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38 —Una buena idea —dijo el padre. —éVoy a la farmacia? —pregunté Anton. —iSeria muy amable por tu parte! —se alegrd la madre. —Hombre, se da por supuesto —dijo Anton. —Bueno —gruiié el padre—, tampo- co es tan por supuesto. Aun me acuerdo de cuando tu... —Deja de criticar —lo interrumpid la madre. A Anton le dijo—: Pregunta, por favor, qué es lo mejor para las torceduras. El caso es que Anton se pasé la tarde enrollando al tobillo de su madre pajios frios empapados en acetato de aluminio. Hacia mu- cho que su padre se habia ido a la oficina y Anton dijo por décima vez: —jSeguro que ahora tu pie esté mu- chiifisimo mejor! —Casi podria tener la impresién de que quieres deshacerte de mf esta noche —dijo la madre. —Y eso por qué? —exclamé Anton intentando dar a su voz un tono de indigna- cién. —Bueno —dijo la madre riéndose—, de papé no tienes nada que temer: esté en la oficina. Pero conmigo no habias contado y ahora intentas curarme por todos los medios. —Pero, mama... —dijo Anton. Pero su protesta result6 poco convin- cente.

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