Gracias Jesús mío, por este momento en que llegas a mi vida,
para recibirte con tu cuerpo, con tu sangre, con tu alma y con tu divinidad.
Gracias por reconocerte como mi único Salvador y Señor.
Gracias por mi pequeño hogar, por mis padres, mis hermanos.
Por esa iglesia doméstica, por ese santuario de la fe, donde aprendía a llamarte “Padre Bueno” y en donde me enseñaron a amar y adorar a Jesús en la Eucaristía.
Gracias Señor por mi colegio, por esta comunidad educativa
que siempre me ha enseñado a conocer y amar más a Dios.
Gracias Señor Jesús, por todos los que creen, por los que tienen una razón para vivir, por esa gente que vive y siente tan cerca al Señor.
Gracias Señor Jesús por toda la iglesia, por el pueblo de Dios
que me acompaña en el proceso de madurez de mi fe.
Gracias por la Virgen María, porque siempre he sentido su
presencia, su mano maternal.
Que en este día maravilloso mi corazón de niña (o) te
agradezca por la vida, por la esperanza y por el deseo de acercarme más a ti, en la Sagrada Comunión.