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| I DAR LA PALABRA: EXPERIENCIA. PEDAGOGICA—.-———.. MIGUEL DE CERTEAU. S. J. Ana ha empezado a hablar. Sélo tiene dieciséis meses, pero ya se vuelve hacia ti y te dirige la palabra. ¢Es para pedirte algo, para demostrarte su cari s, para contarte alguna de sus hazaiias? Nunca lo sabris. No’ comprendes su lenguaje, aunque sea una continuacién del tuyo. Su mirada exige una respuesta que quizés no Uegard, 0, si llega, sdlo ofreceré a su esperanza las palabras extrafias de tu interrogacién de adulto. Tus palabras vie- nen del pais en donde ella ha despertado, pero ya no las reconoces en este poema de oculto sentido: nacidas del amor, ahora ellas te descubrea Ja exivencia de trhij2=-—— = sseeinguihosiiasioomtibeapis teil Esto mismo lo experimenta el educador, si da de verdad la palabra 2 quien de él debe tomarla. Desconcertado por el futuro de su obra, un dia descubre en su hijo, en su alumno o en su “dirigido”, un rostro distinto al que él crefa estarle modelando, El querfa formarlo a su imagen y semejanza. Sin embargo, sabré descubrir en esto la realizacién de su propio proyecto, un naci- miento en el que trabaja sin poder todavia calcular las con- secuencias. Este rostro le invita a meditar sobre el misterio de un amor fiel a su ley. "Si el grano no muere. Sin duda, esta ley no es propia de una época determinada, puesto que define la relacién que existe entre las distintas genera, ciones, y provoca los hallazgos de Ia historia. Pero adquiere una particular gravedad cuando Ia apaticién del sifio coincide con la Powered by (9 CamScanner 120 ENCUENTROS luencia de la familia y forma un mundo independiente; y en , cuando Ja autoridad de los adultos esté minada por una ompetencia que se ve entorpecida atin mas por unos conoci- ientos anticuados, por su inexperiencia en unos terrenos tao vos para ellos como para los jévenes, por la initil amargura ral con Ja que quisieran cargar a sus sucesores sin llegar ellos smos a justificarla, Eo estas condiciones parece que el educador no tiene ya nada que decir. No puede dar la palabra a otros, se le ha cerrado Ia boca. ; Sin embargo, atin conserva su misién y su responsabilidad. Or eso ocupa un lugar privilegiado en el mismo corazén de la crisis” cultural, por cuya causa sufre enormemente y a la vex le xige mucho. Es ante todo’el hombre del encuentro y de la con- frontacién. Es al mismo tiempo solidario, promotor y victima de a renovacién, y se encuentra entre el pasado y el futuro; sirve a la causa de la tradicién por lo que ensefia, y a la causa de la re- olucién en aquellos que debe formar. Esti, en fin, encargado de ‘ciarlos en el sentido que su existencia tiene en la comunidad y, ser posible, de ensefiarles un lenguaje que sea tan auténtico PRESENCIA DE LOS INTERLOCUTORES Frente a frente Una de las nuevas caracteristicas de la civilizacién es que se Powered by § camScanner DAR LA PALABRA: EXPERIENCIA PEDAGOGICA 121 esta reduciendo la presencia fisica d res de informacién y de cultur: fidaxia, que ctece a medida que aumentan los ratos libres, deja al lector solo con su libro, que sigue siendo el primer medio de documentacién (1). El cine y la televisién nos petmiten verlo to- do, amplian nuestros conocimientos.y despiertan nuestro interés, pero se puede hablar con el locutor que est presente “en el Celuloide”, atractivo y amigable; se le conoce sin tratarlo; mos desembarazamos de él sin que nos oponga ninguna resistencia; no se ve amenazado, porque no esti ahi; “nos habla”, pero @ todos y a cada uno en particular; “aparece” solamente cuando queremos. No existe confrontacién ni "“compromiso” alguno en estas relaciones donde nosotros vemos y donde se ve al otro. El r0s-" tro de ese hombre, iluminado por los proyectores de Ja televisién © presentado en las fotos del libro, que se ofrece al examen del espectador, es s6lo una imagen, tanto més inasequible cuanto mis se aproxima a nosotros. ‘A esta primacta de la vista y del conocimiento sobre el ver- dadero encuentro y el didlogo, se opone, en Ja experiencia del educador, la primacia del problema de sus relaciones con los alumnos 0 con los nifios. Se’ evitarian sin duda muchos conflictos si los chicos vieran a sus padres sélo en la televisidn y al profesor en el cine. Pero n0 puede ser asi. El profesor 0 el padre de fa- milia debe enfrentarse fisica y espiritualmente con el nifio. Es necesario el didlogo entre el consejero espiritual y su “dirigido”. De uno y otro lado aparecen ciertas resistencias. El educador esta ligado al espacio y a la cercania. Es el hombre del frente a frente. ~ Esta situacién es hoy el primer dato de una funcién que de- be Mevar al educando no solamente a adquirir un conocimiento técnico o a adaptarse a una mentalidad colectiva, sino, mas bien, y de una forma més radical, a situarse entre los hombres. En esto es inevitable el conflicto. Ciertamente; la coexistencia ha 1 provocado en todas las épocas reacciones de defensa o de capta- cién: se ha considerado al otro como aquel que “no comprende (1) Cf. J. Dumazedier, "Vers une civilisation du loisir?”. Paris, Seuil, 1962, p. 215 ss. Powered by § camScanner 122 ENCUENTROS nada” 0 que “no es capaz de nada”; nos hemos endurecido por- | que nos hemos visto rechazados; hemos visto a nuestro compaiie- | fo como. a nosotros nos hubiera gustado sero segtin un ideal prefabricado; 0 fascintiva- mente el educador dice que “no” a su interlocutor real, que se opone de una forma més 0 menos consciente a una presién mas © menos voluntaria. El miedo “El educador necesita ser educado”, decla Marx (2). ¥ lo es necesariamente si acepta el didlogo. De hecho, las circunstancias anteriormente citadas provocan una acusacién y un malestar para con Ios, educadores. La abstencién es también grave cuando los padres confian la educacién de sus hijos a un estable- cimiento escolar, 0 cuando los profesores abandonan, por la in- formacién, los deberes de la formacién. Cualesquiera que sean los motivos, de los alumnos, los edu- cadores hacen que se estremezca constantemente una tan frégil proteccién. Su inevitable presencia hace tambalearse el concepto (2) Karl Marx, Tercera tesis sobre Feuerbach. (3) Lo dicen muy claramente. "La juventud moderna no encuentra ejemplos inmediates cuando mira hacia atrés", dice un joven. “Es cier- to, dice otro, que actualmente la juventud no puede encontrar, en la goneracién anterior, unos ejemplos adecuados..." (cit. en “Les conilicts de générations”, P. U. F., Paris, 1963, p. 120). (4) C. Brémond, ante el resultado de una encuesta hecha entre profesores, exclama: "La mayoria de todos ustedes han reconocide que, en definitive, no saben nada de lo que piensan y de lo que aman sus alumnos”, ("Cohiers universitaires catholiques”, junio-julio, 1964, p. 41). Ct. G. Teindas y Y. Thireau, “La jeunesse dans la famille et la societé modemes”, Paris, 1961, p. 385-393 ("Comment les parents voientils leurs \ enfants?"), etc. Powered by § camScanner DAR LA PALABRA: EXPERIENCIA PEDAGOGICA 123 que el educador se habfa formado de la vida y de Ja cultura, y, mas atin, la base donde reposaba su existencia. Ella no es sola- mente un obstaculo exterior; se infiltca como un veneno que brotara de dentro, para turbar un equilibrio pagado con muchos afios de intentos y tanteos; es, como toda novedad, un factor in- terior de “disuasién”. Ningin conocimiento teérico, ninguna in- formacién puede sustituir a semejante experiencia, porque ella compromete a todo el hombre. Atrevamonos a dar su verdadero nombre a este veneno que debe sacar el educador de su atonfa, 12 amiénaza que representan estos queridos intrusos para sus ideas, su obra y su relativa cranquilidad, es el miedo: miedo a perder suj prestigio y su autoridad, miedo a quedatse sin la mascara del pri- ‘vilegio que se otorga al adulto o al hombre de experiencia, miedo * a mostrar sus limicaciones y su incompetencia, miedo a dejarse artébatar la fuerza y la justificacién que el adulto encuentra en las miradas de admiracién de su hijo o de su discipulo, miedo a enfrentarse con el problema del futuro y del’ sér extrafio al que descubre un rostro completamente nuevo.’ El especialista puede escapar a una interrogacién tan agobiante y encerrarse en el uni- verso de su profesién o de sus relaciones. El educador no puede hacer esto. Cuando pretende “armar a sus hijos para el futuro”, se ve desarmado por ellos; después de haberse lamentado por “no poder decirles nada”, se pregunta a si mismo: “Tengo algo que decirles?”. Se presenta un vacio que, en realidad, esta dentro de él Entonces retrocede, porque tal incertidumbre es incompa- tible con su seguridad. Tiene miedo a motir. & Pero" asi/aptende ayreconiocet que en realidad, Ja resistencia que encuentra ante él esta inspirada en unos motiyos muy. pareci- dos a los suyos. Los ediscados defienden su derecho a la existencia y mas que su futuro, su presente. Temen entrar en un mundo ocu- pado por las generaciones precedentes, 0 muy. parecido al que ellas han hecho, y encontrarse tan faltos de recursos como ellos ante unos problemas atin més graves que los: suyos. Los adultos, ademas de serles un obstaculo presente’ y un’ peso inttil del pasa do, significan paca ellos la yulgaridad, Jas dificultades y los tra- bajos, en una palabra, la amenaza del porvenir. Les ofrecen una lamentable imagen del futuro. Y en la medida en que el medio de los adolescéntes crece lo suficiente como para conscienciar co- Jectivamente su autonomia, tiende a aislarse, a crear un universol) Powered by (9 CamScanner 124 ENCUENTROS lo les falta lucidez ni valor, porque prevén lo que les espera. Sélo hacen una para- da para retrasar la hora que saben ya préxima, la hora de en- trar en la sociedad de los adultos, la hora de pasar de este mua- do al otro. Una condicién comin ; De esta forma y de otras muchas mis los interlocutores y sus compaiieros esquivan el tiempo que ha de venir. La confron- tacién agrava las cosas, pero descubre también “la presencia de la inmadurez de muchos” (6), un huir del otro que es también una : necesidad de ausentarse del mundo histérico y un temor a vivir en si mismo. Sin embargo, este temor, este miedo, es ya comtin, es.el origen de una verdad descubierta entre varios y de una exi- gencia mas pro sta muerte, que debe mirar cara a cara deseamascarandose el rostro, le hace que le parezca ridicula la mascara de su com- petencia 0 de su autoridad. Lo que conservaba con tanto aprecio ho era un absoluto, sino solamente un medio, necesario o inutil, para alcanzar una iniciacién esencial. Hari entrar su propia des- aparicién en la marcha pedagégica, en el camino que el educan- do debe seguir para vencer el miedo que Io detiene en el um- (5) En la nueva revista "Mademoiselle", junto al tema’ “Romanti- que, pourquoi pas?”, se observa un deseo de demostrar que el mundo ge menos hostil, los conflictos sociales menos graves y la incomprensién Ge los padres menos absoluta de lo que creen los corresponsales del | diorio.. Se desdramatiza, y se asegura al mismo tiempo qué se va consolidando el paraiso de la adolescencia. (6) I. G. Clarke, en “Esprit”, 32 (1964), p. 276. Powered by § camScanner DAR LA PALABRA: EXPERIENCIA PEDAGOGICA 125 bral de su existencia de adulto. Quiz4s también, sin necesidad de defenderse con Ja huida, la rigidez o con una fingida familiari- dad, se encuentré més facilmente de acuerdo con los que esté educando, por set més humilde y por verse menos obligado a ocul- tar_sus limitaciones. prolongara o sustituird la experiencia que puede ser para el nifio el espectaculo de sus padres arrodillados junto a ellos ante Dios (7): estos idolos del hogar son sdlo unos hombres, unos semejantes; sus privilegios, sin dejar de implicar ciertos deberes, se desvanecen ante la realidad de una comunién religiosa y ante la urgencia de una colaboracién. Visto desde este angulo particu- lar, sin duda pareceré més normal que el maestro descienda de su catedra y que los’ nifios traten a sus padres con mas confianza. icio® (8). a amistad cristiana fundada en esta experiencia participa, inque un poco de lejos, en Ja “humillacién” de la Palabra eter- a. Comulga con el misterio de Cristo que vino a los hombres y se hizo uno de ellos, hasta sentir miedo a la hora de la muer- te. Ciertamente, cuando fue “detenido”, les dio libremente la vida que ellos le pensaban arrebatar. También el educador se ve conducido a donde no queria; y reconocerd como la gracia de Jas gracias —aun sabiendo que es algo tertible— el favor de erse unido a sus hermanos hasta el punto de que uno de ellos, nn nifio, le atara Ja cintura. (Jn. 21, 18). (7) Cf. P. Bovet, “Le sentiment religieux ot la psychologie de I'en- fant", Neuchétel, Delachaux y Niestlé, 1933, p..86-87. (8) Pablo VI, Enciclica "Ecclesiam suam”, 6 agosto 1964, Powered by § camScanner 126 ENCUENTROS LA TRADICION DE LO NUEVO El peso de las palabras El educador no se debe contentar con esto; porque esté en- cargado de una misién especial. Debe transmitir ciertos conoci- mientos. relaciones entre el educador y el discipulo intentan ser el crisol donde se ope- ta lentamente la mutacién de la cultura y la -evolucién del len- guaje: en ellas deben mezclarse de una forma privilegiada dos cortientes opuestas, Ia de una tradicién y Ia de una revolucién; n ellas se forma ese “humanismo en vias de desarrollo” del le no hace mucho hablaba M. Maheu (9), y se perfila el hom- re moderno, el que ensefia y el que es ensefiado, el que esta lamado a estar toda su vida aprendiendo, a perfeccionarse, a co- jenzar su propio ciclo” constantemente (10). El educador, para ensefiar, se vale de las palabras. ; Palabras! Las tiene para todo; su boca, su cabeza y su equipaje estan Lle- nos de ellas. Corre el riesgo de convertirse en un charlatin preo- cupado solamente por encontrar una ocasiéa para ofrecer este material ya deteriorado por el uso. Pero puede también com- probar cada dia su peligrosa fuerza, si utiliza estos fragiles uten- silios para el trabajo del espfritu. Aparentemente, nada (9) Proyecto de programa y presupuesto para 1965-1966, Unesco, 1964, n. 111. (10) A. Kaufman y J, Cathelin, “Le gaspillage de la liberté", Dunod, Paris, 1941, p. 102, Powered by § camScanner DAR LA PALABRA: EXPERIENCIA PEDAGOGICA 127 Los sorprende en el terreno de esas palabras recogidas quién sabe dénde, y que por la postura humana que representan, requieren una apuesta proporcionada. Dice el maestro, ci hablas del arbol, pero gsabes lo que es? Toda una serie de experiencias y de operaciones les expli- cara, enriquecer’ y despertard lo que. surge del_mundo de los hombres, y de lo que sdlo sabe la. primera palabra. Hay muchas clases de arboles: el Arbol del bosque de Boulogne, el de La Fontaine o el de Dubuffet, el arbol del ahorcado o el de los ase- traderos noruegos; el arbol puede ser también, por las metamor- fosis debidas a las evoluciones de 1a consciencia, el Arbol césmico, Qué significa hablar? El educador deberfa plantearse de nano esta cuestién, que va resolviendo a medida que su umno aprende a_plantedrsela. Después surgirin otras palabras més cargadas de sentido: felicidad, el amor, la muerte, Dios. Paulatinamente, al ir es- srutando en el vocabulario Ja inmensidad de una experiencia siem- pre nueva y siempre antigua, el pedagogo comprenderd la ma- nera de hablar de su Maestro. El Sefior si sabia lo que significaba hhablar. Del mismo modo que descubria en las preguntas de sus interlocutores Jo que en ellas se hallaba “perdido”, les iba de- olviendo las palabras cargadas de un nuevo sentido, oculto to- davia para ellos. Sus palabras se convertian en las de Cristo y ¢ enriquecian con su Palabra: les descubria lo que ellos le aban dicho. “Bien dices, no tengo marido” (Jn. 4, 17); ignoras odavia lo que es amar, pero tus palabras formulan sin té saberlo (11) M. Oury, citado por F. Gaussen, en "Le monde”, 5-6 de Julio do 1964. Powered by § camScanner 128 ENCUENTROS fidelidad a la que te destind. “Tu lo dices; soy rey” (Jn. 18, '); tienes razén, th anuncias otro reino, aunque no tengas lor para buscarlo. “Lo que se dice es verdad” (Jn. 4, 37), pero ina verdad todavia no descifrada, qué “libera” el mensaje del Vetbo y que hace presente su venida, Cada una de estas humil- | les palabras “profetiza”, como las de Caifés (Jn. 11, 51), el i isterio que encierra, sin saberlo, y otorga al que habla el ma- i avilloso y terrible don de quien lo ha tomado para hacer de él un riculo de Javé, la palabra de un encuentro. - "No sabes lo que dices”, y sin embargo, “tienes raz6n": dos frases que significan una conversién interior a esas palabras que Pero el Pedagogo sabe que tenemos -razén | y al empezar 2 balbucear las distintas | ealidades de este mundo; en cambio el educador nunca acaba de aprender ni de ensefiar. Debe estar continuamente examinan- do las palabras que da y las que recibe; estas son aparentemente Jas mismas, pero en realidad son distintas, y su diferencia le obliga: a ar_en-ellas un sentido més profundo. Al servicio de los vivos rfa degradante para un sabio descender a ser un “repetidor”, ni para uo poeta convertirse en un distribuidor de “pdrrafos esco- El educador no podria conformarse con, gidos”. 7 {pulos los desperdicios de Powered by § camScanner DAR LA PALABRA: EXPERIENCIA PEDAGOGICA 129 RARER Ee cenin i obliga a confesar cudn abstractos eran sus conocimientos antes de haberlos pasado ‘por esa criba. La teologia del predicador, la cultura técnica o literaria del profesor y 1a sabiduria de los padres deben responder de s{ mismas. Ie, , revel cupacién de Dios, origen misterioso de la Encarnacién del Verbo y de nuestro Re- i dentor? No esté llamado a compartir esta preocupacién por los demas? Esta vocacién le exije adaptar su saber. “Pero querria estar presente ante nosotros ahora, dice con San Pablo, y adaprar mi voz, porque no se qué hacer con vosotros” (Gal. 4, 20). Es- cribird para ellos los libros que ha coleccionado, gracias .a. ese “rewriting” que hard de ellos su prdjimo. Sus libros serin juzga- dos segtin la forma con que pueda hoy nutrir con ellos a sus hermanos. No tiene derecho a engafiar su hambre; debe satisfa- cerla totalmente. Qué les ofrece? ;Palabras vacias? Tiene el privilegio y la alegria de poder comunicar su saber-privilegiado con el que, paraddjicamente, puede perjudicar a. los mismos que, por los mass-media o el libro de bolsillo, le recuerdan que la “vulgarizacién” puede constituir el honor de su tarea. Pero esto es también una exigencia. Debe hacer la prueba de su utilidad, criterio este con mucha frecuencia despreciado en nombre del caracter “desinteresado”: de Ja cultura. Partiendo de los seres vivos que tiene ance si, debe volver a la materia de su ensefianza para descubrir en ella las “cosas antiguas y las cosas nuevas” que ‘nunca hubiera conocido si la. presencia de sus compaiieros no le | hubiera permitido extraerlas del tesoro que tenia os rostros con los que se va a encontrar, recons- i || Powered by § camScanner 130 ENCUENTROS truye en su imaginacién unos caminos que se sabe de memoria: las obras cientificas 0 literarias hablan de unos viajes a través de un universo que, décil, devuelve al espiritw sus propias pre- guntas. No es que aprenda as{ nada nuevo; sino que lo sabe de orca raanera, Y cuando se diige de nuevo a sus interlocutores, les devuelve algo de lo que le ha descubierto la atencién que les ha prestado. El educidor lo sabe muy bien, aun antes de capcar todo su alcance: El invento de la tradicién (12) Pero puede, al dejar de creer que su saber es intocable, con- siderarlo inservible y ya superado. Si cede a este sentimiento, quiere decir que no es capaz de reconocer el precio con el que Jos hombres han pagado sus conocimientos, y que puede conser- var un “depésito” muerto, o abandonar cobardemente un ins- trumento de luz y de progreso. Simplemente reaccionarfa ante sus interlocutores de una forma normal contra lo que igno. ran y contra lo que les debe. do culpable” es el reverso de un presente que pretende set ab- soluto y que, al no soportar la confrontacién con un pasado di- ferente, 0 con otras culturas, no se considera como un momento del tiempo. ‘omo las nuevas generaciones necesitan de su fuerza, ya fadura por la humildad de una actualizacién personal, tienea jerecho a esperar de él los frucos de una tradicién pasada por criba del presente. La psicologia, la sociologia o la etnologia (12) Sobre: la relacién entre la tradicién y lo nuevo, referirse a G. M. de Certeau, “L’épreuve du terips”, en “Christus”, t. 13 (1966), p. 11-331. Powered by § camScanner DAR LA PALABRA: EXPERIENCIA PEDAGOGICA BL an demostrado ya suficientemente que la novedad, siempre ‘re- lacionada con un estatuto mds antiguo, supone un proceso de “reempleo”; que la experiencia anterior provee de las condicio- nes necesarias a la experiencia siguiente; que las estructuras pre- cedentes subsisten en las reacciones y hasta en las refutaciones tulteriores; que las rupturas obedecen a una implicita continui- dad y que el pasado sobrevive tacitamente en el presente. Ig- norar esta dialéctica del progreso es juzgar al hombre de una furma muy superficial ¢ incapacitarse para formaclo cevelandose por la historia que lo ha hecho, la historia que debe hacer. fos preguntamos menos: “¢qué es? gpor qué es? como_se_ hace historia?”. Dicho de otra_maner: (13). El educador cris- tiano se aviene bien a este tipo de reflexién. Por medio del ana- lisis de una evolucién muestra al nifio el sentido de su existencia ensefiindole a experimentar por si mismo, la movilidad como la ley misteriosa del porvenir, que intenta, en vano, detener la ne- gacién de un pasado o el temor de un futuro. Se ofrece un aspec- to del tiempo’ més amplio que el momento presente, lugar de vér~ tigo entre el pasado y el fucuro. Lo hace arraigar en una génesis espititual en la que busca su auténtico comienzo para abrir en él un futuro irreconocible. Es este un trabajo oscuro iluminado por la fe, aunque siempre debe preguntarse de donde viene y a dénde va; trabajo sostenido por un continuo didlogo que le mues- tra la profundidad de su preparacién y Ia realidad de su espe- ranza, Ve renacer las cosas que, por un momento, creyé definitiva- mente muertas; ve aparecer nuevos seres, colaboradores suyos en una obra que él habia dejado sin acabar. Si mira todo es- to con los ojos de la fe, descubrira que no hay nada que le pue- da mostrar mejor la Novedad de un testamento que él debe transmitir, aunque sea en el limitado campo de’ la ensefianza del (13) H. Arendt, "La condition de l'homme modeme", Paris, Cal- mann-Lévy, 1961, p. 330-334. El autor hace observar a este respecto que “el objeto de la ciencia no es ya la naturaleza ni el universo, sino la Historia, el relato de la génesis de la naturaleza, de la vida o del universo”. (Ibid., p. 333), Powered by § camScanner “e 132 ENCUENTROS a, b, G 0 de los primeros gestos; porque, ligado como esta a [ este constante volver a comenzar, se vuelve hacia la obra escato- légica de la que a su vez serin ministros estos nifios. Finalmente, son ellos los que le toman la palabra y le hacen experimentar su cooperaciéa en los designios de Dios, Para ellos, el Seftor lo con- vierte sin cesar en el testigo de la palabra, confirmada y profeti- zada por él. LA PALABRA DEL POBRE Un educador mds is e quisiera ser una madre para sus hijos; el pro- fesor intenta suplir a los padres, y el consejero espiritual preten- dera hacer de padre o de maestro. Pero este totalitarismo es fatal tanto para el equilibrio psicoldgico del educando como para el del educador, este olvida que su tarea es muy modesta, y limitada su fesponsabilidad. Creera que es Dios. Nada tiene, pues, de ex- trafio que sienta cierta angustia. Sélo Dios es totalmente padre, y padre de todos. El solo conoce Ia pasidn de un amoz universal, aun cuando confie a sus servidores el cuidado de la gente de sw casa para hacerles compastir, segin sus dones y sus diferentes misiones, la tarea de dar a los suyos el alimento necesario en el 3 momento oportuno (Mr. 25,45). El educador no puede, pues, dejar de colaborar con los de- mas para tooperar en la obra de Dios. Lo que ha aprendido ; con sus discipulos y en sus relaciones con :los otros educadores q se lo confirmaran atin més. Considerar a los primeros iguales a <5 por ellos vislumbré en su palabra un porvenir y un pasado que superaba a lo que de ellos sabia al principio. De la misma manera, a través de la pluralidad de los organismos educativos, descubre que es un educador més entre otros muchos, no por €s0 irtesponsable, sino comprometido en una responsabilidad com- partida, en un cuerpo que se forma por la actividad reciproca de todos sus miembros y en el que el nifio recibe de todos, aun i i Powered by § camScanner DAR LA PALABRA: EXPERIENCIA PEDAGOGICA 133 cuando languidezca si le falta lo que uno de ellos le debe dar. Por medio de los intercambios entre padres, maestros, conseje- 10s espirituales y -responsables politicos, se adquiere un mayor co- nocimiento de la cultura que cada uno ofrece y debe poner en practica como “un conjunto de medios puestos a disposicién del hombre para establecer contacto con otros hombres” (14). Con esto, el educando est mejor prepatado para entender el idioma comtia en el que los otros le hablan; asi entenderd mejor a sus yecinos con los que si hubiera tenido que mantener un dié- logo aislado habrfa sentido temor y desconfianza; aceptard las palabras que le ofrecen innumerables donantes, que requieren, sin embargo, otras presencias y que presentan a veces un senti= do imprevisible. Este es el buen uso del pluralismo: hace solida- ios a los educadores y a los educandos, sin que ninguno pueda arrogarse un privilegio que corresponde s6lo a Dios. La ausencia de los otros Es ya ser pobre aprender a compartir y a recibir. Pero el misterio de esta pobreza nos plantea un problema mucho més za escolar 0 religiosa. Este exilio del sentido de las cosas parece ser el mismo del tiempo en que el Espiritu abandonaba al Tem- plo. Aumenta cada dia més la cupcura entre la vida que se vulga- riza y el sentido de las cosas que se convierte en sueio; lo mismo que entre el saber técnico y unos conocimientos marginales, en- tre Ja cultura utilitaria y un futuro “diferente” donde se expresan. + los deseos para los que ya no hay lugar en la cultura tradicional. 22 Al encontrarse al margen de la instruccidn, surge la necesidad de- reunirse fuera, en una verdad, en unas " mitologias” (15) donde los (14) R. Meslin, en “Cahiers universitaires catholiques”, 1964, nim. 9- 10, p. 510. (15) En los discos, el cine, la televisién y. los diarios nacen los epopeyas del siglo XX y los mitos que rigen Ia conciencia. Powered by § camScanner er = 134, ENCUENTROS educadores deben descubrir una necesidad no satisfecha. ar su impotencia, que revelan, como en una imagen deformada de lo que hubieran debido aprender a decir, la liturgia de Jo imaginario, el abandono de una moral sin relacién real con Ja vida, el rechazo de un voca- bulario cuya verdad se_desconoce. ; reverso de esta situacién son las injustas fronceras que se han fijado a Ja cultura. Quizis sin él saberlo, el educador colabo- ra en estas delimitaciones cuando cree que los conocimientos estan “reservados” a una “élite”. Si la verdadera riqueza del mafiana no es el oro, ni las materias primas, sino el saber (16); si, ademis, con la falta de cultura se ven privados los “iletra- dos” de la comunién con los demas, ;cémo no considerar a estos excomulgados del lenguaje y a esos hombres abandonados a la puerta de la civilizacién como los verdaderos pobres de hoy? @Cémo no repercutiria su ausencia en el lenguaje que pretende asegurar el contacto entre los hombres? Si la palabra es pobre en si misma es porque espera a es0s ausentes: sin ellos, nunca podra ser una verdadera comunién. El lenguaje de la caridad no i es auténtico si no esta marcado con este signo: “Los pobres son evangelizados” (Mt. li, 5); ellos participan en la palabra que une. Pero este signo prometido se opone.a lo que el Padre Chevrier constata ya como una llamada: “Los pobres no son evangelizados"; todavia no tienen derecho 4 la palabra. Por lo tanto, el vocabulario del educador sigue teniendo poca seguri- “dad. -Anuncia lo que todavia no da. No puede valer gran cosa para quien no ha sido admitido en él. El creyente a quien el Sefior no cesa de repetir: “Dadles vosotros mismos de comer” (18) Cf. P. Fraire, “Alfabetizacién de adultos y concienciacién”, en Bibi (Boletin Iberoamericano de Informacién), n. 78-79 (1966), p. 4-11. en roer ere Powered by § camScanner DAR LA PALABRA: EXPERIENCIA PEDAGOGICA 135 (Mc. 6, 37) gabandonard en el desierto 2 esta “gran muleitud” de hambrientos que crean toda Ja riqueza econémica (17). Ningin educador puede soportar por si solo el peso de ta- les cuestiones. Pero gquién no estd atento a ellas, y quién seria tan osado que las considerara de poca importancia? Por otra parte, todos deberin responder al juez: “Tengo hambre...” (Mt. 25, 35). Por este hambre de hombres y por su propia pobreza pue- de ya encontrar sentido a sus palabras. Dejar decir lo que es Estas palabras esbozan una comunicacién y apelan a una realizacién que es una expropiacién, Se oponen, pues, a esa clase de lucidez que “toma consciencia”, que se enorgullece de Io que 2 qe son. El educador espera a los ausentes, Espera reconocerlos cuan- do Ileguen. Sabe también que sdlo se unira a ellos si los deja ha- blar, y que nunca entraré en el “Santuario” (18) cuya puerta ha sido abierta por él. En esto es fiel a la comunién que instauré el Sefior, porque el Verbo: hecho hombre no deja de alentar la esperanza que El desperté y que crece con Ia fe en la encarna- ciéa_de la Palabra. eee {17) Ct. M, de-Corteau, “Ouverture sociale et renouveau missioncira de I’école", en “Christus” t, 12 (1965), p. 554-571; D, Hameline, “ 2 , , p. $5471; D. . "Les pau. vres 4 la porte de l'école", on "L'école chrat at g Ed. Ours Paris, 1966, p. 1254140. Fee eae "La consciencia es, empleando una ima i . igen antigua, - Pistamente justa, un Santuario en cuyo umbral todos deben dolarcrec = Tee do’ Beniomensaje del 23 de marzo-de 1952, en "Liéducction" Dos. clée do Brouwer, Paris, 1955, p. 428, ' ees Powered by § camScanner 136 ENCUENTROS . El mismo misterio de Ja pobreza lo volvemos a encontrar de Otra manera, aparentemente mis modesta, El educador puede in- quietarse al ver desarrollarse al margen de su ensefianza, de su predicacién, de sus clases’ o de sus directrices, la cultura visual de los massmiedia 0 del cine. Sin embargo, reconocerd en ella lo que le fue prometido a su palabra, Porque estos hechos y estos documentos —hoy al alcance de muchos, reservados antes a una selecta minorfa, que, después’ de muchas eliminaciones, accedian a las “piezas originales"—,-significan la desaparicién de un pa- ternalismo intelectual. Ademés, al poner en cortocitcuito la pala- bra que los designaba, * aparecen” fos objetos; la visién de las co- sas despoja al lenguaje de su suficiencia y descubre su pobreza, proveyéndolo de lo que, en teoria, se contentaba con Hamar lo No alcanza'su*meta el educador cuando al-hablar senci- Hamente de un Arbol, simpatiza progresivamente con el misterio dé unz-realidad que se Je escapa? Intenta hacer un lugar, entre las palabras que encuentra en las preguntas de los otros, a la Realidad que todo lo explica y que nadie posee. Comprende me- jor la pasién que Jess sentia por la realidad de las cosas, el verdadero idioma de los hombres. Con esto conoce ya la felici- dad: de dar Ja palabra: a lo que es, de convertirse en pobre aco- | giendo a los demés, y de repetir humanamente la palabra tan sim- ple y tan asombrosa por Ja que se definfa el Verbo del Padre: “Mi ensefianza no es mia” (19). En Jests aparece El que Es; su ‘Palabra esta hecha con las palabras de una conversacién humana, es ‘infinitamente rica por lo que recibe. El educador Jo imita a su manera; (19) Jn. 7, 16. CE. el bello comentario de San Agustin, Tract. in Joan- nem, 29; PL 35, 1629-1631. Powered by § camScanner DAR LA PALABRA: EXPERIENCIA PEDAGOGICA 137 Hétoe escondido, ligado a las mayores dificultades de su tiempo, el educador es, por todas estas cosas, el apdstol de hoy. Dondequiera que se busque una cultura, se trabaja por definir una pedagogia. Lo mismo ocurre con la evangelizacién. Si, a fina- les del siglo XVI y principios del XVIJ, durante una de las cri- sis mas graves que sacudieron al Occidente, el gran movimiento re- formista y misional se concentré en la educacién de esos descono- cidos del pasado y privilegiados del futuro que eran la mujer y el nifio, no fue por casualidad. ;No debe ser hoy igual con res- pecto a esas multitudes a las que no les llega ni una palabra ver- daderamente cristiana, es decir, Pero estas tareas requieren lo que Clemente de Alejandria amaba “el espiritu infantil” —la fe en la novedad siempre in- gotable del Espiritu—, que se opone al “pesimismo nauseabundo” le los gndsticos (20). El educador que se regocija con la in- comprensible aparicién de la pequefia Ana en el lenguaje nuevo, que simpatiza con un prdjimo todavia imposible de captar, uede ya secreta y humildemente, recogerse con la Virgen fiel y, ‘omo ella, al decir “si” al Verbo que se anuncia, darle la palabra. Powered by § camScanner

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