Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Psicoterapia 1 Apuntes
Psicoterapia 1 Apuntes
El requisito de lo presencial, hasta no hace demasiado tiempo algo común en todas ellas, el
estar ahí como condición de posibilidad de lo psicoterapéutico está dando paso a la moda:
la consulta y el tratamiento pueden ahora realizarse “in absentia o in effigie”, o sea vía
on-line.Este posible campo, serie, se presenta más caracterizado por la diversidad, por la
variedad y por otra parte siempre abierto a la novedad. Esta diversidad muestra que los
fines buscados por cada procedimiento tanto se oponen como se contradicen unos con
otros.
El discurso médico
En el corpus hipocrático, la enfermedad pasa de ser considerada como posesión
demoníaca o castigo divino a un desarreglo de la naturaleza propia del cuerpo. Esta primera
tekhne se funda a sí misma como arte sin palabras, como práctica técnica en silencio, sobre
todo se propone silenciar la palabra del enfermo, “se abandona el poder de la palabra por el
poder de la mirada”. El nuevo objeto es la physis, el nuevo método es la mirada.
Saber del órgano
La segunda consideración atañe a la medicina del órgano, este saber médico se basa, no
en un sujeto que habla acerca de lo que padece, sino en lo que los médicos suponen que
es un lenguaje intrínseco de los órganos, natural de los órganos. Lo que se logra es borrar
paulatinamente al enfermo. La medicina pasa a ser una disciplina que trata órganos
enfermos, y no a sujetos enfermos. Más aún, todo lo que el enfermo pueda decir de su
enfermedad, todo lo que pueda contar de su sufrimiento, se transforma en obstáculo para el
saber médico.
Desde el psicoanálisis
El psicoanálisis ha generado un espacio que habilita el ejercicio de la psicoterapia.
En el principio era el verbo. El propio Freud relata el caso de una paciente tratada por uno
de sus maestros, (Anna O. - Breuer, 1880). Una de las primeras técnicas que adopta es la
hipnosis con catarsis. El nombre que le pone la paciente a su tratamiento es “cura por la
palabra”. Es un tratamiento que se basa en aquello que la paciente puede rememorar
acerca de su padecimiento, de esta manera esta inicial psicoterapia toma al síntoma como
el relato de un acontecimiento traumático y olvidado.
El Charcot de Freud
Las psicoterapias modernas tienen, según Peresson, un punto claro de inicio que es la
hipnosis de Charcot. Esta debe entenderse como una condensación de dos experiencias
del joven Freud, su transferencia con Charcot y el valor que una técnica adquiere por esa
misma transferencia. Si bien se inicia con la hipnosis de Charcot, la psicoterapia moderna
se funda con Freud. Charcot destaca la importancia del acontecimiento en la provocación
del ataque histérico, y el acontecimiento tiene que ver con la relación del sujeto con sus
circunstancias de vida, es por esta razón que la eficacia traumática del acontecimiento no
es el resultado de la lesión del órgano. Así, cuestiona lo anatomopatológico, toda una serie
de nociones y conceptos que conforman el saber médico de la época.
La hipnosis y el acontecimiento en la histeria, no son dos hallazgos destinados a hacer la
historia de la psiquiatría; si son en cambio el punto de partida fundamental para Freud.
Freud no propone solamente otra práctica terapéutica, sino que funda una teoría del
psiquismo humano que podríamos denominar teoría del sujeto del inconsciente, de la cual
se desprende una forma de intervención terapéutica.
Tres enfoques, tres perspectivas, tres discursos o hasta se podría decir, tres paradigmas.
Psicología, psiquiatría y psicoanálisis, tres maneras de plantear la enfermedad y la cura, y
lo que va de uno a lo otro: la terapéutica. Esta presentación parte de tomar en cuenta lo
que se podría definir como las posiciones iniciales y básicas de cada uno de ellos.
Tenemos una terapéutica psicológica que se distingue por el cambio, entendido como
proceso de aprendizaje, ya sea que el cambio consiste en la experiencia del insight o el
descondicionamiento de conductas.
Tenemos una terapéutica psiquiátrica que se basa en el fármaco para el órgano, como así
también en las adecuaciones morales que requiere cada época.
Tenemos una terapéutica psicoanalítica que atiende al síntoma y su interpretación, al uso de
las variaciones transferenciales, sosteniéndose en el siguiente principio: el sujeto sabe más
de lo que dice. Diferenciamos acá lo que podríamos denominar “el análisis” en el sentido
estricto del término, dado que a entender de Peresson este apunta a algo más allá de la
terapéutica del síntoma, este “más allá” fue planteado por Freud como una revisión de los
fantasmas originarios para encontrar como se ha fijado el neurótico frente a la castración
Su proyecto implica conciliar lo que para él son los dos grandes enfoques de la psicología:
el naturalista y el humanista. No obstante, a la hora de ver de qué manera estos enfoques
se plasman en la práctica, no le resulta sencillo encontrar alguna corriente que respete
todos los postulados. Por un lado, ni siquiera el conductismo se ajusta a los requerimientos
del naturalismo. Tampoco lo hace la psicología experimental, que a partir de la teoría de la
Gestalt se centra en el estudio de las totalidades estructuradas. Por la otra parte, en el
bando humanista, la situación es similar: la psicología fenomenológica descree de lo
inconsciente, y el psicoanálisis apela a leyes y explicaciones causales.
Lagache interpreta estos conflictos y puntos de cruce entre naturalismo y humanismo como
un momento dialéctico de la historia de las vidas en la búsqueda de la verdad. No habría
ninguna cuestión real que permitiera dar la razón a uno u otro grupo, sino más bien habría
que buscar una síntesis más abarcativa que los englobará a los dos. A partir de allí, su
proyecto superador, siempre esbozado pero nunca concluido, de unificar la psicología
partiendo de una teoría general de la conducta.
Lo psicoterapéutico en su época
Cualquier operación psicoterapéutica está inscripta en un determinado momento histórico,
cultural y político.
Los humanos están moldeados por su deseo ICC, singular y propio de cada uno, y también
por los prototipos subjetivos de cada época, de un modo estandarizado de desear y gozar
para todos (todos quieren alcanzar lo mismo).
El discurso social, implanta un modelo de subjetividad que queda interferida por lo
sintomático de cada uno. Lo sintomático no termina de encajar en los prototipos subjetivos
propios de cada contingencia histórica, por lo cual hay una tensión permanente que suele
dar lugar a dos fenómenos: hay sujetos con una disposición -sintomática- a la adaptación y
hay sujetos con una disposición -sintomática- al aislamiento.
Si la relación entre lo sintomático singular y lo subjetivo estandarizado es siempre
problemática, una de las cuestiones a ver es: ¿dónde está lo normal, en el espectro que va
desde la adaptación al aislamiento dónde debería estar lo normal?
Una posible respuesta: lo normal es un clise propio de cada época, es el clise que le queda
cómodo a los juegos del poder de cada época.
Neoliberalimo/neomalestar
En la historia de las civilizaciones se distingue especialmente la Modernidad porque la
misma fue delineada por dos estructuras que aún nos determinan: el capitalismo y la
democracia. La estructura Económica y el sistema Político requirieron para su
funcionamiento que las relaciones humanas se transforman en relaciones horizontales entre
semejantes. En su tiempo fue una concepción no solo novedosa sino inclusive
revolucionaria, porque se da un pasaje de una sociedad estratificada en estamentos
cerrados, jerárquicos, a una relación social igualitaria.
Esta concepción de lo humano dio lugar a una nueva ideología, la ideología de la igualdad.
Lo social se ordenó en torno de la igualdad entre los semejantes, pero también alrededor de
algunos significantes amo (S1) como el respeto al padre y a las figuras que representan la
autoridad, al matrimonio heterosexual, al ciudadano educado, al trabajador responsable, a
la mujer que se entrega a la maternidad, y algunos otros valores. Este ordenamiento se
convirtió en el emblema de la normalidad.
La normalidad fue un valor que se impuso mediante complejos dispositivos de regulación de
las relaciones sociales: discursos morales, una doctrina jurídico-psiquiátrica, reglamentos
administrativos, y por supuesto de leyes generales y de una red de instituciones normativas
y correctoras de conductas.
Entonces, ciertas conductas son instituidas como signos de “normalidad” que estimulan la
configuración de la subjetividad alrededor de algunos comportamientos estandarizados.
En nuestros días, el llamado “neoliberalismo” en tanto doctrina caracterizada por la
centralidad del “mercado”, la preponderancia de lo financiero, la reducción del Estado, la
flexibilización laboral, auge del consumidor (¿fin del ciudadano?), y una generalizada
estandarización subjetiva.
El neoliberalismo propone lo que llama una “individualidad estandarizada”, lo “vivible” cada
vez más limitado a consumir los objetos que el mercado impone (saciar su demanda), a
amarse a sí mismo por sobre todas las cosas (toda la libido volcada al narcisismo), a ser el
hacedor de su propio éxito (éxito o fracaso), a autoimponerse metas para alcanzar el éxito
(el superyó siempre demanda), a adoptar una serie de “programas” que le permitan sacarle
el juego a cada instante del día. Sujetos en los cuales la instancia yoica predomine sobre el
deseo.
En relación a la palabra “neomalestar”, Freud proposo el término “malestar” para explicar la
articulación entre el sujeto y la cultura, ¿qué implicaba esa articulación? para el sujeto no
otra cosa que una renuncia forzada por algunos dispositivos culturales que reprimen, de
diferente grado, a la satisfacción pulsional. Hay satisfacción, sí, pero siempre es parcial.
En la obra de Freud el superyó operaba decisivamente como instancia represiva y como
instancia propia de la función paterna, lo cual daba lugar, paradójicamente, a que cada
sujeto tuviera alguna orientación en su vida, porque cada uno por lo menos sabía lo que no
debía hacer. Ahora bien, el siglo XX mostró de diversas maneras una relativización de la
función paterna, un desdibujamiento o si se quiere una declinación del poder simbólico del
padre. Entonces, los humanos en su drama contemporáneo: cierta errancia del sujeto por la
carencia o ausencia o humillación del padre. Para Lacan es esta “caída” del padre, la que
explica en gran medida la neurosis contemporánea.
Por amor al padre ideal se aceptaba lo que este prohibía que era ponerle freno a la pulsión,
cuando el padre se desdibuja como ideal regulatorio entonces lo que manda es la demanda
pulsional, podríamos decir avalada por el superyó que siempre requiere algo más del sujeto.
En la estructura psíquica el superyó es la exigencia que siempre interpela al sujeto, le hace
presente al sujeto una demanda que éste debe acatar: exige reprimir más y más, o exige
más y más satisfacción.
Tendríamos dos consecuencias clínicas: el padre idealizado que mediante la instancia
superyoica prohíbe predominan en las neurosis los rasgos inhibitorios (no puedo hacer lo
que quiero), el superyó sin la regulación del padre exige más y más satisfacción pulsional,
predominan en las neurosis los rasgos desinhibitorios (hago lo que quiero).
La conocida frase publicitaria “compre ya”, es un ejemplo palpable donde se puede apreciar
que la (in) satisfacción pulsional debe ser permanente, para lo cual hay que aplastar al
sujeto con el consumo, suministrando un objeto tras otro. No hay otra regulación que no sea
esa, es decir, no hay una instancia que ponga algún freno, que inserte alguna espera.
El Neoliberalismo pone su cuña perversa ensalzando el consumo, la performance individual,
exaltando el goce e imponiéndolo como destino para la vida.
Entender y tratar enfermedades nunca estuvo en manos de cualquiera, sino que estaba en
relación directa a personajes especiales, poseedores de un saber sobre "lo enfermo", y que
ejercían su "oficio" siguiendo pautas específicas; el padecimiento, dolor o sufrimiento que
experimentaba un sujeto era convertido en enfermedad por la mirada y el saber de quien
portaba un saber consagrado. De esta manera, tenía lugar un cambio de significación: el
padecimiento, físico o psíquico, siempre es subjetivo, pero no la “enfermedad” no, ésta es
un signo, una significación social estándar y universal.
Antiguamente, las curas mágicas, llevadas a cabo mediante encantamientos,
oráculos, plegarias o salmos, tenían eficacia no tanto por su técnica sino por la serie de
creencias que eran compartidas por toda una comunidad.
Esa manera de “curar” o tratar “enfermedades” formaba parte de una cosmovisión no sólo
de lo enfermo sino del mundo, que predominó durante mucho tiempo antes de la irrupción
de lo que se conoce como “medicina científica”, medicina que se impuso en el mundo
occidental.
La primera “medicina” que se desliga de la magia y se define como “racional y científica” es
la hipocrática, y su modo de concebir a la enfermedad y la cura pueden recuperarse a
partir de la lectura de los poemas homéricos (la ilíada, y la odisea). De acuerdo a P. Lain
Entralgo, en estos relatos la enfermedad es una sanción, un castigo, muchas veces divino,
que pasa de una generación a otra. Las palabras que forman parte esencial de la
“terapéutica” aluden a aquellas que no implican plegarias (una demanda que requería que
alguna divinidad respondiera) o conjuros (un texto ya construido dirigido a los dioses que
tenía una significación previamente establecida), sino al uso de la palabra como decir
placentero. Con ello, P. Lain Entralgo el decir placentero alude al uso de la palabra en su
capacidad de influir sobre cualquier otro, enfermo o sano, su virtud para cambiar el corazón
de los hombres. Ya no se trata de dirigirse a las deidades sino directamente al enfermo
buscando que la palabra actúe sobre su naturaleza y produzca las modificaciones que lo
curen. La acción terapéutica está dada, entonces, por la eficacia de lo que se dice, por el
sentido que constituyen la combinatoria de las palabras y no por el contenido sagrado.
La figura social que hace uso de esta palabra "curativa", es el chamán o hechicero, alguien
en quien se combina “un llamado religiosos y una preparación técnica”.
El tratamiento de la “exclusión”
La “exclusión” es el principio que explica los tratamientos propios de la época, los
fundamentos de ésta no se encuentran en las técnicas que se utilizan, ni en los personajes
que las aplican, están más allá de todo esto, para Foucault las razones de la “exclusión” hay
que buscarlas en el Poder, en cómo cada época administra, regula, distribuye, organiza la
vida en comunidad.
La exclusión es el principio moral, pero también operativo, del cual se sustentan diversos
tratamientos que tienen como objeto lo “raro”. Se trata a lo temido mediante la exclusión,
separando a algunos hombres de la cercanía de lo humano para colocarlos en un lugar por
fuera, donde lo humano se diluye.
La exclusión en tanto separación y también ocultamiento, era la forma de tratar lo que se
consideraba extraño en la época.
La locura renacentista
Focault señala que en las cercanías del Renacimiento se patentiza una transformación, lo
humano tiene otro horizonte que dio lugar a que los hombres se ejerciten en una nueva
posición: aquel que goza de sí mismo. Y otra vez la locura es la que refleja este
acontecimiento, dice Foucault: “de esta adhesión imaginaria a sí mismo nace la locura, igual
que un espejismo…”.
Propone entender los cambios de los locos entre la Edad Media y el Renacimiento como el
tránsito que va de “la experiencia de lo trágico del mundo” a “la experiencia de la infatuación
de lo humano”, la locura revelaba el oscuro sinsentido de la vida y por otro lado denuncia la
soberbia humana.
Estas dos formas de la locura, arquetípicas de dos épocas, señalan y muestran -para
Foucault-, que la locura está ahí siempre presente, como algo inevitable de la experiencia
humana, dado que la misma es parte del destino posible de los hombres.
Los hombres comienzan a sentar las bases de la no aceptación de la locura en la relación
social, la misma debe ser retirada de los vínculos de los ciudadanos normales. No debe
dejar de tomarse en consideración que los prejuicios subjetivos formaron parte de una
extraordinaria operatoria del Poder, que buscaba homogenizar la vida humana alrededor de
ciertos valores. Si el loco es encerrado no es porque exista una supuesta esencia de la
locura que determine el asilo o el manicomio como solución, sino que a las instituciones del
encierro las necesitaba el Poder. Así, las disciplinas dan por aprobado que locura y encierro
son “naturales” el uno para el otro.
Freud retoma el estado anímico de la expectativa, por medio de la cual una serie de las más
eficaces fuerzas anímicas pueden ponerse en movimiento hacia la contracción o la curación
de afecciones corporales. La expectativa angustiada no es indiferente para el resultado, la
cual sería importante saber con certeza si su eficacia para enfermar es tan grande como la
que se le atribuye. El estado contrario sería la expectativa esperanzada y confiada, respecto
a la cual Freud propone como antecedente de la sugestión, ya que es mediante ésta, que el
paciente pone en movimiento fuerzas anímicas y, dependiendo de cuán grande sea su afán
de sanar, será el influjo que estas tengan sobre la cura.
A su vez, la expectativa confiada depende de la fe en que se están dando los pasos
correctos en esa dirección, es decir, de su respeto al arte médico en general, y del poder
que se le atribuya a la persona del médico. Es así que la persona estará más dispuesta (o
no) a ser sugestionada por el analista. Este concepto está en relación a lo que luego Freud
llamará transferencia.
En relación a la hipnosis, la propone como el paradigma de todo tratamiento anímico,
puesto que en el estado hipnótico se evidencia cómo la vida anímica influye sobre lo
corporal. En ésta se da el fenómeno del “rapport”, el cual hace referencia a la obediencia
por parte del hipnotizado hacia el hipnotizador: sólo a ella la ve, la oye y comprende.
Mientras que frente al mundo exterior permanece como un durmiente, se muestra despierto
únicamente ante la persona que lo pone en estado hipnótico, este es su rasgo más
significativo.
La resistencia del hipnotizado al estado de sumisión marca el poder limitado de la hipnosis.
Una persona que se revele contra la sugestión provocada por la hipnosis se podría pensar
que su resistencia fue más fuerte. Freud dirá que el grado de obediencia que se logre
dependerá más del hipnotizado que del hipnotizador. En este sentido, las personas
muestran distintos grados de aptitud para el tratamiento hipnótico, muchas de ellas se dejan
influir sólo hasta cierto punto, pasado el cual se detienen.
Por último, Freud compara la relación hipnótica con la relación amorosa, haciendo alusión al
grado de sometimiento similar que está presente en ambas. Tanto en la persona enamorada
como la hipnotizada se da una conjunción de estima exclusiva y obediencia cŕedula. Freud
señala que el trecho que separa el enamoramiento de la hipnosis no es muy grande, más
bien las coincidencias son llamativas: la misma sumisión humillada, igual obediencia y falta
de crítica hacia se dan hacia el hipnotizador como hacia el objeto amado.
Las dos modalidades del “tratamiento directo” mencionadas por el autor son:
1 - Se instila al enfermo en la hipnosis una sugestión cuyo contenido es la eliminación de
su sufrimiento.
2 - Se reconduce al enfermo, hipnotizado, en la prehistoria psíquica del padecer, siendo
constreñido a confesar la ocasión psíquica a raíz de la cual se generó la perturbación
correspondiente. Este método se conoce como catarsis.
A partir del caso Katharina, el autor piensa un cambio de posición que Freud pone en
marcha: El autor plantea, primeramente, un cambio de escenario para la práctica
profesional en Freud: se encontraba por fuera de lo médico, por lo tanto también lo estaba
de los espacios en donde la práctica médica era llevada a cabo. El caso de Katharina pone
en marcha el deseo del propio Freud, permitiendo ver la manera de encarar una demanda
ya no desde el una posición médica, sino que se trata de una demanda de alivio respondida
desde un deseo de investigar.
Comienza a constatarse la construcción de nuevos lugares, un lugar diferente para el
paciente, a quien se le pide que relate lo que le pasa, no debe mostrar sino hablar. Debe
hacer uso de la palabra para ir interiorizando al terapeuta de su sufrimiento. El saber
advendrá desde el lado de la joven.
Freud se plantea si es posible emprender “un intento de análisis”. Evalúa que en esas
circunstancias la hipnosis es sustituible por una “conversación”, por lo tanto en “análisis” no
queda reducido a las posibilidades del artificio técnico; y por otro lado, un análisis es posible
porque esta joven presentaba su síntoma articulado con angustia.
Freud va puntuando los hechos relatados por la joven, tornándose significativos. Repara en
algunas palabras que la paciente utiliza. Se establecen nuevas relaciones que dan lugar a
nuevas significaciones, sustentadas en la revelación de los recuerdos y en la reiteración de
ciertos términos.
No se trata de que el terapeuta ilumine una zona oscura, sino que Khatarina pueda “vencer”
aquello que impide recordar.
Freud apuesta al relato de la joven, pero no deja el tratamiento solamente librado a las
ocurrencias de la misma, sino que se muestra con dominio sobre la conducción del análisis
hasta encontrar el hecho que permanece oculto a la conciencia. Con el fin de ir guiando
hacia un objetivo: las escenas traumáticas que explican el síntoma.
Hay, por lo tanto, un cambio de posición en la relación analista-paciente. Freud no es el que
va guiando exclusivamente a la paciente en su hablar, si bien es importante que sepa
indagarla. Es así que la subjetividad comienza a cobrar un rol importante y se escapa de la
invisibilización a la cual estaba sometida en las prácticas médicas.
Respecto del Yo, y de su alteración producto del proceso defensivo, Freud se interroga si
nuestra teoría no podría producir un estado que nunca preexistió de manera espontánea en
el interior del Yo, una neo creación que constituya una diferencia entre el sujeto analizado y
el no analizado. En ese sentido, apuntará a que la rectificación del proceso represivo
originario y la creación de nuevos diques anímicos, que pondrían término al hiperpoder del
factor cuantitativo, sería entonces la operación genuina de la terapia analítica.
Freud presenta un escepticismo sobre la abreviación del análisis puesto que establece que
no es posible determinar de antemano el tiempo que va a llevar un análisis, debido a que
los proceso de elaboración psíquica no pueden adelantarse y tampoco apurarse. No se
sabe a priori el tiempo en que el sujeto logrará traer lo icc y lo reprimido al análisis.
Respecto a la discusión acerca de un posible análisis profiláctico o preventivo, Freud se
manifiesta desde un rotundo rechazo: si un conflicto pulsional no es actual, no se
exterioriza, es imposible influir sobre él mediante el análisis. Razones éticas también lo
desautorizan.
Al final, Freud destaca dos temas que dan lucha al analista, y que están ligados a la
diferencia entre los sexos. La envidia del pene en la mujer, y la revuelta contra la actitud
pasiva hacia otro hombre o amenaza de castración, para el varón. Temas directamente
relacionados con el complejo de castración.
Freud establece que el querer alcanzar la masculinidad es en ambos, acorde con el Yo, en
cierta época (fase fálica). Luego se produce la represión y los destinos de la feminidad
dependen de su desenlace. Frecuentemente se halla que el deseo de masculinidad se ha
conservado en el icc y despliega desde la represión sus efectos. Según Freud, lo que cae
en represión es lo propio del sexo contrario. Ambos temas los ubica como “roca de base”
para la prosecución del análisis produciendo su término, pero no sin mencionar ni haberle
ofrecido al analizante toda la incitación posible para reexaminar y variar su actitud frente a
ello.
El Superyo debe su aparición a una represión deliberada de los impulsos reales que ha sido
preciso desmentir, mientras que los preceptos morales impuestos por la educación son
situados en primer lugar con una insistencia exagerada. La mentira y la moral tienen que
ver. Al comienzo para el niño todo lo que es gustoso está bien. Aprende a considerar y
sentir que muchas cosas de buen gusto son malas, también descubre que la obediencia a
los preceptos que implican renuncias difíciles son fuente de felicidad de satisfacción
extrema.
Entre la amoralidad original y la moralidad adquirida hay una transición en que cada
renuncia impulsiva y cada afirmación del desagrado están ligadas al sentimiento de la no
verdad, de la hipocresía. 64 El análisis debe remontarse a la formación completa del
carácter humano que, en ocasión del rechazo impulsivo se ha constituido como
automatismo protector retornando a sus fundamentos impulsivos. En otros términos, ningún
análisis sintomático puede considerarse terminado si no ha sido simultáneamente o
después un análisis del carácter.
¿Qué sucede con un hombre que pierde su carácter en el análisis? En realidad la disolución
de la estructura de un carácter no es más que una transición hacia una estructura más
adecuada, una recristalización. Algunos rasgos comunes de las personas que han realizado
un análisis hasta el final: la separación más neta del mundo fantástico y del mundo real
permite una libertad interior casi ilimitada, un mayor dominio de los actos y de las
decepciones, un control más económico y eficaz. En los pocos casos que he alcanzado ese
objetivo ideal, tuve que atribuir gran importancia a determinados aspectos de la
presentación y comportamiento del enfermo habitualmente descuidados. Singularidades
como las particularidades narcisistas y los manierismos.
Hemos de presentar a los pacientes una especie de espejo para que tomen conciencia de
las particularidades de su comportamiento. Debe ser siempre con tacto, no advertir
directamente sobre estas cosas.
Que un análisis pueda ser finalizado es posible solo si dispone de un tiempo infinito. Se
trata menos del tiempo físico que de su determinación interior a mantener el análisis todo el
tiempo que sea necesario, sin calcular su duración real. Durante este tiempo no solo debe
ser revivido el material inconsciente, también debe ponerse en función el tercer medio
técnico del análisis: la perlaboración (o translaboración) analítica.
Perlaboración: El revivir bajo la transferencia aquellas situaciones que no son pasibles de
ser reducidas por las vías del recuerdo o la repetición. Es el proceso durante el cual el
paciente va a tener que abrirse camino, rompiendo las resistencias que lo mantienen en una
lógica de imputación, incriminación, y que le impiden avanzar.
Esta perlaboración, la pena que uno siente, se relaciona con la fuerza entre lo rechazado y
la resistencia, con un factor cuantitativo. El descubrimiento de la causa patógena y de las
condiciones de formación de síntomas es un análisis cualitativo. Es posible realizar tal
análisis sin que se consiga la modificación terapéutica. Cuando tras muchos mecanismos
de transferencia y resistencia vividos en análisis, se produce de forma imprevista un
progreso importante esto se explica por el efecto de perlaboración.
Hay una tarea difícil que debe ser realizada en cada caso y que afecta el ablandamiento
progresivo de esas resistencias que consisten en dudar de la fiabilidad del analista (su
solidez y paciencia). Los analistas deben soportar tales tentativas de análisis por parte del
analizado con enorme paciencia, pero su esfuerzo siempre vale la pena. Si el paciente no
coge al analista mintiendo o deformando, sin ninguna soberbia, si ve que el analista admite
los errores, entonces se puede dar como recompensa un cambio en el comportamiento del
paciente.
Mediante estas tentativas los pacientes intentan repetir situaciones de la infancia en la que
los educadores y los padres incomprensivos reaccionaron contra la “maldad” del niño con
manifestaciones afectivas intensas, induciendo al niño a adoptar una actitud de rechazo.
Para esto es condición previa que el analista haya finalizado su propio análisis. 65 Los
análisis muestran que son las tendencias libidinosas los verdaderos motivos de la formación
del carácter y de las resistencias.
Ningún análisis puede darse por terminado mientras que la mayoría de las actividades de
placer preliminar y de placer sexual final, en sus manifestaciones normales y anormales, no
hayan sido vividas a nivel emocional. La castración masculina como el abandono del
complejo de virilidad en la mujer sin resentir las potencialidades del papel femenino son los
indicios de la superación de la neurosis. Ningún análisis puede terminar antes de que el
paciente admita cambios a nivel de su modo de vida y de su comportamiento que ayudan a
descubrir y dominar determinados nidos de rechazos antes ocultos e inaccesibles.
El análisis termina verdaderamente cuando no hay suspensión ni por parte del médico ni
por parte del paciente, el análisis debe morir por agotamiento, siendo el médico el más
desconfiado. Un paciente verdaderamente curado se desprende del analista con lentitud
pero firmeza, de modo que si quiere volver pueda hacerlo.
El proceso de distanciamiento lo podemos caracterizar de esta manera: el paciente se ha
convencido de que el analista es para él un medio de satisfacción nuevo, pero siempre
fantástico, que no le importa en el plano de la realidad. Cuando poco a poco supera el duelo
por este descubrimiento se orienta hacia otras posibilidades de satisfacción más reales. La
renuncia analítica corresponde a la resolución actual de las situaciones de frustración
infantiles que se hallaban en la base de las formaciones sintomáticas.
La transformación de los síntomas antes del fin del análisis es importante: el obseso
comienza a manifestar una emotividad histérica en lugar de pensamientos desprovistos de
afectos, o el pensamiento del histérico se torna temporalmente una obsesión. En otros
casos no hay otro camino para la curación que el paso por una psicosis temporal. Estoy
convencido de que cuando hayamos advertido nuestros errores y sepamos contar con los
puntos débiles de nuestra personalidad, el número de casos analizados hasta el final irá en
aumento.
La terapia psicoanalítica tiende a ampliar el campo de acción del yo, haciendo conscientes
las tendencias reprimidas. Con tal propósito trata de movilizar el material ICC. A fin de
superar las represiones mediante maniobras psicológicas sistemáticas, deben conocerse
las causas de la represión. Por ejemplo, el niño reprime las tendencias cuya expresión le ha
causado dolor (sufrimiento físico, castigo, privación del amor paternal), y la inseguridad
consiguiente. La aparición de tal tendencia constituye un peligro ante el cual el yo reacciona
con angustia. Según Freud, la angustia es la señal para que el yo reprima tales impulsos
peligrosos. Esencialmente, este proceso es similar al condicionamiento.
Desde este punto de vista, la terapia psicoanalítica se revela como un proceso de
recondicionamiento. El yo es inducido a enfrentar un impulso reprimido eliminando la
angustia que suscitó la represión. Ello se logra reproduciendo la situación original, pero
cambiando las condiciones de modo que pierdan su efecto productor de angustia. La
finalidad de la terapia consiste, primero, en revivir la situación interpersonal que condujo a
las represiones originales, y segundo, en proporcionar un nuevo tipo de experiencia
adecuada para contrarrestar los efectos de las respuestas paternas. El analista debe ser
capaz de responder a las modificaciones emocionales del paciente de un modo que
contrarreste y neutralice el influjo perturbar de los padres. En sustancia, sólo se trata de un
recondicionamiento emocional.
La actitud objetiva del terapeuta recomendada por Freud es diferente a todo lo que el
paciente ha experimentado antes, porque la objetividad completa no existe en las relaciones
humanas ordinarias.
La conclusión es que, en lugar de sus espontáneas reacciones contratransferenciales, el
terapeuta debe asumir hacia el paciente una actitud que a la luz de la historia de éste,
aparezca apropiada para anular las influencias patógenas paternas. De este modo, las
experiencias emocionales durante la terapia tendrán una influencia correctiva, cuyo
resultado será la eliminación de las represiones.
Ferenczi propone que el paciente, al revivir los conflictos originales en la situación
transferencial, suministra el principal instrumento de la terapia psicoanalítica.
Todo esto, empero, no confuta el valor de la comprensión, que de por sí posee un efecto
reductor de la angustia. Una cosa comprendida por una persona pierde su cualidad
amenazadora, comprender significa dominar. Las actitudes planteadas adecuadamente y la
correcta labor interpretativa, constituyen la terapia psicoanalítica.
Respecto a los anhelos de dependencia del paciente que tienden a prolongar el tratamiento,
la función de la terapia analítica es contrarrestar esa tendencia e inducir al yo del paciente a
que acepte la tarea de gobernarse a sí mismo. Toda realización independiente y exitosa de
una función adaptativa del yo, significa un paso hacia la salud mental.
Por su propia naturaleza, la técnica analítica, necesita establecer una relación de
dependencia entre paciente y terapeuta, a fin de permitir que el paciente reviva y encare de
nuevo las antiguas e irresueltas relaciones interpersonales con los padres. Al fomentar la
dependencia, prolonga la condición neurótica. Para disolver las reacciones infantiles, uno de
cuyos rasgos es siempre la dependencia, hay que reproducirlas en la transferencia; sólo
entonces se puede combatirlas. Las sesiones prolongadas diariamente favorecen el
desarrollo de una intensa relación de dependencia y por lo tanto postergan la recuperación.
Superar este punto débil de la técnica analítica es una de las cuestiones técnicas cruciales.
Para esto, el analista debe dar consecuentemente al paciente la mayor independencia
posible (reduciendo el contacto con el paciente al mínimo necesario, por ejemplo). Es
indispensable la conveniente reducción de la frecuencia de las sesiones, con interrupciones
más o menos largas, animar al paciente a realizar fuera del tratamiento nuevas experiencias
vitales adecuadas para aumentar la confianza en sí y estimular la esperanza, etc.
Psicología del Yo: parten de la idea central de considerar que el Yo puede quedar desligado
de las presiones que sufre de parte del Superyo y del Ello, y que por consiguiente, es la
referencia básica en el análisis.
Hartmann es el referente teórico de esta orientación, y para captar su importancia es
necesario tener en cuenta sus tres nociones claves: adaptación, autonomía del Yo, áreas
libres de conflicto del Yo.
● Adaptación: es una función esencial porque hace posible la relación recíproca entre
el organismo y su medio, es el nexo necesario para que se produzca ese encuentro.
La adaptación entre organismo y su medio pasa a convertirse en el hecho
problemático que el psicoanálisis debe reivindicar. La terapéutica analítica tiene
como objetivo encarar y resolver el problema de la adaptación. Esto a partir de la
psicología del Yo.
● Autonomía del Yo: se trata de “dos aparatos” y sus respectivas funciones son: a-
aparatos de autonomía primaria (percepción, motilidad y memoria), el término
“aparato” porque busca explicar el carácter primitivo de estas futuras funciones
yoicas, “autonomía” para destacar el hecho de que no son funciones surgidas por un
conflicto entre los impulsos y la realidad, “primaria” porque estos mecanismos son
ubicados en el polo de lo innato, presente desde el primer momento de vida.; y b- la
autonomía secundaria, que se refiere a las áreas del Yo que si bien surgen del
conflicto con el Ello, han podido sustraerse de la conflictividad y han a pasado a
cumplir una función adaptativa para Yo.
Hay una impronta del “innatismo” que es un requisito necesario, puesto que de ella
depende la posibilidad misma de la adaptación del organismo o del mismo “sujeto
humano” al mundo. El Ello cumple una función desadaptativa que es contraria a la
supervivencia.
● Áreas libres de conflicto del Yo: la noción de autonomía yoica se relaciona
directamente con estas partes que no resultaron dañadas por los conflictos, que no
están involucradas en el conflicto, y por eso pueden funcionar en forma estable y
relativamente independiente de las otras instancias psíquicas y del mundo exterior.
El análisis debe ser el análisis de las “resistencias”. El Yo puede recuperar en el análisis esa
autonomía en la medida en que necesite menos dedicar su energía en defenderse de su
ICC o de sus pulsiones. La práctica se orienta a partir de los límites y posibilidades del “yo”,
lo cual da lugar a que el analista no tenga que lidiar con la dialéctica ICC/síntoma, sino que
se centra en el Yo y sus resistencias.
Psicoterapias breves psicoanalíticas, éstas pueden ubicarse en tres ejes, los cuales son:
a- Temporal, tomando en cuenta el sentido más común, entienden que cuanto menos
tiempo lleve resolver el síntoma menos va a sufrir el paciente.
b- Finalidad, definir con anterioridad los alcances del proceso terapéutico, o si se quiere,
comenzar una terapia planteando objetivos o metas, lo cual permitiría saber con
anticipación qué se quiere resolver. Para esto es necesario tener el control del proceso
terapéutico, quitar del medio los posibles imprevistos. También se considera que el
tratamiento puede dar lugar a reformulaciones o cambios de objetivos.
c- Instrumentos, en términos de flexibilidad como diversidad técnica,como multiplicidad
técnica. Planteado el objeto terapéutico, todo instrumento técnico puede ser válido.
Fiorini
El modelo etiológico: la psicoterapia breve “se orienta fundamentalmente hacia la
comprensión psicodinámica de los determinantes actuales de la situación de enfermedad,
crisis, o descompensación. Puede tener presente lo histórico del paciente, pero lo actual, las
condiciones de vida, el afuera (el afuera es lo contrario a lo transferencial), pero
esencialmente debe aprehender la estructura de la situación transversal en la que se
actualizan los determinantes patogénicos. Si bien tenemos algo que detonó de la “estructura
de la personalidad” la razón del síntoma está en el afuera, en todo el campo interaccional,
en particular la familia, instituciones, grupos, problemáticas sociales, a partir de lo cual se
justifica rotundamente.
En esta perspectiva adquieren legitimidad los intentos de abordaje múltiples, a diferentes
niveles simultáneos, de la estructura compleja heterogénea, de la existencia enferma
(enfoque multidimensional).
La flexibilidad en la elección de técnica, en función de cada situación concreta es el rasgo
distintivo de la psicoterapia breve. Estos criterios respaldan una de las características
básicas de la terapéutica breve: la de operar con una estrategia multidimensional.
Cap 1. Introducción
El doctor Beck a comienzos de los años sesenta, desarrolló la terapia cognitiva como un
tratamiento para la depresión, estructurado y breve, centrado en la problemática presente y
destinado a resolver problemas actuales y a modificar el pensamiento y las conductas
disfuncionales. A partir de ese momento se adaptó esta terapia para su aplicación a un
amplio conjunto de trastornos psiquiátricos (fobias sociales, drogadicción, trastornos de la
alimentación, problemas de pareja) y a distintas poblaciones (se estudia el uso de esta
terapia en poblaciones: de presos, de escolares, pacientes con diversas enfermedades no
psiquiátricas y muchos otros grupos). Éstas han modificado el objetivo, la tecnología y la
duración del tratamiento, pero los postulados han permanecido sin cambios. La terapia
cognitiva también ha sido modificada para su aplicación a grupos, problemas de pareja y
terapia familiar.
El modelo cognitivo propone que todas las perturbaciones psicológicas tienen en común
una distorsión del pensamiento, que influye en el estado de ánimo y en la conducta de los
pacientes. La mejoría de esos estados de ánimos y comportamientos resulta de la
modificación de las creencias disfuncionales subyacentes.
En todas las terapias cognitivas que derivan del modelo de Beck, el tratamiento se basa en
la formulación cognitiva de un trastorno específico y su aplicación a la conceptualización o
comprensión de cada paciente. El terapeuta busca, mediante diversos recursos, producir un
cambio cognitivo -en el pensamiento y el sistema de creencias del paciente-, para
conseguir, a partir de allí, una transformación duradera de sus emociones y
comportamientos.
Se especifica un problema que es importante para el paciente, se identifica y se evalúa una
idea disfuncional asociada, se diseña un plan razonable y se evalúa la eficacia de la
intervención.
Aunque la terapia debe planearse a medida para cada individuo, existen ciertos principios
que subyacen en toda aplicación de la terapia cognitiva:
● Principio 1: la terapia cognitiva se fundamenta en una formulación dinámica del
paciente y sus problemas planteada en términos cognitivos.
● Principio 2: la terapia cognitiva requiere de una sólida alianza terapéutica.
● Principio 3: la terapia cognitiva enfatiza la colaboración y la participación activa. La
terapia como un trabajo en equipo.
● Principio 4: la terapia cognitiva está orientada hacia objetivos y centrada en
problemas determinados. Se pide que se enumeren los problemas y que se fijen
objetivos específicos.
● Principio 5: la terapia cognitiva inicialmente destaca el presente. Implica poner un
fuerte énfasis en los problemas actuales y en las situaciones específicas que alteran
al paciente. El terapeuta cognitivo suele comenzar la terapia con un examen del aquí
y ahora, más allá de cuál sea el diagnóstico. La atención puede centrarse en el
pasado en tres circunstancias: cuando el paciente expresa una fuerte predilección
por hacerlo; cuando el trabajo centrado en el presente produce pocos o ningún
cambio desde lo cognitivo, conductual y emocional, o cuando el terapeuta considera
que es importante comprender cómo y cuándo se forjaron ciertas ideas
disfuncionales que afectan al paciente en la actualidad.
● Principio 6: la terapia cognitiva es educativa, tiene por objeto enseñar al paciente a
ser su propio terapeuta, y pone énfasis en la prevención de las recaídas. Se ayuda a
establecer objetivos, identificar y evaluar pensamientos y creencias, y a planificar
cambios de conducta, así como también a cómo se debe hacerlo.
● Principio 7: la terapia cognitiva tiende a ser limitada en el tiempo. En los pacientes
con depresión y angustia suelen ser de 4 a 14 sesiones. Sin embargo, hay pacientes
que necesitan tratamientos de uno o dos años para modificar creencias
disfuncionales muy rígidas y modelos de comportamiento que contribuyen a su
malestar crónico.
● Principio 8: las sesiones de terapia cognitiva son estructuradas. No importa cuál sea
el diagnóstico o la etapa del tratamiento, el terapeuta tiende a armar una estructura
establecida para cada sesión.
● Principio 9: la terapia cognitiva ayuda a los pacientes a identificar y evaluar sus
pensamientos y comportamientos disfuncionales y a actuar en consecuencia.
● Principio 10: la terapia cognitiva se sirve de una variedad de técnicas para cambiar
el pensamiento, el estado de ánimo y la conducta. Se utiliza el cuestionamiento
socrático, el descubrimiento guiado, así como también técnicas que provienen de
otras orientaciones terapéuticas -terapia del comportamiento y guestáltica-. El
terapeuta selecciona las técnicas según el planteamiento de cada caso y los
objetivos que establece para cada sesión.
Estos principios se aplican a todos los pacientes. Sin embargo, la terapia varía
considerablemente según los casos, la índole de las dificultades, los objetivos, la capacidad
del paciente para establecer un vínculo terapéutico sólido, su motivación para el cambio,
etc. El énfasis que se da al tratamiento depende del trastorno particular.
En relación al caso de Ladislao, dentro del caso podemos pesquisar de modo concreto a lo
que el autor denomina como frustración existencial, donde es posible situar aquel malestar
vinculado a los eventos del paciente, un hombre mayor de edad, cursando la vejez, y que se
ve con el afronte de episodios desdichados en su vida. Su familia estaba conformada por su
esposa y sus dos hijos, quienes, una vez mayores conformaron su familia alejados de sus
padres y lugar de residencia. En otro episodio penoso se vió con la pérdida de su
compañera de toda la vida, su esposa. En efecto, Ladislao, se enfrenta según él, a una
herida irreparable.
Tanto la pérdida de su esposa como la lejanía de sus hijos, dejaron vaciado de sentido la
vida del hombre ya mayor, con lo cual, se puede pensar allí aquel vacío existencial que le
han dejado aquellos achaques. Ahora, Ladislao, debe encarar una vida totalmente distinta y
sinuosa, dado que todo lo que había brindado como motivo de vivir, le había sido arrebatado
por los avatares de la vida. Allí el objetivo del terapeuta será que el paciente logre hallar un
sentido, un significado de la existencia y de la vida misma. Para ello la logoterapia será el
instrumento por el cual, sea posible reinvertir nuevos vínculos y actividades. Se debe
remarcar la actividad y la capacidad de crear un vínculo con el analista como crucial en el
devenir terapéutico.
Ladislao fue absorbiendo con entereza y siempre con actitud optimista las sucesivas
pérdidas que fue teniendo a lo largo de su vida. La abrupta pérdida de su compañera de
toda la vida lo sumió en la soledad. “No tengo más nada para hacer”, “para qué seguir
viviendo”, sus frases recurrentes. Gradualmente fue deteriorándose físicamente, su aspecto
descuidado y sucio iban marcando el avance de la muerte sobre la persona.
Se negaba sistemáticamente a la interconsulta psiquiátrica, “¿qué me va a decir el
psiquiatra? ¿me va a devolver la vida?”
Se recurrió a todos los medios al alcance, desde una psicoterapia “silvestre” a toda la gama
de medicación antidepresiva y tranquilizante. Todo parecía -y era- inútil.
Juan, otro jubilado, comienza a visitar a Ladislao. Se le pregunta si puede dar una mano
para arreglar un problema con un bombeador, frente a lo cual no se niega y lo arregla.
Durante este trabajo, retomó contactos con otras personas mayores del barrio. Se sintió
satisfecho de su trabajo y se sintió por primera vez útil en algo, luego de largos meses.
Comienza una amistad con Juan, vuelve a tocar el acordeón, se une a un campeonato de
truco. Se compromete para hacer algunos arreglos en el galpón del club. Charlando con los
demás se encuentra con muchas otras personas con problemas similares a los suyos, pero
que habían creado un ámbito de reunión y convivencia, ayudándose mutua y
solidariamente.
Ladislao reconoce que le gusta ir al club. A medida que todo esto iba sucediendo, el
aspecto de ladislao se iba modificando gradualmente, recupera su peso, sonríe más
frecuentemente, mejora su diabetes.
Actualmente, ha reencontrado en su club una razón para vivir, se vuelve a despertar su
sentido de comunidad y lo acompaña una modesta alegría. Prácticamente no toma
medicamentos: los antidepresivos y tranquilizantes han desaparecido de su botiquín. Lo que
no pudieron las medicinas ni psicoterapias, lo pudo el sentimiento de solidaridad y afecto de
un buen ser humano.
Ladislao dice que le ha encontrado un nuevo sentido a su vida.
Conclusiones
A través de la lectura de este trabajo se puede observar cómo la elaboración de un sentido
de vida -Frankl, V- por parte de la propia persona, con la ayuda y el sentido solidario de un
lego, puede ser un elemento clave para la superación de una severa crisis depresiva
reactiva. En este caso específico, el sentido de solidaridad y el encuentro de un sentido de
vida, fueron más efectivos que la administración de psicofármacos y psicoterapias.