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Cuerpo, discapacidad, vejez

Calles para todos


Una aproximación a la socioantropología del cuerpo desde las luchas de la
accesibilidad

Tomás Sánchez Criado

Munich Center for Technology and Society, Universidad Tecnológica de Munich

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1. «Calles para todos»

Barcelona, 14 de marzo de 2015. Es una mañana lluviosa en la ciudad. Un transeúnte


inopinado camina bajo la lluvia por el paseo de Gràcia. No está el día para demasiados
trotes, pero no tiene prisa ni empeños. Aunque sea extraño para el día que hace,
pasea. Un poco más arriba de la calle Aragó, y en dirección a la Diagonal, por la acera
de la derecha puede ver desfilar una cabalgata pintoresca: tríadas o parejas de
personas ciegas entrelazando sus brazos mientras caminan, formando una fila;
guiándose mutuamente ante la dificultad de orientarse bajo la lluvia; algunos cubiertos
por paraguas, otros acompañados por sus perros, esos de allá sondeando el pavimento
con sus bastones o estos de aquí hablando con acompañantes videntes. Aunque son el
contingente principal, les acompañan diferentes personas en silla de ruedas. Muchos
de ellos llevan pancartas, otros silbatos y alguno un megáfono… Cualquiera que por allí
pasara y se acercara podría escuchar un grito rítmico, mantenido gracias a quienes
llevan el megáfono, pero sin duda compartido con mayor o menor intensidad por la
fila de cuerpos anudados que se mueve en dirección a la Diagonal . Se escucha:
«Carrers per a tothom, carrers per a tothom…» («Calles para todos»).

El transeúnte inopinado, atacado por la curiosidad, se acerca a ver qué está pasando.
La pancarta, de unos dos metros, reza El nou Passeig de Gràcia no ens fa cap gràcia (El
nuevo Paseo de Gràcia no nos hace ninguna gracia). El evento, seguido de cerca, está
también acompañado por un enjambre de periodistas, ataviados con grabadoras,
cámaras y micrófonos, que sigue a la comitiva, entrando y saliendo de la misma a lo
largo de su recorrido. «Carrers per a tothom, carrers per a tothom…». Todo parece
indicar que se trata de una manifestación. «Y van no sé cuántas en los últimos años»,
piensa nuestro transeúnte. Pero esta no la había visto nunca. Le come la curiosidad. El
transeúnte pregunta a uno de los participantes, que le dice que es una marcha
organizada por la Plataforma Carrers per a Tothom (Plataforma Calles para Todos), que
se ha creado hace relativamente poco y que reúne a diversas asociaciones de personas
ciegas y de personas en silla de ruedas para protestar por el nuevo diseño del paseo de
Gràcia. La comitiva sigue y el transeúnte se queda atónito. No se había percatado de

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ningún cambio relevante en la calle. Sí, es cierto, ha habido obras en los últimos
meses, pero ¿cuál es el problema? ¿Por qué no les hace gracia?

La pancarta que se va desplazando calle arriba también tiene el hashtag


#carrersxtothom.1 Nuestro transeúnte inopinado, que quiere permanecer en el
anonimato, desenfunda el móvil y abre su cuenta de Twitter. «Carrers per a tothom,
carrers per a tothom…». Una dimensión paralela de la realidad, como una nota a pie
de página de lo que está viendo en la calle, se despliega en la pantalla de su móvil,
actualizándose con una cadencia constante: muchas de las personas en la marcha
parecen estar tuiteando a medida que se desplazan y gritan «Carrers per a tothom,
carrers per a tothom…». Algunos graban clips de audio, otros hacen fotos o graban
vídeos que van colgando. Yendo hacia atrás en el tiempo descubre que la plataforma
tiene un blog 2 donde hay mucha información al respecto. Se abstrae, aunque solo
momentáneamente, de lo que está pasando delante de sus narices. El blog tiene un
manifiesto, que no puede leer bien en el móvil, pero lo guarda para mirarlo después en
casa. Hay también un vídeo, que decide reservar para más adelante.

La comitiva parece detenerse. Mientras se van acomodando en círculo nuestro


transeúnte se aproxima. Una señora ciega se acerca a un megáfono que sostiene otro
de ellos, que también la arropa con un paraguas. La señora saca un papel que, en la
distancia, parece en blanco y empieza a pasar el dedo por la página. «Debe de estar en
braille», piensa para sus adentros nuestro transeúnte, sorprendido de su aguda mirada
sobre la realidad. Parece estar repasando lo que dirá unos momentos más tarde.
Nuestro transeúnte está expectante. Él, que solo paseaba, se ha encontrado con un
pasatiempo bien interesante. Y escucha bajo la lluvia. La señora empieza a hablar. Da
muchísimos detalles técnicos y por fin descubre de qué se trata. Están protestando por
la reciente intervención del paseo de Gràcia, que el ayuntamiento ha convertido en
una «plataforma de nivel cero», sin distinción entre los espacios de la calzada y la
acera. El transeúnte mira a la calle y, efectivamente, se da cuenta de que la acera está
como rebajada al mismo nivel que la calzada. Se da cuenta de que hay parte de la

1
https://twitter.com/hashtag/carrersxtothom
2
http://www.carrersperatothom.cat

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calzada que está, al igual que el carril bici, sobre lo que sería otrora la acera. Al
transeúnte no le disgusta. «Ha quedado incluso bonito y es bastante elegante…
Además, no ha perdido el toque característico y sigue teniendo el adoquín diseñado
por Gaudí, que sería una pena que se perdiese», piensa. Pero la señora que habla al
megáfono pasando el dedo sobre la página en braille está enfadadísima.

Por lo visto, a los ciegos todo esto les sienta como un tiro: con esta distribución de la
calle y con este nuevo diseño no se aclaran, no hay manera de entender por qué parte
de la calle van y tienen miedo. «Vaya, esto sí que es un problemón», piensa nuestro
transeúnte. El problema, sigue la señora, no es que hayan querido buscar una
«solución universal», aspecto que valoran y que quieren reconocer debiera ser la
mejor alternativa siempre, sino que lo que han hecho no ha contado con su
aprobación, y esto les pone en peligro. En pocas palabras, temen ser atropellados por
los coches que se desplazan hasta los aparcamientos subterráneos o por las bicicletas,
y más aún ahora que los taxis son híbridos y cuando van más lento el motor ni suena,
por lo que no los pueden ni siquiera reconocer o advertir en la distancia. El transeúnte
asiente: «Claro, esto no puede ser». Las asociaciones que protestan, por tanto, se
quejan de que no tienen una «señalización táctil» adecuada para moverse de forma
segura con su bastón o con su perro, que no se aclara caminando sin ir cerca del
borde. Pero también se quejan porque han perdido las «señales cromáticas», que
resultan ser muy importantes para las personas con visión reducida. «Como nosotros
los mayores, por ejemplo», dice una señora mayor al lado del transeúnte en voz baja.

La queja principal parece ser hacia el ayuntamiento, que no les ha hecho participar de
forma adecuada en la supervisión de este nuevo diseño, y la señora lee toda una serie
de demandas bien concretas, que nuestro transeúnte olvida rápido, pero que tienen
que ver, por lo que va entendiendo –son demasiadas cosas nuevas, démosle tiempo
para ir asimilando– con el hecho de que se debería mejorar la manera de indicar las
zonas del suelo tanto para quienes usan el bastón como para los que ven poco,
indicando las zonas de peligro potencial de forma mucho más clara y enseñándoles a
reconocer esas señales. Pero no solo hablan por los ciegos, las otras personas en silla
que les acompañan también están muy enfadadas, porque la solución debería ser para

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todos, y no dejando a otras personas al margen. «De ahí el nombre de la plataforma,


claro», piensa agudamente nuestro transeúnte, que poco a poco lo va pillando. Una
vez termina de leer el manifiesto, la gente aplaude y, poco a poco, la cosa se disuelve.

Nuestro transeúnte se ha quedado alucinado. No sabe ni qué sentir y menos qué


pensar. Por un lado, entiende a esta gente y, por otro lado, está sorprendido de que
eso pueda pasar en su ciudad, donde la participación ciudadana parece que ha sido
siempre algo tan importante. Pero también, piensa, si todos nos pusiéramos a pedir el
diseño de la calle sería un sindiós, o quizá no, no sabe bien… Necesita reflexionar un
poco y hace lo que todos haríamos: le dedicará un rato en internet. Al llegar a casa,
nuestro transeúnte, aún impactado, se abalanza sobre su ordenador, abre su
navegador y lo primero que hace es mirar el vídeo, que resulta haber hecho la
Asociación Catalana para la Integración del Ciego (ACIC). «Unos ciegos haciendo un
vídeo, ¡qué fuerte!», dice el transeúnte en la soledad de su estudio. Siente un poco de
vergüenza, no sabe si eso se puede decir o no, si será políticamente correcto o no decir
eso, pero es lo que piensa, no lo puede remediar. Y le parece una estrategia muy
interesante. Así que le da al play…
Ver video: «Carrers per a tothom» – ACIC:
https://www.youtube.com/watch?v=QxLQ4lqDZHs

El vídeo parece bastante profesional y las escenas parecen ser, o eso piensa el
transeúnte, recreaciones de lo que han debido de ser experiencias que han tenido
algunas de las personas de esa asociación. Hay una voz en off que habla de las
generalidades. Y también hay «casos de la vida real» con la voz de las personas grabada
en situación. Cada uno de ellos representa un tipo de persona ciega de las que ha visto
en la comitiva de hace un rato: un tipo que sale del metro, le llaman al teléfono y casi lo
atropella una bicicleta; un turista ciego que no se aclara y se abalanza sobre el carril bici;
una señora con bastón que se mete en el carril de los coches y un coche debe parar en
seco; una señora mayor, uno con perro… El vídeo dice lo que se ha hecho bien, lo que se
ha hecho mal ejemplificado con un gráfico –«¿Esto cómo lo habrán hecho?», piensa– y
hay también una mención a un ejemplo que a ellos sí les ha gustado, un paseo de otra
ciudad cercana, por la que pasea ¡una pareja de ciegos sin ayuda!

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Continúa buscando. La marcha y su motivo aparecen en algunos medios de


comunicación.3 No parece un asunto menor. Tanto es así que incluso la ONCE (la
principal asociación de ciegos y de personas con discapacidad del estado), que no
parece secundar la propuesta, sin embargo publicó una nota de prensa hace unos días
hablando de los peligros de las calles de plataforma única y los coches eléctricos
insonoros, que constituyen los principales peligros para la «accesibilidad» de las
personas ciegas a día de hoy. La accesibilidad, sigue buscando nuestro transeúnte,
remite a una lucha más genérica, en la que están implicados muchos activistas y
personas con discapacidad, pero también personas mayores y activistas feministas que
tienen como objetivo común la idea de construir «ciudades para todos».

Desde los años 1970, con las primeras manifestaciones no solo en Estados Unidos o
Reino Unido, sino también en España, esto ha sido un objeto de lucha de muchos de
estos colectivos. Y con el tiempo no solo ha implicado eliminar las barreras
físicas/arquitectónicas, sino también construir entornos legibles y caminables de forma
autónoma por el mayor número de personas, sin importar su origen o su modo de
funcionar. Esto ha supuesto trabajar mucho sobre los estereotipos que les discriminan
por no tener un «cuerpo normativo». Y buscan que se diseñen «ciudades para todos»
porque, dicen, no se trata únicamente de responder a las necesidades de un colectivo
específico con necesidades muy diversas, sino porque, al hacer las ciudades de otro
modo, esto redundará en beneficios para todas las personas, haciendo ciudades más
abiertas a la diversidad corporal…

El trabajo de hacer «ciudades para todos» ha supuesto muy diferentes dinámicas,


algunas de ellas implicando todo un trabajo por parte de los colectivos, como ACIC, de
intentar incidir en los estándares del diseño urbano de pequeños elementos como los
materiales, la forma y rugosidad de las piezas del pavimento de la acera, el diseño de
los pasos de cebra, de los semáforos, etc. Para ello, en muchas ocasiones, suelen

3
El asunto es recogido en la prensa de tirada estatal:
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/11/19/catalunya/1416413245_750776.html y adquiere un protagonismo en la
televisión local BTV: http://www.btv.cat/btvnoticies/2015/03/14/invidents-manifestacio-passeig-gracia-plataforma-
unica/

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oscilar entre la protesta y participar en distintos procesos de diseño con los


arquitectos, con los legisladores que marcan las condiciones mínimas de esos espacios,
así como con los constructores u operarios que implementan su construcción. Unos
diseñadores, legisladores y constructores a los que han tenido que convencer y
sensibilizar de sus necesidades para que «inscriban» un mayor rango de cuerpos y/o
de tipos de usuario en el entorno construido.

Ver video: «Una vida sin barreras» – Euronews


https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=bpmYn-CAEhM#

Buceando por la red, nuestro transeúnte, al borde del colapso por el exceso de
información, descubre y pasa un rato revisando diferentes proyectos de mapeo y
representación espacial de las condiciones de in/accesibilidad que han venido
produciéndose en los últimos años usando el teléfono móvil y bases de datos en línea.
Lo que representan estos proyectos a veces es muy distinto: no solo porque pueden
existir definiciones diversas sobre qué es un espacio in/accesible dada la diversidad de
cuerpos y los modos de operar en el espacio que deben ser permitidos en un diseño
«para todos» (aunque haya algunos acuerdos básicos y generales entre algunos grupos
de usuarios); también varían las infraestructuras tecnológicas empleadas y el grado de
mantenimiento que se les puede dar a estas actividades. Por ello, varios de estos
proyectos permiten representar, de forma más o menos cerrada, el objeto de su
atención; prestan mayor o menor interés por la geolocalización –con diferentes grados
de precisión– y crean archivos más o menos estáticos, más o menos a tiempo real a
partir de las recopilaciones de los usuarios, con el objetivo de reflexionar e intervenir
en el diseño accesible de los espacios. En su búsqueda por internet, nuestro
transeúnte descubre:

a) el proyecto artístico megafone.net que, en 2006, realizó una experiencia de mapeo


colaborativo en Barcelona donde, involucrando a grupos de usuarios en sillas de
ruedas durante unos meses, la voluntad fue la de construir un mapa de la
in/accesibilidad de la ciudad para crear un debate al respecto. Para ello, haciendo
batidas periódicas empleando móviles con cámara integrada, los participantes

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recopilaban información sobre la in/accesibilidad: utilizando en aquel momento una


aplicación de correo electrónico que enviaba los datos a un servidor central, los
participantes no solo tomaban una foto de la situación in/accesible que querían
resaltar, sino que esta se etiquetaba –a partir de un diccionario cerrado de categorías
que pactaron previamente al que podían hacer añadidos– y se geolocalizaba, pasando
a formar parte de un archivo web, que luego fue traspuesto sobre un mapa e impreso
para la presentación fina del proyecto.

Ver video: «BARCELONA*accesible» – Megafone.net


https://vimeo.com/15562231

b) Pero también descubre el proyecto wheelmap.org, una aplicación para teléfono


inteligente desarrollada desde 2013 por un colectivo de activistas por la accesibilidad
de Berlín que permite a los usuarios la geolocalización GPS, sobre una base de datos
OpenStreetMap que se va actualizando a tiempo real con la información que van
introduciendo los usuarios, de cualquier lugar localizable en el mapa en cualquier
punto del globo, permitiendo su etiquetado por parte de diferentes usuarios con el
empleo de un sistema de semáforo (rojo=inaccesible; ámbar=medianamente
accesible; verde=accesible). Este sistema sirve no solo para comunicar a posibles
usuarios la información sobre si hay lugares accesibles en su zona, o qué grado de
accesibilidad tiene el lugar al que quiere desplazarse, sino también permite señalar a
los comercios, establecimientos e instituciones la opinión de los usuarios sobre su
in/accesibilidad, ya sea como medida de presión o de satisfacción.

Ver video: «Wheelmap.org» – TED Hamburg


https://www.youtube.com/watch?v=2R0dLKCsrv8

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2. El cuerpo y su diversidad como «problema» y como «tema» para


las ciencias sociales

Imaginemos por un segundo solo que nuestro transeúnte es, como usted, un proto-
científico social. ¿Qué conexiones o ideas le podrían ayudar a entender mejor lo que
hay de relevante en esta lucha concreta por la accesibilidad? Lo primero que
deberíamos hacer es explicar a nuestro transeúnte que su modo de vivir la calle es
relativo a un momento histórico y a un lugar muy peculiar. La vida en las calles ha
cambiado radicalmente en el último siglo en casi todos los países de lo que se suele
conocer como «el Norte global». Esto ha ocurrido no solamente por algo tan mundano
como la presencia creciente de comercios y de la intervención de corporaciones en el
espacio público, o por una búsqueda denodada de nuestras municipalidades,
experimentando con procesos que promueven o solicitan la erradicación de ciertos
comportamientos en aras de implementar un proyecto de convivencia urbana basado
en el «civismo» o el «respeto del medio ambiente». La transformación ha sido
extremadamente profunda y, eso quisiera argumentar, ha tenido por objeto
primordial de intervención la fundación de una relación con el cuerpo bien particular.

Ya a finales del siglo XIX muy diferentes movimientos ciudadanos y académicos se


relacionaban de un modo nuevo con lo que nuestra existencia corporal implicaba para
la convivencia, resultando en ese proceso importantes teorizaciones para las ciencias
sociales que por entonces se estaban fundando. En el curso de dar respuesta a estas
cuestiones, el diseño de las infraestructuras de nuestras ciudades, nuestras viviendas,
las políticas del espacio público, el rol de los saberes implicados y el tejido de la vida
cotidiana cambiaron irreversiblemente.4 Sin embargo, más allá de la cuestión urbana,
la historia que quisiera contarle a nuestro transeúnte inopinado tiene como aspecto
central el estatuto del cuerpo para las ciencias sociales que esta relación con nuestra
vida urbana ha suscitado.

4
Para una aproximación histórica más detallada véanse los trabajos de A. Corbin (2002). El perfume o el miasma. El
olfato y el imaginario social (siglos XVIII y XIX). México: Fondo de Cultura Económica; y P. Joyce (2003). The Rule of
Freedom: Liberalism and the Modern City. Londres: Verso.

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El cuerpo siempre ha estado presente como objeto de descripción y caracterización de


diferentes sociedades y culturas en la sociología y la antropología pero, tal y como
plantea Csordas (1999), salvo dignas excepciones, no ha sido hasta fechas muy
recientes que su teorización e indagación se ha convertido en un tema con un estatuto
propio. Esto era así por el modo en que se articuló una idea de lo social como lo extra-
individual, lo súper-orgánico o el dominio de las representaciones colectivas, que
dejaba fuera de su rango de teorizaciones o de su especificidad disciplinar la
consideración del cuerpo como tal, dominado a finales del XIX por concepciones fisio-
anatómicas.

Sí lo había sido, sin embargo, en la filosofía y en la moderna psicología experimental,


donde, de un modo recurrente, diferentes pensadores e investigadores desde
Descartes han venido lidiando con el problema de las relaciones entre mente y cuerpo,
entre la espiritualidad y la fisiología o la anatomía, desarrollando desde alternativas
dualistas –que mantienen estos dos reinos ontológicos como separados– a intentos de
superación del dualismo, primando el mecanicismo fisiológico como principio
explicativo o buscando articular modelos teóricos en los que la mente o la sociedad
aparecen como un grado de evolución superior o secundario con respecto a la
individualidad orgánica.

Una de las notables excepciones en las aproximaciones desde las ciencias sociales al
cuerpo –y como pronto descubrirá nuestro transeúnte inopinado leyendo los
materiales de la asignatura– fue el texto, publicado en 1936 y considerado ya un
clásico, de Marcel Mauss «Técnicas y movimientos corporales» (también conocido
como «Las técnicas del cuerpo»). Dicho texto, en su origen –una intervención en 1934
en un congreso de psicología–, contenía una serie de intuiciones geniales que dieron
inicio a toda una antropología del cuerpo que decide poner en su objetivo no solo las
nociones o conceptos enunciados sobre el cuerpo, sino lo que más recientemente se
han venido en llamar los «modos de la incorporación»: los modos de decir, hacer y
practicar el cuerpo (Crary y Kwinter, 1996). Un énfasis en la diversidad de modos de
practicar y hacer el cuerpo que encuentra una expresión enormemente radical en el
movimiento que lucha por la accesibilidad urbana.

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Texto recomendado 1

M. Mauss (1979/1936). «Técnicas y movimientos corporales». En: Sociología y antropología (págs. 335-
357). Madrid: Tecnos.

La aproximación de Mauss parte de una voluntad de entender el cuerpo como


«primera herramienta técnica del humano» para, a partir de ahí, caracterizar las
diferentes «técnicas corporales»: esto es, los diferentes modos convencionales de usar
y mover el cuerpo de acuerdo a una función social. Esto le permite hacer un catálogo
de su variabilidad y sus usos concretos, de las maneras y modos en que aprendemos y
realizamos cosas de un modo culturalmente «eficaz» (lo que no quiere decir
necesariamente relativo a una funcionalidad concreta o de acuerdo a un modo
productivo en el sentido laboral, sino adecuado a una convención). Lo interesante del
planteamiento de Mauss en esta caracterización técnica del cuerpo o, mejor dicho, de
las técnicas del cuerpo, es que esta mirada amplia permite advertir la diversidad
ingente de modos normativos de hacer cuerpo. Aunque el acento se pone, de alguna
manera, en las normas sociales y se juzga una técnica corporal de acuerdo a ellas, el
intento es, cuando menos, analizar de un modo naturalista los diferentes modos e
ideales normativos de moverse, andar, saltar, marchar, etc. Por tanto, no se enfatiza o
se defiende un ideal normativo del cuerpo único (aquello que denuncian y de lo que
protestan enérgicamente los activistas que luchan por la accesibilidad).

Esta voluntad de apertura a la diversidad no solo como aquello que existe en el


mundo, sino como algo a defender y teorizar en las ciencias sociales, adquirió un
connotado carácter político mucho tiempo después. Quizá la historia no sea tan lineal
y las relaciones causales no sean demasiado fáciles de plantear, pero en el curso de las
movilizaciones contraculturales de los años 1960 y 1970 en diferentes países de ese
mismo «Norte global», algo cambió: de ser considerado un problema de gestión
pública, o un mero nivel analítico a emplear en la descripción de las variedades de lo
corpóreo –o, dicho de otro modo, una manera naturalista de observar y comparar las

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diferencias entre grupos sociales–, el cuerpo pasó a convertirse en un tema, un objeto


de indagación y de exploración.

Un lugar de experimentación y transformación, incluso, para los muy diferentes


movimientos que luchaban contra la cerrazón de la variabilidad de comportamientos o
de expresiones corporales que podían poblar el espacio público o la vida íntima, contra
la gestión tecnocrática del cuerpo como problema, y que querían ampliar el registro y
la diversidad de manifestaciones corporales que nuestras sociedades acogen: algo unía
a diferentes movimientos feministas, movimientos de liberación sexual, indígena o por
los derechos de las personas negras o de las personas con discapacidad, que buscaban
nuevas formas de expresividad social relativa a los placeres y a los modos de hacer y
practicar el cuerpo, una innovación en las maneras y modos en que los saberes
experienciales eran convocados. El activismo de la accesibilidad es, sin duda, heredero
de esta transformación, que no solo fue cultural o social, sino antropológica y
sociológica (es decir, alteró el modo en que las disciplinas se aproximaron a lo
corpóreo a partir de ese momento).

Ver video: «Diversidad funcional y revolución de los cuerpos:


Marcha por la visibilidad de la diversidad funcional 2013» – OVI BCN
https://www.youtube.com/watch?v=uXcRPfQZaao

El impacto social de esta «revolución de los cuerpos», como algunos la llaman, ha


venido siendo teorizado en fechas recientes por parte de numerosos trabajos en
ciencias sociales. Pero lo que es indudable es que, gracias a ella, y también gracias a las
movilizaciones académicas y teóricas que estuvieron implicadas en su surgimiento, el
estatuto del cuerpo como tema y no tanto como problema (haciendo esta distinción
quiero decir que se piensa desde lo que implica, limita y posibilita el cuerpo, no como
una reacción a una realidad en la que el cuerpo es un objeto), se ha convertido en una
realidad incontestable. Las movilizaciones por la accesibilidad y las «ciudades para
todos», de hecho, son un buen ejemplo para ilustrar el giro tanto teórico como
intervencionista que se ha materializado en los modos de pensar y hacer el «el
cuerpo» como tema para el desarrollo de las ciencias sociales contemporáneas.

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3. «Pensar desde» el cuerpo

Uno de los aspectos de las luchas por la accesibilidad, así como de la «revolución de los
cuerpos» que contienen, que nuestro transeúnte inopinado se cruzó en su intento por
comprender más sobre la marcha de «calles para todos» y lo que supone, tiene que
ver con la manera en que el cuerpo se ha convertido en el lugar «desde el que» se
piensa. Es decir, cuya realidad se vuelve un objeto de indagación y exploración
singular, prestando una atención denodada a las prácticas concretas en las que se vive
y a las normas que lo regulan; por ejemplo, en relación con unos cánones corporales
que les oprimen, que les plantean un sujeto normal bípedo, vidente, oyente, etc.
plenamente capaz de desarrollar sus competencias intelectuales y físicas para la
productividad, un ser que se piensa como autónomo y que no requiere apoyos
sustanciales.

El cuerpo se convirtió progresivamente en un tema en la sociología y la antropología,


tal y como relata Brian Turner (1989), de alguna manera vinculado a lo que estas
movilizaciones supusieron, poniendo de relieve dos líneas argumentales de cómo se ha
venido pensando y analizando lo corpóreo en sociología y antropología.

Texto recomendado 2

B. Turner (1989). «La sociología y el cuerpo». En: El cuerpo y la sociedad. Exploraciones en teoría
social (págs. 57-89). México: Fondo de Cultura Económica.

a) Por un lado, este giro hacia lo corporal en ciencias sociales pone de relieve la
importancia del «cuerpo vivido», resaltando y visibilizando la necesidad de no dejar el
pensamiento sobre el cuerpo a las ciencias naturales, prestando especial atención a
algo que esas rebeliones del cuerpo habían hecho crucial: la diversidad de experiencias
y modos de vivir el cuerpo. Esto subraya, por un lado, que nuestra existencia es un
hecho encarnado, y por otro lado, la importancia que tiene para las ciencias sociales

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prestar atención a la «experiencia vivida»5 no como un aspecto psicológico o


meramente individual, sino como un hecho crucial de lo que somos como sujetos
sociales y lo que nos conecta con otros seres humanos grupal o colectivamente.

Este enfoque, de hecho, ha sido enormemente fructífero y ha alumbrado novedosas


perspectivas en sociología o antropología médica o de la salud, que ya no solo se
limitan a categorizar las nociones social o culturalmente específicas de «salud», «vida»
o «muerte», sino a estudiar el modo en que las personas viven encarnadamente y se
aproximaban a esas situaciones, construyendo saberes multisensoriales y desde su
propia situación. Esto es, prestando atención a cómo las personas razonan, participan
de o construyen y comparten formas expresivas para relacionarse con esa experiencia
vivida. En este caso, también, luchas como las de «Calles para todos» son enorme-
mente relevantes. Podríamos pensar, de hecho, el vídeo creado por ACIC para explicar
los problemas de las «plataformas de nivel cero» como un producto enormemente
elaborado que ha requerido prestar atención a la experiencia vivida por las personas
ciegas: no solo explorando y visitando esos espacios para sentir si podían o no caminar
por los mismos con sus perros y bastones, sino también relacionándose y pensando
«desde» el modo en que esos espacios acogían o no su modo peculiar de desplazarse
por ellos: reflexionando sobre por qué se perdían al caminar por ellos y buscando
compartir estas reflexiones sobre la no-rugosidad o la no-diferencia de altura de
ciertos pavimentos, o la imposibilidad de distinguir los sonidos de los coches y las
bicicletas con el resto de compañeros para emprender una acción relevante, como una
protesta y una propuesta de cómo pudiera haberse hecho de otra manera.

b) Por otro lado, considerar el cuerpo en ciencias sociales también implica aproximarse
al cuerpo como un campo de batalla de las relaciones de poder y los saberes. El cuerpo
ha sido uno de los lugares más fructíferos teóricamente por la atención particular que
ha tenido para algunos teóricos –como Michel Foucault– como lugar complejo donde
se tramitan no solo relaciones asimétricas de poder entre iguales (el cuerpo es el lugar

5
Véanse los trabajos de: T. J. Csordas (1993). «Somatic Modes of Attention». Cultural Anthropology (vol. 2, núm. 8,
págs. 135-156); M. Lock (1993). «Cultivating the Body: Anthropology and Epistemologies of bodily practice and
knowledge. Annual Review of Anthropology» (núm. 22, págs. 133-155); N. Scheper-Hughes; M. Lock (1987). «The
Mindful Body: A Prolegomenon to Future Work in Medical Anthropology». Medical Anthropology Quarterly (vol. 1,
núm. 1, págs. 6-41).

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primordial donde se dirime la represión y se ejerce la violencia), sino fundamental-


mente, en el último siglo, donde se dirimen relaciones asimétricas de saberes (la
medicina, u otras ciencias análogas, como saber informado sobre el cuerpo a través de
la mirada clínica sobre el mismo «dice verdad» de forma más eficaz y detallada que los
saberes experienciales). Formas de conocimiento experto que no son solo un medio de
saber más, sino que dirigen principalmente el modo en que nos relacionamos con su
intervención, su normalización, su adecuación con unos parámetros de lo que
entendemos como lo sano o lo saludable o lo vivible.

De hecho, casi todos los movimientos de liberación o revolución corporal, de algún


modo u otro, han debido enfrentarse o han tenido que inventar una manera de
relacionarse «diversamente» con el cuerpo de saberes expertos: no ya solo porque en
ocasiones no fueran más que modos elaborados de ideologías sostenidas por aparatos
de validación científica, sino para poder fundar otras formas de relación con
normatividades, en muchas ocasiones apuntaladas científicamente, que les oprimían.
En el caso de las luchas por la accesibilidad, esto ha estado indisolublemente ligado a
una crítica no solo de la discapacidad como una carencia de origen orgánico o corporal
(lo que se conoce en la jerga de los movimientos como «modelo médico-rehabilitador
de la discapacidad»), 6 sino a la inatención o el estetismo inusitado con el que las
disciplinas técnicas han pensado el diseño basado en un cuerpo mítico bien
proporcionado, estilizado y estandarizado. 7 Frente a ambos, toda la inventiva de estos
movimientos ha ido dirigida a mostrar de muy diferentes maneras que la discapacidad
es un hecho o un efecto social: relativo a un modo excluyente de construir el entorno y
de plantear una idealización falsa del sujeto como ser eminentemente productivo,
independiente y que no requiere de apoyos, haciendo invisible que la vida humana
sería inviable sin relaciones de interdependencia, y no prestando atención a la ecología
legal, urbana, técnica y relacional que permitiría que esas personas consideradas como
discapaces pudieran llevar una existencia plena.

6
Véase M. Oliver; C. Barnes (2012). The New Politics of Disablement. Londres: Palgrave MacMillan.
7
Véase R. F. Imrie (1996). Disability and the City: International Perspectives. Londres: Sage.

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En resumen, estos movimientos han tenido que exhibir, por ende, una enorme
creatividad cultural inventando maneras de relacionarse con la experiencia propia, así
como nociones sobre el cuerpo y las prácticas de diseño con el objetivo de transformar
su situación y generar entornos más vivibles, para buscar modos de subvertir el
monopolio sobre los saberes expertos sobre el cuerpo y al modo en que se ha
tematizado la cuestión de la discapacidad por parte de profesionales de la salud y
desde las profesiones del diseño. Algo que corre paralelo con los modos en que la
sociología y la antropología han interpretado su particular vinculación con el estudio
del cuerpo: donde el conocimiento del y sobre el cuerpo no como un fin en sí mismo,
sino como algo relativo a una manera de querer mantenerse vivo, a un intento por
experimentar formas de empoderamiento o quién o qué se puede llegar a ser…

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4. Hacer(se) un cuerpo

En continuidad con estas reflexiones, una de las más interesantes aproximaciones


recientes al cuerpo en las ciencias sociales se ha venido produciendo en el pequeño
ámbito disciplinar de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología. El cuerpo, el
cuidado, la salud y la medicina son, de hecho, un asunto tecnocientífico
contemporáneo del máximo orden, en el que intervienen muchas formas de saber
experto sin las cuales quizá no podríamos vivir pero con las que en muchas ocasiones
necesitamos fundar otras relaciones. No solo porque nos digan cómo tenemos que ser
cuando querríamos ser de otra manera, sino porque puede que el modo de
«componer» el cuerpo que plantean o traen a la luz no nos permita vivir una vida
mejor.

Un interesante exponente de esta aproximación es el trabajo de Annemarie Mol, que


en un texto reciente con John Law (Mol y Law, 2012) ponen en juego el efecto que
pudiera tener el estudio etnográfico de las prácticas de hacer el cuerpo para repensar
el propio estatuto del cuidado del cuerpo en el campo de la medicina, a partir de todos
los elementos prácticos que están implicados en seguir con vida y viviendo la mejor
vida posible. Para pensar en ello, en su trabajo analizan las prácticas y saberes de
expertos, y también de las personas que sufren diabetes, sobre cómo gestionan o se
relacionan o conocen uno de los principales problemas que tiene un diabético, la
hipoglucemia.

En su texto, prestando atención a lo que esas personas hacen prácticamente –con


instrumental médico de medición, con fármacos como la insulina, a través de la
regulación de la dieta o la exploración sensorial de los estados corporales– para evitar,
prevenir, contrarrestar, medir o superar las crisis hipoglucémicas, ponen en juego una
metáfora radical. El cuerpo «se hace» a través de todas esas prácticas. En el sentido
más literal de que se fabrica lo que es o lo que podemos conocer sobre él en esas
prácticas en las que lo nombramos, analizamos y en las que articulamos conocimiento
sobre el mismo. Cada forma de hacerlo implica «fabricar» un modo distinto de
relacionarse con él. Es una metáfora radical porque, según plantean, esto no nos

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devuelve una visión holística o unitaria de lo que es el cuerpo, pero tampoco


necesariamente fragmentaria.

Lo que quieren poner de relieve es que, en muchas ocasiones, el cuerpo no es tanto el


lugar de la posibilidad de la creación infinita sino el principal asunto a componer y
conjugar: cuidar el cuerpo viene a ser una tarea experimental sin fin de coordinar esos
modos de «hacerlo» para conseguir vivir una vida vivible, un asunto enormemente
complejo que remite a la articulación de muchos saberes, aparatos y técnicas
corporales. No se trata solamente de vindicar los saberes alternativos frente a los
expertos, sino también y principalmente de entender cómo los diferentes saberes y
modos en que «hacemos cuerpo» tienen un efecto. Esto significa poner en el foco de
los problemas para una socio-antropología del cuerpo una atención detallada a las
prácticas por medio de las que articulamos las diferencias de esos modos de hacer y
corregimos o adaptamos los problemas que ese conocimiento experto tiene, desde
otra serie de saberes encarnados con la meta principal de componer una vida vivible,
un asunto siempre por hacer, algo en lo que nos va la vida.

Texto recomendado 3

A. Mol; J. Law (2012). «Acción encarnada, cuerpos actuados. El ejemplo de la hipoglucemia». En: R.
Ibáñez Martín; E. Pérez Sedeño (eds.). Cuerpos y diferencias (págs. 153-177). Madrid: Plaza y Valdés.

Esta dimensión de las dificultades y posibilidades que diferentes modos prácticos de


hacer y componer el cuerpo también está presente, y de una forma muy vívida, en las
luchas de la accesibilidad. Por ejemplo, volviendo al caso del inicio, el vídeo de ACIC
caracteriza de una manera muy detallada los problemas para las personas ciegas y las
potenciales soluciones que proponen para resolver el problema de las plataformas de
nivel cero. Por otro lado, la exploración digital de nuestro transeúnte intrépido pone
de relieve que diferentes plataformas multimedia fabrican una noción de accesibilidad
diversa, así como una manera distinta de relacionarse con este hecho. Cada uno de
ellos supone un modo de fabricar la relación del cuerpo diverso con el entorno, un
modo peculiar de fabricar qué significa prácticamente la in/accesibilidad.

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El vídeo, con su explicación tan detallada, sin embargo no contempla el modo o la


manera en que esto pueda ser considerado por los arquitectos o, traducido en un
nuevo diseño que acoja a ese cuerpo, permita que se componga de un modo
satisfactorio; todo ello acaba siendo un asunto incierto. O en el caso de los proyectos
de intervenciones con el móvil: mientras que el primer proyecto (megafone.net) tiene
que ver más bien con el modo de la articulación del problema y la caracterización de
un vocabulario para hablar y poner en común las experiencias, el segundo
(wheelmap.org) se plantea el problema de posibilitar una red de relaciones que
ayuden a dirimir por dónde esas personas se pueden desplazar y cómo visibilizar la
inaccesibilidad de tal modo que pueda hacer presión como lobby sobre los comercios o
establecimientos que no la contemplen. Y, en cualquiera de los dos casos, estos
proyectos difícilmente pudieran ayudar a componer un cuerpo vivible a las personas
ciegas, puesto que fabrican un conocimiento a partir de las experiencias de las
personas en silla de ruedas.

Esas prácticas y su materialidad concreta remiten, por tanto, a unos modos concretos
de componer el cuerpo en relación con la in/accesibilidad de los espacios. Siguiendo la
estela de Mol y Law, quizá otras corporeidades, otros modos de practicarlas y de
«actuar» el cuerpo sin duda abrirían otros rangos de problemas, otros nuevos temas
para el desarrollo potencial de diferentes corrientes y temas de atención práctica para
una socio-antropología del cuerpo.

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Lecturas recomendadas
Blackman, L. (2008). The Body: The Key Concepts. Nueva York: Berg.
Crary, J.; Kwinter, S. (1996). Incorporaciones. Madrid: Cátedra.
Csordas, T. J. (1999). «The Body’s Career in Anthropology». En: H. L. Moore (ed.). Anthropological
Theory Today (págs. 172-205). Cambridge: Polity Press.
Foucault, M. (1999). Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales, Vol. III. Barcelona: Paidós.
Mol, A. (2002). The body multiple. Ontology in Medical Practice. Durham: Duke University Press.

Lecturas vinculadas

Mauss, M. (1996). «Las técnicas del cuerpo» [1934]. En J. Crary; S. Kwinter (Eds.),
Incorporaciones (pp. 385-408). Madrid: Cátedra.

Turner, B. (1989). «La sociología y el cuerpo». En El cuerpo y la sociedad. Exploraciones


en teoría social (pp. 57-89). México: Fondo de Cultura Económica.

Mol, A.; Law, J. (2012). «Acción encarnada, cuerpos actuados. El ejemplo de la


hipoglucemia». En R. Ibáñez Martín; E. Pérez Sedeño (Eds.), Cuerpos y diferencias (pp.
153-177). Madrid: Plaza y Valdés.

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