Desde el enfoque sistémico, la situación de victimización que sufre un niño/a es considerada dentro de un sistema en el cual cada integrante juega un rol que puede ser relevante en función del resultado de abuso sobre uno de sus miembros17. Ravazolla (1998) propone un esquema comprensivo del abuso al interior de la familia, que considera un triángulo compuesto por tres actores: la víctima, el abusador y un tercero que no abusa, también llamado testigo o contexto. Según esta autora, la interacción triádica abusiva es altamente rígida y estable, pues cada personaje sigue una lógica en el pensar, emocionarse y actuar que, al articularse en coincidencia con la lógica de los demás, favorece la repetición del circuito abusivo. El abuso existe y persiste en tanto estos tres actores coinciden en ideas, acciones y en la forma de participar y avalar las estructuras sociales a las que pertenecen. En este tipo de organizaciones familiares, las estructuras tienden a establecer jerarquías rígidas y naturalizadas, que pueden ser consideradas por sobre las personas18. El rol del tercero es clave en una situación de abuso, pudiendo esta posición ser ocupada por la madre u otro familiar, así como también por agentes relevantes o significativos presentes en el entorno de los niños/as víctimas, como pueden ser los vecinos, los profesores/as u otros profesionales, los funcionarios policiales o judiciales, entre otros. Estos terceros tienen una posición de testigo, que le otorga suficiente cercanía, pero también una mirada externa a la situación, que le permite tomar postura para evidenciar la crisis, cuestionar la pauta abusiva y actuar proactivamente en función de la protección y reparación de las víctimas.
Modelo de las Cuatro Precondiciones de Finkelhor y Krugman
El Modelo de las Cuatro Precondiciones elaborado por Finkelhor y Krugman (1984) describes cuatro condiciones para que el abuso sexual se produzca: 1) Motivación del agresor para cometer el abuso. Los estudios establecen distintas categorías de motivaciones en los agresores sexuales, cada uno de los cuales desarrolla un “modus operandi” diferente: Por repetición transgeneracional de experiencias previas de abuso en la infancia Por un componente psicopático de personalidad Por trastorno de control de impulsos. 17 Barudy, 1998; Glaser & Frosh, 1993; Ravazzolla, 1997. 18 Ravazolla. 1997. Pedófilo exclusivo, por fijación obsesiva con un objeto sexualizado. 2) Superación de inhibidores internos del agresor. Razones individuales de la desinhibición son el alcohol, la psicosis, la senilidad o el fracaso en la represión del incesto dentro de la dinámica familiar. Entre los motivos socioculturales se encuentran la tolerancia social y la debilidad de las sanciones por el abuso sexual, una ideología defensora de las prerrogativas patriarcales sobre los hijos, la pornografía infantil y la incapacidad de los adultos para identificarse con las necesidades de los niños. 3) Superación de los bloqueos o barreras externas o los factores de protección del niño/a. El más importante de los factores externos es la supervisión y protección de los adultos, lo que brinda oportunidades al agresor para acceder y estar a solas con el niño. Contribuye a esta situación la ausencia, enfermedad o distanciamiento de la madre, las situaciones de violencia conyugal o el aislamiento social de la familia, entre otros. 4) Superación de la capacidad del niño/a para evitar o resistirse al abuso sexual. Aumentan la probabilidad de los abusos una relación de confianza entre el niño y el agresor, la inseguridad emocional del niño, su ignorancia acerca de la temática del abuso sexual19, su desconocimiento acerca de sus derechos y el percibirse como objeto y propiedad de los adultos con quienes se encuentra en una relación de dependencia20. El Proceso de los abusos intrafamiliares, según Barudy Barudy describe el abuso sexual intrafamiliar como un proceso. En el primer periodo, donde los actos abusivos se mantienen al interior de la intimidad familiar producto del secreto y de la ley del silencio impuesta por el agresor, se distinguen tres etapas: Fase de Seducción: periodo en que el padre abusador manipula la relación de dependencia y confianza con su hija/o, estimulándole a participar del abuso, presentando estos actos como juegos o como comportamientos normales de la relación padre-hijo/a. El abusador prepara el espacio físico y temporal para cometer el acto abusivo cuidando de los detalles para no ser descubierto. Fase de interacción sexual abusiva: proceso gradual y progresivo, que corresponde a la serie de gestos sexuales que se van sucediendo en el tiempo. Esta fase generalmente comienza con gestos exhibicionistas por parte del abusador donde exhibe su cuerpo y las zonas genitales a su hija, luego incorpora gestos voyeuristas solicitando a la hija que muestre sus genitales u observándole mientras se baña o desviste, aparecen después los primeros contactos físicos donde el agresor realiza ‘manoseos’ a su víctima y exige que ésta manosee sus genitales. La violación es la última etapa de este proceso, ya sea bucal, vaginal o anal. 19 Deza, 2005. 20 Roa, A et al, 1998. Fase del Secreto: comienza casi al mismo tiempo que las interacciones abusivas. El abusador sabe que está transgrediendo la ley y necesita mantener las acciones abusivas sin ser sorprendido o acusado. Por esto impone el secreto y la ley del silencio a su víctima, utilizando amenazas, mentiras, culpabilización, chantaje o manipulación psicológica. Generalmente, amenaza con la ruptura familiar, el riesgo vital para la madre y otros/as hermanos/as, el encarcelamiento de él mismo y la presión desde la dependencia económica. El segundo período del proceso abusivo está vinculado a la emergencia de la relación abusiva al espacio público, y a la desestabilización del sistema familiar producto de la crisis generada por la divulgación; dicho período incluye dos momentos: Fase de la divulgación o develación: se debe distinguir entre la divulgación accidental, donde los actos abusivos son descubiertos accidentalmente por un tercero (in situ, por la presencia de alguna enfermedad de transmisión sexual en la niña/o, o por embarazo) y la divulgación premeditada donde la víctima es quien voluntariamente devela los hechos abusivos de los que está siendo víctima, desencadenando la crisis familiar que implica dicha divulgación. Fase de la represión del discurso de la víctima: aquí se incorporan activamente la familia extensa, y miembros del entorno, incluso profesionales intervinientes (profesores, médicos, policías, jueces, etc.), quienes tienden a descalificar el relato, negar o minimizar el abuso y/o culpabilizar o responsabilizar a la víctima por los hechos. Estas son estrategias dirigidas a neutralizar los efectos de la develación, de modo de recuperar el equilibrio familiar previo a la crisis familiar desencadenada por ésta. Esta presión o amenaza explícita o implícita trae como consecuencia que muchas víctimas se retracten sobre sus dichos, negando o modificando su versión de los hechos. La retractación implica serias consecuencias dolorosas para la víctima. Implica negarse a sí mismas, sacrificarse por un sistema familiar que le condena e invisibiliza, quedando con una sensación de traición a sí mismas que sólo es manejable desde la premisa básica de no ser merecedoras de reconocimiento y validación como personas21. Teoría del Hechizo de Perrone y Nannini Perrone y Nannini (1997), hacen un aporte en la comprensión relacional de la dinámica del abuso sexual en términos de la relación del agresor y la persona abusada. Estos autores entienden la relación de abuso sexual como la forma más extrema de la violencia-castigo. Se ha observado que en relaciones complementarias rígidas las personas sometidas aceptan los rituales de violencia impuestos por el agresor, “comportándose como si sus espíritus hubieran sido colonizados”22. 21 Barudy, 1998. 22 Perrone y Nannini, 1997. A esta relación psicológica el autor le denomina “Hechizo”, el ejercicio de un dominio abusivo sobre el otro, en una relación complementaria, desigual, caracterizada por la influencia unidireccional que ejerce una persona sobre la otra, sin que ésta sea consciente de ello. Frecuentemente las víctimas de abusos sexuales refieren un estado de paralización psicológica que sería ‘preparado’ por el agresor con el fin de lograr tal estado de vulnerabilidad, que puede ser logrado por el terror, la amenaza o la fuerza, o bien, puede constituirse como una especie de ceremonia que anuncia el abuso. Un simple cambio en la mirada, palabras pronunciadas, actitudes que la víctima conoce y el abusador utiliza cada vez, ritualmente, a modo de prólogo. Con esto, el poder del abusador se refuerza mientas que la posibilidad de resistencia de la víctima se debilita, ya que está en un estado de conciencia similar al trance, entendido como un proceso psíquico que desvanece los límites de la identidad personal23. En este tipo de relación de sometimiento extremo, la víctima está imposibilitada de salir de la situación, el contexto o los medios de que dispone no le permiten escapar de la relación de dominación. El adulto abusador perturba la jerarquía de vínculos e induce a errores de apreciación, discriminación y juicio. Se observa una colonización del espíritu de uno por el otro. Se trata de una suerte de invasión de territorio, una negación de la existencia, del deseo y de la alteridad de la víctima. La diferenciación se vuelve incierta, las fronteras interindividuales se esfuman y la víctima queda en una situación de alienación. La víctima ignora las condiciones que la llevaron al hechizo, desconoce el sentido de las intenciones y los comportamientos de la persona dominante, y no puede detectar con nitidez sus efectos, porque esta última le envía una imagen especular engañosa: “Aunque digas lo contrario, estoy seguro de que esto te gusta”24. Dentro del hechizo es posible distinguir tres prácticas relacionales: Efracción: Significa penetrar en una propiedad privada por medio de la fuerza, transgredir la frontera y los límites del territorio. Constituye el inicio de la posesión de la víctima por el abusador. A través de la efracción, éste busca intervenir de manera pragmática sobre la identidad de la víctima, entrando en su mundo simbólico y real, en su espacio (su habitación, su ropa, su cama…) y en su cuerpo (tocaciones, masturbaciones, y la penetración propiamente tal). Captación: dirigida a apropiarse del otro, del cuerpo del otro, capturar la confianza de la víctima, atraerla y mantenerla privada de su libertad. El abusador utiliza tres vías para este cometido: la mirada, el tacto, y la palabra. La relación se caracteriza por la imprevisibilidad, la imposibilidad de escapar y la transgresión, confundiendo las fronteras entre la ternura, el amor, el deseo sexual y el delito. 23 Perrone y Nannini, 1997. 24 Perrone y Nannini, p.124. Programación: es este fenómeno el que permite que el hechizo se mantenga en el tiempo. Desde un enfoque neurobiológico, la programación radica en incorporar en el cerebro del otro, instrucciones que buscan inducir comportamientos predefinidos para, en el futuro activar conductas relativas a una situación o ‘libreto’ predeterminados. Se presenta un proceso unilateral, desde el exterior del sujeto, sin que este logre incorporar toda la información, y sin que pueda resistirse a la demanda de obedecer la orden programada. Las operaciones de programación son: el despertar sensorial, la erotización, la repetición, la evocación del anclaje, el secreto, el pacto, la responsabilidad, la fatalidad y la vergüenza. Estas operaciones tienen como fin condicionar a la víctima para mantener el dominio sobre ella25. Síndrome de Acomodación al Abuso Sexual Infantil de Summit Este síndrome fue descrito por Ronald Summitt en 1983 para explicar las situaciones traumáticas en torno al abuso sexual infantil. Consta de cinco etapas: 1.- Secreto. Es frecuente que el agresor presione a la victima para que esta mantenga en secreto el abuso. El secreto es impuesto por la manipulación emocional, la amenaza, los sentimientos de culpabilidad. El agresor convence a su víctima que esta tiene poder para destruir a su familia y la responsabilidad de mantenerla unida. El mantener este secreto impide que la victima construya vínculos con otros, aislándose y acrecentando los sentimientos de culpa y vergüenza. 2.- Desprotección o Indefensión. Si un adulto de su confianza somete a un niño/a a abuso, éste se sentirá traicionado en su confianza y totalmente desprotegido. Esto provoca en la víctima el desarrollo de sentimientos de impotencia y indefensión que pueden perdurar a lo largo de toda su vida, y generalizarse al resto de sus relaciones interpersonales. 3.- Atrapamiento y adaptación. El abuso cometido por personas conocidas para el niño/a es una experiencia recurrente, que se produce generalmente más de una vez. Debido a las imposibilidades de la victima de frenar la dinámica, ésta tiende a adaptarse a la situación abusiva como método de supervivencia. Se encuentra atrapada por el secreto y la responsabilidad de mantener a su familia protegida de la desintegración. Invaden a la víctima fuertes sentimientos de atrapamiento y vivencias de que nunca saldrá del abuso. 4.- Develación tardía. Se produce porque la víctima mantiene el silencio, hasta que puede comenzar a hablar. Muchas veces cuando lo cuenta se duda de su veracidad o hay negación por parte de la figura materna u otros miembros significativos del grupo familiar. Esta reacción hace que se cumpla uno de los preceptos del ofensor de que no será creída, y el abuso continuará a pesar del intento de la víctima, a través de su relato, de recibir algún tipo de ayuda. 25 Perrone y Nannini, 1997. 5.- Retractación. Aquellas víctimas que no han recibido apoyo luego de la develación, ya sea porque no les creyeron o porque sencillamente no se efectuaron acciones explícitas que anularan los sentimientos de culpa y vergüenza, es frecuente y habitual que las víctimas se retracten de sus dichos. Ante la respuesta indiferente; nula o escasa del medio puede afirmar que esta es una invención; que esto no ha ocurrido; asumiendo un rol de perturbada, perversa y desequilibrada. La presión ejercida sobre la víctima por la familia, por el abusador y aún por los profesionales puede abrumar al niño/a abusado y obligarlo a retractarse. Esto no indica que la víctima mintió acerca del hecho, sino que generalmente es una consecuencia lógica de la intensa presión ejercida sobre ella. Así, la retractación les permite volver al seno de la familia y eludir el sistema legal