Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Condicionamientos Ambientales Del Crecimiento Agrario Español (Siglos XIX y XX) - Manuel González Molina
Condicionamientos Ambientales Del Crecimiento Agrario Español (Siglos XIX y XX) - Manuel González Molina
INTRODUCCIÓN
explicación del «atraso». Con ello no queremos decir que éstos determi-
nen la evolución del sector o que la expliquen por sí solos. Factores de ín-
dole económica o institucional tuvieron también gran importancia. El aná-
lisis ambiental que proponemos en realidad lo que hace es delimitar el
escenario en el que tuvo lugar dicha evolución, explicando no tanto lo que
ocurrió como lo que no pudo ocurrir de ninguna manera.
(La gran mayoría de las interpretaciones sobre el pasado del sector
agrario español se han fundamentado, efectivamente, y aún se fundamen-
tan en lo que podríamos llamar «par11:~ig~~_de!_~!raso», gobernado por un
conjunto de ideas-fuerza y un modo particular de operar. Entre ellas, la
creencia ciega en la bo~a~_~_(:'._!_cr~il)li~.!!!..()~CO!lQmj~o, _ al que se consi-
dera único modelo de desarrollo, esto es, la única manera de crear rique-
za y aun de distribuirla. Pese al escepticismo que sobre su conveniencia ha
introducido la crisis ecológica, su existencia continúa colocada en el cen-
tro del análisis historiográfico como un axioma incuestionable. Se mide
con tasas e índices que pretenden mostrar la velocidad y amplitud del fe-
nómeno, tanto más positivo cuanto mayores sean. Otra de ellas es la vi-
sión del medio ambiente como un obstáculo que haya que vencer o como
un yacimiento inagotable de recursos y materias primas que se extraen sin
consecuencias físicas ningunas. Un obstáculo que sólo puede vencerse con
la inteligencia humana expresada en la tecnología. La representación del
triunfo humano sobre la ·naturaleza tiene su símbolo en la difusión y uso
masivo de tecnologías cada vez más sofisticadas. Cuanto mayor es el
uso de capital en forma de tecnologías agrarias, más avanzado resulta un
país; cuanto mayor es la dependencia de los factores naturales, mayor es
el atraso de su agricultura. Esta idea surgió del convencimiento antropo-
céntrico del poder sustitutivo del capital económico por el natural, de la
tecnología por los recursos naturales y funciones ambientales.
Las posibilidades tecnológicas de modificar los parámetros edafocli-
máticos han aumentado de manera exponencial respecto a las de los si-
glos xvm y x1x. Hoy se pueden recrear las condiciones de suelo, tempe-
ratura, humedad, etc. necesarias para cultivar cualquier planta tanto en
los trópicos como en el polo o en los desiertos. Esto ha hecho aumentar
la ilusión de que las limitaciones ambientales de la agricultura se han
superado. Sin embargo, una observación atenta a los modernos sistemas
de cultivo (hidropónicos, forzados bajo plástico, etc.) revela que las limi-
taciones tan sólo han cambiado de sitio, su escala es distinta. La supera-
ción definitiva de los obstáculos que opone la naturaleza al desarrollo de
la agricultura se convierte en una ilusión efímera. Ello nos lleva a la ter-
CONDICIONAMIENTOS AMBIENTALES DEL CRECIMIENTO AGRARIO ESPAÑOL 45
cera idea que sustenta el paradigma del atraso: las leyes físico-biológicas
que gobiernan el funcionamiento de los ecosistemas no son de aplicación
al sistema económico, de manera que éste funciona de manera autóno-
ma. Pero los sistemas modernos de producción agraria tienen su Clave de
funcionamiento en el importante subsidio de energía, agua y nutrientes
que reciben del exterior, con frecuencia de lugares muy lejanos. En el
caso que nos ocupa, el agua -por su coste de transporte- es el recurso
que menos ha cambiado de escala por su captación a lo sumo comarcal
(salvo las previsiones de trasvases que establece el Plan Hidroiógico Na-
cional). De hecho ha sido este recurso el que ha reaparecido, tras déca-
das de optimismo, como un serio factor que amenaza la continuidad del
crecimiento agrario español.
La manera de operar dentro del paradigma ha sido casi siempre
la misma: la comparación entre magnitudes abstractas, derivadas del
propio sistema económico, generalmente de carácter monetario o, aun
siendo físicas, lo bastante abstractas (kg, por ejemplo) como para ocul-
tar las cualidades y propiedades físico-biológicas de lo que se compara:
rendimiento, productividad, etc. Se compara, pues, como si los paquetes
tecnológicos fueran ambiental y culturalmente indiferentes y por tanto
aplicables a cualquier sistema agrario, cuando por lo general han sido
pensados y diseñados para climas templado-húmedos de occidente. Se
comparan, además, cosas difícilmente comparables. Por ejemplo, se
comparan magnitudes monetarias e incluso físicas pero igualmente abs-
tractas, como los kilos de trigo que una hectárea produce en cada país.
Sin embargo, la comparación es poco rigurosa, dado que el trigo no es
el mismo en una zona que en otras: en la España seca abundan los tri-
gos duros y en Inglaterra, por ejemplo, los trigos blandos. El trigo duro
responde mejor a la sequía, pues es menos productivo, en tanto que el
trigo blando responde bien a las abundantes precipitaciones y da ma-
yores rendimientos. No obstante, el trigo duro es más rico en proteínas
y minerales. Las comparaciones así resultan muchas veces artificiales y
poco explicativas. Se olvida, en definitiva, que cada sistema agrario tie-
ne unos suelos específicos, como específicos son sus rasgos agroclimáti-
cos, su material genético, sus formas (culturales) de manejo de los re-
cursos, la cantidad y calidad de las tareas que conforman cada proceso
de trabajo (lo que puede dar lugar a diferencias apreciables en la pro-
ductividad), etc. El paradigma del atraso, en fin, facilita comparaciones
entre realidades distintas en el espacio y en el tiempo, mirando con in-
diferencia su naturaleza físico-biológica.
46 EL POZO DE TODOS LOS MALES
l~
animales o vegetales en proceso de domesticación. Así surgen los «agro-
ecosistemas» (Altieri, 1989) o ecosistemas manipulados y artificializados
'• 1
"!¡ por el hombre con el fin de producir alimentos, materias primas, energía
1¡ útil, interfiriendo en los mecanismos por los que la naturaleza se renue-
va continuamente (Margalef, 1979). Por tanto, la diferencia de los siste-
mas agrarios con los ecosistemas naturales reside en que estos tienen la
capacidad de automantenimiento, autorreparación y autoproducción, en
tanto que los ecosistemas manipulados por los seres humanos son inesta-
bles, requieren energía y también materiales del exterior para su conti-
nuidad en el tiempo (Gliessman, 1998).
En este sentido, nos interesa distinguir dos grandes tipos de socie-
dades -y por tanto dos sistemas agrarios- en función de su fuente de
energía predominante: sociedades de base energética solar (Wrigley,
1988) y sociedades de base energética fósil. Como veremos, una com-
paración entre ambas, únicamente sobre la base de los rendimientos por
hectárea, resulta un sin sentido. Han sido E. A. Wrigley (1988, 1989) y
R. Sieferle (2001) quienes han realizado una mejor caracterización de
las sociedades de base energética orgánica que, por razones que se com-
J
·~
,
'1
¡;r•
avances de la química agrícola. Pero esto último no ocurrió hasta bien en- .l
trada la segunda mitad del siglo XIX. Hasta prácticamente la crisis agro-
pecuaria de finales de siglo, la agricultura europea había avanzado gra-
cias al modelo británico de mixed farming que originaría la llamada
'llll
1l
~ :i
«revolución agrícola» y que pudo aplicarse con mayor o menor fortuna ¡:¡:
según las condiciones ambientales en cada país. La aparición de los ferti- ¡¡¡
lizantes químicos, cuya aplicación masiva a la agricultura significaba la in- 1!
corporación por primera vez de energía y materiales exógenos a los sis- 'I
1(
temas agrarios, marcó la transición hacia un tipo de agricultura, la ,,
1¡
nera con la cosecha. Ha dejado, pues, de ser una parte esencial del sector
energético para ser una parte subsidiada y dependiente. Desde esta pers-
pectiva ecológica de la producción agraria, resulta absurdo analizar la
evolución del sector a partir de los obstáculos económicos y sociales que
se opusieron desde comienzos del siglo x1x al desarrollo agrario, sin te-
ner en cuenta la distinta naturaleza y pautas de cambio de las agricultu-
ras de base energética solar y fósil. El resto consiste en explicar la transi-
ción de una a otra, los cambios que hicieron imposible el mantenimiento
de las primeras y las posibilidades tecnológicas con que contó cada so-
ciedad, de acuerdo con su dotación de recursos, para practicar las segun-
das. Se trata, en definitiva de hacer más compleja la explicación, más allá
de argumentos simplificadores. En este sentido cualquier intento de ana-
lizar la evolución del sector agrícola español desde los inicios de la revo-
lución liberal debe partir de un examen pormenorizado del funciona-
miento de la agricultura española y de sus limitaciones ambientales.
fm!J >600mm
lia601-650mm
~65 1-700 mm
~701-750mm
PRECIPITACIONES
EN MM
[:=:J >400
l;r;!,c,r ':I >600
h'J~-1 >800
~ ~r~~,-- ~:I >llXX>
J7¡v)ixrl > 1200
iJ·W1t d>1400
->1600
- >1800
oo
- >UXlO
- >2200
MAPA DE PRECIPITACIONES
52 EL POZO DE TODOS LOS MALES
Abril (2ª quincena) 60,0 23,3 -36,7 0,0 36,7 0,0 0,0 23,3
Mayo 88,8 57,1 -31,7 0,0 31,7 0,0 0,0 57,1
Junio 21,6 41,8 20,2 20,2 0,0 0,0 0,0 21,6
Abril (2ª quincena) 60,0 23,3 -36,7 0,0 36,7 0,0 0,0 23,3
Mayo 88,8 57,1 -31,7 0,0 31,7 0,0 0,0 57,1
Junio 21,6 41,8 20,2 20,2 0,0 0,0 0,0 21,6
Abril (2ª quincena) 60,0 23,3 -36,7 36,3 0,0 0,0 0,0 60,0
Mayo 88,8 57,1 -31,7 4,5 0,0 0,0 0,0 88,8
Junio 21,6 41 ,8 20,2 24,7 0,0 0,0 0,0 21,6
Mes Novie. Diciem. Enero Febrero Marzo Abril Mayo Junio Total
P.r~cipita- 26 55 45 40 32 28 28 17 280
CIOil
"! 1
I~
! 1
3. Las diferencias morfológicas de los tipos de trigo que se cultivaba en cada zona y
sus diferencias con las variedades híbridas y mejoradas de hoy, cuya homogeneidad es bas-
tante significativa, deben tenerse en cuenta a la hora de comparar no sólo entre países sino
también entre distintos momentos de la evolución del sector agrícola: comparar los rendi-
mientos del trigo a comienzos del siglo x1x y en la actualidad no resulta tarea fácil, preci-
samente por su distinta utilidad y diferencias morfológicas. Los trigos del siglo XIX tenían
una doble función: alimentar a los habitantes de cada zona y proporcionar paja abundan-
te para alimentar también al ganado de labor. De esa manera, la disminución del pasto dis-
ponible que siguió a la expansión de las tierras cultivadas desde el siglo xvm -o proceso
de agricolización- pudo ser compensada mediante la sustitución del ganado vacuno por
el mular, gran consumidor de ese residuo. El cultivo de cereal respondía, pues, a dos ne-
cesidades a la vez dentro de la misma parcela. La expansión del cultivo podía realizarse así
sin una disminución sustantiva de la capacidad de tracción y transporte y sin provocar una
importación masiva de paja y grano de otros lugares, cosa que las comunicaciones hacían
difícil y costosa. El índice de cosecha, esto es, la relación entre grano y paja, nos puede dar
una idea de estas diferencias morfológicas. Los datos disponibles para Andalucía y Cata-
luña, extraídos de Cartillas Evaluatorias y otra documentación contable, hablan
de que dicho índice pasó de los 1,6 kg (Granada), e incluso 2 kg {Lleida), por cada uno de
paja, al índice actual, que según López Bellido {1991: 212) se sitúa en 1 kg de paja por cada
58 EL POZO DE TODOS LOS MALES
~I 1¡
El mantenimiento de la cabaña ganadera mínima obligaba a dedicar
una porción del territorio a pastos, necesidad tanto más acuciante en el
contexto de la recesión que estaba sufriendo la ganadería trashumante a
finales del Antiguo Régimen. Sin embargo, la escasez de biomasa hacía
que estos territorios tuvieran una capacidad de sustentación reducida y,
por tanto, que la cabaña ganadera que podían alimentar fuese también
pequeña (Jiménez Blanco, 1986, para Andalucía oriental; !barra y Pini-
lla, 1999, para Aragón), sin comparación posible con la ganadería que se
practicaba en las zonas húmedas de Europa. Los estudios de los que
se dispone hacen pensar en que esta no era muy numerosa y estaba pen-
·¡ sada más para las faenas agrícolas que para producir estiércol y carne o
.l. leche, salvo en la España húmeda y lo que quedaba de la ganadería tras-
l· 1:
humante. Las consecuencias de este fenómeno incidieron directamente so-
bre los rendimientos por unidad de superficie, dado que el menguado ta-
1
maño de la cabaña ganadera provocó una escasez estructural de estiércol,
·I la principal materia fertilizante.
r: La mayor parte de los trabajos que abordan la cuestión y Jos cronistas
il¡
de la época señalan la escasez de fertilizantes orgánicos como el principal
l1·I: problema de la agricultura tradicional (Ibarra y Pinilla, 1999; González de
I•
11
¡¡
Molina y Pouliquen, 1996; Mateu, 1996; Balboa y Fernández Prieto, 1996).
Pocas eran las alternativas al uso de estiércoles. En Cataluña, por ejemplo,
se utilizaban los formiguers, producto de la combustión en finca de los
residuos de poda del olivo y de la viña, en cuya elaboración se utilizaba ho-
jarasca proveniente de zonas forestales sobre las que se tenía algún de-
recho de uso (Saguer y Garrabou, 1996: 90). Un cálculo sobre la cabaña
ganadera que recoge el censo de 1865 (García Sanz, 1994: 104), el prime-
ro disponible para Ja Península -cuyas cifras son un poco mayores a
las que debió de haber a finales del xvm-, muestra que la disponibilidad
1
l! de estiércol era de unos 55,4 millones de Tm en fresco, del que sólo
una parte podía aprovecharse, tanto por las pérdida que acarreaba su
~~ fermentación y secado como porque sólo una parte de Ja cabaña pastaba
en Jos campos de labor o estaba estabulada. Aún suponiendo que tal
I. '
¡: ' i,
ciente para subvenir las necesidades de los cultivos. La cifra sobre superfi- . i: T
~!
cies de que disponemos más cercana al referido censo es la que ofrecen las l
estadísticas agrarias (G.E.H.R. 1991: 1185) para 1886-1890 y que se refie-
re únicamente a la superficie cultivada de cereales y leguminosas: 14,5 mi- 1
1
!¡ ¡ ~1·. 1.
¡·
.
l
1
l
y, por tanto, las disponibilidades reducidas. En esas condiciones, la de-
cisión más lógica era la de tratar de sacar el máximo rendimiento al es-
tiércol disponible a precios razonables. Ello explica que se aplicara con
preferencia en aquellas tierras de mayor potencial productivo, especial-
mente en los regadíos, y en aquellas partes del territorio en las que los
costes de transporte no superaran los beneficios de su uso, esto es, en
los ruedos de los pueblos o de los grandes cortijos. El resto de las tie-
rras de cultivo, la inmensa mayoría, debían practicar el barbecho en
combinación con el cultivo, dando lugar a rotaciones de mayor o menor
intensidad: año y vez, al tercio, al cuarto, etc. Incluso en determinadas
zonas irrigadas, la escasez de estiércol obligó a practicar rotaciones bie-
nales con barbecho blanco o a realizar tarquines, práctica ésta que im-
posibilitaba durante casi un año el cultivo. 4 Como ha mostrado Enrie
Mateu (1996: 264), hasta la Introducción por Valencia del guano a me-
diados de la década de los cuarenta, no se pudieron aumentar los ren-
dimientos, incrementar las tierras dedicadas al arroz y reducir las áreas
4. El entarquinamiento consistía en convertir la parcela en una especie de balsa a la
que iban a parar grandes cantidades de agua provenientes de los ríos cercanos. Los limos
sedimentados constituían un magnífico fertilizante rico sobre todo en nitrógeno. En la
Vega de Granada ésta era una práctica frecuente en aquellas zonas, como Pinos Puente,
que tenían derechos de riego constante y escasez crónica de estiércol (Núñez y González
de Malina, 1998).
60 EL POZO DE TODOS LOS MALES
TABLA 4. RESUMEN DE LOS BALANCES DE NUTRIENTES (EN KG) PARA VARIAS ROTACIONES
EN SECANO. CONDICIONES AGROCLIMÁTICAS DE LAS PROVINCIAS DE GRANADA
5. Aunque éste era el principal factor que determinaba la intensidad de las rotacio-
nes practicadas, las disponibilidades de mano de obra fueron responsables de rotaciones
muy amplias, sobre todo en aquellas zonas, por ejemplo, del interior de Andalucía aleja-
das de los núcleos de población; téngase en cuenta que estaba considerado como un «país
vacío», con una densidad de población rural relativamente baja (González de Molina y
Gómez Oliver 2000).
¡:
11
Datos E F M A Ma J Ju Ag s o N D Total
Precipitación 45 40 32 38 28 17 5 3 16 39 53 55 371
ETP 22 28 108 129 195 234 275 242 183 93 33 22 1.546
Kc 0,55 0,75 1,05 1,05 1,15 0,55 0,1 0,1 0,1 0,1 0,55 0,55
ETc 12 21 113 135 224 129 26 24 18 9 18 12 743
ETRc 12 21 113 57 28 17 5 3 16 9 18 12
Variación R -81 -19 30 35 43
Reservas 100 100 19 o o o o o o 30 65 100
Excedente 33 19 8 60
Déficit 79 196 112 21 21 2 431
l í· .· l ·
'
'I
;11
¡
DECIMONÓNICA
11
Los gobiernos liberales diseñaron una política agraria que tenía que
u
solucionar ante todo el grave problema de aprovisionamiento de granos
/1
~
básicos y, al mismo tiempo, aumentar la producción y la renta de los agri-
1 cultores. Tales objetivos se identificaron rápidamente con el crecimiento
l.l continuado de la producción agrícola, removiendo para ello cuantos obs-
1¡¡
táculos de carácter institucional se oponían al libre juego de la iniciativa
l
¡:
¡ 1
1:
CONDICIONAMIENTOS AMBIENTALES DEL CRECIMIENTO AGRARIO ESPAÑOL 67
¡. ¡li
Sin embargo, tal modelo no podía aplicarse en la mayoría del país, tal y
como hemos visto en el epígrafe anterior. Durante estos años fue con-
:¡ li
formándose la imagen de atraso que culminaría con los «regeneracionis- :l1 : !I1
¡! , ¡.
tas». Con ellos cristalizó una visión pesimista de la evolución del sector il
1~
1
1
agrario que vio en la reforma agraria liberal la principal causa del inmo- l
1
10. «La expansión de las superficies pratenses y los prados es una constante desde
mediados del siglo xvm, en estrecha relación con el incremento de la cabaña ganadera,
dando lugar a una de las características más destacadas del agro gallego actual: la especia-
lización ganadera. Este proceso dio lugar a que los prados, con una producción que en el
siglo xvm se valoraba inferior a la del labradío, se fueran convirtiendo en uno de los com-
ponentes más apreciados de la explotación gallega y, en general, de la cornisa cantábrica»
(Sánchez Regueiro y Fernández Prieto, 1999: 351).
i:
1:
;¡:
1,.
!:;
r
70 EL POZO DE TODOS LOS MALES
ralmente alabado por técnicos en la segunda mitad del siglo XIX» (Balboa
y Fernández Prieto, 1996: 226).
Pocas eran, sin embargo, las posibilidades de practicar algo parecido
i en la España seca. Las vías que se podían transitar para conseguir un in-
cremento sustantivo de la producción, sobre todo de granos básicos, no
r eran muy numerosas ni estaban exentas de dificultades. En primer lugar,
se podía tratar de intensificar la producción y los rendimientos mediante
un uso más intensivo del trabajo humano. En algunas zonas del país la
1 densidad demográfica y, por tanto, el número de activos por hectárea era
~
., ~ mucho menor que en otras: por ejemplo, Andalucía o Extremadura en
.r
Ji¡ relación a Cataluña o a la cornisa cantábrica. No cabe duda, la existencia
de grandes propiedades supuso una barrera a las probabilidades de un
l¡I:
~ i
uso más intensivo del factor trabajo y, en este sentido, la reforma agraria
.. ¡!
liberal no ayudó del todo a eliminarla. No obstante, de tal uso intensivo
no se podían esperar soluciones al estancamiento de los rendimientos, ya
¡~
,
' ello chocaba con la escasez de pastos y la baja producción de biomasa en
¡ji las explotaciones agrícolas, c¡ue limitaba ampliamente las posibilidades
de aumentarlos. Era lógico además que la demanda de tracción creciera
j! como consecuencia de la roturación de nuevas tierras, de su cultivo más
'¡ !
' ;I intensivo y de la integración del mercado y la ampliación de las necesi-
•1
~
dades de transporte. La solución adoptada, sobre la base de un stock de
~ alimentos animales que poco podía crecer, fue doble: por un lado, au-
mentar la cabaña de labor a costa de la cabaña de renta; 11 y, por otro
·1. lado, la sustitución parcial del ganado bovino por el equino. Las ventajas
1l
i
de éste, especialmente el mular, residían en sus menores exigencias ali-
Santos, 1999).
:¡, ·¡' 1
!
1 ! í
I ITT.1 I ¡;_
CONDICIONAMIENTOS AMBIENTALES DEL CRECIMIENTO AGRARIO ESPAÑOL 71
12. Según el estudio que realizó la Junta Consultiva Agronómica para Málaga en su
memoria sobre la ganadería española (1892: 429 y ss.) referida al año 1891, cuyos resulta-
dos son extrapolables a la mayor parte de la España seca, las razones de la preferencia del
ganado mular sobre el vacuno para labor eran: agronómicas {la disminución de pastos na-
turales, o la conveniencia para las explotaciones de olivar), económicas {el mular resulta-
ba más económico de mantener), de movilidad {los mulos permitían trasladar a los labra-
dores a largas distancias de los núcleos de población y realizar al mismo tiempo todo tipo
de faenas), de ahorro de tiempo por obrada (con un mulo se araba casi el doble de exten-
sión que con una yunta de bueyes, aunque su labor fuese un 20 % menos profunda), etc.
Los grandes cortijos con establos y pastos naturales o espontáneos pudieron mantener
bueyes como ganado de labor. Más difícil resultó a los yunteros que carecían de tierras
propias y pastaban en pastos comunales; su privatización y mercantilización alentó su sus-
titución por los mulos cuya alimentación a través del mercado resultaba más económica.
13. Desconocemos si este proceso desembocó en la adaptación de variedades de ce-
reales que produjeran más paja o si condujo a un aumento de la producción de cebada,
cosa que sí ocurriría con el cambio de siglo. Sí parece clara la especialización de determi-
nadas zonas en su cultivo, cuestión sobre la que volveremos más adelante. En cualquier i '
i
caso, el número de cabezas de ganado mular se multiplicó por seis entre 1750 y 1865, se-
gún los cálculos de García Sanz {1994: 96), quien argumenta para explicar la sustitución
que es una especie «resistente, frugal y rápida en sus movimientos, la más idónea para un
país en el que predominaba la aridez climática».
14. Desconocemos el origen de los alimentos que hicieron posible esa mejora en el
peso vivo. No obstante, la presencia del maíz y otros productos parece indicar que hubo
que recurrir al exterior de las fincas para suplementar las disponibilidades propias.
72 EL POZO DE TODOS LOS MALES
alto coste en transporte podía enjugarse con altos ingresos, fue la impor-
tación de guano. Éste comenzó por el puerto de Valencia en el año 1844
(sólo cuatro años después de que lo hiciera en Inglaterra) y adquirió cier-
ta importancia según Enrie Mateu (1996: 264), haciendo posible cierto
aumento de los rendimientos, la desaparición de barbechos y la amplia-
ción de las zonas dedicadas al cultivo de arroz. Tenemos constancia tam-
bién del uso de guano en la Vega de Granada hacia la década de los años
sesenta, pero sólo en aquellos cultivos que ofrecían un alto rendimiento
monetario y justificaban los costes de transporte (González de Molina y
Pouliquen, 1996). Aunque constituía un excelente abono, el uso de gua-
no apenas podía paliar la falta de nutrientes, especialmente en los rega-
díos más intensivos. Su precio lo convertía en un producto prohibitivo,
especialmente para las zonas del interior peninsular.
En cuarto lugar, se podían vencer las limitaciones hídricas mediante
la ampliación de las tierras irrigadas. Dado que aún no era posible elevar
cantidades significativas de agua por encima de cota y que las grandes
obras de embalse y regulación distaban mucho de las posibilidades tec-
nológicas de la época, 15 la ampliación del regadío podía venir principal-
~·· : mente por dos vías complementarias: mediante la ampliación de los
canales de riego, tanto en longitud como en capacidad, y mediante la con-
solidación de las dotaciones de agua de los regadíos ya establecidos. Para
esto último se amplió la explotación, o se abrieron nuevos afloramientos
naturales y pozos artesianos: al utilizar aguas provenientes de los embal-
ses naturales del subsuelo, se pudo paliar en alguna medida el estiaje de
las aguas superficiales. En cualquier caso, con estas soluciones técnicas
no se pudo ampliar considerablemente la extensión alcanzada por los re-
gadíos tradicionales. Ello no debe ocultar el raquitismo inversor del Es-
tado, que no se sentía concernido en un problema que consideraba pro-
pio de la esfera privada. En su tardía reacción no ofreció más que
ventajas fiscales y subvenciones a una parte de las costosas obras que se
necesitaban. Los avatares de la construcción del canal de Urgell consti-
15. La experiencia del embalse de Níjar (Almería), con unas dimensiones muy
ambiciosas para la época pero que hoy parecerían ridículas, constituye un buen ejemplo de
los problemas existentes para desarrollar este tipo de soluciones. El denominado Pantano
de Isabel II comenzó a construirse en 1820 gracias a la iniciativa de una empresa privada,
pero las obras no empezaron hasta finales de la década de los cuarenta y tuvieron un cos-
te bastante elevado. La escasa envergadura del vaso limitaba su capacidad de regulación e
irrigación. En 1861 ya estaba relleno de fango y piedras y sólo daba para regar unas diez
hectáreas, lo que indica problemas serios de diseño y planificación hidráulica (Al-Mu-
dayna, 1991: 556).
CONDICIONAMIENTOS AMBIENTALES DEL CRECIMIENTO AGRARIO ESPAÑOL 73
X
74 EL POZO DE TODOS LOS MALES
16. Evidentemente, este lógico principio de economía no regía para mercancías sin
papel alguno en el sistema energético. Recuérdese que las actividades agrarias constituían
la fuente casi exclusiva de la que dependían las sociedades de base orgánica. Los produc-
to de consumo suntuario, bienes de equipo, tejidos, etc. escapaban a ese principio básico.
CONDICIONAMIENTOS AMBIENTALES DEL CRECIMIENTO AGRARIO ESPAÑOL 75
¡: estaba creada.
:\l '¡ \ ¡i
,¡. 1¡ ;1
¡.· j¡[:,
Jf¡ ~ 1L!;
CONDICIONAMIENTOS AMBIENTALES DEL CRECIMIENTO AGRARIO ESPAÑOL 77
>1
~-
f¡
los suelos, etc.
Con éstos y otros argumentos, se puede buscar respuesta a los cua-
'I tro interrogantes principales que plantea la introducción en la Penín-
' sula de los abonos químicos: por qué se difundieron relativamente tar-
de, por qué se difundieron en tan escasa cantidad, por qué la geografía
de su distribución fue tan desigual y, finalmente, por qué durante tantos
años fueron los abonos fosfóricos los más utilizados, con porcentajes
superiores al 70 % del total. Al margen de los factores económicos arri-
·1 ba enunciados y los problemas para su puesta a punto, la introducción
l 11. 1\
relativamente tardía tiene varias interpretaciones. En primer lugar, el
tamaño de las explotaciones debió de desempeñar un papel importante.
1
" 11 !, El caso andaluz puede servirnos para explicarlo. Las grandes fincas dis-
1 1 ':
I, :',
i' h
¡,:
1 ;~ .l. ~ ;i
CONDICIONAMIENTOS AMBIENTALES DEL CRECIMIENTO AGRARIO ESPAÑOL 79
17. Refiriéndose a Valencia, Enrie Mateu (1996: 256) ha constatado que: «Los cam-
bios siguieron una cronología muy cercana a la que se había dado en Europa. Guanos, sul-
fato amónico y superfosfatos se utilizaron casi al mismo tiempo que en las agriculturas
avanzadas del Norte».
80 EL POZO DE TODOS LOS MALES
~
incremento de los costes imposible de asumir. También en la Vega de Granada el abono
químico más utilizado fue el superfosfato. Pinilla (2001) ha constatado el mismo fenóme-
no para Aragón cuando se introdujo allí la remolacha. Por su parte, Enrie Mateu ha reco-
gido testimonios de agrónomos de la época que subrayaban la importancia que para las
1 huertas valencianas tenía el superfosfato y su función favorecedora del crecimiento de
1 las leguminosas (Mateu, 1996: 260), tanto para consumo como para abono en verde.
l
'I
I'
¡1
"1!
¡I
I,
CONDICIONAMIENTOS AMBIENTALES DEL CRECIMIENTO AGRARIO ESPAÑOL 83 1;
H
1
gos, siendo más numerosos y abundantes en agua entre julio y setiembre.
¡1
La tabla 6, donde se recogen las aportaciones de agua de riego por cada
rotación histórica y su distribución a lo largo del año, muestra el impor- l
tante incremento experimentado en las aportaciones durante el período
seco. Conforme fue haciéndose más intensivo el cultivo, tuvo que haber
1.
más dotación de agua en el verano. Podríamos, pues, establecer una co-
rrelación muy significativa entre disponibilidad de agua en el período , 'I :
·: ¡111
seco y posibilidades de intensificar y diversificar la producción en los re- : . ¡I ' ,
gadíos. Con la dotación existente hasta finales de los años ochenta del si- ¡ ··:11·
I· .,
glo XIX, la expansión de la remolacha no hubiera sido posible. Fue me- ' '¡!
! ¡!.
nester utilizar de manera más intensa las aguas del subsuelo mediante un 1: !
• ;¡
mayor aprovechamiento de las surgencias ya conocidas y la apertura y :!' I
·I
encauzamiento de otras. En este sentido, el acuífero comenzó a operar
como un embalse de regulación de carácter natural. Los datos que apor-
tan !barra y Pinilla (1999: 414 y ss.) permiten pensar que algo semejante :. ¡1
ocurrió en Aragón también con la introducción de la remolacha. En el '¡!
1 ! j!
sur de Navarra, Lana Berasain (1999: 373 y 374) ha constatado lo mismo
i;
para otros cultivos. i
.. ¡·
En definitiva, cuanto más amplias y mejor dotadas en el período seco 'I
fuesen las tierras irrigadas, mayor sería el empleo de fertilizantes quími- 1 ,¡
cos y, en definitiva, mayor el crecimiento agrario alcanzado. La tecnolo-
gía para ello comenzaba a estar disponible. Todo ello coincidía con el
1
convencimiento, entre políticos e intelectuales, de que el agua constituía
un factor determinante en el desarrollo agrario español. Hubo un con-
senso bastante generalizado en la necesidad de realizar una política hi-
drológica que pusiera en manos de los agricultores mayores dotaciones
de agua, prácticamente sin coste alguno. El Estado asumió teóricamente
un papel protagonista, aunque compartiendo con la iniciativa privada la
Año Marzo Abril Mayo Junio Julio Agosto Setiem- Aporte medio
: 1
bre anual
1750 13 51 63 38 166
1850 9 42 59 42 25 8 185
1904 18 34 80 63 46 46 278
1977 12 36 84 84 108 96 36 456
primeras décadas del siglo xx. Junto a los sistemas tradicionales de rega-
dío, que se incrementaron y perfeccionaron, se introdujeron nuevos sis-
temas de elevación mecanizados y motorizados.
A diferencia de los riegos por gravedad, los sistemas de elevación re-
querían el suministro de energía externa abundante, de tal manera que su
difusión estuvo bastante relacionada con los problemas de instalación y
distribución de energía de Ja época. De los primeros motores de vapor y
de las turbinas se pasó a comienzos de siglo a los motores accionados por
gas pobre, aceites pesados, electricidad y gasolina. El desarrollo de ma-
teriales para construir tuberías capaces de resistir varias atmósferas de
presión, hizo posible además elevar agua a profundidades difíciles de al-
canzar hasta entonces. Pero hasta la aparición de los motores eléctricos,
la difusión de los sistemas de elevación estuvo limitada por diversos pro-
blemas. Los de vapor por la carestía del combustible y Ja frecuencia y di-
ficultad de reparación de averías. Los de explosión a gasolina tenían que
soportar también la carestía de un combustible con precios superiores al
propio carbón. Pese a lo idóneo de un sistema que reutilizaba los resi-
duos del cultivo, los motores de gas pobre tuvieron problemas de funcio-
,,
1;<
,_
namiento y exigieron la atención de personal cualificado. Es por ello que
hasta la adopción de los motores eléctricos, su difusión estuvo limita-
da. Tenían la ventaja de su fácil manejo, de su bajo coste de adquisición
y mantenimiento y de integrar en un solo artefacto bomba y motor. Su
principal inconveniente provenía, sin embargo, de la baja disponibilidad
de energía eléctrica, que era aún mayor en las zonas rurales, y del distin-
to carácter de una oferta constante y de una demanda centrada en los
meses de verano, lo que encarecía el suministro. De hecho, la disponibi-
lidad de energía eléctrica condicionó la generalización de este sistema de
elevación y redujo la explotación de Jos acuíferos hasta las décadas de los
años cincuenta y sesenta.
No obstante, este tipo de tecnología estaba adaptada a los pequeños re-
gadíos y difícilmente podía conseguir una gran difusión territorial, tanto
por su coste e inestabilidad en el suministro de energía como por
la menguada capacidad de elevación y profundización en los acuíferos. En
1916, eran poco más de 37.000 hectáreas las que se veían beneficiadas con
i
l\j el uso de estas máquinas, menos del 3 % de Ja superficie irrigada. El núme-
ro de artefactos mecánicos era de 5.966. Aunque no disponemos
del número de hectáreas beneficiadas para 1932, es de suponer que cre-
cería de manera significativa, dado que el número de artefactos se había
elevado a 29.443, más de la tercera parte de los cuales eran eléctricos.
j •.
1
ij
CONDICIONAMIENTOS AMBIENTALES DEL CRECIMIENTO AGRARIO ESPAÑOL 87
i
ciéndose cada vez menos productivo, hasta terminar siendo en no pocos
' 1¡ 1
casos negativo. De la misma manera que antes establecíamos una corre-
!.·.11· 1.•.
:J ¡ lación estrecha entre agua y crecimiento económico como una caracte-
:JI 1 rística específica de la mayor parte de la agricultura española, también
·¡ !
'i l existió una íntima relación entre la disponibilidad y accesibilidad de
l 1
energía y el crecimiento, expresada sobre todo en el ritmo que experi-
l
lj
1
1 mentó el crecimiento de la productividad del trabajo.
h1 En principio, todos los sistemas agrarios experimentan limitaciones
l! L
!I¡¡1 ¡';>1¡ energéticas, si bien la incidencia de tales limitaciones depende de la es-
pecífica dotación de recursos del medio ambiente. Las fuentes de origen
biológico dependen de la capacidad de producir biomasa de los ecosiste-
mas y, por tanto, de la eficiencia de las plantas en la captación de energía
solar y de la abundancia de tierras. Las fósiles dependen de las reservas
que se posean en el subsuelo o de la accesibilidad a las mismas a través
del mercado. En el primer caso, la disponibilidad de energía depende del
propio sector agrario, y en el segundo caso la responsabilidad se trans-
:1 fiere al sistema industrial y de servicios. En otras palabras, las posibilida-
t des y ritmos de crecimiento de la agricultura española dependieron de
J"i sus propias posibilidades de producir biomasa en tanto que su agricultu-
·! ra fue de base energética orgánica, lo que explica sus bajos rendimientos.
Sin embargo, cuando la agricultura mundial comenzó a depender de los
combustibles fósiles y de las fuentes minerales, la agricultura española
pudo «emanciparse» de las limitaciones territoriales y crecer con más
fuerza y converger con las agriculturas más avanzadas. Hasta que el su-
i1¡ ministro de energía fósil, del que carecía España, estuvo disponible para
'i' los agricultores y a precios baratos, transcurrió un período de tiempo en
que, pese a crecer los rendimientos y la productividad, las posibilidades
de una convergencia real con las agriculturas más avanzadas del mundo
estuvieron limitadas. Ello traspasa al sector energético de nuestra econo-
·¡
1¡
CONDICIONAMIENTOS AMBIENTALES DEL CRECIMIENTO AGRARIO ESPAÑOL 91
TABLA 8. TRABAJO UTILIZADO ANUALMENTE (Y ELECTRICIDAD) EN LA ACTIVIDAD AGRA-
RIA ESPAÑOLA (PJ=10•SJ)
PJ % PJ % PJ %
mía cierta responsabilidad sobre los ritmos del crecimiento agrario, una
vez que la tecnología y las comunicaciones hicieron posible la aplicación
de combustibles fósiles. Lo hemos podido comprobar con la relación en-
tre el crecimiento del número de motores de elevación de aguas subterrá-
neas y el suministro de energía eléctrica.
En definitiva, hasta finales del siglo x1x, las posibilidades de incre-
mentar la cantidad de energía incorporada al proceso de trabajo agríco-
la fueron bastante limitadas, por depender de la escasa capacidad del
propio sistema para producir biomasa. Las posibilidades de incrementar
la productividad fueron, por tanto, pocas. Téngase en cuenta que la pro-
ductívidad, al medir la cantidad de producto por trabajador, en realidad
da cuenta de la cantidad de energía externa que se puede incorporar para
aumentar los rendimientos o sustituir mano de obra (Pimentel et al.,
1993). Ello debería tenerse en cuenta cuando se fundamenta el atraso de
la agricultura española en las bajas tasas de productividad, sobre todo
para el período anterior a la guerra civil, ignorando los condicionamien-
tos ambientales.
Aunque algunos historiadores han reconocido últimamente la im-
portancia de las características climáticas de la Península, siguen sin
comprender el funcionamiento físico de los sistemas agrarios y extraer
de ello las debidas consecuencias. «Las críticas de Mallada [quien se re-
fiere a las hostiles condiciones edafoclimáticas para el cultivo] han sido
utilizadas -argumenta Simpson (1997: 67)- con frecuencia durante el
último siglo como excusa para explicar la baja productividad de la agri-
1: Tr
1
19. Dadas las escasas posibilidades del secano español, los cultivos más viables (ce-
real, olivar o vid) tenían un fuerte componente estacional en la demanda de mano de obra,
a lo que había que añadir barbechos y descansos. La redacción de la Revista Mensual de
Agricultura (1850, I, p. 237), en una nota de contestación a un artículo de Juan Manuel
Prieto sobre las causas del atraso de la agricultura española, alegaba precisamente esta ra-
zón: «El cultivo de cereales tiene, entre otros inconvenientes, el de exigir, durante una o
varias épocas del año, un número excesivo de trabajadores que, durante las demás tempo-
radas de él, no tienen ocupación».
CONDICIONAMIENTOS AMBIENTALES DEL CRECIMIENTO AGRARIO ESPAÑOL 93
7. CONCLUSIONES PROVISIONALES
r
~: ;
el caso del agua, que aún no se transporta a grandes distancias, las limi-
taciones ambientales han cambiado de escala. Ya no son locales, sino glo-
1
bales, superando incluso el «reducido» ámbito de los Estados-nación,
~ caso del efecto invernadero, de los fenómenos de polución, del agota-
~! miento de los recursos, de la inseguridad alimentaria, etc. Como ha argu-
mentado José Manuel Naredo (2001): «La agricultura moderna consiguió
elevar y estabilizar los rendimientos a base de desestabilizar la relación
de los sistemas agrarios con el entorno ecológico en el que se desenvuel-
ven y de acentuar su dependencia de la extracción, y el deterioro, de
recursos practicados en otros territorios más lejanos».
·1··.' '
;j