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GERARDO HAUPTMANN LOS TEJEDORES EDITORIAL Qucteat Versin castellana de Luis pe Texas Copyright Ly Bomosia, Queresn, 1954 Queda hecho et depésito que marca ta Loy 11.723 Todos los derechos reservados res enero IMPRESO EN LA ARGENTINA — PRINTED IN ARGENTINE Se termin de imprimir el dia 28 de abril do 1954, en los Talleres Gréfivos Editorial Mayo, Callao 395, Buenos Aires Gerardo Hauptmann En Silesia navié Gueanoo HavPrMann en 1862. To- jedoves habfan sido sus antepasados, y la evocacién de sus rebeldias forjaron el “climax”? propicio para modelar su pensamiento, acoreéndolo con decidida simpatia a quienes pugnaban por hallar remedio a los desniveles sociales que, como ta sombra al cuerpo, acompaitaban al afianzamiento det capitalismo in- dustrial en Alemania, Estudioso de Darwin y de Marz en su paso por la universidad, su vocacién li- teraria necesité buscar correspondencia estética a las. doctrinas humanisticas, no tardando en vinew- larse y compartir tos puntos de vista draméticos del grupo de los “naturalistas consecwentes’”, que ha- Bian fundado en Berlin el “Freie Biihne” (Esce- nario Libre), propugnando un arte nuevo que no fuese ajeno a la verdad social de los tiempos presen- tes. AM estrend Antes del alba (1889), su primera obra, suscitando las protestas de wna sociedad que se resistia a admitir esta eruda revelacién escénica de sus injusticias. A ella siguicron La fiesta de la paz (1890), Los solitarios (1891) y Los tejedores (1892), que es su producciin més aguda desde et punto de vista social. Bstas obras, fieles a las premi- sas del naturalismo, fueron un medio para repro- ducir teatratmente la plenitud de In vida real, mas lw posterior crisis estética de aquella corriente al- canzarta al propio Hauptmann, quien a partir de Hannale (1893) y La eaimpana sumergida (1896), se aleja del naturalismo inclindudose al simbolisno- y el impresionismo psicolégico. Murid en 1946, sin que ese abandono postrero de su temética rebelde eclipse la poderosa contribucién de Hauptmann a un movimiento renovador de vaste repercusion ar- tistica, que al intentar el reflejo de lo social inau- gura para el teatro olra etapa de significativo relicve. PERSONAJES ‘Drezisstozr, fabricante. ‘La SeXona pe Drei Preiree, eneargado. (SSIGER. Neumann, cajero. Un Empire. WamxxoLn, preceptor de los hijos de Dreissiger. ‘Tuan, cochero. Bx Pastor Kirrenmavs, La SeSora pe Krereunaus Hae, comisario de policfa. Koursens, gendarme, Werzen, posadero. La Muser ps Wenzet. Awa Watzen, su hija ‘Wieaawn, earpintero. ‘Un Viasanne pe Conencto, ‘Un Aupeano, Un Guarpanosque, Scxaupr, médico, Horst, trapero. ‘Warne, herrero. BauoKer. Mavzicio Jarorr, soldado licenciado. 1» GERARDO HAUPTMANN Et Anveco Baumer. Ta Apvena Baumer. Beers Bauneer, Fao Baaceee, Fritz, hijo de Emma, de cuatro afies de edad. Aveusto Bauatner, Ex Apveto Ansoncx, tejedor y casero, La Musee pe Herwnicrr, tejedora. Bu Anusvo Huse, La Asveta Hise, Gorricis Hise, Livisa, mujer de Gottlielb. Mnaeva, su hi, ‘REIMANN, Horner, ‘Una Termpona, ‘Uw Niko, ‘Teyepores ¥ TETEDORAS La accidn se desarrolia hacia 1840, on Kaschbach, en el Butengo- birge y on Petterwaldan y Laugenbielan, al pie del Eulengsbirge PRIMER AcTO Una vasta lonja, de muros grises, en la fabrica de Dreissiger, en Petterwaldan, Es el lugar a donde los tejedores van a entregar los tejidos ter- minados. A la iequicrda, ventanas sin cortinas. En el fondo, una puerta de vidrieras; a la derecha, otra puerta, también de vidrieras, por la que tejedores, mujeres y nifos, entran 0 salen continuamente. «1 lo largo dé la pored do la derecha, que estd en su mayor parte, como las otras paredes, lena de estantes, se entiende un mostrador, sobre el que los tejedores depositan las piezas que traen. Con arreglo a su orden de Uegada, van a que les examinen sw trabajo, El encargado Prsiver, estd de pie tras una mesa grande, sobre la cual cada tejedor coloca @ su vez la pieza que lleva para someter al examen. Para este examen, Pruwen se sirve de un compas y de una lupa. Una vez vista la pieza por Pyswen, el tejedor ta vuelve a tomar y la pone ex una dalanza, en donde el enspleado comprueba el peso. El mismo em- pleado procede a almacenar en seguida la mercancia aceptada, Ell encargado Prewer, indica cada vez, en alta voz, al cajero NEUMANN, sentado ante una mesa, et salario que se ha de pagar La escena se desarrolla en un dia nublado, de fines de mayo. El reloj seftala las doce. La mayor parte de los obreros presentes permanecen alli como si estuvieran en la barra de un tribunal del que tuviesen que esperar una decisiin que fuera para ellos cuestion de vide o muerte. Todos tienen aspecto abatido, aspects como de mendigos, de miserables que han rododo de hamillacisn en humillacién, y que, teniendo et sentimicnto de no ser més que tolerados, estén habituados a hacerse lo més pequerios pos ble. Todos los rostros Uevan el rudo selio de crueles iniitiles ensuefios. Los hombres se parecen casi todos, bajos de estatura, estrechos de honbras, eatarrosns, con Ia cara pélida y sucin. conidenados al oficio de tejer, que les hace ser patizambos. Sus mujeres son menos tipicas a primera vista, Parecen cnervadas y 2 Geanpo HavreMann agotadas, mientras que los hombres presentan todavia aspecto de una cierta gravedad lamentable. Aquéllas no van cubiertas sino de harapos, mientras que los trajes de los hombres estén, por lo menos remendados. Entre ellas, las jévenes no carecen de gracia: nen una palidez de cera, formas delicadas, ojos gran- des, salientes y melancéticos. Neumann — (Contando el dinero). Restan diez groschen, dos pfennigs. Una TesepoRa — (De treinta afios, extenuada, recoge el dinero con temblona mano). Muchas gracias, Neumann — (Viendo que no s¢ va la mujer). ;Qué hay? 4No es esa su cuenta? Una Trsspora — (Conmovida y suplicante). Adeldnteme usted una vez més algunos pfennigs; ime hacen tanta falta! Neumany —j Ah! [Si fuera uno a considerar las cosas que ne- cesita!... Yo necesitaria algunos cientos de thalers. (Po- niéndose en seguida a pagar a otro tejedor, aiiade secamen- te). En cuestién de adelantos, el que decide es el sefior Dreissiger. Una Tsgnpona — j Pero podré yo ver al seilor Dreissiger? Preier — (Fué tejedor, pero no ha conservado el tipo. Es un hombre orondo, cuidadosamente vestido y afeitado. Es tam- vién un gran aficionado al rapé. Replica bruscamente): Tendria harto que hacer si tuviera que ocuparse de todas esas miserias. Aqui estamos nosotros para eso, (Mide una pieza de tela con su compds y la examina con la lupa). {Se- or, qué corriente de aire! (Se abriga el euello con wn gran paiiuelo de seda). Cerrad la puerta enando entréis. ‘Un Empupano— (En alta voz a Pfeifer). Bs como si se habla- ya con las paredes. Pynwen— Ya esté. Péselo ahora. (EU tejedor pone la pioza de tela en la balanza). Me parece que no sabe usted gran cosa, que digamos, del ofieio. Esto se encuentra lleno de defec- tos; ni siquiera sabe usted urdir la tela. ; Muy bonito! Que sea enhorabnen BancKer — (Acaba de entrar. Es un tejedor joven, ms robusto que sus compafieros, de modales desenvueltos, insolentes casi. Cuando entra, Pfeifer, Neumann y el empleado cam- bian wna mirada de inteligencia). {Rediés, que tiempo de perros. Nos vamos a divertir! Los Traxpores aa Un Trasnvor — (A media voz). Si, pudiera ser que Noviese. Ex Anvzvo Baumerr — (Que ha entreabierto, para entrar, la puerta de la derecha. Detrés de la puerta se ve un grupo compacto de tejedores que espera su turno para entrar en la lonja. El abuelo Baumert avanza, arrastrando los pies, hasta colocarse casi en primer término. Deposita un paquete en el banco cerca de Baecker. Se sienta al lado, y se enjuga el rostro). Da gusto deseansar. Barcxen— Ya lo ereo que da gusto. Més que el recibir los imi- serables groschen de esos. Ev Anvevo Bauneer—jOh! También es bueno recibir los groschen. Buenos dias Baeeker. Barcker — Buenos dias, abuelo Baumert, ‘Todavia va a haber que esperar, amigo. Ux ‘Pesmpor — Si, aqui no reparan mucho en eso. Ya he hecho yo cola dos horas enteras otra vez. Para ellos, un tejedor no es nadi Pretrer—.A ver si os ealliis vosotros, no se entiende uno. Baroxen — (Mas bajo). Ese esté hoy de malas. Prewer— (Al tejedor que tiene enfrente). Ya le he dicho bas- tantes veces, sin embargo, que era menester limpiar esto mejor. Pero usted es muy apitico. Mize, esta hilaza, larga como la mano, y paja, ¥ todas estas suciedades. Runcanw — {No tanto! Ex Expneavo — (Que ha pesado la pieza). No tiene el peso. Premer —Estén lucidos nuestros tejedores: merma en cada pieza entregada. ; Ah! En mis tiempos no hubiera aceptado eso el amo. Pero entonces no stcedia lo que hoy, habia que saber el oficio. Ahora, a la vista esti... Reimann, diez groschen. RewtaNs — Sin embargo, hay derecho a una libra de merma, Preiver —No tengo tiempo. Esté arreglado, 4 Qué es lo que trae usted? Hrmer—(Deposita su pica de tela. Mientras Pfeifer la examina, Heiber se acerca a él y le dice a media voz, pero con emocidn). Perdone usted, sefor Pfeifer; pero si fue- ra un efecto de su bondad, si quisiera usted hacerme el favor, me harfa usted un gran servicio de no deseontar- me esta ver el adelanto, au“ Geeanpo Maurrwann Pruner — (Midiendo la tela y examinindola, responde con un tono de burla). ;Rst bien elegido el momento para pedir- ‘me eso! ; Si al menos me trajese usted labor tm poco limpia! Hewee— (Continuando en el mismo tono). La semana préxima podré arreglarlo todo. Pero esta semana he tenido que hacer «los dias de jornada gratuita... ¥ ademés tengo a mi hija enferma. Prntren— (Dando pesar la pieza). Le digo que lo que me entrega aqui es trabajo echado a perder. (Bzaminando wna nueva pieza). ;¥ esto! ;Demasiado ancho por un lado, de- masiado esireeho por otro! Y ademas, estos hilos de la’ tra- ma, mezelados unos eon otros, o bien flojos. ;¥ ni siquiera sesenta hilos por pulgada! ; Dénde esta lo demas? ; Qué ha hecho usted de ello? ;Qué hace usted de lo que se le da? (Heider contione sus Vigrimas y pormanece consternado, sin atreverse ya a decir nada). Barexer— (En voz baja, @ Bawmert). {Qué animal ton in- mundo! Querrfa tal vez que eomprasemos el hilo nosotros mismos. Una Tesspora — (Que apenas se ha alejudo de la caja, y que de cuando en cuando dirige en torno de ella una mirada desesperada, como para buscar socorro, parece, en fin, to- mar una resolucién heroiea, y se dirige de nuevo swpli- cando al cajero). No podré salir de apuros si no me da us- ted un_peqnefio adelanto... ; Ah, Jestis mio! Pres — Déjenos en paz con sus jeremiadas; y deje a Jesiis tranquilo. ;Cémo si se oeupara’ usted mucho de Jestis, ha- bitualmente! Mejor seré que se ocupe usted més bien de su hombre. No hay medio de hacer a usted adclantos. También nosotros tenemos que rendir euentas. No es dinero nuestro, tenemos que decir lo que hemos hecho de él. Y ademas, enando se eonoce el oficio y se trabaja con temor de Dios, Jamis se necesitan adclantos. ; Estamos? NEUMANN — Es como los tejedores de Bielan. Aunque ganen cuatro veces més, gastan euetro veces mis en divertirse, y todavia hacen deudas. ‘Uwa Trsepona— (Hn voz alta, para poner a todos los presen- tes por testigos). Sin embargo, yo no soy perezosa ; pero ya no puede durar esto. He estado a punto de morirme dos veces. ¥ mi hombre no se tiene de pie; queria curarse; ha estado a ver al brajo de Zerlan, no ha podido hacer nada. No se puede hacer lo imposible; se hace todo lo que se pue- Los Traxpores 16 de, No duermo; hace semanas que no pego los ojos. {Si por encima de todo, no tuviese una enfermedad que me roe los hinesos! Ya no puedo tenerme derecha, (Haciéndose més suplicante). Se 1o ruego, mi buen sefior ; adelanteme usted algunos groschen. Pretren— (Sin parecer oirla siquiera). Fiedler, onee groschen. ‘Una Tesenona—-Nada mas que algunos grosehen, para que pueda comprar pan, El panadero no quiere fiarme mis. Y tenemos tn montén de hijos. Nuvmann — (Al empleado, en voz baja y con tono cémicamen- te grave). Las tejedoras que hilen el lino tienen un chico todos los afios, eon regularidad, todos los aiios. Puede us- ted explicarme esto? ‘Eu Euprmavo — (Con el mismo tono). La tortuga es ciega seis semanas todos los afios, con regularidad, todos Jos afios. {Puede usted explicarme esto? ‘Remann — (Sin tocar el dinero que el cajero acaba de contar- le). Me han dado siempre tres groschen por una pieza. Pretrer — (Le dice desde su puesto). Si no esti usted contento, Reimann, no hay que decir mAs que una palabra, No faltan tejedores tan habiles como usted. Cuando tenga el peso jus- to, se le pagarén otra vez trece groschen. Remax — Habria que probarme que no esta el peso justo. Pruner —Traiga usted una pieza bien tejida, reeibirs eomple- to su salario, Rmmann — z¥ acaso ésta no esta bien? ¢En dénde ve usted tantos defectos! Preven — (Que ha empezado a examinar otra piesa). Quien teje bien, vive bien; quien teje mal, vive mal. Hemxr— (Se ha quedado cerea de Pfeifer, para esperar un instante favorable. Ha sonreido a la réplica de Pfeifer, y se acerca entonces a A, y Te habla en el mismo tono que Ta primera vez). Sefior Pfeifer: si fuese un efecto de su bon- dad, si quisiera usted ser bastante bueno para no deseon- tarme mi adelanto hoy; por que ya ve usted, desde la Cua- resma, mi pobre hija esta en la eama, toda estropeada, No ha podido hacer nada, y vo estoy obligado a pagar wna de- vanadora. Ya comprende usted, sefior Pfeifer, que no es culpa muestra, a6 Genanpo Waurtwann Prewen—(Tomando un polvo de rapé). Mi bravo Heiber, no he de pensar solamente en usted. Hs preciso que me ocupe también de los otros Remtanw —Me han dado el hilo asf, lo be retirado del telar como lo habia puesto; no puedo traer hilo mejor del que me dan, Peziren — $i no le gusta el hilo, no tiene usted mis que hacer sino no volver a busearlo, Hay bastantes obreros que rom- perfan la suela de sus zapatos por venir a tomarlo como es. Navwann — (A Reimann). No quiore usted tomar el dinero? Renan —No est mi cuenta, NevMaNN — Bueno. (Sin ocuparse més de Reimann). Heiber diez groschen ; deseontando eineo grosehen adelantados, quedan cinco groschen. Hetsee — (Se acerca, echa una mirada a la suma, menea la ca- beza como si no pudiese creer lo que sucede, y por fin toma las monedas una a una, suspirando), ;Ah!, miseria, mise- ria... jen fin! Eu Awuro Baummer—(A Heiber, mirdndote caru a cara). jAb!, si, mi pobre Francisco; hay de qué lamentarse, no ¢s agradable la vida Homer — (Penosamente). Figévate; mi pobre hija esta en- ferma. Habra que comprar drogas, ‘Ex Awvero Bavserr — j Qué tiene? ‘Lstsex —No se sabe bien, ya ves. Esta hecha un caseajo desde que vino al mundo. Seguramente algiin vicio que tiene en la sangre. Miseria de miseria. Cuando uno es pobre, se tie- nen todos los males. Y no tiene fin, no tienen remedio. 4Qué Hevas ahi, en el paiiuclo? Ex, Anveto Bauatert — Pues mira, en casa estamos también sin una migaja, y he hecho que maten a nuestro perro, No ha- bra mucho que comer, estaba medio muerto de hambre. Pe- ro era tan earifioso... Por es0 se Io entrogué a otros. Yo no hubiera tenido valor para matarlo. Prstren — (Después de haber examinado la obra de Baccker), Baecker, trece grosehen. Bavexer — Esto es una limosna, no es un salario, Prrarer —Tos que han eobrado pueden marcharse, No se pue- de uno mover aqut. Bavoxer— (A los que le rodean, sin bajar la voz). Bs una rai- serable limosna, una propina nada més. Y para esto hay ‘ane matarse todo et dia, no dormir la mitad de las noches, Los Teseporns nv Y cnando se ha agotado, cuando se esta medio muerto, s2 han ganado treee grosehen. Drevex — No venga usted aqui a vocear de esa manera. Bavcker — De todos modos no seré usted el que me haga eallar. Prewer — (Levantindose bruscamente). Ya lo veremos. (Yen- do ala puerta de vidrieras y Uamando). (Seftor Dreissige:, sefior Dreissiger! ;Tendria usted la bondad?... Dretssiger — (Entra. Bs un hombre de ewarenta aitos, poco mas 0 menos, todavia joven, pero con algo de panza y asmético. Con aire severo). Qué sucede? Prewer — (Con socarroneria). He mandado a Buecker que se calle, y se niega a obedecerme. Darissigex —- (Hehando ta cabeza hacia atrés para tomar una actitud, y anhelante). ;Ab, ah! {Baecker!... (A Pfeifer, sefialando a Baccker). ;Ese es Becker? (Sus empleados hacen wn signo afirmativo). Banexen — (Insolentemente). Sf, sf, softor Dreissiger. (Sefia- Téndose). | Este es Baceker! (Sefialando a Dreissiger). (Y el sefior Dreissiger, es ese! Danissiarr — (Indignado). Hs usted un desvergonzado. Preier— Parece que la cosa iba demasiado bien para él, Pero tanto va el edntaro a la fuente... Backer — Céllate t6, brajo, cierra tu sueia boca de hijo del diablo; tu madre debié ir al aquelarre, y tener que ver con el demonio, para echar al mundo una Fea bestia como ti. Dasissraur — (Estallando en célera). Silencio en soguida, si- lencio, o sino... (Tiembla de edlera y da algunos pasos hacia Baecker). Basoxer — (Psperdndole a pie firme). No soy sordo; no hace falta gritar de esa manera. DanussioEn — (Reponiéndose, pregunta con calma aparente}. éNo era este bribén de los de la banda de anochet Prsirer — Es un tejedor de Bielan. Siempre esti uno seguro de encontrarlos alli donde haya algo malo que hacer. ‘Dawtssigze — (Con la voz temblona). Pues bien, acuérdese de Jo que voy a decirle. Si vuelve a suceder otra vex que una banda de borrachos, de perdidos, pase por delante de mi ‘easa, como ayer por la noehe, eantando esa innoble eanci6n... Bawoxer — La eancién del sudario? Dratssiaxen — Ya se sabe lo que quiero decir, Pues bien, lo re- pito: si vuelvo a oir otra vez esa eancién, por mi honor, hago que detengan a uno de vosotros y Io entrego a la jus- 18 G@Enanpo Haverwany ticia. Ya veréis si bromeo. ¥ si deseubro al que ha eom- puesto esa hediondez de eaneién... Backer —No hay que burlarse de ella, es una bonita ea ¢i6n. Dreissiaen — Si dice usted una palabra més, lo hago detener al punto, La eosa no seré larga. Y ya sabrén salarle; ya he hecho salar a otros. Baxoxr —j Oh! No lo dudo, Un fabricante en grande como us- ted, jearamba!, hasta puede hacer que salen pronto a dos- cientos o trescientos tejedores en un abrir y eorrar de ojos. Ni siquiera se les deja algunos hesos sanos. Y un fabri- eante en grande se puede comer todo eso, porque tiene ‘enatro estémagos como las vacas, y una quijada como la de los lobos. Daxassiaer — (A sus empleados). No hay necesidad de deciros que no se debe volver a dar trabajo a este hombre, Baxoker—Reventar ante un telar o en una zanja, me da lo mismo. Drctsstcer — Largo, en seguida, largo. Banker — (Con tono decidido). Primero, mi paga. Drerssicer — (A Neumann), ;Cuimto hay que darle? Nevaany — Treee grosehen. Durtssicer— (Toma violentamente el dinero de manos del ca- ero y lo arroja sobre la mesa, Algunas monedas ruedan al suelo). Ahi esté, y ahora, pronto, lirguese. Barcxer — Cuando me hayan dado mi paga. Drerssiaer —La he dado. Y si no se larga usted... son las doce, mis tintoreros van a salir. . ‘Barcxer —Necesito mi dinero, en mi mano, aqui. (Con unos dedos de la mano derecha toca ta palma de la mano éz- quierda). Dreissiaen — (Al empleado). Reedjalo, Tilguer. (El empleado obedece y pone el dinero en Ia mano de Baecker). Barcxer— Conmigo hay que ser atento, (Pons el dinero sin apresurarse en wn portamonedas viejo). Dretsstarr— ;¥ qué? (Viendo que Baccker no se apresura a salir, dice con impacioncia). ;Hay que ir a ayudarte? (Pro. dricese un movimiento en el grupo compacto de tejedores. Se ha escuchado un largo y profundo suspiro. Oyese una caida. Toda la atencién se dirige hacia aguel lado). 4 Qué pasa ahit Varios Trasporss y Thyeporas— {Un pequelio que tiene un Los Trszponzs w ataque! — Un pequetio ha eaido. — Es gra No se sabe lo que tiene. Denisstarr — (Aceredndose). , Qué? ,Cémot... {Un ataque! Uw Ancrano Trsepor — Alli esté, caido en el suelo. (Hacen sitio, y entonces se ve a un nifio de unos ocho aiios que yace sin conocimiento en el suelo). Deuissiaze — j Conoce alguien a ese pequetio? Un Awciaxo Teaxpon — No es de nuestro pueblo. Ex Anvero Bavaerr—Tiene todo el aire de ser un pequeiio de los Heinvichen, (Le mira de mas corca). Si, es Gustavito Heinrichen. Dasisstaxe — ;D6nde viven sus padres? Uv Anciano Trsepor — Allé arriba, muy cerea de nuestra ea- sa, en Kaschbach, sefior Dreissiger. Se dedica a cantar por Jos caminos cuando no puede trabajar en el officio. Tienen neve hijos, y el décimo esti en camino. ‘Vantos Teanpores ¥ Teseponas — Estn en la miseria. — Una choza en ruinas. — No tienen pan. —~ No hay alli dos ea- misas para los nueve chicos. Ex Asueto Baumer — (Ocupado en levantar al nifio). Vaya, pequefio, gqué tenemos? Vamos, vamos, hay que des. pertarse. Dneissiaer —Levéntelo conmigo, que lo levanten. Es una 1 cura hacer que haga semejante caminata wm nisio tan débil. Pfeifer, traiga un poco de agua, Una Trsepora — (Que ayuda a levantar al nifio). No bay que hacer tonterias, pequefio, no hay que morirse. Destssignn — Pfeifer, traiga usted mis bien cognae, sera mejor Basoxen— (Olvidado de todos, se ha quedado « observar lo que pasa. Con la mano en’ el picaporte, exclama con voz fuerte y burlona). Denle mas bien algo de eomer y se res- tablecord. (Vase). Dressstoee — Asi no va bien, Témelo por debajo de los brazos, Neumann, Suavemente... Suavemente..., alli..., alli..., Llevémosle a mi euarto... 4Qué? 4Qué pasad NeumANN —Ha dicho algo, sefior Dreissiger. Mueve los labios. Dreissicee — , Qué? ;Qué es lo que quieres, pequefio? Ev Niko— (Con dificultad). Tengo... tengo hambre. Dnetsstark — (Reprimiendo wn gosto de espanto). No se com- prende lo que dice. ‘Uwa Tesrpora — Creo... auc deefa... ve quiz? — 20 Gysaepo Havrtwanw Daeissicen — Bien, bien, ya veremos. Por de pronto, que no s¢ quede aqui. En mi euarto, en un sofa, estaré muy bien. Ve- remos lo que dice el médico. (Dreissiger, Neumann, y la tejedora conducen al pequetio a la habitacién inmediata. Se produce wn movimiento entre tos tejedores, como entre los escolares cuando el maestro ha dejado la clase. Se estiran, murmuran, cambian de postura, y al cabo de algunos ins- tantes la conversacién se hace rwidosa y general). Ex Asvrto Baumewt— Creo que Baecker tenia razon, Vautos Trarmbonus ¥ TxsED0RA8 — Bien elaro ha dieho el chico que tenia hambre. — No es nuevo eso de morirse de ham- bre. Algunos de nosotros espicharemos, el invierno, si contintian asi disminuyendo nuestros salarios. — Sobre todo que la cosecha de patatas ha sido muy mala. — Si ereéis, pobres muchachos, que eambiard esto alguna vex — !Quién sabe, cuando estemos todos vapuleados! Ex Anurto Bavmuze —El qne la ha entendido mejor es el te- jedor Neutwich, que se ha puesto una cuerda al euello y se ha colgado de su telar. Vaya, toma un polvito, amigo, Yo he estado en Neurode, donde trabaja mi eufiado en la fi- briea en que se hace el tabaco. Bl es quien me lo ha dado. 4 Pero qué levas de bueno en tu paituelo? ‘Un Awctano Tesmpor—Un poco de harina. Bl molinero de Ulbrich, con su carreta, marchaba delante mio. Se voles un poco de un saeco. Me dejé recoger lo que se habia cafdo. Puedes ereer que me haefa buena falta. Ex Avvero Bavatert— Hay veintidds molinos en Petterwal- dan, pero no hay muchos que den vucltas para nosotros. Un ANciano Tesupor—Bueno; de todos modos no hay quo descorazonarse; siempre concluye por suceder algo que le ayuda a uno un poeo. Hemi —Y cuando se tiene hambre se reza a todos los santos del Parafso. ; Pero si esto no sirve de ayuda? ;Meterse una piedra en la boca y chupar? ;Di, Baumert? (Vuelven a entrar Dreissiger, Pfeifer y Neumann). Daeissiazr — No era nada. El pequefio esti ya completamente restablecido. (Yendo y viniendo con agitacién. Se detiene a veces completamente sofocado). De todos modos, es estti- pido el mandar hacer semejantes correrias a un pequefiuclo gue no abulta un comino, al que se le tirarfa de un soplo. No comprendo que haya gentes... pobres que earezean de coneiencia hasta ese punto. Obligarle a hacer legua y media Los Tearpores a1 con dos piezas de fustin al hombro, Es cosa de no ereerlo. En adelante, prohibo que se reciban las piezas tejidas que sean traidas por los nifios. (Da algunos pasos en silen- cio). En todo eas, no quiero que vuelva a suecder seme- jante cosa. Fn iltimo término, ja quién se haee responsable de ellot ;A los fabricantes, caramba! Nosotros somos la causa de todo. Que un pobre diablillo como ese vaya un dia de invierno a pararse y dormirse en la nieve, y siempre habré por alli un periodista que llegar, no se sabe de dén- de, para enterarse del hecho, y dos dfas después cireul por todos los periédicos. El padre, los parientes que hayan enviado al nifio a la nieve, esos no tienen Ia eulpa; nosotros somos los pérfidos emisarios, -A los tejedores se les adula siempre ; a nosotros nos vapulean, BJ fabricante es un hom- bre corazén, duro como una roca, un ser peligroso, tras del ewal todos los perros tienen derecho a ladrar, Vive en la opulencia, y no da més que un salario irrisorio a sus obreros. Que semejante hombre tenga sus preocupaciones, sus noches de insomnio; que corra riesgos de los que el obrero ni siquiera puede formarse una idiea; que pierda la cabeza a fuerza de calewlar; que no pase un dfa sin contra- riedades o decepeiones ; que deba pensar en mil cosas, eada una de las enales es para él una euestin de vida o muerte, todo esto les da igual 2 los hacedores de frases bellas. ; Dios sabe, sin embargo, todo lo que depende de los fabrieantes y a cudnta gente hacen vivir! ; Ah! Yo quisiera veros en mi pellejo un poco de tiempo de enando en enando; pronto os cansariais. (Después de reponerse un poco). Y ya véis e6- mo se conduce ese desalmado, ese bribén de Baecker. Lo que no le impedixé ir a gritar por todas partes que yo soy un ser sin eorazén, que por wn sf 0 un no despido a mis obreros, ‘Vamos a ver: jes cierto eso? ;Soy yo un ser sin eorazén? Mvorras Voces — No, no, sefior Dreissiger. Dnurssiane —{Harto lo sé, caramba! Esto no impide el que esos ‘brutos se paseen de noche por las calles, eantando innobles canciones sobre nosotros los fabricantes, | Pareee que se les dejara morir de hambre! Lo eual no Jes impide encontrar con qué emborracharse, beber ginebra @ vasos Menos. Que vayan a ver lo que pasa en otros Indos, que eomparen, an que més no sea, s1 posicién a la de los tejedores de tela. Tal vex éstos podrian hablar de miseria, Pero vosotros tej dores de fustin no veo verdaderamente de qué podrfais 22 Greaepo Hauprwann quejaros, y mas bien podéis dar gracias a Dios por toner- me de ano, Apelo a mis antiguas obreros, a los buenos tra- bajadores que estén aqui: ;puede un tejedor que conozea bien su oficio, sf o not Mvonss Voows— Si, selior Dreissiger. Daxissigne — 4 Qué es lo que yo os deeia? Un holgazdin como ese Baeeker, no, jcaramba! Pero ereedme, tenedle sujeto. Si me Ievan a lo iiltimo, eierro la #abriea. ;Veremos en- ‘tonees en dénde encontraréis trabajo! Segaramente no seri en casa de Baceker. Una TeseDoRA — (Que ha pedido ya un adelanto ab principio de la escona, Se acerca a Dreissiger y le sacude et polvo de su manga con humildad rastrera). Se ha manchado usted un poeo, sefior Dreissiger. Danisstarr — Los negocios no marchan bien, lo sabéis. Yo pier- do dinero en vez de ganarlo, Si a pesar de todo, me las arreglo de manera tal que doy trabajo a mis tejedores, por lo menos quiero que me lo agradezean. Tengo ahi miles de fardos, de los que no sé si podré alguna vez desembarazar- me. Ahora, me he enterado de que muchos tojedores de las coreanias estén sin trabajo... Pero no, Pfeifer os expli- caré, esto. Yo quiero solamente demostraros lo bien dispues- to que estoy. No puedo distribuir limosnas, no soy bastante rieo para eso. Pero quiero tratar, en cuanto yo pueda, de proporeionar a los que no tienen nada 1a oeasién de ganar por lo menos algunos groschen, El riesgo que esto me hace correr, eso queda de mi cuenta, Pero yo me digo: vale mas que un hombre trabaje el euarto de su jornada que el no hacer nada en absoluto, y morirse completamente de ham- bre. yNo tengo razn? Mucuas Voces — Ciertamente, sefior Dreissiger, ciertamente. Drmissran — Estoy, pues, dispuesto a proporeionar trabajo to- davia a doscientos tejedores... Pfeifor os explicaré las condiciones. (Se dispone a salir). Una Tesepora— (Le cierra el paso, x le habla con precipita. cién, con acento de séplica). Querido seiior Dreissiger, yo quisiera pedirle, hacerle un modesto ruego... si aeaso pu- diese usted... he tenido ya dos ataques. Dumissioxn — (Apresurdndose). Hable a Pfeifer, buena mujer; me he retrasado ya. (Pasa ante ella). Remanw— (Se coloca a su voz ante él, y habla con tono de queja onformiza). Sefior Dreissiger, estoy verdaderamente Los Trseporss 23 obligado a reclamar... El sefior Pfeifer me ha dado... yo he reeibido siempre trece groseken por mis labores. Dauissigen — (Le corta la palabra). Mize, abi esté el encarga- do; vaya a verle; a él es a quien tiene usted que divigirse. Hemen— (Reteniendo a Dreissigor). Querido sefior Dreissi- ger... (Se turba y balbucea). Si fuese un efecto de su bon- dad... si acaso se dignara usted... 0 si acaso el sefior Pfei- for se dignara... si se dignaran... Dnesssicen — j Qué desea usted? Hersez—Un pequefio adelanto, porque Ja dltima vez... yo erefa... pensaba... Dresssianr — {No le comprendo a usted! Hr — Es que yo he estado un poco necesitado, porque. DrerssickR— Todo eso concierne a Pfeifer... Yo no puedo ‘ocuparme en todo... Arréglese con Pfeifer. (Se esquiva por el mostrador. Los tres suplicantes se miran consterna- dos, y so retiran uno tras otro suspirando). Prutree— (Volviendo a empezar su trabajo de examen). 4 Qué es lo que traes, Anita? Ex Avveto Baumerr—jY a eémo se pagar’ la pieza, sefior Pfeifer? Prurer —;La pieza tejida?... Diez groschen. Ep Avvsto Bavarrr—yEh!... Todavia se puede marchar. (Movimiento entre los tejedores. Cuchicheos y murmullos). TELON SEGUNDO ACTO La humilde haditacién del hudsped Guillermo Ansorge, en Kaschbach, en el Eulengebirge Es una habitacién sumamente estrecha y que tiene escasa- monte seis pies de alto. El piso esti medio podrido. Las vi- gas estén todas ahumadas. Dos jévenes, Exata y Berra Bav- nuRr, estén sentadas ante telares de tejedor. La abuela Baunturr, una vieja aperguminada, esta sentada en un taburcte, corca de la cama, con un torno delante de ella, Su hijo AvGusto, de veinte aiios, con una cabeza pequefitsima, de aspecto idiota, estrecho de torso, con las manos en forma de patas de arafia, esti sentado en un escabel, ocupado en devanar madejas de hilo. En la pared dela izquierda hay dos ventanucas estrechas, cuyos rotos eristales estdin sujetos por tiras de papel, y cuyos agujeros estén tapados con paja. Es la hora del crepisculo. Una débil tue rosada penetra en le estancia, iuminando un poco la cabellera de-un rubio palido de las jévenes, la cual les cae suelta sobre sus delicados cuellos, de color de cord, y sobre sus hombros delgados y desnudos. Llevan waa cumisa de tela eruda y wna saya corta de lana ordinaria. Esto constituye todo su traje. El vostro y et cucllo de la vieja tienen un tono grasiento, la cara demacrada, We pied exangite esté Wena de arrugas; tos ojos son mortecinos y estin enrojecidos y acwosos, a consecuencia del trabajo a ta lus artificial y de la vida continua en medio det polvo de la lana y del humo. Tiene el cuello bocioso y Ueno de plicgues. Bl seco pecho estd cubierto de harapos. Una parte de la pared esté-ocul- ta por el hogar y la cama, De la pared penden algunas imagenes piadosas, de colores crudos, iluminadas todavia por los tltimos rayos del sol, Sobre una barra, cerea del hogar, se secan algwnos havapos. Se ven en la chimenca algwnos utensilios viejos y mise- sables. En el banco que esté junto al hogar, algunas vasijas y plutos mellados. Hay puestas a secar sobre wn papel algunas mondaduras de patatas. De las vigas del techo ponden paquetes de hilo y devanaderas. Al lado de los telares hay cestillos con 26 Gznanpo Havrrwanw canillas. Hn la pared del fondo, una puerta baja sin cerradura, No lejos de alli, wn haz de mimbres, apoyado verticalmente en la pared, y cerca varias cestas medio deshechas. Oyese ci ruido producido por los telares, la marcha de las lanzaderas, cl crujir de la madera, gue hacen retemblar el piso de la habitacién, al mismo tiempo que el cumbido continuo y sordo de los tornos. La Anurta Baumerr— (Con voz penosa, desfallociente, cuan- do observa que sus hijas dejan de tojer y se inclinan sobre él ielar), {Més hilos rotos! ¥ volveréis a hacer mudos. Buna — (La mayor de las hijas, veintidés afios, anudando los los rotos). Con un hilo eomo este no se puede haeer otra cosa. Burra — (Quince afios). Tal vex Nevabas 12 urdimbre eon de- masiada fuerza, Bara — ;Dénde podri estar papé? Se marché a Jas nueve. La Anvria Bausert —No sé... ;Dénde podra estar? Burra —No hay que atormentarse por eso... (Hmma comienza de nuevo a tejer). Bseueha, Emma, Eacra — i Qué hay? Berra — Me parceia que venia alguien. Emma —Debe sor Ansorge que vuelve. No; es Fritz, Favrz— (Un pequenuelo de cuatro aos, con los pies desnudos, Ueno de jirones, entra Norando). Madre, tengo hambre. Eana — Espera un poco, chiquillo mio ; el abuclo va a volver y ‘traeré pan y café, Fnerz— Tengo mucha hambre, madrecita, ‘Emaca — Hay que ser bueno; cuando te digo que el abuelo va a volver. ¥ traeré para ti un panceillo muy rieo y eafé, en- tiendes; euanto se quiera, Vamos a pasarlo muy bien. Y des- pués mamf tomar las mondaduras de patatas y se iré a Tlevarlas a easa del colono para pagar una buena jarra de leche cuajada, y seré para el pequeiiin Fritz, Fritz— A donde ha ido el abuelo? Hamca—A casa del fabrieante, chiquito, para entregar una tela. Ferra — {A casa del fabrieante? Enacs — Si, a casa del fabrieante; a easa de Dreissiger, en Petterwaldan. Frrrz— ; Dari pan el fabricante? Emma — Si, y ademas dinero para comprar otro. Fairz— ;Traers mucho dinero et abuclot Los Tesepones 7 ‘Baa — Me mareas con tus preguntas. (So pone en seguida a Lejer, ast como Berta, pero casi en seguida se paran ambas). Berra — Augusto, vete a ver si Ansorge va a encender pronto. (Augusto se aleja. Fritz le sigue). La Asvzta Bavsrnr — (Con angustia reciente, casi infantil, y con lagrimas en tos ojos), ;Dinde puede haber ido vues tro padre? Burra — Habré entrado en casa de Hauffen. La Aputia Baustexr— (Llorando). Con tal de que no haya ido a la taberna. Ean —No Mores, madre; pap no es hombre que hace eso. La Abuse Bauaexr — (Dejando estallar los terribles temores que la asalian). ¢Qué va a ser de nasotras, si se hubiere. .- si se hubiere dejado arrastrar... si se 1o hubiera bebido todo, y no trajese ni un pfennig. ..¢ No hay una pizea do sal en Ja easa, ni un mendrugo de pan, ni un trozo de earb6n Berta —No llores por es0; madre, al earbén se le reemplazari Hace luna esta noche, iremos con Augusto a recogor lefia en el bosque. La Apvsia Baumert — $i, ;para que el guarda os denuncie! Ansonce — (Un tejedor viejo, que se ve odligado a inclinarse profundamente para entrar on el cuarto; pasa la cabeza y él busto por la puerta, Lleva en desorden los cabellos y la barba). ; Qué queréis? Berta — Que encienda usted la lampara. Ansonce— (Con voz apagada, como si hubiera un enfermo). Todavia esta claro, La Anvsta Baumenr— Siempre nos dejas hasta no ver ni pizea. Ansorce — También tengo yo que velar por mis negocios. (Sale) Bawra —; Vaya que es ritstico! Ennra — Hay que esperar a que le dé la gana. La Mugur ps Hemntcn — (Entra, Trointa afios. Hsté encinta. Su figura acusa los muchos hijos y las penalidades), Bue- nas tardes a todo el mundo. La Anveta Bausert — ;Qué traes de nuevo? La Musnn pe Hurvnicn — (Cojeando). Que me he metido una espina en el pie. Burra —Siéutate aqui, Trataré de quitirtela. (La mujer de Heinrich se sienta. Berta se arrodilia a sus pies y se octpa en sacar la espina). La Anvena Baumerr— j¥ e6mo va por tu casa? 28 Geranpo Haveewans La Muscr ve Hemnicn — (Descsperadamente). ; Abi, no au- raré mucho tiempo. (Estalla en sollozos). La Azveva Bavarr—Lo que valdvfa més, para gentes como. nosotros, serfa que Dios nos acogiera en gracia y nos mu- riéramos. ‘La Mvgser pe Hemricu — (Mientras contintia Uorando convul- sivamente). Mis pobres pequeiios se mueren de hambre. (Eahala gemidos penosos). Yo no sé ya a qué santo enco- mendarme. Por mucho que una haga, no hay medio de salir a flote. Nueve chiquillos, a los que hay que alimentar. ;Con qué, Dios mfot La otra noche habia en casa un mendrugo de pan, tan mfsero, que ni siquiera bastaba para los dos mis pequeiios. Todos lo querfan, todos se agarraron de mis faldas gritando: A mf, madreeita, a mi!... ¥ eso que hasta ahora he podido tenerme en pie; no sé lo que ser de ellos euando ya no pueda mis, enando tenga que quedar- me echada. Berta — (Que ha sacado la espina del pie enfermo y lavado la herida). Vamos a poner una compresa. Busca un pedazo de tela, Emma, La Anurua Baumert — En nuestra casa tampoco estén las eosas mejor. La Musee pn Hersricrt — Por lo menos, tii tienes a tus hijas y a tu hombre que puede trabajar. AI mio le ha vuelto su ata- que y st mal la otra semana. Cuando le da éso lo romipe todo; se pone que no sabe lo que hace; no hay medio de impedirlo, Y ewando se le pasa el ataque tiene para ocho dias de no poder hacer nada, ‘La Aveta Baumert— También el mio comienza a no poder hacer gran cosa ; se esté haciendo una earraea. No se sien- te bien del pecho y de los rifones. ¥ no hay un pfennig en. casa; sino trae hoy algunos groschen, no sé lo que va a ser de nosotras. Emma —La verdad es, que ya hemos Iegado al eolmo, y que el padre hasta ha tenido que mandar matar a nuestro po- ‘bre perrillo para tener algo que Mlevarse a los dientes, La Mugen pe Hannicer— De veras? jNo tendriais si ‘un pufiado de harina? La Anurta Baumert — Ni eso tampoco; ni siquiera un grano de sa). La Muses pe Henveicn — Entonees no sé... (Se Tevanta y per- manece en pie, pareciendo reflezionar). No, verdaderamen- ra Los Trseporss 29 te no sé... No hay esperanza... (Con un grilo de angus- tia). {Con alimento de cerdos me contentara! Sin embargo, ‘yo no puedo volver a mi easa ¢on las manos vacias, {no es ‘posible! Vaya, que Dios me perdone; no hay medio de es- capar, (Sale ripidamente, sin dejar de cojear det pie iz- quierdo). La Abunta Bavaner— (Con solicitud). Sobre todo, no vayas a hacer la tonterfa... Berra —No tengas miedo, no se hari dafo. Enna —Siempre grita lo mismo, (Vuelve a ponerse al telar y toje algunos instantes hasta la vuelta de Augusto, que en- tra con una bujia encendida, alumbrando a su padre, ef abuolo Baumert, que ponetra en el cuarto arrastrando wn paguete de hilos). La Anusta Bauaent —{Sefior Jestis! ; Pero dénde has podido estar tanto tiempo, hombre? EL Avvsto Bauanrr— Vaya, vaya, se ereerfa que me vas a ‘comer. Déjame tomar aliento por lo menos. Y mira més bien a quien te traigo. Mavnicio Jaze — (Entra inclinindose a causa de ta puerta. Es un reservista, de estatura mediana, robusto, con las me- jillas rojas, la gorra de hisar sobre la oroja. Lleva traje y zapatos buenos y wna camisa limpia sin cuetlo. En cuanto entra adopta wna actitud militar para saludar). Buenas no- ches, tia Baumert. La Anveta Banert — Hola, hola, ya bas vuelto, Asi, pues, no fa, Siéntate, muchacho... Adelante, siéntate ahi, Exata — (Limpia wn escabel con su falda, y se lo pone a Jac- ger). Buenas noches, Mauricio, ;Todavia vienes a ver lo que pasa en casa de unos pobres diablos como nosotros? TazoER— Pero, dime, Emma, yo no querfa ereerlo: jeon que on un mocoso que no tardaré en ser lo suficientemente grande para hacer un soldado! ;De dénde has sacado eso? Burra — (Ha desombarazado a su padre de las molestas provi- siones que trata, ha puesto la carne en wna cacerola, que desliza en el fogén, mientras Augusto enciende el fuego). 4No conociste al tejedor Tingor? La Avvrta Bauaexr—Vivia aqui en un cuartucho, Queris easarse con ella, pero ya estaba enfermo del pecho. Ya le dije bastante s ella para que no se dejase atrapar. ; Como sino! El otro, ahora, esté muerto y enterrado desde hace 30 GoRaRpo Haurrwaxx mucho tiempo, {¥ que se las arregle ella con su peque- fio!... ,Pero qué ha sido de ti, Mauricio? 1 Anusto Baumert — No te inguietes por él, vieja; es un vi. ‘vo, el mozo, Ahora se puede reir de nosotros. Lleva trajes de principe ; tiene un reloj de eilindro, de buena marea, y, mejor que todo, diez buenos thalers de plata, en su bol: sillo. Tancer — (Con ingenua satisfaccién). Si, no tengo de qué que- jarme; no he sido desgraciado en el regimiento. Bx Apvevo Baumenr—Ha sido asistente de su eomandante. No tienes mis que oirle, habla como las personas prin- cipales. JaxcER — Si, me he acostumbrado a hablar bien ; no habré me- dio de que me deshaga de ello. Tua Anveta Bavwenr— Pero es preciso que me digas: uno que no servia para nada como ti, ;e6mo te las has arreglado para ganar tanto dinero? No hay que decir qne nunea sev- viste para nada, ni siquiera servias para desenredar tuna madeja. Siempre fuera, poniendo trampas a los ratone: eavando nidos de pelirrojos. Ta preferias esto, ;verdad? Taxaee— Caramba, si que es verdad, tia Baumert, pero no so- Jamente eazaba nidos de petirrojos, sino también de go- londrinas, Bana — Si, siempre te estibamos diciendo que era un pecado atrapar golondrinas, ‘Javaun— Bastante me importaba, yeh? No me impedia eso el atraparlas... Bueno, y en casa de ustedes, tia Baumert, iqué es lo que ha pasado? ‘La Asveta Bavanmer—jAh, sefior Jesiis! Mucha miseria des- de hace cuatro afios. Yo no me puedo tener en pie. ¥ mis pobres dedos, jimframe esto! ni siqniera s6 lo que tengo. jReumatismo! ;Y estoy molida! No paedo mover -ni un miembro. Ya ves, nadie puede hacerse una idea de lo que sufro, Br Anvsto Bavamer— Si, esta no marcha, ya no tiene sin du- da para mucho tiempo, Brera — Por la mafiana hay que vestirla y desnudarla por Ja noche, hay que darle de comer como a una eriatura. La Apunta Baumert — (Continuando con voz quejosa y Uoro- sa). Tengo necesidad de que me ayuden para todo. Es ru cho peor que si fuera una enfermedad, no sirvo para nada, sino de earga para los demas. Continuamente estoy pidien- Los TEsEponzs al do a Dios que me haga morir, Verdaderamente, Seiior, no puedo mas... no sé... la gente podria ereer... yo he estado sin embargo acostumbrada a. trabajar desde que es- toy en el mundo, y de repente (trata en vano de levantar- se)... No hay modo, no puedo hacer nada... Tengo un buen hombre y buenos hijos, pero hay que ver eso. La cara que tienen esas hijas!, no tienen gota de sangre en las venas; {blaneas eomo la cera! ; Pero no hay remedio! Hay que dar aprisa en el telar, ;tanto peor si os destruye la si- ud! ; Qué vida tan perral Sin moverse de ahi todo el afio, Nada para ponerse encima y estar un poco presentable 0 i ala iglesia. Nunca un momento de placer. Estas tienen aire de victimas, y son muchachas de quince y veinte afios. Berta — (Junto a la chimenea). Esto comienza a humear, Eu Apvsto Baumert —j Ah! Si, el asqueroso humo. Bs para ahogarse. Esa chimenea esté toda descompuesta; hay que dejarla que se deshaga, y tragar el humo, Tosemos desde la mafiana hasta a noche, a mas y mejor, hasta echar los “ pulmones. Pero nadie hace caso de ello. Janoze—Su huésped Ausorge es quien debe arreglarlo. Berta — Si; bonita eara nos pondria si se lo pidiéramos. jNos mira ya de una manera! Ta ApvrLA Baumrar—Le parece que ocupamos demasiado sitio. Ex AnvczLo Baumert— Si nos quejéramos, nos pondria a In puerta. Hace cerea de seis meses que no se le ha podido dar un pfennig. LA ABUELA Baumert — ria ser més razonable. Ex Apvrto Bavarenr — Tampoco tiene nada; se da aires, per tampoco marchan sus negocios, La Asvena Baument—Por lo menos, siempre tiene su casa. In hombre que esté tan bien! Debe- Ex Anveto Bavsent — En eso es en lo que te engafias; de esta casa no le pertenece ni una piedra. Iazozn — (Se ha sentado, ha sacado de uno de sus bolsillos una Pipa corta, adornada con wna hermosa borla, y de otro bol- sillo una colabaza de aguardiente). Esto no puede seguir asi. Mi palabra, es demasiada miseria. Bn las eiudades, los perros viven mejor que ustedes, Ex Avvsto Baumerr— (Con agitacisn). ¢No es cierto? Ya ves que esto no puede durar. Pero si se dice esto a la gente, a2 Geesnpo Waurtwasy contestan que solamente hay que pasar una racha de mal tiempo. Axsoncs— (Entra, Wevando on una mano una escudilla de barro lena de sopa; en ia otra tiene una cesta a medio tren. zor). {Hola, Mauricio! Felicidades, muchacho. (Ya estas de vuelta! TanouR —- Si, sefior Ansorge; muy felices, ‘Awsoaoz— Y vienes muy bien; tienes easi el aspecto de un conde. Ey, Avvrto Bauateer— Enseiia tu hermoso reloj. Tiene un tra- je completamente nuevo, Y diez buenos thalers de plata. Axsonor —jEh, ch!... Si, st Esma— (Metiondo tas mondaduras de patata en un saquito). Me voy a llevar esto, (Sale). Javon — (Todos le escuchan atentamente). ¥ ya veis; sin em- bargo, me censuraban. Espera un poco, me decian ya ve- ris euando seas soldado. Pues bien, he sido soldado, y ya eis emo me ha ido. He visto cosas duras, hay que decirlo. En el servicio hay que obedecer ; eso es todo. Limpiar las botas al cabo, fregar el caballo, buscar cerveza. Yo era lis- to, hacia cuanto querian. Siempre a mi tarea, hacer que reluciera el fusil y todo el equipo. ; Puedo decir que ya he frotado, ya! El primero en la silla, el primero a la llamada, y sin quejarme nunea de la maniobra, de frente, marehen, vive Dios, con toda la impedimenta. ¥ de centinela, como un perro de guardia. Yo me decia siempre: amiguito, no hay mas que una cosa, de la cual hay que euidarse siempre: obedecer. ;Diablo!, era duro; pero a fuerza de meterme eso en la cabeza, un hermoso dia, delante de todo el escua- rén, cl comandante se para frente a mi, y diee: “Este ¢s un buen soldado, un verdadero hiisar”, (Pausa. Enciende su pipa). ANsonan— (Sacudiendo 1a cabeza). ;Wh, eh! Has tenido suer- te, eh, eh! (Se agacha poniendo a su lado el haz de mim- bre y continia trabajando en su cesta). Eu. Anveto Baurer— Hay que esperar que nos comunique ‘un poco de su suerte, Mientras tanto, echemos un trago. Jasoza— Vaya, caramba, abuelo Baumert, Y cuando no haya més, todavia hay. (Echa una moneda sobre la mesa). Axsance— (Fingiendo asombro), ;Tola! ;Bsto es una fies. tal... Aqui hucle a asado. iY aguardiente! (Bebe de la Los Tramponns 33 botella). A tu salud, Mauricio... Bh, eh!... Si... Si. (Beben todos a ta ronda), Er, Asvero Baumner — Si se pudiera tener un asado como este todos los dias de fiesta; pero li carne no la ve uno a mente do, Bs preciso que un perro le pase a uno entre las piernas, como swecdiG hace ui mes; pero esto es rary. Ansoncz —j Has hecho matar a tm pervillo? Eu Asveto Baumer —Hubiera muerto de hambre él también. Assonce—| Bh, eli! Si, si. La Avvets Bavacer—jHra tan eariteso el pobre! acorn —j Le gusta a usted el asado de perro? Ev Apve.o Baumser —jJestis! Si siquiera pudiese uno tenerlo siempre. La Avunia Bavateer— Bs muy til, sin embargo, un trozw de carne. Bu Apvzwo Baumesr—jA ti no te gusta? ;Espera un poco, si te acostumbras en nuestra eas! Ansonce — (Oliondo}. jEh, eh! Si, sf ‘buen plato, Eu Anvrco Bavarer? —Hucle a cancla, como si dijéramos, Ansoncz —Tienes que decirnos tu opinién, Mauricio. Ta has visto tierras, sabes lo que pasa en el mundo; jerees que acabaremos por ser mas felices, nosotros, los tejedores? Tavove— j Dios! Hay que esperar que si Asoncz —No se llega nia vivir, ni a morix, se pudve uo Ia sangre, hasia que se eae, La miseria nos eome todo, En otro tiempo, enando todavia se podia trabajar en el telar, era duro, pero se las arreglaba uno sin embargo. Hoy no hay medio de encontrar trabajo. Y la cesteria no puede ha- cerme ganar bastante. Yo hago eestas hasta por la noche, y euando eaigo molido en Ia cama, he ganado dos groschen. Da que tienes educacién, qué dices de esto! Todo encareee, icémo se las compone uno? Hay que dar cuatro thalers de contribueién, tres por la easa —en todo el aio puedo ga- nar eatoree, me quedan siete para mi, eon los que tengo que hacer la eoeina, pagar el earbin, los tzajes, los aapatos, y demas. ;C6mo queréis, que se Hegue a pagar el impueste? Ex Asueio Bavaterr—Lo que yo digo es que alguien vaya a Berlin y le diga al rey lo que pasa entre nosotros. Tavark— Eso no serviria de nada, abuelo Baumert, Ya se ha hablado de todo eso en los periddicos. Pero los rieos, ya ve No huele mal, haré un 34 Guranvo Havrtwann usted, Jo embrollan todo, hacen pasar a los mejores cris- tianos por bandidos, Ex Anveto Baumurt— (Mencando la cabeza). jNo tienen co- razén en Berlin Ansonck — Di, Mauricio, ges esto posible? ;Bs que no hay le- yes? Cuando so trabaja hasta arrancarse la piel eon la ma- no, y ni siquiera se pueden pagar los intereses de su em- préstito, gle pueden a uno eehar? {Todos quieren su dine- ro! | Qué va a ser de mi! ; Ya estoy viejo y serd preciso que me vaya! (Los sollozos le ahogan). He nacido aqui, mi pa- dre ha trabajado en este telar mas de euarenta atios, Siem- pre deefa a mi madre: si leo a morir, hay que conservar jn casa de todos modos. ;Bien gané ln ensa! Cada clavo aqui hha eostado una noche de trabajo para tener con qué com- prarlo; eada tabla ha eostado um alio de pan seco. ;Y me irfan a echar de ella! Janeen —Son unos malditos los que arrebatan el Gltimo pfennig, Ansonct: — Bh, sf, st... Pero yo no me iré, me llevarin si quie- ren, pero no me iré. Prefiero morir. Mi pobre padre tam- poco sentia morir. Sin embargo, al fin sudaba de miedo. ‘Yo me habia aeostado con 6. Entonces se quedé mas tran- quilo. Pensad, yo tenia trece afjos en esa época, Estaba rendido; me dormf a su lado. No pensaba en nada, y euan- do me desperté estaba ya frio. La Apvena Baumrnr— (Tras una pause). Vete al horno, Ber- ta, y trae la sopa a Ansorge. Burra — Aqui tiene usted la comida, sefior Ansorge. Ansorcz — (Come Worando). Eh, eh!... Si, si... (El abuelo Bawmert toma un pedazo de carne de la cacirola para co- merla). La Anvzt Bavateer—jTen un poco de pacieneia, hombre! Deja a Berta poner Ja mesa. En Asveto Baumert — (Marcando). Hace dos aiios que no he ido a comulgar; después de la filtima vez. que fui, vendi mi traje de los domingos. Con eso eompramos un poco de ear- ne de cerdo. Desde entonees, hasta esta noche, no habia podido comer carne, Tawern — Los fabricantes se eneargan de comerla por usted. Se atrgean de lo lindo. Hay que ir a ver lo que pasa en Bielan yen Petterwaldan, Todos son palacios, verdaderos palacios. No son ellos los que se enteran de que los tiempos son di- Los Trsevonzs 35 fieiles. Bllos se pagan asados y dulees, y trenes, y eaballos, y eriados, y todo el diablo y su eomiiiva, hasta no saber io que hacer de ellos. Axsonoz— En otro tiempo no eva asi. Los fabricantes nos da- ban de qué vivir. Hoy lo toman todo para cllos. Para mi, Jo que sucede es que las gentes del gran mundo no ereen ya ni en Dios ni en el diablo, No sabes ya lo que est per- mitido y lo que no Jo esté, y nos arrebatan el pan de la bo- ea, nos eluupan hasta la altima gota de nuestra sangre. Ellos son la eausa de todas las desgracias. Si los fabricantes fue~ ran buenos eristianos, no habria tiempos diffeiles, Tange — Ofd, voy a leeros algo. (Saca unos papeles del dolsi- No). T%, Augusto, vete a la taberna y twaenos otxa botella. Pero, gqué te pasa? No haces mis que reir como un tonto. La Avusia Baummrt — Sf, yo sé lo que tiene. Siempre esté con- tento. Se rie de todo. Vamos, corre pues, de prisa, (Aug fo sale, Uevéindose la botella vacta). ;No es asf, viejo? {Ta también sabes que es bueno! Ep Avvrto Baumer — (Masticando, excitado por ol alimento y la bedida). Eseucha, Mauricio, ti eres nuestro hombre. Sabes leer y eseribir, eonoces nuestra situacién, y tiones pieded de nosotros. Deberias tomar nuestra cash en tus manos, ponerte a hablar por nosotros. ‘Taxoun—|Si_ solamente hubiera eso que hacer! Yo quisiera también jugarles una mala pasada a todos esos animales. No soy malo; pero si la sangre se me sube a la cabeza, aga- rro al Dreissiger con una mano, al Dietrich con Ja otra y Jes doy de eabezadas uno contra otro hasta que se Jes salten os ojos. ; Ah! Si pudiéramos entendernos, hariamos bailar a estos gorriones. {EI gobierno!, que se vaya a paseo; n0 tenemos necesidad de que se mezcle en nuestros asuntos. No tenemos mis que decir nosotros mismos: queremos esto y esto, y lo queremos ¥, ;por Dios, que nos Jo tendrén que dar! Cuando vean que se apunta a los pillos, se volverén saves, | Conozeo bien a esos monstruos, a esos cobardes! La Anurta Bavater— Eso es verdad. Tampoco yo soy mala; siempre he dicho que hacen falta personas rieas; pero euan- do se ve lo que sucede. ‘Tanaen —;Personas ricas! Pnes no, ;que el diablo se Jas eve a todas: Berra — ;Dénde esté el padre? (El abuelo Baumert so ha alejado en silencio). .

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