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Miles de teléfonos móviles son descartados todos los días en la basura sin ser tratados.

Sus componentes metálicos,


las baterías y el consumo energético son un grave riesgo para el medio ambiente. Estos aparatos generan un
importante porcentaje de contaminación al fabricarlos y usarlos.

Los celulares están hechos con más de 20 elementos de la tabla periódica, en formato puro o en distintas aleaciones.
Entre ellos, hay un conjunto de metales pesados que debido a su toxicidad se restringe cada vez más su uso. Es
imposible eliminar todas las sustancias contaminantes pero se pone un límite a su uso en ellos.

Una de las partes más contaminantes de los teléfonos son las baterías, las cuales están fabricadas con diversos tipos
de sustancias como el hierro, cobre, niquel, aluminio y cobalto. El contacto con cualquiera de ellos puede generar
graves problemas de salud por lo que los usuarios deben ser cuidados en el manejo de las baterías.

Los continuos desarrollos tecnológicos hacen que los teléfonos celulares tengan una vida extremadamente corta.
Todos los meses aparecen nuevos modelos con características innovadoras que incitan al reemplazo de los
teléfonos.

Una vez que el teléfono se cambió, el viejo se acumula en la casa o en la oficina o aún peor se descarta en la basura
regular sin tener en cuenta que se trata de un residuo especial que por sus características debe recibir otro tipo de
tratamiento. Si se tiran al tacho de basura, los celulares pueden contaminar a todo el entorno, tanto el aire que se
respira como el agua que se toma.

La contaminación por baterías puede durar hasta 500 años, pero la lluvia, el calor y la acidez del suelo acelera el
proceso de descomposición de la batería. Cuando esto ocurre, estas liberan mercurio, litio, plomo, o cadmio: todos
altamente tóxicos.

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