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Claro, aquí seré un poco menos descriptivo de lo que fui en el libro, ya que hasta yo
puedo reconocer que mis descripciones eran bastante extensas, pero sentí que eso les
ayudaría a imaginar el México de aquel entonces.
Entiendo que en su escuela les dieron clases de historia, donde seguramente vieron el
tema de la intervención francesa. Sin embargo, hoy les pregunto, ¿qué fue lo que les
enseñaron? Les puedo decir con bastante certeza que lo único que les enseñaron o
recuerdan es que la intervención francesa sucedió durante los años 1862-1867 y su
causa fue que Benito Juárez anunció la suspensión de pagos a la deuda externa.
A finales del año 1863, el ejército francés ocupó México. Estábamos en días nefastos,
la desgracia nos perseguía y cada batalla para nosotros era un nuevo desastre.
La ideología de muchos variaba, para unos el patriotismo era cuestión de
temperamento, para otros era la simple gloria, un platonismo de los tontos. Mientras
que para otros era meramente ambición de subir. El nacionalismo se convirtió en algo
subjetivo y para cada persona tenía un significado distinto.
Pero hablemos de Feranando, mi amigo. Él era un muchacho joven, pues solo tenía 25
años. Era de cuerpo raquítico y endeble, moreno, de ojos pardos y regulares, nariz
poco aguileña, bigote pequeño y negro, cabellos lacios, oscuros y cortos, manos flacas
y trémulas. Era taciturno, siempre estaba sumido en profundas cavilaciones; era
distraído, metódico, sumiso, reservado, frío y antipático.
Comparado con Enrique Flores, puede parecer un hombre minúsculo, sin gracia
alguna, ya que Enrique era un joven de ojos azules, grandes bigotes rubios, bien
formado, perteneciente a una familia de magnífica posición, gallardo, buen mozo,
irresistible y seductor. Todo un dandy europeo, ¿verdad?
Yo sé, dejándote llevar por los estereotipos europeos de belleza y personalidad,
Enrique es todo un príncipe azul del cual todas las mujeres caen completamente
enamoradas ante sus pies, pero él no era más que la pura apariencia, solo era un
hombre llevado por la ambición del éxito, nada más que pensamientos vacíos. En
cambio Fernando, con todo y su frialdad y antipatía, era un hombre valiente, patriota,
con ideas liberales, romántico, apasionado y fiel a sus ideales. Era lo que me gusta
llamar un patriota de verdad; siempre se mantuvo comprometido a su país, luchando
por la independencia, y a pesar de sus conflictos personales, su lealtad a la causa
patriótica nunca desapareció. Él tenía una fe indudable a la independencia, teniendo en
cuenta que podría morir luchando, pero en todo momento estuvo tranquilo con eso,
porque sabía que la República triunfaría.
Y no hablemos sobre su idealismo de amor. Se planteó aquel dilema de preferir a su
patria por sobre su amada, y si eso no es un verdadero héroe, entonces no sé qué es.
Fernando, fue un hombre que desde niño careció del dulce placer de ser amado, desde
niño fue rechazado por su padre, y a las muchachas que encontraba hermosas, casi
siempre las veía enamoradas de otros. A pesar de esto, él creía que el amor era uno
de los grandes objetos de la existencia, opinaba que el sol era la ventana del alma, la
esperanza, el cielo de la vida, y que nada de esto tenía sentido sin el amor.
El gran comandante Valle del que yo les hablo, no podría ser nada sin nuestra heroína
romántica, Clemencia. Era morena y pálida, ojos negros que hacían estremecer de
deleite, una boca sensual, su cuello se erguía como el de una reina, pasaba por tener
una de las inteligencias más elevadas de Guadalajara, orgullosa y dominadora.
Su nivel ético, si me permiten decirlo, es discutible. Si leyeron la historia, sé que al
principio la amaron. Por un lado, se mostró como una mujer apasionada y capaz de
amar profundamente, lo cual es sumamente positivo, claro, desde una perspectiva
emocional. Clemencia también tenía una gran pasión por la justicia y la libertad, y se
involucró en actividades políticas para luchar contra la opresión y la injusticia. Sin
embargo, sus acciones también involucraron seducción y manipulación a ambos
personajes masculinos, lo cual, no me es muy ético, no lo sé, tal vez solo estoy
defendiendo a mi amigo.
Así que, simbólicamente, digamos que Clemencia es la dualidad entre el amor y el
patriotismo, mostrándonos cómo estos dos aspectos de la vida de un individuo pueden
entrar en conflicto y generar dilemas.
Por último y para terminar este breve relato, quisiera darle las gracias a Ignacio Manuel
Altamirano, quien me animó a contar esta historia. Ignacio cree que es importante
contar historias como estas, donde se resalta el esfuerzo que muchos personajes han
hecho por la defensa de los principios liberales, además de un México justo y libre.
Algo me dice que Altamirano y Valle eran más similares de lo que yo podría imaginar.
Suena interesante plasmarte en tu propia historia ¿No lo creen?