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INICIA ACCIÓN DECLARATIVA DE INCONSTITUCIONALIDAD –

SOLICITA MEDIDA CAUTELAR DE SUSPENSIÓN DE LOS EFECTOS


JURÍDICOS DE LOS ARTS. 267 Y 269 DEL DECRETO DE NECESIDAD
Y URGENCIA N° 70/2023 – SOLICITA CITACIÓN COMO TERCERO
INTERESADO AL MINISTERIO DE SALUD DE LA NACIÓN

Sr. Juez Federal,

MAXIMILIANO ALBERTO CEBALLOS, abogado inscripto al


T° 602 – F° 831 de la CFALP, JUEZ del JUZGADO DE PRIMERA
INSTANCIA EN LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO N° 1 del
DEPARTAMENTO JUDICIAL de AVELLANEDA-LANÚS, por derecho
propio (en los términos del art. 16 in fine, de la Ley
22.192), con domicilio real en la calle Basavilbaso 1960,
2° “C”, Partido de Lanús, y constituyendo domicilio
electrónico en 20309704224, ante VS comparezco y digo:

I-OBJETO

Que vengo por medio de la presente a iniciar acción


declarativa de inconstitucionalidad en contra de SWISS
MEDICAL S.A. con domicilio legal en la calle San Martín
323, piso 12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y
solicito se cite como tercero interesado (en los términos
del art. 94 del CPCCN) al ESTADO NACIONAL – MINISTERIO
DE SALUD con domicilio en la Av. 9 de Julio 1925 de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a los fines de que VS
declare la inconstitucionalidad de los arts. 267 y 269
del Decreto de Necesidad y Urgencia N° 70/2023, en
relación a los aspectos desregulatorios de las empresas
de medicina prepaga y ordene a la empresa SWISS MEDICAL
S.A. a actualizar los aranceles del suscripto, conforme
a las autorizaciones que le disponga el MINISTERIO DE
SALUD.

II-HECHOS

El suscripto es afiliado a la empresa SWISS MEDICAL


S.A., con número de afiliado 800006-1449642-01-0026
(conforme constancia de la credencial digital que se
acompaña en adjunto). A su vez, de dicho contrato también
participan como adherentes mis hijas menores de edad
Lucía Magalí y Sofía Alicia Ceballos Santilli, con
credenciales de afiliación n° 800006-1449642-03-0024 y
800006-1449642-02-0025. Todos estamos adheridos al Plan
SMG 30 Premium.

La relación contractual y de consumo entre el


suscripto y la demandada se rige por la Ley 26.682 de
MARCO REGULAROIO DE MEDICINA PREPAGA, sancionado en el
mes de mayo del año 2011.

Sin embargo, con fecha 20/12/2023, el actual


PRESIDENTE DE LA NACIÓN, en acuerdo general de ministros,
dictó el Decreto de Necesidad y Urgencia N° 70/2023 (en
adelante el “DNU”, el “Decreto N° 70/2023” o el “DNU N°
70/2023”, indistintamente), por medio del cual incorporó
sustanciales reformas al mercado regulatorio argentino,
en diversas y variadas materias, entre ellas, en el
sistema de medicina prepaga.

Puntualmente, por medio del art. 267 de la citada


norma, se decidió la derogación de los arts. 5° incs. g)
y m), 6°, 18, 19, 25 inc. a) y 27 de la Ley 26.682 y, por
medio del art. 269 del Decreto mencionado, se sustituyó
el art. 17 de la Ley citada, por un nuevo texto.
Ambas reformas, como se expondrá seguidamente,
tienen serios vicios de inconstitucionalidad, no sólo en
cuanto a la forma (Decreto de Necesidad y Urgencia), sino
también en cuanto al fondo (violación de los derechos de
los consumidores con jerarquía constitucional, principios
de progresividad y no regresividad en materia de derechos
humanos –y el consumo lo es-).

Por dicho motivo, es que se solicita se declare la


inconstitucionalidad de los arts. 267 (en relación a la
derogación de los arts. 5° inc. “g”, 17 y 19 de la Ley
26.682) y 269 (en relación al nuevo texto del art. 17 de
la Ley 26.682) del Decreto de Necesidad y Urgencia N°
70/2023, por violar los arts. 1°, 42, 75 inc. 22 y 99
inc. 3° de la Constitución Nacional y los arts. 26 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y 2.1 del
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales. El daño a los derechos que ostento como
consumidor serán explicitados en el punto VI de esta
demanda.

III-COMPETENCIA

a.- En relación a la materia, se encuentran en


debate en este proceso, todas normas de carácter federal.
En primer lugar, el centro del debate es la reforma al
sistema de medicina prepaga, regido por la Ley 26.682
que, como tal, es federal, en tanto se trata de una de
las materias NO comunes que forma parte de las facultades
del Congreso de la Nación.

Por otro lado, el Decreto de Necesidad y Urgencia


que, si bien ha introducido modificaciones en normas de
derecho común y de derecho federal, en el aspecto que
hace a este litigio, sólo es necesario aplicar la
interpretación y alcance de la norma federal de la Ley
26.682.

Por último, en tanto también se juzga la forma del


acto normativo, corresponde analizar si se han cumplido
o no, los parámetros dispuestos en el art. 99 inc. 3° de
la Constitución Nacional, de modo que, indudablemente,
ese contenido constitucional federal, forma parte de la
competencia del Juez Federal.

Consecuentemente, las normas directamente


aplicables y que predominan para la solución del presente
litigio, son eminentemente de carácter federal y no de
derecho común (arts. 75 inc. 12 y 116 de la Constitución
nacional).

La propia Constitución nacional en su art. 116


dispone: "Corresponde a la Corte Suprema y a los
tribunales inferiores de la Nación, el conocimiento y
decisión de todas las causas que versen sobre puntos
regidos por la Constitución, y por las leyes de la Nación,
con la reserva hecha en el inc. 12 del Artículo 75: y por
los tratados con las naciones extranjeras: de las causas
concernientes a embajadores, ministros públicos y
cónsules extranjeros: de las causas de almirantazgo y
jurisdicción marítima: de los asuntos en que la Nación
sea parte: de las causas que se susciten entre dos o más
provincias; entre una provincia y los vecinos de otra;
entre los vecinos de diferentes provincias; y entre una
provincia o sus vecinos, contra un Estado o ciudadano
extranjero."

Por su parte, la Ley 27 en su art. 4º dice que el


Poder Judicial de la Nación "(c)onoce y decide en todos
los asuntos regidos por la Constitución y Leyes
Nacionales, y en todas las causas expresadas en los
artículos 100 y 101 de la Constitución pero cuando fuere
llamada, de conformidad con el artículo 100, a juzgar
entre vecinos de diferentes Provincias, lo hará con
arreglo a las respectivas leyes provinciales." Mientras
que, el art. 2º inc. 1º de la Ley 48, dispone: "Los Jueces
Nacionales de Sección conocerán en primera instancia de
las causas siguientes: 1° Las que sean especialmente
regidas por la Constitución Nacional, las leyes que hayan
sancionado y sancionare el Congreso y los Tratados
públicos con naciones extranjeras." De hecho, en nada
quita que en la causa también se pudieran encontrar,
eventualmente, involucradas normas de derecho local,
puesto el art. 21 de la norma citada, indica que "(l)os
Tribunales y Jueces Nacionales en el ejercicio de sus
funciones procederán aplicando la Constitución como ley
suprema de la Nación, las leyes que haya sancionado o
sancione el Congreso, los Tratados con Naciones
extranjeras, las leyes particulares de las Provincias,
las leyes generales que han regido anteriormente a la
Nación y los principios del derecho de gentes, según lo
exijan respectivamente los casos que se sujeten a su
conocimiento en el orden de prelación que va
establecido."

Que, frente a lo expuesto, queda en claro que en la


causa resulta predominante el derecho federal y que a los
fines de resolver el litigio se debe efectuar la
interpretación, el sentido y alcance de normas federales
(Ley 26.682, tratados de derechos humanos y la
Constitución Nacional), dejando demostrado que nos
encontramos en presencia de un caso de competencia
federal, en razón de la materia.
Tal como lo ha expuesto la Corte Suprema de Justicia
de la Nación, "cuando el fuero es determinado por la
materia, la justicia federal es competente cualquiera sea
la calidad de las personas litigantes" (Fallos, 1:485),
por lo cual "la jurisdicción de los tribunales nacionales
es excluyente de los provinciales en las causas
especificadas por los arts. 1º, 2º y 3º, ley 48" (Fallos,
1:23; 10:134). Es decir, la competencia federal es
improrrogable por razón de la materia, "es improrrogable
por su propia naturaleza y no puede ser alterada por la
voluntad de los litigantes" (Fallos, 132:230; 122:408).

El principal fundamento de estas directivas tiene


raíz constitucional. Tal como se ha dicho, "(l)a
competencia federal es constitucional, en tanto su
explicitación jurídica está en la misma normatividad
constitucional, como una manifestación de voluntad
expresa y directa del poder constituyente, fundacional y
primigenio, que dio origen al Estado argentino como fruto
de la concertación de las provincias en aras del logro
de la unidad nacional." (HARO, Ricardo, La Competencia
Federal, Ed. Lexis Nexis, Buenos Aires, 2006, p.73).

b.- Finalmente, en cuanto a la competencia


territorial del Juzgado Federal de Lomas de Zamora, debo
indicar que el domicilio del suscripto, en donde el acto
genera sus efectos jurídicos, es el de la calle
Basavilbaso 1960, 2° “C”, Partido de Lanús, recayendo el
caso en consecuencia, bajo la órbita del Juzgado Federal
de Primera Instancia en lo Civil, Comercial y Contencioso
Administrativo N° 3 de Lomas de Zamora (cfr. arts. 14 y
17 de la Ley 23.937).

Incluso, a tenor de lo dispuesto en los arts. 5°


inc. 3° del CPCCN y 1109 del Código Civil y Comercial de
la Nación, en este litigio que tiene un altísimo contenido
de carácter constitucional y un contacto directo con el
derecho del consumo, la obligación del servicio de
medicina prepaga, donde presumiblemente debe cumplirse
la obligación es en el Partido de Lanús -domicilio del
suscripto-, razón por la cual, conforme a lo que disponen
los arts. 14 y 17 de la Ley 23.937, es competencia de VS
la presente acción, pues el presente se trata de un
contrato suscripto fuera del establecimiento comercial y
por adhesión a un convenio de empresa que tiene la
demandada con la Unión de Magistrados y Funcionarios de
Lomas de Zamora.

IV-ADMISIBILIDAD DE LA VÍA DEL ART. 322 DEL CPCCN

IV.1-EXISTENCIA DE UN “CASO”

La acción de inconstitucionalidad en el orden


federal es una creación pretoriana que se plantea a través
de la acción meramente declarativa prevista en el art.
322 del CPCCN.

La acción declarativa de inconstitucionalidad tiene


por objeto el resguardo de la supremacía constitucional
antes de que la lesión se produzca pues, la sola amenaza
es suficiente.

En ese sentido, en tanto mecanismo tendiente a


asegurar esa supremacía, esta acción abre un proceso
constitucional: “al plantear, dentro de la acción
declarativa una acción de inconstitucionalidad, la misma
adquiere el rango de proceso constitucional” (GIL
DOMÍNGUEZ, Andrés, “La acción declarativa de certeza como
proceso constitucional”, LL, 1996-A-1445).
El control de constitucionalidad sobre la actividad
del Poder Ejecutivo o del Poder Legislativo exige la
existencia de un caso para preservar el principio de
división de poderes. En forma sostenida la Corte
interpretó el concepto de “caso” conforme el art. 2° de
la Ley 27, es decir, identificando “caso” y
“controversia” y en consecuencia exigiendo una pretensión
de condena para su configuración. Este criterio que
dejaba por fuera a la pretensión meramente declarativa
para ejercer el control de constitucionalidad varió
sustancialmente a partir del caso “Santiago del Estero
c/YPF” (CSJN 20/8/85), por el cual la Corte entendió que
la petición no tenía carácter meramente consultivo sino
que respondía a un “caso”. Aplicó un criterio finalista,
disponiendo que la acción meramente declarativa es una
vía apta para efectuar el control de constitucionalidad,
ampliando con ello el ámbito exigido por el art 2° de Ley
27.

ALVARADO VELLOSO enseñaba que para que exista el


deber de fallar, debe haber un caso justiciable y
concreto. Y es caso justiciable “aquel que puede ser
sometido al conocimiento y decisión judicial”.

En general, pueden considerarse dentro de este rubro


todos los actos de los particulares y del propio Estado
actuando como persona de derecho privado, en tanto exista
un conflicto que origine en el sujeto que impetra la
protección jurisdiccional un interés jurídico; también
los actos del Estado, en su carácter de persona de derecho
público, en tanto constituyan actos administrativos
(reglados o de discrecionalidad técnica). (El juez, sus
deberes y facultades, Depalma, Buenos Aires, 1982, p.
172).
Es sabido que la Corte Suprema no ha definido con
precisión cuándo existe o no “caso” o “controversia”,
pero en numerosos precedentes ha sentado criterios
generales para determinar qué situaciones encuadran
dentro de dicho concepto, en un avance casi lineal en
procura de una mayor tutela judicial.

En principio, de la jurisprudencia del Alto Tribunal


se desprende que para la existencia de “caso” deben
reunirse dos requisitos:

a) la existencia de partes que sustenten posiciones


adversas;

y b) que se persiga la determinación del derecho


para resolver un conflicto concreto.

En el precedente “Nicosia” dispuso que la violación


a la garantía de defensa en juicio consagrada por la Ley
Fundamental (art. 18) “que irrogue un perjuicio a
derechos jurídicamente protegidos, de estar reunidos los
restantes recaudos de habilitación judicial, puede y debe
ser reparada por los jueces de acuerdo con el principio
de supremacía de la Constitución y con arreglo al control
de constitucionalidad judicial y difuso (art. 31 y
consc.) (Fallos, 316:2940).

Los requisitos para la procedencia de la acción


declarativa de inconstitucionalidad fueron
sistematizados por la Corte en el fallo “Gomer” (Fallos,
310:142): a) Que concurra un estado de incertidumbre
sobre la existencia, alcance y modalidad de una relación
jurídica; b) que exista una lesión o perjuicio actual
para el actor; c) que exista un interés jurídico
suficiente en el accionante; y d) que el actor no disponga
de otro medio legal para ponerle término inmediatamente.
IV.2- LA INCERTIDUMBRE

Conforme lo indica PEYRANO “la falta de certeza debe


recaer sobre una relación jurídica (entendemos objeto o
causa) o en los sujetos que son sus términos”, dado que
“no puede ser motivo de una acción o sentencia mere
declarativa la verificación de la existencia de un hecho,
aunque el mismo sea jurídicamente relevante”. (“La acción
mere declarativa como medio de la plena realización de
la garantía jurisdiccional de certeza jurídica”, ED, 52-
568).

Para Maximiliano TORICELLI, sobre la base del


comportamiento de la Corte Suprema, “podemos concluir que
cuando se trata de interpretar una norma de derecho común,
la incertidumbre existe en la medida en que la misma sea
oscura. En cambio, aun cuando una norma sea perfectamente
clara en su interpretación, en este tipo de procesos
constitucionales, el requisito se configura porque sobre
lo que no se está seguro es si la norma en cuestión es o
no acorde a la Constitución” (La acción declarativa de
inconstitucionalidad como mecanismo de tutela. El sistema
de control constitucional argentino, Depalma, 2002, p.
247). Se trata, pues, de una acción declarativa de certeza
constitucional.

Nuestra Corte Suprema ha admitido la procedencia de


este tipo de acciones cuando concurre un estado de
incertidumbre sobre la existencia y modalidad de una
relación jurídica, en tanto la pretensión que se hace
valer no tenga un carácter simplemente consultivo, ni
importe una indagación meramente especulativa por
corresponder en verdad a un caso en el que se busca
precaver los efectos de un acto en ciernes que es
necesario despejar de duda o acordar suficiente certeza
(CS,L-118XXII, “La Plata Remolques SA c/Provincia de
Buenos Aires”, 13/09/88; CS291XX, “Provincia de Santiago
del Estero c/ Gobierno Nacional y/o YPF”, 20/8/84;
CSF.312XX, “Fábrica Argentina de Calderas SRL c/
Provincia de Santa Fe”, 19/12/86, N.120XX “Newland,
Leonardo c/ Provincia de Santiago del Estero”, 19/3/87,
entre otros).

La presente acción no persigue una declaración


abstracta o meramente consultiva, sino la tutela judicial
efectiva ante la sanción y promulgación de los arts. 267
y 269 del Decreto N° 70/2023, que no sólo incumple los
mandatos procedimentales del art. 99 inc. 3° de la
Constitución Nacional, sino también vulnera la protección
de la salud y los intereses económicos del suscripto, con
más el principio de no regresividad en materia de derechos
humanos.

La declaración de certeza debe expresarse sobre si


los arts. 267 y 269 del Decreto N° 70/2023, vulneran
derechos raigambre constitucional como los citados supra
y que serán objeto de desarrollo más abajo.

IV.3- LA APARICIÓN DE UN PERJUICIO ACTUAL O


INMINENTE

La doctrina ha interpretado este requisito


fundamentalmente como la presencia de “interés” en
promover la acción. Para ENDERLE, “esa falta de
certidumbre, de persistir (dada por la existencia o
inexistencia de una obligación, de sus alcances o
modalidades) es la que puede eventual, potencialmente,
originar un perjuicio, daño o lesión -no consumada, no
actualizada- y por ello, para evitarlo preventivamente,
se posibilita transitar por los andariveles de la
pretensión meramente declarativa.
Resulta incongruente con la finalidad esencial de
nuestra institución requerir un perjuicio o lesión
actual…” (La pretensión meramente declarativa, Ed.
Platense, La Plata, 1992, p. 95).

Es decir, la acción declarativa no requiere


necesariamente una lesión, sino que esta puede ser
inminente, lo que dota a esta pretensión procesal de
carácter preventivo.

La Corte Suprema trazó una doctrina aperturista


desde el caso “Aguas de Formosa S.A.” (Fallos, 323:4192),
donde transformó la acción de amparo en acción
declarativa, haciendo asimismo lugar a la medida cautelar
solicitada, por el solo hecho de haberse dictado la ley
(acto impugnado), sin que existiera una actividad
administrativa concreta que provocara una lesión actual.

De tal forma, la existencia de este requisito debe


ser interpretado de una manera amplia, tal y como lo
sostiene la doctrina.

Al respecto, Enrique FALCÓN ha dicho que la


declaración de certeza es preventiva, bastando que sea
actual la ausencia de certeza de modo tal que pueda
producir una lesión inmediata (Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación, Tomo II, Ed. Astrea).

En forma concordante, los autores MORELLO, SOSA y


BERIZONCE sostienen que “(e)xiste interés legítimo que
autoriza esta vía, en la doctrina de la Corte Suprema
Nacional, si la parte ha demostrado que la cuestión
planteada se vincula inmediatamente con la actividad que
desarrolla y “la falta de certidumbre” en la declaración
solicitada determina la real posibilidad de que surja una
controversia judicial” (MORELLO, SOSA y BERIZONCE,
“Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de
Buenos Aires y de la Nación”, Tomo IV-A, p. 406).

En esta misma línea se ha expedido la Corte,


admitiendo en el caso “Asociación de Grandes Usurarios
de Energía de la Rep. Argentina c/Prov. De Buenos Aires”
del 22/4/97 y en el caso “Provincia de Santiago del Estero
c/Estado Nacional y/o YPF” del 20/8/85, que no es exigible
la existencia de un daño consumado, lo contrario sería
incompatible con la naturaleza preventiva de la acción.

En este caso, conforme la documental que se acompaña


y que ya es de público y notorio conocimiento, la lesión
inminente se produce por la aplicación indiscriminada de
aumentos arancelarios del servicio de medicina prepaga,
sin control estatal alguno, el cual resulta obligatorio,
por mandato del segundo párrafo del art. 42 de la
Constitución Nacional, en tanto establece que “las
autoridades proveerán a la protección de esos derechos”
y, entre ellos, están los mencionados
ejemplificativamente en el primer párrafo del precepto
citado, es decir, los intereses económicos de los
usuarios de dicho servicio que, ahora, sin tutela
estatal, se encuentran en un contrato más desigual (ya
lo era por ser de adhesión y de consumo) en donde carezco
de capacidad alguna de negociación sobre precios y
tampoco tengo noción sobre la estructura de costos en el
servicio, para determinar si los precios son o no
razonables. Esos mecanismos se encontraban en manos del
Estado que se retira y deja librado al juego de la oferta
y la demanda, entre expertos (empresarios) y profanos
(consumidores) que no tienen herramienta alguna para
participar de una negociación y tomar decisiones con
debida información. O aceptan las condiciones o no
contratan. Con se puede apreciar, los arts. 267 y 269 del
Decreto N° 70/2023 fortalecen en extremo la posición de
las empresas de medicina prepaga, barriendo con los
intereses económicos del suscripto, quien no tiene más
alternativa que aceptar las condiciones o rescindir el
contrato.

No hay dudas, pues, que la lesión es inmediata en


cuanto a la aplicación de la norma, que no requiere
reglamentación alguna (es autoaplicativa), pero también
hay un perjuicio inminente en cuanto al cobro inmediato
sobre mi patrimonio, de aranceles fuera de todo control
estatal. Tan inminente es, que mientras VS lee esta
demanda, se está concretando en el débito directo que
tengo (como cualquier otro usuario), por lo que la
inminencia se transforma de un momento a otro, en lesión
actual.

Todo lo expuesto, demuestra el interés jurídico del


suscripto, para iniciar esta acción.

IV.4-INEXISTENCIA DE OTRA VÍA PROCESAL

Para MORELLO, el ejercicio de la acción declarativa


de inconstitucionalidad “aparece como residual, ya que
el actor no dispondría de otro medio legal para poner
término inmediatamente a la zozobra” (Estudios de derecho
procesal, Tº I, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1998, p.
144).

Nótese que en el presente caso no existe otra forma


de evitar el perjuicio en ciernes derivado del dictado
del DNU, pues la cuestión de fondo, para ser resuelta,
es la declaración de certeza constitucional. Es decir,
si la norma es inconstitucional, los aumentos de
aranceles no serían válidos sin el debido control
estatal, caso contrario sí. No hay otro elemento que hoy
esté afectando al contrato de medicina prepaga entre el
suscripto y la demandada, sino tan sólo una norma
desregulatoria y ese es el meollo del asunto, no otro,
puesto que aquello es lo que conculca derechos
constitucionales, conforme se expone en los siguientes
puntos.

Sobre la base de tales premisas, cabe concluir que


se hallan reunidos en autos los requisitos establecidos
por el artículo 322 del CPCCN y por la jurisprudencia de
la Corte Suprema para declarar la admisibilidad de la
presente demanda.

IV.5- SOLICITA SE ENCAMINE ESTA ACCIÓN POR VÍA DEL


PROCESO SUMARÍSIMO

Solicito que el procedimiento que se insta sea


tramitado bajo las reglas del proceso sumarísimo, de
conformidad a lo preceptuado por el art. 498 y
concordantes del CPCCN, en función del art. 322 del mismo
código.

V-LA INCONSTITUCIONALIDAD DE LOS ARTS. 267 Y 269


DEL DECRETO DE NECESIDAD Y URGENCIA N° 70/2023 EN CUANTO
A SUS FORMAS

El control judicial de constitucionalidad aquí


exigido, es una de las tareas más delicadas que tiene a
su cargo el Poder Judicial puesto que actúa, en el caso
concreto, como un legislador negativo, que invalida una
norma frente al caso que le toca juzgar.

La importancia del control de constitucionalidad es


que se trata de una herramienta que tiene por objeto
garantizar la supremacía constitucional de la Carta
Magna. Esta, es suprema, pero no porque ella misma lo
diga (tal como lo hace su par noteramericana en el art.
6°, parte segunda), sino porque es una ley dictada por
el poder constituyente (es decir, el que crea a otro -
los poderes constituidos-); porque es la que determina
el procedimiento de validez de todas las demás normas
(debidos procesos adjetivo y sustantivo); porque
establece cuáles son las normas fundamentales de carácter
innegociable y cuya reglamentación debe ser siempre
razonable (en cuanto medios y fines); y porque establece
una tajante división de poderes (con controles mutuos)
otorgando al Poder Judicial la misión de aplicar las
normas de la propia Constitución, los tratados
internacionales y demás leyes, estableciendo -a su vez-
que todas ellas son la ley suprema de la nación, en una
clara determinación de jerarquía frente al derecho
provincial (en materia delegada por las provincias).

El origen del control de constitucionalidad y la


supremacía constitucional es tan remota como disímil
según las partes del mundo en donde se manifestaron.
"En la antigua Grecia, más bien en la democracia
Ateniense, existían dos clases de Asambleas. Una
legislativa de carácter ordinario, a cargo de la ekklesia
(podríamos denominarlo poder legislativo constituido) y
una Asamblea que funcionaba como un poder constituyente.
En tutela de los derechos consagrados por esas asambleas
especiales (de las épocas de Dracón, Solón y Clístenes),
nació como medio de tutela frente a las normas ordinarias
de la ekklesia, que vulnerasen leyes fundamentales, la
grafé paranomón, es decir, un mecanismo de control de
constitucionalidad ejercido como una acción pública
contra una ley (año 415 a.C.). Remontados unos cuantos
siglos más adelante, esta primacía de un ordenamiento
jurídico sobre otro, sin necesidad de una Constitución y
mucho menos de una Asamblea legislativa (o sea, en países
monárquicos), aparecieron los fueros. Estos eran
documentos otorgados por el monarca a favor de ciudades
o de súbditos y que reconocía derechos a su beneficiario,
no sólo frente a cualquier disposición dictada por un
sujeto inferior al rey, sino también ante éste. Ejemplo
de ello son los fueros de León de 1020 y de Calatayud de
1064. Ya por el año 1215, (...), la Carta Magna
también fue un antecedente de la formación de asambleas
y la obtención de ciertos derechos considerados
fundamentales, frente al poder del rey. Cuatrocientos
años después, no siendo el primer caso, en el Reino de
Inglaterra, cuando el control de constitucionalidad era
judicial, el juez Coke resolvió el caso del Dr. Thomas
Bonham (año 1610), en el cual hizo prevalecer las normas
del common law (compuesta por el derecho consuetudinario
inglés y considerado de carácter fundamental) sobre las
del statute law (dictado por el Parlamento). Lo
característico del caso es que el juez resolvió que las
normas que otorgaban al Colegio de Médicos la potestad
de sancionar a Bonham, por ejercer la medicina sin
matrícula y, además, percibir parte de la multa obtenida
por la sanción, convertía a esta institución en juez y
parte, lo cual resultaba repugnante y atentaba contra la
razón. Y, desde el año 1689, luego de la Gloriosa
Revolución, el Bill of Rights de 1689, con sus
antecedentes del Agreement of the People de 1647 y el
Instrument of Government de 1653 fueron esas normas
fundamentales, directamente elaboradas en oposición al
poder del monarca y en protección al pueblo.

Algo similar ocurrió en Francia, con la Revolución


de 1789 y su Declaración de los Derechos y Deberes del
Hombre y del Ciudadano. Hasta aquí, el panorama de los
instrumentos considerados supremos y en tensión con los
órganos de poder (sean éstos asambleas o el monarca) en
Europa.

En el continente americano la situación fue un poco


más clara pues, directamente, en el caso de las colonias
inglesas de norteamérica, se encaminaron a un proceso de
descolonización (guerra mediante) y a la construcción de
un nuevo Estado bajo una Constitución escrita y con una
clara distribución de funciones de los órganos de
gobierno. Y creo que es aquí, precisamente aquí, donde
comienzan los problemas de tensiones entre esa norma
fundamental y el deseo del autogobierno popular (la
democracia). Sin entrar en los debates y antecedentes
de la Constitución de los Estados Unidos de América,
podemos afirmar que se trató de una de las primeras
constituciones del mundo moderno (ya que con anterioridad
existieron instrumentos en otros Estados, algunos más
rudimentarios, otros un catálogo de derechos y siempre
según el contexto en que se dictó), que conformó una
verdadera estructura estatal con una bien diferenciada
separación de poderes y la definición de las competencias
de cada uno de ellos. Fue una verdadera obra maestra que
recogió el liberalismo clásico del siglo XVII, los
antecedentes doctrinarios (filosóficos y políticos de
Francia e Inglaterra) y el deseo de descolonización de
la corona británica, que asfixiaba a sus súbditos a
impuestos. Tal fue el sentido de pertenencia de los
colonos a estas nuevas tierras, que hasta el propio Geroge
Washington (primer presidente de los EE.UU.) comandó
tropas británicas en la guerra franco-indiana y, luego,
fue uno de los padres de la patria, presidiendo el
Congreso de Filadelfia. Lo que vale destacar en este
aspecto es que, en la cláusula segunda del art. VI de la
Constitución, declara su supremacía. Es decir, ya no se
tratan de interpretaciones doctrinarias elaboradas en
distintas etapas históricas, respecto a la existencia de
normas superiores frente a normas inferiores y quién las
dotaba de tal carácter. Aquí, el propio pueblo de los
Estados Unidos (We the People, dice el preámbulo) es
quien le otorga tal condición. Es el caso en el cual la
democracia se ata las manos y como pre-condición de su
existencia pone estos reparos." (CEBALLOS, Maximiliano
A., Democracia, Constitución y Derechos Humanos.
Reflexiones conceptuales a 40 años de la recuperación de
la democracia, El Derecho - Constitucional, Junio 20023,
N° 6, ED-MVLDVI-609).

Precisamente, el Poder Judicial tiene la misión de


ser un órgano contra-mayoritario (amén de la objeción
democrática que se le hace a menudo), en tanto su fin es
el de velar por los derechos de las minorías, desconocidos
por las mayorías o por un Poder unipersonal (como el
Ejecutivo), o por el cumplimiento de la norma
fundamental.

En lo que respecta al sub-lite, dice el art. 99 inc.


3° de la Constitución Nacional, en la parte pertinente:
“El Presidente de la Nación tiene las siguientes
atribuciones: (…) 3.- El Poder Ejecutivo no podrá en
ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e insanable,
emitir disposiciones de carácter legislativo. Solamente
cuando circunstancias excepcionales hicieran imposible
seguir los trámites ordinarios previstos por esta
Constitución para la sanción de las leyes, y no se trate
de normas que regulen materia penal, tributaria,
electoral o de régimen de los partidos políticos, podrá
dictar decretos por razones de necesidad y urgencia, los
que serán decididos en acuerdo general de ministros que
deberán refrendarlos, conjuntamente con el jefe de
gabinete de ministros.”

En el presente caso, sólo se da cumplimiento al


último de los supuestos, es decir, refrendo de todos los
ministros del gobierno y del JEFE DE GABINETE de
ministros.

No se dan, por tanto, en lo que respecta


puntualmente al marco (des)regulatorio de la medicina
prepaga, las “circunstancias excepcionales (que) hicieran
imposible seguir los trámites ordinarios previstos por
esta Constitución para la sanción de las leyes”.

La Corte Suprema ha otorgado a este contenido tan


ambiguo un sustento que define qué se entiende por esas
circunstancias excepcionales que hagan imposible seguir
el trámite ordinario de elaboración de leyes.

Dijo en el caso “Verrocchi” (Fallos, 322:1726) de


1999, que “(p)ara que el Poder Ejecutivo pueda ejercer
legítimamente facultades legislativas que, en principio,
le son ajenas, es necesaria la concurrencia de alguna de
estas dos circunstancias: 1) Que sea imposible dictar la
ley mediante el trámite ordinario previsto por la
Constitución; o 2) que la situación que requiere solución
legislativa sea de una urgencia tal que deba ser
solucionada inmediatamente, en un plazo incompatible con
el que demanda el trámite normal de las leyes.”

Luego, y profundizando en el contenido conceptual


del precepto constitucional en cuestión, en los años 2003
y 2004 sentó dos precedentes que fueron bastante
categóricos.

En “Cooperativa de Trabajo Fast Ltda.” (Fallos,


326:3180), indicó que “(p)ara la admisión del ejercicio
de facultades legislativas por parte del Poder Ejecutivo,
corresponde descartar criterios de mera conveniencia
ajenos a circunstancias extremas de necesidad, puesto que
la Constitución no habilita a elegir discrecionalmente
entre la sanción de una ley o la imposición más rápida
de ciertos contenidos materiales por medio de un
decreto.”

Y en “Leguizamón Romero” (Fallos, 327:5559), dijo


que esta facultad constitucional puede ser utilizada
“(ú)nicamente en situaciones de grave trastorno que
amenacen la existencia, la seguridad o el orden público
o económico, que deben ser conjuradas sin dilaciones (…)
cuando sea imposible (al Poder Ejecutivo) dar respuesta
a las circunstancias de excepción.”

Por su parte, en la causa “Consumidores Argentinos”


(Fallos, 333:633) indicó que “es por ello evidente que
el texto del art. 99, inciso 3°, de la Constitución
Nacional ha establecido, como principio general, que el
Presidente tiene prohibido dictar normas de sustancia
legislativa. En consecuencia, la regla que gobierna todo
lo relacionado con los decretos de necesidad y urgencia
es que están prohibidos "bajo pena de nulidad absoluta e
insanable". Dicho principio sólo podrá ceder, según el
propio texto constitucional, frente a una circunstancia
excepcional que hiciere "imposible seguir los trámites
ordinarios previstos por la Constitución para la sanción
de las leyes".

En este punto, no es ocioso reiterar que el texto


constitucional no habilita a concluir en que la necesidad
y urgencia a la que hace referencia el inciso 3° del art.
99 sea la necesidad y urgencia del Poder Ejecutivo en
imponer su agenda, habitualmente de origen político
circunstancial, sustituyendo al Congreso de la Nación en
el ejercicio de la actividad legislativa que le es propia.
Aún así, la realidad de la praxis constitucional muestra
que el Poder Ejecutivo no se siente condicionado por la
norma suprema, ni por principios tales como la división
de poderes, la forma republicana de gobierno, la
distribución de competencias y los controles inter
órganos, entre otros (Fallos: 331:1927 cit.).” (Voto del
Dr. Maqueda).

Por ende, la regla general es que el Poder Ejecutivo


no puede emitir disposiciones de carácter legislativo y,
si lo hace, estas son fulminadas por la nulidad
constitucional, absoluta e insanable.

Ya lo dijo la Corte Suprema de los Estados Unidos


de América, cuando tuvo situaciones similares a la
presente en sus estrados (“Youngstown Sheet & Tube Co.
vs. Sawyer”; 343 US 579), que “(l)os fundadores de esta
Nación confiaron el poder de hacer las leyes sólo al
Congreso en los tiempos buenos y malos”, y “(l)a
Constitución limita las funciones del Presidente en el
proceso legislativo a la recomendación de las leyes que
considere prudentes, y al veto de las leyes que considere
nocivas. Y la Constitución no guarda silencio ni es oscura
cuando determina quién debe hacer las leyes que el
Presidente debe ejecutar.”

Por lo tanto, y en nuestro medio, la Corte argentina


dispuso, en su rol de intérprete constitucional, en
relación a qué debe entenderse por circunstancias
excepcionales que impidan que se siga el normal trámite
para la formación y sanción de las leyes, los siguientes
supuestos:
a) que no se pueda seguir el trámite normal para la
sanción de las leyes, en tanto el Congreso no pudiera
reunirse en el recinto de sesiones de la Capital Federal,
que el país se encuentre sumergido en una catástrofe
climática, acontezca una calamidad o un conflicto bélico
o, lo que aconteció durante los años 2020 y 2021 en donde
una pandemia provocada por el virus SARS-Cov2 provocó en
cientos de miles de habitantes de la Argentina, la
enfermedad de coronavirus Covid-19, que tuvo un efecto
contagioso muy ágil y no se contaba con un remedio de
carácter preventivo, como una vacuna. En dichas
circunstancias, en donde se dispuso un aislamiento
forzado de todas las personas, para evitar contagios y,
por ende, también se cercenó el derecho de circulación,
no hubo duda alguna de que la herramienta de los Decretos
de Necesidad y Urgencia era la más adecuada y razonable,
puesto que los legisladores no podían reunirse en el
recinto de sesiones, por el riesgo a su salud, en tanto
también se encontraban expuestos al virus que, incluso,
se creía que viajaba por el aire de manera libre.

b) El segundo aspecto definido por la Corte, es que


la situación deba tener tal urgencia, que deba ser
resuelta inmediatamente, no pudiendo esperar el trámite
legislativo. Sin embargo, ante tan ambigua definición,
en el fallo “Consumidores Argentinos” citado, la Corte
(en el voto del Dr. Maqueda), aclara que esa urgencia no
puede ser la de la imposición de la agenda del Poder
Ejecutivo.

Como se puede apreciar de los considerandos del


Decreto N° 70/2023 (v. párrafo 56) la referida urgencia
y circunstancias excepcionales del Poder Ejecutivo, en
relación a la medicina prepaga, se fundan del siguiente
modo: “Que, asimismo, para aumentar la competitividad del
sistema, se deben liberar las restricciones de precios
al sistema de medicina prepaga.”

Es decir, resulta más que evidente que esa frase no


contribuye en absoluto a explicar, en este aspecto de la
norma impugnada, cuál es la calamidad o situación
altamente excepcional, o la imposibilidad de reunir al
Congreso de la Nación, que autorice a efectuar
unilateralmente una modificación legislativa al marco
regulatorio de la medicina prepaga.

El fundamento central, en este aspecto, es “aumentar


la competitividad del sistema”, debiendo liberar precios.

En primer lugar, se trata de una situación que no


demuestra ningún tipo de excepcionalidad que impida que
esa evaluación quede en manos del Poder Legislativo. En
segundo lugar, la competitividad del libre mercado queda
en manos –precisamente- del libre mercado, no de los
poderes estatales. En tercer lugar, el Estado tiene el
deber de preservar que, el libre mercado, no vulnere los
derechos de los actores indefensos que comercian con él,
puesto que no se hallan en condiciones de igualdad, para
pactar libremente cuáles son los precios razonables para
proteger la salud humana. Es una relación contractual
desigual, de adhesión a condiciones generales y de
consumo. Se adhiere y acepta o se queda fuera del sistema.

Tampoco se dan situaciones que impidan que el


Congreso sesione. El PRESIDENTE DE LA NACIÓN cuenta con
la potestad de llamar a sesionar en un período
extraordinario (que va desde el 1/12/23 al 29/02/24)
conforme lo habilitan los arts. 63 y 99 inc. 9° de la
Constitución Nacional.
Es decir, a simple vista, no existe una
circunstancia impediente de reunión del Poder
Legislativo, pues no se da ningún supuesto que
obstaculice un llamado a sesiones extraordinarias y
tampoco se justifica de modo alguno en los propios
fundamentos del Decreto N° 70/2023, en relación a la
urgencia de instalación inmediata de un régimen de libre
mercado entre consumidores y empresas, ni que ello
resulte efectivamente necesario para la mejora de la
economía argentina. Más bien, luce evidente que el
objetivo es la mejora de un sector de la economía
relacionado a la salud pública de gestión privada.

De hecho, la alusión a la necesidad de dar más


competitividad no se compadece en absoluto con el
argumento expuesto en el Considerando del Decreto
(párrafo 35) que refiere “(q)ue frente a ese gravísimo
cuadro de situación no hay más alternativa posible que
el ajuste de las cuentas y finanzas públicas, que
impliquen un drástico cambio de rumbo económico”. Es
decir, si el ajuste debe recaer sobre el sector público,
por qué razón el Poder Ejecutivo se mete en el sector
privado, dejando a su suerte a millones de argentinos que
ya tenemos el cuerpo cansado de tanto castigo económico
y permite un descontrol de precios en materia de salud,
en el ámbito de un contrato de adhesión donde la libertad
de consensuar contenidos y precios es nula.

Los fundamentos del párrafo 56 del Considerando no


emiten explicación alguna (y deben tenerla) del por qué
es necesario promover la competitividad y la libertad de
precios y en un asunto tan sensible como la salud humana,
y no se indica la urgencia de que ello acontezca ahora
mismo y que, además, esta situación redundará en una
mejora general de la población, o al menos de las personas
que somos usuarias del sistema de medicina prepaga. Sólo
parece que hay una urgencia inusitada de beneficiar a ese
sector (el empresarial de ese rubro), sin evidencia
alguna que ello sea un bienestar general para los
consumidores de ese servicio que, a su vez, es de
monopolio estatal.

Por lo expuesto, resulta evidente que, los arts.


267 a 269 del Decreto N° 70/2023 no cumplen con los
requisitos dispuestos en el art. 99 inc. 3° de la
Constitución Nacional.

Otro dato de importancia es que, con esta conducta,


el Poder Ejecutivo vulnera la división de poderes
dispuesta en el art. 1° de la Constitución Nacional. Se
trata de que el Constituyente ha diseñado una estructura
de reparto de poder y de frenos y contrapesos entre ellos.
El objetivo, claro está, es evitar la concentración del
mismo, como una evolución natural de la corriente del
constitucionalismo clásico (hoy social) que luchó por
emanciparse del absolutismo monárquico. En ello radicó
no sólo el origen de la democracia moderna, sino del
respeto de los derechos personales.

Podría suponerse, eventualmente, que no hay un


sujeto puntualmente legitimado para cuestionar las formas
en que fue dictado un DNU, en tanto no hubiera un
perjuicio concreto sobre su persona, respecto de aquellas
formas (exclusivamente).

Ello llevaría a un verdadero absurdo, pues, en tanto


no haya un derecho reconocido a la división de poderes,
nunca nadie podría discutir judicialmente el modo en que
fue dictado un DNU y, sin embargo, la jurisprudencia de
la Corte Suprema no sólo que se centra en los perjuicios
que provoquen el fondo de un DNU (que en nuestro caso
será expuesto en el punto siguiente) para poder también
discutir las formas, sino que también, en un interesante
y no tan recordado precedente (“Colegio de Abogados de
Tucumán”; Fallos, 338:249), expresó que “(a)sí como todos
los ciudadanos están a la misma distancia de la
Constitución para acatarla, están también igualmente
habilitados para defenderla cuando entienden que ella es
desnaturalizada, colocándola bajo la amenaza cierta de
ser alterada por maneras diferentes de las que ella
prevé.” Ello NO dio origen a la acción popular, como la
misma Corte lo aclara en el fallo, pero sí alertó de la
situación excepcional en la cual se habían dejado de lado
supuestos especiales que no podrían quitar legitimación
a nadie, para discutir judicialmente.

Contundentemente afirma en dicha sentencia, que


“(l)a Constitución Nacional no admite la validez de una
voluntad popular expresada sin respetar los principios
del Estado de Derecho ni permite que las mayorías puedan
derogar los principios fundamentales sobre los que se
basa la organización republicana del poder y la
protección de los ciudadanos, resultando esencial el
escrutinio judicial de los procedimientos para robustecer
las prácticas democráticas, interpretación que no debe
equipararse a la admisión de la acción popular que
legitima a cualquier persona, aunque no titularice un
derecho, ni sea afectada, ni sufra perjuicio.”

Por lo tanto, los tribunales de justicia se hallan


habilitados a escrutar los procedimientos, y entre ellos
cabe incluir al procedimiento de sanción y promulgación
de un Decreto de Necesidad y Urgencia.

Por lo expuesto, se concluye claramente en que el


Decreto de Necesidad y Urgencia, en el aspecto impugnado,
es nulo de nulidad absoluta, en tanto no se dan los
supuestos de excepcionalidad que habiliten su dictado,
pues:

1.- El Congreso Nacional puede ser convocado a


sesiones extraordinarias para tratar un proyecto de ley
de modificación del marco regulatorio de las empresas de
medicina prepaga;

2.- No se encuentra justificada en el Decreto, ni


la imposibilidad de que el asunto sea tratado por el
trámite ordinario, ni que el tema del aumento de la
competitividad sea de tal urgencia, que no pueda
transitar por los carriles que ha diseñado la democracia
constitucional;

3.- La vaga alusión al aumento de la competitividad,


no luce razonable como para justificar una situación de
urgencia que, a la postre, ayude a conjurar los aspectos
macroeconómicos de la Nación;

4.- Más bien luce una situación de necesidad y


urgencia de un sector de la economía (la medicina prepaga)
como únicos beneficiarios de la toma de decisión
efectuada a través del DNU;

5.- Por último, en cuanto al fondo (lo que se


tratará en el punto siguiente) se violan derechos
constitucionales tan esenciales como la salud, los
intereses económicos de los consumidores, ambos con
jerarquía constitucional y el principio de no
regresividad en materia de derechos humanos, todos ellos
con jerarquía superior a cualquier DNU o ley.

Por las razones expuestas, en tanto se han violado


los requisitos del procedimiento constitucional no
judicial (formas) para el dictado de un Decreto de
Necesidad y Urgencia, atentando contra el sistema de
división de poderes, frente al cual cualquier ciudadano
se encuentra en condiciones de defender (Fallos,
338:249), solicito se declare la inconstitucionalidad de
los arts. 267 y 269 del Decreto de Necesidad y Urgencia
N° 70/2023, resultando inaplicable al suscripto,
ordenando que la demandada efectúe los aumentos de
aranceles de la prestación del servicio prepago, bajo la
modalidad que preveía la derogada norma de los art. 5°
inc. “g” y 17 de la Ley 26.682.

VI-LA INCONSTITUCIONALIDAD DE LOS ARTS. 267 Y 269


DEL DECRETO DE NECESIDAD Y URGENCIA N° 70/2023 EN CUANTO
A SU CONTENIDO

Aún cuando debieran bastar los argumentos previos


para considerar que el DNU en cuestión resulta
inconstitucional, por violar sustancialmente los
procedimientos constitucionales para su dictado,
afectando así el sistema republicano de gobierno del art.
1° de la Constitución Nacional y, por ende, la división
de poderes federales, lo cual también constituye un
derecho de cualquier ciudadano, con facultades para
exigir su respeto; en el caso en cuestión se atenta
directamente -también- contra mi derecho como usuario del
servicio de medicina prepaga, en el ejercicio del acceso
del derecho a la salud.

a.- El derecho a la salud no sólo se manifiesta como


esa facultad de estar sano, y que el Estado se abstenga
de provocar daños, sino también en un aspecto positivo,
esto es, que el Estado otorgue los medios adecuados para
que la integridad física y la calidad de vida resulten
adecuadas, de modo que estas permitan sostener y
colaborar con el derecho a la salud.

Como lo ha dicho el Máximo Tribunal de la Nación,


"la vida de los individuos y su protección -en especial
el derecho a la salud- constituyen un bien fundamental
en sí mismo que, a su vez, resulta imprescindible para
el ejercicio de la autonomía personal (art. 19, Const.
Nacional), toda vez que un individuo gravemente enfermo
no está en condiciones de optar libremente por su propio
plan de vida -principio de autonomía-." (Fallos,
323:1339, "Asociación Benghalensis").

A su vez, la Corte Interamericana de Derechos


Humanos, tiene dicho que "(e)n relación con el artículo
5.1 de la Convención, la Corte ha establecido que la
integridad personal se halla directa e inmediatamente
vinculada con la atención a la salud humana, y que la
falta de atención médica adecuada puede conllevar la
vulneración del artículo 5.1 de la Convención." (Caso
Poblete Vilches y otros Vs. Chile. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 8 de marzo de 2018. Serie C No.
349., Párrafo 152). Y que "la Convención Americana
reconoce expresamente el derecho a la integridad
personal, física y psíquica, cuya infracción "es una
clase de violación que tiene diversas connotaciones de
grado y [...] cuyas secuelas físicas y psíquicas varían
de intensidad según los factores endógenos y exógenos que
deberán ser demostrados en cada situación concreta".
(Caso Cuscul Pivaral y otros Vs. Guatemala. Excepción
Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
23 de agosto de 2018. Serie C No. 359., Párrafo 161).

Esto viene a colación para comprender que la


cuestión traída a debate, en clave constitucional, no
involucra la mera discusión de normas reglamentarias (el
DNU N° 70/2023 y la Ley 26.682), respecto de una simple
relación contractual. Se trata de una regulación estatal,
por mandato constitucional, que da de lleno en uno de los
aspectos más relevantes de la vida humana. Es por ello
que, estas situaciones, sumergidas en un contrato
privado, no pueden ser tratadas como cualquier otra y
dentro del marco de un libre mercado. El derecho en
cuestión lo exige.

Del art. 14 bis de la Constitución Nacional, se


desprende el mandato de un seguro social obligatorio, al
indicar que “(e)n especial, la ley establecerá: el seguro
social obligatorio”.

Como lo dice GELLI, “(e)l seguro social obligatorio


opera como un instrumento de la previsión y la seguridad
social. Incluye el seguro de salud, de vida, de empleo,
de maternidad, de escolaridad.” (…) “La organización del
seguro social obligatorio, conforme a lo dispuesto por
el art. 14 bis, es una atribución-deber del Estado quien
debe estructurar el sistema, asegurando la administración
por los interesados y la participación del Estado. No
obstante, aquel seguro puede gerenciarse con
participación privada o de entes públicos como las
Asociaciones Profesionales de Trabajadores, en relación
de dependencia o autónomos. La obligatoriedad para el
trabajador consiste en afiliarse a un sistema, pero la
Constitución no impone un modelo de servicios u obras
sociales determinado y único. (GELLI, María Angélica,
Constitución de la Nación Argentina Comentada y
Concordada, Ed. La Ley, Tercera edición ampliada y
actualizada, Buenos Aires, 2005, ps. 170 y 171).
Con ello queda claro que la salud, es una principal
preocupación del Estado, con una obligación
constitucional de diseño de los diversos sistemas y
subsistemas de salud para la Nación y con el objetivo de
que el mismo obre como un seguro social.

Si bien nunca se pudo establecer el seguro en el


modo en que se pretende en la Carta Magna, sí se cumplió
el mandato constitucional de dictar leyes que lo
establecieran, aunque mal no sea de modo disperso (por
un lado, la salud, por otro los accidentes de trabajo,
por otro el sistema de jubilaciones y pensiones, etc.).

En lo que respecta a este derecho social, ingresado


a la Constitución Nacional vía la reforma del año 1957,
la salud fue uno de los pilares de preocupación del Estado
Argentino, iniciado en el período de la segunda posguerra
y, claro, tardíamente, pues el constitucionalismo social
ya se encontraba cristalizado desde el año 1919 en Europa.

Por lo tanto, cualquier parámetro de libertad en


nuestro Estado Argentino (que es el espíritu que
sobrevuela en toda la gestión encarada por el nuevo
Presidente y su gobierno), debe necesariamente conjugarse
con los aspectos de la justicia social que manda nuestra
Carta Magna.

b.- En ese sendero de evolución es que, en el año


1994, con la última reforma constitucional, se reconocen
nuevos derechos (llamados de tercera generación) entre
los que se encuentra el de los consumidores y usuarios.

Dice el art. 42 de la Constitución reformada en


1994: “Los consumidores y usuarios de bienes y servicios
tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección
de su salud, seguridad e intereses económicos; a una
información adecuada y veraz; a la libertad de elección,
y a condiciones de trato equitativo y digno.

Las autoridades proveerán a la protección de esos


derechos, a la educación para el consumo, a la defensa
de la competencia contra toda forma de distorsión de los
mercados, al control de los monopolios naturales y
legales, al de la calidad y eficiencia de los servicios
públicos, y a la constitución de asociaciones de
consumidores y de usuarios.

La legislación establecerá procedimientos eficaces


para la prevención y solución de conflictos, y los marcos
regulatorios de los servicios públicos de competencia
nacional, previendo la necesaria participación de las
asociaciones de consumidores y usuarios y de las
provincias interesadas, en los organismos de control.”

Véase que, antes de este precepto constitucional,


ello valió, incluso, el dictado de la primera ley sobre
la materia (Ley 24.240), vigente hasta nuestros días con
sucesivas modificaciones y leyes complementarias (se
sancionó en el año 1993).

Sin embargo, la primera vez que el Estado reguló


mínimamente el servicio de medicina prepaga, que nació
como una innovación en la Argentina, fue con la Ley 24.754
del año 1996, disponiendo que estas debían tener como
mínimo la misma cobertura que las obras sociales y cubrir
el Programa Médico Obligatorio (PMO) dispuesto por el
Ministerio de Salud.

Ahora bien, como se trata de empresas privadas que


gestionan la salud pública, no hay dudas que el suscripto,
así como el universo de muchísimas personas, nos
vinculamos contractualmente, por vía privada, con cada
una de las empresas que prestan estos servicios.

Sin embargo, NO son empresas financieras que prestan


un seguro de salud, SON empresas del sistema de salud que
tienen ánimo de lucro. O sea, lo primero es la salud, lo
segundo el lucro. Ese es el norte.

Entonces, es así fue como evolucionando el sistema


y el legislador, en cumplimiento del mandato
constitucional del art. 42 de la Constitución Nacional,
referido a la protección de los intereses económicos de
los usuarios, en el asunto relativo a las empresas de
medicina prepaga, dictó la Ley 26.682 del año 2011, luego
de dos décadas de reglamentar su funcionamiento por leyes
especiales que le extendían responsabilidades sobre
ciertas prestaciones (sobre todo para personas con
capacidades diferentes) -incluyéndolas, a su vez, en el
PMO- y diversos decretos reglamentarios.

Por lo tanto, la Ley 26.682 es el cumplimiento


tardío de un mandato constitucional, en aras de defender
los intereses económicos de los usuarios de dicho
servicio que, como tales, no tenemos ninguna capacidad
de negociación con esas empresas, ni de pactar cláusula
alguna.

Es que, dentro de la clasificación de contratos que


trae el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación
(recogiendo la doctrina y jurisprudencia imperantes),
cfr. los arts. 968, 984 y 1093, hay contratos
conmutativos, de adhesión y de consumo. Los de medicina
prepaga entran en la clasificación de estos dos últimos.

Por lo tanto, les resultan aplicables las normas


relativas a las cláusulas abusivas (art. 988) y las
relativas al concepto e interpretación del contrato de
consumo (arts. 1093 y 1094).

Dice el art. 1093: “Contrato de consumo. Contrato


de consumo es el celebrado entre un consumidor o usuario
final con una persona humana o jurídica que actúe
profesional u ocasionalmente o con una empresa productora
de bienes o prestadora de servicios, pública o privada,
que tenga por objeto la adquisición, uso o goce de los
bienes o servicios por parte de los consumidores o
usuarios, para su uso privado, familiar o social.”

A su turno, el art. 1094, expresa: “Interpretación


y prelación normativa. Las normas que regulan las
relaciones de consumo deben ser aplicadas e interpretadas
conforme con el principio de protección del consumidor y
el de acceso al consumo sustentable.

En caso de duda sobre la interpretación de este


Código o las leyes especiales, prevalece la más favorable
al consumidor.”

Por ende, el DNU, como normativa aplicable en


materia de consumo del servicio de medicina prepaga,
debió dictarse conforme al principio de protección del
consumidor. Es decir, ya no sólo se trata de un mandato
constitucional (el del art. 42 de la Constitución
Nacional), sino también legal, correspondiente a una de
las legislaciones más generales e importantes de la
Argentina, es decir, el Código Civil y Comercial de la
Nación.

Llegando al meollo del fondo del cuestionamiento


constitucional, los arts. 267 y 269 del Decreto N° 70/2023
derogaron el único mecanismo de control que tenía el
Estado (en cumplimiento del mandato constitucional del
art. 42) relativo a la regulación del contenido del
contrato y los aranceles aplicables que, asumo, tienen
que ver con la estructura de costos.

Este proceso judicial no trata sobre si el aumento


anunciado por la demandada del cincuenta por ciento (50%)
es mucho o poco y si está bien o está mal. Trata sobre
la situación puntual de que, el suscripto, como usuario,
no tiene garantía alguna de protección de sus intereses
económicos, en tanto el Estado se retira y no ejerce el
mandato constitucional de controlar los aranceles
correspondientes de las empresas de medicina prepaga.

Entonces, en esas condiciones, bajo el lema del


libre mercado, los usuarios seremos rehenes de aceptar o
rechazar el servicio en su totalidad, sin información
adecuada y veraz sobre si el precio impuesto por el
cuidado de la salud es mucho o es poco. Está en juego la
salud, por medio de la gestión privada. El Estado no
puede retirarse. El Estado debe cumplir con el control
de un seguro social obligatorio (de gestión pública o
privada) y custodiar que, si fuera privada, se protejan
los intereses económicos de los usuarios del mismo.

Es que, en estos casos, hay una verdadera y clara


asimetría de poder, por eso el Estado debe estar presente
y regular el sistema arancelario.

Como lo dice el profesor GHERSI, “(l)a empresa


establece condiciones de producción (costes) y espera
determinada ganancia (tasa de beneficio por el capital
invertido), constituyéndose así su “precio final”, que
al dividirse por la cantidad de bienes o servicios de un
período determinado conforma el “precio unitario”.
Los productos o servicios son idénticos y los
precios finales de comercialización son de iguales
características, de manera tal que las empresas deben
adicionar a estos últimos las condiciones de
comercialización (v.gr., garantías, formas de
financiamiento).

Estas modalidades económicas de producción,


circulación, distribución y comercialización son
prerredactadas, dando origen a las denominadas “cláusulas
predispuestas” como metodología de formulación
contractual, las cuales pueden constituirse en
condiciones generales, donde la oscuridad, equivocidad o
duda, debe intrepretarse a favor del adherente”, a partir
de las cuales se estructura una diversidad de contratos
de distinta índole (p.ej., bienes o servicios), o
mediante condiciones particulares, en cada derivación
contractual de manera específica (ambas modalidades son
formulaciones predispuestas).

Esta situación denota que este contrato se construye


a partir de la formación de categorías universales de
partes (las categorías poseen en sí mismas
características comunes y diferenciadas de otras): las
empresas y los consumidores.

Dichas categorías poseen la característica de que


entre ellas se verifica una asimetría de poder, lo que
le permite a una de las partes (las empresas) predisponer
las cláusulas, generándose un sistema de dominación. Ante
esta situación, el derecho -como proyecto social de
convivencia- interviene con la finalidad de producir un
equilibrio de eficacia económica (arts. 954, 1071 y 1198,
Cód. Civil).” (GHERSI, Carlos A., Contratos de Consumo,
Ed. Astrea, Buenos Aires, 2005, ps. 27 a 29).
Veamos, entonces, qué decían las normas que hacen a
este caso concreto y que fueran derogadas por el DNU N°
70/2023.

El art. 5° inc. g) decía: “Objetivos y Funciones.


Son objetivos y funciones de la Autoridad de Aplicación:
(...) g) Autorizar en los términos de la presente ley y
revisar los valores de las cuotas y sus modificaciones
que propusieren los sujetos comprendidos en su artículo
1º;”

El art. 17 disponía: “Cuotas de Planes. La Autoridad


de Aplicación fiscalizará y garantizará la razonabilidad
de las cuotas de los planes prestacionales.

La Autoridad de Aplicación autorizará el aumento de


las cuotas cuando el mismo esté fundado en variaciones
de la estructura de costos y razonable cálculo actuarial
de riesgos.

Los sujetos comprendidos en el artículo 1º de la


presente ley pueden establecer precios diferenciales para
los planes prestacionales, al momento de su contratación,
según franjas etarias con una variación máxima de tres
(3) veces entre el precio de la primera y la última franja
etaria.”

Y el art. 19 indicaba: “Modelos de Contrato. Los


modelos de contratos entre los sujetos comprendidos en
el artículo 1º de la presente ley y los prestadores deben
adecuarse a los modelos que establezca la Autoridad de
Aplicación.”

Observe el Señor Juez cómo la reforma dispuesta por


el DNU barre de plano con el sistema de control de las
cuotas arancelarias, dejando sujeto al libre mercado
entre empresarios y consumidores, entre partes fuertes y
débiles, en un marco de fantasiosa negociación, el
contenido de la prestación y los precios del mismo.

No decimos que no se abone lo que corresponda


abonar, para que el servicio sea de excelencia, sino que
ese pago sea razonable y el Estado cumpla su mandato
constitucional del control de esa razonabilidad, de modo
que los intereses económicos del suscripto se encuentren
resguardados y no librados al precio impuesto, sin saber
si el mismo es razonable, puesto que no cuento con
condiciones profesionales para determinar si la
estructura de costos es la adecuada para formular el
precio final, con la ganancia esperada. Obviamente, soy
un profano frente a la empresa experta.

El espíritu del DNU y los intereses del Sr.


Presidente (que no dudo que lo que hace, lo es con buenas
intenciones) está influido de las ideas del liberalismo
clásico, como si se tratara de las propias ideas y
palabras de John LOCKE.

Sin embargo, ese modelo de libertad, adaptado a la


sociedad moderna, en un marco de libre mercado, de un
sistema empresarial insaciable, frente a usuarios y
consumidores incautos, requiere de una tutela estatal y
eso es lo que se dispuso en la reforma constitucional del
año 1994, al sancionar el art. 42.

Por lo tanto, esta reforma legal (por vía del DNU),


en nombre de la libertad, está acotando la misma. Es,
puntalmente, una violación del art. 28 de la Constitución
Nacional, en tanto la reglamentación del derecho a la
salud, en el marco de la gestión privada, está vulnerando
la misma y los intereses económicos de sus usuarios.
Como lo expresó el extinto profesor BADENI, “(l)a
libertad, y la idea que ella representa en el pensamiento
de cada individuo, constituye el concepto que con mayor
frecuencia aparece citado en el curso de la historia de
la humanidad. Los documentos jurídicos, los discursos
sociales, las obras doctrinarias, mencionan continuamente
la palabra libertad. Todos los sistemas políticos, tanto
personalistas como transpersonalistas, proclaman que su
objetivo es la libertad, aunque los contenidos que le
asignan resulten a veces inconciliables.” Y remata: “Las
leyes, las constituciones, los actos de gobierno, las
revoluciones, las conquistas más importantes del espíritu
humano y los más absurdos atentados contra la dignidad
humana se gestaron y se producen invocando la libertad.”
(BADENI, Gregorio, Tratado de Derecho Constitucional,
Tomo I, Ed. La Ley, Buenos Aires, 2004, p. 321).

c.- Un último aspecto normativo, también


constitucional, a tener en cuenta en el presente caso,
es que, con el dictado del DNU (en el aspecto puntual de
la medicina prepaga) se está violando el principio de no
regresividad en materia de derechos humanos, dispuesto
en el art. 26 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y en el art. 2.1 del Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

La Corte Interamericana se ha expedido en relación


al principio de no regresividad del art. 26 de la
Convención, indicando que “(c)omo correlato de lo
anterior, se desprende un deber -si bien condicionado-
de no-regresividad, que no siempre deberá ser entendido
como una prohibición de medidas que restrinjan el
ejercicio de un derecho. Al respecto, el Comité de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las
Naciones Unidas ha señalado que "las medidas de carácter
deliberadamente re[gresivo] en este aspecto requerirán
la consideración más cuidadosa y deberán justificarse
plenamente por referencia a la totalidad de los derechos
previstos en el Pacto [Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales] y en el contexto del
aprovechamiento pleno del máximo de los recursos de que
[el Estado] disponga". En la misma línea, la Comisión
Interamericana ha considerado que para evaluar si una
medida regresiva es compatible con la Convención
Americana, se deberá "determinar si se encuentra
justificada por razones de suficiente peso". Por todo lo
expuesto, cabe afirmar que la regresividad resulta
justiciable cuando de derechos económicos, sociales y
culturales se trate.” (Corte IDH. Caso Acevedo Buendía y
otros "Cesantes y Jubilados de la Contraloría" Vs. Perú.
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 1 de julio de 2009. Serie C No. 198, Párrafo
103).

En el presente caso, no se trata de que el Estado,


luego de utilizar el máximo de los recursos no logra
satisfacer un derecho social, sino de que decide
retirarse del control sobre una empresa privada y dejar
de auditar el contenido del contrato de prestación de
salud y su precio. Se trata del abandono del usuario del
servicio, dejado a su suerte en el juego del libre
mercado, sin posibilidad de conocer si los precios
recibidos son razonables o abusivos.

En cuanto a la plena efectividad de los Derechos


Económicos, Sociales y Culturales del art. 2.1 del Pacto
Internacional que regula dicha materia, la Comisión (de
la ONU) de control de dichos derechos, tiene dicho que
“(l)a principal obligación en lo que atañe a resultados
que se refleja en el párrafo 1 del artículo 2 es la de
adoptar medidas "para lograr progresivamente... la plena
efectividad de los derechos reconocidos [en el Pacto]".
La expresión "progresiva efectividad" se usa con
frecuencia para describir la intención de esta frase. El
concepto de progresiva efectividad constituye un
reconocimiento del hecho de que la plena efectividad de
todos los derechos económicos, sociales y culturales en
general no podrá lograrse en un breve período de tiempo.”
(Observación: CESCR-GC-3 La índole de las obligaciones
de los Estados Partes, Párr. 9. Comité de Derechos
Económicos Sociales y Culturales).

Precisamente, los arts. 267 y 269 del DNU N°


70/2023, están yendo en sentido contrario a la obligación
internacional asumida por el Estado Argentino. Están
regresando sobre sus propios pasos evolutivos y
progresivos (art. 14 bis de la Constitución Nacional –
Ley 24.240 – art. 42 de la Constitución Nacional – Ley
24.754 – Ley 26.682), para dar un giro de regreso, sin
justificación (en el DNU no hay otra explicación más que
la competitividad, o sea, hace foco en la pata empresaria
y olvida a los usuarios), y deroga las normas protectorias
a través de los arts. 267 y 269 citados.

Queda en claro, pues, que las normas del Decreto


impugnado vulneran de un modo palmario, el principio de
no regresividad en materia de derechos humanos,
comprometiendo -a su vez- la responsabilidad
internacional del Estado Argentino.

Tal como lo expone el profesor MANILI, “(e)stos


principios, son aplicables a los derechos de los
consumidores como derechos humanos de tercera generación,
teniendo en cuenta -además- que la relación de consumo
involucra valores propios de los derechos humanos, como
la salud, la seguridad, la dignidad, la vida y los
intereses económicos, sin dejar de tener en cuenta la
vigencia de las Directrices para la Protección del
Consumidor de las Naciones Unidas. En virtud de esos
principios, ha de respetarse la línea de avance gradual
y progresivo hacia a la satisfacción plena y universal
de los derechos tutelados, y no resulta jurídicamente
posible retroceder respecto de estándares protectorios
alcanzados. El Estado, entonces, no puede ir hacia atrás
en el camino hacia la plena efectividad en el ejercicio
y goce de estos derechos, ni en los casos concretos, ni
en la formulación de las normas. En consecuencia,
cualquier retroceso en materia de tutela de los
consumidores debe ser entendida como una clara afectación
del principio sentado por la normativa de jerarquía
constitucional antes mencionada e, incluso, hasta generar
responsabilidad internacional por parte del Estado.

Por tanto, ni el Código Civil y Comercial ni


eventuales modificaciones de la ley especial pueden
anular o suspender niveles alcanzados de protección
preexistentes, quedando solo permitidas aquellas que
tengan el efecto de innovar en aumento de la protección,
la igualdad y la realización de los derechos.” (MANILI,
Pablo Luis, Constitución de la Nación Argentina.
Comentada, anotada y concordada con los tratados
internacionales de derechos humanos, Ed. Astrea, Buenos
Aires, 2023, ps. 650 y 651).

d.- Por lo tanto, como epílogo de lo expuesto, el


panorama de violación de los derechos del suscripto como
usuario del servicio de medicina prepaga, denota lo
siguiente:
1.- El Estado fortalece su tutela en materia de
seguro social (adhiriendo a la corriente del
constitucionalismo social) a través del art. 14 bis, en
1957;

2.- Dicta la Ley de defensa del consumidor 24.240


del año 1993;

3.- Sanciona una nueva reforma constitucional en el


año 1994, incorporando el art. 42 y varios tratados de
derechos humanos, otorgándoles jerarquía constitucional
(art. 75 inc. 22), conformando con ello el bloque de
constitucionalidad federal;

4.- En razón de lo anteriormente expuesto, el Estado


se obliga a tutelar los intereses económicos de los
usuarios en las relaciones de consumo, por mandato
constitucional;

5.- En el año 1996 dicta la Ley 24.754 en donde por


primera vez regula legalmente un aspecto mínimo de la
medicina prepaga;

6.- En el año 2011 crea un marco regulatorio


integral, con importantes mecanismos de control sobre
estas empresas que otorgan un servicio de salud, de
gestión privada;

7.- De lo anterior se colige que el Estado fue


respetando, de modo evolutivo, el principio de
progresividad en materia de derechos humanos;

8.- En el año 2015 entra en vigencia el nuevo Código


Civil y Comercial de la Nación, anclando nuevos conceptos
y principios en tutela de los derechos del consumidor
que, como tales, forman parte de los Derechos Económicos,
Sociales y Culturales;
9.- En el año 2023, vuelve todo a fojas cero,
barriendo de plano cualquier tipo de control y regulación
en un asunto tan sensible, dejando sin efecto el sistema
de control de aranceles y de contenido contractual,
violando el principio de no regresividad en materia de
derechos humanos, retornando a la fase previa a la
existencia del seguro social obligatorio, en donde sólo
el que contaba con recursos podía tener una atención
adecuada de su salud, mientras que el resto debía acudir
al sistema público que, como es conocido, no se sostiene
por abandono -también- del propio Estado.

De hecho, si la situación se mantiene, muchísimas


personas escaparán del sistema de medicina prepaga,
migrarán al sistema público y este último no podrá
sostener semejante demanda.

10.- En conclusión, es clara la violación de los


arts. 42 y 75 inc. 22 de la Constitución Nacional, como
de los arts. 26 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y 2.1 del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales.

Por todo lo expuesto, entonces, en lo que hace a


los motivos de fondo, solicito se declare la
inconstitucionalidad de los arts. 267 y 269 del Decreto
de Necesidad y Urgencia N° 70/2023, declarando dicha
normativa inaplicable al caso concreto del suscripto y
se ordene a la empresa SWISS MEDICAL S.A. a actualizar
los aranceles de mi plan SMG 30 Premium, conforme a las
autorizaciones que le disponga el MINISTERIO DE SALUD,
con el mismo mecanismo previsto en la derogada
legislación.
VII-SOLICITA SE DICTE MEDIDA CAUTELAR DE SUSPENSIÓN
DE LOS EFECTOS JURÍDICOS DE LOS ARTS. 267 Y 269 DEL
DECRETO N° 70/2023 Y SE ORDENE LA LIQUIDACIÓN DE LOS
ARANCELES CONFORME A LAS AUTORIZACIONES QUE DISPONGA EL
MINISTERIO DE SALUD

Tal como se ha descripto precedentemente, la


situación jurídica no resiste mayor análisis, hay un
panorama de patente violación de derechos
constitucionales, que corresponde sean recompuestos por
la justicia como órgano contra-mayoritario.

Ahora bien, hasta tanto se defina esta contienda


judicial, dicho DNU continuará vigente (al menos hasta
tanto el Congreso de la Nación se pronuncie acerca de su
legalidad) y, conforme a lo dispuesto en los arts. 17 y
24 de la Ley 26.122 de tratamiento de los Decretos de
Necesidad y Urgencia, Delegados y Promulgación Parcial
de Leyes.

Por lo tanto, desde el 29/12/2023, SWISS MEDICAL


S.A. se encuentra en condiciones de proceder a disponer
de aumentos de aranceles y modificaciones contractuales
sin control estatal, y sus actos serán legítimos aún,
hasta que el Congreso de la Nación se pronuncie. Si este
último dispone el rechazo (al menos parcial sobre la
materia relacionada a la medicina prepaga), ello tendrá
efectos -en principio- derogatorios, no anulatorios y,
por tanto, sin efectos retroactivos, sino ex nunc.

a.- En dicho sentido, solicito el dictado de las


medidas cautelares dispuestas en los arts. 230 y 232 del
CPCCN.

El primero de ellos, dice: “Podrá decretarse la


prohibición de innovar en toda clase de juicio siempre
que: 1) El derecho fuere verosímil. 2) Existiere el
peligro de que si se mantuviera o alterara, en su caso,
la situación de hecho o de derecho, la modificación
pudiera influír en la sentencia o convirtiera su
ejecución en ineficaz o imposible. 3) La cautela no
pudiere obtenerse por medio de otra medida precautoria.”

Y el art. 232, dispone: “Fuera de los casos


previstos en los artículos precedentes, quien tuviere
fundado motivo para temer que durante el tiempo anterior
al reconocimiento judicial de su derecho, éste pudiere
sufrir un perjuicio inminente o irreparable podrá
solicitar las medidas urgentes que, según las
circunstancias, fueren más aptas para asegurar
provisionalmente el cumplimiento de la sentencia.”

b.- En cuanto a la verosimilitud del derecho, no


voy a repetir los argumentos expresados previamente. A
ellos debe remitirse pues, estos son los que dan sustento
al aspecto constitucional de la demanda y que fundan el
aspecto final del pronunciamiento que se solicita: la
inconstitucionalidad.

Es en base a ese humo del buen derecho, que resulta


plausible de ser acogida la medida cautelar, frente a las
argumentaciones jurídicas expuestas con el confronte de
la normativa constitucional y del derecho internacional
de los derechos humanos, resultamdo prudente solicitarle
al Sr. Juez que considere la aplicación de una medida
innovativa, conjuntamente con otra genérica, para que el
resultado de la precautoria no sea ilusorio.

En esa inteligencia, requiero que el Sr. Juez


decrete la suspensión provisoria de los efectos jurídicos
de los arts. 267 y 269 del Decreto de Necesidad y Urgencia
N° 70/2023, ordenando a la demandada SWISS MEDICAL S.A.
que se abstenga de aplicar los mismos en relación al
suscripto, y que sólo pueda disponer los contenidos
contractuales y la actualización arancelaria que disponga
el MINISTERIO DE SALUD.

Asimismo, en tanto el litigio también será de


interés de aquel organismo (al cual se requiere sea citado
como tercero interesado, en los términos del art. 94 del
CPCCN), solicito que VS indique al MINISTERIO DE SALUD
que deberá aplicar los mismos mecanismos de actualización
de aranceles y de control del contenido del contrato de
SWISS MEDICAL S.A. con el suscripto, conforme a las pautas
dispuestas en la parte derogada de la Ley 26.682.

No se trata de intentar revivir una ley derogada.


Sólo si es declarado nulo de nulidad absoluta e insanable
(el DNU) por parte del Congreso de la Nación, tendrá
efectos retroactivos y no habrá existido la derogación.

Mientras tanto, el DNU está vigente y, para que se


cumpla el mandato legal del Juez, es necesario
establecerle a la demandada y al tercero citado, algún
mecanismo de control y actualización de aranceles pues,
de lo contrario, ni el Estado podría controlar el
contenido de mi contrato ni SWISS MEDICAL S.A. podría
actualizar de modo alguno los aranceles. No es lo que
estoy buscando. Sólo exijo aumentos razonables y que
dicho control de razonabilidad lo ejerza el Estado, pues
es el mandato constitucional que tiene sobre su cabeza.

c.- En cuanto al peligro en la demora, es claro que


la presente acción tendrá la demora que tenga que insumir
pues, no sólo es un procedimiento más de los tantos que
tramitan en este Juzgado Federal (que de por sí, ya son
muchísimos), sino que también se trata de un asunto
complejo en donde por un error se puede generar una crisis
de gobernabilidad, en un país quebrado en donde se intenta
hacer lo mejor posible. Pero, en el camino, esos intentos
no pueden implicar arrasar con los derechos humanos.

Cuanta más demora tenga el proceso, el riesgo de


sufrir constantes aumentos de aranceles o modificaciones
contractuales está pendiente y, de hecho, ya fue
anunciado en muchos medios de comunicación. Es decir, es
tan inminente, que no merece explicación de que
efectivamente los aumentos se darán ya mismo y serán
paulatinos.

Tampoco es posible recurrir al argumento de que, en


su caso, el suscripto podría recurrir a la vía de la
repetición judicial si, en una sentencia de fondo se
reconocen los derechos aquí reclamados. Ese argumento
patrimonialista olvida que hay derechos que no tienen
precio. Hacer eso implicaría transformar en un derecho
patrimonial el derecho a la salud, el derecho a los
intereses económicos de los consumidores y el principio
de no regresividad en materia de derechos humanos. Es
decir, no tendría sentido ninguna tutela preventiva si,
al final del camino, todo se reduce a una cuestión
patrimonial.

El daño en el bolsillo del suscripto es evidente si


se atiende a los anuncios de aumentos de hasta un
cincuenta por ciento (50%) sobre la base de la cuota de
diciembre 2023, sumado ello a que el DNU entra en vigencia
el 29/12/2023, es decir, el último día de actividad
judicial, dejando sin otro remedio al suscripto frente a
la inminencia de la feria judicial del mes enero del año
2024.

d.- Como contracautela presto a través de este


escrito caución juratoria, en los términos del art. 199
del CPCCN, por todas las costas y daños y perjuicios que
pudiera ocasionar el otorgamiento de la medida sin
derecho a ello.

e.- En consecuencia, como medida precautoria,


solicito:

1.- Se suspendan los efectos jurídicos de los arts.


267 y 269 del Decreto de Necesidad y Urgencia N° 70/2023,
hasta tanto se dicte sentencia definitiva y ella quede
firme;

2.- Se ordene a SWISS MEDICAL S.A. que, en relación


al contrato con el suscripto, bajo la afiliación n°
800006-1449642-01-0026 (y grupo familiar adherido), no
se efectúen cambios del contenido contractual y que las
actualizaciones arancelarias lo sean conforme a las
autorizaciones dispuestas por el MINISTERIO DE SALUD;

3.- Se ordene al MINISTERIO DE SALUD, que ejerza su


control sobre el contenido contractual y disponga los
aumentos arancelarios que correspondan, con la misma
metodología dispuesta en la parte derogada de la Ley
26.682, en relación al contrato entre el suscripto y
SWISS MEDICAL S.A., respecto a la afiliación n° 800006-
1449642-01-0026 (y grupo familiar adherido);

4.- Para el caso de que SWISS MEDICAL S.A. efectúe


-en el interín de decidirse el pedido cautelar- aumentos
fuera de todo control estatal, ordenar a esta última que
reintegre en la siguiente cuota mensual, todos los
valores que excedan lo autorizado por el MINISTERIO DE
SALUD.

VIII-SOLICITA SE CITE COMO TERCERO AL ESTADO


NACIONAL – MINISTERIO DE SALUD
El art. 94 del CPCCN dispone: “El actor en el
escrito de demanda, y el demandado dentro del plazo para
oponer excepciones previas o para contestar la demanda,
según la naturaleza del juicio, podrán solicitar la
citación de aquél a cuyo respecto consideraren que la
controversia es común. La citación se hará en la forma
dispuesta por los artículos 339 y siguientes.”

En el presente caso la controversia es común a la


MINISTERIO DE SALUD (cfr. art. 4° de la Ley 26.682), en
tanto por medio de normas inconstitucionales le han
quitado el rol de tutela de los derechos de los usuarios
del servicio de medicina prepaga y, una decisión que
declare la inconstitucionalidad de los preceptos citados,
implicará la necesidad de que dicho organismo estatal
vuelva a cumplir su rol respecto del suscripto.

Podrá el MINISTERIO, una vez citado, decidir


integrar el polo activo o pasivo de esta contienda, pero,
en todos los casos, la decisión del litigio le será común
en sus efectos y corresponde se le otorgue su derecho de
defensa. Es que, aunque el demandado sea SWISS MEDICAL
S.A., por ser el beneficiario de la norma
inconstitucional aquí cuestionada, la contienda es
innegablemente común al MINISTERIO por el rol estatal que
ocupa.

Por los motivos expuestos, solicito se cite como


tercero, en los términos del art. 94 del CPCCN al ESTADO
NACIONAL – MINISTERIO DE SALUD.

IX-PRUEBA

DOCUMENTAL
1.- Constancia de bloqueo de matrícula, expedido
por la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata
(instrumento público);

2.- Certificado de servicios expedido por la


Secretaría de Personal de la SUPREMA CORTE DE JUSTICIA
DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, en relación al ejercicio
del suscripto como Juez Contencioso Administrativo
(instrumento público);

3.- Copia del DNI;

4.- Copia de las credenciales de afiliación del


suscripto y su grupo familiar;

5.- Partidas de nacimiento de mis hijas Sofia Alicia


y Lucía Magalí Ceballos Santilli (instrumentos públicos);

6.- Nota periodística descargada del Diario Digital


La Nación en relación a los aumentos esperados en la
medicina prepaga;

7.- Copia del último recibo de haberes del cual


consta la retención sobre la fuente, con débito en el
salario, de la cuota a favor de SWISS MEDICAL S.A.

DOCUMENTAL EN PODER DE LA DEMANDADA

Para el caso de desconocimiento insincero de la


documental del punto 4, solicito se intime a la demandada
a acompañar en autos el contrato de afiliación con el
suscripto (art. 389 del CPCCN).

INFORMATIVA
1.- Para el caso de desconocimiento insincero de la
documental acompañada en el punto 4 y negativa de la
demandada a acompañar en autos el contrato de afiliación
del suscripto, solicito se libre oficio al MINISTERIO DE
SALUD DE LA NACIÓN, sito en Av. 9 de Julio 1925 de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a los fines de que
informe en autos si el suscripto y el grupo familiar
mencionado, se encuentra inscripto en el Padrón Nacional
de Usuarios previsto en el art. 5° inc. b) de la Ley
26.682, como afiliado a la empresa de medicina prepaga
SWISS MEDICAL S.A.;

2.- Para el caso de desconocimiento insincero de la


documental acompañada en el punto 7, solicito se libre
oficio a la Secretaría de Administración de la SUPREMA
CORTE DE JUSTICIA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, sito
en Av. 13 esquina calle 48, Edificio Torre, piso 10 de
la Ciudad de La Plata, a los fines de que informe acerca
de autenticidad de la expedición y contenido del recibo
de haberes acompañado;

3.- Se libre oficio a la Unión de Magistrados y


Funcionarios Judiciales del Departamento Judicial de
Lomas de Zamora, sito en la Av. 12 de Octubre 1202, Lomas
de Zamora, a los fines de que acompañe en autos el
contrato de empresa suscripto entre SWISS MEDICAL S.A. y
dicha entidad e informe si el suscripto resulta ser
afiliado a esa empresa de medicina prepaga.

X-DERECHO

Fundo la presente demanda en las normas de los arts.


1°, 14 bis, 42, 75 inc. 22 y 99 inc. 3° de la Constitución
Nacional, en las normas de los arts. 26 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y 2.1 del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, en las normas de la Ley 24.240 y del Código
Civil y Comercial de la Nación, en la jurisprudencia
citada de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y de
los órganos internacionales que aplican e interpretan las
normas del derecho internacional de los derechos humanos
(Corte Interamericana de Derechos Humanos y Comisión de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la
Organización de las Naciones Unidas).

XI- PLANTEA CASO FEDERAL

En tanto en la presente causa la decisión depende


de la aplicación e interpretación exclusiva del sentido
y alcance de normas federales, hago expresa reserva del
caso federal, para acudir por ante el Máximo Tribunal por
vía del art. 14 de la Ley 48, o vía el per saltum, para
el caso de que se resuelva en contra de la inteligencia
de las normas federales aquí expresadas (inc. 3° del art.
14).

XII- PETITUM

Por todo lo expuesto, solicito al Sr. Juez,

1.- Me tenga por presentado, por parte y por


constituido el domicilio electrónico;

2.- Tenga por interpuesta la demanda contra SWISS


MEDICA S.A. y se imprima el trámite del juicio sumarísimo;

3.- Se cite como tercero al ESTADO NACIONAL –


MINISTERIO DE SALUD, por resultarle común la contienda;
4.- Se tenga por ofrecida la prueba documental y se
provea la restante;

5.- Se haga lugar a la medida cautelar solicitada;

6.- Se tenga presente la reserva del caso federal;

7.- Se haga lugar a la demanda, en todas sus partes,


declarando la inconstitucionalidad de los arts. 267 y 269
del Decreto de Necesidad y Urgencia N° 70/2023, en los
términos y con los alcances dispuestos en los puntos
correspondientes de esta demanda;

8.- Para el caso de haber lugar a contradictorio,


se impongan costas a la demandada.

Proveer de conformidad

SERÁ JUSTICIA

Firmado
CEBALLOS digitalmente por
CEBALLOS
Maximilia Maximiliano
no Alberto
Fecha:
Alberto 2023.12.26
10:16:51 -03'00'

Signature Not Verified


Digitally signed by MAXIMILIANO
ALBERTO CEBALLOS
Date: 2023.12.27 11:32:54 ART

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