densos bosques, una niña llamada Caperucita Roja. Su madre le había tejido una capa roja brillante, y le gustaba tanto que no quería quitársela nunca. Desde entonces, todo el mundo la conocía como Caperucita Roja.
Un día, la madre de Caperucita le pidió un favor
especial. "Querida Caperucita", dijo, "tu abuelita está enferma. He preparado una cesta con pan, miel y mermelada. ¿Podrías llevarla a su casa en el bosque?"
Caperucita Roja, siempre dispuesta a ayudar,
aceptó de inmediato. Tomó la cesta y se puso su capa roja, prometiendo a su madre que sería cuidadosa y rápida.
El sol brillaba en el cielo azul cuando Caperucita
Roja se adentró en el bosque. Cantaba canciones mientras caminaba, disfrutando del aire fresco y del perfume de las flores silvestres. Pero lo que no sabía era que un astuto lobo acechaba entre los árboles, con hambre y malas intenciones. El lobo, al ver a Caperucita, ideó un plan. Corrió velozmente hacia la casa de la abuelita, con la intención de llegar antes que ella. Cuando llegó, golpeó la puerta. "¿Quién es?", preguntó la abuelita desde adentro. "¡Soy yo, Caperucita Roja! He venido a visitarte y traigo una cesta con comida", respondió el lobo, disfrazando su voz lo mejor que pudo para parecerse a la niña. La abuelita, sin sospechar nada, abrió la puerta. Pero en lugar de encontrar a su nieta, se encontró con los afilados colmillos del lobo, que la devoró de un solo bocado. El lobo se puso entonces la ropa de la abuelita y se metió en la cama, esperando la llegada de Caperucita Roja. Cuando Caperucita finalmente llegó a la casa de su abuelita, notó algo extraño. La puerta estaba abierta y no había ruido alguno. Entró con cautela y se acercó a la cama donde suponía que estaba su abuela. "Abuelita, ¿estás bien?", preguntó Caperucita Roja. "Sí, querida, solo estoy un poco débil. Ven, acércate", dijo el lobo, intentando imitar la voz de la abuela. Pero Caperucita, que tenía buen oído, notó algo extraño en la voz de su abuelita. Se acercó aún más y, al ver los grandes ojos y los dientes afilados, se dio cuenta de la verdad. Con valentía, Caperucita Roja enfrentó al lobo. Gritó con todas sus fuerzas, atrayendo la atención de un leñador que pasaba cerca. El leñador corrió hacia la casa y, al ver la situación, sacó su hacha y liberó a la abuela y a Caperucita del lobo. Desde ese día, Caperucita Roja aprendió a ser más precavida en el bosque y a no confiar en extraños. Y la abuelita, agradecida por la valentía de su nieta, les enseñó a ambas a hacer deliciosas tartas de frutas para compartir con los vecinos del pueblo. Y así, la historia de Caperucita Roja se convirtió en una lección sobre la importancia de la precaución y la astucia frente a los peligros del mundo.