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DAVID Y GOLIAT

PERSONAJES

NARRADOR
SAÚL
SOLDADO 1
SOLDADO 2
SOLDADO 3
GENERAL FILISTEO
FILISTEO 1
FILISTEO 2
FILISTEO 3
GOLIAT
ESCUDERO
DAVID
HERMANO 1
HERMANO 2
HERMANO 3

NARRADOR. Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra y se congregaron en Soco,
que es de Judá y acamparon en Efes-danim. También Saúl y los hombres de Israel se
juntaron y acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla contra los
filisteos.

(Aquí cada grupo de soldados entra en el escenario colocándose un grupo a la izquierda y


otro a la derecha.)

SAÚL. ¡Vamos muchachos, firmes! Hoy vamos a vencer a los filisteos. Como ya saben,
Jehová nos dará la victoria. ¡No tengan temor! A ver tú, soldado, muéstrame tu mejor
arma...

SOLDADO 1. (Cantando.) Jehová es mi Guerrero ¡jo, jo, jo! Jehová es mi Guerrero ¡jo,
jo, jo! Y con mi alabanza pelearé, pues no es mi guerra sino la de Dios. Danza y pandero
yo daré, pues no es mi guerra sino la de Dios, y con alta voz yo gritaré: “Jehová es mi
guerrero!

(Todos le ayudan a cantar.)

SAÚL. Muy bien, esa es nuestra mejor arma…

NARRADOR. Y los filisteos estaban sobre un monte a un lado y el valle entre ellos…

GENERAL FILISTEO. ¡Filisteos! ¡Estén listos! Hoy vamos a vencer a nuestros enemigos en
el nombre de los dioses…

FILISTEO 1. Sí, ¡hoy venceremos a los Israelitas en el nombre del dios Oruga!
FILISTEO 2. No, ¡hoy vamos a vencer en el nombre de dios zope! ¡Sííííí!

(Todos gritan: “Sííí”.)

NARRADOR. Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se


llamaba Goliat de Gat y tenía gran altura. Era un gigante, tenía un casco de bronce en su
cabeza, y un vestido de malla muy pesado. El asta de su lanza era como un rodillo de
telar e iba su escudero delante de él.

FILISTEO 3. (Al frente del escuadrón.) ¡Vamos muchachos, como lo ensayamos!

(Los filisteos comienzan a cantar: “A la bin, a la ban, a la bin bon ban, Goliat, Goliat, ra
r ra”.)

NARRADOR. Y se paró Goliat y dio voces a los escuadrones…

GOLIAT. (Detrás de una cortina en el escenario se dirige a su escuadrón.) ¡Filisteos!


¡Cállense, cállense que me desesperan...! ¿No ven que me están sonrojando? (A los
israelitas) Israelitas, ¿por qué se ponen en orden de batalla? Yo soy el filisteo y ustedes
los siervos de Saúl. Escoged a un solo hombre que venga en contra de mí. Si él pudiere
vencerme, nosotros seremos sus siervos, pero si yo lo venzo, ustedes serán nuestros
esclavos. No se les olvide que hoy he desafiado a los escuadrones de Israel. ¡Enviadme a
un hombre que pelee conmigo…! ¡Ja, ja, ja!

(Cuando Goliat habla los israelitas tienen gran temor, y se ponen uno al frente de otro
para evitar ser el primero en la fila.)

SAÚL. (Se quita la corona y se la ofrece a un soldado.) Tú serás el nuevo rey mientras
dure la guerra.

SOLDADO 2. No, no la quiero, mi rey. Ésta es suya, tal vez despuecito de la guerra, con
mucho gusto. (Le devuelve la corona colocándosela en la cabeza.)

NARRADOR. Pero había un joven llamado David que era pastor de ovejas…

(La oveja entra caminando por el pasillo, imitando a una ovejita, hasta llegar a la
primera fila. Luego David la alcanza y la lleva hacia fuera.)

DAVID. (Entra buscando la oveja y la llama.) ¡Dulcinea, Dulcinea! ¿Dónde estás,


Dulcinea? ¡Ahh! Ya te vi, oveja descarriada, siempre andas escapándote... (Con el palo
de pastor la dirige hacia fuera mientras la oveja va feliz.)

NARRADOR. He allí David, el menor los ocho hijos de Isaí, el cual no había ido a la guerra
por su corta edad. Pero este muchacho se convertiría en el instrumento usado por Dios
para darle libertad a su pueblo.

En el campo de batalla había únicamente tres de los hermanos mayores de David,


temerosos por el gigante que mañana y tarde amenazaba al pueblo de Israel.

Uno de tantos días David fue enviado por su padre a dejar provisiones a sus hermanos y
al llegar al campo de batalla sucedió lo inesperado por David…

HERMANO 1. ¿Qué haces aquí, pastorcillo? Deberías de estar cuidando las ovejas…

HERMANO 2. Sí, ¿qué haces aquí? El lobo se llevará las ovejas y mi padre te castigará…

HERMANO 3. Conozco tu corazón y sé que solo a husmear has venido

NARRADOR. De repente se oyó nuevamente aquella voz espantosa que los soldados
Israelitas conocían muy bien…

GOLIAT. (Sale con su escudero.) ¡Ja, ja, ja! Enviadme al hombre que peleará conmigo. Si
me venciere, todos nosotros seremos sus siervos pero si yo venzo… ¡Ustedes nos servirán!
¡Ja, ja, ja!

(Cuando Goliat habla los israelitas tienen gran temor, y se ponen uno al frente de otro
para evitar ser el primero en la fila.)

SOLDADO 3. (A David.) ¿Viste a este hombre que ha salido? El que lo venza el rey le dará
grandes riquezas y a su hija.

DAVID. ¿Quién es este cabezón? ¿Quién es este filisteo para que provoque a los
escuadrones del Dios viviente?

HERMANO 1. David, es hora de que te vayas a casa a cuidar a nuestro padre y a las
ovejas; ya no hables más.

DAVID. (A otros soldados.) Varones, no tengan temor de este gigantón porque Jehová
está con nosotros. (Dirigiéndose a Saúl.) No desmaye el corazón de ninguno a causa de
ese cabezón, tu siervo irá y peleará contra este filisteo.

SAÚL. Tú no podrás ir a pelear contra el filisteo, porque tú eres un muchacho y él es un


hombre de guerra desde su juventud.

DAVID. Yo soy pastor de ovejas pero he vencido leones y osos cuando han querido tomar
alguno de mis corderos. De igual modo mataré a este filisteo que ha provocado al
ejército del Dios viviente.

SAÚL. Entonces ve y que Jehová este con tigo.

NARRADOR. Y Saúl vistió a David y puso sobre su cabeza un casco de bronce y le armó de
coraza y ciñó David su espada sobre sus vestidos y probó a caminar porque nunca había
hecho la prueba.

DAVID. (Después de intentar caminar.) Yo no puedo andar con esto porque nunca lo he
hecho. (Se quita la armadura.)

NARRADOR. Y luego de quitarse aquella pesada armadura, tomó su onda y recogió 5


piedras lisas del arroyo y las puso en su saco pastoril. Tomó la onda en su mano y fue
hacia el filisteo. El gigante venía andando acercándose a David y el escudero delante de
él. Cuando el filisteo miró y vio a David le tuvo en poco porque era un muchacho, de
pelo rubio y de hermoso parecer. Y dijo el filisteo a David:

GOLIAT. ¿Acaso soy yo un chucho para que vengas con palos y piedras? Ven a mí y daré
tu carne a los zopes del cielo, y a las bestias del campo.

DAVID. ¡Tú vienes a mí con espada lanza y jabalina mas yo vengo a ti en el nombre de
Jehová de los ejércitos quien hoy te entregará en mis manos y hoy te venceré, y te
cortaré esa cabezota que tienes! Porque de Jehová es la batalla.

NARRADOR. Y aconteció que cuando el filisteo fue al encuentro de David, David se dio
prisa y corrió a la línea de batalla y metió David su mano en la bolsa, tomó una piedra y
la colocó en su onda y lanzándola hirió al filisteo en la frente y cayó sobre su rostro y así
venció David al filisteo y lo mató David sin tener espada en su mano. Y entonces corrió
David y se puso sobre el Gigante y tomando la espada de él lo acabó de matar y le cortó
la cabeza. Cuando los filisteos vieron a su paladín muerto huyeron, y los Israelitas fueron
tras de ellos para perseguirlos y exterminarlos.
Publicado por Teatro Cristiano en 16:00

EL BUEN SAMARITANO DE ESTE TIEMPO


Obdulia Alvarad

PERSONAJES

NARRADOR
NIÑA
HIJA
MAMÁ
NIÑO 1
NIÑO 2
CHÓFER
ACOMPAÑANTE

NARRADOR.
"Hubo un intérprete de la ley que se levantó un día y dijo a Jesús, para probarle:
Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
Jesús le dijo: “¿Qué esta escrito en la ley? ¿Cómo lees?”

El intérprete de la ley respondiendo dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente y a tu prójimo como a
ti mismo."

Jesús le dijo: “Bien has respondido. Haz esto, y vivirás”.

(Se abre la cortina o se enciende la luz.)

PRIMERA PARTE

(Una niña entra por un lado del frente, montando una bicicleta, y llega hasta el medio y
simula un repentino mareo, deja caer la bicicleta y poco a poco se deja caer como
muerta. A un costado del altar se encuentra una ventana en la cual se encuentra
asomando una mamá. Un poco atrás de ella se encuentra su hija hablándole en forma
impaciente.)

HIJA. ¡Mamá! Hazme caso. Hace rato que te estoy llamando. ¿Qué tanto miras por la
ventana?

MAMÁ. Me parece que alguien se cayó en la calle, pero no miro si se mueve.


¡Sabrá Dios si está con vida! Pero no te preocupes, hija. ¿Para qué me llamabas?
Discúlpame, no te había escuchado. ¿Ya terminaste tu tarea? ¿Quieres que te ayude?

(Se cierra la cortina.)

NARRADOR. En muchas ocasiones nos damos cuenta de que alguien necesita ayuda pero
nuestras ocupaciones nos hacen indiferentes al mal que está sufriendo nuestro prójimo.

Quizás podemos preguntar, como aquel intérprete de la Ley, que queriendo justificarse
a si mismo, dijo a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”

Jesús le respondió de esta manera: "Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó
en manos de ladrones, los cuales le despojaron e hiriéndole, se fueron dejándole medio
muerto.

Pero, ¿qué está pasando en nuestra historia? No muy lejos viene alguien: una o dos
personas que pueden auxiliar a esta niña que está desmayada. Veamos que pasa...

SEGUNDA PARTE:

NIÑO 1. ¡Mira! La bicicleta que tanto quiero.

NIÑO 2. Ahora es tu oportunidad. Está como caída del cielo. ¡Corre y llévatela! Apúrate,
antes que te vean.

NIÑO 1. No me atrevo...Ahí, junto a ella hay alguien. Seguro que no me va a dejar


llevármela. Debe ser de ella.

NIÑO 2. Tú no te fijes. ¡Es tuya! ¿No ves que ni siquiera se mueve? Si está dormida peor
para ella. Ni cuenta se va a dar.

NIÑO 1. ¿Y si se despierta?

NIÑO 2. Pues la vuelves a dormir. ¡Ándale, apúrate! Así me llevas a mí también a mi casa
cómodamente en bicicleta.

(Se suben a la bicicleta y dejan tirada a la niña que está inconsciente. Se cierra la
cortina y continúa hablando el narrador.)

NARRADOR. ¿Con qué facilidad las cosas materiales nos ciegan para no darnos cuenta de
que hay un Dios que nos está mirando? La actuación de estas dos personas es como la de
aquellos ladrones de los que Jesús estaba hablando al intérprete de la ley. ¡Malvados
ladrones!

Claro que no todas las personas son así. Me recuerdo que Jesús continuó su historia al
intérprete de la ley así: "Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino y
viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole,
pasó de largo....

TERCERA PARTE

(Aparecen por un lado del frente un carro con chofer y acompañante escuchando la
radio en la estación cristiana y vienen comentando sobre la predicación que están
escuchando, caminan hasta donde está la niña en el suelo.)

CHÓFER. ¿En verdad crees que la venida del Señor está tan cerca como dicen? ¿O será
que sólo tratan de asustarnos para tenernos todo el tiempo metidos en la iglesia?

ACOMPAÑANTE. Pues, hay muchas señales, tú sabes... De lo que sí estoy segura es de


que nadie puede saber el día ni la hora. Debemos ser muy, pero muy cuidadosos de
llevar una vida buena y agradable a los ojos de Dios.
¿No crees?

Lo que pasa es que muchas veces nos asustamos porque no estamos preparados para ese
gran día.

¡Espera!...Hay alguien tirado en la acera. Vamos a ayudarle.

CHÓFER. ¡Ah! ¡Será un borracho! Ya se levantará.

ACOMPAÑANTE. No, no... Está con la cara al sol y hace mucho calor. Detente, vamos a
ver si podemos hacer algo para ayudarle.

CHÓFER. No, no nos corresponde. Además, ya nos pasamos.

ACOMPAÑANTE. Pero es alguien necesitado. No importa su situación. Dios también le


ama y debemos ayudarle.

CHÓFER. Ya habrá quien le ayude. No te preocupes.

ACOMPAÑANTE. Vamos a llamar al 911 . . .

CHÓFER. Te digo que no. Podemos meternos en problemas. Los que viven ahí cerca son
los que deben llamar a la policía. Nosotros... ¡como que no vimos nada!

ACOMPAÑANTE. No creo que esté bien, por favor, vamos a regresarnos. ¿Por qué no me
contestas? Ah, ya sé... tú corazón se ha endurecido... ¡Qué triste! Yo me siento mal por
no haberme bajado a ayudar a mi semejante.

(Acompañante se muestra cabizbaja mientras el narrador continúa hablando.)


NARRADOR. Todo cristiano puede ser movido a compasión, pero no actuamos. No
obstante, en su relato, Jesús le dice al intérprete de la ley que un samaritano que iba de
camino se acercó al herido y viéndolo fue movido a misericordia.

ULTIMA PARTE

ACOMPAÑANTE. (Levanta la cara al cielo.) Dios, no puedo ser yo quien le ayude a esta
persona. Perdóname. Pero te pido que envíes pronto tu ayuda, envía ángeles, o... Sí, sí
señor, ¡envía un buen samaritano! ¿Quién será ese buen samaritano?

(A este punto se unen todos los participantes y repiten, dirigiéndose al público y al


mismo tiempo.)

TODOS. ¿Hay aquí entre ustedes un buen samaritano?

NARRADOR. ¿Quién es ese buen samaritano? Jesús dijo que ese samaritano, acercándose,
viendo sus heridas, echándoles aceite y vino y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al
mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le
dijo: “Cuídamelo y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese”.

Le preguntó Jesús al intérprete de la ley: “¿quién, pues, de estos tres te parece que fue
el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?”

El intérprete de la ley le contestó: “El que usó de misericordia”.

Entonces Jesús le dijo: “Ve y haz tú lo mismo”.

(Aquí van de dos en dos los participantes a atender a la persona lastimada y devolverle
su bicicleta. La levantan de la mano y se unen todos los participantes tomados de las
manos y a lo largo del escenario y bajan sus cabezas en señal de terminar el drama).
Publicado por Teatro Cristiano en 18:11
Etiquetas: buen samaritano, parábola, prójimo

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