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> 2 & S & 8 5 3 8 ° 2 3 7 5 2 | DIMUUIQUOI TT POpIIOS PUP ae | : VINONOOT —— MIONGSa | | VIYOLSIH “Bq Yyouuay uyof | DAM OOAAAMA NAMEN AMAA RA RAR HK i INDICE | Agradecimientos 1. Una visién panoramica IL. Después de Adan IH. £1 perdurable intermedio Los mercaderes y el Estado El proyecto francés El nuevo mundo de Adam Smith Refinamiento, afirmacién y las semillas de la re vuelta. VIII. La gran tradicién eldsica (1]} Por los alrededores| 1X. La gran tradicién clasica (2: La corriente prin- cipal .. "Th gran tradicion eldsica [3} La defensa de la fe XI. La ofensiva general : XII. La peculiar personalidad del dinero XIIL Focos de interés en Estados Unidos: El comercio y los monopolios; los enriquecidos y los ricos XIV. Culminacién y eritica XV. La fuerza primordial de la Gran Depresién XVI. El nacimiento del Estado del bienestar . XVII. John Maynard Keynes : XVII. La confirmacién de Marte as XIX. Pleno mediodia XX. Crepisculo y toque de orac XXI. El presente como futuro [1] XXII. El presente como futuro [11] Bibliografia u 19 31 43 59 a 87 103, 47 127 14 155, 171 195 aun 29 241 259 215 291 309 319 329 DHMOATHAHRHMMOMOMSARHAMAHRMAOH LOE HEE Pe CECE EEE EER EEE EE EEE EEE — AGRADECIMIENTOS La deuda que todo escritor tiene para con sus amigos es por o-general mayor de lo que 1 mismo sabe. La mia es particular. mente grande, y sin duda todavia mayor de lo que advierto. Dos ge mis colegas de Harvard, Robert Dorfman y Henry Rosovsky, tne han ayudado en determinados temas, y el profesor Dorfman jeyé todo el manuscrito en une versién anterior. Therese Horsey se ocupé de mis asuntos de oficina mientras yo escribia esta obra, } tomé a su cargo una infinidad de cuestiones diversas que de lo Zontrario habrian acaparado mi tiempo y despertado mi mal hu- tnor. Eric Roll, lord Roll de Ipsden, mi amigo de tantos, tantos afios, a quien este libro esté dedicado, ha sido para mi una fuente continua de ideas en todos los aspectos del presente estudio. ‘Tengo también una deuda muy especial desde todo punto de vista para’con dos dilectos auxiliares. Edith Tucker ha mecano- grafiado una y otfa-vee estas paginas y ha Jlevado a cabo las in: terminables basquedas y verificaciones que se imponfan. Una vez qe pregunté si no estaba cansada de la tarea, y ella, muy hébil- mente, me respondié con una evasiva. ‘Andrea Williams, mi asociada en todas mis empresas de escri- tor durante casi treinta afos, ha leido y releido el manuscrito y, como siempre, me ha aleccionado para que observara la claridad ide expresion y las reglas gramaticales que con harta frecuencia descuido. Aqui le doy muy especialmente las gracias ¥ por dltimo, mi amor y gratitud a Catherine Galbraith, quien durante los tres afios transcurridos en el presente trabajo me pro- digé el aliento, el afecto y, sobre todo, la tolerancia que todos los escritores ansian y que solo se otorga a los afortunados. COPCCHOCOHEGOCRHLHOEESF GEODEECESEGEGAE \ i ) -o190y ap owunfucs uesB un opor sod “epeuoTonjoaar wscy A ‘epese2 ye sjuswyeorpes oIstA wy 9s eo!UIgHODD epIA e| ‘SOUR Uat> sOUNTITD so] ug ‘swuauiquana|suo> uanby;pour as ‘eouaunsed ns reAsasuos ered ‘Seapr seyatp enb axe jen9 of ‘uoroeuso}suEN ap osaoard ont -uod ud oua!9 20d asopuyTfey ‘PUO!SNIOND opunu asa x “VeIaId -<1910] anb opunur [ap uofireur [e Jan apand se] as ou ‘se8n] £ woody ns ap o1onpord uos asdurays seoraguoss s¥apt sel ‘oysey oq yusou 10a ¥| 2p o1ezuOD £ [eisUaS OsMeUI |e eIVaUIP wJoUOIAya! wREY ounduyu anb us ‘sofeqen sns seBuojoid £ Bo.s09 ¥ ueorpap 28 sono ‘ugeAoUUY ¥] Pred sIqHNSYpUT OJWATEX uN ejaces osorpMAST un Senusnm opensge onquiy Un us ep as eudiasip e] UD sos -a1foxd sor] ‘So\dord ojjouresop un ap { epra eum ap seperop ugas@ seoluquose seapr se] anb osendns, wey ‘epoxeur vy gam ‘seigo $8369 ap sued Wes -onDs sym UNE emraIqord OMO PyALpOr KEY X ‘eyournodust ap 0 sg0reI op op -uats equnucs £oy anb 0] oppasnaso xepanb opedar} ei ‘opour aso ap ‘ugluour Jo ua Oprpiad wely as eysuENdaz] Yoo ‘seaugI9 o seper cine ‘senisioap S1USUUyea) Seap] Sel ‘OI ap zene A “KEW LEX O opseony pined “tiwg wrepy sod epefnunsoy UpIDeAsasgo fend o Te oe 20d opesed roqey exeanduny sa] aS onb op oso ja 102100 op -ionb uy ON “SOLIEpUNdES so] v UgIuIED OWS 'sayuEMOdus sextoL So] @ 0[9S OU UOIOUATE Ns opesipord uey “PeuoISaJosd ¥o!HD ET ap asiafianoid op Uy; e © Yo!WapLoe eIoUa|aOXa we] AezuEDTe od oZIINy “so ns ua ‘sauofaul So] wisely o1Dg ‘sazome sns woo epnap aIQkIap" stioD eu epyesntioo UauEL) SeIS|UOUO® So] Sopor £ OoUEPEDE O2tL -pur os0d ow ap soiqy soyonus oysadsai ye waistxg “osofeiuaa ose> po} wa tu orpmase ap xepndod odures un opis eq vounu seoruguOD® seap) Sbj ap euoISty ef “senStiaae ap sajiaiytp epeu Sauozes sod ‘08 srequia WIS { “eUOISTY ns ap CWUATUHTOOUOD UIs ePUTOUODS ef epUuet U3 epnrurpe eso> $y VOINYUONVd NOISIA VND. 1 a 12 JOHN KENNETH GALBRAITH res, a saber, el surgimiento de las grandes sociedades anénimas, el sindicalismo, Ja depresién y la guerra, el incremento y difusién ( de la prosperidad, la naturaleza cambiante del dinero, el papel nuevo y poderoso del banco central, la pérdida de protagonismo de la agricultura paralela a la urbanizacién y el incremento de la ( pobreza en las ciudades, la aparicién del estado de bienestar, las : nuevas responsabilidades de los gobiernos en lo referente al fun- cionamiento general de la economia, y finalmente, la implantacién | de los estados socialistas. Asi como ha ido transformandose el mundo econdmico, debe también ir cambiando necesariamente la economia en tanto que materia de estudio. Pero en el mejor de los casos las transformaciones de la eco- nomia han sido de dificil gestacién y slo se han aceptado con : renuencia. Quienes se benefician del status quo se oponen al cam- bio, y también aquellos economistas que tienen intereses creados ‘en algo que siempre han ensefiado y crefdo. A estas cuestiones me referiré luego nuevamente. Debe reconocerse ademés que mucho de cuanto se ha escrito sobre historia de las ideas cconémicas es soberanamente aburri- do. Un némero considerable de estudiosos, sin distincién de sexos, 7 opinan que cualquier esfuerzo afortunado por hacer las ideas ani madas, inteligibles e interesantes es sintoma de deficiente prepara- cidn. Y éste es un baluarte en el que normalmente se refugian quie- nes s6lo mantienen un minimo de coherencia. De los parrafos precedentes se desprende mi propésito al empren- dor esta historia. Procuro concebir la economfa como un reflejo del mundo en el que se han desarrollado ideas econémicas especi- ficas: las de Adam Smith en el contexto del primer trauma de la Revolucién industrial, las de David Ricardo en las etapas poste- riores y més maduras de la misma, las de Karl Marx en la era del poderio capitalista desenfrenado, las de John Maynard Keynes como respuesta al implacable desastre de la Gran Depresign. Con respecto a aquellas épocas o sectores en los cuales hay poco de interés a la vista y menos atin susceptible de ser descubierto en |: vida econémica, como en los tiempos anteriores al surgimiento det capitalismo o en las economias de subsistencia actuales, me he resignado a esa circunstancia. En efecto, las ideas econémicas no son muy importantes alli donde no hay economia. HISTORIA DE LA ECONOMIA B No soy contrario, ocasionalmente, a abordar detalles periféri- cos en el desarrollo del pensamiento econédmico si éstos afiaden igo de interés a la historia. Pero mi principal preocupacion es Siar y destacar la idea 0 ideas centrales de cada autor, escuela 0 época, y fijar la atenci6n, sobre todo, en aquellas que tienen con- seevencias duraderas y vigencia actual. En cambio, trato escrupu- Tosamente de ignorar todo lo transitorio, al igual que cualquier cuer- po de conocimientos integrante de la corriente principal que no Eitere ni desvie significativamente el curso de la misma. ado que ésta es una historia de la economia, y no meramente de los economistas y de su pensamiento, voy mas all de los eru- ditos y de su erudicion para referirme a los acontecimientos que Conformaron la materia, Y en caso necesario, aludo a sucesos que plasmaron la historia de la economia cuando no habfa economis- fas, El siglo pasado, como veremnos, fue en Estados Unidos una gpoca de intenso debate econémico sobre ta banca, la politica ban- Caria, el dinero y la politica monetaria, el comercio internacional y la politica arancelaria, Pero sélo de manera muy tardia, en las al: timas décadas, aparecié un nimero apreciable de economistas ca- paces de dirigir el debate 0 por lo menos de participar en él. Si en ‘ne limitara a la expresion formal del pensamiento fconémico, ignorarfa con ello una corriente rauda y caudalosa en ¢l flujo de las ideas econémicas. ‘Ya he dicho que las obras, o muchas de ellas, han sido aburri- das y a veces ostensiblemente oscuras. No creo que esto sea ne- Gesario, Tanto las ideas centrales como su marco de referencia Febosan de interés; han retenido el mio durante mas de medio si- tio, desde mi primer contacto en Ia Universidad de California en Berkeley, alld en 1931, bajo la orientacion de dos persuasivos pro- fesores, Leo Rogin y el imponente Carl C. Plenh.? Me inclino @ pensar que pueden resultar del mismo grado de interés para otras i Joh Sene Mugu ens Je sore I historia economiea Gara ‘len dcbo confess if rciidas de custo CAOPSCCHORGH2SEGSEEHAe CUORSTHHAHALHEER| he geet eres ete ‘weurazey ‘sespv07) upieyps eaese ‘esmucveag Jo sqdioug “ye oj9s assert aqap sprain fo A uoroeBiasoaut B| ‘Soonayad sous soy © 194 “atueagjasst owoo asamppxe epand anb oveainy onuayureviod “tod jp Ua oysnw £ey ou sand ‘odwe squsuteans orpmasa ap O19 Any un so s1Sg ,ePIA B] 9p SeETeUTpsO Sapepianae sel US peplxcuz ny Bj expnase 081s aysa ap e soueysrangun soirep st189 9p soUoleieues seyoNU ap uo!sesadsosap eI sooMA v A JOpEY =to1I0 O38} Jo oTy 01K 2p o1GY] O&nd aBprquIED ap Peprssaatun B] ap onsaew werd pp "yeysrey powyly Ollp— vojqyjod pytouoss eps ‘eypIp guourerdosd epurowcos e] ap oprusyue Jo e20q~2 -myeu 2] aiuauranaiq sepioge ap cwuswour [2 opeBal| By “eIOyY 2IOpUT esa ap sau0I® -sr01 rep0,01d & wereBal[ ou SeUTBYA smSD onb ‘o1:9I9 10d ‘ets oyonyy “esoqno aquow vin v senppep £ xexrou exed sovde “wewwasaid s900a © S01s9 anb opmsqe sai¥seD Jo Ua OUIOD sorasuRUT Soyo “24 So] v9 oquey ‘sorsedse sajdnjpu 20013 “eustur Js sod ayuRsas ayy ‘i209 esorsinb upfas ‘sa ynbe osayas au pend e] B RHOISTY ey ‘opvsoroiuisep aqueureind onsjap un vied uaBrew “soqey vpaqep souotn oj sod 0 ‘souorsono seys9 us Avy “wisiieaysn £ epis wxea eun Uo aszIpau! ap ey ONO: ON “enysn>x9 PUNO} ap ou o1=g ‘seuifed seisa ueorpap as anb Bj v ugisuasdwoo e| 59 Jey, “oanmny Jo oun UNBle uo PrLgsNE as ‘sauO|ENUE seYONU tuoo ‘ower sod £ ‘ayuosasd Je asiepuatus papod ssouo%9 oj9s ‘owsy, -a1908 [2 A ouistpendes yop sesauroid & ezajemieu y] A ‘ugysioau 2 voueg ‘onoye ‘ezonbir v ap A eiuad vf ap uoronqinsip ‘oojduasap £ onjdu ‘ugisonpoid £ sojsosd 9p vsyet wo opesed |e vista vl aBimp a5 15 o[9s ‘ugrsuasduroo ey ap o1fqo uos Saajes seyaip anb | vo upipout ¥] ue ogg “eOIsIY e[ Ua sepunyosd saoyex sua vo | -ougne erayeur ve somsai ayHoMjenyDe nb of ‘saquatndys swuiaed se] lio een a8 omtoy “opesed ap oxsaNIp oxonpozd un so “ZaK nS © ‘squasaid Jo A -aisx@ Soy anb 0] ap souenoduy semuawoya pueinsos -woo aiusuiayqeitsouy o2iny ja sond ‘aquasaid yo sapuoque ap x60 euad ef ajea :ug}ouapal ap pepyqisod eun sey “oRrequio wig Jone Je esuapua aiqeiuerganbur ns v se1ser8 ous “ominy ns wsonsouo!d sousmb ‘2p 40qe} B] ap elouafaoxa vy] ap PSNeD v OU “aAyAaIGos oMZDpOU O9 | st vwonooa ¥1 sa vinoisut siurguoas ema}sis jo ‘peplless UG “vISITEIOOS exon opeiop waiq wer up{n[e anb aprende sou soig ~riguinans onb weL:pur opuETEI}OONOD aquvlawes e sopeiuarjus UeJaIA aS soyueND anb senuatur ‘saiqerq “UIEDI9}UF S9U2Iq So] SOP 9p UOIsaSod ua ELLIS CLUOI “aIqEIUaE squeweuroidns vues vz91I90 v] ap oyodouour ns ‘oaquinprysoUT op punt un mq ‘orgouag ordord ns us eprezipin Bj onb ous ‘ounford [e WoIeMLOFN ns Jepuen o WSUEN UD spzAzUT ou onb eperfayjatid euosiod eun ap eneies as ‘sol ons ap eigey gnb wzo1s9 £ ugisjoard uoo Jaqes wuaipnd uomsye Ig ‘Haynoiqos ey:pod ou eysT]eDos OU OpuNU Jo Ua MUDRIA eoMgH 009 BuIRISIS [2 ‘a|qeoaduit exoNy OOFUIQUODS OYUDTUNDONOD |p 15 ‘soyrenu Sours -2150 sopo) oze|d ofsze] w» ‘souday oltp owog “voreyanos9 0 uOre| -nuiioy se] souainb ap oxaingt ajqeade un ugiquie oprsasedesap gage anb ous ‘oystp of ap euOMOM: e] opipied PugEY as oj9S OH aiqeuozer oduion 9p osdey un esed 1s X seperseuap Aeq “zapides WD UEpIAJO as ‘SeIDexaUL oO SepmIsaR ‘souoTDoIpard se] sepor and 50 viciuan eUIyU ng “ages ou anb raqes ou ap v{ OUTS ‘sages ap 2] $9 ou oortugZODe ofoTOIINY [Op UNIO seUE wOSYseNID Bl ‘01 saa ug “oursfondanss ayuafyjormy um wos sopimnbpe Jse so1uaytu}900 -09 50] uataidiaiuy ‘aisise so] vlouapnud ej js ‘anb apidur ou yen2 9 ‘sojo op so0eid J@ fod scumns sepeaaja ueSed sesaidura sns o Soatnoafe Soy “weqondsa sof seuOSIod ap soIlW “seontjod A soyeID +05 sauorstaaid set aaqos ugiquiey & ‘eanmguosa eansadssod | 9p voreoe sauormido sis suodxs exed wore pj aod weze|dsop as eo “fwgu029 w]J091 Ue sepepuome seysondns ‘sau epLo ‘sopruy Soper “Sq Ug -ounany 9 10d uproednooard eaysasqo wun IWATE “ez1309) el a8 foy owios [ea “emouoae e] anb ua opianoe ap uyseIS> SopoL, ‘opepina woo asreqnmso} agap oro9d sax [ S501 TI “e189 OUIOD eIORSTY eu ap ‘oyMDtEPaIDUOD K "e407 -stq 8] ap vonoyad pepytin e[ © eqanrenesq aurmayax e2OYe Oe SOIYIIE ap pepisazau UIs A semmiuoyy wis ‘2yuats209 ofenBua] Ja ua pranrexe uoo asze[NUIIO} Uuvpand ou anb sappy souorisodoid ejwouoss ap euiaieu ue Key ou ‘s910LLaIUE Sauo|SeI0 US OPIUSTSOS a1 ¥A OID ~s0y99] Jap UOYSHOAE -moo vy eqonid e ueduod onb sownse ap eyes} 2S ou A “seuOsiod HUVERTVO HLANNIX NHOE +r 16 JOHN KENNETH GALBRAITH ‘a aquellos interrogantes mas comunes, Y debemos tener en cuen~ ta que estos interrogantes adquieren mayor o menor urgencia segiin varian las circunstancias predominantes y a medida que van pa- sando los afios. En todo anidlisis econémico y en toda ensefianza de la disci- plina es crucial preguntarse qué es lo que determina los precios de los bienes y servicios. Y cémo se distribuyen los beneficios de esta actividad econdmica. Y qué es lo que determina la participa- cin de los salarios. los intereses, los beneficios, y asimismo, aun- que de manera menos precisa, la renta de la tierra y de otros me: dios fijos ¢ inmutables utilizados en la produccién. ‘A lo largo de la vida moderna de la economia, estos dos temas, la teoria del valor y la teoria de la distribucién, han polarizado el maximo interés. Todavia hoy se considera que la economia lieg6 a su madurez cuando estas dos cuestiones fueron tratadas sistema- ticamente a fines del siglo Vil, principalmente por Adam Smith Pero aqui, en el meollo mismo del asunto, se han producido cam- bios formidables en un contexto también cambiante. En tiempos Femotos, como veremos después, ni los factores determinantes de los precios ni los que fijaban los niveles salariales, los tipos de interés u otros factores distributivos tenfan mayor importancia Dado que la produccién y el consumo tenian por centro la unidad familiar, no habia necesidad de una teoria de los precios, y con esclavos, no era indispensable una teorfa de los salarios. En épocas muy recientes, aunque e| cambio de cuestién no ha sido reconocido por los economistas mas escrupuldsamente con- vencionales, ha vuelto a declinar la importancia de la determina- ign de los precios y de los factores que condicionan la distribu- Gin del producto. Los precios, en una sociedad pobre o de esca- Sos recursos, corresponden a los articulos de primera necesidad, y el precio del pan determina en gran medida el nivel de alimenta- cién popular. En cambio, tratindose de un mundo generalmente préspero, si el precio del pan es elevado, se renuncia a algin otro bien de poca importancia para poder comprarlo, o bien se consu- me otro alimento en su sustitucién. En la actualidad, muchas com- pras, y el consumo correspondiente, son de escasa significaci6n en comparacién con el pasado. Lo mismo ocurre con los precios. Una vez mas puede advertirse la necesidad de colocar cada cues- tién en su marco de referencia. ‘Junto con lo que determina los precios y Ja distribucién estén HISTORIA DE LA ECONOMIA 7 los demas temas capitales. El primero de ellos es cémo se difunde © concentra el ingreso nacional distribuido bajo la forma de Salarios, intereses, beneficios y rentas, o sea, en qué medida es 0 fo equitativa la distribueién de la renta. Las explicaciones y ra- Gionalizaciones acerca de la desigualdad resultante han sido du- Fonte siglos la tarea de algunos de los talentos econdmicos mas grandes e ingeniosos. En casi toda la historia de la economfa, ih mayoria de la gente ha sido pobre, mieittras que unos pocos han sido muy ricos. En consencuencia, se,ha planteado la impe- fiosa nevesidad de explicar por qué sucedé esto, y, frecuentemen- fe, por qué debe ser asi, En tiempos modernos, con el incremento y la generalizacion de la prosperidad, los términos de la cuestion xe han modificado considerablemente. Y sin embargo, Ia distribu- ‘an de la renta sigue siendo la cuesti6n mas delieads que tratan los economistas. En segundo término, la economia se ocupa de los Factores que conducen a un mejor © peor funcionamiento econémico det con: junto social. En un principio se trataba de investigar qué factores perjudieaban o mejoraban el estado de los negocios, como entonces eeidecia, Ahora, en cambio, se hace referencia a los elementos que yestringen o estimulan el crecimiento econémico. Y a los que cau van fluetuaciones, ya-sean ritmicas o de otra indole, en Ia produce ign de bienes y servicios. También aparece hoy el problema ur- gente, aunque relativamente nuevo, de por qué es imposible ea, 'a Sonemia moderna encontrar empleo itil para mucha gente dis- puesta 2 trabajar. En el siglo XIX, apenas se hablaba de paro; silo vevnuestro siglo la dificultad de asegurar un suministro adecuado de bienes se ha visto desplazada por la dificultad mucho mayor, y Tnucho mAs discutida, de hellar empleo apropiado para el mayor niéimero posible de personas en la produccién de bienes. Paralclamente a todas estas cuestiones, bay que considerar las institucfones implicadas en la actividad econdmiga, o sea, en 18 pro- Guocidn y fjacion de precios de bienes y servicios, y en la dist ucion de los resultados de las transacciones. Se trata del papel de la empresa comercial, grande y pequefia, y de la banca, el banco seneral at dinero en sus diversas formas y funciones, y los proble~ ‘nas especiales del comercio internacional. Sin olvidar a los gobier- fos y 2 las politicas que éstos aplican, pues las mismas infiuyen, gn mayor o menor medida, sobre todos los procesos € insritucior nes mencionados, COOGAOAAEHHOHHSESHHEHELACANAATEHOKRE ‘ze aed Peja cue ong a stoop uainguae ot “ondinny sovae wasulu vo siesed op ti sepacno pod ou monks pee v9 wpsisuoo oumsues yediound 9 “epiousu eiso vaed 4 “arueUI9G -08 sysoulur epronpor eun axed oajes “jeuzsouutgut ea —syur oood & soprlas soundye ‘seprioqeja sepiqag sew9i9 29 [2 ‘sonisgq S03 UsWID ‘se[euewo|e Sepuataia— souarq ap otIMsUOD © osn young) ye aknque 2s Koy anb opniuas |p, vo [etzisnpur peplanse Bo0d ouad ‘sonzppsa euoAeur ns ua ‘souesar cae soptoiows viqd}y “yemoe opeoysluals ns ud soo|wigtiaD® sons unio ou ‘seucypesr sagan svood seun ap £ ewoy ap ugiodaoxa uoD ‘seyanbod saueiseq ‘o[las uesos owioa ‘0 sepuvid ‘pepongnue ry 2p sopepno sey osag “euIOy “Opor a1qos ‘A seuaTY ‘oIUIOD “eed Sq !Souegin Sos9us0 soy ap THOISIY ej $9 opojiad Janbe ap ewoAsT ¥] 089 sod f ‘sapepnip se] tia weqenusoUdd as ‘TeISuapises epta By epipour oueng wa K ‘jesny]no € eotisjod “yemaajaiut epla ey “sone +89 0] 839 ofeqess op zien e] £ “seROY J9 E19 U!SONPaId ap pe| jun vj ‘eimyynonte ef ewoy ua owoD vIOaI9 us OUR eID BOISy. worwuguose peplange ey "esombys uepsixa ou 'sopeulorotioM seUNDy -ord So} ap eLoseur vsuouity ey ou § ‘soyonur “eueUFOr eoodg 2] UD ofan] £ asuoruaye otsaduay [9p £ sefaue syjod sey ap sodwan ty ‘vpund +28 pj e stueyodumt spur jaded un aysinqysze spuodsaziog “semua “Yap S89 ap exourud vf & seysondsar ap eayey B opmauve ueY E> Yu1guoda eHIO=} e| BP SAL0PELI0ISIY SO] BP eLOKE PI “Souoradaox sanisnjt von “opejnusioy wey 3s ou Une SazueFOLz=1UI $0] anb ee ~zepaqo seasondsai ap vpussne pj anb s9psons spond upiqurey. -opit enbos ezaynns ap opeif ja opezueoye ey ou oonmguose owualtuestod p anbiod sousiue omsdeo ap salueSousasut so] ¥ seisandso: ap Pjouasne eun opeurussoiep opoyied samnbleno ua sun30 2pan,] WNyav 3d sgndsaq > “OOISBIo Opunur fa ua RAUIMOUD 9s vEIOL She SHOP 2P otpmaso szabjeno eed opesqo epruzed ap own P and 28P $2 O1AqO “ootuguce® omaruresuad jop eLoIsIt Fy ap eway FP natninstog ‘uequenaid 23 anb pend 0 eoqqnd uoorere p Sosmno SOL § seisondexd soucronyos sey ‘seuaygoad soisa sopo ‘eago esa JeyIA9 Bremooid 14 Onur 2 aq A aes Bun woo weuo!29"D! sopor "eisueTe jemIsajaur saved : man aatord soueus conyjod j9 0 ‘oonvumfesd stawesorqes epg, LORE [9 ‘THpomc seus sopesasanul [a -seorugjod sede 2p. reo ean? 2ethwentoo ered ‘oogpuap azuemersondas opeuorser cog, iUst UR aMINSUED 9p efaql ‘[eaIper Uo!oEaRIpoU! eIln wyosar ‘sssearosqo apand unas “souorsano seisa ¥ 01 jar9J0. op ooseu Jo SSEPISHO a4ap ‘woyssadsa sounm eioueLG ap A ‘aruaupeuty HUIVHEIVO HIENNEY NHOr ar 20 JOHN KENNETH GALBRAITH servicios —una vez mas, provistos por Jos esclavos—. Las econo- inias de Grecia y de Roma en la antigiledad, indiscutiblemente, no eran en modo alguno economias de bienes de consumo. No se tiene nocién exacta de la forma en que los habitantes de las ciudades griegas ¢ italianas, incluida Roma, pagaban las pro- visiones s y el vino que obtenian del mundo rural. La gran mayoria de los bienes materiales se compraban probablemen- te con las rentas o las exacciones de las cuales se beneficiaban los terratenientes absentistas que vivian en las cludades, cuyo produc- to se utilizaba a su vez para pagar los productos agricolas. Puede suponerse también que en algunos casos los pagos a Jos residen- tes de las ciudades se efectuaban simplemente en especie. © quiza, que percibian sus ingresos en forma de impuestos,_ susceptibles de ser utilizados a su vez para pagar los productos. Y las minas de plata proporcionaban ingresos a Atenas, asi como el tributo mi- litar se los facilitaba a Roma. Es cierto que Jos cereales y otros productos llegaban en grandes cantidades a los puertos de El Pireo y de Ostia, pero se desconoce qué productos se exportaban a cambio. El examen, de las cuestiones econémicas de esta época figura prin- cipalmente en los escritos de Aristételes (384-322 a.C.) y por cier- to que no proporciona muchos elementos de juicio. Nadie puede leer sus obras sin sospechar secretamente algiin grado de elocuen- te incoherencia en materia econémica. «Secretamente», porque sien- do Aristételes el autor, nadie se arriesgaria a sugerir algo seme- jante. Tambien es verdad que muy pocas de las cuestiones que Tuego se constituyeron en materia econémica podian haber sido aplicables a la sociedad de la que hablaba Arist6teles. Los proble- mas que ocuparon su atencién —para él, inexplicables—y tenian lun Bitable acento ético. Como dijo Alexander Gray, distinguido es- tudioso de la historia de las ideas econémicas, «la economia [en la Grecia antigua] no fue simplemente colaboradora y criada de la Gtica [como quizé deberia serlo siempre], sino que fue aplastada y demolida por su hermana mas prospera y mimada, y los excava~ dores posteriores, en busca de los origenes de la teorfa econémica, 123-149. EI profetor inte, wadsitice de Rison saad respecto Finley, The Ancient Economy, pi Decuneto ea cotan cuctioncs. foe ge de 151 8 1979 HISTORIA DE LA ECONOMIA 2 sélo han podido recuperar fragmentos inconexos y restos mutila- dos». Dejando de lado el cardcter elemental de la vida econémica, 1a razén més importante de que en el mando antiguo se atendiera 3 Jas cuestiones éticas, desechando las econdmicas, es la existéncia de la esclavitud. «En todas las épocas, y en todos los lugares, el mundo griego se bas6 en alguna forma [o formas] de trabajo de- pendiente para satisfacer sus necesidades, tanto pitblicas como pri vades... Por trabajo dependiente entiendo la labor ejecutada bajo intas de las vinculadas con el parentesco 0 con las obligaciones comunales.»* Como ¢l trabajo ne.era remunerado, es obvi que no habia necesidad alguna de un criterio para deter- minar el monto de los salarios. Esto ocurrfa no s6lo en Atenas, sino en todas las ciudades helénicas. Dado que el trabajo era hecho por esclavos, se le asignaba una categoria subalterna que contri- buia a excluirlo del campo de los estudios. En cambio, lleg6 a re- sultar de interés la justificacién ética de la esclavitud, al igual que las caracteristicas del tratamiento que se daba a los esclavos, como puede observarse en Ja defensa aristotélica de la institucién: «Los Ge mas baja indole son esclavos por naturaleza, y ello redunda en su beneficio, pues como a todos los inferiores, les conviene estar bajo el dominio de un amo... En verdad, no hay gran diferencia enire la utilizacin de los esclavos y la de los animales domesti- cados.o? El problema era similar con respecto al interés en ausencia de ca pital, La gente toma dinero prestado y paga intereses por dos ra- cada Megane, Gry,m eralpmant of Heo poste Lardy, een, 1S crap foc durente muchos aon profesor de eeonomit f ‘ice ponsemienton de Ariesteles en matec tos en Bary Econarie Fhough, cet Shih ie tn cual go ae sncusniean féceen Greece, etiién de Brent D. Shaw y ie Pres font), yg Eta Elbo gr curly Economie Movi, pa, WO, Ares ata chis que algunos hombres son por naturales tata etait eo in vou comweman in‘yumantand je nomorarte 20 3 ‘inane LO MG ORARRGAHREGASGSSHOEAHHHTSALHRAH HET sour pepudicms wei? ofnggae ‘soueur soy amb yond A SHO fe seapopad & ugioeziuefo op ouoteur ua seiolou 21q0s SeIoUN “Yn sernuciog v aoseypsons 9] anb soueulos $0] owoD “OMI 2s ‘ootmguoss oytorunioaia [9 sod ug}ednooazd eI ap auesip sosin aid ‘Sojmersury ‘[eroroweD oyjoxsesep Te sxeye2 a= ab of Ug vaingord ao venos teacoxs assieuy anb Usenet ows jp vatuuguose vys021 v] ap osaiBord UeIB tn eLLEIEPISUOD 95 Sone vossoasod squsueanD O2]e ‘ejqey 0 ‘Key o1oodse a1so wo anb pepynfies uog “sorta spi eyonu! ofan apsop A sopan sousut oysnu wos serueuiesp so] £ sepes Se] nb sesyuona “soveieq ausweanefar & sony wees geod PNB Jp 4 ued jo anb ap oysod |e wag ‘ojdurole sod :ojquies ap 20/28 fp Kos ep soja qo anus HOUSIaRP e] ap Onsiour je o> epUEIPA, Byaepor renuntiod ap UeLIqeY| SOONEOUOS s9103Ne, Sof "XIX OTIS _ openua nu 2x {sopeagys Anus so‘eud v YezNOD a8 self souaU /S01 ap seundyp ob senootu ‘opraradt yp ve sofeq sear sored soy wausty onb se uos sajig SUL sesoo Se] ap Seung[e gab 204) :seysyuiouose so] © opuednocasd oon] eenuNues anb eN9 UO! “saford ap ewajqoid ono @ vous orsard uaIquIET Say “aucppe yur swzuayar gzanqoa ugnsano ise ¥ “Bong uoioedn2oaad sommb “jeno v zoxedns ugeoynsal cun dua opeazam ap ofsaid fe enb ‘3p swell vv spensiod 9p pep|senau | ouros sojais atueinp fuguose wuinDop v ap ug!ouRE ef O14 opednso ey LPEN GOIsM ovaid un aquauryeed 259 $9? :seyp sozsonu ua sUDHIA une emuEd “Guisiet op ouDipio8 opau ye eniasoudar anb & sorueyrus soisarndis sop #0} ta cormguooe ofanuresuad Jop o[|oaur [@ elies onb upypedn> “oaid ‘Soarrermnbo 0 soxsnf oie sojooud Soy 1S 2m} 53/239 ; fundaad opnd onb oot of ‘eIaton9stioa Wa “Soaviose ap souesed “oud $0] vied a]qysta ugroumy ap te]29re9 soIS9 K ‘uorsaNpoud ap S21 “Soo S0] 2p “eUs03 tao N vUN 3p "wenLiop sossaxd S07 “aq}au0D P| 28 oq outod es soroaud so] 2p eyo wun saqey eypod coodurea ‘598 auoyuy YU solseyes weyisIxS ou ondlyue opunu fe wo and oped ‘eanor[op uoronoose Bj e wIOUapuR ajqisuosdos wun oruoye onb ‘onriour WS ou [e1aUaR of sod “ouodns | df “opeipndas so o1einsn {q “opeyUaUTE|Bas Jas aqop arb asopUEL “apisuas “oigoido one op omiexs visa ov sopeuosied soureisoid Tod opeagos squotur je sond ‘pepijeniae ej us O99 an yaepor atin jou: opesed ja ‘0169 ty “esoypadsos vaseyy A “eues|eur queues ‘oar, uowemdar pun 9p ore{go OpuDIS oRUUED ‘TeNPLAIPUE OSM EO | fra ypNONOOS V7 aa ¥RLOISTH ‘sajeuosiad sepepiszoau soejspes © sopeurasep souejspud sod sas coro 9p 02900 Jo ‘oIquiLa Uy ‘wrouRsunaKD vse ¥ uETASK[e as atueunuop wong 2] £ osorSyjsx o\daoo1d yo anb Jouorod2oxe oynsez ow ef owawou! asa ap spied y “[euIBuo eisiummsesd je somyau -2q sns ap uorordionied eundje ap sib oxsiil stiw Sp ofjs aod anb A ‘oxaulp seued ered ezqnn of ourmysoad jp vuids wand anb auep ~Jn9 0poi [ap eapnsas opuen ‘oarzonpoid pPrdea Un sod oSed owoD “89s 0 ‘soujuie2 SOO ue eup of 9s opuEND pepHTquedsaL AUINb -pe & eSa]| 19s sproqUT [p,-eoURVOdu Joew BUR BLLAIAbpE oon anb zuew. un ube AeH “epay pepy e suemp esoambour eau -eur ap opeuopuco opuals ginfis —saruaipnd spur soj sod o1aup ap uugisasod vj ue epeseg sopzunssoye souaitt so] 2p wotsi0rx9 BUsIpUT kun eqeiuasaidar spiaiuy ja anbrod ‘sop so ugzel eusstar eso “rog cspiamur jo sueIpeUI ug}EMNae e vied ou oud ‘orquIED ~r9}uL Je ered OYDY ey 98 EpeUOUT LT song “EMSA ej Se “uO poy uoa € [oso ap] epeipo spur vimZos ep» :sqraqut 2p 01q00 J? swowesi#i9uo euapuoa ssjagisuy anb seyenxe 2p s oN sopeitszoau 0 S2fiqap So & sosafoueULy sosino -21 sorjduie uzasod anb so] a2yu9 souoyoefar op wuayaur us 2)U999p Aooasnl ‘orai109 of sa gnb “iaqes w “wong ap wwa[goid un vameyd 25 ‘pmitagjose | ap osto [9 Ua oloD “spur za eun anb opout aq. soquopnid soudur 0 sopeumnioye souaur s0] & vauodw! 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En cuanto a la moneda en sus formas y usos ms elementales, no es mucho lo que puede decirse. Se trata de una mercancia que por su divisibilided, durabilidad, disponibilidad adecuada pero no ilimitada, y, en consecuencia, por su aceptabilidad, ocupa un papel intermediario en el intercambio. Este papel ha sido desempettado por el oro, la plata, el cobre, el hierro, algunas conchas marina: el tabaco,! el ganado y el whisky, asi como el papel moneda y los depésites bancarios. Cuando una mercancia se utiliza como dine- ro adquiere cierta personalidad, cardcter mistico y escasez, y st precio —es decir, las cantidades 0 volimenes de otras mercancias que deben cederse para obteneria— se convierte en un problema especial. Cuando la mercancia es sustituida por elementos pura- mente representatives, como el papel moneda o los depésitos ban- carios, adquiere cierto aire de misteriosa gravedad aquello que de- termina el valor del dinero, 0 sea, en lenguaje ordinario, el nivel general de precios determinado por el valor del dinero, En la época de Aristételes, cuando corria el siglo IV a.C., ya hacia mucho tiem- po que se acufiaba moneda en Grecia, y ya un siglo antes Herodo- to (c. 484.425 a.C.) habia pronunciado su soberbio non sequitur sobre esta cuestién: «Los lidios se gobiernan por unas leyes muy parecidas a las de los griegos, a excepcién de la costumbre que hemos referido hablando de sus hijas [la prostitucién consuetu- dinaria). Ellos fueron, al menos que sepamos, los primeros que acufaron para el uso piiblico la moneda de oro y plata.»® Aristéte- les describe los origenes del dinero con admirable claridad y con cisi6n, observando que: sR NA RT HISTORIA DE LA ECONOMIA 25 distintas transacciones de la vida no se llevan a cabo con faci- idad, motivo por el cual los hombres han convenido en emplear para sus tratos reciprocos algdn elemento intrinsecamente til y de facil aplicacién a los fines referidos, como, por ejemplo, el hic- ro, la plata o alguna substancia similar. Bl valor de estos elemen- tos se media inicialmente por ol tamafo y el peso, pero con el tiem po se llegé a ponerles un sello, para evitarse la molestia de pesar los y de marear su valor. Hebiendo identificado la naturaleza de la moneda y de la acu- flacion, Arist6teles pasa a considerar el lucro, que en su forma pura le parece aborrecible: «Hay hombres que convierten cualquier cua- lidad-o cualquier arte en un medio de hacer dinero; lo toman por un fin en si, y ereen que todo debe contribuir a alcanzarlo.»" Lo mismo que en el caso de la definicion de la usura, esta observa cién de Aristételes ha conservado su exactitud 2 lo largo de los si- los. Un gran ejemplo moderno de su tesis lo constituye, induda- blemente, el joven operador financiero que dedica todos sus es- fuerzos personales y toda su conciencia al lucro pecuniario y que mide por los resultados su logro personal. Quiz4 convendria que en Wall Street aiin se leyera a Aristételes, Empero, cuando prosigue con perceptible esfuerzo su andlisis det asunto y se propone distinguir entre las formas legitimas e ile- sitimas dé lucro, no es mucho lo que puede ensefiamnos. Al llegar 2 este punto debemos arriesgarnos a encarar la imperdonable ver- dad de que su contribucién no tiene mucho sentido, Los estudiosos que no han quedado satisfechos con la aportacién de Aristételes al tema de la economia ateniense han optado por Jenofonte (c. 440-355 a.C.), discipulo de Sécrates y hombre de in- clinacZones prdcticas, quien, largo tiempo después de su campatia al servicio de Ciro el Joven y tras haberla relatado de manera in- mortal en la Anabasis, se dedicé durante un breve periodo a-la ‘arte de siglo sigutente co Early Comore Thought, pig. 19. GGRMOCHOKG OBE AUREETHOHHOHHEECHHHHOOHS Pa Waihi AG aN nN aysvoyy armouory Meg {61 od haan 9 ont any sin ‘pupent) meee) Swe] or 2p uoDoapea se Syd -e1stry © ganow anb o ‘soopmouosa seuia} so} ap ugtaIsodxe epLy Bf OU £ oon oO ja any ‘siuaMAIUsTOYMS opearasgo ey as UNFAS or pepatd -oad v] ap 2oey 28 anb osn [2 ua aystsuos pepryeaqi Bj sond “wand “ye pepiqeioqi] zed9jdsap ya pepiso:sus8 ap ojdwol> zep eX eyipod._ aqpeu “upwoa ua e1afasod as opor ig ““ouvA ua om A ‘ezoyeanzeU E] 40d opeojnauy o:uaywnues un se ordord sow yo anbsod ‘soousad ‘a oBje anb squats azquioy [> opueno ‘s29e]d Jp so sofeu ayuoW -a{qvansusumuoau; ugnd)“Jeuosiad szaiuy je £ pepaidoid e| © 21g “eioney aitiaurzzoaynbauy opexeppap eyqey as varnb ‘sop siry ‘uo: 21d ap ojndiosip osoue} spur [9 Zod ayuowOLoIMe eprense prinoe 2b] Uoo asueziinbuesy ered equiseg ef oso “SEystunMDD sejouspua: seiopepiaa ap epeu “uy ua ‘sopeuapuoa £ sopiBaja oxjuo ‘sopau 1aqo3 { saitieuiogod axe uoisiarp ayuefey eum so0Iqe3so ‘oureH “yoo Ty “vontfod K vourguors ‘TepD0s peprensr eI ap sordzau09 sol e 6 exyenaaz e] @ (opeisaytuzu uey sono ows) epuar ap sounsyia, isa anb ‘2es](ur ojusuredues jap owsstunumoo [9 ‘opesrusy odnud un 2p ouistunwoo ja $9 UOWIg ap opLIs [9 and seaydxo 10d aa1850p ; 96 y"oUlT2199@ sOpearosued “Awin) LapUexayy sosejoud [a “AGEN, 1 desor sopeuss opesSopeu op arsed aod eiounuop ep < isd Ip sued sod woueyifia ap oja{go 49s oprpod wey: ‘opiatnaiqos Rioiqny 1s ‘sojessontun wea sauoysrodord ap einay eUN anb sepi09 -21 osourad sq -o1unse jap uoredroo as sousmb enue szjqndsosns Spur saropeLoasty sop & wo!sednooasd wood ou opesnes ey ‘eon; anb jeored sod ‘oursjanmon a epeY ugIe|d ap UODEUNDUT ET astunjoo eon emnd eun uesajord anb ‘equie 9p sol ap souew: us eifsjatjap opod Jp ood ‘9seq v] ue esoidura axqy] s9qeq apond 4 SeiolstEdwoo sns ap souesn A sod -tuioua ua ‘opersy jap sareijfene ap za uo & ‘sasopeiqe] £ sowop s1odeut ua upsnseauco 96 sasostajap ap Zan uo ‘sordoad sopepnes f seseo ‘sean ueTun soqj9 onb oruoutout |> uo 0394p aruowesoundit of ® Sopeytiny| sosouBuy sns asopuyliey so] anb souajq Spui s9asod © oysoi9p uaa ou £ eiounuel ep epia bun weaay] souand “sorporsn> so] uesn8y ‘oper a Viwonoos v1 3a viuoisi# “88 [oP Sauoiver0ud £ sen ouIOD ‘ousetgo# Jap aitiaxy fe o1eg epee 2PIA vun vred sulresasau sauoysayoud £ souofedno0 svsz9A Se{ ap oiuniuoo un “requs e “eonuguoss pepaua vun ap BULI0s PI ofeq aiusujemuass eyfuns anb opeisg un oiqioucs aisy “(‘De SHE-RZy 2) UOREIg OBUT OJoS9IK3 LeEId [ap OMIsIUNUIOD [e UOIsaypE epeysedsos 0 eprumnsasd ef uo aprsas ewayp 9189 ap vaso [q ‘ouisruntuoa jap twaiq 0 ordosd sgrorur jap even as 1S ‘soosniq operseuiap ezinb sou -fUs9) U2 “soqes B ‘eyoUODs Bj ap eIOpealioU £ BIOpEZIULBIO vz | 72ny Jedpuud e| © eanejar ey so ‘oduren oxisenu eed ejouounsad arueuoisaidwy ap ‘so8218 sol 10d epmizsns ‘yout, uonisana wun - pz) pels “2utep 59 OW upY “sapeuoIssyoud anb owe} ud eo\9:gua pmanre wun owodsox ye opradope su zed x 2p somyouag soy ap & euan8 e| 2p SootuIqUOs® sa1s00 so] ap seastiNoUeDa so] opednoo ueAEY a5 "seh ~tainais soge sowuaieinb jrur sop so] ua “zaa eies oj9s anb uoloedn -oeid ap oanour ‘owsara sod “sq gyezed vj ayaBinp s202I04) wied Ex, “timyeu 8] 10d opewop Jofew jo se seuary ‘sopor ap f ‘eduian spur sary apsep zed us uasoueuned anb sopeisa sojjanbe tos sosadsgad SgUI SOj epnp uls Sango :ayonseya Bj K pepyradsosd e] anus eYSuaT -2yP 8] epor mauasaidas exian8 v| ‘souIpeyed spur souuss9s soy uo ‘eitiojousp vreg “zed e] opueaissucs ‘oper ap eurous 10d “A ‘seu “7 9p softed ap ezuvjeq o) souressewey| Aoy anb o| ap ssruouod ss109 sajedioursd soy ap oun wera owaquD ns v onb ‘eyed ap seus $8] © sexopefeqen ap 2jq}s0d osauigu Jofeu! 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Pero ya ad- vertimos una tendencia que se reiterard a lo largo de toda la his: toria de la disciplina, y que es de principal importancia para su comprensi6n: tocante a la esclavitud, a la condicién de la mujer y al interés piiblico frente al interés personal, los juicios éticos mues- tran una fuerte tendencia a adecuarse a lo que a los ciudadanos influyentes les resulta agradable creer, reflejando de ese modo lo | que en otra obra he denominado la Virtud Social Conveniente.!” "Durante los dos milenios y medio transcurvidos desde aquella época, veremos a los economistas articulando la Virtud Social Con- ‘veniente ante el aplauso general. Pero también daremos con alyu- nos que, impulsados por una fuerte dialéctica mental, expresan l contrario y desafian aquello que a-los ‘giados, acomodados e influyentes les parece cémodo creer. Sélo asi puede entenderse ple- | namente él debate econdmico. ienes han escrito sobre la historia de las ideas econémica: soinciden en que la contribucién romana fue minima y hasta in significante. Continuaron cantando loores a la agricultura para aca bar entonando un himno triunfal. A ello sumaron miltiples suge rencias sobre métodos y administracién agricola, peto siempre, bien entendido, refitiéndose a la unidad de explotacién autosuficiente y no a una empresa comercial. Se plantearon algunas dudas sobre la eficacia de la esclavitud; por ejemplo, Plinio (c. 23-79 4.C.) ob- serv6 que «el peor sistema de todos es hacer labrar la tierna por esclavos recién salidos del correccional, como sucede con. todo tra- bajo confiado a hombres que viven sin esperanzaso.!® En el bejo imperio, cuando las fincas habian legado a adquirir enorme ex- tensién, a la gente le preocupé la desaparicién del pequefio cam: pesino y la aparicién de los grandes latifundios. Esta es otra de las preocupaciones que han sobrevivido: «Pase lo que pase, debe. | mos salvaguardar la finca familiar ¥ sin embargo, hubo una importante contribucién romana que por trascender Jos limites tradicionales de’la doctrina econémica ha escapado a los debates mds convencionales en la materia. Se _ trata del Derecho romano y su papel en la propiedad privada, La institucign de la propiedad privada se remonta a la prehis- toria: en las més primitivas comunidades tribales, los varones pro- En Economics end the Public Purpose (Boston. Hi inte Natural, ctado! on Gray, pigs 37 j 1 Mita, 1973), | HISTORIA DE LA ECONOMIA 2 clamaban como cosa propia armas, herramientas y mujeres. La Propiedad personal est4 aceptada en todas las sociedades, inclui- do el mundo socialista; las posesiones son en todas partes un as Pecto de la misma personalidad. Pero fue el Derecho romano el Que otorg6 a la propiedad su identidad formal y a su poseedor el dominium, es decir. los derechos que hoy se dan por supuestos. Estos derechos eran sumamente amplios: abarcaban no sdlo.e? uso y el disfrute, sino también el mal uso y el abuso. A partir de en. tonces, toda intromisién ajena, incluida la del Estado, no podria legitimarse sin alegar alguna justificscién. _ Ninguna institucién del mundo no socialista ha podido riveli- zar con la propiedad privada en cuanto a importancia, utilizacién ¥ afén de llegar a ella; a la vez, ninguna otra institucién ha sido tan fértil como generadora de discordia social, econémica o poilti, ca. Los conservadores, en la economia no socialista, proclaman con itreflexiva elocuencia los derechos de la propiedad privadan, mien- tras que los de la izquierda social (liberales, en la jerga norteame- ricana) alegan en forma contenciosa pero a la vez cauita | ses superiores del Estado o de la colectividad. Y la cuestin de la propiedad piblica o privada de los medios de produccién marca Ja gran diferencia entre los mundos capitalista y socialista. De modo que aunque la aportacién teérica romana haya sido escasa, fo por ello dejé el genio romano de identificar y dar forma a la institueién que, més que cualquier otra, constituiria el punto de mira de las aspiraciones personales, del desarrollo econémico y del conflicto politico en los siglos siguientes. COReeereaeaeges GAGGAECHOHRERETEHEE seupwa: seusou ae] 9p nisin 2p catnd 1 apsap tn smapeued ered ros Jeunes sunesee sprue ee ae Sop bop ed no “eu record op od Sontast eto © ‘euosiad ejos eun onb 9p owsyur oyDay [g yoMBMON oLsdun jop osomsafem sym oyonur sapod je ‘a1uamsisuds sod £ “saporay 2p eynbseuow e| ap sopiminsuoa sazepod so] e gyesep snsap ‘sopiiul shy siveurfendy souel|io ueyusy sumed 1oKeU As UD and soyndiosip, Jod opruedwooy ‘sour sej uoo eqefeqea anb aiual oj:aus eipad sapod ja ‘soperdeytatsd 80 ap ovratp otparap un ap eiouaisixeut ef gasousp anb ‘ouesaue un ap oftq “spsog ap [9 any ojdwolo fy JeUsozau ap 0 ref0de 2p ogny anb seayjoadsa seoiuiouose safe] se{ ap ospaut 10d ‘osauat un & ‘gino orib sajeoos sapninae £ serousei9 sey ap spre ? ‘ono ‘owas anb ojdurala ja auepou! gxRo] as ou “soxopemmp soy s9y9 san oan) pepurnsix) ef ‘enouopuess oydwe za nse anb s 8 seypnf sezueyosus se] A Ao] % ‘uofompen e] us epeseg -peputl “SQ Bf ang anb auewoduy syur ejaepoy pmb ope] o130 uo:q * -ure) ofep ‘euroy eurstur e] ou Ys ‘eueWIOI B19 e| ‘UaIG PIOYY yeany owoD euASMpur oFut pepaldosd ef ap ugisasod ef ‘quedmosr o ‘eyedwooe onb ugisiins vj souodwy ap peproedes 2] & rpod je enuoo ersyjyjos wjonaal 2] ‘Sousspow soduioa soy op upfohjoxos xode vw] ap ‘auataTouy A ‘sexeiogisize soy £ saqugiuareiay So] ap ommaop [9 e209 seus -edurea seyjonaaz sarqezouinuu} ap vaio je ejay 9 ona epia ef vied elsuersodust epuouian ap opeda] un opinifsuos ey “Koy sowepeurely 2] oo ‘epeatid pepoidard vf op uoionin -8ur 9[ Woo soueuox Soy ap osmunoxdul0d [9 ‘coywuguODd oyterWIEStod PP e2HOI61y WoDIPEN By ap aired ou1o9 oprouosa ou anbuny OGSWMELNI TiavanGyad TA Ii ar 99 wgioncaf nt ony soled op ed 4 eee wwe 2 JOHN KENNETH GALBRAITH un pequefio grupo de tal linaje, pudiera adquirir semejante influen- cia, distincion y autoridad, se convirtié en un ejemplo a citar y en una influencia a sentir durante los dos milenios siguientes. A quie~ nes en adelante se alzaron para protestar contra el orden econé: mico establecido se los vituperé como agitadores de la plebe, y a Ja vez, pudo alegarse en su defensa que Jestis, al atacar a los due- hos de la propiedad y del poder en Jeruselén (en términos deni- grantes, los cambistas y usureros del templo), era en de! modelo. Mucho mas alia de lo que estan dispuestos a admitir tan- tos cristianos conservadores, Jesucristo legitimé la revuelta contra el poder perverso 0 econémicamente opresor. Los sacerdotes de Araérica Central que actualmente se solidarizan con el pueblo para oponerse a autoridades rapaces 0 corruptas creen estar actuendo segin su ejemplo, y de esa-manera disgustan gravemente a los circulos més selectos. La principal de las actitudes sociales perpetuadas por el cris- nismo sienta el principio de la igualdad de todos los seres hu- manos. Siendo todos hijos de Dios, comparten por igual la frater- nidad humana. Conforme a esta ensefianza, resulté inevitablemen- te sospechosa la riqueza en cuanto elemento diferenciador entre hermanos y como fuente de poder, prestigio y goces desiguales. Yendo un poco mas alld en la aplicacién de este principio, llegé a creerse también en las superiores virtudes de los pobres, Como puede imaginarse, se suscitaron a raiz de ellos persistentes y per- turbadores problemas relativos a la institucién de la esclavitud, amén de otros anejos a la posesién y la prosecucién de riquezas, hasta tal punto que desde entonces adquirié especial distincién aquel cristiano que formulara un voto de pobreza. Durante los dos milenios siguientes, y hasta los tiempos mo- dernos, el gran propietario de esclavos cristiano y el rico devoto se vieron en la necesidad de procurar una justificacién teolégica especial a su buena fortuna, que por lo general obtenfan a un coste razonable. Por cierto que en tiempos de los Papas del Renacimien- to la propia Iglesia habia legado a reconciliarse con la acumula- cién de riquezas por parte de sus sacerdotes: las indulgencias se vendian tranquilamente, los cargos eclestisticos se cedfan al menor postor, y los ricos, cuyo acceso al reino de los ciclos se habia con- siderado dificil, podian obtenerlo en seguida, con tal que sus sol- ventes herederos les compraran un pasaje para atravesar sin mas demora el purgatorio, método éste que debe de haber origina- HISTORIA DE LA ECONOMIA 33 do une seria aglomeracién de pobres honrados en ese inhéspito paraje. Pero en definitiva las actitudes cristianas hacia la riqueza, no menos que la igualdad de todos los hombres ante el Sefior, sobre- vivieron a tales aberraciones. Con la Reforma fueron corroboradas en las tesis de Martin Lutero, y en las normas adoptadas luego por la Iglesia romana. De este modo, paralelamente a una notable adaptacién a las necesidades, preferencias y placeres terrenales, persistieron las doctrinas cristianas originales que preconizan el repudio de las aficiones mundanas, en el sentido pecuniario. La relacién mas especifica del cristianismo con la economia se desarrollé en et terreno de las leyes relativas al préstamo con inte-” rés, Se consideraba que el trabajo, como factor de produccién, era en si algo bueno; Jess y los apéstoles se refiricron a él en forma, encomiastica; se estimaba que el trabajador era digno de su sala- rio. Y no se criticaba con severidad la renta del terrateniente. Pero la doctrina cristiana primitiva condenaba seriamente el cobro de intereses; al igual que entre [08 griegos, se la considers ba como una extorsién que los mas afortunados infligian a los fortunados, necios 0 empobrecidos, urgidos por necesidades y obli- gaciones superiores a sus medios. La concepcién del préstamo ‘como medio que e] deudor pudiera utilizar a su vez para obtener genancias no tenfa curso en la antigua Roma y no justificaba el cobro de intereses. Er-verdad, la bisqueda de tal justificacién preo- cuparia a algunas de las mentes més.innovadoras durante mil ochocientos 0 més anos; a lo largo de todo ese periodo el presta- mista asumi6 un papel dudoso, hasta reprensible, y si se trataba de un judio (y por tanto, afectado en forma mas ambigua por la prohibicién de cobrar intereses) se convertia en un blanco obvio del antisemitismo. En épocas recientes lleg6 a formularse una teo- ria nada razonable? segiin la cual las restricciones que la religion cristiana imponia al préstamo por interés otorgé a los judios un papel principal en et desarrollo inicial del capitalismo. Esta tesis, minimiza lamentablemente la capacidad de la doctrina cristiana de acomodarse a las necesidades econdmicas, y la sefialada im- 2, Su principal exgonente fue Werner Soymbort (1863-194). historiador-economista fx diigante pero io del todo fidedigne. Dado 3u cu Glencoe, 1963). bags. at

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