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DEDICATORIA

A todos los padres que conforman un hogar, que creen en el poder que tiene la familia
para transformarlo todo, que están luchando para que ahí donde ellos viven se formen
buenas familias pero que no han podido lograrlo; para ustedes es este libro.

Si el proyecto de tu hogar no funciona, si has perdido el control del mismo, si parece


que, los destructores de altares ya te han ganado la batalla, si sufres en silencio porque
reconoces lo que has hecho mal, pero, no sabes cómo dar marcha atrás, para ti es este
libro.

Para todos aquellos que queremos tener hogares que honren al gran Diseñador de todo,
pero algo no está resultando como queremos, para todos nosotros, va dedicado este
libro.
CONTACTO
En los siguientes espacios de Internet podemos encontrarnos.
INDICE
Las Piedras del Altar
INTRODUCCIÓN

COHERENCIA

LIMITES

HONESTIDAD

RESPONSABILIDAD

CERTEZA

FIRMEZA

ENTROPÍA

MOTIVACIÓN

AYUDA

EMPATÍA

CALIDEZ
LIBERTAD

CONCLUSIONES
INTRODUCCIÓN
¿Cuál será la temática de este libro?

Si leíste las dedicatorias te diste cuenta de que, este libro va dirigido a los padres
cristianos y tiene el propósito de mostrar cuales son los doce fundamentos sobre los que
se construye un hogar de acuerdo al modelo que Dios tiene para una familia. No
exageramos al decir que, todo problema que se presenta en un hogar cristiano es
consecuencia de que alguien se está apartando de este modelo.

Es importante que quede claro que, este no es un libro sobre el proceso de


formación de los hijos. Aquí, no hablaremos sobre las cosas que los padres deben
enseñar a sus hijos, sobre lo que hablaremos aquí es acerca de lo que los padres
deben ser para que, lo que enseñen a sus hijos realmente les impacte. Para profundizar
sobre las cosas que se deben enseñar a los hijos, para eso, he escrito el libro “El
Castillo de la Princesa” que espero puedas consultar también ya que es un excelente
complemento para lo que aprenderemos aquí, pero, no lo olvides; aquí no hablaremos
de cosas que se enseñan, hablaremos de cosas que se tienen que hacer, cosas que se
deben vivir.

Por lo anterior, espero te quede claro que, no importa lo bien preparado que estés para
enseñar, no importa cuantos libros sobre educación cristiana de los hijos hayas leído, no
importa que tan planeadas estén tus estrategias para transmitir conocimiento a tus hijos.
Sin los doce fundamentos que describimos aquí, todo tu esfuerzo será en vano por lo
que, estamos hablando de cosas de las que depende no solo tú futuro sino también el
futuro de las generaciones que surgirán de ti.

Pasemos a lo que contiene este libro.

Para explicarlo usaremos el pasaje de la Biblia de 1 Reyes 18.31 en el cual se nos


describe como el profeta Elías tomó doce piedras con las cuales edificó un altar sobre el
cual pondría un sacrificio que fue quemado completamente por el mismo Dios. Aquí
vemos a las piedras del altar como un fundamento de algo que sería milagroso. Sin
piedras, sin altar, no habría intervención de Dios ni milagro.

Antes del profeta Elías, Josúe el caudillo heredero del liderazgo de Moisés después de
la muerte de este también utilizó doce piedras, pero, él las uso como un testimonio.

Cuando el río Jordán está sobrenaturalmente dividido por Dios, Josúe levanta justo en la
mitad del río una estructura con doce piedras y, además, pide a doce hombres, uno de
cada una de las tribus de Israel que, tomen una piedra del lecho del río para que, a su
vez, ellos levanten otra estructura en otro lugar lo que, finalmente, terminó sucediendo
en Gilgal (Josué 4.20).
Josué claramente dice a los doce hombres que, cada una de sus piedras se convertirá
en parte de un monumento, de un memorial, de un rocoso testimonio de como el arca
del pacto que, simbolizaba la presencia de Dios había pasado el Jordán junto con su
pueblo para asistirles en la toma de posesión de la tierra prometida (Josué 4.6-7)
Ahora, resaltemos la idea de que cada creyente es visto en el Nuevo Testamento como
un sacrificio vivo para Dios (Romanos 12.1) así que, si somos una ofrenda permanente,
queremos meditar en este libro en las cosas que deben sostener el olor fragante que
debemos estar elevando al Señor. Además, también, el creyente es por medio de su
conducta, un testimonio del poder transformador de Dios. Somos la evidencia de que
una persona impía puede volverse justa para, poder desafiar y derrotar a un mundo
impío (2 Corintios 1.21). Si somos un testimonio, entonces, hablaremos en este libro
sobre cuáles son las cosas que dan poder al mensaje viviente que somos nosotros.

Espero que, para este punto, esté claro de que estaremos hablando en este libro.

Pero, antes de entrar en materia, abordamos un último detalle que, es más bien, una
recomendación.

Si las piedras del altar representan los fundamentos de algo, podemos hacer la
siguiente aplicación para los varones. Como cabeza de un hogar, como responsable del
cuidado del alma de tu compañera de vida, los doce principios que estudiaremos aquí,
todo hombre puede verlos como condiciones indispensables que se deben cumplir para
vivir de acuerdo con el modelo de Dios de lo que es un verdadero varón de Dios pero,
también aplica lo mismo para las mujeres que, pueden ver en las piedras del altar las
condiciones que deben cumplir para ser las mujeres que conquisten reinos y corazones
como lo hicieron las grandes mujeres de las Escrituras y así, aplicar en su vida el modelo
de Dios para ser una verdadera mujer que es parte del reino de los cielos. Y, para ayudar
un poco a que se puede realizar lo anterior, en cada capítulo del libro daremos algunas
sugerencias prácticas tanto para hombres como para mujeres. No te las pierdas.

A movernos entonces.

Vamos, tomados de la mano de Dios a levantar las piedras del altar. Son pesadas,
pesan a nosotros mismos. Costará trabajo levantarlas, tienen el peso de nuestro propio
ego. Vamos a apilarlas. Vamos a convertirlas en un altar donde se queme el sacrificio de
nosotros mismos para que por fin, hasta Dios llegue el aroma que siempre debiera
recibir de nosotros el olor a santidad. Vamos a apilarlas para que sean un testimonio,
para que cuando alguien sin importar quién sea me vea, vea en mí las cosas que he
permitido que Dios haga en mí para que, eso les demuestre que el poder transformador
de Dios es real y que, también a ellos les ofrece alternativas.

A levantar altares. ¿Me acompañas?


COHERENCIA
Cosas que debemos vivir antes que enseñar.

La coherencia en su definición más sencilla es pensar una cosa, hablar la misma cosa
y hacer la misma cosa. Parece sencillo y, al menos en concepto lo es, pero, cuando ya
buscamos la coherencia en la práctica nos damos cuenta de que, es algo que no le
viene nada bien al ser humano.

Los políticos dicen cosas que, supuestamente, harán a favor de sus gobernados y,
terminan haciendo solo cosas a favor de sus bolsillos. Una noticia desde Europa nos
avisó que un diputado de la comunidad de países de ese continente, miembro de un
partido político conservador que se manifiesta en contra de la homosexualidad, fue
sorprendido en una orgía con homosexuales. Las personas en nuestros entornos de
trabajo, comen con nosotros y nos manifiestan su amistad para, después, hablar a
nuestras espaldas y, de ser posible, hacerse con nuestras posiciones dentro de la
empresa donde trabajamos.

No, definitivamente la coherencia no es algo que practique mucho el ser humano, pero,
no podríamos esperar otra cosa. El corazón de la persona sin Cristo pronto aprende el
lenguaje de la hipocresía como un medio para aparentar algo y con ello, sacar ventaja
del hecho de que nadie conozca sus verdaderas intenciones. Esto en sí ya es malo pero,
cuando la falta de coherencia invade los terrenos del cristianismo, eso, es algo
realmente terrible.

Cristianos pagan y asisten a campamentos donde oradores reconocidos les hablan


sobre el valor del santo vínculo del matrimonio para que, una vez terminado el
seminario, se suban a sus autos y como matrimonios, inicien las mismas discusiones de
siempre y terminar el último trayecto del viaje en completo silencio porque ya no hay
comunicación, es más, la comunicación se ha roto desde hace mucho tiempo. Mientras
tanto, el orador del seminario que, dijo, “se sentía agradecido con Dios por la
oportunidad de compartir su voluntad para los matrimonios” está emocionado por saber
cuánto dinero le será entregado en un sobre al final del evento. Claro, para calmar su
conciencia, cuando fue invitado dijo que, lo único que buscaba era una ofrenda que
fuera “digna” de un siervo de Dios, pero, el no deja de pensar en el precio de la dignidad
y sobre todo, no deja de pensar en que ojala y ese día, la dignidad se la paguen en
dólares.

Cristianos que tienen serias diferencias de opinión con otros cristianos o con sus líderes
sin ningún problema se sientan con ellos en los cultos de adoración a invocar el nombre
de Dios como si no estuviera pasando nada entre ellos. Una buena pregunta es: ¿qué
pensará el Señor cuando ve eso?

Hermanas en la iglesia, no paran de dar consejos a otras hermanas sobre la importancia


de la oración en el hogar mientras sus hijos a su lado, las miran con incredulidad porque
nunca las han oído orar por ellos. Hijos que ven a sus padres levantarse en las iglesias a
enseñar sobre el amor de Dios y, parece que, sus padres, tienen amor para todos menos
para ellos. Qué triste es en realidad. la suerte de aquel a quién nadie critica en público
porque todos lo criticarán en secreto.
Padres que han perdido control sobre los hijos que, los ven llegar a casa un sábado por
la madrugada sabiendo que han ido a pecar, y no les dicen absolutamente nada, o
pensemos en los esposos que duermen en camas separadas sentados bien juntos en el
banco de un templo. Cristianos sacan su himnario digital y lo abren en el mismo teléfono
donde tienen pornografía ah, y de nada sirve entonces prohibir el uso de aparatos
electrónicos para evitar eso ya que, en la mente de muchos tenemos conviviendo las
estrofas memorizadas de los himnos con pensamientos tan impuros que la gente saldría
huyendo de nuestro lado si los conociera.

Y no podemos decir que la falta de incoherencia de los cristianos se da por falta de


conocimiento, no, por supuesto que no. El cristiano incoherente actúa de manera
incoherente sabiendo que lo está haciendo y no se detiene. Nadie peca de manera
obligada. Quién lo hace, quién peca, lo hace simplemente porque quiere pecar. Punto.

¿Por qué pasa eso? Es simple. Todos los seres humanos tenemos la terrible costumbre
de pactar muy fácil con nuestra conciencia. Rápidamente, decidimos que queremos
hacer algo malo y, acordamos con nuestro yo interior que no nos moleste con eso y, por
eso, tenemos creyentes que violan menores de edad, pastores que imponen su voluntad
en sus iglesias y no la voluntad de Dios y que no les importa vivir entre ovejas mediocres
y bancas que, cada vez se van quedando más vacías. Por eso pasan esa clase de
cosas u otras peores, porque, quiénes las cometen, pactaron muy rápido con su
conciencia ignorando la voz interior del Espíritu Santo que, advierte de la presencia de
pecado.

La Biblia claramente condena la incoherencia, la tendencia a llamar “bueno” lo que es


malo (Isaías 5.20) y los incoherentes pueden leer este pasaje e incluso, hasta nos
pueden enseñar sobre él, pero, ya no los conmueve en lo más mínimo. Han tomado la
decisión de ignorar por completo la voz de Dios.

No podemos aspirar en definitiva a que nuestras vidas sean un altar para algo milagroso
o un testimonio del poder de Dios si somos incoherentes, La primera piedra de nuestro
altar familiar es la coherencia personal. Todos, absolutamente todos deben poder ver
que, lo que pensamos es lo mismo que decimos y es lo mismo que hacemos y ya basta
de poner de pretexto que, al hacer eso perderemos amistades o ventajas en el mundo.
Si seguimos buscando excusas para seguir siendo amigos del mundo, bien nos vendría
recordar que eso nos vuelve automáticamente enemigos de Dios y por favor, no te
arriesgues a estar en esa condición (Santiago 4.4). No tienes ni idea de lo que te puede
llegar a pasar.

No podemos aspirar en definitiva a que nuestros hogares sean entornos donde


prevalezca lo bueno si, a todos les demostramos lo bien que nos sentimos practicando lo
malo. ¿Queremos hijos que teman a Dios? Que nos vean temiéndole. ¿Queremos hijos
que oren? Que nos vean orando. ¿Queremos hijos que respeten a Dios? Que te vean
respetándolo. ¿Queremos hijos que sientan deseos de servir a Dios? Que te vean
sirviéndolo y, respaldando ese servicio con una vida santa. ¿Quieres que para tus hijos
Dios sea una prioridad? Involucra a Dios en cualquier toma de decisiones ¿Quieres hijos
santos? No hables, no practiques, ni siquiera te acerques al pecado y solo entonces, las
cosas en tu altar familiar, personal y ministerial empezarán a desprender un aroma a
coherencia.

Cristo pensaba, decía y hacía lo mismo. ¿Qué crees que deben hacer sus seguidores?

Unas palabras a los varones. En nuestra naturaleza interior, los varones tenemos una
tendencia. Nos encanta aprender. Al varón cristiano le gusta ir a las reuniones, las
disfruta, en verdad lo hace. El varón cristiano invierte en su formación espiritual. Compra
libros cristianos y la mayoría de ellos los lee con interés. Puede, sin problemas,
compartirnos lo que ha aprendido en el último estudio en vídeo que vio por Internet,
pero, el problema con los varones es que, con la misma intensidad con que nos gusta
aprender nos encanta no poner en práctica lo que hemos aprendido.

Por eso incluso, tenemos líderes de iglesias que organizan campamentos y conferencias
sobre la pureza del matrimonio mientras no dejan de insistir en acercarse a la hermana
que por todo les sonríe y que está en el centro de las resbaladizas tierras del adulterio.

Amados varones, el hábito pecaminoso de aprender, pero no vivir lo aprendido es un


destructor de altares. Que no esté destruyendo el tuyo.

Unas palabras a las mujeres. Las mujeres tienen la particularidad de construir


relaciones realmente profundas con quién lo deciden. Cuando aman a sus compañeros
de vida lo dan todo, aunque en el proceso queden vacías. Si se trata de sus hijos, logran
esforzarse por quitar la mayor parte de los obstáculos que estos tengan aun cuando
ellas queden llenas de toda clase de pendientes. Se dan, sin pensar en lo que pueda
pasar y eso, es magnífico cuando es impulsado por Dios, pero, cuando Dios no está
interviniendo en el proceso puede llegar a ser destructivo porque, hace que como mujer
puedas llegar a vivir de manera incoherente.

¿Y dónde está la clave? En las emociones. Las mujeres no pactan con su conciencia
como los varones, pero, la hacen a un lado a pesar de que eso las lástima porque,
controladas por sus emociones deciden hacer caso a la voz de su corazón y no a la voz
de Dios.

La coherencia es fácil de alcanzar para una mujer cuando aprende a entregar sus
emociones al control de Dios y eso, solo puede hacerse cuando se lograr sacrificar el
“yo” en un altar. Vamos mujer, entrega a Dios tus emociones. Pide fuerza para que te
ayude a reaccionar hasta que él quiera que lo hagas y, recuerda, no se trata de no sentir.
Se trata de sentir como siente Dios. ¿Parece imposible? No lo es tanto. Si estás en
Cristo, puedes ver las cosas como Él las ve y saber cuándo debes actuar (1 Corintios
2.16).
Amadas hermanas, el pecaminoso hábito de sentir sin incluir a Dios es un destructor de
altares. Qué no destruya el tuyo.

Terminemos con una historia y una frase que nos permita ver de forma diferente la
coherencia o la falta de esta.

Los Curanderos de Filipinas

Existen en Filipinas, unos curanderos “sobrenaturales” que son visitados por gente de
muchos países. Sin conocimiento de medicina, afirman, son capaces de extraer tumores
y todo tipo de tejidos cerrando de inmediato las heridas. Impresionante, ¿no es verdad?

Alguna ocasión, el hijo de uno de ellos enfermó de cierta gravedad. ¿Su padre lo curó?
No. Lo mando en avión a los Estados Unidos para que lo atendieran.

Y ahora, nuestra frase:

Es más fácil luchar por unos principios que vivir de acuerdo a ellos
Alfred Adler
LIMITES
Cosas que debemos hacer antes de hablar de ellas.

La Biblia enseña fuera de toda duda que, Dios, en un ejercicio de amor hacia sus hijos,
los disciplina (Hebreos 12.6) y, la mayoría de las veces la disciplina de Dios será muy
difícil de sobrellevar, será complicada; cansa, abate nuestro ánimo y esto, no debe
asombrarnos. A los seres humanos no nos gusta la disciplina. La rechazamos de
inmediato. Huimos de cualquier cosa que nos cueste dolor o lágrimas.

Pero, cuando miramos la disciplina de Dios con otro enfoque podemos encontrar el valor
que tiene. El propósito de Dios es, por medio de la disciplina corregir cosas que están
deficientes en nosotros así que, por encima de ser un proceso para lastimar, la disciplina
es un proceso para mejorarnos, para desarrollar lo mejor que tenemos.

Ahora, si razonamos más a fondo acerca de la disciplina nos daremos cuenta de que,
esta, es una forma de poner límites a nuestra conducta. Los límites son necesarios. El
hombre por naturaleza rechaza los límites y siempre busca que las cosas le beneficien
más que a los demás. El problema es que, vivir sin límites siempre nos termina llevando
a la anarquía, al caos, al desorden absoluto donde no se puede producir nada bueno.

Después ser expulsado del huerto del Edén, el hombre empezó a buscar a Dios
(Génesis 4.26) pero, vivir con límites hizo que muchos hombres rechazaran a Dios lo
hizo que la humanidad se perdiera y, antes de que destruyera toda la creación, fuera
juzgada en los en los días de Noé, pero, ese no es el único ejemplo que la historia nos
da sobre los resultados de vivir sin límites. En tiempos de Cristo, el imperio romano
gobernaba sobre Palestina, pero, el vivir sin límites hizo que su moralidad se tornará
terrible así que, haciendo lo que cada quién quería debilitaron sus instituciones y su
economía y al final, auto destruyeron su imperio y, algo que resulta curioso es que, los
romanos tenían leyes sociales tan buenas que, hasta la fecha se estudian en todo tipo
de escuelas que forman abogados. Qué paradójico, tenían excelentes límites sociales,
pero, no se pusieron límites morales y, cuando se vive así, las leyes terminan
sirviendo para nada.

Sin límites morales, el hombre termina en la anarquía, en el caos y en la destrucción.

y cuando se pretende construir un buen hogar, un ámbito donde Dios sea reconocido por
encima de todo, deben existir límites y esos límites los enseñan los padres; los hijos no
los van a aprender en la calle o con los amigos, al contrario, ahí serán incitados a vivir
sin límites y, esos necesarios límites no pueden ser enseñados si, como padres no los
estamos viviendo primero.

Pensar en límites, de inmediato nos lleva al inevitable concepto de qué es bueno o que
es malo. Afortunadamente, los creyentes tenemos a Dios y su voluntad revelada por
escrito que es la Biblia y que, afortunadamente es perfecta (Romanos 12.2). No tiene
por qué parecerse a nuestra voluntad, es más, no lo necesita y la mayoría de las veces
irá en una dirección completamente contraria a lo que nosotros pensamos (Isaías 55.8).

Con esta referencia, todo es más fácil. Para los creyentes, una cosa es buena si va en la
dirección de lo que Dios es y una cosa es mala si va en la dirección contraria a lo que
Dios es. Fácil. Si Dios es justo, si es amor, si es verdad, analizo algo que quiero hacer, o
cualquiera de mis pensamientos y, si descubro que no son justos, que en ellos no hay
amor o que no hay algo que sea verdadero, entonces es pecado y de inmediato lo
rechazo y lo cambio por algo que sea agradable a Dios. Es fácil, ¿no?

No. No es tan fácil. Si lo fuera, veríamos a la mayoría de los hogares cristianos como
fábricas de santidad lo que no está en muchos casos, sucediendo. Y no sucede porque
nuestra naturaleza humana carnal rechaza límites, rechaza reglas y más si estos vienen
de Dios porque nuestra naturaleza no quiere adorar a nadie, solo se quiere adorar a sí
misma.

Si deseamos en nuestra vida altares donde observemos algo milagroso, si queremos ser
una piedra de testimonio del poder de Dios, no tenemos alternativa. Tenemos que
tener límites y vivir dentro de ellos y no estarnos dando a cada la libertad de romperlos a
conveniencia. Y esos límites, tienen que ser los límites de Dios.

Aquí, los templos cristianos ayudan mucho porque, siempre tratarán de darnos
enseñanzas basadas en la Biblia donde resaltan los valores y por ende, los límites de
Dios. Nuestros hijos salen contentos de sus clases de Biblia aprendiendo que, no deben
mentir, esa es la teoría. Ahora, necesitan la práctica y, de inmediato van a empezar a
buscar donde ver la teoría aplicada y, por supuesto, lo primero que harán será buscar en
la vida de nosotros, de sus padres y, ¡oh sorpresa! Descubren que sus padres conocen
los mismos límites que ellos, pero, no los obedecen así que, aprenden una lección
definitiva para sus vidas: los límites de Dios existen para romperse cuanta veces
queramos.

Por eso, la obediencia es una muy importante piedra que se debe poner en el altar de
nuestro hogar para que, lo que se queme sobre él, sea algo que realmente agrade a
Dios.

Ahora, los límites se aprenden conociendo la voluntad de Dios la cual la encontraremos


solo en la Biblia. Si queremos aprender límites y, por ende, desarrollar la obediencia,
tenemos que leer la Biblia en forma personal y familiar. Solo la Biblia puede darnos la
sabiduría suficiente para cualquier cosa (2 Timoteo 3.15). ¿Aún tienes control sobre tus
hijos? Busca leer la Biblia con ellos, prémialos si memorizan versículos de la Escritura.
Pasa tiempo con ellos, corran en el parque, pero también lean un rato la Biblia. Vayan al
cine, compren las cosas que el hogar necesite, pero, cuando lo hagan, háblales de
alguna historia de la Biblia. Sumerge tu hogar en Dios tan profundo que, cualquier
tentación tenga que pasar por una barrera tan grande de la Palabra de Dios que nunca
alcance a los tuyos.
¿Ya perdiste el control? No importa. Haz lo mismo solo que ahora, lo deberá hacer solo.
Sumérgete en Dios tan profundamente que, cuando los tuyos se acerquen a ti, tengan
que sumergirse tanto en Dios para alcanzarte que, en el proceso verás cómo comienzan
a ser atraídos hacia Dios, pero, recuerda, se van a sentir atraídos no porque te vean
leyendo la Biblia sino porque te vean obedeciéndola.

Si te estás iniciando en la tarea de construir altares recuerda lo siguiente:

Los límites que se deben poner son los de Dios no los tuyos. No te molestes si a tu
alrededor alguien te desobedece, moléstate cuando desobedezca a Dios y actúa
aplicando límites ya que desobedecer a Dios no se puede permitir. Debemos resistir
hasta la sangre combatiendo contra el pecado (Hebreos 12.4) pero, que poderoso es el
guerrero espiritual que se defiende primero con la obediencia. Puede exigir que las
cosas se cumplan porque, en primer lugar, él las está cumpliendo.

Unas palabras para los hombres. En nuestro interior, los varones, tenemos algo
enorme, gigantesco y no, no es nuestra obediencia. Es nuestro ego. Nos sentimos
intocables en nuestra mente. A nada le permitimos que nos diga que hacer. Doblegar el
ego de un hombre es controlarlo y, en el afán de impedir que algo nos controle,
terminamos siendo controlados de la manera más sencilla. El pecado nos hace creer
que nosotros somos los que controlamos, o sea, deja al ego intacto, pero lo tiene
controlado. La sensación de falsa libertad es donde un varón pierde la batalla. Es
importante que entendamos esto, porque para poder vivir dentro de los límites de Dios
necesitamos ceder nuestros límites, necesitamos ceder el trono de nuestra vida para
que sea Dios quién se siente en él y eso, muy pocos varones lo permiten.

¿No me crees? Dile o mejor dicho intenta decirle a cualquier líder cristiano como hacer
las cosas cuando siempre es él quién dice como hacerlas y verás cómo, con una sonrisa
nerviosa te escuchará, pero, hará lo que él quiera o simplemente, te ignorará.

Amados varones, La falta de límites, el hábito pecaminoso de la falta de obediencia es


un destructor de altares que tiene muchos hogares hechos pedazos. Que no te pase eso
y si te ha pasado, reconstruye, pero recuerda que, la fuerza de tu estructura es la
obediencia.

Unas palabras para las mujeres. Vaya que si los hombres tienen algo grande que es el
ego. ¿Hay algo en la mujer que se le compare? Por supuesto: la vanidad. La vanidad es
esa idea interior que como mujer te mueve a estar siempre en constante competencia
comparándote con cualquier otra persona, te comparas a ti. comparas tu hogar, tus hijos,
tu casa, prácticamente todo. Si alguna mujer dice que su hijo pequeño ya comienza a
decir algunas palabras al año de edad tú de inmediato dirás que tu hijo a los ocho meses
ya hablaba perfectamente (algo ilógico, pero a la vanidad las cosas lógicas no le
importan). Si aparece alguien en la iglesia con un bebé de ojos de color, de inmediato tu
dirás que en tu familia hay varias personas así ah y que tú, naciste con ojos claros, pero
luego te cambiaron, aunque, por lo visto. también te cambio el color de piel, de cabello y
el cuerpo.
Lo que una mujer ve, es el activador de su vanidad. Para combatirla simplemente tienes
que cambiar una idea que el mundo te vende y que tú le compras muy fácil y que es la
idea de que las personas valen por cómo se ven por fuera y no por cómo se ven por
dentro y que, por cierto, es la forma en que Dios valora a su criatura (1 Samuel 16.7). En
resumen, mujer, ve el mundo como Dios lo ve. Ama a las personas por cómo son no por
lo que te dan o por cómo se ven.

Amadas mujeres, la falta de límites, expresado en el pecaminoso hábito de vivir con una
mente vanidosa, es un gran destructor de altares que puede darte años enteros de
infelicidad y no creo que quieras vivir así.

Y ahora nuestra historia sobre la desobediencia.


La piedra en la puerta

Un creyente recibe un día un mensaje de Dios que le indica que tiene una labor para él
y, por supuesto, el siervo de inmediato contesta que acepta la tarea.

El mensaje le indica que, a la puerta de su casa hay una enorme piedra y que tiene que
empujarla hasta que Dios indique lo contrario. El siervo, escucha y, a partir de ese
mismo momento comienza a empujar la piedra. Cada vez que sus ocupaciones se lo
permiten, el siervo empuja sin parar. Los días se vuelven años y el siervo comienza a
cuestionar su labor claro, con bastante ayuda del diablo hasta que, molesto busca a Dios
preguntándole porque le mandó una tarea que no logra dar ningún fruto ya que la piedra
no se ha movido ni un milímetro.

Dios le contesta diciéndole que, la instrucción que Él dio fue empujar la roca y que nunca
dijo nada sobre llegarla a mover. Dios le dice que ha perdido el objetivo. Le pide que vea
la fuerza que ha desarrollado en sus manos y brazos como consecuencia de su misión y
le dice que, ese era su propósito desde el momento que le encomendó su misión. El
siervo entonces, tuvo el panorama claro y volvió a empujar la piedra sin cuestionar.

Y aquí está nuestra frase:

Obedece a los que enseñan, no a los que mandan


San Agustín
HONESTIDAD
Cosas que debemos hacer aun cuando los demás las ignoren.

En la segunda carta a los Corintios, el apóstol Pablo presenta a los creyentes como una
carta, pero, una carta abierta que puede ser leída por todos los hombres (2 Corintios
3.2-3) así que, lo que somos, lo que hacemos y lo que hablamos tiene más testigos de lo
que nos podemos imaginar. ¿Qué ven nuestros testigos? ¿Ven lo que realmente somos?
o solo lo que nosotros les permitimos ver.

Mostrar lo que realmente somos, el no ocultar nada, eso es honestidad y, es una piedra
muy importante de cualquier altar ya que esa piedra muestra que no estamos
escondiendo nada a nadie; el problema es que, precisamente esconder lo que hay en
nuestro interior, es una de las cosas que más le gusta hacer al ser humano.

Cuando los primeros seres humanos se dieron cuenta que, habían desobedecido a Dios
en el huerto del Edén, decidieron esconderse. El hombre, desde la más temprana edad,
aprende a esconder cosas porque eso nos evita sufrir consecuencias de cualquier tipo.
Crecemos con la idea de que, hay cosas que no las debe saber nadie, y lo aplicamos
con tal perfección que, ya a cierta edad sabemos solo mostrar lo que la gente quiere ver
de nosotros y mantenemos a una distancia sana nuestras verdaderas intenciones.
Muchas personas incluso cristianas, lo llegan a justificar diciendo que el no decir toda la
verdad no es mentir. Eso es verdad, pero eso, es ocultar y para ser hijos espirituales de
alguien que no oculta nada hacer eso, es pecado ya que estamos haciendo algo malo
aun sabiendo que es reprobado por Dios (Santiago 4.17).

La falta de honestidad (no confundir con la mentira) tiene unas consecuencias a largo
plazo terribles.

El rey Salomón observó un interesante fenómeno que le llevo a escribir que le cazaran a
las zorras pequeñas de sus viñedos porque, eran las que terminaban destruyéndolos
(Cantares 2.15). Las cosas que ocultamos, las cosas que no queremos que se
descubran son como pequeñas zorras que, sin que nos demos cuenta, a lo largo de los
años desde nuestro interior van destruyendo nuestros matrimonios y nuestros hogares y
lo hacen lentamente, sin manifestarse, sin que nos demos cuenta del daño que provocan
hasta que ya es demasiado tarde, pero, ¿Cómo la falta de honestidad puede lograr eso?

Lo vamos a contestar, pero antes, veamos el valor que tiene el ser una carta abierta
donde nadie tiene que adivinar lo que somos o lo que deseamos. En Marcos 8.31-38
vemos a Cristo avisando a sus seguidores que, tendría que morir lo que provoca que
Pedro, se acerque y se sienta con la confianza de hacerle algunas “recomendaciones”
para que, no tuviera que sufrir. No era un mal deseo ¿cierto? El problema es que iba en
contra de la voluntad de Dios lo que hace que Cristo le muestre a Pedro de manera
honesta lo que eso le hace sentir y le dice: “Apártate de mí”, “no tengo comunión contigo
en este momento”, “no estamos en el mismo camino espiritual, eres mi adversario”;
Pedro, no tuvo que adivinar que pensaba Cristo quién mostró lo que realmente sentía.
Interesante. Que nadie tenga que adivinar lo que hay en mi interior. ¿Eso pasa con
nosotros?
Tenemos una pregunta pendiente: ¿Cómo puede la falta de honestidad destruir nuestras
vidas?

Esto puede suceder porque, las cosas que no mostramos, lo que escondemos, nuestras
zorras pequeñas, son parte de lo que hay en nuestra mente y al no compartirlo con
nadie, no las integramos a nuestras relaciones sociales y eso hace que empiecen a
causar diferencias con las personas con las que nos relacionamos sean esposas o
hijos. Si esas diferencias no son resueltas a tiempo, siguen creciendo hasta provocar
distanciamientos los cuales, si no son resueltos, a su vez, terminan destruyendo por
completo toda una relación creando diferencias que, incluso pueden ser irreconciliables.

Veamos si un ejemplo lo hace más claro. Pensemos en un hogar donde, los padres
tienen dos hijos varones. El menor, desde su nacimiento, ha tenido muchas
enfermedades lo que ha provocado que toda la atención y muchos de los recursos del
hogar tengan que ser dirigidos a él. El hermano mayor al inicio ha entendido esto, pero
cuando ha sido privado de atención por un periodo que ya es de años, empieza a
resentirlo. Esto hace que piense que no es querido, que no fue deseado o que, era mejor
que él no hubiera nacido. Los padres, han descuidado mucho su relación con el hijo
mayor que, prefiere mejor no ser honesto, guardar la carga, guardar el dolor.

Varios años después, la condición de salud del hijo menor se ha estabilizado, pero, el
mayor, ya en la juventud, ha encontrado entre sus amigos a quiénes le han reforzado la
idea de ser un “no querido” por sus padres porque, sus amigos le han dicho que a ellos
les pasa lo mismo. Lo anterior, ha reforzado en el hijo mayor la idea clara que no querer
estar en casa sino en cualquier otro lado donde se sienta “amado”. A consecuencia de
esto, por años, entra en drogas y promiscuidad sexual hasta que, encuentra un trabajo,
se casa e inicia su vida, pero, la historia aquí no ha terminado.

Ya tiene a sus propios hijos y curiosamente, a los dos los trata como lo trataron a él, sin
poner atención, sin ser afectivo, sin acercarse y ya los ha lastimado, sobre todo a su hija.
Y con sus padres, solo los ve en fechas muy especiales porque, cada vez que los visita
su sola presencia le recuerda lo “inútil que es” y si a eso agregamos que el hermano
menor vive en una buena condición emocional y económica, nuestro hermano mayor es,
literalmente una bomba de tiempo.

Años de resentimiento, años de agobio interior, de daño emocional, malas experiencias


de vida, de cuentas pendientes y muchas cosas más se hubieran evitado si alguna tarde
de las miles de tardes que esa familia tuvo disponibles el hijo mayor, el padre, la madre o
todos, hubieran hablado con honestidad y, con toda seguridad, un gran abrazo
llorando los tres en el suelo de la sala hubiese terminado con los problemas aún antes
de que estos iniciaran, pero, no fue así.

Triste historia. Lamentablemente no todas tienen final feliz en esta tierra, pero, nos
puede ejemplificar lo que sucede cuando hacemos a un lado la honestidad.
Al principio, decíamos que, la honestidad es una piedra muy importante de cualquier
altar ya que muestra que no escondemos nada y deseamos reforzar eso.

El hecho de que cualquier persona cada vez que mira a nuestro interior y a nuestro
exterior y percibe que no hay ninguna idea oculta, ninguna zorra pequeña que más tarde
hará que nos aprovechemos de ellos, nos vuelve confiables, personas en las que se
pueden depositar los corazones porque serán bien protegidos. Los hijos confiarán
porque lo que tenemos que decirles se lo decimos a ellos y no a otra persona y lo
hacemos en el ámbito en que, a pesar de la incomodidad, ellos se sienten respetados.
Las esposas entregarán todo su esfuerzo al proyecto común de vida con su esposo
porque su realización como mujer está incluida en él. Los esposos confiarán, porque sus
esposas sabrán realmente apoyarlos cuando más lo necesitan y no se quedarán
callados ocultándoles cosas pensando en que lo que digan más tarde ellas lo usarán
para atacarlos.

Y, cuando alguien está con una persona que se percibe confiable, sientes la necesidad
de cuidarla, no te quieres alejar de ella. Tal vez por eso, nuestros altares están sin
adoradores en el hogar, porque la falta de honestidad lo ha hecho huir a todos.

Unas palabras para los hombres. Entiendan la diferencia entre honestidad y respeto. A
los hombres que entienden el valor de la honestidad les encanta ponerla en práctica,
pero, les gusta tanto que terminan diciendo la verdad de una forma hiriente, carente de
tacto, sin la menor sensibilidad y, por supuesto, no resuelven los problemas que su
hogar tiene y terminan provocando otros más graves. Es tan importante lo que se tiene
que decir como la forma de hacerlo (Colosenses 4.6). Es tan importante lo que se tiene
que decir como la forma de hacerlo y el momento en que se tiene que hablar
(Proverbios 15.23). Entender esta sutil diferencia es lo que marca la diferencia entre
hombres capaces de convertir su hogar en un altar y un testimonio de milagros y los que
viven vidas de mediocridad espiritual.

Cuando un hombre abre su corazón suele pensar que pierde, que queda indefenso. Si
eso crees, ya no lo sigas haciendo. Las personas fuertes no son las que esconden algo,
por el contrario, las personas fuertes son las que no temen mostrar lo que sienten o te
pregunto varón, alguna vez que lees sobre la vida de tu Salvador en los evangelios
¿sientes que está escondiendo algo? La falta de sensibilidad al expresar nuestra
honestidad es un destructor de altares y, está en tus manos detenerlo.

Unas palabras para las mujeres. No compitas con nadie. En el capítulo anterior
aprendimos que la vanidad femenina te hace querer estar en la mejor posición con
relación a las mujeres que te rodean. Nos ha quedado claro que, esto no debe ser así,
pero, esa misma vanidad te puede conducir a la falta de honestidad porque, guardas en
tu corazón pensamientos de envidia hacia alguien por cualquier motivo y, esos
pensamientos pueden crecer impulsados por tus emociones hasta convertirte en una
mujer vacía que, le sonríe a todo el mundo, que asiste a reuniones sociales y de la
iglesia, que tiene amigas con las que convive, pero, a las que también les envidia algo.
Cuida los deseos de tus ojos (1 Juan 2.16) ya que son una manera muy fácil de caer en
la falta de honestidad y en una vida que puedes desperdiciar envidiando lo que otros
tienen y, por ello, te puedes perder lo que era la voluntad de Dios que tu vivieras
(Proverbios 30.8).

La falta de honestidad expresada como envidia en un gran destructor de altares que te


puede convertir en un manojo de emociones desordenadas que alejen a los demás de ti.

A continuación, nuestra historia sobre la honestidad.

El boleto de cine

Una madre cristiana va con su hijo al cine y, al llegar a la taquilla hay un letrero que dice:
“niños menores de seis años no pagan boleto”. Su hijo, recientemente había cumplido
seis años. Ella, se dirige al taquillero y le dice: “Me da dos boletos por favor”. El taquillero
le pregunta: “¿Qué edad tiene su niño?”. Ella responde: “Acaba de cumplir seis años”. El
taquillero le dice: “Mire, se ve menor de su edad. Si usted no me la hubiera dicho habría
pagado solo un boleto porque yo no me habría dado cuenta”. Ella, después de mirarlo
dirige su mirada a su hijo mientras dice: “El problema caballero es que, aunque usted no
se hubiera dado cuenta, él lo habría hecho”.

¿Conocen alguna otra forma en que se transmite la honestidad? Yo no.

Y aquí está nuestra frase:

La honestidad es un regalo muy caro. No lo esperes de gente barata


Warren Buffet
RESPONSABILIDAD
Cosas que tienes que vivir y no dejar como simples intenciones.

Vamos a pensar en una historia conocida de la Biblia y vamos a cambiar su final.

Jesús está en el monte de los Olivos (Lucas 22.39-46) a donde ha ido a orar. Hace unas
horas ha celebrado la pascua con sus apóstoles y ha dejado bien claro que, un nuevo
pacto en su sangre se ha establecido. Solo falta que el pacto se confirme con su sangre.
Esa noche, quedará confirmado.

Jesús está en un momento de suprema agonía, suda sangre. Clama al Padre buscando
su perfecta voluntad y esta, ha quedado clara. La cruz es inevitable. Un ángel es
enviado a la tierra para que Jesús sepa que el mundo espiritual de Dios está de su lado
aún en estos momentos. Aquí estamos, donde la parte humana de Cristo está en una
lucha sin cuartel con su parte divina. Él tiene que elegir entre cuidar de la voluntad de
Dios o cuidar de sí mismo.

Desde hace siglos, conocemos el final de esta historia, pero, ahora imaginemos algo
diferente. En ese momento de intensa lucha, Cristo decide dar marcha atrás. Lo sabe
todo, sabe que Judas está a punto de llegar al huerto encabezando a la guardia del
templo que lo apresará así que, decide dar unos pasos hacia atrás, dejar el huerto y
encaminarse hacia Betania aprovechando que, el camino que comunica a Jerusalén con
ese pueblo pasa por ahí. Nadie lo notará. En lo que Judas llega y la turba se entretiene
interrogando a Pedro, Jacobo y Juan que estarán recién despiertos, Él estará
encaminado hacia Betania. Al no tener jurisdicción la guardia del templo fuera de este
(de hecho, haber ido al huerto a arrestar a Jesús fue un delito) la turba se disolverá y en
lo que los fariseos reordenan sus ansiedades, Él habrá viajado con el apoyo del dinero
de Lázaro hacia el norte a Galilea o. cruzado el Jordán para llegar a Perea o, incluso
más al norte a Siria donde no existe ni siquiera presencia judía. ¿Se imaginan que esto
hubiera pasado? Dejemos a un lado las implicaciones históricas. Con las espirituales
basta. No tendríamos Salvador. El mundo estaría literalmente perdido. Todos,
condenados a una muerte eterna y, si alguien está pensando en la posibilidad de que
Dios enviara a otro Jesús, olvídelo. Si el primer plan falló por el motivo que sea,
entonces no fue perfecto y un nuevo plan dejaría de manifiesto que, Dios no lo es, en
consecuencia, no puede ser Dios. Todo, en suma, estaría perdido.

Pero, afortunadamente, el final fue el que todos conocemos. El “consumado es” de


Cristo nos salvó a todos y, hasta que el mundo deje de existir, la humanidad seguirá
teniendo oportunidades y todo gracias a que Cristo decidió actuar con
responsabilidad.

Entendamos la responsabilidad como la convicción interior que nos mueve para hacer
las cosas que nos corresponden cumplan los demás o no, con las cosas que les
corresponden a ellos.
Apliquemos esto a Cristo.
Si fue a la cruz es porque esa era su responsabilidad. Su estancia en la tierra solo
tenía un propósito, obedecer las órdenes de su padre (Juan 6.38) y nada lo desviaría de
eso. Si Judas no hubiese llegado, si los fariseos no hubiesen tramado nada, el día y la
hora determinados por el Padre, Cristo hubiera estado en el monte de la Calavera aun
cuando estuviera solamente él y, de ser necesario, se hubiera clavado Él mismo.

Esa fue la responsabilidad de Cristo, ¿Cuáles son las tuyas?

Ningún hogar, ningún altar se puede levantar sin responsabilidades. Cada quién debe
hacer su parte para que altar exista. Un buen hogar, un espacio donde se sacrifican
cosas a Dios y se demuestra su poder es un hogar donde hay cosas específicas que tú
debes hacer y nadie puede hacerlo en tu lugar. Los hogares que son altares
abandonados donde los padres esperan que los hijos hagan lo que deben hacer sin que
esto pase, son altares en donde los padres no han hecho lo que deberían de hacer y por
favor, esto no solo es comprar comida, ropa o pagar la renta.

Por eso en el mundo, Satanás trabaja en dos frentes; construir una sociedad donde no
exista un padre o una madre o. donde estén, pero estén tan ocupados en sus privilegios
que olviden sus responsabilidades y también, usa otra estrategia; construye hogares
donde el padre o la madre desaparezcan en el momento en que la responsabilidad se
enseña o, permite la formación de hogares donde padres fingen ser madres y las
madres fingen ser padres pensando que, grandes cantidades de hormonas cumplirán
con el rol que les corresponde en la enseñanza de las responsabilidades. Los hogares a
medias con madres desgastadas por el daño que le hace a los hijos ser criados por
abuelos ven como hijos desgastados, pierden su rumbo en la vida.

Padres. Identifiquen de la mano de Dios que es lo que les corresponde hacer a cada uno
de ustedes y háganlo y que nada los detenga. No pasen la vida culpando a su pareja o
a la sociedad o los malos tiempos que sus hijos viven o a la influencia que ellos sufren
en sus escuelas. Dejen de buscar excusas para justificar el dejar de hacer lo que es su
responsabilidad y que nadie más, recuérdenlo, nadie más podría hacer. No digan que
la presión de hacer un patrimonio les hizo olvidar su encomienda. No se justifiquen
diciendo que la necesidad de dinero les hizo enfocarse por más de 30 años en trabajar
pensando que, su hogar los estaría esperando. No, no se justifiquen porque si voltean a
mirar su altar destruido se darán cuenta que, poner la estabilidad económica por encima
de la estabilidad espiritual es algo que tarde o temprano se termina por lamentar,

Satanás y el mundo, están destruyendo los altares y eso no debe asombrarnos. Siempre
ha sido su trabajo. Debe asombrarnos que se lo estemos permitiendo. La identidad
bíblica de lo que es un padre y de lo que es una madre ha sido secuestrada. Ahora el
mundo nos dice lo que podemos o no hacer en nuestros altares. Grupos de poder nos
están diciendo lo que está mal que hagamos o no con nuestros hijos. Nos obsesionamos
tanto con la idea de proteger a los que amamos que tratamos de darles todo, de
permitirles todo, porque finalmente, así con las cosas donde vivo y se nos olvida
cuidarlos de ellos mismos. Nos sumamos a Satanás y al mundo y también hacemos
nuestra parte para formar la siguiente generación de irresponsables. Dejamos a cada
miembro de nuestro altar hacer lo que cada uno quiera y, finalmente, nos convertimos en
una casa dividida contra sí misma y, el fundador de la familia nos advirtió que un hogar
con esas condiciones no permanece (Marcos 3.25).

Mi, parte, hacer mi parte, aunque los demás no hagan la suya.


Definitivamente, levantar altares no es para cobardes.

Unas palabras para los hombres. ¿Cuál es tu parte? La Biblia es clara. Con tu compañera de
vida, debes mostrar amor y sacrificio (Efesios 5.29) hacer con ella lo que Cristo hace con la
iglesia. Debes hacerla sentir amada, especial; sostenida con un apoyo que debe ser
incondicional, a pesar de sus fallas, a pesar de sus imprecisiones. Tú eres el motor de la
responsabilidad en tu hogar. Es tu encomienda. Una mujer que se siente amada y protegida no
tendrá problema alguno en cumplir con lo que le corresponde. Con tu descendencia, debes
darles dirección. Es tu responsabilidad ayudarles a que encuentren sentido en su vida, que
puedan distinguir con claridad hacia donde tienen que moverse, que metas deben alcanzar y
que, cuando lo logren, lo hagan de una manera como tú lo estás haciendo, con responsabilidad
y sobre todo con honestidad. Todo esto, amado varón, no se logra a larga distancia, por control
remoto o por Internet. Tienes que involucrarte con tus hijos y tu esposa, Abraza mucho, besa,
acaricia, Ellos deben saber que eres una fuente fiel de amor que nunca se acabará.

La falta de responsabilidad expresada en el no involucrarte con los tuyos es un gran destructor


de altares que, además, no permite que sean reconstruidos ya que nos pasamos todo el tiempo
esperando a que alguien levante una piedra para entonces levantar la mía y así, el altar nunca
se levanta. Empieza tú, siempre ha sido esa tu responsabilidad como varón.

Unas palabras para las mujeres. ¿Cuál es tu parte? Tú eres una valiente vigía. Tú eres quién
tiene la capacidad de advertir las cosas que no están funcionando bien y avisarlo a tiempo. Eres
quién educa, quién enseña lo que es bueno y lo que es malo. Debes ser la voz que advierta
sobre lo que no debe hacerse y oponerte a ello. Tu amor no puede ser la excusa para la
tolerancia excesiva. Cuando las cosas empiecen a parecer extrañas, cuando es claro que Dios
está siendo dejado de lado, debes dar la voz de alerta. Ora por tu compañero de vida y míralo
como alguien con quién compartes responsabilidades. No vuelvas a tu esposo el saco que llenas
de quejas todos los días sobre lo que no hacen bien tus hijos. Tú no puedes dar dirección, esa
es su parte. Tu parte es que, el camino hacia donde la dirección indique, esté lleno de las
instrucciones correctas que tú, debes estar constantemente buscando en la Palabra de Dios,
pero, por favor, entiende que, estás tratando con personas diferentes de ti. El hecho de que tu
sientas frío no significa que toda la familia debe de abrigarse. Respeta el espacio de cada quién
y déjalos crecer. Para eso fuiste salvada.

La falta de responsabilidad expresada como una tolerancia excesiva es un gran destructor de


hogares que puede lograr que, te sientas ajena a tu hogar y si llegas a sentirte así, no lo cuidarás
y mucho más rápido de lo que te imaginas, se echará a perder.

Vamos ahora con nuestra historia sobre responsabilidad.

La Mariposa Azul
Dos pequeñas niñas fueron a visitar a un hombre sabio que vivía cerca de su hogar ya que se
enteraron que, podía responder cualquier pregunta. Llegaron con mucho entusiasmo y
empezaron a presentar sus dudas: ¿Por qué el cielo es azul? ¿Cuáles son los caminos que
sigue el viento? ¿Por qué no podemos ver el sol de día? Y, para su sorpresa, estas y muchas
otras preguntas fueron contestadas. Salieron del lugar muy entusiasmadas, pero, una de ellas, le
dijo a su hermana que, le gustaría poder plantear al sabio una pregunta que no pudiera contestar
así que, le dijo a su hermana, pensaría en algo que pudieran hacer al respecto.

Al día siguiente, antes que amaneciera, la inquieta pequeña despertó a su hermana para decirle
que había encontrado el reto perfecto para el sabio. Cazarían a una mariposa azul de las que
tanto abundaban en el lugar donde vivían. Ya con la mariposa, irían a ver al sabio y ella, llevaría
la mariposa entre sus manos, pero, de tal manera que, el hombre sabio no pudiera ver la
condición del insecto. Ella, le preguntaría si la mariposa estaba viva o muerta. Si el sabio decía
que viva, ella la apretaría con todas sus fuerzas y la mostraría muerta y si el sabio decía muerta,
ella la liberaría demostrando que, en cualquiera de los dos casos, el sabio estaría equivocado.
Así lo hicieron.

Ya estando frente al hombre sabio, y al terminar de hacer la pregunta del reto, este, les da una
respuesta rápida y contundente: “Depende de ti, su destino está en tus manos”. La inferencia
es obvia. En nuestras manos está la responsabilidad de que producir con nuestras acciones
vida, o muerte. Tu mariposa, ¿está viva o muerta?

Y ahora, nuestra frase:

El precio de la grandeza es la responsabilidad


Winston S. Churchill
CERTEZA
Cosas que tienes que vivir y no dejar como simples intenciones.

La certeza se relaciona mucho con la seguridad interior, con la idea firme de saber hacia
dónde debo dirigirme, pero, se diferencía de la seguridad en que esta, apunta a lo que
sentimos por dentro mientras que la certeza, se refiere a lo que la seguridad provoca.
La certeza es toda mi actitud, es la seguridad reflejada en mis gestos, en mi conducta y,
en la Biblia, hay un pasaje que nos hará entender mejor qué es y cómo se manifiesta la
certeza.

Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba,


afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
Lucas 9.51

Notemos la frase: “afirmó su rostro”. El pasaje no solo se refiere al hecho de que Cristo
haya mirado en dirección a la ciudad sagrada. No. Aquí hay mucho más.

Jesús entiende que, el momento de iniciar la etapa final de su ministerio que terminará
en la cruz ha comenzado y, entonces, desde su interior, su seguridad le impulsa a
mostrar en su exterior, certeza. Los que le rodeaban, los apóstoles más cercanos, las
mujeres que formaban parte del grupo misionero, todos, miraron algo diferente en Cristo.
Es más segura, más profunda. Sus gestos son mucho más firmes. Es el mismo Jesús de
siempre, sonríe igual que siempre, habla con el mismo tono de voz de siempre, pero, en
medio de esto, es claro que, hay una fuerza en su interior que le conduce hacia algún
lugar, hacia alguna dirección que, en este momento, solo Él puede saber dónde es.

Todo este cambio en la actitud de Cristo estaba motivado por la seguridad de saber
hacia dónde se dirigía y porqué. No olvides esto. A Cristo, lo movía su certeza, la plena
certidumbre de saber qué hacer y lo que lograría gracias a eso, y lo que logró,
estaremos de acuerdo que, nos sigue aun beneficiando a todos.

Los buenos hogares, los altares desde donde se ofrecen a Dios sacrificios que lo
cambian todo y desde donde se elevan testimonios que impactan a los demás, son
hogares donde quiénes los dirigen, o sea, papá y mamá tienen certeza. Son hogares
donde los hijos pueden ver que existe un plan que se pretende lograr y ven claramente
que, las acciones que se llevan a cabo, son para que el plan se cumpla sin importar el
tiempo que esto tome. Esta clase de hogares desarrolla hijos que tienen metas y que,
desde pequeños los vemos encaminados a una idea segura sobre su futuro, idea que,
seguramente está incompleta o incluso será inalcanzable debido a su corta edad, pero,
miren bien, ya existen metas en ellos, ya hay seguridad en sus pequeños corazones
porque han sido guiados por adultos que tienen certezas.

Te pedí hace dos párrafos que no olvidaras algo. Te lo recuerdo: la certeza se alimenta
de la seguridad de saber hacia dónde voy y porqué. Si estas dos cosas son el hilo
conductor que nos puede llevar a cumplir nuestras metas, este, es un buen momento de
preguntarle a los modernos constructores de altares varias cosas:

¿Podrías describir que proyecto de vida tienen como hogar?


¿Qué metas materiales esperan alcanzar a corto, mediano y largo plazo?
¿Qué metas espirituales esperan alcanzar a corto, mediano y largo plazo?
¿Cuáles son tus metas de vida como varón?
¿Cuáles son tus metas de vida como mujer?
Su hogar, ¿les brinda las condiciones para alcanzar estas metas?
¿Para qué están luchando para tener un mejor patrimonio?
¿Por qué se congregan con otros cristianos para adorar al Señor?
¿Por qué consideran la Biblia como una guía confiable para su vida?
¿Por qué se casaron?
¿Las respuestas de ambos son semejantes?
¿Hay certezas de vida diferentes?
Entonces, ¿Hacia dónde se dirigen?

Los constructores de altares saben hacia donde van y porqué van en esa dirección.
Ustedes, ¿saben hacia dónde van? Si no es así, entonces, su hogar solo sobrevive,
unido de milagro. Salen como familia a comer a algún buffet, viajan en vacaciones para
conocer un nuevo destino o un nuevo país. Celebran sus cumpleaños rodeados de
gente, pero, no hay dirección, no hay un plan de vida y cuando no se tiene eso,
terminamos perdidos. Por eso es que, los hogares sin certeza, son hogares donde sus
miembros viven en permanente confusión, confusión que ni siquiera con la presencia de
Dios se resuelve porque, Dios da las instrucciones precisas, pero, si los constructores de
altares no las siguen, el destino nunca será el correcto. Por eso abundan los altares, o
sea, hogares donde la siguiente generación de personas en su juventud, no tiene ni idea
de lo que quiere ni idea de hacia dónde quiere llegar en la vida y mucho menos, sabe
cómo lograrlo. Así de importante es la certeza.

Pensemos positivamente. Pensemos en un hogar donde los constructores de altares


tienen colocada la piedra de la certeza en el sitio correcto; muestran una plena
certidumbre de lo que quieren y como lo lograrán y sobre todo, están plenamente
conscientes de que Dios debe ser el capitán en el barco que se está navegando. Han
entregado el timón a quién tiene dominio sobre las olas del mar. Se han refugiado en la
Biblia y han encontrado en ella un manual para poder corregir los hábitos y actitudes que
desvían las cosas del plan que Dios tiene para sus vidas. Esto, ¿en qué ayuda a
nuestros hijos? en que alrededor de ellos, se levanta un entorno de confianza.

Hablamos de hogares donde los hijos creen en sus padres, confían en ellos al grado de
estar dispuestos a confiarles su corazón porque saben que, sus padres no los
lastimarán, por el contrario, los ayudarán a llegar al mejor sitio posible. Hablamos de
hijos que, a pesar de lo difícil que sean sus experiencias de vida, preferirán pasar por la
intimidante experiencia de la confesión con sus padres a seguir sufriendo
consecuencias. Los altares donde hay certeza, atraen a la gente, la hacen acercarse a
Dios, no la alejan de Él. Por eso, cuando el profeta Elías convocó al pueblo a la
construcción del altar donde retaría a los profetas de Baal todo el pueblo respondió al
llamado (1 Reyes 18). Elías era una imagen que daba certeza. Quién miraba a Elías
sabía con total seguridad que ese hombre tenía la certeza sobre lo que hacía y porqué lo
hacía. Por eso, el pueblo llego por multitudes. No, ellos no fueron llevados ahí por el
llamado de Elías, fueron llevados ahí por la certeza con la que vivía este profeta.
Cuando un constructor de altares vive con certeza, convoca a los suyos y los suyos
responden, porque tienen la confianza de que serán dirigidos en medio del valle de
sombras de muerte a pastos delicados donde podrán descansar. Los tuyos, ¿responden
a tu voz?

Unas palabras a los varones. Por la formación cultural mayormente, el varón crece con
la idea de que si algo debe tener es certeza, para el hombre es una especie de
competencia mostrar la certeza de que sabe todo sobre todo lo que le rodea. Entre
varones, cuando se están dando opiniones sobre un tema, el de carácter más fuerte
habla con certeza de las cosas y los demás, silenciosamente asienten o agregan algo
que apoye el punto de vista del que está hablando pero, en el fondo, lo están ignorando
o no le dan el más mínimo crédito por lo que dice porque, para cada uno de los hombres
en esa conversación, en su mente, ellos tienen la razón sobre el tema en cuestión pero,
mejor se quedan tranquilos gobernando su mundo de juguete personal. Diríamos que,
en sí, el problema de la mayoría de los hombres no es la falta de certeza, sino que, la
seguridad que impulsa su certeza no está en los fundamentos correctos.

Amado varón. No construyas tus certezas sobre la arena del mar. Busca un fundamento
firme y no hay nada más firme que la Palabra de Dios. Es la única información que no
fallará y que al final, siempre demostrará tener la razón sobre cualquier cosa. En cada
área de tu vida, ubica un pasaje de la Biblia que sostenga tus puntos de vista y
entonces, tus puntos de vista serán realmente importantes porque estarán basados en
los puntos de vista de Dios. La falta de certeza expresada en una seguridad sin
fundamentos es un destructor de altares porque te hace perder autoridad ante los tuyos
ya que, se supondría que si alguien en el hogar se debe mostrar con certeza eres tú.

Unas palabras para las mujeres. En una aberración lamentable de la cultura, al


contrario del hombre, se ha hecho creer a la mujer que, sus certezas no están a la altura
de las certezas de los hombres y, por ende, por todos lados se les presiona para que,
sus certezas se levanten sobre las certezas de alguien más que, por supuesto, debe ser
un hombre. En medio de esto, se dan situaciones donde la mujer logra el equilibrio
suficiente para ser como hija de Dios, independiente a su esposo e hijos y tener su
propia relación espiritual donde ella alcanza sus propias metas para agradar a Dios,
pero, esto, no es una generalidad lo que nos lleva a un problema, la dependencia de
certezas. Mujer, si vas a construir altares, solo puedes tener una fuente de influencia
y esa debe ser la voz de Dios. Otras voces complementan, enriquecen, ayudan y deben
ser tomadas en cuenta, pero, solo la voz de Dios debe guiarte. Sumérgete en la Biblia
para que veas con claridad hacia donde apunta la brújula espiritual de la voz de Dios,
Por otro lado, ten cuidado de entender bien algo. Debes ser fuente de certeza para tus
hijos, o sea, ellos deben depender de ti y no tú de ellos. Tus hijos son una fuente de
felicidad, de alegría, pero, completa, solo lo estás en Cristo (Colosenses 2.10). Si tus
hijos se dan cuenta que te controlan, nunca podrás ser una guía para ellos.
La falta de certeza expresada en poner tu confianza en alguien diferente a Dios es un
gran destructor de altares porque, te desliga de la perfecta fuente de seguridad que es
Dios. Hacer que tus certezas dependan de algún ser humano te pone en un gran riesgo
porque, más tarde o más temprano, quién sostiene tu certeza te va a fallar.

Todos los seres humanos fallamos y, ¿Qué va a pasar cuando la persona en que
confías te falle? Si, seguramente quedarás destruida, tanto que, no tendrás tiempo para
construir altares cuando todo tu tiempo lo tienes que usar para poder juntar los pedazos
en los que terminó quebrada tu vida. No lo permitas.

Compartimos ahora, una historia sobre la importancia de la certeza.

El bordado de Dios

Un niño pequeño acostumbraba a sentarse a los pies de su mamá para verla bordar
para tratar de adivinar cual era la imagen que estaba construyendo ya que desde su
posición le costaba mucho trabajo identificarla. Adivinaba una cosa y suponía otra. Con
cada nuevo hilo que se añadía al diseño el creía saber con certeza que se estaba
construyendo y nada, el nuevo hilo se llevaba su suposición y tenía que empezar con
una nueva hasta que, la impaciencia propia de la infancia se lo llevaba a jugar a otro
lado.

Después de varias horas, su madre le llamaba y entonces, le subía a su regazo y,


extendía ante él la tela con el diseño por fin terminado y entonces, ahora sí, todas las
suposiciones desaparecían porque, ese pequeño podía finalmente ver la imagen real, la
que desde su perspectiva no existía, pero, desde la perspectiva de las hábiles manos de
su madre había estado ahí desde el principio solo esperando que ella, le diera forma.

Años después siendo ya un hombre y persona creyente, este varón pudo entender lo
que debe ser la certeza para el cristiano. Desde nuestro punto limitado de vista, nunca
podremos ver el diseño completo de la vida que Dios tiene para nosotros, pero, si nos
subimos a su regazo, si podemos pensar como Él piensa, podremos tener la certeza de
esperar el tiempo y las condiciones que él decida porque el diseño de lo que Dios
quiere podremos verlo claro. Añado que, no hay mejor lugar para subirse al regazo de
Dios que leer la Biblia todos los días.

Cerramos con nuestra frase sobre la certeza:

La esperanza no es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo
tiene sentido salga como salga
Vaclav Havel
FIRMEZA
Cosas internas que sostienen la estructura externa.

Cuando algo resiste las peores condiciones sin deformarse, sin cambiar, decimos que
tiene firmeza. Es común que, en muchas zonas del planeta donde hay tornados, se
construyan sótanos en las casas que, al tener su estructura hacia el interior del terreno,
ofrecen mayor firmeza que la estructura de la casa que recibe de frente la fuerza del
tornado. En consecuencia, son el refugio ideal cuando las condiciones son peligrosas.

Cuando los constructores de altares tienen firmes certezas que se han alimentado de las
correctas responsabilidades, deben iniciar su proceso de construcción y, en todo proceso
en que se busque hacer la voluntad de Dios, siempre habrá oposición que puede venir
del lugar que menos esperamos y, para enfrentar la oposición se necesita firmeza; por
eso, la firmeza es el resultado de una buena certeza y una buena responsabilidad.

Para entender mejor la firmeza, vamos a mirar a Nehemías el constructor no de altares,


pero sí de murallas. Toda la historia de Nehemías se encuentra en el libro de la Biblia
que lleva su nombre el cual es un canto a la firmeza. Ni siquiera quisiera enviarte a un
versículo específico de este libro. Léelo todo. Te aseguro que te sumergirás en una
aventura de lucha contra la oposición.

Previamente a Nehemías, la destruida ciudad de Jerusalén ya ha visto levantarse de las


ruinas el templo judío y ha visto como los cultos del mismo se han reiniciado. Al parecer,
el pueblo de Dios se levantará una vez más de otro juicio de su Señor pero, necesita
protección y esa protección, la tenía que construir Nehemías en forma de murallas y
puertas alrededor de la ciudad, una obra titánica de varios kilómetros de longitud que
requería el traslado de las piedras desde las canteras, la adecuación de las mismas, el
subirlas al lugar de la muralla que ocuparían y el revestimiento de los muros. Nada fácil.
Había personas que, tenían el conocimiento de construcción, otros podían hacer
mediciones para el trazado de los muros y había quiénes sabían preparar los materiales
para construir, pero, los obreros, la mano de obra que haría el trabajo se llevaría a cabo
por cientos de peregrinos convertidos apresuradamente en albañiles y, para colmo, se
levantó contra Nehemías una feroz oposición.

Si lees el libro verás cómo los enemigos de Nehemías lo intentaron todo, desde la
confrontación pública usando burlas, hasta el intento de introducir gente extraña entre
los constructores que los desanimaran o que, incluso intentarán matarlos y, siguiendo la
línea de ese adagio boxístico que dice: golpea a la cabeza y el cuerpo caerá solo,
intentaron la forma de matar al propio Nehemías, pero, como podemos leer en la Biblia
esto no sucedió porque Nehemías, supo convertir la firmeza de su interior en ánimo
que le hizo saber al pueblo que estaba bajo su mando que, él estaba hablando
completamente en serio cuando decía que los muros se tenían que terminar en el menor
tiempo posible.
Oh si, Nehemías hablaba y el pueblo, le creyó.

Cincuenta y dos días dice la Biblia (Nehemías 6.15) tardó la construcción. Obreros
bañándose sobre el muro, comiendo de prisa, mujeres y niños ayudando a construir la
parte del muro que estuviera frente a los que eran o serían sus hogares, obreros
cargando por igual las herramientas de construcción, así como las espadas por si
alguien intentaba atacar, gente durmiendo amontonada en el muro que se construía para
que, al despertar continuaran con la labor. Cientos de mujeres fatigadas que aun sin
fuerzas no paraban de preparar los alimentos para mantener de pie al ejército que,
mañana, tarde y noche no paraba de construir, todos y cada uno de los que participaron
en esa obra, participaron también de la firmeza de Nehemías.

Mientras tanto, los enemigos, la oposición solo pudo quedarse mirando la edificación de
la obra impulsada por Dios sin poder hacer nada. Dia tras día tuvieron que guardar su
resentimiento para un mejor momento. Sus caras de asombro podrían resumir bien el
interior de cualquier persona que enfrenta la firmeza de un auténtico siervo de Dios
cuando este se concentra en realizar aquello para lo que fue llamado.

Ahora, tenemos que aplicar esto y creo que, nos llevará a pensamientos algo
incómodos.

Un constructor de altares no puede hacerlo si no tiene firmeza. La firmeza es vital para


que el altar termine completamente edificado de acuerdo al modelo que Dios desea. Si
eres padre y deseas que tus hijos se muevan en torno a la voluntad de Dios debes tener
firmeza. Si dices que algo pasará si tus hijos no obedecen lo que tú dices (que debe ser
en la disciplina y amonestación del Señor) y ellos no cumplen. lo que dijiste que pasaría,
debe pasar y se debe mantener así por el tiempo que tu dijiste. No hay firmeza en el
padre que debe disciplinar por una hora y a los veinte minutos ya no soporta ver la cara
sufriente hijo que perfectamente ya aprendió a mostrar dolor porque con eso, rompe la
firmeza de papá o de mamá.

Tu altar no es firme si te comprometes una vez por semana a orar con toda tu familia y
en cuanto llegas cansado del trabajo, rompes el compromiso. Tu altar no es firme si
tomas la decisión de actuar más espiritualmente con tu esposo y a la primera en que él
te falla, tus emociones te vuelven a controlar. No tienes un altar firme cuando haces
hasta lo imposible por llegar temprano a tu trabajo, pero no tienes problemas en llegar
tarde a la iglesia. No presumas de firmeza en tu altar cuando no desaprovechas la
oportunidad de querer controlar la vida de tus hijos cuando tú no cedes a Dios el más
mínimo control sobre la tuya. No juzgues tu altar como superior al de otros porque el
tuyo aún se mantiene en pie y otros han caído cuando nada más basta escuchar la
forma en que tus hijos te hablan sin respecto para saber que el tuyo, está a nada de
venirse abajo.

¿Se imaginan a Cristo haciendo caso de las recomendaciones de Pedro de las que
hablamos en otro capítulo para cuidar su vida y no ponerse en riesgo? ¿Se imaginan a
Noé decidiendo ignorar las órdenes de Dios de construir un arca? ¿Imaginan a Pablo el
apóstol cediendo a las lágrimas de los ancianos de Éfeso rogándole que no fuera a
Jerusalén? ¿Se imaginan a Jael dudando mientras sostiene en su mano el martillo con
que asestará un golpe en la sien de Eglón que duerme a centímetros de ella? ¿Se
imaginan al hombre de Dios sintiendo miedo ante la realeza de Jeroboam a quién tiene
que amonestar? ¿Se imaginan a Cristo pensando en mejor no decir la palabra “zorra”
para referirse a Herodes por temor a que eso le traiga consecuencias?

La firmeza sostiene toda la estructura de la Biblia y la Biblia debería sostener tu


firmeza y. de que firmeza entonces podemos hablar en tu vida si, seguramente, no
podrías localizar sin ayuda muchos de los episodios de la Escritura que acabo de referir.

Unas palabras para los hombres. La firmeza nos viene bien, es un leguaje que le
agrada a los hombres. Nos gusta que nos digan las cosas directamente y muchas veces
hasta insensibles somos para poder expresar lo que pensamos. La firmeza parece una
convicción que mueve muy bien a los hombres y, no es solamente una suposición. Es
una realidad. Los hombres nos sentimos cómodos sintiendo seguridad, el problema es
que, para un hombre, la seguridad es algo que él debe enseñar y los demás a obedecer
pero que él, nunca va a obedecer. Si como hombre quieres levantar un altar donde Dios
haga milagros y sea un testimonio tienes que convertirte en un hacedor de las cosas que
tanto te gusta enseñar. ¿Te gusta la firmeza? Vamos a usarla. O dejas de ser un
hipócrita que mantiene sus hábitos pecaminosos en práctica o Dios te va a disciplinar de
la manera más dolorosa que puedas imaginar. Tú decide. ¿Te gusto la firmeza de esta
sentencia?

La falta de firmeza expresada en una fragilidad de carácter que permite a cada quién
hacer lo que quiera en tu hogar es un destructor de altares y, en cada hogar donde el
hombre no tiene firmeza en las cosas espirituales, donde permite a la esposa que ella
decida cuando él debe servir, cómo debe hacerlo y en que horarios; en donde a la vista
de todos los hermanos es manifiesto que tus hijos están pecando sin que pongas freno a
ello, hace que tu altar esté hecho pedazos y donde, alrededor, hay obviamente vida
despedazadas que, la mayoría de las veces por fuera se ven fuertes y seguras. En
casos así, no importa cuánto se oculte el altar, siempre será pública su verdadera
condición. No olvidemos que, los altares son sitios desde donde se da testimonio sea
este bueno, o malo.

Unas palabras para las mujeres. Aunque nos parezca increíble, una mujer tiene más
firmeza que un hombre. Cuando una mujer en función de lo que cree es correcto decide
decir que “no”, no existe truco, acción, baile, grito o regalo que logre que lo cambié por
un “si”. Imaginemos lo que esto puede provocar cuando una mujer compromete sus “sí”
con las cosas que Dios manda. Pasan cosas extraordinarias. Entonces, ¿Por qué en lo
general, vemos tan poca influencia de la mujer para levantar altares firmes? Porque su
firmeza dura lo que dura la estabilidad de emociones en momentos de crisis, o sea, muy
poco. Es importante mujer de Dios que construyas en tu interior una fortaleza en donde
coloques las cosas que agradan a Dios y las mantengas al margen de todas tus
emociones, estas deben tener prohibido entrar ahí y creo que entiendes que de lo que
estamos hablando no es de tus emociones en sí sino de tus emociones carentes de
control. Y mira que, pedirte que derrotes tus deseos de consentir de más al hijo rebelde
o ya no dar más ayuda al hijo desobligado es algo que pocas mujeres pueden hacer,
pero, los constructores de altares con su firmeza puesta en Dios, lo hacen sin ningún
problema.

La falta de dominio emocional expresado en la tolerancia de pensamientos no


consagrados es un gran destructor de altares porque, si solo vives para construir el altar
de Dios al gusto de tu esposo, tus hijos o tu madre que por cierto destruyó el suyo,
entonces tendrás un altar deforme y débil, que terminará cayendo a tierra porque no
soportará el peso de los sacrificios que tienen que ponerse sobre él. Los alteres se
edifican al gusto de Dios, no al gusto de tus emociones.

¿Y cuando los constructores de altares van en direcciones contrarias? Si identifican algo


como la voz clara de Dios, respondan a ella aun cuando el otro constructor no quiera y el
resto, déjenlo a Dios. Si tu esposa ahora no quiere ir a la iglesia por el motivo que sea o
viceversa, levántate temprano, cambia a tus hijos y vete a la iglesia. Sé firme. Muestra
un poco de respeto a quién es tu verdadero Señor y que no es quién duerme contigo.

¿No quieres la tensión de estar lidiando en la semana con la esposa o esposo que se
enojó porque te vas solo a la iglesia a ponerla en evidencia? Pues, no tienes ni idea de
lo que es lidiar tan solo un día con Dios cuando decida enseñarte a poner firmeza en tu
vida. No te arriesgues.

Que una historia nos ayude a entender mejor la importancia de la firmeza que debemos
tener en lo que creemos y como manifestarla correctamente.

Enemigos destruidos

Se cuenta que, un emperador chino conocido por su sagacidad recibió la noticia de que
en una provincia lejana de su imperio, algunos de sus militares se estaban sublevando
así que, advirtió a sus generales: “Vamos a esta provincia porque he decidido destruir a
mis enemigos”. De inmediato, su ejército marchó y, en el trayecto, los generales se
preguntaban de qué manera el emperador terminaría con sus adversarios. Cuando
llegaron a la provincia, el emperador se dirigió específicamente a los señalados como
rebeldes y se sentó con ellos a charlar sin que estos supieran a lo que había ido. Los
escuchó, comió con ellos y la comida se volvió en horas y horas de risas que terminaron
en abrazos. Los generales al final del día desconcertados se acercaron al emperador a
cuestionarlo y le dijeron: “Su majestad dijo claramente que, iba a destruir a sus
enemigos entonces, ¿Qué fue todo eso que vimos?”. El emperador les dijo: “Cumplí mi
misión, he destruido a mis enemigos porque ahora ya son mis amigos”.

Y nuestra frase sobre la firmeza dice así:

Endurecerse sin perder la ternura, jamás


Ernesto “Che” Guevara
ENTROPÍA
Cosas que transmites a los tuyos no solo cuando hablas.

La palabra “entropía” es uno de los conceptos más conocidos en el mundo de las


ciencias físicas y se refiere al hecho de que, mientras transcurre lo que hemos aprendido
a llamar tiempo, las cosas pasan de una condición de mayor organización a una
condición de menor organización, del orden al caos, de un Sol que en el espacio quema
millones de toneladas de hidrógeno a un Sol que cada vez se hace más pequeño y no
recupera el combustible que ha perdido. Si eres un apasionado de las ciencias físicas y
creyente en Dios, te remito a mi libro: “Dios y la física fundamental” porque lamento
decir que aquí no hablaremos de la entropía en el sentido de las ciencias físicas.

Aquí, hablaremos de la entropía en lo que significa la palabra y que es “evolución” y no


es la teoría de que el hombre desciende de un mono, no, entropía es el desarrollo de
nuestras capacidades, es adaptarnos a nuestro entorno para poder crecer en el mismo y
lograr las mejores cosas posibles; es desarrollarnos para ser cada vez más una mejor
versión de nosotros mismos, es lo que la Biblia llama “santificación” (Romanos 6.22).

Cómo sucedió con Napoleón Bonaparte, general francés que, en el siglo XIX revolucionó
la guerra. ¿Y por qué lo logró? Porque fue entrópico. No se quedó estancado en una
idea, fue más allá de lo que se creía en su tiempo.

En los días de Napoleón la guerra era un asunto un tanto de honor. Los ejércitos se
asentaban en el campo de batalla, establecían la base desde donde recibían municiones
y alimentos y en campo abierto, ponían su formación de guerra y atacaban de frente al
ejército enemigo que se presentaba de la misma manera. No había estrategia, solo el
choque de dos fuerzas donde, el que tenía más fiereza prevalecería en la batalla y
entonces, llegó Napoleón a cambiarlo todo.

Dotó a cada soldado de sus propias provisiones que le acompañaban por medio de una
mochila a sus espaldas así, cada soldado podía moverse con libertad y no requería
tener que ir a la base para recargar sus municiones; esto, permitía diferentes
formaciones del ejército que, podían sin problema modificarse sobre la marcha. Para
cuando Europa reaccionó, Napoleón ya tenía el dominio sobre la mayoría del continente
y todo gracias a la entropía, la renovación constante, la modificación de los
pensamientos previamente aprendidos.

La entropía inevitablemente nos lleva a la idea del cambio y el cambio, es algo que, la
mayoría de los seres humanos nos resistimos a hacer. ¿Por qué? Porque en muchas
ocasiones, como personas, logramos llegar a ciertas condiciones mínimas donde nos
sentimos seguros, donde no necesitamos arriesgarnos y por ende, no tenemos la
posibilidad de ser lastimados o de perder lo que hemos obtenido así que, echamos
raíces en ese espacio y nos quedamos mentalmente a vivir ahí por mucho tiempo y
cuando algo nos pide que hagamos otra cosa, que nos volvamos a arriesgar para poder
tener una mejor condición de vida, de inmediato decimos no.
Hemos llegado a una zona de comodidad de la que no queremos salir. Le hemos
cortado las alas a nuestro sentido de entropía que nos fue dado para ser mejores y
acceder a mayores bendiciones. Esto, puede estar más cerca de ti de lo que imaginas.
Veamos algunos ejemplos.

La persona que a la mitad de su vida tiene lo mínimo necesario en un trabajo donde le


pagan poco y lo tratan peor y, cuando se le ofrece otra posibilidad de empleo pone todos
los “peros” para aceptar. Argumenta que no sabe hacer lo que le requieren en el trabajo,
pero, obviamente lo puede aprender. Dice que, el horario no le conviene, que no conoce
el rumbo donde trabajará. La realidad es que, su sentido de seguridad lo tiene tan
esclavizado que no puede romper con él. Es lo mismo que le pasa a la persona en
pobreza material que recibe ayuda para cambiar de condición y entonces, dice que no,
que prefiere seguir pensado como pobre y esperar a que alguien más llegue a ayudarle
porque, lucrar con la piedad le resulta tan cómodo que, argumenta incluso que,
extendiendo la mano, obtiene más que poniéndola a trabajar. Ha enmudecido su sentido
de entropía.

Es lo mismo que pasa con el cristiano que, por muchos años se ha adaptado tanto a la
seguridad que le ofrece congregarse un solo día a la semana que no se siente cómodo
atreviéndose a hacer algo diferente. Si se le pide servir en otra cosa, no acepta. Si se le
pide involucrarse en un ministerio visitando enfermos, su trabajo no se lo permite. Si se
le pide un dólar más para ayudar a alguien necesitado tiene que cubrir sus
compromisos. Mentira, la realidad es que no quiere abandonar su seguridad, mejor
déjenme aquí, piensa, donde se siente uno tan bien sin hacer nada más allá de lo
necesario. Por eso mismo motivo puedes pedirles a líderes de iglesia que se atrevan a
hacer actividades que nunca han intentado y te mandan a orar cien años para esperar
respuesta de Dios porque su entropía ha muerto y aunque admiten la necesidad
espiritual que existe, no quieren abandonar la seguridad que sienten dando órdenes a
una congregación que, no los sigue, los soporta.

Imaginemos ahora altares sin entropía. Hogares donde los padres no hacen ningún
intento de involucrarse de ninguna manera con sus hijos porque con lo que hacen,
logran que sus hijos estén en sus habitaciones sin que les den problemas. Si supieran
los problemas que vienen con lo que están haciendo silenciosamente en ellas. Altares
donde hace años se dejó de abrazar y besar a los hijos “porqué ya están grandes”
ignorando que, cualquier muestra de cariño que me impulse a ser mejor siempre será
necesaria. Los matrimonios que no se toleran, pero no se separan, que se quejan con
quién los quiera oír en sus crisis para después estarse abrazando y besando como si
nada pasara. Entropía silenciada, altares mudos, nulo desarrollo, transformación muerta.

Con esto de contexto, nos daremos cuenta porqué Dios habla en su Palabra tanto de la
necesidad de ser mejores cada día, entrópicos. Dios nos pide buscar mejores ideas que
renueven lo que hay en nuestro interior (Romanos 12.2), nos pide que solo en nuestra
mente demos lugar a pensamientos que nos acerquen a lo que Él es (Filipenses 4.8).
Nos invita a dejar de lado todas las cosas que no pertenezcan a su reino (Romanos
13.12) asumiendo que estas nos alejan de la mejor versión de nosotros mismos; nos
remarca que, tenemos la capacidad de pensar diferente (1 Corintios 2.16), nos anima a
que vivamos de acuerdo a las reglas que rigen las cosas buenas, las espirituales
(Gálatas 5.16) y la lista de citas de la Biblia sigue y sigue y, no es casualidad. Nuestro
Hacedor sabe lo fácil que es para nosotros movernos hacia la seguridad, hacia la tibieza.
No se construyen altares cuando no sentimos necesidad de ellos.

Cuando solo tenemos un altar donde nos adoramos a nosotros mismos, ¿Para qué
construir un altar donde adoraremos a alguien más?

Unas palabras a los hombres. El sentido de la seguridad es, una de las tres cosas que
los varones tienen más establecidas en su mente. Somos atrevidos para alcanzar una
meta como, por ejemplo, conquistar a la mujer que amamos, pero, somos cobardes para
seguirla conquistando cuando ya está a nuestro lado. Recuerda, eres un constructor de
altares, no debes confórmate. Tu vida matrimonial cambia con el tiempo, la forma de
relacionarte con tus hijos cambia con el tiempo lo que significa que no puedes seguir
siendo el mismo que eras cuando te casaste o cuando cargaste por primera vez a tus
hijos. Pórtate como verdadero varón y asume el reto de seguir luchando por ser la mejor
versión de ti mismo; estudia la Biblia, ora con constancia, asiste a las reuniones, lee un
buen libro cristiano, relaciónate con varones que siempre estén intentando hacer cosas
diferentes (no siempre serán tus líderes) ya que son personas que han decidido romper
la mediocridad y dejar libre su entropía por lo que, te enseñarán a ser mejor cada día.

La falta de transformación expresada en el deseo de vivir siempre en una zona de


comodidad sin atreverse a salir de ella es un gran destructor de altares ya que, un padre
que no es entrópico, enseña a sus hijos a pesar en pequeño, no en grande y, muchas
veces, a ni siquiera pensar. Si un ciego puede llegar a guiar a otro ciego, aquí hablamos
de mediocres espirituales que engendran una nueva generación de mediocridad.

Unas palabras a las mujeres. Las mujeres tienen la facilidad de desatar su entropía
más rápido de lo que lo hace un hombre, pero, tienen la desventaja de que, prestan
demasiada atención a lo que llega a sus oídos y, permiten que esto marque las pautas
de su transformación interior. Recuerda mujer. Tú eres lo que Dios dice que eres. No
eres lo que te dijo tu padre o tu madre, o tu esposo o tus hijos en los momentos difíciles.
Tú eres lo que dice tu Hacedor que eres. Por favor, créelo. Eres una hija de Dios,
redimida, perdonada. No importa lo que haya en tu pasado, este ya fue perdonado por
Cristo quién es el único con derecho eterno de juzgarte así que, tu futuro depende
únicamente de ti, y, ese futuro constrúyelo pensando en tu propia felicidad. Claro que
tienes que hacer a tus hijos felicites bien, pero no olvides tu felicidad. Que tu esposo
debe sentirse apoyado por ti, es verdad, pero no olvides tu realización personal, no
descuides tu relación con Dios y esta, no la debes tener a la sombra de la relación que él
tiene con Dios incluso si él es líder cristiano. Como matrimonio ciertamente tienen un
llamado en conjunto, pero, por atender este no olvides tu llamado personal. Con el
primero sentirás tu realización como esposa, con el segundo sentirás tu realización
como sierva de Dios y ambos deben ser igual de importantes para ti.
La falta de transformación expresada en la negación a realizarte espiritualmente impide
a tus hijos vivir de acuerdo a los mandamientos de Dios. No le cierres la posibilidad a tu
iglesia de conocer a la mujer transformada que tú puedes llegar a ser, déjalos disfrutar
del servicio santo que, en el nombre del Señor les puedes ofrecer. Y nunca permitas
que, dentro de tu entorno espiritual la envida te diga que es lo que puedes y no puedes
hacer. Construye tu altar, pero, que sea un altar cambiante, que cada día se transforma
en algo mejor. La sociedad quiere a las mujeres con toda clase de cadenas. Dios, las
desea libres.

Pero, es también importante que no olvides que, como mujer de Dios formas parte de un
plan donde tú haces tú parte que, sumada a la parte que hace tu compañero juntos
logran que el altar de su hogar tome forma. No usurpes la función de tu esposo, eso
nunca da buen resultado. Ora por él si no quiere ejercer su entropía y la tuya, échala
andar. En poco tiempo crearás un ambiente tan dinámico que lo terminarás moviendo a
él aunque parezca que no tiene esperanza.

Y nuestra historia sobre entropía dice así:

La piedra dentro del agua

Un creyente, se sentía decepcionado de sí mismo porque sus propósitos de ser mejor


persona más tarde o más temprano terminaban en desastre por lo que, busco un
consejero que le dijo lo siguiente.

Todo cristiano es como una roca dentro de un río que tiene agua que fluye todo el tiempo
alrededor de él. El agua es el poder transformador de Dios que fluye todo el tiempo
dándonos la posibilidad de empaparnos y tú, eres esa piedra, le dijo. Si sacas a la piedra
del río, y la partes en dos, te darás cuenta que, se mantiene seca por dentro, o sea, está
rodeada del poder transformador de Dios, pero, se resiste a dejarlo entrar así que, mi
querido hermano, el problema no está en tu congregación o en el poder de Dios, el
problema está en ti. No te transformas porque no quieres hacerlo. Puedes hacerlo y con
ganas te lanzas a servir, pero, como el poder de Dios te tiene que mojar por dentro y eso
no te gusta, empiezas a resistirte hasta que, rompes con la influencia de Dios para
seguir siendo el mismo así que, antes de cualquier otra cosa, ora y dile a Dios: “puedo
ser mejor pero no quiero y como no estoy en este mundo para hacer mi voluntad sino la
tuya por favor dame el querer como el hacer y muéveme a pesar de que en mi interior no
lo deseo. He comprendido que, lo que tu hagas será lo mejor para mi vida”.

Tiene razón el consejero. Eso pasa muy seguido.

Y nuestra frase sobre la entropía dicta así:

Se trata de un camino donde uno se construye a sí mismo.


Yo encontré que ese camino era común en muchas culturas.
Desde la más remota antigüedad, diferentes escuelas enseñaron veladamente
la única libertad posible para el hombre:
su transformación voluntaria.
René Rebetez
MOTIVACIÓN
Cosas que solo pueden nacer en un corazón tocado por Dios.

En la Biblia podemos encontrar varios ejemplos de relación entre servidores de Dios que
fueron tan fructíferas que, un siervo fiel logro el desarrollo de otro igual de fiel que se
mantuviera en la misma línea de trabajo para con Dios. Por ejemplo, podemos pensar en
Eliseo, el profeta que, recibió la doble porción del espíritu que residía en su mentor Elías
o en Timoteo, el joven que, de mano de Pablo a corta edad creció espiritualmente tanto
que, se le pudieron encomendar labores tan delicadas como ser maestro de líderes y
formador de ancianos de las nuevas iglesias cristianas que iban naciendo y estos
ejemplos u otros semejantes, no podrían haber existido si los aprendices no hubiesen
tenido la correcta motivación de parte de sus maestros.

Cuando hablamos de motivar, pensando en esto como la forma de dar impulso a una
persona para realizar algo, de inmediato viene a nuestra mente la idea de discursos
expresivos, palabras fuertes y directas, elaboradas reglas de conducta con las que al
final el aprendiz termina dándose cuenta que, su maestro le fue formando mientras este
pensaba que solo perdía el tiempo y cosas semejantes a estas, o sea, cuando hablamos
de motivación de inmediato nos centramos en la idea de algo externo que llega a
nosotros para que, cumplamos con nuestra tarea pero, recuerda que, en “Las Piedras
del Altar” estamos reflexionando en cosas que están en tu interior, que residen en ti, en
cosas que tu meditas y las conviertes en acciones así que, es importante que entiendas
que, los constructores de altares deben tener la mejor motivación interna posible que,
se enriquece con la externa que, los buenos siervos de Dios nos pueden dar.

Interesante detenernos a pensar: ¿Cuál será la mejor motivación interna?

Un cierto día, una cadena televisiva de deportes se dio a la tarea de entrevistar a quién
es considerado uno de los mejores entrenadores de box de la historia, el mexicano
Ignacio Beristaín. Durante la entrevista, la conversación giró para hablar de uno de sus
mejores y más famosos boxeadores llamado Guadalupe Pintor (lo sé, si no eres
aficionado al box no tienes ni idea de quién fue, pero fue muy buen boxeador) y en esa
parte de la entrevista surgieron anécdotas, historias y muchos detalles que, este
entrenador vivió cuando tuvo a este boxeador bajo su influencia. El punto en que me
quiero concentrar es que, durante la entrevista se le preguntó a Beristaín acerca de cuál
era la motivación que había llevado a Pintor a ser el gran boxeador que fue.

La respuesta de Beristaín fue casi inmediata: “El hambre”. Él dijo que, cuando el
boxeador llegó a su gimnasio a entrenar no tenía para comer así que el hambre lo llevó
a buscar en el box la posibilidad de poder ganar dinero para que comieran él y su
familia. Era eso o, meterse a actividades criminales y no lo quería hacer.

El hambre. ¿Quién lo hubiera pensado?


Pero, en realidad, eso tiene mucho sentido.
El instinto más desarrollado que cualquier ser humano tiene por encima del comer o del
dormir es el instinto a sobrevivir, a continuar existiendo y, en muchos países con
condiciones económicas precarias, el deporte de alto rendimiento ofrece la posibilidad
de, en corto tiempo, poder acceder a sumas millonarias de dinero que, no solo matan el
hambre, sino que, además permiten tener cosas que nunca los aspirantes a deportistas
profesionales hubiesen imaginado. Qué usualmente la llegada de este dinero termina
con su motivación hasta en muchos casos hacerlos terminar en la pobreza y la adicción
eso ya es otro tema que no analizamos en este espacio. Aquí, deseamos que se piense
en el hecho de que, al ya no existir el hambre, la motivación se pierde y el esfuerzo se
evapora.

No hay mayor motivación interior que el hambre, que la necesidad de sobrevivir.


Teniendo esto en mente, pensemos en las palabras del Salmo 42.2 donde se expresa la
sensación de “tener sed” de Dios. Además, Cristo llegó a afirmar que, su comida era
obedecer al Padre (Juan 4.34) así que, al parecer, en el interior del alma también se
llega a padecer hambre y sed y, esa condición es sin lugar a dudas la carga más intensa
que un ser humano puede padecer. Muchos de los que languidecen hambrientos y
sedientos por dentro llegan a sentirse tan mal que prefieren quitarse la vida. Ahora se
entiende porque Jesús le dijo a la mujer samaritana que él tenía una clase de agua que
puede acabar con la sed interior (Juan 4.14) porque solo estando en Cristo el hambre
del alma se sacia.

Encadenemos las ideas al tema central de este libro.

Tú eres un constructor de altares. Tu hogar no puede erigirse como testimonio del


poder de Dios, como lugar donde Él se manifiesta si no logras transmitir a los tuyos la
motivación correcta y, no podrá haber motivación si, por dentro, los tuyos no tienen
hambre y sed de Dios y no podrás ser el motivador correcto si tú no tienes hambre y sed
de Dios. Parece fácil ¿no es verdad? Pero no lo es tanto. Vamos a explicar por qué.

Cuando ya no tienes hambre, cuando no tienes necesidad, no haces nada. Si no tienes


necesidad de Dios, no lo vas a buscar, no será el centro de tu vida. Pregúntate. Yo,
¿necesito a Dios? El peor error que un cristiano puede cometer es sentir que ha
dejado de necesitar a Dios. Los consejeros con frecuencia recibimos matrimonios
destruidos que han derribado sus altares y la mayoría de ellos de manera sincera
quieren restaurarse por lo que inician periodos de consejería y se mueven a lo espiritual.
Cambian sus hábitos malos por cosas buenas, retoman el orar como matrimonio y el
darse el tiempo para volver a cultivar su relación y, con mucha paciencia y más
humillación, lentamente Dios les va haciendo cambiar su manera de pensar y con ello,
cambian sus actitudes y, el altar se vuelve a levantar hasta quedar restaurado pero,
lamentablemente también con frecuencia, los consejeros vemos que, una vez que el
altar está de pie, los lastimados constructores de altares del principio ahora se sientes
fuertes y creen que ya no necesitan a Dios, entonces, dejan de ir a la iglesia, dejan de
orar juntos, dejan de cultivar su relación personal y familiar con Dios y entonces, el altar
se vuelve a derrumbar y suele pasar que esta ocasión es con un daño irreparable.
Terrible error.
Lo mismo pasa con el padre que por años ora todos los días por la restauración
espiritual de sus hijos y cuando estos vuelven a los pies de Dios, deja de orar
diariamente por ellos. Y, en prácticamente todas las áreas en las que un creyente tiene
necesidad espiritual pasa lo mismo. Nos sentimos fuertes, sentimos que estaremos bien
por nuestra cuenta.
Como el hambre y la sed del interior se han saciado, ya no buscamos al que nos
mantiene espiritualmente vivos y comenzamos a buscar al que quiere que solo nos
mantengamos vivos materialmente. No podemos ser motivadores si no estamos
motivados, no podemos estar motivados si no sentimos hambre y sed de Dios.

Unas palabras a los varones. No lo sabes todo. Tus puntos de vista sobre el
matrimonio y la crianza de los hijos no son infalibles. El hecho de que tengas la
capacidad de ver el daño en los altares ajenos no garantiza que puedas ver el daño en
tu altar. Por favor varón, entiende esto y acepta que, si algo te caracteriza es la terrible
tendencia a creer que, con un poco de información ya dominas todo un tema. Los
varones cuando compran un aparato nuevo, solo ven el índice del manual y con eso ya
son expertos en el tipo de aparato que compraron y así, de la misma manera, los
hombres ven la vida, creen que con estar el domingo en un templo cristiano revisando
los altares de los demás ya con eso su altar es fuerte y, los tranquiliza el hecho de que
difícilmente su esposa dirá en público lo que ellos hacen en secreto pero, algún día la
generación de sus hijos crecerá y con su conducta nos demostrará a todos el pésimo
constructor de altares que fuiste.

La falta de motivación expresada en la idea de no necesitar a Dios en todo, es un gran


destructor de altares. En todo lo que hagas incluye a Dios no una, hazlo varias veces.
¿Ya oraste? Vuelve a hacerlo. ¿Ya pediste consejo? Vuelve a pedirlo. Desarrolla el
hambre de Dios. No tomes ninguna decisión hasta que esta haya sido consultada con la
Biblia y en oración y, en las decisiones que así se requiera, consulta con tu esposa y ya
que tengas la misma respuesta en cada una de las mil veces que preguntaste, haz las
cosas. Si actúas de esta manera, empezarás a desarrollar hambre de Dios y, después
de un tiempo ya no habrá nada que hagas si Él no está involucrado. La mejor parte es
que, las personas que dependen de tu altar, notarán el hambre con la que vives de
Dios y empezarán también a sentir hambre.

Unas palabras para las mujeres. Tranquila. Piensa dos veces las cosas. Ante una
necesidad, la mujer suele reaccionar de dos maneras. O toma decisiones apresuradas
para resolver la necesidad lo más rápido posible o se queda inmóvil demasiado tiempo
esperando a que hacer. Toma en cuenta que, solo las manecillas del reloj de Dios se
mueven a la velocidad adecuada. Apégate a ellas. No siempre la explosividad emocional
da los mejores resultados. Convierte en María, la hermana de Lázaro que prefirió estar a
los pies del Señor (Lucas 10.38-42) y, antes de decidir qué hacer con tu altar, sacia tu
hambre y tu sed interior. No hagas nada hasta que tu alma esté completamente saciada
del Señor y no olvides enseñar a tus hijos a amar al Señor, a que piensen que, nunca
serán lo suficientemente fuertes para vivir sin Dios. Ellos, no importa su edad, te van a
escuchar, pero, solo te van a creer cuando vean que tu carácter lo sometes a Dios de tal
manera que, eres capaz de dominarte y, cuando te pregunten como lo logras, recuerda
decirles que, lo haces porque separada de Dios nada puedes hacer y nada te vas a
atrever a hacer si Él no lo aprueba,

La falta de motivación expresada en la tendencia de saciar nuestra hambre y sed interior


con algo diferente a Dios es un gran destructor de altares porque nos convence de
saciar nuestra hambre y sed interior con cosas que nos sacian, pero solo por tiempo
limitado. Siempre que no haya un peligro inminente, hay posibilidad de esperar y en la
espera, las emociones se normalizan y la voz del Espíritu Santo toma dominio de
nosotros. No olvidemos esto.
Y solo para evitar que alguien piense que podrá alcanzar una condición de saciedad en
la cual no necesitará al Señor, entendamos que, eso solo pasará cuando nuestra
naturaleza carnal no exista, o sea, cuando estemos en la presencia de Dios, nunca
antes.

Ahora, la historia de este capítulo acerca de la motivación:

La iglesia en llamas

Vince Lombardi, una leyenda en el mundo del fútbol americano por su gran capacidad de
motivación dijo alguna vez: “El trabajo más duro, es el de no rendirse”. Un cierto pastor
cristiano de una ciudad apartada que había trabajado arduamente por levantar un templo
donde daría asistencia a personas necesitadas logró por fin, inaugurar las instalaciones
que por años quiso. Pero, esto fue a costa de un trabajo tan grande que, el día de la
inauguración decidió agradecer a Dios con estas palabras: “Esto se hizo pensando en ti,
por lo tanto, Señor, esto te pertenece y, tienes el derecho de hacer con esto que hoy
inauguramos lo que tu desees”. Esa misma noche, el pastor fue avisado que, se había
desatado un incendio en las nuevas instalaciones. Cuando él llego, el incendio era tan
voraz que, a pesar de la intervención de los bomberos fue obvio que, la mayor parte de
todo se iba a perder. El pastor se quedó entonces a una distancia prudente a esperar a
que el fuego fuera apagado. Estando de pie, uno de los hermanos de la iglesia se acercó
a él junto con un bombero para consolarle y, para sorpresa de ambos, el pastor estaba
sonriendo. Cuando el hermano le preguntó porque sonreía el pastor le dijo: “Hace unas
horas entregue todo esto a Dios así que, sonrío por ver la forma en que él quiso usar
esto que solo a Él le pertenecía. Yo no puedo hacer más que aceptar su voluntad”. El
bombero entonces le pregunto qué pensaba a hacer. El pastor ahora se dirigió a él
diciendo. “Estoy esperando a que termine el fuego para empezar a barrer para recibir
mañana a los que vendrán a comer, va a ser un poco incómodo, pero, lo podremos
hacer. Esto es lo que Dios quiere que haga en algo que a Él le pertenece así que, solo
voy a seguir haciendo lo que me corresponde”.

Esta clase de cosas solo pueden pasar cuando tienes la motivación correcta que nace
de un hambre y sed permanente de Dios que transmites a quiénes forman parte del altar
familiar de tu vida.

Y nuestra frase sobre la motivación dice:


El dolor es temporal. Puede durar un minuto o una hora o un día, o un año, pero con el
tiempo va a disminuir y algo más tomará su lugar. Sin embargo, el renunciar,
eso, durará para siempre.
Lance Armstrong
AYUDA
Cosas que son el motor de acciones que lo cambian todo.

Si buscamos a Dios en el Antiguo Testamento en su faceta de “ayudador”


encontraremos pocas citas de la Biblia como el salmo 30.10 o el salmo 146.5 pero, si
buscamos la palabra “ayuda” y en cuál de las citas donde aparece esta palabra Dios
está interviniendo, encontraremos cientos de referencias así que, con soporte bíblico
podemos decir que Dios es un Señor que desea que sepamos que, siempre estará
dispuesto a ayudarnos, a hacer cualquier cosa para que nuestras necesidades sean
resueltas y, este enfoque no cambia en el Nuevo Testamento en donde incluso, se
vuelve más personal.

El Espíritu Santo que recibimos al momento de nuestra conversión (Efesios 1.13) y que
es la marca espiritual de a quién pertenecemos, es descrito con la palabra griega
paracletos que tiene dos significados, el de uso más común que es: “Consolador” y un
segundo que ¿puedes imaginar cuál es? Exacto. Es “Ayudador” así que, si en el
Antiguo Testamento Dios estaba fuera del creyente esperando el momento para hacer la
obra de Dios como con Sansón al darle fuerza física, en este presente tiempo está
dentro del creyente impulsándolo a hacer lo correcto, tratando de influir en su mente
para que las acciones que realice solo le sean gratas a Dios. Que compleja tarea sobre
todo considerando lo fácil que es para cualquier creyente en su mente, abandonarse a
cualquier otra voz menos a la de Dios, pero ahí está esa ayuda sobrenatural para poder
vencer en la sobrenatural lucha que significa enfrentarnos a nosotros mismos.

Revaloremos el rol de ayudador que Dios nos da y que debiera movernos a una esfera
de convicciones más fuertes sobre el destino de nuestra vida en esta tierra. Si Dios nos
ha dado un llamado que es irrevocable (Romanos 11.29), tenemos la capacidad de
poder responder a este llamado. No estamos solos. Responder a los requerimientos de
Dios es posible de lograr, tenemos ayuda divina y esa ayuda si algo nos debe dar es
seguridad, la tranquilidad interior de que no importe lo que pase, todo traerá un bien a
nuestra vida (Romanos 8.28).

Vamos entonces ahora a nuestra historia sobre la ayuda que en esta ocasión no la
compartiremos al final del capítulo. Esta historia fue citada por Max Lucado en uno de
sus libros:

Una niña pequeña sale de la mano de su padre para, por primera vez aventurarse más
allá de las calles que rodean su casa así que, se enfrenta a nuevas casas, mira a
nuevas personas y a nuevas mascotas de las que está acostumbrada a ver y como todo
niño pequeño, se divierte, se acerca, experimenta y, en el proceso, aprende. Después de
un rato largo el padre le pregunta a la niña si no siente temor por estar lejos de casa a lo
que ella responde que no. El padre le hace saber que, está en otras calles y que ahí,
nadie la conoce y que, si se pierde, no podrá volver a casa y vuelve a preguntarle si esto
no le hace sentir miedo. La niña responde que no. Entonces el padre le pregunta porque
de su confianza y ella responde: No tengo temor porque tú sabes el camino de regreso a
casa.

Vamos a aplicar esto.


En el Antiguo Testamento Dios deseó que, su pueblo amado, Israel, se dejara guiar por
los nuevos caminos que Él le había preparado, quería que, se dejaran guiar, que
permitieran que Él los llevará por las mejores veredas para hacerlos fuertes ya que,
finalmente, Él conocía el final de su historia y aunque el pueblo de Israel muchas veces
se aferró con fuerza a la mano de Dios, también en muchas ocasiones decidió confiar en
su propia brújula y cada vez que lo hizo, terminó perdido. Un precio demasiado alto por
rechazar la ayuda de Dios.

En el Nuevo Testamento, en nuestro tiempo, las cosas no han cambiado en nada. Dios
desea que nos dejemos guiar, Él conoce los caminos que el mundo ha construido, sabe
con perfección donde están las trampas que pueden acabar con nuestra fuerza interior,
Él sabe lo que destruye altares. Quiere ayudarnos, quiere que nos dejemos guiar por
Él y que mientras vamos en nuestro viaje hacia la eternidad, disfrutemos el trayecto,
pero, sostenidos de su mano porque, finalmente, Él sabe el camino de regreso a casa.
No seas parte de ese grupo de cristianos que, a la mitad del viaje sacan su príopia
brújula para terminar perdidos, terriblemente perdidos.

Al final, sin la ayuda del Ayudador, no somos nada (Juan 15.5) pero, esto, lo sabe la
mayoría de los cristianos; lo que la mayoría no logra darse cuenta es la importancia que
esto tiene a la hora de construir altares.

Si vas a construir un hogar, si vas a levantar en él un altar que agrade a Dios no lo vas a
poder hacer sin ayuda y, es obvio que, una conclusión sería que, la mejor ayuda que
Dios pueda darte ya la escribió en la Biblia y eso, lo hemos mencionado ya en varios
capítulos anteriores de este libro por lo que, en este espacio quiero que meditemos en
una forma de ayuda que Dios nos brinda y que, hace más de lo que creemos y ese algo
es su presencia.

Si vuelves a revisar los versículos que al inicio de este capítulo te comenté que nos
presentan a Dios como ayudador, te darás cuenta que, mucha de esta ayuda Dios la
manifiesta en términos de que su presencia es una constante para los creyentes.
¿Recuerdas el “yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” de Mateo
28? Si para Dios es importante que sepamos que Él está ahí todo el tiempo debe ser
algo que debemos tomar mucho en cuenta. Y no es difícil descubrir porqué.

La presencia de Dios nos da la fuerza para poder continuar con lo que nos ha sido
encomendado, aunque sea complicado o doloroso. Bastará con echar mano de la fe y le
veremos a Él mirándonos con confianza, creyendo en nosotros aun cuando nosotros
empezamos a dudar de nosotros mismos. La presencia de Dios es el muelle donde la
barca de nuestra vida puede confiadamente sujetarse para que las corrientes del mundo
no nos arrastren mar adentro. No necesita hacer que un monte retumbe o que una
tormenta se calme. Sabemos que está ahí y que nada en este Universo hará que se
aparte de nosotros. Aún en los peores momentos de nuestra pecaminosidad, su
presencia estará ahí, dispuesta a perdonar, esperando nuestro sincero arrepentimiento
para decirnos “ve y no peques más”.

Constructores de altares. Den ayuda a sus hijos y dije ayuda, nunca dije tolerancia
cuando estén pecando. Con el pecado cero tolerancias.
Aquí estoy hablando de ayuda. Busquen la forma en que sus hijos puedan saber que
ustedes estarán ahí pase lo que pase. Estarán ahí para tender una mano cuando sea lo
que necesiten, pero, también estarán ahí para confrontar lo que sea destructivo en su
vida. Ellos deben escuchar los “estoy orgulloso de ti” o “doy gracias a Dios por tu vida” o
“eres un motivo constante en mis oraciones” o “cuando parta de aquí si algo agradeceré
es que Dios me haya permitido vivir contigo” o “me siento tan bien de ser tu padre”. Y me
queda claro que, esto no paga las facturas, no les paga la escuela a tus hijos o les
compra ropa, pero, a ellos les hace sentir que no están solos y entonces, se mantendrán
fieles a Dios cuando no haya dinero para las facturas, para pagar la escuela o para
comprarles ropa y, aunque estamos seguro que esto nuestros hijos lo han oído varias
veces en la iglesia, en su interior, necesitan oírlo de ti que eres un reflejo de la presencia
de Dios en esta tierra.

¿Qué vas a provocar si ayudas con tu presencia constante? Que tus hijos se formen
como personas seguras, que se atrevan a hacer cosas más grandes de las que tu has
logrado, que se vuelvan a levantar cuando fracasen porque el consejo sabio vendrá de
tu parte. Se atreverán volar por que recuerda, Dios te los dio para que se aparten de tu
lado, no para que se queden por siempre contigo porque la seguridad no radica en que
estén a tu lado, la seguridad radica en que vayan a otro lado sintiendo la presencia de
Dios para que, así puedan construir sus propios altares y, les debe bastar solo un
pensamiento para saber que estás ahí, que siempre estarás ahí aun cuando tu tiempo
en la tierra se termine. Los altares familiares son algo hermoso donde encontramos la
felicidad, pero tienen la limitante de que solo puede existir un altar por hogar. No te
equivoques. No quieras tener a tus hijos todo el tiempo de su vida contigo. Lo único que
lograras es que sus altares y el tuyo se anulen mutuamente y terminen destruidos.

Unas palabras a los varones. Distinguir la diferencia para un hombre entre qué tipo de
ayuda necesitan sus hijos es realmente fácil. Como hombres, podemos rápidamente
desconectar las emociones del razonamiento así que, sin problema, nos damos cuenta
cuando nuestros hijos requieren una palabra de aliento o un consejo o una exhortación o
un poco de dinero. Eso es excelente, pero, el problema es nuestro sentido de
comodidad. Un hombre siempre buscará lo que le cueste menos esfuerzo así que, si se
requiere un consejo, con tal de no asumir la responsabilidad de hacerlo, el hombre se
quedará callado. Si tiene el dinero que hace falta, mejor cómodamente esperará a que
su esposa resuelva el problema. Si se pide su opinión, no por cobardía, por comodidad
no dirá nada. Si algo sale mal, él cómodamente, acusará a los que se equivocaron a
pesar de que sabe que, si eso pasó es porque no quiso involucrarse.

La falta de ayuda expresada en la negativa a enfrentar los problemas del hogar es un


gran destructor de altares. Varón, asume la responsabilidad de ser una presencia viva
para tus hijos, que sepan que, sin importar lo que pase tú vas a estar ahí, Deben saber
que eres una solución a la que pueden buscar cuando lo necesiten. Si aprenden a
buscar ayuda en su padre que tienen en la tierra, no tendrán dificultad en buscar ayuda
en su Padre celestial. No evadas tu responsabilidad. De ti depende que busquen o que
se alejen de Dios.

Unas palabras para las mujeres. Cuando se trata de ayudar, la generosidad de tu


corazón no obedece muchas veces a la razón y ayudas sin pensar en que puedes
quedarte sin nada. No está mal, pero, cuando la ayuda llega a las manos de tus hijos sin
que esto represente esfuerzo para ellos termina no valorándose.
Sin embargo, no dejas de luchar con la idea que querer hacer algo por ellos ¿Qué se
puede hacer? Una solución es, lo que podemos llamar ayuda inesperada. Si el problema
es material entonces da, pero no todo lo que piden sino solo una parte aun cuando
tengas todo lo que se necesita y, deja que tus hijos hagan el esfuerzo de obtener la parte
que falta. Si se esfuerzan, habrán aprendido, si su situación a pesar de su esfuerzo no
se resuelve. tendrás la parte que no diste al principio para ayudar y así, lo que hagas
será más valorado, pero, recuerda que, no podrás volver a ayudar hasta que tengas
para hacerlo de nuevo. No hay nada peor que ayudar hasta perderlo todo.

La falta de ayuda expresada en la idea de querer resolverlo todo sin dar tiempo a las
cosas es un gran destructor de altares. Recuerda que muchas cosas las resuelves
simplemente estando ahí aun cuando materialmente no tengas nada para dar. Aquí,
mujer de Dios es cuando se necesita tu oración diaria, el mensaje constante de ánimo, la
sonrisa de comprensión y el abrazo que acaricie el alma. Eso solo lo puedes hacer tú.
Sé la palabra que haga reflexionar, la sonrisa que de tranquilidad y la firmeza que no se
pueda quebrantar. Sé la voz de Dios, el versículo de la Biblia convertido en emociones.
Sé una presencia que siempre se pueda buscar porque sabrá conducir a sus hijos a
quien es su verdadero dueño que es Dios.

Cerremos con nuestra frase que tiene que ver con ayuda:

Si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos


San Agustín
EMPATÍA
Cosas que permiten ver que tanto nuestra vida está al servicio de Dios.

La empatía se refiere al hecho de hacer propias las situaciones que otros están
padeciendo lo que nos permite sensibilizarnos ante su situación y, por supuesto, hacer
algo al respecto. En consecuencia, la empatía se vería como un reflejo del carácter de
Cristo en nosotros ya que suena obvio que, un ser objeto del perfecto de amor como
nosotros, tendría la capacidad de poder manifestar lo mismo hacia otras personas.
Cómo dice una expresión muy usada: “Solo puede amar quién ha sido amado” pero, si
revisamos la empatía en la versión humana nos daremos cuenta que, suele tener un
límite muy claro de encontrar.

Podemos “ponernos en los zapatos de otro” que ha hecho lo que yo he hecho, pero,
ponerme los zapatos de alguien que ha hecho cosas peores que yo de acuerdo a mi
criterio, es el límite de la empatía humana.

En uno de los vídeos que tengo en mi canal de YouTube doy cuenta de la historia de
Gary León que, durante mucho tiempo fue el mayor asesino serial en la historia de
Estados Unidos. Docenas de mujeres murieron en sus manos violadas y asesinadas.
Durante su juicio, Gary León fue increpado por los familiares de las víctimas quiénes
(algo que es comprensible) le lanzaron los peores deseos y maldiciones que pudiéramos
imaginar. Sin embargo, destacó la presencia del padre de una de las mujeres asesinada
que, al dirigirse a Gary León le dijo: “Hay mucha gente en este lugar que le odia, yo no
soy uno de ellos. Usted ha hecho muy difícil que yo pueda poner en práctica lo que creo
y eso es que, lo tengo que perdonar. Esta usted perdonado Señor”. Como respuesta, el
asesino derrama lágrimas y si, podemos especular en una mente como la de Gary León
que tan reales o sinceras pudieron ser esas lágrimas, pero, en algún lugar de la realidad
en la que él vive (o tal vez múltiples realidades), la empatía lo sacudió y ese es el poder
de la empatía: sacudir para despertar el agradecimiento.

Imaginemos juntos como se habrá sentido el judío agonizante cuando despertó y se


enteró que un buen samaritano lo había llevado a una posada para que alguien curara
sus heridas y le diera la posibilidad de recuperar su vida. Imaginemos ahora la mirada de
la mujer samaritana cuando escuchó a Jesús decirle que, a Él no le importaba la añeja
rivalidad entre sus pueblos sino solamente saciar su sed interior. O pensemos en lo que
sintió Saulo cuando Ananías a pesar de saber que él era un perseguidor de la iglesia
decidió ir a buscarlo para que sus ojos vieran tan claramente como su alma ya lo hacía.
¿Qué cosas platicaría acerca de Jesús la hija de Jairo cada vez que alguno de sus
amigos le pidiera que le dijera como era estar en el mundo espiritual? Y los ejemplos en
la Biblia y fuera de ella acerca de la empatía los podemos contar por millones, pero,
sigue siendo claro que, la manifestación de la empatía sacude a quien la recibe, pero,
tomemos en cuenta que, la empatía no puede tener límites porque si los ponemos, ya
no es empatía. Cristo no puso límites a los pecados que nos perdonó en la cruz así que
no hay razón para que nosotros pongamos límites.
Vamos ahora al asunto de construir altares.

Cuando somos padres y deseamos dirigir nuestro hogar por el camino de la voluntad de
Dios, nos daremos cuenta que, más veces de las que quisiéramos, nuestros hijos van a
fallar, muchas de esas veces de manera inconsciente pero, otras, se equivocaran
sabiendo que lo están haciendo o sea, harán algo malo a propósito, y por supuesto,
tendrán consecuencias (Gálatas 6.7) y, vendrán con esas consecuencias esperando que
nosotros las resolvamos aún cuando nosotros lo que queremos es llenar su maleta de
unas dos toneladas más de consecuencias. Algo así pasó con la mujer sorprendida en el
acto mismo de adulterio que fue presentada ante Jesús (Juan 8.1-11).

En situaciones así tenemos dos opciones. Optar por la condena, o por la empatía. Pero,
entendamos bien esto porque seguramente, los que leyeron esto justo ahora
seguramente pensaron: “Tenemos que elegir la empatía” asumiendo a la condena como
algo malo que no debe de ser ejecutado algo que no es verdad ya que Cristo mismo de
manera verbal condeno a diferentes grupos de personas (Mateo 23.27). ¿Cómo conciliar
esto? Por empatía la Biblia no se refiere solo a palabras sino también a actitudes, a la
forma en que mostramos por fuera lo que desde adentro nos impulsa a acercarnos a los
demás lo que no significa que lo malo deba ignorarse. Ahora, hay casos como el del hijo
pródigo o la mujer adúltera en que, sus acciones demuestran tal nivel de arrepentimiento
que, el juicio moral ya es innecesario, pero no siempre pasa esto.

“Es que no debemos juzgar” afirman algunos diciendo que la Biblia dice eso y es verdad,
pero, la misma Biblia afirma que, Jesús dijo que Él juzgaba con un juicio justo y, el
Nuevo Testamento con claridad enseña que el cristiano espiritual tiene la capacidad de
juzgar y él no puede ser juzgado por nadie así que, el juicio moral puede y debe
hacerse. Denunciar el pecado es una de las misiones de la iglesia en la tierra, pero, el
intentar hacerlo cuando no hemos primero puesto juicio a nuestra propia moral y desde
una vida en pecado pretender enjuiciar los pecados de otros, eso es grave. Espero, haya
quedado claro este punto porque, a pesar de que recibas a tu hijo con empatía, tendrás,
si es necesario, que evidenciar su pecado y confrontarlo con lo que ofende a Dios, pero,
esta necesaria acción no significa que estás autorizado, además, a destruirle,
avergonzarle, humillarle o hacer pedazos su mente para que así “reaccione”; recuerda,
quién lo va a hacer reaccionar no es tu voz, es la voz de Dios. Tu juicio (espero que ya
se entienda en que sentido) lo debe llevar a la Biblia para que sea esta quién lo cambie
porque si algo usará el Espíritu Santo para convencerle de pecado justicia y juicio a tus
hijos es la Palabra de Dios, no la tuya o, puede usar la tuya siempre y cuando tus
palabras sean las de Dios. ¿Lo son?

Constructores de altares, la empatía es necesaria. Nuestros hijos deben tener la plena


certeza de que pueden acercarse a nosotros y que, a pesar de sus fallas, recibirán de
nosotros la dirección correcta. Actúa con empatía. Haciendo esto, evitarás que tus hijos
vayan a abrir sus corazones con personas que no van a mostrar empatía sino tolerancia
a su pecado y eso, los sumergirá más en él. Nadie debe amar a tus hijos como tú y eso
ellos deben saberlo y deben tenerlo en su corazón a la hora de enfrentar sus pecados.
Tu meta debe ser que, en sus pensamientos, la primer persona a la que quieran buscar
en los tiempos difíciles seas tú.

Cerremos con lo siguiente:


Recuerda que hemos sido claros en señalar que, el propósito de la empatía es sacudir
a la persona para que sienta agradecimiento, pero a Dios, no por ti; porque tu prioridad
debe ser que se acerque a Dios. Tú, eres secundario. Pero, agradecimiento no es lo
mismo que arrepentimiento. Tu empatía nunca garantizará que tus hijos empiecen a
hacer lo correcto. Eso solo lo logra la disciplina. Ten eso muy presente por favor.

La correcta mezcla de empatía y disciplina produce personas humilladas ante Dios que
empiezan a ocuparse de su salvación con temor y temblor (Filipenses 2.12) y esta
correcta mezclo solo la pueden aplicar los constructores de altares que todos los días se
humillan delante de Dios.

Unas palabras a los varones. No por ser más directo, vas a ser más efectivo. En todos
los órdenes de la vida esto se puede observar. El hecho de ser directo e ir al “punto”
mientras crees que tu esposa “solamente está redundando” no te da derecho a
despreciar sus puntos de vista. El hecho de pensar en tu interior que tu hijo está
diciendo “puras tonterías” porque crees que, tus experiencias de vida te dan superioridad
a lo que tu piensas puede llevar a que desprecias lo que opinan y vidas despreciadas
suelen levantar muros de resentimiento para defenderse de quiénes las estás
lastimando. Los hombres culturalmente somos formados para no ser empáticos. “No
llores, eres hombre”, “Aguántate, eres hombre”, “No seas niña, eso que te pasa no es
nada”. Recuerda, eso es cultura, no Biblia. Sé empático. Que la disciplina y
confrontación que apliques esté tan cargada del amor de Dios que tus hijos prefieran eso
antes que darle la espalda a Dios para irse a pecar por completo.

La falta de empatía expresada en desprecio hacia las opiniones de los demás es un


destructor de altares porque separa a las personas que deben adorar en el mismo altar,
los vuelve extraños y, en casos extremos. los vuelve enemigos. Recordemos que, el
punto de la empatía no es llevar a la humillación sino al genuino arrepentimiento.

Unas palabras a las mujeres. Sé empática. Como constructora de altares, haz saber a
los tuyos que, siempre hay lugar para volverlo a intentar, pero, especialmente tú, no
permitas que la empatía solo te lleve al consuelo, al aprecio y al aliento algo que, ha
quedado claro debe existir. Incluye en todo tu proceso de empatía la palabra amorosa
que denuncié el pecado y señale la falla. El “vete y no peques más” solo es eficiente
cuando no olvida el “¿dónde están los que te acusaban?” No se debe olvidar el señalar
que hubo una falta, algo que es condenable, algo que bastaría para perderlo todo pero
que, gracias a tu empatía va a servir para no perder nada. Esto es importante porque,
recuerda, tu corazón es tan grande que, a veces, interpretas la empatía como tolerancia.
El decir “ay hijo eso no está bien”, “pero piensa mejor las cosas”, “es que eso a Dios no
le agrada” con un tono de voz que deja ver claramente que no disciplinarás no es
correcto. Haciendo eso tus hijos aprenden que, cuando se equivoquen siempre habrá
abrazos y tolerancia a cambio de lo cual, solo deberán soportar unas cuantas frases con
intentos de firmeza. Así no funciona. La empatía que no lleve a la disciplina siempre es
despreciada.

La falta de empatía expresada en la ausencia de firmeza es un gran destructor de


altares porque hace que, el esfuerzo por transmitir las verdades de Dios se convierta en
un simple cuento de “si haces esto vas al cielo y si no lo haces, al infierno” y, la vida en
Cristo es mucho más que simplemente esto. Si tu vida con Dios es rutina, no hagas que
tus hijos conviertan la suya en lo mismo.
Tenemos ahora una historia para pensar mucho más en la empatía:

Lágrimas de fuego

Una pequeña niña nació con un don o más bien, una maldición. Lloraba lágrimas de
fuego así que, cada vez que derramaba lágrimas quemaba todo lo que estas tocaban,
Como consecuencia de esto, aprendió a reprimir su tristeza y cuando recibía alguna
disciplina, la asumía silenciosamente conteniendo la tristeza porque sabía que, si no lo
hacía, abría fuego, mucho fuego. Nadie la entendía y le consideraban “extraña”. Su
sufrimiento era más doloroso en su interior por no poder manifestar libremente sus
emociones ya que, incluso las lágrimas de alegría terminaban en tragedia. Sucedió
entonces un día que, murió su perro que había crecido con ella y el dolor fue tan grande
que no puedo evitar llorar y, como podemos suponer, sobrevino una tragedia lo que hizo
que la pequeña se decidiera a hacer algo. No podía seguir igual. Buscó a Dios quién le
respondió diciendo: “Pequeña, yo te he ayudado ya. Tus lágrimas se alimentan del fuego
de tu interior y estando en ti, ese fuego te pertenece y sólo tú puedes apagarlo. Yo te he
dado algo que se llama voluntad así que, si sientes que una lágrima viene, derrámala,
pero no pienses en que tu dolor es malo o que lastimarás a alguien. Piensa en que
deseas ser feliz y aunque te esté pasando algo malo, piensa que tu dolor te servirás
para que seas mejor”. La niña lo hizo y, para su sorpresa, sus lágrimas dejaron de ser
lágrimas de fuego y entonces entendió. La solución a sus problemas siempre había
estado ahí. Lo único que fue diferente es que Dios le habló como ella necesitaba y no
como las demás personas que, le hablaban como ellos querían.

Y reflexionemos con nuestra frase del capítulo sobre la empatía:

Los grandes egos tienen pequeños oídos


Robert Sculler
CALIDEZ
Cosas que harán que tu amor sea un reflejo del amor de Dios.

El hombre no fue hecho como una criatura que pueda vivir en soledad. “No es bueno
que el hombre esté solo” dijo Dios en el principio de los tiempos (Génesis 2.18) y esto,
más que una declaración de condición es una realidad social. Las personas que, por
cualquier motivo evitan el contacto con los demás son personas que, bajo su propio
criterio, son felices, pero eso no es verdad. En su interior, hay algo que falta y ese “algo”
que es el contacto social, la calidez, el cariño los va insensibilizando, endureciendo
hasta tal grado que, la persona solo tiene intereses de vida, pero no motivos de vida así
que, hablamos de personas que, interiormente están muertas mucho tiempo antes de
que su cuerpo deje de funcionar.

No debe extrañarnos. Somos un reflejo de un Dios que, desde la eternidad ha existido


en una relación de tres seres divinos viviendo en perfecto equilibrio así que, esta
naturaleza de comunión y comunicación con “alguien” quedo transmitida en su criatura.
Después de todo, un “amor” que no se tiene con quien compartir suena bastante egoísta
¿no es verdad?

El intercambio social y más entre quiénes nos reunimos ante un altar se puede expresar
de muchas maneras y una de las formas más francas que tenemos para hacerlo es a
través de la calidez, del cariño, de la manifestación física de lo que sentimos por
dentro. La calidez es la mano del padre varón que seca una lágrima del rostro de su hija
diciéndole “no importa lo que pase no te voy a dejar de amar” y entonces, su hija no
obtiene solo una lágrima que ha desaparecido, obtiene la capacidad de identificar
cuando el corazón de un hombre le está amando con sinceridad porque miren que si
algo saben los varones para obtener un poco de sexo fácil es, ser los mejores actores
que podamos conocer.

Calidez es el abrazo de mamá mientras le dice a su hijo: “Ven, vamos a orar y dejemos
que Dios nos muestre que es lo mejor para tu vida” aun cuando ella sabe que ese primer
amor adolescente destruido no era aprobado por Dios. Eso es calidez, el amor
expresado en caricias, abrazos, palabras suaves y expresiones de afecto. Caricias que,
percibimos en nuestro exterior y que solo son posibles cuando en nuestro interior no hay
pendientes de cariño, cuando dentro nuestro, sentimos el combustible necesario para
poder hacer que el corazón de otros arda junto con el nuestro. Cierto que, en ocasiones,
hay obstáculos para que el fuego del interior arda (de eso hablaremos en el último
capítulo) pero, a pesar de ello, el buen constructor de altares logra que su calidez sea
conocida por todos.

Pensemos entonces ahora en cómo hacer que el fuego del cariño arda en nuestro
interior para que seamos constructores de altares que demos calidez en medio de un
mundo que, la desprecia y Satanás impulsa este pensamiento porque sabe
perfectamente que, la calidez tiene un poder extraordinario que es: destruir cualquier
clase de tristeza interior.

Interesante.
Fuego ardiendo en el interior.
¿Alguna historia de la Biblia nos puede ayudar? Si, hay una.
Jesús ha muerto, y en una ciudad que está en plena fiesta nacional (la pascua) que
multiplica por la población de Jerusalén por varios miles de veces, la muerte de Cristo ha
causado una verdadera conmoción y, las opiniones de la gente vienen y van. Unos
aseguran que era un profeta de Dios mientras otros con incredulidad no creen que un
profeta de Dios pudiera ser alcanzado por la muerte, Algunos señalan los milagros que
hizo mientras que, los que nos los vieron, no creen que hayan sucedido. Sin lugar a
dudas, en medio de toda esta gente conmocionada estaban los discípulos de Cristo
quienes vieron todo, escucharon todo pero también con la muerte de su maestro, así lo
creen, han perdido todo.

De toda esta carga de emociones y más cosas, dos discípulos de Cristo van platicando
sin encontrar aún el sentido a todo. Dos discípulos que no formaban parte del grupo de
los ahora once apóstoles (Judas ya había muerto) pero que, habían estado ahí
escuchando las palabras de Jesús así que, sabían bastante bien todo lo que había
pasado.

Ellos, van camino a una aldea llamada Emaús cuando se une a ellos en su caminar el
propio Cristo resucitado que ellos no identifican y, en medio de una charla
teológicamente profunda Cristo hace que todas las piezas del rompecabezas encajen.
Les demuestra que, en Él, en la vida del Salvador, pasado, presente y futuro se unen
para gritar al mundo que, el Creador ha rescatado por fin a su criatura. Por fin ya existe
la forma de sanar todas las heridas, de llevarse todos los dolores. Que charla en el
camino a Emaús.

Estos discípulos ahora entienden que, en el fondo de todo Moisés, Daniel, Jeremías,
Isaías y todos los grandes hombres y mujeres de la antigüedad estaban hablando de
Cristo. Vaya clase de revelación que recibieron y cómo podemos suponer, no se
quieren perder nada de lo que aún puedan escuchar por eso, invitan a Cristo a que pase
la noche con ellos y Cristo acepta. Cuando llega la hora de partir el pan, Cristo entonces
desaparece y los ojos de ellos quedan abiertos. Recuerdan lo que escucharon acerca de
lo que pasó en el aposento alto y, entienden que esa comunión no era solo para los once
sino para ellos también y hoy, entendemos que, es para absolutamente todos (Lucas
24.13-35).

Interesante es lo que dicen los discípulos cuando caen en la cuenta que Jesús estuvo
con ellos todo el tiempo: “¿No ardía nuestro corazón?” se preguntan. Calidez en su más
alta condición. Cristo acarició su alma, los envolvió con una emoción que no era de
esta tierra y ellos se han dado cuenta. Para ellos, la mejor manera de expresarlo algo
para lo cual no existen palabras es, pensando en la calidez, en el cariño, en el calor que
las palabras de Cristo dejaron en su interior. Ellos sintieron calor en el alma, sintieron un
fuego que les hizo sentir ganas de saber más, de no despegarse de lo que estaban
recibiendo.

Como constructor de altares no olvides que, es nuestra responsabilidad que, los


nuestros sientan nuestra calidez. Las expresiones visibles de nuestro amor no deben
faltar, nunca. Pero toma en cuenta que, las personas que viven con nosotros claramente
distinguen cuando nuestro cariño no lleva el fuego de Dios porque no lo tenemos
ardiendo en el corazón. Los nuestros, perciben la diferencia entre la calidez que es por
compromiso y la que realmente pretende acariciar su alma y, como los caminantes de
Emaús, cualquier persona que siente la calidez dirigida a su alma siempre se dejará
acariciar y, siempre deseará más.
Cuando usamos la piedra de la calidez en nuestros altares, logramos que, los nuestros
siempre quieran más de nuestra fuente de cariño, o sea, Dios.

Unas palabras para los varones. No, la calidez no reduce tu hombría. No te hace más
débil ni te hace inferior. Tu esposa y tus hijos la necesitan, pero, por favor, no te vayas a
los extremos porque, muchos varones en un afán equivocado de mostrar amor, reducen
su figura de autoridad y permiten que esta fácilmente sea pisoteada con lo que tú mismo
provocas que, tu nivel de influencia en tu hogar se vaya haciendo cada vez más
inservible. Si tienes hijas, acaricia, abraza, besa, enséñales como es el cariño real de un
hombre cuando ama. No seas un mal padre, ayúdalas para que nadie las engañe con
falsa calidez. Si tienes hijos varones, acaricia, abraza, besa, enséñales que son
solamente las personas fuertes las que muestran lo que sienten. Que sepan que, el
cariño hace más fuerte cualquier relación, pero, por favor, no cedas tu autoridad. Aún
con profundo cariño diles a los tuyos que te resulta doloroso disciplinar pero que lo
tienes que hacer porque no puedes permitirles faltarle al respeto a Dios y entonces,
disciplina. Te sorprenderá el impacto que provocarás haciendo las cosas de esta
manera.

La falta de calidez expresada en el debilitamiento de tu autoridad es un gran destructor


de altares porque hace que tu altar se vea débil, despreciable y, por lo mismo, será
abandonado y, es cierto que, cada uno de tus hijos responderá ante Dios por lo que
hagan, pero, tú también deberás responder por aquello en lo que contribuiste para que lo
vieran a Él como alguien a quién se puede despreciar.

Unas palabras para las mujeres. Que podemos decirte sobre el cariño que no sepas.
María no dudo en alejarse de su país para no alejarse de su hijo. Eva no dudó desde su
nacimiento en dirigir palabras a su hijo Set que le hicieran saber que, para ella, él era
una recompensa de Dios. Solo imagina la intensidad de los besos en el rostro de
Samuel cuando su madre sabía que lo llevaba de viaje para entregarlo literalmente a
Dios y que no estaría con ella, pero, espera mujer de Dios; si hay algo que puedo
decirte sobre el cariño que tal vez no sepas. Que la calidez de la mujer debe ser la
adecuada. Si tu te muestras distante hacia tus hijos causas más efecto que mil abrazos
cuando estos no son requeridos. Medítalo, pero, por favor, no uses esto como arma para
controlar porque vaya que eso te gusta hacerlo de manera innecesaria.
La falta de calidez expresa en querer usar el cariño como forma de control es un gran
destructor de hogares ya que hace que, las personas salgan de nuestros altares
huyendo porque sienten que los estamos chantajeando a vivir con Dios una relación que
sienten obligada, porque no les hemos enseñado a desarrollarla correctamente. Es por
ello que, la calidez puede hacer que sientan la necesidad de más, de saber más del Dios
que te ha transformado porque tu transformación la están viendo todos los días.

Aquí esta nuestra historia para valorar la importancia del cariño:

El Afortunado Cartero

Se cuenta de una historia de un joven que quería conquistar el corazón de una joven,
pero, no se atrevía a manifestar su cariño de manera directa. Creía que, si erar
rechazado, no lo soportaría así que, eligió el camino de las cartas escritas en una era
digital donde seguramente sería más practico un mensaje de texto, pero, eso le pareció
bien.

Empezó a escribir una carta por día que sin falta hacia llegar por medio del correo. No se
detuvo en su empeño de seguirlo haciendo sin fallar. Cada vez que veía a su amada,
que por supuesto sabía que él era su remitente esperaba alguna respuesta, pero nada,
ella lo ignoraba. Entonces, decidió enviar dos cartas diarias sin fallar esperando lograr su
meta y así, a los dos meses de enviar una carta diariamente se sumaron dos meses más
de enviar dos cartas diariamente luego de lo cual, se enteró que, su amada había
decidido casarse con el cartero. No es complicada la moraleja ¿cierto? El cariño existe
para manifestarse de manera directa. El cariño no existe para ser enviado por medio
de nadie. No lo olvidemos.

Nuestra frase sobre la importancia de la calidez dice así:

Las palabras son pedazos de afecto que a veces transportan un poco de información
Boris Cyrulnik
LIBERTAD
Cosas que te conectan con Dios en el interior para conectar con la gente en el exterior.

En la película “Invictus” que retrata la forma en que el fallecido presidente Nelson


Mandela de Sudáfrica uso el deporte para unir a una sociedad dividida por el racismo a
causa de las ideas de la supremacía de los blancos que imperaron por muchos años, se
nos presenta al actor Matt Damon personificando al capitán del equipo de Rugby
nacional de Sudáfrica visitar la cárcel donde Nelson Mandela pasó 27 años preso por
sus ideas políticas para salir de ahí y convertirse en el líder de su nación.

Damon se para en el centro de la ex celda de Mandela y extiende sus brazos para


descubrir que, esa celda en su anchura apenas es más grande que la distancia de sus
brazos extendidos. Uno de los diálogos del personaje en la película parece retratar lo
que pensaba mientras estaba en esa celda: “¿Cómo puede alguien pasar 27 años de su
vida en esas condiciones y salir de la cárcel sin odiar a sus enemigos?” Mandela alguna
vez hablando sobre ello, dijo que, por todo ese tiempo lo sostuvo el poema llamado
“Invictus” que da título a la película que te referí y que escribió William Ernest Henley
(1849-1903) y que. Mandela, tenía memorizado. ¿Cuántas veces se lo habrá recitado a
él mismo en 27 años de encierro tan solo por pedir libertad? Lee a continuación este
poema:

Más allá de la noche que me cubre


negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que
pudieran existir por mi alma invicta.

En las azarosas garras de las circunstancias


nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas


donde yace el horror de la sombra,
la amenaza de los años me encuentra,
y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el portal,


cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.

Mandela estaba en prisión, pero libre, eligió ser él quién decidiera qué lo lastimaría y
como lo haría. Tomo la valiente decisión de ser un vencedor tomando el control de su
corazón para que solo entrara en él lo que lo volviera una mejor persona, por eso, pudo
salir de prisión sin odios para no usar el poder político para acabar con quiénes lo
metieron a prisión y si, para unir a un pueblo desangrado por la separación.

Mandela encontró su forma de ser invicto.


Pero, aunque no lo creamos, existe un camino que lleva a una libertad más profunda
que la que alcanzó Mandela y ese camino inicia en la cruz de Cristo.

En la cruz, Cristo nos perdonó a todos. Renunció a cobrar todo lo que le debíamos. La
criatura está asesinando al Creador y aún así, el Creador decide perdonarla y lo hace
porque sabe perfectamente que el perdón tiene el poder de llevarse cualquier temor y
quién vive sin temor, no puede ser tocado por nada; se vuelve el capitán de su alma y
logra una libertad mayor a la que Mandela; de esto, hablaremos al final de este capítulo
(1 Juan 4.18).

Si vas a construir altares, si vas a atraer a otros para que aprendan como se edifican los
lugares de testimonio y adoración, como se construyen los lugares donde las vidas se
transforman, debes ser libre, pero, que te quede claro, libre de ti mismo y eso implica
que, debes hacer las paces con tu pasado. Nada de lo que puedas calificar como “el
antes” tiene lugar en “el ahora”. No puedes construir altares si desde la infancia, tu niño
interior llora por el cariño que no tuviste, por el frío en los pies, por la falta de comida o
por los golpes que nunca pediste y que llegaron de la mano de un corazón que te
golpeaba motivado por su propia frustración. No puedes construir altares si en tu
identidad de mujer aún duelen las actitudes que te hacían sentir menos, indigna,
insuficiente. Si aún algo te recuerda esos momentos donde nadie estuvo en los cuales
fuiste abusada sexual o psicológicamente, si es así, no controlas tu barco; algo está
decidiendo que debes sentir, alguien controla lo que debes pensar y porque motivos
debes derramar tus lágrimas. No eres libre y, todas esas facturas de manera
inconsciente vas a a intentar que alguien te las pague y ese “alguien” seguramente
tomará el rostro de tus hijos.

Si recordar te hace pensar en lo que debes mejorar, no te detengas, pero si recordar


duele, entonces hay cadenas que romper antes de construir altares. Si un
pensamiento con la etiqueta del “ayer” hace que tu mente se proyecte y divague
terminando en cosas que te hacen suspirar, pero con dolor, no eres libre. Si hay rostros
que alteran tus sentidos, si hay voces que te provocan un rechazo inmediato y sitios que
no te atreverías a visitar sin compañía, no eres libre.

Los altares de Dios, son lugares donde se reúne gente libre, gente que no tiene
pendientes, gente que no guarda ningún temor y que, por lo mismo, disfruta su libertad
que ha recibido en Cristo y puede darla para que así, sus hijos se conviertan en
personas libres de sí mismas y puedan de manera completamente libre decidir con que
cosas honrarán en su servicio a Dios y lo que es mejor, siempre encontrarán la manera
de dar a sus padres la honra con la cual recompensarán la libertad con la que fueron
educados. Los pendientes del pasado se resuelven en la cruz de Cristo y no en el
momento de estar construyendo altares. Por favor, no lo olvides, de lo contrario,
levantarás altares llenos de temor, llenos de pendientes donde lo que se ofrezca a Dios
no producirá ningún fruto porque cada ofrendante del altar estará más pendiente del
dolor que aún no termina, que de darle a Dios lo mejor.

Pero, es importante que algo quede claro, Muchas personas como Mandela son libres
de sus cadenas para poder renunciar al daño que recibieron y tratar a otros como no lo
merecen pero, con Cristo las cosas van más allá.
Mandela quedo libre de sus captores y perseguidores, pero, siguió siendo preso de sí
mismo, de sus pasiones desordenadas que, en otras áreas de su vida no le hicieron
feliz.

En eso radica la diferencia con Cristo. Él puede darte la capacidad no solo de ser libre
de las heridas del pasado sino también de las experiencias del presente. Con Cristo,
puedes liberarte de la angustia que viviste por la que no fuiste responsable y, por la
angustia por la que solo tú eres responsable así que puedes ser libre del rencor con
que te trataron, pero también libre de la lujuria en la que vives. Puedes ser libre de los
sentimientos de culpa con los que vivías creyendo que tú eras responsable de
problemas ajenos y. al mismo tiempo, libre del hábito de mentir para sacar ventaja. Eso
diferencia el estar en Cristo. ¿Te puede servir un ejemplo para entenderlo mejor? Es
como pensar en Mahatma Gandhi que, se considera un líder de la paz en el siglo XX y
que, liberó a la India del yugo inglés proclamando la “no violencia” donde decía que: “no
violencia no es amar a los que te aman, la no violencia es amar a los que odian”. Hizo
libre a una nación pero, nunca libero su mente de sus pasiones sexuales que le hacían
ser un pederasta constante. Si no lo crees, busca un poco sobre la historia de este
hombre así que, ahora nos queda claro que, con Cristo, tienes poder para renunciar al
daño pasado y poder para dominar el pecado presente. Esto, lo deben saber los que
adoren en el altar que has construido, pero, lo entenderán perfectamente cuando te vean
viviendo a ti de manera totalmente libre.

Unas palabras para los varones. El ego del hombre en ocasiones es tan profundo que,
nos vence la idea de una falsa libertad. La mayoría de hombres van por el mundo
creyéndose completamente libres, pero guardando cadenas en áreas de su vida que
convenientemente deciden ignorar. Llenas están las iglesias de hombres que se han
librado de un pasado que los educó como superiores a las mujeres (machismo) y viven
manifestando la libertad que dan a sus esposas, pero, a cambió, se han enredado en la
cadena de la dependencia porque a vista de todos, es la esposa la que le dice a que
hora irse de la iglesia y en que cosas debe o no involucrarse. Predica sobre una libertad
a medias que nunca le dará plenitud hasta que sea completa. Este es el común
problema de los varones, estar ciegos y no ver su falta de libertad. ¿Qué hacer? Busca
alguien de confianza, alguien que realmente le veas viviendo la Biblia y pregúntale si aún
observa alguna cadena en tu vida y cuando te las muestre, no hagas lo que hace la
mayoría de hombres que dice un; “gracias hermano lo voy a orar para hacer lo correcto”
para después no hacer nada porque tú ego que es, por cierto, otra cadena, desde el
interior te dice que nadie te va a venir a decir lo que debes hacer.

La falta de libertad expresada en una libertad que se vive a medias es un gran destructor
de altares porque crea hogares donde, de manera inconsciente a veces, sometemos a la
gente a un control que les asfixia y les incomoda hasta el grado de que, en la primera
oportunidad que tienen salen huyendo de nuestros altares cuando aún no han aprendido
a construir el suyo. ¿Cuál va a ser el resultado? El mismo que nosotros vivimos, estarán
presos cargando sus cadenas.

Unas palabras a las mujeres. Como ya lo hemos expuesto, como mujer tienes en la
construcción del altar una labor que es diferente y complementaria a la labor que hace tu
compañero de vida y al respecto, no hay mucho que decirle a la mujer quién, fácilmente
identifica su libertad y la transmite siendo una excelente motivadora de sus hijos algo
que, el varón le cuesta mucho trabajo lograr. ¿Dónde está entonces el problema?
El problema radica en que las mujeres que, según ellas se han librado de sus cadenas,
no logran librarse de una que es muy pesada y esta es, querer hacer lo que le
corresponde al hombre. Hace miles de años, Satanás derrotó a Eva con un simple
planteamiento, la convenció de que ella podía ser mejor que Adán, la convenció de que
no lo necesitaba a él para empoderarse por sí sola, le vendió la idea de una falsa
libertad basada en el egoísmo y Eva, le compró la mentira.

Rompe con esa cadena que puede destruir tu altar porque, si restas autoridad en
cualquier sentido a tu esposo como padre en realidad, estás debilitando el altar, y si por
sus propias cadenas tu esposo no es capaz de asumir su papel, impúlsalo, pide consejo
de como hacerlo, aliéntalo a crecer en el conocimiento de la Palabra, pero, no ocupes su
lugar. Tu altar puede terminar convertido en un desastre.

La falta de libertad manifestada en la tendencia a usurpar la función de los demás es un


gran destructor de altares porque hace que, se enseñe a los hijos patrones anti bíblicos
de convivencia que van a reproducir cuando les corresponda edificar los suyos. Piensa
en esto, si como mujer usurpas el lugar de tu esposo, obviamente tu hija va a querer
repetir lo mismo y si encuentra un hombre pusilánime lo va a lograr, pero, ¿y si no pasa
eso? Entonces puede caer en manos de un abusivo que intente dominarla hasta
causarle daño y que, lamentablemente abundan entre los varones cristianos
consecuencia de que ellos nunca estuvieron a la sombra del altar adecuado.

Hagamos más profunda la idea de la libertad por medio de la siguiente historia.

Libre al fin

Las lágrimas corrían libremente por el rostro de un anciano mientras trataba de desatar
el nudo de un cordón que tenía alrededor del cuello, en el que tenía colgado un pequeño
saco. El nudo estaba sucio, y lleno de tierra. El anciano tenía la cabeza doblada como
si llevara un gran peso sobre la espalda, su cuerpo temblaba y el temor de lo
desconocido se reflejaba en sus ojos. Este hombre era Sampashe, jefe africano.

“No debes confiar en dioses paganos”, le habían dicho; pero el conflicto de siglos de
tinieblas y temor se había posesionado de él. ¿Qué calamidades le sobrevendrían si se
quitaba este amuleto? ¿No podría conservar por lo menos éste? “No”, le dijeron, “si
realmente crees en el amor y en el poder de Jesús, debes poner tu confianza solamente
en él”.
Parado junto al anciano, en silencio y comprensivo, sonriendo para infundirle ánimo y
confianza estaba el misionero. Sampashe levantó las manos, pero el viejo nudo no
podía deshacerse, pues había estado atado por tantos años que estaba completamente
sólido.

El terror se apoderó del corazón de Sampashe. Miró el rostro del misionero y entonces
hizo la primera oración de su vida, la cual era un grito en el que pedía auxilio,
misericordia y amor. El nudo se aflojó, y a medida que el cordón se deslizaba del
arrugado cuello del anciano, también una carga pesada caía de su corazón. Alzando el
rostro lleno de lágrimas, Sampashe sonrió triunfante y tomó la mano del misionero en
señal de fraternidad cristiana.

Nuestra frase sobre la libertad dice así:

La única manera de lidiar con un mundo sin libertad es llegar a ser tan absolutamente
libre que tu misma existencia es un acto de rebelión
Albert Camus
CONCLUSIONES
Si, leíste bien. Conclusiones en plural porque no deseo que las conclusiones sean solo
mías, pero, antes de pasar a ello, un pequeño resumen.

Esto es lo que nos aprendimos en “Las Piedras del Altar” que te lo presentó en forma
de una tabla de información:

PIEDRA DEL ALTAR DESTRUCTOR DE ALTARES


COHERENCIA ● Aprender, pero no hacer
● Sentir sin incluir a Dios

LIMITES ● Falta de obediencia


● Tolerar una mente vanidosa

HONESTIDAD ● Falta de sensibilidad


● Envidia

RESPONSABILIDAD ● No involucrarme con mi hogar


● Tolerancia excesiva al pecado

CERTEZA ● Seguridad sin fundamentos


● Confiar en la persona equivocada

FIRMEZA ● Fragilidad de carácter


● Emociones no controladas

ENTROPÍA ● Querer siempre una zona de comodidad


● Negarse a la realización espiritual

MOTIVACIÓN ● Pensar que no se necesita a Dios


● Saciarnos de todo menos de Dios

AYUDA ● Resistirse a resolver conflictos


● No dar tiempo a las soluciones

EMPATÍA ● Despreciar otras opiniones


● Ausencia de firmeza

CALIDEZ ● Debilitamiento de la autoridad


● Usar el cariño como arma de control

LIBERTAD ● Vivir una liberta a medias


● Usurpar las funciones de otros

No deseo agregar más porque, la voz más importante para construir altares la estás
recibiendo de parte de Dios no la ignores.

Espero, que presentarte el modelo de Dios para el hogar que, al mismo tiempo nos
muestra el modelo de Dios para lo que debe ser un varón y una mujer haya sido tan
edificante para ti recibirlo como lo fue para mí escribirlo. Por eso, por el hecho de que
todos hemos sido enseñados deseo que, las conclusiones no sean solo mías.

A partir de este momento, a través de cualquier canal de redes sociales estaré


esperando cualquier comentario que tu desees agregar sobre lo que este libro nos ha
mostrado y, lo agregará en un apéndice al final del libro que, espero vaya creciendo con
cada edición.
No hay más que decir, a construir altares. Cierra los ojos. Siente la voz de Dios y
empieza porque, finalmente las doce piedras de tu altar no tienes que ir muy lejos para
buscarlas, porque están dentro de ti. Han estado ahí desde hace mucho tiempo.

Que Dios nos bendiga a todos.

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