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MEMORIAS

de la
Hermana
Lucía
10.ª edición, septiembre 2008

Portada: La Hna. Lucía de Jesús y del Corazón Inmaculado de María


en visita a la Loca del Cabeço el 16 de mayo de 2000
Detrás: La Basílica del Santuario de Ntra.Sra. de Fátima
con las fotografías de los dos Pastorcitos después de su beatificación,
el 13 de mayo de 2000.
MEMORIAS
DE LA
HERMANA LUCÍA

Volumen I

Compilación del P. Luis Kondor, SVD

Introdución y notas del P. Dr. Joaquín M. Alonso, CMF (†1981)

Secretariado dos Pastorinhos


FÁTIMA – PORTUGAL
Imprimatur,
Fatimæ, 13. 9. 2006
†Antonius, Episc. Leiriensis-Fatimensis

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PRÓLOGO DEL EDITOR

Esta décima edición (como ya las precedentes) del primer vo-


lumen de las Memorias de la Hermana Lucía en lengua española
está enriquecida en relación a las ediciones anteriores. A las cuatro
primeras Memorias, escritas por mandato del Sr. Obispo de Leiría,
D. José Alves Correia da Silva, y a los Apéndices I y II relatando las
apariciones en Pontevedra y Tuy –en cumplimiento de la promesa
del 13 de julio de 1917: «...vendré a pedir la Consagración de Rusia
a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros
Sábados»– se agrega el texto del importante documento titulado “El
Mensaje de Fátima” con la tercera parte del ‘Secreto’, que Juan
Pablo II encargara a la Congregación para la Doctrina de la Fe ha-
cerlo público después de elaborar un justo y adecuado comentario.
Con la publicación de la tercera parte del ‘Secreto’ recibido por
los Pastorcillos el 13 de julio de 1917 (ver Apéndice III), queda así
recogido en este primer volumen todo el Mensaje de Fátima.
Las cuatro primeras “Memorias”, además de las apariciones del
Ángel y de Nuestra Señora, describen también cómo los Pastorcillos
correspondieron hasta la heroicidad a las peticiones de Nuestra Se-
ñora y nos señalan a todos, y de modo especial a todos los niños, un
camino seguro para alcanzar la santidad.

Las llamadas “Quinta Memoria” (sobre su padre) y la “Sexta


Memoria” (sobre su madre), escritas por la Hermana Lucía, ya en
el Carmelo de Coimbra, están editadas en volumen separado, como
“Memorias de la Hermana Lucía - II” .

La beatificación de Francisco y Jacinta Marto (13 de mayo de


2000) debe significar una nueva era para la Iglesia.
“Yo te bendigo, Padre, porque has revelado estas verdades a
los pequeños”. La alabanza de Jesús toma hoy la forma solemne
de la beatificación de los Pastorcillos Francisco y Jacinta. La Iglesa
quiere con este rito colocar sobre sus propios candeleros estas
dos antorchas que Dios encendió para iluminar a la humanidad en
sus horas sombrías e inquietas... Que el mensaje de sus vidas
permanezca siempre vivo para iluminar el camino a los hombres”.
(Homilía de Juan Pablo II en la Misa de la Beatificación).

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El contenido de estas Memorias justifica bien todo el esfuerzo
empleado en la elaboración de la nueva edición.
Con la benévola autorización del Sr. Obispo de Leiría-Fátima
utilizamos los manuscritos originales de las cuatro primeras Memo-
rias.
Aprovechamos los trabajos del Dr. P. Joaquín María Alonso
CMF (†1981) y contamos también con la ayuda del Dr. P. Luciano
Cristino, Director de los Servicios de Estudio y Difusión del Santua-
rio de Fátima.
Aquí les dejamos, en nombre de todos los lectores y mío perso-
nal, la expresión de nuestro agradecimiento por su preciosa ayuda.
Así, en esta edición, amado lector, se te da toda la garantía
del pensamiento de la Hermana Lucía mediante la esmerada y
delicada traducción del P. Joaquín Mª Alonso, hecha sobre las
palabras originales, solamente corregidas en la ortografía y en la
presentación de los diálogos, esperando que ellas lleguen a lo
íntimo de tu ser y ahí se fijen en una laboriosa docilidad al Divino
Espíritu.

Agradecemos al Señor esta gracia extraordinaria de poder te-


ner en nuestras manos la obra completa del Mensaje de Fátima,
que tanto ha de ayudar a conocer y a amar –siempre más– a la
Santa Madre de Dios y Madre nuestra.

P. Luis Kondor, svd


Vicepostulador de las Causas de Canonización
de los Beatos Francisco y de Jacinta Marto

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INTRODUCCIÓN A LAS MEMORIAS
DE LA HERMANA LUCÍA

Después de haber presentado las Memorias de Lucía en las


principales lenguas europeas, incluida la española, existía una ne-
cesidad urgente de presentar una edición dirigida a ese inmenso y
admirado mundo de lengua hispana, que puebla las dos Américas.
Esta edición, sin embargo, debía aprovechar las experiencias
editoriales de todas las otras; y, en cuanto posible, superarlas en
perfección en algunos puntos. He aquí los principales.
Para nuestra traducción española sí hemos tenido en cuenta
las anteriores, aun parciales; pero hemos realizado un nuevo in-
tento de revisión completa y actualizada. La labor estaba facilitada,
ya en gran parte, porque, si ya la sintaxis española y portuguesa,
son tan semejantes, lo son mucho más en la pluma de Lucía, que
había asimilado bien el español, y hasta se deja influir en muchas
ocasiones por sus modalidades linguísticas y fonéticas. Escribien-
do Lucía sus Memorias en España, en Pontevedra y Tuy, hablando
ordinariamente español, ejerciendo un apostolado catequístico
importante entre los rapaces de Tuy, a Lucía se le adhirieron tantos
y tantos españolismos que afloran continuamente en sus escritos.
Pero, precisamente por ello, era necesario poner mucha aten-
ción para que, del entrecruzamiento de las dos lenguas, no resul-
taran muchos falsos entendidos, de que no se ven libres las ante-
riores traducciones que conocemos. Otras veces, la similitud entre
las lenguas ha engañado a los traductores.
Pero, además de una cuidada traducción, nos hemos empe-
ñado en una crítica revisión literaria. Nuestra traducción debía ser,
primero, exacta; pero no «rígida»; literal, sí en lo posible; –y esto no
es difícil en la mayor parte de los casos,– pero siempre según el
genio, la flexión y la armonia de la lengua castellana. Debía, sí,
observar las reglas de la propia sintaxis gramatical del castellano;
pero la fidelidad al pensamiento de la Hermana Lucía debía perma-
necer intocable.
Creemos haber conseguido nuestro propósito. Y nuestros lec-
tores de habla hispana, de toda América, pueden tener la certeza
de hallarse ante un texto que reproduce fielmente, en castellano,
los originales manuscritos de Lucía.

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Puesto que la Hermana Lucía, en el período que escribe estos
documentos, entre 1935 y 1941, sólo gradualmente ha ido perfec-
cionando su ortografía, su sintaxis y su mismo estilo redaccional, y,
desde luego, su propia caligrafía, es a nosotros a quien hay que
atribuir muchas veces ciertas correcciones en todos esos puntos.
El lector, sin embargo, puede estar seguro de que esas correc-
ciones han sido hechas precisamente, no para alterar o deformar
en lo más mínimo el pensamiento original de la célebre y respeta-
da autora, sino precisamente para ponerlo mejor en evidencia.
Hemos de decir lo mismo de las divisiones introducidas y de
sus títulos. La Hermana Lucía, no obstante la grande lucidez, or-
den y claridad con que escribe, no se cuidaba, naturalmente, de
división alguna de partes, prólogos, números y epílogos. Pero es
tan nítido, decimos, su pensamiento, observa tal orden lógico y
cronológico en la redacción de estos ya extensos escritos, que
apenas nos hemos tenido que esforzar por encontrar esas divisio-
nes para darles los títulos convenientes. En cambio, el lector se
halla ante unos escritos diáfanos, llenos de claridad meridiana, que
la vista va recorriendo con facilidad y deleite.
Hemos, sí, añadido algunas notas explicativas, de tipo históri-
co o crítico; pero sólo las estrictamente necesarias para que el
lector comprendiera ciertos pasajes difíciles.
Dado el carácter popular de esta edición, finalmente damos
una breve biografía de su autora; y hacemos unas introducciones a
cada Memoria, que la coloquen en su medio histórico, en sus in-
tenciones profundas, y en su contenido general.

1. BIOGRAFIA DE LA HERMANA LUCÍA

«A los treinta días del mes de marzo de mil novecientos siete


bauticé a un indivíduo de sexo femenino, a quien di el nombre de
Lucía, nacida en Aljustrel... a las siete de la tarde del veintidos de
marzo corriente...» Así reza el acta de bautismo. Sus padres eran
Antonio dos Santos y María Rosa, residentes en Aljustrel, lugarejo
perteneciente a la Parroquia de Fátima.
Siendo la última de siete hermanos, cinco hembras y un váron,
tuvo una infancia de mimos y de privilegios, en la que no faltaron
disgustos y desgracias familiares, bien superadas por aquella mu-

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jer ejemplar que era su madre. A los seis años hace su Primera
Comunión, cuya relación leerán nuestros lectores con admiración
y cariño. Y ya inmediatamente, porque así lo exigían las necesida-
des de la casa, comienza su vida de pastora. Hay que hacer notar
que en 1915, sus compañeras son todas las muchachitas y mucha-
chos de Aljustrel y alrededores.
Luego, ya en 1916, son sus primos Francisco y Jacinta Marto,
quienes la acompañan exclusivamente. Es el Año de las Aparicio-
nes de la Virgen. En ellas Lucía ocupa un lugar especial, ya que es
la única que habla con Ella, y la que recibe un mensaje especial
para ser comunicado en el futuro. Ella vive y sufre, a causa de las
Apariciones, con sus primos; pero es la única que habría de que-
dar por más tiempo en este mundo para complir su misión.
La Virgen, es verdad, le había mandado aprender a leer. Sin
embargo, sólo después de las Apariciones, comienza a ir a la es-
cuela, en donde muy pronto, con su ingenio y memoria extraordi-
narios, aprende las primeras letras.
Pero, pasadas las Apariciones, Ia situación de Lucía era,
naturalmente, la de una «vidente», con todos los riesgos que ello
comporta. Había que hacer algo con ella. Y una de las primeras
preocupaciones del recién nombrado primer Obispo de la diócesis
restaurada de Leiría, fué atender a su educación, y retraerla de los
peligros que podría sufrir en aquel medio ambiente de milagrería y
maravillosismo. Y, el día 17 de junio de 1921, por la mañana, entraba
como educanda en el Colegio que las Hermanas de Santa Dorotea
tienen todavía en El Vilar, hoy ya unido a Oporto.
Recojamos un retrato fisionómico de la época que responde
perfectamente a fotografías conocidas: «Cabeza alta y ancha. Ojos
castaños, grandes y vivos. Cejas poco densas. Nariz chata, boca
ancha, labios gruesos. Barbilla redonda. Cara algo más que lo na-
tural. Cabellos rubios y finos. De estatura, baja, pero alta para su
edad (entonces: 13 años y seis meses). Facciones bastas, pero
rostro simpático. Aire de gravedad y de inocencia. Viva, inteligente,
pero modesta y sin pretensiones. Manos gruesas, de trabajo, de
tamaño regular».
La jovencita Lucía entra en el Colegio de Oporto con catorce
años y tres meses. Allí recibe una educación moral y religiosa ex-
celente. La educación cultural es más deficiente, puesto que ape-

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