más de lo que sabes.
La necesidad de estar cerca, tan cerca como era humanamente
posible, forzó mis brazos a envolverse alrededor de ella y empujar duro.
La monté así. Brazos entrelazados, cuerpos se fusionaron en uno solo.
Mis bolas golpeaban contra ella mientras mi polla se frotaba contra su
clítoris.
Placer explotó en un agujero negro intenso, esperando para
consumirnos.
Aceleré el paso, persiguiendo el final.
—Oh, no te detengas —gimió.
Su cuerpo se sacudió debajo del mío, compitiendo y sometiéndose
en la misma medida. Sentí su placer con tanta seguridad como el mío.
Bebí su dicha como néctar.
—¿Te estoy lastimando? —Apuñé la almohada detrás de ella,
moviéndome más rápido.
Frunció el ceño. Asintió ligeramente. —Sin embargo es un
hermoso dolor. Un tipo de dolor perteneciente. No te detengas.
—No puedo tomarte sin lastimarte —le dije contra su cabello—.
En cierto modo, es justo.
Sus uñas se clavaron en mi espalda baja. —¿Por qué... por qué es
justo?
Gruñí. No quería responder a eso.
Porque también me lastimas cuando me tomas. Cuando no me das
otra opción que dejarte entrar.
Rodó sus caderas, frotándose contra mí. —Estoy enojada contigo.
Tan malditamente enojada por la forma en que me trataste.
La besé, obligándola a beber mis palabras. —Lo sé.
Hablando a través de nuestro beso, se quejó—: No puedo
controlarme a tu alrededor, pero eso no significa que todo está
arreglado entre nosotros.
—También sé eso. —Me moví con más fuerza, llevándonos a la
locura—. Pero no importa lo enfadada que estás, tus sentimientos no te
impedirán venirte.
Sujeté su delicado cuerpo con el mío y la solté.
No más hablar. No más pensamiento o sentimiento o
planificación.
Sólo follar.
Cedió, moldeando su cuerpo al mío, suspirando profundamente al
tiempo que mi gemido resonaba por la habitación como una hoja de
sierra.
Me atormentaba. Pero por Dios, jodidamente la amaba.
No la entendía. No confiaba en ella. Pero mis instintos se
entrelazaban con los suyos y nos alimentábamos mutuamente.
Mis bolas se apretaron, necesitando desesperadamente venirme.
—Por favor, Kite. Dame lo que estás ocultando.
Necesitaba que esto termine, el silencio anhelante de ella
consumiendo todas las emociones, empuje más rápido.
Gimió cuando alcancé entre sus piernas, frotando su clítoris
mientras la follaba sin piedad.
Se necesitaron dos segundos para que explotara.
Con sus ojos en blanco, dejó de respirar, y cada molécula de su
cuerpo explotó.
—Jodeeeeer —gruñó mientras su coño se contraía duro y fuerte
alrededor de mi polla.
No tenía ninguna oportunidad.
Me vine.
Felicidad y placer me precipitaron a la estratosfera donde no
existía el pensamiento. Juntos nos desentrañamos, enredándonos más
profundamente en el caos.
No me importaba nada. Viajamos a la jodida utopía en los brazos
del otro.
Nuestros corazones tronaron uno contra el otro, hablando en
código Morse cuán precioso era esto. Sin embargo, por debajo de la
satisfacción bendita, me maldije a mi mismo al infierno.
Mientras mi semilla salpicaba dentro de ella, en lo único que
podía pensar era en la forma en que robé su derecho a ser madre. La
inyecté para salvarla. Pero ahora se sentía como las acciones de un
cobarde.
La Parca misma bailó sobre mi espalda mientras otro
pensamiento vino a mí.
Si ella hubiera estado embarazada, su hijo, mi hijo, habría sido
asesinado.
Y nada en la tierra jamás podría volver eso correcto.
Esto tiene que terminar.
Cuando nuestros orgasmos se desvanecieron, apuñé su cabello,
obligándola a abrir los ojos. —Mírame.
Respiró aceleradamente, mirándome con el cielo fundido y la más
dulce satisfacción. —Estoy mirando, Jethro. Y a pesar de todo lo que
haces... te veo.
—Sé que ves; es por eso que necesito que me prometas algo.
—Cualquier cosa.
Hielo familiar me llenó al pensar en lo que tenía que hacer. Tenía
que ser inteligente. Tenía que ganar. Debido a que no habría segunda
oportunidad para ninguno de nosotros.
—Fuera de esta habitación, seguiré siendo cruel. Seguiré
haciendo lo que se espera de mí. Tienes que confiar en mí.
Se puso rígida. —¿Estás diciendo que después de lo que acaba de
suceder, las cosas volverán a ser como antes?
Asentí. —Tienen que. Hasta que pueda hacer lo que se necesita.
Sus ojos se estrecharon. —¿Y qué vas a hacer?
Besé la punta de su nariz y esperaba en Dios que hubiera
tomado la decisión correcta.
Por favor, dame la fuerza.
—Voy a hacer lo que debería haber hecho hace mucho tiempo.
Matar al hijo de puta de mi padre.
Traducido por Mae & Miry GPE
Corregido por Vane Farrow

Nila
La vida tomó un ritmo temporal.
Durante el día, cosía o pasaba el rato con los hermanos
Diamantes Negros aprendiendo todo lo que podía sobre quilates y
técnicas de minería. Me dijeron donde se encontraban las minas.
Memoricé la riqueza extraída de cada lugar y la marca que cortaban con
láser en cada piedra. Por la noche, alejaba oleadas de vértigo poco
frecuentes y hacía nuevos diseños que nunca se crearían.
Aprendí que cada pocos meses, un hermano Hawk viajaba a
Brasil, África o Tailandia para inspeccionar las minas y evaluar los
gerentes que dejaban a cargo. Iban con un séquito de su hermandad,
que servía de ayuda, disciplina y protección.
Me equivoqué cuando pensé que los únicos hermanos en los
Diamantes Negros eran los que me lamieron en el almuerzo de
bienvenida. Había divisiones de todo el mundo, todo el control del
imperio que pertenecía a Bryan “Cut” Hawk.
Y pronto a Jethro.
Después de nuestra noche juntos, las cosas se tornaron extrañas
entre nosotros. Me evitaba tanto como le era posible. No venía a mi
habitación. No me buscaba para correr por la mañana. Y cuando nos
encontrábamos en el comedor con su familia en el desayuno,
encontraría temas para discutir con su padre y ser detenido por mucho
más tiempo del que podía esperar.
Sus ojos, que una vez brillaron intensamente con lujuria y unión,
se tornaron muertos, sin vida. Cada pocas horas, tragaría una píldora
blanca y me daría una sonrisa que decía cien cosas a la vez.
Créeme.
Espérame.
No me odies.
Los hermanos Diamantes Negros continuaron siendo amables y
generosos. Si me encontraba con ellos en la biblioteca, charlábamos
como viejos amigos. Si me encontraba con uno de ellos en los pasillos,
discutiríamos del tiempo y cualquier cotilleo de información interesante.
Nunca fui a visitar Jasmine de nuevo, y mi hermano y padre
nunca cesaron en su lucha para lograr que contestara. Nunca estuve
rodeada de tanta gente, todo afectaba mi vida en una pequeña medida.
Cada vez que me movía a través de Hawksridge, llevaba mi daga,
colocada en mi cintura o escondida en el ligero alrededor de mi pierna.
Vi a Daniel una vez sola, fue cerca de las nueve de la noche. Me
sorprendió regresando a mi habitación después de visitar la cocina por
un poco de jugo de naranja.
Entonces supe por qué Jethro estaba tan lívido de que recorriera
la casa buscando sus habitaciones. La mirada en los ojos de Daniel
apestaba a violación e ilegalidad. Su promesa entre dientes cuando
hicieron la primera marca regresó en volumen total. “En el momento en
que estés o solas...”
Se acercó a mí, con una mueca en los labios. No pensé,
simplemente reaccioné. Le tiré el vaso a la cara, salpicando jugo de
naranja en las alfombras irremplazables y corrí de nuevo a la cocina.
Y allí me quedé hasta que Flaw regresó de una entrega tarde por
la noche y me acompañó de regreso a mi habitación.
No le dije a Jethro lo qué pasó, pero debió verlo en las cámaras,
porque al día siguiente me encontró y susurró que a partir de ahora sus
habitaciones estarían cerradas. Que no tenía sentido ir a él porque no
me dejaría entrar.
Sabía que lo hacía por mi protección, para que dejara de patrullar
imprudentemente los pasillos, pero al mismo tiempo, me mataba pensar
que la única oportunidad de que pudiéramos estar juntos había sido
alejada al igual que el resto.
La dinámica en Hawksridge Hall cambió. Cut se acercó
considerablemente a Jethro. Los atrapé riendo juntos una tarde y Cut le
dio palmaditas en la espalda la siguiente. Cuanto más fuerte se volvía el
vínculo entre padre e hijo, más pasaba a segundo plano Krestel.
Daniel no parecía darse cuenta o preocuparse por la alianza que
surgió entre primogénito y mandatario. Siguió como si la vida fuera
decente y elegante, sin preocupaciones además de cual conejita del club
follar esa noche.
Kes, por otro lado, dejó de ser jovial. Dejó de sonreírme. Dejó de
reír.
Y a pesar de que no sabía quién era realmente, lo extrañaba.
Extrañaba la comodidad y unión que disfruté la primera vez que
llegué. Extrañaba tenerlo como un amigo, incluso si esa amistad venía
con condiciones y motivos ocultos.
Un día, mientras salía a correr, vi a Kes desaparecer en el jardín
delantero vestido con una chaqueta de tweed y pantalones de lana con
una escopeta sobre su brazo.
¿A dónde va?
Trotando por los escalones del pórtico, cerré mi chaqueta de lana
y me sentí contenta de haberme puesto pantalones de correr mientras
el viento aullaba en señal de bienvenida.
El otoño se desvanecía hacia el invierno. El verano fue olvidado
hace tiempo, y anhelaba la luz del sol y el verdor de los primeros meses
que llegué.
Kes levantó la vista cuando atravesé la grava.
Sus cejas se levantaron. —Nila. ¿Qué estás haciendo aquí? —Miró
al cielo—. Puede ser que llueva o nieve... se siente lo suficientemente
frío. —Su piel era blanca, pero la punta de su nariz estaba pintada de
rojo. Se hizo un corte de pelo hace poco, fue recortado y ordenado a los
lados con un desorden rebelde en la parte superior. Parecía más joven,
más triste.
—Voy a correr. ¿Quieres unirte a mí?
Aparté el recuerdo de correr con Jethro y en última instancia,
buscar las tumbas de mis ancestros. Jethro me había herido
demasiadas veces a lo largo de las últimas semanas. Quería odiarlo,
pero no podía.
La forma en que me rogó que confiara en él la última vez que
estuvimos juntos. La forma en que se veía tan cerca de desmoronarse
bajo el peso que llevaba.
Tenía un plan. No tenía más remedio que confiar en él.
Necesitaba una fuerte convicción para confiar en alguien que rara
vez me hablaba y cambiaba para convertirse en un robot inducido por
fármacos.
Soplé mis dedos congelados. Mi frialdad era debido en parte al día
frío, pero era sobre todo gracias a que vivía en una tumba histórica.
Hawksridge Hall era decadente y majestuosa, pero era tan frío recorrer
los pasillos cavernosos. Sólo las habitaciones eran calientes, e incluso
entonces, los techos eran tan altos que nunca era suficiente.
—No, no corro. —Kes empujó la pistola sobre su brazo—. Pensé
en ir a cazar. Disparar a un faisán o dos para la cena.
Nos pusimos a caminar juntos. Envolví mis brazos alrededor de
mí misma, conservando la pequeña cantidad de calor del cuerpo que
tenía. —No podría pensar en nada peor, matar algo.
¿Jethro matará a alguien? ¿Cut, Daniel... yo?
Nubes grises y una tenue neblina de polvo cubría la vitalidad de
la finca. Era tan mágico como deprimente.
Kes se dio cuenta de mi estremecimiento. Se detuvo.
Extendiendo la pistola, esperó hasta que la tomara, luego, se
quitó la gruesa tweed.
El arma era pesada. Estaba más que dispuesta a cambiarla por la
suave lana de su chaqueta. —No tienes que…
—Lo sé. —Colgó la chaqueta sobre mis hombros, encerrándome
en su aroma masculino de almizcle y brezo—. Pero quiero hacerlo.
—No puedo tomarla. —Traté de quitármela—. No la necesitaré
cuando comience a correr.
—Está bien. —Entrecerró los ojos—. Sólo intentaba ser amable. —
El dolor parpadeando en su mirada me obligó a mantenerla puesta y
colocar una mano helada en su antebrazo.
Su cabeza se levantó.
—Kes... ¿estás bien?
Resopló, apartando su melancolía sin éxito. —Si por supuesto.
¿Por qué no lo estaría?
Miré de nuevo al Hall. Se veía siniestra y aterradora, proyectando
sombras sobre los jardines en hibernación. —Lo extrañas, también.
¿Verdad?
Sus fosas nasales se dilataron. —No deberíamos hablar de ello.
—¿Por qué no? Dijiste que podía saber todos los secretos. —
Sonreí, a pesar de lo terrible de las circunstancias—. No voy a ir a
ninguna parte, y no tengo a nadie a quien contarlo. El mundo cree que
me casaré en tu familia. La reputación de mi hermano está en ruinas, y
mi padre es un fantasma del hombre que solía ser. ¿Cuál sería el daño
en confiar en mí?
—Tienes un punto. —Por un momento, parecía disgustado. ¿Con
qué? ¿Lo que su familia le hizo a la mía? ¿O que tuviera la audacia de
pedirle que confiara en mí?
Por último, suspiró. —No diría esto frente a otra persona, pero...
—Se acercó más, agachándose para susurrar en mi oído—: Lo lamento.
Por todo lo que ha sucedido.
Por un breve momento, mi corazón se agitó. Era tan poco
complicado en comparación con Jethro. Mantenía las cosas escondidas,
sus motivos, pero sentía como si sólo tuviera una capa debajo de su
exterior, no miles.
Puse mi mano sobre la suya, apretándola en agradecimiento. —
Eso significa mucho. Gracias.
El momento se extendió por más tiempo de lo debido; ambos nos
separamos con culpabilidad.
Aclarándose la garganta, preguntó—: Voy a traer a los perros de
caza. ¿Quieres venir a los establos?
Cubriéndome más con su chaqueta, asentí. —¿Por qué no? Tal
vez no es un día para correr, después de todo.
—Bueno... si no vas a correr, tengo una idea mucho mejor.
Tendiendo su brazo, esperó a que lo rodeara con el mío. Su
sonrisa todavía era triste, pero la vida despertó en sus ojos. —Vamos a
hacer algo divertido.

***

Divertido.
Me imaginaba una bebida en una alcoba caliente o pasar el rato
con amigos mientras jugaban un juego de mesa, o incluso ver una
película con palomitas de maíz.
Pero, al parecer, eso no era lo que Kes tenía en mente.
Entrando a los establos, colocó la escopeta en el colgador de
monturas y me indicó que lo siguiera. Nos dirigimos hacia el edificio
adoquinado donde innumerables caballos descansaban en cubículos. El
suelo se hallaba cubierto de heno con olor dulce y la temperatura del
aire era cálida y acogedora. Los olores se mezclaban con el
reconfortante aroma de caballo y cuero.
Mi tensión se disolvió, deslizándose por mi espalda y hombros,
dejándome libre de ahogarme de la preocupación y deliberación.
Jethro dijo que me salvaría.
Pero Kes salvó mi estado mental recordándome que la normalidad
todavía existía. Los animales estaban todavía allí para lamer y alejar
mis penas, y el sol todavía se levantaba en días no tan sombríos.
Necesitaba que me recordaran eso.
Teniendo en cuenta que nunca estuve cerca de caballos al crecer,
algo sobre ellos calmaba mi ansiedad, y me daba un lugar en el que
esconderme y recomponerme.
Kes sonrió, moviéndose entre los puestos; los caballos observaban
con miradas brillantes y orejas erguidas. Se detuvo a mitad de camino
por el pasillo. Una cara larga, gris y ojos negros más gentiles aparecían
por la borda. El caballo movió sus patas, relinchando suavemente.
Polilla.
Me moví más rápido, todavía locamente enamorada de la tordilla
gris con la que viajé al torneo de polo.
Kes sonrió cuando Polilla volvió su atención hacia mí. Sus fosas
nasales de terciopelo se ensancharon, en busca de avena y otras
delicias cuando extendí la mano para acariciar su poderoso cuello. —
Hola chica.
Ella pateó el suelo, el metal de su casquillo tintineó contra los
adoquines.
—Espera ahí. —Kes desapareció al final de los establos, y luego
regresó con una manzana color de rosa—. Aquí tienes.
La tomé.
Polilla siguió la fruta con la atención similar a la de un
francotirador.
—¿Sólo la alimento?
Kes asintió. —Ponla en tu palma y mantén los dedos extendidos.
No quieres que te muerda accidentalmente.
Estupendo.
Observé a Polilla vacilante. Su cuello se estiró sobre la barandilla,
tratando de llegar a la manzana. Cuando no me moví, Kes se rio entre
dientes.
—No tengas miedo. —Tomó mi mano, extendiendo mis dedos
hasta que se encontraban planos, entonces me empujó hacia adelante—
. No puedes jugar con la pobre chica.
El segundo en que estuve a poca distancia de morder, Polilla tomó
la manzana de mi mano. Un crujido fuerte llenó los establos. Cada
caballo levantó sus oídos, alertado con el sonido de golosinas y el hecho
de que no recibían ninguna.
El jugo de manzana goteó de sus labios, dejándose caer sobre el
suelo polvoriento.
Kes rió. —Hará cualquier cosa por dulces. Está loca por la
melaza.
Levanté la mano, acariciando entre sus ojos. Polilla se acercó
más, exigiendo más mimos, diciéndome exactamente cómo lo quería.
—Es preciosa —dije en voz baja, imaginando ser dueña tan
magnífico animal.
—Lo es, estoy de acuerdo. —Kes no me quitaba los ojos de
encima. Sus palabras revolotearon entre nosotros, no del todo
inocentes. Emitía algo más fuerte que la amistad.
Tuve el loco impulso de envolver mis brazos alrededor de Polilla y
usarla como un apoyo en esta repentina posición precaria.
—Krestel…
Se aclaró la garganta. —Lo siento.
Los dos nos mantuvimos allí con torpeza. Seguí tocando a Polilla
y los ladridos de los perros de caza en la jaula de al lado me recordaron
de nuevo la primera noche que pasé aquí y la amabilidad que Squirrel
mostró por lamer mis lágrimas.
Existía bondad en todos nosotros. Humano, equino... canino.
Todos éramos capaces de lo bueno y lo malo. Todos éramos
prescindibles, no importa lo que hiciéramos.
Kes se frotó la mandíbula. —Sabes…
Levanté la vista, esperando a que continuara. —¿Saber qué? —
pregunté.
Su mirada se estrechó. De pronto se aclaró la garganta,
sacudiendo la cabeza. —Eh, no te preocupes por ello.
Fruncí el ceño, rascando a Polilla alrededor de la oreja,
colocándome de puntillas para llegar. —Bueno…
Unos pocos segundos pasaron antes de que explotara. —¿Sabes
qué? Que se joda. Es su culpa que él no pueda condenadamente
enfrentarlo. Ya terminé con la forma en que me ha tratado y estoy
enfermo hasta la jodida muerte de que reniegue de todo lo que
acordamos. —Se golpeó el pecho—. Yo estuve ahí para él desde el
principio. Mantuve sus malditos secretos. Merezco saber qué mierda
sucede, pero me mantiene alejado.
Me congelé. —¿Qué quieres decir?
Kes rio oscuramente. —Significa que me harté. Eso es. Estoy
harto de que retroceda y se disculpe. También estoy harto de que me
amenace para que me mantenga lejos de ti, incluso aunque sé que te
ignora tanto como a mí.
¿Qué demonios pasó entre Kes y Jethro para justificar que su
relación se volviera tan amarga?
Se pasó una mano por el cabello. —Jethro se me acercó después
del partido de polo el mes pasado. Me preguntó si quería un nuevo
caballo.
Jadeé. —¡Oh, no! No puedes deshacerte de ella. —Me incliné
hacia ella, presionando el rostro contra su cuello—. Es perfecta. No
vuelvas a decir eso.
Sonrió, acariciando a la yegua. —Lo sé. Es una gran chica. Tan
sólo tiene ocho años, por lo que no irá a la fábrica de pegamento en
corto plazo.
Agarré las orejas de Polilla, apretando con fuerza. Hablando con el
caballo, le dije—: Haz de cuenta que nunca escuchaste hablar de
pegamento o fábrica. Eso nunca te sucederá. No lo permitiré.
Incluso mientras lo decía, quería estallar en lágrimas dementes.
Polilla me sobreviviría por décadas. Yo era la que estaba en cuenta
regresiva para ser sacrificada, no ella.
A menos que Jethro descubra un plan.
El dedo de Kes se presionó contra la parte inferior de mi barbilla,
alcé la mirada hacia la de él. —No sé por qué te cuento esto, porque
sólo hace que él se vea bien de nuevo, pero... quería conseguirme un
caballo nuevo, así tu podrías tener a Polilla.
Mi corazón se detuvo. —¿Yo?
Asintió. —Te la iba a dar la noche después de la Segunda Deuda.
Pero, por supuesto... —Se calló, ambos conscientes de lo que sucedió al
día siguiente.
Kes tensó la mandíbula. —Y si soy completamente honesto, me
alegro de que no tuviera la oportunidad de dártela. —Una nube cayó
sobre su rostro, retorciendo sus rasgos con ira—. Es mi caballo. Yo
debería ser el que te la regale si quiero.
Le acaricié el brazo, con la esperanza de darle la seguridad de que
nadie le quitaría su caballo. Y aunque Jethro me hubiera dado a Polilla,
no la podría aceptar porque ya pertenecía a Kes. —No te preocupes,
Kestrel. Es tuya. Nadie…
—Quiero que la tengas.
El aire se solidificó.
Polilla resopló, empujándome mientras permanecía muda.
Farfullé—: N-no puedo.
Incluso mientras lo decía, la idea de ser dueña de esta increíble
bestia burbujeaba en mi corazón. Tener algo de mi propiedad, mientras
me encontraba rodeada de cosas que nunca podrían ser, sería...
maravilloso.
Kes sujetó con manos fuertes mis hombros, mirándome fijamente
a los ojos. —Es tuya. Responde a ti más de lo que lo hace conmigo.
Estás destinada a tenerla, Nila.
Agradecimiento y sorpresa abrumadora me llenaron. —Yo-yo no
sé qué decir.
Sonrió. —No digas nada. Ya está hecho. —Apretando mis
hombros, dio un paso atrás—. Eres la nueva orgullosa propietaria de un
tordillo gris nombrada como los Guerreros No Lloran. —Acariciando a
Polilla en el cuello, sonrió—. Buscaré los documentos de pedigrí más
tarde, así podrás mantenerlos seguros, pero por ahora... vamos a dar
un paseo.
Mis ojos casi se salen de mi cabeza. —Nunca he montado un
caballo antes.
Sin contar la vez con Jethro cuando me arrastró de regreso en Alas,
por supuesto.
Kes me ignoró, dirigiéndose hacia la habitación de las monturas.
—No importa. Te mostraré.

***
Una hora más tarde, me sentaba sobre mi primer caballo.
Estoy enloqueciendo.
Estoy aterrorizada.
Estoy más allá de eufórica.
No podía recordar la última vez que algo me afectó tan
profundamente.
¿Incluso Jethro?
Bueno, aparte de él.
Parecía que entre más maduraba, más receptiva me volvía a la
vida, más me perdía en los extremos más elevados de la novedad. Ya no
disfrutaba de la catapultante felicidad o devastadora tristeza. En estos
días mis altos y bajos eran más colinas y valles en lugar de montañas y
abismos.
Pero al mirar hacia abajo y ver el suelo muy por debajo, sintiendo
los estribos de metal inflexible bajo mis botas prestadas, y las riendas
de cuero en mis manos, nunca me sentí más viva. Más alegre.
Esta era la droga de Navidad.
Este era el cumpleaños, todos en uno.
Soy su dueña.
Soy dueña de este majestuoso animal.
No podía quedarse quieta por la excitación. Inclinándome hacia
adelante, palmeé el hermoso cuello gris de Polilla. Desde aquí arriba,
tenía una vista completa entre sus orejas de los campos ondulados y del
oscuro bosque.
Kes trajo su montura desde los establos y pasó la pierna sobre un
caballo negro como la tinta. Su pelaje brillaba en la penumbra otoñal,
sus aterciopeladas fosas nasales aleteaban con grandes ráfagas de
aliento.
Antes de que Kes pudiera sentarse, el caballo se deslizó hacia un
lado con un ruido de cascos.
—Guau, maldito animal. —Sacudió las riendas, obligando al
caballo a someterse.
—¿Quién es él? —pregunté, agarrando mis propias riendas
cuando Polilla sacudió la cabeza ante la fiera bestia inquieta a su lado.
Sus flancos se ondularon con indignación.
El rostro de Kes se tensó por la concentración. Golpeó al caballo
con el látigo mientras se resistía y relinchaba. Las orejas del caballo
aplanados, los ojos rodando en una mezcla de furia infernal y ansia.
—Es Plaga Negra. Técnicamente es el caballo de mi padre, pero se
encuentra entre carreras en este momento. Siempre se pone así si no se
entrena todos los días. —Acarició el pelaje negro—. ¿No es cierto,
muchacho?
—Mejor tú que yo.
—Plaga definitivamente no es para principiantes. —Elevando su
ceja, Kes señaló mi casco—. Comprueba que se encuentra bien
ajustado. No soy un profesor convencional y necesitas asegurarte de
que estás protegida.
Me reí, forzando un dedo debajo de la correa bajo mi barbilla,
mostrando que si estuviera más apretado, me ahogaría. También señalé
el corsé protector que me hizo usar, junto con los pantalones de montar
y botas prestadas. —Totalmente protegida.
Me sentí como realeza, una princesa ecuestre que sabía
exactamente lo que hacía.
No tengo ni idea de lo que hago.
Durante la última hora, Kes me enseñó cómo limpiar los cascos
de Polilla, cepillarla, ensillarla, ajustar las riendas, y deslizarla un poco
en su boca.
Tanto que hacer antes de ir a dar un paseo y mucho más que
hacer una vez que regresáramos.
Pero adoraba cada cosa.
No creía que jamás hubiera sido tan feliz que parada en la casilla
escuchando la profunda voz de Kes mientras bromeaba, me tomaba el
pelo y me felicitaba cuando lo hacía correctamente.
Fue muy paciente y amable, y lo llevamos fácilmente. Estar con él
hizo que mi corazón llorara por Vaughn. La facilidad con la que
charlábamos me recordaba la relación que tenía con mi gemelo.
Mi corazón también lloró por alguien más.
Una nube negra me ensombrecía cada vez que pensaba en Jethro.
Él debería ser quien me enseñara.
Debería ser quién reía, bromeaba y me besaba en el heno.
No había visto a Jethro hoy, y el mal de amor que sufría cada vez
que pensaba en él se convirtió en un sable constante en mi pecho.
¿Cómo podía amar a alguien con tantos demonios?
¿Cómo podía amar a alguien que no compartía esos demonios
conmigo?
No tengo elección.
Si la tuviera, elegiría a Kestrel. Era amable y simpático. Me hacía
sentir mejor conmigo misma, en lugar de condenarme al miedo.
—¿Quién eres tú, Kestrel? —pregunté antes de que tuviera tiempo
de auto-censurarme.
Se quedó quieto, con las manos apretando las riendas. —¿Qué
quieres decir?
—Bueno, parece que tienes un don en esconder lo que sea que
pienses, justo como tu hermano mayor. Sin embargo, a diferencia de él,
no pareces afligido. Jethro responde a ti. Te obedece cuando hay
tensión y te busca por ayuda. —Lo escudriñé desde debajo de mi
casco—. ¿Por qué es eso?
Kes perdió la sonrisa, llenándose de seriedad. —¿Ya sabes lo que
es él?
Su pregunta me abofeteó.
Sé sobre los diamantes negros y absorbentes. Sé acerca de los
sentimientos y dolor.
—Empiezo a entender. —Polilla se movió debajo de mí—. Sin
embargo, no tengo un nombre para su condición. ¿Tú lo tienes?
—Sí, pero no es mi deber el decirlo. —Rio suavemente—. Regresa
conmigo cuando lo descubras. Cuando Jethro te diga lo que es, te diré
quién soy. ¿Te parece justo?
No, no me parece justo. Dudo que alguna vez me lo diga.
Inclinando su casco en saludo, añadió con timidez—: Sin
embargo, en realidad no hay mucho que decir sobre mí. Soy un libro
abierto.
Pateando a Plaga Negra, avanzó. Polilla automáticamente lo
siguió. El sonido de los cascos hacía eco en las perreras mientras
dejábamos los establos.
El balanceo de Polilla y el gran poder de sus músculos enviaban
miedo, el cual se deslizaba por mi columna. ¿Y si tenía un ataque de
vértigo y caía? ¿Y si no guiaba correctamente y corríamos hacia un
árbol?
—Uh, Kes... tal vez esto no es una buena idea. —Me temblaban
las piernas—. ¿Tal vez debería aprender a montar en algo más
pequeño?
Kes se dio la vuelta, plantando una mano sobre la grupa de Plaga
Negra. Ignorando mis preocupaciones, dijo—: ¿Recuerdas cuando dije
que no soy un maestro convencional?
Asentí lentamente, nerviosismo ondulaba en mi pecho. —Sí…
—Bueno, aquí está tu curso intensivo de equitación. Mantén las
riendas tensas, pero no demasiado. No jales su boca. Imagina que
tienes un billete de veinte libras entre tu trasero y la silla de montar, y
bajo ninguna circunstancia debe volar. Mantén los talones hacia abajo
y la espalda recta, y si caes, rueda lejos y no sostengas las riendas.
Cuanto más hablaba, más se aceleraba mi corazón.
—¿Lo entiendes?
Todo lo que acaba de decir entró por un oído y salió por el otro. —
No. No lo entiendo. Para nada.
Kes me lanzó una sonrisa maligna. —Muy mal. —Alzando las
caderas, pateó a Plaga Negra y salió disparado como si fuera el
Campeonato Derby—. ¡Sostente, Nila!
Jalé las riendas cuando Polilla se agitó y se tensó debajo de mí. —
No... no lo seguirás, condenado caballo. Me gusta mi cuello unido a mi
cuerpo.
Polilla sacudió la cabeza, sacando las riendas de mis manos.
—No. ¡Detente!
Un momento después, fui de quieta a todo galope.
Me volví en una mancha gris.
Me volví en la chica de mi pasado que creía en unicornios.
Me volví... libre.
Traducido por Victoria.
Corregido por Vane Farrow

Jethro
Los pasados días, lo único que hice fue conspirar sobre la manera
de poner fin a este desastre. Jugué mi papel, tomé mis pastillas, y evité
al amor de mi puta vida.
Cada vez que pensaba en un plan, investigaba cada ángulo y lo
planeaba. Pero cada vez existían fallas, precipitándome más profundo
en el desaliento. Cuanto más tiempo no podía solucionar mi problema,
más tiempo evitaba a Nila.
Estaba tan jodidamente cerca de destruir todo.
La extrañaba. Demasiado.
Hasta ahora, había descartado once maneras diferentes de
asesinar a mi padre.
Opción cuatro: Invitarlo a ir de cacería. Dispararle y hacer que se
vea como un “lamentable accidente”.
Debilidades: Demasiado arriesgado. Testigos. Él tendría un arma
con la que responder.
Opción siete: Invitarlo a cenar. Envenenar la comida del bastardo
con cianuro… lo mismo con lo que me amenazó toda mi vida.
Debilidades: La dosis podría ser la equivocada. Contaminando a
otros.
Opción Nueve: Arreglar que un mercenario le atacara a mitad de
un envío, acabar con él y mantener las manos libres de asesinato.
Debilidades: Kes podría estar con él y salir herido en el fuego
cruzado.
Cada una parecía bastante plausible hasta que hacía una
inspección más profunda. Pero todo eso fue tirado a la mierda la tarde
en que me llamó a su oficina.
Una vez más, de alguna manera, lo sabía.
¿Cómo diablos es que siempre lo sabe?
¿Era su extraño sexto sentido? ¿Un constante monitoreo de mi
comportamiento?
¡¿Cómo?!
¿Qué me delató? ¿La expresión de disgusto que nunca podría
ocultar lo suficiente? ¿La mueca de odio que nunca podría borrar?
Fuera lo que fuese, me encontraba una vez más malditamente
jodido.
En su oficina, con una lluvia torrencial en las ventanas, me
mostró su preciada y protegida Voluntad Final y Testamento.
Era un tomo del tamaño del Real Decreto. Páginas y páginas de
enmiendas de notario y apéndices. Y enterrado en letras pequeñas se
hallaban dos áreas destacadas.
Primogenitura: la sección mía, mi papel como primogénito, y lo
que heredaría. Esa parte se prolongaba durante hojas y hojas.
Su muerte: lo más importante, su muerte prematura.
Cut era un hombre de negocios. También era astuto, despiadado,
e inteligente.
La cláusula declaraba que ninguna muerte no natural, ya fuera a
partir de picaduras de abeja o ahogamiento, caídas de caballos o
accidentes de coche, incluso algo tan simple como morir en su sueño,
dejaría su entera voluntad nula y sin efecto.
Y no sólo para mí, sino para todos nosotros.
Mis hermanos serían echados. Jasmine sería enviada a una
clínica de reposo en contra de sus deseos. Los Diamantes Negros serían
disueltos. Kestrel sería desechado sin un centavo.
¿Qué quería decir eso?
Sencillo.
Cut había señalado que en caso de morir de algo que no sea
cáncer o de una condición probada médicamente, Hawksridge sería
demolida. Cualquier muerte que potencialmente pudiera ser falsificada
maliciosamente, nuestras minas serían detonadas. Nuestra riqueza
sería donada a causas que no tenían derecho a recibir caridad.
Sería el fin de nuestro estilo de vida.
Era su último sacrificio y salvaguarda para asegurar que nos
mantuviéramos leales.
A diferencia de él, no me importaba el dinero o los antiguos
escombros. Si eso significaba que podía ser libre, que así sea. Pero
ninguna cantidad de drogas me haría dejar de preocuparme por mis
hermanos.
Y Cut lo sabía.
Me mostró su carta de triunfo.
Junto con el encarcelamiento de Jasmine en una casa de
descanso para discapacitados, su poder fiscal despojado, y la renuncia
de Kes, me volvería en un protegido de la corona, puesto en una camisa
de fuerza, y tirado a una habitación acolchada.
Tenía documentos auténticos afirmando mi condición mental. Un
montón de testimonios e historias, probando que no era legalmente
apto para representarme a mí mismo. Todas las decisiones que hiciera
debían ser ante el criterio de mis médicos enlistados; médicos que
habían sido sobornados y coaccionados por años y que conocían mi
pasado. No tendría ningún poder ni espacio para discutir.
Los documentos se presentaron con una carta a su abogado,
indicando que, si algo impropio le pasaba, no se buscara más el cuerpo
del delito, ya que todos los dedos apuntaban hacia mí.
Sería lanzado a un manicomio… uno del que nunca podría
escapar.
Necesitando aire fresco, bajé mi pluma y crucé por la oficina.
Tiene que haber otra manera.
—¡Joder! —susurré, dando un paso hacia el balcón Julieta de la
misma manera en que lo había hecho infinidad de veces antes. La brisa
fresca silbó por mi espalda y el dolor en mi pecho se profundizó.
Sin embargo, a diferencia de una infinidad de veces antes, mi
maldito corazón se rompió en un billón de piezas.
Debajo de mí, con su pelo ondeando tras ella y la más feliz y un
poco terrorífica sonrisa en su rostro, se hallaba Nila.
Era un cometa gris. Una estruendosa y peligrosa estrella
plateada.
No podía haber sido más majestuosa o sublime.
Las elegantes piernas de Polilla destrozaban el césped, en
dirección al prado sobre el que había galopado muchas veces a solas.
Caballo y jinete se fusionaban en su mayor perfección.
Solamente que no estaba sola.
El sonido de una risa masculina vino con la brisa mientras
Kestrel pasaba junto a ella sobre Plaga Negra, con la mano en el aire y
una sonrisa pegada en su cara de mierda.
La imagen que presentaban me arrancó el corazón, convirtiéndolo
en polvo.
Durante todo este tiempo, trabajé hasta el cansancio para
proteger a Nila, Kes, y Jaz. Durante todo este tiempo, me distancié y
había hecho lo que era necesario.
¿Y cómo era malditamente recompensado?
Siendo olvidado.
Nila se encorvó aún más sobre Polilla, galopando más rápido.
Juntas, salieron disparadas hacia la distancia, dejándome afectado...
hueco.
Ninguna cantidad de pastillas me podía detener de sentir la
oleada de estruendosa desolación.
La niebla adormecedora no me podía ayudar.
Este era mi punto de ruptura.
Mi tristeza absoluta.
Quería experimentar eso con ella.
Hubiera querido hacerla sonreír y reír y deslizarme dentro de ella
en el mundo oscuro y secreto de los establos.
Hubiera querido darle un regalo mejor que cualquier cosa
material.
Pero eso me había sido robado.
Por el único hombre que creía que me apoyaría por siempre.
Traidor. Ladrón. Desertor.
Me di la vuelta y volví a mi oficina.
Pero volví vacío.
Mi corazón se quedó siguiéndola como una cometa, con sus
cuerdas atadas a Nila mientras galopaba más allá bajo el cielo lleno de
nubes.
Traducido por Nika Trece
Corregido por Vane Farrow

Nila
Estaba terminada.
La pieza central de mi colección Diamante Arco Iris.
Di un paso atrás para inspeccionar el vestido, asegurándome de
que colgaba justo.
El maniquí presentaba el vestido de crinolina como si hubiera
viajado a través del tiempo y hubiera creado algo que mi tatara-tatara-
abuela usaría.
El aro en las enaguas gruesas forzaba al sofisticado vestido gris a
formar una elegante campana. No había capas o plumas o tul, no como
el destacado corsé de mi espectáculo Fuego y Carbón de Milán. Este era
sencillo y elegante, como una cascada humeante brillando de secretos y
misterio.
Alrededor de los puños, cosí encaje crema que encontré en un
armario cerrado y oxidado en mis aposentos. El encaje sostenía el
símbolo de la W. Mis antepasados deben haberlo creado
cuidadosamente hace décadas; era conveniente para adornar un vestido
como este.
El corpiño brillaba con paneles de seda de media noche, creando
un efecto prismático. Cuentas negras diminutas adornaban del escote
hasta el dobladillo en un patrón asimétrico brillante, al igual que el
diamante negro que Jethro me mostró en el almacén.
No había un arcoíris en este vestido.
Sólo oscuridad.
Pero me llenó de terrible orgullo, junto con inmensa tristeza. Esta
podría ser la última pieza titular que hago antes de dejar este mundo.
En lugar de ser más optimista mientras mi tiempo continuaba sin
ser molestada, me volví cada vez menos segura. Jethro no podía ocultar
su frustración. En el desayuno, apenas hablaba. La cena, apenas
comía. Observaba a Cut con una mezcla de rabia salvaje y obediencia.
Pero bajo todo era impotencia.
Me crucé con Bonnie dos veces desde que había vuelto. Cada vez
estiraba los delgados labios rojos en una sonrisa tan fría que helaba mi
sangre otra vez. Ella no me llamó. No quería tener nada que ver
conmigo. Sin embargo, tenía la horrible sensación de que no tardaría en
cambiar.
Alejándome del maniquí, estiré mi espalda baja. Mis manos se
hallaban pinchadas y doloridas. Mis ojos adoloridos y cansados. Había
trabajado sin parar durante cuatro días, desde que Kestrel me llevó a
mi primer paseo.
Todavía tenía moretones en mis muslos internos de agarrarme
tan fuerte, pero no me caí. No había tenido un ataque de vértigo. Y no
pensé en Jethro una vez que me elevé sobre los campos y escapé de
todo lo que me perseguía.
Y eso me hizo absolutamente miserable.
No pensé en él. Ni una sola vez.
Kestrel me dio tanto ese día, y lo tomé sin pensar en cuánto o
cómo afectaría a mi relación con Jethro. Me sentía culpable, llena de
vergüenza.
Me sentía como si lo hubiera traicionado.
Y cuanto más tiempo permanecía lejos de mí, peor me sentía.

***

La noche siguiente, entré en el comedor y me topé con el pecho


más firme y delicioso en Hawksridge Hall.
En el momento que lo toqué, me derretí en su cuerpo. Las
lágrimas y la culpa que había estado almacenando dentro surgieron
para estrangularme.
—Jethro... — Mis dedos se abalanzaron para agarrar su
camiseta—. Dios, han pasado días. Tan largos, horribles días.
Miré sus dorados ojos, buscando el amor que presencié cuando
me colé en sus aposentos. Sin embargo, retrocedí ante la brillante
enojada agonía en ellos.
Mi piel se erizó.
Tragó saliva y por un momento encantado, nos quedamos juntos.
Respirando, tocando, viviendo. Luego, su máscara se deslizó en su
lugar, las emociones en sus ojos se desvanecieron, y sus manos
capturaron las mías, apartándolas de su pecho.
— Hola, señorita Weaver.
¿Era su frialdad debida al murmullo bajo de voces de los
hermanos Diamantes Negros comiendo detrás de él? ¿O era porque se
hizo amigo de la droga una vez más?
—No lo hagas. —Negué con la cabeza—. No sigas haciendo…
Dio un paso atrás. — Me imagino que se te abrió bastante el
apetito.
—¿Discúlpame?
—Por otra parte, pensaría que ahora que tienes tu propio caballo,
estarías afuera más a menudo, sin embargo, no has dejado tus
aposentos desde entonces.
Mi corazón cayó al piso.
Libertad. Risa. Amistad con Kestrel.
—¿Viste eso?
Se burló. —¿Te refieres a qué si te vi montando el caballo que
quería regalarte? ¿Si te vi reír de la forma que yo lo planeé con mi
hermano? Y si vi la forma en que te deleitabas en la libertad que te
quería mostrar, entonces sí. —Sus ojos se estrecharon—. Vi todo eso.
Antes de que pudiera decir una palabra, se fue.

***

Needle&Thread: Esto fue un error, V. No sé lo que me poseyó


para volver aquí sin un plan bien pensado. Tengo que pensar en
otro.
Tenía un plan: Quedar embarazada de su hijo y anular la deuda.
Y mira cómo terminó.
Anoche, Jethro me mostró cuánto lo herí por vivir lo mejor que
podía dentro de los parámetros que impuso. Encontré la felicidad con
Kes. Demostré que no estaba rota y todavía encontraba alegría en cosas
simples.
Quería encontrar la felicidad con Jethro. Quería que nos
fugáramos juntos. Para demostrar que nuestro amor trascendía el deber
y el honor familiar, pero Jethro no se hallaba preparado. ¿Cómo podía
una persona estar tan comprometida en encontrar otra forma, cuando
el otro estaba atrapado en la misma trampa deformada de su infancia?
Me sentía enojada, molesta. Pero, sobre todo, afectada por la
forma en que hice que se sintiera. No era lógico, pero me sentía
responsable de su dolor.
Y hasta que habláramos e hiciéramos las paces, no podría
descansar.
En el momento en que el Hall se retiró a dormir, fui de puntillas
hasta su despacho y traté de entrar. Pero la puerta privada en el salón
que llevaba al ala de soltero se hallaba cerrada. Y no importa lo mucho
que empujara y tratara, no era una experta en cerraduras.
Regresé, triste y frustrada, para dar la bienvenida al amanecer de
un nuevo día.
En todo lo que podía pensar era en los errores sobre errores que
cometí. Con mi hermano, padre... mi amante.
¿Qué poder tenía si me apartaba de todo el mundo? ¿Qué
esperanza de supervivencia podría desear si estaba sola?
Sentada en el sofá de dos plazas tapizado de seda junto a mi
ventana, me ahogué en disforia.
No quería comer o coser o leer.
Sólo quería... existir.
Pretender que tenía una vida más simple y no una tan enredada
en la traición.
Mi teléfono permaneció en silencio en mis manos, la pantalla
brillaba con invitación a reparar puentes entre Threads y Kite.
Un mensaje decía mil cosas. Permitía privacidad al lector y tiempo
para absorber. Noticias buenas y malas eran más fáciles de enfrentar.
Más fáciles de aceptar.
Desenredando mis piernas, abrí un nuevo mensaje.
No tenía idea de qué escribir, así que apagué mi crítica mental y
que mis dedos decidieran por mí.
Needle&Thread: Kite... ¿cómo cambió todo? Mi corazón late
por ti, mi alma anhela la tuya. Durante la Segunda Deuda
compartimos todo. Éramos libres. Odio esta distancia ahora.
Háblame. Dime lo que estás pensando. Me diste nada, pero veo
todo. Confía en mí. Ven a mí esta noche. Permíteme mostrarte que
soy tuya para siempre. Esto no tiene que ser complicado. Te amo.
El amor es sencillo, amable. El amor es perdón. ¿Podemos
perdonarnos el uno al otro antes de que sea demasiado tarde?
Las lágrimas corrían en silencio sobre mis mejillas mientras
presionaba enviar.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Annie D

Jethro
—Jethro.
Levanté la vista de mi teléfono. Mi padre entró en mis
habitaciones, metiendo una mancuerna de diamantes a través de su
camisa de color negro.
No podía dejar de leer el mensaje de Nila. Una y otra vez. Sus
palabras incrustadas en mi alma, y no importaba lo que pasara en el
futuro, no podía eliminarlas.
Una vez más, demostró que su poder sobre mí era innegable, me
obligó a enfrentar la conclusión que por fin me admití a mí mismo ayer.
Nada funcionaría.
Nadie me arreglaría.
No podía seguir siendo responsable de mi hermano o hermana.
No podía seguir viviendo en constante temor de ser asesinado o
expulsado.
Ya era hora de tomar lo que era mío, independientemente de las
consecuencias, y no podía hacerlo solo.
Ayer por la noche, tragué una tableta y visité a mi hermana por
primera vez en casi dos meses. Estaba enojada y de mal humor, pero
una vez que le expuse mi plan, se ablandó.
Como la hermana perfecta, me perdonó y me dio lo que
necesitaba para hacer frente a lo que debe hacerse.
Entonces, visité a Kestrel. Me disculpé, admití mi comportamiento
idiota, y pedí ayuda. Al igual que Jasmine, me concedió la absolución y
escuchó mis luchas. No escondí nada, revelé todo. Por primera vez
desde que llegamos a la edad adulta, nos hallábamos completamente
sintonizados e iguales.
Por suerte para mí, después de mi ataque de honestidad, él sólo
se hallaba muy feliz de aceptar mis planes ridículamente ambiciosos.
Matar a Cut no era una opción, por ahora.
Teníamos que ser más inteligentes
Teníamos que ser astutos.
Había llegado el momento.
Hawks contra Hawks.
Cut terminó de asegurar sus puños. —Esta noche, Jet. Quiero
que se haga.
Mi cuerpo se tensó. ¿Qué?
De ninguna manera.
Cada maldita vez.
Él adivinaba que quebrantaba las reglas y venía en el momento
perfecto con su martillo proverbial para romperme en pedazos.
—No esta noche. —Agarré mi celular. Tenía una idea
descabellada, pero todavía era un inicio. No puede suceder esta noche.
No estoy listo.
—Sí, esta noche. Quiero todo este proceso acelerado. —Dejó caer
las manos rígidamente a los costados—. Esas píldoras están
funcionando. Me has impresionado más en las últimas semanas que en
tu vida entera. Has matado para proteger a nuestra familia. Has
permanecido distante de esos que no necesitas, y has sacado esa Puta
Weaver de tu corazón.
Se acercó y me palmeó en el hombro, severo respeto brillando en
sus ojos. —No quiero que nada ponga en peligro la nueva conexión que
hemos encontrado, hijo. Y ella es la causa de todo. Vamos a terminar la
Herencia de la deuda de una vez. Completa tu prueba final y asume tu
lugar completamente a mi lado. —Su voz cayó—. Cuando llegue el
momento, con mucho gusto te entregaré la corona porque te la has
ganado.
A pesar de mi odio hacia él, el alivio se deslizó alrededor de mi
corazón. Alivio porque finalmente era digno del regalo por el estuve
luchando por recibir durante veintinueve años.
Lástima, eran sólo palabras vacías.
—Estoy orgulloso de ti, Kite.
Bajé la cabeza, apretando mi teléfono hasta que el estuche se
quebró.
Tendría que estar listo... no existía otra manera.
—Ahora, dile a la doncella que prepare a la chica. Esta noche,
estamos a centímetros de la línea de meta. —Sus dientes brillaron con
una sonrisa malévola—. Esta noche, la Tercera Deuda será pagada.
Traducido por Val_17 & Annie D
Corregido por Vane Farrow

Nila
Encontré a Tex en el salón, sorbiendo una copa de brandy y
luciendo como si no se hubiera duchado en días. No levantó la vista
cuando me senté a un costado de su sillón favorito.
Algo había cambiado entre nosotros. Ya no teníamos un vínculo
cercano, era forzado, tenso, lleno de acusaciones y negaciones.
Lo extrañaba.
Temía por él.
Pero no tenía la fuerza para sacar el tema de lo que realmente
quería saber. Por lo tanto, me quedé sentada allí, frotando su antebrazo
con la punta de mis dedos tatuados, esperando que supiera que lo
perdoné. Podría ser mi padre, pero no era perfecto. Necesitaba dejar ir su
culpabilidad antes de que lo matara.
Sin mirarme a los ojos, habló. Su voz era frágil y rota, su copa de
brandy vacía hacía mucho.
—Ella me dijo que te ocultara.
Al instante supe que hablaba de mi madre.
—Tenía planes. Reservé vuelos para todos nosotros. Arreglé toda
una vida nueva en América. No existía ninguna manera de que permitiera
que esos bastardos se llevaran a mis dos chicas. Habría muerto para
protegerte, Threads. Tienes que creerme.
Bajó la cabeza como si el peso de las decisiones equivocadas lo
presionara con fuerza en su silla.
—La noche antes de que nos dispusiéramos a partir, tuve un
visitante. Él me mostró… cosas. —Tragó saliva con fuerza, apretando los
ojos como si no pudiera soportar recordarlo—. Me hizo creer que sin
importar donde te llevara, sin importar lo bien que te ocultara, te
encontrarían. Y si lo hacían, las deudas se pagarían el doble. Dos veces
el dolor. Me prometió que si dejaba que su primogénito te llevara
fácilmente, te daría una buena vida. Una vida que podría durar años.
Una lágrima rodó por su mejilla. Agarró mi mano tan fuerte que la
sangre dejó de fluir. —Por Dios, le creí, Nila. Tenía demasiado…
demasiadas cosas para demostrar que decía la verdad. No pude
rehusarme. No podía someterte a eso. Las cosas que han hecho…
Respirando hondo, tartamudeó—: Así que cancelé nuestra nueva
vida y me quedé, sabiendo que un día te llevarían lejos de mí. —Un
sollozo horrible se le escapó—. Lo siento, pequeña. Sólo hice lo que
esperaba que fuera lo correcto. Elegí el menor de los males, ¿entiendes?
Elegí el que tenía el plazo más largo para poder llegar a liberarte.
Levantó la vista, sus ojos negros llenos de lágrimas e inyectados en
sangre. —No pude salvar a tu madre, pero voy a salvarte. Lo haré. Lo
juro.
Su confesión arrancó mis propias lágrimas silenciosas. Besé la
cima de su cabeza, otorgándole la absolución. —Confío en ti, papá.
Se derrumbó en sí mismo. No tuve la fuerza para preguntarle lo que
desesperadamente quería saber.
¿Dónde creía que mi madre estuvo enterrada todo este tiempo?
¿Y qué le mostró Cut para que dejara a su esposa en las manos de
monstruos?
—¿Señorita?
El sueño se destrozó.
No es que fuera un sueño, sino un recuerdo. La única vez que Tex
habló con honestidad cuando regresé a casa. Entonces olvidó la historia
al beber tanto, que no lo recordaba a la mañana siguiente.
—¿Está despierta, señorita?
Me estiré, haciendo una mueca por el calambre en mi espalda. —
Sí. Sí, estoy despierta.
¿Cuánto tiempo dormí?
Mi teléfono se encontraba en el suelo y una mancha de humedad
en donde babeé en el sofá de dos plazas de seda insinuaba que dormía
desde hace un rato.
Me estremecí, frotándome los brazos para alejar el frío. La arcaica
calefacción central en este lugar era intermitente en el mejor de los
casos. Luchando por ponerme de pie, levanté la vista a la chimenea de
mármol. Ceniza fría y hollín negro me regresaron la mirada. La encendí
anoche, pero apestaba en hacer una llama decente aplicándole calor.
Levantando mi teléfono, comprobé la bandeja de entrada.
Nada.
Esperaba una respuesta a mi mensaje, que Jethro hubiera
respondido o al menos hubiera venido a verme. Lo necesitaba de nuevo.
Lo necesitaba cada maldito día. La lujuria en mi sangre nunca cesaba.
La criada iba y venía, recogiendo trozos de materiales y tirándolos
en el cesto de mimbre donde terminaban mis sobras. —Tiene una hora,
señorita. Es momento de prepararse.
—¿Una hora? —Me froté los ojos, ahuyentando la nubosidad de
mi siesta—. ¿Para qué?
La criada con su cola de caballo marrón y labios rosados nunca
dejó de ordenar. —No me dijeron. Sólo sé que tiene que prepararse.
Mi corazón se desplegó. ¿Podría ser la forma de Jethro de pedirme
que me preparara para esa conversación de hace mucho tiempo?
¿Podría estar llevándome a la cita que prometió la noche de la
Segunda Deuda?
Me abracé ante el pensamiento. Al fin. Después de semanas
separados, finalmente podríamos conectar y ser auténticos. Como
debimos hacerlo desde el principio.
Admitió que nos encontrábamos en el mismo equipo, pero me
evitaba desde entonces.
Los equipos tienen que permanecer juntos, Kite.
Fue criado con hermanos pero siempre estuvo tan solo. Sin
embargo, ya no lo estaba.
Me tiene.
—Dile al señor Hawk que no necesitaré una hora.
Sin esperar su respuesta, me apresuré al cuarto de baño.

***

Cincuenta y un minutos más tarde, salí del brumoso vapor del


agua de regreso en mi habitación.
Nunca antes había sido tan diligente en mi aspecto. Utilicé los
costosos jabones y lociones almacenados en el cuarto de baño. Me
duché y afeité, me aseguré de que mis piernas estuvieran suaves como
la seda y el vello entre ellas bien recortado en una franja perfecta que
ocultaba un poco pero no mucho.
Quería estar perfecta para él.
Tenía toda la intención de seducirlo y forzarlo a admitir quién era,
lo que pretendía, y aceptar finalmente que yo lo quería, con defectos y
todo.
Para garantizar que lucía lo mejor que podía, arreglé mi brillante
cabello y le puse sombra a mis ojos con una mezcla de negros y
plateados. Sin embargo, mis labios quedaron virginalmente rosados con
sólo una pizca de bálsamo labial.
Quería que Jethro cayera de rodillas en cuanto me viera. Quería
que quedara con la boca abierta y una erección, que se olvidara de ser
suave y me empujara contra la pared en su prisa por tomarme.
Ya me encontraba mojada imaginando todo lo que haríamos.
La criada desapareció, dejándome libre para andar desnuda si
quería. En cambio, me envolví en una toalla y me dirigí al imponente
armario tallado. Abriendo las puertas, inspeccioné mis opciones.
Hice algunos vestidos mientras estuve aquí, pero nada que gritara
primera cita con el hombre con el que pasaría el resto de mi vida.
No importa cuánto tiempo fuera eso.
Alguien tocó la puerta.
—Adelante. —Apreté la toalla anudada, decidiéndome por un
vestido fucsia envolvente que resaltaría mi piel bronceada.
—Eh, señorita. No es necesario que elija. Su atuendo ha sido
seleccionado.
Me di la vuelta. ¿Jethro escogió un vestido para mí?
Me encontraba un poco más enamorada. —¿En serio?
Manteniendo la mirada baja, la criada se acercó a mí sosteniendo
una enorme bolsa con cremallera. —Este es el atuendo elegido.
Mi corazón dio un doble salto de emoción, muriendo por ver lo
que Jethro escogió. Era romántico. Dulce, de alguna manera. Y también
seguro de sus preferencias… un vistazo a sus deseos internos. Me paré
detrás de ella cuando puso la bolsa en la cama y abrió la cremallera.
—Una vez vestida, se requiere su presencia en la sala de juegos.
No puedo ver.
Me moví a su alrededor, la impaciencia volviéndome grosera. No
había hecho a un lado la bolsa, seguía escondiendo el contenido. Me
estiré para moverlo, pero dijo—: ¿Me ha oído? Debe ir a la sala de
juegos.
Los latidos de mi corazón cambiaron a un sombrío golpeteo.
¿Jethro quería que nuestra primera cita fuera en los terrenos Hawks?
Ciertamente existían lugares más agradables que una sala mal
ventilada con olor a cigarrillo.
—¿Dijo por qué?
Negó con la cabeza. —No, lo siento.
¿Y por qué lo haría? Jethro era amable y suave bajo capas de
complejidades, pero seguía siendo un hombre rico y poderoso, y ella no
era más que una humilde criada. Tales cosas no eran compartidas.
—Se le acaba el tiempo. Me dijeron que la ayudara a vestirse. —
Con el ceño fruncido, hizo a un lado la bolsa y sacó una sencilla camisa
de gasa y… pantalones holgados.
El sombrío golpeteo se volvió un estruendo de pánico. Mis ojos se
abalanzaron a los suyos. —¿Dijo que tenía que usar esto?
¿Jethro tiene una perversión extraña que escapó por completo de
mi atención? Cada vez que dormimos juntos, tuve la sensación de que el
misionero y los métodos más convencionales no eran del todo su gusto.
Retenía algo… ¿pero esto?
¿Qué demonios es erótico sobre los pantalones holgados?
Sacudió la cabeza. —Nada, señorita. Todo lo que sé es que se
supone que la ayude a vestirse y llegar allí en una hora. —Se estiró para
tomar mi toalla.
Retrocedí. —No… eso no será necesario. Puedo vestirme sola.
Por favor…
Un silencioso ruego comenzó en mi alma, aumentando su
volumen con cada respiración.
Por favor…
El ruego se convirtió en una plegaria, avanzando de puntillas
hacia conclusiones terribles.
Por favor, no dejes que esto se trate de lo que creo que es…
La criada asintió. —De acuerdo. Voy a esperar afuera. —Se dirigió
hacia la puerta, pero se dio la vuelta—. Oh, casi lo olvido. Eran dos
instrucciones. Sin sujetador ni bragas y debes llevar el cabello recogido.
Oh, Dios mío.
Mi corazón se detuvo.
Por favor. Por favor, no lo permitas…
Mi ruego ya no era una plegaria sino un estridente miedo en todos
mis miembros.
—¿Por qué? —Me ahogué, sofocándome en el conocimiento.
La criada se encogió de hombros. —Una vez más, señorita. No me
lo dijeron. Pero ellos esperan su presencia rápidamente así que… —Hizo
un gesto hacia los artículos—. Será mejor que se dé prisa.
Salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella.
Ellos.
No él.
Ellos.
El dolor surgió de la nada. Un dolor paralizante desgarrándome
desde el interior. Se sentía como si mi cuerpo intentara expulsar mi
alma, cada célula destrozándose con agonía. Un grito silencioso se
elevó, sucumbiendo ante el horrible conocimiento, azotándome con
violencia… casi como si pudiera suicidarme sólo por el miedo.
Corre, Nila.
Escapa por la ventana y corre.
Me doblé por la mitad, agarrando mi agitado estómago.
El vértigo se precipitó como murciélagos infernales, ondeando en
mi pelo y chillando en mis oídos. Me derrumbé en mis rodillas, sin
detener mi descenso hasta que mi frente tocó la alfombra. Me quedé de
esa manera, con los brazos a mí alrededor en un inútil abrazo y con mi
cabeza a los pies de alguna deidad que se negaba a salvarme.
Podría no ser lo que piensas.
Podría no ser la Tercera Deuda.
Un sollozo se arrastró por mi garganta.
Mentirle a otro era factible. Mentirme a mí misma era imposible.
Temblando, me senté y tomé las prendas de la cama. Se
deslizaron por las sábanas, esparciéndose en el suelo. El material era
áspero, rudimentario.
El impulso de escapar se hizo cada vez más constante.
No les permitas hacer esto.
Sabía vagamente donde se encontraba la frontera ahora. Podría
lograrlo. Tenía una bestia de cuatro patas para llevarme lejos. Pero
incluso si llegaba a los establos y a Polilla, incluso si llegaba a la
frontera y galopaba todo mi camino hasta Londres, nadie creería mi
historia. No después de la prensa. La entrevista. No después de los
sitios web en línea y las columnas de chismes haciendo apuestas sobre
cuándo sería nuestro gran día y cómo el mundo fue utilizado en un
elaborado engaño entre familias rivales y un hermano sobreprotector.
Cut reforzó hábilmente mis barreras a nivel mundial,
encerrándome en los rumores y las propagandas.
Calmado el malestar por el vértigo, me levanté lentamente. La
habitación aún daba vueltas. Las náuseas seguían golpeándome. Pero
no tenía ninguna opción. Entregarme voluntariamente y rezar por ser lo
bastante fuerte para atravesar por ello. O esperar que me reclamaran y
administraran un castigo peor.
Las lágrimas arañaron mis pulmones cuando dejé caer la toalla.
Un hormiguero de odio e impotencia se arrastró sobre mi piel
mientras recogía los pantalones holgados.
Un estremecimiento secuestró mis músculos mientras tiraba la
abrasiva tela por mis pies y hasta mis caderas. Al instante, me picaba,
áspera claustrofobia dentro de los pantalones primitivos.
Sigue adelante.
Apretando los dientes, me deslicé en la camisa de gasa,
maldiciendo a la tela transparente y mis pezones oscuros. Bien podría
estar usando nada.
No puedo salir así.
La criada apareció de repente sin llamar. Sus ojos me
inspeccionaron. —Genial, está casi lista. —Sacando un elástico para el
cabello de alrededor de su muñeca, me lo dio—. Necesita atarse el
cabello, también. Dijeron en un moño.
No podía hablar.
Tomó todas mis fuerzas el evitar asesinarla y huir.
Agarrando el elástico, recogí mi cabello alisado y lo retorcí antes
de girarlo hacia la parte superior de mi cráneo y fijarlo en su lugar.
—¿Está lista para ir?
Ignorando a la criada, me dirigí hacia el espejo de cuerpo entero,
odiando el hecho de que mi pecho se encontraba a plena vista bajo la
gasa.
Mi reflejo.
Un gemido salvaje se me escapó. Golpeé las manos sobre mi boca.
Me veo…
Me veo…
Mi corazón decidió que dejaría de latir. Ya no latiría más para
mantenerme viva. Se convirtió en carbón, no más carne ni sangre ni
diamante, sólo carbón sucio, astillado y polvoriento.
Todos mis temores se volvieron realidad.
Estaba a punto de pagar la Tercera Deuda.
Y sabía por quién estaba pagando.
Los ancestros Hawk tenían una familia. Ya había pagado por el
juicio del marido por robar con latigazos. Ya pagué por los pecados de la
señora Weaver por ahogar a la hija Hawk por brujería. Y ahora tenía
que pagar por cual fuera la maldición que cayó sobre el hijo Hawk.
El niño pequeño que trabajó tan duro sólo para ser recompensado
con hambre.
Lo sabía con la mayor certeza.
Mi reflejo decía una verdad aterradora.
Usando pantalones holgados y una camisa básica con el cabello
recogido, ya no me veía como una mujer que quería seducir a Jethro
Hawk.
Sino como un niño a punto de ser arruinado de por vida.
La criada me llevó por el pasillo, a través de innumerables salas
de estar y salas comunes, antes de detenerse en el umbral de un
estudio de billar lleno de humo.
No dijo ni una palabra, sólo asintió a la puerta abierta. Girando,
me dejó de pie con mi brazo por encima del pecho, intentando ocultar
mis pezones congelados. No podía dejar de temblar. No podía dejar de
temer.
—Por el amor de Dios, entra, Nila. —Cut chasqueó los dedos, sin
apartar la mirada de las cartas en sus manos. Los hombres Hawk se
sentaban alrededor de una mesa baja de póquer en sillas de cuero. La
mesa de billar con su terciopelo verde y candelabros bajos de Tiffany
era ignorada por completo a favor del juego de apuestas.
De mala gana, di un paso del pasillo a la habitación.
—Cierra la puerta; esa es una buena chica. —Cut subió la
mirada, fumando un cigarro colgando de la comisura de la boca. Me
miró de arriba a abajo, con los ojos demorándose en mi pecho
escondido—. Bueno... no puedo decir que te ves muy atractiva. Deja
caer el brazo; al menos déjanos ver algo de tetas, así sabremos que no
eres realmente un niño campesino de mierda.
Mis dientes se juntaron a medida que luchaba con cada instinto
de correr. Forzándome a ignorar a Cut, me centré en el hombre que
amaba, a pesar de sus errores, frialdad y palabras heladas.
Jethro se sentaba junto a su familia, pero de alguna manera se
veía tan apartado. Sus ojos se clavaron en los míos. Su rostro grisáceo y
tenso, sus pómulos eran palas, cortando a través de la piel estirada. Su
postura hablaba de un animal atado hirviendo con la necesidad de
matar, mientras que su mandíbula mantenía un agarre permanente de
desolación y arrepentimiento.
Dolía demasiado mirarlo.
Kes me llamó la atención.
Me dio una sonrisa triste, ocultando todo lo que sentía detrás del
increíble regalo de la ilusión. Era un mago, eliminando cualquier cosa
que pudiera delatarlo. Incluso la conexión que construimos el día que
me dio a Polilla no me dejó ver sus pensamientos.
Daniel, por su parte, se rió, apoyándose sobre la silla, masticando
el final de su cigarro. —No puedo decir que estás bonita vestida así... —
Su tono bajó—, pero todavía te follaría.
Jethro se tensó.
Un jadeo salió de mis labios.
Di un paso atrás, deseando poder ignorar el sentido común y
correr. Huir por los pasillos y atravesar las puertas. Pero no tenía
sentido. Sería atrapada. Sería herida. Y tendría que sobrevivir a la
deuda de cualquier modo.
Jethro y Kes no fumaban, pero tenían un gran vaso de líquido
ámbar al lado de ellos, brillando bajo las cálidas luces del costado que
arrojaban más sombras que iluminación. La habitación se hallaba llena
de paletas de colores de marrón, pardo, y tierra. Cortinas verde-bosque
oscurecían las ventanas, mientras que la alfombra era gruesa, con el
motivo de un gran tablero de ajedrez con cuadrados blancos y negros.
Realmente era un salón donde se jugaba; las deudas siendo el
último juego de todos.
—Jet, ¿vas a decirle algo a nuestra invitada? —Cut entrecerró los
ojos.
Los nudillos de Jethro se volvieron blancos alrededor de la copa.
Me quedé inmóvil en la alfombra, esperando... esperando a que
me condenara a su cruel familia una vez más.
Jethro apartó los ojos de los míos, mirando a la mesa. Kes le dio
un codazo con sutileza.
Respirando profundamente, se pellizcó el puente de la nariz. Sin
levantar la vista, murmuró—: Su trabajo es servirnos mientras
apostamos, señorita Weaver. —Sus ojos se posaron en los míos sólo
para apartarse un segundo después—. Debe hacer lo que le pedimos en
todos los casos. ¿Entendido?
No escuché sus palabras, sino sus ojos. Disparaban su propio
mensaje, pero era enredado, intrincado, indescifrable.
—Agarra un cenicero limpio del aparador y repone los cacahuetes
—ordenó Cut.
No me podía mover.
Cut retorció su cuerpo para mirarme. —¿Por qué sigues ahí de
pie? ¿No me escuchaste?
Oh Dios. Oh Dios.
Mis manos se cerraron en puños e intenté obedecer, pero mis
piernas se apoderaron de terror.
Kes se puso de pie, esparciendo unas cáscaras de nuez. —Te
mostraré…
Cut golpeó la palma sobre la mesa, derribando las pilas de fichas
de póquer. —Siéntate, Angus, y jodidamente comportarte. —
Mirándome, gruñó—: Haz lo que se te dice, señorita Weaver, o esto
empeorará cien veces.
Jethro bajó la cabeza, arrastrando una mano por la nuca. Sus
ojos llenos de odio, ardiendo a su padre.
Cut gritó—: ¡Ahora!
Kes volvió a sentarse apresuradamente. De alguna manera
encontré la fuerza para moverme. En silencio, me dirigí descalza al
aparador donde el personal dejó una cara botella de coñac, más puros,
ceniceros de cristal, y una gran variedad de frutos secos y patatas fritas
para el juego.
Con manos temblorosas, agarré una bolsa de cacahuetes tostados
con miel y los abracé. Sufriendo otra oleada de vértigo, me giré para
enfrentar a los hombres.
Cuatro Hawks.
Una de mí.
Me frené.
No quería ir a ninguna parte cerca de ellos. La mesa tenía un
aura de maldad a su alrededor, peligrosa y extraña, gritándome que
corriera. Incluso Jethro se encontraba escondido, ni concediéndome
fuerza a través de su amor ni calmándome de que de alguna manera me
salvaría.
Cut chasqueó los dedos, el humo del cigarro yendo hacia el techo.
—No tenemos toda la puta noche.
El reloj de pared dio la hora.
El pesado sonido repercutió como notas visibles, ondeando en el
aire.
Clang.
Clang.
Me moveré cuando termine.
Clang.
Clang.
Cuatro campanadas. Forcé la valentía a mis venas, a pesar de que
utilicé hasta la última gota. No podía soportar la idea de mirar el reloj
para ver cuántas faltaban.
Clang.
Clang.
—Mierda, chica. ¡Ven aquí ahora! —gritó Cut.
Clang.
Clang.
Jethro levantó la mirada. Sus ojos dorados se camuflaron antes
con caos, pero ahora gritaban con todo lo que quería decir.
Leí tu mensaje.
Lo siento.
Mi corazón se resquebrajó cuando los labios de Jethro formaron
tres palabras. Tres palabras que pedían tanto de mí sin ninguna pista
de salvación.
Confía en mí.
Clang.
La campanada final flotaba en el aire como un platillo
estrellándose, sin darme ningún otro lugar donde esconderme. Diez de
la noche y la noche apenas comenzaba.
Dejando caer mi mirada de la de Jethro, armé de valor mi corazón
y confié no solo en él, sino en mí.
Yo era lo suficientemente fuerte.
Era lo suficientemente valiente.
Confiaba en que podía sobrevivir.
Enderezando los hombros, me acerqué a los Hawks para
servirlos.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Miry GPE

Jethro
Joder, ella estaba hermosa.
No podía apartar los ojos de la blusa por la que se veía a través y
los pantalones horribles que llevaba. En lugar de volverla un chico de
cocina, un no querido pequeño pagano, el material holgado la
transformó en un duende. Una criatura etérea apenas encajando en
ropa humana.
Por favor permite que esto funcione.
No tuve mucho tiempo. No tenía las garantías que necesitaba.
Pero había hecho todo lo posible para protegerla.
Confía en mí, Nila.
Esperé a que levantara la mirada, pero la mantuvo baja mientras
se acercaba a la mesa de póquer. Era una plataforma de juegos
apropiada con portavasos, lugares para fichas, y un cojín de cuero para
ocultar nuestra mano ganadora.
La “Noche de póker” solía ocurrir una vez a la semana. Los
Diamantes Negros, mis hermanos y mi padre colocaban varias mesas y
jugaban hasta que esas mesas se transformaban en una. Las apuestas
de cada juego eran altas. La entrada eran cincuenta libras, y no era
raro que un bote alcanzara cinco dígitos antes de que alguien ganara.
Pero ahora, este era un asunto privado. Cuatro Hawks y una
Weaver. Junto con el conocimiento repugnante de lo que sucedería esta
noche.
Nila se inclinó para rellenar los cuencos, haciendo todo lo posible
para no acercarse demasiado. Su olor me envolvió, derramando aromas
ricos y frescos demasiado sensuales. Se veía tan bien. Sus ojos eran
más oscuros, sus labios tan jodidamente besables.
Maldita sea por ser tan bonita. Podría haber sido protegida si no
fuera tan tentadora. Al igual que mi familia la condenó a este destino,
sus propios genes aseguraron que sería peor.
—Gracias, Nila —susurró Kes mientras se movía alrededor de la
mesa.
Ella se estremeció, sin reconocerlo.
Mi pene se sacudió; apreté los dientes. No podía manejar que mi
hermano hablara con ella.
No podía soportar lo que sucedería después.
Las intenciones desbordándose de mi padre eran demasiado
difíciles de ignorar. La excitación lujuriosa y la codicia lasciva. Un idiota
lascivo que pensaba en nada más que robar el dinero y el placer de los
vulnerables.
¡Mierda!
Respirando con dificultad, me obligué a volver a caer en la niebla
plagada de medicamento.
Tripliqué la dosis.
Cut cometió el error de pensar que me mantenían lo
suficientemente lúcido para ser controlado. Aprendí que otorgaban
claridad para buscar otros caminos. Me dieron paz suficiente para
mirar más allá de los pensamientos abominables existentes en esta
casa y volverme tan astuto como él.
Su testamento atrapaba mi futuro como un loco en alguna ala de
psiquiatría si alguna vez intentaba acabar con él. Pero él no tenía
ninguna protección si yo jugaba a la política con la política...
Kes me dio un codazo debajo de la mesa.
Lo miré por el rabillo del ojo, pretendiendo barajar los naipes.
Esperaba jodidamente en Dios que hubiera hecho todo lo que pude.
No tuve tiempo suficiente para prepararme. Lo qué pasaría esta
noche sería improvisado y pura suerte de mierda.
Si no salía adelante... esta noche sería un baño de sangre. No
habría manera de evitar que sacrificara todo mi linaje, incluido yo
mismo.
Tantas cosas podrían salir mal.
Tantos asuntos impensados que podrían destruir mi trabajo duro.
Confía en mí, Nila.
Porque no tienes otra opción.
Sin decir una palabra, Nila tomó el cenicero usado y se dio la
vuelta para volver al aparador.
Cut la agarró por la cintura, manteniéndola bloqueada a su lado.
—Me gusta esto sobre ti, señorita Weaver. Te ves bien... provocativa. —
Levantó la mano para ahuecar su pecho. La completa lujuria saliendo
de él sobrepasó mi dosis triple.
Me puse de pie, tirando cincuenta y dos cartas en la mesa.
Todo el mundo se congeló.
Mi pecho bombeaba. Mis puños cerrados. Mi cuerpo aulló por
malditamente asesinar.
Cut ladeó la cabeza, mirándome fijamente a los ojos. En un
desafío acalorado, retorció el pezón de Nila a través de la blusa de gasa.
Mierda, mierda. No. Te. Desvíes.
—¿Algo que quieras decir, Jet? —siseó Cut, agarrando a Nila
cuando se retorció. Con los labios fruncidos, nausea nadaba sobre su
rostro.
No podía mirarla sin ahogarme en todo lo que sentía. Horror,
odio, desesperanza. Esperaba que yo fuera su campeón. El que la
salvara en la hora final.
Lo haré.
Lo intento.
Daniel se rio, apagando su cigarro. —Si lo que padre dice es
cierto, hermano, tal vez deberías irte. Después de todo, ya tuviste una
probada que era contra las reglas.
Kes se puso de pie junto a mí. Su mano se plantó en mi hombro.
—No tienes nada que decir. ¿O si, Jethro?
Nunca aparté la vista de Cut. Esto era entre él y yo. Nadie más.
Éramos los principales actores; todos los demás eran colaterales en
nuestra guerra. Sin embargo, a diferencia de Cut, quería mantener a
todos vivos después.
Un dolor de cabeza surgió de la nada. El enfrentamiento vibró
más y más fuerte.
Fue Nila la que rompió la tensión. —Siéntate, Kite. —Su voz era
como suaves gotas de lluvia e igual de acuosa. Mi mirada se movió a la
de ella.
Tenía tanto que decir y ningún tiempo para hablar.
—¿Ella te llama Kite ahora, eh? —Cut la empujó lejos—. Ese es
un desarrollo decepcionante.
Mi corazón se aceleró.
La mano de Kes empujó sobre mi hombro, forzando a mis rodillas
a doblarse y sentarme de nuevo.
No pierdas la cabeza.
—No es un desarrollo importante, puedo asegurarlo. —Tragando
mi rabia, metódicamente recogí las cartas dispersas—. Creo que la
mesa necesita otra copa, señorita Weaver.
Cut se relajó un poco; Daniel rio.
Nila se mordió el labio, las lágrimas brillando antes de darnos la
espalda a todos para recoger el coñac.
Suspiré, estremeciéndome bajo los pensamientos enredados
procedentes de las tres relaciones. Cada emoción me jodía en el interior
hasta que no podía comprender mis propias conclusiones.
Era más fácil beber del pozo envenenado que rechazarlo. Tendría
que deslizarme un poco con el fin de ganar.
Lo que Nila estaba a punto de pasar la destrozaría.
Lo que yo estaba a punto de pasar me destruiría.
Y ninguna cantidad de píldoras podía salvarnos.
Sólo tenía que esperar. Tenía que orar. Tenía que conspirar.
Tenía que jodidamente implorar que esta noche ganara sobre
Bryan “Buitre” Hawk.

***

Clang.
El último repique dio la medianoche.
Dos horas de tortura.
Dos horas de juego.
Sólo Daniel estaba fuera; sus fichas distribuidas entre Kes, Cut y
yo. Mi propia pila se redujo, pidiendo medidas drásticas de ir todo
dentro con una mano inmejorable. Kes era el ganador, manteniendo a
Cut persiguiéndolo a medida que soplaban como chimeneas y bebían
miles de libras por valor de coñac.
Cada pocos segundos, mi atención se posaba en Nila. Se cernía
como un fantasma, saltando ante las órdenes de mi padre y
adelantándose a sus peticiones al traer patatas y vaciar ceniceros.
Su presencia me distrajo demasiado, pero el hecho de que se
negaba a mirarme me volvía loco. No me dejó explicar en silencio o
animarla.
Me apartó. De hecho, se cerró emocionalmente. El único indicio
de sentimiento era resignación pesimista.
—Tu turno, Jet —solicitó Kes, señalando las cartas sobre la mesa.
Me pasé una mano por el cabello. Mi mente no se hallaba en el juego,
sólo en las putas campanadas del reloj.
Una a.m. era la campana de partida.
Una hora faltaba antes de que comenzara la catástrofe.
—Doblo. —Lanzando las cartas boca abajo sobre el fieltro, tomé
otro sorbo de mi bebida. El licor formó una barrera decente con las
drogas en mi sistema, relajándome lo suficiente como para seguir
siendo yo mismo y no infectarme con las intenciones de Cut.
Continuamos jugando.
Nila se quedó en el fondo, y segundo a segundo, todos
avanzábamos hacia el futuro. El entorno era ligeramente diferente a lo
que pasó aquella noche fatídica, no nos encontrábamos en un agujero
de bebidas local y Nila no era una moza de taberna, pero su papel como
camarera era el mismo.
Kes repartió la siguiente mano.
Dejó de fumar y aminoró su paso con el coñac. Sus ojos eran
claros, las manos firmes. Se fortificó con suficiente valor líquido, pero
no cayó en estado de ebriedad.
Me comporté como un idiota con él las últimas semanas, sin
embargo, me perdonó antes de que me hubiera disculpado. Era un
verdadero amigo. Un firme aliado.
¿Pero nunca serás capaz de mirarlo de nuevo sin matarlo después
de esta noche?
Esa pregunta corroía mi corazón hasta que estaba lleno de
agujeros.
Sinceramente, no sabía. Con el fin de salvar a Nila, podría perder
a mi hermano.
Pero era una oportunidad que tenía que tomar.
Otra ronda se produjo.
El sólido tictac del reloj de pie perforaba mis tímpanos. En todo lo
que podía pensar era en el tiempo.
Fracasé. Kes subió la apuesta. Cut ganó. Daniel continuó
tragando.
Nueva ronda.
Yo era el repartidor. Repartí cartas, esperé las apuestas, hice mi
parte, entonces entregué el manojo. Mi mano era una mierda. La peor
en toda la noche, pero no podía jugar a esta puta farsa por más tiempo.
—Todo dentro. —Empujé mi pequeña pila de fichas en el centro y
di un vistazo al reloj.
12:55a.m.
Suspiré.
Mierda.
Kes me lanzó una mirada, su espalda tensándose. Nuestras
rodillas se tocaron, acordando que a partir de ahora, me encontraba
solo.
Nila contuvo el aliento, arrastrando mi atención hacia ella. Sus
ojos se hallaban muy abiertos, confusión pintando sus mejillas por
nuestro mensaje compartido. Se encogió aún más en las ropas
prestadas que llevaba.
Los últimos minutos pasaron. Seguimos jugando como si no
estuviéramos todos muy conscientes de lo que estaba por suceder.
—Todo dentro —murmuró Kes, empujando su pila sustancial en
el centro.
Cut nos miró a ambos, frotándose la barbilla. —Ustedes
muchachos. Juegan con fuego.
Entregando sus propias fichas, las extendió sobre nuestras torres
ordenadas y volvió las cartas hacia arriba—. Todo dentro. Muéstrenme
la última carta.
Daniel se rio entre dientes. —Esto será interesante. —Se inclinó
hacia delante, agarró la baraja, y bajó el resto del manojo.
En el momento en que vi quién ganó, el reloj dio la una.
Clang.
Kestrel.
Ganó.
Por supuesto, que lo hizo.
Al igual que ganó a la chica.
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Vane Farrow

Nila
El simple tañido del reloj apresuró caos a través de mi sangre.
Una de la mañana.
Más cerca de la hora de las brujas que del amanecer… cubiertos
de profunda oscuridad donde los pecados y los actos de perfidia
ocurrían sin repercusiones.
Miedo.
Miedo sin fin.
Se combinaba, uniéndose hasta que no podía respirar.
El tiempo se detuvo mientras los cuatro Hawk descartaban su
juego y volvían sus ojos hacia mí.
Retrocedí, apretando mi corazón.
¡No!
Mi voz se volvió un cauce seco sin palabras para fluir.
Jethro colocó sus codos sobre la mesa, pasando las manos por su
cabello de oropel. Sus hombros se elevaron cuando se fortaleció para lo
que fuera que venía después.
Cut le palmeó la espalda, murmurando algo en voz baja.
Kes me miró, luego apartó la vista. Su cuerpo tenso y erizado.
Lo sabe.
Sabía lo que estaba a punto de pasar. Sabía y no podía mirarme.
Oh, Dios.
Mi miedo se volvió terror paralizante.
Daniel se levantó primero.
Cut asintió mientras la pequeña mierda se movía hacia mí.
—Ven aquí, Nila Weaver. Es hora.
Sacudí la cabeza, retrocediendo hasta que choqué contra un
lateral rojo sangre. —No me toques. —Mi mirada se lanzó hacia Jethro.
Se levantó encorvado como un árbol viejo que había soportado
demasiadas tormentas. Su cuerpo se encontraba anudado y torcido,
sus ojos tensos y afectados.
—Dije, ven aquí. —Daniel se lanzó, agarrando mi brazo y
jalándome contra él—. Oh, mira. Te estoy tocando.
Mostré los dientes, luchando contra su agarre. —Quita tus
sucias…
—Nila. —Kestrel se levantó, aclarándose la garganta.
Me detuve, esperando que dijera algo más. Si su hermano mayor
no detenía esta atrocidad, quizás él lo haría. Tal vez debería haber
puesto mi fe en Kes todo el tiempo.
Sin embargo, solo sacudió la cabeza, su rostro una vez más
escondiendo todo.
Cut se reclinó en su silla, chasqueando los dedos. —Procede,
Daniel.
—¡No, espera!
Me arrastró hacia adelante. —Ven, zorra. —Empujándome para
pararme frente a él, tomó mis manos y las aseguró detrás de mí con
una banda de seda—. No podemos tenerte arañando ni corriendo ahora,
¿o sí? —Se rió en voz baja.
Jethro tembló.
¡Por favor, detén esto!
No vio mi mensaje silencioso mientras se tomaba otro dedo de
coñac y se giraba cautelosamente para enfrentarme. Los lazos alrededor
de mi piel se hallaban apretados, cortando ya mi suministro de sangre.
Cut observó a su hijo atentamente, sin darle ninguna instrucción
pero atento a cada movimiento suyo.
Plantando sus piernas en la alfombra con piezas de ajedrez,
Jethro dijo—: Nila Weaver, esta noche es la noche en que pagarás la
Tercera Deuda. ¿Tienes algo que decir antes de comenzar?
Peleé contra mis restricciones mientras Daniel se cernía detrás de
mí. Las aseguró demasiado bien… no iban a ceder. —Por favor… lo que
sea que estés a punto de hacer. No lo hagas.
Cut se rió suavemente. —Que desperdicio de palabras, señorita
Weaver. —Asintiendo hacia Daniel, ordenó—: Parece que no tiene
respeto para hablar. Amordázala.
—¡Espera! —Me volví salvaje—. ¡No! —Me lancé hacia adelante,
pero Daniel me arrastró hacia atrás. Me retorcí en su agarre,
convirtiéndome en una serpiente esperando deslizarme de su agarre.
Pero fue inútil.
En un momento, su fuerza me atrapó, me sometió, y amarró una
pieza de ropa roja a través de mis labios. La mordí mientras ataba el
nudo detrás de mi cabeza, embridándome como a un poni domesticado.
El material se apretaba incómodamente sobre mi lengua.
—No puedes hablar ahora, ¿o sí, Weaver? —Daniel palmeó mi
mejilla.
¡Jethro!
Jethro pasó una temblorosa mano sobre su rostro.
¿Cómo podía permitir esto? ¿No significaba nada para él?
—Ahora no tienes más opción que escuchar; es momento de tu
lección de historia. —Cut movió su silla, pareciendo un rey en la
alfombra de tablero de ajedrez a punto de sacrificar a un simple peón
sin ninguna preocupación—. Escucha cuidadosamente, Nila.
Comprende tus pecados. Entonces la noche procederá exactamente
como lo hizo hace todos esos años. —Miró a Jethro—. Continúa, hijo.
Con pasos letárgicos, Jethro tomó su lugar en la tarima central.
Se veía más pálido que un vampiro y pilotado por la muerte. El calor del
cuerpo de Daniel me repugnaba; monté el galope salvaje de mi corazón,
intentando calmarme lo suficiente para perseverar.
La voz medida y helada de Jethro llenó el salón lleno de humo. —
Hace muchos años, tus ancestros amaban jugar. Tan coincidente como
puede ser, la mayoría de las veces el juego pagaba. Los Weaver tenían
suerte y usaban esa suerte en los negocios, el placer, y la ganancia
monetaria. —Su voz se volvió más ronca pero nunca titubeó—. En
ocasiones, el cabeza de la casa Weaver visitaba el bar local para jugar
doble, rummy, y póquer.
Mis ojos se movieron al juego terminado plagado de fichas y vasos
vacíos, viendo la escena y entendiendo que lo que fuera que sucediera
conmigo estaría directamente relacionado con esa noche.
—Sin embargo, en un año no tan bueno, la suerte del Weaver se
acabó. No solo su esposa fue acusada de brujería y la hija de los Hawk
sacrificada por sus pecados, sino que su habilidad al trampear cartas
no fue más un talento sino una falla.
»La noticia de que era un estafador llegó, y la burguesía local
invitó a Weaver a un juego en el establecimiento local para atraparlo.
Weaver fue, como siempre lo hacía. E hizo trampa… como siempre lo
hacía.
»Cuando el juego terminó, sin embargo, no había ganado. Las
cartas fueron cambiadas, y no recogió dinero para devolver sus
pérdidas. Sus compañeros de juego demandaron que pagara sus
deudas justo en ese momento.
»Por supuesto, no tenía fondos. Tenía un negocio rentable y una
empresa textil. Era dueño de envíos de seda y tintas exóticas que valían
miles de libras, pero sus bolsillos estaban forrados de hilos y botones,
no papeles y monedas.
Tomó una respiración, su espalda tensándose cuanto más
hablaba. No sabía si era la rabia ante lo que mis ancestros hicieron lo
que le daba el poder o que de alguna manera tenía un plan.
—Le dieron un ultimátum. Pagar la deuda o perder su mano como
tantos otros ladrones. La policía no estaba ahí. Era tarde. Alcohol había
sido consumido, y los hombres eran los peores. Lujuria. Codicia.
Hambre. Ellos querían sangre y no se conformarían con menos.
»Weaver sabía que no podía pagar. Tenía que perder una
extremidad si no proveía algo de valor para compensar sus mentiras.
Fue entonces cuando sus ojos cayeron al chico sirviente que llevó con él
para ayudar a atender sus necesidades durante el juego. El
subordinado del mayordomo, el niño que trabajaba en las bodegas. El
hijo de Hawk; el último vástago de mis antepasados.
Si no estuviera amordazada, me habría lamentado por el horror
de tal situación.
Pobre niño. Pobre existencia hambrienta. Quien sea que había
sido, sufrió una terrible crianza observando a su padre siendo
castigado, su madre siendo violada, y su hermana ahogada. Había
vivido a través de la suficiente lucha de al menos cien vidas solo para
terminar huérfano, sin esperanza, solo y lidiando con una multitud de
hombres intoxicados.
Jethro gruñó—: Solo tenía trece años. Y era pequeño para su
edad.
Su dura voz atrajo mis ojos hacia los suyos. Sus puños apretados;
rabia sombreando su cara. —Fue acordado un trato. Weaver ofreció una
alternativa; una deuda pagada en carne humana en lugar de dinero.
Cuando los hombres discutieron que tenían sus propios sirvientes y no
necesitaban a un niño flaco y enfermizo, Weaver endulzó el trato. —
Acercándose a mí, murmuró—: ¿Quieres saber cuál fue el acuerdo?
Sacudí la cabeza, succionando la mordaza a medida que mi boca
se llenaba de horror.
Susurró—: Ofreció a su sirviente, no para limpiar ni para atraer
ni para tareas serviles, sino por una noche. Doce horas completas para
ser usado a su discreción.
Mis rodillas cedieron.
Daniel me sostuvo, tirando mis hombros con la banda alrededor
de mis muñecas. Mi espalda ardía, pero no era nada comparado con la
manera en que mi cerebro se cocinó escuchando tantas historias
grotescas.
—Los hombres consideraron dicha oferta… y después de mucha
discusión… estuvieron de acuerdo.
Mi saliva se volvió agria, anudada con un ataque de vértigo y
tambaleando el mundo.
Mi mente nadó con pensamientos enfermizos.
Daniel susurró en mi oreja—: Puedes imaginar lo que eso
significa, ¿verdad? —Me jaló hacia atrás, frotando su erección contra mi
espalda—. He esperado por esta noche desde que llegaste.
Lágrimas inundaron mis ojos.
Gemí alrededor de la mordaza, rogándole a Jethro que se
deshiciera de cualquiera que fuera el estupor en el que existía y matara
a su familia.
Sálvame. Termina esto.
Al segundo en que vio mi mensaje sin palabras, se giró. Su voz
cayó más y más hasta que fue un triste monólogo. —Una noche de
sodomía por unos cientos de libras en deudas. Weaver salió impune.
Retornó a su hogar sano y salvo en su caballo y su calesa, dejando
atrás a su fiel sirviente.
El silencio se cernió, derramando sal sobre heridas desolladas.
Cut dijo—: El pago comenzó a la una de la mañana, y para la una
de la tarde, el chico estaba de vuelta. —Se rió oscuramente—. Vivo. Pero
incapaz de caminar por una semana.
Mi corazón se rompió. El pobre chico miserable. La humillación,
el dolor, la degradación. La catástrofe destructora de alma que no era
suya para resistir.
Jethro se acercó.
Me encogí cuando acunó mis mejillas con sus manos frías. Su
pecho subió y bajó, pero el aire no pareció llenar sus pulmones. Se veía
furioso, asqueado, sin hacerle frente del todo. ¿Cómo podía quedarse
ahí y decir esto? ¿Cómo podía contemplar hacerme pagar?
Lágrimas cayeron silenciosamente de mis ojos, empapando la
mordaza.
—En esta deuda, debes ser usada. Debes ser compartida. Y el
pago será tomado de tu cuerpo de cada manera que veamos apta. No
hay reglas sobre en dónde puedes ser tocada y no hay límites que no
puedan ser cruzados.
Tragó con fuerza, presionando su nariz planamente contra la mía.
—Como el primogénito, seré el último en participar en esta deuda. Ese
es mi sacrificio por mis pecados, también. Tú me perteneces, y debo
sacrificarte para ganar mi lugar.
Daniel siseó en mi oreja—: Tiempo para algo de diversión,
pequeña Weaver.
Todo mi cuerpo hormigueó con pesada furia. Ya no tenía tiempo
para tener miedo… no cuando el pensamiento de lo que pasaría
amenazaba con llevarme de estar cuerda a la locura.
Las fosas nasales de Jethro llamearon, tormento y miseria
peleando en su rostro. —¿Te arrepientes? ¿Tomas posesión de los
pecados de tu familia y acuerdas pagar la deuda?
Apenas podía mantenerme de pie. No podía hablar. Ni siquiera
podía pensar adecuadamente.
—No lo hagas repetir la pregunta, Weaver —musitó Daniel.
Jethro cruzó los brazos, viéndose como si fuera a vomitar en
cualquier momento. —Dilo, Nila. —Su voz era tan baja pero palpitaba
con tanta pena.
¿Cómo se suponía que hablaría cuando me encontraba
amordazada?
Cut sonrió. —Entre más pronto estés de acuerdo, más pronto se
terminará. —Levantándose, vino hacia mí. Nunca había estado tan
incómoda, atrapada entre Daniel y Cut, sabiendo que esta vez tenían
permitido tocarme. Que Jethro no podía detenerlos de compartir porque
se encontraba atado a la deuda el servirme sobre una bandeja de plata.
Cut acarició mi mejilla, las puntas de los dedos marcando mi piel.
—Tres lugares para violarte, querida. Y tres hombres. Nos sortearemos
para ver quién puede reclamar tu coño, boca, y culo.
El vértigo me hundió en un giro de montaña rusa, enviándome
tropezando hacia Cut.
Se rió, sosteniéndome contra su pecho. —Nunca supe que fueras
tan ansiosa.
Al momento en que pude ver sin el encale de las náuseas, gruñí y
luché para liberarme.
Cut me soltó, sonriendo mientras yo retrocedía solo para terminar
en los brazos de Daniel.
¡Esto no puede estar pasando!
Un sollozo escapó a través de mi mordaza. Mi corazón latía de
manera supersónica… una pieza de músculo agonizando, a punto de
explotar en cualquier momento.
—¡Joder, Nila, concuerda con la maldita deuda! —Jethro explotó
de pronto.
El cuarto se congeló. Más lágrimas se derramaron. Más dolor
inimaginable me cortó en dos.
Entorné los ojos, canalizando mi asco completamente en su
mirada. ¿Me quieres violada por tu maldita familia? Bien.
Elevando la barbilla, esperé que viera cuán mal lo jodió. Estaba
preparada para perdonarle todo. Su hielo. Sus mentiras. Su ártico
comportamiento cerrado.
Todo.
Pero no esto.
Nada nunca podría absolver esto.
Jamás.
¿Entiendes, Jethro Hawk? El amor en mi corazón por ti. Muere.
Ahora mismo.
¡Se acabó!
Jethro se encogió, estrellándose contra Kestrel.
Kes agarró la mano de su hermano, apretándola con fuerza.
Jethro pasó una mano por su boca como si pudiera prevenir que se
escaparan más cosas monstruosas.
La voz de Kes fue forzada y afilada. —¿Das tu consentimiento,
Nila Weaver? Responde la pregunta.
Nunca aparté la mirada de Jethro. Era la reina en esta alfombra
de tablero de ajedrez. Era la jugadora más poderosa en este juego
tediosamente largo, aunque mi rey había terminado el juego con un
error colosal.
Apartándome de los brazos de Daniel, avancé para pararme en el
centro de los Hawk. Con mis hombros orgullosos y mi cuerpo vibrando,
asentí.
Un solo asentimiento.
Sí.
Sí, pagaré su enfermiza y retorcida deuda, pero nunca seré la
misma. Nunca seré tan suave y estúpida. Nunca me dejaré convencer
sobre la bondad en otros. Seré el odio personificado, y jodidamente
mataré a cada uno de ustedes cuando hayan terminado.
—Eso es todo, entonces. —Jethro se balanceó hacia la mesa de
póquer. Se movía como un soldado que había sido herido en la batalla;
un guerrero a punto de morir. Arrancando el corcho de su botella de
coñac, inclinó el licor y bebió. Su poderosa garganta se contrajo,
engullendo rápido, antes de alejarla, bajarla de golpe, y dirigirse
velozmente hacia la salida.
En un momento, se había ido.
¡¿Qué?!
¿Ni siquiera iba a estar aquí para observar? ¿Para arrancar su
corazón atestiguando la atrocidad que sobrevenía?
Mis lágrimas se secaron por la completa sorpresa.
Me encerré.
Todo en mi interior se convirtió en ruinas.
Kestrel suspiró pesadamente. En silencio, tomó la botella que
Jethro golpeó contra la mesa y vertió tres dedos en vasos limpios.
Daniel y Cut se movieron en su dirección mientras Kes sostenía
cada copa. Los hombres me ignoraron… sabiendo que esperaría. Que
no podía correr. Que no me quedaba nada.
Con una sonrisa siniestra, Kes hizo un brindis. —Por pagar
deudas y ser digno.
—Por las deudas —murmuró Cut.
—Por follar —cacareó Daniel.
Los tres chocaron las copas y se tragaron el licor. Sin embargo,
Kes fue el último en beber. Fue solo una fracción de segundo, pero
observó a Cut y Daniel terminar primero antes de verter el líquido
ambarino por su garganta.
Arrojando sus vasos vacíos en la mesa de póquer, los hombres
una vez más clavaron su atención sobre mí.
Me tensé, peleando inútilmente contra mis ataduras.
Kes fue el primero en moverse.
Se acercó. Retrocedí. Bailamos lentamente alrededor de la enorme
habitación.
No dijo ni una palabra.
No tenía que hacerlo.
Jethro no se encontraba en control de esta deuda. Ni siquiera
estaba aquí.
Este era el momento de Kestrel para brillar.
—Antes de que vinieras aquí esta noche, Nila, teníamos una
apuesta. La primera ronda de póquer fue para asegurar el derecho de
escoger primero.
Choqué con una silla acolchada, cambiando de dirección para
rodear la mesa de pol.
Kes murmuró—: ¿Alguna idea de quién ganó la ronda?
Mi corazón golpeaba. Sacudí la cabeza.
Algo destelló en los ojos de Kes… demasiado rápido y repentino
para ser comprendido. —Fui yo. Gané. Tengo que escoger.
Lanzándose hacia adelante, me atrapó sin esfuerzo y enrolló sus
voluminosos brazos a mí alrededor. En su abrazo, no encontré amistad
o liberación. Encontré una celda de prisión donde el hombre con el que
me reí y que me persiguió por los corrales y las caballerizas se convirtió
en mi violador.
Respirando en mi oreja, susurró—: Tengo que escoger. Y quiero ir
primero.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Annie D

Jethro
No podía jodidamente hacerlo.
No podía ver.
No podía oír.
Jodidamente me negaba.
Durante todo el tiempo que jugamos póquer, Cut me vigiló. Sabía
lo que esto me causaría. Sabía cómo lucharía y paralizaría, y
potencialmente me desenmascararía a mí mismo por completo.
Vino al juego con la misma pistola con la que me amenazó hace
dos meses, enganchada en el cinturón, reflejándose en las lámparas de
araña, prometiendo con indiferencia muerte si desobedecía.
Fue una maldita tortura esperar que el tiempo se acercara, pero
no fue nada comparado con dejar a Nila con mi familia.
Odiaba dejarla. Pero no tenía otra opción.
Hablar de lo que sucedería era una cosa.
Observarlo suceder era jodidamente otra.
Mi piel picaba. Mi corazón se rompió. Mis pensamientos eran una
ruina turbia.
Necesito ayuda.
No podría vivir conmigo mismo sabiendo lo que le sucedería a
Nila.
Podrías tomar una sobredosis.
Tomar un puñado de pastillas y deslizarme en un coma, así
nunca tendría que enfrentar las consecuencias de lo que haría esta
deuda.
Apuñé mi cabello y pateé la pared.
El pequeño acto de violencia hirvió a fuego lento un poco de mi
rabia.
La pateé de nuevo.
El dolor que solía buscar antes de tragar tabletas se encendió a la
vida.
Pateé por tercera vez.
Agonía latente adornaba los dedos de mis pies. Me tranquilizaba.
Me ayudaba a centrarme en el cuadro más grande, en lugar de las
próximas horas.
Encontrando una cierta paz en mi furia, me salí de control.
Dejé caer mis paredes y me volví una bestia.
Girando alrededor, abracé cada centímetro de mi ira, las partes
que siempre sufrí, las partes que apenas reconocía, todo.
Mostré mi verdadera locura.
Nila tenía razón.
Sufría una locura.
Y ella me condenó para siempre sin cura.
Ella jodidamente me odia.
—¡Mierda! —Aceché por el pasillo y saqué una caja de música que
fue de mi tatara-tatara tía de una mesa auxiliar. Lanzándola al suelo,
sentí una satisfacción enferma al tiempo que los resortes rebotaron
libres y las vibraciones de música daban una serenata con notas rotas.
—¡Mierda! —Lancé candeleros dorados en las paredes cubiertas
de tapices.
—¡Mierda! —Pateé una silla francesa invaluable.
—¡Mierda, mierda, mierda!
A lo largo de mi diatriba, en lo único que podía pensar era en lo
que haría Kes.
Y cómo reaccionaría Nila. Por tratar de salvarla, la perdí para
siempre.
Me odia.
Me desprecia.
Detesta todo sobre mí.
Y jodidamente no la culpaba.
Traducido por Jadasa & Beatrix
Corregido por NnancyC

Nila
Mi mundo se oscureció.
La venda asegurada alrededor de mi cabeza.
Los dedos de Kestrel eran suaves y firmes mientras ataba un
nudo, teniendo cuidado de no agarrar mi cabello. Una vez fijada, pasó
los dedos por encima de mi collar de diamantes. —Relájate, pequeña
Weaver. Todo terminará pronto.
Cut se rio. —Sí, muy pronto podrás ir a dormir y pretender que
nada de esto sucedió.
Mis oídos se agudizaron al máximo por otra voz. La voz del
hombre que controlaba mi corazón, incluso si me lo arrojó a la cara. Por
favor, regresa, Jethro.
Sin embargo, solo me recibió el silencio.
Daniel se rio, lamiendo mi mejilla. —Hora de pagar, Weaver. —Un
momento después, deshizo la mordaza de entre mis labios y masajeó
mis mejillas para promover que el entumecimiento se desvaneciera.
Cut aplaudió. —Es el momento de la Tercera Deuda. Tómala, Kes.
Me preparé para escupir y morder, pero Kestrel repentinamente
me recogió, quitando mis pies del piso y tomándome en sus brazos
como si fuera una novia en su noche de bodas.
Podría ya no estar amordazada por la tela, pero el terror me
mantuvo callada a medida que Kes me cargaba a una corta distancia y
cerraba una puerta detrás de nosotros. Otros pocos pasos y me puso de
pie.
No habló ni trató de quitarme la venda.
La espantosa anticipación escocía mi ser. Me dolían los oídos ante
el más básico de los sonidos. Mis muñecas palpitaban por la apretada
banda que me ataba.
Grandes manos se posaron sobre mis hombros.
Me aparté violentamente de su toque. —¡No!
Contuvo el aliento, dejando que pusiera distancia entre nosotros.
Sin embargo, me siguió, dando pasos en sincronía con los míos,
persiguiéndome a través de la oscuridad.
Algo presionó contra la parte posterior de mis rodillas.
Una cama.
Lloriqueé, bajando la cabeza.
Kes se acercó, el calor de su cuerpo mucho más caliente que el de
Jethro. —No luches contra mí, Nila. ¿Está bien? Déjame hacer esto.
Entonces se acabará y la vida puede seguir adelante.
¿La vida puede seguir adelante?
—Para ti, tal vez. ¿No ves que este es el peor castigo para una
mujer? No solo estás tomando lo que quieres de mi cuerpo. Estás
invadiendo mi alma. —Insertando una súplica, a pesar de que quería
escupirle la cara, murmuré—: Por favor, Kes. No me hagas esto. Sé que
eres un hombre mejor de lo que son ellos. Por favor, demuéstrame que
tengo razón. —Un sollozo estranguló mi voz—. Por favor, no hagas esto.
Torpemente llevó sus manos hasta la parte delantera de mi blusa
de gasa, desabrochando rápidamente los botones y bajando la tela.
—¡Espera! —Incliné la cabeza, intentando ahuyentarlo como un
toro sin cuernos. Me mantuvo atrapada junto a la cama sin poder ver
donde huir.
—Es debido a que soy un hombre mejor, que estoy haciendo esto.
—Se dejó caer delante de mí para quitar la lana áspera de alrededor de
mis caderas.
Grité cuando el aire fresco lamió la picazón de mi piel.
Estoy desnuda.
Desnuda, depilada y destinada al hombre equivocado.
Si no odiaba lo suficiente a Jethro, ahora era diez veces peor.
Sorbí las lágrimas mientras Kes se levantaba y envolvía los brazos
alrededor de mí. Presionando mis senos a su pecho.
Su pecho desnudo.
Piel de gallina estalló por todas partes.
Mis pezones están contra su piel.
Gemí desesperada cuando me abrazó como cualquier amante
normal. —No te preocupes, Nila.
Ahogué un grito, ahogándolo todo de nuevo. —Por favor, Kestrel...
por favor, no hagas esto.
Kes pasó las manos a través de mi cabello, estirando el elástico
que sostenía mi moño en su lugar. Su toque era suave, pero
persistente. Se las arregló para soltar mi cabello, y, con dedos tiernos,
lo acomodó de manera que me cubría los hombros y la espalda.
Me estremecí, consolada de alguna manera.
Dado que aseguró la venda alrededor de mis ojos, me encontraba
casi en estado catatónico. Cada pocos segundos mi corazón daba un
latido extra, convirtiendo mi equilibrio interno en un giroscopio sin
dirección. Pero de alguna manera, el no verlo mantuvo mi mente
distanciada.
Era libre de flotar lejos, de abandonar mi cuerpo y caer en la
oscuridad del anonimato.
—Haz todo lo que digo y superarás esto. —Deslizó los labios por
mi mandíbula. Su contacto era tan diferente al de Jethro, dominante y
suave, pero carente de chispa, de conexión... de amor.
Alejé el mentón de su boca. —¿Me estás pidiendo que te obedezca
cuando me estés violando? —Una risa macabra se me escapó.
La respiración de Kes soplaba sobre mis pechos expuestos. —Sí.
Es la única manera.
—¿La única manera para qué?
El latido de mi corazón retumbaba en mis oídos cuando me tomó
la mano, guiándome de la piscina que formó los pantalones de lana
alrededor del borde de la cama.
—La única manera de hacer que esto funcione.
Fruncí el ceño detrás de la venda. ¿Hacer qué funcionar?
¿Las deudas?
¿Sus fantasías retorcidas?
Odiaba moverme desnuda. Odiaba que me viera.
Mi piel se cubrió de sudor nervioso, me sentía aturdida por el
pánico. Y eso era solo con Kestrel. Que ni siquiera me asustaba tanto
como Daniel o Cut.
Si no podía sobrevivir a esto, ¿cómo sobreviviría a los otros dos?
Otro gemido resonó en mi pecho. Esto no podía ocurrir. Era la
peor pesadilla imaginable. Tres hombres. Tres violaciones.
Y Jethro. ¿Dónde diablos estaba? ¿Por qué no se encontraba aquí
para supervisar lo que me haría su familia? ¿Qué reclamaría una vez
que hubieran tomado todo de mí?
¿Mi corazón?
Lo perdió en el momento en que me hizo dar mi consentimiento a
esta condenación espantosa.
Kes me besó la mejilla, empujándome para que cayera sobre la
cama. El colchón saltó debajo de mí, acolchado y fresco. Hice una
mueca cuando reboté en mis muñecas atadas.
—Voy a colocarte en el centro. —Sus brazos fuertes me agarraron,
acarreándome hasta que me encontraba en donde él quería. Cada vez
que me tocaba, mi piel se erizaba. Mi estómago se revolvía mientras
seguía manteniendo las piernas juntas.
Yací en el medio del colchón como un cadáver plagado de rigor
mortis.
Besando mi hombro, Kes subió a mi lado. El calor de su muslo
desnudo rozó el mío, algo pesado y duro empujó mi cadera.
¡Oh, Dios!
—Voy a colocarte boca abajo. —Su voz era suave; sus palabras,
definitivamente, no lo eran.
Me resistí mientras intentaba darme la vuelta. —¡No! ¡No puedo…
eso no!
Acarició mi costado, sus dedos demasiado cerca de mi pecho. —
Está bien. No te preocupes. Simplemente date la vuelta para mí. —Me
empujó con más fuerza.
—¡No!
Él quiere robar tu virginidad anal.
El terror me poseía. Pateé y me retorcí. Ya no era un esqueleto
atrofiado, sino una furiosa víctima involuntaria. Mis manos
permanecieron atadas a mi espalda, pero no impidió que haga todo lo
imposible para herirlo. —¡No! ¡No me toques!
—Shhh. —Me besó con fuerza en el omóplato—. Obedéceme. Haz
lo que digo, Nila. Haré que se sienta bien, lo prometo.
—Nunca te obedeceré. ¡Nunca! —Tocaba a tientas las sábanas,
deseando poder ver. Quería morderlo, darle un rodillazo en los
testículos.
—Maldita sea. —Agarrando mi cadera, me dio la vuelta con una
explosión de energía.
Grité mientras apartaba la almohada de mi boca, presionando mi
mejilla contra el colchón. Mis pechos aplanados y las lágrimas brotaron
de mis ojos. —¿Cómo puedes hacerme esto? —Mi mente se llenó con su
bondad al enseñarme a cuidar de Polilla. ¿Cómo podía ser dos personas
totalmente diferentes?
—No más preguntas. ¿De acuerdo? —Su voz sonaba cortante con
la frustración—. Solo, por una vez, deja que un hombre jodidamente te
controle.
Eso fue el colmo.
—¿Qué acabas de decir? —Me arqueé—. ¿Dejar que un hombre
me controle? —La histeria se apoderó de mí—. ¡Durante toda mi vida he
sido controlada por cada hombre que he conocido! ¿Cómo te atreves a
decir eso? ¡Cómo te atreves! —No podía detener las lágrimas que caían
en cascada por mi rostro, empapando la cama.
Kes gruñó mientras me retorcía con más fuerza.
No podía moverme bajo su peso. Su calor me calentaba como un
sol indeseado. Lo odiaba.
Agarrando un puñado de mi cabello, presionó mi cara contra la
cama. —Escúchame y presta atención. Compórtate. No luches contra
mí. No le hagas creer a Cut que no puedo controlarte o lo animarás a
jodidamente participar. No empeores esto para ti misma. —Dejándome
respirar, dijo entre dientes—: No creas en la maldad de todos los que
conoces. Te sorprendería lo equivocada que estarías.
Me quedé inmóvil.
El silencio reinaba mientras ambos respirábamos con dificultad.
Lentamente, aflojó el agarre en mi cabello. —Ahora... ¿serás más
razonable?
Me reí fríamente, inhalando el algodón de las sábanas. —
¿Razonable? ¿Le estás preguntando a la chica atada si será más
razonable? Estás tan loco como tu maldito hermano.
Resultó que la locura corría en todo el árbol genealógico. Todos
tenían que morir.
—Voy a ignorar eso. —Clavó los dedos en mi costado—. Pero
necesito que me escuches. ¿Está bien?
Todos mis instintos rechazaban la idea, pero lo que dijo antes
hizo eco en mis oídos. No creas en la maldad de todos.
¿Todavía podía salvarme el hombre que me enseñó a montar?
¿Podía confiar en él lo suficiente como para esperar y ver? ¿Tenía la
fuerza para sentir esperanza?
¿Tengo elección?
Vacilantemente, me relajé.
En el instante en que sintió que cedía, me soltó. —Buena niña.
Odiaba esa frase.
Todo lo que podía hacer era, tomar lo que me diera y esperar
sobrevivir.
No tengo otra opción.
Esta no era una deuda física, aunque parte de ella me haría daño
y sin duda, me destruiría de por vida, era más mental. Despojarme de
todo lo que me hacía mujer, de cualquier derecho sobre mi propio
cuerpo.
Se oyeron crujidos mientras Kestrel agarraba las mantas y las
colocaba encima de mí. El cálido consuelo del algodón cubrió mi
desnudez.
Me cubrió con las frazadas.
¿Por qué?
El cuerpo desnudo de Kes se amoldó a lo largo de mi costado, su
mano se apoyó sobre la curva de mi trasero. La piel me dolía con
repugnante desagrado. —Nos tapé. Nadie verá lo que hacemos. Será
nuestro pequeño secreto.
Fruncí el ceño. ¿Secreto? ¿Por qué sería un secreto? Hacía lo que
le habían dicho. La cama se hundió un poco cuando envolvió un brazo
alrededor de mi cintura, girándome para que quedara de lado.
Di un respingo cuando acurrucó su calor detrás de mí en un
abrazo amoroso. Su mano se quedó sobre mi vientre. Era
dolorosamente consciente de lo cerca que sus dedos se encontraban de
mi hueso púbico.
Se formaron preguntas: ¿Qué harás conmigo? ¿Cuánto tiempo soy
tuya antes de que me entregues? Pero no podía expresarlas. No podía
hacerlas, porque no podría soportar las respuestas.
Kes me besó la mejilla, frotando su nariz contra mi cabello. —Eres
tan hermosa, Nila. Tan malditamente hermosa. —Arrastrando los dedos
por mi cuello y bajándolos por mi espalda, susurró—: Te he deseado
desde el momento en que llegaste. Nunca antes había deseado ser el
primogénito. Estoy contento con mis responsabilidades dentro de esta
familia, pero verte esa noche y saber que Jethro tenía pleno derecho
sobre ti… bueno, fue la primera vez que me sentí celoso de mi hermano.
Jadeé cuando su toque llegó de nuevo a mi trasero. Cada
músculo se tensó. Cerré los ojos fuertemente y jadeé más rápido,
aterrorizada de que invadiera mi cuerpo. Especialmente en un lugar en
el que nunca fui tocada.
—Solo porque me tengas ahora, no quiere decir que esto sea
correcto. —Mantuve los ojos cerrados detrás de la venda, una doble
capa de oscuridad.
—Lo sé. —Los dedos de repente se clavaron alrededor de mi
mandíbula, inclinando el cuello. Sus labios aterrizaron sobre los míos.
Todas las sensaciones cesaron de existir.
Se bajó el interruptor en mi interior. Me apagué completamente.
No sentí el calor de sus labios o el sabor de su boca.
Todo era tiza, beige y vacío.
Sus labios persuadían a los míos, pero los mantuve cerrados,
permaneciendo prohibidos y de ninguna manera cediendo.
Apartándose, pasó suavemente los dedos sobre mi mentón. —No
voy a empeorar esto para ti al prolongarlo. —Kes cambió su peso,
acercándome más. Empujándome contra su forma desnuda, intenté
ignorar el calor de su erección contra la raja de mi culo.
—Kes, por favor… —supliqué mientras su mano desapareció al
bajar por mi frente y encontrar mi clítoris. Sus dedos no se aventuraron
más abajo, permanecieron fuera de mi coño. Me estremecí, pero no
tenía ningún lugar a donde huir.
Sus caderas se sacudieron, presionándose contra mí. —Mi padre
espera que te haga daño. Que el sexo no sea sexo a menos que estés
gritando y con moretones. —Confinó mi cara otra vez, sellando sus
labios sobre los míos.
Intenté alejarme, pero mantuvo su boca sobre la mía con
resolución veloz.
No me obligó a devolverle el beso, simplemente mantuvo su boca
sobre la mía y sus dedos frotando mi clítoris. Sus caderas se sacudieron
más fuerte y a pesar de mi horror, gemí.
Apartándose de mi boca, mordisqueó el lóbulo de mi oreja. —Se
suponía que tengo que violarte, Nila. Tomar lo que no quieres dar y
romper tu mente pieza por pieza.
Mi gemido involuntario se convirtió en un sollozo. —No tienes que
hacerlo. Simplemente, podrías dejarme ir.
Se rio entre dientes. —No, no puedo. Esa es la cosa. Nadie puede
irse. No tú, Jet, yo. Estamos encerrados en este juego hasta el final. —
Dejó un camino de besos a lo largo de mi mejilla—. No puede haber
vencedores si no hay jugadores.
La furia erizó mi piel. Gruñí—: ¡Si ese es el caso, entonces hazlo!
Destrúyeme, ya que papá te dijo que lo hicieras. —Mi mente no se
callaría, mis labios no censurarían—. ¿Qué sucede contigo y Jethro?
Son hombres. Diferencian lo correcto e incorrecto. Podrías terminar esto
deteniéndolo. ¡Porque no tienes las pelotas suficientes y lo haces!
Kes se puso rígido. Su polla se contrajo contra mi espalda baja.
En lugar de ira, se rio en voz baja. —Tan blanco y negro para ti. —
Ahuecando mi garganta, empujó una vez—. Nunca nada es blanco y
negro, Nila. Deberías saber eso a estas alturas. Todo se trata de cómo
sobrevivir a lo gris.
Sus dedos revolotearon por encima de mi clítoris, recordándome
que me tenía en mi estado más vulnerable. Su toque no era cruel o
hiriente, no de la manera que Cut había ordenado. Mi corazón brincó
con la esperanza.
—Lo que suceda después tiene que ser auténtico. ¿Entiendes? —
Sus dedos se movían más rápido, provocando mi cuerpo, obligando a
las terminaciones nerviosas a responder pese a que mi mente gritaba
con odio.
Su respiración se volvió áspera. —Necesitas relajarte y dejar que
te haga lo que se necesita hacer.
—Qué… —Mi boca se abrió mientras tocaba mi clítoris más
duro—. ¿Qué quieres decir?
Con un gruñido suave, enterró la cara en mi pelo. —Voy a hacerte
venir, asegurar que interpretes tu parte. Pero no voy a violarte, y no voy
a aprovecharme de ti más de lo que hago ahora. —Inclinó mi cara y me
besó de nuevo—. Tienes mi palabra.
Mis ojos se abrieron de golpe detrás de la venda. No entendía.
¿Qué quiere decir?
Presionó el pene contra mi culo, meciéndose de manera
seductora. Susurró—: Finge que te estoy haciendo daño. Chilla. Grita.
¿Qué?
—Hazlo —espetó.
¿Qué diablos está pasando? Mi cuerpo se tensó, lubricándose en
contra de mis deseos. Mis ojos estaban cegados, mis muñecas atadas y
mi mente un lío con la confusión.
—Grita, Nila. De lo contrario, voy a tener que hacerte gritar de
verdad. —Me pellizcó el clítoris, haciendo palpitar el manojo de nervios.
Me sacudí en sus brazos. Más lágrimas escapándose. No fue
difícil gritar. Fue un alivio quejarme, verbalizar lo mucho que quería
que esto terminara.
—¡Detente!
Si quería que le rogara como una víctima de violación, lo haría.
Me dio permiso para luchar, incluso si sólo era de manera vocal.
Voy a hacer sangrar tus tímpanos.
Me agité, frotando nuestros cuerpos y provocándole un gemido
desigual. —¡Que te jodan!
Gruñó y traté de patearle las rodillas. —Suéltame, imbécil.
—Sin ira, maldición. ¡Dolor! —Tomó mi pelo en su puño, tirando
mi cabeza hacia atrás—. Sintiendo dolor, mendigando. Olvídate de
luchar.
Pedía lo imposible. Podría odiar, maldecir y gritar. ¿Pero suplicar?
Eso era una blasfemia.
—Si quieres conseguir pasar esta noche sin ser follada por cada
uno de los agujeros que tienes, ¡entonces hazlo!
Imágenes de Cut embistiendo en mí, de Daniel estrangulándome,
y la violación horrible de ser un juguete de los Hawk me dieron
suficiente obediencia a renunciar a mi coraje y suplicar. —¡Por favor!
¡No, me haces daño!
—Bien. —Me mordió la oreja, sujetándome con más fuerza contra
él—. Una vez más, esta vez más fuerte.
—¡Noooo! —Cedí a los sollozos que esperaban justo debajo de mi
tórax—. No lo hagas. Haré lo que quieras. ¡Simplemente, no lo hagas!
¡No!
Gruñó, meciéndose con más fuerza contra mí. —Mierda, eso es
demasiado bueno. Ahora estoy duro como la mierda.
Rodó las caderas, frotando su erección, haciendo que la cama
chirriara.
—Una vez más. —Empujó, gimiendo teatralmente—. Más.
Pretende que he entrado en ti y duele.
No podía hablar a través de las lágrimas.
Sus dedos me acariciaron más rápido, haciendo que mi cuerpo se
sacudiera y tensara. Sus caderas trabajaron más duro, magullando mi
espalda. Su voz rozó mi oreja. —No voy a follarte, Nila. Pero tiene que
parecer que lo hago.
De repente, todo tenía sentido.
Por eso puso las mantas sobre nosotros. Es por eso que quería que
me moviera, retorciera y gritara, así nuestros movimientos se verían
como si él me follara.
Oh, Dios mío.
El puro alivio me hizo llorar más fuerte. Y con el alivio llegó la
actuación de mi vida. Mis dedos se estiraron detrás de mí, frotando su
vientre cincelado en reconocimiento. La confianza que había tratado de
crecer en el pasado brotó en una hermosa flor. Me entregué a este Hawk
nacido segundo, que era un verdadero aliado y amigo.
—¡No! —grité—. ¡Dios, no!
Arqueé la espalda, presionándome deliberadamente en su pene.
Gruñó, sus manos enganchadas alrededor de mis caderas, la
mitad para mantenerme en mi lugar y la mitad para arrastrarme hacia
atrás y encontrarlo embiste por embiste.
Nos perdimos a nosotros mismos mientras nos convertíamos en lo
que otros verían.
—¡Joder, te sientes bien, pequeña perra! —gritó, su volumen más
fuerte de lo necesario.
Cámaras. Micrófonos. Dispositivos de grabación capturarían este
acto de degradación. Era todo para las personas que miraban.
Mi corazón ardía. ¿Jethro está mirando?
La rabia que sentía hacia él, sólo me estimuló.
Kes envolvió una mano alrededor de mi nuca, sosteniéndome lejos
de él mientras su otra mano encontraba mi clítoris de nuevo. —Joder,
sí. Tómalo. Joder, estás apretada.
Se detuvo, esperando como cualquier buen actor para que su
coprotagonista estrella de la pantalla leyera su guión.
—Ahh! No más. ¡Por favor, no más!
—Lo tomarás hasta que yo diga lo jodido contrario, perra.
Ambos gemimos mientras empujaba con tanta fuerza que el límite
entre la simulación y la realidad se hizo borroso.
Mis piernas se abrieron y cerraron mientras me rodaba sobre la
mitad de mi vientre. Su siguiente empuje se resbaló, deslizándose entre
mis piernas y presionando contra mi clítoris.
Los dos nos sacudimos.
—Fóllame —dijo entre dientes. Sus músculos temblaron.
Me quedé helada.
Estábamos tan cerca de romper todas las reglas entre la lealtad y
la decencia.
Me mordió la oreja. —No te detengas. Finge, que te parto en dos.
Grita con más fuerza. Solo, no pares de hacerles creer.
Mi cuerpo vibraba, cada vez más húmedo y más pesado. No sabía
si era la pantomima o el alivio, pero mis pezones hormiguearon y la
sensación regresó con toda su fuerza. —¡Detente! No. Es demasiado.
¡Nooooo!
Presionó su frente contra mi cráneo. —Me estás volviendo loco,
Nila. —Más fuerte, farfulló—: Pequeña perra. Te voy a enseñar una
lección acerca de tu lugar. Te voy a mostrar de qué se trata esta noche.
Dejé la dignidad y comencé a berrear. Mis mejillas un río de
lágrimas; la venda se hallaba empapada. Dejé de tratar de hablar en
oraciones y me decidí por monosílabos en su lugar. —¡No!
Empuje.
—Detente.
Se meció.
—Te estoy suplicando…
Gimió, doblando mi cuerpo hasta que encajaba perfectamente en
su fuerte abrazo.
No podía ignorar su dureza o la forma en que sus músculos
vibraban con la necesidad. En ese momento, era un santo. Un hombre
con una mujer atada frotándose contra su cuerpo y no usándola. Mi
confianza se cubrió con respeto. Él era bueno. Era amable. Era sincero.
Jadeamos mientras nos volvíamos frenéticos. Ya no existía
ningún ritmo, solo la degradante falsa-follada, sábanas crujiendo ante
el roce, y los resortes chirriantes. Por mucho que despreciaba lo que
esta noche representaba, no pude evitar el diminuto aleteo de deseo de
desplegarse gracias a sus interminables dedos persuasivos.
Dolor sin límite se movió sigilosamente sobre mí.
Jethro no trató de detener esto. Huyó.
Pero Kestrel se ofreció a protegerme. Puso su propia vida en
peligro.
Eso es más de lo que Jethro ha hecho nunca.
Mi corazón se retorció en un galón de rencor atroz. No quería
dormir con Kes. Pero de una manera... estaba casi ofendida de que él
tuviera el autocontrol para mantenerme a salvo incluso de él.
Me hallaba desconcertada.
Infinitamente agradecida.
Estaba excitado. Admitió que me deseaba desde que puso los ojos
en mí... sin embargo, no hizo ningún movimiento para sumergir sus
dedos dentro de mí o tratar de meter su pene en cualquier lugar,
excepto entre mis muslos.
La cama se mecía con cada embiste. Mi espalda se arqueó cuando
sus dedos se volvieron más duros y exigentes. Para no ser sexo, daba la
mejor impresión de ser montada y utilizada.
Las náuseas giraban en mi interior al pensar en Jethro viendo
esto.
Pero entonces la ira alejó las náuseas de un golpe.
Él debería haber sido el único en parar esto. Si sólo hubiera
renunciado a tratar de encajar y se hubiese dado cuenta de que nunca
sería el hombre que su padre quería. Si tan sólo pudiera ver la verdad.
Ahora, es demasiado tarde.
—Grita —susurró Kes.
—Joder, monta mi polla, puta —gritó.
—Detente. Oh, Dios mío. ¡Detente!
Mi cuerpo se balanceó hacia atrás, en busca del orgasmo contra
toda racionalidad. Kes jadeó en mi oído, su polla palpitante y caliente
entre mis muslos. Apreté las piernas, dándole la fricción en la cual
frotarse.
—Maldita sea, no hagas eso. —Se apartó, apretándose contra la
parte baja de mi espalda—. Eres jodidamente hermosa. —Sus dedos me
trabajaron más duro—. Mierda, me gustaría poder meterme en ti de
verdad.
Sus palabras contrajeron mi núcleo. Un orgasmo que nunca
esperé comenzó a construirse.
Gemí cuando mis muñecas dolieron, siendo aplastadas cada vez
que Kes empujaba.
—Estoy enloqueciendo —murmuró—. Necesito que esto termine
antes de que ambos nos metamos en problemas.
Su voz ronca atacó a mi sistema nervioso, enviándome temblores.
Mi cuerpo se hizo cargo; los dedos de mis pies se curvaron con el placer
intensificándose.
Kes me agarró las muñecas, tirando de la banda, provocando que
arqueara la espalda.
Me mordisqueó la garganta, pasando su lengua caliente por la
parte superior de mi columna vertebral. Sus dedos aceleraron, junto
con sus caderas. Mis pensamientos se desintegraron cuando su tacto se
deslizó en mi clítoris y encontró la humedad.
—Jodeeeeer. —Sus embestidas se volvieron erráticas y salvajes.
Sus dedos perdieron uniformidad.
Gemí.
No pude contenerlo.
Se sintió bien.
Quería llorar.
Quería aceptarlo.
Quería morir por la persona en que me había convertido.
Las sábanas se movieron y se aferraron, sin duda haciendo que
pareciera que Kes me tomaba sin restricciones. Mi boca se abrió para
respirar más rápido. Kes me sorprendió sellando sus labios
completamente sobre los míos.
Me puse rígida.
No sabía qué hacer.
Un beso era de alguna manera aún más íntimo que la falsa-
follada a la que nos entregamos. Luego sus dedos frotaron de mi clítoris
a mi entrada. Gimoteé. No podía decidir si era una petición para que se
detuviera o permiso para que siguiera adelante.
El temor de que en cualquier momento podría dejar de ser un
caballero tratando de salvarme y follarme en contra de mi voluntad
añadía el elemento de peligro.
Se estremeció mientras deslizaba la punta de su dedo apenas
dentro de mí.
El tabú. Lo prohibido. Lo incorrecto de lo que hacíamos me
consumía.
No podía detener la detonación de éxtasis al igual que no podía
detener a mi sangre de fluir.
Me vine.
Al segundo en que mi cuerpo explotó alrededor de su dedo, su
lengua entró en mi boca y no luché contra ella.
Le di la bienvenida.
Por un momento divino, dejé ir el bien y el mal. Me olvidé de
Jethro e ignoré la desagradable consecuencia.
Me rendí al placer.
Kes me presionó hacia atrás contra él, el placer y la necesidad
retumbando en su pecho.
Mi miedo se calmó por completo.
Confiaba en él.
Durante todo este tiempo estuvo guiándome. Cuidando de mí.
Su mano se aferró a mi cadera, obligando a que me moviese
contra sus dedos. Su polla marcó mi espalda y mi núcleo se contrajo
una y otra vez, el paraíso disparándose a través de mi cuerpo.
Me acunó más fuerte, con las piernas entrelazadas con las mías.
—Mierda.
Dejé escapar un grito de éxtasis cuando mi orgasmo me llevó alto,
alto, más alto antes de que me liberara y precipitara de nuevo a la
tierra.
Mis oídos resonaban. Mi ritmo cardíaco era una taladradora
ruidosa.
Sus labios buscaron los míos nuevamente y le devolví el beso.
Nuestras lenguas se enredaron y catalogué la diferencia entre los
hermanos. Jethro era feroz y controlador. Un hombre dominante,
misterioso de principio a fin. Kestrel era ansioso y voraz, tomando todo
con encanto juvenil. —Joder, no me quiero venir. Me prometí a mí
mismo que. No. Me. Vendría.
Le creí. Entendí su decencia y no pude agradecerle lo suficiente.
Pero había una cosa que podía hacer para mostrarle mi gratitud.
Era un obsequio que podía entregar por voluntad propia.
Forcé mis caderas hacia atrás, aplastando su pene contra su
estómago. Su boca se abrió ampliamente; su cuerpo se sacudió
mientras vertía maldiciones en mi garganta. —Joder, no hagas eso. Me
voy a….
—Está bien. —Respiré—. Está bien.
Un gruñido gutural escapó de sus pulmones cuando perdió toda
razón y montó mi espalda.
Su cuerpo se encorvó, su brazo envuelto firmemente alrededor de
mí. Las sábanas pegadas en nuestro mutuo sudor a medida que el calor
nos envolvía. Recordando el espectáculo, con fuerza grité—: Detente.
¡Por favor, detente!
Me agarró las muñecas, encerrándolas en la base de mi columna
vertebral.
Por una fracción de segundo, el dolor resonó en mi espalda.
—Mierda, no puedo. No puedo jodidamente parar. —La cama
crujió y su mano se elevó para ahuecar mi pecho. Pellizcó el pezón,
jadeando cuando mi cuerpo se inclinó hacia él—. Joder, él me va a
matar por esto. —Luego, un chorro caliente y húmedo nos pegó y sus
piernas se contrajeron alrededor de las mías.
Cada pequeño temblor hizo vibrar su cuerpo.
Su orgasmo se prolongó durante un tiempo, cada sacudida de sus
caderas me pegaba más a él. El latido de nuestros corazones se aceleró,
y el mundo exterior dejó de existir. En ese segundo, consolidamos un
vínculo más profundo. No de lujuria o amor o siquiera conexión erótica;
sino una confianza que sería para siempre, para toda la vida.
No habíamos tenido sexo, pero algo ocurrió entre nosotros.
Algo que nadie podría quitar.
Fue en contra de su familia. Me salvó de la única manera que
podía.
Le debía.
Muchísimo.
Y yo nunca, jamás, lo olvidaría.
Traducido por Annie D
Corregido por Vane Farrow

Krestel
Quería a mi hermano mayor.
Jodidamente mucho.
Siempre creí que fui traído al mundo con el fin de salvarlo de sí
mismo.
Nunca lo envidié o deseé que nuestros papeles se invirtieran.
Conocía la cuerda floja en la que él caminaba cada maldito día y me
sentía feliz de ser libre y de vivir mi propia vida simple.
Pero cuando le quité la ropa a Nila, y permaneció allí atada y
vendada, jodidamente lo odié.
Lo odié por ser demasiado cobarde.
Odié su puta condición.
Sólo deseé que no estuviera tan dañado. Que no lo quisiera tanto
como lo hacía. Que no supiera cada prueba que atravesó, y cuan
profundo y fuerte era; por debajo de toda la mierda puesta sobre él por
Cut.
Cuando la agarré y la puse en la cama, me hallaba tan duro que
podría haber matado a alguien con mi polla. Cuando me quité la ropa y
me deslicé a su lado, podría haberme venido solo por la suave fricción.
Y cuando me resbalé y sentí su calor húmedo cuando no tenía derecho
a tocar esa parte de ella, ya no lo podía contener.
Tenía que venirme.
Me desintegraría si no lo hacía.
Él me pidió que hiciera esto.
Este era su plan. No el mío.
Cuando vino a mí con su esquema, se lo dije. El anuncio
completo. No me contuve. Sabía que la encontraba jodidamente
hermosa. Sabía que su espíritu, lengua afilada, y obstinación me
excitaban demasiado. Su temperamento se encendía. Su condición
reaccionó. Y lucía como si quisiera golpearme y luego arrancarme la
polla. Pero llegó a la misma conclusión que yo.
No existía otra manera.
Su corazón tomó la decisión, y no existía otra alternativa.
Por lo tanto, nos pusimos de acuerdo. En contra de mi mejor
juicio, lo prometí. Y en contra de sus instintos, confió en mí.
Por desgracia, esta noche traicioné esa confianza.
Quería follarla demasiado. Quería que se retorciera de placer y
gritara mi nombre. Mi nombre. No el suyo.
El verla desnuda empujó deseos en mí que mantuve enterrados
por respeto a Jet. Era mi puto hermano. Crecimos juntos. No existía
ninguna otra lealtad más fuerte que esa.
Pero Nila...
Mierda.
Cuando abrí mi cinturón y me quité el bóxer, quería arrancarle la
venda de los ojos y mostrarle por quien sería tomada. Quería
que me mirara. Que me viera realmente. Quería sus ojos en mi pene y
su aliento en mi piel. Quería que me mirara en la forma en que miraba
a mi hermano.
Mi pene se hallaba más duro que nunca desde que tuve un
cuarteto con algunas conejitas del club. Ansiaba a Nila con cada célula,
pero no la quería para mí.
Quería pedirla “prestada”. Saborearla; solo una vez vivir en los
zapatos de mi hermano y tener lo que tenía. ¿Era eso tan malo? ¿Era
tan escandaloso querer un pedazo de su herencia?
Podría responder a mi propia pregunta.
Sí, era malo. Sí, era escandaloso. Y no, nunca actuaría a espaldas
de mi hermano.
Él me dio permiso para hacerlo. Me rogó que hiciera esto.
No pedí pago o exigí algo a cambio.
Nila era regalo suficiente.
Cuando su lengua tentativamente tocó la mía, quería agarrar su
cabello y besarla con abandono.
A la mierda las deudas.
A la mierda la familia.
Por una vez, quería lo que quería para mí; no por cualquier otra
razón.
Pero era malditamente demasiado honorable. Demasiado bien
entrenado en jerarquía y fidelidad.
No podía hacerlo.
Ella era tan bonita. Tan pequeña. Su estómago tan plano y sus
pequeños pechos el puñado perfecto. Realmente era una muñeca. Una
mujer de la que podría enamorarme fácilmente si no fuera un Hawk
leal.
Disciplina y primogenitura, todo eso me enseñó mi lugar desde el
primer día. Pero mi amor por Jethro... era el candado sobre cualquier
codicia que podría querer.
Tocar su coño fue la parte más difícil de todas. Casi lo jodí y me
perdí a mí mismo. Hubiera sido tan fácil abrir sus nalgas y deslizarme
dentro de ella, como Cut esperaba que hiciera.
No existía nada peor que tener a una mujer desnuda, con las
expectativas de follarla, cuando no podía. Pero sin importar lo difícil que
fue para mí, me mató en pensar en él viendo.
Hacía esto por él, pero cada embestida y gemido de Nila había
roto su puto corazón. Con pastillas o no, no atravesaría esta noche sin
algunos graves problemas.
Nila no lo sabía, pero ella lo destrozó por completo.
Y fui el conductor para su destrucción.
Con cada caricia de mis manos por sus costados y cada presión
de mis dedos en su clítoris, me obligué a recordar por quien hacía esto
en última instancia.
Era la única manera de que pudiera continuar.
Sin embargo, después ella me dio permiso. Comprendió mis
intenciones y cedió ante mí.
Me dejó venirme.
Y nunca estuve jodidamente más agradecido.
Desde que llegó, fui hipnotizado por sus ojos oscuros y la
honestidad simplista de su verdad.
Nunca vi a una mujer más perfecta.
Y cuando dije mujer perfecta. Me refería para él, no para mí.
Él necesitaba a alguien puro. Alguien transparente y honesto.
Necesitaba amor incondicional. Sin mentiras. Sin engaños. Claridad y
comprensión.
Nila era todas esas cosas. Contra todo pronóstico, él encontró a
su perfecta parte. ¿Qué clase de hermano sería si no lo ayudaba y
aseguraba que nuestros futuros estuvieran a salvo?
Nuestro tiempo terminó demasiado rápido.
Si fuera real, hubiera abierto sus piernas y la lamería. La hubiera
empujado suavemente bajo mi cuerpo y le pediría que devolviera el
favor con su lengua.
Hubiera robado hasta la última gota de su placer. Hubiera
adorado sus tetas y arrancado cada gemido de su alma. Ella hubiera
flotado en erótico anhelo y ahogado en dicha.
La quería encima de mí, montando mi polla y besándome, no yo
besándola.
Ah, carajo.
La hubiera drenado de todo.
Pero no estaba permitido.
Me tomó toda la fuerza de voluntad que me quedaba, pero fui
capaz de controlar mis necesidades y enfocarme.
Contuve las caderas, conduciendo mi dolorida carne contra su
espina dorsal más baja.
Todo lo que quería no importaba. Lo que importaba era la
filmación de las cámaras y lo que estaba por venir. Jethro y yo
ganaríamos esta noche.
Rompimos todas las reglas y aun no terminaba.
La Tercera Deuda era nuestra para controlar; no de Cut.
Pero ahora, mientras limpiaba mi semen de la espalda de Nila y
agarraba la jeringa que escondí debajo de la almohada en preparación,
sabía que hice lo correcto.
Para todos.
Frotando su brazo, destapé la aguja y se la metí en su carne sin
previo aviso.
Nila hizo una mueca, inclinando la cabeza para ver, a pesar de
que la venda significaba que era una imposibilidad.
—¿Qué has hecho? —exhaló, con miedo en su tono.
La besé en la frente, desenredando mi cuerpo del suyo.
La pedí prestada. La probé. Ahora, era hora de regresarla a su
legítimo propietario.
—Hice lo único que pude. No quiero que estés despierta para la
siguiente parte.
—Espera... por favor, no... los... dejes... —Su cuerpo se retorció a
medida que el anestésico la robaba rápidamente.
Mi corazón calmó su ritmo errático y mi pene se desinfló mientras
ella caía en el sueño inducido de la medicina. Una vez que su
respiración se reguló, abrí la venda y desaté sus muñecas.
Saliendo de la cama, coloqué una manta sobre su desnudez.
De pie sobre ella, murmuré—: Quiero que pienses que soy el
héroe en esto, Nila Weaver. Quiero que creas que soy el santo y que
todo esto fue mi invención. —Mis ojos se elevaron a la cámara
parpadeante en la parte superior del cuarto. La saludé—. Pero no soy el
que te ama. Y no soy el que está jugando el juego mejor del que creí
posible.
Inclinándome sobre ella, besé sus labios entreabiertos, y recogí mi
ropa del suelo. —Todo fue idea suya. La única forma en que podía
mantenerte protegida. La única manera en que podía seguir con vida
para salvarte otro día.
Mirando a la cámara por última vez, esperaba que mi hermano
me perdonaría. Con un profundo suspiro, recogí el cuerpo inconsciente
de Nila y me la llevé.
Traducido por evanescita
Corregido por NnancyC

Jethro
Estaba borracho.
Malditamente asolado. Completamente intoxicado.
Ahí. Lo admití.
Borracho como un jodido alcohólico.
Estuve lúcido durante toda la noche. Pero en el momento en que
Kestrel llevó a mi mujer al dormitorio y la desnudó, no pude hacerlo
más.
Quería borrar todo conocimiento de cualquier manera posible.
No funcionó.
Parpadeé, abriendo los ojos.
¿Dónde estoy?
En vez de oscuridad y parpadeantes llamas en la chimenea, las
ventanas dieron la bienvenida a un rosado amanecer indefinido.
La sala giró, balanceando mi estómago lleno de alcohol.
El amanecer.
El comienzo desde cero de un nuevo día.
El amanecer.
Borrar los errores del ayer para trazar otros nuevos hoy.
Gruñí, bloqueando la luz rosada de mis párpados doloridos.
Deseé que el despertar del sol pudiera eliminar el último par de meses.
Deseé que todo pudiera ser borrado, concediéndome un nuevo
comienzo.
¿Qué pasó anoche?
Al momento en que investigué en mi cerebro palpitante, deseé no
haberlo hecho.
Gracias a Kestrel, hice lo que pensé nunca sería lo
suficientemente fuerte para hacer.
Planes que nunca pensé que podría llevar a cabo. Un futuro que
nunca pensé que podía ganar.
Mi mente se sumió a un par de horas en el pasado.
Cuando salí de la sala de billar, seguí órdenes estrictas sobre
dónde ir y qué preparar.
Y lo hice, como el coño de mierda que era.
Como la Tercera Deuda representaba, un hombre violaría, mientras
los otros esperarían su turno.
Una orgía con testigos. Una noche de entretenimiento para los
demonios y una noche de horrores para los ángeles.
Irrumpí en la sala de seguridad, encendí la fuente de alimentación
entre las tres cámaras repartidas por toda la habitación donde la Tercera
Deuda tendría lugar y esperé por Cut y Daniel.
Sólo que, añadí algo más a esa lista de tareas pendientes.
Abrí el armario de bebidas que los Diamantes Negros almacenaban
cuando se encontraban en vigilancia de seguridad, vertí cantidades
generosas de bourbon de segunda clase en mi garganta.
Las pastillas eran jodidamente inútiles. Bloquearon las emociones
de no contaminarme, pero no hicieron nada para dominar las mías.
Cuando Kestrel apareció con Nila en sus brazos en la pantalla, casi
rompí la botella para cortar mis venas con el vidrio irregular. Y cuando la
desnudó y se metió en la cama, me doblé ante la pena. Mis entrañas
cayendo en cascadas con sangre destrozada.
Cut y Daniel llegaron.
Bebí más del alcohol asqueroso. Sus pensamientos y disfrute
salpicaron alrededor de mi cuerpo ardiente, envolviéndonos en un pozo
negro de malas intenciones dentro de la habitación pequeña, sin
ventanas.
El sonido de los gruñidos de Kestrel desgarró mis tímpanos. La
visión de las sábanas al amontonarse y la cama moviéndose, clavó con
dagas mis ojos. Los ruegos de Nila hicieron eco como un reflejo sin fin en
mi alma.
Todo era… demasiado... jodidamente... demasiado.
Cut y Daniel reían a carcajadas. Miraron más de cerca para una
mejor vista. Susurraron y chocaron palmas, y murmuraron las cosas
horribles que harían durante sus turnos.
Seguí bebiendo.
Y bebiendo.
Y jodidamente bebiendo.
Cada trago sólo avivó mi dolor, y si no fuera por la confianza en mi
hermano, habría masacrado a todos en el maldito cuarto.
Se sentía como si hubieran pasado décadas, quien sabía cuánto
tiempo realmente pasó. Pero poco a poco, mi atención se dirigió desde el
fiasco en la pantalla del televisor a mi hermano y mi padre.
Sus malvados planes se volvieron mal articulados y sin terminar.
Sus ojos brumosos y vidriosos. Cut me vio observándolo y me arrebató el
bourbon para beber una buena dosis.
Él podría tener la maldita botella, no importaba. Estaba más allá
de los niveles legales de alcohol en la sangre. Vi doble. Oí el triple. Sentí
dolor al cuádruple.
No pierdas la cabeza.
Kes me aseguró, que estarían inconscientes en aproximadamente
diez minutos.
No falta mucho tiempo...
Hice una mueca cuando Cut me palmeó en la espalda. Escondí mis
intenciones asesinas cuando Daniel se burló mientras Nila gritaba.
Centímetro a centímetro, moría por dentro.
Toda mi vida, había sentido dolor. Dolor emocional. Dolor físico.
Dolor psicológico.
Pero esto...
Este dolor, especialmente al momento en que Nila se dio cuenta de
lo que pretendía Kes y cedió ante él, fue como nada que jamás sentí
antes.
Era físico, emocional y psicológico todo a la vez.
Un saqueo de mi mismísima médula. Un ácido en mi alma.
No podía desmoronarme. No podía llorar, protestar o gritar.
Todo lo que podía hacer era agruparme alrededor de la cámara con
mi condenada familia y ser testigo de la violación de la mujer que
sostenía mi maldito corazón. Si Kes y yo lo lográbamos, tendríamos una
oportunidad de poner fin a todo esto. Terminé con tratar de ganar por mi
cuenta. Nila estaba en mi equipo. Kes estaba en mi equipo. Juntos,
ganaríamos contra la violenta corrupción.
Kestrel aceleró el ritmo; las sábanas se enredaron mucho más
alrededor de dos cuerpos embistiendo.
Y ese fue mi límite.
Perdí completamente la cabeza.
Daniel soltó risotadas. —Voy a follar la boca de ese coño.
Cut se rio. —Su culo es todo mío. —Se volvió hacia mí—. No follaste
eso aún, ¿cierto, Jet?
Síp.
Enloquecí.
Jodidamente le lancé un puñetazo a Cut en la mandíbula.
Cayó.
Duro.
Cut aplastado contra la puerta, doblándose en el suelo.
—¡Oye! —Daniel se lanzó sobre mí, pero era demasiado lento.
Estrellé mi puño en su rostro. Con un gruñido, chocó contra el teclado,
rebotando en el escritorio.
Dos puñetazos. Dos hombres caídos.
Mis nudillos palpitaban. Esperé para golpear más.
Pero, nunca despertaron.
Me gustaría pensar que fue por mis poderosos golpes, pero... todo
fue gracias a Kes.
Cada cosa fue gracias al maldito Kes.
Gemí, agarrando mi cabeza, deseando que los recuerdos pararan.
La dureza del suelo y frío de dormir sin mantas me obligaron a
arrastrarme de rodillas. Mis labios apretados contra la estela de
bourbon rancio. Se agotó el efecto de las pastillas que tomé al principio
de la noche, pero el licor estaba bien y verdaderamente todavía en
control de mi sangre.
Debí dirigirme a la cama una vez que todo había terminado, pero
no pude.
¿Cómo podría?
Me levanté cada vez más alto sobre mis rodillas, asomándome por
el borde de la cama. Las sombras restantes pintaban a Nila en un
collage fantasmal.
Mis manos empuñaron la colcha cuando sus párpados se
estremecieron y sus dedos tantearon en un ritmo sin sentido sobre las
sábanas.
Las drogas que Kes le dio desaparecerían dentro de una hora,
nunca duraban mucho tiempo. Ya, su cuerpo luchaba contra ellas, sus
piernas se movían y sus pies peleaban contra bestias imaginarias.
Quería entrar en sus sueños y asesinar sus alucinaciones por
ella.
Quería asegurarle que nada había pasado.
—Nila, lo siento jodidamente tanto. —Me quedé vigilándola,
acariciándole el brazo mientras sollozaba. Lágrimas silenciosas bajaban
por sus mejillas.
Despertaría pronto a un tipo diferente de pesadilla.
Le tendría que relatar una mentira. La rasgaría en dos, pero para
que este engaño funcionase, ella tenía que creerlo. Tenía que creerlo,
porque mi padre y Daniel tenían que creerlo.
Mi mente volvió a recordar otra vez.
Levanté la mirada cuando la puerta de la sala de seguridad se
abrió.
Mi hermano se paró allí, completamente vestido con una línea
sombría por labios.
Al momento en que lo vi, el odio surgió y quería matarlo con mis
propias manos. —¿Te la follaste?
Sus ojos brillaron. —¿Qué piensas?
—Creo que fuiste por encima y más allá de lo que habíamos
discutido.
Negó con la cabeza. —Hice exactamente lo que me dijiste.
—Hiciste más de lo que dije, Kes. —Me froté los ojos para detener
las jodidas lágrimas de irritar, gruñí—: La tocaste. Hiciste que se viniera.
¡Tocaste lo que es jodidamente mío!
Kes tragó saliva, dejando caer sus ojos. —Te conté todo. Te conté
como me sentía sobre ella, lo difícil que sería para mí. No obstante, me
has hecho hacerlo de todos modos. No la follé. —Levantando su dedo
índice y pulgar, pellizcando aire—. Estuve así de cerca, Jet. Jodidamente
así de cerca de tomar lo que quería. Pero... no lo hice. No lo hice porque
estoy de tu lado y te cuido la espalda.
Mi odio revolvió mi interior, aporreando y vertiendo aún más ácido
en mis heridas ya desolladas. Le exigí más que cualquier hermano lo
haría. Debería darle las gracias y nunca más hablar al respecto. Pero mis
labios formaron otra pregunta, arrojándosela inmediatamente. —¿Te
viniste?
Desvió la mirada.
Agradecido o no, no podía dejar mi rabia posesiva. —Hijo de puta.
Arremetí contra él.
Lo tomé por sorpresa, asestando un gancho derecho y otro
izquierdo antes de que se recuperara y me diera un puñetazo en el
estómago.
—Mierda, Kite. Cálmate de una puta vez. No hice nada que no
acordamos.
—¡Estuvimos de acuerdo en que no te vendrías!
—Nos pusimos de acuerdo en otras cosas, también. —Sus ojos se
estrecharon—. ¿O te estás olvidando de aquello?
Me paralicé.
Tiene razón.
No había cumplido con las promesas del pasado, no importa lo
mucho que lo intenté.
Mirando más allá de mí, su atención cambió. —Mierda, eso fue
rápido. ¿Cuánto tiempo tardarán en reaccionar?
Sacudiendo el dolor en mis nudillos de golpear a tres de los
miembros de mi familia, miré a Daniel y Cut en el suelo. —No lo fue. Los
ayudé a llegar ahí.
Kes arrastró una mano por su cabello plateado. —¿Qué carajos
hiciste? Sabes que no pueden despertar por la mañana y pensar que no
sucedió. ¡Mierda, cuál fue el objetivo de todo esto si ni siquiera pudiste
dejar que siguiera su curso!
El cuarto se inclinó y zigzagueó.
Tuve arcadas cuando mi estómago trató de rebelarse contra el
alcohol. —No tuve otra opción. No podía soportarlo más.
De repente, no podía mirar a Kes sin revivir lo que le hizo a mi
mujer. Destrozaba mi piel, mis músculos se retorcían temblando de
agonía. —No puedo. No puedo quedarme aquí contigo.
Kes pisoteó hacia delante y me agarró de los hombros. —No tienes
elección. Esto no ha terminado todavía.
Me tensé contra sus pensamientos, preparándome para debatir en
su dicha coital otorgada por Nila, pero al igual que la mayoría de las
veces, Kestrel me protegió. Recogí frecuencias débiles, pero mantuvo la
mayoría oculta detrás de una calma cortina de vacío.
Suspiré, dándole un empujón. —Lo siento.
Asintió. —Lo entiendo. —Señalando a Cut y Daniel en estado de
coma, y agregó—: Vamos a terminarlo. Luego podremos ir a descansar,
¿sí?
Balanceándome sobre mis pies, me moví a cerrar la puerta con
llave. —Tienes razón.
Juntos, enfrentamos los archivos de las deudas anteriores y
extracciones. Saqué hasta material antiguo de Emma Weaver. —Es
momento de ser creativo.
Con una unión solidificada, cada uno tomó un teclado y comenzó.
Maldita sea, yo era un monstruo.
Cubriendo mi cara, me doblé sobre su cama.
Estaba tan cansado.
Tan jodidamente drenado.
Todo es tan jodidamente difícil.
Todo lo que quería era ceder. Hasta decirle la verdad y acabar con
las mentiras en las que siempre viví.
Al sacar la pequeña botella de mi bolsillo, deliberé en tomarme
otra. Las drogas me ayudaban a mantener la cordura, eran lo único que
tenía un poder sobre mí, pero tanto como apreciaba el silencio, el
entumecimiento de la intensidad abrumadora, odiaba la separación
entre Nila y yo.
Merecía mucho más de lo que le había dado.
Y ahora me odiaría por toda la eternidad.
Agarrando la botella, maldije a la sala arremolinándose.
Nila estaba segura e intacta.
Permanecería segura e intacta.
Terminé con ser infeliz y egoísta. Mi sacrificio la mantendría a
salvo.
Cambiaría mi vida por una camisa de fuerza para darle una
existencia larga y feliz.
Esos eran nuestros futuros. Y que me odiase solo haría más fácil
esa separación para ella.
Suspirando, me deslicé hacia el piso y me acurruqué junto a su
cama.
La protegería por el resto de mis días.
Sería la única cosa buena que habría hecho antes de morir.
Caí de lado, la habitación giró más y más rápido.
Cerré los ojos y sucumbí.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Jadasa

Nila
El mundo se solidificó.
Cambié melosa inconsciencia por realidad incómoda. En un
momento me encontraba dormida en la tierra fantasía con unicornios
deformados y arco iris negros, al siguiente, me desperté.
¿Dónde estoy?
Aturdida, desconsolada, estupefacta.
Agarré mi cabeza, repeliendo el suave dolor de cabeza y sabor
vago en mi lengua. Apreté mis labios, intentando deshacerme del sabor.
El residuo metálico era... familiar.
Pero ¿de dónde?
Me recordó a la única operación que tuve cuando tenía diecisiete
años para quitarme las amígdalas. Había estado enferma durante un
año con amigdalitis hasta que rogué que me las quitaran.
El despertar de la operación fue aterrador. Rodeada por sonidos
penetrantes y convertida en un alfiletero con agujas.
Masajeándome las sienes, forcé a mi cerebro a trabajar.
¿Qué paso anoche?
Parpadeé.
Los aposentos Weaver armados como un libro de cuentos, rollos
de tela colgando de las paredes, mesa hecha un lío con tijeras y tiza, y
la pieza central de color gris para mi colección colocada de forma
mística sobre el maniquí.
Mis ojos volaron a la toalla desechada sobre la alfombra bordada
con W.
¿Me vestí en un apuro?
Seguí el rastro de vestido rosa fucsia colocado sobre la orejera
junto a la chimenea. Fruncí el ceño ante la ropa interior no deseada a
los pies de la cama.
Entonces vi la bolsa de ropa con cremallera.
Y todo regresó a mí con hojas de afeitar.
Póker. Coñac. Vendas de los ojos. Daniel. Cut. Kestrel.
Mis manos volaron para cubrir mi boca.
Oh Dios mío. ¿Qué he hecho?
Me encogí, reviviendo la forma en que me ablandé hacia Kes, la
manera en que encontré el placer no deseado en sus brazos, luego cedí
ante mi odio por Jethro al dejarme allí. ¡Simplemente me dejó!
Y Kes se quedó y ayudó y…
¡Te drogó!
Mi corazón se catapultó a un millar de latidos.
Oh Dios. ¿Qué hicieron?
El pánico y el horror sacudieron mis manos mientras apartaba el
edredón y miraba mi cuerpo. No sabía qué esperaba encontrar,
contusiones y cortes y marcas evidentes de violación, pero la cruda
blancura de un camisón ocultó respuestas.
Necesito saber.
Tenía que ver, tenía que aceptar las cosas repugnantes y
asquerosas que podrían haberse hecho mientras me hallaba
inconsciente.
Necesito un espejo.
Balanceando las piernas sobre el borde del colchón grueso, salté.
Mis pies tocaron algo frío y duro, en lugar de caliente y suave. Mi
equilibrio falló, me torcí el tobillo, y caí hacia adelante para aterrizar en
cuatro patas.
Se escuchó una maldición masculina. Algo me empujó, volviendo
la caída en un salto mortal. Grité, deteniéndome sobre la espalda.
Jethro.
En el instante en que mis ojos se posaron en él, la traición sobre
los últimos días ahogó mis pulmones. Esas malditas drogas. Su
retorcida familia. Toda una vida de condicionamiento y un alma bien
quebrada de circunstancias que nunca podría entender.
Mi corazón sangraba por él. Pero, al mismo tiempo, ya no me
importaba.
Me arrojó a los lobos y se fue.
No se merecía mi compasión o afecto o ternura.
No se merecía nada.
Se quejó, pero sus ojos permanecieron cerrados. Los vapores de
alcohol empapaban el aire a su alrededor. Su brazo se extendió hacia
fuera, en busca de algo.
Me puse fuera de su alcance.
Murmuró, su cara fruncida y hundida.
¿Qué diablos está haciendo aquí?
No podía detener las oleadas de aversión, desconfianza y
resentimiento absoluto que me dominaban.
Se encogió, gruñó como si le doliera.
Me puse de pie, me lancé alrededor de la cama y me acurruqué de
nuevo en sábanas calientes. ¡Quería que se fuera!
Metiendo mis piernas debajo de mí, envolví las sábanas apretadas
como una fortaleza. —Vete. —Mi voz se hallaba llena de desprecio.
Se oyeron movimientos, pero no hubo respuesta. Unos minutos
tensos aceleraron mi ritmo cardíaco, antes de que lentamente se
moviera de acostado a sentado. Apoyando su espalda contra mi cama
mientras gemía, agarrándose la cabeza. —Mierda.
No levantó la mirada. Sus largas piernas dobladas, el resto de su
cuerpo retorcido y cansado.
El amor que le tenía lo quería consolar, pero la repulsión de él
dejándome anoche me hizo acurrucarme más en mi edredón y
fulminarlo con la mirada.
Frotándose el rostro con ambas manos, bostezó. Cada movimiento
era letárgico y apestando a la embriaguez.
¿Así que me dejó ante el destino de su familia para beber la noche
anterior?
Idiota. Completa y absolutamente idiota.
Mirando por encima del hombro, se congeló.
Mi respiración se detuvo. Mi sangre se coaguló. —Vete.
La sola palabra colgaba entre nosotros como un globo que se
desinfla cayendo sobre la alfombra.
Tragó. El dolor y la intoxicación nadaron en sus ojos. Por último,
asintió. Atrás quedó el caballero refinado que se ocultaba tanto. Habían
desaparecido los pómulos cincelados y dorados ojos radiantes.
El hombre delante de mí... el hombre que me hirió, aplastó, y aún
tenía mi corazón en sus manos traidoras era una mera sombra de sí
mismo, ni siquiera una sombra, una extinguida, extinta, cosa rota.
Nos miramos durante un milenio.
Lentamente, sus labios se curvaron en una mueca; me otorgó la
sonrisa más triste y más dulce y se puso en pie. —Lo siento. —Con un
paso inestable, se tambaleó hacia la puerta—. No quería despertarte...
Solo quería mantenerte... segura.
Su voz se tensó alrededor de mi corazón, obligándolo a latir y
acelerarse. Sus pasos eran terminalmente vacíos, moviéndose hacia la
salida.
¿Eso fue todo?
¿Sin sentida súplica o ferviente explicación?
¿Sólo “Lo siento”?
—No, ¿sabes qué? —Aparté el edredón y me levanté velozmente de
la cama. Aceché hecha una furia hacia él, agarré su antebrazo y clavé
las uñas en su carne—. En este momento no es lo suficientemente
bueno. —Las lágrimas estallaron en un ser, un río salado fluyendo
ignorado por mis mejillas—. Lo siento no cubre lo que me has hecho. ¡Lo
siento nunca será lo suficientemente bueno!
Se quedó allí como un municipio saqueado por enemigos
haciendo botín. No se movió para apartarme, o discutir o explicar. Sólo
se curvó en sí mismo, apretando los ojos lo más que podía.
Lo golpeé.
—¡Dime lo que me hicieron!
Lo golpeé de nuevo.
—¡Mírame a los jodidos ojos y dime por qué los dejaste hacer esto!
Lo golpeé una y otra y otra vez.
—Explícame por qué no me salvaste. ¡Porque me dejaste para
sufrir cuando sé que te preocupabas por mí!
Se apartó de mi agarre, retrocediendo hacia la puerta. —Me iré.
No te pondré a través de más…
—¡No! —grité. Nunca había sido tan gritona. Mi voz rebotó en el
candelabro, desapareciendo en los tejidos de lujo esperando ser
convertidos en prendas de vestir—. Si te vas ahora nunca serás
bienvenido en mi vida. ¿Me escuchas? Te odio por lo que me hiciste
pasar anoche. —Mi voz se quebró—. Kestrel, probó ser el doble de
hombre que eres y me gustó que me tocara. Por lo menos se merecía
una recompensa por hacer lo que pudo para salvarme.
Se tambaleó hacia atrás, frotándose la frente. —No quiero oír
sobre…
—¡Pura mierda! —Lo perseguí mientras se movía a trompicones
para alejarse.
Mi estómago se enrolló y retorció con el dolor. Lo que Kestrel hizo
anoche manchaba toda mi perspectiva. Sí, me sentía agradecida con él
por intentar. Sí, me vine bajo su tacto. Pero me hizo sentir sucia y puta
hablarle de Kes a Jethro.
No tenía otros sentimientos hacia él que de amistad. Y aún así,
todavía no confiaba en él. ¡Me había drogado por todos los cielos!
Pero quería herir a Jethro tanto. Lo quería en pedazos como yo.
Lo quería jodidamente sangrado a mis pies y pidiendo perdón.
Me volví salvaje. Vibrando con la necesidad de lastimar. Nunca
había sido tan insensible a desear su dolor. Pero esto... Nunca había
experimentado nada como esto.
Empujando su pecho, gruñí—: Dónde fuiste, ¿eh? ¿Dónde estabas
mientras que tu hermano metió su dedo dentro de mí y se vino en mi
espalda?
Gruñó, sacudiendo la cabeza. —Nila… no…
—No. Tú no. —Lo empujé de nuevo. Mis manos se cerraron en
puños, golpeando su pecho—. ¡Dime! ¡Dime en qué mierda pensabas!
Ya me harté de vivir de esta manera. No te dejaré usar más mis
emociones en mi contra.
Tragó saliva, pasándose una mano temblorosa por el pelo. —Lo
entiendo. Me odias y quieres que me vaya. —Se tambaleó hacia delante,
empujando más allá para alcanzar el pomo como si estuviera a
centímetros de distancia no metros—. Me voy... Me i-iré.
Los farfulles y la vacilación demostraban una lengua todavía
enredada con bebida.
—Estás borracho. —Me reí, permitiendo mi fiesta dolor en el
sonido quebrado—. ¡No puedo creer que me dejaras anoche y te
emborracharas!
Sacudió la cabeza. —Ya no. —Sus ojos se humedecieron—. Me
gustaría estarlo. Joder, me gustaría estar borracho. Entonces esto no
dolería tan malditamente tanto.
—¡¿Que no dolería tanto?! —Agarré el extraño camisón que
llevaba. ¿Quién me vistió después de que ellos terminaron de violarme
de forma inconsciente? ¿Quién me puso en la cama para despertar sola
y desechada?
Pero no estabas sola. Él dormía a tu lado.
»¿Qué no dolería, Jethro? ¿El hecho de que eres un monstruo?
¿Que eres un horrible ser humano? ¿Que eres un marica? ¿Oh, tal vez,
ninguna de las anteriores? —Mis ojos se estrecharon. La ira se
desbordó, sacudiendo mi cuerpo hasta la médula. Mi temperamento era
corrosivo, un ácido comiendo todo a su paso como un gusano dentro de
mi mente. No podía seguir viviendo de esta manera. No podía seguir
amando a un hombre que se negaba a amarme de igual manera. No
podía existir en este infierno—. ¡Tal vez te duele, porque finalmente ves
lo jodidamente equivocado que es todo esto!
—Detente. —Se tapó la boca, moviendo la cabeza—. Solo para…
—¡No! No me detendré. No hasta que me digas. Dime lo que me
hicieron anoche. Necesito saber. ¿No lo entiendes? ¡No saberlo es peor!
—Apreté las manos, queriendo patearlo—. Quiero que cumplas con tu
promesa de sangre. Dime lo que ibas a decirme el día que llegó la policía
por mí.
Se congeló. —Yo… yo no puedo. Ahora no.
—Sí. Ahora. En este instante. —Señalé la puerta—. Si te vas,
nunca vuelvas. Nunca volveré a reconocerte, verte... besarte. ¿Lo
entiendes? Nunca, Jethro. Esta es tu última oportunidad.
Me pasé las manos por el cabello, tirando los mechones. —Ni
siquiera sé por qué te estoy dando eso. Después de lo que hiciste
anoche, no mereces la oportunidad de explicar. Te mereces una muerte
miserable y dejarme sola.
Un gemido torturado hizo eco en su pecho. —Déjame ir, Nila. No
puedo…
—¡No! —Pisoteé—. No te vas a librar con facilidad en esta ocasión.
No otra vez. Cuéntamelo. ¡Dime!
El aire alrededor de él se debilitó y se marchitó. Se encogió,
cerrándose a sí mismo de todo.
Me quedé allí como una isla mientras su pesar y confusión
rozaban mis tobillos. Su completa devastación socavaba mi rabia, pero
me negaba a romperme.
Era su turno para arrastrarse. Su turno para mostrarme luz en
esta oscuridad sin fin.
Intenté ayudarlo tantas veces. Lo excusé. Confié en los toques
robados y conocimientos profundos de que me amaba. Le rogué que me
dejara entrar. Amarlo. Para apreciar todo lo que era, incluso sus
secretos.
Pero empujó y empujó, y me hirió tan malditamente tanto. Y no
importaba lo mal que me trataba, no podía arrancar el amor que sentía
por él. Él era un ser humano confuso, cruel, lisiado que no era bueno
para mí.
Mi enojo cambió a tristeza. Si ni siquiera podía darme esto,
cuando me sentía más violenta y abierta, no podía darme nada.
Simplemente deja que se vaya. Pon fin a esta farsa.
Suspiré, dando un paso hacia atrás. —Vete. Sólo vete.
Su espalda se tensó mientras miraba a la pared.
Las lágrimas corrían por mi rostro mientras miraba al animal frío
al que le di mi corazón. El miedo helado que hubiera sido abusada por
Daniel y Cut llenó mi mente. ¿Por eso Kestrel me drogó? ¿Así no
tendría que vivir a través de algo tan atroz? ¿Lo hizo preocupado por mi
bienestar?
¿Jethro incluso haría algo tan heroico?
Apretó los dientes, finalmente, mirándome. —Se supone que debo
decirte que mi padre te violó y mi hermano menor te degradó hasta el
punto de la ruina. Se supone que debo pararme aquí y llenar tus
recuerdos vacantes con el dolor y el abuso del mal.
Dio un paso hacia mí.
Mi piel se erizó al pensar en él cada vez más cerca.
—Sin embargo, no importa cómo esto resultará contraproducente,
no importa si mi plan falla y todo lo que he intentado evitar entra en
juego, no puedo, no puedo hacerte eso. —Sus ojos eran salvajes y
dilatados, gracias a las drogas y el licor—. Nila, lo juro por mi jodida
vida, nadie te ha tocado. Kestrel te drogó, así podíamos hacer lo que
necesitábamos detrás de escenas. —Golpeó su pecho—. Pero te doy mi
palabra como un Hawk que la única persona que te tocó fui yo. —Sus
ojos se posaron en mi camisón—. Te vestí, besé, te puse en la cama. Y
luego me acurruqué en el suelo para evitar cualquier otro idiota. Incluso
a pesar de que te he demostrado que no soy digno, a pesar de que me
odias, como deberías, no podría vivir conmigo mismo si te dijera una
mentira sobre todas las demás.
Un sollozo salió de mi pecho.
Oh, gracias a Dios.
Gracias, gracias a Dios.
No me habían tocado.
Casi me hice un charco en el suelo de alivio. Pero las
complicaciones en esas frases: la verdad, la angustia, me obligaron a
seguir presionando, seguir hablando. ¿Cómo podía aceptar mi ira y
retorcerla de manera inexplicable? ¿Cómo podía calentar mi odio así
lograba el efecto bumerang sobre mí y hacía que me derrumbara?
Envolviendo mis brazos a mí alrededor, di un paso más cerca. Mi
necesidad de lastimarlo no había retrocedido, pero debajo de mi rabia
violenta, tenía el impulso incesante de abrazarlo, tocarlo, arreglarlo.
Se apartó. —No. —Su voz salió estrangulada, una severa
advertencia para que mantuviera mi distancia.
Nos quedamos de pie, separados. Dos figuras en un mar
esmeralda de alfombras. El aire era fresco, persuadiendo mi
temperamento a fuego lento. No permitirme tocar era una tortura. No
podía negarme la necesidad de conectar, ya sea para golpearlo o
acariciarlo, no importaba.
Ignorando su ruego por espacio, lo cerré y toqué la parte trasera
de su brazo. Mis ojos se encendieron ante lo caliente que estaba, cuán
anormalmente cálido para su forma frígida normal. —Gracias por
finalmente ser honesto.
Tragué saliva. »No puedes seguir luchando. Sea lo que sea que
estés pasando. Cualquiera que sea la razón que está haciéndote tomar
medicamentos y obedecer al hombre más vil en la historia, tienes que
parar. —Mi voz bajó—. Terminarás matándote si no recibes ayuda.
Tropezó hacia atrás, su voz ronca y baja. —Tú no me puedes
ayudar. Nadie puede.
—No seas un cliché, Jethro. Todo el mundo puede ser ayudado.
Resopló, dolor cayendo sobre dolor.
Me abracé de nuevo, temblando y estremeciéndose, luchando con
la tensión espesa en la habitación. —Cuéntame y te doy mi palabra de
que escucharé.
¿Qué estás haciendo?
»Si me dices la verdad, no te juzgaré. Me quedaré callada y sin
juzgarte hasta que todo tenga sentido.
¿Realmente vas a darle otra oportunidad?
Apreté los dientes.
Todo el mundo merece una segunda oportunidad, si estaban
dispuestos a admitir una vida de problemas. Mi padre me entregó, a
pesar de que sabía lo que mi madre pasó, y lo perdoné. Mi hermano me
hizo un hazmerreír de los chismes en noticias, y lo perdoné. ¿Y Jethro?
Hizo que me enamorara del chico malo e intercambiara la inocencia por
la corrupción. Me enamoré de él cuando era cerrado y ártico. Si se
descongelaba y me dejaba entrar, no habría mayor regalo. Ningún
símbolo más profundo que dos almas gritando al conectar.
—Seré capaz de perdonarte si me dices —susurré—. Estoy aquí
para ti. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?
Furia retorció su rostro, disolviendo su incredulidad ante mi
confesión. —Dices que no me juzgarás, sin embargo, siento tu odio
hacia mí, Nila. Dices que estás ahí para mí, pero ¿hasta dónde llegará
esa voluntad? —Dio un paso hacia atrás de nuevo, moviéndose hacia la
puerta.
No puede irse.
—Tú no sabes nada. Y lo mejor es si continúas sin sa….
—Cállate. —Lo seguí, los dedos de mis pies hundiéndose en la
alfombra—. Cállate y dime. Dime lo que estás ocultando. —Mi voz se
mantuvo estable, no llegando a la ira una vez más, manteniéndose baja.
Esto no era una pelea. Esto no era un ultimátum.
Este era el final.
El punto de ruptura de todo lo que había estado aplastándonos
más y más en falsedades. Cuanto antes se quebrara, mejor estaríamos.
Suspirando pesadamente, sus hombros rodaron. —Ojalá nunca te
hubiera conocido. Desearía que todo esto desapareciera.
Sus palabras cortaron una herida profunda y verdadera. Su voz
era una cuchilla horrible; cortando mis arterias y haciéndome sangrar
un río.
—Escúchame, Jethro Kite Hawk —dije a través de lágrimas
nuevas—. Sólo te diré esto una vez más. Si escuchas y ves lo que estoy
ofreciendo, todo esto podría ser diferente. Pero si no lo haces; si eliges a
tu familia por encima de mí otra vez, si me alejas y pretendes que lo que
existe entre nosotros no vale la pena para luchar, entonces he
terminado. ¿Lo entiendes? —Mi voz cobró impulso—. Tú me has
lastimado. Todo mi interior quiere desconectarse y arrancarte de mi
alma. Estoy cerca. Tan malditamente cerca a eso, a arrancarte y nunca
hablarte de nuevo.
Se encogió sobre sí mismo con cada palabra.
Tragué un sollozo. Seguí adelante. —Hay un lugar en mi interior,
que está desapareciendo. Lo que siento por ti se está muriendo, y una
vez que se haya ido, no tendré la fuerza para recuperarlo. ¿Crees que
disfruté mucho pagar la Tercera Deuda? ¿Crees que disfruté lo que Kes
hizo? —Las lágrimas se derramaron sin mi consentimiento—. Fue una
tortura absoluta, Jethro. La peor que he tenido que pagar porque tú no
estabas allí para mí. No te encontrabas allí para sentir mi dolor o
ayudarme a pasar a través de él. ¡Me dejaste! ¿Tienes alguna idea de lo
mucho que me mató? ¿Pensar que teníamos algo, sólo para que te
alejaras y me entregaras a ese terror?
Su mandíbula se tensó, alejándose de mí, moviéndose hacia la
puerta.
Avancé todo al hablar, esperando que escuchara. —Pero a pesar
de todo eso, la Herencia de la deuda, lo imperdonable al entregarme, las
mentiras y horrible comportamiento, nada de eso importa si me haces
entender.
Bajé la mirada, mirando sus pies descalzos. Si quería honestidad
definitiva de su parte, tenía que estar preparada para dar lo mismo.
Dolía mirar profundamente en el interior, sin dar espacio para
esconderme y encontrarme cara a cara con una chica que no reconocía.
Pero lo hice. Porque era fuerte y valiente y dispuesta a dar para recibir.
—No importa qué tan jodidos y malos hayan sido los últimos meses,
han sido lo mejor que me ha pasado.
Jethro contuvo el aliento.
»Si un ángel de la guarda me hubiera dicho que esto sucedería. Si
hubieran venido la noche antes de que me robaste y hubieran explicado
las atrocidades que pasaría, todavía habría venido contigo.
Un gemido interrumpió cuando Jethro se congeló en su lugar.
»Te habría esperado con los brazos abiertos. Habría con mucho
gusto dicho adiós a mi vida y dejado que me atormentaras porque esto
me hizo una mejor persona, una persona más fuerte, una persona
digna de lo que siento por ti. —Me puse rígida—. Así que no me digas
que deseas nunca haberme conocido, Jethro Hawk, porque viviría mil
deudas sólo por el regalo de que me ames.
Piel de gallina cubrió mis brazos desnudos. »Me equivoqué
cuando dije que eras débil. No lo eres. Eres fuerte. Leal. Así torcido por
dentro, nadie puede salvarte, sino tú.
Nuestra respiración se entrelazó mientras dejábamos que el
impacto de la verdad nos desgarrara.
Si lo que decía era cierto y nadie me había tocado, excepto
Kestrel, entonces tenía dos hermanos a quienes agradecer. De alguna
manera, conspiraron juntos; les debía mi cordura.
Jethro no se movió, parecía atrofiado por la culpa y la vergüenza.
Respiré con fuerza, obligándome a exponer la última honestidad
exquisitamente vulnerable. —No puedo ayudarte si no me quieres. Pero
esto... esta soy yo pidiéndote que me ames. Te ruego que confíes en mí.
Te estoy diciendo que eres lo suficientemente fuerte como para
sobrevivir a lo que sea que luchas. Te estoy pidiendo que me escojas,
Jethro. Antes de que sea demasiado tarde.
Elígeme. Ámame. Sálvame.
Sus puños se apretaron. Su cabeza se inclinó y el jadeo más
desgarrador cayó de sus labios. —Lo siento —susurró—. Lo siento
jodidamente tanto.
Ahogué un sollozo, atrapada entre la necesidad de ocultarme e ir
a abrazarlo. —Lo sé. Pero no estoy buscando una disculpa por lo que ha
pasado. Habría pagado un millón de veces más para merecerte.
Mi estómago se agitaba con un aviario de aves. Por favor escucha.
Por favor, mírame. —Estoy buscando una promesa, Jethro. —Me dejé
llevar hacia él.
No se movió cuando la distancia disminuyó. Vacilante, con el
toque más suave, coloque una mano sobre su corazón. El mismo latido
irregular golpeó en respuesta. La misma incertidumbre y desesperación
de los manantiales.
—Te estoy pidiendo que me hagas tuya —murmuré—. Llévame a
tu corazón. Déjame entrar en tu alma. Cede a lo que tenemos.
Se tragó un gemido y todo explotó dentro de él. Sus ojos
encontraron los míos. Con una fuerza salvaje, agarró mi cuello y me dio
la vuelta para presionarme contra la puerta. Sus labios se posaron en
mi oído, su aliento rápido y errático. —Eso es lo que he estado
haciendo. Dejándote entrar dentro de mí, permitiendo que me arruines
cada puto día. Ya sabes lo que siento por ti. Ya sabes que no valgo nada
a causa de ello.
Mi corazón se aceleró. —Si vales mucho. Si me muestras la
bondad dentro de ti, puedo demostrarte que eres invaluable.
Se rió con dureza. Lucía peligrosamente desquiciado. —Intenta
decirle eso a mi padre. —Sus dedos se movieron alrededor de mi
collar—. He sido claro. No he sido más que transparente sobre lo que
pasó. He hecho todo lo que pude.
Mis ojos se ampliaron, incluso a medida que más lágrimas caían.
—¡Piensas que has sido transparente! —Empujándolo hacia atrás, lo
abofeteé—. ¡Tú no eres transparente! ¡Eres tan condenadamente obtuso,
tan atado a tus mentiras, que ya no tienes idea de lo que estás diciendo!
Todo su cuerpo se tensó. —La Herencia de la deuda es mi cruz
para cargar, no la tuya. ¡Esto no es acerca de lo que tu familia le hizo a
la mía, se trata de si soy lo suficientemente digno! ¿No lo entiendes?
¡Esto nunca fue acerca de ti! Siempre ha sido acerca de mí, y estoy
jodido. ¡Estoy matándome a mí mismo!
Una media risa medio sollozo brotó de mi boca. —En el momento
en que tomaste mi mano en Milán, esto dejó de ser acerca de ti. Esto no
es acerca de Hawks o Weavers o cualquier otra mierda que se te pueda
ocurrir. —Empujándolo de nuevo, grité—: ¡Es acerca de nosotros!
Acerca de lo que hemos encontrado. ¡Juntos!
—¡No hay nada entre nosotros, solo las deudas!
Negué con la cabeza, mi palma picando por abofetearlo de nuevo.
—¿Cómo explicas lo que sucede cuando estás dentro de mí entonces?
¿Cómo explicas el vínculo que sentimos cuando nos permitimos ser
honestos?
—Lo que sucedió en los manantiales fue un error. Era sólo foll…
Golpeé su pecho, haciéndolo tropezar. —Mentiroso. ¡Tan maldito
mentiroso horrible! Tú me amas, simplemente no puedes admitirlo. ¡Me
quieres más que a la riqueza y las herencias y la familia, estás
demasiado jodidamente aterrorizado para ser un hombre y ver la
verdad!
Avancé hacia él. Todo lo que había estado muriendo por decir
desbordándose en un torrente de acusaciones. —Veo la forma en que
me miras. Siento la forma en que me tocas. Escucho los mensajes
ocultos en tu voz. A diferencia de ti, he sido bendecida al conocer la
calidez que viene con el amor. La forma en la que los ojos de una
persona se iluminan y el cuerpo se suaviza. ¡Me amas! Y si tú puedes
estar parado allí y negarlo, cuando es tan descaradamente obvio,
entonces realmente no hay esperanza para nosotros. ¡Podrías también
guiarme afuera y completar la Deuda Final, porque preferiría que me
mates rápidamente que vivir a través de esta muerte sin fin!
Respiré profundamente. Mis pulmones se quedaron sin aliento
por el oxígeno, como si no hubiera respirado desde que entré a
Hawksridge. Había claridad y libertad abrasadora al cortar nuestras
mentiras, dejándolos caer alrededor de nuestros pies como confeti.
Mirando la alfombra, froté el dolor en mi pecho. —Ya terminé —le
susurré—. Si no puedes decir nada después de que acabo de revelar
todo, entonces realmente no hay esperanza y me niego a desperdiciar…
La respiración de Jethro se volvió pesada. Retrocedió hasta que
su espalda se estrelló contra la pared. Su barbilla cayó; sus manos se
aferraron a la suavidad detrás de él.
Nuestros ojos se encontraron.
Una terrible tormenta aullaba dentro, torciéndolo en nudos. Sus
manos volaron para agarrar su cráneo, su pecho subía y bajaba con
agonía esporádica. —¿Qué quieres de mí, Nila? ¿Quieres saber que
jodidamente te amo más de lo que puedo soportar? ¿Qué me estoy
rompiendo porque sé que no soy lo suficientemente bueno para ti?
¿Qué?
Mi mundo se detuvo.
... jodidamente te amo…
Lo admitió.
Un gemido torturado hizo eco alrededor de la habitación mientras
sus ojos se cerraban.
Luchando para no perder la cabeza, aspiró grandes bocanadas de
oxígeno.
Luchaba contra la verdad.
Luchaba contra las lágrimas.
Luchaba contra sí mismo.
Pero…
Lentamente…
Gradualmente…
Él.
Perdió.
La.
Batalla.
Se rompió.
La presa, la barrera detrás de la cual siempre se escondió, se
derrumbó. Se desmoronó como un edificio de papel hasta que se
encontraba desnudo.
Mi corazón se vació mientras él se rompía en pedazos.
—Cristo —musitó, su voz completamente deshecha—. ¿En qué me
he convertido?
Cayó.
Sus rodillas cedieron.
Se deslizó por la pared como un glaciar derritiéndose.
Al momento en que cayó al suelo, levantó sus rodillas enjaulando
su cuerpo, bloqueándolo del dolor que no podía manejar. Sus brazos
envolviendo las rodillas, curvándose en sí mismo, presionando su frente
sobre sus piernas. Escondiéndose.
Me quedé ahí incapaz de moverme.
... jodidamente te amo...
Entonces mi mundo se volvió al revés mientras Jethro Hawk, el
hombre más confuso y complejo que he conocido, empezó a llorar.
Sus hombros se tensaron.
Su pecho se apretó.
Renunció a la lucha.
El hombre que temía, adoraba y quería robar lejos de una vida de
chantaje emocional se desplomó de sus mentiras, y pude verlo por
primera vez.
Su gemido angustiado desgarró mi alma, dejándola sangrando en
el infierno.
Levantó aún más sus piernas, sus brazos se envolvieron con más
fuerza, pero nada podía integrar lo que sucedía.
Agonía abrasadora me aferró al tiempo que fui testigo de él
derrumbándose. Era como si cada puntada sosteniéndolo junto se
abriera, dejándolo jadeando y muriendo.
Quería ser la aguja para coserlo de nuevo.
Pero no podía.
Aún no.
Él tenía que hacer esto.
Tenía que sacarlo.
Este era su desenvolvimiento.
Esto era él volviéndose en algo más que un Hawk.
—Está bien —le susurré.
Me agaché en el suelo con un camisón que no recordaba
ponerme, y me envolví alrededor de su cuerpo tembloroso. —Está bien.
—Apoyé la frente sobre su sien, pasando los dedos por su cabello.
Intentó apartarse; intentó detener sus lágrimas, pero nada podía
detener esto.
Se hallaba completamente arruinado.
Colgando su cabeza, sus hombros temblaban mientras lágrimas
silenciosas erupcionaban de sus hermosos ojos dorados. Mi estómago
se retorció al tiempo que el hombre que amaba se deshizo
completamente.
No lo dejé llorar solo. Quise que sintiera lo mucho que me
importaba, lo mucho que estaba allí para él, independientemente de lo
dañado que se encontraba.
Dejó de luchar contra mi abrazo y se soltó.
Lloró.
Mientras sus lágrimas caían, las mías se secaron.
Intercambiamos los papeles. Su concha ártica finalmente se descongeló,
fragmentos de hielo rompiéndose en mil pedazos, tormentas de nieve se
volvieron en copos de nieve y el permahielo se volvió líquido. Ya no
había espacio dentro de él; no tenía otro lugar a donde ir, sino afuera.
Fuera de sus ojos, su alma, su corazón.
Abracé el hombre que había hecho tanto mal y le permití purgarse
hasta que su cuerpo se estremeció y sacudió.
No hizo ningún sonido. Ni un solo suspiro o gemido.
Se quedó completamente silencioso.
—¿Qué te hicieron? —le susurré—. Tienes que decirme. Tienes
que soltarlo.
Mis manos se deslizaron por su espalda, tocando cada
centímetro: cara, cuello, rodillas. Necesitaba que supiera que lo traje a
este punto, pero no lo abandonaría.
Estaría allí. Superando cualquier dificultad.
No dejó de llorar.
Cada estremecimiento y sollozo silencioso me agotaron. Quería
retractarme de todo lo cruel que dije. Quería pedir disculpas por herirlo
y por decir que dejaría de amarlo.
Nunca podría dejar de amarlo.
Nunca.
Él se encontraba en el interior de cada una de mis células.
Nunca sería capaz de imaginarlo, incluso en la muerte.
—Dame tu dolor. Compártelo conmigo. —Quería hacer lo que
pudiera para sanarlo, para arreglarlo, y hacer que se volviera en el
hombre enterrado dentro.
Se volvió de pronto en mi abrazo. Agarrándome, se levantó. No me
moví mientras sus brazos me apretaban dolorosamente, tropezando
hacia el dormitorio.
En el momento en que el colchón estuvo a poca distancia, caímos
juntos.
Uno frente al otro, nunca me soltó. Enterró su cara en mi cuello,
ocultando sus ojos húmedos, pero incapaz de disimular el goteo
constante de humedad en mi garganta.
Dios, lo siento. Lamento tanto hacer que te derrumbaras.
Lo abracé tan condenadamente fuerte.
Su respiración se detuvo. Su cuerpo se estremeció.
Ninguna cantidad de armadura o coraje podría haberme
preparado para Jethro derrumbándose.
Dime con lo que estás lidiando.
Muéstrame cómo salvarte.
—Está bien, Kite. Está bien. —Mi voz era un metrónomo
constante, garantizando aceptación en repetición—. No me estoy yendo.
Está bien, Kite. Está bien.
Sus brazos me rodearon hasta que me dolían los huesos con su
abrazo.
Sin decir una palabra, levantó la cabeza. Un brazo se desenvolvió,
y su mano capturó mi mentón, inclinando mi boca a la suya.
Antes de que pudiera respirar, sus labios se estrellaron sobre los
míos.
Su toque era violento, fuerte, todo consumidor.
Necesidad brotó fuerte y fragante. El deseo secuestró mi mente
con tanto peso y demanda, que cedí ante él.
Subimos juntos.
Sus dedos rozaron y su lengua se hundió en mi boca, robando mi
jadeo y conjurando lujuria tan brutal, que viví y morí, todo al mismo
tiempo.
Juntos, nos fusionamos con más fuerza. Jethro amortiguó mi
cabeza con su brazo mientras me rodaba sobre la espalda, cubriendo mi
cuerpo con el suyo. Su mano vagó sobre mi caja torácica, marcándome
en cada centímetro. Sus labios siguieron bailando con los míos, nuestra
respiración áspera, lenguas violentas.
Grité cuando sus dedos capturaron mi pecho, pellizcando mi
pezón. Mi espalda se arqueó, forzando más de mí en su agarre.
Gimió, su aliento perdiendo su quebrantamiento, volviéndose
rápido con la lujuria.
Deseo se arremolinó y exigió, no dándonos ningún lugar donde
escondernos.
Me humedecí al instante mientras él tiraba el dobladillo de mi
camisón, empujándolo sobre mis caderas. Me retorcí mientras buscaba
entre nosotros, deshaciendo su botón y cremallera. Gruñó mientras
tiraba sus pantalones y bóxer abajo, pero llegándolo a la mitad del
muslo.
Sus dientes pincharon mi labio inferior mientras forzaba mis
rodillas a separarse. Sus codos se clavaron en las sábanas,
posicionándose a sí mismo más arriba.
Ambos gemimos cuando colocó su polla dura entre mis piernas.
No hubo juegos previos, ni preparación. Nosotros no lo
necesitábamos. Habíamos ido demasiado lejos, demasiado terriblemente
abiertos y desesperados por conexión. Ladeó la cabeza de su polla y
empujó.
Gemí en su boca cuando su tamaño ardió con tierna agonía.
Me besó, deslizando su lengua con la mía, moviendo sus caderas,
usando mi humedad para abrirme más. Obligó a mi cuerpo a ceder y
derretirse.
Sus lágrimas continuaron cayendo, goteando en mi boca y
entrelazando su sabor con el dolor salado. Agarré sus mejillas, frotando
mis pulgares en la humedad, esperando que entendiera lo mucho que lo
amaba.
Que estaba allí para él.
Para siempre.
Su respiración se volvió irregular, cada exhalación liberando la
agonía quemando el alma que había cargado toda su vida. Con un
brazo alrededor de mis hombros, alcanzó abajo y agarró mi cadera,
sosteniéndome firme.
Empujó más fuerte, deslizándose más allá de la barrera final y
llenándome por completo. Suspiramos cuando ese vínculo celestial
encajó perfectamente en su lugar.
Mi cuerpo temblaba alrededor del suyo. No hubo ninguna
advertencia. Ni anticipación. En el momento en que me llenó, su
balanceo se volvió de vacilante a vicioso.
Sin su brazo alrededor de mis hombros, me movía hacia arriba
con cada embestida brutal. Pero me sostuvo para su placer.
Me usó.
Nos utilizamos el uno al otro.
Utilizamos la pasión para derrotar el dolor. Blandiendo la
necesidad para combatir la desesperación.
O nos sanaría o nos destrozaría, pero no había nada que
detuviera el tsunami que montamos.
—Lo siento. Tan jodidamente tanto —murmuró contra mi cabello.
Sus lágrimas dejaron de caer, pero su voz seguía sonando inestable.
Sus caderas no dejaban de embestir, llevándonos más alto.
—Lo lamento —le susurré—. Lo siento por hacer la vida tan difícil
para ti.
Gimió, moviéndose más rápido.
Nuestras mentes pasaron de palabras a liberaciones. Cedimos al
placer. En algún lugar muy dentro de mí, me dejé llevar. Floté hacia
arriba, reconociendo que el destino me robó de una vida que pensé que
quería, pero ese nunca fue mi verdadero destino.
Él lo era.
Algo encajó en su lugar, más grande que una pieza del
rompecabezas, más conmovedor que la escritura o el conocimiento.
Fue la acumulación de luchar por algo y finalmente ganarlo.
Estaba en casa.
Jethro retrocedió, su mandíbula tensa. Sus ojos ardían mientras
se movía sin pensar en un ritmo devorador. No podía apartar la mirada.
Su cuerpo dentro de mi cuerpo. Su alma dentro de mi alma.
No podía contener la magia que provocamos. —Tengo que decirte,
como me siento... lo que esto significa.
Negó con la cabeza, sus labios rozando los míos. —Lo sé. También
lo siento.
Las lágrimas escaparon de mis ojos mientras su boca se cerró de
forma tensa. Su calor húmedo y el poder abrasador de su polla me
partieron en dos.
No hubo descanso o respiro. Me folló, me hizo el amor, y me
consumió sin pensar en nosotros siendo observado o catalogados.
Grades embestidas dominantes y profundas se arrastraron haciendo
eco de los gemidos.
Arqueando mis caderas, froté mi clítoris en la base de su pene. —
Más —le supliqué—. Más fuerte.
Obedeció.
No podía respirar, tensándome por un orgasmo que me rompería.
—Más rápido, más profundo.
Gruñó, siguiendo cada una de mis órdenes.
Nunca había vivido algo tan intenso.
Me destrozó.
Me arregló.
Robó. Regaló.
Devastando.
Recompensando.
Destruyendo.
Renovando.
—Voy a llenarte. Necesito llenarte —gimió Jethro.
Su voz susurró a través de mi sangre, prendiendo fuego a la
pólvora entre mis piernas.
Me vine.
Pernos y estrellas fugaces y espectacular bendición.
Se tragó mi placer, su lengua hundiéndose a tiempo con su
erección.
—Dios, Nila. —Cada emoción que mantuvo oculta se azotó
alrededor de mi nombre como un voto—. Te amo.
La humedad brotó dentro de mí mientras se dejaba ir.
Dejó ir todo.
Por una fracción de segundo, mi corazón se endureció recordando
lo que había hecho. Cómo robó mi derecho a cargar su bebé en el futuro
inmediato, pero luego lo abracé más fuerte. Había tiempo para eso.
Tiempo para que creciéramos juntos sin más juegos o trampas.
Esto era nosotros.
Esto era libertad.
Había conquistado los demonios que lo montaban. Él me regaló a
ellos para compartir el peso.
Cuando su cuerpo se relajó y la última oleada de su orgasmo me
llenó, se apartó.
Sus ojos se clavaron en los míos; trazó su pulgar sobre mi boca.
—No hay más ganadores ni perdedores. No más ocultar o pretender o
mentiras. Estoy listo para decirte. Estoy listo para enfrenar algo nuevo.

***

Me recosté en la cama, sin apartar los ojos de Jethro.


Colocó la bandeja que trajo de la cocina entre nosotros, metiendo
sus largas piernas debajo de las sábanas, y me dio una sonrisa
temerosa.
Durante la última hora, se preparó a sí mismo.
Nos duchamos en silencio.
Nos vestimos sin palabras.
Luego desapareció en la cocina para conseguir unas baguettes
recién hechos, paté, queso y uvas. También trajo algunos analgésicos
para su resaca, pero no hizo ningún movimiento de tragar cualquiera de
los medicamentos que había consumido como caramelos.
Lo único que llevaba era un par de calzoncillos bóxer negros y
una camiseta gris oscura. Yo me puse un suéter de gran tamaño y un
par de bragas blancas. Juntos hicimos campamento en mi dormitorio.
Nunca quería irme.
Su cabello oropel se hallaba todavía húmedo por la ducha y
mantuvo sus ojos lejos de los míos. Se centró en la preparación de una
galleta con queso cheddar ahumado y paté de setas antes de pasármelo.
Lo tomé, rozando mis dedos con los suyos.
Hizo una mueca, pero sonrió suavemente.
No lo apresuré.
No podía. No después de verlo romperse tan profundamente.
Comimos en silencio por un tiempo.
Jethro fue el que comenzó, como lo planeé, como necesitaba ser.
—¿Recuerdas ese mensaje que te envié? —Su cabeza se inclinó,
observándome de cerca.
Tragué una uva y me recosté, dispuesta a hablar sin
distracciones. Sabía al que se refería. El que envió después de ver las
tumbas de mis antepasados. —Sí. Dijiste que sentías lo que yo sentía.
Que mis emociones eran tu aflicción.
Asintió. —Exactamente. Te dije la verdad allí. Tenía la esperanza
de que lo supusieras, pero supongo que es difícil de entender. No hubo
ningún truco en esas palabras. Ni mentiras. Era la absoluta verdad.
Esperé a que continuara. Tenía tantas preguntas, pero necesitaba
paciencia. Creía que respondería cuando pudiera.
Suspiró. —La razón por la que no me gusta que nadie me llame
demente o loco es porque me llamaron así a través de toda mi infancia.
Mi padre nunca me entendió. Kes no lo hizo. Jaz tampoco. Mierda,
incluso yo no sabía lo que estaba mal conmigo. —Sus ojos vidriosos,
pensando en el pasado—. Algunos días estaba bien. Hiperactivo como
un niño debe ser. Feliz de jugar con mis hermanos. Seguro en mi lugar
dentro de mi familia. Pero otros días, lloraría por horas. Me arañaría a
mí mismo, intentando deshacerme de la intensidad abrumadora de mi
sangre. Mi mente se llenaría con oscuridad y tristeza e ira, tanta, tanta
ira.
»Quería matar. Ansiaba violencia. —Sonrió con ironía—. Eso no
suena tan único, pero era cuando tenía apenas ocho años de edad.
Tenía fantasías de desgarrar hombres. Me estresaba por dinero y
negocios, cosas que no tenía derecho a preocuparme cuando era niño.
Me puse tan mal, que fui internado en un hospital local. Había dejado
de comer o beber; atacaba a Jasmine cada vez que se acercaba
demasiado. No podía manejar los pensamientos dentro de mi cabeza.
Creía plenamente lo que la gente decía, que me encontraba loco.
Me acerqué más, entrelazando mis dedos a través de los suyos.
No se detuvo, casi como si ahora que empezó, tenía que terminar lo más
rápido posible.
—El hospital era aún peor. Allí, me preocupaba acerca de morir.
Me preocupaba por un niño en el pasillo muriendo de cáncer terminal.
Lloraba todo el puto tiempo, devorado por el dolor y la sensación de la
aguda falta de alguien a quien amaba entrañablemente, lo único era,
que no conocía a ninguno de los otros pacientes.
»Una enfermera me encontró una noche intentando ahorcarme
después de ver una película de un hombre que ya no podía sobrevivir la
vida.
Sus labios se torcieron en una sonrisa que contenía tanto
disgusto como agradecimiento. —Si no me hubiera encontrado, habría
sido libre. Libre de vivir una vida que nadie podía entender. Pero lo
hizo... y me condenó y me salvó.
—¿Cómo? —musité.
—Era una especialista en psicología. Tras unos días de mí
gritando y auto hiriéndome debido a un autobús lleno de estudiantes
muriendo lentamente en la habitación junto a mí, obtuvo el permiso
para sacarme y llevarme a un centro psiquiátrico en su lugar.
Se rió. »Sé que esto no está ayudando a mi caso cuando dije que
no estaba loco.
Negué con la cabeza, deseando que continuara.
Miró a lo lejos, viendo cosas de las que no estaba enterada. »Una
vez allí, fue aún peor. Empecé a tener convulsiones y desarrollé arritmia
cardíaca. Gritaba por ninguna razón, hablaba en lenguas que nadie
podía entender. Me auto-hería hasta el punto de la desfiguración, todo
para sacar la jodida intensidad.
Con cada vistazo a su pasado, su presente tuvo mucho más
sentido.
—¿Te… te diagnosticaron?
Asintió. —Un año después de ser trasladado de mi casa al
psiquiátrico. Un año de trabajar con la joven enfermera que se encargó
de rescatarme.
Contuve la respiración, esperando una respuesta final.
Pero se quedó en silencio.
Apreté los dedos. —¿Qué estaba mal contigo?
Resopló. —¿Mal? —Sacudiendo la cabeza, dijo
condescendientemente—: Todo. Todo estaba mal.
Desenredando los dedos de los míos, trazó las venas azules
visibles debajo de mi piel bronceada. —Un día, mi padre voló junto a un
especialista en psicología infantil. El médico me realizó un montón de
pruebas. Tras una semana de evaluación, se encontraba tan perdido
como el resto de ellos.
»Pero hubo una única gracia salvadora. Todo el tiempo que pasé
con el médico, al no tener contacto con otras personas, encerrado en
una habitación blanca fría con sólo rompecabezas por compañía, mis
pensamientos se volvieron calmados, diligentes, centrados en los
hechos y datos. No me sentía emocional o enloquecido. Encontré la
felicidad y el silencio una vez más. Y eso es lo que dio la respuesta.
—¿Qué respuesta?
Resopló. —La que aseguró que Cut nunca me aceptaría, porque
no existía cura para lo que soy. En aquel entonces, parecía que fingía
esta mierda. Que me revelaba y montaba un espectáculo. En estos
días, es una de las primeras cosas por las que un médico te revisa.
Necesitaba un nombre, algo para nombrar lo que era Jethro. Me
incliné más cerca, esperando.
—Soy un PME, Nila.
Parpadeé. Lo dijo como si se tratara de una falta, enfermedad
común que me haría odiarlo. No tenía idea de lo que era.
Medio-sonrió. —También conocido como un PAS.
Fruncí el ceño, devanándome los sesos por cualquier recuerdo de
una cosa así. —¿Qué… qué es eso?
Sonrió. —Exactamente. Nadie sabe, a pesar de que
aproximadamente el veinte por ciento de la población lo tiene. La
mayoría de la gente no entiende cuando digo que un toque es un golpe o
un ruido es una maldita bomba. La desgracia de la gente es una
maldita tragedia para mí. La alegría es el éxtasis. El amor es sublime. El
fracaso es la ruina. La infelicidad es la muerte absoluta.
Negué con la cabeza. —Todavía no entiendo.
Se rió con tristeza. —Lo harás. Básicamente... mis sentidos están
muy agudizados. Siento lo que otros sienten. Vivo su dolor. Me vuelvo
loco viviendo muy cerca de las personas que viven con odio o venganza.
Me consume hasta el punto donde no puedo respirar sin dejarme
influenciar.
—¿Qué significa PME?
Suspiró, pellizcándose el puente de la nariz. —Significa Persona
Muy Empática.
Mi corazón se aceleró. —¿Y PAS?
—Persona Altamente Sensible.
—Y eso significa…
Sus ojos se bloquearon en los míos. —¿No escuchabas? Significa
que estoy jodido. Significa que estoy más sintonizado con las
personalidades y emociones de los demás que la mayoría. Sus estados
de ánimo eclipsan los míos. Sus objetivos roban los míos. Su odio
corrompe mi felicidad. Su miedo y rabia eclipsa todo. No puedo
controlarlo. Cut lo ha intentado. Jazmín lo ha intentado. Diablos, lo he
intentado. Pero cada vez que pensamos que hemos encontrado algo que
funciona... falla. No sólo estoy condenado a sentir siempre lo que otros
sienten, sino que soy demasiado sensible al olor, al ruido, al tacto. Mi
cerebro es demasiado malditamente perceptivo, y sufro cada maldito
segundo de cada día.
Nos sentamos en silencio.
Asimilando todo lo que dijo, reconstruyendo lentamente lo que
sabía de él: cómo reaccionaba en situaciones. Cuán frío era cuando fue
por primera vez por mí. Era la imagen perfecta de Cut cuando me
recogió, porque esa era toda la influencia que tenía.
Entonces llegué yo y lo hice sentir. Lo hice vivir mi miedo, mi
lujuria, mi lucha de nunca acabar.
Es verdad. Lo destrocé.
Murmuró—: Cada vez que te dije que te callaras. Cada vez que no
pude manejarlo y me quebré, no era tu voz la que intentaba acallar
sino tus emociones. Tú eres la peor de ellos, Nila. Tú proyectas todo lo
que sientes. Eres como un maldito caleidoscopio con la gama de
emociones por la que pasas. Enamorarme de ti, dormir contigo... Joder,
era lo único que podía hacer para mantenerme de pie y no paralizarme
bajo el peso de esto.
Mis ojos rápidamente se llenaron de lágrimas. Odiaba haberlo
lastimado. Involuntaria o deliberadamente. ¿Me perdí las señales de
advertencia? ¿Cómo no vi los cambios en él, la ira escondiendo el dolor
y las órdenes encubriendo llamadas de ayuda?
Me imaginé a Jethro cuando era un niño pasando por tanto
trauma. De ser presionado y presionado, llamado loco. Dolía
físicamente pensar por lo que pasó, sobrevivir en una familia como la
suya.
Toqué su mano. —¿Está seguro que los médicos hicieron lo
correcto? ¿Qué te diagnosticaron correctamente y no hay nada que
puedan hacer?
Seguramente, debe haber una cura.
Resopló. —¿Quieres las características distintivas? Bueno, aquí
vamos: Uno, los empáticos sienten más profundamente. Dos, somos
emocionalmente reactivos y menos capaces de intelectualizar los
sentimientos. Tres, necesitamos tiempo lejos de todos si queremos
sobrevivir al vivir con otros. Cuatro, nos toma más tiempo tomar una
decisión porque somos bombardeados con muchos escenarios cada vez
que intentamos decidir. Cinco, soy más propenso a la ansiedad o la
depresión. Seis, no puedo por mi vida ver una película de terror. Me
identifico mucho con el personaje a punto de morir. Kes me hizo ver
una cuando tenía diez años. Tuve que ser medicado por dos noches sólo
para calmarme.
Apartó la vista, riendo oscuramente. »Siete, lloramos más
fácilmente: es la única forma en la que podemos purgarnos. Ocho,
tenemos mejores modales cuando tenemos el control de nosotros
mismos. Más cordiales para combatir el caos que estamos sintiendo en
el interior. Nueve, cada critica se desliza a través de mi corazón hasta
que siento como si me voy a jodidamente morir. La necesidad de la
aprobación de mi padre es más que un deseo de infancia estúpido, es
un objetivo que me dirige a una muerte temprana. Diez, buscamos
maneras de ocultarnos. Llegamos a ser camaleones adoptando los
hábitos de los más fuertes emocionalmente. Y, por último once, somos
muy intuitivos.
Callándose lentamente, retorció las sábanas. —¿Algo de eso te
suena familiar?
Piezas encajaron en su lugar, todo tuvo perfecto sentido ahora
que sabía.
Jethro era explosivo porque sentía todo mucho más. Cabalgaba
mucho a Alas para escapar de la agitación emocional forzada sobre él
por vivir con hombres como Cut y Daniel. Siguió intercambiando
alianzas entre su padre y yo, incapaz de tomar una decisión cuando se
enfrentaba a dos personalidades. Se volvía hacia adentro y se infectaba
cuando todo se volvía demasiado. Se bloqueaba cuando llegaba a su
límite y era tan malditamente frío cuando nos conocimos, porque era la
única manera de que pudiera sobrevivir.
—Las tabletas, eran pa….
—Bloquear la percepción sobre-sensorial. Para adormecerme. —
Empuñó el edredón—. Funcionaron mientras no te encontrabas aquí.
De hecho, eran la primera cosa en mi vida que realmente me dio el
silencio. —Sonrió—. Pero entonces volviste con tus sentimientos
gritando y ariete de ideales y me destrozaste.
Mi corazón latía más rápido. —Así que cuando dormimos juntos
en el partido de polo... cuando te pregunté si sabías lo que estaba
sintiendo...
Suspiró. —Te dije la verdad. Lo sabía. Sentí tu necesidad, tu
tristeza, tu confusión. Te habías enamorado de mí, pero no eras feliz
por eso. Me perforó tu preocupación, como si fuera la mía, pero también
disfrutaba el amor que tenías.
Inclinándose, acunó mi mejilla. »Nunca había sentido tanta
emoción de nadie. Tú desinteresadamente me diste algo cálido y seguro
y tan jodidamente delicioso para esconderme. No hubo condiciones u
órdenes, eras completamente abierta, dejándome entrar.
Sus ojos se oscurecieron. »Me mató pensar que todavía te
hallabas insegura. Que podías sentir de tal forma, pero no lo querías.
Me apoyé en su palma. —Lo siento.
Sacudió la cabeza. —No lo estés. He tenido esta maldición toda
mi vida. —Me acercó, acariciándome con la nariz—. Nunca me permití a
mí mismo darme por vencido. Pero antes, cuando me deslicé dentro de
ti, dejé de luchar. Hice lo que Jasmine me dijo que hiciera. Me dejé
ahogar en lo que sientes por mí. Y joder, fue la mejor cosa que he
sentido.
Mi corazón se lanzó en un nudo incesante. —¿Y Jasmine te dijo
que hicieras eso?
Bajó la mirada. —Jaz ha estado investigando mi condición desde
que me diagnosticaron. Leyó en alguna parte que los empáticos que
permanecen solteros y se recluyen de la sociedad no tienen esperanzas
de vida larga. Otros lentamente nos socavan, hasta que un día, es
demasiado. Le juré que nunca encontraría el amor. Que la agonía que
tenía de amarla como mi hermana era suficiente para jurar alguna vez
casarme. Pero me mostró otro artículo sobre empáticos que encontraron
sus parejas perfectas. Viven más tiempo que la mayoría, porque ya no
tienen que luchar solos.
Su mano nunca dejó de acariciar, su cuerpo tenso, pero feliz.
Le pregunté—: ¿Qué significa eso?
Sus ojos se volvieron borrosos, soñadores. —Esto significa que
confiamos en que la persona a la que amamos, nos amará tanto a
cambio, que podemos ocultarnos para siempre en su adoración y
aceptación. Saber que hay un pozo de afecto inconmensurable nos
ayuda a sanar si nos encontramos con una madre de luto o asesino en
serie psicótico. Podemos mantenernos estables, o al menos mejor de lo
que lo estaríamos si estamos solos.
—¿Así que cuando Jasmine me gritó por lastimarte y se maldijo
por destruirte, eso es lo que quería decir?
Su frente se arrugó. —¿Cuándo viste a Jasmine?
Upsss.
—No importa. ¿Es eso lo que quería decir?
Frunció el ceño pero asintió. —Exactamente. Me empujó a hacer
que te enamoraras de mí. De hecho, justo antes del partido de polo, me
dijo que dejara de luchar e hiciera que me ames. Que olvidara las
deudas y las herencias y encontrara algo mucho más precioso.
No podía hablar.
»Me dijo que buscara mi cura en ti, Nila. Vio lo que yo no podía.
Esperó algo nunca me atreví soñar. Me enseñó que el amor puede ser la
fuerza más cruel imaginable, pero también la cura.
Besó con reverencia mis labios. »Ya estoy harto de luchar. Eres
mía y soy tuyo, y ahora sabes todo lo que hay que saber sobre mí.
Ahora sabes que estoy roto y nunca podré curarme. Ahora sabes por
qué soy como soy.
La información de PAS Y PME la autora la tomó del sitio:
http://healing.about.com/od/empathic/a/HSP_hallowes.htm
Traducido por Fany Keaton
Corregido por NnancyC

Jethro
Estaba hecho.
Expuesto.
Mi enfermedad verbalizada y reconocida.
Y no huyó.
No me miró con compasión o repugnancia. La aceptó y me amó
todavía más.
Sus emociones vinieron en oleadas, haciendo eco en mi alma.
Siendo honesto, le di respuestas. Y con las respuestas llegó la libertad
para ceder y viajar de un nuevo amor a un amor eterno.
Quería estrellarla contra mí y nunca dejarla ir. Quería ponerme
jodidamente de rodillas y agradecerle por el resto de mis días por ser lo
suficientemente valiente como para aceptarme.
La vida juntos no había sido fácil. Nuestro pasado se encontraba
lleno de deudas y degradación. Nuestro futuro, si siquiera tuviéramos
un futuro, estaría lleno de mala comunicación y malos entendidos.
No soy una persona fácil de amar.
Lo sabía. Kestrel lo sabía. Jasmine lo sabía. Había veces en las
que yo era demasiado. Cuando sus buenas intenciones simplemente no
eran suficiente y tenía que irme para reagruparme por mi propia
cuenta.
Nunca podría odiarlos por eso, por necesitar un descanso de
lidiar con un hermano jodido. Pero Nila… ella sería drenada de todo. Yo
tomaría una y otra, y otra vez hasta que ese amor abrasador y jubiloso
se convirtiera en cenizas putrefactas.
¿Puedo hacerle eso?
¿Podría dejarla seca y rezar a Dios que fuera lo bastante fuerte
como para salvarnos a ambos?
¿Tengo algún derecho para esperar que lo haga?
No. No lo tenía en absoluto.
Debería mandarla al extranjero y matar a mi padre para terminar
con todo este jodido desastre. Pero ahora que la tenía… ¿cómo podría
alguna vez dejarla ir?
Nila no se había movido o hablado, sus ojos llenos de
pensamientos.
Murmuré—: El día en que Kestrel te dio a Polilla, casi sucumbí.
Fui a tu habitación esa noche. Me senté afuera por horas, tratando de
calmarme para que no vieras lo mucho que jodidamente dolió que él te
la diera.
Nila contuvo un jadeo. —Me dijo que fue tu idea. Que querías
dármela el día después de la Segunda Deuda.
Di un respingo. Sonaba como si hubiera esperado comprar su
perdón por el taburete de inmersión, al regalarle una yegua. —No fue
así. Solo quería que tuvieras algo que nunca tuviste antes. —
Normalmente me habría detenido, censurado mis pensamientos y
borrado las cosas que mostraran la verdad, pero ahora… tenía más que
decir. Había muchísimo más, y por primera vez, era capaz de hablar
abiertamente.
Empujando la bandeja de comida más abajo en la cama, me
recliné contra las almohadas y presioné a Nila a mi lado. Nos
acostamos, piernas entrelazadas, brazos alrededor del otro.
Por un extraordinario segundo, la sostuve y absorbí sus
pensamientos. El no tener una barrera entre nosotros, sin mentiras o
decepciones, es más de lo que las palabras pueden describir.
—Ese momento en el remolque de caballos, en dirección al
partido de polo, sabía cómo te sentías respecto a ella. El ablandamiento
de tu alma, el deseo de poseer otra vida, de tener algo que dependa de
ti; todo fluyó en una ola de deseo. —Inhalando el aroma floral de su
cabello, susurré—: Te enamoraste de ella mucho más rápido de lo que
te enamoraste de mí.
Nila se acurrucó más cerca, apretándome con fuerza. —¿Todo
este tiempo sabías cómo me sentía?
¿Eso te lastima? ¿Saber que sentí lo que sentías, escuché tu
pánico, viví tu agonía? ¿Acaso eso me convirtió en una persona terrible
al ser capaz de soportar, no solo hacerle cosas espantosas, sino recibir
las consecuencias de mis acciones a través de ella también?
Asentí. —Cada deuda. Cada discusión. Te sentí.
Se mantuvo en silencio; una onda de injusticia fluyó de ella. No
quería que se sintiera como si la hubiera usado, que espié sus
emociones.
En voz baja dije—: Por eso es que Cut te odia. Puede ver el poder
que tienes sobre mí. Un poder que me han enseñado a esconder toda mi
vida.
Nila se quedó inmóvil. —No es solo Cut quien tiene poder sobre ti.
También lo tiene Jasmine… y Kestrel.
Mis músculos se pusieron rígidos, pero me forcé a relajarme. Me
comprometí a ser sincero. Continuaría mi promesa. —Sí, Jasmine tiene
la misma condición que yo pero no tan mala. Hay diferentes niveles de
PAS. Me encuentro en el extremo inusual de la escala en la que me
hallo al borde de un sexto sentido, si los doctores creyeron en ese
fenómeno, por supuesto. Soy muy empático, al punto en donde me
pongo enfermo si los demás lo están. Mi ritmo cardiaco se vuelve
irregular si el estrés de la persona con la que estoy sobrepasa mi
dominio de capacidades.
Nila se retorció en mis brazos. —Oh, por Dios. Los manantiales.
—Su boca se abrió ampliamente—. Tu corazón estaba irregular en ese
entonces. Pensé que te encontrabas enfermo… —Bajó la mirada—. De
hecho, no pensé eso. Pensé que estabas…
—¿Qué? Dime.
Su mirada negra voló hacia arriba, capturándome por completo.
—Perdido. Pensé que tu ritmo se encontraba perdido.
Tragué saliva. —Quizás tú tienes mi enfermedad. No muchas
personas notan mis estados de ánimos o complejidades, a menos que
me ponga terriblemente mal. Durante los años, he sido capaz de
esconderlo mejor. Entre los diecinueve y veintiséis años de edad, era
bastante perfecto. Aparte de unos pocos episodios por el temperamento
de mi padre sobre un negocio caído o la locura de mi arrogante
hermano menor, logré evitar que sus pensamientos se filtraran en los
míos.
Nila sonrió casi con aire de suficiencia. —Pero los míos no.
La besé, deslizando mi lengua en su boca. Tomando mi tiempo, la
saboreé como si fuera la primera vez que la besaba. Y de cierta forma, lo
era. La primera vez que me permitía ser tan sincero y honesto.
Era un hombre cambiado.
Una persona totalmente diferente.
—No podía soportarte. —La lamí suavemente.
No podía dejar de tocarla. No podía detener la necesidad de estar
cerca.
Tal vez, ¿puedo mostrarle lo que esto significa exactamente? ¿Lo
que de verdad necesito de ella?
Rompió el beso. —¿Cómo es que Kes tiene poder sobre ti?
Mis entrañas giraron al pensar en Kes con Nila la noche anterior.
Pero tampoco pude negar que fue mi idea, mi elección. Él solo obedeció
e hizo lo mejor que pudo. Lo perdonaré… con el tiempo.
Suspiré, pensando en lo verdaderamente desinteresado que era
mi hermano. Cuan útil y amable fue desde que vino a sacarme del
manicomio. Había sido el tercero que me visitó antes de llegar a los
quince años. Él solo tenía doce, pero empacó una bolsa y huyó de
Hawksridge. Hizo autostop a través de la ciudad y se coló a través del
recinto para buscarme.
No hace falta decir, que nunca logramos salir. Los doctores nos
encontraron y lo enviaron a casa, pero nuestro lazo se forjó esa noche y
nada, ningún yunque, chuchillo o amenaza, podría cortarlo.
—Kes es especial. —Me encogí de hombros—. Mientras yo me
salía del carril, llorando sobre cosas que no podía controlar y queriendo
asesinar gente por ninguna razón aparente, aprendió cómo controlar
sus pensamientos alrededor de mí. Dominó el arte de bloquear todos
sus caprichos, deseos e impresiones hasta que pude pasar el rato con él
y tener mis propios pensamientos por primera vez. Me volví adicto a su
vacío y silencio. Los doctores dijeron que actuaba como mi escudo. Que
mientras estábamos cerca, me ayudaba a afrontar las cosas.
Nila nunca apartó su mirada de la mía, su cuerpo tenso por la
comprensión. —Siempre me pregunté por qué Kes era capaz de tocarte
cuando te encontrabas a punto de perder la cabeza. Esperaba que lo
golpearas, pero nunca te lo sacaste de encima. Siempre parecías…
relajarte.
Asentí. —Eso es porque sí me relajaba. Kes me manipula de cierta
manera, pero se lo permito porque es el único alivio que consigo.
—¿Y Jasmine? —El tono de su voz bajó. Su mirada cayó de la
mía, llenándome de nervios. Sabía entonces lo que quería preguntar.
Era una pregunta para la cual no me encontraba listo. Nunca estaría
listo para hablar de lo que le pasó a mi hermana esa noche.
Presionando un dedo contra su boca, negué con la cabeza. —No
quiero hablar de Jaz. No aún.
Frunció el ceño. —Puedo aceptar eso. —Nubes se formaron a lo
largo de nuestro idílico oasis; me tensé ante la próxima pregunta
formándose en sus pensamientos.
Gruñí, deseando no tener que contestar, pero sabiendo que tenía
que hacerlo. —¿Quieres saber por qué te sometí a lo que hice anoche,
no?
Se puso rígida. —No creo que alguna vez me acostumbre a que
sepas que voy decir. Pero sí… quiero.
Cada segundo que pasaba, me rechazaba un poco más,
recordando la forma en que me cerré y la abandoné anoche. Pero nunca
la abandoné. La dejé para interpretar una parte en una orquesta que
aún no había terminado de tocar.
—Es complicado.
—Pruébame.
Miré el techo, sosteniéndola con fuerza. —Sabías que estabas
siendo grabada anoche. —No era una pregunta.
Se movió en mis brazos. —Sí. Sabía que Kes quería que actuara
herida y asustada.
Mis puños se cerraron, recordando lo que Kes hizo contra mis
deseos. No podía envidiar a Nila o mi hermano por encontrar una
pequeña medida de placer, pero no significaba que lo iba a superar. Me
tomaría tiempo vivir con ello, pero nunca podría olvidarlo.
—Hay otras grabaciones, Nila.
Se mordió el labio, la tristeza viniendo abundante e intensa. —Lo
sé. Supuse que tienes videos de mi madre y sus pagos de las deudas.
—Le pedí a Kestrel hacer lo que hizo para que las drogas duraran
lo suficiente como para dormir a Cut y a Daniel.
—¿Qué?
—Tú y Kestrel eran el espectáculo, mientras yo creaba un
espectáculo más grande. —Mi corazón se resistió, sabiendo que me
odiaría por lo que hice. Llegó a aceptarlo, porque había sido la única
manera que pude pensar para mantener las sospechas de Cut bajas,
prevenir que fuera violada, y vivir para ver otro día y encontrar otra
solución.
—¿Confías en mí? —murmuré.
Se tensó. Por un momento sus emociones gritaron “no”. Luego se
relajó, dejando que el amor reemplazara su resentimiento. —Sí.
Mi corazón se hinchó; ansiaba besarla nuevamente, probarle que
su confianza nunca se desperdiciaría o rompería. —Sé lo que hago. Solo
déjamelo a mí.
Tomó un minuto, pero finalmente se derritió contra mí,
presionando su boca contra mi pecho. —De acuerdo...
De acuerdo…
Tal dulce permiso. Tal concesión ardiente.
Nunca había estado tan ingrávido y libre. Era una maldita
novedad dejar caer mis paredes maltratadas y verdaderamente
entregarme a ella. No me tensé o me escondí en el hielo, me permití
sentir todo lo que ella sentía. Sentir cuanto quería salvarme. Lo mucho
que quería mantenerme. Lo mucho que necesitaba entenderme.
Incluso reconocí las partes que trataba de mantener en secreto.
Las cosas que nunca diría en voz alta, pero que yo las sabía de todas
formas.
Quería que la eligiera sobre todo el mundo.
Sobre Jasmine.
Mi herencia.
Mi mundo.
Lo quería con tanta vehemencia, que palpitaba con cada latido de
su corazón.
Tenía miedo de que la alejara otra vez. Miedo de que pidiera cosas
más atroces de ella. Aterrada de que una vez más levantaría mis
murallas, que me hundiría de regreso en la nieve y caería bajo las
órdenes de mi padre.
Hubo una vez, en que lo habría hecho. Me habría convertido en lo
que conocía porque me encontraba demasiado asustado como para
creer que podía ser mejor.
Pero no esta vez.
Derrumbarme ante ella me había cambiado irrevocablemente. No
quise desmoronarme. Traté de mantenerme cuerdo. Pero en el momento
en que me ordenó que me marchara; en el segundo en que dijo que la
parte de ella que me amaba estaba muriendo… lo sentí.
Sentí la brasa de afecto parpadear su último aliento. Me dijo la
verdad. Saboreé el final. Y me destrocé para que no me quitaran algo
tan puro.
Sabía lo que era vivir solo. Sabía lo que era vivir con ella
amándome.
No había comparación, ninguna elección.
No ahora.
Y por Dios, la verdad era que, ella no necesitaba preocuparse.
Nunca la lastimaría de nuevo. Pasaría el resto de mi vida asegurándome
de protegerla como la maldita diosa que era. Iba a dedicar mis días a
construir una fortaleza, un santuario, un mundo completo para ella, y
todo palidecería en relación a lo que me había dado.
Ella era mi número uno.
Sobre todo el mundo.
Incluso yo mismo.
No había vuelta atrás de esto.
Ella es mi salvación, mi razón de ser, mi reina.
Traducido por Adriana, Nika Trece & Annie D
Corregido por Vane Farrow

Nila
—¿Estás seguro que tienes que irte?
Bajé la mirada hacia mis dedos, retorciéndolos, girándolos,
inquietos. Pasamos unas pocas horas felices juntos, pero ahora el sol se
encontraba en su cénit, y Jethro estaba tenso por la ansiedad. No le
había preguntado por qué pasó de satisfecho a estresado, pero podía
adivinar.
Si Daniel y Cut no me tocaron anoche, algo tuvo que ser hecho
para protegerme. Y fue precario.
—No quiero, pero debo. —Sus ojos dorados brillaron con
sinceridad. Después de hablar, nos quedamos dormidos en los brazos
del otro, perfectamente contentos de dejar que el silencio sanara las
heridas dejadas atrás por la honestidad.
Me moví, enterrando mis pies en la alfombra. Nos encontrábamos
de pie en mi puerta. Lo escolté afuera, pero en realidad, no podía
soportar la idea de estar lejos de él por más tiempo que un segundo. La
conexión que construimos palpitaba con intensidad.
Sabía que tenía que irse para inventar cualquier cuento que Cut
tendría que creerse. Sabía que nuestra seguridad se hallaba en juego.
Pero era irrelevante cuando me enfrentaba a decir adiós.
—Te extrañaré. —Mi voz estaba cargada de sexo y de una
descarada invitación. Regresa a la cama, así no tendré que extrañarte.
Contuvo el aliento. Sus ojos recorrieron el pasillo vacío detrás de
él. Se puso su ropa de anoche y el sutil olor de humo de cigarrillos y
coñac se aferraba a él. —No me tientes, Nila…
Mis pezones hormiguearon. Se hallaba tan renuente a terminar
esto como yo. —No quiero que te vayas.
Sus labios se abrieron a la vez que se inclinaba hacía mí,
plantando sus manos en el marco de la puerta al lado de mi cabeza. —
Tampoco me quiero ir.
Tristeza me inundó. —Entonces no te vayas.
Sacudió la cabeza, luciendo cansado y agotado. —Debo hacerlo.
No puedo estar aquí cuando se despierten. Y tengo que borrar la
grabación de lo que sucedió en tu habitación.
Mis hombros se desplomaron. —Está bien, entiendo.
Lo que sea que hizo para arreglar la Tercera Deuda dependía de
que Cut y Daniel se creyeran una mentira. Si veían la evidencia contra
esa mentira, todo lo que se hizo anoche sería para nada.
Sería un desperdicio.
Gimió. Bajó la mano del marco de la puerta, capturando la mía.
En el instante que me tocó, me encendí de la cabeza a los pies.
Me estremecí cuando me acarició los nudillos con su dedo pulgar. —
Maldición, no te quiero nunca fuera de mi vista de nuevo.
Me tambaleé hacia él. —Sin duda, ¿tenemos un poco más de
tiempo?
Estás jugando con fuego, Nila.
Eso era cierto. Mi centro ardía por él. Mi cuerpo ardía por el suyo.
No podía pensar en nada más que en sexo. Estaba imprudentemente
borracha de él.
Su frente se arrugó.
No lo pude evitar. Me paré de puntillas y le besé las débiles líneas
alrededor de su boca.
Se paralizó.
—Nila…
Lo besé de nuevo, un beso ligero. Un beso de despedida.
De repente, agarró mi mentón, estampando sus labios en los
míos.
Su toque era delicado, pero feroz. Su lengua provocadora, pero
demandante.
Con un suave gemido, abrí mi boca para él y su beso bailó directo
hacia lo prohibido.
Respirando entrecortado, se alejó. —Ven conmigo. —Envolviendo
sus dedos alrededor de mi muñeca, me dirigió desde mi habitación
hacia el pasillo. Sus ojos no eran nada más que lujuria e impaciencia.
Troté a su lado en bragas y una camiseta. —¿A dónde vamos?
—No puedo despedirme. Pero no puedo hacer lo que quiero allí
dentro.
Mi estómago dio una voltereta. —¿Qué quieres hacer?
Bajó la cabeza, observándome desde su ceño. —¿Confías en mí?
Ya no tenía que pensar o dudar o mentir. —Sí.
Sus labios se curvaron con amor y agradecimiento, moviéndose
más rápido a través del pasillo. —Quiero hacer lo que he necesitado
desde que supe que te preocupabas por mí. Quiero enseñarte cómo es
para mí. —Salimos corriendo rodeando una esquina como dos amantes
fugados—. ¿Me dejarías hacer eso, Nila? —La devota necesidad en su
voz circunnavegó cualquier excusa o negación que podría haber tenido.
—Te dejaré hacer lo que sea que necesites.
Deteniéndome, me besó con fiereza. Sus dedos sostuvieron la
parte trasera de mi cráneo como si tuviera miedo de que me alejara y lo
dejara. —Gracias. Un millón de veces gracias.
Dejando caer una mano, entrelazó sus dedos con los míos y
juntos rodeamos esquinas, nos escurrimos debajo de pinturas y
entramos por la puerta secreta a su ala de soltero.
Ya no es un soltero. No está libre. Es mío.
Mis ojos absorbieron la pintura granate de las paredes mientras
Jethro merodeaba los pasillos de sus propios aposentos. Parecía más
tranquilo aquí, seguro. Desde que descubrí sus habitaciones, había
querido regresar. Quería explorar y ver cuántos secretos divulgaría su
espacio personal.
Jethro me guio, pasando habitaciones de juegos, estudios y
elaboradas salas de estar hasta que abrió la última puerta y me empujó
dentro.
En el momento en que entramos, la cerró con seguro.
Mis ojos se movieron alrededor asimilando la caída en picado de
aves de rapiña en yeso, la alfombra roja intensa, las paredes de cuero
doradas, y los muebles de un valor incalculable que
ensombrecían cualquier antigüedad que mi familia tuviera en Londres.
Su habitación era masculina, casi medieval, sin embargo, había una
tranquilidad sobre ella, también.
Temblé cuando Jethro vino detrás de mí, envolviendo sus brazos
alrededor de mí. Sus labios besaron los diamantes alrededor de mi
garganta, dirigiéndose hacia mi clavícula. ¿Cómo se sentía acerca de mi
collar ahora? ¿Tenía una extraña relación de odio-amor con la hermosa
joya como yo?
Me balanceé hacia atrás, presionándome contra él.
Su cálido aliento caía en cascada sobre mi hombro. —No hay
ninguna cámara aquí dentro.
—Oh… —Mi ritmo cardiaco se disparó.
La mano de Jethro ahuecó mi seno, rodando mi pezón entre sus
dedos. —Puedo hacer lo que quiero hacerte.
Hace un tiempo, eso habría sido una aterradora amenaza. Ahora,
lo conocía. Ahora, confiaba en él.
Gemí cuando palmeó mi otro seno. —¿Puedes?
—Puedo hacer lo que sea que necesite.
—¿Y qué necesitas?
Sus dientes se hundieron en la carne entre mi cuello y hombro,
su lengua suavizando el ardor. —Puedo ser completamente yo. Puedo
tomar todo lo que tienes para dar.
Las palabras me abandonaron cuando me giró y capturó mis
labios.
Su sabor se deslizó por mi garganta. Su deseo se envolvió
alrededor de mi corazón.
Solamente nos besamos por un momento.
Pero se sintió como si nos besamos durante una eternidad.
Deslizando, lamiendo, degustando.
Me sacó de esta dimensión, guiándome a una diferente, una más
espiritual donde nuestros corazones latían al mismo ritmo y nuestro
deseo se espesaba con cada respiro.
Haciéndome retroceder, sus brazos me acunaron y me levantaron.
Jadeé ante su poder, besándolo con más fuerza. Instintivamente,
envolví mis piernas alrededor de sus caderas. Gimió cuando mi coño se
presionó contra su tensa erección.
Todavía besándonos, se dirigió hacia delante. Con los brazos
envueltos, labios deslizándose, me caminó hacia la cama.
Luego caía.
Y él caía conmigo.
El suave colchón me amortiguó, mientras que la fuerte demanda
de Jethro caía sobre mí, aplastándome con ferviente desesperación.
Mis pulmones se desinflaron; una pequeña ola de vértigo intentó
robarme el mágico momento.
Se rió entre dientes. —Me mareé por cambiar de posición de
vertical a horizontal.
En ese momento lo amaba tanto que podía explotar. —Ahora
sabes cómo me siento la mayor parte de los días.
Se alejó, apartando el cabello de mi rostro. —¿Es terrible? ¿Tener
tu cerebro funcionando contra ti todo el tiempo?
Su pregunta era mucho más profunda de lo que inquiría mi
deficiencia de desequilibrio. Era una averiguación de cómo me las
arreglaba, un entendimiento mutuo de cómo era tener una condición
que dictamine tu vida. —Me las arreglo.
—Te las arreglas mejor que yo.
Ahuequé su mejilla. —Todos tienen complicaciones. Algunos más
fuertes que otros.
Me sonrió, presionando otro beso en mi boca. —Sí, pero algunos
somos más fuertes que otros. —Sus labios trazaron un camino hacia mi
oreja—. Y tú eres la persona más fuerte que alguna vez he conocido.
Su mano desapareció por mi costado, tirando de mi camiseta. Me
moví, ayudándolo a deslizarla por encima de mi cabeza. Yacía en sólo
mis bragas en los brazos del hombre al que se le había dado una tarea
que nunca aprobaría.
Jethro nunca me mataría.
Sabía eso con la mayor de las certezas.
No podía porque lo mataría, también.
Su mandíbula se endureció, sus ojos devoraban la desnudez de
mi pecho. —Eres tan condenadamente hermosa.
Una punzada de sensibilidad pasó como un rayo por mi pezón,
moviéndose hacia el centro de mi núcleo.
Pasó su dedo alrededor de mi pezón, haciendo que se
endureciera. —Nunca me he sentido de esta manera por nadie. Nunca.
Jamás me permití abrirme al dolor que puede causar. —Su dedo se
dirigió hacia mi esternón, moviéndose hacia mi ombligo—. Necesito que
lo sepas. —Su dedo se dirigió más abajo, hundiéndose en los rizos
cuidados entre mis piernas—. Necesito que sepas que te adoro. Te
deseo. No te amo simplemente, Nila Weaver. Te atesoro. Nunca había
tenido algo tan malditamente precioso como tú.
Mi boca se abrió ante la sorpresa cuando presionó un dedo en mi
interior. Las palabras abandonaron mi mente al tiempo que cada parte
de mí se enfocaba en su toque.
—Te voy a mostrar cómo se siente en mi mundo. ¿Me lo
permitirás? —Su dedo se deslizó más profundo, presionando contra mis
paredes internas.
Me mordí el labio, asintiendo. Mis ojos se encontraban pesados,
mi cuerpo suplicaba.
Estaba caliente, contenta y verdaderamente feliz por primera vez
en mi vida.
No quería moverme o hablar o hacer algo que destruyera esta
burbuja mágica.
Otro dedo entró en mi interior, estirándome, persuadiéndome,
arrastrándome de necesidad a loco deseo.
—Nunca seré capaz de pagarte por lo de anoche. Nunca seré
digno de lo que me has dado. Pero pasaré mi vida lamentándome y
probándote cuán jodidamente arrepentido estoy por lo que te hice
pasar.
Abrí los ojos. Mi corazón se encogió ante la sublime hermosura
del verdadero Jethro. Se iluminó brillantemente bajo la tuene luz de la
habitación. Cada pensamiento y deseo, cada miedo e inseguridad,
estaba todo allí para que fuera testigo y me maravillara.
Sin apartar nunca la mirada, dirigió sus dedos y usó las yemas
para tirar su camiseta por encima de su cabeza. Sombras danzaban por
sus músculos, alumbrando hilos de poder en sus antebrazos,
esculpiendo lo plano de su estómago, y los tenues moretones en su caja
torácica.
Las heridas de cualquiera que haya sido la pelea en la que estuvo
la noche en que encontré su habitación se habían sanado y
desvanecido.
Deslizándose fuera de la cama, se desabrochó su cinturón y se
quitó los pantalones vaqueros. Liberándose del material, no dudó en
lanzar el bóxer al suelo.
Mi boca se secó ante la perfección de su desnudez.
Su pene colgaba pesado y duro entre sus piernas. Sus manos se
abrieron y cerraron a sus costados con timidez.
No podía apartar mis ojos de su increíble cuerpo. Era mío ahora.
Este increíble espécimen de hombre era mío.
Levantando mis caderas, me liberé de mis bragas, tirándolas al
borde del colchón. Sus ojos se centraron en mi núcleo expuesto. El olor
a sexo y a almizcle llenó mi nariz.
Sonrió con suficiencia, pasando de intenso a juguetón. —Lo que
hicimos antes fue la entrada a lo que realmente necesitaba. Tomarte tan
rápido no satisfizo a ninguno de los dos. Y mi intención es satisfacerte
extremadamente bien.
Alcé una ceja. —¿Ah? ¿En qué consiste “extremadamente
satisfecha”? —Bajé la voz cuando un delicioso escalofrío recorrió mi
abdomen—. ¿Qué me vas a hacer?
Se inclinó y agarró mis tobillos. —Ya verás. —Su distintivo olor a
madera y cuero parecía más fuerte, más intoxicante cuando me arrastró
más abajo en la cama—. Quédate aquí.
Moviéndose hacia su baño privado, regresó con varias cintas de
una bata de baño. Sin decir una palabra, la ató alrededor del poste al
final de la cama. Sin apartar la mirada, aprisionó mi tobillo y
gentilmente como siempre envolvió la cinta de tela de toalla a mí
alrededor.
Mi corazón saltó con una mezcla de erótica excitación y un miedo
deslumbrante.
Jethro se detuvo, con los ojos entrecerrados. —Siento lo que estás
pensando, Nila. —Acarició mi pantorrilla, calmándome—. Estás
intrigada por lo que estoy a punto de hacerte, pero tienes miedo de ser
atada de nuevo. ¿Tengo razón?
Parpadeé. Nunca me acostumbraré a esto. —Sí.
Todas las veces en que me amarró, hizo algo horrible.
Su mandíbula se tensó. —Es entendible. Cada vez que te ataba, te
hacía algo imperdonable.
Salté ante cuán inquietantemente cerca sus conclusiones eran a
las mías. Asentí lentamente. —Tienes razón…
Frunció el ceño. —¿Y por qué no me desprecias por lo que te hice?
En la Primera Deuda te até y te azoté. En la Segunda Deuda te amarré y
te ahogué. En la Tercera Deuda…
—Sé lo que sucedió, Jethro. No tienes que torturarme o torturarte
a ti mismo al recordárnoslo.
No existía forma de saber cómo reaccionaría ante ser atada
mientras me daba placer. Podía cancelar lo malo que había causado
pero también podía arruinar cualquier cosa buena que intentara. Si era
honesta, no quería ser atada. No quería estar indefensa ante sus
caprichos. Pero al mismo tiempo quería… ¿No era eso lo que era la
confianza? ¿Tener fe en que alguien no iría tan lejos?
Sus dedos me acariciaron el tobillo. —Prometo con mi alma que
nunca te lastimaré de nuevo.
Mi cuerpo gritaba sí. Mi mente gritaba no. Me costó escoger.
—Esto es placer —murmuró—. Te doy mi palabra; te liberaré en el
instante en que lo pidas. —Sus ojos brillaron por la necesidad,
pidiéndome que concediera un sacrificio más.
Lentamente, asentí.
Exhaló ruidosamente, cambiando su atención hacia mi otro
tobillo. —Gracias.
Envolvió una cinta parecida a mí alrededor, separando mis
piernas. La vulnerabilidad y casi degradante forma en que mis piernas
eran mantenidas abiertas me hizo retorcerme con nerviosismo y
necesidad.
Pasó una mano por su rostro, contemplando mi cuerpo. —Joder,
eres hermosa. —Agarró su polla, tocándose a sí mismo—. Nunca he
estado tan atraído a nadie como lo estoy hacia ti. Nunca he querido
adorar a nadie. Nunca he estado tan jodidamente enamorado.
Mi nerviosismo estalló como burbujas de champán, dejando que
me embriagada de lujuria.
—Lo que quiero hacerte no es degradante o demandante, Nila. Es
muchísimo más que eso.
Respirando superficialmente, no me moví cuando se subió a la
cama, arrastrándose sobre mí para posicionar sus manos por encima de
mi cabeza. —No se trata del control; se trata de mostrarte mi mundo. —
Subiendo más arriba, sujetó mis muñecas por encima de mi cabeza con
otra cinta.
Su polla golpeó mi mentón cuando se inclinó hacia delante,
extendiéndose sobre mí.
Sin pensarlo, abrí mi boca y lo chupé. El fuerte sabor de su deseo
empapó mi lengua cuando la giré alrededor de su punta.
Se congeló.
Arrancó un gemido a sus pulmones. — Cristo, Nila.
Sus caderas se movieron, introduciendo un poco más de su
longitud en mi boca. Temblaba mientras mi cabeza se balanceaba,
chupaba tanto como podía mientras me hallaba aprisionada debajo de
él. Levanté la vista.
Sus ojos quemaron los míos, fusionados con amor. —Eres
perfecto.
Con una mueca, se retiró. —Estoy demasiado jodidamente cerca.
Esto es para ti. Mi placer puede esperar.
Lamí mis labios, extrañando la pequeña cantidad de poder que
había tenido sobre él. Me revolví, completamente restringida pero no
indefensa.
—No se trata de dominante o sumisa, Nila. Esto es acerca de
mostrarte cómo me siento. Cómo ganar tu confianza final es mejor que
cualquier droga, mejor que cualquier promesa. Se trata de hacerte
entender.
— No necesito entender. Todo lo que sé es que mi corazón te
pertenece.
Colocó sus dedos sobre mi boca, agitando su cabeza con
suavidad. —Eso no es suficiente, te debo mucho más que eso. Quiero
mostrarte el nivel de intensidad en que vivo. Quiero que sepas de
primera mano la sobrecarga sensorial que sufro ahora que me he
enamorado de ti.
Enamorado de ti.
No hay palabras que alguna vez se comparen.
Temblaba mientras se ponía de pie, mirando la extensión de mi
cuerpo. Dio un paso atrás; las luces sobre la mesa de noche iluminaban
el cabello salpicando su pecho y su polla reluciente. Sus ojos
encapuchados, llenos con intenciones escabrosamente carnales.
A pesar de que me encontraba atada, él estaba atado a una vida
que exigía mucho de él. El anhelo en su cara apretó mi interior,
poniéndome húmeda.
—Te ves increíble así —susurró—. Sabiendo que no puedes
correr. No te puedes ocultar. Que eres toda mía. —Caminó al lado de la
cama, arrastrando su dedo sobre mi rodilla, muslo, entre mis piernas,
vientre, pecho, barbilla, boca.
Con una suave presión, empujó su índice tatuado más allá de mis
labios. La idea de mis iniciales marcando mi propiedad sobre él me
recordó que no habíamos hecho la marca de la Tercera Deuda. No
debería querer algo tan ridículo en mi carne, pero quería hacerlo firmar
y aprobar cada centímetro mío. Quería ser su completo y para siempre.
Mi lengua se arremolinó alrededor de su dedo.
Sacó su dedo. —Espera aquí. Tengo que conseguir algunos
suministros de al lado.
¿Suministros? ¿Qué suministros?
Haciendo caso omiso de mi ritmo cardíaco acelerado, me reí. —
¿Dónde exactamente puedo ir?
Sonrió, un alegre espectáculo. —Precisamente. Y eso es lo que
hace a esto tan divertido. —Besó la punta de mi nariz—. Espérame.
Luego desapareció.
En el momento de su desaparición, la duda llenó mi mente.
¿Quería que esto suceda? ¿Qué iba a hacer?
Probando las uniones, me retorcí. El miedo se ocultaba en las
afueras de mi cerebro, pero mi cuerpo sólo se volvía más húmedo. No
importaba lo que el pensamiento racional me dijera que debía desear,
no podía negar que nunca había estado tan excitada.
Jethro apareció de nuevo, cerrando la puerta detrás de él.
Mantuvo sus manos detrás de la espalda, ocultando lo que tomó. —
Recuerda que dijiste que confiabas en mí
Parado en la base de la cama, lentamente sacó el látigo de caza
que usó el día en que me persiguió por el bosque. Reconocí el diamante
brillando en el mango. Lo había visto mientras me escondía desnuda en
un árbol, pidiendo una oportunidad de escapar.
Me estremecí. — Diablos no…
No puede decirlo en serio.
Negó con la cabeza, con los ojos brillantes de dolor. —No es lo que
piensas. —Caminó alrededor del colchón, arrastrando la punta de la
fusta a lo largo de mi piel. Cada toque endureció mis pezones,
humedeció mi núcleo. No quería esto, sin embargo, mi cuerpo sólo se
volvía más sensible.
Un azote ya no era un azote, sino una provocación.
Una sonrisa ya no era una sonrisa, sino una promesa. Una
deliciosamente oscura y peligrosa promesa.
—¿Confías en mí?
Respiré más rápido. ¿Cómo podía decir que confiaba en él, y luego
en el momento en que la confianza se ponía a prueba dudar?
Encontrando sus ojos, asentí.
Se relajó un poco, luego sacudió su muñeca y trajo el látigo a
través de la parte superior de mi muslo. No duro, pero lo
suficientemente duro para encender el calor.
Tiré, jadeando ante los mensajes revueltos que daba mi sistema
nervioso. ¿Era caliente o frío? ¿Se sentía bien o mal? ¿Quería correr o
quedarme?
¡No lo sé!
Tragó saliva.
¿Puede sentir mi confusión?
Su voz era ronca cuando exigió—: Dime cómo se siente.
Negué con la cabeza, ahogándome en la influencia de otra
sensación. No existía manera de describirlo.
—Intenta, Nila. Quiero saber.
Arrugue la cara. —Um... es cálido... hormigueante.
Se rio entre dientes. —No, no quiero saber físicamente. No me
importa físicamente. —Se sentó en el borde de la cama, acariciando mi
mejilla con ternura—. Sé lo que se siente en tu cuerpo. —Su caricia
cayó a mi pecho, sin tocar la carne, sino algo mucho más profundo—.
Me importa lo que se siente aquí. —Sus dedos presionaron más firme,
como si pudiera cavar hacia mi corazón y protegerlo para siempre—.
Quiero saber cómo siente tu corazón, tu mente, tus pensamientos, tu
alma. Quiero todo. Quiero la verdad.
Di un grito ahogado cuando su mano vagó de mi pecho hasta el
coño.
Su boca se apretó cuando presionó un dedo dentro de mí. —Dime
cómo te hace sentir.
Mis caderas se arquearon, queriendo que empujara más
profundo, que me diera más. —Estoy húmeda…
Retiró sus dedos. —No. —Atrajo mi humedad por mi vientre y de
regreso a mi corazón, murmurando—: Aquí. Dime. Profundiza más que
en lo físico. Ignora lo mental. Dime cuál es tu más profunda, más
oscura sensación.
Temblé cuando su mano regresó a entre mis piernas; su largo y
delicioso dedo presionó dentro de mí.
Gemí. Mi cabeza cayó hacia atrás mientras me apretaba alrededor
de su toque. Me hizo sentir idolatrada y querida, dejando caer todas sus
barreras, conduciéndome hacia una meta familiar.
Mi mente era un desastre. No podía entender los hilos de
pensamiento. Pero necesitaba esto de mí, haría todo lo posible.
Jethro retorció su dedo, meciéndose. —Dime o voy a parar.
¡No te detengas!
—Me-me siento pesada. Como si estuviera demasiado llena y
llenándome cada vez más cuanto más me tocas.
—Bueno. Continua.
—Um... me siento ingrávida como si estuviera exactamente donde
tengo que estar. Estoy confundida y loca y necesitada y confusa. Pero a
pesar de todo, estoy muy excitada.
Gruñó. —Joder, eso es muy excitante. —Inclinándose, me besó
con fuerza—. Tener acceso a tu cuerpo no es lo que anhelo. Es el acceso
a tu mente. Tus sentimientos los puedo sentir, pero tus pensamientos
no. Es una parte de ti que necesito poseer con el fin de ceder por
completo.
Me estremecí mientras quitaba el dedo y levantaba el látigo de
nuevo, torturándome lentamente con esto lamiendo mi piel. —
¿Entiendes lo que necesito?
—Sí, creo que sí. —Me mordí el labio mientras rodeaba la cama,
sin parar su incesante caricia con el látigo flexible. Con cada golpe, me
obligaba a centrarme en lo que sentía dentro en vez de la forma en que
reaccionaba exteriormente.
Lo físico era mucho más fácil. Mi pulso tronaba. Mi piel se erizó.
Mi sangre se aceleró. Mi núcleo se apretó. Mi cuerpo lo necesitaba
desesperadamente. Y mi libido escaló una montaña que me
aterrorizaba.
Pero emocionalmente... No estaba preparada para ir tan profundo.
Era un territorio extraño buscar tan lejos en el interior. ¿Cómo podría
realmente entender quién era yo, no sólo como una mujer o Weaver sino
como un ser humano, una criatura de carne y hueso... de deseos
animales?
¿Eran mis pensamientos normales? ¿Eran aceptables? ¿Era débil
o fuerte o rota? No sabía.
Y Jethro quiere saber...
En su segundo circuito, sacudió el látigo, golpeando mi clítoris
con un estallido corto y agudo.
—¡Oh, Dios mío! —La intensidad se precipitó con fuerza, tirando
de mis hombros mientras una oleada abrasadora de necesidad se
extendía desde mi núcleo. El rumor más extraño y más dulce viajó a
través de mí. Me volví ingrávida mientras me cargaba de pensamientos
colisionantes.
—Dime cómo te sientes —ronroneó Jethro.
No tenía ninguna respuesta clara, pero lo prometí. Tengo que
intentarlo. Cerrando los ojos, me centré en el interior. —Hay demasiados
pensamientos para articular. Todos están corriendo demasiado rápido.
— Tirando de las restricciones, rogué—: Jethro...
—Silencio. —Arrastró el látigo hasta el centro de mi cuerpo.
Cada músculo se tensó, preparado para el siguiente golpe.
No defraudó.
Me azotó rápido y cortante en el ombligo.
Convulsioné, absorbiendo un bocado decadente. En un momento,
mis pensamientos eran monótonos, desenredándose a sí mismos de la
torcida masa de tonterías sin sentido, el siguiente, eran una mezcla de
locura.
— Y ahora —dijo—. Ahora, ¿cómo te sientes?
— Ahora... Estoy tranquila. Estoy tensa. Puedo sentir que algo
dentro de mí se desbloqueó, se abrió.
Esa es la verdad. No sé lo que se está desbloqueando pero sigo
adelante, quiero averiguar.
Jethro contuvo el aliento. Nuestros ojos se encontraron.
El desbloqueo interior se abrió como una puerta oxidada. Fue la
cosa más extraña. Sentir tu propia alma desplegarse. Nunca había
tomado el tiempo para sentirme realmente a mí misma. Para saber
quién era yo. Repasar mis historias, experiencias y temores.
—Estoy, estoy dejándote entrar.
Jethro sacudió el látigo de nuevo. —Más. —El cuero besó mi caja
torácica.
Grité ante el escozor más dulce y más abrasador.
—Eso es lo que quiero. Eso es lo que necesito. —Rodeó la cama de
nuevo, golpeándome en diferentes puntos: Mi cadera, mi ombligo, mi
pezón.
¡Oh Dios mío, mi pezón!
Fuego ardió a través de mi sangre. Un hilo de humedad se deslizó
entre mis muslos abiertos.
Mi cuerpo cantó. Mi alma se regocijó. Nunca había estado tan
libre... tan libre de responsabilidades, incluso estando atada.
La fusta lamió mi garganta, golpeando rápidamente en el collar de
diamantes. El sonido del castigo y la rápida quemadura de intoxicante
dolor palpitaban en mis pezones. Jethro derramó suave castigo de mi
esternón hacia mi coño.
Eché la cabeza hacia atrás mientras me retorcía, deseando que
golpeara más rápido. Follara. Quisiera. Reclamara.
—¿Se siente bien?
—Sí —Lloriqueé—. Mejor que bien. Se siente... —Mis ojos se
cerraron mientras me lanzaba a un laberinto de complejidades. Mi
cuerpo me había traído a este lugar, pero mis pensamientos se hicieron
cargo. Hicieron esto más que el sexo. Más que amor. Hicieron esto
trascendente.
Jethro me golpeo más rápido, como diminutas respiraciones,
trabajando su camino por todo mi cuerpo.
—Por favor. —Me retorcí—. Tómame. Te necesito dentro de mí.
—¿Por qué? ¿Por qué me necesitas dentro de ti?
¿Por qué?
Había tantas razones por las que. Una salió de mis labios antes
de que pudiera pensar. —¡Debido a que no puedo manejar más la
intensidad!
Jethro suspiró con fuerza, estimulándome a abrir los ojos. —
Ahora ya sabes... ahora ya sabes cómo se siente vivir con mi maldición.
—Me golpeó particularmente duro—. No hay detenerse para mí. Sin
respiro. Es una cosa perforando tras otra.
La agonía en su voz me envió más alto; me esforcé por una
liberación. —Eso es horrible. Tan horrible. —No podía manejar la
necesidad punzante de explotar por un segundo más—. Pero, por favor,
Jethro. Te necesito.
—Silencio. —Golpeó mi clítoris de nuevo—. Me encanta sentir lo
que sientes. Me encanta no tener ninguna barrera entre nosotros.
¡Mierda!
Casi me vine. Mi núcleo se apretó; chispas detonaron en mi
sangre. Nunca pensé que algo así me pudiera desentrañar tan
rápidamente.
Estaba perdida.
Vagando en un océano de todo.
—Dios, estás mojada. —Jethro arrastró la punta del látigo a
través de mis pliegues. Gemí.
Él me consumía. Su cuerpo era ágil y noble, cada musculo
orgullosamente surcado. Algo se había derretido dentro de él. Ya no era
de hielo, sino magma. Ya no era nieve, sino sol.
Quería agarrarlo. Abrázalo. Follarlo.
Mis pensamientos se volvieron una espuma de temperamento. —
Tómame, Jethro. Fóllame, Kite. No puedo hacer esto por más tiempo.
No creí que obedecería, pero sin decir una palabra, tiró el látigo
por la habitación y se subió a la cama. A horcajadas sobre mí, empuñó
su pene y se inclinó para besarme. —¿Quieres que ponga fin a tu
miseria? ¿Si lo hago, puedes terminar la mía?
No me dio la oportunidad de responder. Su boca cayó sobre la
mía, y se volvió salvaje. Mordiendo, lamiendo, degustando. Su mano
agarró mi pelo, tirando con fuerza, obligando a mi boca a abrirse y
tomar lo que le me daba.
Sus calientes muslos encarcelaron mis caderas, contrayéndose
mientras él trabajaba su pene.
El beso terminó. Colapsó sobre mí.
Gemí ante la comodidad de tenerlo tocándome después de tantos
azotes.
—Dios, Nila, eres increíble. —Sus labios cubrieron los míos de
nuevo, alimentándome con su voz—. Quiero hacerte venir. Quiero
venirme dentro de ti una y otra jodida vez.
Sus caderas se hundieron entre las mías. Sus dedos se
sumergieron dentro de mí, probando mi humedad. Entonces grité
cuando me llenó con una empalada malvada.
No había dolor. Ni moretones. Sólo el más majestuoso fin
imaginable.
No podía aguantar. Quería agarrar sus fuertes hombros para
mantener el equilibrio. Quería envolver mis piernas alrededor de él por
conexión.
Embistió más profundo, deslizándose a través de mi calor
húmedo. De alguna manera mística, esto se sentía como un final a todo
lo que él había sido y el comienzo de todo lo que se había convertido.
Un principio de que él finalmente era lo suficientemente fuerte
como para hacer frente.
Es exquisito.
Es crudo.
Es degradante
y
Alucinante
Y
Real.
Apreté los dientes, montando el tsunami del placer. Jethro tomó
como rehenes cada pensamiento y sueño que había tenido, haciéndolos
suyos.
Mi cuerpo vibró con posesión. Cada parte de mí fue devastada,
desconectada, incapaz de concentrarse en otra cosa que la forma en que
el embestía y tomaba.
Grité, mordiendo su hombro mientras cada célula se apretaba, se
aceleraba.
—Vente. Necesito que te vengas —jadeó en mi oído.
Nunca había recibido la orden de hacer algo fuera de mi control.
Nunca creí que podía hacer algo tan milagroso como venirme con sólo
unas pocas palabras. Pero su polla se estiró y llenó. Su vientre bajo
frotó y acarició mi clítoris y cada parte de mí hizo combustión.
Mi cuerpo le obedecía completamente. Lo dejé ir, orientado en el
más agudo y más rápido orgasmo que alguna vez he tenido.
—Joder, Nila. —Me inmovilizó al colchón, tomándome más rápido.
Su gemido gutural se envolvió alrededor de mi cuerpo, sustituyéndolo
por placer ilimitado—. Maldita sea, te sientes bien. —Su cara se enterró
en mi cabello; su corazón latía como un tambor de guerra contra el mío.
Quería acunarlo, darle un puerto seguro para deshacerse y
encontrarse en este nuevo mundo que había conjurado.
Empuje tras empuje. Fuimos desnudados totalmente.
Jethro nunca se detuvo. Sus brazos se curvaron alrededor de la
cima de mi cabeza, manteniéndome en mi lugar. Las cuerdas alrededor
de mis tobillos se sacudieron con cada embestida, haciéndome
moretones.
Me disolví en su abrazo. Me sentía agotada y gastada. Las réplicas
de mi orgasmo continuaban exprimiendo mi coño.
Jethro se estiró repentinamente hacia su lado de la cama y sacó
un cuchillo del cajón. Me tensé mientras cortaba las ataduras alrededor
de mis muñecas y subió mi torso con él. Se sentó sobre las rodillas,
todavía dentro de mí. Retorciéndose, cortó la cinta alrededor de mis
tobillos, liberándome.
Lanzando la cuchilla a la alfombra, me acomodó en su regazo. —
Envuelve tus piernas alrededor de mí. Te tengo. —Sus brazos acunaron
mi columna vertebral, creando una cesta de músculo. Me fundí en él,
rebotando con cada embestida.
Su gran mano capturó mi nuca, presionándome firmemente,
manteniendo mi cuerpo capturado cerca y su pene en lo más profundo.
Con una embestida salvaje, gimió—: Te voy a montar. Y luego me
voy a venir.
Asentí, cada parte de mí drenada. Nunca estuve tan usada, tan
abusada, tan soñolienta.
Sus labios encontraron los míos, vertiendo energía en mi garganta
mientras se introducía más y más profundamente. A horcadas entre su
regazo le di el completo control. Su pene golpeaba mi parte superior una
y otra vez.
Su beso se volvió exigente. Sus manos recorrieron mi espalda y
alrededor de mis costados para acariciarme los pechos. Sus dedos
diestros me pellizcaron los pezones, tirando a ritmo con sus embestidas.
Gemí, mordiendo su garganta cuando caí en él.
—Tienes el cuerpo más increíble. —Sus manos se abalanzaron a
mi espalda de nuevo, moldeándome fuertemente contra él—. Estás tan
malditamente húmeda. Encajo dentro de ti. Me tomas por completo. —
La maravilla goteaba en su voz, pura alegría de él encontrándome y yo
encontrándolo.
—Aférrate a mí. Necesito tomarte duro y rápido. —Me agarró las
caderas, izándome más alto en su regazo. Me observó.
Di un grito ahogado ante el evidente amor derretido en su mirada.
Las lágrimas picaron mis ojos.
Él me ama.
Lo había dicho. Lo susurró. Lo maldijo. Pero ahora me lo
mostraba: que inequívocamente me amaba.
Sonrió suavemente. —Sientes lo que siento, ¿verdad?
Negué. —No lo siento, lo sé. No es un sentimiento, sino la verdad
en tus ojos.
Sus dedos se clavaron en mis caderas, presionándome hacia
abajo, y no dándome ningún lugar para esconderme. —Deberías saber
que eres todo para mí, Nila. No hay vuelta atrás en esto. Estoy de tu
lado hasta el final. —Se enderezó, llenándome a una profundidad sin
fin. Su mano desapareció en mi cabello, envolviendo largos mechones
negros alrededor de su muñeca, sosteniéndome firme—. Te amo.
La quemadura en mi cuero cabelludo quemó mi cuerpo.
Por ser tan adorada pero controlada.
Por ser tan amada, pero dominada.
La combinación era el mejor afrodisíaco en el mundo.
Chocó contra mí, rebotándome en su abrazo. Mis brazos
alrededor de él, ya que nos hallábamos pegados, aferrándonos, y
montándonos rápido entre sí.
Mis músculos ardían, mis piernas temblaban, y mi cuero
cabelludo aulló de dolor, y a pesar de todo, otro orgasmo se formó.
Mierda, no puedo venirme de nuevo.
Colapsaría.
Nunca me había venido dos veces tan rápidamente. No
sobreviviría; lo sabía con tanta seguridad como sabía que mi corazón se
encontraba a un latido de explotar.
Jethro siguió montándome, siguió follándome. Y mi cuerpo siguió
respondiendo, volviéndose más apretado y más fuerte, queriendo
liberación y caer en el paraíso.
—Soy tuyo, Nila. Jodidamente todo tuyo. —Los labios de Jethro
rozaron mi mandíbula.
Me volví nada más que lujuria y espirales y pasión sin sentido. El
dolor en mi vientre aumentó, latiendo con el familiar impulso agónico de
dejarme ir.
Su respiración agitada llenó mis oídos.
Mi cuerpo detonó otra vez.
Grité a medida que me apretaba con delirio.
No pensaba que tenía el poder para hacer combustión de manera
tan espectacular. Temí que me rompería en pequeñitas, diminutas
piezas y me perdería en la brisa.
—Cristo, sí. Tómame. —Empujó duro y profundo, siguiéndome.
Sus dientes se pegaron a mi hombro mientras cabalgábamos olas de
felicidad. Chorro tras chorro, me llenó, despedazándose en mis brazos.
Pasaron los minutos, donde todo lo que podía pensar era líquido.
Líquido y humedad y calor. Nos aferramos el uno al otro hasta que mis
músculos comenzaron a temblar y a tener calambres, y un escalofrío
convirtió el sudor en piel de gallina.
Nunca quería dejarlo ir.
Se retiró lentamente, colocándome suavemente sobre la cama.
Nuestra respiración entrecortada igualada mientras me jalaba a él,
abrazándome, protegiéndome.
Si me pudiera mover, me gustaría regresarle el abrazo, pero no
tenía nada más. Me hallaba agotada más allá de toda comprensión.
—Gracias. —Besó mi cabello—. Gracias por dejarme entrar. —Sus
brazos me apretaron más fuerte, y dándome su gratitud en acciones y
palabras.
Bostecé, acurrucándome en él.
—¿Fue difícil? —preguntó en voz baja—. ¿Fue doloroso mirar
dentro de ti misma?
Negué, incapaz de mantener los ojos abiertos. —No. Para ser
honesta, fue aterradoramente fácil.
—No es difícil dejarse ir cuando confías en la persona con la que
estás.
Asentí. —Lo hiciste bien, Jethro. Lo hiciste perfecto.
Pasaron unos minutos. Un sueño más pesado se instaló en las
afueras de mis pensamientos.
Suspiró. —Quiero hacer más contigo. Caer más profundamente
en ti. ¿Me dejarías hacer eso?
El momento flotaba. Podría fingir estar dormida. No tenía que
responder. La idea de despojarme a mí misma aún más me asustaba,
pero también me emocionaba.
—Sí —susurré—. Sí, lo haría. —Mi voz era suave y llena de amor.
Me abrazó con fuerza. —Te amo, Nila. —Presionado un beso en mi
mejilla, dijo—: Solo he empezado. Tengo tantas maneras de mostrarte la
profundidad de mis sentimientos.
Mis ojos se encendieron. ¿Quería más hoy? No había manera de
que tuviera la resistencia o la fuerza. Me encontraba usada por
completo.
—Puedes hacer lo que quieras conmigo. Pero primero, tengo que
dormir. —Con el calor de su cuerpo y sus piernas enredadas en las
mías, nunca me sentí tan segura.
Se rió entre dientes. —Quiero más, mucho más. Más de lo que
puedas imaginar. Pero soy paciente. He esperado todo este tiempo por
ti. Puedo esperar otra hora o dos. —Besándome otra vez, murmuró—:
Duerme, señorita Weaver. Sueña conmigo. Y luego te llevaré lejos.
Me atrajo más cerca.
Juntos, nos dejamos llevar de este mundo al de los sueños.
Traducido por Paltonika
Corregido por Laurita PI

Jethro
La vida era perfecta.
Lo más perfecta de lo que alguna vez fue.
No podía recordar la última vez que fui tan feliz o tan indiferente
sobre mi destino.
Nila era mía. Había encontrado mi verdadero lugar.
Debería haber sabido que un hombre como yo nunca sería digno
de tal regalo. Debería haber sabido que la muerte se encontraba a la
vuelta de la esquina. Debería haber visto al diablo frotándose las
manos, esperando.
No merecía la paz o la unión o un futuro que, joder, quería más
que nada.
No existía nada bueno para mí.
Solo la muerte.
No importa que hubiera vivido toda mi vida bajo la sombra de la
muerte, no importa que la hubiera esperado en cada prueba, y le temía
cada vez que cerraba los ojos para dormir, aún no estaba preparado
para cuando, por fin, viniera por mí.
Fue rápido.
Fue doloroso.
Se acabó.
Traducido por Jeyly Carstairs & Vane Farrow
Corregido por Laurita PI

Nila
Soy tan afortunada.
Miré por el balcón. Debajo de mí, luces brillantes y flashes de
cámaras inmortalizaban mi nueva colección. El vestido gris que hice
antes de pagar la Tercera Deuda provocando una ovación de pie entre los
críticos y amantes de la moda por igual.
—Lo hiciste tan bien, esposa.
Me balanceé en los brazos de mi marido. El cabello de Jethro
atrapaba las luces, haciéndolo parecer un caballero de una fantasía
hecho realidad. Hacía dos semanas que nos escapamos. Apenas
habíamos dejado el dormitorio desde entonces.
Mi coño se apretó de solo pensar en lo que haríamos cuando
volviéramos a casa después del espectáculo.
Algo frío y pegajoso salpicó mi vestido de baile plateado. El tiempo
transcurría en cámara lenta mientras bajaba la mirada con horror.
Sangre.
Galones tras galones de sangre.
Tiñendo mi corpiño, cola del vestido, manos… todo.
El público abajo ya no veía el show si no miraba hacia nosotros.
Específicamente, hacia mí. —¿Qué? —grité—. ¿Qué fue lo que te hice?
Entonces, escuché el sonido más terrible en el mundo. La sinfonía
de la muerte. El insoportable sonido del fin de la vida.
—¡Levántate, sucia puta de mierda!
Mis ojos se abrieron de golpe. Mi corazón dio un vuelco en mi
boca. El calor y el capullo de seguridad fueron cambiados por dedos
hirientes y el suelo duro cuando Cut me arrancó de la cama y me lanzó
al otro lado de la habitación.
—¡Qu…! ¡No! —Aterricé en mi muñeca, gritando en agonía.
—¿Qué dem…? —resonó la voz somnolienta de Jethro, pero fue
interrumpida con un puñetazo en su cara.
—Jodido traicionero hijo de puta de mierda. —Cut estrelló su
puño contra la mandíbula de Jethro de nuevo, sacando sangre,
haciendo crujir sus pómulos—. Levántate. —Arrancó las sábanas,
arrojándolo de su cama.
Jethro gimió, cayendo en un montón de extremidades a los pies
de su padre.
—¡No, espera! —Me arrastré hacia adelante, estremeciéndome por
mi muñeca.
Daniel apareció, bloqueándome con las manos en sus caderas. —
Ah, ah, ah, pequeña Weaver. No puedes interferir en asuntos de la
familia.
A través de la barricada de sus piernas, vi a Cut patear a Jethro
repetidamente en el estómago, gritando obscenidades, morado de furia.
—¿No te di cada maldita oportunidad? ¡No te respeté y confié en ti como
mi jodido hijo! —Le dio una patada de nuevo—. ¡Maldita sea, no me
dejas otra opción!
Esto no puede ser real.
Tenía que ser un sueño… una pesadilla.
Por favor, no dejes que sea real.
Cut dio la espalda a Jethro, saltando hacia mí con rabia palpable.
—¡Y tú! Te has metido con mi jodida familia, chica. Estás acabada. ¡Los
dos!
Agarrando mi cabello, me jaló a mis pies.
Su fuerza era descabellada… sin ningún residuo de la droga que
Jethro usó. Ningún indicio de que estuvo dormido de forma antinatural
durante horas. Era un demonio.
Grité, colgando en su agarre enfurecido. Mis piernas desnudas
mostraban las tenues marcas del latido de las atenciones de Jethro, y la
camisa que me puse cuando fui al baño apenas cubría mis bragas
negras. —¡Déjeme ir!
—Tú y él… me han jodido por última vez. —Cut respiró con
fuerza, con el rostro brillante de sudor—. ¿Pensabas que no me daría
cuenta? ¡Qué te dejaría salir con esta mierda!
Luché contra su agarre, dispuesta a ocultar las lágrimas. —¡No sé
de qué estás hablando! Deja de lastimarme. ¡Déjame ir!
Daniel se rió. —Sabes exactamente de qué hablamos, perra. —Se
dirigió a su hermano, levantando el cuerpo ensangrentado de Jethro en
sus brazos. Jethro gimió, sus ojos cerrados con fuerza y sangre
fluyendo de su boca. Trató de luchar contra Daniel, pero el cruel ataque
de antes lo dejó medio muerto.
—¡No lo sé! Déjalo en paz.
—Sí, malditamente lo sabes —gruñó Cut—. Acabo de ver un
supuesto video del pago de la Tercera Deuda. ¿Kestrel pensó que me
tragaría su porquería de video adulterado? —Sus ojos se volvieron
fríamente mortales—. Dos de mis hijos. Ambos traicionándome. Pero es
la última vez. La última maldita vez que se burlan de mí.
Arrastrándome a través de la habitación de Jethro, no se detuvo o
le importó que me restregara o tropezara contra él. Sus dedos
enredados en mi cabello, dejándome sin más remedio que caminar con
torpeza en agonía.
No podía ver a Jethro, pero las pisadas de Daniel hacían vibrar la
alfombra detrás de mí.
—¡Por favor! —Arañé las manos de Cut una y otra vez, pero no se
inmutó. Su furia se encontraba en su punto máximo para sentir algo. —
¡Por favor, déjanos ir!
—Oh, te dejaré ir. Te dejaré ir con el maldito Hades.
Hawksridge Hall cubría acres de terreno con intrincados pasillos y
cavernosas habitaciones, pero parecía como un sello postal por la
rapidez con que dejamos el ala de soltero e irrumpimos en el salón de
día con sus sofás de dos plazas de seda y cajas de música
ornamentadas
En el momento en que irrumpimos a través las puestas, Cut me
lanzó hacia adelante. Caí por el vértigo y la inercia, golpeándome contra
el suelo. Me alejé arrastrándome tan rápido como pude. Daniel imitó a
su padre, lanzando a Jethro sobre sus rodillas, pateándolo con violencia
en el estómago.
Jethro tosió ruidosamente, el aire negándose a filtrarse en sus
pulmones. Se desplomó sobre su lado, jadeando, sangrando.
Me apresuré hacia él, pero Daniel se puso delante de mí. —Mira
detrás de ti, puta.
Lo fulminé con la mirada. Quería que el cielo lo golpeara con una
piedra. —¡Déjalo en paz!
Se rió entre dientes. —¿Estás segura? —Inclinado sobre mí, me
llevó sobre mis pies, girando mi cabeza para que mirara hacia atrás—.
¿Segura de que lo elegirías?
Luché contra su agarre. Preparé la saliva para escupir en su cara.
Pero entonces puse los ojos en mi perdición.
Las últimas veinticuatro horas, desaparecieron.
El amor que encontré, se desvaneció.
Las promesas que hice, se desintegraron.
Se fueron.
En polvo.
Ceniza.
No. No, no, no.
Me lamenté con terrible espanto.
¡Esto no puede ser verdad!
—Threads —murmuró Vaughn entre dientes con los labios
sangrantes. Sus ojos estaban hinchados y medio cerrados, su cuerpo
mutilado y herido como el de Jethro. Sentado en el suelo entre dos
hermanos Diamantes Negros que no reconocí. Toda su actitud cansada
y golpeada. Ya no era el Robin Hood enviado para rescatarme, sino un
ladrón a punto de ser asesinado.
El terror anidó en mi corazón… saliendo de mi pecho directo a mi
gemelo.
—¡No! —Me aparté de las manos de Daniel y me arrastré hacia V.
Las lágrimas caían en cascada por mis mejillas. Capas de culpa y de
odio me envolvían. Hice esto. Fui la causa. V se encontraba lastimado
porque hice que un Hawk me eligiera sobre todos.
—¡V!
Vaughn se sacudió de las manos que lo sostenían, arrojándose
hacia mí. Nos estrellamos, agarrando nuestras manos, abrazándonos,
nuestros corazones tronando. —¿Qué pasó? ¿Estás bien?
V me abrazó con fuerza. —Estoy bien, Threads. Lo siento mucho.
Daniel se paró sobre nosotros, con los brazos cruzados; sus labios
se torcieron en una sonrisa sádica. —El cabrón de mierda lo merecía.
Jethro dejó escapar un grito agónico. Mi atención se separó de mi
gemelo a mi alma gemela. Cut le dio una patada, sus puños cerrados y
listos para la lluvia. —Vi el maldito video, Kite. —La voz de Cut era
mortal y sus ojos la encarnación del mal—. ¡Kes puede saber de
computadores, pero, en serio, pensaste que no me daría cuenta!
Todo ocurrió muy rápido. De una manera demasiado rápida.
¡¿Qué está pasando?!
—¡Detente! —gritó Jethro, preparándose para otra patada—.
Déjame explicar.
—¿Explicar? —Cut rio con frialdad—. Explicar el hecho de que
nos drogaste a Daniel y a mí, luego procediste a empalmar un puto
video de Emma Weaver. ¿Tuviste los putos nervios para engañarme y
hacernos creer que habíamos tenido un turno con Nila?
Vaughn se ahogó, girando su rostro fantasmal. —¿Qué…? ¿De
qué están hablando, Threads?
Por mucho que temía por mi hermano, mi lealtad, en primer
lugar, era para Jethro. Era mi familia tanto como lo era V. Me tambaleé
sobre mis pies, mis manos cerradas en puños. —No lo tomen contra él.
Fue mi idea.
Cut hizo una pausa, sus ojos girando con odio. —¿Tu idea? —
Caminó hacia adelante—. Tu idea. Así que fuiste tan estúpida como
para creer que no memoricé cada momento de esa noche. Recuerdo
todo sobre Emma. Tengo putos sueños usándola. ¡Crees que no me
daría malditamente cuenta!
Mi corazón se dividió con mil espadas, pensando en mi madre
siendo lastimada por Cut. Pero eso era el pasado. Ella se fue. Ya no
podía salvarla. Pero podría salvar a Jethro y a V. Eran míos y los
protegería… eran míos y los rescataría.
—¡Lo siento! Olvídalo. Deja a mi hermano en paz y no le hagas
más daño a Jethro.
Cut arrastró las manos por su cabello, sacudiendo la cabeza con
incredulidad aberrante. —¿Crees que te escucharía? ¿Por qué debería,
perra? ¿Qué me darás a cambio?
Jethro tropezó sobre sus rodillas, envolviendo un brazo alrededor
de su lado. Cada respiración traqueteando en sus pulmones como
porcelana rota. —No, Nila. Fue mi idea. Mi error —le habló a Cut,
mirándolo fijo—. Haz lo que quieras conmigo, pero déjala fuera de esto.
Mátame. Termina la Herencia de la deuda. ¡Deja que todo esto se acabe!
Cut se giró hacia su primogénito. —Esto no termina hasta que yo
diga que se acabó. —Apuntando un dedo lívido hacia mí, Cut gruño—:
No ha pagado. La Tercer Deuda nunca se completó.
Daniel se puso delante de mí, abofeteándome con fuerza en la
mejilla. Mi cabeza giró, y una ola de vértigo me hizo tropezar hacia los
lados. —Maldita, nos drogaste. Eso va contra las reglas.
—¡Déjala, bastardo! —gritó V, tratando sin éxito ponerse de pie.
El vértigo atacó con fuerza. Tragué saliva, haciendo mi mayor
esfuerzo para no vomitar. Mi mejilla picaba pero no era nada en
comparación al terror construyéndose en mi interior.
Lloré. —¡Déjalo ir!
Por favor, termina esto. Que alguien salve este desastre, antes de
que sea demasiado tarde.
—¡No lo toques! —grité de nuevo—. Por favor, déjalo en paz.
Daniel rió. —¿A quién dejamos en paz, princesa? ¿El coño de tu
hermano o mi hermano, al que jodiste como a ningún otro?
Vaughn se arrojó a las piernas de Daniel. Con un grito, Daniel le
dio un puñetazo pero cayó de costado, tendido sobre la alfombra. La
pelea no duró mucho tiempo. Vaughn era fuerte y se mantenía en forma
con visitas regulares al gimnasio, pero no era nada en comparación con
la locura maníaca de Daniel.
Rodando, Daniel le dio una patada justo en la mandíbula.
V se desplomó.
Mi corazón se rompió. —¡No!
—¿Qué diablos es este escándalo? —dijo una estirada voz
parecida al papel.
Todos los ojos se movieron hacia la reciente adición a la sala.
Bonnie Hawk.
Su atención pasó de su hijo, a su nieto, a mí antes de sonreír con
frialdad. Apoyándose en gran medida en un nuevo bastón, chasqueó los
dedos. —Jasmine. Kestrel ¿Quieren venir y unirse a nosotros, por
favor?
La locura repentina pareció cesar… su aparición concedió una
extraña clase de paz en el campo de batalla. Actuó como si nos
hubiéramos acercado por té y pasteles. Ignorando por completo o sin
preocuparle que la sangre manchaba la inmaculada alfombra y que mi
hermano se encontraba inconsciente a sus pies.
Mi corazón quedó atascado en el alquitrán mientras Jasmine
vagaba con tranquilidad en la habitación. Sus ojos bronce escondían su
terror, pero su rostro no podía ocultar su disgusto. No apartó la mirada
de Jethro.
Jethro miró a su hermana, bajando la cabeza con vergüenza.
Kestrel entró a la habitación, con las manos atadas a la espalda,
su rostro una discordancia de púrpura, negro y azul.
Me dio una sonrisa triste, moviendo su atención entre Jethro, V y
su padre.
—Me alegro que pudieran unirse a nosotros —gruñó Cut, mirando
a su descendencia.
Jasmine se sentó más derecha en su silla, su suéter de angora
color rosa a juego con el rosa profundo de la manta sobre sus piernas.
—Padre, no hagas esto. Piensa en lo que estás…
—Conoce las consecuencias, niña —interrumpió Bonnie—. Y ha
aceptado el pago como un sacrificio necesario. —Su falda y chaqueta a
juego eran de color negro, como si ya estuviera de luto. Un collar de
perlas adornaba su cuello, balanceándose con cada trago. Sus ojos se
posaron en Cut—. Es tu decisión, hijo.
Cut asintió, consiguiendo controlar su temperamento, volviendo a
ser un hombre despiadado y terrorífico con demasiado poder.
Temblé, tratando de entender la dinámica en la habitación.
¿Qué está pasando?
La respuesta no llegó, y en un movimiento constante, Cut
extendió su mano detrás de él y sacó una pistola.
Mi corazón se detuvo.
Quedé paralizada en el centro, atrapada entre Jethro y Vaughn.
No me podía mover. No podía decidir cuál se encontraba en mayor
riesgo bajo el loco agitando la pistola.
—Ayúdalo a levantarse, ¿lo harás, Daniel? —Cut apuntó el cañón
hacia Jethro.
Caí de nuevo en otro ataque de vértigo mientras me lanzaba hacia
adelante. —¡No!
Cut apuntó el arma hacia mí. —No se mueva, señorita Weaver.
Daniel obedeció, agarrando a Jethro debajo de sus brazos,
llevándolo a posición vertical. En el momento en que se puso de pie,
Jethro se inclinó hacia adelante, viéndose como si fuera a vomitar o a
desmayarse. El sudor oscurecía su cabello, sus muslos desnudos
agrupados con esfuerzo para mantenerse de pie. Se veía tan indefenso
en una camiseta y bóxer… clara evidencia de que rompió todas las
reglas y dormimos juntos.
Cut cargó el arma, mirando a su hijo. —Voy a darte una última
elección, Jethro.
Jethro negó con la cabeza, chasqueando los labios. —No hay más
elecciones. Mátame y deja que los Weavers se vayan. —Sus ojos se
posaron en mi hermano inconsciente—. Ambos.
Daniel se rió… completamente en su elemento. Bonnie se limitó a
observar mientras Jasmine y Kes permanecieron mudos de los nervios.
Nadie habló. Nadie quería llamar la atención mientras Cut
empuñaba un arma.
—Una elección más —repitió Cut—. Es mejor que elijas con
sabiduría. —Ubicándose sobre la gruesa alfombra, levantó el arma.
Jasmine gimió cuando el cañón apuntó hacia Kes. —Padre, por
favor… no hagas esto. Te amamos. ¡Somos tus hijos!
—Silencio —ordenó Bonnie—. Harás lo que diga, niña. No más
hablar sin permiso.
Jasmine pareció marchitarse, pero sus hombros se mantuvieron
desafiantes.
Kestrel sacó pecho, enfrentando la muerte con el decoro de
cualquier digno luchador. —Nunca vas a poder vivir contigo mismo si
haces esto —murmuró—. Soy tu hijo.
Cut mostró los dientes. —Dejaste de ser mi hijo en el momento en
que subiste esa atrocidad de video y pensante que era tan estúpido
como para creerlo. —Su cabeza se giró hacia Jethro—. ¡Elige, Jet!
—¡No sé lo que quieres que haga! —gritó Jethro—. ¿Esperas que
nombre un hermano para que puedas asesinarlo? ¿Por qué lo haría
cuando la culpa fue mía? No tuvieron nada que ver con esto. ¡Nada!
Cut se puso rígido, cerrando su ojo para apuntar.
Corrí hacia adelante… ¿Para hacer qué? Quién sabe. Pero era
demasiado tarde.
—Elección equivocada. —Su dedo apretó el gatillo.
La pólvora se encendió.
La habitación resonó con el ruido.
Una bala salió del arma, yendo más rápido que la vista para
alojarse en un descendiente Hawk.
—¡No! —gritó Jethro, corriendo hacia adelante.
Un resplandor rojo apareció en el pecho de Kestrel el segundo
antes de que colapsara sobre sus rodillas. Su rostro quedó en blanco
por la sorpresa, los labios redondos con incredulidad.
—Nunca tuviste una opción —murmuró Cut, apuntando a su
hija.
Jethro se movió el segundo que Cut apretó el gatillo.
Lo vi todo.
Sentí todo.
Un momento, Jethro estaba vivo. Su corazón latiendo. Su alma
unida con la mía.
Al siguiente, se arrojó delante de su hermana en silla de ruedas,
soportando la bala en su propio cuerpo.
No reaccioné por el momento más largo.
No podía creer la historia ante mí.
No podía estar muerto.
No puede estar muerto.
¡No está muerto!
Me tambaleé hacia delante, con las manos sujetadas sobre mi
boca.
¡No puede estar muerto!
Jasmine gritó cuando su hermano cayó sobre ella, su torso
golpeándose contra sus piernas atrofiadas, las rodillas estrellándose en
la alfombra.
Y luego rodó.
Rodó alejándose de su querida hermana, acostado boca abajo
sobre la alfombra.
—¡Nooooooooo! —Me lancé a su lado, sacudiéndolo, rogándole—.
¡Jethro! Por favor, ¡abre los ojos!
Daniel se echó a reír. Bonnie miró. Jasmine gritó.
Y a pesar de todo, Cut no dijo nada.
Apenas podía mantenerme en una pieza. Mi cuerpo quería
disolverse en un billón de fractales y flotar en la desesperación.
Temblaba tanto, que me tomó dos intentos rodar a Jethro sobre su
espalda.
Tenía los ojos cerrados, los labios sueltos, sangre brotando de su
pecho como una morbosa rosa, pétalos sobre pétalos expandiéndose
con brillante carmesí.
—Jethro... —Las lágrimas se derramaron por mi rostro.
Respiraciones eran inexistentes al tiempo que me atragantaba y
atragantaba con sollozos—. Por favor, no me dejes. Ahora no.
Entonces fui levantada y alejada, arrastrada más y más lejos de
mi amante.
Perdí la conciencia de mi cuerpo.
Me apagué.
En mi mente, todavía me arrodillaba junto a Jethro sintiéndolo
volverse más frío a cada segundo, dejándome.
Cut apareció en mi visión, con la cara circunspecta y tensa.
Colgué sin vida en los brazos de Daniel, incapaz de comprender qué
acababa de suceder.
Estaba entumecida.
Sin vida.
Ida.
—Escúcheme, señorita Weaver. Diré esto solo una vez. —
Volviéndome en los brazos de Daniel, Cut señaló a Vaughn. Mi hermano
yacía extendido sobre la alfombra como Jethro y Kestrel, pero a
diferencia de ellos, todavía estaba conmigo. Aún con vida. Todavía en
peligro.
»Tu hermano es una reciente adición a nuestra familia. Es lo que
llamaríamos colateral. —Acarició la boca humeando azufre de su
arma—. Estoy harto de que no obedezcas y estoy harto hasta la jodida
muerte de fijar esperanzas en un hijo que no es digno de confianza. Ha
habido un cambio de planes.
Daniel me sostuvo cerca. —Un buen cambio de planes.
Cut señaló a V. —Si eres buena, él vive. Si eres mala, muere. —Se
encogió de hombros—. No podría ser más sencillo que eso.
V gimió, impactado.
Quería sentir algo, pero me apagué. Incapaz de soportarlo.
Era una hoja frágil a punto de volverme en polvo en el viento.
Cut susurró—: Jethro y Kestrel ya no son tu preocupación. Han
pagado por sus mentiras y estupidez. Solo espero que seas más
inteligente de lo que eran.
Daniel se burló. —Ahora solo los gusanos estarán interesados en
ellos.
No... no puede ser cierto.
Inclinándose sobre mí, Cut nos cubrió tanto a Daniel como a mí
en su monstruosa sombra. —Debes tener eso en mente. No dudaré en
lastimarte, señorita Weaver. Piensa lo fácil que despaché mis hijos
pecadores. —Su rostro se ensombreció—. Tendría miedo si fuera tú.
Miedo y mucha obediencia.
Ahuecando mi barbilla, me dio un beso seco en la boca.
Mis entrañas se encogieron y murieron.
Los sollozos de Jasmine eran ruido de fondo. Las maldiciones de
V nada más que un zumbido.
Acababa de perder todo en unos pocos minutos.
Simplemente se encuentra tendido ahí.
Levántate, Jethro. Por favor, levántate.
Cut pasó la pistola sobre mi mandíbula. —Da la bienvenida a mi
nuevo heredero, Nila.
No, no puede decirlo en serio...
Daniel me sacudió en los brazos, sin soltarme. Tomó mis pechos
con sus dedos ásperos. —Sé educada, puta. Di hola.
Cerré mis labios.
Seguí mirando a Jethro, rogando para que esto sea un terrible
error.
—Junto con la herencia de mi poder, mi fortuna y mi título,
Daniel ha adquirido la responsabilidad de la Herencia de la deuda. —
Cut se puso delante de mí, bloqueando el cuerpo sangrante de Jethro.
Cada palabra me hizo anhelar una bala. Quería acabarlo. Quería
perseguir a Jethro al inframundo y dejar todo atrás.
No queda nada. Ya no.
Bonnie arrastró los pies hacia adelante, su bastón hundiéndose
en la alfombra. —Todos hemos acordado nombrar un nuevo amo. Si
Daniel lleva a cabo el resto de las tareas, se hará cargo de la posición de
mi hijo antes de su trigésimo cumpleaños.
Se acercó más, trayendo el hedor de muerte con ella. Sus ojos
color avellana brillaban, labios rojos extendidos en una sonrisa de
victoria. —Cuando te fuiste hace dos meses, sabía que algo especial
tendría que suceder a tu regreso. Nadie se burla de mi casa como tu
familia ha hecho sin tener que pagar un precio serio. Considera esto el
principio de una deuda más grande. Nos debes por las molestias que tu
hermano causó.
Cut rió, presionando dedos fríos debajo de mi barbilla, inclinando
mi cara a la suya. —Entiendes, señorita Weaver, Daniel llevará a cabo
la Deuda Final. Y si lo hace, ya que confío en que lo hará, todo va a él. Y
a diferencia de mis hijos anteriores, no me decepcionará. —Colocando
otro beso seco en mis labios, murmuró—: Felicidades, señorita Weaver.
Ahora perteneces a Daniel “Buzzard” Hawk...

Y hará tu vida un jodido infierno viviente.
Es el quinto libro en las Series Más Vendidas
del New York Times.
Habíamos ganado. Habíamos superado la
mentira y la traición y prometimos una alianza
que nos liberaría ambos. Pero incluso cuando
ganamos, perdimos. No vimos lo que venía. No
sabíamos que teníamos que planear una
resurrección.
Nila Weaver se enamoró. Regaló su alma
completa a un hombre que creía era digno. Y en
el proceso, se destruyó a sí misma. Tres deudas
pagadas, la cuarta a sólo unos días. La Herencia
de la Deuda casi se ha cobrado otra víctima.
Jetro Hawk se enamoró. Dejó caer sus paredes a una mujer que creía
que era su cura. Por un momento, fue libre. Pero luego pagó el precio
más alto.
No hay más amor. Sólo guerra. La esperanza está muerta. Ahora, sólo
hay muerte a su alrededor.
Pepper Winters asume muchos roles. Algunos de ellos incluyen;
escritora, lectora, a veces esposa. A ella le encantan las historias
oscuras y tabú. Cuanto más torturado el héroe, mejor, y
constantemente piensa en maneras de romper y arreglar sus
personajes. Ah, y sexo... sus libros tienen sexo.

También podría gustarte