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LAFUENTE, Antonio; LARA, Tíscar

2013 “Aprendizajes situados y prácticas procomunales”, rase.ase.es , [on-line],


VI, 2: 168-77, [citado 02-07-2017], disponible en: http://hdl.handle.net/10261/77531

La educación expandida, en efecto, es y siempre fue el pulmón de la educación pública,


pero también es la atmósfera que hace respirable la clase. (pp.169) Esa idea de
«expandido» se podría aplicar a el campo de la cultura ¿qué implicaría eso en la
construcción cultural? ¿hacia donde arrojaría procesos ya establecidos y que
transformaciones causaría sobre el concepto y elaboraciones identitarias?

Y nuestra época, animada por el tecnoentusiasmo asociado a la cultura digital, quiere otra
vez explorar ese inmenso territorio invertebrado y siempre ignoto de los aprendizajes no
reglados, las prácticas informales y los intercambios entre pares. (pp. 169) La gestión
debería contemplar de alguna manera la articulación e integración de formas de
aprendizaje, agencimientos y producción de bienes, sentidos y valore reglados, profanos y
que provenga de procesos y comunidades de afectados.

En su conjunto, hablamos de visibilidad para referirnos a una constelación de procesos


que implican la documentación, descripción, experimentación y otras formas de
movilización de conceptos, dispositivos, datos, protocolos o prácticas que muestren que la
exclusión de la que son víctimas es socialmente injusta y epistemológicamente impropia.
(pp. 169)

Las dinámicas de educación expandida, que se extienden y crecen como hemos visto a
través de las rendijas de la institución escolar son en sí mismas tomas de contacto con
prácticas muy ligadas al aprendizaje procomún. Hablamos de la enseñanza que producen
por sí mismas aquellas organizaciones de colectivos que reaccionan a una marginación
desde la autoconciencia y se coordinan para aprender los conocimientos y técnicas que
les son necesarios para visibilizar y problematizar su realidad. A diferencia de la
educación expandida, que tiene una conexión directa con la educación institucional, el
aprendizaje procomún es autónomo y viene motivado por el propio colectivo de
"aprendices" que son conscientes de su necesidad de organización entre pares para
"mostrar" en el sentido de "enseñar" su causa a la sociedad cuyas perspectivas pretenden
ensanchar. No obstante, a pesar de esta clara diferenciación, cabe mencionar que no
existe, ni es deseable ni tan siquiera posible, un procomún puro pues siempre de alguna
forma convive en un contexto donde lo público y lo privado también influyen como
agentes. (pp. 172)

No necesitamos más casos para ensayar una conclusión. Todos los ejemplos tratados
tienen en común la existencia de una comunidad de afectados que lucha por hacerse oír y
que para conseguirlo optó, entre otros medios, por enmarcar (to frame) los problemas
según otros datos y otra forma de ensamblarlos. Hacerse visibles implicó hacerse
objetivos, dotarse de una identidad tecnocientífica. Hablar con la lengua de los expertos
para cuestionar sus modelos de representación. Tomar la palabra, hacerse visibles, les
obligó a codificar sus problemas en la forma adecuada, pues al igual que un texto
digitalizado puede desplazarse por Internet, también necesita numerosos apaños y no
pocos acuerdos cualquier asunto que quiera movilizarse en los ámbitos de la política, la
ciencia, la economía o la opinión pública. Como demostraron los enfermos de SIDA, la
respuesta siempre está en una adecuada combinación de activismo directo con actividad
tecnocientífica, una mezcla entre lo callejero y lo público. (pp. 174)

El procomún, como nosotros lo vemos, es expresión local y situada de una capacidad de


resilencia y por ello tienen razón quienes, al menos inicialmente, quieren que los bienes
comunes sean tratados como una forma particular de gestión. (pp. 174)

Lo que caracteriza entonces los procesos sostenidos por estos colectivos de afectados no
es su aislamiento o pureza, sino por el contrario su habilidad para construir, como es
propio de la cultura amateur, alianzas parciales, intermitentes, frágiles y esporádicas con
otros actores. Ostrom nos enseñó que el fallo más trivial que pueden cometer, quizás sin
intención, quienes observan estas comunidades es confundir bien común con libre
acceso. (pp. 175)

Por otra parte, nuestros casos también prueban la dificultad de trazar la línea divisoria si
no aceptamos que lo público expandido busca la funcionalidad del sistema mientras que
lo procomunal involucra una okupación antes que una extensión. (pp. 176)

CORSÍN JIMÉNEZ, Alberto; LAFUENTE, Antonio


2010 “Comunidades de afectados, procomún y don expandido”, Fractal, [on-line],
57: 17-42, [citado 02-07-2017], disponible en:
http://hdl.handle.net/10261/29806
Tales comunidades de afectados están llamadas a ser comunidades epistémicas, pues su
empoderamiento dependerá de su capacidad para apropiarse del conocimiento y las
nuevas tecnologías. Para hacerse visibles, para que su mal sea reconocido como tal
tendrá que probar su capacidad para identificar la naturaleza del problema, diseñar las
variables que permitan rastrearlo, objetivar el conflicto que denuncian, enmarcarlo en
narrativas verosímiles, movilizarlo por las redes pertinentes, cobijarlo bajo el manto de lo
jurídico, conceptualizarlo buscando resonancias y acercarlo al lenguaje de los aliados.
Nada exige más esfuerzo que hacerse visible, una tarea tanto más hercúlea cuanto más
heterodoxa, periférica, minoritaria o marginal sea la situación de la que parte la
comunidad, tras la degradación del bien que les constituye. (pp. 22)

Hay bienes cuya posesión no está regulada por los dispositivos de la propiedad y que, en
consecuencia, no evocan los imaginarios de la exclusión, sino los de la cooperación. Hay
mucha propiedad que no es privada. Se puede patrimonializar sin privatizar. (pp. 24)

La economía que regula estos intercambios basa su éxito en la capacidad para atender
necesidades. No está orientada al beneficio individual. La posesión de algo, ya sea un
objeto, una conjetura o una fórmula, implica su intercambio porque sólo se es dueño de
aquello que se comparte. Así sucede en los espacios del software libre, donde nadie
puede acreditar la creación de una línea de código más que regalándola, pues en el acto
mismo del donar queda registrada la hora e identidad del donante. (pp. 24)

Las cosas que circulan fuera del mercado viajan con mucha historia, están preñadas de
símbolos no desagregables. En ese otro mercado, los bienes circulan sin conformar una
comunidad de consumidores o de propietarios. (pp. 25)

En el mercado triunfan las cosas desarraigadas, desancladas, descontextualizadas,


desculturalizadas, deshumanizadas y, cuando parecen ser objetos que pertenecen a
algún sitio, provienen de una cultura o evocan un sentimiento, es pura apariencia
multiculti, una concesión kitsch, otro simulacro pequeñoburgués. (pp. 29)

Entonces ¿Qué puede significar hoy darse el procomún, pagar por él, contribuir a su
creación, posibilitar su uso, potenciar su despliegue? (pp. 31)
La sociabilidad es un endeudamiento que ata a un objeto inalienable. El donante mantiene
como suyo lo que acaba de donar: dar nunca es abandonar. (pp. 31)
Entonces, contraefectuar es un gesto que se compadece con acciones del tipo sacar a
flote, sacar a primer plano, dar un paso al frente o practicar el claroscuro. Prácticas que
comparten la idea clave de lo que queremos decir: hacer visible algo mostrando el
contexto de donde sale. (pp. 35)

Necesitamos, por tanto, construir una noción de don expandido. Expandido y no


necesariamente expansivo, porque lo que buscamos es abrir nuestra imaginación
analítica para descubrir nuevas formas de decirlo y nuevas categorías para pensarlo. El
procomún no se hará más robusto extendiéndolo a todos los confines mediante la
expansión sin límites de las nociones de público, comunidad o justicia social. Un don
robusto tiene que ser finito y también expresión de una nue- va sensibilidad sociológica 24.
Es expandido por reinventado y no por multiplicado. Lo que queremos es expandir nuestra
visión con nuevos instrumentos escópicos. (pp. 35)

El valor que atesoran procede de su capacidad para comprometer a todos en la tarea de


construir comunidad, lo que es tanto como decir en la tarea de experimentarlos.
Experimentarlos en el sentido de compartirlos y ponerlos a prueba. Experimentar los
dones significa, entonces, hacerlos circular o, en otras palabras, reinventar la comunidad
política que los sostiene y que es sostenida por ellos. Así las cosas, no hay más remedio
que admitir que la economía del don expandido tiende a la transparencia, porque sus
protocolos y sus prácticas sólo funcionan en abierto y sólo son operativos bajo intenso
escrutinio. (pp. 36-7)

Lo decisivo, lo que les distingue de un club o una empresa, es su habilidad para situarse
fuera del mercado, lo que implica interrumpir los ciclos de acumulación individual para
inaugurar los de empodeamiento colectivo. (pp. 38)

LAFUENTE, Antonio
2007 “Los cuatro entornos del procomún”, Archipiélago, [on-line], 77-78: 15-22, [citado
02-07-2017], disponible en: http://hdl.handle.net/10261/2746

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