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Las tramas de la memoria y la justicia

El movimiento de derechos humanos


y el juzgamiento de las violaciones a
los derechos humanos en Tucumán

JULIA VITAR
COMITÉ EDITORIAL

Dr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, Universidad Nacional Autónoma de México, México
Dra. Sonia Álvarez, Universidad Nacional de Salta, Argentina
Dra. Susana Bandieri, Universidad Nacional del Comahue - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Dr. Darío G. Barriera, Universidad Nacional de Rosario - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Dr. Ricardo Cicerchia, Universidad de Buenos Aires - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Dra. María Silvia Di Liscia, Universidad Nacional de La Pampa - Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Dr. Nicolás Dip, Universidad Nacional de La Plata, Argentina - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Dra. María Luisa Femenías, Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Dra. Sandra Fernández, Universidad Nacional de Rosario - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Dr. François Godicheau, Universidad de Toulouse - Francia
Dra. Miriam S. Moriconi, Universidad Nacional de Rosario, Argentina
Dra. Carolina A. Piazzi, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Dra. Irina Podgorny, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Lic. M. Paula Polimene, Universidad Nacional de Rosario, Argentina
Dr. Darío Pulfer, UNSAM (Universidad Nacional de San Martín), Argentina
Dra. Ana María Rigotti, Universidad Nacional de Rosario - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Lic. Gloria Rodríguez, Universidad Nacional de Rosario, Argentina
Dra. Laura G. Rodríguez, Universidad Nacional de La Plata - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Dr. José Javier Ruiz Ibáñez, Universidad de Murcia - Red Columnaria, España
Dr. Germán F. Soprano, Universidad Nacional de La Plata - Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas, Argentina
Dra. Daniela Zaikoski Biscay, Universidad Nacional de La Pampa - Sociedad Argentina de
Sociología Jurídica, Argentina
Las tramas de la memoria y la justicia
El movimiento de derechos humanos
y el juzgamiento de las violaciones a
los derechos humanos en Tucumán

JULIA VITAR

Rosario, 2022
Vitar, Julia
Las tramas de la memoria y la justicia. El movimiento de derechos humanos y el juzgamiento
de las violaciones a los derechos humanos en Tucumán / Julia Vitar. - 1a ed. - Rosario :
Prohistoria Ediciones, 2022.
334 p. ; 23 x 16 cm. - (Tiempo presente / Germán Soprano ; 10)

ISBN 978-987-809-033-7

1. Historia Argentina. 2. Historia de los Derechos Humanos. 3. Sociología Jurídica. I. Título.


CDD 323.0982

Maquetación de interiores: Lorena Blanco


Maquetación de tapa: Estudio XXII
Imagen de Tapa: Jardín nocturno –acrílico sobre tela–: Virginia Vitar (2014) cortesía de la
autora.

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido su diseño tipográfico y de


portada, en cualquier formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, sin expresa
autorización del editor.

© Julia Vitar
© de esta edición:
Email: admin@prohistoria.com.ar
www.prohistoria.com.ar

TODOS LOS DERECHOS REGISTRADOS


HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723

Este libro se terminó de imprimir en en Talleres Gráficos FERVIL SRL, Rosario, Argentina,
en el mes de noviembre de 2022.

Impreso en la Argentina
AGRADECIMIENTOS

M
i primer agradecimiento es a las mujeres que protagonizaron y protagonizan
los capítulos más importantes de este trabajo. Mujeres fuertes y luchadoras,
quienes, a fuerza de sus convicciones son parte de la historia de Tucumán
y pilares de la construcción del proceso de justicia. Les agradezco sus testimonios, su
tesón y su lucha. He tenido la suerte de conocerlas, quererlas, abrazarlas y caminar
junto a ellas. Gracias Marta Rondoletto, Marta Ceridono de Gómez y Raquel Zurita.
A todas las personas que me acompañaron y apoyaron para realizar esta publica-
ción: Marcela Vignoli, Rossana Nofal, María Jesús Benites y María Lenis. A la edito-
rial Prohistoria por confiar en este proyecto.
A la Fundación Memorias e Identidades del Tucumán, porque me permitió acceder
a sus archivos y al proyecto «Testimonios de Madres y Familiares de Detenidos y
Desaparecidos de Tucumán: Historia y Luchas».
A los entrevistados y las entrevistadas, por su tiempo y sus miradas.
A mi amiga Popó por la vida compartida. A Anita, por su amistad, su perspectiva
y opinión sobre este trabajo.
A la educación pública que me formó con calidad durante mi escolarización, mi
formación de grado y de posgrado. En particular, a las profesoras Cora Escolar y
María Celia Bravo.
A mis viejos, que me enseñaron a rebelarme contra las injusticias, abrazar las cau-
sas justas y luchar por ellas.
A mi hermana Viky y a mis hermanos y hermanas de HIJOS porque todos y todas
somos hijos de una misma historia.
ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS ....................................................................... 9

PRESENTACIÓN ................................................................................ 11

PRÓLOGO ........................................................................................... 17

PRIMERA PARTE
Antecedentes ......................................................................................... 23

CAPÍTULO I
Tucumán: entre la conflictividad social y la represión .......................... 25

CAPÍTULO II
Transición democrática y movimiento de derechos humanos.
El caso tucumano ................................................................................... 51

CAPÍTULO III
Los ‘90: impunidad y reconciliación sin justicia .................................. 93

SEGUNDA PARTE
Juicios .................................................................................................... 117

CAPÍTULO IV
La justicia reabre sus puertas ................................................................. 119

CAPÍTULO V
Las querellas llegan a juicio ................................................................... 155

CAPÍTULO VI
El Operativo Independencia en juicio .................................................... 197
10 Las tramas de la memoria y la Justicia

TERCERA PARTE
Reflexiones............................................................................................. 235

CAPÍTULO VII
El kirchnerismo. Nueva política, nuevas institucionalidades
y nuevas representaciones ..................................................................... 237

CAPÍTULO VIII
Justicia y memoria: el caso tucumano ................................................... 265

CONCLUSIONES................................................................................ 301

EPÍLOGO ............................................................................................. 311

FUENTES. Entrevistas realizadas...................................................... 315

BIBLIOGRAFÍA.................................................................................. 323
PRESENTACIÓN

E
ste libro parte de la tesis de Maestría en Derechos Humanos y Políticas Socia-
les, que defendí en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) en 2015.
Refleja las alternativas de un proceso colectivo de búsqueda de memoria y
justicia, del cual participé, y que atravesó mi trayectoria profesional y personal.
Es en la historia familiar, donde se explica –al menos en parte– cómo surgió mi
compromiso con esta causa.
Mis padres fueron militantes políticos en los años setenta, por ello, como muchos
otros fueron perseguidos por el aparato represivo estatal. Salir de la provincia fue la
única opción disponible para salvar sus vidas ya que todos los días se enteraban del
encarcelamiento, la muerte o desaparición de amigos y compañeros. Mi madre partió
a la ciudad de Buenos Aires a comienzos de 1976, acompañada por dos amigas –y
compañeras de militancia–, desde allí se fue a Bolivia a fines de 1977. Mi padre salió
del país en agosto de 1976 y se estableció en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.
Se conocieron en esa ciudad boliviana, se enamoraron y formaron pareja. A partir
de entonces, continuaron juntos su exilio, militando y viajando por diferentes países
de Latinoamérica: Perú, Bolivia, Costa Rica, México, Brasil, Chile. Su vida personal
y política se desarrollaba en la más absoluta clandestinidad respecto de sus verda-
deras identidades. No obstante, mantenían esporádicos contactos con su familia en
Tucumán y con algunos amigos, en abierta transgresión a las reglas de seguridad que
recomendaban cortar contactos con Argentina. Probablemente actuaban así porque
tenían cierto registro inconsciente de que cada día podía ser el último. Existen algunos
testimonios fotográficos de esa época, que se salvaron de ser descartados con cada
mudanza de país en país, como sucedió con el resto de los bienes materiales: juguetes,
ropas, etc. Durante el exilio nació mi hermana Viky en 1979 y yo en 1981.
Mi madre transitó sus embarazos mientras continuaban las vicisitudes de la mi-
litancia: el peligro y amenaza sobre sus vidas y las de quienes los rodeaban. Eran
tiempos de contraofensiva y Plan Cóndor, de los cuales ambos lograron escapar con
vida, por razones que a veces son difíciles de explicar, o tan solo podemos atribuir al
azar. En el exilio, mis padres se encontraron con otra pareja de tucumanos, también
exiliados y militantes, que tenían una hija: Isauro Martínez y Marta Rondoletto. En
12 Las tramas de la memoria y la Justicia

1982 decidieron inscribirme en México, para que mi existencia quedara registrada en


algún lugar, y los eligieron como mis padrinos.1
Regresamos al país en el año 1983, un poco antes del fin de la dictadura militar.
Nos establecimos primero de manera clandestina, hasta que las condiciones de segu-
ridad nos permitieron tener algún grado de normalidad. No eran ociosos los temores,
ya que en mayo de 1983, tan solo unos meses antes de las elecciones y la normaliza-
ción democrática, las fuerzas de seguridad asesinaron a Osvaldo Agustín Cambiaso y
Eduardo Daniel Pereyra Rossi, dos militantes con quienes mi padre había estado en
contacto tan solo unos días antes de sus muertes.
Durante estos primeros años de democracia, mi hermana y yo teníamos prohibido
hablar fuera de casa o con personas desconocidas sobre nuestro pasado, nuestros na-
cimientos, o la militancia de nuestros padres.2 Durante años continuamos mintiendo
sobre el lugar donde nacimos y las circunstancias de nuestros primeros años de vida,
mi hermana aún es reactiva a conversar sobre estos temas, con personas que no cono-
cen su historia.
A veces se colaban en la mesa familiar conversaciones sobre los amigos desapa-
recidos y lo que habíamos transitado como familia. Conservamos la amistad de dos
queridos ex compañeros: Alberto y Yenny con quienes habíamos compartido el exilio
mexicano. Ellos tenían una hija, Gaby, que, como mi hermana Viky y yo, nació en
la clandestinidad, con todo lo que eso implicaba. En presencia de ellos volvíamos a
recobrar nuestro pasado y era posible hablar sobre él. Las marcas del silencio y los
artilugios de protección habían calado de manera profunda. Lo advertí con mayor
claridad, cuando hace un par de años –no más de cinco– me encontré con Gaby, y me
contó que la única persona que sabía sobre las circunstancias de su nacimiento era
su marido, al resto les seguía contando la historia que sus papás habían armado para
protegerse de la dictadura.
En el año 1984, con la democracia ya en marcha, mi papá empezó a trabajar como
asesor de la Comisión Bicameral Investigadora de las Violaciones a los Derechos Hu-
manos, en donde mi tía Liliana Vitar colaboraba ad honorem como abogada. Liliana
además participaba junto a otros colegas, entre ellas Alicia Noli y Laura Figueroa,3
de la Asociación de Abogados por los Derechos Humanos de Tucumán. Las tres pa-

1 Trabajando en la escritura de este libro, al indagar en los documentos familiares y conversando con
mis padres y mis padrinos, Marta e Isauro, me di cuenta de que no existen certezas acerca de lo que
sucedió ese día en Tepoztlán, el pueblito elegido para llevar adelante la inscripción. Algunos dicen que
me bautizaron otros que inscribieron mi nacimiento en la oficina del registro de ese lugar. Yo tengo
representada esa situación en mis recuerdos, de la cual tengo fotos, como mi bautismo. Sin embargo,
las versiones de cada uno de los protagonistas cambian, especialmente porque fui bautizada a fines de
1983 en la parroquia de Fátima aquí en Tucumán.
2 Conversando con mi mamá sobre este tema, me dijo que ella en esa época tenía terror de hablar en su
lugar de trabajo sobre su militancia, su exilio y su pasado.
3 De allí que mi relación personal con Laura Figueroa se retrotrae a los años de mi niñez, en los que ella
ya era abogada de derechos humanos.
Presentación 13

trocinaron y asesoraron a decenas de familiares de desaparecidos de Tucumán en los


juicios iniciados en esos primeros años.
Liliana y mi padre, contribuyeron en la elaboración del informe final de la Co-
misión Bicameral y contaron para ello con el aporte de otras de sus hermanas, Ana,
quien tuvo a su cargo el armado de las estadísticas que están en el último anexo del
documento. Recuerdo de esa época con bastante claridad, las amenazas a la familia y
los panfletos que los servicios de inteligencia repartían en las inmediaciones de la casa
de mi abuela, donde Liliana todavía vivía, en los que la sindicaban como subversiva y
la llamaban con diferentes apodos y nombres de guerra.4
Crecí rodeada de historias acerca de desaparecidos, dictadura y represión. Mis tíos
de cariño eran familiares de desaparecidos o militantes políticos exiliados; las amigas
de mi tía eran las abogadas de los familiares de desaparecidos y algunas de ellas tenían
a su vez familiares desaparecidos. Queridos amigos y amigas de mis padres habían
desaparecido, entre los que siempre se recordaba al Rata Correa y a Estelita, la Insu-
rrecta, López. Mis padres y nosotras, sus hijas, éramos sobrevivientes; sin embargo,
me tomó muchos años darme cuenta acabadamente de esto.
Se impuso en la familia un silenciamiento sobre nuestro pasado que aún intento
desentrañar. Supongo que en la decisión de cortar con el pasado pesó la necesidad
de mis padres de reinsertarse en la vida laboral, social y política. Se sumaba a esto
la condena, que algunos sectores de la sociedad tucumana sostenían, respecto de las
experiencias políticas de los setenta, mucho más en una provincia en la que el bussis-
mo era una fuerza política y electoral contundente. El miedo fue otro de los motivos.
Durante la década del noventa, de la mano de la impunidad y el silencio, se rom-
pieron muchas de las vinculaciones y relaciones personales que nos ataban con nues-
tro pasado. Cuando cursaba mis estudios secundarios una amiga me prestó el Nunca
Más, y lo leí con la certeza de que no me iba a sorprender, ya que mucha de la infor-
mación allí contenida ya la conocía. En mi casa, llamativamente, no había un ejemplar
del libro de la Bicameral. Bussi se paseaba libre por las calles tucumanas y, pese a
que en el ámbito familiar siempre se había dicho que era un asesino, en 1995 llegó a
ser gobernador.
En 1999 egresé de la escuela secundaria y en ese diciembre, se produjo un hecho
histórico, en el cual mi padre tuvo una participación relevante: la Cámara de Dipu-
tados le negó a Bussi su diploma como diputado, y nunca pudo asumir su banca.
Recuerdo con orgullo esos momentos.
Ingresé a la Facultad de Derecho de la UNT en el año 2000, poco convencida de
que ser abogada fuera mi vocación, y renegando de un ámbito académico hostil, en
el que no había espacios de sociabilidad ni encuentro entre los estudiantes. En el año
2001, en plena crisis económica y social, comencé a participar de la Asamblea Abierta
Universitaria, un espacio convocado por agrupaciones políticas estudiantiles no par-

4 Liliana no había militado en la década del setenta, es la menor de las hermanas de mi padre. Estudiante
universitaria en los últimos años de la dictadura, su única participación en actividades sociales había
sido con la Acción Católica.
14 Las tramas de la memoria y la Justicia

tidarias. Allí conocí a tres integrantes de HIJOS Tucumán, dos de ellas eran abogadas
y la tercera, Viviana Vicente, hija de desaparecidos, estaba a punto de recibirse. Ella,
conociendo mi historia familiar –en esa época era importante conocer los anteceden-
tes de los que ingresaban a la organización, por cuestiones de seguridad– me invitó a
participar de la comisión Legales y Hermanos de HIJOS.
Entrar en HIJOS significó el reencuentro con mi propia historia, la de mis padres y
la de mi hermana. Implicaba estar en un lugar de pares, con otros, que como yo, tenían
padres militantes y perseguidos, y con los que podía hablar abiertamente de nuestras
infancias clandestinas.5 En el ámbito del movimiento de derechos humanos mi ape-
llido tenía su propio peso e historia, sobre todo por la labor desarrollada por mi tía.
Una de las primeras actividades de HIJOS de las que participé, en el año 2003,
fue la elaboración de la impugnación a la candidatura de Bussi como Intendente de
San Miguel de Tucumán. Luego de eso, en el 2004, colaboré con las abogadas Laura
Figueroa y Viviana Vicente –representantes de la Asociación de Familiares de Desa-
parecidos de Tucumán (FADETUC)– en la preparación de las querellas6 que dieron el
impulso inicial a la causa «Operativo Independencia». Mi tarea consistió en confec-
cionar una lista de víctimas de violaciones a los derechos humanos previas al golpe de
Estado e investigar el archivo del diario La Gaceta de los años 1975 y 1976.
En paralelo a esto, promediando el 2003 comencé a participar ad honorem, de la
primera comisión de apoyo a la fiscalía federal de Tucumán, para investigar causas
por violaciones a los Derechos Humanos. Permanecí allí hasta 2006, cuando me recibí
de abogada y tomé mi primer caso: el de Marta Rondoletto.
Luego, como miembro de HIJOS, representé a la organización de Familiares de
Desaparecidos de Tucumán (FADETUC) en la causa «Jefatura de Policía», con la que
debuté con mi primer juicio oral en el año 2010. Tenía 28 años y representaba a dos or-
ganizaciones de derechos humanos, acusando al terror de mi niñez: Antonio Domingo
Bussi. Ese juicio fue crucial en mi vida profesional y personal ya que marcó rupturas
y distanciamientos: dejé de militar en HIJOS luego de su conclusión.
El juicio por el centro clandestino de detención Jefatura de Policía nos enfrentó
con una problemática sobre la que, pese a los debates en el seno de las organizacio-
nes de derechos humanos, estábamos lejos de alcanzar consensos. Me refiero a la
situación de los ex militantes que sobrevivieron al terrorismo de estado a quienes
sus antiguos compañeros y un sector de los familiares de desaparecidos acusaban de

5 Parafraseando a la película de Benjamín Acuña, tucumano, hijo de Sara Ernesta Charo Zermoglio,
tucumana, secuestrada durante la Contraofensiva montonera en 1979. Mis padres conocieron a Charo
y a su marido Horacio Alberto Mendizabal en México, durante su exilio.
6 Nuestro sistema procesal contempla la posibilidad de que los damnificados por delitos, o sus familiares
directos, se presenten en los procesos penales como querellantes, es decir como acusadores particula-
res, representando el interés de las víctimas. Su rol es accesorio del que representa el Ministerio Públi-
co Fiscal –a través de los fiscales– que es el titular de la acción penal pública, y actúa en representación
de los intereses del Estado en investigar y castigar los delitos. Las partes querellantes pueden ofrecer
pruebas y participar de los actos procesales relevantes y de los juicios orales, allí intervienen en las
audiencias, valoran la prueba y solicitan la condena de los acusados.
Presentación 15

haber participado y/o colaborado con los represores en los campos donde estuvieron
secuestrados.7
Durante el juicio oral de la causa «Jefatura de Policía» las acusaciones que sec-
tores del movimiento de derechos humanos, realizaban sobre estos sobrevivientes
quedaron públicamente expuestas. Algunos entendieron que su accionar los confi-
guraba en criminales y otros sostenían que no se podían emitir juicios de valor sobre
sus conductas, o que, aun asumiendo esa idea, había que sobreponer su carácter de
portadores de información vital para esclarecer y comprender el funcionamiento del
aparato represivo.
Juan Carlos, El Perro, Clemente era la personificación de este dilema, ya que al-
gunos de sus ex compañeros lo acusaban de haber sido un infiltrado de la policía en la
organización Montoneros e inclusive, de haber «entregado» a su propia esposa. Mis
padres habían compartido militancia política con él en los setentas y a través de ellos
conocía su historia.
En las posturas de algunas organizaciones de derechos humanos y sus integrantes,
seguían presentes los lineamientos sentados en los debates de la década del setenta,
respecto a la actitud que debían tener los militantes políticos al ser capturados. La
cuestión continuaba dirimiéndose en la exigencia de actitudes heroicas de su parte.
Había allí una ausencia de comprensión de lo que implicó el espacio concentraciona-
rio, con sus prácticas desubjetivantes y destructoras de las personas que cayeron en
sus garras.
El Perro Clemente se presentó ante el tribunal con una carpeta de documentos que
había sustraído del lugar donde estuvo cautivo, y que se convirtieron en pruebas funda-
mentales del terrorismo de estado. Una carpeta de evidencias sobre las que había dormi-
do –y esto es literal– durante cuarenta años de silencio y condena social. Ese día contó
otra historia, una en la que no existían blancos y negros, mártires y traidores, víctimas
inocentes y víctimas culpables. Existían personas atrapadas en una picadora de carne,
sin opciones vitales, solo la de la muerte: la realidad del espacio concentracionario.
Aun asumiendo que las acusaciones que pesaban sobre Clemente fueran ciertas, lo
que ello demostraba, en todo caso, es que el testigo integró lo que Primo Levi (2011)
llama la zona gris, compuesta por personas que luego de ser capturadas por el aparato
de represión del Estado, fueron usadas como engranajes de la maquinaria represiva.
Entender eso demandaba, desde mi perspectiva, un ejercicio de reflexión y debate
sobre los efectos del terrorismo de estado. También requería ejercitar la empatía con
un sobreviviente, y eso es algo que no todos estábamos dispuestos o en condiciones de
hacer. Su presencia, encarnando lo no dicho y lo no discutido, generó debates y distan-
ciamientos que marcaron, no solo mi trayectoria, sino también al propio movimiento
de derechos humanos de Tucumán.

7 En el año 2005 un grupo de familiares de desaparecidos, con el apoyo del movimiento de derechos
humanos, denunciaron a dos personas en esa situación –ex militantes acusados de colaborar con los
represores en un centro clandestino de detención– y se inició una causa penal por la que una de ellas
inclusive estuvo en prisión por ello. Me refiero a esto en el capítulo 5.
16 Las tramas de la memoria y la Justicia

La investigación me permitió recuperar trazos del pasado familiar, y conocer


acontecimientos y sucesos sobre los que nunca había hablado. El análisis y la escritu-
ra me ayudaron a problematizar las decisiones de mis padres, y entender los efectos
que tuvieron en mi vida. Recuperar ese pasado fue necesario para comprobar cómo
nuestra historia nos interpela y nos permite resignificar acciones y palabras.
Este libro, no es un relato autoreferencial, busca reflejar –con sus luces y som-
bras– la historia de lucha de un grupo de mujeres, a quienes conozco y admiro, que
con tesón, paciencia y convicción mantuvieron viva la memoria de sus desaparecidos
e intacta la voluntad de conseguir justicia a lo largo de décadas. Mi intervención en
ese proceso de búsqueda de justicia, ha sido –como la fue la de otros abogados– ins-
trumental de una lucha que me excede, atravesó mi vida y en la que siento orgullo de
haber podido contribuir.
Esta investigación, si bien impregnada por elementos subjetivos, emocionales, po-
líticos y afectivos, persigue un objetivo fundamental: convertirse en un vehículo de
construcción de memoria, para así comprender la dimensión verdaderamente humana
de los procesos históricos.

FOTOGRAFÍA 1
Tepoztlán, México en 1982. De izquierda a derecha: Marta Rondoletto
e Isauro Martínez, éste último me tiene en sus rodillas
PRÓLOGO

E
l movimiento de derechos humanos surgió en Argentina en los últimos años
de la década del setenta1 como reacción frente a las violaciones a los derechos
humanos cometidas por el Estado y sus instituciones.2 Las distintas expresio-
nes que comprenden ese colectivo, a lo largo de su existencia desarrollaron diferentes
prácticas políticas y lineamientos vinculados a la exigencia de juzgamiento de éstos
crímenes y condenas a los responsables.
Entiendo al movimiento de derechos humanos como un actor colectivo que ganó,
de manera paulatina, visibilidad y centralidad política en Argentina y que tuvo un rol
protagónico en la «conformación de la agenda de demandas sociales de defensa de los
derechos humanos, siendo el actor fundamental en la definición misma del sentido de
la expresión derechos humanos», (Jelin, 1995: 103). Se trata, como lo afirma Alonso
(2008), de un movimiento que se diferenció por su modelo de acción novedoso y que
implantó un discurso basado en la defensa de los derechos fundamentales.
Durante la transición democrática, Argentina estuvo atravesada por la fuerza de
la demanda de justicia del movimiento de derechos humanos por un lado, y las po-
líticas impulsadas por el gobierno de Alfonsín por el otro. El punto culmine de ese
proceso fue el juicio a las juntas militares o causa 13/84,3 que desplazó las miradas
de la sociedad y del movimiento de derechos humanos desde el poder ejecutivo hacia
el judicial y despertó expectativas en el desarrollo de las investigaciones penales por
violaciones a los derechos humanos (Jelin, 1995).

1 Este colectivo se distingue de otras formas de organización que existieron precedentemente, por la
invocación del paradigma de derechos humanos como núcleo conformante. Así Berisso y Quintana
(2010) afirman que a pesar de que los países de Latinoamérica habían sido activos participantes de la
Declaración Universal de Derechos Humanos, no hubo acciones políticas concretas que se encuadren
en esta lógica, sino a partir de la década del setenta. Existieron en Argentina desde la década del sesenta
organizaciones de familiares y amigos de detenidos por razones políticas– entre ellos la Comisión de
Familiares y Amigos de Detenidos (COFADE), sin embargo esas expresiones de organización estuvie-
ron siempre ligadas a las organizaciones partidarias o político-militares.
2 Evitaré alusiones a fechas ciertas de inicio de las prácticas violatorias a los derechos humanos, situán-
dolas en la década de los años setenta, ya que eso aún es materia de debate tanto a nivel académico
como judicial.
3 Desde la reapertura democrática y hasta el año 2003 este juicio, junto a la causa Nº 44 por delitos co-
metidos por la policía de la provincia de Buenos Aires, fueron los dos únicos juicios penales realizados
en Argentina, en los que hubo condenas por violaciones a los derechos humanos.
18 Las tramas de la memoria y la Justicia

En 1987, se produjo un punto de inflexión en la política de los organismos de dere-


chos humanos y del gobierno. La presión ejercida por las cúpulas y las bases militares
para frenar el juzgamiento de las violaciones a los derechos humanos cometidas en la
década anterior, condujo al entonces presidente Raúl Alfonsín a enviar al Congreso
nacional las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Tales normas calificadas como
«leyes de impunidad» por las organizaciones de derechos humanos, impidieron el
juzgamiento de los responsables por violaciones a los derechos humanos y se consti-
tuyeron por muchos años en obstáculos para la concreción de la demanda de justicia
del movimiento.
Clausurada la posibilidad de realizar juicios penales, la política del movimiento de
derechos humanos se orientó a instancias internacionales, como el sistema Interameri-
cano de Derechos Humanos, y apeló a la jurisdicción de países como Francia, Italia y
España, para que juzguen lo ocurrido en Argentina. A nivel local solo quedó abierta la
posibilidad de llevar adelante los denominados «juicios por la verdad», y los procesos
contra las personas acusadas de apropiación de niños y niñas, hechos que quedaron
exceptuados de las leyes de impunidad.
A partir del año 2003, el gobierno nacional presidido por Néstor Kirchner, adoptó
una retórica y una serie de medidas de gobierno que recuperaron los reclamos históri-
cos del movimiento de derechos humanos. Durante su gobierno, el Congreso declaró
la nulidad de las leyes de obediencia debida y punto final, medida ratificada luego por
la Corte Suprema de Justicia. De esta manera se produjo la reapertura definitiva de las
causas penales por violaciones a los derechos humanos.
Algunos autores sostienen que la novedad del proceso que se inicia en el año
2003 estuvo dada por la reivindicación que realizó Néstor Kirchner de las luchas de
las izquierdas en los años setenta en Argentina, instalando desde el Estado nuevas
representaciones sobre el pasado. Entiendo que esa etapa se caracterizó, además, por
la recuperación, por parte del Estado, de la iniciativa en las políticas relacionadas con
la memoria, la verdad y la justicia respecto de las violaciones a los derechos humanos
cometidas en Argentina.
Este trabajo analiza el proceso que se desarrolló en la provincia de Tucumán, a
partir del año 2003, desde la perspectiva del activismo de los familiares de desapare-
cidos y sus demandas por memoria, verdad y justicia. La investigación, presentó todo
un desafío, puesto que no existen muchos estudios abocados a estudiar experiencias
territoriales o provinciales del movimiento de derechos humanos. En su mayoría los
estudios sobre memoria y derechos humanos se han abocado al orden nacional y /o de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con contadas excepciones.4
El caso tucumano constituye una experiencia cualitativa y cuantitativamente dife-
rente a la del resto del país, por las especiales circunstancias históricas que rodearon
el surgimiento y el desarrollo del activismo de los familiares de desaparecidos y del
movimiento de derechos humanos en general. Su particularidad estuvo dada en primer

4 Véase sobre el movimiento de derechos humanos de Santa Fe los trabajos de Alonso (2008) y sobre
HIJOS La Plata Santiago Cueto Rúa (2008).
Prólogo 19

lugar por el desarrollo en la provincia desde el año 1975 del denominado Operativo
Independencia que implicó la institucionalización de la represión, un año antes que
en el resto del país. El dispositivo militar trajo consigo la ocupación del territorio pro-
vincial por parte de las tropas del ejército, el asentamiento de, al menos, cuatro bases
militares que funcionaron como centros clandestinos de detención, además de la Es-
cuelita de Famaillá, entendida como el primer dispositivo concentracionario, diseñado
con tales fines, en todo el país.
Sobre lo ocurrido en Tucumán podemos señalar que, al menos, el 35% de las
desapariciones y asesinatos se produjeron antes del golpe de Estado (Jemio y Pisani,
2012), siendo la provincia con mayor cantidad de víctimas en el periodo previo al gol-
pe de Estado, de todo el país (Jemio, 2019). La ocupación territorial y la instalación
de bases militares en el interior de la provincia, significaron una vulneración integral
y constante del derecho a la libre circulación, a la inviolabilidad del domicilio, y a la
propia libertad personal, de los habitantes del sur tucumano. Esta situación hace muy
complejo la construcción de tasas de victimización. A ello debe sumarse el proceso
que Garaño (2012) nomina como «construcción del teatro de operaciones», que se
desarrolló a partir del montaje por medio del aparato de comunicación y acción psi-
cológica del ejército de la existencia de una situación de guerra civil en la provincia.
En este contexto provincial, al ritmo de las leyes de impunidad surgió el bussismo,
fuerza política conducida por Antonio Domingo Bussi,5 principal acusado por viola-
ciones a los derechos humanos, quien ocupó diferentes cargos públicos electivos entre
1987 y 2003, llegando a ser gobernador de la provincia de Tucumán. En el año 2008
fue sometido a juicio oral y público por el secuestro y desaparición de Guillermo Var-
gas Aignasse producida el 24 de marzo de 1976. Por ese caso fue condenado a cadena
perpetua y degradado.
La historia, trayectoria y demandas del movimiento de derechos humanos de Tu-
cumán estuvieron signadas por su pertenencia al movimiento de derechos humanos
nacional, y también por las particulares condiciones político-institucionales de su sur-
gimiento y desarrollo.
Me enfoco en este trabajo en el análisis de las acciones, discursos, demandas y
expectativas de los familiares de desaparecidos de Tucumán al Estado –en sus tres
poderes-, en su búsqueda de concretar la triada Memoria, Verdad y Justicia, respecto
a los crímenes cometidos en la década del setenta. Es preciso tener presente que en la
historia del movimiento de derechos humanos de Tucumán el colectivo de familiares
de desaparecidos fue transversal a diferentes organizaciones de derechos humanos y

5 Antonio Domingo Bussi fue Jefe de la V Brigada del Ejército desde diciembre de 1975 a comienzos
de 1978. Tuvo a su cargo el denominado “Operativo Independencia” y por su lugar de mando como
responsable del Área 3.2.1 fue el principal responsable de las violaciones a los derechos humanos en la
provincia de Tucumán y en las vecinas provincias de Santiago del Estero y Jujuy. Se presentó por pri-
mera vez en elecciones democráticas, luego de sancionadas las leyes de impunidad, como candidato a
gobernador en el año 1987 por el partido Bandera Blanca. Luego fundó un partido político denominado
Fuerza Republicana, a través del cual ocupó diferentes cargos públicos electivos durante la década de
los años ochenta y noventa, siendo Gobernador de la provincia de Tucumán entre los años 1995 y 1999.
20 Las tramas de la memoria y la Justicia

ONG locales. Por ello, acá es entendido como una expresión del movimiento de de-
rechos humanos local, que a lo largo de las décadas asumió diferentes organicidades
e institucionalidades.
La historia del activismo de los familiares de desaparecidos de Tucumán, incluye
de manera necesaria a los grupos de madres de detenidos desaparecidos; a HIJOS
(Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio); a la organización
que a partir del año 2002 tomó la forma de asociación civil y con el nombre Familiares
de Desaparecidos de Tucumán (FADETUC), reunió orgánicamente entre 2002 y 2010
a los familiares y por último a la Fundación Memorias e Identidades, conformada por
un grupo de ex integrantes de FADETUC en el año 2011.
Me propuse indagar los alcances del reclamo de justicia del colectivo de familia-
res de desaparecidos de Tucumán para explicar de qué manera se desarrolló, a partir
del año 2002, cuando el inicio de la investigación por la fosa clandestina del Pozo de
Vargas provocó su reunificación.
En el proceso, resultó necesario dimensionar el impacto que la presencia del bus-
sismo tuvo en las prácticas de la organización de familiares. La fuerza política cons-
truída por quien era visto como el mayor responsable de las violaciones a los derechos
humanos ocurridas en la provincia, era entendida por los familiares de desaparecidos
como la expresión de otras memorias sobre la historia reciente, reivindicativas del
terrorismo de estado y la teoría de los dos demonios, las que aún conservaban –y con-
servan– vigencia en amplios sectores de la sociedad.
Este libro está organizado en tres partes. La primera, «Antecedentes», tiene tres
capítulos, en el primero hay un análisis del contexto histórico en el que se inició y de-
sarrolló el Operativo Independencia y las prácticas violatorias a los derechos humanos
en Tucumán. En el segundo trato el surgimiento del movimiento de derechos humanos
de Tucumán y el proceso de la transición democrática, desde la mirada de las organi-
zaciones locales. Se destaca aquí la visión que el colectivo de familiares tucumanos
tuvo sobre el acotado proceso de justicia de los primeros años de la democracia, y
cuáles fueron sus demandas a la justicia en ese periodo.
En el tercero desarrollo las políticas y prácticas del movimiento de derechos hu-
manos durante la década del noventa, durante el gobierno de Carlos Menem, que
coincide a nivel local con el surgimiento y empoderamiento del bussismo y con la
clausura de las investigaciones judiciales de los crímenes cometidos por el Estado
durante la década del setenta.
La segunda parte, «Juicios», está dedicada al núcleo central de mi investigación:
el proceso de justicia que se desarrolló en Tucumán entre 2003 y 2017. En el capítulo
cuarto avanzo sobre la reapertura de los procesos judiciales en la provincia: la causa
del Pozo de Vargas y su impacto en la reorganización del grupo de familiares de des-
aparecidos y la primer condena a Bussi.
En el quinto capítulo analizo los principales juicios orales que tuvieron lugar entre
2010 y 2014, en los que tanto los familiares de desaparecidos como las organizaciones
de derechos humanos tuvieron roles destacados como querellantes. Aquí están deta-
Prólogo 21

lladas las demandas de los familiares a la justicia, y las posturas adoptadas en relación
con un tema recurrente y que marcó una impronta propia del proceso de juzgamiento
de los crímenes de Estado en Tucumán: la cuestión de los sobrevivientes.
Como sexto y último capítulo de esta segunda parte incluí un análisis sobre el
juicio del Operativo Independencia, que se desarrolló entre 2016 y 2017. Este proceso
judicial encarnó una de las demandas históricas del movimiento de derechos humanos
de Tucumán, y su desarrollo coincidió con un cambio en el contexto político nacional,
con la asunción de una nueva fuerza política en el gobierno nacional.
La última parte, que denominé «Reflexiones» cuenta con dos capítulos dedicados
a políticas de memoria, y la vinculación entre memoria, justicia y representaciones
sociales. El séptimo capítulo contiene un análisis de las políticas de memoria del kir-
chnerismo (2003-2015), haciendo hincapié en la discursividad e institucionalidades
impulsadas en ese periodo y también abordando las relaciones entre el Estado nacio-
nal y provincial y el activismo local. En el último capítulo me propongo desentrañar
el nexo entre memoria y justicia, y particularmente la demanda del colectivo de fa-
miliares de desaparecidos de construir memorias a través de las sentencias judiciales.
Abordo aquí las posturas adoptadas respecto de los sobrevivientes y sobre la militan-
cia política de las víctimas.

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