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Sobre la ética y la libertad en El villano del Danubio

y el buen juez no tiene patria, de Hoz y Mota

Elisa M.a Domínguez de Paz

«¡Oh, que gran consolación es para los hom-


bres atribulados pensar y tener por cierto que
hay dioses justos, los cuales les harán justicia
de los hombres injustos\»
Plática del Villano de Danubio
de F. A. de Guevara

Sabido es que la experiencia ética del hombre está íntimamente unida a


la experiencia de su libertad, y todo ello encaminado a la búsqueda de
la felicidad. De ahí que sea tan importante para el hombre no deslindar
la conciencia psicológica de la conciencia moral, con el fin de no poner
en juego, gratuitamente, la dignidad de otros semejantes.
Precisamente sobre el acercamiento a las ideas de la ética y la liber-
tad trata este trabajo, centrado en la comedia El Villano del Danubio y
el buen juez no tiene patria, de Juan de la Hoz y Mota1. El autor, pro-
bablemente, redactó esta obra en los últimos años de su vida, a juzgar
por una carta de pago en la que se informa acerca de la primera repre-
sentación de la pieza llevada a cabo en Madrid, el 27 de septiembre de
17142, año de la muerte del escritor. Existen más noticias de la fama y
fortuna del texto en lo concerniente a ediciones y representaciones has-
ta 18013. El argumento de la obra trata de la plática que un Villano del
Danubio hace ante el Emperador Marco Aurelio. Las palabras del Villano
ponen sobre el tapete las excelencias de la vida natural, tales como li-
bertad, justicia, solidaridad, etc., frente a la decadente corrupción del
mundo civilizado.

El estudio documental de la comedia se encuentra en mi libro, Domínguez de Paz,


Elisa, La obra dramática de Juan de la Hoz y Mota, Valladolid, Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Valladolid, 1986, pp. 42-47 y 153-154. Para este
trabajo he manejado la edición de El villano del Danubio y el Buen juez no tiene pa-
tria publicada en Madrid, Librería Quiroga, 1796, 32 pp.
Existe en el Almacén de la Villa, «Contaduría» 3-450-3, una carta de pago en la que
se informa que se dieron al autor 700 reales por su comedia El Villano del Danubio
y el buen juez no tiene patria, representada en Madrid el 27 de septiembre de 1714.
Andioc, Rene, y Coulon, Mireille, Cartelera teatral madrileña del siglo xvm (1708-
1808), II, Toulouse, Université de Toulouse-Le Mirail, 1996, p. 877.

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En este argumento se reconoce la plática que figura en el Libro Aúreo


del Gran Emperador Marco Aurelio, con el Relox de Príncipe del fran-
ciscano y obispo de Mondoñedo, Fray Antonio de Guevara4. Aunque
empezó a circular por la corte en 1525, en numerosas copias manuscri-
tas y ediciones fraudulentas, el libro de Guevara no se imprimió hasta
1529. Se inscribe en la corriente del utopismo renacentista al que per-
tenecen nombres tan señeros como el de Tomás Moro. En su obra,
Guevara ensalza la vida rústica contraponiéndola con cabanas, como
tiempo después hará Rousseau, que elevó a categoría sociológica la bon-
dad natural del hombre sustentándola en el mito del buen salvaje5. En
el libro de Guevara, las lamentaciones del Villano del Danubio contra
el abuso de poder de Roma fueron perfectamente captadas por sus con-
temporáneos como una alusión a la situación indigna que padecían los
indios americanos. Un claro ejemplo son las palabras de Vasco de
Quiroga, obispo de Michoacana (Méjico), quien en 1535 dice:

Existe una amplía bibliografía sobre Guevara que evidencia la extraordinaria fama de
su Libro. Castro, Américo, «Un hombre y un estilo del siglo xvi», en Hacia Cervantes,
Madrid, Taurus, 1967, pp. 86-117; Clavería, Carlos, «Humanistas creadores», en
Historia General de las Literaturas Hispánicas, dirigida por Guillermo Díaz Plaja, VII,
Barcelona, Sociedad Alianza de Artes Gráficas, 1951, pp. 844 y ss.; Karl, Ludwig,
«Note sur la fortune des oeuvres d'Antonio de Guevara a L'etranger», Bulletin
Hispanique, XXXV (1933), pp. 32-50; Díaz Plaja, Guillermo, Introducción al estudio
del romanticismo español, Barcelona, Austral, 1967, pp. 185-194; Gilman, Stephen,
The sequel to «El villano del Danubio», R.H.M., XXXI (1965), pp. 174-184; Gómez
Tabanera, José María, «La plática del villano del Danubio», Revista Internacional de
Sociología, XXTV (1966), pp. 297-316; Lida de Malkiel, M.a Rosa, «Fray Antonio de
Guevara. Edad Media y Siglo de Oro», Revista de Filología Hispánica, VII (1945), pp.
346-388; Menéndez y Pelayo, Marcelino, Orígenes de la novela, II, Madrid, C.S.I.C.,
1962, pp. 109-127; Prieto, Antonio, La prosa española del siglo xvi, Madrid, Cátedra,
1986, pp. 197-217; Rallo Gruss, Asunción, Antonio de Guevara en su contexto rena-
centista, Madrid, Cupsa, 1979 y Witrout, Ann E, «El villano del Danubio; foreign, po-
licy and literary structura», Crítica Hispánica, III (1981), pp. 47-57.
El tratamiento del tema del buen salvaje entre los siglos xvi y xvm supone la reva-
lorización secularizada del mito del paraíso terrestre. Este hombre manifiesta sor-
presa ante la vida civilizada y la enjuicia. Éste es argumento esencial de textos como
Las cartas persas de Montesquieu, Las cartas marruecas de Cadalso, El ingenuo de
Voltaire... etc. En España el siglo XVH recoge el tema en autores como Quevedo, Lope
o Gracián, entre otros. En cuanto a bibliografía de este tipo de hombre entre bárba-
ro y salvaje que pulula por la literatura barroca vid. Antonucci, Fausta, El salvaje en
la comedia del Siglo de Oro. Historia de un tema de Lope a Calderón, Pamplona,
Toulouse, EUNSA-Université de Touluse, 1995; Madrigal, José Antonio, La función
del hombre salvaje en el teatro de Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la
Barca, Ann Arbor, 1974 y Mazur, Oleph, The Wild Man in the Spanish Renaissance
and Golden Age Thater. A comparative Study including the indio the Bárbaro and
their Counterrpartas in European Lores, Ann Arbor, 1980.

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Las lástimas y buenas razones que dijo un indio y propuso, si yo


las supiera aquí contar, por ventura holgara V.M. tanto aquí de
las oír y tuviera tanta razón de las alabar, como el razonamien-
to del Villano del Danubio, que una vez le vi mucho alabar yen-
do en la corte de camino de Burgos a Madrid, antes que se im-
primiera, porque a la verdad parescía mucho a él, y va casi por
aquellos términos; y para lo decir no había por ventura menos
causa ni razón6.

Guevara disfrazó la realidad cruel del indio americano bajo el sím-


bolo del Villano del Danubio, aunque bien es verdad que el Emperador
aspiraba a conseguir en ese Nuevo Mundo una auténtica «pax christia-
na», idea latente en el pensamiento del franciscano, que descubre un de-
seo de dominio eclesiástico y —por qué no decirlo— utópico, pues como
muy bien explica Américo Castro:

Flotaba en el aire de la corte el espíritu pacifista de Erasmo cuya


QUERELA PACIS corría en español desde 1520 junto con la
UTOPIA de Tomás Moro. El neoestoícismo y el espiritualismo
cristiano, a través de Erasmo, influían en la política1.

Por tanto, Guevara utiliza esta historia del Villano del Danubio para
expresar sus opiniones y sentimientos respecto al modo en que estaba
llevándose a cabo, desde un punto de vista más humano que material,
la conquista de América.
Durante los siglos xvn y xvm también la literatura se hace eco del
asunto interesándose por el hombre del Nuevo Mundo pero desde una
opción más literaria que real, sin descuidar un cierto matiz político e
ideológico. Así, cuando Hoz y Mota escribe su comedia, en España es
acuciante el problema del campesinado, que busca en la ciudad el sus-
tento primario que no le proporciona la tierra, porque la mala política
económica —llevada a cabo por los Austrias, sobre todo en lo concer-
niente a la agricultura— hace que en los últimos años del siglo xvu y
en los albores del siguiente la balanza comercial de España fuera clara-
mente deficitaria. La nobleza se debilitó, la burguesía prácticamente ha-
bía desaparecido y la Corona estaba endeudada. Con la llegada al trono
de Felipe V de Borbón la situación de España era penosa, aunque no
desesperada8. Por ello es explicable el toque propagandístico de vuelta

6 Madrid, Atlas, Biblioteca de Autores Españoles, 65, 1873, p. 13.


7 Castro, op. cit. (nota 4), p. 96.
8 Abellán, Juan Luis, Historia critica del pensamiento español, III, Madrid, Espasa-
Calpe, 1981, pp. 290 y ss.

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a la tierra que tienen muchas de las comedias en este período9, en el que


al mismo tiempo se realiza una llamada de atención a los gobernantes
para que valoren al hombre del campo, honrado, cristiano viejo, de pu-
reza incontaminada, como puntal necesario para hacer salir a España de
la postración en la que se hallaba, y la única manera posible de conse-
guir el objetivo es desde una ética dirigida a dar a los gobernantes un
cauce para procurar el bien común de la sociedad desde el respeto inte-
rindividual. Comparto con Maravall la idea de que es preciso

Incorporar al campesino a la defensa del orden social vigente,


haciendo comprender a todos, y por tanto, también a él mismo
el interés general... y la fuerza de contención del sistema que el
campesino puede aportar10.

Hoz y Mota desarrolla, a mi juicio, todas estas ideas en El Villano


del Danubio. Es ésta una pieza en la que el espectador-lector percibe in-
mediatamente, desde los primeros versos, la dicotomía entre barbarie y
civilización engarzada en el tópico renacentista del Menosprecio de cor-
te y Alabanza de aldea. En esos años el hombre de campo llevaba so-
bre su espalda la fábrica dineraria de una capa de población urbana y
aristócrata que concentraba buena parte de la propiedad agraria en sus
manos, pues los campesinos no podían pagar los censos. Fue precisa-
mente esta crisis de la aldea la que hizo que la comedia barroca la ide-
alizara11. En la pieza de Hoz y Mota esta existencia idílica se capta des-
de la perspectiva del bárbaro, inmerso en una existencia a la que le han
llevado su realidad y la «voluntad de los dioses», «para que llegue a
ser todo lo que puede ser para bien o para mal»11. La obra comienza
con la conciencia de los bárbaros de que la felicidad sólo es posible den-
tro de los límites del marco natural. La felicidad se origina en la luz de
su dios, el sol, en perfecta simbiosis con los tres reinos del universo: el
del Hombre, el de la Naturaleza y el de Dios. Es la armonía cósmica de
la que habla Curtius13.

9 Salomón, Noel, Recherches sur le théme paysan dans la comedia au temps de Lope
de Vega, Bourdeaux, Féret & Fils, 1965.
10 Maravall, José Antonio, Teatro y literatura en la sociedad barroca, Madrid,
Seminarios y Ediciones, 1972, p. 66.
11 Diez Borque, José María, Sociología de la comedia española del siglo xvn, Madrid,
Cátedra, 1971, pp. 323-329.
12 Duchet, Michele, Antropología e historia en el Siglo de las Luces, México, Siglo
XXI, 1971, p. 311.
13 Tomo la cita de Diez Borque, op. cit. (nota 11), p. 324.

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TAURINA. Pues el sol es sólo ña deidad sagrada/ que el mundo


ilumina/las esferas, mandan. TODOS. Alegre el Danubio/sus glo-
rias aplauda. TAURINA Pues debe a su influjo/su verdor las
plantas,/el hombre, la vida (J.I. vv.1-9)

Bajo este deísmo unificador se observa un principio de identidad mo-


ral regido por una ley natural que, teniendo al sol como deidad, se es-
tablece en la conciencia de los hombres en continuo retorno hacia él. Y
a partir de aquí surge el horizonte de la utopía. La razón, la tolerancia
y la bondad del hombre natural son puestas a prueba por la sociedad ci-
vilizada, Roma, pero sus conceptos de justicia y libertad, alimentados
por la tiranía, distan mucho de los señalados por el mundo bárbaro.

UNOS. Infelices / moradores de las altas /cumbres del Danubio,


huid / que, inundando vuestras playas, / extranjeros enemigos /
a cuantos encuentran, matan. (J.I. vv.67-72)

Los matan porque Roma siente la barbarie como extrañamiento en


el centro de la civilización, e imagina su diversidad como monstruosa.
De este modo lo expresa Marco Aurelio cuando ve por primera vez a
estos hombres, que habitan en las orillas del Danubio.

MARCO AURELIO. Hombre o monstruo / ¿ Qué intentas con tal


ventaja? (J.I. vv. 284-285)

La forma de vida de los bárbaros no es considerada humana por los


romanos, quienes entienden que es legítimo someterlos. «Es la teoría
aristotélica de la inferioridad «por naturaleza» del esclavo y el bárba-
ro»14. Idea que reafirma Camilo, sanguinario capitán de las legiones ro-
manas.

CAMILO. Ya dije otra vez que nadie / lo que mi voz determina


/ dispute... / ... ni todos cuantos / contiene la verde orilla / del
caudaloso Danubio y sus peñascos habitan / tienen más ley, más
arbitrio / ni voluntad, que la mía, / en quien su poder supremo
/el sacro senado cifra /pues soy expótico dueño /de haciendas,
honras y vidas. (J.II. vv. 1123-1140)

La consecuencia de la tiranía del más fuerte, en recursos materiales,


es la desnaturalización desgarradora del bárbaro, cuya única defensa es

14 Antonucci, op. cit. (nota 5), p. 33.

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el uso de armas emanadas de su nobleza interior, que le hacen comprender


cómo la identidad del hombre civilizado siempre estará flanqueda por la
del otro. Un buen ejemplo de esta sabiduría es el personaje de Mileno,
villano del Danubio y símbolo no sólo del bárbaro —entiéndase no sólo
el indio americano—, sino especialmente de ese campesinado que, mal-
trecho en sus derechos elementales, pulula por la España barroca, y cuya
única defensa es la cordura y sensatez propias de aquellos no corruptos
por el efecto de la realidad.

MILENO. Ahora me has concluido /porque es razón muy lo-


grada / ser pobre, ser abatido, /para que el soberbio haga / de
su humildad escalón / al trono de su arrogancia / y si Roma en
su ambición / su fundamento señala, / ¡Ay de corona que estri-
ba / en tiranías su basal! (J.I. vv. 453-460).

Si Camilo simboliza el afán de dominio y riqueza de la colonización


más negativa, como contrapunto vemos la figura de Marco Aurelio, mo-
delo doctrinario de una idea basada en el sometimiento de la sociedad bár-
bara a las leyes del mundo civilizado, a partir de razones puramente hu-
manas, como única vía de integración en un entramado político y social
donde el respeto de la libertad individual quede a salvo. Pero la realidad
demuestra que la decadencia vital y ética de la ciudad, en este caso de
Roma, supera todas las expectativas posibles. Ya decía Quevedo que «en
la ignorancia del pueblo está seguro el dominio de los príncipes»15. No
obstante, el personaje de Marco Aurelio responde al concepto de monar-
ca que esgrime la comedia barroca: hombre recto, justo, cuya concepción
del estado está en función de su labor de gobierno y de conducta moral
intachable.

MARCO AURELIO. Pues si en aquesta privada / vida carecéis


de todo /siendo en aquesta comarca /brutos, configura de hom-
bres / sin que entre vosotros haya / ni leyes para el gobierno /
de política, enseñanza, / ni aun religión, pues al sol / vuestra
sencilla ignorancia / adora por sólo sol / ...Pues esto pretende
Roma / a esto envía sus escuadras / a esto con paz os convida /
a que seáis entre tantas /provincias, como la sirven / la no me-
nos estimada. (J.I. vv.482-502).

15 Quevedo y Villegas, Francisco de, «La hora de todos y la fortuna con seso» en Obras
Completas, prólogo de Felicidad Buendía, Madrid, Aguilar, 1979, 6a ed., p. 299.

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El concepto político de Marco Aurelio está unido a su sabiduría y


dignidad. Sus palabras, en la comedia, guardan semejanza con las del
Emperador en sus famosas Meditaciones.

El que comete injusticias es impío. Pues dado que la naturaleza


del conjunto universal ha constituido los seres racionales para
ayudarse los unos a los otros, de suerte que se favoreciesen unos
a los otros, según su mérito, sin que en ningún caso se perjudi-
casen, el que transgrede esta voluntad comete, evidentemente,
una impiedad contra las más excelsas de las divinidades16.

Sin embargo, la realidad suele demostrar con frecuencia todo lo con-


trario, a pesar de los buenos propósitos, de manera que, de forma pau-
latina, los bárbaros son seducidos por la aureola de progreso que ofre-
ce Roma, quien pretende devorarlos como si fuera Saturno. Decía
Montaigne a este respecto:

En verdad, no tenemos otra medida de la verdad y la razón, sino


las opiniones y costumbres del país en que vivimos, y donde siem-
pre creemos que existe la religión perfecta, la política perfecta
y el perfecto y cumplido manejo de todas las cosas17.

No es extraño que conductas aberrantes, desde una ética natural, que-


den encubiertas bajo la aceptación de «normalidad». Esto se observa en
el comportamiento de Camilo, quien, enamorado de Dantea, hija de
Mileno, suspende de forma tiránica la boda de ésta con el pastor Alcidón,
lo cual lleva a los bárbaros a la idea de que Roma supone la destruc-
ción de la naturaleza del bien, es decir de lo bello, y los aboca a la del
mal, que es lo vergonzoso, obligándoles a actuar como adversarios fren-
te a una «barbarie civilizada», que no se atiene a la razón, e in-huma-
niza al otro con vejaciones pero, en verdad y a la postre, se deshuma-
niza a sí misma.

MILENO. Mas con tal silencio sea/que ni aún desde el pecho al


labio / sepa el suspiro la senda/que el que sin culpa castiga /
hará agravio de la queja. (J.I. vv. 880-884)

La solución del conflicto está en la plática que Mileno hace ante


Marco Aurelio, motivada por el agravio de Roma al honor de los habi-

16 Marco Aurelio, Meditaciones, Madrid, Planeta de Agostini, 1995, IX, i. p. 161.


17 Montaigne, Miguel de, Ensayos, I, Barcelona, Orbis, 1984, p. 153.

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tantes de la ribera del Danubio. Son significativas las razones que el


Villano da a sus paisanos para justificar su marcha:

MILENO. Hijos, nuestro honor vacila / acudamos al reparo, / y


si oponerse no pueden / iguales fuerzas, huyamos. / Provincias
tiene la Europa / donde en seguro descanso /podemos... (J.II.
vv. 1305-1311)

La idea de Mileno sobre el honor se sustenta en la dignidad del indi-


viduo y en su aguda conciencia de que la felicidad de su pueblo, ante la
irremediable presencia de los romanos, depende de la franqueza y ética
de gobierno que ellos, los poderosos, elijan. Los habitantes del Danubio
no se oponen frontalmente al poder romano, si éste se orienta a la con-
secución del bien colectivo y lo hace desde la virtud, pero sí son con-
trarios a la barbarie jurídica del llamado mundo civilizado, que, cegado
por el ansia de riquezas, conculca el derecho moral de todo hombre a que
se respete su dignidad. De ahí que los bárbaros, a través de Mileno, exi-
jan que su humanidad sea tratada como fin y no como medio porque el
concepto de Roma, civitas, respecto al bárbaro está muy alejado del sen-
tido primigenio de extranjero que no habla la lengua griega, que no co-
noce la manera «políticamente» correcta de vivir 18. Entonces, en la plá-
tica que hace ante el emperador Marco Aurelio, Mileno pone el dedo en
la llaga al hablar de «barbarie» como concepto ético, recusando abierta-
mente una forma degradante de comportamiento humano, pues la otre-
dad del mundo bárbaro es la excusa que genera la crítica al mundo civi-
lizado.

MILENO. Si teméis que nuestra tierra /por no ver males tan su-
mos / se levante contra Roma, / que estáis engañados juzgo /
porque según la tenéis / debajo de vuestro yugo / robada y ani-
quilada / dadme vosotros seguro / de que ella no se despueble /
que yo dárosle presuma / de que levantarse pueda /y en fin, con
lo que concluyo / si nuestras serviles vidas / os dan acaso dis-
gusto / poned fuego a la Gemianía / porque llegue a Roma el
humo./ Grandes, romanos, ha sido / vuestra fama, por los triun-
fos / que habéis dado a vuestra patria / sujetando el orbe junto
/ más si los historiadores / escriben verdad, presumo, / que será
más vuestra infamia /para los siglos futuros /por las cruelda-
des notables / que contra todo estatuto / natural han cometido /
vuestros aceros desnudos. (J.II. vv. 1634-1671)

18 La raíz del griego bárbaros es la misma del sánscrito barbarah, «balbuciente»

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Si hacemos una lectura subliminal del citado parlamento, podemos


reconocer los graves problemas internos que España vivía en la época
en la que se representa esta comedia de Hoz y Mota que, a buen segu-
ro, dibujaría imágenes en la mente de los espectadores muy cercanas a
su realidad. El mensaje que se desprende es de apelación a la justicia y
al buen hacer de quienes tienen potestad tanto para dictar las leyes como
para modificarlas en beneficio de la sociedad. En este sentido son es-
clarecedoras las palabras de Mileno cuando Marco Aurelio lo propone
como patricio de Roma y el Villano responde que su fin no es la vani-
dad individual, sino la enmienda jurídica que subsane la injusticia en la
que vive su pueblo.

MILENO. ...Cesar Augusto/que si yo he venido a Roma/no es


porque estas honras busco / sino a defender mi patria, / a que
sepas los abusos / de los jueces que dejaste / a que enmiendes
sus insultos / ...y en fin justicia te pido /por mi honor y por el
tuyo /y como aquesto consiga / ¿Qué más gloria? ¿Qué más
triunfo? (J.II. vv. 1753-1768).

Es, en definitiva, la conciencia y reivindicación del señorío natural


emanado de esa especial unión que mantiene el aldeano con la tierra, no
sólo como elemento de supervivencia, sino como privilegio exclusivo
de una arcadia feliz. Decía Azorín:

La tierra no sólo produce frutos espléndidos, sino que ha for-


mado también un ideal finísimo de sobriedad y de señorío. El la-
brador es señor naturalmente. No puede confundirse su señorío
con ningún otro19.

Por esta razón se hace más acuciante la exigencia de justicia, enten-


dida como los recursos éticos que el Estado —Roma— debe asegurar a
todos los habitantes bajo su jurisdicción, proporcionándoles medios e
instrumentos concretos de justicia que aseguren una convivencia pacífi-
ca. Los bárbaros exigen este derecho de una forma explícita en la co-
media de Hoz y Mota, y lo hacen, precisamente, cuando el responsable
de ejercer las acciones del gobierno en nombre de Roma, es decir
Camilo, ha fracasado rotundamente como individuo, situándose fuera de
la ética e imponiendo a los bárbaros su particular código de conducta
basado en el castigo. Con éste no busca Camilo la disciplina, sino sem-
brar la injusticia. Como ejemplo sirva la crueldad demostrada con
Alcidón, el prometido de Dantea, hija de Mileno, a quien creía muerto.

19 Martínez Ruiz, José, «Azorín», Lope en silueta, Madrid, Ediciones del Árbol, 1935, p. 46.

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CAMILO. ¿Qué es lo que veo? Pues como / vivo tú. ¡Ay!, ¿de
aquesta forma /en la casa de Dantea? CÓRCOBA. Descubruióse
la tramoya. /DANTEA. No respiro. /ALCIDÓN. Como el cielo
/ esta vida que te enoja / guarda quizá para ruina / de la tuya.
/ CÓRCOBA. ¡Brava ronca! / CAMILO. Pues yo hubiera dado
albricias / a saberlo antes de ahora / para volverte a quitar /
vida que es tan enfadosa. / ALCIDÓN. Prueba a lograrlo. /
CAMILO. Es tan fácil / que la experiencia me sobra. / Más qui-
tártela no intento / que fuera hacerte lisonja / el pagar tantas
ofensas / con una muerte tan sola. / Y pues para más castigo /
guardar tu vida me importa. / Prendedlo.
(J.III. vv. 1983-2003)

La crueldad de Camilo marca, paradójicamente, el principio de su


declive, que se inicia con la llegada del nuevo cónsul, Mileno, a tierras
germanas. Resulta emocionante el parlamento de Dantea dirigido a sus
gentes, en el que invita a la necesidad de creer que tanto la tiranía como
la honestidad son conceptos ligados sólo a individuos, y,como tales, su-
jetos a mudanza.

DANTEA. ¿Nuevo cónsul no escuchamos / que llega con esa


pompa / militar? Pues, ¿qué / Romano es tardamos / que a sus
plantas no se postra / nuestra desdicha a pedir /justicia o mi-
sericordia? / Romano es pero no es fuerza / que todos por una
moda / hayan de ser tan tiranos /y aún por política docta / cuan-
do, como esotro sea / no querrá que lo conozcan / en esta pri-
mera entrada /pues, suele haber juez que obra /como debe el
primer día / luego, como se le antoja / y en fin, sea como fuere
/ en esta mortal congoja / busque yo el medio, que el fin / a la
fortuna le toca.
(J.III. vv. 2112-2131)

El cambio de fortuna para los bárbaros se produce cuando Mileno le


dice a Camilo.

MILENO. Con mis brazos agradezco /tu atención, noble Camilo,


/cuando mi humildad en ellos / ensalza este nuevo honor/y es-
toy corrido, confieso / que un bárbaro como yo / ocupe el lugar
supremo / que un patricio como tú / rige con tan gran acierto.
(J.III. vv. 2173-2181)

El discurso del Villano a su antiguo verdugo, lejos de rezumar amar-


gura por los agravios sufridos, supone un derroche de cordura, pruden-
cia e ironía sobre la técnica política de un buen gobernante, pues:

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Es la prudencia regla y medida de las virtudes; sin ella pasan a


ser vicios. Por eso tiene su asiento en la mente y las demás en
la voluntad, porque desde allí preside a todos ...Áncora es la pru-
dencia de los Estados, aguja de marear del Príncipe; si en él fal-
ta esta virtud, falta el alma del gobierno... Consta esta virtud de
la prudencia de muchas partes, las cuales se reducen a tres: me-
moria de lo pasado, inteligencia de lo presente y providencia de
lo futuro20. (Empresa, XXV)

Es lógico que estas virtudes adornen al gobernante, porque el teatro


constituye un instrumento esencial en la conservación del sistema social
de valores del que muy difícilmente podía prescindirse. Y para mante-
nerlo intacto, uno de los elementos esenciales de reorganización social
es la aplicación de la justicia, desde la razón, para conocer lo malo y la
discreción, para seguir lo bueno, porque el juez que «se olvida que es
de carne flaca, sin piedad las carnes de otro hombre atormenta»21.
Aspecto que tiene muy en cuenta Mileno.

MILENO. Y a vosotros os advierto / que a sentarme en el juz-


gado / voy ahora, donde espero / oír y hacer justicia a todos /
justificando primero / la verdad, sin que para ella / el que yo sea
Mileno / tú, Dantea, o tú Camilo / haga a el caso; pues es cier-
to / que el buen juez no tiene patria. (J.III. Vv. 2333-2362)

Es el planteamiento de una ética humanista en toda su esencia.


Mileno, como buen juez, obvia en la medida de lo posible su subjetivi-
dad, para conseguir la imparcialidad deseada. Para ello se concentra sólo
en lo que está escuchando, con la mente limpia, sin expresar su opinión
o filosofía mientras juzga.

MILENO. Cuantos estéis agraviados / venid, que aquí estoy a oí-


ros/sin que os turbe el embarazo / de porteros o ministros. (J.III.
vv. 2465-2468)

Mileno practica una justicia reparadora, como ya sentenciaba


Ulpiano: Iustititia est constans et perpetua voluntas iussum cuique tri-
buendi ('Justicia es la perpetua y constante voluntad de dar a cada uno

20 Saavedra Fajardo, Diego de, «Idea de un príncipe político-cristiano representada en cien


empresas», en Biblioteca de Autores Españoles, XXV, Madrid, Atlas, 1947, p. 223.
21 De una carta que escribió Marco Aurelio a Antígono, su amigo en Blanco, Emilio,
ed., Obras completas de Fray Antonio de Guevara, Madrid, 1994, II, p. 147.

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lo suyo'), y, en este sentido, el Villano es un juez virtuoso porque se su-


jeta al cumplimiento de los deberes éticos. Comienza entonces ante él,
un desfile de personajes relatando los agravios padecidos por los roma-
nos hasta llegar a Camilo, que percibe el conflicto como una venganza
de Mileno y que, una vez más, con su soberbia, deslegitima el poder ro-
mano produciéndose un brusco contraste con la tolerancia y el respeto
demostrados por los bárbaros.

CAMILO. Aunque admirar me deba / que a un hombre de mis


servicios / después de haber con sus armas / allanándole los ris-
cos / de estas riberas, le envíe / un sucesor tan distinto / como
tú, no lo disputo; /pero que yo a tus caprichos /sujete mi ho-
nor y vida / que bárbaro y vengativo /pretendes atropellar, /pues
eres a un tiempo mismo / en mi causa, juez y parte. /No lo acep-
to ni permito. (J.III. vv. 2655-2668)

El pensamiento de Camilo señala una manera de entender el gobier-


no desde y para el despotismo pero —independientemente de la validez,
o no— que éste, como forma de gobierno, haya podido tener a lo largo
de la historia, Hoz y Mota centra el asunto en los peligros que repre-
senta para la sociedad, porque «el alma del hombre se afrenta, sobre
todo, cuando, en lo que de ella depende, se convierte en pústula y en
algo parecido a una excrecencia del mundo»22. Pero el teatro barroco
cuenta siempre con los resortes necesarios para solucionar los conflic-
tos que pudieran poner en entredicho a la monarquía, y así lo entendía
el público asistente a la representación. De manera que, cuando el asun-
to parece escapársele de las manos al Villano, entra en escena Marco
Aurelio, que ha estado al paño presenciando la contienda.

MARCO AURELIO A MILENO: No imagines / vengo a usurparte


el oficio / sino a ayudarte. (J.III. vv. 2699-2701)

El Emperador sentencia para Camilo la máxima pena. La respuesta


de Mileno no se hace esperar e implora el perdón para el ofensor en una
una clara apelación al derecho natural, fundamentado en la razón hu-
mana, que antepone la filosofía ética sobre la filosofía política.

MILENO. Porque son términos muy distintos / cuando era su


juez, las leyes / no me dejaban arbitrio. /Ahora que venís a ser-

22 Marco Aurelio, op. cit. (nota 16), II, p. 59.

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lo, / soy la parte que ha ofendido / y aunque bárbaro, no igno-


ro / que me toca por mí mismo / perdonarle y ampararle / y
aquesto os ruego rendido.
(J.III. vv. 2728-2736)

El Villano consigue de Marco Aurelio no sólo el perdón para el ti-


rano, sino también ser nombrado cónsul perpetuo; pero todavía tiene
pendiente un último ruego, el más importante y que representa una pro-
yección de futuro para asegurar la paz y concordia entre los pueblos:
Mileno alerta al Emperador sobre la necesidad que su pueblo tiene de
recuperar la libertad. Podría ser ésta una lección de aviso para gober-
nantes, extrapolable a la época en la que Hoz y Mota escribe su come-
dia, con el fin de poner los medios necesarios que aseguren a cada in-
dividuo en el campo o en la ciudad, la libertad y el respeto como pilares
de la concordia social.

MILENO. Yo, con humildad admito, / Tal honra, más si queréis


/ quedar, señor, bien servido / mandad no quede ningún/ roma-
no en este distrito /pues ya estando, como veis / unos de otros
ofendidos / será tener cada día / de disensiones motivo / para
regir en justicia /... /Ya lo menos esta herida /que tan recien-
te la miro / dejad que la cure el tiempo / que él sabrá, maestro
benigno, / ir uniendo poco a poco / los que ahora son enemigos.
(J.III. vv. 2797-2817)

Resumiendo: El Villano del Danubio y el buen juez no tiene patria


fue una comedia muy bien acogida por el público, a juzgar por el im-
portante número de representaciones de que fue objeto a lo largo de los
años. Al recuperar el tema del Menosprecio de corte y la Alabanza de al-
dea, recurrente en el teatro barroco, Hoz y Mota demuestra ser perspicaz
y buen conocedor de su oficio como dramaturgo. Para dar forma al tó-
pico rescata la plática del Villano del Danubio ante el emperador Marco
Aurelio, de Fray Antonio de Guevara, inserta en el Libro de Marco
Aurelio, texto de cuya fama y fortuna se da cumplida cuenta en el am-
plio número de ediciones que de él se hicieron.
Hoz y Mota organiza este suceso desde los instrumentos teatrales a
su alcance, dando al tema un tono de propaganda político-social muy
acorde con los gustos del público, que esperaba encontrar en este tipo
de comedias un ideal posible para la resolución de sus problemas coti-
dianos. La monarquía, como es precepto en el teatro barroco, es el prin-
cipal resorte de organización social. Así aparece la figura del buen go-
bernante, encarnada en el personaje de Marco Aurelio, quien, desde su

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sabiduría y virtud se convierte en modelo de justicia y rectitud a la vez


que espejo en el que deben mirarse los subditos, porque su labor de go-
bierno es, como diría Santo Tomás, una verdadera ars guvernativa, nun-
ca ajena a los principios morales. Hoz y Mota comprende que por en-
cima de la razón de estado, más o menos maquiavélica, existe una
realidad política natural, regida por leyes intrínsecas que nada ni nadie
puede destruir. A esta conclusión llega el gobernante cuando escucha al
bárbaro Mileno —bárbaro sólo porque no es conocedor de las leyes del
mundo civilizado de Roma— reclamar menos barbarie moral y más res-
peto por la dignidad del individuo que, desde el campo o la ciudad, for-
ma parte de una colectividad social. La comedia de Hoz y Mota no con-
cluye con el propósito de oposición, sino de simbiosis de aldea y ciudad
respectivamente. No es muy difícil imaginar el agrado del público ante
la posibilidad que el teatro le ofrece de soñar con un ideal de vida es-
casamente compatible con su realidad.

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