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Todos perseguimos la belleza...

La añoramos frente al espejo y quisiéramos poder


capturarla como un vestido del que nunca más salgamos...

La conocí en la boda de mi hermana Erika con Eduardo, ella era la hermana del novio, la
"famosa joven tarijeña que había llegado a ser Miss Bolivia y finalista en Miss Universo..."
eso y que era una gran dentista, es todo lo que yo sabía de ella, y que hasta su nombre era el
de una reina: Natasha...

Yo era una chiquilla tan joven que solo sabía percibir la vida... siempre hipersensible...
percibía intensamente todo, y pensaba mucho en la belleza, como todas las changas,
añoraba ser una mujer hermosa... como mi madre... como mis hermanas... de esas que
perfuman el mundo con solo existir... pero no sabía lo enorme que puede ser el efecto de la
belleza de una mujer en quien la contemple.

Cuando vi a Natasha la percepción en mis ojos conoció otra forma de magia... otro nivel de
asombro... nunca había visto a alguien tan fascinante, unos ojos tan rasgados y amplios...
de ese color confuso, mágicos y sutiles como dibujados por quien escribió Las Mil y Una
Noches... toda ella, su rostro, su figura, sus movimientos, su mirada, su aura, eran más
bellos de lo que la imaginación puede crear. Magia que ninguna fotografía podría capturar
ni las palabras pueden tocar...

Ella, que ya era madre joven, entró en casa la noche previa a la boda, como cualquiera de
los miembros de nuestras familias que se unían, entró sobria y elegante, sin notar los
asombros... porque creo que como yo nadie podía dejar de mirarla, todos estábamos
hipnotizados por la perfección extraña de sus rasgos... por ese algo exótico que emanaba su
mirada, sus labios dibujados, su largo cabello negro recogido en una alta cola de pura
sangre; al mirarla mis ojos se ponían felices, me era necesario verla más y más, descifrar su
perfección, registrarla en mi memoria, observar sus gestos, sus palabras, el tamaño de sus
pestañas, el color de sus iris, la finura de sus manos, su luz... ¡necesitaba yo aprender de
ella a ser!

Hablo de la manifestación de la belleza, de esa magia que nadie puede negar y a la que
nadie puede ser indiferente... como el placer de observar una flor sutil o un atardecer sobre
el agua... es algo indecible... la sensación de percibir al creador esforzándose en la
confección de esa perfecta pieza...
Años más tarde volví a verla, esta vez yo ya era una mujer capaz de hablarle y de ser su
amiga. Vino con su hermana Marcela y la mía Erika, a pasar unos días en mi casa en Santa
Cruz, vino a ser feliz.

Habían pasado 10 años desde esa primera vez que la vi, y Natasha seguía brillando, su
magia no había decrecido ni se había ajado, al contrario, había sido potenciada por la
madurez de quien sabe y controla el impacto que causa su presencia en el mundo y va por
la vida disfrutando intensamente de la admiración y el asombro de todos.

Y si... sé que todas las mujeres somos hermosas... pero hay algunas, muy escasas, que han
nacido para enseñarnos a todas a serlo, a levantar la frente más dignas, más grandes, porque
son profesionales en ello, en cada paso, cada gesto... que sin esfuerzo alguno te hacen
adorar y agradecer su existencia como un amuleto de inspiración.

No olvido su rostro y su voz en la mañana diciéndome: "En esta etapa de mi vida me siento
más plena que nunca... a mis 40... los 40 años de una mujer son la mejor edad, porque ya
sabes lo que quieres, eres más fuerte, sigues siendo joven, pero ya no tienes miedo..."

Con sus dos hijos ya grandes, y su profesión sólida, la libertad se le abría como cola de
pavo real... dejando fríos a todos los que la miraban... y ella sonreía, llena de vida, llena de
amor por la vida... llena de luz...

La recuerdo dorada, disfrutando el agua de la fuente sobre su cuerpo, sintiéndose hermosa


bajo el sol, posando perfecta para nadie más que para sí misma, o para todos los que la
vieran, le daba igual, ella brillaba para Dios...

Natasha... querida, dulce, amorosa Natasha...

Se nos fue de este plano de la vida... tan joven... ¡su belleza no conocerá la vejez! Ella era
muchísimo más que una mujer muy hermosa físicamente, era hermosa en el alma...
Su dulzura, su sensibilidad, su inteligencia, su bondad y tanto más se queda nuestros
corazones hasta el final.

Aprendí de ella a amar la feminidad, y dignificar la belleza, la magia que cada ser tiene que
permitir brillar en el mundo; aprendí a amarme a mí misma y a darme permiso para ser...
para disfrutar del ser mujer en todas las etapas de la vida...

Nunca me voy a olvidar de ti Reina Divina, te admiro en todo, gracias por haber existido...

Te has ido vestida de toda tu luz, de toda tu belleza...

MARIANA BEDROW

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