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Había una vez un hombre que trabajaba en una carnicería de un supermercado

muy grande. Poco antes del cierre del supermercado, tiene que llevar un nuevo
paquete de carnes al congelador. Al entrar, no se da cuenta y la puerta del
congelador se cierra con seguro estando él adentro. Lamentablemente esa puerta
solamente se abre desde afuera. Tocó con todas sus fuerzas para ver si algún
compañero lo escuchara y pudiera abrirle la puerta, pero ya todos estaban
apurados en retirarse a sus casas y nadie lo escuchó. Ese hombre estaba
resignado de quedarse congelado y no poder salir.

Sin embargo, después de unos minutos el vigilante del supermercado abre la


puerta del congelador y lo encuentra al hombre con mucho frío, pero aún con
fuerza para salir del congelador. Se sintió muy agradecido con el vigilante por
haberlo rescatado. Le preguntó: “¿cómo llegó a escuchar sus golpes y pedido de
ayuda si su puesto de vigilancia está muy alejado del congelador?“

El vigilante le respondió: “No, no escuché nada de los golpes que hiciste.“

“Entonces, ¿cómo así se te ocurrió abrir el congelador?“, le volvió a preguntar el


hombre.

El vigilante con un rostro cordial le respondió: “Resulta que llevo años trabajando
en este supermercado, y todos los días eres la única persona que el llegar y al
salir del supermercado me saluda y se despide muy respetuosamente. Todos los
demás pasan por mi saldo ignorándome. Así que cuándo vi que el supermercado
estaba vacío, me sorprendí que no te hayas despedido de mí. Decidí buscarte por
todo el supermercado y es por ello que llegué hasta el congelador.“

Qué importante es mostrar aprecio y respeto por todas las personas por igual. Esa
misma actitud hizo que el vigilante busque al hombre atrapado en el congelador.

Mantengamos siempre una actitud positiva en el día a día.

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