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Umberto Eco Interpretación e Historia Pags 42.

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Con todo, quizá sea interesante para el propósito de mis conferencias hacer una lista de las
principales características de lo que me gustaría llamar un enfoque hermético de los textos.
Encontramos en el hermetismo antiguo y en muchos enfoques contemporáneos algunas ideas
inquietantemente similares; a saber, que:
(a) un texto es un universo abierto en el que el intérprete puede descubrir infinitas
interconexiones;
a. Efectivamente es así en principio, sólo que el espanto de Eco se debe a que confunde
infinitas con cualesquiera. De hecho las intrepetaciones posibles son finitas y en
número muy pequeño debido a las constricciones múltiples fruto de la historia común,
educación y los espacios imaginarios compartidos. Más la vagancia típica del género
humano (principio de economía)

(b) el lenguaje es incapaz de captar el significado único y preexistente: al contrario, el deber del
lenguaje es mostrar que de lo que podemos hablar es sólo de la coincidencia de los opuestos;
b. El lenguaje no puede “captar” lo que no existe (el significado único y preexistente) pero
eso no implica más que eso mismo y no exige ningún “deber”

(c) el lenguaje refleja lo inadecuado del pensamiento: nuestro ser-en-el-mundo no es otra cosa
que ser incapaces de encontrar un significado transcendental;
c. esta postura es más bien la de los modernos desauciados. Sólo se piensa en
inadecuación e incapacidad si se supone la posibilidad del “significado transcendetal. Sin
este no hay “falta-falla” pues no hay ideales a recubrir.

(d) todo texto que pretenda afirmar algo unívoco es un universo abortado, es decir, la obra de un
Demiurgo inepto (que intentó decir que «esto es así y en cambio causó una cadena
ininterrumpida de infinitas remisiones en las que «esto» no es «así»);
d. La pretensión de la univocidad es efectivamente un absurdo, pero eso no implica que
nos regodeemos en una infinitud tan insignificante como la vacuidad. El significado es
siempre “acotado” nunca uno, nunca infinito.

(e) el gnosticismo textual contemporaneo es, sin embargo, muy generoso: cualquiera puede
convertirse en el Ubermensch que se da realmente cuenta de la verdad, siempre que esté
dispuesto a imponer la intención del lector sobre la inalcanzable intención del autor; es decir, que
el autor no sabia lo que estaba realmente diciendo, porque el lenguaje hablaba en su lugar;
e. encantadora descripción de los extremos absurdos del “giro linguísitco”

(f) para salvar el texto -es decir, para transformarlo de una ilusión del significado en la conciencia
de que el significado es infinito-, el lector tiene que sospechar que cada línea esconde otro
significado secreto; las palabras, en vez de decir, esconden lo no dicho; la gloria del lector es
descubrir que los textos pueden decirlo todo, excepto lo que su autor quería que dijeran; en
cuanto se pretende haber descubierto un supuesto significado, podemos estar seguros de que no
es el real; el real es el que está más allá y así una y otra vez; los hílicos -los perdedores- son
quienes ponen fin al proceso diciendo «he comprendido»;
f. afirmar la posibilidad de una semiosis infinita no implica para nada que uno suponga
como imposible el ponerle término. Sencillamente exige admitir que los límites no estan
dados sino que somos nosotros los que los ponemos y no propia “voluntad constructiva”
sino en un interjuego social, tecnológico y lingüístico. (Nosotros es un colectivo híbrido)

(g) el lector real es aquel que comprende que el secreto de un texto es su vacío.
“Los que creen en la materialidad son como vacas/ los que creen en la vacuidad son
peores.
Reconozco que he hecho una caricatura de las más radicales teorías de la interpretación
orientadas hacia el lector. De todos modos, creo que las caricaturas son con frecuencia buenos
retratos: es probable que no un retrato de aquello de lo que se trata, pero al menos de lo que
podría llegar a ser aquello de lo que se trata, de llegarse a un acuerdo sobre aquello de lo que se
trata.
Lo que quiero decir es que hay en algún sitio criterios que limitan la interpretación. De otro modo,
nos arriesgamos a enfrentarnos a una paradoja puramente lingüística del estilo de la formulada
por Macedonio Fernández: «En este mundo faltan tantas cosas que, si faltara una más, ya no
habría sitio para ella.»

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