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por Mumablue
Aquella mañana, en las costas del Océano Índico, algo comenzó a ir mal. Era muy
extraño: el mar comenzó a retirarse de la tierra, dejando al descubierto playas
gigantes. Los pájaros cantaban de un modo diferente y los elefantes, comenzaron a
huir tierra adentro. Los habitantes estaban muy asombrados: nunca antes habían
visto cómo el mar desaparecía. Tampoco habían visto a los animales tan nerviosos.
Y se quedaron mirando.
Pero en una isla en medio del Pacífico, la tribu de los jarawa no quiso esperar. El
jefe de la tribu dio una orden clara y rotunda a los habitantes de la isla de Andamán.
Todos los jarawa le hicieron caso de inmediato. Tenían muy claro que un gran
peligro se avecinaba. Agarraron a sus hijos y huyeron tierra adentro.
Cuando el agua se retiró, tan solo se oía el silencio. Un silencio largo, hueco, como
de otro planeta. El paisaje se había transformado: todo era lodo, escombros, árboles
caídos, casas derrumbadas. Muchas personas no lograron sobrevivir a la gran
inundación y se ahogaron. ¡Se trataba de una terrible desgracia!
Pasaron tres días. La desolación era absoluta en las costas del Océano Índico. Los
supervivientes intentaban reponerse a la catástrofe mientras la autoridades se
esforzaban por restablecer el orden y buscar a las personas desaparecidas.
Entonces alguien se acordó de los jarawa.
– Será inútil. ¡Si países tan importantes como La India o Tailandia, con tecnología,
¡con sismógrafos capaces de predecir tsunamis!, no han sido capaces de anticipar
esta desgracia, ¿Crees que una tribu prehistórica lo habrá conseguido? Imposible
-desistió el responsable.
– Son una tribu de pescadores, viven muy cerca de la playa. Seguramente los
sorprendió el tsunami y el agua los arrastró mar adentro. Vayámonos. No hay nada
que hacer… -quiso rendirse, el responsable de la patrulla de rescate.
Después de tres días sin apenas comida ni agua, bajo un sol abrasador, los
miembros de la tribu estaban desfallecidos. Pero estaban vivos. Todos. Desde el
primero hasta el último.
El anciano jefe los miró fijamente. Guardó unos segundos de silencio y luego dijo:
– Mi mundo está en la selva. Tu mundo está ahí fuera. Los jarawa supimos que se
avecinaba una desgracia porque escuchamos cantar a los pájaros.
– Los hombres como tú, que se llaman a sí mismos “civilizados”, han conseguido
muchas cosas. El hombre “civilizado” ha conquistado tierras, personas, animales…
¡Incluso asegura haber viajado a las estrellas! A cambio, habéis dejado de fijaros en
las cosas importantes. Ya no entendéis las palabras de la Madre Tierra. No sabéis
interpretar las señales de los animales. Y hace mucho, mucho tiempo, que dejasteis
de escuchar a los pájaros.
FIN
Cerca del punto en el que se originó el terremoto se encuentran las islas Andamán. En una de
ellas vivían los jarawa, una tribu que durante miles de años ha vivido en las selvas de las
Islas Andamán, en La India, sin apenas contacto con ninguna otra civilización.
Tras el terrible tsunami del Índico, los jarawa sorprendieron al mundo entero, ya que pudieron
salvar sus vidas gracias a su ancestral conocimiento de la naturaleza. ¡Supieron entender
lo que el mar y los animales les estaban diciendo! Uno de los propios indígenas lo contó:
“pudimos escapar porque escuchamos cantar a los pájaros”.
Sin embargo, la tribu que logró sobrevivir al gran tsunami se enfrenta desde hace varios años
a una amenaza aún peor: el hombre “civilizado”. Colonos llegados de otros lugares de la
India invaden sus tierras, roban su caza y les contagian enfermedades para las que no están
preparados. Incluso se organizan “safaris humanos”, excursiones para que los turistas vean
cómo viven los jarawa, sin su permiso.
La frase que pronuncia el jefe de la tribu en el cuento es real: “Mi mundo está en la selva. Tu
mundo está ahí fuera”. Lo dijo un jarawa llamado Ashu, en 2005, para hacerle ver a los
hombres civilizados que no son bienvenidos en su selva.