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MAS ALLA DEL SATORI

Una persona iluminada cae en el pozo. ¿ Como puede ser?

KOAN ZEN TRADICIONAL

¿ Cómo podemos entender que hay más allá del despertar? Cuando Sócrates estaba en la
cárcel esperando su ejecución, oyó a un compañero de celda cantando una compleja canción
del poeta Estesicoro. Le rogó al hombre que le enseñara el poema. “Pero, ¿ para qué?” , le
preguntó el otro. Sócrates respondió: “ Para morir sabiendo algo más”.

En la vida espiritual sucede lo mismo. Se produce en ella una maduración de la comprensión,


un desenvolvimiento continuo, seamos quienes seamos. Una sabiduría posterior a la
iluminación. Como explicó antes de morir, a la edad de ciento veinte años, el maestro chino Hsu
Yun: “ Hay muchos satoris antes de un satori mayor, y muchos satoris mayores en el camino de
un genuino despertar”.

Los místicos de todas las tradiciones enseñan que, por poderoso que sea un despertar, nuestra
habilidad para vivir en esa realidad casi seguro pasará. Al principio puede parecer que no. El
satori despierta en nosotros una comprensión y una libertad tan fuertes, que es difícil
comprender que esa toma de conciencia sea apenas el primer escalón. No obstante, aparecen
descripciones o mapas de un proceso de despertar en casi todo camino espiritual.

A veces se describe este desarrollo como entrar en niveles más elevados de visión. El místico
cristiano San Juan de la Cruz escribe que subió al Monte Carmelo y que vió aún con mayor
claridad desde las altas laderas. A veces se ve como un estabilizarse de nuestra primera
comprensión; un paso que es muy necesario según nos dicen los maestros Dzogchen tibetanos.
En la última pintura de la serie del pastor de bueyes, se muestra a éste y al buey viajando
juntos de regreso al mercado, prodigando bendiciones, y sin embargo su viaje aún no está por
terminar. Se podría decir, en realidad, que sus aventuras acaban de empezar. Cada tradición
ofrece su propia imagen de cómo continúa la vida, una vez que despierta el corazón, pero están
de acuerdo en la primera apertura es apenas el principio.

El despertar sólo inaugura un proceso

Uno de los mapas del despertar más conocido en el budismo viene de la tradición Theravada de
los Mayores del Sudeste Asiático. El mapa de los Mayores describe la iluminación como cuatro
estadios progresivos del “Noble entendimiento”, cada uno de los cuales trae un nuevo nivel de
libertad. El estadio inicial se llama “Entrar en la corriente”. La entrada en la corriente sucede
cuando tenemos nuestro primer atisbo de la libertad absoluta de la iluminación, una libertad del
corazón más allá de todas las condiciones cambiantes del mundo.

Como el satori o el kensho (un despertar profundo) en el zen, la entrada en la corriente nos
trae un asombroso cambio de comprensión. En esta primera iluminación, una persona ve más
allá de la ilusión del ser como algo separado, se libera de la identificación con el cuerpo y la
mente, y despierta a la paz sin tiempo del nirvana. A través de éste, la dirección de nuestra
vida cambia para siempre, y entramos en una corriente que nos llevará a una mayor libertad de
manera tan inevitable como una corriente rápida lleva a una hoja al mar.

Pero incluso aunque hayamos visto la verdad, dicen los Mayores, sigue siendo necesaria una
mayor purificación para que transformemos nuestro carácter e incorporemos esta nueva
comprensión a nuestra vida. Esto lleva el viaje de entrada a la corriente del segundo estadio.
“Volver a regresar”. Mediante un segundo proceso que a menudo requiere de muchos años,
descubrimos y nos liberamos de los más toscos hábitos del apego y de la aversión que recrean
nuestra sensación temerosa y limitada del ser. Alcanzar el segundo estadio requiere una
atención continua y sincera al sufrimiento que viene cuando nos aferramos a nuestros deseos y
miedos, a nuestras ideas e ideales. Cuando se entienden estas fuerzas de la vida humana,
pierden su influencia sobre nosotros, Por fin, en un profundo darse cuenta, las fuerzas más
fuertes del deseo, aferrarse, ira y miedo, significativamente se desvanecen. Hemos cumplido el
segundo estadio.

Los Mayores llaman el tercer estadio “ De no retorno”. En éste somos definitivamente liberados
de cualquier deseo, apego, ira o miedo que haya quedado en nosotros. Los muy pocos que
llegan a este tercer estadio lo hacen a través de un largo proceso de permanecer en una
profunda calma y vacuidad. Cuando la sabiduría crece, los sutiles movimientos de apego del
corazón son abandonados apenas surgen, En este estadio descansamos en la libertad y en la
realidad del presente, y rara vez se perturba la profunda paz del corazón.

Por fin llega el cuarto estadio, el más extraordinario, llamado “Gran despertar”, en el que
desaparecen los últimos trazos del apego más sutil, incluso la alegría, la libertad y la meditación
misma. Ahora, sin la menor identificación con el ser, estamos liberados de los vestigios del
orgullo, la crítica, la inquietud y la separación que opacan el verdadero ser. El resplandor de
nuestra verdadera naturaleza brilla libre a través de toda nuestra vida.

Este mapa de los Mayores explica que es posible que una persona que ha experimentado una
iluminación obvia y profunda pueda, de todos modos, quedar atrapada en la codicia, la ira y el
engaño. Después de entrar en la corriente, una persona puede dar enseñanzas genuinamente
inspiradas sobre la realización y la iluminación, pero no obstante no estar viviéndolas, por eso
son importantes los posteriores estadios del despertar.

Humildad en la noche oscura

Los mapas contemplativos cristianos describen los caminos espirituales superiores como un
proceso de creciente humildad y purificación. San Juan de la Cruz nos enseña que luego de
determinadas experiencias iniciales de gracia vendrán largos períodos dolorosos en los que
perderemos el sentido de conexión con lo Divino, y que esas noches oscuras son estadios
necesarios para el viaje sagrado.

En primer lugar, según San Juan, llega la “Oscura noche de los sentidos”, en las que las cosas
del mundo pierden su sabor. Éste es un período de profunda pérdida, en el que todo lo que nos
ha dado consuelo en el pasado pierde significado. Después de una iluminación sumamente
espléndida, entramos en un lugar seco y árido, sin una clara comprensión del camino del
corazón. San Juan de la Cruz lo describe como un tiempo de paciente purificación para el
carácter del orgullo, de la codicia y la ira. En él, ahondamos nuestra comprensión de los dolores
del mundo causados por nuestra separación de lo Divino.

Después de la “ Oscura noche de los sentidos” viene la “Noche oscura del espíritu”, en la que se
requiere una purificación y una entrega aún mayores. Éste es un purgatorio de dolor y
confusión, como vemos en las pruebas de Job. De esta época de despojamiento, surgen un
amor y un anhelo vehementes sólo por lo Divino.

Una gran recompensa espera a aquellos que honran las oscuras noches del alma: San Juan
cuenta de una dulzura indecible, el desfallecimiento de gracia que fluye dentro de un alma que
se ha rendido profundamente a esta “espléndida oscuridad”. En este largo viaje, la humilde
perseverancia es lo que importa. Dice San Juan: “El amor del corazón es la llama de la vela que
nos conduce por el camino de la oscuridad”.

Así como San Juan habla en términos de una noche oscura, Santa Teresa de Ávila usa la
imagen de un “castillo interior” para describir como debe crecer el sentido de misterio y de
humildad, “mientras el alma avanza hacia el asiento de Dios en el centro del castillo”. Describe
los años del viaje del alma a través de siete estadios, o moradas interiores. Cada una lleva una
purificación gradual de los peligros del miedo, la riqueza, el honor, una liberación de las
“consolaciones del mundo”.

Como San Juan de la Cruz, nos cuenta cómo los contemplativos experimentados deben pasar
por los estadios de la soledad, el dolor y el engaño, sostenidos solamente por el continuo ardor
del amor y la oración. Nos cuenta que a través de un largo viaje de amor y de una gracia
firmes, finalmente entramos en un renacimiento espiritual en el que el alma se vuelve un
gusano en el capullo de lo Divino muriendo a sus viejas maneras y surgiendo alado.

El camino no es lineal, sino circular y continuo

Estas descripciones sistemáticas de estadios espirituales tal vez hagan creer que el camino es
sencillo, lineal y progresivo, como si la vida espiritual fuera un desarrollo gradual de uno mismo
a través del tiempo. En cierto sentido, los mapas son correctos, y es verdad que
paulatinamente nos purificamos, nos abrimos, nos liberamos y nos estabilizamos con el correr
de los años de práctica espiritual. Pero lo que sucede no sucede en línea recta.

El develarse del corazón humano es artero y misterioso, podemos desear que el camino de la
iluminación sea ordenado y predecible, pero los caminos del corazón son un paisaje que puede
descubrirse sólo en el viaje. No podemos capturar la libertad y ubicarla en el tiempo. Para el
espíritu maduro, la libertad es el viaje mismo. Es como un laberinto, un círculo, una flor que se
abre pétalo a pétalo, o un espiral que se acentúa, una danza alrededor de un punto fijo, del
centro de todas las cosas. Siempre hay círculos cambiantes, subidas y bajadas, aperturas y
cierres, despertares al amor y a la libertad, seguidos a menudo por nuevos y sutiles apegos. En
el curso de esta gran espiral, volvemos una y otra vez a donde empezamos, si bien cada vez
con un corazón más pleno y más abierto.

Para Santa Teresa también hay un ciclo. La vida interior de ardor y altruismo no encuentra su
fin en la unión con lo Divino. Ella insiste en que volvemos una y otra vez de esa fuente santa,
para traer su resplandor al mundo, pues “de esto recibimos una nueva vida”. La exigencia de
“los espléndidos favores del despertar que recibimos es que los encarnemos”, para que
podamos vivir una vida sagrada en este mundo. El fruto del viaje interior “está en nuestras
buenas obras”; los misterios se abren “sólo para que podamos regresar y tener la fuerza de
servir”. Como el pastor de bueyes del zen, volvemos en círculos a entrar en el mercado con las
manos llenas de ofrendas. Volvemos trayendo a todos los que encontramos las bendiciones de
un corazón despierto.

Más poesía que cartografía

El corazón se despierta como se abre una flor de loto. Su belleza y su aroma naturales lo llenan
a él y perfuman todo el jardín. Pero la naturaleza de las flores es abrirse de día y cerrarse de
noche, ¿cómo podemos hacer el mapa y la descripción de un proceso así?. Tenemos los
estadios del brote, del pimpollo y la flor, pero esta descripción omite más de lo que dice, omite
la nutrición de las raíces en la tierra mojada, la luz del Sol, la polinización de las abejas, y los
hermanos y los padres del loto que rodean esa flor y llenan el mundo con más belleza. Omite el
crecimiento que ocurre durante la noche y los brotes invisibles debajo de la superficie del agua
que todavía no recuerdan el mundo del sol.

Como el desarrollo de esta espiral mística es tan ricamente orgánico, muchas tradiciones apelan
a poemas para expresar su espíritu. La poesía tiene un poder misterioso en su habilidad de
contener significados casi imposibles de expresar directamente. Las escrituras zen no ofrecen
casi ninguna descripción literal de los estadios de iluminación, sólo metáforas e imágenes, como
de bueyes que hemos estado siguiendo. La imagen de una cigüeña blanca de pie sobre la nieve
o de un cuervo negro en medio de la noche pueden transmitir el despertar de la mente con
mayor agudeza que cientos de páginas de explicaciones abstractas, si el que escucha tiene las
orejas abiertas.
El Buda se iluminó al ver la estrella de la mañana, los Mayores dicen que sus primeras palabras
fueron un poema:

Constructor de esta casa de sufrimiento


Ya no construirás tus vigas...

En el zen aparece una imagen diferente, poética también, al incluir una conexión:

Con esta estrella, yo


Y todos despertamos.

Kabir, el místico indio, canta las maravillas del despertar dentro del barro en este cuerpo.

Dentro de la jarra de barro hay cañones y montañas con pinos


¡ y el hacedor de los cañones y de las montañas con pinos!
Los siete mares están adentro, y miles y millones de estrellas.
El ácido que prueba el oro está allí, y el que juzga las joyas.
Y la música de las cuerdas que nadie toca, y la fuente de toda agua.
Si quieres la verdad, te diré la verdad:
Amigo, escucha, el Sagrado a quien amo está adentro.

Este leguaje poético de los koans se usa en zen para promover la iluminación, uno repite un
poema profundo o koan una y otra vez, buscando su sentido, hasta que la mente se abre de
una manera radicalmente nueva. Entonces siguen docenas de otros koans para invitar al
estudiante a incorporar más profundamente la libertad que ha encontrado, o a iluminar los
rumbos en los que su entendimiento puede extraviarse, todos crean un mapa poético de la vida
de práctica.

La respuesta a esos koans vienen sólo cuando profundizamos nuestra habilidad para vivir en la
realidad del presente, para abrirnos y cerrarnos como un loto, para entrar en la selva oscura y
bailar en el mercado. No señalan un estado ideal, sino la flexibilidad del Tao, la naturalidad del
loto, enseñan a soltar el miedo y la conciencia de sí mismo, el aferrarse a lo mundano y a lo
espiritual, hasta que estemos libres de nosotros mismos.

Puede apreciarse el fin último de los koans en la siguiente historia, un discípulo enviaba a su
maestro fieles informes de su progreso espiritual, el primer mes el estudiante escribió: “Siento
una expansión de la conciencia y experimento la unidad con el universo”; el maestro miró la
nota y la tiró. Al mes siguiente el estudiante decía: “ Por fin descubrí que lo Divino está
presente en todas las cosas”; el maestro parecía desilusionado. En su tercera carta el discípulo
explicaba, entusiasmado: “ El misterio del uno y o mucha se ha revelado a mi mirada
asombrada”, el maestro bostezó. La carta siguiente decía: “ Nadie nace, nadie vive y nadie
muere, pues el ser no es”; el maestro levantó las manos al cielo desolado.

Luego pasó un mes, y dos y luego cinco, y luego un año entero. El maestro pensó que era hora
de recordarle a su discípulo su deber de mantenerlo informado sobre su progreso espiritual. El
discípulo le contestó: “ Simplemente vivo mi vida, y en cuando a la práctica espiritual, ¿a quién
le interesa?”, cuando el maestro la leyó, exclamó: “Gracias a Dios, al fin lo logró”.

La historia refleja la enseñanza zen de la perfección de las cosas como son., la grulla blanca en
la nieve es una grulla blanca parada en la nieve, y el cuervo negro en el medio de la noche es
verdaderamente eso.

Los ideales no son realidades


¿Qué debemos hacer, entonces con los mapas que no incluyen la poesía y el humo, que
parecen literalmente prescribir un ascenso firme y lineal hacia lo alto?. El riesgo es que
intentemos escalar esos estadios sólo para perdernos en una nube de ideales inalcanzables.
Puede ser útil examinar cómo funciona un mapa en la práctica de nuestra vida real, tomando
como ejemplo los diez Bhumis del budismo tibetano.

Descritos como los diez estadios del despertar de la Naturaleza de Buda, los Bhumis se llaman,
en secuencia: Estadio uno, “Dichoso”, Estadio dos: “Inmaculado”, Estadio tres: “Luminoso”.
Estadio cuatro. “Radiante”, y así sucesivamente. El nivel “Dichoso” comienza luego de la
entrada en la corriente; aunque elevado y puro, incluye algunas prácticas humanas comunes,
tales como los votos de gran generosidad y el deseos de traer el despertar a todos los seres
sensibles. Pero el practicante que ha alcanzado el segundo Bhumi debe ser capaz de tener
clarividencia para ver el pasado y el futuro, de entrar en cien formas de meditación profunda,
de hacer que el cuerpo se multiplique y aparezca en diversos lugares y formas al mismo
tiempo, de hacer que cien Budas y bodhisattvas aparezcan a su alrededor adondequiera que
vaya. Y del tercero hasta el décimo estadio, se habla de poderes incluso más milagrosos y
notables que éste.

Cuando le pregunté a un viejo lama del Tibet si esos diez estadios eran en realidad parte de la
práctica, me dijo: “Claro que existen en realidad”. Pero cuando le pregunté quién en su
tradición lo había alcanzado, respondió, nostálgico: “ En estos tiempos difíciles no puedo
nombrar ni a un solo lama que haya dominado siquiera el segundo estadio”.

El abad zen Norman Fisher explica de la siguiente manera la diferencia entre los ideales y la
realidad:

Los ideales son reflexiones de nuestra naturaleza profundamente religiosa, pero como bien
sabemos, los ideales pueden ser venenosos tomados en grandes cantidades o si los tomamos
de manera incorrecta; en otras palabras, si los tomamos no como ideales, sino como realidades
concretas. Los ideales deberían inspirarnos a la superación, a lo que debemos aspirar si hemos
de ser verdaderamente humanos, y lo que no podremos hacer jamás, exactamente porque
somos verdaderamente humanos. Los ideales son instrumentos para la inspiración, no
realidades en sí mismas. El hecho de que con tanta frecuencia hayamos ignorado este punto
explica la triste historia de la religión en la civilización humana...Entendidos correctamente, los
ideales nos volverán livianos el corazón y nos darán sensación de rumbo.

Dos visiones del despertar

Cuando comparamos un camino lineal ascendente con una espiral que se despliega,
encontramos dos conceptos bien diferentes de la realización espiritual. El camino lineal sostiene
una visión idealista del humano perfecto, un Buda, un santo o un sabio. En esta visión, toda
codicia, ira, miedo, crítica, engaño, ego personal y deseo son erradicados para siempre,
eliminados por completo. Lo que queda es un ser humano absolutamente firme, radiante, puro,
que jamás experimenta ninguna dificultad, un sabio iluminado que sigue sólo el Tao o la
voluntad de Dios y nunca la suya. Si éste es el ideal que sostenemos, debemos admitir que
tales seres son extremadamente escasos o tal vez no existan en estos momentos sobre la fax
de la tierra.

La visión más circular de la iluminación presenta la liberación como un cambio de identidad, en


esta visión también despertamos a nuestra verdadera naturaleza, y descansamos en una
libertad de espíritu sin tiempo. Sabemos que nuestra realidad verdadera está más allá del
cuerpo y la mente. Y sin embargo, como también vivimos dentro de este cuerpo y esta mente
limitados, los patrones comunes de la vida pueden continuar.
La diferencia por otro lado, es no existe en ellas el apego a las viejas dificultades, se las
sostiene de una manera fácil e inocua. Como dicen el sabio Nasargadatta:

Pueden aparecer el dolor y dificultades, incluso impaciencia e irritación, pero estas cosas no
tienen nada que ver conmigo. No nací y nunca moriré...Aunque este cuerpo y esta mente están
limitados por condiciones, mi vida es un desenvolverse sin tiempo.

Ya sea que nos atengamos a un ideal perfecto o a la libertad dentro de nuestra humanidad,
despertar es un misterio con el que cada tradición y cada estudiante tiene que vérselas. La
resolución a este misterio hallará finalmente respuesta en el corazón. Es allí que los opuestos
pueden ser contenidos, entendidos, reconciliados. Sólo el corazón puede contener al mismo
tiempo nuestra perfección y nuestra humanidad.

Dejando atrás mapas y expectativas, al final debemos volver los corazones hacia el amor y la
conciencia, pase lo que pase. Al vivir a partir del corazón despierto todos nos convertimos en
bodhisattvas, todos sirvientes de lo Divino. Reemplazamos cualquier afirmación sobre niveles de
iluminación con un voto de despertar a cada momento, junto con todos los seres. Éste es el
camino de la paciencia, la compasión, la sabiduría y la generosidad, el camino de nuestra
disponibilidad para vivir en la realidad del presente. Sólo aquí podemos encontrar libertad y
descansar en una perfección.

Como dijo Suzuki Roshi: “Hablando con propiedad, no hay personas iluminadas, sólo hay
actividad iluminada”. Si alguien aduce estar iluminado, no lo está. Y prosiguió: “ De lo que
hablamos es de una iluminación momento a momento, de una iluminación tras otra”.

Extracto del libro Entre el Éxtasis y la Vida Cotidiana de Jack Kornfield.

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