Está en la página 1de 3

Democracia Parlamentaria

Las democracias parlamentarias son aquellas que provienen de estados


que previamente eran monarquías, con un monarca, o un representante
del mismo (sobre todo en las repúblicas de la Commonwealth). Así, el
rey o jefe de Estado ha sido sustituido por uno de elección democrática,
pero manteniendo la falta de poder ejecutivo del mismo. Existen,
asimismo, un gran número de democracias parlamentarias que fueron
países con varios partidos legales, localizadas en el Bloque del Este o
en la misma Unión Soviética.

Países como: India, Alemania, Bulgaria, Inglaterra, entre otros


cuentan con una democracia parlamentaria.

Hay tres variedades principales de sistemas parlamentarios: 1) el


sistema de primer ministro o de gabinete, de tipo inglés, en el que el
Ejecutivo prevalece sobre el Parlamento; 2) el de tipo francés de
gobierno por asamblea, y, 3) el parlamentarismo controlado por partidos,
que es considerado un punto intermedio entre los sistemas 1 y 2.

Entre las características que son propias a los sistemas parlamentarios


destacan: 1) el Parlamento elije al Jefe de Gobierno; 2) el Parlamento
no comparte con ningún otro órgano del Estado la dirección de los
asuntos públicos (el gobierno); 3) el Poder Legislativo se divide en dos
cámaras; 4) el Jefe de Estado tiene una función simbólica, ya que no
dispone de atribuciones políticas; 5) las prerrogativas del Ejecutivo se
ejercen por medio del gabinete alrededor del primer ministro; 6) el
gobierno surge y se mantiene gracias al respaldo de la mayoría
parlamentaria; 7) el primer ministro y su gabinete están sujetos al control
político, a través de diversos mecanismos, por parte del Parlamento, 8)
la integración del Parlamento traduce la estructura del sistema de
partidos; y, 9) el Parlamento puede destituir gobiernos y el Ejecutivo
disolver al Parlamento.

Democracia Consociacional

Es una forma de gobierno que toman los sistemas políticos


democráticos en las sociedades profundamente divididas, cuando un
reparto del poder político logra operarse entre las elites más allá de
cualquier lógica de mayoría, a pesar de las divisiones religiosas,
lingüísticas o étnicas que puedan existir entre los grupos
socioculturales. De esta forma, las elites se aseguran una
representación en el gobierno.
Se percibe a veces al consociativismo como sinónimo de compartir el
poder, aunque técnicamente solo es una forma de compartirlo.1​Muchas
veces, se encuentran afinidades entre el consociativismo y el
corporativismo; algunos lo consideran una forma de corporativismo y
otros argumentan que el corporativismo económico está diseñado para
regular los conflictos de clase, mientras que el consociativismo se
desarrolla sobre la base de la reconciliación de la fragmentación social
por motivos étnicos o religiosos.2​
Ejemplos clásicos de estado consociacional son Bélgica, los Países
Bajos, Suiza y Bosnia-Herzegovina. Países como Sudán, China,
Indonesia, Rusia, España o Estados Unidos, aunque se constituyen
como mosaicos pluriculturales, están sometidos por un régimen central
de mayoría relativa. Algunos países latinoamericanos, como México,
Guatemala, Ecuador, Perú o Bolivia, son consociacionales en la medida
que su diversidad cultural es representada democráticamente por sus
respectivos sistemas políticos (véase Democracia).
Entre las principales características del estado consociacional, se hallan
las siguientes:
● Integración de gabinetes de coalición, en que el poder ejecutivo
y/o legislativo se comparte entre los partidos políticos.
● Equilibrio de fuerzas entre los poderes ejecutivo y legislativo.
● Gobiernos federales y descentralizados, donde se reconoce
una independencia considerable para las minorías.
● Asimetría bicameral, en la que es muy difícil que un partido
obtenga la mayoría en ambas cámaras. Normalmente la
cámara baja representa los intereses regionales, mientras que
la cámara alta representa los nacionales.
● Una constitución rígida, la cual prevenga cambios súbitos sin el
consenso de las minorías.
● Revisionismo judicial, que permita a las minorías acudir a las
cortes para revertir leyes que se consideren injustas o
inadecuadas.
● Elementos de democracia directa, como el referendo o el
consenso.

Democracia Deliberativa

El término democracia deliberativa "designa un modelo normativo –un


ideal regulativo– que busca coordinar la noción de democracia
representativa al uso mediante la adopción de un procedimiento
colectivo de toma de decisiones políticas que incluya la participación
activa de todos los potencialmente afectados por tales decisiones, y que
estaría basado en el principio de la deliberación, que implica la
argumentación y discusión pública de las diversas propuestas".1​
La noción de democracia deliberativa fue acuñada por Joseph M.
Bessette en 1980, que la reelaboró y argumentó de nuevo en 1994.
Desde entonces, numerosos filósofos y politólogos han contribuido a
desarrollar la concepción deliberativa de la democracia, entre otros
Jürgen Habermas, Jon Elster, Joshua Cohen, John S. Dryzek, Carlos
Santiago Nino, Amy Gutmann, James Fishkin, Dennis Thompson y
Seyla Benhabib.

La deliberación pública obliga a tomar en consideración los intereses


ajenos. La mayoría no puede simplemente ignorar las visiones de las
minorías, argumentando que son intereses minoritarios. Esa actitud es
tan irrespetuosa de la dignidad de los otros, que resulta poco defendible
públicamente en una democracia. De esta manera, a la hora de tomar
una decisión política, se tendrá como objetivo buscar un consenso entre
todas las partes para definir la mejor opción en vez de someter el tema
a votación, lo cual permite la posibilidad de la tiranía de la mayoría. Del
mismo modo, la deliberación - sometida al principio de publicidad -
obliga a presentar abiertamente las razones que sustentan la decisión
adoptada, con lo cual ciertas motivaciones manifiestamente injustas
quedan excluidas del debate político, precisamente por ser socialmente
inaceptables. Por uno y otro motivo, la discusión pública estimula el
desarrollo de cualidades democráticas importantes en los ciudadanos y
en los líderes políticos, en especial la virtud de la imparcialidad, en la
medida en que los obliga a ir más allá de sus intereses puramente
personales.

También podría gustarte